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Entrevista a Hernán Dario Statuto, actor en la obra Ángel.

Desde hace unas pocas semanas se presenta en Patio de Actores (Lerma 568)
todos los viernes a las 21 horas Ángel, la nueva obra de la siempre prolífica e
interesante Patricia Suarez. Luego de haber disfrutado con esta propuesta,
tuvimos un largo y fructífero diálogo con uno de sus protagonistas, Hernán Dario
Statuto, quién no solo nos habla de su obra, sino también de su oficio, del teatro
en la ciudad y su difícil realidad.

Hernán, contanos como llegaste a este proyecto y que fue lo que te interesó para
sumarte a él.

Marcelo Moncarz, el director, me convocó para charlar, darme el texto y probar


una lectura. Ya había quedado pendiente un trabajo con él en otra ocasión que no
pudo ser. Y también, hace unos años, yo había empezado a ensayar una obra de
Patricia Suarez, la autora de Ángel, que por motivos personales finalmente no
llegué a estrenar. Ahí conocí a Patricia como autora y me encantó. Me pareció una
dramaturga que con planteamientos simples llevaba a una profundidad y
complejidad difícil de ver en otros escritores. Así que cuando Marcelo me dijo que
se trataba de una obra de ella, ya tenía un plus, aún sin haberla leído. Sabía que
era muy probable que me gustara y era mi revancha de hacer una obra de ella.
Finalmente así sucedió; leí la obra, me gustó y vi en Marcelo y en mis compañeros
(yo fui el ultimo que me incorporé) artistas muy sensibles y talentosos.

¿Cómo fue el proceso creativo de la obra, desde la mesa a los ensayos?

Después que Marcelo me probara con mis compañeros Nicolas Asprella y


Veronica Litvin, y viera que funcionábamos como grupo, solo hicimos una lectura
de mesa. Era finales de diciembre y nos íbamos de vacaciones. Aprovechamos
enero para estudiar y ya a finales de ese mes comenzamos a ponerle el cuerpo de
entrada con la letra sabida y directamente en la sala Patio de Actores que es
donde estrenamos. El director hizo un gran trabajo para que cada personaje esté
en su tono para conformar la melodía, si se me permite la metáfora musical.
Trabajó con los conflictos de cada uno, con lo que cada uno le daba al conjunto.
Marcelo es un director muy sensible, muy talentoso y aprendí mucho de él. Mis
compañeros son admirables también. Y además se trabajó mucho en equipo;
enseguida al director se le ocurrió que debía haber música y se integró Alan
Swiszcz con su guitarra, Jorge Lopez con su diseño escenográfico y los vestuarios
y por último las luces de Daniela Garcia Dorato. Es muy lindo lo que todos ellos
hicieron y sumaron a la composición actoral. De repente, cuando te ponen un
vestuario o te dan un elemento que utilizás vas descubriendo al personaje gracias
a la mirada del otro y eso amplía el mundo que uno imaginó. Pasa poco (o al
menos en mi experiencia no fue frecuente) que quien se encargue del arte como
en este caso Jorge Lopez viniese a casi todos los ensayos para proponer, probar,
definir. Y así fue. Fue un trabajo muy coordinado y solidario y eso en parte lo
adjudico a que son todos muy buenos artistas y personas. Marcelo dice que es un
proceso soñado y comparto. Siempre recuerdo que él cuando me dio el texto me
dijo: "Te propongo que seamos felices". A pesar que uno siga estudiando para
mejorar, tenga problemas, le salgan mejor o peor las cosas, tiene que volver al
origen de todo esto: uno empezó a hacer teatro porque eso lo hizo feliz y es
importante recordarlo cuando las cosas a veces son difíciles y no salen del todo
(como es en un proceso de ensayos). Pero a pesar de los vaivenes de la vida, una
obra como Ángel me hace recordar que todo esto vale la pena.

¿En qué momento de tu carrera te encuentra, cuales son ahora tus intereses, tus
preocupaciones con respecto al oficio?

A veces la palabra "carrera" me asusta un poco. Quizá porque la misma metáfora


implica una cuestión de velocidad, un lugar de partida y un lugar de llegada. El
lugar de partida lo tengo (se ríe), el lugar de llegada no lo tengo muy definido aún,
y el de velocidad estoy a contramano de una opinión que veo muy general en
estos tiempos. Muchos colegas viven diciendo una frase: "Hay que hacer, hay que
hacer, hay que hacer". Si bien entiendo a que se refieren (el hacer como
experiencia, como entrenamiento y no quedarse en lo mental siempre) también
veo como eso se ha transformado en algo muy frenético, irreflexivo, el hacer por
hacer, en la misma dirección y velocidad en que va el mundo. Conozco actores
que hacen dos o tres obras el mismo día. Una locura. En mí, la pasión por la
actuación que tengo desde chico, se fue sumando al teatro en general en todos
sus rubros y al arte en su conjunto, por lo cual si no hay proyectos que me
interesen actuar, me doy permiso de "No estar haciendo nada". Me apasiona el
debate sobre los métodos de actuación y amo dar clases, por eso, si no estoy
actuando también estoy en actividad dando clases y entrenando desde otro lugar
con mis alumnos. Cada clase estoy ansioso como con una función. También
planeo en algún futuro escribir dramaturgia de un modo más sistemático y quizá
dirigir, así que no me angustia si no estoy teniendo proyectos para actuar o si no
quiero hacer alguno que me proponen y no me convence. Si me meto a actuar, en
este momento, me interesa que represente algún desafío como actor y que la obra
cuente una historia. Quizá parezca una estupidez lo que digo y alguien pensará
"Todas las obras cuentan historias", pero no. Por razones que no vienen al caso,
últimamente creo que el teatro independiente dejó de contar historias y eso me
entristece. Me parece muy bien la experimentación en todos los lenguajes que
atraviesan la escena, pero siempre a favor de contar algo. Algunos, como dije, por
un deseo de experimentación y otros quizá por otras búsquedas se resisten a
contar, como si las historias ya no fueran valiosas. Debe tener que ver un poco
con el momento que estamos viviendo: esta muerte de los grandes relatos que
planteó el posmodernismo. Pero priorizo hacer algo que, bien o mal, mejor o peor,
con aciertos y desaciertos, al público le contemos una historia. Hay algo en el ser
humano que necesita de las historias; necesita que en este mundo tan difícil todos
los cabos sueltos tengan un sentido y quizá, ojalá, lleguemos a un "happy end" (se
ríe) El arte, pienso, debe cumplir un rol similar al de la ciencia: poder mirar desde
otro lado y descubrir.
Estás trabajando desde hace un tiempo en la escuela Aplausos, la cual forma actores para
teatro musical. ¿Cómo es la experiencia de cruzarte a esta disciplina tan particular? ¿Tenias
prejuicios con el género?

Si, hace tres años. En un principio se me presentó como una oportunidad de


formar actores, de educar en el oficio, dentro de la estructura de una escuela. No
me interesaba por el momento gestar un taller propio con todo lo que eso
implicaba. Y allí descubrí (o re descubrí) lo maravilloso que es el género musical.
Siempre escuché los prejuicios respecto a la actuación del musical, caracterizada
muchas veces de "superficial" o "frívola", sobre todo de los actores del
denominado "teatro de texto" y más aun los que adherían a la poética realista. Yo
nunca tuve ese prejuicio pero tampoco me había acercado demasiado al musical.
Desde hace tiempo es un área que admiro mucho: los actores del musical no solo
cantan y bailan sino actúan cantando y bailando, que es muy diferente. La
actuación no puede verse como algo anquilosado, como una categoría cerrada.
Hay elementos esenciales en todas las actuaciones en diferentes géneros y
soportes, pero cada una tiene su especificidad y eso es lo rico. Muchas veces los
que se anotan en una institución de comedia musical (sobre todo lo más jóvenes)
vienen de la danza o el canto. Los menos, de talleres de teatro. Y entusiasmarlos
en el teatro, que re descubran que cuando bailan y cantan están actuando es algo
muy lindo. Como históricamente la actuación fue la zona menos priorizada en el
musical, de ahí vienen prejuicios infundados sobre "la mala performance" de los
actores en ese género. Pero no fue necesariamente así. De todos modos, en los
últimos tiempos, los creadores de musicales tomaron conciencia del prejuicio con
que cargan e intentan revertirlo. Aunque no actualmente, di clases un tiempo en
una de las escuelas de Marisol Otero. Cuando ella me llamó para incorporarme en
su escuela, le dije que yo no hacía musicales, que no era "de ese mundo" y ella
me contestó que precisamente eso era lo que buscaba. Me encontré con un grupo
maravilloso en el que hasta hicimos clases teóricas sobre quien era Stanislavski,
Strasberg y cuales eran los problemas... Y actualmente, en Aplausos, me permito
dar textos de teatro no musical. Su directora, Claudia Gutierrez, me apoya mucho
en esa idea y muchas veces se queda a ver las clases y las disfruta. Yo también
me quedo en las de danza o canto y los veo y escucho. Dar clases es algo que
elegí y sigo eligiendo. La devolución de los alumnos es tan cálida como un
hermoso aplauso.

Hermosos aplausos son los que les dedica la platea a los tres actores de Ángel al
término de cada función. La obra conecta muy bien con el público gracias a su
trama, a su apuesta por el melodrama y los sentimientos. Ángel es la historia de
dos hermanos que se han escapado de su pueblo natal por una desgracia que
uno ha desencadenado sin querer. Nicolás Asprella interpreta al hermano artista,
místico, para algunos un peligroso enfermo mental. Hernán interpreta al hermano
que debe hacerse responsable, el hermano que trabaja, que paga las deudas, que
está cansado de convivir con un hombre al que ama pero también padece. La
aparición de una chica y de un supuesto ángel con un mensaje salvador, hará que
el vínculo de los hermanos se replantee hasta sus mismas raíces.
El vínculo que crean con Nicolás es central para la obra, la intimidad y dolor de
esa relación. ¿Cómo fue el trabajo juntos? ¿Cómo armaron este vínculo?

El proceso fue tan intenso que en algún punto el vínculo se dio a través de los
mismos ensayos. Al no conocernos de antes, te diría que nos conocemos en el
escenario de una manera mucho más intensa. Empezamos a saber quienes
éramos trabajando, que creo que es la manera más hermosa de conocer a
alguien, porque en este tipo de trabajo no ocultás lo que sos: paradojicamente, te
mostrás de un modo más sincero aunque representemos a otros. Empecé a
entender que le pasaba, como algo que hacía lo afectaba o no a través de jugar a
estos hermanos. Y la complicidad surgió de allí.

Lo que logran es muy emotivo y creíble. Vos fuiste parte del elenco de Electric
Mamma, esa gran comedia de Mónica Cabrera que resultó un gran éxito del
teatro off y todavía hoy es muy recordada. El personaje que interpretabas en esa
obra, y el mismo mundo poético de la obra, está en las antípodas de Ángel.
Electric Mamma era una delirante pesadilla absurda. Aquí estas en un
melodrama puro, con mucho de humor pero más aún de emoción. ¿Cómo encara
un actor trabajos tan distintos y a la vez efectivos?

Uno de los gustos que me di fue siempre hacer cosas distintas. De chico pensaba
que ser buen actor implicaba siempre hacer personajes distintos. No sé si hoy
pienso de la misma manera, pero un poco fue mi búsqueda, independientemente
de los resultados que haya obtenido. No hay un consenso general en la naturaleza
de lo que es actuar ni en los métodos. De ahí la conocida frase "Cada maestrito
con su librito". Yo tuve que tomar postura sobre ciertas cuestiones actorales un
poco porque me apasiona el tema y otro poco por dar clases. Lo primero me llevó
a lo segundo. Pero cuando ensayo, me entrego a la propuesta del director, de
quien siempre pienso me voy a llevar una enseñanza y pruebo todo lo que el
proceso me permita. Marcelo me enseñó mucho guiándome en esta propuesta
estética y confíe en que a cada uno nos llevase al lugar donde mejor contábamos
la obra en general. Así como pretendo que el espectador salga distinto a como
entró, también espero que cada obra me haga crecer. Yo creo que Ángel me hizo
crecer mucho, me enseñó mucho, y en especial el director y mis compañeros.

Dijiste: "Yo tuve que tomar postura sobre ciertas cuestiones actorales”. ¿Cuáles
son esas posturas?

Me refiero específicamente a las posturas sobre formación actoral que fueron


dominantes en la segunda mitad del Siglo XX; la memoria emotiva y la sensorial,
producto de las investigaciones de Stanislavski y que llegaron a la Argentina,
sobre todo, filtradas por la mirada de Strasberg, aún cuando el mismo Stanislavski
ya había desandado ese camino. Una de mis formaciones más fuertes fue con
Raúl Serrano, profesor y pedagogo, que criticó muy duramente esa postura
hegemónica cuando había mucho consenso alrededor de ella. Creo que sentó las
bases para seguir investigando desde ese punto de partida. Hoy ya no es tan
fuerte como antes, pero esas formas de enseñar y aprender teatro sobreviven en
muchos ejercicios y prácticas y las considero nocivas. Después también se
pusieron de moda formas de aprender teatro y se las idealizó por el hecho de ser
ideas europeas, con esa obsesión que tenemos a veces los argentinos por intentar
importar todo lo que viene de los países centrales, como si nuestras tradiciones y
nuestras formas de hacer teatro no fueran valiosas y hubiese mucho que aprender
de ellas. Sobre todo métodos que no tienen nada que ver con nuestra forma de
ver teatro y nuestra forma de producción.

¿Con que se encontrará el espectador de Ángel?

En Ángel van a ver varias historias de amor: amor fraternal, amor de pareja... Se
encontrarán en la dicotomía de pensar quien tiene razón y en la contradicción de
pensar que todos la tienen un poco. Seguramente se vean reflejados en alguien:
en Teo, en Patricia, en Santiago. Yo creo que el espectador se va a sentir
interpelado y eso es lo importante: ir al teatro a sentir que te hablan a vos y a
nadie más.

Hernán es un actor que no solo hace teatro, sino que también lo piensa, lo
reflexiona, lo cuestiona y padece. Es un actor que realmente vive teatro. Y por eso
nos pareció muy oportuna reflexionar junto a él sobre esta actividad que es tanto
dolor como aplausos.

Antes nos hablaste sobre tu interés en contar historias, lo cual es una postura
política. ¿Crees que el teatro puede modificar algo? ¿Cual sería su función como
evento artístico?

Es un tema complejo. La política me interesa muchísimo y como alguien que está


disconforme con el orden establecido, me gustaría pensar que el teatro ayuda en
algo a modificar el estado de cosas. Pero no estoy seguro que ese partido se
juegue en el teatro. Por supuesto, el teatro es algo muy complejo, con muchas
aristas y algo de político tiene también en tanto hecho comunicativo. Por eso
muchas veces el teatro o el arte en general han sido incómodos. Pero nunca
pondría primero la función política a la función estética. Si aún admiramos ciertas
cosas que hizo Brecht no tiene que ver tanto con su función política, que él creía
fundamental, como con su gran valor estético. Tengo muchos amigos que hacen
otro tipo de teatro, como Teatro del Oprimido de Boal u otras vertientes. Los
admiro mucho, pero al menos mi interés no pasa por ahí. Hay una frase famosa,
que creo le atribuyen a Stalin, que dice algo así como "Un millón de muertes es
una estadística; una muerte es una tragedia". Creo que de modo esquemático
podríamos decir que la ciencia se encarga de hablar de ese millón de muertes: de
dar datos, cifras, interpretaciones, soluciones. Pero el arte, en este caso el teatro,
debe contar ESA MUERTE, esa única tragedia, que podamos identificarnos,
comprender, emocionarnos. Por eso los noticieros no nos dan cifras de la
inseguridad, si sube tal variable u otra. El noticiero te muestra UN caso que te
conmueve, que te hace pensar que pudiste ser vos, te hace pensar en la familia
de la víctima como la tuya, y te hace pensar que algo pudo ser diferente pero fue
no lo fue. Y, claramente, la línea editorial te orienta en un lado u otro. Pero
lamentablemente no creo que los cambios que debamos hacer como sociedad los
podamos motorizar desde ahí. El teatro tiene 2500 años y el mundo sigue siendo
injusto, pero... seguro es más bello que si no existiera. Las modificaciones sociales
creo que pasan por otro lado.

¿Cómo ves al teatro en general y al movimiento off en particular? ¿La crisis es tan
solo económica?

Hay tanto teatro en Buenos Aires que, hasta para uno que es asiduo, es imposible
abarcarlo. Por eso toda generalización siempre termina siendo un poco injusta,
pero creo que el panorama es muy ecléctico. Hay teatristas con una producción
constante, algunos muy interesantes, que (me gusten más o menos) profundizan
en una poética. A veces esos mismos alternan entre el teatro comercial, el oficial y
el off, lo que demuestra una gran pasión y compromiso con lo que hacen. Pero en
la gran mayoría hay una atomización gigantesca. Más que un teatro independiente
tenemos un teatro de cooperativas eventuales que después de cada proyecto se
disuelven. Desconozco en profundidad, pero creo que en otros países hay
compañías estables que llevan años reponiendo obras, publicando sus
dramaturgias, presentándose a festivales. Acá las hay, pero en una proporción
muy baja si tomamos en cuenta todas las obras que se estrenan en un año. Así
mismo, de la enorme cantidad de salas que hay, muy poquitas tienen un público
constante y recurrente; la gran mayoría tiene un público dependiendo de las obras
que haya. Es muy difícil la afluencia de público en general. A excepción del teatro
musical, que tiene un público muy fiel y unificado, el mal llamado "teatro de texto"
no tiene esa concurrencia. El teatro comercial se llena gracias a su parentesco
televisivo por compartir figuras populares, pero después es difícil llenar pequeñas
salas. Conocí gente que nunca en su vida había ido al teatro y para mi concepción
resultaba increíble. Pero si. Por supuesto que las crisis económicas tienen que ver
con esto, pero más allá de eso hay una gran desintegración social. El sociólogo
Bauman habla de la sociedad y la modernidad líquida y me parece una metáfora
maravillosa. Esa analogía con lo líquido (que pierde su forma, que no perdura) es
algo que pasa cotidianamente. No es casual que hoy por hoy una de las
propuestas de teatro con más afluencia de público sea Microteatro. No lo critico:
me parece una linda propuesta y de ahí pueden surgir cosas excelentes. Pero no
deja de ser un síntoma de nuestra época: un teatro que al público le exige menos
atención, menos tiempo de concurrencia, que puede ver entre trago y trago y que
a su vez a quienes hacemos teatro nos implica menos compromisos a largo plazo
también. No es culpa de la sociedad: nos han llevado a eso. Y quieren que encima
disfrutemos la incertidumbre, que nos adaptemos a cambios contantes como si el
cambio fuese algo positivo per se.
Pese a todo, ¿por qué se elige hacer teatro?

Es una pregunta que me hago muchas veces a mi mismo (se ríe), y aún no
conseguí responder. Recuerdo que cuando murió mi abuelo le escribí una carta.
Pensaba por qué lo hacía, si ya nunca la leería. Y me contesté a mi mismo que
quizá las grandes cosas que hacemos los seres humanos sean aquellas que no
tienen un motivo. Son cosas que nos hacen trascender. Quizá las cosas más
valiosas que hacemos son aquellas que no tienen motivo ni nos dan plata, pero la
hacemos igual. Como tener un hijo: si pensáramos todos los riesgos y gastos que
traen, nadie los tendría. Si pensamos que esa mascota que adoptamos va a vivir
menos que nosotros y su muerte nos dará un dolor inmenso, tampoco las
tendríamos. Pero lo hacemos para dejar algo nuestro en este mundo; para que su
paso en él no solo deje una huella de carbono. Lo hacemos por amor. Y porque
básicamente todo se resume en la famosa frase de Hamlet: "Ser o no ser, esa es
la cuestión". Ya que estamos en este mundo, seamos. Si no, no tiene sentido.
Creo que por todo eso los que hacemos teatro, a pesar de lo difícil que es,
decidimos seguir.

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