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La inteligencia emocional en los trastornos de la conducta alimentaria

SECCION: PsiNotes // PUBLICAT 29/01/2013 17:51:00

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El gran incremento de personas que padecen trastornos de la conducta alimentaria


(TCA) y las consecuencias biopsicosociales que presentan quienes los sufren, así como
sus familiares, generan la necesidad de ampliar y mejorar su abordaje terapéutico. En la
última década, hemos observado un aumento significativo a nivel mundial de TCA en
sus diferentes variantes, considerándose un problema de salud pública según el Estudio
Europeo de Epidemiología de las Enfermedades Mentales (ESEMeD), que sitúa su
prevalencia europea en el 2,51% a lo largo de la vida, siendo de 3 a 8 veces más frecuente
en mujeres que en hombres.

Según el DSM-IV-TR de la American Psychiatric Associa


describen dos trastornos específicos: la anorexia nerviosa (
bulimia nerviosa (BN). La AN se caracteriza por el rechazo
mantener el peso corporal en los valores mínimos normales.
de esta patología, se distinguen dos subtipos: restrictivo (I)
las personas reducen su peso por la restricción de la aliment
compulsivo-purgativo (II), caracterizado por recurrentes at
conductas de purga inadecuadas. El inicio de la enfermedad
relaciona con un acontecimiento estresante y el curso es mu
variable. Mientras que unas personas se recuperan después d
único episodio anoréxico, otras sufren un deterioro que devi
crónico. También puede ocurrir que al cabo del tiempo las p
con anorexia nerviosa de tipo restrictivo recurran a los atrac
conductas purgativas, cambiando al subtipo compulsivo/pur
ha encontrado que la prolongación de éste cuadro clínico en
puede permitir el cambio de diagnóstico a bulimia nerviosa.
ello, se evidencia que la sintomatología que cursa con esta p
es altamente variada y dificultosa, compuesta por diferentes
que interactúan entre sí, constituyendo un cuadro complicad
afecta a todas las áreas de la persona.

En parte, provocado por la elevada comorbilidad que presenta con otros trastornos
psicopatológicos (Braun, SundayyHalmi, 1994; Salbach-Andraeet al., 2008). De hecho, se
ha demostrado que el 73 % de los pacientes con AN de tipo restrictivo presentan una
elevada comorbilidad con trastornos del Eje I, aumentando hasta un 82 % para los
pacientes con AN de tipo purgativo. Entre las diversas patologías, los trastornos de
ansiedad son los más comunes (Blinder, CamellaySanathara, 2006), siendo el trastorno
obsesivo-compulsivo (Iwasaki, Matsunaga, Kiriike, TanakayMatsui, 2000) y la fobia
social (Kaye, Bulik, Thornton, Barbarichy Masters, 2004) los más prevalentes. Pero
también se ha observado que existe una prevalencia (entre el 31 % y el 88,9 %) de
comorbilidad con trastornos del estado de ánimo, siendo el trastorno depresivo mayor el
más común (Kendler, et al., 1995).

La BN se caracteriza por episodios recurrentes de voracidad seguidos por conductas


compensatorias inapropiadas como el vómito provocado, el abuso de fármacos laxantes
y diuréticos u otros medicamentos, así como el ayuno o el ejercicio excesivo. Se
distinguen dentro de esta categoría dos subtipos: purgativo (I), en el que el individuo se
provoca regularmente el vómito o uso de laxantes, diuréticos o enemas en exceso, y el no
purgativo (II), que se caracteriza por utilizar otro tipo de conductas compensatorias como
el ayuno o el ejercicio físico intenso. Los individuos con este tipo de patología
experimentan una sensación de falta de control en el ciclo atracón-conducta purgativa, ya
que éste se mantiene como una forma de aliviar los síntomas ansiosos (Gómez, 2007). De
hecho, se estima que la prevalencia de trastornos de ansiedad en este tipo de pacientes es
del 65 %, siendo el trastorno obsesivo-compulsivo el más prevalente (Halmiet al., 1991).
Estudios retrospectivos indican que el trastorno de ansiedad precede al TCA (Kayeet al.,
2004), por lo que algunos investigadores sugieren que los miedos a la evaluación social
son un factor de riesgo para el desarrollo de un TCA. También se ha demostrado que
existe una elevada comorbilidad con trastornos del estado de ánimo, similar a los de la AN
(Iwasakiet al., 2000; Milos, Spindler, BuddebergyCrameri, 2003). La dificultad que
presentan este tipo de pacientes en el control de impulsos, los elevados niveles de
ansiedad y la falta de control pueden llevarles al consumo de sustancias (CarbaughySias,
2010; Thompson-Brenneret al., 2008). El consumo de drogas, como las anfetaminas,
cocaína, alucinógenos, se ha mostrado más prevalente en pacientes con BN que con AN
(Herzoget al., 2006).

Por otro lado, se observa que los pacientes con TCA frecuentemente presentan criterios
diagnósticos de trastorno de personalidad (Godt, 2002, 2008; Martín, Cangas, Pozo,
Martínez y López, 2009). Entre los diversos trastornos de la personalidad, se observa
que los del clúster C se relacionan con la AN de tipo purgativo y restrictivo, siendo el
trastorno de personalidad evitativo el más prevalente. Por el contrario, los trastornos de
personalidad del clúster B se relacionan con la BN; el trastorno límite de personalidad es
el más común. Parece ser que los pacientes con AN presentan menos trastornos de
personalidad que los sujetos con BN. La elevada comorbilidad psiquiátrica en este tipo de
pacientes incrementa la severidad del trastorno, su cronicidad y la resistencia al
tratamiento.

Inteligencia emocional y trastornos de la conducta alimentaria

A lo largo de estos últimos años, se ha incrementado el interés sobre la inteligencia


vinculada a las emociones o, lo que es lo mismo, la inteligencia emocional (IE). Los
autores Mayer y Salovey (1997) la conceptualizaron en un modelo de habilidad formado
por cuatro niveles: percepción y expresión emocionales, la emoción facilita el
pensamiento, comprensión emocional y regulación de los estados emocionales. Éstos
se organizan jerárquicamente desde los procesos psicológicos básicos hasta los procesos
más complejos, entendiendo que no se puede adquirir un nivel superior hasta que no se
haya superado el anterior. Asimismo, especialistas en el área han podido comprobar que
los déficits emocionales son un factor de vulnerabilidad para el desarrollo y el
mantenimiento de ciertas patologías, como la ansiedad, la depresión, el consumo de
sustancias o los trastornos de la conducta alimentaria, entre otros.

Numerosas investigaciones han demostrado que los pacientes con TCA presentan
dificultades emocionales (Harrison, Sullivan, Tchanturiay Treasure, 2009; Pascual,
Etxeberría, Cruzy Echeburúa, 2011; Walleret al., 2010). Las personas con psicopatología
alimentaria tienen dificultades en la identificación y la expresión de las emociones y
tienden a regular sus estados emocionales negativos de forma impulsiva (Pascual et al.,
2011). En concreto, las mujeres con TCA tienen una mayor tendencia a suprimir los
pensamientos y sentimientos negativos, con el fin de evitar conflictos y mantener las
relaciones (Thomas, 2003),de forma que la hostilidad no expresada y la tristeza son
desplazadas hacia uno mismo a modo de insatisfacción con el propio cuerpo, lo que
provoca una baja autoestima. De acuerdo con esta teoría, ciertos síntomas de los TCA,
funcionan como estrategia de afrontamiento ante sentimientos negativos reprimidos, como
la supresión de sentimientos de rabia (Walleret al., 2002). Las dificultades en la regulación
de los estados afectivos negativos que presentan este tipo de pacientes provocan un
aumento de la sintomatología del trastorno alimentario (Agras yTelch, 1998). Todos estos
estudios apoyan que el aumento de las habilidades de regulación emocional puede incidir
directamente sobre la reducción de los síntomas relacionados con la conducta alimentaria
(Gupta, Rosenthal, Mancini, Cheavensi Lynch, 2008).

Por otro lado, la alexitimia o la incapacidad para identificar, comprender y expresar las
emociones se relacionan estrechamente con los TCA (KiyotakiyYokoyama, 2006;
Pascual, Etxebarriay Cruz, 2011; Ridout, Thomy Wallis, 2010). La relación directa que
existe entre la alexitimia y la inteligencia emocional (IE) hace suponer que la IE tiene un
papel importante en el desarrollo y mantenimiento de los TCA. En esta línea, las escasas
investigaciones que han observado el papel de la IE en los TCA demuestran que el déficit
de habilidades emocionales se asocia significativamente a sintomatología bulímica
(MarkeyyVanderWal, 2007).

Aunque se ha demostrado ampliamente que los pacientes con TCA presentan dificultades
emocionales y que éstas constituyen un factor de vulnerabilidad, la mayoría de los
estudios aún siguen centrándose en los aspectos cognitivos y conductuales del trastorno.
Este hecho podría deberse a que los síntomas del trastorno infieren directamente sobre la
salud física de las personas, ya que la desnutrición y los problemas fisiológicos pueden
llevar a la persona a la muerte. Sin embargo, debido al aumento de la prevalencia, la
escasa efectividad de los tratamientos terapéuticos y la elevada tasa de recaídas,
consideramos que deberían ampliarse las investigaciones que contemplen la influencia de
las variables emocionales en el desarrollo y mantenimiento de los TCA.

Dada la relación observada entre TCA y déficits emocionales, es posible que los síntomas
que caracterizan a éste tipo de pacientes sean la consecuencia visible de las dificultades en
el procesamiento de la información emocional. De las escasas investigaciones realizadas,
se ha demostrado que las personas con trastornos alimentarios presentan dificultades tanto
en la identificación, como en la expresión verbal de las emociones. Según Chatoor (1999),
cuando las personas con TCA se sienten emocionalmente tristes, ansiosas o enfadadas, son
incapaces de ingerir alimentos, en el caso de la AN, o realizan conductas de atracón-
purga, en el caso de la BN. Es posible que las conductas de restricción o voracidad
alimentaria sean una estrategia de afrontamiento desadaptativa ante la dificultad en la
regulación y la expresión de los estados emocionales negativos. Por lo tanto, cabe pensar
que las habilidades emocionales tienen un papel importante en el desarrollo de los
trastornos de la conducta alimentaria y deberían tenerse en cuenta tanto en su prevención,
como en su evaluación y abordaje terapéuticos.

Ana Rodríguez Ruiz


Col. 16.707
Mª del Mar Cinto Gallarín
Col.19.151
Nathalie P. Lizeretti
Col. 14.081

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