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El Salmo 57, escrito por David al tener que huir de la persecución del Rey Saúl, habla acerca
de tener un corazón pronto y dispuesto. David se encontraba en una situación crítica plagada
de quebrantos, de infamia, de acoso, de gran peligro y de abatimiento. Hubiese sido normal
y humano si tuviera el corazón lleno de temor, de angustia, de ira y de aflicción – el Rey Saúl
injustamente lo estaba persiguiendo para matarlo – ¿qué más se podría sentir? Pero David
tenía el corazón pronto y dispuesto para confiar en la misericordia, el amparo, el favor y la
salvación de Dios – y tenía el corazón pronto y dispuesto para alabarle y cantar de Él. “Pronto
está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto … Te alabaré entre los pueblos, oh Señor;
cantaré de ti entre las naciones.” (vs.7,9)
David era un adorador – en medio de las tormentas y las tribulaciones de la vida, él disponía
el corazón para alabar y cantarle a Dios por la grandeza de Su misericordia y Su verdad, Su
amor inagotable y Su fidelidad.
Y el reto es mayor aun: ser un adorador como David no implica solo alabar y cantar cuando
estoy alegre o cuando estoy agobiada; ser un adorador es un estilo de vida, e incluye todo mi
ser, todas mis palabras, todas mis acciones, hasta mis pensamientos y mis sentimientos. Todo
lo que soy y todo lo que hago, mi vida completa y entera debe ser apartada y consagrada
delante de Dios.
Como el corazón de adorador de David, que era conforme al corazón de Dios mismo, el
corazón de un ADORADOR hoy en día debe estar pronto y dispuesto a:
Dice el Salmo 24:3-5 = “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar
santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni
jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación.”
Adorar a Jehová implica atribuirle divinidad, reconocerle como nuestro Dios, o proclamar
su deidad. Por esto los hombres de la Biblia que adoraron a Dios tomaron una actitud de
humillación ante su presencia, postrándose sobre sus rostros, bajando su rostro a tierra o
arrodillándose ante su Dios. De hecho cualquiera que se postra o se arrodilla ante algo o
alguien lo está tomando como su Dios.
La adoración no tiene que ver con las palabras sino con la voluntad. Si usted, de una manera
consciente y voluntaria ha decidido que su Dios es Jehová revelado en Cristo Jesús, entonces
usted es un adorador del que sabemos es el único Dios vivo. Echemos un vistazo a esto que
digo en la vida de Daniel.
El capítulo 6 de Daniel nos narra que siendo Daniel hombre importante en la corte de Darío,
al rey se le ocurrió nombrar a ciento veinte sátrapas que estarían bajo la autoridad de tres
gobernadores, Daniel mismo era uno de estos tres gobernadores; pero al notar Darío que
Daniel era el mejor de todos pensó en ponerlo por encima de los demás. Esto motivó que por
celos los gobernadores y sátrapas buscaran cómo quitarle ese lugar de privilegio, pero no
encontraron motivo de acusarlo ante el rey porque Daniel era perfecto en sus caminos, por lo
que idearon algo que tenía que ver con sus convicciones sobre su Dios.
El plan consistía en proclamar un edicto por medio del cual se establecía que nadie podría
orar o hacer petición a ningún dios u hombre sino a Darío. Esto, además de colocar a Darío
como dios, atentaba contra la práctica de Daniel como adorador del Dios vivo. Muy seguros
estamos que a la mente del hebreo Daniel llegó inmediatamente el mandamiento fundamental
“no tendrás dioses ajenos delante de mí”. Con total convicción, Daniel estuvo dispuesto a
asumir las consecuencias por dejar muy claro que para él sólo había un Dios quien es el único
todopoderoso y todo sabio como para dirigir a él nuestra petición y que los hombres u otros
dioses no son nada como para atribuirles poder divino.
Una adoración genuina se fundamenta en una relación personal, privada e íntima con Dios.
Uno de los primeros indicios de una experiencia de adoración genuina es un cambio
palpable en la vida.
La Biblia nos relata la historia de Ana en 1 Samuel. Ana y su esposo son hebreos fieles a
Dios, comprometidos con la adoración a Él llevando cada año ofrendas y sacrificios al lugar
de reunión. A raíz de la tristeza que Ana sentía por su esterilidad, ella se encuentra de rodillas,
derramando su corazón ante el Señor. En ese momento de quebranto, tiene un encuentro con
Dios y su vida cambia. Recibe la promesa de un hijo.
Amigo, hay "limitaciones" con las "imitaciones". Hoy te animamos a deshacerte de las
"réplicas". El camino para lograr una verdadera adoración pasa al tener un corazón, de
rodillas, quebrantado y derramado a los pies del maestro. Si procuramos llevar nuestra
adoración a un nivel personal e íntimo con Dios entonces comenzaremos a vivir una genuina
adoración: En Espíritu y en Verdad.
¿Cómo podemos caminar en esa dimensión? Las siguientes son algunas pautas que nos
ayudarán a ser un verdadero adorador:
1. Ofreciendo a Dios una rendición total. La palabra adorar también significa ofrendar, y
a través de las escrituras encontramos la palabra adoración como sinónimo de la palabra
"sacrificio" u ofrenda. El apóstol Pablo nos presenta esta verdad en el siguiente versículo:
Rom 12:1 “…Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro culto racional…”
Para los judíos el corazón es el verdadero hombre que nosotros somos y que a veces ni
nosotros mismos conocemos. Lo adoramos de corazón cuando lo adoramos como realmente
somos al interior de nuestra habitación; lo adoramos de corazón, cuando lo adoramos tal y
como somos.
Debemos adorarlo con nuestra alma, esto es, rendir a Él nuestra voluntad de tal manera que
siempre tengamos la disposición de adorarlo; que utilicemos nuestras emociones en una
forma balanceada para adorarlo, no podemos llorar o reír siempre que le adoremos, nuestras
emociones deben ser acorde a lo que queremos expresar. Al adorarlo con toda nuestra mente,
lo adoramos con el entendimiento de lo que estamos haciendo, con profundidad, tomando el
control de nuestros pensamientos, no permitir que éstos divaguen mientras le adoramos.
Pero también debemos adorarlo con todas nuestras fuerzas, con intensidad, desde lo profundo
de nuestras entrañas. Si no lo hacemos así podemos terminar ofreciendo una adoración
superficial, seca, indiferente y sin propósito.
2. Andando en el Espíritu. (Gal. 5: 16, 22-25). Todos quisiéramos satisfacer los deseos de
la carne, el que diga que no es un mentiroso, ya que mientras estemos en la tierra y con este
cuerpo corruptible seguiremos teniendo los deseos provocados por la carne, esa que nos
impulsa a hacer cosas que van en contra del Espíritu de Dios.
Cuando venimos a Cristo, nuestro espíritu fue renovado, nuestra alma encontró salvación,
pero nuestra carne siguió siendo la misma, con la única diferencia que ahora ya no vivimos
para satisfacerla, sino para contradecirla y agradar a los deseos del Espíritu Santo.
Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos tenido que enfrentar al hecho de:
¿Satisfacer a la carne o satisfacer al Espíritu?, lo más fácil es lo primero, ya que por naturaleza
somos orientados a ello, pero lo segundo es lo que estamos aprendiendo, ese proceso diario
de negarnos a nosotros mismos, tratando de hacer vivas esas palabras de Jesús al decirnos
que el que quisiera ir en pos de Él tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo.
3. Guiados por el Espíritu Santo. (Juan 16:13). La importancia de ser guiados por el
Espíritu Santo es la clave y la garantía de tener victoria y cumplir con la voluntad de Dios en
nuestra vida y ministerio. ¿Habrá algo más grandioso que saber que Dios mismo nos está
guiando? Puede que nos diga: "Ve por aquí" o "Haz esto y aquello" y cuando entendemos el
valor de tener detrás a Dios como guía no podemos menos que buscar siempre su dirección.
Nadie jamás podría guiarnos mejor que Él. Para ser guiados por el Espíritu Santo debemos
tener una vida rendida a Dios, amándolo, temiéndole y obedeciéndole. Nosotros por nuestra
cuenta podremos hacer cosas buenas en nuestro ministerio y vida en general, pero el Espíritu
Santo siempre nos guiará a hacer lo mejor en todo. En cuanto a nuestra ofrenda a Dios nos
guiará a dar la mejor adoración. Debemos pedirle siempre al Espíritu Santo que nos guie a
adorar a Dios como Él quiere que le adoremos.
4. Teniendo tiempo a solas con Dios. (Marc. 6:45-46). La adoración pública generalmente
carece de intimidad. La adoración pública debe ser un reflejo de la adoración en lo secreto.
La adoración intima se da en la intimidad de mi corazón y de mi habitación. Que pensarías
de un hombre que en la intimidad nunca le dice a su esposa que la ama, nunca le muestra
afecto, pero en público la trata maravillosamente. Todo tipo de halagos y cariños salen de sus
labios cuando la gente los ve. ¿Pensarías que este hombre es un hipócrita verdad? Pensarías
que solo pretende para ser visto por los demás. Así suena la adoración pública que no está
respaldada por una adoración privada. Cuando en la adoración no hay intimidad, esta carece
de deleite y se torna una carga o una obligación.
2. Escoger una Hora Adecuada. Muchos piensan que la mejor hora para el devocional es
en la madrugada, por la quietud, por tener una mente despejada por el descanso nocturno, por
la poca probabilidad de interrupción. Todo tiempo es igualmente beneficioso, lo ideal es
escoger una hora en que no estemos cansados o con prisa.
3. Tiempo para el Devocional. Al comienzo bastarán unos 30 minutos, pero, con el tiempo
este tiempo será demasiado corto.
Ser sinceros con Él y confesarle lo que sentimos, lo que queremos, lo que deseamos de Él,
cómo nos sentimos frente a algunas situaciones, ser transparentes en nuestra comunicación.
Pedir perdón por los pecados que pudo habernos mostrado la Escritura en el estudio que
hicimos.
Interceder por nuestra familia, Iglesia, ministerio, líderes, pastores, amigos, vecinos,
ciudad, país, la salvación de las almas, o cualquier otra cosa que el Señor ponga en nuestra
mente o corazón en ese momento, para ello debemos aprender a desarrollar nuestra capacidad
de oírlo a Él.
Dar gracias por lo que Él hace en nuestra vida, nuestra familia, nuestra Iglesia, etc. La
Biblia nos exhorta a ser agradecidos.
Lo más importante: Adorarle con nuestra alabanza, con nuestro cuerpo, etc.
5. Ofreciendo la adoración desde nuestro espíritu. (1 Cor. 14:15.) El espíritu del hombre
tiene tres funciones principales que son la conciencia, la intuición y la comunión. La
conciencia es el área del espíritu donde Dios nos hace distinguir lo bueno y lo malo. La
comunión es el área de nuestro espíritu que adora a Dios y en la cual Él se comunica con
nosotros. La intuición es el área donde recibimos revelaciones de Dios. Par ser verdaderos
adoradores las funciones de comunión e intuición de nuestro espíritu deben activarse y
desarrollarse, para que podamos vivir una vida espiritual, como seres espirituales que somos,
y así aprender a conocer como Dios quiere que le adoremos en cada momento. La única
forma de ser guiados por el Espíritu Santo es desarrollando la habilidad de oírlo.
6. Conociendo a Dios y su Palabra. (Juan 17:3 – Col. 3:16) ¿Cómo puedo adorar a alguien
que no conozco? ¿Cómo puedo adorar a alguien cuyos atributos ignoro? ¿Cómo puedo adorar
a un Dios con el que no me he relacionado lo suficiente para conocerle? Mucha gente "adora"
a Dios sin conocerle. Muchos cristianos han entregado sus vidas al Señor, tienen vida eterna
y el cielo les espera. Pero no han conocido a Dios de una manera intima y personal. Aquel
que conoce a Dios en la intimidad y en su vivencia diaria será un excelente candidato para
ser un verdadero adorador.
Como adoradores debemos saber lo que la Palabra nos enseña acerca de la verdadera
adoración: las expresiones de adoración, la revelación de la restauración de la adoración
desde el tabernáculo de David, la verdadera adoración neotestamentaria, la adoración en los
salmos, el carácter de Dios y en fin, todo lo que podamos aprender para vivir como
verdaderos adoradores.
7. Adorando en todo momento y lugar. Un adorador real, ama y sirve a Jesús, no importa
el lugar donde se encuentre. Este ejemplo lo podemos tomar de David que lo mismo adoraba
al Señor mientras cuidaba y pastoreaba sus ovejas, sirviendo de soldado en el ejército y ante
el trono y un palacio siendo rey.
Muchas personas, equivocadamente piensan que adorar a Dios en espíritu y en verdad es algo
que se hace en los días de servicio solamente; cuando todos están congregados. Adorar a
Dios en espíritu y en verdad implica mucho más que simplemente atender a los servicios
regulares, cantar, orar, leer la Biblia y aparentar ser un buen cristiano, estar en el grupo de
alabanza, o en el equipo de danza. Es verdad que nos debemos congregar para glorificar a
Dios, pues esto es agradable a Él, pero solo cuando aprendemos a adorarlo en todo momento
y en todo lugar, vamos en camino para convertirnos en verdaderos adoradores.
Los verdaderos adoradores, los que adoran en espíritu y en verdad ofrecen una adoración que
brota de lo profundo del corazón, la cual es el resultado del ejercicio diario. Como un médico,
ingeniero o maestro, que estudiaron e hicieron prácticas antes de desempeñarse en su
profesión. Ellos son profesionales en su área así no estén trabajando. Lo mismo debe suceder
con los verdaderos adoradores, que lo son así no estén manifestando expresiones físicas de
adoración. De lo anterior podemos concluir que los verdaderos adoradores lo son por la
práctica, y con ello no se hace referencia a los ensayos de danza o alabanza, o a los seminarios
o escuelas de adoración, sino al hecho de practicar el adorar a Dios en nuestro tiempo a solas
con Él.
Esto significa que adorarle en espíritu y en verdad se convierte en una manera de vivir, en un
estilo de vida, lo cual significa que adoramos a Jesús en todo momento, y en donde quiera
que estamos: en nuestra casa, en nuestro trabajo, en la escuela, en el mercado, en el carro,
con nuestros amigos, con nuestros familiares, en todo momento y en todo lugar. ¿Cómo
podemos adorar en todo momento?, entendiendo que somos adoradores y con nuestro modo
de vida, con nuestro testimonio de vida, estamos glorificando a Dios en todo lo que hagamos.
8. Siendo persistentes. Hay muchas más cualidades que envuelven a un adorador auténtico,
pero una muy importantes es que los verdaderos adoradores son insistentes y persistentes
cuando quieren adorar y ofrecer sus presentes al Señor. Un ejemplo hermoso lo encontramos
en los Magos de Oriente que adoraron a Jesús con sus regalos. (Mateo 2:1-11) Ellos se
dejaron guiar por la estrella hasta que llegaron a la casa donde se encontraba Jesús. Les tomó
mucho tiempo encontrar el lugar exacto donde se encontraba Jesús, pero no desistieron de su
búsqueda. Quisieron adorar a Dios y no se devolvieron a su lugar de origen hasta que lograron
su propósito.
Habrá ocasiones en que los adoradores sentirán que su adoración no es efectiva, pero a pesar
de ello se debe ser persistente y seguir adorando a Dios, sin importar la situación por la que
se esté atravesando.
9. Ofreciendo una adoración reflexiva. El mandamiento de Jesús de «amar a Dios con toda
tu mente» se repite cuatro veces en el Nuevo Testamento. A Dios no le agrada que cantemos
himnos, oremos con apatía y exclamemos con indiferencia ¡Gloria a Dios!, sin pensar en lo
que hacemos. Si no pensamos en lo que hacemos cuando adoramos, la adoración no sirve. Si
alguien se te acerca y repite diez veces: «¡Te aprecio!», es probable que pienses «¿Por qué?».
Tú preferirías dos cumplidos específicos a veinte generalidades vagas. A Dios también.
10. Ordenando las prioridades en nuestra vida. (Mat. 22: 37-39 – 1 Tim. 5:8). Hay un
orden de prioridades que debemos guardar si queremos ser verdaderos adoradores: Primero
Dios, segundo nuestra familia (cónyuge, hijos y el resto de la familia); tercero nuestro trabajo
secular, ministerio, estudios, diversiones, etc.
Hemos visto que Dios nos indica claramente que Él debe ocupar el primer lugar en nuestras
vidas (prioridad No. 1), porque de Él mana la vida. Si estamos en constante comunión con
Dios, él nos mostrará cómo relacionarnos con nuestra familia (prioridad No. 2), pondrá de su
sabiduría en nuestro corazón y estaremos dispuestos a dedicar nuestro tiempo y nuestras
capacidades al bienestar familiar. Siendo familias que funcionen debidamente, podremos
trasmitir el evangelio de manera efectiva, con nuestro testimonio y anunciando que: Jesús es
la respuesta. Manteniendo nuestro trabajo secular, haremos provisión para nuestra familia
primeramente y también podremos bendecir a otros, dando ayuda al necesitado. (prioridad
No. 3). Como podemos notar, si queremos ser verdaderos adoradores, Dios debe ser el
primero en todo.
Muchas personas adoran a Dios solo de labios, pero cuando se trata de rendirlo todo, no están
dispuestos. Jesús hizo referencia a este tipo de adoradores cuando dijo: “Este pueblo de labios
me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran…” Mateo 15:8-9. La
frase “me honran” se interpreta como “me adoran”. Jesús está diciendo: “No puede haber
verdadera adoración si tu corazón está lejos de mí”, es decir, si el corazón está en otras cosas.
Así que siempre es un buen tiempo para examinar nuestros corazones, rendirnos delante de
Dios y vivir una vida de verdadera adoración