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Universidad Central del Ecuador

Relaciones Internacionales II

Nombre: Andrea Guillem

Examen del Primer Hemisemestre

En este breve texto intentaré abordar la desintegración de UNASUR desde una perspectiva
de las relaciones internacionales enmarcadas en el paradigma de un mundo dependiente, y
por tanto, como un peligro a la tarea de construir un bloque regional para América Latina, y
cómo esto afecta profundamente a la capacidad de negociación de los países periféricos en
un sistema mundial.

Las teorías de las relaciones internacionales surgen como una manera de pensar las
relaciones interestatales de países en constante conflicto u cooperación. Su autonomía como
ciencia independiente surge en un determinado momento histórico donde las propias
prácticas interestatales y la política exterior de países comienzan a agruparse en una serie
de postulados que comienzan a pensar el concepto del poder como eje central y con ello el
concepto de interés.

Existen tres grandes paradigmas en las ciencias de las relaciones internacionales, una de
ellas, en la que este texto utiliza para entender las relaciones entre los actores
suramericanos en relación a las demás regiones, es el paradigma del sistema mundo
dependiente. Este paradigma surge de las aportaciones de teóricos marxistas de países en
desarrollo que hacen una crítica al planteamiento liberal de un sistema mundial de
relaciones de igualdad. Es una crítica al paradigma realista en el sentido que no son los
Estados los únicos actores importantes, sino que destacan los actores trasnacionales y
supranacionales. Apuntan que la existencia de relaciones desiguales de poder, donde la
subordinación no sólo se encuentra en la dimensión económica, sino que también en el
plano político y cultural, determina las relaciones comerciales y el desarrollo de los países
subdesarrollados.

Este paradigma sostiene que no es posible la igualdad y el desarrollo de todas las naciones,
debido a que el desarrollo de unos países se construye a costa de la explotación y el
subdesarrollo de otros. Los países pobres del sur proveen a las naciones ricas de sus
recursos naturales, su mano de obra barata y un destino ideal para botar sus desechos,
elementos sin los cuales los países desarrollados no podrían mantener su estilo de vida y su
consumo. Además en lo que se refiere a la región suramericana, su historia particular está
marcada por siglos de colonialismo y colonialidad que no se ha desmantelado por
completo, debido a que la estructura básica del sistema colonial no ha variado a pesar de
haberse alcanzado la independencia formal.

Por estas razones el continente ha fluctuado entre la dependencia y la búsqueda de


autonomía. Entendiendo a la dependencia como una relación de subordinación entre
naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las
naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada
de la dependencia.” (Marini 2008). Mientras que se asume como búsqueda de autonomía
tanto las expresiones de un pensamiento propio, como las acciones dirigidas a consolidar
modelos nacionales o regionales libres de imposiciones externas.

En este sentido, uno podría abordar la historia de los procesos de dependencia y de autonomía
que ha emprendido América Latina, pero no se hará en este breve texto, sino que se enfocará
en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) como un intento de integración regional
que le permitiera a América Latina tener un peso en bloque en el sistema mundial y le permita
negociar en el plano mundial. La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), fue creada
a partir de la firma del Tratado Constitutivo en marzo de 2008, uno de sus principales
objetivos es fortalecer la región como un espacio de integración y unión cultural, social,
económica y político, como está mencionado en el Artículo 2 del Tratado Constitutivo.

En particular, es importante observar la dimensión política de esa institución. La posibilidad


de concertación política entre todos los países de Sudamérica, sin la presencia directa de
Estados Unidos (EE.UU.), representa un avance importante para la región en términos de la
búsqueda de autonomía. Entretanto, su característica intergubernamental, típica de los
procesos de integración/cooperación sudamericanos, dificulta una continuidad en el diálogo
político, es decir, al largo plazo todo puede cambiar si se cambian las prioridades de cada
nuevo gobierno, algo que de hecho está pasando ahora.

En la UNASUR se ha reconocido la pluralidad manifestada en sus diversas conformaciones


culturales, étnicas e incluso lingüísticas. Ha incorporado elementos como la igualdad, la
eliminación de la pobreza y la exclusión, así como un conjunto de valores comunes:
democracia, paz, derechos humanos (Tratado Constitutivo UNASUR 2008); la
recuperación de la acción estatal y la soberanía, y la búsqueda de consensos a nivel
intergubernamental en lugar de intenciones de estructurar entes supraestatales; una
orientación hacia las esferas política y social más que a la económica. Se ha planteado una
proyección externa a desarrollarse en varios niveles: búsqueda de convergencia con los
esquemas subregionales, coordinación con la CELAC y diálogo con bloques
extrarregionales como África y los países árabes. Desde 2004, también se ha planteado la
necesidad de que el esquema suramericano supere la interacción de aparatos estatales y se
irradie a la sociedad: “La integración sudamericana es y debe ser una integración de los
pueblos” (Declaración del Cusco 2004)

El período progresista que vivió América del Sur en los años 2000 tuvo un importante rol
en la creación de la organización. La disposición de los gobiernos en acercarse a los
vecinos y buscar construir relaciones más sólidas permitió la consolidación de UNASUR en
áreas como defensa, por medio de la creación del Consejo de Defensa Sudamericano
(CDS), infraestructura, con la incorporación de la Integración de la Infraestructura Regional
Sudamericana (IIRSA), e salud, con el Consejo de Salud Suramericano (CSS), entre otras
áreas. (Conferencia de Pedro Sassone, 2019) Además, el compromiso con la democracia ha
sido básico en la actuación de la organización, lo que se puede observar por su
participación en la resolución de crisis democráticas en el subcontinente.

El giro hacia la derecha que representa la actual situación de los gobiernos sudamericanos,
entretanto, ha jugado en contra de la densificación de la cooperación vía UNASUR. El nuevo
ciclo político, iniciado con la salida de Lula da Silva (Brasil) y la muerte de Hugo Chávez
(Venezuela), fue seguida por cambios de gobiernos en toda Sudamérica y, poco a poco, el
movimiento de acercamiento político producido por efecto de UNASUR perdió la fuerza. El
punto máximo de ese momento fue en 2018, cuando la mitad de los Estados miembros
(Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay) suspendió su participación en la
institución.

A parte de las tendencias políticas de centro-derecha en América del Sur, otra cuestión
importante para entender la situación sobre la cual se encuentra UNASUR es la relación que
tienen esos gobiernos con EE.UU. Se puede notar que EE.UU. ha usado los actuales
gobiernos sudamericanos para dificultar la continuidad en los procesos de cooperación e
integración regionales, que para ellos no es interesante que ocurra. Aún, la reaproximación
estadunidense es una reacción a la fuerte presencia china en la región, porque al final lo que
le importa a EE.UU. es mantener su hegemonía en el continente americano. Sin embargo, en
el plano económico las reglas son otras, incluso porque es gran la posibilidad que ocurra una
tregua comercial en la guerra de aranceles entre China e EE.UU. Además, la identificación
con las políticas económicas neoliberales por parte de esos actuales gobiernos refuerza la
alineación con EE.UU.

El prejuicio político de la debilidad de UNASUR para Sudamérica puede ser observado, por
ejemplo, en la actual crisis venezolana. Múltiples grupos de contacto fueron creados para
manejar la situación, cuando lo podrían haber intentado internamente los países de la región
vía UNASUR, sin que los principales actores fueran EE.UU. y Unión Europea. La
disminución de la autonomía es, entre otros factores, el resultado de la debilidad de cohesión
de América del Sur como región, a lo que se suman las interferencias externas.

Por esas razones, UNASUR puede tener perspectivas negativas a corto plazo, es decir que
hay desinterés por parte de los actuales gobiernos en trabajar en mecanismos de concertación
regional. Pero en un largo plazo, si se cambia el ciclo político, por ejemplo, la organización
puede ser un importante actor para que América del Sur se constituya en uno de los polos de
poder del panorama internacional. Las semillas de la cooperación regional ya existen, falta
la comprensión de que Sudamérica tiene más fuerza en el plan internacional si está
estructurada políticamente y unida. Es importante tomar en cuenta que el mantenimiento de
UNASUR debería ser sostenido, y poder rediseñar su constitución de integración de manera
que no pueda ser desmantelado con los vaivenes de los gobiernos. Como países periféricos
es importante poder agruparse para tener un peso propio y poder negociar con los graneds
potencias del sistema mundial.

Bibliografía:

Declaración del Cusco. 2004.

Marini, Ruy Mauro. 2008. “América Latina, dependencia y globalización”. En Antología,


compilado por Carlos Eduardo Martins. Bogotá: CLACSO / Siglo del Hombre Editores,
segunda edición.

Seminario Internacional “América Latina en el dilema de la integración y la


desintegración” 16 de Mayo de 2019. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.

Tratado Constitutivo de UNASUR. 2008.

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