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VERITATIS SPLENDOR

PÉTER ALEXÁNDER TOVAR RAMÍREZ

I DE TEOLOGÍA

SEMINARIO MAYOR MARÍA INMACULADA

IBAGUÉ, TOLIMA

MAYO 14 DE 2019
VERITATIS SPLENDOR

PÉTER ALEXÁNDER TOVAR RAMÍREZ

I DE TEOLOGÍA

FORMADOR:

PBRO. ANDRÉS FELIPE SUÁREZ

MORAL FUNDAMENTAL

SEMINARIO MAYOR MARÍA INMACULADA

IBAGUÉ, TOLIMA

MAYO 14 DE 2019
INTRODUCCIÓN

La carta encíclica de San Juan Pablo II, Veritatis Splendor promulgada el 6 de


agosto en la fiesta de la Transfiguración del Señor del año 1993, décimo quinto año de su
pontificado, tiene una gran riqueza sobre algunas cuestiones fundamentales de la
enseñanza moral en la vida de la Iglesia, por lo tanto, el eje temático de dicho documento
busca centralizar la importancia de ir en búsqueda de la verdad que ilumina la inteligencia
y modela la libertad de cada persona.

Es por ello, que con el desarrollo y planteamiento de este trabajo se pretende en el


primer capítulo, titulado “Maestro, ¿que he de hacer de bueno”? (Mt. 19, 16 y ss) resaltar
la meditación de la Sagrada Escritura del encuentro del joven rico con Jesús para hallar
directrices que nos permitan enfocar nuestra vida a la perfección, en el cumplimento de
los mandamientos y sabernos abandonar en las manos del Maestro por excelencia, para
esto se tendrá en cuenta lo siguiente:

El camino que debe transitar aquel joven para llegar a configurarse con el corazón
del Señor partiendo de una realidad concreta que está viviendo, que si lo deja todo por
seguirle, alcanzará la plena libertad y por ende la salvación; también se hablará del gran
aporte pastoral que nos deja la lectura de este primer capítulo para ayudar a los agentes
que hacen parte del apostolado en las parroquias y por último una conclusión que
enmarque el contenido de las enseñanzas sobre el sentido de nuestra existencia aquí en la
tierra, partiendo de la vivencia del joven con Jesús.
CAPÍTULO I
“MAESTRO, ¿QUÉ HE DE HACER DE BUENO…?”
(Mt. 19,16)
CRISTO Y LA RESUESTA A LA PREGUNTA MORAL

En la introducción, San Juan Pablo II explica el motivo de la encíclica: que es


volver nuestra mirada hacia aquellas verdades fundamentales de la doctrina católica, que
en el contexto actual corren el riesgo de ser tergiversadas, y este peligro viene de
tendencias influidas por corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad
humana de su relación esencial y constitutiva con la verdad, estando altamente marcadas
por una sociedad utilitarista y hedonista, donde solo interesa el poseer y aparentar,
dejando de lado aquellos valores y principios que son útiles para el crecimiento de una
vida moral estable y afianzada en ser imitador de las enseñanzas del Señor.

Lastimosamente se pueden observar que varios errores tienen marcada nuestra


sociedad, como el libertinaje, la falta de respeto y ejecución por las cuestiones morales,
pues en muchos de los casos se niega la doctrina sobre la ley natural; se rechazan ciertas
enseñanzas morales de la Iglesia; no se admite que el Magisterio pueda intervenir en
materia moral con instrucciones vinculantes; se duda de que los Mandamientos sean
válidos en toda circunstancia y se pone en tela de juicio el nexo entre fe y moral, como si
sólo la primera definiera la pertenencia a la Iglesia, mientras que habría que dejar las
cuestiones sobre la conducta al juicio de la conciencia individual.

De esta manera se deja claro, que el romano pontífice busca una moral alentadora
que permita visualizar el comportamiento hacia una vida recta y por ende plena, siguiendo
las enseñanzas del Divino Maestro, es por ello por lo que antes de examinar estas
cuestiones controvertidas, el Papa remite a los fundamentos bíblicos con una penetrante
meditación sobre el diálogo entre Jesús y el joven rico (Mt 19, 16-22), que ocupa el
capítulo primero de la encíclica. La pregunta ¿Qué he de hacer de bueno para conseguir
la vida eterna?, subraya el Papa, no se refiere tanto a las reglas que hay que observar, en
cuanto a la aspiración central de toda decisión y de toda acción humana. La pregunta es
un eco de la llamada de Dios, Bien absoluto, que nos atrae hacia Sí. De esta perspectiva
se ha de partir para renovar la teología moral, como quiso el Concilio Vaticano II, recordar
“En lo hondo de la conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, a
la cual debe obedecer y cuya voz suena oportunamente en los oídos de su corazón,
invitándole a amar y obrar el bien, y a evitar el mal: haz tal cosa, evita tal otra”1

San Juan Pablo II, así, presenta el fundamento de la moral cristiana en su horizonte
amplio y atractivo, con una alentadora visión, lejos de todo legalismo o rigorismo, de
visiones estrechas y casuísticas2 extenuantes. Al hilo del pasaje evangélico, muestra que
la vida moral es el crecimiento del hombre en la libertad.

Es fundamental señalar que la vida moral se presenta como la respuesta debida a


las iniciativas gratuitas que el amor de Dios multiplica en favor de cada hombre y es así
como lo podemos evidenciar en este primer capítulo donde se da el encuentro entre un
joven rico y Jesús, a partir de una inquietud que proviene del primero ¿qué he de hacer
de bueno para conseguir la vida eterna? Siendo la pregunta base, en la cual se desarrolla
todo el enfoque moral de dicho encuentro, pues hay una inquietud por parte del joven,
queriendo indagar más de cerca cómo alcanzar la plenitud de la vida celestial, al responder
a la misma, es necesario que puntualicemos y dirijamos nuestra mirada hacia Cristo, como
centro de nuestra existencia y como se expresa en la meditación de la Sagrada Escritura.

A medida que evoluciona el diálogo entre Jesús y el joven, la meditación descubre


el contenido esencial de la Revelación del Antiguo y el Nuevo Testamento sobre la acción
moral y el cumplimento de los mandamientos en la actuación de cada hombre, podemos
decir entonces, que allí se pone de manifiesto la perspectiva de la escuela de Cristo, quien
quiere enseñar y llevar aquél joven que descubra por sí mismo la respuesta que tanto
anhela y pueda aspirar hacia bienes trascendentales, tratándose de establecer un nexo
entre la fe y la moral, pues no solo se trata sólo de ponerse a la escucha de una enseñanza
y de recibir en la obediencia un mandamiento, sino más bien de adherirse a la persona
misma de Cristo, participando de esta manera de su vida y obediencia libre y amorosa al
Padre, en otras palabras no solo se trata de creer sino también de vivir, como se nos
recuerda en el numeral 19 “seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral
cristiana”, pues así como el pueblo de Israel seguía a Dios que lo guiaba por el desierto
hacia la tierra prometida (cf. Ex 13,21), así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual
lo atrae el mismo Padre (cf. Jn 6,44).

1
Guadium et Spes N.º 16 sobre la dignidad de la conciencia moral, pág 147
2
Término en ética, hace referencia al razonamiento basado en casos, basado en principios o reglas. La
casuística es utilizar la razón para resolver problemas morales aplicando reglas teóricas a instancias
específicas.
En un primer momento, Jesús enuncia cada uno de los mandamientos, los cuales
el joven ha cumplido cabalmente, pero solo le falta una cosa para llegar ser perfecto,
vender todo lo que tiene, distribuirlo entre los pobres, alcanzando un tesoro en el cielo y
luego emprender un seguimiento de la mano del Maestro, pues en su infinita misericordia
siendo el rostro del Padre “ha querido que todos nos salvemos y lleguemos la
conocimiento de la verdad” ( cf. 1Tm 2, 4) dicha perfección está enmarcada por acatar
el llamamiento del Bien Absoluto, que resuena en muchos de nuestros corazones, pero
que por las distracciones del diario vivir no lo escuchamos. En ese orden de ideas la
dimensión del Magisterio pone de relieve la tarea de la Iglesia, que como Maestra y
custodia en la fe nos invita a dar una respuesta basada en el amor, pues al reconocer al
Señor como Dios y ver en los más pobres y necesitados su presencia, encontramos el
núcleo fundamental de toda la ley y de la cual se derivan los demás preceptos particulares,
estos preceptos que provienen del decálogo constituyen la primera etapa necesaria para
hallar la libertad, pues no solo se reducen a imposiciones externas como nos lo enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica, cuando afirma:

“los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. Nos enseñan al mismo


tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes
esenciales y, por tanto, indirectamente los derechos fundamentales inherentes a la
naturaleza de la persona humana. El decálogo contiene una expresión privilegiada
de la ley natural3” (pág 519, Nº 207).

En base en ello, decimos que el auténtico amor al prójimo, a nuestro hermano,


brota de un corazón que ama y que, precisamente porque ama, está dispuesto a vivir las
mayores exigencias, de las cuales nos habla el Señor en este encuentro con el joven. Los
mandamientos no deben ser entendidos como un límite mínimo que no hay que
sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y espiritual de perfección,
cuyo impulso interior es el amor, tal cual lo decía San Agustín “El límite del amor es un
amor sin límites”.

Avanza el diálogo entre Jesús y el joven y el le pregunta “Maestro ¿qué he de


hacer de bueno para conseguir la vida eterna? A este interrogante el docente García de

3
El concepto de ley natural tiene dos grandes usos. Puede referirse al dictamen que emana de la razón y
de los derechos que se fundan en la propia naturaleza en reconocer el bien y el mal, siendo así, un fiel
reflejo de la Ley eterna, o a la norma física que establece el comportamiento de los cuerpos ante
determinadas condiciones.
la Facultad de Burgos nos explica que “La Veritatis Splendor enmarca de la pregunta del
joven la relación que guarda el bien moral con la “búsqueda de la plenitud de sentido para
la vida” y con el pleno cumplimiento del propio destino, tratándose así de “una pregunta
esencial e ineludible para la vida de todo hombre” (Nº 8ª). Este planteamiento tiene dos
importantes novedades, por una parte, recupera para la moral una perspectiva clásica de
la vida cristiana y de la espiritualidad, que es el fin último del hombre: Dios y la vida
eterna. Por otra parte, responde a los interrogantes profundos que se plantea el hombre
actual, con un sentido de ultimidad, tratando de dar un significado global a su existencia
(pág. 521).

La fascinación que se descubre en este relato es tan grande que evoca una apertura
al contacto de serntirse motivado por el cuestionamiento que el mismo Señor deja entrever
para aquellos que cumplen su voluntad y quieren participar algún día de su reinado eterno
y es de esta manera como nos lo enseña el mismo Señor al inicio de su vida pública
cuando auncia “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y
creed en la Buena Nueva” (Mc1,15). “Es como el Maestro nos enseña el contenido de las
Escrituras y revela plenamente la voluntad del Padre sobre el obrar moral, siendo El
mismo la fuente y culmen de la salvación, Alfa y Omega de la historia humana (cf. Ap
1,8; 21,6; 22,13)” (pag. 15).

De esta manera si se quiere comprender el núcleo de la moral evangélica y


comprender su contenido profundo e inmutable nos debemos remitir al comportamiento
moral cristiano, tal como nos lo propone el mismo Señor sobre la perfección cristiana que
implica no solo la fidelidad a los mandamientos, sino también la práctica de los consejos
evangélicos y el espíritu de las bienaventuranzas, que se desarrolla dentro de la Iglesia y
es fruto de la renovación por la gracia y del don del Espíritu Santo. Por otro lado, vale
decir que “los mandamientos son como un regalo y su cumplimiento es considerado como
gracia y don” (pág. 585) “Por eso, la ley ha sido dada para que se implorase la gracia; y
ésta ha sido dada para que se observase la ley” 4. Desde el punto de vista de la fe, la ley
podemos decir que tiene un sentido singular: se trata de Jesús mismo, punto de llegada de
la antigua alianza y fuente y principio de la nueva (Nº 15). El lleva a su cumplimiento la
ley y los profetas (cf. Mt 5,17) es por ello que Jesús quiere renovar a cada hombre desde
su corazón para que sea libre y se deje inundar por el doble manadamiento del amor, es

4
San Agustín, citado en el Nº 23
decir, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Por otro lado, el
Papa cita a Santo Tomás, apelando a la gran tradición de la ética eclesial y esta ley natural,
no es más que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios y gracias a ésta
sabemos que es lo que podemos hacer y aquello que debemos evitar, en esa consonancia
se nos pide que tengamos un corazón bien dispuesto a acoger a nuestro hermano,
prcaticando así la misericordia, permitiéndonos desprender de todo aquello que nos aferra
a una esclavitud por las cosas materiales como dice el evangelista San Mateo “No
acumuléis riquezas en este mundo pues las riquezas de este mundo se apolillan y se echan
a perder; además, los ladrones perforan las paredes y las roban. Acumulad, más bien,
riquezas en el cielo, donde no se apolillan ni se echan a perder y donde no hay ladrones
que entren a robarlas. Pues donde tengas tus riquezas, allí tendrás también el corazón” (6,
19-21). Otro de los apartados que nos propone el primer capítulo es “si quieres ser
perfecto, anda vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego ven, y sígueme” (Mt 19,21) después de la respuesta que da el joven a Jesús,
refiriéndose a los mandamientos, todos los ha cumplido a cabalidad desde muy pequeño,
pero le faltaba algo importante y que hoy en día lastimosamente muchas personas también
viven apegado a ello, como se dijo anteriormente, a las cosas que producen valor.

Posteriormente viene el seguimiento al Señor, como lo dice también su palabra


“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga
conmigo (Mc 8, 34). Al igual que el pasaje anterior, también éste debe ser leído e
interpretado en el contexto de todo el mensaje moral del Evangelio y, especialmente en
el contexto del Sermón de la Montaña sobre las bienventuranzas (cf Mt 5,3-12), la primera
de las cuales es precisamente la de los pobres, es decir a los que ponen su confianza en la
providencia del Señor y a quienes se les promete el reino de los cielos, en efecto, cada
bienaventuranza está contenida en la respuesta de dar al hombre la vida eterna.

“Las bienaventuranzas realmente no establecen unas normas particulares de


comportamiento, sino que se refierena actitudes y disposiciones básicas de la existencia,
no se separan de los mandamientos, pues ambos se refieren al bien, a conseguir la vida
eterna y por ende alcanzar la perfección en la imitación de las virtudes del Señor Jesús”.
(pág 29). El sermón muestra a su vez la apertura y orientación de los mandamientos hacia
la perspectiva de la perfección que es propia de las bienavnturanzas, que en su
profundidad son una “especie de autorretrato de Cristo y por esto mismo son imitaciones
a su seguimiento y a la comunión de vida con El” 5. Jesús indica el itinerario que comienza
con el respeto de los mandamientos en sus palabras posteriores al joven: “ven, y
sígueme». Por tanto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral
cristiana. Esta configuración con Cristo no es posible para el hombre con sus solas
fuerzas, sino que es fruto de la gracia. Pues en el camino y a la vez en la naturaleza de
esta perfección es el mismo Señor que toma la iniciativa e invita a seguirle, así como hizo
con los doce apóstoles, se deja claro que esta llamada está dirigida a todos aquellos a
quienes confía una misión muy importante y particular.

En este juego de la llamada de Dios y la respuesta humana se manifiesta la


dinámica particular del crecimiento de la libertad hacia su madurez. Por último, se
enmarca el tema “ Para Dios todo es posible” (Mt 19,26), en este punto en que finaliza o
concluye el diálogo, notamos como el joven se pone muy triste al desvelar su realidad,
pues como era muy rico, sintió lástima de dejarlo todo, los mismos discípulos quedaron
conturbados ante las exigencias que compete el seguimiento de Cristo, pues supera las
aspiraciones y las fuerzas humanas y por eso ellos mismos le preguntan ¿quién se puede
salvar entonces?, pero en seguida Jesús remite al poder de Dios “para los hombres esto
es imposible, más para Dios todo es posible”.

De este modo, el Espíritu Santo impulsa la vida para que movidos por
convicciones se pueda lograr eso, que tal vez muchas se cree difícil e incluso hasta
imposible y ello solo se obtiene cuando estamos movidos por la vivencia del
mandamiento del amor que nos aleja de nuestros egoísmos y nos hace auténticos
seguidores e imitadores de Cristo y con ello se puede alcanzar la perfección de la cual
Jesús nos pide a todos configurarnos, como nos lo recuerda las palabras de Santa Catalina
de Siena “La verdadera perfección consiste en esto: hacer siempre la santísima voluntad
de Dios”, pues si hacemos lo que a Dios le agrada estamos labrando nuestro destino a su
lado y con ello haremos dado el pleno sentido a nuestra existencia humana aquí en la
tierra, nunca es tarde para emprender ese camino que lleva hacia Él, pero no dejemos para
mañana lo que tal vez se puede realizar el día de hoy.

La Iglesia en esa consonancia, está llamada a brindarle a cada hombre las


directrices eficaces, según la sana doctrina de ayudarle en su camino a construir la verdad
y la libertad que lo llevan al Padre Bueno y por ende a ser completamente feliz.

5
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1717
APORTES PASTORALES DE ESTE PRIMER CAPÍTULO A NUESTRAS
COMUNIDADES PARROQUIALES
A la luz de lo dicho anteriormente, el capítulo primero nos permite extraer algunas
cuestiones pastorales importantes, que pueden servir en nuestros quehaceres apostólicos:

 Es fundamental tener un encuentro personal con el Señor, para comprender que es lo


que Él quiere en nuestras vidas y poderle seguir sin ningún tipo de temor u obstáculos,
sirviéndole así con alegría, humildad y un espíritu de sincera conversión.
 La formación de la conciencia moral pertenece al gran proyecto de la nueva
evangelización, y es aquí donde se debe analizar detalladamente el cumplimiento de
los mandamientos y las bienaventuranzas como actitudes básicas de la existencia en
la invitación de imitar a Jesucristo.
 Se debe reconocer en todo momento a Dios como nuestro Señor único y absoluto,
dándolo a conocer a todas las personas con las cuales se tiene algún tipo de contacto.
 La invitación que hace el Señor del ven y sígueme es fundamental para la moral
cristiana y ello hay que consolidarlo en la vivencia, de manera especial cargando con
amor y abnegación la cruz que cada uno tiene, viendo en ésta un medio de perfección
hacia la santidad.
 La enseñanza de la moral se comprende a la luz de la misericordia de Dios y esa
misma misericordia hay que compartirla con los demás, especialmente con aquellos
que carecen de recursos económicos y necesitan de una mano amiga.

CONCLUSIÓN

El sentido de nuestras existencias aquí en la tierra depende en gran medida, de


cómo nos hemos comportado en relación con nuestros hermanos y sí verdaderamente
hemos buscado la verdad que Cristo nos propone en su Palabra, como medio eficaz para
hallar la libertad y por ende darle sentido de todo lo que realizamos día tras día, por otro
lado, vale subrayar que para ser libres es necesario respetar la verdad sobre el hombre y
ayudarle en la construcción de su dignidad como persona, como lo hizo el Hijo de Dios,
no juzgando al joven, sino viéndolo con la misericordia que proviene del Padre celestial;
y los mandamientos de la ley de Dios no deben ser entendidos como un límite mínimo
que no hay que sobrepasar, sino como una senda abierta hacia la perfección, que conlleva
siempre agradar a Dios, permitiendo romper con muchas ataduras que nos sujetan a
nuestros egoísmos y no nos dejan contribuir con el progreso de aquellos que sufren y así
construir el camino que lleva a la eternidad en la casa del Padre celestial.
BIBLIOGRAFÍA

 Biblia de Jerusalén Latinoamericana Nueva Edición revisada y aumentada. (2000).


Bilbao- España : Ed. Desclée de Brouwer S.A.

 Catecismo de la Iglesia Católica (C.E.C) . (1992). Vaticano : Libreria Editrice


Vaticana .

 Fernández, C. G. (1994). Comentarios a la Veritatis Splendor- Vida moral y


perfección cristiana. España- Madrid : BAC.

 II, S. J. (1993). Veritatis Splendor. Roma: Librería Editrice Vaticana.

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