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Desde hace unas pocas semanas se presenta en Patio de Actores (Lerma 568)
todos los viernes a las 21 horas Ángel, la nueva obra de la siempre prolífica e
interesante Patricia Suarez. Luego de haber disfrutado con esta propuesta,
tuvimos un largo y fructífero diálogo con uno de sus protagonistas, Hernán Dario
Statuto, quién no solo nos habla de su obra, sino también de su oficio, del teatro
en la ciudad y su difícil realidad.
Hernán, contanos como llegaste a este proyecto y que fue lo que te interesó para
sumarte a él.
¿En qué momento de tu carrera te encuentra, cuales son ahora tus intereses, tus
preocupaciones con respecto al oficio?
Hermosos aplausos son los que les dedica la platea a los tres actores de Ángel al
término de cada función. La obra conecta muy bien con el público gracias a su
trama, a su apuesta por el melodrama y los sentimientos. Ángel es la historia de
dos hermanos que se han escapado de su pueblo natal por una desgracia que
uno ha desencadenado sin querer. Nicolás Asprella interpreta al hermano artista,
místico, para algunos un peligroso enfermo mental. Hernán interpreta al hermano
que debe hacerse responsable, el hermano que trabaja, que paga las deudas, que
está cansado de convivir con un hombre al que ama pero también padece. La
aparición de una chica y de un supuesto ángel con un mensaje salvador, hará que
el vínculo de los hermanos se replantee hasta sus mismas raíces.
El vínculo que crean con Nicolás es central para la obra, la intimidad y dolor de
esa relación. ¿Cómo fue el trabajo juntos? ¿Cómo armaron este vínculo?
El proceso fue tan intenso que en algún punto el vínculo se dio a través de los
mismos ensayos. Al no conocernos de antes, te diría que nos conocemos en el
escenario de una manera mucho más intensa. Empezamos a saber quienes
éramos trabajando, que creo que es la manera más hermosa de conocer a
alguien, porque en este tipo de trabajo no ocultás lo que sos: paradojicamente, te
mostrás de un modo más sincero aunque representemos a otros. Empecé a
entender que le pasaba, como algo que hacía lo afectaba o no a través de jugar a
estos hermanos. Y la complicidad surgió de allí.
Lo que logran es muy emotivo y creíble. Vos fuiste parte del elenco de Electric
Mamma, esa gran comedia de Mónica Cabrera que resultó un gran éxito del
teatro off y todavía hoy es muy recordada. El personaje que interpretabas en esa
obra, y el mismo mundo poético de la obra, está en las antípodas de Ángel.
Electric Mamma era una delirante pesadilla absurda. Aquí estas en un
melodrama puro, con mucho de humor pero más aún de emoción. ¿Cómo encara
un actor trabajos tan distintos y a la vez efectivos?
Uno de los gustos que me di fue siempre hacer cosas distintas. De chico pensaba
que ser buen actor implicaba siempre hacer personajes distintos. No sé si hoy
pienso de la misma manera, pero un poco fue mi búsqueda, independientemente
de los resultados que haya obtenido. No hay un consenso general en la naturaleza
de lo que es actuar ni en los métodos. De ahí la conocida frase "Cada maestrito
con su librito". Yo tuve que tomar postura sobre ciertas cuestiones actorales un
poco porque me apasiona el tema y otro poco por dar clases. Lo primero me llevó
a lo segundo. Pero cuando ensayo, me entrego a la propuesta del director, de
quien siempre pienso me voy a llevar una enseñanza y pruebo todo lo que el
proceso me permita. Marcelo me enseñó mucho guiándome en esta propuesta
estética y confíe en que a cada uno nos llevase al lugar donde mejor contábamos
la obra en general. Así como pretendo que el espectador salga distinto a como
entró, también espero que cada obra me haga crecer. Yo creo que Ángel me hizo
crecer mucho, me enseñó mucho, y en especial el director y mis compañeros.
Dijiste: "Yo tuve que tomar postura sobre ciertas cuestiones actorales”. ¿Cuáles
son esas posturas?
En Ángel van a ver varias historias de amor: amor fraternal, amor de pareja... Se
encontrarán en la dicotomía de pensar quien tiene razón y en la contradicción de
pensar que todos la tienen un poco. Seguramente se vean reflejados en alguien:
en Teo, en Patricia, en Santiago. Yo creo que el espectador se va a sentir
interpelado y eso es lo importante: ir al teatro a sentir que te hablan a vos y a
nadie más.
Hernán es un actor que no solo hace teatro, sino que también lo piensa, lo
reflexiona, lo cuestiona y padece. Es un actor que realmente vive teatro. Y por eso
nos pareció muy oportuna reflexionar junto a él sobre esta actividad que es tanto
dolor como aplausos.
Antes nos hablaste sobre tu interés en contar historias, lo cual es una postura
política. ¿Crees que el teatro puede modificar algo? ¿Cual sería su función como
evento artístico?
¿Cómo ves al teatro en general y al movimiento off en particular? ¿La crisis es tan
solo económica?
Hay tanto teatro en Buenos Aires que, hasta para uno que es asiduo, es imposible
abarcarlo. Por eso toda generalización siempre termina siendo un poco injusta,
pero creo que el panorama es muy ecléctico. Hay teatristas con una producción
constante, algunos muy interesantes, que (me gusten más o menos) profundizan
en una poética. A veces esos mismos alternan entre el teatro comercial, el oficial y
el off, lo que demuestra una gran pasión y compromiso con lo que hacen. Pero en
la gran mayoría hay una atomización gigantesca. Más que un teatro independiente
tenemos un teatro de cooperativas eventuales que después de cada proyecto se
disuelven. Desconozco en profundidad, pero creo que en otros países hay
compañías estables que llevan años reponiendo obras, publicando sus
dramaturgias, presentándose a festivales. Acá las hay, pero en una proporción
muy baja si tomamos en cuenta todas las obras que se estrenan en un año. Así
mismo, de la enorme cantidad de salas que hay, muy poquitas tienen un público
constante y recurrente; la gran mayoría tiene un público dependiendo de las obras
que haya. Es muy difícil la afluencia de público en general. A excepción del teatro
musical, que tiene un público muy fiel y unificado, el mal llamado "teatro de texto"
no tiene esa concurrencia. El teatro comercial se llena gracias a su parentesco
televisivo por compartir figuras populares, pero después es difícil llenar pequeñas
salas. Conocí gente que nunca en su vida había ido al teatro y para mi concepción
resultaba increíble. Pero si. Por supuesto que las crisis económicas tienen que ver
con esto, pero más allá de eso hay una gran desintegración social. El sociólogo
Bauman habla de la sociedad y la modernidad líquida y me parece una metáfora
maravillosa. Esa analogía con lo líquido (que pierde su forma, que no perdura) es
algo que pasa cotidianamente. No es casual que hoy por hoy una de las
propuestas de teatro con más afluencia de público sea Microteatro. No lo critico:
me parece una linda propuesta y de ahí pueden surgir cosas excelentes. Pero no
deja de ser un síntoma de nuestra época: un teatro que al público le exige menos
atención, menos tiempo de concurrencia, que puede ver entre trago y trago y que
a su vez a quienes hacemos teatro nos implica menos compromisos a largo plazo
también. No es culpa de la sociedad: nos han llevado a eso. Y quieren que encima
disfrutemos la incertidumbre, que nos adaptemos a cambios contantes como si el
cambio fuese algo positivo per se.
Pese a todo, ¿por qué se elige hacer teatro?
Es una pregunta que me hago muchas veces a mi mismo (se ríe), y aún no
conseguí responder. Recuerdo que cuando murió mi abuelo le escribí una carta.
Pensaba por qué lo hacía, si ya nunca la leería. Y me contesté a mi mismo que
quizá las grandes cosas que hacemos los seres humanos sean aquellas que no
tienen un motivo. Son cosas que nos hacen trascender. Quizá las cosas más
valiosas que hacemos son aquellas que no tienen motivo ni nos dan plata, pero la
hacemos igual. Como tener un hijo: si pensáramos todos los riesgos y gastos que
traen, nadie los tendría. Si pensamos que esa mascota que adoptamos va a vivir
menos que nosotros y su muerte nos dará un dolor inmenso, tampoco las
tendríamos. Pero lo hacemos para dejar algo nuestro en este mundo; para que su
paso en él no solo deje una huella de carbono. Lo hacemos por amor. Y porque
básicamente todo se resume en la famosa frase de Hamlet: "Ser o no ser, esa es
la cuestión". Ya que estamos en este mundo, seamos. Si no, no tiene sentido.
Creo que por todo eso los que hacemos teatro, a pesar de lo difícil que es,
decidimos seguir.