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Política

económica del
peronismo

Economía
Argentina

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Política económica del
peronismo
Introducción

“La relación de Perón con los sindicatos se inició unos meses después de la
revolución del 4 de junio (de 1943)” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 193), que
derrocó al presidente Ramón Castillo. “Por ese entonces, la Confederación
General del Trabajo (CGT) estaba dividida en dos grupos: la CGT Nª 1
agrupaba gremios menos politizados que la CGT Nª 2, dominada por
socialistas y comunistas” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 193).

La revolución generó la toma del Gobierno por parte de los militares y llevó
a una sucesión de varios presidentes: primero tomó el poder Arturo Rawson,
luego lo sucedió el general Ramírez y, finalmente, el general Farrell.

Las medidas aplicadas por el Gobierno provocaron que, en pocos meses, el


apoyo que los sindicatos le daban a Perón hubiera desaparecido. “La CGT Nª
2 fue disuelta en julio y en el mismo mes se promulgó un decreto de
Asociaciones Profesionales que imponían restricciones al movimiento
obrero” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 194).

Sin embargo, en la resistida intervención a La Fraternidad y a


la Unión Ferroviaria estaba el germen de lo que sería la más
decisiva participación sindical en la historia argentina, ya que
el coronel Domingo Mercante, amigo de Perón, fue
designado al frente de esos gremios… La nueva estrategia se
veía facilitada por la creación de la Secretaría de Trabajo y
Previsión, a fines de 1943, encabezada por Perón. Los
trabajadores, nucleados en la Unión Ferroviaria, fueron los
primeros beneficiarios del cambio de rumbo en las políticas
laborales. Se aumentaron sus salarios, se otorgaron subsidios
para prestaciones sociales y se actuó en su favor en antiguas
disputas contra las compañías de trenes. (Gerchunoff y Llach,
2018, pp. 194-195).

Perón basó su poder en la relación con los gremios; por eso potenciaba a las
organizaciones que apoyaban su política laboral y debilitaba a las que
mostraban mayor independencia. Los dirigentes sindicales a los cuales Perón

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ayudaba con sus ambiciones políticas elaboraron una propuesta para que
este presentara su candidatura a partir de constituir un Partido Laborista.

Perón era, a esta altura, la figura más importante del país, y


las fuerzas políticas se definían en relación con él. [Por esto]
la oposición democrática se organizó para combatir sus
aspiraciones… [Las acciones realizadas llevaron a que] el 9 de
octubre, Perón debió renunciar a sus múltiples cargos… Perón
pudo despedirse con un acto en la Secretaría de Trabajo y un
mensaje radial transmitido en cadena, en el que resaltó las
medidas sociales que había propiciado, antes de ser detenido
y enviado a Martín García. La noticia de la renuncia y arresto
de Perón hizo reaccionar a los gremios. Se sucedieron las
reuniones y desde distintos puntos del país se reclamó su
libertad. El 17 de octubre una movilización popular, en parte
organizada por los sindicatos, pero también alimentada por
trabajadores que espontáneamente marcharon a Plaza de
Mayo, volcó la crisis a favor de Perón y forzó su restitución al
gobierno. (Gerchunoff y Llach, 2018, pp. 196-197).

Se llamó a elecciones y, en febrero de 1944, resultó electa la fórmula Perón-


Quijano. El apoyo de los sindicatos, la Iglesia y los militares había decidido el
triunfo peronista. El Congreso funcionaba de acuerdo con las previsiones
formales de la Constitución, pero estaba dominado por diputados
oficialistas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Perón había sido encomendado a Italia


durante el apogeo de Mussolini. Allí observó cómo funcionaba el sistema
corporativo y esta visión se mantendría inalterable a lo largo de toda su
carrera. “Los trabajadores sindicalizados siempre recibieron mayor atención
que los no afiliados a gremios y, de todos los sindicatos, los más beneficiados
fueron los que estaban asociados a la CGT” (Gerchunoff y Llach, 2018, p.
198).

Siguiendo dicha visión, Perón se esforzó por diferenciarse del pensamiento


de izquierda y opuso al concepto de lucha de clases el de armonía de clases.
La colaboración entre el capital y el trabajo, antes que su enfrentamiento,
era el camino para el progreso social. Para ganar el apoyo del sector
empresarial, Perón evitaba cualquier relación con el marxismo.

La propaganda oficial difundía las bondades de esta visión


conciliatoria y la presentaba como una verdadera doctrina

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que pronto se llamó justicialista… La idea de función social de
la propiedad, allí presente, era rescatada por el peronismo
como una alternativa distante al mismo tiempo del
liberalismo ortodoxo y del colectivismo. (Gerchunoff y Llach,
2018, p. 199).

A su vez, esta idea se vio reflejada en la política internacional, donde


comenzó a hablarse de la tercera posición. La frase oficial expresaba una
actitud de independencia ante el conflicto suscitada por la Guerra Fría entre
Estados Unidos y la Unión Soviética, luego de finalizada la Segunda Guerra
Mundial. Esto se sumaba a la creencia de que habría una Tercera Guerra
Mundial, por lo que las medidas tenían su base en mantener la autarquía,
evitando generar alianzas tanto con Norteamérica como con la Unión
Soviética. “El trato con los norteamericanos era de mutua desconfianza”.
(Gerchunoff y Llach, 2018, p. 203). Por eso, cuando, a principios de 1948, se
anunció el Plan Marshall, un sistema de créditos para que los países
europeos devastados por la guerra tuvieran acceso a importaciones
cruciales, Argentina fue excluida como proveedor de alimentos.

En términos económicos, el otro evento diplomático importante que debió


resolver el gobierno de Perón fueron las “libras bloqueadas” en el Reino
Unido. Esto implicaba que solo podían ser utilizadas para comerciar en la
Commonwealth.

Entre 1940 y 1945, el balance de Argentina con el conjunto


del imperio británico arrojó un saldo favorable de 1.500
millones de pesos. Hacia fines de la guerra, el Reino Unido le
debía al Estado argentino 112 millones de libras esterlinas…
El conflicto comenzó a resolverse en las negociaciones que
acabarían con la firma del tratado Eady-Miranda en
septiembre de 1946. (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 204).

Si bien el acuerdo inicial no tardó en romperse, finalmente se estipuló que


la mayor parte del saldo argentino en el Banco de Inglaterra sería destinada
a la compra de los ferrocarriles, monto que fue completado con un crédito
británico que pagar con los futuros superávits comerciales.

Instrumentos de la política económica peronista

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El peronismo se propuso llevar a cabo políticas para alcanzar los siguientes
objetivos:

1) Pleno empleo, favoreciendo a los sindicatos y el nivel de actividad


económica.
2) La industrialización, con un fuerte apoyo e intervención del Estado,
aplicando medidas proteccionistas ante la competencia externa.
3) Una mejora de la remuneración real de los asalariados, tanto urbanos
como rurales.
Esas políticas conformaron una de las coaliciones más exitosas y
prolongadas que se hayan conocido, pero, como veremos más adelante,
generaron uno de los conflictos más largos y difíciles de resolver. Las
medidas aplicadas fueron:

1) Control de cambios. El Banco Central de la República Argentina (BCRA)


era el encargado de controlar la asignación de divisas en el país.

Se aplicaba un régimen de tipo de cambio múltiple por el cual había un orden


de prioridades en el uso de las divisas. Esta medida castigaba a los
exportadores y protegía a la industria nacional. Además, se aplicaban
restricciones cuantitativas y se requería un permiso previo.

2) Creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI).


Era un organismo estatal que tenía el monopolio de la venta al exterior
de los cereales y oleaginosas. El IAPI compraba a los productores a precios
bajos y luego cambiaba las divisas al mayor valor, lo cual generaba
diferencias financieras. Era una política discriminatoria hacia el sector
rural, que se aplicó por dos razones:

En primer lugar, las ganancias del IAPI sirvieron para sostener


el aumento en el gasto público. Este fenómeno se reflejó en
las estimaciones sobre la participación de las actividades
agropecuarias en el producto bruto total argentino, que es
mucho menor cuando se la valúa en relación con los precios
internos que cuando se calcula tomando los precios
internacionales.
De no haberse esterilizado el aumento internacional de los
precios de los alimentos, una de dos cosas habría ocurrido: o
bien los salarios reales habrían disminuido por el
encarecimiento de algunos productos básicos de la canasta
familiar, o bien, en el caso de compensar ese aumento con
nuevos incrementos en los salarios nominales, se habría visto
afectada la rentabilidad industrial. (Gerchunoff y Llach, 2018,
pp. 220-221).

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A su vez, había otras razones con las que se defendía la política del IAPI. El
comercio de posguerra era bilateral en todo el mundo, ya que los países
europeos se estaban reconstruyendo de la guerra y sus Gobiernos habían
creado organismos únicos de compra. Por eso, no había, en realidad, un
precio internacional al que atenerse en las ventas al exterior, sino que se
negociaba entre compradores y vendedores. Además, la situación de
posguerra obligaba a vender a crédito, y el IAPI, al ser un organismo del
Estado, podía soportar mayores riesgos y plazos.

Es claro que estas consideraciones eran poco convincentes para los


propietarios rurales, sobre todo cuando se sumaban otras medidas, como el
Estatuto del Peón Rural1, el cual

había extendido algunos beneficios sociales a los


trabajadores del campo, lo que también impactaba sobre la
rentabilidad rural. La agricultura, más golpeada que la
ganadería por el encarecimiento de la mano de obra, sufrió
especialmente con el cambio en las reglas de propiedad rural.
Se dio al arrendatario el derecho a renovar su contrato a los
mismos valores que en el período anterior, lo que
perjudicaba al dueño de la tierra, debido a la erosión
inflacionaria. El terrateniente perdió el incentivo para
arrendar sus campos y este tipo de contrato disminuyó
sensiblemente a partir de la posguerra. (Gerchunoff y Llach,
2018, p. 222).

El IAPI no financió operaciones principalmente con recursos propios, sino


que lo hizo en gran medida con créditos obtenidos de la banca oficial y
redescontados por el Banco Central. Esta fue una fuente de recursos de
enorme importancia que le permitió al Gobierno un amplio margen de
discrecionalidad, ya que esos recursos no estaban sometidos al control del
Congreso. Con ellos el Gobierno financió la nacionalización de varios
servicios públicos, la compra de bienes de capital para el Estado y algunos
provinciales, de las empresas del Estado, los gastos corrientes del sector
público, subsidios a las industrias y subsidios a la producción agrícola
ganadera.

3) Política arancelaria. Se aplicaron restricciones y aranceles a las


importaciones con el objetivo de generar un proteccionismo hacia la
industria nacional emergente.

1 Decreto N.° 28169. (1944). Estatuto del Peón Rural. Presidencia de la Nación.

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Estas medidas también fueron acompañadas por la política cambiaria
explicada anteriormente y políticas crediticias. Gerchunoff y Llach (2018)
señalan que la industrialización era vista como una política de desarrollo de
largo plazo que permitía mantener un alto nivel de empleo y consumo.

Por otra parte, se crearon escuelas técnicas para lograr contar con
trabajadores especializados en el sector industrial.

4) Cuentas externas. Cuando Perón asumió su mandato, se vio favorecido


por los términos del intercambio más altos hasta ese momento. Al
finalizar la Segunda Guerra Mundial, el país tenía superávit comercial
principalmente como consecuencia de la reducción de importaciones que
la coyuntura internacional había provocado.

Los primeros años de la posguerra trajeron novedades al


comercio exterior argentino, el precio promedio de las
exportaciones creció un 208% entre 1945 y 1948, mientras las
compras al exterior se normalizaban después del período
bélico, además de aumentar su precio alrededor del 30%.
Pero las variaciones en los precios no podían esconder un
hecho decepcionante: el volumen exportado en 1946 era
menor al de 1935, que a su vez había sido inferior al de los
mejores años de la década de los 20. (Gerchunoff y Llach,
2018, p. 225).

Las razones de esta baja performance se debían a las medidas aplicadas, las
cuales no estimularon la producción rural, pero sí favorecieron el consumo.
El hecho de que el crecimiento del ingreso per cápita provocara aumentos
en el consumo de bienes industriales hacía inevitable que los países
productores de alimentos sufrieran una caída de sus términos de
intercambio externos, lo que provocó que la balanza comercial argentina
tuviera, entre 1945 y 1948, un signo positivo.

Debajo se encuentra una tabla desarrollada por Gerchunoff y Llach (2018)


que muestra el balance de exportaciones e importaciones:

Tabla 1: Exportaciones e importaciones argentinas (millones de dólares


corrientes)
Año Exportaciones Importaciones
1945 719 289,6
1946 1003,6 503,7
1947 1587,4 1319,8

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1948 1604,2 1567,8
Fuente: Gerchunoff y Llach, 2018, p. 227.

Se puede observar que las importaciones se recuperaron como


consecuencia de la gran demanda interna. Aquí hay que señalar que se
produjo un cambio en su composición: el aumento en la demanda por bienes
de consumo era satisfecho con producción doméstica, pero, en
contrapartida, se necesitaban cada vez más insumos y bienes de capital.
Estos rubros pasaron a representar alrededor del 90 % de las importaciones
totales.

Por otra parte, en el caso de aparecer un déficit de comercio, este no podía


ser compensado con entrada de capitales, las cuales estaban desalentadas
por las políticas peronistas y limitadas por las circunstancias internacionales.
El déficit de balanza comercial que se produjo en 1949 coincidió con la
aparición de otro de los grandes problemas que comenzaría a enfrentar el
país en las décadas siguientes: la inflación.

5) Regulaciones y política salarial. Mediante el congelamiento de alquileres


y arrendamientos, se empezaron a realizar controles de precios,
fundamentalmente de los bienes que conformaban la canasta básica, e
incrementos de los salarios nominales.

Según mencionan Gerchunoff y Llach (2018), a pesar de las buenas


relaciones entre el Gobierno y los gremios durante el período anterior a la
presidencia de Perón, los salarios reales apenas habían aumentado entre
1945 y 1946. Pero, a partir de ese momento y hasta 1949, los salarios reales
crecieron a tasa récord: aumentaron un 62 %. Esa mejora fue más acentuada
que la de la productividad y en 1949 el costo laboral por unidad de producto
era un 23 % más alto que en 1945.

El incremento de los salarios reales llevó a una distribución del ingreso


nacional más equitativa. Se ha calculado que los componentes salariales del
ingreso nacional superaron, por primera vez en su historia, la retribución
obtenida en concepto de ganancias, intereses y rentas. En 1948, aquel
ascendía al 43 %, contra el 47 % de este, lo que se comparaba
favorablemente con la situación imperante solo un lustro atrás, cuando los
trabajadores percibían el 44 % y los empresarios capitalistas recibían 55,6 %.
Hay que tener en cuenta que estas medidas tenían una intención política y
fue así que en 1947 quedó fundado el Partido Peronista. A su vez, estas
medidas eran un instrumento para fomentar la demanda agregada y lograr
el pleno empleo.

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En los años 1946, 1947 y 1948, la clase trabajadora argentina
experimentó el mayor aumento de bienestar de toda su
historia. La mayor disponibilidad de bienes, fruto del
aumento de producción industrial y del creciente valor de las
exportaciones, se volcó sobre todo a expandir el consumo,
que en 1948 fue casi un 50% mayor al de solo 3 años atrás.
(Gerchunoff y Llach, 2018, pp. 213-214).

El incremento del bienestar derivó en que el peronismo obtuviera más de


dos tercios de los votos en la elección de constituyentes de 1949.

El control de los alquileres y el congelamiento de algunos precios de bienes


básicos se sumaron a la generosa política salarial para difundir el bienestar
a los sectores de más bajos ingresos. También crecieron las compras de
electrodomésticos, como la heladera eléctrica y la cocina a gas.

La política salarial de Perón, con su doble objetivo de garantizar el pleno


empleo y redistribuir el ingreso hacia los sectores populares, fue uno de los
elementos centrales de su política económica hasta 1949.

6) Aumento del gasto público. Se destinaba principalmente a gastos de tipo


social, como salud, educación, vivienda, servicios sociales, etcétera.

En Argentina la cifra del gasto público reflejaba el crecimiento estatal,


tendencia que se inició antes del gobierno peronista.

Gerchunoff y Llach (2018) indican que el aumento del gasto en inversión fue
determinante para el incremento global de las erogaciones estatales.
Además de la nacionalización de servicios, hubo inversiones en
comunicaciones, energía, ferrocarriles y construcción de caminos.

En los años 1946 y 1947, el principal motor de la inversión


pública fue la defensa exterior, que llegó a representar el 60%
de los gastos públicos de capital. El aumento del empleo
público en general, aun sin considerar las empresas
estatizadas, puede verse como otra manera de asegurar
lealtades y extenderlas a la clase media. (Gerchunoff y Llach,
2018, p. 211).

El impuesto al ingreso, creado al comenzar la década de 1930, se rediseñó


varias veces de manera más progresiva. También se creó un gravamen a los

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beneficios de las empresas, lo que contribuyó a mejorar la distribución de
los ingresos.

El sistema previsional se consolidó cuando Perón se hizo cargo de la


Secretaría de Trabajo y Previsión en 1943 y, así, durante los primeros años
de su presidencia, logró tener un enorme superávit del régimen jubilatorio.

En cada uno de los años finales de la década del 40, el


Gobierno obtenía alrededor de un 4% del producto bruto del
flamante sistema de seguridad social, fracción que fue
decayendo con el correr de los años, a medida que
aumentaba el número de beneficiarios. (Gerchunoff y Llach,
2018, p. 215).

7) Nacionalización del BCRA y centralización de los depósitos. Los bancos


comerciales recibían depósitos a cuenta y orden del BCRA que estaban
garantizados por la máxima autoridad monetaria.

Estas medidas generaron que los redescuentos superaran notablemente a


los depósitos, lo que incidió en una gran creación de dinero. Entre 1946 y
1948, la principal fuente de creación de dinero fueron los redescuentos y
otros préstamos a bancos que subieron en el mismo período un 127 %, de
los cuales entre un 58 % y un 59 % fueron al Estado (y, de ellos, un 60% al
IAPI).

El BCRA fue el instrumento para generar inmensos recursos monetarios.


Durante un tiempo, el público, acostumbrado a medio siglo de estabilidad
monetaria, siguió confiando en el valor del peso, pero, cuando los
depositantes comenzaron a advertir que los precios subían más que las tasas
de interés, se perdió la ilusión monetaria y la gente empezó a retirar sus
depósitos.

Por otra parte, al nacionalizar los depósitos y redirigir el crédito a los bancos
y sectores privilegiados (con tasas que resultaron negativas), se produjo una
enorme transferencia de ingresos de los ahorristas a los deudores.

Como parte de las reformas monetarias y bancarias de 1946, también se


decidió modificar la operatoria del Banco Hipotecario. Las cédulas
hipotecarias consistían en un título que el banco le entregaba al deudor, que
hipotecaba su vivienda rural o urbana por una parte (50 %) de su valuación
–usualmente, al 6 % de interés– y llevaba a la bolsa para cotizar y buscar un
inversor que lo comprara.

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En 1946 el Gobierno decidió rescatar las cédulas hipotecarias
reemplazándolas por un bono hipotecario emitido por el BCRA que se
colocaría en el público. Sin embargo, la suscripción del bono no tuvo éxito.
Para el rescate se emitieron más de mil millones de pesos, mientras que de
los bonos se tomaron solo 384 millones, por lo que el rescate se financió
mayormente con redescuentos del BCRA.

8) Nacionalización de empresas públicas. El Estado nacionalizó los


ferrocarriles y las empresas de energía.

La compra de los ferrocarriles británicos por parte del Estado


argentino debe considerarse en un doble aspecto de
nacionalización y estatización… se trataba de limitar la
participación de los capitales extranjeros [y] era un síntoma
del crecimiento del Estado como productor de bienes y
servicios. (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 207).

A esto le siguió la nacionalización de los teléfonos, así como la empresa de


energía, y se completó con la estatización del gas.

Resultado de las medidas aplicadas

A partir de 1949, comenzaron a observarse los dos grandes problemas que


se generaron a partir de la implementación de las medidas: el déficit de la
balanza comercial y la elevada inflación.

Los problemas comerciales eran consecuencia de

1) la reducción de exportaciones, ya que los productores agropecuarios


redujeron la superficie de hectáreas sembradas con cultivos regulados
por IAPI;
2) el incremento de las importaciones por la necesidad de insumos y bienes
de capital que generaba la incipiente industria nacional.

En cuanto a la inflación, tenía distintos orígenes: por un lado, la emisión


monetaria provocada por el Gobierno para financiar sus medidas y los
incrementos de salario y consumo, que derivaban tanto en aumentos de la
demanda como contracciones de la oferta. La tasa de inflación, al final de la
década, llegó a ser de dos dígitos.

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A su vez, desde 1949 hasta 1952, continuaron disminuyendo las reservas,
excepto en 1950, cuando aumentaron. El proceso de desmonetización ya
estaba en franca evolución. Esto mostraba que el BCRA no tuvo el manejo
de la cantidad real de dinero que fue determinada por la demanda.

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Referencias
Decreto N.° 28169. (1944). Estatuto del Peón Rural. Presidencia de la Nación.

Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). Ascenso y apogeo peronista (1940 – 1949).


En Autores, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas
económicas argentinas (pp. 181-232). Buenos Aires, AR: Paidós.

13
El cuello de
botella
externo

Economía
Argentina

1
El cuello de botella externo.
La inflación. Los cambios en la
política económica
Juan Domingo Perón asumió su primer mandato en 1946 y, durante los
siguientes 3 años, aplicó medidas destinadas principalmente a mejorar la
distribución del ingreso a favor de los asalariados y fomentar el desarrollo
del sector industrial.

Tal como vimos al final de la lectura anterior, las políticas implementadas


derivaron en dos grandes problemas: inflación y cuello de botella externo.
Por esto a partir de 1949 se revirtieron algunas de las medidas, cuyos
cambios se profundizaron con la asunción de su segunda presidencia en
1952.

Surgimiento de la inflación

La economía argentina empezó a mostrar síntomas inflacionarios a partir de


la Segunda Guerra Mundial, pero se consideraba que era un problema
coyuntural que se solucionaría cuando volviera la paz. Sin embargo, durante
la época de posguerra, Argentina mantuvo una inflación consistentemente
más alta que la de los países más avanzados.

En 1935 se creó el Banco Central de la República Argentina (BCRA) como una


sociedad mixta entre el sector privado y el Gobierno para reemplazar a la
Caja de Conversión. En 1946, se decidió su nacionalización en conjunto con
la nacionalización de todo el sistema bancario, ya que así el Estado pasaba a
tener el monopolio de la emisión monetaria porque no habría una creación
secundaria de dinero.

Gerchunoff y Llach (2018) consideran que esta decisión tenía como objetivo
que la política monetaria sirviera para alcanzar y mantener el pleno empleo.

A través de los bancos comerciales, el BCRA desplegó una política de créditos


que le permitió a la industria financiar sus inversiones y pagar los elevados
salarios. Una parte de los créditos volvía al sistema bancario en forma de
depósitos, que, medidos como porcentaje del producto bruto, aumentaron
en los primeros años de Perón. Sin embargo, el aumento en los créditos

2
siempre fue mayor al aumento de los depósitos, lo que expandía la cantidad
de dinero en circulación y generaba inflación.

A la dicha expansión crediticia, le seguía la que recibía el Estado nacional


para cubrir su creciente déficit presupuestario. Durante los primeros años
del peronismo, ese financiamiento no fue tan grande porque el Gobierno
tuvo otras maneras de cubrir sus gastos. Hubo en esos primeros tiempos dos
fuentes extraordinarias de recursos: las ganancias del IAPI (Instituto
Argentino de Promoción del Intercambio) y el superávit del nuevo sistema
de seguridad social. Con el paso del tiempo, esas fuentes se agotaron y la
emisión monetaria comenzó a derivar en mayor inflación.

La teoría económica indica que, cuanto más alta sea la inflación, los
individuos más perderán el poder de compra y se desprenderán
rápidamente de los billetes. Sin embargo, durante el primer trienio
peronista, ocurrió al revés: la gente no sentía la necesidad de desprenderse
de las crecientes cantidades de dinero que recibía porque no sentía que ese
dinero estuviera perdiendo valor.

El cuello de botella externo

Los problemas de balanza comercial tuvieron varias causas; la reducción del


nivel de exportaciones se debía a aspectos externos y otros de índole
interna. Los temas internacionales que afectaron a Argentina fueron:

1) Los términos del intercambio disminuyeron un 11 % con respecto a los


años anteriores.
2) El impedimento de poder participar en el Plan Marshall: Argentina tuvo
solo una participación del 3 % en el esquema de reconstrucción europea.
3) El supuesto con el cual especulaba el equipo económico de una nueva
guerra mundial que sostuviera la demanda de productos agropecuarios
no se produjo.

Sin embargo, los problemas más importantes fueron internos:

1) La política agropecuaria discriminatoria que aplicó el IAPI derivó en


una reducción de la superficie sembrada.
2) La sequía que azotó al campo durante los años 1951/52.

La Argentina exportó en 1949 por un valor de 933 millones de


dólares, contra 1600 del año anterior. Esa drástica reducción
en las divisas disponibles, combinada con el aumento de los
precios de los artículos que el país obtenía del exterior, obligó

3
a comprimir aún más las importaciones, ya bastante
restringidas. (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 238).

Para reducir el nivel de importaciones, se intensificaron los controles a la


industria, que tenía dificultades para importar materias primas y
maquinarias. A esto se sumaba una contracción de la política crediticia.

Las cuentas fiscales

Los registros oficiales de ingresos, gastos y financiamiento del período


peronista solo reflejan una parte de los que se efectuaron por medio del
Gobierno. La estadística oficial no solo ocultó gastos, sino que una parte muy
significativa del déficit de las empresas del Estado, entes descentralizados y
gastos del Gobierno se financió con créditos que nunca se recuperaron. En
este caso están los créditos del IAPI, que no fueron recuperados y que debían
ser agregados al déficit de cada uno de esos años; el hecho de que esto
último no sucediera hizo que se incrementara la deuda del Gobierno. Los
principales gastos fuera del presupuesto se habían realizado para cubrir con
adelantos o subvenciones al IAPI, al Banco Hipotecario y a Ferrocarriles del
Estado.

En el año 1946, el 61 % del financiamiento estuvo destinado al Banco


Hipotecario Nacional. En cambio, entre 1947 y 1949, el IAPI fue el principal
destinatario, lo que coincidió con el período más intenso de nacionalización
de servicios públicos. Entre 1950 y 1952, el Banco Hipotecario Nacional fue
el principal destinatario. A partir de 1953, el IAPI volvió a ser el principal
destinatario de los fondos. En 1945 los ingresos del sistema de previsión
representaban un 19,9 % de los gastos y, en 1955, un 29 %, pero más
relevante que ello fue que el superávit neto del sistema previsional en 1945
representó un 7,6 % y, en 1955, un 10 % de los ingresos.

Los ingresos y gastos subieron fuertemente todo el período y más o menos


al mismo ritmo, algo más de un 8 % por año en términos reales. Sin embargo,
desde el principio los gastos fueron mayores que los ingresos: 17,5 % por
arriba en 1946 y 16,7 % en 1955. En esa circunstancia el déficit fue
permanente, tanto el primario como el total.

El Gobierno estableció varios impuestos nuevos (coparticipables): beneficios


extraordinarios, ganancias eventuales y el sustitutivo a la transmisión
gratuita de bienes aumentó las tasas en el impuesto a las ventas, que pasó
del 1,25 % al 8 %.

4
Aunque el Gobierno sostenía que la política del gasto tenía como objetivo
promover las obras de infraestructura previstas en el Primer Plan
Quinquenal (entre otras, la construcción del oleoducto Comodoro Rivadavia-
Buenos Aires), se sostuvo que una parte muy importante, incluyendo a los
diputados como gastos en obra pública, fueron gastos de funcionamiento
que en parte importante pagaron el aumento de una enorme burocracia.

La productividad

Perón sabía que, para mantener una economía dinámica que permitiera un
aumento progresivo del ingreso salarial, era necesario incentivar la
producción y la inversión, garantizando las ganancias de los empresarios.
Aumentar la cantidad de bienes para repartir, ahí estaba la clave del nuevo
enfoque de la política económica del peronismo.

Los empleadores reclamaban la imposición de medidas contra el


ausentismo. Si no se mantuvo el statu quo, fue por la mayor importancia que
se acordó dar a las consideraciones de productividad en las negociaciones
salariales y por cierta libertad que consiguieron los empleadores para
reubicar personal y premiar la eficiencia.

El Gobierno peronista actuó vigorosa y deliberadamente en favor de la


industria sustitutiva de importaciones. No fue el nacionalismo el único
argumento en pro de la industrialización. Perón veía en el crecimiento
industrial la posibilidad de mantener un alto nivel de empleo y de consumo.

Los medios elegidos por el Gobierno para llevar a cabo este proyecto fueron
básicamente dos: la restricción de las importaciones y la generosa política
crediticia. Ya en 1944 el régimen para la protección y la promoción de la
industria había mostrado la voluntad oficial de proteger la producción de
manufacturas de “interés nacional”. Se elevaban los aranceles para las
importaciones de los productos que competían con esas industrias, se
reforzaban los permisos previos para la obtención de cambio y se establecía
un sistema de preferencias para la importación de materias primas y bienes
de capital.

Tan decisiva como la protección a través de barreras arancelarias y


cambiarias fue la política de crédito industrial, que se canalizó a través de
dos bancos oficiales. El Banco Industrial, fundado en 1944, inició sus
actividades con una capacidad de préstamos equivalente a seis veces el
volumen negociado en la bolsa de Buenos Aires. El Banco Central, por su
parte, fue nacionalizado en 1946 junto al sistema bancario, lo que le
permitió al Gobierno manejar el crédito a voluntad. Así es como, entre 1946
y 1948, la industria se encontró con fondos abundantes a su disposición,
redimibles en plazos largos y con tasas de interés muy favorables. De hecho,

5
muchas veces las tasas de interés reales fueron negativas, ya que la tasa de
inflación superó a las exiguas tasas nominales. Se estima que los créditos
tomados por el sector industrial pasaron de un 2,6 % del producto bruto en
1944 a 4,4 % en 1948, y continuaron su ascenso en los años siguientes, luego
de una pausa en 1949.

La industria bajo el peronismo

Del período 1945-1958, que abarca apenas tres años más que el peronismo,
se ha escrito que la performance industrial argentina fue peor que la de
Brasil, pero que se compara favorablemente con Chile y México. El
desarrollo de la industria durante la época de Perón solo puede calificarse,
en el mejor de los casos, como un éxito parcial.

En los episodios de restricción crediticia solo se les


aconsejaba contraer los créditos a las industrias productoras
de bienes “no esenciales”. Se ha estimado que, de las noventa
y un industrias favorecidas por la protección, Argentina solo
tenía ventajas en aproximadamente la mitad. (Gerchunoff y
Llach, 2018, p. 252).

Si bien la tasa de crecimiento de las distintas ramas industriales fue


despareja, ello no fue el resultado de las políticas, que intentaron favorecer
al sector industrial en conjunto. El resultado fue una producción
manufacturera al costo y con pocas posibilidades de exportación. Un
cuidadoso estudio comparativo entre las industrias metalúrgicas argentina y
norteamericana ha estimado diferencias de costos de hasta 300 % en 1955.

El alto nivel salarial seguiría siendo una característica del mercado de trabajo
argentino, mientras que el empleo industrial avanzaría menos que en otros
países.

La evolución de la economía

El crédito total hacia la industria cayó en 1949 y asumió un nuevo equipo


económico, encabezado por Alfredo Gómez Morales.

El Gobierno por fin parecía reaccionar ante las presiones inflacionarias, que
de todos modos llegarían al récord de 31 % de aumentos anual de precio al
consumidor en 1949, el mayor desde la crisis de 1880.

6
Los nuevos conductores de la política económica aún no veían en la inflación
un peligro incontrolable. En 1949 se derribó el último obstáculo para el
desarrollo de una política monetaria, independiente y expansiva, al anularse
una cláusula que obligaba al BCRA a respaldar con reservas internacionales
por lo menos un 25 % de la base monetaria.

En su curso de política económica peronista dictado a principio de 1951,


Gómez Morales se definía a favor de una suerte de pragmatismo heterodoxo
en cuestión de moneda.

En 1950 aún pudo alentarse alguna esperanza de mantener el rumbo sin


correcciones sustanciales: el salario real aumentó levemente y los precios
agropecuarios recibieron un inesperado impulso, asociado al conflicto de
Corea. Así y todo, el gobierno peronista tuvo que actuar contra lo que, se
suponía, eran sus principios, al tomar un préstamo exterior del Eximbank por
125 millones dólares.

En 1951 la inflación superó la tasa de aumento salarial. Por última vez desde
que Perón estaba en el poder, el modelo de superávit comercial de 1950 se
trasformaba en un cuantioso déficit en 1951. La restricción del crédito
estaba golpeando sobre algunos sectores industriales.

El mayor conflicto fue el de los ferrocarriles, con una huelga que duró nueve
meses e incluyó entre sus avatares la recorrida de Eva Perón por las
estaciones arengando a los ferroviarios para que volvieran al trabajo.

El plan económico de 1952

El estancamiento económico ya venía prolongándose durante tres largos


años y la escasez de energía eléctrica obligó a reglamentar su consumo, lo
que también impactó sobre la industria. El plan de estabilización económica
de 1952 compartía el objetivo de detener la inflación.

La inversión pública se redujo bastante a partir de 1952. El gasto del


Gobierno bajó entre 1950 y 1953 un 23 % y el déficit fiscal disminuyó
considerablemente. La tasa de crecimiento de la cantidad de dinero
descendió abruptamente a partir de 1952 y la inflación había pasado a ser
una preocupación gubernamental de primer orden. Se intentó combatir la
inflación con el retraso deliberado de las tarifas públicas y el aumento de los
subsidios a los bienes básicos. Eso tuvo un costo fiscal de un 20 % a un 30 %
del gasto público total entre 1952 y 1955.

Se creó una comisión nacional de precios y salarios y se instauró un sistema


de negociaciones salariales bianuales. Los productores agropecuarios

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comenzaron a recibir precios más favorables, superiores incluso a los
vigentes en el exterior.

La expansiva política salarial dejó paso a un sistema de negociaciones


bianuales que empezó con una drástica caída de los salarios reales, la liberal
política de crédito para la industria fue moderada en nombre de la
estabilidad monetaria y el virtual impuesto a las exportaciones
agropecuarias, que estaba implícito en la política del IAPI hasta 1948, fue
remplazado por una deliberada política de aliento al sector rural. El plan
debe considerarse exitoso porque la inflación bajó hasta tocar un mínimo de
3,1 % en 1954. Después de descender en 1951 y 1952, los salarios reales
comenzaron una firme recuperación.

En 1955 reapareció el déficit comercial, ya que las importaciones


comenzaron a recuperarse de su deprimido nivel de 1953 y 1954. El
problema no era que los mayores ingresos estimularan directamente la
importación de bienes de consumo. El mecanismo era más indirecto: la
recuperación de la demanda por productos industriales locales se traducía
en mayores necesidades de insumo, de los cuales una buena parte era
importada.

Argentina exportó en el primer lustro de los años 50 apenas la mitad de lo


que había exportado entre 1920 y 1924.

Los controles cambiaron y los préstamos exteriores (como el de Eximbank


norteamericano en 1950) eran solo una solución temporaria al problema
externo argentino. Los dos o tres años posteriores a la guerra constituyeron
una época de oportunidades perdidas, ya que podría haberse encarado con
decisión la capitalización del país en ciertas industrias básicas. Por otro lado,
no era fácil imaginar en 1945 los problemas que se manifestaban con
claridad recién ocho o diez años después. Cuando este efecto se hizo
patente, el peronismo esbozó algunas respuestas, aunque siempre
vacilantes y poco efectivas.

El Segundo Plan Quinquenal

El Segundo Plan Quinquenal, aplicado a partir de 1953, fue de mediano y


largo plazo y complementaba al plan de estabilización de 1952.

La distribución de la inversión pública entre 1952 y 1955 fue bastante


distinta a la del quinquenio anterior, con aumentos en el porcentaje
correspondiente a transportes, energía y comunicaciones.

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Recién en 1955 pudo incorporar el alto horno luego de otro crédito del
Banco de Exportación e Importación norteamericano.

La inversión pública disminuyó entre 1948 y 1955 alrededor de un 35 %. El


Segundo Plan Quinquenal puede entenderse como una corrección que fue,
de todos modos, insuficiente.

El equipo económico reconocía tanto el trato inicial desfavorable al agro


como la nueva tendencia de la política hacia el sector rural, que se consolidó
con el cambio de década.
La política de estímulo a las exportaciones agropecuarias descansó
solamente en los subsidios del IAPI y no en una devaluación. El tipo de
cambio se mantuvo a niveles considerados francamente bajos. Se lograban
“precios remunerativos” para el campo sin que los precios internos
aumentaran tanto como lo hubieran hecho con una devaluación, que
también encarece las importaciones.

El acuerdo Paz-Edwards en 1951 suprimió los detalles innecesarios de


arreglos anteriores y llegó a una solución de compromiso en la fijación de
precios tanto de los productos argentinos como del carbón y el petróleo
provisto por Inglaterra. El nuevo trato del gobierno de Perón al sector rural
no se agotó en las políticas de crédito y subsidios, aunque estas fueron las
más importantes. La importación de tractores fue casi el doble en el
quinquenio 1950-1954 que en el anterior. La industrialización empezaba a
mostrarse problemática.

Los dos instrumentos clave de esa orientación fueron la política y la


protección a través de mecanismos cambiarios y comerciales. Además, las
tasas de interés reales pagadas por los prestatarios resultaron negativas
hasta principios de los años 50. Las dificultades que el importador
encontraba para obtener divisas se acentuaron entre 1948 y 1949, cuando
se limitó la concesión de permisos para importar.

Mientras que en 1929 se importaba el 45 % de las manufacturas consumidas,


veinte años después la proporción era tan solo del 15 %. Por esa vía, los años
del peronismo fueron de vigoroso crecimiento industrial.

9
Referencias
Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). Del paraíso peronista a la crisis del desarrollo
(1949 - 1958). En Autores, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas
económicas argentinas (pp. 233-282). Buenos Aires, AR: Paidós.

10
La
Revolución
Libertadora

Economía
Argentina

1
La Revolución Libertadora: los
instrumentos de política
económica
Tras la caída de Perón y el breve gobierno del general Lonardi (septiembre a
noviembre de 1955), el Gobierno del general Aramburu (noviembre 1955 a
abril 1958) debió enfrentar muchos problemas. Uno de los más urgentes fue
el de reconstruir el sistema de energía y transporte y renovar bienes de
capital obsoletos, lo cual conseguiría aumentando la inversión y las
importaciones de maquinaria y equipos restringidos en la época anterior.
También tenía que desarmar el aparato regulatorio e intervencionista, que
había alcanzado extremos sin precedentes. Todos los Gobiernos, desde la
caída de Perón, se vieron en la necesidad de restaurar cierto equilibrio fiscal,
monetario y de las cuentas externas para salir de los ciclos de inflación,
devaluación y recesión, haciendo posible un contexto macroeconómico
estable, lo cual es una condición necesaria para lograr un crecimiento
sostenido.

Aunque se seguía considerando necesaria la intervención del Estado en la


economía, manteniendo la presencia estatal y el limitado funcionamiento de
los mercados, se querían limitar los excesos a los que se había llegado
durante el Gobierno anterior.

A pesar de las diferentes opiniones de las cúpulas militares y sus apoyos


civiles, se avanzó en algunas reformas.

Las reformas económicas del Gobierno de la revolución

La revolución produjo cambios importantes en la política económica. A pesar


que el Estado no tenía ideas definidas en materia económica y de que
coexistieron enfoques distintos, existía la generalizada coincidencia de
resolver los urgentes problemas de infraestructura poniendo orden en las
cuentas externas y en las finanzas públicas, evitando despilfarros, abusos y
privilegios.

Obtener fuentes de capital para realizar las inversiones necesarias para


poner en marcha al país, estabilizar la moneda, estimular la producción
agropecuaria, las exportaciones y superar el estrangulamiento externo o
desregular la economía limitando la intervención estatal fueron algunos de

2
los objetivos en el orden económico de la que se autodenominó Revolución
Libertadora.

El Estado se enfrentaba con una multitud de problemas. Uno de los más


urgentes y serios fue la crisis de energía y transporte. Hasta la Segunda
Guerra Mundial, la energía estaba provista por el carbón y el coque, que se
importaban de Gran Bretaña. Luego de los descubrimientos de los
yacimientos petrolíferos en Comodoro Rivadavia, Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF) tuvo el monopolio de la explotación del petróleo, pero su
producción no alcanzaba para abastecer las necesidades domésticas.
Cuando el petróleo reemplazó al carbón, las necesidades de importar
combustibles aumentaron.

Como el Estado subsidió los precios para evitar su incidencia en el costo de


vida, su consumo subió aún más. La importación de petróleo se hacía al tipo
de cambio oficial para mantener los precios bajos. Esto fue negativo sobre
la explotación de YPF. A fines del Gobierno peronista, las importaciones de
combustible alcanzaban un cuarto del total, lo cual forzó a Perón a negociar
con la Standard Oil de California un contrato de exploración y explotación
que fue frustrado por la dura resistencia de la mayor parte de los sectores
de opinión que estaban convencidos de reservar la explotación estatal. Ello
constituyó un factor importante en la generalización del clima opositor que
culminó con el golpe de Estado del año 1955.

El racionamiento de energía limitaba el desarrollo de las industrias y el


comercio. Los apagones de Buenos Aires, al final de la década peronista,
hicieron que la ciudad pareciera la de un país en guerra. Pero el problema
no se limitaba a la energía: la crisis del transporte era muy seria. No solo se
había reemplazado el material ferroviario, sino que había una creciente
dificultad para obtener divisas para importar camiones. Los cuellos de
botella que generaba la falta de transporte creaban problemas graves en la
distribución de mercaderías. La estructura vial y de obras de infraestructuras
quedó deteriorada por la falta de mantenimiento y de inversión.

El país había hecho un gran esfuerzo de capitalización hasta los años treinta,
pero, debido a la crisis y a las restricciones de oferta de bienes de capital, no
se había renovado la infraestructura y, en gran medida, los bienes de capital
de la industria.

La restricción venía del lado de las importaciones, que debieron limitarse en


la medida en que no crecieron las exportaciones. Ello fue el resultado de las
políticas que castigaron con un tipo de cambio bajo las exportaciones
tradicionales, mientras que la producción industrial, con una fuerte
protección, tuvo un mercado interno cautivo y nunca llegó a competir en los
internacionales. Por otro lado, porque la acumulación de cuantiosas

3
reservas se debió a la caída en las importaciones y el Estado actuó como si
eso fuese un regalo inesperado que permitía gastar sin limitaciones.

Los abultados excedentes comerciales ocultaban una falencia: la


imposibilidad de importar durante la guerra y la descapitalización que se
había producido. Por ello, debía esperarse que, concluida esta y vuelto el
comercio a la normalidad, las demandas de las importaciones superaran los
niveles corrientes de exportación. Pero, como el Estado compró los
excedentes comerciales (reservas) y los gastos, a partir de 1949 se debieron
racionar las importaciones. El mismo Perón se vio obligado a cambiar su
política con las medidas más favorables a las exportaciones. Pero los
intereses que se habían creado serían muy poderosos y lograrían, en el curso
de los años, mantener la situación que producía ineficiencias y limitaciones.

El Estado había financiado una parte sustancial de sus gastos con la creación
de dinero. Otra fue cubierta con la captación de ahorros de los depositantes
en el sistema bancario y con los fondos del sistema de seguridad social.
Aunque la colocación de Títulos de Tesorería (TES) en el Banco Central de la
República Argentina (BCRA) no fue el factor principal en la creación de
dinero, el gasto del Estado y de las empresas fue financiado indirectamente
por medio de créditos que daba el Banco Nación y redescontaba el BCRA.
Los redescuentos fueron mayores que los depósitos, lo cual produjo una
fuente de creación de dinero y la generación de un proceso inflacionario
cada vez mayor. Concluido el Gobierno peronista, se trasparentó la deuda
del Estado financiada por el BCRA al colocarse el 2 de diciembre de 1957 el
bono de saneamiento por m$n (peso moneda nacional) 27,6 mil millones,
que representaban el 10 % del PBI (producto bruto interno) y el 45 % de la
base monetaria.

Por otro lado, el Estado no solo había mantenido las tortuosas regulaciones
que existían en los mercados desde la guerra y los controles de precios a los
movimientos de capitales y a los cambios, sino que había monopolizado el
comercio exterior, nacionalizado los depósitos bancarios, los servicios
públicos y extendiendo sus actividades a empresas productivas en sectores
considerados estratégicos. Uno de sus objetivos fue mantener elevado el
salario real. Si esto no era el resultado de una mayor productividad, se podía
lograr controlando los factores que incidían en el costo de vida: los precios
de los alimentos, servicios públicos y alquileres. Por ello, se mantuvo bajo el
cambio de las exportaciones de alimentos y, cuando eso no fue posible, se
subsidiaron las tarifas de los servicios públicos y se congelaron los alquileres
por un largo período.

Toda política que implicara un franqueamiento de los precios llevaría a un


reacondicionamiento con aumento para algunos –especialmente, alimentos
y servicios–, lo que afectaría el nivel de ingreso real de los sectores

4
populares. Para evitar caer en la impopularidad, los retrasos se extendían en
el tiempo y se profundizaban hasta llegar al inevitable reajuste, que
provocaba resistencias en los sectores que lo soportaban.

Poco después de asumir, las autoridades del Gobierno militar encargaron a


un antiguo gerente general del Banco Central, Raúl Prebisch, un informe de
la situación de la economía con recomendaciones sobre las políticas que se
debían implementar.

En lo que se conoció como Plan Prebisch, completado con un trabajo titulado


“Moneda sana o inflación incontenible. Plan de restablecimiento
económico”, el asesor presidencial hacía notar el estado de estancamiento
de la economía argentina que, en una década, solo había crecido un 3,5 %.
Las recomendaciones de Prebisch buscaron recuperar la capacidad
importadora para lograr el abastecimiento imprescindible de bienes de
capital y cerrar la brecha externa. Para mejorar el intercambio interno para
la agricultura, propuso una devaluación que no fuera seguida por aumento
de salarios, la eliminación del monopolio estatal del comercio a través del
IAPI y del financiamiento inflacionario.

El informe destacaba la caída del ingreso por habitante que en 1948 había
alcanzado, según él, un máximo con 4041 pesos para bajar en 3581 pesos en
1955.

Las perspectivas del comercio exterior argentino para los años siguientes no
eran favorables. Subrayaba el lento crecimiento de la producción doméstica
del petróleo, del que las industrias locales requerían cantidades crecientes,
la crisis energética y el estrangulamiento que resultaba del enorme déficit
de los transportes, que eran los principales obstáculos que había que salvar
para lograr un sostenido aumento de la producción.

La inflación, que es un factor distorsivo para la inversión, era otra de las


causas del estancamiento.

En materia de vivienda, había que reducir los créditos sin respaldo en el


ahorro, buscando retornar al sistema de ofrecer hipotecas en el mercado a
través del viejo método de las cédulas hipotecarias.

Prebisch advertía que a la devaluación le seguiría un alza de precios que no


debería ser acompañada por aumentos de salarios. Respecto de las
necesidades de equipamiento, se detenía en las inversiones requeridas para
incrementar la producción de petróleo, que pesaba en forma cada vez mayor
en las importaciones, recomendaba la construcción de oleoductos y
gasoductos y proponía inversiones en energía y en transportes para romper
con los más costosos cuellos de botella.

5
Como la situación de divisas no permitía la importación, habría que recurrir
al crédito externo negociando razonables empréstitos.

La devaluación de 1956-1957

El nuevo régimen cambiario dispuesto en octubre de 1956 por el Estado


produjo una fuerte devaluación. El tipo de cambio oficial subió de m$n 5 por
dólar a m$n 18 por dólar y, además, se eliminaron los tipos de cambio
múltiples, que dependían de decisiones discrecionales de la autoridad
administrativa y eran fuente de corrupción. Se permitió una mayor
flexibilización de las importaciones.

Eliminar el enorme atraso cambiario permitía bajar los subsidios a la


producción de cereales y carne. En cuanto a las importaciones, se eliminaron
las restricciones cuantitativas, los permisos previos y se estableció un
mercado libre donde se licitarían divisas a las que podía acceder lo que
quisieran importar. Al volver al mercado libre de la reforma de 1933, se
canalizaron por él las remesas de las compañías extranjeras que antes
debían hacerse por el mercado oficial, por lo cual en los últimos años habían
quedado postergadas. Por otro lado, la devaluación permitió evaluar las
reservas del Banco Central, aunque esta vez alcanzó unos m$n 5996 millones
en 1957. Se decidió la eliminación del IAPI como intercambio en la
negociación de las ventas al exterior y del Instituto Movilizador de
Inversiones Inmobiliarias.

El cambio de la política fue más difícil y la recuperación, menos evidente. Si


bien la reforma cambiaria logró un incremento de las superficies cultivadas,
las condiciones climáticas fueron poco propicias y las cosechas sufrieron los
efectos de la sequía. Esto se manifestó en la reducción de los saldos
exportables. La limitada disponibilidad exportadora tenía otra causa: la
declinante tendencia de los precios de los cereales en un período de
acumulación de excedentes en Estados Unidos.

Los arreglos del Club de París

Desde la crisis de 1930, el mundo había reemplazado el sistema multilateral


de pagos que funcionaba bajo el patrón oro con acuerdos bilaterales. Tras el
fin de la guerra y la creación de la Unión Europea de Pagos, se había iniciado
una vuelta a los regímenes multilaterales. Argentina, en los años de Perón,
había acentuado la tendencia al acuerdo bilateral. Con distintos países,
como Alemania, Italia o los Países Bajos, se había establecido que se harían
adelantos en cuenta corriente para financiar las compras del país que

6
quedaba con saldos acreedores, lo que se debía saldar con exportaciones o
con dinero del acreedor o divisas convertibles. Los abultados montos de la
deuda argentina para con varios países europeos amenazaban a fines de
1955 con una práctica cesación de los pagos y la inminente interrupción de
los envíos provenientes de países europeos.

En los años finales del peronismo, Argentina había mantenido, en el


intercambio con algunos países, reiterados saldos negativos, debido a la
creciente necesidad de importar insumos industriales y manufacturas,
cuando sus exportaciones no crecían. Se estimó que la deuda con aquellos
países era de 500 millones de dólares. El primer ensayo de una parcial vuelta
al multilateralismo se hizo con once Estados europeos.

Gracias al comercio multilateral, Argentina pudo comprar mejor y vender en


Europa con preferencia sobre Estados Unidos. Eso duró hasta fines de 1958,
cuando Europa y Argentina retornaron a la plena convertibilidad de sus
monedas al dólar, el escudo portugués y el franco suizo, las monedas
convertibles de ese entonces.

Se consolidaron deudas con organismos oficiales de Gran Bretaña, Francia,


Alemania, Italia y Países Bajos por 500 millones de dólares a diez años y 3,5
% de interés anual. El acuerdo provisional que se alcanzó con el Club de París
abarcó tres aspectos:

1) Sistema multilateral.
2) La consolidación de nuestras deudas.
3) La puesta en vigor del sistema de comercio y de pagos.

Los conflictos distributivos

El Estado creó el Fondo para el Restablecimiento Económico, que financió


mediante un recargo sobre las exportaciones tradicionales (retenciones).

Presionado por los conflictos gremiales y resistencias de toda índole, en


1956 el incremento de salarios llegó a alrededor de un 35 %. Como este
aumento superó ampliamente al de la producción y no fue absorbido por las
ganancias, se renovó una nueva fase en alza de los precios, lo que le restó a
la devaluación gran parte del efecto redistributivo buscado. Para compensar
al sector exportador, se redujeron las retenciones y se fijaron aforos más
bajos. Aunque los obreros y los empresarios industriales lograron con los
aumentos equilibrar el efecto de la devaluación, no sucedió lo mismo con
los grupos de menor poder en la sociedad. Los empleados estatales, del
comercio y de los bancos y los jubilados sufrieron una fuerte caída de sus
ingresos reales.

7
Como consecuencia de la devaluación, los mayores costos de los insumos
importados produjeron fuertes presiones por parte de los empresarios, que
reclamaron créditos del sistema bancario, ya que la tasa de interés de los
bancos era negativa. A causa de la continua baja de los precios de los
cereales, las exportaciones en 1957 no mostraron señales de recuperación,
de modo que se mantuvieron por debajo del nivel del 1954. Sin embargo,
los volúmenes importados habían subido, entre 1956 y 1957, un 6,8 %,
mientras que los valores solo lo hicieron en un 3,3 %.

Parte de los incentivos que el nuevo nivel de precios había generado fue
compensado por la paulatina reducción de recargos a la exportación, hasta
su eliminación total en 1957. La producción estuvo lejos de aumentar en la
medida esperada. En cuanto al sector externo, no se había logrado una
coyuntura desfavorable, sino que el déficit se agravaba. La mayoría de las
importaciones correspondió a los combustibles, entre 17 % y 24 %, y
maquinarias, entre un 20,4 % y un 27,4 %.

El saldo del Balance de Pagos siguió siendo desfavorable, compensado en


partes por el crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1957. Un
factor negativo fue el combustible, cuyo precio se había encarecido por la
crisis del canal de Suez, por lo que aumentó el costo del trasporte.

En cumplimento de las políticas recomendadas por el FMI, se restringió el


crédito y la oferta monetaria, pero, como esta creció menos que el nivel
general de precios, se produjo una sensible liquidez.

Después de la ola inflacionaria de principios de 1957, que siguió a los


aumentos de salarios dispuestos con la renovación de convenios, el Estado
decidió estabilizarlos por un período de un año. La caída del salario real dio
lugar a resistencias laborales y generó tensiones que se desataron en
conflictos en los primeros meses de 1958.

Los incentivos en el sector agropecuario por medio de las devaluaciones y la


eliminación de recargos se tradujeron en un inmediato incremento de la
producción que compensó la caída de los precios internacionales.

Tampoco se tuvo mucho éxito al tratar de detener la inflación, a pesar de las


medidas adoptadas. Incluso con un congelamiento de los salarios durante el
año 1957, el nivel de precios subió un 24,7 %. Por otro lado, tras un período
de aparente severidad, el Estado terminó por sucumbir a las presiones de
los diferentes sectores y permitió una política más flexible de créditos y un
aumento de salarios. Estas presiones se hicieron más fuertes al final del
período, cuando los factores políticos tuvieron mayor peso en vísperas de la

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renovación presidencial. En 1958 los conflictos gremiales asumieron
proporciones considerables.

La producción industrial experimentó un ligero aumento, que fue muy


importante en el rubro de las industrias extractivas gracias al incremento de
la producción doméstica del petróleo tras las puestas en prácticas del plan
de reactivación de YPF.

Una de las medidas del Gobierno provisional que tuvo más éxito fue el plan
de reactivación de YPF. El plan contempló la construcción de la red de
oleoductos y gasoductos para transportar el petróleo desde los lugares de
producción a los mercados de consumo.

Los déficits en los balances de pagos se habían agravado, lo cual se advirtió


en el deterioro de la moneda en el llamado mercado libre de cambios, donde
se llegó a cotizar $42 cada dólar.

El déficit fiscal disminuyó notablemente hasta 1961 y el financiamiento


promedio de la emisión monetaria contó con un pequeño repunte en 1962.

Reforma de la Carta Orgánica del BCRA


Se reformó la Carta Orgánica del Banco Central para concluir con el régimen
de nacionalización de los depósitos, dejar el negocio bancario a la iniciativa
privada y para que la regularización de la plática monetaria pudiera hacerse
con las disposiciones sobre efectivos mínimos del banco.

Los bancos recibirían por su cuenta, en vez de hacer por cuenta y orden del
BCRA1. Seguido a eso la Carta Orgánica del Banco Central queda armonizada
con el nuevo régimen de depósito bancario y con la nueva legislación.

El BCRA no logró trazar una política monetaria y crediticia adecuada ni influir


en la forma efectiva y eficaz que debiera en la gestión crediticia de los
bancos. Tampoco estaba bien situado para llevar a la práctica el adecuado
control selectivo del crédito que aconsejaban las circunstancias.

Se eliminaron las disposiciones relativas a la recepción por parte de los


bancos, de depósitos por cuenta y orden del BCRA. En cambio, se dio la
facultad de fijar los porcentajes de efectivos mínimos y de usar otros
instrumentos para la regulación monetaria y crediticia; entre ellos: el control
cualitativo y cuantitativo de los préstamos e inversiones de los bancos, la

1Decreto Ley 13126. (1957). Carta Orgánica del Banco Central. Presidencia de la Nación. Recuperado
de https://goo.gl/LmG1ZU

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fijación de la tasa de redescuento, la determinación de las tasas máximas y
mínimas de interés que podrían cobrar por sus créditos, la emisión de
papeles de absorción y la realización de operaciones el mercado abierto. Se
establecieron límites para acordar préstamos con el Estado. El banco podía
tomar para su propia cartera valores públicos hasta límites fijos. El Decreto
Ley N.° 13126 establecía un mensaje muy claro: el régimen de 1946 no
respondió como se había previsto, pero permitió usar los recursos de los
depositantes y crear, además, otros recursos de carácter inflacionario para
financiar ingentes necesidades, inversiones y pérdidas del Estado.

También se refería a la necesidad de sanear la situación de los bancos


oficiales que habían recibido redescuentos del BCRA colocando en este un
bono de saneamiento que reemplazara en su cartera a esos redescuentos
de créditos que se consideraban incobrables y que, tras la eliminación de
activos y pasivos del BCRA y de los bancos oficiales, serían transferidos a una
entidad estatal que trataría de recuperar lo que fuera posible.

La deuda del IAPI rondaba los m$n 19 700 millones, los cuales quedaron
consolidados en uno o más bancos a cargo del Estado y figuraba en el activo
del BCRA, lo que les permitiría a los bancos oficiales cancelar sus créditos
contra el IAPI y las correlativas obligaciones con el BCRA. Los créditos
oficiales congelados que se consolidaban representaban el 44 % de la cartera
de préstamos del Banco Nación y el 3 % de la cartera del Banco Industrial.

A partir del nuevo régimen, el Estado dejó de utilizar los redescuentos como
instrumento de financiamiento habitual. Las tasas de interés siguieron
controladas y debajo de la inflación: 7,50 % y 10 % en 1956 y 1957, en
relación con la inflación del 13,4 % y el 24,7 %, respectivamente.

Los efectos monetarios en las reformas de 1957


La decisión del Estado de devolver a los bancos privados sus depósitos debía
resolver dos problemas: por un lado, el saldo de las cuentas entre el BCRA y
los bancos privados, los cuales, tomados en su conjunto, habían quedado
como deudores del BCRA. En 1956 tenía en su cartera redescuentos por m$n
94 019 millones, mientras que era deudor por depósitos por un importe
monto de m$n 61 528 millones. El otro problema era la política monetaria.
Devueltos los depósitos a los bancos, ¿cuál sería el instrumento de
regulación monetaria del BCRA? La Carta Orgánica del BCRA de 1953 había
establecido un canje mínimo del 8 % para los depósitos a plazo y de 16 %
para los depósitos a la vista, como una garantía de seguridad2. Ocurría que,
en la fase de expansión de la economía, los bancos tenían excedentes sobre
esas reservas, pero el BCRA solo podía actuar sobre la base con instrumentos

2Decreto Ley 13126. (1957). Carta Orgánica del Banco Central. Presidencia de la Nación. Recuperado
de https://goo.gl/LmG1ZU

10
de esterilización y, respecto a los bancos, únicamente les quedó la
persuasión y su influencia moral.

La reforma de 1946 que dispuso la nacionalización de los depósitos utilizó


como instrumentos monetarios los redescuentos y el racionamiento
selectivo. Cuando se eliminó la centralización de los depósitos, el problema
residía en qué instrumentos se iban a utilizar para regular la creación de
dinero bancario.

Desde 1957 la legislación les dejaba a los bancos la capacidad prestable, que
dependía de la magnitud de los depósitos que captara y de los efectivos
mínimos que debía movilizar, cuya variación sería una facultad del BCRA,
tanto para evitar fuertes fluctuaciones en la cantidad de dinero como para
dirigir el crédito a sectores que se consideraban preferentes.

El mecanismo del efectivo mínimo variable fue utilizado por el BCRA en los
años posteriores al peronismo. Desde 1957 la estrategia monetaria consistió
en adecuar los multiplicados para brindar al sistema económico una
cantidad de activo monetario.

Se estableció un requerimiento mínimo del 10 % para los depósitos de plazo


fijo y de un 20 % para los depósitos a la vista, pero con un 30 % sobre los
incrementos marginales respecto a los saldos.

Los salarios reales crecieron débilmente a partir del 1955 hasta 1959, año en
que sufrieron una fuerte caída del 25,5 %.

¿Problemas estructurales de nuestra economía?

A fines de la década de 1950, la economía se encontraba con serios


problemas. La balanza comercial fue deficitaria en 7 de los 10 años que van
desde 1949 a 1958. Solo en 1953 el superávit fue significativo. La economía
argentina estaba en un período de “estrangulamiento” porque, cada vez que
la economía del país se expandía, las importaciones aumentaban, lo cual
agravaba el problema de la balanza comercial.

El acceso al crédito externo estuvo bastante restringido, por lo que la


manera de evitar una caída en las reservas de divisas y la depreciación
cambiaria era conteniendo las importaciones a través de elevados aranceles
aduaneros, controles cuantitativos y el control de cambios.

El Gobierno de la Revolución Libertadora, mediante su política de


devaluación, había confiado en que un tipo de cambio más alto desalentaría
las importaciones y alentaría las exportaciones. Por ello, pasó el tipo de
cambio oficial de 8 a 18 pesos moneda nacional. A pesar de ello, desde 1955

11
a 1958 el comercio exterior argentino siguió siendo deficitario, en parte por
el deterioro de los precios de exportación.

En 1928 Argentina compraba al exterior casi el 50 % de su producción


interna. Treinta años después solo el 10 % de su producción interna era
destinado a la importación, sobre todo durante el Gobierno peronista, en el
que se dio mayor impulso a la industria nacional a través de la
industrialización por sustitución de importaciones (ISI).

El problema era que, para poder hacer funcionar esas industrias, se


requerían insumos importados –entre ellos, maquinarias y equipos– y, por
lo tanto, el ahorro de divisas en la compra de bienes importados se
contrarrestó por el requerimiento de divisas para la compra de estos
insumos industriales. Las dificultades para incorporar bienes de capital
importados detenían la inversión y atentaban contra el crecimiento
económico sostenido.

El Gobierno peronista, durante sus últimos años, intentó estimular la


instalación de industrias básicas para atender las necesidades de producción
manufacturera nacional. Para ello, orientó su política hacia la atracción del
capital internacional y se sancionó la Ley N.° 142223, que fomentó las
inversiones externas. La firma en 1958 con la Standard Oil de California,
petrolera norteamericana, despertó el resquemor del justicialismo y el
rechazo de la oposición. Este rechazo del Parlamento marcó el fracaso del
cambio de rumbo que intentó Perón. Luego el Gobierno militar intentó
seguir con la política de atracción de capitales externos, con el mismo
resultado.

3Ley 14222. (1953). Capitales Extranjeros. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado
de https://goo.gl/QzKauY

12
Referencias
Decreto Ley 13126. (1957). Carta Orgánica del Banco Central. Presidencia de
la Nación. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/180000-
184999/183495/norma.htm

Ley 14222. (1953). Capitales Extranjeros. Honorable Congreso de la Nación


Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do;jsessionid=DC
C7D882A53A94C554DA19AE051D59F5?id=296546

13
El régimen
de Frondizi

Economía
Argentina

1
El régimen de Frondizi: la
estrategia desarrollista
Arturo Frondizi asumió su Gobierno democrático en 1958, con la salvedad
de que se había establecido la proscripción del partido peronista en las
elecciones.

En el ámbito de la política económica, el Gobierno de Frondizi mostró una


línea consistente y decidida que prometía dar solución a dos problemas
acuciantes: la estabilidad y el desarrollo.

Política desarrollista

El Gobierno se basó en la tesis del desarrollismo. Según Gerchunoff y Llach


(2018), esta trata sobre el pesimismo respecto a las exportaciones de
productos primarios, tal como sostenía la tesis de Prebisch. Según esta
óptica, desarrollarse era desarrollar las manufacturas hasta transformarse
en una economía industrializada. En el caso de Argentina, parte del camino
ya estaba recorrido, pero el carácter desbalanceado de su estructura
industrial hacía necesario un impulso que garantizara el paso de una
economía agroexportadora a una industrializada. La clave era la expansión
“vertical”, es decir, el acople de las actividades de producción de insumos y
bienes de capital a las ramas ya expandidas (Gerchunoff y Llach, 2018, pp.
290-291).

Para lograrlo había que tener en cuenta varios elementos:

 En primer lugar, debía aumentar la producción de petróleo y gas,


generando un ahorro de divisas para la inversión en otros rubros. Se
sugería la producción local para sustituir la importación de petróleo. Para
conseguir el capital necesario para instalar las industrias químicas y de
acero, se requería la exportación de carne y la sustitución de
importaciones petroleras.
 En segundo lugar, fomentar la siderurgia, que requería la explotación de
los depósitos de carbón y hierro.
 En tercer lugar, una solución permanente para la provisión de energía
eléctrica.
 Finalmente, también se incluía a las industrias del cemento, del papel y
de maquinaria y equipos industriales. La ausencia de las actividades
agropecuarias en el conjunto de prioridades del Estado se debía a que se
consideraba que estos temas no podían desligarse del problema general
de atraso tecnológico de Argentina.

2
Según Gerchunoff y Llach:

Una meta que se ponía en especial énfasis era la construcción


de una amplia red de rutas y autopistas. Al mismo tiempo se
intentaba estimular la producción nacional de autos y
camiones. Se buscaba, por esa vía, integrar económicamente
a las distintas regiones del país y descentralizar las
actividades económicas. (2018, p. 292).

El Estado consideraba que el desarrollo industrial tenía que conseguirse


rápidamente y en todos los frentes, por lo cual se requería un impulso de
inversión decisivo y simultáneo. Así se quebraría la llamada “trampa de la
pobreza”, que se asociaba con la baja capacidad de ahorro e inversión. Se
argumentaba que los países más pobres ahorran una proporción menor de
sus ingresos que las naciones desarrolladas. Como consecuencia, invierten
poco y crecen lentamente.

Aquel intento por atraer inversiones extranjeras de los últimos años del
gobierno de Perón era la base del postulado desarrollista. Esto se
contradecía con la posición que entonces tuvo Frondizi por su pensamiento
económico nacionalista, quien incluso en uno de sus libros afirmaba que YPF
(Yacimientos Petrolíferos Fiscales) podría autoabastecerse. Mediante el
programa de Chascomús de 1960, cambió su posición y propuso que no se
les impidiera, tanto a las empresas nacionales como a las extranjeras, la
posibilidad de promover nuestras fuentes naturales.
Según el Gobierno, la independencia económica del país se lograría
obteniendo inversiones extranjeras.
Este programa tuvo sus críticas, ya que no se asentaba en la teoría de las
ventajas comparativas porque se quería que el país elaborara productos que
se podían conseguir a un costo menor en el extranjero. Además, había
grupos que consideraban a las inversiones extranjeras antieconómicas
debido al egreso de divisas en regalías, intereses y dividendos.

Para poder captar inversiones extranjeras, el Estado sancionó la Ley N.°


147801. También se especulaba con que la mejor relación diplomática entre
Estados Unidos y la Unión Soviética permitiría liberar recursos antes
dedicados a la producción de armamentos. El desarrollismo veía un futuro
de paz y su estrategia se basaba en este supuesto.

1Ley 14780. (1958). Promoción Industrial. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado
de https://goo.gl/XUedVc

3
Gerchunoff y Llach indican que, en 1961, Estados Unidos, a través de la
Alianza para el Progreso, un sistema de ayuda técnica y financiera a los
países de América Latina, ampliaba el clima favorable para el desarrollismo,
al igual que los organismos internacionales, como el Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento, que luego fue el Banco Mundial (2018, pp. 295-
296).

En la época en que Frondizi asumía la presidencia, Brasil ya estaba


recibiendo los primeros frutos de su economía desarrollista. A las áreas de
energía, transporte e industrias, Brasil destinaba el 93,6 % de las inversiones
previstas en su Plan de Metas. El financiamiento era mixto, con predominio
estatal en los sectores de transporte y energético, y con mayor peso privado
en la siderurgia, industria automotriz, cemento y mecánica. El crecimiento
del PBI (producto bruto interno) de ese país fue del 8,2 %, más de lo que se
esperaba. Excepto en la extracción de petróleo y carbón, se cumplieron
aceptablemente los objetivos de producción; sin embargo, el aumento de la
inversión pública se financió básicamente con emisión monetaria, lo cual
provocó una inflación del 22 % anual entre 1957 y 1961. En el conflicto entre
desarrollo y estabilidad, Brasil optó por el primero, pero en Argentina se
resolvió de modo diferente.

El bajo nivel de reservas internacionales en el Banco Central de la República


Argentina (BCRA), con perspectivas de un nuevo déficit comercial para ese
año, era uno de los problemas más urgentes que debía encarar el Estado,
pero no era posible hacerlo en esos momentos con la receta tradicional de
reducir el gasto interno, debido a los compromisos asumidos antes de las
elecciones con el justicialismo.

Probablemente en cumplimiento de los acuerdos con Perón,


se revocaron los decretos anti-CGT que había dictado el
Gobierno militar y se sancionó una ley que reconocía
solamente al mayor gremio de cada rama de actividad, lo que
favorecía al sindicato peronista. Además… se decretó un
aumento del 60% de los salarios básicos de convenio, los
cuales estaban congelados desde febrero de 1956. Esta
decisión fue acompañada de una importante expansión
monetaria, que el presidente justificó: “Para que estos
aumentos salariales no dañen la actividad de las empresas, o
limiten su producción, el Estado, usando su autoridad sobre
el crédito, asistirá a quienes lo necesiten”. (Gerchunoff y
Llach, 2018, p. 297).

4
El incremento de los salarios y la inversión pública provocaron un déficit que
rozó el 9 % del PBI y fue financiado, en su mayoría, a través de la emisión
monetaria, lo que derivó en inflación.

Una de las primeras medidas del Estado fue la intensificación de los


controles sobre las importaciones. Aun así, la balanza comercial y de pago
fue deficitaria en 1958 y continuó el drenaje de reservas del BCRA. Hacia
fines de 1958, la inflación ya había erosionado el aumento de salarios de
mediados de año, el Estado estaba preparando un serio intento de
estabilización y ya había dado un primer paso en el terreno de la política
petrolera.

El plan de estabilización y el Fondo Monetario


Internacional (FMI)

Fue anunciado el 29 de diciembre de 1958 y consistía en un plan integral de


estabilización. Al realizar el diagnóstico de la situación, se insistía en que el
principal problema era el gran nivel de gasto público que superaba la
producción nacional; esto había llevado a que la economía tuviera déficit
comercial y un bajo nivel de inversión. El país estaba al borde de una
cesación de pagos. A su vez, la administración pública gastaba el doble de lo
que percibía en concepto de tributos y otras contribuciones.

La pobre renovación de capital, por su parte, había generado


un crecimiento de la capacidad productiva del país que no
acompañó al de la población y su nivel social, en tanto se
mantenían los niveles de consumo que excedían la real
capacidad de producción del país.
Pero, si la mala salud de la economía se debía a que el país
estaba gastando por encima de las posibilidades, el
restablecimiento requería una dolorosa contención del
consumo público y privado. Se advertía, entonces, que el
nivel de vida de los argentinos debía descender porque no se
puede consumir más de lo que se produce. (Gerchunoff y
Llach, 2018, pp. 302-303).

Las principales medidas que conformaban el plan fueron:

 Política cambiaria: se estableció un mercado único de cambios y su valor


se definía a través del libre juego de oferta y demanda. Esto llevó a una
maxidevaluación, pero aceleró el proceso inflacionario.

5
 Política arancelaria: se eliminaron los controles al comercio exterior,
aboliéndose los controles cuantitativos y los sistemas de permisos a las
importaciones.

 Regulaciones: se eliminaron los controles de precios y se restablecieron


los convenios salariales.

 Política fiscal: se pretendía la reducción del déficit fiscal mediante la


limitación de los gastos y el aumento de las tarifas de los servicios
públicos y combustibles.

 Política monetaria: se incrementaron los encajes y el BCRA se


comprometió a no financiar las operaciones de los bancos hipotecario e
industrial.

El programa contó con un importante apoyo externo, lo cual era necesario


para que el Estado contara con los recursos necesarios para financiar el
déficit y poder contener cualquier incremento innecesario en el tipo de
cambio. Entre los prestamistas se encontraban el FMI, el Tesoro de los
Estados Unidos y el Eximbank, además de instituciones privadas. Pero los
préstamos tenían también otro objetivo: garantizar que el esfuerzo de
estabilización y contención de gastos no condujera a comprometer los
objetivos del plan de desarrollo. En el anuncio final, se proyectó una
reducción del empleo estatal que comenzaría por el congelamiento de
nuevas vacantes. Entretanto, se suspenderían algunas obras públicas y
limitaría el aumento salarial del personal del Estado.

Según señalan Gerchunoff y Llach (2018), los sindicatos no podían aceptar


que un Gobierno que había accedido al poder con sus votos les impusiera un
programa diseñado, según su óptica, por el Fondo Monetario Internacional.
Este caldeado ambiente de 1958 se agravó al año siguiente, durante el cual
se acrecentaron los conflictos laborales, especialmente del sector público.
La resistencia laboral se comprende por el comportamiento del salario real
debido a la combinación de devaluación y contención de sueldos (2018, pp.
305-306).

Resultados de las medidas implementadas

La performance macroeconómica durante la primera mitad de 1959 fue


decepcionante: el dólar, que cotizaba a m$n 65, pasó a rozar los m$n 100 al
finalizar el año. Esta devaluación y los recargos a la importación hicieron que
la industria se enfrentase a costos cada vez mayores.

Las importaciones cayeron abruptamente y el PBI fue de un 6,5 % menor que


el año anterior. El deterioro del salario real debilitó el consumo y las

6
exportaciones apenas aumentaban. La inflación minorista triplicó su
anterior récord histórico con un registro del 129,5 %.

Se mantuvo una expansión monetaria como consecuencia de obligaciones


ya contraídas y una prolongada huelga bancaria impidió la implementación
del aumento de los encajes, lo que habría restringido el incremento de la
cantidad de dinero. Además, el público intentó guardar en dinero una menor
proporción de su riqueza para cubrirse de la depreciación, lo cual generó
mayor inflación.

Varios mecanismos se interconectaban para acrecentar las dificultades para


el equilibrio fiscal. Por un lado, el desolado cuadro macroeconómico que
contribuía a aumentar el déficit: la caída en el nivel de actividad reducía la
recaudación impositiva y la inflación deterioraba el valor de los impuestos y
las tarifas públicas. No se hacía demasiado para reducir el empleo público, a
pesar de ser redundante en algunas áreas.

La situación del Estado a mediados de 1959 era desesperante y se


rumoreaba un golpe de Estado que llegó en marzo de 1962 con el
derrocamiento de Frondizi, el cual fue llevado detenido a la isla Martín
García.

Referencias
Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). El impulso desarrollista. En Autores, El ciclo
de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas (pp.
283-333). Buenos Aires, AR: Paidós.

Ley 14780. (1958). Promoción Industrial. Honorable Congreso de la Nación


Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do;jsessionid=48B
FB6A362D077BA5E5DA737209F27D6?id=298035

7
El Gobierno
militar: las
reformas
económicas

Economía
Argentina

1
El Gobierno militar: las
reformas económicas
La debilidad política del Gobierno de María Isabel Martínez de Perón, la
importante participación del poder sindical a través de la CGT
(Confederación General del Trabajo), que condicionaba fuertemente las
políticas económicas y sindicales de ese Gobierno, los graves
enfrentamientos internos dentro del Partido Justicialista, la fuerte irrupción
de la guerrilla, la sensación de caos político y la aceleración del proceso
inflacionario impulsaron a las Fuerzas Armadas a tomar por la fuerza el
Gobierno el 24 de marzo de 1976.

El Gobierno se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional y


consideraba que el sector privado debía ser el motor principal de toda la
actividad económica. El equipo de Martínez de Hoz tenía objetivos
imprescindibles, como reducir la inflación y resolver los problemas de
desequilibrio externo. Sin embargo, todos los programas de estabilización
terminaron en fracaso y no pudo reducirse la crónica inflación. Durante la
gestión del primer ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz,
hubo intenciones de reducir la participación del Estado en la economía a
través de privatizaciones, desregulaciones de los mercados y aperturas de la
economía. Estos intentos tuvieron logros muy limitados.

El análisis de las políticas económicas se ha dividido en tres etapas: el


programa del 2 de abril de 1996, el Plan de Estabilización, de diciembre de
1983, en un contexto de alta inflación, y la grave crisis de endeudamiento
externo.

El programa económico de abril de 1976. Objetivos e


instrumentos
El día 2 de abril de 1976, se anunció la aplicación del Programa de
Recuperación, Saneamiento y Expansión de la economía argentina, a cargo
del ministro de Economía José Martínez de Hoz.

Los principales objetivos que se intentaban alcanzar eran:

1) Estabilidad de precios. Disminuir sustancialmente el aumento en el nivel


general de los precios, que en los primeros meses del año 1976 había
alcanzado tasas muy próximas a la de una economía hiperinflacionaria.
Se debía pasar de una economía de especulación a una de producción.

2
2) Crecimiento económico. Para esto había que corregir la crisis de la
Balanza de Pagos, que había alcanzado características alarmantes. En
marzo de 1976, el país se encontraba al borde de la cesación de pagos.
3) Distribución del ingreso “razonable”. Realizar una progresiva
distribución del ingreso de la sociedad en la medida en que las
condiciones del funcionamiento de la economía argentina lo permitieran.

En función de estos tres objetivos, se tomaron las siguientes medidas:

a) Sector externo. Para superar la grave crisis de la Balanza de Pagos, se


recurrió a la fijación de un tipo de cambio realista que permitía desalentar
todas las operaciones de especulación. Se tiende al establecimiento
progresivo de un mercado único y libre de cambio. La unificación del tipo
de cambio se produce en noviembre de 1976.

Para mantener el precio de la divisa en términos reales, se ajustó a la


evolución de los precios internos e internacionales a través de una
política de tipo de cambio activo.

Otra de las principales preocupaciones del equipo económico fue


disminuir sustancialmente las operaciones de pases que había alcanzado
en junio de 1976 la cifra de 1300 millones de dólares. Con un aumento en
la comisión de garantía, se desincentivó.

A partir de noviembre de 1976, se aplicó una disminución de los aranceles


a la importación, lo que afectó la protección de la industria nacional.
Según indica Alfredo Visintin, la medida fue aplicada para incentivar que
las empresas trabajaran eficientemente y disminuyeran los elevados
márgenes de beneficio para incentivar la productividad (2001, p. 188).

b) Política de ingresos. Las autoridades económicas dispusieron lo


siguiente:

1) Liberación de precios y congelamiento de salarios, para desalentar las


expectativas inflacionarias y restablecer la rentabilidad empresaria.
2) Aumento en los precios relativos de los productos agropecuarios, para
incrementar sustancialmente la producción, lo que permitió incrementar
la exportación y mejorar el saldo en la Balanza de Pagos.
3) Alza de las tarifas de las empresas del Estado, para disminuir
sustancialmente el déficit fiscal y permitir el financiamiento de sus
inversiones con recursos genuinos.
4) Ajuste de las tasas de interés para desalentar las inversiones hacia activos
externos y eliminar el subsidio que los ahorristas del sistema financiero
habían otorgado a los tomadores de préstamos.

3
c) Sector público. La principal causa de la inflación era el déficit fiscal.
En función de este diagnóstico, el sector público debía disminuirlo
sustancialmente como proporción del PBI (producto bruto interno),
ya que había alcanzado en 1975 el 12,5 %. Para ello, se aplicaron las
siguientes medidas:

1) Aumento de la presión fiscal a través de la implementación de


nuevos impuestos y el mejoramiento de la recaudación impositiva.
Se dispuso la indexación de las deudas impositivas y se aplicó el
impuesto a la regularización impositiva en 1977.
2) Disminución progresiva del personal de la administración pública,
que debía ser absorbida por el sector privado.
3) Racionalización de las empresas del Estado para convertirlas en
empresas eficientes y disminuir su déficit.
4) Aumento sustancial y progresivo de los precios y tarifas de los bienes
y servicios de las empresas del Estado.
5) Reducción sustancial de las transferencias de fondos de la Tesorería
General de la Nación a las provincias.
6) Transferencia al sector privado de las empresas del Estado que el
Gobierno anterior había adquirido para evitar la desocupación de la
mano de obra.

d) Sector financiero. En la primera etapa de la gestión económica de


Martínez de Hoz, el principal objetivo en el sector financiero fue
aumentar la demanda de moneda. Esta se hizo a través de un
aumento de los rendimientos reales de los activos financieros,
manteniendo tasas de interés que tuviesen en cuenta la tasa de
inflación.

Otro de los objetivos de incrementar la tasa de interés fue preservar


a los ahorristas del deterioro permanente de sus recursos, provocado
por el proceso inflacionario.

A partir de junio de 1977, hubo un nuevo régimen financiero nacional


con la Ley N.° 21495 de Entidades Financieras1. De esta manera se
volvió al sistema tradicional porque se establece el mercado libe en
materia de tasa de interés, por lo que cada institución bancaria podía
fijarla de acuerdo con su criterio.

El conjunto de medidas económicas dispuestas por el equipo económico


tuvo un efecto negativo en el nivel de la actividad económica, en especial en
el segundo y tercer trimestre de 1976, donde la capacidad ociosa de la
economía alcanzó valores muy elevados. La tasa de crecimiento de PBI en

1 Ley 21495. (1977). Entidades Financieras. Presidencia de la Nación Argentina. Recuperado de


https://goo.gl/tPbUqK

4
1976 disminuyo en 2,9 % con respecto al año anterior. Debido a los elevados
precios relativos del sector agropecuario, se produjo un aumento en su
producto del 4,4 % con respecto a 1975.

La recesión producida en 1976 fue producto de la redistribución regresiva


del ingreso ocasionada por la política de liberación de los precios, por el
ajuste permanente en el tipo de cambio y por la rígida política salarial. La
demanda global de la sociedad disminuyó. Con esta redistribución del
ingreso, se conseguía el aumento de los saldos exportables necesarios para
resolver la crisis en la Balanza de Pagos.

Una de las áreas donde el Estado tuvo mayor éxito fue en las finanzas
públicas. El déficit fiscal, como proporcional del PBI, disminuyó del 12,5 % en
1995 al 7,8 % en el año 1976, alcanzando el 3 % durante 1977.

Desde el mes de junio de 1976, se desaceleró la tasa de inflación. A favor del


déficit fiscal, que se había reducido, la tasa de inflación seguía elevada.

El plan de diciembre de 1978. El proceso de apertura


de la economía y la formación de la deuda externa

La primera etapa del plan económico de José Martínez de Hoz en materia de


inflación había fracasado. Las metas inflacionarias seguían siendo
excesivamente elevadas. Por eso, se decidió aplicar un nuevo programa de
estabilización que tenía su base en los siguientes aspectos:

1) Política arancelaria. Se produjo una apertura de la economía


reduciendo aranceles a la importación de los bienes de consumo,
intermedios y de capital. También se recortaron las retenciones a las
exportaciones.
2) Política cambiaria. Se estableció la evolución del tipo de cambio
nominal a través de la “tablita cambiaria”. Esta establecía, por una
extensión prolongada de tiempo (nueve o diez meses), la cotización
día a día del tipo de cambio para dar una adecuada credibilidad a los
agentes económicos. La fuerte devaluación de la moneda desde la
iniciación del plan del 2 de abril de 1976 hacía impredecible la
evolución de la moneda. “La tasa de inflación iba a estar determinada
por la suma de la inflación internacional más el ritmo de la
devaluación” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 421).
3) Política fiscal. Se ajustaron las tarifas de las empresas públicas para
reducir su déficit de financiamiento y dar los incentivos adecuados a
los agentes económicos en materia de consumo, producción e
inversiones.

5
El programa redujo la tasa de inflación del 170 % en 1978 hasta el 85,5 % en
1980. Durante el término de dos años, de enero de 1979 a diciembre de
1980, la inflación interna fue siempre superior a la inflación externa más la
devaluación prevista por la tablita cambiaria. Este hecho significó que el
dólar estuviera “barato”; es decir, que había un atraso cambiario.

Este atraso tuvo efectos sobre cuentas que conforman la Balanza de Pagos:

 En la cuenta corriente: la apreciación de la moneda argentina tuvo el


impacto de incrementar las importaciones de bienes y servicios y
disminuir las exportaciones, lo que provocó importantes déficits en la
Balanza Comercial. En el año 1980, el déficit en la Balanza Comercial
alcanzó los 2519 millones de dólares. En el primer cuatrimestre de 1981,
el atraso cambiario alcanzó los máximos valores.
 En la cuenta capital: el resultado fue positivo, lo cual compensó los
resultados negativos que se producían en la Balanza Comercial y la cuenta
corriente, lo que evitó una crisis cambiaria.

En esta etapa, se estaba produciendo un fuerte endeudamiento externo,


pero quien se endeudaba adquiría activos externos, a medida que el tipo de
cambio se iba retrasando, en especial a fines de 1980 y principios de 1981.
Los agentes económicos agudizaron el proceso de dolarización y de
incremento de importaciones “preventivas”.

Paralelamente, hubo una fuerte disminución en la rentabilidad del sector


agropecuario y una caída en las exportaciones agropecuarias. Durante este
período el sector agropecuario realizó una tenaz oposición al equipo
económico.

La crisis económica del Gobierno militar y el anuncio del nuevo presidente,


el general Viola, y el nuevo ministro de Economía, Lorenzo Siguat, en
reemplazo de José Martínez de Hoz, hicieron perder toda credibilidad al
equipo económico, lo cual agudizó aún más el proceso de fuga de capitales.

Causas del fracaso del programa de estabilización de


diciembre de 1978

Dos causas llevaron al fracaso del plan de Martínez de Hoz de diciembre de


1978:

1) El lento ritmo de la convergencia de la inflación interna a la inflación


externa más la devaluación, que recién se alcanza a fines de 1980,
cuando la crisis externa estaba a punto de estallar.

6
2) El inadecuado manejo de la política fiscal y monetaria, que generó
importantes presiones sobre el lado de la demanda agregada de la
sociedad.

Durante el período 1979-1981, la inflación interna siempre fue superior al


ritmo de devaluación preanunciado en la tablita. Esto incentivó fuertemente
el aumento en las importaciones y la disminución en las importaciones.

El nivel general de precios está conformado por el precio de los bienes


comercializables (importables y exportables) y el precio de los bienes no
comercializables y servicios. Los precios de los bienes no comercializables y
servicios siguieron incrementándose en forma significativa.

Existieron razones microeconómicas del aumento en la inflación por encima


de las pautas. El elevado gasto público y el déficit fiscal que se mantuvo
durante este período produjeron un importante crecimiento en la demanda
agregada de la economía, lo que ocasionó importantes presiones
inflacionarias. El déficit fiscal, como porcentaje del PBI en los años 1979,
1980 y 1981, fue creciendo sustancialmente, hasta llegar en el último año al
18 %.

Las tasas de interés y la crisis de los bancos de 1980 y


1981

La liberación de las tasas llevó a un endeudamiento creciente de las


empresas que en el pasado habían estado habituadas a tasas negativas, ya
que con la inflación sus pasivos se licuaban, por lo que no tenían problemas
de solvencia. Esto llevó a que muchas empresas no pagaran sus deudas a los
bancos y dejaran acumular los intereses sobre los créditos impagos,
esperando algún salvataje del Estado. Los bancos, para poder seguir
pagando a sus depositantes, trataban de captar más ahorro subiendo las
tasas de interés. Pero el público se dejaba atraer por entidades dudosas solo
porque los depósitos estaban garantizados por el Estado. En caso de que no
los pagaran, como efectivamente ocurrió en sonados casos en el año 1980,
lo haría el Banco Central de la República Argentina (BCRA). Se produjo una
crisis bancaria que el BCRA afrontó redescontando carteras que en su
mayoría eran incobrables, por lo que varias de esas entidades entraron en
liquidación.

Antes de que concluyera la presidencia de Videla, el ministro Martínez de


Hoz decidió abandonar el programa de pautas devaluatorias anunciadas y
efectuar una devaluación del 10 %, con lo que se pensaba que se
solucionaría el atraso cambiario.

7
Cuando se produjo el cambio de autoridades, las expectativas habían
cambiado. El fracaso de los ajustes de 1981 provocó una serie de
devaluaciones que, para adelantarse a los precios, fueron cada vez mayores.
Tras un enorme desbarajuste, se había logrado una devaluación real. La
caída de los ingresos reales tuvo un efecto negativo sobre la actividad
económica.

Durante el período de la devaluación pautada, se había incrementado la


deuda pública y la privada: la primera, financiando al Estado y a las empresas
públicas con endeudamiento externo, y la segunda, mediante diversos
mecanismos que acentuaron la fuga de capitales que se venía registrando
desde 1975.

El Estado asumió ante los acreedores externos una gran parte de la deuda
privada, reemplazándola con obligaciones de los deudores en pesos que, al
ser ajustadas por una tasa más baja que la inflación, resultó un subsidio a los
deudores.

Todo ello generó un clima de general desconfianza y resentimiento, por lo


que se cuestionó la legitimidad del sistema (evasión generalizada) y, por
ende, del régimen político.

Con tasas reales positivas por un período prolongado, se habían acumulado


pasivos públicos y privados enormes. En julio y agosto de 1982, se resolvió
comparar la deuda pública indexada VAVIS (Valores Nacionales Ajustados y
Cédulas Hipotecarias). Esto produjo un salto inflacionario de importancia
que redujo el peso real de la deuda interna.

En la parte final del período militar, se aumentaron los salarios y se trató de


recuperar, al menos parcialmente, el atraso tarifario. La situación fiscal
estaba comprometida y los compromisos externos muy serios resultaron
más abultados por el alza de las tasas internacionales de interés.

La gestión económica del período 1981-1983

Desde el punto de vista macroeconómico, la gestión de Lorenzo Sigaut en el


año 1981 significó una aceleración de la inflación, que pasó al 131 %, el PBI
cayó en un 6,6 %, la crisis en Balanza Comercial fue elevada, con un resultado
negativo de 287 millones de dólares, y, por el efecto Olivera-Tanzi, el déficit
fiscal alcanzó el 18 % del PBI.

Los graves inconvenientes de naturaleza cambiaria que se produjeron en el


país llevaron a que las reservas del BCRA se redujeran en forma significativa.
El Estado tuvo que realizar una estatización de la deuda, lo cual permitió que
los agentes económicos privados abonaran al BCRA en pesos y este último

8
financiara la deuda externa con bonos o títulos con garantía del Estado
nacional.

Un nuevo cambio de la política económica se produjo con la llegada del


general Leopoldo Galtieri con todo el poder político a fines de 1981, con el
acompañamiento del Dr. Roberto Alemann como ministro de Economía. Los
tres principios básicos de política económica que se establecieron fueron
que la economía se iba a desregular, desestatizar y desmonopolizar. La idea
era profundizar el programa liberal.

El conflicto armado con Gran Bretaña le quitó todo el sustento de


credibilidad en la sociedad argentina al Gobierno y las Fuerzas Armadas se
vieron obligadas a transferir el poder a los partidos políticos.

9
Referencias
Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). Vértigo Económico en tiempos violentos.
En Autores, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas
económicas argentinas (pp. 385-437). Buenos Aires, AR: Paidós.

Ley 21495. (1977). Entidades Financieras. Presidencia de la Nación


Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/180000-
184999/183491/norma.htm

Visintin, A. (2001). El proceso de reorganización y sus políticas económicas.


En Autor, Las políticas económicas en Argentina. Un enfoque histórico y
analítico (pp. 185-204). Córdoba, AR: Asociación Cooperadora de la Facultad
de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba.

10
El
radicalismo

Economía
Argentina

1
El radicalismo: el Plan Austral,
El Plan Primavera, la
hiperinflación
La asunción al Gobierno del presidente Raúl Alfonsín en diciembre de 1983
había despertado una gran expectativa en la sociedad argentina por el
advenimiento de la democracia, por la vigencia plena de los derechos y
libertades individuales y por las políticas económicas que seguramente
llevaría un Gobierno popular.

La disminución del PBI (producto bruto interno) por persona entre 1974 y
1984 fue del 15 %. Esto generaba una fuerte presión para resultados
favorables. Además, existía un elevado endeudamiento externo de la
economía. Habían disminuido las reservas internacionales a niveles que
comprometían los pagos internacionales.

Durante su gestión, Alfonsín tuvo una fuerte oposición por parte del
sindicalismo argentino y de los principales partidos opositores, en especial,
del justicialismo y de grupos “internos” dentro del mismo partido político.

La gestión económica en el período desde diciembre de


1983 hasta febrero de 1985

La primera etapa de la gestión encabezada por el ministro de Economía,


Bernardo Grispun, estuvo destinada fundamentalmente a lo siguiente:

1) Incrementar el salario real a través de una política de incrementos


nominales por encima de la tasa de inflación, lo cual posibilitó expandir
la demanda agregada de la sociedad. Los salarios, para mantener su
poder de compra, se indexaban en forma mensual.
2) Propiciar una redistribución del gasto público.
3) Iniciar un proceso de negociación de la deuda externa con el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y demás organismos internacionales, el
cual llegó a firmarse a fines de 1984.
4) Mantener una política fiscal y monetaria no contractiva para satisfacer
ciertas urgencias de naturaleza social.
5) Aumentar el tipo de cambio y las tarifas de las empresas públicas en
términos reales.
6) Controlar los precios a través de la discusión de los márgenes o mark-up.

2
La reactivación de la demanda agregada a través del aumento en los salarios
reales incrementó el PBI en el año 1984 en un 2,6 %.

La inflación aumentó en los primeros meses de 1985, de modo tal que llegó
a la hiperinflación con tasas del 25 % al 35 % mensual. El déficit fiscal en 1984
se mantuvo en niveles muy elevados, de alrededor del 9 % del PBI
considerando el sector público no financiero, y del 12,5 % para el déficit
cuasi-fiscal del Banco Central de la República Argentina (BCRA).

El nuevo Gobierno inició negociaciones con el FMI y con los bancos


extranjeros para resolver el problema de endeudamiento externo, ya que en
diciembre de 1983 la deuda externa alcanzaba los 45 069 millones de
dólares.

El Plan Austral

El nuevo equipo económico implementó el denominado Plan Austral en


junio de 1985, luego de haber realizado un diagnóstico de la situación
económico-social, que estaba caracterizada por

a) una aceleración de la tasa de inflación;


b) una creciente desmonetización, con una reducción de la cantidad de
dinero, medida por el agregado monetario M1;
c) la recesión en los primeros meses de 1985;
d) un aumento del déficit fiscal por el efecto Olivera-Tanzi.

Las principales medidas de la política económica aplicadas fueron las


siguientes:

1) Congelamiento de todos los precios privados, sueldos, tarifas del sector


público y tipo de cambio (fijado en ₳0,80 = 1 USD).
2) En las semanas previas al lanzamiento del plan, se fue realizando un
ajuste: se aumentaron el tipo de cambio nominal, las tarifas y los precios
de los servicios de las empresas públicas por encima de la tasa de
inflación.
3) El déficit fiscal debía reducirse al 2,5 % del PBI. Se incrementaron las
retenciones a las exportaciones, se aumentaron los aranceles a las
importaciones y se redujo el plazo de captación del impuesto al valor
agregado.
4) El BCRA se comprometió a no imprimir dinero para financiar el déficit
fiscal.
5) Se regularon las tasas de interés con la tasa de inflación futura esperada.
6) Se creó una nueva moneda, el austral (₳1 = $a1000), y fue revaluado día
a día.

3
El objetivo era evitar transferencias de riquezas importantes de un sector a
otro en la economía. Con este mecanismo se aplicó el “desagio” de los
contratos del sector público y del sector privado. “Los contratos pactados en
la moneda antigua, que incorporaban una alta expectativa de inflación, se
transformaban automáticamente a australes a través de una tabla de
conversión que mantenía el valor real esperado de los pagos futuros”
(Gerchunoff y Llach, 2018, p. 460).

El Estado consiguió el apoyo político y financiero del Gobierno de Estados


Unidos y del FMI. El acuerdo financiero permitió obtener préstamos por un
total de 3400 millones de dólares.

El propósito que tuvo el congelamiento de todos los precios de la economía


era que desapareciera la inflación inercial, ya que el diagnóstico realizado
por el Estado indicaba que esta era la causa principal del incremento de
precios. Para esto, en el corto plazo, el equipo económico reconocía que lo
fundamental era la política fiscal y monetaria restrictiva; era, en el largo
plazo, la principal garantía de estabilidad de precios.

Los resultados del Plan Austral fueron muy elogiables en los primeros meses.
La tasa de inflación disminuyó del 31 % en junio de 1985 al 6 % en julio de
1985, y en los siguientes meses los precios mayoristas crecieron en solo un
1 %, mientras que el índice de precios al consumidor subió un 3 %. La
población apoyó al Plan Austral y hubo un control voluntario de los precios,
sin la participación del Estado.

La actividad económica en el sector industrial se expandió en el último


semestre de 1985 y todo el año en 1986, como consecuencia de la caída en
la inflación.

De una caída del 4,3 % en el nivel del PBI en 1985, se produjo un incremento
del 5,6 % en 1986. Por el efecto Olivera-Tanzi, el déficit fiscal disminuyó del
8,3 % del PBI a la meta planteada del 2,5 % del PBI en el último cuatrimestre
de 1985.

Uno de los principales motivos de este logro fue el importante incremento


de la recaudación impositiva y de los ingresos de las empresas del Estado. Al
reducirse la tasa de inflación, no hubo pérdidas de ingresos entre el
momento en que se consumía (o se devengaba) el servicio y el momento en
que se lo abonaba.

Como consecuencia de la disminución de la tasa de inflación, el grado de


monetización de la economía subió. La oferta monetaria siguió creciendo,
expandida a través de la política de redescuentos, lo que generó presiones

4
inflacionarias por el lado de la demanda. De un déficit fiscal para todo el año
1985 del 7,9 % de PBI, se redujo al 4,1 % en el año 1986.

Como el índice de precios al consumidor seguía subiendo, los salarios


comenzaron a “indexarse”, lo cual provocó presiones sobre los precios
industriales. El aumento de precios fue compensado con la reducción de las
retenciones a las exportaciones industriales y agropecuarias. A partir de
1985, se produjo una disminución en los precios internacionales de los
productos agropecuarios que afectó la rentabilidad del sector primario.

En abril de 1986, las autoridades procedieron a la descongelación de las


principales variables del proceso inflacionario: el tipo de cambio y los precios
y las tarifas de los servicios públicos. Este proceso de descongelamiento
“relajó” las políticas y poco a poco fueron incrementándose los precios y los
salarios, y la inflación volvió a aparecer en el tercer y cuarto trimestre de
1986. El déficit fiscal se agravó a fines del año 1986.

El Plan Austral poco a poco iba agonizando. Hubo un nuevo congelamiento


de todas las variables en febrero de 1987.

Las causas que provocaron el fracaso del plan fueron:

1) En la primera etapa, cuando se lanzó el Plan Austral, el equipo


económico no controlaba ciertas áreas clave, como el BCRA y ciertas
secretarías del Ministerio de Economía. Cuando había tomado control de
las principales áreas del Ministerio de Economía y del BCRA (agosto de
1986), ya había perdido “el shock de confianza”. El Plan Austral estaba
casi agotado.

2) El equipo económico no contaba con la credibilidad del Partido Radical.


El plan era bastante heterodoxo en términos de las políticas
implementadas, de modo tal que era acusado de “monetarista” por
ciertos sectores del partido oficial.

3) El Plan Austral tuvo la oposición de la CGT (Confederación General del


Trabajo), que siempre llevó a cabo una sistemática oposición al gobierno
radical. El Partido Justicialista, desde el Congreso, se opuso a la
legislación de las medidas económicas que se adoptaron.

4) El Plan Austral tuvo éxito al reducir la tasa de inflación de corto plazo,


eliminando la “inflación inercial” y evitando importantes transferencias
de riquezas entre los sectores. El equipo económico no atacó a los
fundamentals, realizando una restricción en las políticas monetarias y
fiscales que permitieran reducir la inflación en el largo plazo. El equipo

5
económico no pudo controlar la política de fuerte expansión de los
redescuentos.

5) El equipo económico no implementó un programa de reformas


estructurales que permitiera reducir el gasto público.

La enseñanza que dejó el Plan Austral fue que, a pesar del gran apoyo que
tuvo el Gobierno por parte de la sociedad argentina durante los primeros
meses, le permitió al Partido Radical ganar las elecciones legislativas de
diciembre de 1985. Al no poder llevar a cabo la política fiscal y monetaria,
estaba condenado al fracaso. Las probabilidades de éxito de largo plazo de
este plan eran realmente reducidas.

En octubre de 1987, se anunció la implementación de un programa con una


nueva congelación de precios y ajustes de tarifas, el llamado Australito. Para
reducir el déficit, el Estado envió al Congreso un conjunto de leyes
impositivas complementado con un alza de tarifas públicas y un mayor
control de evasión. Se incluyeron modificaciones al impuesto a las ganancias
y al impuesto al patrimonio neto. Se adoptaron medidas tendientes a
restringir la expansión de los préstamos del BCRA.

La recaudación de nuevos impuestos no logró compensar la pérdida del


impuesto inflacionario.

Las elecciones de septiembre de 1987, que ganó el Partido Justicialista a


nivel nacional y que le permitieron alcanzar una importante proporción de
representantes en la Cámara de Diputados, le restaron sustento político al
Estado y limitaron su posibilidad de hacer política económica hasta la
finalización del mandato del presidente Alfonsín.

Una vez producida la derrota política, el equipo económico trató de tomar


la iniciativa para encauzar el rumbo económico caracterizado por una
aceleración de la tasa de inflación. Las principales acciones tomadas por el
Gobierno en octubre de 1987 fueron las siguientes:

a) Congelamiento de precios, salarios y tarifas de las empresas públicas.


b) Nuevo paquete impositivo tendiente a cerrar la brecha fiscal.
c) En el mercado financiero, las tasas de interés se iban a fijar
libremente.
d) En el mercado de cambio, las transacciones financieras se iban a
realizar por el mercado libre y las operaciones comerciales por el
equipo de cambio comercial fijado por el BCRA.
e) Se lanzó una nueva Ley N.° 23614 de Promoción Industrial.1

1Ley 23614. (1988). Promoción Industrial. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado
de https://goo.gl/kFusia

6
f) Se estableció una nueva Ley de Coparticipación Federal de Recursos
Fiscales2 para evitar los conflictos con los Gobiernos provinciales.

El congelamiento de las variables duró solo hasta diciembre de 1987.

La tasa de inflación durante 1987 alcanzó un nivel de 174,8 %, medida por el


índice de precios al consumidor, y de 181,8 %, si se utiliza el precio
mayorista. El PBI aumentó el 2,2 % y la inversión con respecto al PBI alcanzó
el 13,1 %. Esta aceleración de la actividad económica provocó una caída en
el saldo de la Balanza Comercial a 541 millones de dólares y la cuenta
corriente fue negativa en 4236 millones de dólares. El tipo de cambio real
creció levemente en 1986, en un 2 % con respecto a 1985 y en un 12 % en
1987. El salario real disminuyó en un 16 % con respecto a 1984.

El Plan Primavera. Objetivos, instrumentos y


resultados
En abril de 1988, el Estado decidió suspender el pago de los intereses de la
deuda externa por la insolvencia en el sector externo.

La tasa de inflación se aceleró a mediados de 1988 y llegó en agosto a valores


cercanos del 28 %. El tipo de cambio se había devaluado un 45 %. El grado
de monetización de la economía se había reducido. El peligro de la
hiperinflación obligó al equipo económico de Juan Sourrouille a lanzar, a
principios de agosto de 1988, el denominado Plan Primavera. La falta de
credibilidad política llevó al Gobierno al acuerdo con los empresarios de un
apoyo para la política de precios.

Uno de los pilares sobre los que tuvo su base el Plan Primavera fue el
funcionamiento del mercado cambiario. Las importaciones de bienes y
servicios y el pago de intereses privados de la deuda externa debían
realizarse a un tipo de cambio libre. Las exportaciones agropecuarias y el 50
% de las exportaciones industriales se venderían al tipo de cambio oficial
fijado por el BCRA, que vendería en el mercado las divisas que adquiría a los
exportadores a los agentes que demandaban importaciones. La diferencia
cambiaria entre el tipo de cambio oficial y el libre era del 25 % y era captado
por el BCRA como un superávit cuasifiscal.

El tipo de cambio se mantendría fijo por el término de dos meses y luego se


realizaría una política de tipo de cambio reptante o crawling peg (que sería
igual a la inflación menos el 2 %). Los precios se incrementaron solo el 5 % y

2Ley 23548. (1988). Coparticipación Federal de Recursos Fiscales. Honorable Congreso de la Nación
Argentina. Recuperado de https://goo.gl/wGthpE

7
los salarios serían fijados por convenciones colectivas de trabajo. Las tarifas
y precios de los servicios públicos se indexarían (inflación menos el 1 %).

En materia fiscal se disminuyó la tasa de impuesto al valor agregado (del 18


% al 15 %). El equipo económico apostaba a que aumentara la recaudación
por el conocido efecto Olivera-Tanzi. En política comercial se redujeron las
restricciones paraarancelarias, se eliminaron las exenciones de impuestos a
las importaciones de bienes de capital y, en septiembre de 1988, se
redujeron los aranceles a las importaciones.

Los resultados del Plan Primavera fueron promisorios en materia de


inflación: luego de los elevados niveles de agosto, la tasa de inflación bajó
en diciembre el 6,8 % (5,7 % para mayoristas). El incremento que tuvieron
los precios desde agosto de 1988 hasta fin de diciembre de 1988 atrasó el
tipo de cambio real. El grado de la monetización de la economía comenzó a
disminuir.

La actividad económica durante el año 1988 (el PBI disminuyó en 2,5 %) y la


disminución de la inversión pública y privada permitieron reducir las
importaciones y mejoraron el superávit comercial, que alcanzó los 3800
millones de dólares. Los déficits en cuenta corriente y de pagos se
mantuvieron en elevados niveles de 1572 y 1408 millones de dólares en
1988. El grado de monetización de la economía cayó al 3,3 % del PBI, las
tasas de desempleo y subempleo crecieron y el déficit fiscal aumentó al 7,8
%.

En mayo de 1989, los agentes económicos comenzaron a sustituir los activos


nacionales por extranjeros a través de compras de divisas en el mercado.

En enero de 1989, el Plan Primavera llegó a su fin con una corrida cambiaria
que incrementó el dólar en el mercado libre, lo que le impidió al BCRA seguir
vendiendo en el mercado cambiario. La política monetaria no pudo evitar la
corrida cambiaria.

La escapada del dólar y el fin del Plan Primavera trajeron aparejada una
aceleración de la inflación, que comenzó a subir durante los meses de
febrero (9,6 % para el índice de precios al consumidor y 8,4 % para el índice
de precios mayoristas) y marzo (17 % de aumento de precios al consumidor
y 19 % para mayoristas).

La hiperinflación de la transición democrática

La renuncia del equipo económico de Sourrouille, la confrontación política


entre Angeloz y Menem y la situación de insolvencia externa en reservas

8
internacionales provocaron una permanente huida del peso hacia el dólar,
lo que agravó la subida del tipo de cambio y el aumento de la inflación.

Esta reducción de monetización de la economía le impedía hacer política


monetaria al Estado. La prima en el mercado de cambio era muy elevada: en
febrero, 65 %, en marzo, 105 %, y en abril de 1989, el 79 %. En estas
condiciones, con una inflación y un tipo de cambio libre, las autoridades
económicas se vieron obligadas a liberar en mayo el mercado de cambio, lo
cual aceleró el proceso inflacionario. La tasa de inflación de abril de 1989
alcanzó el 33,4 % por los precios al consumidor y el 58 % por los precios
mayoristas.

Las tasas de interés nominales eran muy elevadas en razón de la alta


inflación. El triunfo de Menem en el contexto económico y social llevó, a
pesar del último intento de hacer política económica, al proceso
hiperinflacionario con graves crisis y revueltas sociales. La tasa de inflación
del mes de mayo alcanzó el 78,4 % (para mayoristas el 104 %) y el mes de
junio fue del 114,5 % (132,3 % para mayoristas). En junio la prima entre el
tipo de cambio libre y oficial llegó al 91 %. La disminución en la monetización
de la economía hacía imposible hacer política monetaria.

En numerosas ciudades hubo graves disturbios sociales motivados por la


grave caída del salario real y del nivel de actividad económica. En abril de
1989, la tasa de desempleo trepó al 8,1 % y la tasa de subempleo al 7,9 %.
Esta difícil crisis económica y social llevó al presidente Alfonsín a transferirle
el poder al nuevo presidente elegido.

El traspaso político de un presidente constitucional a otro luego de 60 años


fue traumático en términos económicos y sociales para la sociedad
argentina. Una lección que ha dejado el diseño de las políticas económicas
del Gobierno radical es que la reducción permanente de la inflación debe
tener su base en la reducción del déficit fiscal y en políticas monetarias.

9
Referencias
Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). La democracia y el difícil gobierno de la
economía (1983-1989). En Autores, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un
siglo de políticas económicas argentinas (pp. 439-484). Buenos Aires, AR:
Paidós.

Ley 23548. (1988). Coparticipación Federal de Recursos Fiscales. Honorable


Congreso de la Nación Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/20000-
24999/21108/texact.htm

Ley 23614. (1988). Promoción Industrial. Honorable Congreso de la Nación


Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-
4999/14/norma.htm

10
Reformas
económicas
aplicadas en la
década de 1990

Economía
Argentina

1
Reformas económicas
aplicadas en la década de 1990
En el año 1989, confluyeron dos hechos inéditos de la historia
argentina: el desborde hiperinflacionario y la transmisión de
mando entre dos presidentes de distinto partido elegidos
limpiamente…
La experiencia hiperinflacionaria fue, sin duda, definitoria
para moldear lo que se pensaba y se decía sobre la economía
argentina… El debate de ideas pasaba rápidamente al centro
de la escena como proveedor de posibles soluciones, y en él
dominaba una visión que incorporaba ciertas proposiciones
generales que en estas latitudes se asociaban al liberalismo,
entre las cuales sobresalía la idea de reducir el ámbito de
acción del Estado…
Esa evolución en el debate sobre los problemas
económicos argentinos se alimentaba de un clima intelectual
de época, que revalorizaba al mercado frente al Estado en los
diversos campos de la economía que estaban en conflicto…
Estas intervenciones habían detenido el crecimiento
económico. Además, el déficit fiscal persistente había
resultado primero en la alta inflación y, finalmente, en la
hiperinflación, fenómenos que a su turno acentuaban la
decadencia relativa de Argentina. (Gerchunoff y Llach, 2018,
pp. 485-486).

Carlos Menem asumió la presidencia en julio 1989, el poder se había


traspasado antes de la fecha establecida como consecuencia de la
hiperinflación que no se podía contener. Por esto, el primer equipo
económico lanzó el Plan BB (conocido de esta manera porque los principales
referentes pertenecían a la empresa Bunge y Born) con el objetivo de lograr
la estabilización.

Las medidas no funcionaron y, en diciembre de 1989, hubo otro proceso de


hiperinflación que derivó en un cambio en el Ministerio de Economía, en el
que asumió Erman González. Su plan económico más conocido fue el Plan
Bonex, que buscaba controlar el incremento del tipo de cambio.

Las principales medidas dispuestas en el Plan Bonex fueron las siguientes:

2
1) A partir de enero de 1990, los depósitos a plazo fijo serían canjeados
compulsivamente por bonos externos serie 89 a la par por tipo de cambio
libre. No había más operatoria a plazo fijo, las cuentas de cajas de ahorros
y cuenta corriente no se verían afectadas.
2) También, la totalidad de bonos emitidos por el Gobierno nacional
nominados en pesos moneda nacional serían convertidos a bonos
externos 89 a la par.
3) Se anunciaron también medidas de restricción de gasto público y se
intentó realizar un mayor control de la empresa del Estado (Visintin,
2001, pp. 232-233).

Plan de Convertibilidad

En 1991 asume como ministro de Economía Domingo Cavallo, quien


profundizó las reformas económicas y aplicó la ley de convertibilidad.1

1) Tipo de cambio fijo: la paridad era de ₳10 000 = 1 USD; a partir del 1 de
enero de 1992, con el cambio de moneda, pasa a ser $1 = 1 USD.
2) Se establece que la totalidad de los medios de pago está plenamente
respaldada por las reservas o divisas internacionales. Era una caja de
conversión similar a la existente durante los tiempos del patrón oro.
3) La única manera de expandir o contraer la cantidad de dinero es a través
del resultado en la Balanza de Pagos. Es decir que solo se podía emitir si
aumentaban las reservas internacionales.
4) Se puso un énfasis fundamental en la reducción del déficit fiscal a través
del aumento en la recaudación fiscal y de la restricción del gasto público.
5) Aplicación de políticas de desindexación de la economía.
6) Continuación de los procesos de privatización iniciados con Erman
González.
7) Solución definitiva al problema de la deuda externa a través de la
incorporación de Argentina al Plan Brady, anterior al acuerdo con el
Fondo Monetario Internacional (FMI), a través del préstamo de
facilidades extendidas.
8) Continuidad de la desregulación de los mercados.

Las reformas estructurales de la década de 1990

Las principales reformas estructurales que significaron un cambio en la


estructura de la sociedad argentina comenzaron en 1989 y consistieron en
lo siguiente:

1 Ley 23928. (1991). Convertibilidad del Austral. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Recuperado de https://goo.gl/fCgvnJ

3
1) Privatización de las empresas de servicios públicos.

La Ley Reforma del Estado2 fijó el marco normativo para la privatización de


un gran número de empresas públicas, incluyendo las compañías de
teléfonos, de aviación comercial, los ferrocarriles, los complejos siderúrgicos
y petroquímicos y las rutas y puertos (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 503).

A su vez, se crearon los marcos regulatorios para el funcionamiento de


empresas estatales con características de monopolios naturales.

Los factores por los cuales se impulsaron las privatizaciones fueron: los
desequilibrios financieros de las empresas que tenían un impacto negativo
en las cuentas públicas, su bajo nivel de productividad de mano de obra y
capital y, en muchos casos, su inoperancia en la prestación de los servicios.

Los sectores energéticos son los que generaron los mayores recursos
obtenidos, considerando el sector eléctrico, el sector petróleo, el sector
gasífero y la venta de las acciones de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
En el caso de las empresas telefónicas, el valor obtenido por la venta de
Telefónica S. A. Otra importante privatización fue la de Aerolíneas
Argentinas. También fue concesionada por el término de 30 años la
prestación del servicio del agua y cloacas de capital federal, que estaba en
manos de Obras Sanitarias. Los ferrocarriles fueron concesionados, pero con
una característica especial: al ser fuertemente deficitarias, estas actividades
se adjudicaban a aquellos grupos empresarios que solicitaron el menor
subsidio.

Con base en la información disponible, las privatizaciones de las empresas


estatales le permitieron recaudar al Estado nacional alrededor de 30 000
millones de dólares en el período 1990-2000.

A las privatizaciones se fueron sumando otras políticas


[como] el traspaso de los servicios de salud y educación desde
el Estado hacia las provincias, [aunque] sin una contrapartida
suficiente en la transferencia de financiamiento, sirvió para
que el Gobierno central aliviara su déficit y no
necesariamente para aumentar la eficiencia de las
prestaciones. (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 503).

2) Desregulación y liberalización de los mercados de bienes y servicios.

2Ley 23696. (1989). Reforma del Estado. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado de
https://goo.gl/KaJ6UZ

4
Se aplicó con el propósito de favorecer una mejor reasignación de los
recursos. La hiperregulación de las actividades de hidrocarburo fue
totalmente abolida. A partir de enero de 1991, se liberaron los precios del
petróleo en boca de pozo, los precios de los diferentes derivados del
petróleo al nivel de refinería y de plantas de despacho. El Estado solo
establecía el impuesto a la transferencia de los combustibles, el impuesto al
valor agregado y las regalías del petróleo. Los efectos de la desregulación
petrolera se manifestaron rápidamente en el crecimiento de la producción
del petróleo, que pasó de 28 millones de m3 en 1990 a 46 millones de m3 en
1996.

La libre posibilidad de localizar estaciones de servicios produjo una


importante expansión en su número, pero principalmente una
transformación de este tipo de negocios, que, además de la venta de
combustibles, comenzaron a promocionar una serie de nuevos servicios,
como negocios de fast food y pequeños shoppings. Esto se debió a la fuerte
competencia que se inició entre todas las empresas que trataban de atraer
a los clientes a través de técnicas de mercadotecnia.

En el sector agropecuario, se eliminó totalmente la intervención del Estado


en los mercados de cereales y oleaginosas y se librearon totalmente los
precios de esos productos. Se procedió a la liquidación de la Junta Nacional
de Granos y a la Junta Nacional de Carnes como una forma de reducir el
presupuesto del Estado. Asimismo, para los principales cultivos no
pampeanos, como el azúcar, la vid o la yerba mate, también fueron
liquidados todos los entes reguladores que intervenían en estos mercados,
de modo tal que solo quedó el Fondo Internacional del Tabaco.

Los servicios que dependían del Estado fueron desregulados y la fijación de


honorarios quedó a la libre discusión de las partes. La desregulación en el
sector transporte terrestre de carga hizo descender las tarifas de larga
distancia. Los sectores automotriz, siderúrgico, petroquímico y de celulosa
fueron totalmente liberados.

3) Cambios en el sistema de jubilaciones y pensiones.

Se modificó el sistema de reparto que había tenido la economía argentina


durante 50 años por un sistema de capitalización individual. Asimismo, los
trabajadores en el mercado de trabajo podían optar por el nuevo sistema o
mantenerse en el sistema de reparto.

Consistió en un traslado, paulatino y parcial, de los aportes


jubilatorios hacia fondos privados de pensión puede decirse

5
que, si ayudó a germinar un mercado de capitales de largo
plazo sobre la base del ahorro nacional, fue a costo fiscal
mayúsculo, en cuanto significó que, por un largo tiempo, los
pagos públicos a los jubilados excederían a los menguados
aportes que quedaban en manos del Estado. (Gerchunoff y
Llach, 2018, p. 504).

La canalización de los fondos de aportes personales se realizó a las


denominadas AFJP (administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones),
que cobraban un porcentaje de comisión para administrar los fondos que
recibían de los aportantes. Con este ingreso las AFJP financiaban los seguros
de vida de los aportantes, los seguros de invalidez, los gastos de operación y
mantenimiento y la rentabilidad de las operaciones de administración de los
fondos. Cuando los beneficiarios se jubilaban, tenían dos opciones
alternativas para cobrar estos fondos: a través de una renta mensual vitalicia
o a través de una renta mensual fija.

El sistema jubilatorio contemplaba no solamente el pago a los beneficiarios,


sino también un pago mínimo que realizaba el Estado, denominado
prestación básica universal a los usuarios, que era un porcentaje del salario
promedio de la economía. El sistema era solidario porque una parte mínima
era recibida, cualquiera fuere la jubilación que le correspondiera a una
persona.

El objetivo de crear este nuevo sistema de jubilación era resolver el


problema de las generaciones futuras de jubilados y pensionados.

4) Cambios en las políticas fiscales a través de una reforma en el


funcionamiento del Estado.

Del lado de los ingresos públicos, hubo modificaciones importantes, pero en


este rubro se logró una combinación entre los objetivos macroeconómicos
y los de eficiencia y equidad. La recaudación aumentó y, de ese modo, pudo
eliminarse el regresivo impuesto inflacionario. Los gravámenes que sirvieron
para ello fueron el impuesto al valor agregado y el impuesto a las ganancias,
que pasó de menos del 1 % al 2,5 %. A partir de esa nueva plataforma, se
suprimieron o redujeron impuestos internos, tributos al comercio exterior,
impuestos al trabajo y algunas contribuciones directas.

[Los resultados de todas estas reformas afectaron al sector


público argentino]. En términos de nivel de gastos del Estado,
se comprueba que, a pesar de un incremento en términos
reales, hubo retroceso en comparación con los 80 si las

6
erogaciones se miden en porcentaje del PBI. En términos de
su estructura, se observa una disminución de la proporción
correspondiente a las inversiones y los subsidios, resultado
de las privatizaciones y de la anulación de diversos regímenes
de apoyo fiscal al sector privado. Como contrapartida de la
reducción de esos rubros, creció la importancia el gasto
público social. (Gerchunoff y Llach, 2018, pp. 504-505).

También se sancionó la Ley de Emergencia Pública y Reforma del Régimen


Cambiario3, la cual eliminó los subsidios a los regímenes de promoción
industrial y minera. También retiraron las preferencias que beneficiaban a
las manufacturas nacionales en las compras del Estado.

5) Apertura de la economía.

Se estableció un proceso de eliminación de restricciones a las importaciones,


disminución progresiva de aranceles a la importación, reducción de la gran
dispersión que tenían los aranceles a la importación y eliminación de las
retenciones a las exportaciones.

“En el orden comercial, se profundizaron e iniciaron procesos de integración


regional, con la Unión Europea como caso líder en el mundo y el NAFTA (en
inglés, North American Free Trade Agreement) y el Mercosur (Mercado
Común del Sur)” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 492).

El equipo económico sostuvo que la apertura comercial implicaría una


renovación del stock de capital y, como consecuencia, en algún momento,
en la productividad de ese factor.

La apertura comercial y el rezago del tipo de cambio hicieron que se


produjera un verdadero boom de importaciones, que pasaron de 8400
millones de dólares en 1991 a 20 000 millones de dólares en 1994.

Numerosos sectores criticaron abiertamente esta política de apertura


porque se consideró que entraban muchísimos productos a precios
subsidiados que pusieron en aprieto a numerosas industrias locales porque
los precios a los que se importaban estos productos eran muy inferiores a
los precios en sus países de origen. Para evitar este problema, se
implementaron políticas antidumping que tenían el propósito de proteger
estos sectores fijando aranceles específicos cuando se comprobaba que
ocasionaban una competencia desleal.

3 Ley 25561. (2002).


Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario. Honorable Congreso de la
Nación Argentina. Recuperado de https://goo.gl/uXZkqM

7
En materia de exportaciones, en 1991 se eliminó la mayor parte de los
impuestos a las exportaciones, con el propósito de mejorar la rentabilidad
del sector agropecuario, y se mantuvieron algunos gravámenes a las semillas
oleaginosas. A partir de 1991, también se comenzaron a incrementar los
reembolsos a las exportaciones.

Las principales medidas de la política económica 1996-


1999

En mayo de 1995, se realizaron elecciones presidenciales, donde resultó


ganador, con un amplio margen por segunda vez consecutiva, Carlos Saúl
Menem. Es importante comprender el entorno en el cual se encontraba
Argentina en ese momento: por un lado, estaba perturbada por el Efecto
Tequila, desarrollado en México en 1994, debido a lo cual los inversores
internacionales consideraban que Argentina seguiría el mismo rumbo
económico devaluando su moneda y abandonando la convertibilidad; por
este motivo se produjeron retiros de depósitos. Por otro lado, se vivía una
fuerte incertidumbre de los agentes económicos, lo que impulsó una fuga
de capitales y una disminución de los depósitos y créditos.

El triunfo se debía en gran medida a la actuación en el mandato anterior con


respecto al desenvolvimiento económico. El pueblo votó con el
convencimiento de que era la mejor opción para asegurar la estabilidad de
precios y que no hubiera devaluaciones futuras que pudieran significar un
grave problema para los sectores de las clases medias y bajas, que se
encontraban endeudados en dólares por el fuerte nivel de consumo que
habían tenido en el período más expansivo: 1991-1994.

Sin embargo, se puede apreciar que en la segunda presidencia (período


1995-1999) aparecieron con mucha fuerza los efectos no deseados de los
programas de reformas estructurales que, aunque se habían insinuado
tiempo atrás, en este período se mostraron con una enérgica intensidad.

Durante este mandato se mantuvo como ministro de Economía Domingo


Cavallo hasta julio de 1996 y, a partir de ese momento, Roque Fernández
hasta el final.

La economía argentina se mantuvo integrada al proceso de globalización a


escala mundial a través de la liberalización del mercado de capitales y de
bienes y servicios. En este contexto el nivel de actividad económica estuvo
fuertemente condicionado por los flujos de capitales, en forma de
préstamos e inversiones directas. Así, el nivel del PBI (producto bruto
interno) fue fuertemente afectado por la situación en los mercados
mundiales.

8
Uno de los fenómenos que más afectaron el comportamiento cíclico del
nivel de actividad se denominó riesgo país, el cual depende de las
expectativas que los agentes económicos externos tienen respecto de las
evoluciones de las políticas macroeconómicas en el país. Para medirlo se
establece la diferencia entre el rendimiento de los bonos externos emitidos
por el Estado argentino comparados con el rendimiento de los bonos que
son de libre riesgo. Esta diferencia es el valor mínimo que los inversores
extranjeros deberían recibir por realizar inversiones en activos reales y
financieros en el país. Hay que tener en cuenta que lo que influye al riesgo
país es todo lo que sucede en las economías de los países emergentes de
América Latina y el sudeste asiático.

Una de las primeras medidas luego de asumir Roque Fernández fue la


realización de una reforma impositiva que tenía por objeto mejorar el nivel
de empleo, además de tratar de mejorar la recaudación impositiva. Por otro
lado, se incorporaron al régimen de impuestos los combustibles, el gasoil, el
diésel, el kerosén y el gas natural comprimido. Para aliviar al sector
agropecuario de la mayor presión impositiva, se autorizaba a los agricultores
a utilizar este impuesto como pago a cuenta de ganancias.

Se elevó el impuesto a las ganancias al 33 % y se aumentó la renta imponible


a trabajadores autónomos. Por otro lado, se disminuyeron los aportes
patronales jubilatorios con el propósito de disminuir el costo laboral.
También se redujeron los reintegros a las exportaciones de productos zona
y extrazona y se elevaron los derechos a la importación de bienes de capital
extrazona.

En 1998 se consiguió la sanción de una nueva reforma impositiva que incluía


la aplicación del impuesto a los intereses y a la renta presunta. Con esto se
intentaba aumentar la recaudación y el costo de capital de las empresas para
que utilizaran tecnologías más intensivas en mano de obra, o sea, se
pretendió inducir a las empresas a que sustituyan capital por trabajo. Sin
embargo, esta suba impositiva provocó la reacción de los sectores
empresarios, que veían un empeoramiento en su situación económica y
financiera.

Resultados de las reformas

Los resultados fueron una combinación de aspectos positivos y negativos. En


la parte positiva, se puede destacar que se logró el objetivo principal de
estabilizar el nivel de precios de la economía y, durante los primeros años,
se lograron incrementos de PBI y de la productividad.

9
La reaparición del crédito de tasas más accesibles y
previsibles y el aumento del poder de compra de los salarios
reales derivado de la desaparición del impuesto inflacionario,
resultaron ser poderosas fuerzas de expansión puestas en
marcha por la estabilidad…
A ellas se sumaban los efectos de otras políticas, como el
abaratamiento de los bienes de importación que resultó de la
apertura comercial. La reacción de la demanda estimuló el
nivel de actividad, que creció a razón del 8,8% anual entre
1990 y 1994, el record del siglo para un período de cuatro
años…
La mejora de productividad fue, en efecto, muy intensa.
Aun con todo lo que significaba como indicador de progreso,
el aumento de la productividad tenía una amarga contracara,
que pronto sería el más grave problema de la economía
argentina: el desempleo. Si bien en un principio (años 1991 y
1992) la reactivación había creado una gran cantidad de
empleos, el número de puestos de trabajo apenas aumentó
(0,5% anual) entre 1992 y 1994, a pesar de la continuada
expansión productiva (605% anual). A ello se sumó un
excepcional aumento de la población dispuesta a trabajar,
fenómeno en cuya explicación intervenían, además de las
razones demográficas, la posibilidad de obtener salarios más
altos que en el pasado y la incorporación de un cierto número
de personas a la fuerza laboral como respuesta a la falta de
trabajo de otro miembro del hogar. El resultado fue un
aumento record en la tasa de desocupación urbana, de 7% en
octubre de 1992 a 12,2% en octubre de 1994. (Gerchunoff y
Llach, 2018, pp. 494-502).

Entre los aspectos negativos, se observa el incremento de la vulnerabilidad


de la economía y el alto nivel de desempleo y pobreza.

En mayo de 1995, la tasa de desempleo alcanzó el 18,4 % y en octubre logró


decaer al 16,6 %; en este año se observó una fuerte reducción de la actividad
económica debido a la fuga de capitales que se produjo por el Efecto Tequila.

En 1996 y a pesar del crecimiento en el nivel de actividad del 4,4 %, la tasa


de desempleo aumentó a un 17,1 % y a un 17,3 % en mayo y octubre,
respectivamente. En 1997 la reactivación del 8,1 % en el PBI provocó una
disminución en la tasa de desempleo, que llegó al 16,1 % en mayo y al 13,7
% en octubre. Durante 1998 el PBI creció un 3,9 %, lo que hizo que se
siguieran reduciendo las tasas de desempleo, hasta alcanzar valores de 13,2
% en mayo y 12,4 % en octubre.

10
Del análisis de la evolución de las cifras de desempleo, se puede asegurar
que solo muy elevadas tasas de crecimiento económico podrían haber
resuelto el problema de desempleo. Esta resistencia a la disminución de la
tasa de desempleo que se produjo en la década de los 90 obedeció a los
importantes cambios estructurales por el lado de la demanda y de la oferta
laboral.

La demanda laboral se vio afectada por las privatizaciones de las empresas


del Estado, que cambiaron los criterios de contratación de mano de obra y
se administraban los recursos humanos con un criterio de racionalidad o
productividad muy diferente a cuando las empresas eran del Estado.
Además, se produjo un proceso de cambio permanente de mayor
calificación en la mayoría de las actividades, lo que requirió una mayor
especialización de mano de obra. Finalmente, podemos considerar la falta
de una adecuada legislación laboral, el alto costo laboral y el elevado costo
de las indemnizaciones por despido.

Con respecto a la oferta laboral, se ha ido incorporando cada vez más mano
de obra a la población económicamente activa, es decir, existe una mayor
cantidad de personas en relación con el total que está dispuesto a trabajar;
se ha producido una mayor tasa de participación. Lo anterior tiene dos
fundamentos: el primero se refiere a que el empeoramiento en las
condiciones económicas de la familia impulsó que la gente intentara
conseguir un trabajo; el segundo es que, dado que hay mayores
oportunidades laborales, las personas sacrifican ocio para conseguir un
mayor nivel de ingresos.

Crisis internacionales
A grandes rasgos podemos mencionar que, a partir de 1997, la economía
argentina comenzó a sentir los efectos de sucesivas crisis internacionales,
como la crisis del sudeste asiático, el default de Rusia y, finalmente, la
devaluación de Brasil en 1999. Estas afectaron la competitividad argentina
como consecuencia de la apreciación cambiaria y, por el lado financiero, al
incrementar el riesgo país, que derivó en una fuga masiva de capitales.

La caída de ingresos de la Argentina entre 1998 y 2000


se acercó al 20%… y la tasa de desempleo en las
principales ciudades argentinas se ubicó cerca del
máximo de 25%… Se trataba de la retracción
productiva más prolongada y más profunda de la
Argentina desde que existen registros. (Gerchunoff y
Llach, 2018, p. 518).

11
Hay dos explicaciones para ello, la cuestión cambiaria, ya que se produjo un
atraso cambiario que derivó en pérdida de la competitividad de la economía,
y la cuestión fiscal, ya que durante toda la década de los 90 el Estado no
logró tener superávit fiscal.

12
Referencias
Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). Grandes expectativas, grandes
decepciones (1989-2001). En Autores, El ciclo de la ilusión y el desencanto.
Un siglo de políticas económicas argentinas (pp. 485-527). Buenos Aires, AR:
Paidós.

Ley 23696. (1989). Reforma del Estado. Honorable Congreso de la Nación


Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-
4999/98/texact.htm

Ley 23928. (1991). Convertibilidad del Austral. Honorable Congreso de la


Nación Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-
4999/328/norma.htm

Ley 25561. (2002). Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario.


Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/70000-
74999/71477/texact.htm

Visintin, A. (2001). Las políticas económicas del primero gobierno de


Menem (1989-1995). En Autor, Las políticas económicas en Argentina. Un
enfoque histórico y analítico (pp. 227-253). Córdoba, AR: Asociación
Cooperadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad
Nacional de Córdoba.

13
La salida de la
crisis y la
economía
populista

Economía
Argentina

1
La salida de la crisis y la
economía populista

Finalización de la convertibilidad

El Gobierno de Fernando de la Rúa duró dos años. Asumió el 10 de diciembre


de 1999 y finalizó en medio de una de las más graves crisis económicas de
Argentina el 20 de diciembre de 2001.

El año 2000 coincidió con el primer año de la presidencia de Fernando de la


Rúa, quien había llegado al poder pronunciándose a favor de la continuidad
del régimen monetario. El Gobierno de la Alianza para el Trabajo, la Justicia
y la Educación buscó, ante todo, generar confianza suficiente como para
revertir o, aunque más no fuera, moderar una salida de capitales que se
manifestaba en una creciente prima de riesgo país y obstaculizaba, por esa
vía, la recuperación económica.
Por esto, el Ministro de Economía, José Luis Machinea, consideraba que
había que lograr un resultado fiscal positivo. Si se brindaban señales de
austeridad, se lograría convencer a los mercados de la responsabilidad fiscal
del nuevo gobierno.
Para lograrlo, se establecieron aumentos impositivos y luego se recortaron
gastos, también se establecieron topes en las transferencias que realizaba el
Gobierno Nacional a los Gobiernos Provinciales. A fin de año, pocas semanas
antes del final de la gobernación de Clinton, se negoció un préstamo de los
organismos internacionales destinado a cubrir los baches en los
vencimientos de deuda que la ausencia de financiamiento privado dejaría
abiertos.
Fue un fugaz momento de esperanza antes del año más crítico dentro de la
crisis. El mes de marzo de 2001 fue el de mayor salida de depósitos del
sistema financiero a lo largo de toda la década de convertibilidad. La crisis
económica barría con los equilibrios políticos: a principios del mes, el
reemplazo de Machinea por Ricardo López Murphy, un economista de
raigambre netamente ortodoxa, generó tal rechazo en el partido del
Gobierno que sorprendentemente se optó por convocar a Cavallo.

En la visión de Cavallo, el problema central que aquejaba la convertibilidad


era una escasa competitividad derivada de la devaluación de prácticamente
todas las monedas del mundo frente al dólar y al peso.

Los aranceles a los bienes de consumo fueron aumentados hasta los topes
permitidos por la Organización Mundial de Comercio y se redujeron

2
impuestos para diversos sectores productores de bienes. Poco después se
anunció que, para evitar en un futuro los perjuicios de las devaluaciones
extranjeras, el valor del peso no sería ya idéntico al de un dólar, a la suma
de medio euro y medio dólar. El efecto de esta medida sobre la
competitividad era nulo porque solo entraría en vigencia cuando la moneda
europea y la norteamericana se equipararan, y aun entonces la redefinición
de valor no implicaría una devaluación.

Debido a que no se lograba solucionar la grave situación fiscal existente, el


Ministro Cavallo decidió establecer un canje voluntario de deuda de corto
plazo por otra de más largo plazo (aunque con mayores intereses). También
se dictó una política de déficit cero, según la cual el gasto público se ajustaría
a los ingresos que tuviera el Estado. Finalmente, hubo un canje compulsivo
de deuda que prolongaba los vencimientos y con menores intereses.
La caída de los depósitos llegó a tal punto que el Gobierno optó por restringir
los retiros en efectivo para evitar la caída de los bancos. La situación explotó
en diciembre: en medio de manifestaciones callejeras violentamente
reprimidas y saqueos más o menos espontáneos a comercios, renunciaron
sucesivamente Cavallo y Fernando de la Rúa (Gerchunoff y Llach, 2018, pp.
518-521).

Gobiernos de transición

Luego de la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, hubo varios


Gobiernos de transición, donde se destaca Adolfo Rodríguez Saá, quien
declaró la cesación de pagos de la deuda. Debido a problemas internos
dentro del Partido Justicialista, termina llegando al poder Eduardo Duhalde,
quien debería terminar el mandato de Fernando de la Rúa.

Durante su Gobierno de transición, aplicó las medidas que permitieron


asentar las bases de la recuperación económica. Ante todo, se definió la
salida de la convertibilidad, por lo cual se modificó la política cambiaria y la
capacidad del Gobierno de emitir moneda.

A su vez, estableció la pesificación de los depósitos que se encontraban


retenidos en el sistema bancario por el corralito financiero aplicado por
Domingo Cavallo en diciembre de 2001. Esta pesificación de los depósitos se
produjo a una relación de $1,40 = 1 USD; mientras que la pesificación de las
deudas (que se habían tomado en dólares durante la vigencia de la
convertibilidad) se hizo a una relación de $1 = 1 USD. Por ello, se la denominó
pesificación asimétrica.

También se tomó la decisión de romper “los contratos dolarizados de las


empresas de servicios públicos; el gradual atraso real de las tarifas tendría,
a la larga, consecuencias negativas” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 538). Aquí

3
vale resaltar que el valor del tipo de cambio era fijado por el libre juego de
oferta y demanda y, a mediados del 2002, ya estaba en valores cercanos a
$4 = 1 USD. La fuerte devaluación generó un incremento de la inflación y una
caída de los salarios reales.

El Gobierno de Néstor Kirchner

Néstor Kirchner asumió la gobernación el 25 de mayo de 2003, luego de salir


en segundo lugar en las elecciones, con el 22 % de los votos. Si bien se debía
ir a balotaje, Carlos Menem, el candidato que había obtenido la mayor
cantidad de votos, decidió bajarse de los comicios.

Gerchunoff y Llach (2018, p. 530) manejan como hipótesis que, debido a la


necesidad de construir un poder propio en poco tiempo, el Frente para la
Victoria (así se denominaba el espacio político de Néstor Kirchner) tendría
una clara orientación cortoplacista.

En términos económicos, al momento de asumir, el Estado contaba con


superávit fiscal, superávit de cuenta corriente y una reactivación económica
en marcha. El superávit fiscal era consecuencia del incremento de la
recaudación que provocó la implementación de retenciones a las
exportaciones y el impuesto a las transferencias bancarias que había creado
Cavallo en el 2001. A esto se agregaba que aún no se había resuelto el
problema de la cesación de pagos y eso beneficiaba el resultado fiscal.

El superávit de cuenta corriente se debía al elevado tipo de cambio real que


provocó incrementos en la competitividad. Esto favorecía a las
exportaciones y encarecía las importaciones, lo que fomentaba el desarrollo
de los sectores que sustituyen importaciones.

A su vez, había una “brecha del producto (la diferencia entre la capacidad
productiva de una economía y lo que efectivamente produce) muy elevada,
de modo que había amplio margen para crecer sin necesidad de nuevas
inversiones o mejoras sustantivas de la productividad” (Gerchunoff y Llach,
2018, p. 537).

En síntesis, el quinquenio 2003-2007 tuvo una gran expansión económica y


se mantuvo baja la tasa de inflación, que había logrado controlarse luego del
2002, sobre todo debido al alto nivel de desempleo existente luego de la
crisis.

Un hecho de importancia durante su gobierno fue la renegociación de la


deuda, que permitió la salida del default. En el 2005, la oferta de canje
presentada por Argentina fue aceptada por el 73 % de nuestros acreedores.
Esta restructuración implicó una quita en el capital adeudado y un cambio

4
en los vencimientos, lo que permitió reducir las necesidades de
financiamiento. A ello se sumó, en el año 2006, el pago total de la deuda que
el país tenía con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner

Con tan buenos resultados económicos, en el 2007 la pregunta era si Néstor


Kirchner se presentaría a una reelección o si su esposa sería quien lo
sucedería. Luego de varios meses, se conoció que Cristina Fernández de
Kirchner se presentaría como candidata, acompañada de Julio Cobos, quien
pertenecía a la Unión Cívica Radical. “La elección de su compañero de
fórmula reflejaba el intento kirchnerista por ampliar su base de apoyo más
allá de las fronteras del peronismo” (Gerchunoff y Llach, 2018, p. 532).

Si bien heredó un buen contexto económico, paulatinamente comenzaron a


aparecer los problemas derivados de las medidas aplicadas en los años
anteriores.

Antes de abandonar el poder, Néstor Kirchner incrementó las retenciones a


las exportaciones para asegurar que el resultado fiscal fuera positivo y
permitiera continuar con el modelo.

En el año 2008, se dieron varios hechos que comenzaron a marcar al nuevo


Gobierno. Ante todo, se intentó incrementar nuevamente las retenciones
mediante lo que se conocía como “la 125”, haciendo referencia la resolución
del Ministerio de Economía que así lo establecía. Esta medida generó una
rebelión rural que terminó en el Congreso para votar sobre ella. Allí, la
resolución fue rechazada, ya que, luego de un empate en la Cámara de
Senadores, el vicepresidente emitió su voto “no positivo”, como se lo
conoció de ahí en adelante. Esto rompió la alianza entre el kirchnerismo y
los radicales “K” (como se los denominaba).

A finales de ese año, también se produjo una crisis internacional al explotar


una burbuja en el sector inmobiliario de Estados Unidos, lo cual afectó a
Argentina a través del canal comercial por la reducción internacional del
precio de las materias primas. Para enfrentarlo se devaluó el tipo de cambio,
pero desde el punto de vista fiscal el Estado no contaba con fondos de
reservas. Entonces, se decidió la estatización de las Administradoras de
Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP). Las administradoras de fondo de
pensión creadas durante la década de los 90 pasaron nuevamente a manos
del Estado, que podía utilizar esos recursos para aplicar políticas fiscales
expansivas que permitieran salir de la crisis.

Como la inflación iba en aumento y deterioraba el salario real de los sectores


de menores ingresos, en noviembre del 2009 el Estado estableció la

5
Asignación Universal por Hijo, que es una herramienta de protección social.
Esta medida legal ofrece un beneficio monetario siempre que se cumplan
ciertas condiciones de obligatoriedad educativa y sanitaria.

Otro hecho que marcó a esta primera presidencia fue la muerte inesperada
de Néstor Kirchner en octubre de 2010 por un paro cardíaco, el mismo día
en que se estaba llevando adelante el censo nacional. Este hecho terminó
con la hipótesis que se manejaba sobre la idea del matrimonio presidencial
de ir alternando sus mandatos y así continuar ininterrumpidamente en el
poder.

En el 2011, Cristina Fernández de Kirchner volvió a presentarse como


candidata y resultó reelecta con el 54 % de los votos. En este nuevo
Gobierno, el problema fundamental era la inflación que había ido
incrementándose con el paso de los años y al reducirse la brecha del
producto. El problema ya se observaba en el 2007, pero

la convicción presidencial era que buscar una estabilización


de precios podía moderar el crecimiento… Se decidió
entonces barrer el problema bajo la alfombra… y se desplazó
a la Directora del INDEC… La manipulación de las estadísticas
públicas sería desde entonces un signo del período.
(Gerchunoff y Llach, 2018, p. 544).

Las medidas que llevó adelante en esta nueva gestión fueron:

 Política fiscal. Fue expansiva con un incremento del gasto para mantener
los programas sociales y los subsidios para el transporte y la energía. Esto
generaba un elevado déficit fiscal.

 Política monetaria. Había emisión monetaria para financiar el déficit


fiscal. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) tenía como
estrategia monitorear las variaciones del agregado monetario M2
(conformado por el efectivo, depósitos y cajas de ahorro).

 Política cambiaria. Se seguía una “flotación administrada”, así llamaba el


Estado al régimen de flotación sucia. En este las bandas de flotación se
iban modificando de acuerdo con las necesidades. En el 2012 se agregó
un control de cambios, conocido como cepo cambiario, para evitar los
incrementos excesivos del tipo de cambio. Este control establecía los
límites de compra de divisas que podían realizar los individuos. Esta
medida derivó en la existencia de una cotización alternativa, denominada
dólar blue; la brecha entre ambos varió entre un 30 % y un 50 %.

6
 Política arancelaria. Se mantuvieron elevadas las retenciones a las
exportaciones y los aranceles a las importaciones con el objetivo de
contar con recursos para financiar el déficit fiscal. También se impusieron
restricciones cuantitativas a las importaciones y se realizaron
prohibiciones a las exportaciones.

 Regulaciones. Alternativamente, se iban estableciendo controles de


precios para controlar la inflación y se mantuvo el congelamiento de las
tarifas de servicios públicos.

Resultados de la política kirchnerista

“El período 2003-2007 fue probablemente el quinquenio de mayor


expansión del producto por habitante de la historia argentina” (Gerchunoff
y Llach, 2018, p. 536). Por eso, se suele indicar que el país crecía a “tasas
chinas”, por el fuerte crecimiento que se experimentaba en el nivel de
actividad, comparable a China.

Durante estos primeros años, los niveles de empleo y de salarios se


recuperaron, también hubo una fuerte reducción de la pobreza e indigencia.
Esto fue consecuencia del crecimiento económico y del incremento en el
nivel de actividad, pero también de las medidas específicas aplicadas, como
la reactivación de las negociaciones colectivas de trabajo y los incrementos
de los salarios y jubilaciones mínimas.

Sirva como referencia que para octubre de 2007 el salario


mínimo se ubicaba en $960, acumulando desde la asunción
de Kirchner un alza de 380%. En igual período, la inflación
acumulada fue de 60%...
En los últimos años del gobierno de Cristina, perjudicadas
por el estancamiento del empleo y el recrudecimiento de la
inflación, las mejoras se frenaron y algunos indicadores
registraron un retroceso. (Gerchunoff y Llach, 2018, pp. 570-
571).

7
Referencias
Gerchunoff, P. y Llach, L. (2018). La reactivación como sueño eterno (2002-
2015). En Autores, El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas
económicas argentinas (pp. 529-578). Buenos Aires, AR: Paidós.

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