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San Agustín se preguntaba ¿qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé.

Si me lo
preguntan, lo ignoro. Lo mismo me sucede con la literatura, qué es la literatura, si no me lo
preguntan conozco íntimamente su ser, si me lo preguntan, ignora la respuesta adecuada.
Por eso, antes de precisar los vínculos y conexiones con algo así como la literatura y el
concepto de libertad y su especificidad mediática; todos ellos tópicos de por sí complejos,
creo que es necesario (y ello quedará para la discusión posterior) responder preguntas
esenciales respecto de aquello que nos convoca: la literatura. Mi propuesta, muy
pretenciosa quizás, tiene su anclaje en un abordaje de tipo ontológico (esto es, acceder al
ser de la cosa, a su identidad, etc), esto es responder, o al menos avizorar una respuesta
tentativa, a la pregunta qué es la literatura o A qué nos referimos cuando hablamos de
literatura? Muy probablemente un texto científico no califique para ser etiquetado como
texto literario. Por lo tanto es necesario precisar al menos el lugar, los límites y alcances de
la literatura. Eso como primera tarea a responder en conjunto.
En segundo lugar, quisiera proponer algunas perspectivas críticas en torno a las relaciones
entre literatura y filosofía que, desde luego, están vinculadas con nuestra pregunta rectora,
y que ofrecen algunas respuestas a la interrogante que aquí se quiere se menciona.
Ya desde los griegos se viene generando una disputa entre los límites que le conciernen
tanto a la literatura, la poesía y la filosofía. Bástenos recordar que para platón los poetas
debían ser expulsados de la polis, pues su quehacer dependía de las musas y no de una
construcción razonada. El poeta en este sentido estaría preso de una divinidad que lo
compromete con la locura y no con un pensamiento autónomo. Sin embargo, Parménides,
filósofo que prefigura a platón vuelca su pensamiento en la forma de un poema. Lo cierto
es que esta problemática dialéctica se ha extendido desde los griegos a nuestros días,
pasando por diferentes y dinámicas etapas. Me interesa en este sentido, y siguiendo la
corriente de pensamiento que es parte de mi trabajo, un encuadre de tipo ontológico y
hermenéutico que precise los márgenes y alcances de la literatura en su relación con la
filosofía. Esta última se ha preocupado siempre por lo literario, señalando algunas rutas y
enclaves que echan luz sobre los múltiples modos en que se manifiesta la literatura.
Aquí presentaré tres esquemas entre la relación literatura-filosofía, y que pueden servirnos
de guía para una ulterior discusión.
Esquema didáctico: en este esquema interpretativo, la filosofía señala que la literatura no
es más que una ilustración de ciertos pensamientos. Es, por tanto, a la filosofía a quien le
concierne determinar qué tipos de pensamientos están insertos en el campo literario. Ej.
Crimen y castigo, según este enfoque, sería la manifestación de una disputa fundamental
en el hombre respecto de qué es el bien y qué el mal (ética). Precisamente el protagonista
se debate entre este dinamismo culposo luego de cometer su crimen. En este esquema,
dice un filósofo francés (Philippe Sabot) se pierde la especificidad formal de los textos
literarios. Ahora bien, cuál es la especificidad formal del texto literario???

Esquema hermenéutico: este enfoque considera que la literatura guarda verdades y


revelaciones esenciales que a la filosofía le corresponde desentrañar y hacer aparecer para
otorgarle una significación que se remonte al núcleo de la verdad (obsesión de la filosofía).
Este esquema, como verán, no difiere mucho del anterior.
Esquema productivo: aquí la literatura es la que, a través de su forma textual, de su propio
sentido, produce cierto pensamiento filosófico. Aquí el texto literario no depende de lo que
la filosofía le haga decir, al contrario, la literatura produce y configura lo filosófico. Ej. Uno
de los grandes escritores de nuestro tiempo dieron pie, entre otros, a la corriente de
pensamiento existencialista: Franz Kafka. Leyendo el proceso o el castillo o la propia
metamorfosis podemos percatarnos que allí se halla el núcleo de un pensamiento del
absurdo y del cuestionamiento existencial del hombre como individuo enfrentado a un
mundo salvajemente burocrático.
Se ve que la filosofía ha intentado domesticar a la literatura, o al menos, pensarla como
adscrita a su campo. Sin embargo, hay que destacarlo, la literatura y la poesía, a finales del
siglo xix y principios del xx se posiciona en un lugar privilegiado respecto de la filosofía. La
crisis de la metafísica, el fin de los grandes relatos (promesas de emancipación, ciertos
fracasos sociales, Auschwitz campo de concentración, etc) y de los grandes sistemas de
pensamiento, permiten que la literatura sea portadora del propio pensamiento y de su
diversificación en el mundo intelectual.
Mención aparte es la consideración de, a mi entender uno de los mejores cuentistas de la
historia, Jorge Luis Borges acerca de la filosofía: lo dice, y sin pelos en la lengua, “la filosofía
es una rama de la literatura fantástica”

Ahora bien, es interesante destacar a otro gran pensador de nuestro tiempo Michel
Foucault, quien realiza una lectura interesantísima de la literatura. Propone a grandes
rasgos que la literatura es un aparato ideológico que produce subjetivaciones. Dice: “la
literatura ha incidido en la constitución de la subjetividad moderna, pues la literatura como
medio de comunicación produce efectos de poder en la conformación y modificación del
campo informativo de los hablantes de una lengua”. Esto quiere decir que la literatura o la
obra literaria moldea el pensamiento y los modos de relacionarse de una persona frente a
determinada realidad. Esto puede entenderse desde un punto de vista negativo y positivo.
En lo negativo, podríamos mencionar la desafortunada y patética lectura que realizó Hitler
de Nietzsche y sus desastrosos efectos o los consejos “seudo-terapéuticos” que genera, en
masa, la lectura de pilar sordo, subsumiendo al individuo a una aparente positividad. El
emblemático caso del Werther de Goethe que suscitó una ola de suicidios entre la juventud
de la época, por el contenido romántico de la obra. (las desventuras amorosas del joven
Werther).

En lo positivo al ya mencionado Kafka, Stevenson y sus reflexiones éticas que


comprometen al lector a una reflexión interna sobre su moralidad (dr. Jekill y mr. Hyde).
Joseph Conrad (corazón de las tinieblas) quien nos permite realizar un viaje hacia lo
profundo de los límites humanos que exceden la racionalidad, etc. Con todo, sea positivo o
negativo, la literatura como forma de comunicación social, subjetiva, modela pensamientos,
formas de vida y culturales, por lo que ella cumple una función social que no debemos
soslayar.
Finalmente, unas escuetas consideraciones
Señala Jacques Derrida filósofo argelino, padre de la deconstrucción, en un texto del año
83 que la literatura es esa cosa, esa escritura idiomática cuya pureza sé que es inaccesible,
pero en la que continúo soñando”. Asimismo, presiento, se me muestra la literatura, como
un sueño inescrutable, en el que me complace relacionarme con fantasmas que, sin una
determinación judicativa, siento que son mis amigos. Quizás la literatura sea una forma de
la desdicha o de la soledad o del placer, pues creo que ese es su Eidos y su esencia,
proveernos del placer de la melancolía, el placer de la soledad y de la amistad invisible.
Asimismo, siento una mágica intimidad entre la lámpara, la noche, el libro y los ojos que
descubren los signos que manchan el papel, por ello para finalizar he escogido las dos
primeras estrofas de un soneto que representa fielmente el sentimiento que me genera la
literatura y los libros.
Francisco Quevedo
Desde la torre
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Respecto de la libertad y su relación con la literatura tengo que ceder a mi ya viejo


laconismo expresado en la sentencia poética de Mario Santiago, amigo y poeta del gran
Roberto Bolaño: “Si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio”.

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