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FUEGO CRUZADO

Si debiéramos sintetizar en pocas palabras los acontecimientos ocurrido en los


últimos tres años del desenvolvimiento político en el país, creo que las más
acertadas sería las de caquexia institucional o mejor aún, las de cataplexia
institucional.

Todo cambio institucional ha de ser sistemáticamente planificado y debe ser así en


pro de la salud del régimen democrático, pero en estos últimos años hemos
atestiguado una serie de idas y venidas, sucesos aparentemente imprevistos,
cambios bruscos de dirección, al menos, para no adjetivarlos de cambios
espontáneos, podríamos coincidir la gran mayoría de peruanos que estos últimos
tres años han sido signados por aconteceres político sui géneris, fuera del curso
normal de la rutinaria vida política con la que estábamos familiarizados hasta el
2016.

Con el anuncio presidencial del último 28 de julio, sintetizado en la frase


¨vayámonos todos” no solo se hace muy plausible, un recorte del periodo
presidencial y congresal, también nos quedamos con la incertidumbre de no saber
con precisión cuando iremos a las urnas a depositar nuestro voto soberano: la
seguridad de contar con un calendario electoral, requerimiento esencial para un
sistema electoral que se ha volatilizado.

Lo más grave, no es el hecho en sí, sino el mecanismo implícito, el subterfugio


soterrado, la primacía del cálculo político por sobre las reglas constitucionales,
aunque estas no hayan sido necesariamente violentadas, que el presidente se
haya visto precisado a caer en este peligroso juego de malabares por las
circunstancias de tener un congreso decididamente hostil a las reformas
planteadas y por sus propios dislates, no es tema aparte, pero no niega la fría
premeditación detrás de tal decisión, aunque muchos sostengan que el grado de
corrupción es tan álgido que requiere declararse todo en emergencia y aplicar
mecanismos jurídicos de amplio criterio para no torcer la sacrosanta seguridad
jurídica¨

Responsabilidad del congreso mayoritariamente naranja, sí por supuesto, es


innegable que el primer gatillazo que coadyuvó directamente a llevarnos a este
singular escenario fue dado por Keiko Fujimori a través de sus secuaces
agazapados en sus curules congresales y que coordinaron vía Whatsapp el
socavamiento premeditado, alevoso y ventajoso de un presidente, muy técnico y
todo, pero políticamente inepto.

Lo gravoso de este proceso sostenido de tortura inquisitorial y desenfrenado


contra el ejecutivo, es que también enervaron al sistema democrático, claro eso
era lo de menos, con tal de lograr el objetivo de sentar a un presidente fantoche
en palacio, obsecuente a los designios de ¨la jefa¨, maquiavelismo puro. Por si no
fuera esto suficiente, saltaron a la luz pública cercanías bochornosas con intereses
ilegales que se traslucía en la labor obstruccionista de los parlamentarios de esta
bancada - en alianzas con otras - para petardear cualquier tentativa de hacer más
efectiva la investigación de delitos a personajes y empresas por casos de
corrupción y crímenes financieros. Adjunto a un congreso compuesto por tribunos
de la impunidad, se encontraba el aquelarre perfecto de siniestros y malhadados
personajes como Chavarry, Camayo, Hinostroza y una enigmática señora¨K¨

Finalmente, todo el tinglado se vino abajo y si bien cayó PPK, no encontraron en


Vizcarra al cacaseno sumiso que pensaban que iba a ser, el devenir de los
acontecimientos cambió decididamente y Keiko pasó de ser torturadora
inquisitorial a investigada, primero y desde el dos de noviembre del año pasado se
encuentra alojada como huésped ilustre en el penal anexo de mujeres de
Chorrillos.

El gobierno poco pudo hacer para evitar el fin tan dramático de estos casi cinco
años de cruenta guerra entre el ejecutivo y el legislativo, es la consecuencia más
honrosa, si es que cabe ese término, y menos dolorosa para acabar con un trama
que nos tiene en vilo a todos los peruanos y amenaza con barrer con lo poco de
democracia e institucionalidad lograda en estos últimos veinte años, tal vez haya
una luz al final del túnel o una abrupta empinada hacia los confines sinuosos del
autoritarismo, encabezado por un caudillo que capitalice todo el descontento con
la promesa de llevarnos a la tierra prometida, tal vez ese capitoste aún sea
anónimo y esté esperando el momento oportuno para lanzarse como fiera
hambrienta sobre los despojos de un Perú que no supo llegar al bicentenario, tal
vez esté tomando el pulso de esta lánguida democracia a través de la lectura de
artículos de opinión como este, quien sabe si ahora esté posando su rijosos ojos
sobre este artículo.

https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/vizcarra-martin-congreso-fujimori-keiko-fuerza-
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