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Prohibido decir “yo” o “nosotros” en el texto académico

David Añazco
david.anazco@unae.edu.ec

Siendo estudiante universitario aprendí que cuando una escribe en la academia


(dígase un artículo científico, por ejemplo) debe hacerlo en impersonal. Lo escuché
también en otras universidades que pude visitar, y a valiosas compañeras. De forma
más concreta ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué quiere decir escribir en impersonal?
Básicamente que está prohibido escribir yo o nosotros. Asumida la norma de forma
acrítica, me creí aquello. Cuando alguien me pedía que revise algún texto
académico, seguro esa era una de las principales observaciones. Años después,
tuve la oportunidad de ser alumno por dos ocasiones de la profesora catalana
Monserrat Castelló, prestigiosa estudiosa del aprendizaje de la lectura, escritura, y
de la escritura académica.

En una de las primeras clases nos puso al descubierto a un grupo de estudiantes


del Máster en Psicología de la Educación: ¿Se puede escribir un texto académico y
recurrir a la primera persona de singular o del plural? Casi al unísono, nosotras, las
estudiantes de diferentes nacionalidades, respondimos que no, casi nos parecía
una respuesta obvia. La siguiente pregunta fue: ¿Por qué? Era tan obvio que nos
parecía un poco absurda la re-pregunta. Luego de un silencio incómodo, típico de
cuando la profesora sabe la respuesta y las estudiantes no, comencé a sentirme
avergonzado porque en ese momento, casi como un insight, me di cuenta que lo
había asumido de forma acrítica. Sentí vergüenza por no saber el argumento para
responder tal pregunta. Hubiera sido incapaz de decirle a Monserrat: es que así me
dijeron que debía escribir. Y ella siempre tan contundente como suele ser me
hubiera dicho en su acento catalán, ¡hombre! Y, ¿el argumento?

Ella nos explicó: aquella convención provenía de las ciencias naturales en donde la
objetividad no sólo que era el criterio preciado, sino que funcionaba como espada
de Damocles para señalar la línea de lo que es y no científico. Desde aquí, claro
que era una cuestión obvia, usar la primera persona del singular y del plural ( yo -
nosotros) era casi un pecado porque haría que nuestro texto huela a subjetividad.
Y eso en la academia, como en muchas partes, para las narices cientificistas huele
mal, muy mal. Lo que pasa, decía ella, era que aún en las ciencias sociales (buena
parte de ellas, en su pretensión de parecerse a las ciencias naturales) no se habían
percatado que en las ciencias duras esa era una cuestión superada. Ella decía “¿se
hizo un experimento?... ¿acaso se hizo solo? No no no ¡alguien lo hizo!” Y nos
recomendaba “no tengan miedo a mostrarse en el texto, muestren su voz su
posición”. Nos dijo, piensen en la ciencia más objetiva que ustedes consideren,
vayan a la revista más prestigiosa de ese campo y me cuentan si acaso no dicen “ I
did, I think, We did, we think”. Efectivamente, esa noche llegué a mi cuarto, hice
búsquedas en revistas de biología molecular y encontré que aquello que mis
profesores en Loja llamaban impersonal, casi no existía, era marginal al texto o bien
se manifestaba de forma alternada, pero el yo/I o el nosotros/We siempre estaban
presentes en el texto.

Gracias a Monserrat había entendido que en la escritura académica el argumento


es imprescindible en relación a las normativas que, en su uso acrítico, pueden
resultar poco útiles. Entendí que puede haber una complejidad en las cosas más
simples. En ese sentido, lo que traigo a discutir en este texto no es una cuestión de
tendencia, sino de intencionalidad u objetivos discursivos. En la UNAE, el otro día
alguien me preguntó: David, ya que eres joven ¿cuál es la tendencia para hacer
esto?, no es cuestión de tendencia sino de argumentación, respondí. Por eso ahora,
cuando mis estudiantes me cuentan que otro/a profesor/a les dice que deben
escribir en impersonal, porque así es la escritura académica, yo me detengo a
explicar cuál es el argumento para eso. Y les pido que ellos decidan. Claro, la
mayoría termina tirándose por el lado normativo: prefieren no tener problemas con
aquellas profesoras y profesores que les dictan la norma y no les presentan su
complejidad.
Cuando digo complejidad, me refiero a que esta práctica, que se normativizó en la
escritura académica, en realidad encierra una cuestión epistemológica que nos
interpela sobre la subjetividad en la ciencia. Así pues, cuando a una le dicen que no
debe escribir en primera persona es como si le dijeran que permanezca oculto entre
los impersonales; entonces el buen Mario Bunge estaría contento. Pero la norma
que discuto aquí tiene resonancias de mayor profundidad. Pienso que cuando a una
le dicen que tiene que escribir sin recurrir al yo o al nosotros, le están sugiriendo
que acepte una racionalidad científica; esto sin empacho de las consideraciones
metodológica y de rigor que eso entrañe. Entonces, parecería que hacer ciencia
también comporta parecerse - en este caso escribir- como científico entre comillas
de la ciencias duras. Algo que como ya he explicado, en el caso de la redacción
impersonal, no tiene asidero. Gracias a mi profesor de epistemología en la
Universidad de Barcelona, Carles Riba (2015), entendí que las cuestiones
filosóficas en la ciencia no tienen que ver simplemente con un antagonismo muy
básico entre racionalidad e irracionalidad, sino con la posibilidad de otras
racionalidades. Hace falta ampliar nuestra comprensión y sensibilidad: hay otras
formas de racionalidad y saberes que también deben ser reconocidos, explorados
y habrá que valorar si caben en los cánones de las ciencias occidentales y sus
tradiciones de escritura. Al fin de cuentas, como señala Perez (1998) la racionalidad
científica es un producto histórico.

Como ya he señalado, para mí aquel dictamen de que en el texto académico el


impersonal es condición sine qua non, si lo miramos desde lo epistemológico, no
debería ser una cuestión menor. Pienso que hay dos elementos de particular
complejidad – ambas se relacionan entre sí. El primer elemento de profundidad
estriba sobre lo que se denomina locus de enunciación. Grosfoguel (2014), citando
a Donna Harway y las feministas negras, nos recuerda que los conocimientos
siempre están situados: “En la filosofía y las ciencias occidentales, el sujeto que
habla siempre está escondido, se disfraza, se borra del análisis. La «ego-política
del conocimiento» de la filosofía occidental siempre ha privilegiado el mito del «Ego»
no situado” (pp. 376). Podría pensar, a partir de esto, que lo que se defiende como
frialdad, distancia y objetividad en los textos académicos, no es simplemente la
defensa por las características de un género discursivo, sino la defensa de una “ego-
política del conocimiento”. Es decir, la negación de que hay otras formas de saber,
compartir y movilizar el conocimiento, o reconocerlas como inferiores. Sobre este
punto, pienso que tendría muchísimo sentido y valor señalar aquella distancia entre
escribir desde el yo y escribir desde nosotras/os; lo que habitualmente se llama
plural mayestático podría ser una herramienta para reconocernos como parte de un
colectivo, un contexto, entre voces que, más allá del mérito o culpa resultante,
reafirma que al conocimiento como un bien colectivo y una producción situada.

Por otro lado, ya hemos señalado que aquello de la “impersonalidad” tendría


vinculación con esa oposición objetividad-subjetividad. Quizá esto se obvia porque
es más sencillo dictar la normal, que razonar sobre su contenido. Y aquí está el
segundo elemento de profundidad: quizá es hora de reivindicar lo subjetivo en la
investigación y la escritura académica. ¿Hay posibilidad de ciencia, en tanto
conocimiento humano, sin actividad humana, sin subjetividad? Insisto, creo que es
hora de reivindicar la subjetividad, más no el subjetivismo. Quizá el texto que cito a
continuación es demasiado largo pero pertinente. Es parte de una entrevista al
profesor Fernando González Rey. Terminaré este texto como una especie de final
abierto. O mejor dicho, como ventana abierta a otro texto. Cuando le preguntan
sobre la comodidad de etiquetar a lo desconocido, él responde:

“Relativamente cómoda y salvadora de los estatus establecidos. Por eso


es que la subjetividad es una categoría tan subversiva; si tú analizas, contra
la subjetividad están los sistemas autoritarios, porque evidentemente la
subjetividad abre un campo imaginativo para la creación de alternativas,
para la legitimación de la policromía de lo humano. En contra de la
subjetividad están tanto las formas de capitalismo que manipulan a las
personas para que se alienen con lógicas de consumo masivo como todas
las formas de poder hegemónico que, amparadas en ideologías diversas,
buscan imponer un criterio universal de lo justo, lo moral, lo patriótico y lo
necesario. La emergencia del sujeto humano, social e individual, con sus
producciones subjetivas, siempre representa una amenaza para las formas
de dominación, con independencia de los discursos subyacentes de los
cuales se quieran ocultar” (González Rey & Patiño Torres, 2017, pp. 125).

Bonus track
Cara A:
Sobre la prohibición de escribir yo o nosotros, como contrargumento he
decidido compartir dos ejemplos de artículos que no sean muy antiguos pero
bastante citados, ambos de revistas Q1 (SCR). Podría graficar con Dussel,
Mignolo o Vygotsky, pero pongo estos ejemplos a propósitos de las
tendencias, que podría llamar, “wannabe scopus”. El primer artículo es del
2012, tiene 497 citas y es de la revista Educational Researcher. El segundo
es del 2009, tiene 176 citas y está publicado en la revista Studies in Science
Education.
1. http://dx.doi.org/10.3102/0013189x12441244
2. http://dx.doi.org/10.1080/03057260802681839
Cara b:
Un poema de Jorge Enrique Adoum que se titula: Prohibido fijar carteles.
Referencias
González Rey, F., & Patiño Torres, J. F. (2017). La Epistemología Cualitativa y el
estudio de la subjetividad en una perspectiva cultural-histórica. Conversación
con Fernando González Rey. Revista de Estudios Sociales, (60), 120–127.
Grosfoguel, R. (2014). La descolonización de la economía políticas y los estudios
poscoloniales: trasnmodernidad, pensamiento descolonial y colonialidad
global. In B. de S. Santos & M. Meneses (Eds.), Epistemologías del Sur
(perspectivas) (pp. 373–406). Madrid: Akal.
Perez, C. (1998). Sobre un concepto histórico de ciencia: de la epistemología
actual a la dialéctica. Lom Ediciones.
Riba, C. (2015). Veritat i objectivitat en les ciències socials: podem demanar una
ciència social relativista? In Discurs de recepció com membre numerari de la
secció de Filosofía i Cièncias Socials. Barcelona: Institut d´Estudis Catalans.

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