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PSICOLOGÍA Y DERECHOS HUMANOS EN AMÉRICA LATINA

VICTORIA MARTÍNEZ SALCEDA

Psicóloga
Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas
(Argentina)

EN EL ÚLTIMO CONGRESO IBEROAMERICANO DE PSICOLOGÍA tuvimos la oportunidad de


comprobar a través de múltiples y valiosas intervenciones, el desarrollo que ha
cobrado la Psicología como Psicoterapia, Psicología Social y Psicología Política. Para
entender mejor este desarrollo es necesario caracterizar brevemente el contexto
político y social en el que han tenido que formarse y trabajar los profesionales de estos
campos.

En las dos últimas décadas, desde finales de los '60 en Brasil, y durante los años
'70 y '80 en los demás países latinoamericanos, se ha sufrido las consecuencias del
Terrorismo de Estado, a partir de la sucesión de golpes militares y la instalación de
dictaduras sangrientas que fundamentaban su actuación en la Doctrina de la
Seguridad Nacional.

Esta nueva manera de asumir el poder por parte de los sectores hegemónicos
tiene características particulares que lo hacen diferente de otras situaciones represivas
o totalitarias anteriores. Si bien sus ejecutores han tomado como modelo otras
trágicas experiencias como el nazismo, Vietnam o Argelia, en América Latina surge el
Estado terrorista con una cuidadosa planificación de su metodología represiva de
acuerdo a las características que tenía cada población y cuál sería más efectiva en sus
objetivos de dominación a través del terror.

Así, en algunos países prevalecieron las desapariciones, en otros fue necesario


ejecutar y encarcelar, en otros arrasar aldeas, el destierro, pero todos tuvieron en
común la tortura, el silenciamiento, la persecución, la muerte...

Su estrategia ideológica era destruir el tejido social, romper los lazos solidarios,
desmantelar todo movimiento popular de oposición a sus intereses y dominar a la
población, para lo cual su principal objetivo era la mente del hombre, allí se alojaba su
enemigo.

Analicemos brevemente los efectos en la sociedad para ver con qué tenían que
enfrentarse los psicólogos.

Decíamos que el principal objetivo era dominar la mente de sus opositores, pero
también la del conjunto, pues allí radicaba el pensamiento, el disenso, la crítica. Por
eso, la metodología represiva se orientó a generar el miedo, el silenciamiento, el
efecto siniestro, el aislamiento. Así, se desmembraba el entramado social y se inducía
la idea de que pensar era peligroso y el silencio, la soledad, el individualismo las únicas
garantías para sobrevivir.
Utilizaron todos los recursos a su alcance, desde el ejército de ocupación
destruyendo poblaciones enteras hasta la sutileza de los mensajes o propaganda por
los medios de comunicación, el conocimiento encubierto de las crueles torturas y las
muertes nunca asumidas oficialmente. Así llegaron a dominar la respuesta de la
sociedad mediante el terror en todas sus manifestaciones y se multiplicaban las miles
de personas afectadas directamente en forma traumática por estos hechos represivos.
Todo el tejido social quedaba dañado.

Obviamente, también fueron víctimas de esta represión numerosos


profesionales de la salud, psicólogos, médicos, psiquiatras, psicoanalistas, no sólo con
el desmantelamiento de servicios hospitalarios o centros de atención sino además con
la censura y la persecución. Muchos fueron encarcelados, desaparecidos, muertos u
obligados a exiliarse. El oscurantismo tiñó toda la producción-científica y la enseñanza
teórica oficial.

Frente a esta situación y luego de los primeros momentos de parálisis y miedo


los trabajadores de la salud intentaron una respuesta a lo que estaba ocurriendo.

La sociedad creaba como emergentes, intentando romper el efecto siniestro, a


los organismos de solidaridad y defensa de los Derechos Humanos. Allí se acercaron
los psicólogos y psicoterapeutas de diversas líneas teóricas, pero con un claro
compromiso con su papel de trabajadores de la salud mental y su ética profesional.

Si bien no fueron muchos, ni pudieron lograrlo en todos los países afectados, se


generó una producción original, inédita. Ante el padecimiento de miles de víctimas, ya
sea por la represión directa hacia ellos o por ser sus familiares, las teorías conocidas no
bastaban para dar cuenta de esta realidad. Hubo que recurrir a multiplicidad de
marcos teóricos y técnicas para comprender la complejidad de este fenómeno que se
producía a nivel individual, familiar y social.

En los momentos inmediatos posteriores a los hechos traumáticos no pudo


darse siempre respuesta terapéutica por razones de seguridad, de riesgo en la que
estaba la vida de todos, pero además por la desconfianza de los afectados hacia los
profesionales a los que se les desconocía su posición ideológica ante lo que ocurría.
Por eso fue tan importante que los psicólogos se acercaran a los organismos de
defensa de los derechos humanos para cumplir con su función terapéutica, Esto daba
un marco de confianza que posibilitaba el pedido de ayuda del familiar o de la propia
víctima por el sufrimiento que estaba padeciendo.

En cada país esta ayuda psicológica tuvo características propias de acuerdo a la


realidad que se vivía y a las posibilidades de acción. Esto fue plasmándose luego en la
producción técnica que recién después de varios años de experiencia, los equipos
psicológicos pudieron elaborar y que dio como resultado al desarrollo vertiginoso de la
Psicología Social, la Psicología Política y la Psicología Clínica con sus variados
enfoques teóricos.

Frente a las situaciones de «daño psíquico» que producía la metodología


represiva se comienza a caracterizar los efectos de los hechos represivos y sus
víctimas corno traumatizados extremos o afectados por la represión. Se discute si el
trauma político genera un síndrome o cuadro y psicopatológico, o, según el enfoque
sudamericano, son Personas afectadas por una situación límite originada en lo social.
Se generan problemas de conocimiento que derivan en diversas investigaciones, se
ponen in cuestión respuestas estandarizadas de los tests, incluso los diagnósticos
clásicos no alcanzan para explicar la sintomatología presentada. Es necesario para
entender y poder brindar una ayuda más eficaz, una reformulación de instrumentos,
técnicas y marcos teóricos.

De acuerdo al origen de la producción se va variando en el enfoque teórico,


también porque fueron distintas las posibilidades de trabajo y reflexión de acuerdo a si
se hacía en la distancia traumática del exilio, desde el rol de profesionales solidarios de
países centrales, o directamente ligados a los organismos solidarios en los propios
países durante la vigencia del gobierno dictatorial.

Ineludiblemente, se pone en cuestión el término Salud Mental para aludir a la


situación de padecimiento psíquico de las personas afectadas. Hubo que generar
conceptualizaciones nuevas para estos fenómenos psicológicos: encerrona trágica,
duelo suspendido, renegación social, adaptación paradojal, entre otros.

Fue difícil para los profesionales que intentaban este desafío de la atención a los
afectados hacerlo en soledad, ante el silencio de muchos colegas que no querían
enterarse de lo que estaba sucediendo. Y es que la eficacia del régimen en cada lugar
también alcanzó los ámbitos de la salud, cuyo sistema precario fue sufriendo
transformaciones, internalizando las estructuras coercitivas, siendo reproductores de
las formas de la violencia y el sometimiento. Para desmontar el autoritarismo había
que enfrentarse a la tarea de convertir la concepción internista del hospital, cuyo eje
era la enfermedad y el orden y propiciar estrategias de prevención, pero también de
reparación del daño padecido por toda la trama social.

Una respuesta de los trabajadores de la salud en reivindicación de su ética y


como condena a los que colaboraron con el Estado dictatorial fue el Tribunal Ético de
la Salud contra la Impunidad, realizando en Buenos Aires, el 3 de diciembre de 1987. Si
bien se juzgó la experiencia argentina contó con la adhesión de organismos
internacionales y hasta simultáneamente se celebró un acto simbólico en París. La
presencia multitudinaria de personalidades en la Facultad de Medicina fue una masiva
respuesta de dignidad de los diversos profesionales implicados con la salud, contra
aquéllos que se valieron de su saber para ejercerlo contra el pueblo, rompiendo con los
juramentos de la ética profesional.

Diversas reuniones regionales e internacionales intentaron contribuir con su


discusión a optimizar modos de intervención y enriquecer con sus aportes e
intercambios la ardua labor con los afectados. Oficiaron de sede distintas ciudades
como Montevideo, Buenos Aires, París, San José de Costa Rica, Hamburgo, en fin,
muchos fueron los lugares en los que confluyeron luego de varios años de tarea
silenciosa y solitaria, psicólogos, médicos, psiquiatras, psicoanalistas, trabajadores
sociales, psicoterapeutas corporales, numerosos trabajadores de la Salud, cuyo
encuentro no sólo contribuyó a la reflexión, sino que además se constituyó en tribuna
de denuncia ante el mundo de las atrocidades cometidas en Latinoamérica.
De esta manera, se fue creando un ámbito nuevo, el de la Salud Mental y los
Derechos Humanos, lo que, entre otras iniciativas, dio lugar al proyecto de creación de
una Red de Documentación, Docencia e Investigación, a nivel internacional que
sirviera para recopilar toda la producción teórica, bibliográfica, impulsara
investigaciones, generara iniciativas de docencia en la formación de profesionales,
pero que también incluyera acciones de solidaridad en cada ocasión en que se
requiriera. Desgraciadamente, esta red tuvo una primera experiencia de concreción de
sus objetivos con una trágica información. El día que se realizaron las primeras
jornadas de comunicación a distancia entre Buenos Aires, Santiago de Chile, Boston y
San Francisco fue el 16 de noviembre de 1989 día de la matanza de los jesuitas
españoles en El Salvador, entre los que se encontraba Ignacio Martín-Baró, integrante
y principal promotor de esta red en sus orígenes y a cargo de la zona de
Centroamérica. Una vez más la realidad golpeaba a este campo con la pérdida de uno
de sus más brillantes y activos protagonistas, destacado investigador en la Psicología
Social y luchador incansable en defensa de los derechos humanos desde su lugar en la
Iglesia y en la Universidad de El Salvador.

Otra respuesta profesional importante fue la del equipo de psicólogos chilenos


que luego de muchos años de trabajar en difíciles condiciones durante la dictadura, al
iniciarse la transición democrática lograron incluir la atención psicológica de las
víctimas de la represión en los programas de gobierno, comprometiendo al Estado
con estas consecuencias padecidas por toda la población.

También es importante destacar que los equipos psicológicos de los organismos


de derechos humanos de Argentina lograron crear y hacerse cargo de la primera
cátedra universitaria en este tema, «Psicología, Ética y Derechos Humanos», en la
Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

Así, podríamos seguir con innumerables ejemplos de la labor realizada por


equipos psicológicos latinoamericanos. El esfuerzo por dar una respuesta profesional
y solidaria a la realidad que se vivía, muchas veces les costó persecución, cárcel y hasta
la muerte. Sin embargo, nos queda no sólo su ejemplo, sino además sus valiosos
aportes teóricos, sus conceptualizaciones e investigaciones, su experiencia. Han
contribuido al avance de distintos aspectos de la Psicología, pero también han
contribuido a combatir el totalitarismo. Recordemos que «... el autoritarismo se
internaliza en los pueblos que han padecido el terror y el miedo. Las sociedades que
renuncian a la memoria de lo sucedido, aquéllos que han reprimido compulsivamente
sus horrores, están condenados a repetirlos...».

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