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Miguel Fuentes
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Se defiende igualmente la urgencia que tendría, ante la verdadera “emergencia estratégica” que
constituiría la amenaza de una crisis ecológica súper-catastrófica y el riesgo de un colapso
civilizatorio cercano, la convocatoria de una “Nueva Conferencia de Zimmerwald”. Esto
tomando como antecedente la reunión encabezada por el puñado de revolucionarios que, ante
el estallido de la Primera Guerra Mundial (es decir, el fenómeno histórico más catastrófico de
los desarrollados hasta ese entonces), participaron en 1915 de la convocatoria de la Conferencia
de Zimmerwald hace exactamente un siglo.
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¡Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald!
Aun así, teniendo en cuenta esta situación adversa, caracterizada por la ausencia de procesos
revolucionarios clásicos, planteamos que los fenómenos de desestabilización que traería
consigo el desastre ecológico y social en ciernes, exacerbando al límite las contradicciones
económicas, políticas y sociales capitalistas, podrían alentar el desarrollo de un nuevo ascenso
revolucionario mundial de magnitudes quizás insospechadas. Esto último, por lo menos,
durante el periodo inicial de la crisis ecológica-social planetaria, momento durante el cual sería
posible, otra vez, el impulso de una política anti-capitalista que se haga carne en cientos de
millones en todo el planeta. En concordancia con esta perspectiva, basta con considerar aquí
los efectos desestabilizadores que podría tener una situación internacional de inestabilidad
social y geopolítica aguda, alimentada por el cambio climático y la crisis energética, sobre los
pilares de la dominación imperialista, pudiendo aquella ofrecer importantes oportunidades
revolucionarias para las masas en diversas regiones. Esto tal como han comenzado ya a discutir
los principales órganos de seguridad imperialista a nivel mundial.
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Establecemos aquí, por lo tanto, una analogía entre este potencial escenario catastrófico con el
periodo histórico comprendido entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y la derrota del
nazismo en 1945 cuando se produjo, en medio de un salto de las tensiones inter-imperialistas
y de la crisis económica, social y política internacional, el desarrollo de una serie de grandes
procesos revolucionarios en distintos países (por ejemplo, la Revolución Rusa). De importancia
clave en esta analogía sería, además, la capacidad que habría mostrado durante estas décadas
el movimiento obrero y popular para dar pasos, al calor de una serie de avances y retrocesos
de la lucha de clases mundial, en el camino de una respuesta internacional propia
(independiente) ante la crisis capitalista. Aunque ante la perspectiva (ya probablemente
inevitable) de la muerte de decenas o cientos de millones como secuela de una degradación
aguda de las condiciones de habitabilidad ecológica de nuestro planeta, pensamos que la
posibilidad de una replicación en el futuro próximo de un fenómeno de ascenso revolucionario
mundial podría ser uno de los principales resultados de la agudización de la próxima crisis
capitalista, esta vez potenciada a niveles inauditos por las penurias que producirá sobre las
masas los golpes de la crisis ecológica y energética global en ciernes.
La crisis ecológica planetaria prepara golpes inauditos sobre los pueblos del mundo
Y si pensamos en los devastadores efectos que tendrá el derrumbe ecológico durante las
próximas décadas sobre una serie de países desarrollados y del llamado “Tercer Mundo”, esto
tal como es posible ver hoy en el caso de la crisis de refugiados en Europa y la guerra civil siria
(cuyas dinámicas fueron potenciadas, tal como han sugerido una serie de investigaciones, por
el cambio climático), todo indica que sólo será del avance de una política anti-capitalista basada
en la independencia de clases y la auto-organización de los explotados de la cual podría
depender, prontamente, el destino de la humanidad completa. Es evidente, de hecho, que no
existe ninguna chance de combatir las causas estructurales de la actual crisis ecológica en tanto
la sociedad capitalista no sea extirpada de raíz. Lo anterior mediante una revolución mundial
que permita arrebatar a los capitalistas las riquezas materiales e intelectuales que tienen
secuestradas para ponerlas, de una vez por todas, al servicio de la humanidad en su conjunto.
Una revolución mundial que nos permita, en definitiva, avanzar hacia la abolición de las
caducas jerarquías de clase y la creación de una sociedad comunista global basada en la
planificación racional de la economía y el desarrollo tecno-científico. En otras palabras, el
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único modelo de civilización capaz de brindarnos una alternativa de sobrevivencia ante la
hecatombe planetaria a la cual nos estamos aproximando.
A la luz de estos datos, queda claro que esperar que la sociedad capitalista pueda brindar una
respuesta al verdadero test de sobrevivencia que significará el derrumbe ecológico-social que
estaría a punto de producirse, sería como pretender que un simio resolviera una ecuación
matemática altamente compleja, quizás la más compleja a la cual se haya enfrentado el Homo
sapiens jamás. ¡No! Ninguna respuesta puede esperarse del capital, sus gobiernos, sus
instituciones o sus partidos políticos. El capital, devenido en un virus asesino, no representa
hoy más que una amenaza evolutiva (existencial) para el conjunto de nuestra especie. ¡Es por
la evolución, entonces, por la cual debemos aniquilarlo! Y es que… ¿puede acaso concebirse
hoy otro punto de inicio para una política ecológica?
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alcanzado un “punto de no retorno”, creemos que cualquier ascenso revolucionario futuro
deberá ser pensado, como ya mencionamos, asumiendo un escenario de desastre no sólo
inminente, sino que además inédito. Esto último, nuevamente, tal como ocurrió en el caso del
horizonte histórico al cual debieron enfrentarse los marxistas revolucionarios durante las
primeras décadas del siglo XX, caracterizadas por el desarrollo de una serie de fenómenos
reaccionarios de magnitudes no vistas hasta ese entonces. Ejemplos de dichos fenómenos
fueron, entre otros, el estallido de las guerras mundiales y el ascenso del Fascismo, adquiriendo
aquellos en cierto momento del proceso histórico (tal como en el caso de la crisis climática
hoy) una dinámica imparable. Algunos gérmenes de estos fenómenos reaccionarios de nuevo
tipo durante el presente siglo podrían encontrarse, posiblemente, en el surgimiento de ISIS y la
ya mencionada crisis migratoria europea, así como también en el avance (inicial) de la extrema
derecha y el neofascismo a nivel internacional. Debe considerarse aquí, asimismo, el factor
reaccionario adicional que ha venido ejerciendo sobre la marcha histórica durante décadas
recientes la caída de la URSS y el agudo retroceso que experimentaron los niveles de
subjetividad revolucionaria de las masas y las organizaciones marxistas en todo el mundo,
poseyendo todavía estas últimas una influencia mucho menor a la que alcanzaron durante el
siglo pasado.
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estallido de la Revolución Rusa (1914-1917) marcó el inicio explosivo de esta crisis histórica,
la situación actual poseería todavía, en gran medida, un carácter introductorio. En otras
palabras, rechazando cualquier tipo de escepticismo con respecto a la posibilidad de una
respuesta revolucionaria internacional de los explotados ante el cambio climático, esto como
resultado de la magnitud ya inmanejable que habría alcanzado la crisis ecológica y de una
supuesta pasividad crónica de las masas para lidiar con aquella, el concepto de “revoluciones
en el abismo” hace énfasis en el efecto catalizador que podría tener dicha crisis y sus múltiples
repercusiones sobre la lucha de clases internacional, pudiendo alentar desde ahí el desarrollo
de múltiples procesos revolucionarios alrededor del mundo. Esto último, sobre todo, en el caso
de generarse una sincronización entre los efectos del fenómeno de degradación medioambiental
planetaria en curso y el derrumbe económico, social y político que se asociaría al mismo.
Destacamos en este punto, de este modo, la posibilidad del estallido de revoluciones sociales
que podrían verse inmersas durante este siglo, de iniciarse un fenómeno de colapso
civilizatorio, en una situación de disolución progresiva de las bases objetivas de la lucha de
clases moderna, esto al menos en el sentido en que dichas bases fueran concebidas por Marx y
Engels en los albores del socialismo científico. En términos de la perspectiva de la revolución
proletaria, esto quiere decir que, si el nacimiento del imperialismo implicó la madurez de las
condiciones objetivas para la revolución socialista mundial, un fenómeno de colapso
contendría en sí, por el contrario, una potencial “involución histórica” capaz de poner en riesgo,
de manera permanente, la vigencia de dichas condiciones. Esto significaría, por lo tanto, la
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apertura de un escenario histórico que constituiría el opuesto dialéctico del periodo abierto por
la Primera Guerra Mundial y la Revolución Soviética; esto es, la transición entre la época de
la actualidad de la revolución socialista mundial a la de la caducidad progresiva (al menos en
su acepción proletaria moderna) de esta última.
A un nivel más concreto, lo anterior tomaría la forma de una probable revitalización de la vieja
teoría de la “catástrofe malthusiana”, la cual, aunque refutada en su momento por Marx y
Engels, podría estar alcanzando en nuestros días un nuevo tipo de actualidad histórica,
alimentada esta vez por la propia descomposición y decadencia del capitalismo. Las bases de
este peligro se encontrarían, parafraseando a Trotsky, en el desarrollo de una dinámica en
tijeras (exponencial) al nivel de las contradicciones estructurales que hacen posible la
existencia del sistema capitalista; es decir, la doble contradicción capital-trabajo y capital-
naturaleza, las cuales podrían sintetizarse ahora, a su vez, en la aparición de un tercer tipo de
contradicción epocal: capital-existencia humana. Muestra de esto último sería la situación
histórica contemporánea caracterizada, entre otras cosas, por la combinación de una inminente
crisis ecológica y de recursos planetaria sin precedentes y, por otro lado, la presencia de un
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nivel tecnológico cada vez más insuficiente para lidiar con la magnitud que estaría tomando
aquella. Un ejemplo de esta deficiencia tecnológica creciente se hallaría en la total ausencia en
el presente de tecnologías capacitadas para enfrentar la escala de las amenazas asociadas a la
crisis medioambiental, a saber, las derivadas de las actuales concentraciones de dióxido de
carbono en la atmósfera, no vistas en varios millones de años.
En términos epocales, se plantearía así ante nosotros el inicio de una última “carrera de
velocidades” entre el horizonte revolucionario moderno (cuyas bases objetivas podrían
comenzar a erosionarse) y su antinomia histórica: el colapso civilizatorio… el cual contendría,
a su vez, el germen de un riesgo aún más definitivo: la extinción humana. Lo anterior como
consecuencia de un posible agudizamiento del nuevo fenómeno de extinción planetaria que,
siguiendo lo planteado por una serie de investigaciones, ha comenzado ya a dar sus primeros
pasos: la sexta extinción masiva de la vida terrestre. Sexta extinción que podría constituir, otra
vez de acuerdo con lo señalado por una serie de científicos, una de las extinciones más drásticas
y fulminantes que haya experimentado nuestro planeta.
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El horizonte de la extinción humana
Aunque es cierto que la perspectiva de una revolución socialista se mantendría en gran medida
vigente hasta el inicio de un fenómeno de colapso, es importante considerar, en términos del
análisis del proceso histórico contemporáneo, que la maduración de las condiciones históricas
para este último debería producirse mucho antes de su consumación plena. Esto plantearía la
existencia de un periodo de contenido precolapsista que se caracterizaría, como es lógico
inferir, por un fortalecimiento progresivo de dichas condiciones, las cuales comenzarían a
ejercer un influjo cada vez más protagónico sobre el devenir histórico. Este periodo
precolapsista, el cual podría estar ya dando sus primeros pasos en el escenario social, tendría
como uno de sus rasgos centrales el impacto degenerativo (creciente) que la maduración de las
bases objetivas para un colapso civilizatorio produciría sobre todos los aspectos de la vida
social, esto por ejemplo en el caso de las estructuras económicas, sociales y políticas
tradicionales de la sociedad actual. Una de las causas motoras (basales) de este verdadero curso
de degeneración de la historia moderna se hallaría, como mencionamos anteriormente, en el
ya referido potencial estancamiento y posterior derrumbe de las fuerzas productivas del sistema
industrial.
A partir de aquí, el avance de este proceso de declive terminal del capitalismo, el que como
dijimos estaría dando ya sus primeros pasos al nivel de las bases del sistema económico,
político y social contemporáneo, podría asimilarse al desarrollo de una especie de interferencia
creciente sobre la dinámica histórica. Factor de “interferencia estructural” sobre cada una de
las dimensiones de esta última que, en un nivel avanzado, de manera similar a como los ruidos
de fondo son capaces de alterar y hasta llegar a anular las medidas acústicas, adoptaría en el
terreno de la lucha de clases moderna la forma de un fenómeno paulatino de distorsión y
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posterior cancelación reaccionaria (irreversible) de aquella. Esto sobre todo si asumimos la
existencia de una “imbricación orgánica” entre la lucha de clases en tanto producto histórico
con las condiciones más generales (epocales) de reproducción de un sistema social dado y el
papel corrosivo que tendría la crisis ecológica sobre las mismas. Dicho de otra manera, existiría
una “correlación estructural” entre, por un lado, la erosión de los “pilares socioecológicos” de
la sociedad contemporánea como efecto del avance de la crisis climática y, por otro lado, el
deterioro de los fundamentos sociohistóricos en los cuales la lucha de clases adquiere (al menos
de acuerdo con los parámetros propios de la modernidad industrial) sentido y vigencia
histórica.
Tal como el caso de la atrofia muscular que suele afectar al cuerpo humano antes de la muerte,
el desarrollo de este fenómeno de “cancelación reaccionaria” de la lucha de clases moderna se
expresaría así, en su estadio final, al modo de una parálisis creciente de las capacidades de
lucha de la burguesía y el proletariado en el sistema social, llegando a constituir esta dinámica
una de las expresiones más claras de la inminencia de una próxima fase de colapso
generalizado. Un fenómeno de atrofia histórica de los “tendones” fundamentales de la lucha
de clases actual que constituiría, de hecho, una de las principales materializaciones históricas
de la ya referida hipótesis de Marx y Engels en torno a una posible perspectiva de “destrucción
mutua” de las clases centrales del capitalismo. Haciendo una analogía con el proceso de
senescencia de los seres vivos, esta dinámica socio-degenerativa podría representarse entonces
como un tipo de envejecimiento estructural (o agotamiento histórico) de las clases sociales del
sistema industrial, debiendo en su momento dicho “envejecimiento” culminar, luego de que
aquellas hayan dado todo de sí en el proceso social, con la muerte (o el colapso) de estas
últimas.
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Aunque no podemos extendernos más aquí con respecto a las características que podría
presentar este posible fenómeno de “cancelación reaccionaria” (y envejecimiento estructural)
de la lucha de clases moderna, puede decirse que aquel debería constituir una de las causas
primarias en la aparición de las ya mencionadas “fallas estructurales” que comenzarán a afectar
al sistema económico, social y político contemporáneo. Eventualmente, en línea con lo
afirmado sobre el tipo de “interferencias históricas” que el avance de un proceso de precolapso
civilizatorio (inducido por un empeoramiento sustancial de la crisis climática) produciría sobre
la dinámica social, estas fallas terminarían entonces por generar, necesariamente, una
distorsión progresiva (cada vez más aguda) de la mecánica del enfrentamiento de clases propia
del periodo industrial. Esto último, por ejemplo, alentando formas de pugna revolución-
contrarrevolución con características crecientemente “anómalas” y asociadas a grados cada vez
mayores (también atípicos) de turbulencia histórica.
El avance de una etapa de precolapso tomaría así la fisonomía de una especie de dialéctica
negativa (degenerativa) del desarrollo capitalista que estaría signada, tal como dijimos, por la
combinación de un potencial derrumbe de las fuerzas productivas a nivel mundial con los
efectos de la apertura de una fase de lucha de clases e imperialismo decadente (es decir, cuyos
agentes sociales se encontrarían en estado de desintegración). Aunque con características
todavía desconocidas, este proceso de literal “degradación estructural” de la sociedad moderna
podría manifestarse en la dinámica histórica, tal como veremos más adelante, con ciertos
fenómenos tales como el desarrollo de crisis económicas agudas sin salida, quiebres
generalizados de las cadenas productivas internacionales y colapsos económicos regionales o
continentales de carácter crónico. Otros fenómenos asociados probablemente con este curso
“degenerativo” del proceso social serían, igualmente, el avance de un posible debilitamiento
sistémico de los sostenes del poder imperialista mundial y la apertura de un periodo de desorden
global de naturaleza permanente.
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Dinámica degenerativa terminal del capitalismo (1)
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La perspectiva histórica de una cancelación reaccionaria de la lucha de clases moderna
A pesar de este potencial escenario con tonalidades hipercatastróficas cada vez más acusadas,
pensamos que todavía sería posible “extender” los límites del horizonte revolucionario
moderno más allá, incluso, de la propia vigencia de las condiciones objetivas que permitieron
su existencia en el pasado. Lo anterior, por lo menos, durante un cierto periodo y bajo
circunstancias específicas. Resaltamos aquí la posibilidad teórica del estallido de futuros
procesos revolucionarios que presenten una naturaleza “bi-epocal”; es decir, revoluciones
sociales que, aunque originadas en el marco histórico moderno, serían capaces de atravesar (en
el contexto apropiado) los límites de este último, esto en la medida en que el propio mundo
moderno que permitió su desarrollo inicial comience a desmoronarse. La dinámica de estas
revoluciones bi-epocales (las cuales constituirían un tipo de dinámica permanentista extendida
o sui generis de la revolución socialista) podría graficarse así al modo de una flecha impulsada
por una fuerza de aceleración originada en un contexto sociohistórico pasado que, gracias a un
fenómeno particular (inducido) de inercia histórica, se encontraría capacitada para continuar
su trayectoria hacia su objetivo final: el comunismo. Esto último hasta el momento en que dicha
fuerza de inercia se agote, o bien hasta que la flecha en cuestión pueda encontrar, en
condiciones favorables, esta vez durante una etapa de colapso, una nueva “plataforma de
lanzamiento” desde donde ser reimpulsada.
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Revoluciones bi-epocales
Cabe mencionar, asimismo, que una dinámica de “sustitución” del papel de las clases
revolucionarias por parte de la acción de determinadas organizaciones políticas, alentada como
hemos dicho por el curso de declive histórico del modo de producción capitalista, debería ser
también válida para el caso de las propias clases burguesas, las cuales ante la degradación de
las condiciones objetivas que permitieron el afianzamiento de su poder durante la era industrial
podrían también, al menos por un cierto periodo… “refugiarse” en el factor subjetivo: es decir,
en el ámbito de la acción histórica de sus respectivas estructuras políticas. Desde aquí, la
degradación de las condiciones objetivas de reproducción de la sociedad industrial no debe
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entenderse como una especie de declive automático (inmediato) de las organizaciones políticas
actuantes durante la era moderna, muchas de las cuales podrían, de hecho, comenzar un proceso
de transición (o mejor dicho mutación) hacia formaciones ideológico-políticas propiamente
colapsistas.
La teoría del foco guerrillero podría adquirir una renovada relevancia ante un contexto de colapso
La perspectiva de un colapso civilizatorio cercano supone así, entre otras cosas, el desafío
estratégico de comenzar a reflexionar en torno a las vías por las cuales impulsar la lucha por el
socialismo no sólo ante un escenario de crisis estructural capitalista probablemente similar a
las desarrolladas durante siglos pasados, sino que, además, en medio de una crisis civilizatoria
que amenace con tirar abajo los propios pilares del mundo moderno. Dicho de otra manera, la
posibilidad de revoluciones sociales al calor de una potencial dislocación fundamental tanto
del modo de producción capitalista, el comercio mundial, el estado-nación, el imperialismo, la
vida urbana, el desarrollo tecno-científico y la lucha de clases, así como de una crisis
generalizada de los soportes ecológicos básicos de la sociedad contemporánea y la vida
terrestre.
Tal como se indica en las siguientes figuras, el proceso histórico durante las próximas décadas
podría simbolizarse al modo de una tendencia general colapsista con posibles “bifurcaciones
históricas” multi-lineales que estarían enmarcadas, a su vez, en una serie de potenciales
“etapas” (precolapso, quiebre civilizatorio y extinción) con una direccionalidad altamente
variable o contingente. Es decir, cuyas trayectorias serían definidas tanto por la evolución que
vaya tomando la situación económica, política, social y de la lucha de clases actual, como por
el propio avance de la crisis ecológica global y sus fenómenos concomitantes de crisis
energética y de recursos planetaria. Nótese, por ejemplo, las múltiples trayectorias asociadas a
una hipotética etapa de precolapso (representada en la tabla de más abajo con la designación
a) signada por el horizonte doble de, por un lado, un empeoramiento del derrumbe ecológico-
energético mundial y, por otro lado, un potencial escenario de “transición socialista” en el
marco de un agravamiento sustancial de la crisis civilizatoria que acompañaría a este último.
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Tendencia colapsista y posibles puntos de divergencia histórica (a)
Con respecto al peso específico que pueda tener en el devenir histórico futuro la evolución de
los factores económicos, políticos y sociales tradicionales del desarrollo capitalista, es posible
entrever, en la medida en que un fenómeno de colapso tome fuerza, una modificación sustancial
del papel que jugaron estos últimos durante los siglos XIX y XX, aquello como producto de la
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influencia creciente que deberían alcanzar pronto los avatares (cada vez más disruptivos) de la
situación ecológica-energética y de recursos a nivel mundial. Lo anterior se expresaría, a nivel
general, al modo de un declive progresivo del peso que tuvieron los factores históricos
“clásicos” del desarrollo industrial (caracterizados por un contexto de crecimiento acelerado
de las fuerzas productivas) y un aumento de la importancia de las nuevas condiciones
sociohistóricas que, asociadas a una exacerbación de la crisis medioambiental, deberían
acompañar la apertura de un periodo de colapso.
Ahora bien, sea cual sea el curso efectivo que tome el proceso colapsista, es posible intuir que
su evolución estará marcada por el rebasamiento de múltiples puntos de ruptura histórica cuya
resolución irá determinando, durante el transcurso de este siglo, en una dirección u otra, el
curso general del mismo. Entre algunos de estos puntos de inflexión a los que se aproxima el
desarrollo histórico contemporáneo pueden avizorarse los siguientes: salto exponencial de la
crisis ecológica y energética global, inicio de fenómenos súper-migratorios explosivos,
surgimiento y propagación de fallas terminales en el mercado mundial, fractura agrícola
planetaria y del sistema internacional de producción de recursos, estallido de las primeras
guerras e invasiones climáticas, ciclo final de las revoluciones modernas, derrumbe de las
primeras ciudades y estados nacionales, fallas ecosistémicas continentales generalizadas,
desintegración de bastiones estructurales completos del proletariado mundial y del sistema de
clases moderno, caída de los poderes imperialistas clásicos, agudización extrema de la crisis
terminal del capitalismo e inicio de una fase abierta de colapso civilizatorio y extinción
humana fulminante.
Se indican a continuación, a modo de diagrama, algunas de las principales tendencias bajo las
cuales podrían agruparse estas potenciales bifurcaciones históricas del proceso colapsista, cada
una de aquellas representando niveles particulares de necesidad (y contingencia)
sociohistórica, así como también distintos grados de interdependencia causal entre las mismas.
Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que si bien el tipo de dinámica histórica que se clasifica
bajo la designación de (a1) podría eventualmente devenir en las agrupadas bajo las
denominaciones (b2) o (b3), lo más probable sería que aquella termine adoptando, como
producto de su desarrollo objetivo previo, un curso histórico más cercano a una dinámica (b1)ii.
Téngase en cuenta que el ordenamiento de estas fases y sus respectivas dinámicas (o, como
hemos dicho, “bifurcaciones históricas”) toman como base el esquema de la posible trayectoria
general del proceso de colapso mostrada en figuras anteriores.
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Posibles divergencias histórico-epocales del proceso colapsistaiii
Una de las manifestaciones más claras del carácter disruptivo de estas “bifurcaciones
epocales”, todas ellas inscritas ya dentro de las posibilidades objetivas del curso histórico
actual, sería la irrupción de una serie de problemas estratégicos de nuevo tipo en la lucha de
clases. Problemas propios (originales) de la dinámica tardo-capitalista súper-catastrófica que
está tomando forma que tendrían como uno de sus factores basales (estructurales) el proceso
ya referido de degradación de las fuerzas productivas que caracterizaría a una fase de colapso.
Nuevos problemas, crecientemente influenciados por la amenaza cercana del derrumbe del
capitalismo y la disolución de las premisas materiales del proyecto socialista moderno que,
aunque todavía solapados bajo el paraguas de los problemas económicos, sociales y políticos
tradicionales de la sociedad contemporánea, han empezado ya a vislumbrarse en la escena
internacional, esto tal como puede verse (de manera incipiente) en los casos de la guerra en
Siria, la crisis migratoria europea y la situación venezolana. Nuevos problemas, muchos de
aquellos posiblemente irresolubles desde el punto de vista socialista tradicional, que
constituyen ya (o que constituirán dentro de poco) un desafío teórico-político y programático
ante el cual la mayoría de los programas revolucionarios del periodo industrial comenzarían a
quedar virtualmente obsoletos.
Problemas de nuevo tipo, totalmente inéditos, que estarían siendo dinamizados por la
combinación de cinco causas motoras fundamentales, inscritas cada una en la base de
desarrollo de la actual crisis eco-social planetaria: 1-la escala de la crisis medioambiental y
energética que está empezando a dar sus primeros pasos a nivel internacional (factor de
magnitud); 2-el escaso tiempo del cual dispondría, de acuerdo a las principales proyecciones
científicas de la crisis ecológica, un proceso revolucionario mundial para reaccionar de manera
efectiva ante la misma (factor temporal); 3-la perspectiva de un derrumbe generalizado del
desarrollo de las fuerzas productivas del sistema capitalista en el mediano plazo (factor
económico); 4-el peligro creciente de un fenómeno de debilitamiento estructural y
desintegración progresiva de la clase obrera y los demás agentes revolucionarios del periodo
industrial, esto como resultado de la dinámica de derrumbe socioeconómico global ya indicada
(factor sociológico) y 5-la traba ideológica (posiblemente insalvable) que implica la existencia
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de una perspectiva industrialista hegemónica en las filas de la izquierda mundial, lo cual
actuaría, entre otras cosas, como un tipo de “camisa de fuerza” que impediría a las
organizaciones anti-capitalistas una real calibración de los desafíos estratégico-políticos
involucrados con el horizonte de una crisis civilizatoria cercana (factor político-ideológico).
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Otra manifestación de esta “curvatura epocal” del devenir histórico y del tipo de distorsiones
estructurales (regresivas) que estaría a punto de producir sobre la lucha de clases puede verse
en el caso de la aparición de una serie de paradojas históricas “irresolubles” (sin solución)
desde el punto de vista de las perspectivas políticas del periodo moderno, esto como producto
de una mayor sincronización de los diversos factores de orden súper-catastrófico que están
empezando a imprimir su sello al curso social. Dicho de otro modo, tal como veremos a
continuación, el surgimiento de problemas incapaces de ser solucionados por ninguna de las
vías de desarrollo (económico-tecnológica, social o política) del sistema industrial
contemporáneo. O sea, que estarían más allá del “horizonte epocal máximo” de la sociedad
moderna en sus distintas variantes. Uno de los resultados de lo anterior sería, como dijimos,
una tendencia al debilitamiento paulatino (y anulación gradual) de la facultad y vitalidad
histórica de los programas revolucionarios del presente para responder a los desafíos de la crisis
de la sociedad actual.
Un ejemplo del carácter inédito que podrían tomar pronto estos desafíos (y de la naturaleza
irresoluble de los mismos desde el ángulo de los esquemas políticos tradicionales) puede
encontrarse, entre otros, en la creciente incapacidad que tendría una política de expropiación
de la industria alimentaria para resolver el problema del hambre que azota hoy a diversas
regiones del mundo. Esto último ante un escenario de calentamiento global superior a los 1.5
grados centígrados que generaría, tal como atestiguan una serie de modelos climáticos, una
irremisible fractura agrícola planetaria. Debe tenerse en cuenta en este lugar, de hecho, la
inexistencia de tecnologías que permitan impulsar en el mediano plazo una hipotética nueva
“revolución verde” que haga posible una ampliación sustancial de la base alimentaria a nivel
internacional. Cabe recordar aquí, además, que uno de los resultados de esta supuesta
“revolución” (basada en un uso masivo de fertilizantes químicos y plaguicidas) habría sido
producir en décadas recientes un agudo debilitamiento de la capacidad agrícola de los suelos
en vastas regiones del mundo. Y todo esto sin siquiera mencionar el papel que debería jugar en
el agravamiento de las hambrunas la situación internacional de agotamiento cercano de
recursos básicos y el deterioro aún mayor de los actuales niveles (inviables) de degradación
ecosistémica global.
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Otro de estos potenciales problemas, vinculados a un contexto de colapso, se hallaría en las
dificultades insalvables que podrían enfrentar muchas sociedades durante este siglo (incluidas
aquellas que puedan avanzar hacia formas de organización socialista) para lidiar con los nuevos
fenómenos súper-migratorios que están comenzado a gestarse. Puede descartarse en este punto
la posibilidad de que, estableciendo una analogía con el caso de las invasiones germánicas que
impactaron al imperio romano antes de su caída (constituidas en ese momento por una serie de
grupos étnicos con menores niveles de desarrollo tecno-científico, social y artístico), muchas
de estas oleadas súper-migratorias desemboquen, tarde o temprano, en verdaderas invasiones
climáticas violentas de dimensiones enormes capaces de afectar amplias zonas del planeta e
incluso continentes enteros. Consideremos aquí que estos procesos de migración serán llevados
a cabo por parte de poblaciones que, como resultado de los altos niveles de desesperación y
descomposición social que deberían caracterizarlas, así como del estrechamiento cada vez más
severo de la base de recursos de la mayoría de los sistemas sociales alrededor del mundo (lo
que impedirá a estos últimos ofrecer una respuesta de sobrevivencia a dichas poblaciones),
podrían convertirse en el mediano y largo plazo en una amenaza mortal no sólo para el proyecto
socialista, sino también para cualquier forma de sociedad organizada que logre mantenerse en
pie ante el nuevo y convulsivo escenario histórico.
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El peligro súper-migratorio es una amenaza mortal para el socialismo
Nuevos problemas, muchos nada agradables para el oído socialista (o progresista liberal)
tradicional, muchos como señalamos con un carácter posiblemente irresoluble, pero que
requieren ya de un tratamiento urgente por parte de las organizaciones anticapitalistas, esto si
desean preservar algo de la poca sintonía que todavía poseen con los procesos históricos
fundamentales de nuestro tiempo. Nuevos problemas, de carácter inédito, que se disponen a
azotar de manera violenta no sólo la validez de todos y cada uno de los programas de
transformación revolucionaria heredados del siglo pasado, sino que a la vez los propios
“sentidos comunes” (e incluso las simbologías) del ideario de la izquierda mundial, moldeados
durante la era moderna. Recordemos aquí que es esa misma izquierda que hasta hace poco se
deleitaba (la responsabilidad es compartida) con esas típicas imágenes épicas de trabajadores
delante de gigantes fumarolas brotando de poderosas chimeneas industriales capaces de teñir
el horizonte en su voracidad destructiva, la cual deberá lidiar hoy (si es que fuera capaz,
hipotéticamente, de hacerlo) con los efectos económicos, sociales y políticos de la peor crisis
ambiental a la cual se ha enfrentado la humanidad.
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La izquierda industrial-productivista de los siglos XIX y XX
¡Nuevos problemas, totalmente inéditos, ante los cuales la izquierda se jugará, de cara al
próximo derrumbe planetario, la posibilidad de la construcción del último proyecto
revolucionario de la modernidad! ¡Nuevos problemas, terminales, en los que se decidirá el
destino mismo de nuestra especie y en donde deberemos elegir, por vez postrera, en una lucha
a muerte en contra de nuestro destino fúnebre, entre el reino de la estupidez (y su correlato
lógico, la extinción humana)… o el reino de la sobrevivencia! ¡Nuevos problemas, epocales,
alrededor de los cuales tomará cuerpo la próxima era de monstruos y héroes mitológicos que
ya se perfila en el escenario social y en donde, a costa de ríos de sangre, ya sea para su
regeneración definitiva o para su declive final… la historia habrá de ser conquistada o perdida
para siempre!
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La última batalla
Peligros mortales, decisivos, que ya comienzan a cernirse sobre el curso social y que podrían
adquirir durante las próximas décadas la fisonomía no sólo de algunas de las principales
amenazas existenciales a las que la humanidad se ha enfrentado en su historia, sino que además
replicar, en pleno siglo XXI, los mismos procesos que desencadenaron, en el más remoto
pasado geológico, el desarrollo de los distintos fenómenos de extinción masiva que ha
experimentado nuestro planeta. Extinciones masivas que, tal como lo ocurrido al final del
periodo pérmico, hicieron sucumbir en su momento a una gran parte de las especies naturales.
Todo esto, tal como comienza a reconocer un grupo cada vez más nutrido de investigadores
alrededor del mundo, producto de las fenomenales fuerzas destructivas que el capitalismo ha
desatado en su desenfreno maniático. Querámoslo… o no, pensémoslo posible… o no, el siglo
XXI podría así ponernos, mucho más pronto de lo que nuestros prejuicios modernos sean
capaces de sugerirnos, ante un escenario en el cual llegue a ser inevitable pensar que la lucha
por el socialismo ni siquiera logre ser resuelta, íntegra y efectivamente, en nuestro propio
planeta. Esto debido a que este último (tal como señalan algunos de los científicos más
prominentes de la actualidad)… podría volverse durante este siglo, literalmente, inhabitable.
¡Este es el nivel de desastre al que nos han conducido esos malditos maniáticos: la burguesía!
¡Este es el verdadero rostro, al fin descubierto, del siglo XXI: el peligro (cercano) de la
aniquilación total!
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¡Enfrentamos el peligro de una aniquilación total!
Creemos así que con el propósito de prepararnos ante el posible apocalipsis ecológico-
civilizatorio al cual estaríamos aproximándonos, apocalipsis que como mencionamos
previamente podría requerir llevar la lucha por un horizonte comunista hasta un escenario
(ahora sí) “post-moderno”, nos veremos obligados a echar mano de todos los “recursos
programáticos” de la tradición revolucionaria y la lucha de clases en su historia. Y es que
¿cómo podríamos hacer frente a un contexto de barbarie absoluta, por ejemplo, de producirse
un incremento de 2 o 3 grados centígrados de la temperatura global, sin contar con la voluntad
de lucha que inspiró a algunos de los líderes de las primeras revoluciones modernas como
Robespierre, Marat, Saint Just o Cromwell, todos ellos modelos de decisión y tenacidad ante
el desastre? Asimismo, ¿cómo podríamos resistir el embate de un auténtico Armagedón
planetario si la temperatura mundial llega a alcanzar los 4 grados centígrados de aumento
durante las próximas décadas, sin la audacia teórica de aquellos que, como Jacques Roux o
Babeuf, fueron capaces de concebir las bases del programa comunista contemporáneo, o bien
sin el espíritu de redención que caracterizó a las primeras corrientes comunistas medievales,
representadas por figuras como Fray Dulcino o Thomas Müntzer?
Más aún, ¿cómo podríamos llegar a soportar la caída de todo lo existente, en caso de que se
cumplan las predicciones más sombrías sobre el calentamiento global, sin tener en cuenta el
coraje de todos esos líderes indígenas que debieron enfrentar en el pasado el colapso (y
exterminio) de sus respectivas sociedades, por ejemplo, los caudillos Lautaro (mapuche),
Túpac Amaru II (andino) o María Angata (rapanui)? Finalmente, ¿cómo seríamos capaces de
sobrevivir el dantesco escenario de un aumento de 5 o 6 grados centígrados (¡o incluso más!)
en la temperatura terrestre durante este siglo, lo que convertiría a una gran parte de nuestro
planeta en un lugar prácticamente inhabitable, sin tomar en consideración las ideas de los
socialistas utópicos y sus modelos alternativos de sociedades futuras basadas en la creación de
colonias tecnológicas?
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La tradición revolucionaria se apresta a su último desafío
¡No! Los desafíos teóricos, estratégicos y políticos serán demasiado vastos como para desdeñar
estas y otras tradiciones revolucionarias y de la lucha de los oprimidos durante los siglos
pasados. En realidad, ante esa verdadera “mezcla de tiempos históricos” que podría traer
consigo el tipo de derrumbe civilizatorio que ha comenzado a desarrollarse ante nuestros ojos,
no tendremos más alternativa que tomarlas en cuenta a todas. ¡Todas las tradiciones
revolucionarias, incluso aquellas que precedieron al surgimiento de la lucha de clases
contemporánea! Esto desde las luchas antiesclavistas de Espartaco y los líderes plebeyos de la
Antigua Roma hasta las guerras de liberación nacional en las Américas encabezadas durante
los siglos XVIII y XIX, entre otros, por Francisco de Miranda, Toussaint-Louverture, Simón
Bolívar, San Martín y Bernardo O’Higgins. Mixtura de tiempos que, de producirse la caída de
los pilares de la sociedad moderna, podría también traer de regreso, nuevamente, como salidos
de una caverna que se creía sellada para siempre, todos y cada uno de los peligros, enemigos y
horrores de la sociedad de clases que ya dábamos por superados. Todos y cada uno de los
monstruos ancestrales de la explotación del hombre por el hombre, despertados otra vez a la
vida para cobrar venganza por sus derrotas pasadas.
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los sumos sacerdotes será nuevamente oída, ahora para triunfar o ser acallada para siempre, en
el desafío final de los explotados en contra del último gran faraón de la prehistoria humana: el
capital, servidor oscuro de Seth, la representación maligna del caos primigenio que hoy a
adoptado su forma definitiva… ¡el colapso!
Con todo, no queremos decir con lo anterior que el Socialismo científico y las experiencias
revolucionarias de los últimos siglos (entre otras la Comuna de París y las revoluciones rusa,
española, cubana o chilena) no deban continuar jugando un papel clave (prioritario) como guías
para la acción revolucionaria en el presente. Más bien, a lo que apuntamos es a la necesidad
de emprender un reacondicionamiento del programa revolucionario moderno de cara a los
posibles escenarios históricos (inéditos) a los cuales la revolución deba enfrentarse en el futuro.
En otras palabras, una reformulación del marco teórico y programático del pensamiento
socialista, similar a la que impulsó la generación de marxistas clásicos de la primera mitad del
siglo XX al consumarse la transformación del capitalismo de libre competencia en capitalismo
imperialista. Esto último considerando no sólo cada uno de los posibles escenarios futuros de
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la lucha de clases moderna (…y más allá de la misma si es necesario), sino que, además, dando
cabida a un mayor diálogo entre la tradición marxista clásica y sus predecesores teóricos:
socialismo utópico, tradición comunista-ilustrada francesa, corrientes mesiánico-igualitarias,
etc.
El Marxismo clásico debe renovarse ante los problemas del colapso… o morir
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Pero este es un efecto común. ¿Quién habría imaginado en 1930 que la capital intelectual del
mundo, Alemania, sería dominada por aquel nuevo tipo de inquisición semi-secular llamada
nazismo? ¿Quién habría pensado al estallar la Segunda Guerra Mundial en Auschwitz o en la
“solución final”, o bien en el apocalipsis nuclear de Hiroshima y Nagasaki? ¡Nadie! Y es que
el capitalismo ha tenido siempre una virtud: su ingenio insuperable para el horror. Hoy, el
capitalismo lo ha hecho otra vez. Justo cuando comenzábamos a pensar, ingenuamente, en la
posibilidad de una nueva oportunidad revolucionaria tal como las anteriores, el capitalismo ha
utilizado su “último as”: su autodestrucción inminente y con ello la posible aniquilación del
género humano. Con esto, el “hábil” capitalismo nos ha puesto, nuevamente, ante una situación
desesperada.
Septiembre 2019
(2015-2016)
Santiago – Londres
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Notas
i
Un fenómeno de colapso capitalista debería tener lugar, potencialmente, durante el transcurso de las
próximas décadas, esto si consideramos el conjunto de investigaciones científicas que apuntan tanto al
desarrollo de un importante salto catastrófico en la dinámica actual de la crisis ecológica, así como a
una drástica disminución de los recursos básicos a nivel mundial. Uno de los indicadores claves de lo
anterior son los ritmos que estaría tomando el proceso de calentamiento global, llegando a hablarse de
un aumento de la temperatura media del planeta de hasta 5 o 6 grados centígrados para fines de este
siglo. Es decir, una cifra muy por encima del “límite de seguridad” establecido por la ONU de 1.5
grados. Es importante recordar aquí que, tal como hemos discutido, el papel de la crisis climática en un
futuro fenómeno de colapso civilizatorio no debe reducirse a los meros efectos medioambientales de la
misma, debiendo considerarse además su rol como catalizador (intensificador) de las tensiones sociales
y políticas del presente. Teniendo en cuenta la disminución de recursos básicos que traerá aparejada en
el futuro esta crisis (por ejemplo, en el ámbito de la agricultura mundial), así como también la existencia
en la actualidad de graves déficits tecno-científicos y medio-ambientales que harían inviable el
desarrollo de una “segunda revolución verde”, un posible colapso capitalista generalizado se presenta
durante este siglo, por lo tanto, como altamente probable. Esto último incluso considerando la
posibilidad del estallido de revoluciones socialistas triunfantes en el próximo periodo, las cuales (dada
la gravedad del tipo de crisis que se aproxima) deberían ser también arrastradas por la dinámica
colapsista. Con todo, estas revoluciones socialistas (denominadas en este documento bajo la
designación de “revoluciones en el abismo”) podrían jugar un papel clave, si bien no en la anulación
del proceso de colapso propiamente tal, al menos en la administración del mismo (esto sobre todo en
el caso de que aquellas adopten una dinámica de tipo bi-epocal).
ii
Otro ejemplo de lo mismo puede encontrarse en el hecho de que las probabilidades del desarrollo de
un fenómeno de extinción humana total serían más altas para el caso (b3) que para el caso (b2), esto
como producto de un escenario histórico marcado por la derrota de un hipotético ciclo revolucionario
socialista anterior durante la fase (a3). Igualmente, el caso (3c) se debería caracterizar, por la misma
razón, por un grado de degeneración mayor de las condiciones histórico-sociales que en el caso (3b),
dando como resultado una menor capacidad de reacción de la humanidad ante el avance de un fenómeno
de extinción masiva. Es posible sugerir aquí que los casos (3b) y (3c) podrían dejar abierta la alternativa
al desarrollo de mecanismos sociopolíticos (y tecnológicos) que permitan a potenciales sistemas
sociales post-capitalistas no comunistas (es decir, basados en la existencia de la explotación de clases u
otras formas de opresión social) evitar un fenómeno de extinción humana total, aunque en estos casos
en el contexto de un probablemente agudo (y quizás inconcebiblemente monstruoso) fenómeno de
retroceso civilizatorio. No puede olvidarse en este lugar que los procesos de involución tecno-
económica y cultural constituyen una parte importante del proceso histórico en el pasado, esto por
ejemplo en el caso de la caída del Imperio romano y las sociedades altomedievales que le sucedieron.
Ahora bien, para el caso de la conquista de una hipotética sociedad comunista post-colapso (3a),
tampoco debe descartarse la posibilidad de que aquella llegue a presentar (por lo menos durante sus
primeras fases) una fisonomía muy diferente a la imaginada por los pensadores marxistas clásicos, esto
principalmente por el contexto de masiva destrucción de fuerzas productivas en el cual dicha sociedad
(o sociedades) serían gestadas. Finalmente, en el caso de un escenario de extinción humana total, aquel
debería darse como resultado de la combinación catastrófica (y retroalimentación mutua) de las
dinámicas (a3), (b3) y (3c). En términos del proceso histórico contemporáneo, la situación parece
apuntar a la apertura de una dinámica precolapsista cuyo destino se juegue en el rango de trayectorias
históricas comprendidas entre las dinámicas (a2) y (a3). Esto último plantearía que un escenario realista
(posiblemente optimista) para la lucha socialista durante este siglo debería considerar la alta
probabilidad de la apertura en el mediano plazo de una dinámica colapsista de tipo (b2).
iii
I.C: Involución Civilizatoria.
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