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Resumen
Este artículo trata sobre un fenómeno de contacto interlingüístico que, a pesar de haber
sido reconocido en alguna de sus formas por varios estudiosos, no ha recibido aún una
caracterización del todo precisa: la interferencia lingüística de frecuencia. Específicamente,
se plantean los siguientes objetivos: 1) caracterizar en forma satisfactoria dicho fenómeno,
2) reflexionar en torno a su perceptibilidad y si debiera o no censurarse de modo genérico
en la formación de bilingües y 3) hacer algunas observaciones relativas al uso de términos
como anglicismo de frecuencia. Las principales conclusiones a las que se llega son: 1) la
interferencia de frecuencia consiste en una desviación cuantitativa con respecto a la lengua
pertinente producto del conocimiento que tiene el hablante de otra lengua, desviación que
puede ser interlingüísticamente convergente o divergente; 2) no existe razón para censurar
tal fenómeno de modo genérico, y, si la hubiese, habría también que censurarlo en su forma
interlingüísticamente divergente; 3) los términos como anglicismo de frecuencia han de
reservarse para casos interlingüísticamente convergentes del fenómeno, pero nunca para
referirse a los recursos lingüísticos sobreutilizados en sí mismos.
Abstract
This article deals with a cross-linguistic contact phenomenon which, in spite of having
been acknowledged in some of its forms by several scholars, has not yet been given a
precise characterization: linguistic interference of frequency. Specifically, the following
objectives are herein raised: 1) to characterize this phenomenon satisfactorily, 2) to reflect
upon its perceptibility and whether it should or should not be condemned in bilingual
education, and 3) to make some remarks on the use of terms such as frequency Anglicism.
The main conclusions reached are the following: 1) interference of frequency consists in a
quantitative deviation in relation to the relevant language due to the speaker’s knowing
another language, a deviation that may be cross-linguistically convergent or divergent; 2)
there is no reason to condemn such a phenomenon generically, and, if there were one, one
would also have to condemn it in its cross-linguistically divergent form; 3) terms such as
frequency Anglicism must be used only to refer to cross-linguistically convergent cases of
the phenomenon, but never to refer to the linguistic elements being overused themselves.
Keywords: languages in contact, linguistic interference of frequency, bilingual
education, terms such as frequency Anglicism.
INTRODUCCIÓN 1
El presente artículo, el cual nace de un afán de precisión científica y también de una
preocupación didáctica, trata sobre un fenómeno de contacto interlingüístico que, a pesar
de haber sido reconocido en alguna de sus formas por varios estudiosos, no ha recibido aún,
a nuestro juicio, una caracterización del todo precisa: la interferencia lingüística de
frecuencia. Específicamente, nos proponemos aquí: 1) caracterizar en forma satisfactoria
dicho fenómeno, 2) reflexionar en torno a su perceptibilidad y si debiera o no censurarse
de modo genérico en la formación de bilingües y 3) hacer algunas observaciones relativas
al uso de términos como anglicismo de frecuencia.
Sin embargo, antes de intentar alcanzar dichos objetivos, cada uno de los cuales contará
con su propia sección en el artículo (§§ 2, 3 y 4, respectivamente), será necesario hacer
algunas distinciones y precisiones de orden general en torno a las lenguas y a la
interferencia lingüística. A ello dedicaremos la primera sección, en la cual se revisarán los
conceptos de sistema y de norma de Coseriu (1982b) (§1.1) para luego abordar de manera
muy sucinta algunos de los problemas relacionados con la delimitación de la interferencia
lingüística en general y esbozar una caracterización del fenómeno (§ 1.2).
Por lo que respecta a los ejemplos proporcionados a lo largo del artículo, los idiomas en
contacto considerados hipotéticamente serán el español, idioma en el que están escritas
estas páginas, y el inglés, reconocido ampliamente como lengua vehicular global (vid.
Mauranen 2009).
1. DISTINCIONES PREVIAS
No sólo las invariantes, sino también las variantes normales, se dan en número
limitado en cada lengua y caracterizan la lengua misma. Es decir que existen en
cada lengua oposiciones constantes y peculiares, tanto entre las invariantes como
entre las variantes normales, con la diferencia de que las oposiciones entre
invariantes son funcionales, mientras que las oposiciones entre variantes no
tienen tal carácter, aun no siendo ni indiferentes ni arbitrarias en la lengua dada.
O sea que existen aspectos extrafonológicos y, en general, extraestructurales,
adicionales, no pertenecientes al sistema y que, sin embargo, no se dan como
puramente casuales, sino que caracterizan una lengua… (1982b: 68).
De este modo, según este lingüista, en la descripción de las lenguas han de distinguirse
dos niveles sucesivos de formalización: el del sistema normal, o norma, que contiene “sólo
lo que en el hablar concreto es repetición de modelos anteriores” (1982b: 95), y el del
sistema funcional, o simplemente sistema, que contiene “sólo lo que en la norma es forma
indispensable, oposición funcional, habiéndose eliminado […] todo lo que en la norma es
simple costumbre, simple tradición constante […] sin valor funcional” (1982b: 96).
Los casos de desviación con respecto a las normas de cualquiera de las dos
lenguas que ocurren en el habla de los individuos bilingües como resultado de su
familiaridad con más de una lengua, es decir, como resultado de contactos, serán
denominados fenómenos de interferencia (1974: 17).
Así, podrá hablarse de interferencia, p. ej., frente al uso de actually con el contenido
“actualmente” por parte de un hispanohablante aprendiente de inglés al intentar
comunicarse con un hablante de esta última lengua, en la que actually significa “realmente”
(interferencia de sistema); frente al uso de esp. controversial por parte de un angloparlante
aprendiente de español al comunicarse con un hispanohablante, por imitación del uso de
la palabra homógrafa del inglés, poseedora de un significado análogo, en tiempos en que
aquella, a pesar de ser una formación posible según el sistema hispánico, aún no se
constataba como realización efectiva, siendo lo común usar controvertido (interferencia
solo de norma)7; o frente al uso de déjame solo, por parte del mismo anglohablante y en la
misma situación anterior, para solicitar a un destinatario abusivo que deje de molestarlo,
por imitación del uso análogo que se suele dar a ingl. leave me alone (“déjame solo”)
(también interferencia solo de norma).
2. CARACTERIZACIÓN DE LA INTERFERENCIA
LINGÜÍSTICA DE FRECUENCIA
Desde que comenzó a hablarse de interferencia en la ciencia del lenguaje, gran parte de
los estudiosos que han tratado el tema –varios de los cuales han publicado obras que
podrían considerarse clásicas en el estudio del contacto entre lenguas y en la lingüística
aplicada a la enseñanza y al aprendizaje de lenguas extranjeras– parecen haber concebido
la interferencia lingüística como una desviación consistente en el uso o el almacenamiento
en el acervo lingüístico de uno o más elementos (simples o complejos) que, como unidades
delimitables, constituyen en sí mismos anomalías (innovaciones) respecto de la lengua que
se toma como modelo (vid. Baetens 1986; Barkman 1968; Brown 2000; Debyser 1970;
Dubois et al. 2002; Gass, Behney y Plonsky 2013; Haugen 1956; Hernández 1998; Lado 1973;
López 1993; Mackey 1970; McLaughlin 1984; Odlin 1989; Overbecke 1976; Thomason 2001;
Thomason y Kaufman 1988; Weinreich 1974). En otras palabras, la interferencia lingüística,
así entendida, consistiría siempre en una desviación cualitativa, sea solo respecto de la
norma de la lengua o también respecto de su sistema, como sucede con los ejemplos
proporcionados en § 1.2.
Como se podrá advertir, en esta clase entran no solo las desviaciones consistentes en el
sobreuso de elementos de la lengua pertinente que encuentran un elemento
correspondiente en la lengua desde la que se produce la interferencia (casos de
interferencia de convergencia; p. ej., en el caso de un hispanohablante con conocimientos
de inglés, el sobreuso de adverbios en -mente –suponiendo que exista en español o en la
variedad considerada una cierta regularidad en cuanto a la frecuencia de uso de dichos
adverbios– por imitación del hábito anglosajón de usar en abundancia adverbios en -ly),
sino también las desviaciones consistentes en el infrauso de tales elementos (casos de
interferencia de divergencia; p. ej., en el caso de alguien que realiza una traducción del
inglés al español, el infrauso del gerundio –nuevamente, suponiendo que exista una cierta
regularidad en cuanto a la frecuencia de uso del gerundio–, por temor a emplearlo de
manera errónea por imitación del uso de las formas anglosajonas en -ing halladas en el texto
original). Esto constituye uno de los motivos por los que el planteamiento desarrollado por
Coseriu y Kabatek resulta superior a otros. En efecto, la mayoría de los estudiosos que han
considerado la posibilidad de hablar de interferencias de tipo cuantitativo parece
considerar solo el primer tipo de desviación (vid. Alcaraz y Martínez 1997; Gómez 1998;
Granda 1968; Lorenzo 1980, 1996; Vázquez-Ayora 1977); pero Coseriu y Kabatek logran
darse cuenta de que, en rigor, frente a tales casos, aquellos en que se constata que la
frecuencia con que se usa un determinado recurso es menor que la normal, en cuanto
fenómenos de interferencia, no tendrían por qué recibir un tratamiento diferente, al menos
desde un punto de vista resultativo9.
Pues bien: a pesar de que Kabatek y Coseriu identifican con bastante claridad los dos
tipos de fenómenos interferenciales de tipo cuantitativo, existen en el planteamiento
desarrollado por estos autores al menos dos problemas.
Es bien sabido que el término interferencia en el ámbito del estudio del lenguaje tiene
una connotación más bien negativa. Como escribe Blas: “[E]l término interferencia nació
bajo la óptica de un valor negativo, de su consideración de ‘ataque’ a las normas del sistema.
En este sentido, hablar de interferencia era hablar de ‘error’” (1991: 267). De este modo,
no es infrecuente que, al hablarse de fenómenos de interferencia, sobre todo en el ámbito
de la enseñanza de la traducción y de lenguas extranjeras, ello sea con un propósito
censurador, es decir, para advertir a los hablantes sobre lo nocivo que resulta el fenómeno
y proporcionarles herramientas para que no incurran en él. Y esto también se extiende al
tratamiento de la interferencia de frecuencia, aunque al parecer solo en su forma de
interferencia de convergencia. Un ejemplo es el de Vázquez-Ayora, quien a propósito de los
anglicismos de frecuencia –de los que se hablará en la próxima sección– en la traducción
del inglés al español escribe:
Cabe en este punto preguntarse: ¿en qué medida se justifica esta actitud purista? Para
intentar dar respuesta a este interrogante, nos permitiremos una breve digresión, en la que
nos referiremos a las observaciones que hace Coseriu en relación con el tema de los
americanismos hispánicos:
Me apresuro a aclarar, una vez más, que la marca formal […] solo
funciona si se capta. No hay más forma que la percibida: en la pintura
solo cuentan los colores del espectro visible y en la música lo que el oído
humano puede distinguir. Si la cantidad de eñes de este libro es
exactamente el cuadrado de las rimas en -ava del “primer canto” de la
Divina Comedia, al margen de que haya tenido o no la intención
consciente de que así sea, no hay manera de percibirlo. Ergo, no cuenta
(2004: 320).
Así pues, si hay, en una situación de contacto entre el inglés y el español, o en cualquier
situación comunicativa hispánica, p. ej., un aumento en el uso de adverbios en -mente con
respecto a lo normalmente constatado en español, ello nada importará si el destinatario ni
siquiera es capaz de notar que hay algo atípico acerca de dicho uso, que es muy
probablemente lo que sucederá mientras el emisor procure no abandonar por completo
otras construcciones normales del español y no utilizar los adverbios muy cerca unos de
otros, lo que causaría cacofonías. Habrá, sí, una anomalía real, constatable mediante un
análisis estadístico ulterior; pero no será una realidad perceptible para el destinatario en la
inmediatez del discurso.
Por lo hasta ahora expuesto, resulta sensato afirmar que no hay una verdadera
justificación para censurar de manera genérica la interferencia de frecuencia, rehuyéndola
como si se tratase de algo intrínsecamente nocivo. Tal actitud solo es reflejo de un
dogmático purismo, por completo infértil para cualquier propósito de planificación
lingüística, ya que olvida que la lengua no es algo que se imponga al individuo sin más, sino
que, en cuanto sistema, “se le ofrece, proporcionándole los medios para su expresión
inédita, pero, al mismo tiempo, comprensible, para los que utilizan el mismo sistema”
(Coseriu 1982b: 982)14.
Desde luego, un buen docente de lengua extranjera o de traducción debe conocer bien
los fenómenos como la interferencia de frecuencia, así como debe también sensibilizar al
estudiante respecto de tales fenómenos y familiarizarlo con los problemas (por cierto
condenables) con que estos se relacionan: ello forma parte de la misión que tiene el
docente de concienciar en forma constante al alumno en relación con su actividad. Mas no
resulta pertinente censurar de manera tajante un fenómeno lingüístico que, a pesar de
constituir una desviación con respecto a la conducta “esperable” de un hablante en
circunstancias “normales”, corresponde sencillamente a una explotación particular del
sistema de la lengua (vid. Pountain 1994), sin la consecuencia necesaria de problemas
comunicativos y sin siquiera manifestarse necesariamente como algo perceptible para los
destinatarios. Y si fuese pertinente tal censura –reiteramos: no lo es–, esta debiera
implementarse de manera consecuente; o sea, no solo habría que condenar la interferencia
de frecuencia en su forma convergente, sino también en su forma divergente, cosa que
nadie parece hacer.
Ahora bien: antes se ha dicho que la mayor parte de los estudiosos que se han referido
a la posibilidad de interferencias cuantitativas solo considera casos de convergencia; no
obstante, independientemente de si quienes emplean denominaciones como las que nos
ocupan en este apartado están o no conscientes de que existe la interferencia de
divergencia, el que dichas denominaciones se usen solo para designar casos de interferencia
de convergencia está por completo justificado y ha de mantenerse así, aun si se reconocen
ambas clases interferenciales. Los términos anglicismo, catalanismo, galicismo, etc., como
términos metalingüísticos15, siempre designan fenómenos en que se imita otro idioma,
cosa que no sucede en el caso de la interferencia de divergencia, en referencia a la cual
sería más adecuado hablar de antianglicismos, anticatalanismos, antigalicismos, etc., por
cuanto se trata siempre de usos que van en contra de lo observado en el idioma desde el
cual se produce la interferencia.
Por otra parte, en el uso de términos como los mentados pueden en ocasiones darse
diversas imprecisiones y confusiones. Sin embargo, varias de ellas no presentan en realidad
mayor dificultad a la luz de lo expuesto en el último párrafo del apartado anterior, por lo
que en lo que sigue nos detendremos en un problema en particular, que se puede constatar
en varios trabajos en español sobre los anglicismos de frecuencia, aunque es probable que
también exista en otros idiomas y en referencia a fenómenos de interferencia de
convergencia de diferente origen.
Este problema se presenta, p. ej., en el libro de Vázquez-Ayora, donde se lee que “[e]ntre
los ‘anglicismos de frecuencia’ correspondientes al léxico, cunde en primera línea el
adverbio, de modo especial el terminado en -mente” (1977: 116); en el estudio de
Rodríguez, donde se lee que “son anglicismos de frecuencia sintácticos los adjetivos
antepuestos al sustantivo, los adverbios en -mente, el gerundio, las repeticiones
innecesarias y el verbo poder” (2000: 309; 2002: 166) y donde se habla continuamente de
anglicismos de frecuencia para hacer referencia a cada una de las apariciones
independientes de los recursos lingüísticos hispánicos cuyo sobreuso supone un anglicismo
en el corpus estudiado; y, ya desde el título, en la ponencia de Véliz y Cámara (2010): La
“parataxis” como anglicismo de frecuencia en traducciones del inglés al castellano.
Lo recién apuntado podrá parecer una verdad de Perogrullo, mas hacerlo explícito se
justifica en la medida en que existen estudiosos que incurren en la imprecisión señalada.
Por otra parte, aun si se trata meramente de una imprecisión expresiva, de una metonimia,
es una metonimia confusa y más que fácil de evitar, lo cual basta para tacharla de
inaceptable en el lenguaje científico. Además, tal imprecisión puede incluso llegar a
contribuir, especialmente en el aula, a la estigmatización, por completo injustificada, de
recursos lingüísticos perfectamente castizos; así, p. ej., si un estudiante de traducción
inglés-español escucha una y otra vez a sus profesores decir que las construcciones pasivas
con ser + participio constituyen anglicismos, es probable que termine por generar un
rechazo genérico frente a dichas construcciones y que intente eliminarlas de su acervo
lingüístico (vid. Echeverría 2011), lo que sería en realidad un despropósito, pues se trata de
construcciones utilizadas hasta por el mismísimo Cervantes.
5. CONCLUSIÓN
En estas páginas esperamos haber contribuido a la comprensión de la interferencia
lingüística de frecuencia y de algunos de los problemas relacionados con dicho fenómeno.
Lo aquí expuesto sobre el tema se puede sintetizar en los puntos siguientes:
Notas
3 Blas trata por separado los problemas de delimitación de la interferencia en relación con
el cambio lingüístico y con la integración, pero en verdad se trata de un mismo fenómeno
(vid. Coseriu 1978, Mackey 1970).
4 Es decir, sujetos que cumplan con la condición de hablar al menos dos lenguas,
independientemente de que hablen más.
6El uso de términos como lengua meta al hablar de interferencia nos parece problemático,
ya que determinar qué lengua ideal busca realizar el hablante, o si tan siquiera busca
realizar una lengua en particular, es bastante difícil, especialmente por lo que concierne a
cuestiones de pura norma. Por esto, aquí preferimos usar el término lengua pertinente,
considerando el contexto idiomático (vid. Coseriu 1982a) del acto comunicativo.
reiterado del recurso correspondiente de la lengua pertinente con una función de habla
anormal, este último fenómeno, de interferencia cualitativa, será racionalmente anterior.
condiciones absolutas, son condiciones ideales, tal como la lengua estática es un objeto
ideal, deducido por el lingüista mediante un procedimiento abstractivo (vid. § 1.1 y Coseriu
1978: 50-51). De este modo, podremos preguntarnos según qué convención estadística
determinaremos en cada caso el límite entre, por un lado, lo regular y lo irregular, y, por
otro lado, lo normal y lo anormal; pero tal pregunta tendrá un carácter más bien
metodológico que teórico.
15 Hacemos la especificación ya que estos términos también podrían usarse para referirse a
la imitación de conductas extranjeras en general, sean o no lingüísticas. Así, se podría decir
que imitar el hábito de los ingleses de tomar té en la tarde es también un anglicismo,
aunque claramente no uno lingüístico.
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Fuente