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Lenguaje y religión

En primer lugar, debe tenerse en cuenta que las reflexiones sobre el lenguaje y

sobre las posibilidades de poner en palabras una experiencia mística son recurrentes en

toda la obra de Borges. Basta considerar casos como los de “Sentirse en muerte” (El

idioma de los argentinos, 1928), “El acercamiento a Almotásim” (Historia de la

eternidad, 1936), “La escritura del Dios” y “El Aleph” (El Aleph, 1949), y “El

Congreso” (del propio El libro de arena, 1975) para ver los distintos modos de presentar

este tipo de experiencias en sus textos y de los problemas que ello supone. Lo novedoso

de “El espejo y la máscara” y de “Undr” es que sitúan lo místico en un terreno

específicamente literario, como resultado de una progresión poética, y se insertan,

formalmente, en un contexto de retorno a la poesía del propio autor (Azzetti, 2014). En

este momento se advierte, además, un interés por un “origen germánico”, esto es, por

una exploración de la lengua, la cultura y la estética de pueblos como el nórdico, el

anglosajón, y el celta.

En este sentido, ambos cuentos –que pueden leerse en conjunto por diversos

motivos que se intentarán justificar aquí– presentan una historia muy similar. Las

narraciones consisten básicamente en la búsqueda de “una forma de expresión perfecta,

absoluta” (Massuh, 1980: 195) por parte de sus protagonistas, un poeta irlandés y otro

islandés. Se puede ver así que al autor argentino “nada lo apasiona en tal medida como

la gravitación del lenguaje en la existencia humana [y que] la literatura es un asunto

constante de su literatura” (Rest, 1976: 97), ya que el desarrollo de ambas historias

habilita al mismo tiempo una reflexión tanto por las posibilidades expresivas del

lenguaje como por la creación poética y el modo de alcanzar un grado perfecto en ella.

De esta manera, en la búsqueda de este refinamiento poético se termina dando “una


concepción mística de la poesía, compuesta de un solo verso o palabra” (Stewart, 1999:

52), que revela un componente esencial intrínseco a ella.

En segundo lugar, además de presentar argumentos similares y de estar

ambientados en contextos afines –culturas del norte de Europa en la Edad Media–, las

historias de ambos cuentos incluyen diversas referencias a elementos de la tradición

cristiana1 que le son funcionales al autor para dotar de un carácter sagrado y divino –es

decir, vedado a los hombres– a la expresión poética que se busca. Así, por ejemplo, se

dice que los irlandeses de “El espejo y la máscara” creen en "la indudable Trinidad"

(Borges, 2011: 160), y que el pueblo de los urnos profesa “la genuina fe de Jesús, no

maculada de arrianismo ni del sangriento culto de los demonios, de los que derivan su

estirpe las casas reales de Inglaterra y de otras naciones del Norte” (Borges, 2011: 163).

De este modo, el autor se ocupa de sentar las bases sobre las cuales deben leerse los

hechos de las narraciones: justamente teniendo en cuenta un registro de los valores

cristianos que se imponen en dichos escenarios. Esto resulta significativo ya que

permite afirmar que Borges, en lugar de tomar las creencias paganas “tradicionales” de

los espacios en los que sitúa las historias (la mitología celta o la escandinava), elige

valerse del credo y el campo semántico que ofrece el cristianismo –como por ejemplo

las ideas de pecado, culpa, castigo y expiación– para trabajar las implicancias de poseer

un conocimiento divino en el ámbito humano.

De esta manera, en primer lugar se analizarán las historias de ambos cuentos por

separado y se hará énfasis en ciertos pasajes significativos de los mismos. Luego se

señalarán y estudiarán algunas coincidencias que presentan los textos, que justifican su

lectura en conjunto. Finalmente se extraerán las conclusiones de lo analizado.

1 Se trata, por lo general, de elementos vinculados al catolicismo.

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