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A Martín Díaz y Díaz,

Raúl Hernández Vega


y Fernando Salmerón

In memoriam
CONTENIDO

Nota a la segunda edición . . . . . . . . . . . . . . . XIII


Rodolfo VÁZQUEZ
José María LUJAMBIO
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XV
Rodolfo VÁZQUEZ
José María LUJAMBIO
Mario Álvarez Ledesma . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Arturo Berumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Mauricio Beuchot . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Bernardo Bolaños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Leticia Bonifaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Gustavo Cajica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Miguel Carbonell . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Jaime Cárdenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Óscar Correas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Juan Antonio Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Martín Díaz y Díaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
IX
X CONTENIDO

Paulette Dieterlen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
José Fernández Santillán . . . . . . . . . . . . . . . 71
Imer Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Jorge Gaxiola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Raúl Hernández Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Eric Herrán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
Carla Huerta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Rogelio Larios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Pablo Larrañaga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Sergio López-Ayllón . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Ana Laura Nettel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
León Olivé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
Alfonso Oñate . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Javier Ortiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Nora Rabotnikof . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Luis Raigosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Adrián Rentería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Arturo Rico Bovio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
Carlos Rodríguez Manzanera . . . . . . . . . . . . . 155
Andrés Roemer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
Pedro Salazar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Fernando Salmerón . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
Guadalupe Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
CONTENIDO XI

Ulises Schmill . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183


Rolando Tamayo y Salmorán . . . . . . . . . . . . . 197
Jesús de la Torre Rangel . . . . . . . . . . . . . . . 207
Lorenia Trueba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Ana Lilia Ulloa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Corina Yturbe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN

A casi tres años de la edición de estos Testimonios nos complace la


aparición de una segunda edición gracias al interés y decidido
apoyo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y de
su director Diego Valadés.
El lector encontrará en esta segunda edición algunas versiones
anteriores revisadas o sencillamente reelaboradas, como son las de
Bernardo Bolaños, Miguel Carbonell, Imer Flores y Ulises Schmill.
Asimismo, se han añadido nuevos participantes que, sin lugar a
dudas, enriquecen el elenco inicial de autores: Arturo Berumen,
Gustavo Cajica, Jesús de la Torre Rangel, Eric Herrán, Rogelio
Larios, Sergio López-Ayllón, Adrián Rentería y Pedro Salazar. A
todos ellos agradecemos el entusiasmo y la disponibilidad para
contestar el cuestionario solicitado. De manera especial queremos
agradecer la colaboración de Raymundo Gama en la tarea de
recopilación, seguimiento y ordenación de los nuevos materiales.
Estamos seguros que este segundo esfuerzo seguirá contribuyen-
do de manera seria y eficiente a una mayor difusión y consolidación
de la teoría y filosofía del derecho en México.

Ciudad de México, junio de 2001

Rodolfo VÁZQUEZ
José María LUJAMBIO
XIII
PRESENTACIÓN

Sin temor a la simplificación podría afirmarse que la filosofía del


derecho contemporánea en México, digamos desde mediados de
los cuarenta, ha girado en torno a cuatro personalidades, dos de ellas
originales y reconocidas internacionalmente, nos referimos a Luis
Recaséns Siches y a Eduardo García Máynez; y las otras dos,
brillantes y más locales, Guillermo Héctor Rodríguez y Rafael
Preciado Hernández.
La influencia de este primer grupo puede prolongarse con alguna
fuerza intelectual hasta los primeros años de la década de los
setenta, si bien desde principios de los sesenta hay que reconocer
que las filosofías que daban cuenta de sus propuestas en el campo
jurídico comenzaron a ser rebasadas por otras ideas filosóficas. En
efecto, por esos años la filosofía analítica irrumpía en México con
gran vitalidad. Pero no únicamente en México. El testimonio del
filósofo del derecho argentino Roberto Vernengo no deja lugar a
dudas:

Ese mundo cristalino de esencias, regiones eidéticas, categorías y


condiciones de posibilidad, se nos vino abajo, a principios de los
cincuenta, con el simple y modesto ensayo de Von Wright sobre la
lógica deóntica. Carnap, Reinchenbach, Tarski y Wittgenstein comen-
zaron a resonar en la facultad de derecho, donde hasta entonces sólo
oíamos hablar de Kant, Husserl y Heidegger... Por cierto que Cossio y
Gioja, partiendo de su formación fenomenológica, nos habían disuadi-
do de tomar demasiado en serio las construcciones y la terminología
del tomismo, y ello tanto más, cuando el iusnaturalismo tomista

XV
XVI PRESENTACIÓN

significaba en la Argentina, entonces y ahora, como en España por esos


años, la versión oficial reaccionaria y oscurantista en el plano político
(Doxa, Alicante, España, 1984).

Sobre Recaséns Siches y García Máynez, no se puede ignorar la


importancia de su producción intelectual (sorprende a estas alturas
que no se haya escrito en México el o los libros que le hagan justicia
a su pensamiento); sin embargo —también hay que decirlo— no se
preocuparon de formar discípulos. Otro tanto sucede con Preciado
Hernández. Su obra, pionera en el desarrollo del iusnaturalismo en
México, sigue siendo una de las más leídas en las escuelas de
derecho y, con seguridad, habrá quien deba a Preciado Hernández
lo mejor de su formación iusfilosófica, pero tampoco ha dejado
discípulos.
De Guillermo Héctor Rodríguez, neokantiano de la línea de
Marburgo, y estudioso y seguidor de Stammler y Kelsen, la situa-
ción es un tanto distinta. Su obra no ha tenido la trascendencia
necesaria para ser valorada, pero su importancia se puede medir en
los discípulos o “ compañeros de ruta” que dejó. Desde mediados
de los sesenta se conforma, con más o menos años de diferencia, el
grupo de los “ neokantianos” : Ulises Schmill, Agustín Pérez Carri-
llo, Javier Esquivel, Rolando Tamayo y Salmorán e Ignacio Carrillo
Prieto, entre otros. Un sello que los caracteriza es su agudo cono-
cimiento y manejo de la obra de Hans Kelsen.
Hacia fines de los sesenta algunos integrantes de este grupo
—especialmente Javier Esquivel— toman contacto con la filosofía
analítica que se desarrollaba pujantemente en el Instituto de Inves-
tigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de
México, con gente como Luis Villoro, Fernando Salmerón, Ulises
Moulines y Alejandro Rossi. A través de ellos y del Instituto
se conoce la filosofía analítica del derecho argentina en personas
como el ya citado Roberto Vernengo, Eugenio Bulygin, Carlos
Alchourrón, Ernesto Garzón Valdés y Carlos Santiago Nino. Éstos,
a su vez, dan a conocer en México a pensadores como Alf Ross,
Herbert Hart, Karl Olivecrona, Georg Henrik von Wright, y otros
PRESENTACIÓN XVII

notables iusfilósofos. Gente más joven comenzó a beneficiarse de


toda esta oleada nueva y provocativa, entre ellos, Álvaro Rodríguez
Tirado, Juan Rebolledo, Guadalupe Sánchez, Alfonso Oñate y,
desde otras áreas filosóficas —la epistemología y la filosofía polí-
tica y social—, León Olivé.
Toda la década de los setenta se caracterizó por una intensa
productividad que, lamentablemente, disminuye de manera notable
desde principios de los ochenta. No es fácil determinar las causas
de esta situación. No pocos la atribuyen a la misma crisis econó-
mica de 1982 que obligó a la nueva generación a abandonar la
docencia y la investigación en aras de mejores oportunidades
económicas en el sector público o en el privado. Lo cierto es que
México perdió a toda una generación de filósofos cuya carencia se
percibió en los ochenta y que se viene prolongando hasta fines de
los noventa. Esto ha representado al menos quince años de escasa
producción filosófica, que ha tenido resonancias muy claras tam-
bién en la filosofía jurídica. Pese a ello, merece ser destacada la
perseverancia de algunos teóricos y el empuje de algunos jóvenes
iusfilósofos en contacto con las corrientes y pensadores contempo-
ráneos.
Así, por ejemplo, en la línea iusnaturalista, con una constante
productividad aunque anclada en el iusnaturalismo de los sesenta
y principios de los setenta, se halla la obra de Miguel Villoro
Toranzo. Por el contrario, en esta misma dirección, la obra de
Mauricio Beuchot presenta una renovada concepción del derecho
natural, conocedor de la filosofía actual y dialogante con ella
—especialmente la analítica—, que el autor ha calificado de ana-
lógico y pragmático. Por su parte, desde los planteamientos de una
ética comprensiva y desde una filosofía de los valores vitalista, se
enmarca la propuesta iusfilosófica de Jorge Gaxiola. Asimismo,
desde las posiciones críticas de Rafael Preciado Hernández al
iuspositivismo de corte kelseniano, se desarrollan la actividad
académica y los trabajos de Carlos Rodríguez Manzanera.
En el ámbito de lo que se ha dado en llamar la “ rehabilitación
de la razón práctica” , sobre todo a partir de la obra de John Rawls,
XVIII PRESENTACIÓN

se inscribe la producción de Paulette Dieterlen, Rodolfo Vázquez


y Jaime Cárdenas, quienes desde la temática de los derechos
humanos y la teoría de la justicia —asumiendo explícitamente un
punto de vista liberal democrático— han contribuido al diálogo
entre la ética, la filosofía del derecho y la filosofía política. En esta
misma dirección, y a partir de la inspiración de Norberto Bobbio y
la llamada Escuela de Turín, se encuentran los trabajos de Corina
Yturbe y la obra tempranamente prolífica de José Fernández San-
tillán. De igual manera, a partir de las contribuciones del filósofo
español Gregorio Peces-Barba, y de una reinterpretación de los
derechos humanos desde la filosofía del lenguaje de Wittgenstein,
se sitúan los trabajos de Mario Álvarez Ledesma.
En otra línea de pensamiento, que genéricamente se engloba bajo
el rubro de realismo y teoría crítica del derecho, aparece la obra de
Óscar Correas, Raúl Hernández Vega, Leticia Bonifaz y Martín
Díaz y Díaz. Ante el desgaste de los modelos neoconservadores y
neoliberales, desde hace ya varios años se levantan algunas voces
que en el terreno jurídico auguran un renovado interés por plantea-
mientos políticos y sociológicos a partir de un análisis crítico del
realismo anglosajón o de una puesta al día del marxismo partiendo
de los aportes del estructuralismo francés, la Escuela de Frankfurt
y la filosofía de Jürgen Habermas. Asimismo, desde la teoría y
filosofía políticas, a partir de un análisis crítico del pensamiento de
Max Weber y Niklas Luhmann, se desarrolla el trabajo de Nora
Rabotnikof. Desde la psicología y antropología jurídicas, a partir
de una revisión crítica de algunos clásicos contemporáneos de la
teoría jurídica, se encuentra la producción de Arturo Rico Bovio.
En años recientes el realismo jurídico, en su vertiente de análisis
económico del derecho, se ha introducido en México con gran
vitalidad gracias a las investigaciones de Andrés Roemer y la
Academia Mexicana de Derecho y Economía.
En la línea de la filosofía analítica del derecho, hay que destacar
la obra de Ulises Schmill y Rolando Tamayo y Salmorán. Desde
principios de los setenta y hasta la fecha, uno de los méritos
indudables de ambos pensadores ha sido su perseverancia y agude-
PRESENTACIÓN XIX

za intelectual. Desde los inicios de su producción hasta el día de


hoy, su obra es una referencia obligada para todo filósofo del
derecho de cualquier tendencia ideológica pero, sobre todo, de la
corriente analítica. Sin embargo, si la década de los setenta resultó
estimulante para ambos filósofos por la existencia de una comuni-
dad científica activa e interpelante, no ha sucedido lo mismo en los
ochenta. La obra de Schmill y Tamayo, siempre bien recibida, no
siempre es bien leída ni ha encontrado a los críticos mexicanos que
la acompañen. Esta situación sin duda ha comenzado a revertirse
con las nuevas generaciones. Algunos iusfilósofos como Ana Laura
Nettel, Luis Raigosa, Ana Lilia Ulloa, Javier Ortiz, Pablo Larrañaga
y Juan Antonio Cruz han comenzado a producir trabajos de sumo
interés. Los tres primeros investigando en torno a problemas de
lógica, epistemología jurídica, argumentación y teoría de la legis-
lación; Ortiz, sobre la autoridad práctica y la identidad de los
sistemas jurídicos desde una concepción de las normas como
razones para actuar, de acuerdo con el pensamiento de Joseph Raz;
y los dos últimos, desde la teoría del derecho, sobre los conceptos
jurídicos de responsabilidad y derecho subjetivo, respectivamente.
Una nueva generación de jóvenes iusfilósofos augura una revi-
talización de la teoría y la filosofía del derecho: Imer Flores, Carla
Huerta, Miguel Carbonell, Bernardo Bolaños, Lorenia Trueba,
Armando Maitret, Wistano Orozco, Marcos Figueroa, Raúl Mejía,
entre otros, sólo requieren de mayores espacios académicos en
México y de una firme voluntad de las autoridades de las diferentes
facultades de derecho para asegurar el desarrollo de esta disciplina
en sus planes curriculares y en los centros de investigación.
El cuestionario que sirvió de guía y la idea misma de reunir
diversos testimonios tienen un antecedente en el número inaugural
de la citada revista Doxa, que tan atinadamente dirige Manuel
Atienza desde la Universidad de Alicante. La presente compilación
se concentra en los testimonios de filósofos mexicanos —o en los
de aquellos cuya producción se haya realizado preponderantemente
en México— y agrega algunas interrogantes a las ya formuladas en
Doxa. El cuestionario quedó estructurado a partir de las siguientes
XX PRESENTACIÓN

preguntas: 1. ¿Cuál ha sido su trayectoria como investigador de


filosofía del derecho? 2. ¿Se considera discípulo de alguien en
particular o de alguna escuela? ¿Quiénes más se formaron alrededor
de esa persona o grupo? 3. ¿Dentro de qué contexto político-social
se ha desarrollado su trabajo? ¿De qué manera ha influido este
contexto en su obra? 4. ¿En qué áreas ha trabajado? 5. ¿Cuáles son
los factores que lo han llevado a desplazar sus intereses de una a
otra área? 6. ¿Cuáles considera que son sus principales aportacio-
nes? 7. ¿Cuáles son los problemas que, a su juicio, es más necesario
o más previsible que reciban una atención preferente en el futuro
inmediato? 8. ¿Cuáles cree que sean las vías más fecundas para
abordar dichos problemas? 9. ¿Cuál es su opinión sobre la filosofía
del derecho en México y en qué medida cree que haya evoluciona-
do? ¿Qué relevancia ha tenido su trabajo en esta evolución? 10.
Mencione su obra publicada y de ésta subraye la que a su juicio es
la más significativa.
Con el propósito de dar mayor fluidez a las respuestas y facilitar
su lectura, se eliminó la transcripción de las preguntas en cada uno
de los testimonios presentados. Como el lector podrá observar, la
presente compilación pone en evidencia la pluralidad temática e
ideológica de los autores. La reunión de estas colaboraciones no
pretende ser exhaustiva, por supuesto, pero creemos que en su
pluralidad se da cuenta del estado de la filosofía del derecho
contemporánea en México. Los compiladores agradecen el interés
y la disponibilidad para contestar el cuestionario solicitado a todos
los filósofos participantes.
Inicialmente, buena parte de los testimonios presentados fueron
recogidos en el número 7 de Isonomía (México, octubre de 1997).
La buena recepción de este número, el interés de los propios autores
en enriquecer y actualizar sus propios testimonios, así como la
participación de otros iusfilósofos, nos animaron a preparar esta
edición que el lector tiene en sus manos. Este trabajo no hubiera sido
posible sin la inteligente y entusiasta colaboración de Diana Álva-
rez, Adriana Arteaga y Reyes Rodríguez en el apoyo inicial a la
tarea de recopilación de los materiales. De manera muy especial
PRESENTACIÓN XXI

queremos agradecer a Diego Valadés, director del Instituto de


Investigaciones Jurídicas de la UNAM, y a José Ramón Cossío,
director del Departamento de Derecho del ITAM, por su valioso
estímulo para la publicación de este libro.

Ciudad de México, septiembre de 1998

Rodolfo VÁZQUEZ
José María LUJAMBIO
MARIO ÁLVAREZ LEDESMA*

Recibí mi formación académica en México y España, más concre-


tamente en la Universidad Anáhuac, en los institutos de Derecho
Comparado y de Derechos Humanos de la Universidad Complu-
tense de Madrid, así como en la División de Estudios de Posgrado
de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de
México. En dichos lugares estudié y obtuve los grados, respectiva-
mente, de licenciatura, maestría y doctorado.
En relación con mi trabajo docente y de investigación, he
fungido como profesor de las siguientes instituciones: Facultad de
Derecho de la Universidad Anáhuac, Departamento Académico
de Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México, De-
partamento de Derecho de la Universidad de las Américas, y
División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de la
UNAM. En tales instituciones he sido profesor de las asignaturas
derechos humanos, teoría del derecho, introducción al derecho y
garantías individuales.
Dentro de las actividades académico-institucionales que más
deseo destacar, se encuentran las siguientes:
En los años ochenta, siendo estudiante de la Universidad Anáhuac,
fui cofundador de la Revista jurídica de su Facultad de Derecho.
Asimismo, en 1993 tuve a mi cargo el diseño de la licenciatura y la
fundación del Departamento de Derecho de la Universidad de las
Américas, del cual fui director hasta diciembre de 1996. Este
proyecto me parece de particular importancia por ser el primero en
* Universidad de las Américas.

1
2 FILOSOFÍA DEL DERECHO

México en proponer una licenciatura en derecho que combina el


estudio y la formación en los sistemas jurídicos mexicano, nortea-
mericano y canadiense. De enero de 1997 a enero de 1998 fungí
como primer visitador general de la Comisión Nacional de Dere-
chos Humanos. A partir de febrero de 1998 me reintegré a mis
labores académicas de tiempo completo como director general de
la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad
de las Américas. He de agregar que desde 1996 tengo el honor de
formar parte del Consejo de Redacción de Isonomía y del comité
organizador del Seminario Eduardo García Máynez.
En lo que hace al contexto en que se ha desenvuelto mi trayec-
toria académica, éste ha sido el de una prolongada crisis económica,
política y social, en un México en el que ha sido una constante
desafortunada la escasa profesionalización, cuidado y atención a
las labores de docencia e investigación jurídicas, salvo las honrosas
excepciones de siempre.
Por lo que respecta a mi estancia en España, me tocó ser
discípulo de una pléyade de intelectuales, principalmente españo-
les, que se dieron cita en los años ochenta en el Instituto de Derechos
Humanos de la Universidad Complutense de Madrid encabezados
por Gregorio Peces-Barba, cuyo trabajo ha sido, sin duda, determi-
nante para el desarrollo de la filosofía de los derechos humanos.
Alrededor de aquellos profesores se formaron otros mexicanos que,
actualmente, juegan un papel relevante en la vida política, jurídica
y social de México, pero de los cuales quizá yo sea uno de los pocos
que se ha ocupado de cuestiones académicas vinculadas con la
filosofía del derecho. El ambiente de la docencia e investigación
española y el florecimiento de ese país fueron un gran estímulo en
mi formación académica. Uno y otro contextos han sido determi-
nantes para encauzar mi trabajo de docencia y de investigación a
temas vinculados con la filosofía del derecho.
En atención a lo anterior, mis áreas de trabajo recurrentes han
sido la teoría del derecho, en general, y la teoría de la justicia y los
derechos humanos, en particular. Siempre he tenido una especial
proclividad por la problemática referida a la didáctica jurídica. Para
TESTIMONIOS 3

mí es de singular trascendencia contribuir con la escritura y la


publicación de una nueva literatura que coadyuve a la enseñanza
del derecho en México y Latinoamérica.
He desplazado mis intereses alrededor de estas áreas debido en
buena medida a la problemática social que he conocido de cerca y
a la necesidad de renovar las formas de enseñanza y la formación
de abogados en mi país, las cuales, en mi criterio, deben ser más
acordes con las necesidades reales, los avances intelectuales y los
tiempos que nos toca vivir.
Por lo que respecta a mis publicaciones, creo que mi libro
Introducción al derecho (México, McGraw-Hill, Serie Jurídica,
1995) es, hasta ahora, el trabajo más significativo y ejemplificativo
de mis intereses y vocaciones. En 1998 publiqué mi libro Acerca
del concepto “derechos humanos” (México, McGraw-Hill, Serie
Jurídica), el cual refleja el trabajo que he realizado durante estos
últimos años en torno al análisis de las nociones axiológica y
jurídica de los derechos humanos, aplicando al efecto el instrumen-
tal de la filosofía lingüística de Ludwig Wittgenstein.
Las áreas de trabajo que considero prioritario atender en los
próximos años son las referidas a la enseñanza del derecho y la
difusión de los derechos humanos, esto último con objeto de crear
una cultura de los mismos, única garantía para su efectivo respeto.
En este sentido será de suma importancia la producción de obras
pedagógicas y actualizadas para la enseñanza jurídica y para la
difusión masiva del derecho como una técnica que facilita la convi-
vencia civilizada.
En cuanto a la situación de la filosofía del derecho en México,
ésta tuvo una evolución importante y trascendente, al menos a nivel
hispanoamericano, hasta la muerte del maestro García Máynez.
Posteriormente, sólo de manera esporádica han aparecido y desta-
cado algunas individualidades, pero se carece de una escuela,
propiamente dicha, de filosofía del derecho. Considero que hoy
estamos en los umbrales de una nueva etapa con profesores jóvenes
con obra publicada, de cuya generación formo parte.
4 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Hoy día resulta especialmente necesario darle a la filosofía del


derecho la importancia debida en las facultades y escuelas de
nuestro país, a fin de mostrar la utilidad y bondades de su estudio
a través de su aplicación práctica. Además, es preciso actualizar
los programas de filosofía de derecho promoviendo y aplicando los
variados y determinantes avances que ésta ha experimentado, en
diferentes países, en las últimas décadas. Dichos avances no apa-
recen reflejados en los programas de estudio de filosofía del dere-
cho en México y por eso siguen mostrándola como una materia
poco atractiva y exclusivamente especulativa, lo cual es obviamen-
te erróneo.
Finalizo mencionando que de 1990 a la fecha he publicado,
primero de manera sistemática y luego de forma esporádica, múl-
tiples artículos periodísticos que abordan como tema central el de
los derechos humanos. Igualmente vengo ocupándome en los últi-
mos meses de 1998 de un espacio permanente en Internet (“ Infosel
Legal” ), en el cual analizo tanto temas de derechos humanos como
otros de interés iusfilosófico. Enumero aquí algunos escritos publi-
cados por mí en diversas revistas jurídicas o de ciencias sociales a
lo largo de esta década:
“ Hacia una cultura mexicana de los derechos humanos” , en La
reforma del Estado, México, Colegio Nacional de Ciencias Políti-
cas y Administración Pública, Colección Política y Administración,
1992, t. II.
“ Visión multidimensional de los derechos humanos” , en Memo-
ria de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México,
Estado de México, 1994.
“ Apostillas al tema de la justicia” , en Crónica legislativa. Ór-
gano de información de la LVI legislatura, México, H. Cámara de
Diputados, año IV, nueva época, núm. 4, agosto-septiembre de 1995.
ARTURO BERUMEN*

Uno intenta filosofar, dice Unamuno, porque la vida es contradic-


toria. Para quien la vida es buena o mala, goza o sufre, pero no
filosofa. Para quien el derecho es sencillo y simple, la filosofía del
derecho debería ser una materia optativa. Pero para quien, como
yo, la vida y el derecho son tan contradictorios, la filosofía y la
filosofía del derecho se transforman en el “ drama del pensamien-
to” . Mi trayectoria ha sido el desenvolvimiento de ese drama.
No quiere decir que el “ drama de mi filosofía del derecho” haya
sido necesariamente trágico; incluso, en algunos actos ha sido
cómico, como cuando me llegué a sentir, arrogantemente, el per-
fecto kelseniano. Más bien, “ mi” filosofía del derecho es una
constante oposición y lucha entre el iusnaturalismo y el positivismo
jurídico.
Defendí, con toda mi angustia y con mis pocas fuerzas, “ mi”
primer iusnaturalismo, aristotélico-tomista, del ataque demoledor
del positivismo kelseniano que el maestro Ulises Schmill me obligó
a afrontar en los inicios de mi carrera profesional, en la UNAM.
Soporté el estudio de la carrera de derecho únicamente porque
quería refutar a Kelsen en cada materia. Pero, como dice Nietzsche,
“ tanto mira el ojo al abismo que el abismo penetra en él” . Tanto
intenté refutar a Kelsen, y no pude, que me convertí, inadvertida-
mente, en un dogmático kelseniano.
La teoría pura del derecho se volvió, para mí, la nueva verdad
revelada. Leí todo lo que de Kelsen y de los kelsenianos cayó en
* Universidad Nacional Autónoma de México.

5
6 FILOSOFÍA DEL DERECHO

mis manos: Kunz, Verdross, Merkel, Schreier, Kaufmann, el propio


Schmill, Vernengo, Vallado Berrón, Pérez Esquivel, Tamayo y
Salmorán, entre otros.
Ninguna teoría podía resistir la potencia del kelsenianismo en
mi conciencia. Ni Ross, ni Hart, ni Raz. Intenté aplicar a Kelsen al
derecho agrario, al derecho urbano, al derecho minero, al derecho
mercantil, al derecho ecológico, que eran las áreas en que me
desempeñaba profesionalmente. Y fue precisamente de esta prác-
tica filosófica de la que surgió la más formidable oposición a mi
kelsenianismo: el materialismo de Marx.
La pertinencia del marxismo para abordar nuestro peculiar de-
recho agrario, no tan sólo resistió al formalismo kelseniano, sino
que lo puso en crisis en mi conciencia jurídica. Como leal discípulo
me apresté a defenderlo. Mi nueva deidad, tan trabajosamente
construida, se encontraba en peligro mortal. Eché mano de los
textos de Kelsen sobre el marxismo y de kelsenianos marxistas
como Tadic, Cerroni y, sobre todo, Correas.
Ya para entonces, iba tomando cuerpo en mí la necesidad de un
arreglo, de una “ composición” entre Kelsen y Marx. A pesar de
sus puntos de partida y de sus métodos tan diferentes, empecé a
percibir puntos de convergencia, sobre todo en la cuestión del
Estado y de la propiedad. Este enigma, el de la “ unidad en la
diferencia” , se convirtió en el problema de mi tesis de licenciatura,
a cuya solución le dediqué cinco largos años. En ese tiempo leí a
cuanto marxista se dejó leer: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Mao,
Deutscher, Mandel, Gramsci, Anderson, Luxemburgo, Larouche,
Adler, Cerroni, Pashukanis, Correas, Capella, Althusser, Miliband,
Poulantzas, Gilly, Córdova, Roldolsky, Colleti, etcétera. De modo
paradójico, un mes después de mi examen profesional caía el muro
de Berlín, lo que derumbó “ la conciencia del mundo y el mundo de
mi conciencia” .
Lo importante no era eso, sin embargo, sino que me sentí
poseedor del método más apropiado para conciliar contradicciones:
la dialéctica hegeliana. Hegel fue, para mí, un deslumbramiento
intelectual: a él le procupaban los mismos problemas que a mí, en
TESTIMONIOS 7

especial, qué hacer cuando dos valores positivos se encuentran en


conflicto. Él decía que la filosofía se había inventado para resolver
este problema. Cada filósofo propone una solución, solución que
pueden seguir otros o no, desarrollarla o transformarla. Además él
sentía mi misma angustia intelectual. Cada idea hegeliana es un
sentimiento redeterminado en concepto. El pensamiento, como la
historia, la política o el derecho, es drama donde hay lucha, pero
también reconciliación. Con verdadera “ concupiscencia” me lancé
al infinito mar hegeliano en español, única lengua que conozco.
Durante quince años he intentado agotar a Hegel y el que se ha
agotado soy yo. Además, innumerables autores hegelianos han
pasado por mis anteojos: Lukacs, Dilthey, Miranda, Kaufmann,
Lefebvre, Bloch, Vázquez, Adorno, Marcuse, Kojeve, Labarriere,
Mure, Pérez Cortés, Hypolitte, Taylor, Savater, Rosenfield, D’Hont,
Gadamer, Bourgeois, entre otros. Pero también críticos de Hegel
como Popper, Bobbio, Ferrajoli, Dussel, Tugendath, Feuerbach,
Habermas y Apel, aunque estos últimos hayan sido hegelianos y lo
sigan siendo, en alguna medida.
En el contexto de mis clases de ética jurídica en la UNAM, de
la confrontación de Hegel y de Habermas, surgió el tema de mi tesis
de maestría, que recientemente ha sido publicada como libro que
lleva el título de La ética jurídica como redeterminación dialéctica
del derecho natural. Mediante el modelo metodológico hegeliano,
he venido a encontrar, seguramente de una manera muy provisio-
nal, en la teoría de la acción comunicativa de Habermas, una
reconciliación entre el derecho y la moral: la racionalidad y la
moralidad del derecho se encuentran en la racionalidad comunica-
tiva de sus procedimientos de creación y de aplicación.
Con esto, de golpe, encuentran su lugar Aristóteles con su
antigua teoría de la argumentación, Hegel con su dialéctica, Marx
con su crítica y Kelsen con sus procedimientos formales de creación
y de aplicación jurídicas.
Me parece que el análisis comunicativo de los procedimientos
jurídicos de creación y de aplicación del derecho y su redetermina-
ción dialéctica, es la tarea más importante de la filosofía del derecho
8 FILOSOFÍA DEL DERECHO

actual, para estar en condiciones para redeterminar comunicativa-


mente el concepto de derecho, de democracia, de las garantías
penales, de derecho social, entre otras tareas.
Un ejemplo de esta labor que tenemos por delante, es la idea que
he propuesto en un pequeño libro llamado Análisis comunicativo
del proceso penal en México, idea consistente en considerar al
delito como un acto de habla. Esta redeterminación comunicativa
del concepto de delito, puede ser útil para vincular la dogmática
penal con la criminología crítica y el garantismo penal, sin tener
que pagar el alto costo que exigen Luhmann y Jackobs para saciar
la sed del dios de los sistemas: la fatalidad de la “ autopoiésis
jurídica” .
MAURICIO BEUCHOT*

Llegué a la filosofía del derecho a través del estudio de los derechos


humanos. Me he ocupado de la fundamentación filosófica de los
mismos, tal como se ve en mi libro Filosofía y derechos humanos:
los derechos humanos y su fundamentación filosófica (México,
Siglo XXI, 1993). Eso me ha movido a ampliar mi ámbito de
estudio no sólo a la fundamentación filosófica de los derechos
humanos, sino a la filosofía del derecho en general, como se ve en
mi otra obra Derechos humanos, iuspositivismo y iusnaturalismo
(México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1995). También
he trabajado mucho en temas históricos sobre la filosofía del
derecho, como en reciente Ética y derecho en Tomás de Aquino
(México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Publi-
caciones de Medievalia, núm. 14, 1996).
La escuela en la que me formé fue la de la filosofía tomista de
la Universidad Iberoamericana. Un maestro que me influyó mucho
fue Héctor González Uribe. Pero sobre todo me di al estudio de
tomistas analíticos, como John Finnis y Germain Grisez. Sin em-
bargo, creo que de quienes más he aprendido es de mis interlocu-
tores. Dialogué intensamente con Javier Esquivel cuando fuimos
compañeros y vecinos de cubículo en el Instituto de Investigaciones
Filosóficas (al que entré en 1979). Esquivel era notable conocedor
de Ross y de la escuela escandinava del realismo jurídico, y además
buen filósofo analítico. También, ya sobre el tema de los derechos
humanos, dialogué en el mismo instituto con Paulette Dieterlen,
* Universidad Nacional Autónoma de México.

9
10 FILOSOFÍA DEL DERECHO

quien exponía las tesis de Hart y sobre todo de Dworkin. He


mantenido igualmente algunas conversaciones con Óscar Correas
y con Rolando Tamayo. Asimismo, por mi contacto con Rodolfo
Vázquez conocí las posturas de Eusebio Fernández y de Carlos
Santiago Nino.
A la escuela en la que me formé pertenece también Virgilio Ruiz
(Universidad Iberoamericana). He tratado de formar una escuela o
grupo; por ejemplo, ha trabajado conmigo Javier Saldaña (Instituto
de Investigaciones Jurídicas), y hemos tratado de replantearnos el
iusnaturalismo atendiendo a la filosofía analítica y pragmática. Lo
mismo con Ursus Juárez (Facultad de Derecho y Facultad de
Filosofía y Letras), Hiraís Acosta (Universidad Pontificia) y Enri-
que Aguayo (Universidad La Salle). He fomentado, además, los
estudios sistemáticos e históricos sobre el iusnaturalismo con mis
colegas Jorge Adame, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, y
Francisco Piñón, de la Universidad Autónoma Metropolitana, cam-
pus Iztapalapa.
Mi trayectoria se ha desarrollado dentro del contexto político-
social del México de los años ochenta y noventa. Ha sido un
contexto muy cargado de violaciones a los derechos humanos. El
estar en ese contexto tan particular me movió a reflexionar y a
buscar la fundamentación filosófica más fuerte posible de los mis-
mos, que la asegurara contra toda violación por parte de los pode-
rosos. Por supuesto que también debe mover a procurar la positi-
vación de tales derechos, pero la violación que se les ha hecho me
hizo volver la vista para buscar un asidero firme desde donde se
pudiera argüir a los violadores de los mismos, más allá de la
positivación, e incluso radicado en la conciencia moral del hombre.
Encontré ese fundamento en la filosofía, concretamente en la
filosofía moral, de la mano de la filosofía social y política.
También he realizado trabajos sobre la historia de la fundamen-
tación de los derechos humanos: desde Grecia, el medievo, el siglo
XVI, hasta la actualidad. Pero eso me ha llevado asimismo a buscar
apoyos en la filosofía del derecho en general (nociones de derecho en
cuanto tal, de derecho natural, de derecho positivo, de derecho
TESTIMONIOS 11

objetivo, de derecho subjetivo, etcétera), así como en la filosofía


moral y política. Sobre esas nociones de la filosofía general del
derecho he realizado trabajos históricos y ensayos sistemáticos.
La fundamentación filosófica de los derechos humanos remite a
las principales nociones de la filosofía del derecho; inclusive, se
puede decir que la filosofía de los derechos humanos supone una
filosofía general del derecho como condición previa. Son las
nociones jurídicas más cercanas a lo filosófico. Por eso es una
verdadera iusfilosofía la que se está elaborando en ese campo.
Además, la perspectiva histórica de estos temas ayuda mucho a su
construcción sistemática.
En el área de la filosofía de los derechos humanos he tratado de
hacer un replanteamiento desde la tradición iusnaturalista. Se trata
de un iusnaturalismo renovado; ciertamente inspirado en el iusna-
turalismo tomista de la escuela de Salamanca del siglo XVI (por lo
tanto, ya con noción de derecho subjetivo, inmediatamente próximo
a la modernidad), pero también atento a un derecho objetivo que
surge de la naturaleza de las cosas. Pensadores como Vitoria, Soto,
Las Casas, Suárez, son los que muestran ese camino. Pero me
resulta un iusnaturalismo renovado, al menos en ciertos plantea-
mientos, porque tomo muy en cuenta a la filosofía analítica, sobre
todo en la línea del realismo moral (Foot, Platts y otros), así como
la línea de los derechos humanos entendidos como moral rights
(Dworkin, Fernández, Nino y otros). Igualmente, he tratado de
aprovechar la filosofía pragmatista norteamericana, sobre todo el
pragmaticismo de Peirce, y la pragmática semiótica, más bien
europea, con los aportes de Austin y Apel, en un intento de pragma-
tizar el iusnaturalismo sin dejar de ontologizar el propio prag-
matismo. De la filosofía analítica, incorporo la defensa de las
esencias o naturalezas que hace el llamado “ realismo inglés”
(Wiggins y McDowell, aunque también entran en él los norteame-
ricanos Kripke y Putnam). Del pragmatismo, integro la lingüistiza-
ción e historización que hace de la ontología y que, en lugar de
disolverla, la robustece y le señala sus justos límites, frente a las
pretenciosas metafísicas racionalistas. Lo hago con la idea de la
12 FILOSOFÍA DEL DERECHO

analogía o de la analogicidad del derecho natural; además, con la


idea de Peirce del ícono como el signo más básico, cuya interpre-
tación es el modelo de la interpretación misma, la cual hace ver a
la naturaleza humana desde el fragmento, desde la fragmentariedad
de sus elementos dispersos, pero con una abducción y una induc-
ción de sus características inamovibles que permite universalizar
sin perder de vista sus características más sujetas a la accidentalidad
o contingencia del devenir histórico. Resulta pues, un iusnaturalis-
mo analógico e icónico, que no renuncia a la universalidad y
necesidad de la naturaleza humana, pero restringido por la atención
a las circunstancias particulares y movedizas en la que se encuen-
tran los individuos que la realizan. Se conserva algo universal y
necesario, como un núcleo mínimo de elementos; pero se reconoce
de manera aposteriorística que ese núcleo esencial se da encarnado
en lo particular e histórico. Hay, así, una tensión entre el aspecto
universal y el aspecto histórico de la naturaleza humana, tensión
que nos ayuda a comprenderla mejor en su complejidad debida a
lo concreto, sin perder la capacidad de llegar a una universalidad
de la misma, aunque sea limitada, colocándose en el propio límite
entre lo universal y lo particular, donde los dos extremos se tocan
(pero no se funden ni se confunden ni se pierden).
En cuanto a los problemas que deben recibir una atención
preferente en el futuro, en el caso de los derechos humanos yo creo
que deberá seguir profundizándose en su fundamentación filosófica
e histórica. También en su positivación sin duda, pero sin olvidar
su fundamentación teórica. Asimismo, creo que debe insistirse más
en el estudio de las relaciones entre el derecho y la ética o filosofía
moral.
Para esto creo que se necesitan trabajos históricos y no sólo
sistemáticos. El revisar históricamente un problema reporta mu-
chos beneficios a la sistematización, tanto para ver en qué hubo
equivocaciones como para aprovechar cosas que se dijeron y fueron
olvidadas por la posteridad. Hay muchas enseñanzas en la historia
y no sólo en la teorización reciente. En cuanto al aspecto sistemá-
tico, yo encuentro que un sistema iusfilosófico de base, como el
TESTIMONIOS 13

tomista, puede ser renovado y mejorado atendiendo a otros sistemas


iusfilosóficos, por ejemplo al de la filosofía analítica y al de la
filosofía pragmática. Hay cosas en las que un sistema ayuda o
corrige al otro, pero se benefician mutuamente. No se destruyen,
sino que se integran y se enriquecen (sin caer en el sincretismo o
irenismo, sino colocándose en un sano eclecticismo, que es aten-
ción a lo que de valioso tenga el otro sistema, y siempre cuidando
la coherencia interna de lo que se va construyendo sistemática-
mente).
En relación con la filosofía del derecho más reciente en México,
mi opinión es que ha atravesado por varias etapas. Hacia los años
cuarenta, algunos teóricos ampararon el iusnaturalismo escondién-
dolo con otros nombres, por ejemplo el de la “ naturaleza de la cosa”
o la “ axiología jurídica” (Recaséns Siches, García Máynez). En
seguida se irguió el neokantismo kelseniano (Guillermo Héctor
Rodríguez), y se tendió hacia el positivismo. Después, como reac-
ción, otros teóricos cultivaron un iusnaturalismo muy fuerte (Pre-
ciado Hernández, González Uribe). A esto se opuso el positivismo
(Schmill, Pérez Carrillo) y todo lo que sonara a iusnaturalismo fue
condenado. Pero simultáneamente se atendió a la filosofía analítica
(Esquivel, Tamayo) y a la línea de los derechos morales de Dwor-
kin, muy crítica del positivismo (Dieterlen, Vázquez), y ahora se
ha pasado a una consideración diferente del iusnaturalismo, si no
de aceptación, por lo menos de reconsideración de sus posibilidades
y valía. Por otra parte, dentro de la línea iusnaturalista, el diálogo
mismo con las nuevas corrientes analíticas y pragmáticas ha empu-
jado a renovar los métodos para abordar y promover el iusnatura-
lismo.
Veo, pues, que ha habido en México una evolución hacia la
aceptación de varias formas de fundamentación filosófica del de-
recho. Un aspecto de este proceso es que se ha llegado a un
replanteamiento del iusnaturalismo como interlocutor valioso, y no
sólo como un monstruo o un fantasma del pasado. Mi trabajo, creo,
ha tenido relevancia en ese cambio. Yo mismo he tratado de
participar en ese diálogo entre el iusnaturalismo y la filosofía
14 FILOSOFÍA DEL DERECHO

analítica y la pragmática. Tanto con los estudios sistemáticos que


he hecho, como también por las investigaciones que he realizado
sobre distintos hitos de la historia del iusnaturalismo, he participado
en esa mencionada recuperación del interés por el derecho natural,
claro que bajo una nueva forma. Creo, además, que he colaborado
en la renovación intrínseca del propio iusnaturalismo, buscando su
alcance y tratando de precisar sus límites, y tratando de encontrar
aspectos en los que hay que acudir a investigaciones empíricas y
particulares en lugar de confiar sólo en la universalización metafí-
sica. Me parece que el iusnaturalismo analógico e icónico, como
yo denomino a mi postura, es una aportación que puede enriquecer
el diálogo entre el iusnaturalismo y el iuspositivismo (bajo diferen-
tes formas) y tratar de acercarlos sin perder su propia identidad y
fuerza; sólo relativizándolos un poco y llevándolos a sus justos
límites, siempre con una mayor humildad y sin triunfalismos.
De mi bibliografía son tres, a mi juicio, los libros más significa-
tivos. En primer lugar, el ya mencionado Filosofía y derechos
humanos, ya que en él hago el esfuerzo explícito de abordar los
derechos humanos no sólo desde la filosofía tomista, sino también
desde la filosofía analítica. Asimismo, Derechos humanos, iuspo-
sitivismo y iusnaturalismo, pues continúa ese mismo esfuerzo y
añade el intento de integrar la filosofía pragmatista. Y, sobre todo,
Derechos humanos, historia y filosofía (México, Distribuciones
Fontamara, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política,
núm. 70, 1999) porque en él intento plantear mi iusnaturalismo
analógico-icónico reuniendo elementos del tomismo, la analítica y
el pragmatismo, e incluso intentando que mi respuesta tenga cierta
especificidad latinoamericana.
Por último, otros libros en los que abordo alguno o varios temas
relativos a la filosofía del derecho son los siguientes:
Los principios de la filosofía social de Santo Tomás, México,
Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 1989.
La filosofía social de los pensadores novohispanos. La búsque-
da de la justicia social y el bien común en tiempos del virreinato,
México, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 1990.
TESTIMONIOS 15

La querella de la conquista. Una polémica del siglo XVI,


México, Siglo XXI, 1992.
Los fundamentos de los derechos humanos en Bartolomé de las
Casas, Barcelona, Anthropos; Bogotá, Siglo del Hombre Editores,
1994.
BERNARDO BOLAÑOS*

Me intereso principalmente en la metodología y la epistemología


jurídicas. Estudié la licenciatura en derecho en la Facultad de
Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y las
maestrías en historia y filosofía de la ciencia en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNAM y en la Universidad de París 1
(Panthéon-Sorbonne). Actualmente escribo una tesis de doctorado
acerca de la racionalidad jurídica en esta última institución francesa.
En la licenciatura, mis estudios de derecho estuvieron influidos
principalmente por los enfoques del positivismo jurídico y la teoría
marxista (puedo destacar a los profesores Rolando Tamayo y
Salmorán, y Arnaldo Córdova). Jaime Cárdenas dirigió mi tesis El
derecho a la educación (publicada por la ANUIES en 1996).
Posteriormente, ha sido clave para mi formación el grupo de
filósofos de la ciencia del Instituto de Investigaciones Filosóficas
de la UNAM. Recomiendo la maestría que ellos imparten a los
estudiantes de derecho interesados en la metodología, la teoría de
la prueba o la filosofía analítica del derecho. Mencionaré de manera
esquemática algunos de los temas que estudié en dicho postgrado
y tal vez será claro por qué resultan interesantes para los juristas:
con Ambrosio Velasco, hermenéutica; con Carlos Pereda, teoría de
la argumentación; con Larry Laudan, teoría del conocimiento; con
Raymundo Morado, lógica; con Sergio Martínez, epistemología
social. Martínez dirigió mi tesis de maestría titulada Argumentación
científica y objetividad. En Francia, actualmente participo en los
* Universidad Nacional Autónoma de México.

17
18 FILOSOFÍA DEL DERECHO

seminarios de Anne Fagot-Largeault (bioética), Ian Hacking (filo-


sofía de la ciencia), Emmanuel Picavet (análisis económico del
derecho) y Jean Mosconi (lógica, inteligencia artificial y ciencias
cognitivas). Mosconi dirigió mi tesis de DEA (equivalente a maes-
tría), relativa a las formas de razonamiento en el derecho.
Antes de concluir la licenciatura, me acerqué al Seminario
Eduardo García Máynez, coordinado por Rodolfo Vázquez, y al
círculo de ese profesor, quien pertenece a la escuela liberal heredera
de John Rawls. Vázquez contribuyó determinantemente en mi
tesis de licenciatura y en mi formación antes de ingresar a la
maestría. Luego de asistir a su seminario traté de combinar mi
enfoque marxista original con el liberal. Para esta escuela liberal
igualitarista, los temas educativos —educación y justicia— son
particularmente importantes (Cfr. el ensayo sobre discriminación
inversa en Dworkin, Los derechos en serio, Barcelona, Ariel, 1984;
y en Vázquez, Educación liberal, México, Fontamara, 1997).
Cuando cursé la licenciatura, la filosofía del derecho en México
apenas salía de una década de crisis generada por los problemas
económicos del país que afectaron a la investigación académica, y
debido también a la ausencia de pluralismo en el gremio jurídico.
Como ha sugerido José Ramón Cossío, el régimen priísta y presi-
dencialista mexicano se vio acompañado de un paradigma consti-
tucional autoritario. Por cierto, la noción de “ paradigma” (que
Cossío toma de Kuhn) me parece interesante para la filosofía
jurídica porque captura sentidos que no están comprendidos en la
noción de “ sistema jurídico” (aunque no insinúo que en todos los
casos debamos sustituir un concepto por otro). Me interesa desa-
rrollar ambas nociones, contribuir a darles mayor claridad, rigor y
pertinencia para el derecho, no sólo a partir de los estudios propia-
mente iusfilosóficos (Kelsen, Hart, Dworkin, Ferrajoli, etcétera),
sino también de la filosofía de la ciencia. Esta disciplina puede
aumentar el rigor intelectual y la capacidad de intervención social
de los juristas.
Mi interés en la racionalidad y la epistemología jurídica data de
1994. En efecto, mi primer ensayo filosófico publicado, “ Presiden-
TESTIMONIOS 19

cialismo y posmodernidad” (varios autores, Ensayos sobre presi-


dencialismo mexicano, México, Aldus), es un enfoque interdisci-
plinario que pretendió usar la filosofía de la ciencia, la teoría
constitucional y la teoría política para analizar al presidencialismo
mexicano. A partir de entonces he profundizado aquellas ideas y
he buscado una metodología menos especulativa para el análisis de
la racionalidad jurídica. Afortunadamente, mis estudios poste-
riores no me han llevado a abandonar el núcleo de lo que considero
mi “ programa de investigación” ; por el contrario, he encontrado
importantes convergencias y apoyos en otras perspectivas como la
filosofía política y la teoría social de corte analítico y empirista
(Elster, Sartori, Beard, Holmes, Weber), las teorías de la argumen-
tación (Perelman, Toulmin, Habermas, Alexy), y las teorías de
la racionalidad científica (Laudan, Goldman), de entre otras tradi-
ciones.
En mi ensayo de 1994, sostuve que el paradigma jurídico mo-
derno (el de los derechos humanos, la división de poderes y el
Estado de derecho) se construyó sobre racionalidades histórica-
mente concretas y comunes a las ciencias naturales de cada época,
desde la geometría del siglo III a. de C. (los sistemas jurídicos como
analogía de los sistemas axiomáticos) hasta la física del siglo XVII
(la división de poderes como equilibrio de fuerzas físicas) y la
biología del XIX (piénsese en el organicismo social desde Herbert
Spencer hasta los totalitarismos fascista y comunista). También
ocurre el fenómeno contrario, como he intentado mostrar en el caso
de la influencia de la racionalidad jurídica en la epistemología
popperiana (Cfr. “ Popper y la conjetura judicial” , Isonomía, Mé-
xico, núm. 12, abril de 2000). Considero que la racionalidad jurídica
sufre una transformación, paralela al avance científico y a la orga-
nización social. Diversos juristas coinciden sobre una mutación de
la racionalidad del derecho contemporáneo y defienden teorías
policentristas de las fuentes del derecho (como Hans Peter Gravel
o Francois Ost), pero sus enfoques son posmodernos y a veces
delirantes y, sobre todo, confunden la mera descripción de ciertos
fenómenos jurídicos en la “ era de la información” con el aspecto
20 FILOSOFÍA DEL DERECHO

normativo (deseable y posible) de la organización social (como ha


denunciado Ferrajoli). Debemos proteger y fortalecer la seguridad
jurídica y la democracia, a pesar de los cambios que produzcan, por
ejemplo, los tratados de libre comercio, el Internet o el sistema
financiero internacional.
Me parece que la creciente complejidad de las decisiones jurídi-
cas es el reto más grande de la filosofía del derecho contemporánea
(enfrentada al impacto social de las tecnologías de la información,
al multiculturalismo, a la nueva economía, al choque de tradiciones
jurídicas bajo los acuerdos de integración hemisférica, a problemas
ecológicos y sanitarios inéditos, a la gestión de mayor incertidum-
bre, al aumento de las controversias judiciales). La filosofía jurídica
debe contribuir a alcanzar la eficacia, la legitimidad y la validez del
derecho; darle a los legisladores, jueces, profesores y abogados en
general, herramientas para justificar racionalmente sus decisiones,
ofreciéndoles guías heurísticas para determinar: 1) los límites que
deben ser inviolables por principio; 2) cómo maximizar la coheren-
cia del orden jurídico (son importantes, por ello, las teorías cohe-
rentistas con cierta orientación lógica); 3) cómo prever las conse-
cuencias reales (deseadas o no) de una ley o sentencia (reconozco
en este caso la importancia que merecen los enfoques consecuen-
cialistas, como el análisis económico del derecho, la sociología del
derecho y el derecho comparado).
Para abordar todos estos problemas, considero que los estudios
de dogmática jurídica deben liberarse del viejo paradigma autori-
tario. Necesitamos nuevos libros de texto y una mejor formación
de nuestros juristas. Una formación lógica básica debe universali-
zarse entre el gremio jurídico mexicano (no necesariamente de
lógica simbólica en la licenciatura, pero tampoco basada en los
viejos manuales de lógica escolástica). Lo mismo por lo que res-
pecta a la teoría de la argumentación, los estudios epistemológicos
y de hermenéutica jurídica.
Sumado a ello, es necesario llevar las teorías de la decisión
jurídica racional directamente a la práctica y a las instituciones de
justicia. Por ejemplo, el número de personas inocentes que son
TESTIMONIOS 21

condenadas en los juzgados (y a la inversa, culpables que no


son condenados) es alarmante, según los diagnósticos de la eficien-
cia epistémica de las decisiones judiciales ordinarias. Este último
hecho es intolerable por principio (en atención a la dignidad de las
personas), y también por las consecuencias que produce socialmen-
te en materia de seguridad pública y desperdicio de la riqueza
colectiva. La informática jurídica puede contribuir a mejorar la racio-
nalidad del sistema judicial y democratizar el acceso a la justicia.
En un país como México, la sistematización rigurosa es una solu-
ción viable para garantizar la neutralidad e igualdad de trato en
ciertos procedimientos, y combatir la corrupción. Aunque pueda
parecer ajeno a nuestra formación, estoy convencido de que las
investigaciones académicas e institucionales en materia de cálculo
de probabilidades aplicado al derecho (realizadas por equipos
interdisciplinarios) son necesarias para crear herramientas simples
(de tipo informático), para capacitar a los jueces o para mejorar los
proyectos de reformas institucionales con el fin de aumentar la
racionalidad de las decisiones legislativas, judiciales y administra-
tivas (desde luego, eso no va a sustituir nunca el papel del criterio
y la intuición del jurista de carne y hueso). Sobre este último tema,
no basta con que las instituciones mexicanas adquieran programas
informáticos del extranjero; es indispensable financiar progra-
mas informáticos propios adaptados a nuestras necesidades y a
nuestra tradición jurídica, lo cual no resulta utópico si se observan
ejemplos del exterior.
Actualmente, la filosofía del derecho en México consolida una
etapa de asimilación de los desarrollos alcanzados en otros países
y de incorporación a los debates contemporáneos que ya permiten
superar muchos años de aislamiento teórico y estancamiento. Dicha
evolución está ocurriendo principalmente por el impulso desde
algunos centros académicos como el ITAM, donde es asombrosa
la labor de difusión de los profesores Ernesto Garzón Valdés y
Rodolfo Vázquez. Destaca también la labor de Paulette Dieterlen
y de Juan Antonio Cruz Parcero desde el Instituto de Investigacio-
nes Filosóficas de la UNAM. En el Instituto de Investigaciones
22 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Jurídicas de la misma institución, Miguel Carbonell realiza un gran


esfuerzo de traducción y divulgación. Como perspectiva inmediata,
considero que el énfasis que se ha dado al estudio y asimilación del
constitucionalismo europeo contemporáneo, a la filosofía moral y
a la teoría liberal del derecho, debe ser complementado con un gran
impulso de la metodología y de la epistemología jurídicas. Los
razonamientos jurídicos contienen tanto premisas normativas como
fácticas, y solamente al fortalecer la solidez de ambos fundamentos
se logra hacer del derecho una actividad justa y racional, legítima
pero también eficiente.
Además de los ensayos mencionados, otras de mis publicaciones
significativas son:
“ Tres paradigmas científicos para abordar el caos político en
México” , en Ciencias, México, UNAM, 1997.
Conoce nuestra Constitución, México, Secretaría de Educación
Pública, 1997.
“ La sociología del conocimiento y el problema de la objetividad
en el derecho” , en Isonomía, México, núm. 10, abril de 1999.
LETICIA BONIFAZ*

Mi tarea en la filosofía del derecho ha estado más enfocada a la


docencia que a la investigación. Los últimos quince años he impar-
tido los cursos de introducción al estudio del derecho y filosofía a
nivel licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional Autónoma de México y, desde hace diez años, epistemo-
logía jurídica y teoría jurídica contemporánea en la División de
Estudios de Posgrado de la propia Facultad.
Mi interés por la investigación en el área de la filosofía del
derecho comenzó desde que realicé la tesis de licenciatura, en
donde mi preocupación se centró en el valor del hombre en el
sistema soviético. Continué con mi trabajo de tesis doctoral sobre
El problema de la eficacia en el derecho (México, Porrúa, 1993)
que me llevó cinco años de dedicación. Posteriormente, he escrito
artículos aislados en donde el problema de la eficacia sigue teniendo
un rol central.
A pesar de que Rolando Tamayo no tiene discípulos en estricto
sentido, yo creo que gran parte de mi formación se la debo a él. Ha
sido un grupo selecto el de las personas que se han acercado a
Tamayo y que han recibido su orientación. Entre ellos estarían
algunos filósofos y sociólogos del derecho que, como becarios del
Instituto de Investigaciones Jurídicas en su momento, pudieron
acercarse a él. Me refiero, por ejemplo, a Enrique Cáceres, Sergio
López-Ayllón y Héctor Fix-Fierro. Sin embargo, creo que el único
que puede llamarse discípulo de Tamayo es Armando Maitret.
* Universidad Nacional Autónoma de México.

23
24 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Todo el tiempo he combinado mi trabajo en la universidad con


el servicio público. Fue muy importante mi paso por la Dirección
General de Asuntos Jurídicos de la Presidencia de la República
(1984-1994). Ahí viví infinidad de problemas de técnica legislativa,
pero además tuve la posibilidad de confrontar la parte formal y la
parte real del derecho. Conocí de primera mano los fenómenos que
llamamos fuentes reales y pude reflexionar sobre el papel del
derecho desde una perspectiva privilegiada, por el nivel de la toma
de decisiones jurídicas.
Paradójicamente, mi trabajo proyectando leyes y decretos me
llevó a la desmitificación del derecho. Experimenté su carácter de
formalizador de decisiones políticas y económicas. Las experien-
cias diarias fueron llevadas al aula en búsqueda de un conocimiento
más crítico y amplio del problema jurídico. Indudablemente mis
inquietudes quedaron plasmadas, además, en el trabajo sobre la
eficacia ya citado.
Además, de 1994 para acá, el hecho de ser chiapaneca me llevó
al estudio de la cuestión indígena. El haber crecido en contacto con
grupos tojolabales me ha dado la posibilidad de teorizar sobre
cuestiones como los usos y las costumbres indígenas.
He trabajado casi siempre en temas de frontera entre la sociolo-
gía y la filosofía del derecho, aunque últimamente me he dedicado
también a cuestiones epistemológicas porque creo que es un área
descuidada en las escuelas de derecho. La falta de rigor científico
de la mayoría de los trabajos jurídicos se debe en parte a esto. A mi
juicio, la epistemología jurídica se encuentra retrasada respecto de
la epistemología en general, y es mucho lo que falta por construir.
Mi interés se ha desplazado hacia problemas concretos que podrían
estar más cerca de la sociología jurídica porque creo que muchas
veces la sola reflexión filosófica no me satisface del todo. Los temas
indígena o ambiental, por ejemplo, son cuestiones reales que no
requieren sólo de comprensión, sino también de bases de transfor-
mación.
Creo que mi principal aportación, como dije antes, ha estado en
la docencia: interesar a los estudiantes en los temas filosóficos;
TESTIMONIOS 25

darles confianza en su labor creativa; ver al derecho de manera no


dogmática y prepararlos para la investigación crítica. También
considero que mi trabajo sobre la eficacia del derecho, que implicó
la sistematización de los diversos factores que intervienen para
lograrla, tuvo como aportación una visión de conjunto del fenó-
meno.
En cuanto a los temas que deben recibir una atención preferente,
insistiría en que el trabajo epistemológico es muy importante, pero
también creo que en México, además de estar más atentos a lo que
se está produciendo en otros países, debemos atender más a los
problemas nacionales. El pluralismo jurídico desarrollado en Eu-
ropa, por ejemplo, da las bases teóricas para entender el problema
indígena en México; sin embargo, nuestras particulares circunstan-
cias deberían impulsarnos a construir modelos propios. Lo mismo
respecto del neoinstitucionalismo, del renacimiento de la llamada
sociedad civil, de la reformulación de conceptos como soberanía o
ciudadanía, etcétera.
Las vías para abordar estos temas serán aquellas que tienen como
punto de partida la realidad y que logran desprenderse del pesado
lastre que a veces representa el bagaje teórico preconstruido. Nue-
vos puntos de vista, análisis multidisciplinarios, pero sobre todo
rigor metodólogico, pueden llevar a resultados plausibles.
La filosofía del derecho en México no ha evolucionado como
hubiera sido deseable. Después de García Máynez y de la influencia
española, no se han dado grandes avances. La generación de
Tamayo, Esquivel, Pérez Carrillo, etcétera, fue la última que tuvo
un trabajo colectivo relevante. Falta comunicación entre los que
hacemos filosofía, faltan apoyos económicos para poder asistir a
congresos en el extranjero y, no obstante las ventajas del Internet,
estamos geográficamente aislados. Se podría pensar también que
en nuestro país son pocas las personas que se pueden dedicar de
tiempo completo a esto. Aunque yo vería como ventaja el hecho
de que los filósofos tengan otras ocupaciones, pues la reflexión
filosófica puede así tener puntos de partida prácticos.
26 FILOSOFÍA DEL DERECHO

A pesar de todo, creo que sí se la ha dado la importancia debida


a la filosofía del derecho curricularmente; el número de horas
dedicadas a ella en la licenciatura es suficiente como disciplina de
cierre que lleva a reflexionar al final de la carrera sobre el fenómeno
jurídico. Además, el apoyo que se tiene con materias como intro-
ducción al estudio del derecho, teoría general del derecho y ética
jurídica, es muy importante. En lo personal, estimo que el esquema
que se sigue en la maestría de la Facultad de Derecho de la UNAM
es muy completo. Se nota, sin embargo, la escasez de personal
docente calificado y especializado. Yo creo que en eso hay que
poner mayor interés y me inclinaría por círculos informales de
estudio y la organización constante de seminarios de actualización.
Mi bibliografía más significativa se compone de los siguientes
trabajos, además del ya mencionado sobre la eficacia:
“ El aborto (análisis filosófico-jurídico)” , Justicia/86, México,
Procuraduría General de la República, vol. IV, octubre-diciembre
de 1986.
“ Ciencia y dogmatismo en la enseñanza del derecho” , Revista
de la Facultad de Derecho de la UNAM, edición conmemorativa
del medio siglo.
“ Los derechos de las generaciones futuras” , Lex, México, 3a.
época, año II, núm. 13, julio de 1996.
“ Organismos no gubernamentales, sociedad civil y derechos
humanos” , Cuadernos de derechos humanos, México, Comisión
de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, núm. 4.
GUSTAVO CAJICA*

Mi experiencia en el campo de la filosofía del derecho es en realidad


modesta y puede dividirse en dos etapas. La primera, como estu-
diante de la carrera de “ abogado, notario y actuario” (1981-1986)
en la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
Autónoma de Puebla y, la segunda, como profesor de las materias
de filosofía del derecho (desde 1990 a la fecha) y de lógica y
metodología jurídicas en la licenciatura de la Escuela Libre de
Derecho de Puebla.
No me puedo considerar un investigador profesional en esta
materia porque no me dedico a ella de tiempo completo ni perte-
nezco a una institución académica donde exista este tipo de inves-
tigaciones. Fui notario público de 1988 a 1998 y actualmente me
dedico a la edición de libros. Durante los años 1996 a 1998 cursé
la maestría en filosofía del derecho y política en la Universidad
Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
Al iniciar mis estudios profesionales en 1981, mi padre me
recomendó formar parte de un programa piloto que dirigía el
profesor Óscar Correas, en la Escuela de Derecho de la Universidad
Autónoma de Puebla. Este innovador programa —que sólo duró
tres semestres— pretendía actualizar los programas de estudio, lo
que implicó la revisión y modificación de contenidos de las mate-
rias iniciales de la carrera. La tradicional clase de introducción al
estudio del derecho cambió su nombre por el de teoría del derecho
y en lugar de la lectura del clásico libro del maestro García Máynez,
* Escuela Libre de Derecho de Puebla.

27
28 FILOSOFÍA DEL DERECHO

leímos directamente, bajo la dirección de la profesora Teresa Mar-


tínez Terán y del propio Correas, textos de Kelsen, Ross, Alchou-
rrón, Bulygin, entre otros. Tuvimos asimismo al profesor Juan
Campos, a quien Correas trajo del Colegio de Filosofía, para
impartirnos un curso de lógica simbólica que abarcó desde la lógica
elemental hasta la deóntica. El gusto por este curso, por la utiliza-
ción de los sistemas de deducción natural y el consejo del profesor
Correas, me llevaron a tomar algunas materias de lógica y a
presentar los exámenes correspondientes con el doctor Walter
Redmond, cuya clase constituía un verdadero placer académico, en
el Colegio de Filosofía de la UAP. Con él cursé lógica simbólica
elemental, lógica modal y mundos posibles, filosofía de la lógica y
lógicas epistémica y deóntica, entre los años de 1982 y 1985; a
través de él tuve, desde la lógica, mis primeros contactos con la
filosofía analítica, el “ círculo de Viena” , el primer Wittgenstein, el
segundo, etcétera.
Acepté gustoso estudiar estas materias porque mi padre no fue
sólo un civilista sino también profesor de filosofía del derecho en
las universidades autónomas de Puebla y Tlaxcala, y contaba con
su ejemplo en varios puntos: a) tenía una importante colección de
textos iusfilosóficos, no sólo clásicos sino también contemporá-
neos; b) me había encontrado sus libretas con ejercicios de lógica
matemática, disciplina a la que dedicó su atención en los años
sesenta, cuando hizo el doctorado en la UNAM y fue alumno de
García Máynez; c) supo aprovechar las aportaciones de la escuela
analítica italiana, en especial las de Bobbio y Scarpelli —de este
último, su contribución al análisis del lenguaje de las leyes y su
teoría de las definiciones legales— e integrarlas al trabajo que llevó
a cabo como presidente de las comisiones redactoras de los códigos
civiles y de procedimientos civiles de Tlaxcala (1976 y 1980) y
Puebla (1985 y 1986); en las exposiciones de motivos de estos
ordenamientos, se señala la influencia recibida de esta escuela y la
adopción de sus contribuciones. Heredé de él su gusto por la filoso-
fía del derecho analítica italiana, así como por la filosofía del
lenguaje y la lógica.
TESTIMONIOS 29

Durante mis años universitarios, la ideología que privaba en gran


parte de la escuela de derecho era la marxista, pero se trataba de un
marxismo en su versión leninista, que en no pocas ocasiones rayaba
en un fundamentalismo de izquierda que descalificaba, sin conocer
antes, la obra de Kelsen y las teorías positivistas del derecho, y que
conceptualmente no tenía mucha claridad en sus análisis y sí
muchos prejuicios. Asimismo, siempre me han preocupado los
fundamentalismos de derechas —religiosos, conservadores y neo-
liberales, hoy tan presentes en nuestro medio—, dogmatismos que,
junto con el leninista y otros tantos, anulan la libertad de las
personas. Este temor ha influido de forma importante en mis
intereses académicos, llevándome de la lógica a la metodología y
la filosofía de la ciencia; de la crítica de Popper al historicismo,
a la crítica del iusnaturalismo y de las teorías metafísicas en el
derecho; del estudio del positivismo jurídico al concepto de demo-
cracia, entendiendo al primero no sólo como una teoría jurídica sino
también política, la de la separación entre derecho y moral; de la
metaética al problema de la fundamentación de los derechos huma-
nos y los derechos sociales; del liberalismo y sus relaciones con el
socialismo al socialismo liberal, etcétera.
Para la elaboración de la tesis de licenciatura, Ciencia. Ciencia
del derecho. Sociología jurídica (1986-1987), trabajé desde una
perspectiva neopositivista sobre el status científico de la llamada
jurisprudencia o “ ciencia” del derecho, basándome fundamental-
mente en las obras de Bobbio: Teoria della scienza giuridica,
Teoria della norma giuridica, El problema del positivismo jurídico
y la recopilación de artículos a cargo del profesor Ruiz Miguel,
Contribución a la teoría del derecho.
Al ingresar en 1990 a dar clases, Juan Tejeda Mercado, titular
de la materia en la Escuela Libre de Derecho de Puebla, me permitió
actualizar el programa de estudios de la filosofía del derecho.
Abandonamos la idea de que se requiere necesariamente un libro
de texto único, para basar en él todo el año académico. El texto que
se había utilizado hasta entonces, bueno en su época —los años
cincuenta— y ya con varias “ ediciones” —siguiendo la no muy
30 FILOSOFÍA DEL DERECHO

sana costumbre mexicana de denominar “ ediciones” a las simples


reimpresiones— resultaba poco actual e incompleto en varios
puntos. Lo sustituimos por las lecturas directas de varios autores
que han ido aumentando con los años, entre ellos: Kelsen, Bobbio,
Elías Díaz, Gregorio Robles, Peces-Barba, Lumia, Atienza, Nino,
Mendonca, Popper, Bulygin, Garzón Valdés, Casese, Ferrajoli, R.
Vázquez, Calsamiglia, Scarpelli, entre otros. Algunos temas del
programa han sido: concepto de filosofía del derecho, teoría de la
definición, teorías del derecho, iusnaturalismo, positivismo jurídi-
co, realismo sociológico, teoría de la norma jurídica, teoría del
ordenamiento jurídico, ética analítica, teorías de la justicia, vincu-
lación y separación entre derecho y moral, constitucionalismo,
teoría de la democracia, etcétera.
Mi aportación al campo de la filosofía del derecho ha sido toda
en el nivel de licenciatura. En primer lugar, ha consistido en intentar
cambiar la mala prensa que tiene la materia en mi medio y en
despertar el interés de los alumnos sobre estas cuestiones. En
segundo lugar, en el cambio y la actualización de los programas
de la materia. No es posible en este campo la utilización de textos
que no son clásicos de la materia y cuya última edición real fue hace
más de cuarenta años. En tercer lugar, la lectura directa por parte
de los alumnos de textos de filosofía del derecho. Antes se criticaba
la teoría pura del derecho sin nunca haberla leído directamente y lo
mismo sucedía con las ideas kelsenianas sobre la justicia.
A mi juicio, creo que algunos de los problemas que deberán
recibir una atención preferente en el futuro inmediato por parte de
los juristas filósofos son:
a) El temor o rechazo del litigante y del estudiante de derecho al
estudio sistemático de los problemas éticos y de justicia que implica
el fenómeno jurídico y a los grandes temas de la filosofía del
derecho.
b) Los temas clave del debate contemporáneo en la filosofía
política: liberalismo vs. comunitarismo, derechos individuales vs.
derechos colectivos, pluralismo jurídico y multiculturalismo.
TESTIMONIOS 31

c) La fundamentación democrática de los derechos humanos


individuales y sociales, sin caer en la tentación del fundamento
absoluto.
d) La cuestión siempre presente de la relación entre derecho
y moral en las sociedades democráticas y el papel del positivis-
mo jurídico como expresión teórica y política de este tipo de socie-
dades.
e) El aislamiento del filósofo o teórico del derecho y la falta de
valoración, aprovechamiento y análisis de su trabajo por parte del
dogmático del derecho.
f) El estudio de las bases filosóficas del constitucionalismo.
g) La revisión y actualización de los programas de estudio
universitarios de las materias relacionadas con la filosofía del
derecho: teoría jurídica, metodología, lógica, argumentación, so-
ciología jurídica, etcétera.
h) El análisis y estudio sistemático de la motivación axiológica
de nuestras sentencias, de la ideología de nuestros jueces y de
nuestras normas procesales.
i) La bioética y sus problemas.
Considero, sin pretender ser exhaustivo, que las vías más fecun-
das para abordar los anteriores problemas serán aquéllas que fijen
su atención, en un primer momento, en las cuestiones de carácter
metodológico. Sin una buena preparación metodológica no creo
que se avance mucho; en otras palabras, creo necesario considerar
seriamente los aportes del análisis filosófico, de la lógica y de la
filosofía del lenguaje. Por otro lado, pienso que el abogado deberá
estar muy atento a las discusiones actuales que se efectúan en los
campos de la ética y de la filosofía política, entre otros, y establecer
un diálogo continuo con los cultivadores de estas disciplinas.
Asimismo, considero que será muy provechoso para el teórico del
derecho acercarse y analizar el trabajo de los estudiosos del cons-
titucionalismo moderno. Lo anterior, sin olvidar la importancia que
la sociología del derecho, tanto de sociólogos como de juristas,
puede tener en el estudio de estos problemas.
32 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Como ya ha sido señalado por diversas personas, estamos pre-


senciando un movimiento importante de renovación de nuestra
materia en México. En la ciudad de México existen varias líneas de
desarrollo de la materia. Por un lado, han contribuido de manera
importante: a) Los ya diez años del Seminario Internacional Eduar-
do García Máynez sobre teoría y filosofía del derecho, que organiza
el ITAM junto con otras prestigiadas universidades del país; b) La
Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política que publica
Fontamara, en la que han visto la luz más de ochenta libros desde
1991, y c) La revista de teoría y filosofía del derecho Isonomía, que
aparece desde 1994. Seminario, colección y revista en los que inter-
vienen los profesores Rodolfo Vázquez y Ernesto Garzón Valdés.
Por otro lado, figura la actividad editorial del Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas de la UNAM, cuyas distintas publicaciones,
revistas, traducciones y libros han contribuido también en esta
renovación de la teoría del derecho. Situada en una perspectiva
diferente a las anteriores, no debemos olvidar la publicación Crítica
jurídica. Revista latinoamericana de política, filosofía y derecho
(1984-1995), dirigida por Óscar Correas.
En los estados de la república han sido relevantes los trabajos
desarrollados desde finales de los ochenta en la Universidad Autó-
noma Benito Juárez de Oaxaca, primero por los profesores Fernan-
do Coronado y Óscar Correas con la maestría en metodología y
pedagogía jurídicas, en la que se dio una fuerte atención a distintas
áreas de la filosofía del derecho, y en la que participé como profesor
de lógica. Después, durante los noventa se realizaron en aquella
universidad ciclos de conferencias con profesores del seminario
García Máynez. Estos antecedentes permitieron la creación en 1996
de la maestría de filosofía del derecho y política, maestría única en
el país, bajo la dirección de Rodolfo Vázquez y de los maestros
Aldegundo Zafra y Marcos Figueroa, egresados de la maestría en
metodología.
Una mención aparte merece el libro Introducción al derecho del
profesor Mario I. Álvarez Ledesma, cuya primera edición data de
1995, porque constituye una manera novedosa y actualizada de intro-
TESTIMONIOS 33

ducir a los alumnos que se inician en la carrera de abogado, en los


temas de la filosofía del derecho.
Dado este panorama, parece entonces, y éste es el deseo de los
que de alguna u otra forma nos dedicamos a estos temas, que el
futuro de nuestra materia en México es promisorio.
Concluyo apuntando, como algunas de mis modestas aportacio-
nes bibliográficas, dos pequeñas notas: “ Estado constitucional de
derecho y legitimidad democrática. Comentarios a un texto de Ferra-
joli” y “ Algunos conceptos, distinciones y aspectos interesantes en
la tesis positivista de la separación entre derecho y moral” , que
aparecieron en la Revista Jurídica de la Escuela Libre de Derecho
de Puebla (enero-junio de 2000 y julio-diciembre de 2000, respec-
tivamente), en la que participo como director técnico.
MIGUEL CARBONELL*

Mi acercamiento a la filosofía y a la teoría del derecho se ha


producido de manera indirecta: a través del trabajo que mediante
conceptos generales se desarrolla desde el derecho constitucional,
por una parte, y a través de la traducción de escritos de algunos
teóricos del derecho, por otro.
De la labor de traducción quizá valga la pena subrayar dos libros
de Riccardo Guastini (traducidos junto con varios colegas): Estu-
dios sobre la interpretación jurídica ((1999), 3a. ed., México,
Porrúa-UNAM, IIJ, 2001) y Estudios de teoría constitucional
(México, Fontamara-UNAM, IIJ, 2001). Como se sabe, Guastini
es uno de los mejores exponentes de la teoría analítica italiana.
Actualmente estoy trabajando en la traducción de ensayos de otros
autores cercanos a esa misma corriente, como Norberto Bobbio,
Paolo Comanducci, Luigi Ferrajoli o Gustavo Zagrebelsky.
De entre los trabajos propiamente dedicados al derecho consti-
tucional, pero con vocación de discutir conceptos generales, men-
cionaría los libros: Constitución, reforma constitucional y fuentes
del derecho en México ((1998), 3a. ed., México, Porrúa-UNAM,
IIJ, 2000) y La Constitución en serio. Multiculturalismo, igualdad
y derechos sociales (México, Porrúa-UNAM, IIJ, 2001).
Además, junto con otros académicos, he realizado varias com-
pilaciones o coordinaciones de textos referidos a temas tanto de
derecho constitucional como de teoría del derecho, aplicados a la
* Universidad Nacional Autónoma de México. Agradezco a Bernardo Bolaños los co-
mentarios que hizo a una versión precedente de este escrito.

35
36 FILOSOFÍA DEL DERECHO

temática de los derechos fundamentales y de la organización y


funcionamiento de los poderes públicos. Entre ellas se encuentran
las siguientes: Derechos sociales y derechos de las minorías
((2000), 2a. ed., México, Porrúa-UNAM, IIJ, 2001), Teoría de la
Constitución. Ensayos escogidos (México, Porrúa-UNAM, IIJ,
2000), Derechos humanos y derecho a la información (México,
UNAM, IIJ, 2000) Constitucionalismo iberoamericano del siglo
XXI (México, UNAM, IIJ, 2000), Elementos de técnica legislativa
(México, UNAM, IIJ, 2000) y Estado constitucional y globaliza-
ción (México, Porrúa-UNAM, IIJ, 2001).
El contexto social en el que mi generación ha tenido que empezar
a trabajar puede decirse que ha sido a la vez explosivo y desespe-
rante. Explosivo debido al aumento de la depauperación de las
condiciones de vida de millones de mexicanos, junto con el dominio
de la ilegalidad como forma de gobernar y de comportarse social-
mente. Desesperante porque la aplicación a las universidades pú-
blicas de los postulados “ modernizadores” del neoliberalismo ha
conducido a situaciones de desamparo real para quienes en ellas
laboramos; la prueba es que muchos de los mejores talentos que
han estudiado en las universidades públicas mexicanas, y que en
algún momento han querido ejercer la investigación o la docencia
como profesión, se encuentran hoy trabajando para el gobierno o
en el sector privado. Desesperante también por la lentitud en el
proceso de transición democrática en el que desde hace años está
inmerso el país; creer que con la simple alternancia entre partidos
políticos en la Presidencia de la República se ha consolidado ya la
democracia, es hacer un ejercicio de ilusionismo político y de
ingenuidad cívica.
El derecho seguramente nunca ha tenido un gran arraigo social
en México, pero parece que los niveles de ilegalidad a los que se
ha llegado en el pasado reciente han marcado cimas nunca alcan-
zadas hasta ahora.
Ante ese escenario —y en ello residiría una tercera causa para
la desesperación—, la doctrina jurídica (tanto la constitucional
como la que se ocupa de la teoría del derecho) parece haber jugado
TESTIMONIOS 37

un doble papel: o bien ha contribuido a legitimar los propósitos


“ modernizadores” del régimen en turno, justificando con inadmi-
sibles argumentos las decisiones, muchas veces de claro signo
autoritario y regresivo, tomadas desde el poder; o bien ha echado
la mirada hacia las alturas de una teoría que guarda pocas conexio-
nes con las preocupaciones cotidianas de las personas de carne y
hueso. Cooptación y evasión parecen ser dos signos omnipresentes
en el panorama teórico nacional.
Sobra decir que con esas actitudes la teoría del derecho ha
logrado situarse en el lugar que actualmente ocupa: en la irrelevan-
cia absoluta para casi todo lo práctico (salvo alguna instalación en
las nóminas gubernamentales, desde luego), y/o en discursos pasa-
dos de moda que siguen viviendo de teorías construidas hace veinte
o treinta años.
Desde luego, dentro de este panorama sombrío parece haber
algunas —pequeñas— luces para la esperanza en el mundo de la
filosofía y la teoría del derecho. Una de ellas es el grupo de personas
que está trabajando alrededor de los tres ejes que ha construido
Rodolfo Vázquez en los últimos años: la revista Isonomía, la
Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política de la editorial
Fontamara y el Seminario Eduardo García Máynez. Se trata de un
grupo no demasiado grande de personas, pero que ha tenido la
oportunidad de estudiar y conocer a los mejores teóricos del dere-
cho a nivel mundial, y que ha sabido llevar sus enseñanzas a
publicaciones y centros docentes mexicanos.
Otro signo promisorio, aunque todavía incierto, es el papel
que puede jugar la generación que en los últimos años ha salido
a estudiar posgrados fuera de México; haberlo hecho, en las
condiciones precarias de la educación superior en nuestro país,
ha sido un privilegio que se debe valorar con toda seriedad para
asumir las responsabilidades que de ello derivan. Si se reúne la
energía suficiente y la visión de equipo que se requiere, se puede
intentar revertir el estado de postración en el que actualmente se
encuentra buena parte de la teoría jurídica nacional. Quizá a
veces se espera demasiado de ese grupo de académicos, pero tan
38 FILOSOFÍA DEL DERECHO

alta exigencia con seguridad deriva de la propia altura de los retos


que se tienen por delante.
¿Cuáles son los retos de la teoría del derecho mexicana? Varios
y muy complejos. Veamos.
En primer término, la teoría del derecho debe continuar con la
vocación cosmopolita que parece haber empezado a desarrollar.
Esto quiere decir que debemos superar las visiones endógenas y
empezar a leer y a discutir la producción reciente que se está
publicando en otras latitudes, así como, cuando sea posible, parti-
cipar directamente en los escenarios importantes del pensamiento
contemporáneo. Hay que sacudirse el complejo localista y desterrar
las reticencias hacia lo que se hace en otras latitudes. A la teoría
mexicana del derecho tienen mucho que decirle Ferrajoli y Haber-
mas, por ejemplo.
Un segundo reto tiene que ver con la metodología, lo cual a su
vez conecta con la elección de los temas de estudio y la forma de
presentarlos. La teoría, sin dejar de ser por ello teoría, debe mirar
de frente a los problemas sociales, a los problemas de la gente de
carne y hueso, a los problemas que hoy tenemos todos que ayudar
a resolver. Un material con el que la teoría tiene que contar antes
que cualquier otro es el individuo realmente existente, cargado de
vicios y virtudes, pero objeto en cualquier caso de todo pensamiento
que tenga que ver con las “ ciencias sociales” . Muchos de los
problemas actuales de la teoría se derivan del hecho de que se ha
olvidado de operar con el individuo real, el que convive diariamente
con dosis insoportables de corrupción e ilegalidad en todas sus
formas y manifestaciones.
En este contexto, me parece que los estudios académicos se han
contentado desde hace algunos años con hacer muy poco (una
especie de self-restraint académico), y con ello le han dejado un
enorme campo de acción a la “ política del derecho” , que han
podido operar los políticos profesionales sin ningún tipo de control
científico y sin las molestas críticas de la doctrina. Sobra decir que,
al adoptar esa postura, la doctrina ha terminado deslegitimándose
a sí misma y, lo que tal vez es peor, cayendo en la irrelevancia
TESTIMONIOS 39

absoluta. A muchos teóricos se les ha olvidado pasar sus reflexiones


por el tamiz de la realidad (¡nada menos!). Seguramente se trata de
una versión autóctona de lo que Paolo Flores D’Arcais ha caracteri-
zado como el “pensamiento frívolo”, que sería una variante de lo que
José Saramago denomina el “ pensamiento cero” ; como quiera
que se le llame, con seguridad se trata de un “ pensamiento débil” .*
En el campo de los derechos humanos, por poner un ejemplo,
esta posición de una parte de los estudios teóricos, proyectada por
años sobre las cátedras universitarias y por tanto sobre los estudian-
tes, ha tenido efectos devastadores. Quizá se pueda decir de un
cierto tipo de doctrina jurídica lo que el propio Paolo Flores
D’Arcais ha dicho de algunos enfoques filosóficos contemporá-
neos:** para ella, el individuo realmente existente, o el tipo de
individuo que está en la concepción de la teoría, se ha convertido
sin ningún problema en una sombra, ha sido despojado de todo
dramatismo, se ha vuelto una obviedad que se da por descontada;
mezclando un poco de hedonismo, otro poco de egoísmo y un
calculado trocito de virtud, algunos teóricos han llegado sin proble-
mas a presentarnos ante el mejor de los mundos posibles, bajo la
insignia de ecuaciones de racionalidad y funciones utilitaristas.
Pero han descuidado al individuo que somos todos, que es, en
definitiva, el individuo que está hoy en día en juego.
La política del avestruz, para seguir con la paráfrasis de Flores
D’Arcais, no puede ser aplicada a la ciencia jurídica sin destruirla,
porque pensar es siempre hacerlo de forma coherente y, por tanto,
radicalmente, en la medida en que todo pensamiento coherente
—para serlo de verdad— debe llegar a las raíces de los problemas
y esclarecer sus causas.
Quizá se trata de una forma renovada de lo que el mismo autor
ha llamado “ el ping-pong escolástico de la academia” , que habla
del mundo pero se sitúa fuera de él, dejándolo así tal como lo
* Barcellona, Pietro, L’individuo e la comunitá, Roma, Edizioni Lavoro, 2000,
pp. 55 y ss.
** Flores D’Arcais, Paolo, L’individuo libertario. Percorsi di filosofia morale e politica
nell’orizzonte del finito, Turín, Einaudi, 1999, pp. 16 y 20. Traducción al castellano: El
individuo libertario, Madrid, Seix Barral, 2001.
40 FILOSOFÍA DEL DERECHO

encuentra. Y esto es lo que quiere evitarse justamente con la


metodología y el enfoque que debe empezar a tener nuestra teoría
del derecho.
Para lograrlo, se debe comenzar generando nuevos materiales de
análisis y de estudio; en otras palabras, se deben escribir en lo
inmediato los libros que puedan dar cuenta de este “ nuevo proyec-
to” de teoría. Si seguimos dejando a nuestros estudiantes con los
materiales con los que se ha estudiado derecho en los últimos
cincuenta años, va a ser muy poco lo que se pueda cambiar. Junto
a los materiales escritos, es también importante abrir nuevos espa-
cios de discusión y reflexión, de forma que los textos escritos sean
objeto de análisis y cuestionamientos por otros estudiosos, y no el
único resultado de las noches de insomnio de algún “ llanero
solitario” . Es indispensable trabajar en equipo.
También es necesario que la teoría, sin perder rigor ni “ cientifi-
cidad” , se comprometa de manera muy clara con la necesidad de
modificar el estado de cosas existente. No proponer ningún cambio
ni denunciar las desviaciones que se producen en nuestro endeble
Estado de derecho, significa ya tomar partido por una posición muy
clara: la que está empeñada en que nada cambie. Al jurista teórico
le cabe, por ello, la función de fungir como molesto agente de
denuncia, que les recuerda a los operadores prácticos los valores
que están detrás de cada norma y que, frente a las “ necesidades de
la política” , opone las obligaciones —y las razones— del derecho.
Los cuestionamientos permanentes y la vocación de no aceptar
verdades reveladas deben ser actitudes constantes de los científicos
sociales.
En cualquier caso, me parece que la función de la teoría nunca
debe ser la de solidarizarse con los pronunciamientos del poder,
sino la de ejercer una función de vigilancia, incentivando la duda y
aportando datos y propuestas para fundamentar su propio papel de
“ contrapoder” .
Obviamente, a la vista de la importancia y entidad de los retos,
no cabe hacerse demasiadas ilusiones. No podemos hacernos falsas
esperanzas sobre el papel relativo y de bajo impacto que tiene en
TESTIMONIOS 41

general la teoría social sobre el quehacer político y jurídico con-


temporáneos. Es verdad que la teoría del derecho tiene una gran
responsabilidad y que puede jugar un papel en buena medida
normativo, como ha señalado Luigi Ferrajoli,* pero ello acontece
solamente si cobra la fuerza necesaria para hacerse oír, para ser
conocida en primer término, y para incidir en la opinión pública y
en el quehacer político después, cuestión que no es nada fácil en
países como México. Como ha escrito Marco Revelli, en tiempos
de caída de poco sirve la routine intelectual, el pequeño cabotaje
del pensamiento.** De todas formas, creo que el esfuerzo por
intentar hacerse oír y por aportar una visión renovada vale la pena,
con independencia del impacto que pueda llegar a tener.

* Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999; id., “ Filosofia
analitica del diritto e dimensione pragmatica della scienza giuridica” , en varios autores,
Scritti per Uberto Scarpelli, Milán, Giuffré, 1997; id., La cultura giuridica nell’Italia del
Novecento, 2a. ed., Roma-Bari, Laterza, 1999; id., El garantismo y la filosofía del derecho,
Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2000.
** Le due destre. Le derive politiche del postfordismo, Turín, Bollati Boringhieri, 1996,
p. 75.
JAIME CÁRDENAS*

Mi trayectoria como investigador de temas iusfilosóficos es muy


breve y se inició una vez que concluí mis estudios de doctorado en
España. En 1991 presenté una tesis de doctorado en México sobre
el pensamiento neocontractualista. En 1992 comencé a impartir en
la División de Estudios de Posgrado de la UNAM, materias relati-
vas a la teoría del derecho y a los planteamientos jurídicos contem-
poráneos. Actualmente imparto en ese posgrado la asignatura teoría
de la argumentación jurídica, que persigue objetivos como describir
algunas de las nuevas teorías jurídicas europeas: la de la maleabi-
lidad del derecho de Zagrebelsky, la garantista de Ferrajoli, y la de
Robert Alexy sobre la interpretación; exponer el desarrollo de la
nueva teoría de la argumentación jurídica a partir de la Segunda
Guerra Mundial, con autores como Viehweg, Perelman, Toulmin,
MacCormick, Alexy, Atienza; analizar algunas de las ideas
nacionales sobre la argumentación como las de García Máynez,
Recaséns, Elisur Arteaga, Carmona Tinoco, Tamayo y Salmorán;
estudiar los métodos y las bases de la argumentación en el derecho
positivo, y hacer un análisis específico en dos áreas de la argumen-
tación jurídica en el derecho mexicano: garantías individuales y
derecho electoral.
El contexto político y social de México ha sido, en todos estos
años, de turbulencia. Un régimen político no democrático está por
terminar y, sin embargo, el nuevo apenas asoma sus luces. Pienso
que hemos vivido inmersos en un proceso de transición a la demo-
* Universidad Nacional Autónoma de México.

43
44 FILOSOFÍA DEL DERECHO

cracia con enormes problemas de incertidumbre y de inestabilidad


políticas. Este contexto, que afecta a cualquier mexicano, en mi
caso ha influido decisivamente en lo que hago, pues bien puedo
decir que mi vida de investigador y de profesor no ha tenido otro
propósito que el de estudiar lo que son las transiciones a la demo-
cracia, lo que es la democracia, los elementos que confluyen en la
naturaleza de un régimen, etcétera. Todas estas últimas cuestiones
las he reflexionado desde la filosofía del derecho, la ciencia política
y el derecho constitucional.
En la filosofía del derecho, he trabajado en el área del pensa-
miento neocontractualista-liberal, en algunos aspectos de los plan-
teamientos comunitaristas, en la justificación y fundamentación de
los derechos humanos, y en la justificación y fundamentación de la
democracia liberal. Como iusfilósofo, me siento cercano a investi-
gadores como Rodolfo Vázquez, y soy discípulo de profesores
como Elías Díaz, Javier Muguerza, José Luis Aranguren y Eusebio
Fernández.
Uno de los problemas de las escuelas españolas reside en su falta
de concreción como grupo, y generalmente no existe el profesor
líder; de los que mencioné en el párrafo anterior, seguramente el
profesor Aranguren lo fue, no obstante que se conoce que él no se
consideraba líder de nada ni de nadie. La tarea de la escuela de
Aranguren fue poner el acento en la ética y en las relaciones entre
ésta y el poder. Por eso, este pensamiento conecta muy bien con la
tradición liberal norteamericana y con la reflexión moderna euro-
pea de autores como Norberto Bobbio o Jürgen Habermas.
En la ciencia política, me he abocado al estudio de los regímenes
no democráticos y sus posibilidades de transformación hacia regí-
menes democráticos; en éstos no tengo dudas sobre mi carácter de
discípulo de Juan J. Linz.
En el derecho constitucional, he estudiado los problemas relati-
vos a diseños constitucionales que generen regímenes estables,
gobernables, pero también legítimos. El mayor problema en Méxi-
co reside en la inviabilidad de la actual Constitución para un
régimen democrático. Las razones de ello tienen que ver con el
TESTIMONIOS 45

desequilibrio entre los poderes públicos, y con el hecho de que las


reglas constitucionales vigentes se volcaron para apoyar un aparato
o modelo de dominación política no democrático y un modelo
económico nacionalista, sin apertura hacia el exterior.
Los factores que me han llevado a desplazar mis intereses en
estas disciplinas son todos producto de la necesidad de argumenta-
ción. Para justificar adecuadamente un punto de vista, es necesario
recurrir a las cuestiones técnicas o científicas que auxilien en la
reflexión. También debo decir que algunos factores personales o
profesionales muy coyunturales me han abierto otras perspectivas
que, al final de cuentas, he intentado unir en un solo cauce de
reflexión.
No me atrevería llamar “ aportaciones” a mi trabajo, sino sim-
plemente reflexiones. Tal vez una de las conclusiones más recu-
rrentes sea la de contar con una estructura constitucional y política
integral que facilite la transición democrática y su posterior conso-
lidación. A diferencia de otras personas, creo que a pesar de que pueda
haber algunos elementos constitucionales o políticos que dinami-
zan el proceso de la democratización, las estructuras constituciona-
les e institucionales funcionan interrelacionadas, y si reformamos
un aspecto del entramado institucional, aunque no lo pretendamos
abiertamente, afectaremos a más de un aspecto de distintas institu-
ciones.
Además de la redefinición del entramado institucional, hay un
tema que es fundamental para México. Éste es el de la relación o
relaciones entre el mundo indígena y el mundo mestizo, que se
manifiesta en los previsibles conflictos entre la democracia comu-
nitaria y la democracia liberal occidental, las concepciones del
mundo indígena sobre los derechos humanos, la tolerancia, los
consensos y los disensos; es decir, el recurrente conflicto entre
comunitarismo y liberalismo, entre Estado-nación y desmembra-
ción del mismo, los problemas que acarrea el multiculturalismo, y
las distintas esferas de justicia. Y después de todo ese planteamiento
filosófico y teórico, las maneras institucionales y jurídicas de
abordarlo adecuadamente.
46 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Los caminos por los que se aborden estas cuestiones deberán ser
seguramente, en el campo de la filosofía, los últimos trabajos de
Rawls, Walzer, Taylor y de otros filósofos políticos. Entre los
politólogos habría que mencionar a Lijphart y Linz. Sin embargo,
las vías no solamente son filosóficas, políticas o jurídicas. Debemos
revisar si en la sociología o en la antropología hay algunas respues-
tas a estos problemas.
Es evidente que la filosofía del derecho en México ha evolucio-
nado gracias a esfuerzos como los de Rodolfo Vázquez, quien
editorialmente ha divulgado el pensamiento filosófico en México.
También, los que ahora somos profesores y estudiamos nuestros
posgrados en el extranjero, transmitimos a los estudiantes el gusto
por estas materias y sembramos la semilla de su interés. Sin
embargo, estos esfuerzos están dispersos y mucho talento puede
desperdiciarse.
Los libros que he publicado son los siguientes:
El contractualismo y su proyección jurídico-política, México,
Universidad Autónoma de Querétaro, 1991.
Crisis de legitimidad y democracia interna de los partidos
políticos, México, Fondo de Cultura Económica, 1992.
Transición política y reforma constitucional en México, Méxi-
co, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1994.
Una Constitución para la democracia. Propuestas para un
nuevo orden constitucional, México, UNAM, Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas, 1996.
Partidos políticos y democracia, México, Instituto Federal
Electoral, 1996.
La actualidad constitucional de América Latina, México, Pro-
Liber (compilación actualizada hasta 1997), 1997.
Cárdenas Gracia, Jaime et al., Estudios jurídicos en torno al
Instituto Federal Electoral, México, UNAM, Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas, 2000.
ÓSCAR CORREAS*

Mi trayectoria, hoy lo veo, como investigador ligado a la filosofía


del derecho mexicana, comenzó en los años cincuenta con la
formación —laica pero cristiana— obtenida de un curioso perso-
naje que se ocupaba de eso entonces en Córdoba (Argentina). Se
trataba de la enseñanza de un cristianismo que, sólo años después,
sería recogido por el espíritu renovador de Juan XXIII. Sin embar-
go, puedo decir hoy que esa enseñanza quedaba aún a la izquierda
del famoso concilio Vaticano II. Con este bagaje a cuestas, que
implicaba la creencia firme en la igualdad, la tolerancia, el antirra-
cismo, el desprecio a los señores del dinero, la solidaridad con los
pobres, los débiles en general, como valores superiores, me inicié
en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Córdoba,
dirigida por los jesuitas. Mi profesor fue un ilustre iusnaturalista,
Alfredo Fragueiro, que nos enseñó a Francisco Suárez pero también
a Kant, Hume, Leibniz, Descartes, Grocio, Puffendorf, Tomasius,
Locke, Hobbes y Rousseau.
Esos años sesenta fueron de alternancia entre dictaduras y gobier-
nos electos constitucionalmente. El bagaje ideológico de la infancia
al poco tiempo se enfrentó contra la intransigencia, la intolerancia,
la estrechez y el conservadurismo de la Iglesia católica y la dirigen-
cia jesuita de la universidad (nos topamos, tal vez, con los únicos
jesuitas reaccionarios de la orden). Un grupo de alumnos nos
radicalizamos al calor de las discusiones políticas y, al finalizar la
carrera, sin haber sido expulsados sólo de milagro por nuestra
* Universidad Autónoma de Puebla.

47
48 FILOSOFÍA DEL DERECHO

militancia estudiantil y como acto de repudio a lo que significaba


para nosotros, social y políticamente hablando, esa Iglesia y esa
universidad, resolvimos no asistir al acto de entrega de los diplomas
que nos acreditaban como abogados. Las discusiones teóricas hoy
se mostrarían como ridículas: defendíamos la suareziana idea de
que el poder social proviene del pueblo, frente a la idea de que
proviene de dios, directamente otorgado al príncipe. Se entiende el
asunto: los interlocutores defendían las dictaduras.
Al salir a la calle a ejercer nuestra profesión, nos ligamos a toda
clase de grupos, como los barriales —seguíamos en el cristianismo,
de izquierda desde luego, aunque eso no duró más de un año—,
sindicales —siempre en contra de las jerarquías burocráticas que
maniataban la acción de los obreros—, y las organizaciones de
abogados la nuestra se llamaba Agrupación de abogados de Cór-
doba dedicadas a la defensa de presos políticos (ahora sería llama-
da de “ derechos humanos” )—. En esta militancia, cumplida como
tarea ad later del ejercicio profesional, encontramos el pensamiento
marxista. Intelectuales de primer nivel, como José Aricó, cumplie-
ron una importante tarea en aquellos años: la aproximación del
marxismo a los espíritus cristianos contestatarios. Eran los tiempos
del comienzo del reinado de Althusser, de los partidos leninistas,
de los cordobazos, de la rebelión estudiantil en Francia y México,
y de la gesta romántica del Ché. Eran tiempos en que, por una
deformación que hoy me resulta difícil explicar, se leía más a Lenin
que a Marx, a Plejánov que a Gramsci, quien apenas comenzaba a
ser descubierto en América Latina (debemos a Aricó y a su gene-
ración intelectual la rectificación del rumbo leninista).
Mis lecturas en esos años, además de Lenin, Engels y Plejánov
—del cristianismo inicial, no quedaba nada, aparte de la adhesión
a las causas justas que compartían, por cierto, cristianos y marxis-
tas—, eran algunos clásicos, como Platón, Aristóteles, Descartes,
Spinoza (al que me acerqué por primera vez entonces), Leibniz,
Locke, Kant y Hume. Pero eran lecturas personales, sin ninguna
guía teórica. En 1973, la nueva y fugaz apertura democrática
encabezada por Héctor Cámpora y los montoneros, me condujo de
TESTIMONIOS 49

las lecturas personales a la Facultad de Filosofía como alumno, y


del ejercicio profesional, que de todos modos continué pero con
menos intensidad, a la universidad como profesor.
En la Facultad de Filosofía, ya en la Universidad Nacional de
Córdoba, encontré un gran maestro que me enseñó a leer la filoso-
fía: Nimio de Anquin. Fui su discípulo y me inscribí en todas sus
clases. Era un hegeliano irredento, un estudioso de la filosofía
griega —que me enseñó a entender—, un discípulo de Heidegger,
un antitomista —Tomás había tergiversado a Aristóteles—, y no
comprendía aún entonces por qué toda su filosofía, que provenía
por otra parte de un personaje de extrema derecha, era tan coinci-
dente con el racionalismo de Plejánov, de Engels e incluso de Lenin.
Faltaban unos años para que, gracias al siguiente episodio, lo
comprendiera.
Los acontecimientos políticos —la dictadura anunciada de 1976,
mi participación en las lides de los abogados democráticos—, me
indujeron a salir del país; jamás se me ocurrió otro destino que no
fuera México. Recalé, con gran suerte, en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, donde me dediqué
a enseñar la filosofía griega que había aprendido de Nimio de
Anquin. Fue entonces que conocí al tercero de mis maestros: Óscar
del Barco. Con él leímos, por fin, a Marx. Pero además, recibí todas
sus enseñanzas, especialmente las que me condujeron a compren-
der el racionalismo como el núcleo fuerte del pensamiento occiden-
tal. Puedo decir que ese fue el último paso que me condujo a una
filosofía del derecho que, como no podía ser de otra forma, está
comandada por la actitud antirracionalista y democrática de Kelsen.
Para entender cómo Kelsen es “ antirracionalista” basta leer sus
trabajos contra el stalinismo.
A mi llegada a México, traía ya ciertas preguntas que me harían
retornar a la filosofía del derecho, a la cual había dejado completa-
mente de lado desde mi salida de la Facultad de Derecho. La
pregunta era, muy marxista por cierto, “ ¿por qué el derecho dice
eso que dice y no otra cosa?” . La respuesta que intenté consta en
mis trabajos de entonces, que van de 1976 a 1984, más o menos.
50 FILOSOFÍA DEL DERECHO

En esta etapa, y ya terminado el trabajo de lectura de Marx, me


encontré, en la increíble biblioteca del ya fallecido licenciado José
María Cajica (que él abrió generosamente para mí), con el positi-
vismo jurídico, especialmente con uno que desconocía: el de la
manera analítica de hacer filosofía del derecho. Las enseñanzas de
Del Barco acerca de la necesidad de disponer de un espíritu amplio
en los avatares de la filosofía, me sirvieron entonces para no caer en
la estúpida actitud de descalificar sin leer. Leí todo lo que cayó
en mis manos de esa tendencia, y puedo decir que mi autor preferido
es Roberto Vernengo.
Del lado de la filosofía del derecho marxista y contestataria en
cambio, me ligué, a sus textos primero y amistosamente después, a
Juan Ramón Capella. Aprendí de él ese marxismo jurídico-político
que, creo, actualmente se refleja en mis trabajos.
A mediados de los ochenta encontré, gracias a Kelsen, que la
pregunta que siempre he intentado responder —“ ¿por qué el dere-
cho dice eso que dice?” —, pertenecía a la sociología jurídica. Me
ligué entonces a ella obteniendo hoy un lugar, estimo que bueno,
en las asociaciones, revistas e institutos dedicados a esta ciencia.
Entretanto, en 1983 fundé la revista Crítica Jurídica, con el
decidido apoyo de quien entonces iniciaba un exitoso rectorado en
Puebla, Alfonso Vélez Pliego. La revista, también apoyada por el
director de la Facultad de Filosofía de esa universidad, Adrián
Gimate, consiguió llegar a su número 9. Participaron en su funda-
ción algunos compañeros de un grupo que existía entonces en la
UAM-Azcapotzalco, entre quienes se cuentan Jorge Luis Ibarra,
Antonio Azuela y Graciela Bensusan. En 1991 ingresé al Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, de donde salí a princi-
pios de 1997.
Hacia 1988 descubrí la semiótica y todo lo que ella significa para
el pensamiento jurídico. Redacté entonces la que fue mi tesis de
doctorado y que se publicó como Crítica de la ideología jurídica.
Ensayo sociosemiológico (México, UNAM, Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas, 1993; edición en portugués: Sergio Fabris Editor,
Porto Alegre, 1995), el libro al que tengo más afecto después del
TESTIMONIOS 51

viejo Introducción a la crítica del derecho moderno (México,


Universidad Autónoma de Puebla, 1982; México, Triana, 1996).
Posiblemente porque el primero, que es posterior, es en realidad
una justificación teórica más cuidada que el segundo, que es ante-
rior (de 1978, aunque publicado tardíamente en 1982). Por cierto
que ambos han corrido con relativamente buena suerte por la
traducción al portugués del primero, y la tercera edición con que ya
cuenta el segundo.
Actualmente me intereso en los temas de la hermenéutica jurí-
dica y la teoría de la argumentación, los cuales, sostengo, deben
recibir atención privilegiada de parte de los teóricos del derecho,
habida cuenta de que las luchas democráticas de los próximos años
incluyen el mejoramiento de la administración de justicia. Esto es,
debemos desde la enseñanza interesar a los futuros abogados en las
cuestiones metodológicas centrales que, me parece, son la interpre-
tación y la argumentación. Es lo que pretende decir mi último libro,
Metodología jurídica. Una introducción filosófica. En este mismo
orden de cosas, intento ahora desarrollar un proyecto de informati-
zación de la justicia en los estados, que incluya la cuestión de los
precedentes judiciales —“ jurisprudencia” se llama en otros paí-
ses—, que permita a los litigantes orientarse en la interpretación de
los textos jurídicos a través del conocimiento de las sentencias
de los jueces. Si se pudiera, buscaría también alguna forma de
informatización de los argumentos utilizados por los jueces. Me
parece que la publicidad de sentencias y argumentos, y el estudio
de ellos en la universidad, no puede sino redundar en un mejora-
miento del ejercicio del derecho entre nosotros.
“ ¿En qué áreas he trabajado?” , dice la pregunta del cuestionario.
Respondo: sin salir nunca de la matriz filosófica, he escrito sobre
lo que llamo “ crítica jurídica” y, en tal sentido, creo haber contri-
buido a una visión marxista del derecho positivo moderno. Esta
crítica jurídica también puede ser vista como sociología del derecho
y también como semiótica jurídica (subtitulé mi Crítica del derecho
moderno como “ ensayo sociosemiológico” ).
52 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Encontrándome con que en México no existía una clara defini-


ción de la sociología jurídica, escribí Introducción a la sociología
jurídica (México, Coyoacán, 1994; Barcelona, Signos, 1995; Bar-
celona, María Jesús Bosch, 1995; edición en portugués: Porto
Alegre, Ediciones de Crítica Jurídica, 1996) pretendiendo hacer tal
definición tanto como promover tesis de jóvenes abogados en tales
temas.
También en la línea de la sociología jurídica, coordiné la edición
del conjunto de ensayos Sociología jurídica en América Latina,
publicado por el Instituto Internacional de Sociología Jurídica de
Oñati (colección Oñati Proceedings, 1991).
Interesado en corregir el rumbo de la materia llamada metodo-
logía jurídica, en la Facultad de Derecho de la UNAM, escribí
Metodología jurídica. Me interesa especialmente sacar la cuestión
metodológica de la discusión acerca de si el derecho es o no ciencia,
para instalar la materia en los temas de la hermenéutica y la
argumentación jurídicas. Sostengo allí que la manera analítica de
hacer filosofía del derecho tiene mucho que decir a la tradición
de la hermenéutica, y que la metodología jurídica saldrá ganando
mucho de este nuevo interés del positivismo en temas de los cuales
había estado ausente alguna vez. El positivismo ha discutido mucho
acerca de la cientificidad de la dogmática; es hora de que aporte de
su bagaje analítico a las cuestiones de la retórica, la interpretación
y la argumentación.
En otro orden de ideas, me interesó rescatar un otro Kelsen, y
por ello publiqué, como compilador, El otro Kelsen (México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1989), libro que, sin
haberse agotado, ha sido muy bien recibido por muchos que, como
antes yo, desconocen estas facetas de nuestro autor. Interesado
también en un diálogo que no incluyera malos entendidos ni pre-
juicios entre marxistas y kelsenistas, publiqué Kelsen y los marxis-
tas (México, Coyoacán, 1994), libro que ha sido, creo, el menos
leído, pero al que tengo también afecto; trata de decir que los
marxistas harían muy bien en dejar de lado sus prejuicios, leer a
Kelsen —al “ otro” principalmente—, porque encontrarían en este
TESTIMONIOS 53

autor la teoría del Estado y el derecho que siempre han confesado


no tener.
Interesado también en promover una teoría del derecho que tome
en serio la idea de que la normatividad es una técnica de control
social, publiqué, como resultado de mi estancia por un año en la
Universidad de Barcelona, una Teoría del derecho (Barcelona,
María de Jesús Bosch, 1995). Este libro trata de recoger los resul-
tados de la tradición analítica de la teoría, pero sin excluir, como
hacen los analíticos, la reflexión acerca del derecho tal cual es en
la experiencia de los abogados. Contiene la crítica principal
hacia la actitud de la tradición analítica, según la cual las normas
se encuentran en la superficie de los textos. La idea contestataria es
otra: las normas sólo existen porque alguien “ las lee” en textos; el
derecho dice solamente lo que alguien dice que dice; las normas no
pertenecen a un sistema porque disponen de ciertas características,
sino porque alguien dice que pertenecen; las normas no son válidas
por alguna propiedad que les es inherente, sino porque alguien las
usa o dice que son válidas. Lo importante es darse cuenta de que el
derecho es, en verdad, un instrumento de control social, y que ese
control sucede en su uso. Esta es la posición que sostienen todos
quienes, como yo, se consideran parte de una tendencia crítica que,
sin ser una escuela, permite a muchos reconocerse en cierta actitud
frente al derecho y a las formas apologéticas del mismo.
Finalmente, me he interesado en el tema del pluralismo jurídico,
pero desde el punto de vista de la teoría del derecho, más que desde
el punto de vista de la sociología jurídica. Publiqué varios ensayos
siendo el último el que creo es más atinado: “ Pluralismo jurídico y
teoría general del derecho” (Derecho y libertades, Madrid, núm. 5,
1995), como fruto de mi estancia en Barcelona (año académico
1994-1995). Considero este trabajo, asimismo, como uno de mis
aportes a la teoría del derecho. Sostiene, en definitiva, que la teoría
general del derecho no es tan “ general” porque no dispone de una
buena definición de “ juricidad” .
Si se me preguntara por algunos conceptos que crea haber
aportado, diría que las siguientes distinciones: entre sentido deón-
54 FILOSOFÍA DEL DERECHO

tico y sentido ideológico del discurso del derecho, entre ideología


jurídica e ideología del discurso del derecho, entre categorías y
técnicas jurídicas, y entre teoría sociológica del derecho y sociolo-
gía jurídica (las cuales recibieron una opinión favorable de Jerzy
Wróblewski, quien me honró con su amistad; han sido, por lo
demás, recogidas por algunos autores).
Creo también que he contribuido a la modernización de la
filosofía del derecho en la Facultad de Derecho de la UNAM. Fui
responsable de formular los programas del área para el posgrado.
Creo que no se están respetando pero debería hacerse porque fueron
consultados con varios colegas (Manuel Atienza y Rolando Tama-
yo, entre otros) y porque, si se cumplieran, tendríamos la seguridad
de que la facultad estaría enseñando la moderna teoría del derecho.
Si se me preguntara mi filiación teórica, tendría que mencionar,
sin dudas, a Weber, Kelsen y Marx. Más allá, por filiación filosófica
de fondo me convencen Gorgias, Hume, Nietzsche y, menos estu-
diados, Freud y Foucault.
Respecto de cómo nos encontramos en México en punto a la
filosofía del derecho, para decirlo con un aporte nacional a las
picardías de la lengua, estamos en la calle. Tenemos no más de una
decena de autores en activo. Si lo comparamos con Argentina, para
mencionar un país latinoamericano comparable con México, pero
de casi tres veces menos habitantes y con más de una cincuente-
na de autores activos, la respuesta surge sola. Claro que hay que
buscar las razones de nuestro retraso en peculiares características
de la política del país. La formación de los abogados es un tema
central en el ejercicio del poder en una sociedad y en este respecto
el poder ha sido implacable. ¿Se puede revertir la situación? Por
supuesto que sí. Y hay signos de que eso puede suceder. Hay ahora
al menos dos revistas de nivel internacional dedicadas a esta
disciplina: Isonomía y Crítica Jurídica, lo cual no era el caso hace diez
años. Otro signo promisorio es esta misma apertura de los analíticos
hacia otros temas y hacia perder algo de su tradicional aislamiento
ninguneador de otras tendencias. Otro signo promisorio es el hecho
de que la Facultad de Derecho de la UNAM, que funciona como
TESTIMONIOS 55

modelo (esperemos ahora) de facultades provinciales, ha abierto


muchos espacios para ser ocupados por los filósofos del derecho.
Allí tenemos introducción al derecho, filosofía del derecho, meto-
dología jurídica, teoría del derecho y ética, cursos que deben ser
ocupados por profesores que conozcan la moderna teoría del dere-
cho. Por otra parte, tenemos en el posgrado un doctorado en
filosofía del derecho, el cual no ha podido abrirse por falta de interés
de los doctorandos. Pero creo, también, por incapacidad o desinte-
rés de apoyarlo eficazmente con una correcta política de cooptación
de estudiantes extranjeros. Se trata del único doctorado especiali-
zado, con un programa y contenidos modernos, en muchos miles
de kilómetros a la redonda. Esto puede cambiar el panorama de
manera muy favorable para la filosofía del derecho.
¿Qué esperar de la enseñanza del derecho? Poco. Los abogados
son los funcionarios del sistema; por tanto, son sus apologetas
naturales. No puede esperarse una transformación total de esto.
Pero sí puede esperarse incidir en la formación de alguna parte del
alumnado, interesado en la democracia y el cambio social. La tarea
vale la pena. Lo que podemos hacer, los dedicados a la filosofía del
derecho, es dar clases lo mejor posible, escribir artículos y libros
modernos, y tener una actitud receptiva y generosa para con los
estudiantes. Ser tolerantes y amigos entre nosotros, discutir respe-
tuosamente, no descalificar ni ningunear tendencias, actitud en la
que son tan fervientes los iusnaturalistas y los analíticos.
JUAN ANTONIO CRUZ*

Mi trayectoria como investigador en filosofía y teoría del derecho


es corta aún. Hace pocos años concluí el doctorado en la Universi-
dad de Alicante (España), bajo la inmejorable dirección de Manuel
Atienza y con todo el apoyo del talentoso equipo de colaboradores
que tiene el Departamento de Filosofía del Derecho de esa univer-
sidad. Mi investigación doctoral versó sobre el concepto de derecho
subjetivo en la teoría contemporánea del derecho. Recientemente
he retornado a México donde ingresé como investigador al Instituto
de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.
Mi acercamiento a la filosofía del derecho tuvo mucho que ver
con mi desencanto por los estudios que cursaba en la Facultad de
Derecho de la UNAM. El estancamiento académico, la mediocri-
dad y la intolerancia política que se padecían me llevaron a buscar
formas de participación no sólo política sino incluso académica.
Mis inquietudes las canalicé a través de la “ militancia” en dos
causas: la primera, la defensa de los derechos humanos, principal-
mente de grupos indígenas, y la lucha por la libertad de expresión
en la Facultad de Derecho; la segunda, muy ligada a la anterior,
consistió en leer todo cuanto encontraba sobre el llamado “ uso
alternativo del derecho” . La búsqueda de otro tipo de saberes sobre
el derecho me llevó a conocer a Óscar Correas, director de la revista
Crítica Jurídica. A través de él tuve mi primer acercamiento a la
filosofía del derecho, en concreto, a las obras de Kelsen y Bobbio.
También despertó mi interés por la sociología del derecho, que me
* Universidad Nacional Autónoma de México.

57
58 FILOSOFÍA DEL DERECHO

ayudó mucho en mi trabajo en comunidades indígenas de Oaxaca


y Puebla. Poco tiempo después, en 1990, Correas me presentó a
Rodolfo Vázquez, quien organizaba en ese momento dos conferen-
cias en el ITAM, una con Ernesto Garzón Valdés y la otra con
Manuel Atienza. A raíz de ese encuentro se organizó un seminario
de estudios que dirigió con entusiasmo Rodolfo Vázquez, quien al
año siguiente organizó el primer Seminario Eduardo García Máy-
nez. Fue en esos momentos que comencé mis primeras lecturas de
autores como Hart, Ross, Alexy, Raz, Alchourrón, Bulygin, etcé-
tera. Para entonces terminaba mis estudios de licenciatura y comen-
cé mi tesis becado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas;
durante la realización de esta investigación resultó indispensable la
ayuda de Rolando Tamayo, con quien trabé una buena amistad. Una
vez titulado, comencé un largo y tedioso peregrinar para conseguir
una beca para realizar mis estudios con Manuel Atienza en Alican-
te; finalmente, fui becado por la Fundación Ford-MacArthur. En
ese ínterin de dos largos años trabajé en la Comisión Nacional de
Derechos Humanos. En la Universidad de Alicante las cosas no
pudieron ir mejor: me integré al Departamento de Filosofía del
Derecho que dirigía Manuel Atienza y del que formaban parte Juan
Ruiz Manero, Josep Aguiló, Juan A. Pérez Lledó, Daniel González,
entre otros. En ese grupo trabajaba ya Pablo Larrañaga; posterior-
mente se integraría Roberto Lara, ambos mexicanos. Los tres años
y medio de estancia fueron de un continuo aprender y reflexionar
al lado de gente de una gran calidad tanto intelectual como humana.
Las áreas en que he trabajado en estos años son básicamente dos:
una sobre historia de la filosofía del derecho en México y la otra
sobre los derechos. Respecto a la primera, mi primer trabajo fue la
tesis de licenciatura que se denominó Historia contemporánea de
la filosofía del derecho en México (UNAM, 1992), a partir de la
cual publiqué, a modo de resumen, el artículo “ La filosofía del
derecho en México” (Isonomía, México, núm. 2, abril de 1995). La
motivación para realizar este trabajo se debió a mis inquietudes e
interrogantes que tenía en torno al pensamiento jurídico que predo-
minaba en la Facultad de Derecho; digamos que me era difícil
TESTIMONIOS 59

entender, más que el eclecticismo doctrinal, el verdadero revoltijo


dogmático que predominaba entre los profesores. Cuando establecí
contacto con algunos profesores extranjeros me percaté de que el
estancamiento del conocimiento que prevalecía era más que preo-
cupante. Recuerdo que en una ocasión pregunté a Carlos Alchou-
rrón respecto a las circunstancias por las cuales en Argentina se
había podido consolidar una importante escuela de filosofía y teoría
del derecho. Su respuesta fue que, en torno a grandes figuras como
Ambrosio Gioja y Carlos Cossio, se juntó un grupo de sus discípu-
los quienes cultivaron la sana costumbre de reunirse para discutir
y estudiar, cosa que con el paso del tiempo produjo buenos frutos.
De aquí surgió mi interés por la historia de la filosofía del derecho
en México, por sus grandes figuras como García Máynez y el
español Recaséns Siches, por las escuelas que comenzaron a surgir
y por los factores que echaron por tierra el incipiente desarrollo de
la disciplina y que, finalmente, provocaron su estancamiento.
Este trabajo de licenciatura adolece de algunos errores y muchos
aspectos de la investigación están poco desarrollados. Sin embargo,
creo que tiene el mérito de recuperar la historia de una disciplina
que estaba en el olvido y, precisamente, en el momento en que
comenzamos a mirar hacia nuevas corrientes y nuevos autores
extranjeros, conviene mirar un poco sobre lo que ha sido nuestra
propia historia; extraer las enseñanzas que podemos sacar de aque-
llas experiencias nos puede ser muy útil para evitar cometer los
mismos errores que se cometieron en el pasado. Además, he com-
probado con satisfacción que, pese a sus limitaciones, ha servido
para despertar el interés de algunos profesores e investigadores.
Creo que una tarea pendiente, por mi parte, es hacer una revisión
de este trabajo, profundizar en esa investigación y publicarlo.
Respecto a mi interés por el tema de los derechos, podría decir
que es producto de mi preocupación por la falta de respeto a los
derechos humanos que se padece en México. Asimismo, esta
preocupación se ha convertido en una inquietud intelectual debido
a la sospecha de que para poder aportar algo más a la lucha por los
derechos es necesario tener claridad conceptual sobre un tema del
60 FILOSOFÍA DEL DERECHO

que mucho se habla y muy buenas intenciones se derrochan por no


saber bien sobre qué se está hablando. Por ello, mi trabajo doctoral
versó sobre el concepto de derecho subjetivo, donde analizo con
detalle y critico las teorías de cuatro autores contemporáneos: Hans
Kelsen, W. N. Hohfeld, H. L. A. Hart y Ronald Dworkin. En este
trabajo se intenta dar respuesta a una serie de problemas en torno a
los derechos; por ejemplo, la cuestión de la correlatividad entre
derechos y deberes, el tema de la supuesta prioridad justificativa de
los derechos sobre los deberes (o viceversa), los problemas en torno
a los derechos morales y los valores, etcétera.
Actualmente, continúo en la línea del tema de los derechos,
enfocado ahora a los problemas y características propias del len-
guaje de los derechos y sus funciones en distintos contextos. Intento
también ocuparme de algunos temas conceptuales en torno a los
llamados derechos colectivos, sociales, de los animales, de las
generaciones futuras, ambientales, etcétera; temas todos ellos don-
de reina, en buena medida, la confusión conceptual.
En cuanto a la metodología que he utilizado para cualquier
análisis sobre los derechos, parto de la distinción que hace Robert
Alexy entre cuestiones normativas, analíticas y empíricas, que nos
permite distinguir entre tres tipos de enunciados que cabe formular
respecto a los derechos: a) razones para los derechos, b) los dere-
chos como posiciones o relaciones jurídicas, y c) enunciados sobre
la protección de los derechos. Sigo también a Manuel Atienza,
quien distingue cuatro puntos de vista metodológicos: uno estruc-
tural, que consiste en ver al derecho como norma jurídica, esto es,
como lenguaje; el segundo, un enfoque funcional, que mira al
derecho como una realidad social, como comportamiento humano;
el tercer enfoque es el valorativo, que ve al derecho desde un
punto de vista crítico; y el último es el instrumental, que toma al
derecho como una técnica para resolver problemas: aquí el derecho
es visto como argumentación.
Para tratar cualquier problema jurídico hay que partir de una
buena base conceptual, sin lo cual es inevitable caer en imprecisio-
nes, ambigüedades y vaguedades; la complejidad de un problema
TESTIMONIOS 61

no debe confundirse con la oscuridad. Pero, si bien con buenas


bases conceptuales se avanza mucho, esto resulta insuficiente. Los
problemas relacionados con los derechos son demasiado comple-
jos, no sólo conceptualmente, sino también porque se nos presentan
como problemas de valoración (justificación) y de protección.
Respecto a los primeros resulta conveniente rechazar tanto el
relativismo como el absolutismo moral y aceptar, al menos, algún
grado de objetivismo; sin ello, o nos negamos la posibilidad de toda
crítica o nos convertimos en inquisidores. En cuanto a la protección
de los derechos, conviene ver a los derechos como una técnica
jurídica de protección de bienes, valores, recursos, etcétera, que no
es en absoluto la única e incluso, como tal, presenta distintos grados
de protección de los que debemos ser conscientes para utilizarla
con éxito. Finalmente, en México no podemos ser indiferentes ante
los problemas que padecemos; por ello pienso que quienes nos
dedicamos a la filosofía del derecho tenemos que elegir ocuparnos
de problemas que reclaman cierto compromiso, sin dejar de lado la
honestidad intelectual, asumiendo una elección en favor de una
sociedad más justa, democrática y respetuosa de los derechos
fundamentales.
Actualmente, la filosofía del derecho en México atraviesa por
una etapa importante; no es un momento de madurez, sino un
momento de nuevos impulsos y de grandes esfuerzos que comien-
zan a consolidarse. Sin duda, el mayor esfuerzo se lo debemos a
Rodolfo Vázquez y a Ernesto Garzón Valdés, quienes desde 1990
comenzaron una labor ininterrumpida para despertar de nuevo el
interés por esta disciplina. A este esfuerzo nos hemos sumado
muchos, tanto profesores extranjeros como profesores mexicanos;
en esta labor no se puede olvidar la importancia que ha tenido el
Seminario Eduardo García Máynez que se organiza anualmente,
ahora por varias universidades, en el ITAM. De enorme trascen-
dencia en la difusión del pensamiento iusfilosófico contemporáneo
ha sido la Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, que
edita Fontamara y que cuenta ya con más de setenta libros publica-
dos. También hay que resaltar los esfuerzos por editar Isonomía.
62 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Revista de teoría y filosofía del derecho, que lleva ya catorce


números. Si bien esto me parece lo más destacado, los esfuerzos
que en muchas universidades se están realizando no son pocos. Lo
más importante de todo esto es que estos esfuerzos han tenido ya
buenos resultados: se han abierto algunos espacios de discusión y
diálogo; un ejemplo de ello es el seminario que ahora organizamos
en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM —here-
dero de aquél que se realizaba en el ITAM— y al que asisten
profesores, investigadores, profesionistas y estudiantes de varias
universidades e instituciones; algunos de los que fuimos estudiantes
en los primeros seminarios hemos logrado realizar estudios en el
extranjero y, más importante aún, hemos logrado mantenernos
como profesores o investigadores dedicados al desarrollo y difusión
de la filosofía del derecho. Esto no es poco, son avances conside-
rables, aunque el reto ahora está en mantener el entusiasmo, en ir
logrando más calidad en nuestro trabajo y, sobre todo, en abrir
espacios en las escuelas y facultades de derecho, donde las cosas
se mueven muy lentamente todavía.
Para concluir, hago mención de otros de mis trabajos publicados:
“ Bibliografía 1995” , Doxa, Alicante, España, núm. 19, 1997.
“ Los derechos humanos y la administración de justicia” , Pági-
nas jurídicas. Suplemento jurídico de Páginas de Justicia, México,
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, 1998.
“ Sobre el concepto de derechos colectivos” , Revista Internacio-
nal de Filosofía Política, México, núm. 12.
El concepto de derecho subjetivo en la teoría contemporánea
del derecho, México, Fontamara, Doctrina Jurídica Contemporá-
nea, núm. 6, 1999.
Derechos sociales y derechos de las minorías (comp. con Miguel
Carbonell y Rodolfo Vázquez), México, UNAM, Instituto de In-
vestigaciones Jurídicas, 2000.
MARTÍN DÍAZ Y DÍAZ
(1956-2001)

Después de quince años de trabajar en el análisis de los aspectos


relativos al régimen de propiedad en México, y paralelamente de
investigar sobre las ideas constitucionales que conforman el tras-
fondo de la Constitución de 1917, los últimos cinco años los he
dedicado al estudio de la teoría contemporánea del derecho, habién-
dome ocupado sobre todo de intentar una reconstrucción realista
para el enfoque de los fenómenos jurídicos, con la idea siempre de
encontrar mayor solidez en las categorías analíticas.
En general, por haber desarrollado mi trabajo dentro de la
Escuela Libre de Derecho, donde no se detecta un interés específico
por los temas teóricos, mi formación ha sido producto del esfuerzo
personal.
La trayectoria de mi investigación ha estado fuertemente deter-
minada por las condiciones del medio jurídico mexicano; es decir,
se ha planteado como reacción al predominio de los enfoques
dogmáticos ingenuamente asumidos y, especialmente, mi trabajo
ha querido enfocarse a explicar el problema de la recepción de las
instituciones jurídicas modernas y posmodernas en una sociedad
donde sobreviven rasgos tradicionales evidentes.
He trabajado en el análisis de textos de los jóvenes clásicos
(Kelsen, Hart, Ross y Raz) en paralelo con los enfoques jurídicos
que derivan de la obra de algunos de los pilares de la sociología
contemporánea (Durkheim, Weber, Parsons, Giddens, Touraine,
Habermas, Luhmann). Particularmente me he enfocado a trabajar
63
64 FILOSOFÍA DEL DERECHO

el derecho dentro de los problemas de construcción de orden y


poniendo de manifiesto la importancia de sus variables institucio-
nales. Creo que si algún mérito reúne mi trabajo analítico, éste
consiste en tratar de funcionalizar algunos parámetros teóricos al
análisis de la realidad jurídica mexicana.
Los problemas que desde mi punto de vista deben enfocarse con
más urgencia son, a grandes rasgos, los siguientes: el de la conti-
nuidad —hoy no considerada— entre el conocimiento dogmático
y los enfoques realistas del derecho; el de la conectividad necesaria
como parámetro básico de análisis entre derecho y mercado; y el
de la fundamentación teórica del análisis constitucional y particu-
larmente del análisis realista de la Constitución (reasunción de
algunos de los presupuestos schmittianos desde una perspectiva
democrática).
El análisis textual, su contraste con el contexto sociopolítico, y
el intercambio dinámico con otros especialistas nacionales e inter-
nacionales que trabajan temas afines, deberán ser los medios para
acercarse a estos problemas.
La filosofía del derecho en México constituye un escenario de
trabajo desarticulado que se finca fundamentalmente en esfuerzos
individuales; en general, nuestro medio jurídico ha prescindido de
los enfoques jurídicos de tipo teórico, y podríamos decir que se
resiente hasta un desprecio por el trabajo que no tiene fines prag-
máticos inmediatos.
Después de la década de los cincuenta, en México se han hecho
esfuerzos muy importantes (sólo a manera de ejemplo tengo pre-
sente la obra de Javier Esquivel, Rolando Tamayo o Ulises Schmill)
para mantener vinculado al medio mexicano con las líneas teóricas
contemporáneas; sin embargo, esto se refleja escasamente en el
proceso de formación de juristas y sólo alcanza para producir una
obra bibliográfica cuantitativamente raquítica. La importancia de
mi trabajo en este contexto es incipiente ya que apenas en los
últimos años he comenzado a generar resultados publicables, entre
los que se encuentran:
TESTIMONIOS 65

“ El derecho económico: un nuevo espacio metodológico


para la reflexión jurídica” , Jorge Witker (comp.), Lineamientos
metodológicos y técnicas para el conocimiento del derecho, Méxi-
co, Porrúa-UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1986.
Emilio Rabasa, teórico de la dictadura necesaria, México,
Miguel Ángel Porrúa-Escuela Libre de Derecho, Colección Varia
Jurídica, 1991.
“ México en la vía del federalismo cooperativo. Un análisis de
los problemas en torno a la distribución de competencias” , Home-
naje a Fernando Vázquez Pando, México, Themis, 1996.
“ La Constitución ambivalente. Notas para un análisis de sus
polos en tensión” , Homenaje a la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos. 80 aniversario, México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Senado de la República LVI Le-
gislatura, 1997.
Derecho y orden, México, Distribuciones Fontamara, Bibliote-
ca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, núm. 63, 1998.
PAULETTE DIETERLEN*

Mi desempeño como investigadora de filosofía del derecho ha sido


muy tangencial. Mis áreas de interés han sido la ética, la filosofía
política y la epistemología de las ciencias sociales. Trabajé sobre
algunos autores “ clásicos” de la filosofía del derecho para mi tesis
de maestría pero enfocados a la filosofía política, especialmente en
temas de justicia distributiva.
La persona con la que trabajé en temas iusfilosóficos fue Javier
Esquivel, pero durante muy poco tiempo. También debo reconocer
la influencia que he tenido de Ernesto Garzón Valdés. Además, he
discutido problemas de filosofía del derecho con Rodolfo Vázquez
y con Jorge Malem.
El contexto político-social en el que me he desarrollado es el de
la incipiente democracia mexicana. Este ámbito ha influido en mis
investigaciones porque pienso que es muy necesario el debate
teórico sobre ciertos fenómenos que podemos catalogar como
“ nuevos” , por ejemplo, las demandas articuladas de ciertas comu-
nidades indígenas que parecen no adecuarse a los principios libe-
rales de nuestra Constitución. También me parece interesante dis-
cutir ciertos problemas de distribución que han surgido en el
escenario político desde la aparición de la Secretaría de Desarrollo
Social. Otro problema muy importante que necesita de una amplia
reflexión y discusión es el de los derechos humanos; me parece
fundamental abordar la discusión, tanto de los derechos individua-
les como de los derechos de las comunidades.
* Universidad Nacional Autónoma de México.

67
68 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Para abordar estas cuestiones será necesario conocer las discu-


siones “ políticas” y tratar de mostrar cómo se incorporan a la
discusión filosófica. En México se están dando cambios muy
importantes que no deben dejarse sólo en manos de los políticos,
pues exigen una reflexión muy profunda y seria.
Mi interés por la filosofía, particularmente la filosofía política
anglosajona, surge precisamente de tratar de buscar ahí posibles
aplicaciones para la solución de problemas del contexto mexicano.
Como aportación que he hecho al medio filosófico en México quizá
esté haber incorporado al debate a ciertos autores que no eran muy
conocidos en el mismo, por ejemplo John Rawls y Ronald Dworkin.
Si bien la filosofía del derecho tuvo en algún momento mucha
relevancia, me parece que por mucho tiempo cayó en un letargo,
quizá debido a la separación que existe entre las distintas depen-
dencias en las universidades en México. Por ejemplo, en la UNAM,
la separación entre la Facultad de Filosofía y la de Derecho es
profunda y tampoco hay mucha relación entre los institutos corres-
pondientes. Me parece que en la actualidad es necesario revivir
dicha disciplina. Aunque puede ser que en una época la filosofía
del derecho más difundida haya sido la tomista, la escuela que más
importancia ha tenido recientemente en este país es la anglosajona,
por la influencia de investigadores como Fernando Salmerón. Es
preciso mencionar la tradición que ha existido en otros países de
habla hispana, hecho que seguramente ayudará al “ renacimiento”
de la filosofía del derecho en México.
En cuanto a obras relevantes que he publicado están, entre otras:
Sobre los derechos humanos, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1985.
“ La democracia: un mercado político” , Estudios, México,
núm. 5, septiembre de 1986.
“ El individualismo metodológico” , Sociológica, México,
núm. 14, mayo de 1990.
“ Derechos humanos y relativismo moral” , Analogía, México,
núm. 6, junio de 1992.
TESTIMONIOS 69

Marxismo analítico: explicaciones funcionales e intenciones,


México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1995.
Ensayos sobre justicia distributiva, México, Distribuciones
Fontamara, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política,
núm. 51, 1996.
JOSÉ FERNÁNDEZ SANTILLÁN*

No me dedico a la filosofía del derecho sino a la filosofía política.


En esta rama mi trayectoria ha sido sobre todo académica, impar-
tiendo la materia de teoría política, primero en la UNAM y otras
instituciones de educación superior, y ahora en el ITAM. Mi
actividad fundamental ha sido el estudio de los clásicos como
Hobbes, Locke, Rousseau y Kant, sobre quienes he hecho un par
de libros (Hobbes y Rousseau, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1988; Locke y Kant, México, Fondo de Cultura Económica,
1989). Mi vinculación con la filosofía del derecho más bien se da
a partir de esos autores, situados a la mitad del camino entre los
estudios jurídicos y los análisis politológicos. Como se puede
apreciar, son teóricos de lo que se ha denominado la “ escuela del
derecho natural” , que predominó entre los siglos XVII y XVIII. Al
iusnaturalismo lo he cultivado desde la óptica de la llamada Escuela
de Turín, encabezada por el filósofo italiano Norberto Bobbio.
Es precisamente de Bobbio de quien me considero discípulo. Esa
escuela ha trabajado entre otras muchas áreas el iuspositivismo, el
iusnaturalismo, la teoría del Estado y la teoría de las relaciones
internacionales. Otros mexicanos que se formaron en esa corriente
fueron Salvador Cordero y José María Calderón.
El contexto en el que se ha desarrollado mi trayectoria es sobre
todo el universitario y, desde luego, el que ha experimentado el país
en los últimos años. Debo decir al respecto, que el medio universi-
tario ha sido definitivo para despertar mi interés en la lectura, el
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.

71
72 FILOSOFÍA DEL DERECHO

conocimiento de distintas maneras de abordar la problemática


relativa al poder y al derecho, el debate de tales posiciones, y
también ese es el medio a través del cual he podido tener contacto
con otros intelectuales nacionales y extranjeros. No dudo en afirmar
que ese contexto ha sido definitivo en el desarrollo de mi formación
intelectual. Deseo señalar al respecto que la mutua indiferencia que
existe en México entre los estudios de derecho y los estudios de
política ha perjudicado más que ayudado a ambas ramas. En con-
secuencia, es conveniente que se dé una reconsideración sobre esa
situación. Es en parte lo que he trabajado con colegas de las dos
vertientes, y es uno de los motivos de las traducciones que he
realizado de los miembros de la Escuela de Turín.
Mi incursión en el estudio de la política comenzó a principios de
los años setenta en la UNAM, institución que entonces estaba muy
influida por el pensamiento marxista que privilegiaba el análisis
histórico y sociológico, y profesaba un fuerte desprecio por el
estudio del derecho. Ese auge fue declinando a finales de los años
setenta, cuando se vio la necesidad de contar con visiones menos
rígidas y dogmáticas sobre la compleja problemática que estaban
encarando nuestras sociedades. En este ambiente de búsqueda de
nuevos esquemas interpretativos me moví hacia la filosofía política
—a principios de los años ochenta— con el respaldo de la lectura
de los ya mencionados clásicos del pensamiento político, y es en
ese momento que descubro la importancia de los estudios jurídicos.
Como decía anteriormente, los factores de este giro en mis
intereses tienen que ser localizados en el imperativo de encontrar
alternativas al dogmatismo y descubrir en la filosofía política y la
filosofía del derecho una manera diferente y creativa de contemplar
los problemas relacionados con el poder y su normatividad. Desde
ese mirador he podido descubrir una rica gama de corrientes,
escuelas y visiones de verdad interesantes que han enriquecido
sustancialmente mi formación.
Muestras de mis aportaciones a la filosofía política son consta-
tables en los libros que ya he mencionado sobre los clásicos.
También está el libro que lleva el título Filosofía política de la
TESTIMONIOS 73

democracia (México, Distribuciones Fontamara, Biblioteca de Éti-


ca, Filosofía del Derecho y Política, núm. 43, 1994). A ellos se
agregan una serie de artículos publicados en revistas especializadas
como la mexicana Isonomía (“ Filosofía jurídica y política en
Norberto Bobbio” , México, núm. 1, octubre de 1994) o las espa-
ñolas Leviatán y Sistema.
He tratado de llamar la atención sobre la importancia de los
grandes autores porque son una fuente inagotable de conocimiento
y pueden arrojar luces para tratar de entender e interpretar también
nuestro tiempo. Hay dos libros que traduje y que me parecen
especialmente importantes para tender puentes entre el derecho
y la política: Origen y fundamentos del poder político y Sociedad y
Estado en la filosofía moderna. En ellos se aborda, además del ya
referido iusnaturalismo, el vínculo entre el poder y el derecho.
En mi concepto, existen dos problemas básicos para el futuro,
que de hecho ya se plantean, y que son el Estado de derecho y la
democracia, que constituyen un punto de convergencia entre
la filosofía del derecho y la filosofía política. Simplemente pense-
mos en el primer concepto: si no hay Estado, no hay instituciones
del derecho público y del derecho privado que se mantengan en
pie; y el Estado, precisamente, es un tema que también le interesa
a la politología. Traigamos a colación, de otra parte, el tópico de la
democracia: sin la participación ciudadana, sin los estudios electo-
rales, sin el ingrediente de los partidos políticos, no es posible tener
un cuadro acabado de ella. De esta suerte, los estudios del Estado
de derecho y de la democracia convocan a una concurrencia mul-
tidisciplinaria para entender cabalmente su importancia. En esa
convocatoria ocupan un lugar central la filosofía del derecho y la
filosofía política.
Ahora bien, en esos temas —como en tantos otros— es preciso
estar al día en cuestión de la amplia producción literaria que se
registra en otros países, especialmente Estados Unidos y Europa.
Son muchos los autores que están brindando contribuciones muy
importantes en los campos referidos.
74 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Mi opinión sobre la filosofía del derecho en México es que ésta


cuenta con venerables intelectuales que la han cultivado y que
alcanzaron talla internacional. El problema es que no ha habido la
suficiente continuidad entre ellos y las nuevas generaciones de
académicos. No dejaron discípulos que heredaran a pleno derecho
su legado, como sí sucede en otros países en relación con las viejas
y nuevas generaciones de intelectuales. Desde este punto de vista,
lo que yo he tratado de hacer es recuperar el legado de un académico
respetable y reconocido como Norberto Bobbio, quien tuvo contac-
to con profesores del ámbito mexicano como Eduardo García
Máynez y Luis Recaséns Siches.
IMER FLORES*

Desde los estudios de licenciatura mis maestros despertaron en mí


un creciente interés por la filosofía jurídica. Así, dediqué buena
parte del tiempo al análisis y discusión de temas relacionados con
la filosofía y la teoría del derecho. Este esfuerzo cristalizó en 1994
al presentar, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional
Autónoma de México, el examen profesional para optar por el
grado de licenciado al sustentar la tesis El liberalismo y la reforma
del Estado. La evolución del derecho.
Al comenzar la maestría en la División de Estudios de Posgrado
reafirmé la vocación por la filosofía jurídica. Sin embargo, en 1995
fui aceptado para estudiar la maestría en la Escuela de Derecho de
la Universidad de Harvard, donde culminé el trabajo Law and
Politics: Democratic Institutional Development. Government Re-
form and Separation of Powers in Mexico, bajo la asesoría de
Roberto Mangabeira Unger. Sin duda, sus valiosas aproximaciones
y aportaciones han tenido una gran trascendencia en mi proceso
formativo, así como las de Abram Chayes, Lani Guinier, Duncan
Kennedy, entre otros.
Al regresar de Harvard, en agosto de 1996, me incorporé como
investigador de tiempo completo en el área de filosofía del derecho
en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Ade-
más, en la Facultad de Derecho fui convidado a dar las cátedras de
introducción al estudio del derecho y filosofía del derecho, así como
a participar en la revisión de los planes y programas de estudio de
* Universidad Nacional Autónoma de México.

75
76 FILOSOFÍA DEL DERECHO

las materias del área. Además, en los Estados Unidos de América


he sido profesor-investigador visitante, por un lado, en el Ramapo
College de Nueva Jersey, donde en calidad de becario Fulbright
enseñé dos materias y un seminario sobre derechos humanos,
además de continuar con mis proyectos de investigación (1999-
2000); y, por otro lado, en Harvard, donde como becario de la
UNAM realicé una estancia de investigación (2000-2001).
Durante estos dos años pude asistir y participar en diferentes
actividades entre las cuales destacan: el coloquio “ Derecho, filo-
sofía y teoría política” de Ronald Dworkin y Thomas Nagel en la
Universidad de Nueva York; el coloquio “ Derecho constitucional
y teoría jurídica” de Richard Fallon, Frank Michelman y Marta
Minow en la Universidad de Harvard; los seminarios tanto de
Richard Parker, Michael Sandel y Lewis Sargentich, en la Escuela
de Derecho, como de Michael Blake, Tim Scanlon y Amartya Sen,
en el Departamento de Filosofía, también en Harvard.
Cabe señalar que además de dedicarme a la academia —como
investigador y como docente— realizo el doctorado por investiga-
ción en la Facultad de Derecho de la UNAM. La tesis doctoral
retoma los trabajos de licenciatura y de maestría, y se intitulará
Derecho y poder en la ingeniería constitucional: innovación insti-
tucional y renovación cultural. La reforma del Estado, gobierno y
sociedad en México.
En el contexto mexicano, en el campo de la filosofía jurídica, me
veo identificado particularmente con la teoría integral del derecho
de Luis Recaséns Siches y en menor medida, aunque también de
manera significativa, con Eduardo García Máynez. No obstante,
considero que buena parte de dicha influencia se debe a mis
profesores de filosofía del derecho: Abelardo Rojas Roldán, Carlos
Rodríguez Manzanera y Javier Romo Michaud, este último en
especial como asesor de mi tesis de licenciatura en el seminario de
filosofía del derecho; así como a otros destacados miembros del
colegio de profesores de introducción al estudio del derecho y
filosofía del derecho como María Elodia Robles Sotomayor y, por
supuesto, el doctor Rolando Tamayo y Salmorán, quienes fueron
TESTIMONIOS 77

discípulos de Rafael Preciado Hernández y Guillermo Héctor Rodrí-


guez, respectivamente. En el terreno de la filosofía moral y política,
desde hace algún tiempo me siento profundamente ligado a las
inquietudes, orientaciones y planteamientos de los doctores Jaime
Cárdenas, Paulette Dieterlen, José Fernández Santillán, Marcos
Kaplan, Mario Melgar Adalid, Roberto Salinas y Rodolfo Vázquez.
Mis estudios y mi vida profesional se desarrollan en un contexto
político-social caracterizado —en México como en el resto de
América Latina— por la crisis permanente, que recuerda a los ochenta
como la “ década perdida” y que pretendía hacer de los noventa la
era de la reforma estructural. Ante el umbral del siglo XXI —o del
tercer milenio— enfrentamos un muy complejo contexto interna-
cional, regional y nacional, que se caracteriza por la globalización
e interdependencia mundial, los procesos de integración y desinte-
gración, las relaciones centro-periferia, la configuración de una
nueva lista de ganadores y perdedores, y por obsesiones tales como
la competencia, la modernización, el crecimiento y el desarrollo.
Además de las grandes tendencias mundiales y de los formida-
bles retos que se nos presentan, cabe señalar que la reforma estruc-
tural en México obedece a razones externas que imponen la ade-
cuación al nuevo contexto y a razones internas que demandan la
reorganización del Estado, del gobierno y de la sociedad misma,
para revertir la desigualdad, la injusticia y la opresión imperantes.
Así, temas como el de la transición a la democracia, los requeri-
mientos sobre la fundamentación e instauración de los derechos
humanos y el conflicto entre ellos, el multiculturalismo y el reco-
nocimiento de los derechos de las comunidades indígenas, entre
otros, forman parte de la agenda actual.
Por ende, el derecho no puede permanecer inerte frente a la
cambiante realidad social. De hecho, no debe ser un lastre para
el cambio prudente y razonable. Por el contrario, debe ser la brújula
que lo debe orientar. Así, la filosofía del derecho debe ocuparse
tanto del cambio —innovación institucional y renovación cultu-
ral— como de la reflexión de las situaciones concretas y de los
78 FILOSOFÍA DEL DERECHO

fascinantes retos que enfrentamos. Sin duda, este contexto ha


ejercido y ejerce una gran influencia en mi trabajo.
En términos generales, siempre he pretendido presentar a la
filosofía, en general, y a la filosofía jurídica, en particular, desde
una doble perspectiva, tanto teórica como práctica. De este modo,
al analizar los diferentes temas de la filosofía del derecho trato de
reflexionar sobre aquellos aspectos que tienen trascendencia teórica
y utilidad práctica. Además me interesa, a partir de la filosofía
jurídica, discutir aspectos relativos al papel del derecho en el
desarrollo institucional y cultural, y ofrecer soluciones teóricas y
prácticas a los complejos problemas de la realidad presente y futura.
Por una parte, dentro de los temas de la filosofía del derecho, he
publicado artículos acerca de: 1) El problema de la definición del
concepto de derecho; 2) Las corrientes de la filosofía jurídica;
3) La técnica jurídica en la aplicación del derecho, y 4) La reflexión
sobre la ciencia del derecho, entre otros.
Con relación al primero (“ La definición del derecho” , Revista
de la Facultad de Derecho, México, t. XLVI, núms. 209-210,
septiembre-diciembre de 1996), he tratado de distinguir las diferen-
tes nociones con las que frecuentemente se confunde al derecho,
tales como ciencia del derecho o ciencia jurídica, derecho subjetivo
y deber jurídico, norma y ley, justicia, vigencia y eficacia, y sistema
u orden jurídico; precisar las formas de definir el derecho a partir
de tres perspectivas diferentes como valor, norma y hecho; y,
difundir la conveniencia de reunir estos tres aspectos en la defini-
ción del derecho, como lo sugieren Miguel Reale y el mismo
Recaséns Siches.
En cuanto al segundo (“ La concepción del derecho en las
corrientes de la filosofía jurídica” , Boletín Mexicano de Derecho
Comparado, México, nueva serie, año XXX, núm. 90, septiembre-
diciembre de 1997), he querido presentar las diversas concepcio-
nes, características distintivas y metodología propia de las princi-
pales escuelas, y señalar la importancia y trascendencia del
pluralismo metodológico en el derecho, como lo proponen las
teorías tridimensional e integral del derecho.
TESTIMONIOS 79

En el tercero de los temas (“ La técnica jurídica en la aplicación


del derecho” , Revista de la Facultad de Derecho, México, t. XLV,
núms. 201-202, mayo-agosto de 1995), he analizado aspectos rela-
tivos a su interpretación y a la creciente utilización de la argumen-
tación y la lógica jurídica; he sugerido algunos pasos y reglas para
la aplicación del derecho desde una perspectiva estimativa, valora-
tiva y axiológica, de acuerdo con la lógica prudencial de Georges
Kalinowski y la lógica de lo razonable del propio Recaséns Siches.
Finalmente, en el cuarto (“El porvenir de la ciencia jurídica. Refle-
xión sobre la ciencia y el derecho” , en varios autores, La ciencia
del derecho durante el siglo, México, UNAM, Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas, 1998) he insistido en la necesidad de separar a
la ciencia jurídica —como paradigma cognoscitivo— del derecho
—como paradigma organizativo— al proceder al análisis de la
posibilidad tanto terminológica como epistémico-gnoseológica del
derecho como objeto del conocimiento científico, presentar su evolu-
ción durante el siglo XX, y describir y prescribir la ruptura con el
dogmatismo mediante la adopción de una actitud crítica, dialéctica
e interdisciplinaria sustentada en el pluralismo metodológico.
Por otra parte, dentro de los temas que abordo a partir de la
filosofía jurídica pero entreverados con la filosofía moral y política
me he enfrentado básicamente a dos problemáticas: 1) El papel del
derecho en el desarrollo institucional y cultural, en especial en su
conexión con el constitucionalismo y la democracia, y 2) El rol del
derecho en la búsqueda de alternativas a incógnitas específicas, en
particular en su correlación con los derechos humanos.
La primera ha sido toral como constante en la línea de investi-
gación que incluye como sus principales frutos mis tesis de grado
y distintos ensayos.*

* “ Crisis, fortalecimiento y valores de la democracia” , en varios autores, Los valores


de la democracia, México, Instituto Federal Electoral, 1998; “ Derecho y poder en la defensa
e ingeniería de la Constitución” , Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, nueva
serie, año XXXI, núm. 92, mayo-agosto de 1998; “ Participación y representación: considera-
80 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Así, me he interesado por demostrar y verificar diferentes hipó-


tesis sobre la vinculación entre vida humana y derecho; la relación
entre el binomio poder-derecho; la importancia de los estudios
interdisciplinarios entre derecho, economía, política y sociología;
la evolución del derecho y su función en el cambio cultural e
institucional; la crisis y reforma del Estado, del gobierno y de la
sociedad, y su reorganización a partir de la discusión teórica y
aplicación práctica de alternativas discursivas e ideológicas como
son el comunitarismo, la democracia y el liberalismo; la trascen-
dencia del Estado de derecho, la Constitución, la ingeniería consti-
tucional y las posibilidades de una nueva Constitución para Méxi-
co; y, la conveniencia de una teoría integradora del derecho.
La segunda se ha centrado en el análisis, crítica y discusión de
diferentes problemas y sus soluciones concretas. Desde la perspec-
tiva de los derechos humanos me he preocupado por su reconoci-
miento formal y además por su aplicación, cumplimiento y obser-
vancia real. No basta con reconocerlos e incorporarlos formalmente
al texto constitucional si no se crean los mecanismos para que de
manera efectiva sean ejercidos por todos.*
Respecto a la creencia popular de que la filosofía en general y la
filosofía jurídica son actividades meramente abstractas y teóricas,
sin utilidad alguna ni implicaciones concretas y prácticas; por el
contrario, sostengo que son y deben ser a la vez teóricas y prácticas.

ciones sobre el sistema democrático electoral” , Iniciativa. Revista del Instituto de Estudios
Legislativos de la Legislatura del Estado de México, año 2, núm. 2, enero-marzo de 1999;
y “ Revolución ciudadana e intelligentsia: el poder del conocimiento y de las ideas” , en varios
autores, Sociedad de ciudadanos. Apuntes para una revolución ciudadana, México,
Demos-Instituto para la Promoción de la Cultura Cívica, 2000.
* “ El derecho a la información” , Indicador Jurídico, vol. 1, núm. 1, junio de 1995;
“ Derecho y genética: Algunas consideraciones éticas y jurídicas sobre el proyecto del
genoma humano” , en varios autores, Memoria del Primer Congreso Nacional de Bioética,
México, Comisión Nacional de Bioética y Academia Nacional Mexicana de Bioética, 1998;
y “ Algunas consideraciones sobre los derechos humanos. Apuntes para la solución de
nuevos desafíos y viejos dilemas” , en varios autores, Liber ad honorem. Sergio García
Ramírez, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1998, t. I.
TESTIMONIOS 81

Buena parte de mis aportaciones se encaminan a romper con


algunos tabúes relativos al papel del derecho en el desarrollo tanto
institucional como cultural, y al papel del derecho en la solución de
cuestiones concretas. De esta manera, dentro de las consecuencias
prácticas de la filosofía del derecho, me he abocado, por una parte,
a la innovación institucional y renovación cultural y, por la otra, a
la respuesta factible a los requerimientos actuales y futuros.
Como investigador, uno de mis proyectos principales fue escribir
un libro sobre la Filosofía del derecho en América Latina: Aporta-
ciones y contribuciones de Cossío, García Máynez, Llambías de
Azevedo, Reale y Recaséns Siches, el cual concluí recientemente
para ser publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de
la UNAM y que tiene una finalidad doble: 1) destacar la evolución
de la filosofía jurídica en Latinoamérica, y 2) difundir las teo-
rías de las grandes figuras latinoamericanas.
Considero que la filosofía del derecho en México puede ser
caracterizada como perteneciente a un contexto de recepción, más
que de producción, pero aquélla no ha sido simple sino por el
contrario muy compleja. De esta forma, es posible reconocer un
sinfín de influencias al concurrir al menos tres derechos diferentes:
—romano, canónico y nacional—, cuyos pensamientos filosófico-
jurídicos abarcan distintos linajes —español, francés y alemán, e
incluso, aunque más recientemente, anglosajón—; al confluir tanto
la filosofía general y la ciencia jurídica como los factores jurídicos
así como los metajurídicos; y converger las tres principales concep-
ciones del derecho, a saber: iusnaturalismo, iusformalismo y ius-
realismo.
Actualmente es posible percibir no sólo esta complejidad en la
coexistencia y convivencia dentro del pensamiento filosófico-ju-
rídico mexicano de estas tres grandes directrices representadas
por autores tan diversos como Mauricio Beuchot, Óscar Correas,
Ulises Schmill y Rolando Tamayo y Salmorán, sino también una
creciente vitalidad del área, la cual cuenta en su normalidad con un
par de revistas especializadas y seminarios, así como, ya con cierta
regularidad, con conferencias y diplomados e incluso con la reali-
82 FILOSOFÍA DEL DERECHO

dad de algunas maestrías, y la posibilidad muy próxima de un


doctorado.
Por supuesto que en la tarea de la revitalización del área, una de
las piezas clave ha sido Rodolfo Vázquez. Este proceso de vigori-
zación ha alcanzado sin duda a la UNAM, en donde encuentro a un
número cada vez mayor de colegas adscritos al área o que han
mostrado su preocupación por los temas filosófico-jurídicos. Entre
ellos: Enrique Cáceres, Javier Saldaña, Enrique Villanueva, así
como Jorge Adame, Miguel Carbonell y Carla Huerta, en el Insti-
tuto de Investigaciones Jurídicas, y Juan Antonio Cruz Parcero, en
el Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Dentro de los temas que es fundamental abordar está el pensa-
miento filosófico-jurídico norteamericano. Esto obedece a una
preocupación similar a la que me motivó a escribir sobre el latinoa-
mericano, ya que ambos son desconocidos —o mejor dicho igno-
rados— fuera de sus respectivas zonas de influencia. Pretendo dar
a conocer algunas aportaciones para comprender su trascendencia
y romper con el mito de que cada uno se refiere a cosas diametral-
mente opuestas. Para ello es imprescindible un análisis riguroso de
las diversas corrientes y autores.
Este trabajo puede ser paralelo a otra investigación en la que se
discuta la situación actual de la filosofía moral y política norteame-
ricana, desde la instauración del nuevo paradigma liberal rights-ba-
sed hasta la crítica del comunitarismo al liberalismo, al que se le
imputa ser responsable de destruir valores comunitarios y debilitar
la vida pública. Al respecto, debemos identificar un primer debate
entre John Rawls, Robert Nozick y Ronald Dworkin, y un segundo
en el que participan también Alasdair MacIntyre, Michael Sandel,
Charles Taylor, Roberto Mangabeira Unger, Michael Walzer, entre
muchos otros. Al respecto, he escrito un artículo donde trato de expo-
ner a grandes rasgos la gran resonancia del pensamiento de Rawls
(“ El liberalismo igualitario de John Rawls” , Cuestiones Constitu-
cionales. Revista Mexicana de Derecho Constitucional, núm. 1,
julio-diciembre de 1999) y una reseña a un libro de Dworkin donde
integra su teoría y práctica de la igualdad (“ Ronald Dworkin,
TESTIMONIOS 83

Sovereign Virtue. The Theory and Practice of Equality” , Cuestio-


nes Constitucionales. Revista Mexicana de Derecho Constitucio-
nal, núm. 3, julio-diciembre de 2000).
En un futuro, me gustaría no sólo continuar con la investigación
de las líneas de filosofía del derecho en Latinoamérica y de filosofía
jurídica, moral y política en Norteamérica sino también escribir
sobre la necesidad y la posibilidad de una filosofía o teoría del
derecho integradora, tanto a partir de la relación entre constitucio-
nalismo, democracia y derecho como a través del estudio de los
problemas de creación y aplicación del derecho, al poner especial
énfasis en la teoría de la argumentación jurídica. Por último, tam-
bién me interesa analizar la relación entre justicia, vigencia y
eficacia; estudiar algunos otros temas propios de la axiología, la
dogmática y la sociología jurídicas; examinar las relaciones entre
derecho y moral, de un lado, y entre derecho y poder, del otro; y
exponer el papel de los usos deliberativos y discursivos en el
derecho, entre otros.
JORGE GAXIOLA*

Sin ser un filósofo de profesión, los problemas filosóficos han sido


objeto de un vivo interés desde mi adolescencia. Nunca sabré si el
azar o el destino me llevaron a estudiar derecho; en todo caso, la
vida me fue llevando a esa carrera, que estaba terminando antes de
estar seguro si era lo que quería hacer. De cualquier manera, el
estudio del derecho se presta mucho para el planteamiento de temas
filosóficos.
Inicialmente mi interés se orientó a los planteamientos últimos
de la ética: la justificación del deber, el sentido de la vida y el
sentido de lo existente. Parafraseando a Séneca, más que un interés
de investigador, lo sentía como una necesidad de náufrago: el
objetivo principal, más que conocer, era vivir con conciencia y
“ como es debido” .
Los planteamientos que me preocupaban apuntaron primero a
soluciones de corte racionalista. Después, la crítica a este enfoque
tuvo un fuerte impacto sobre mí, y me llevó a posiciones más o
menos irracionalistas y a una exaltación de las vivencias, de la
solidaridad, del arte y de la conciencia del misterio, como experien-
cias supremas y como única posibilidad honesta en un universo a
la vez sobrecogedor y mudo.
Este giro tenía un ingrediente epistemológico. Por eso, mi interés
por la ética fue siendo dirigido hacia una vocación por la teoría del
conocimiento. A esta etapa pertenece mi tesis profesional que busca
un conocimiento de lo jurídico que no sea ilusorio ni reductivo, y
* Escuela Libre de Derecho.

85
86 FILOSOFÍA DEL DERECHO

no encuentre caminos para un análisis propositivo de soluciones


éticas y ético-jurídicas (Ideas sobre el conocimiento y sobre el
conocimiento del derecho, México, Escuela Libre de Derecho,
1986).
Mis preocupaciones epistemológicas y mi nostalgia de una ética
comprensiva, me hicieron guardar distancia con la manera en que
el derecho se entiende, se explica y se practica. La filosofía del
derecho que se impartía en la Escuela Libre de Derecho me producía
cierta suspicacia. Lo que considero más valioso de esos cursos, fue
la experiencia de haber conocido a un hombre intenso, entregado,
generoso y profundo: Miguel Villoro Toranzo. Hasta la fecha, su
recuerdo me orienta, me motiva y me fortalece día a día.
Samuel González Ruiz me puso en contacto con el realismo
escandinavo, cuya perspectiva me pareció reveladora y apropiada
en la circunstancia en que vivía. Recién terminada la carrera,
Rodolfo Vázquez y Rodolfo Gómez Alcalá me hicieron enterarme
de la existencia de corrientes éticas que partían de una epistemolo-
gía consciente, explícita y autocrítica. Pude ver que las corrientes
éticas constructivistas y comunitaristas, así como los llamados
estudios legales críticos, no sólo encontraban objeciones a las
teorías éticas y las ideologías precedentes, sino que constituían
propuestas normativas para la crítica y la construcción de los
sistemas jurídicos y de la práctica del derecho, cuidando no perder
conciencia de sus propias limitaciones y peligros.
Así, me encontré de regreso en el tema de mis reflexiones
juveniles: la ética. Curiosamente me encontré también con la vieja
idea que me convencía originalmente: el derecho tiene mucho que
ver con la ética y amerita un análisis crítico desde ella y hacia la
realidad humana y social concreta.
El irracionalismo de mi juventud se ha modificado. Hoy sigo
creyendo en la importancia de nuestro contacto con lo inefable y
en la importancia de no reducir nuestra relación con el mundo a una
aproximación puramente intelectual. Pero creo, además, que es
peligroso e indebido actuar sin aprovechar al máximo el potencial
de nuestra inteligencia, por limitada que sea, y sin valernos de la
TESTIMONIOS 87

riqueza de la deliberación y de los pensamientos que nos han legado


quienes han visto con otros ojos, a fin de cuentas, el mismo mundo.
En cuanto a mis actividades profesionales, la mayor parte de mi
tiempo transcurre en la práctica de la abogacía. En ella procuro
conciliar las exigencias de mis convicciones, de mis posiciones
éticas y de mi simpatía por las causas ajenas, con los requerimientos
de eficiencia y oportunidad de la vida social. En la docencia,
procuro sembrar una conciencia viva de los planteamientos funda-
mentales que un abogado practicante debe hacerse para actuar
responsablemente y para intentar comprender su actividad. En este
terreno, me he esforzado por que las preguntas fundamentales de
la filosofía jurídica, orienten también a los estudiantes hacia los
planteamientos vitales de la filosofía en general. Me gusta adoptar
la fórmula de Unamuno, que alguna vez definió su actividad
docente como una incitación, como una lucha contra la indife-
rencia.
Considero que no he realizado artículos o libros que merezcan
el título de “ obras” como las que alude el cuestionario; si acaso mi
ya mencionada tesis de licenciatura y un artículo en los Estudios
jurídicos en memoria de Eduardo García Máynez (“ Apuntes sobre
ética, acción y derecho” , México, Porrúa, 1996).
El contexto político y social de las décadas de los ochenta y los
noventa, ha estimulado mi reflexión hacia temas de ética. Estos
tiempos de desintegración de instituciones, de pérdida de confianza
en el futuro, de dolor, de desigualdades intolerables, de fragilidad
y, en general, de impredecibilidad, lo arrojan a uno de la perpleji-
dad a la vergüenza y, claro, a la necesidad de entender, de construir
y de actuar comprometidamente.
Hasta donde puedo ver, vivimos una auténtica crisis. Los instru-
mentos conceptuales básicos para entender y orientar el quehacer
del hombre y el sentido de sus instituciones, actos y anhelos que
estuvieron vigentes durante este siglo, han sido refutados por la
evidencia histórica y por el análisis crítico. Sin embargo, ni la historia
ni la reflexión filosófica, y mucho menos la científica, nos han dado
88 FILOSOFÍA DEL DERECHO

a cambio nuevos instrumentos suficientes para ubicarnos y orien-


tarnos en profundidad.
El conocimiento calculador y el empírico de las ciencias ha
logrado un sorprendente pero mal distribuido desarrollo, y sus
efectos devastadores, y el peligro que representan, obligan a valo-
rarlo desde una perspectiva racional y a controlar su futuro con
mecanismos no autoritarios. Por eso creo que nuestro tiempo, que
no es especialmente propicio para la filosofía, la necesita más
que nunca.
Acerca de las vías más fecundas para realizar ese trabajo, soy de
la opinión que se requiere de un difícil equilibrio en el que racio-
nalidad dialógica, solidaridad, responsabilidad, imaginación y bue-
na fe deben tener posiciones adecuadas y armónicas. Creo que cada
una de esas posiciones deben subordinarse al respeto hacia el otro,
al reconocimiento abierto y al aprovechamiento de las discrepan-
cias. Considero que esas vías no deben ser sólo reflexivas, metodo-
lógicas o académicas, sino que, para ser efectivas, deben ser
también participativas. Es necesaria una política orientada a valores
y una política de muchos, no sólo de los gobernantes y de los líderes
de los grupos de poder.
En cuanto a la situación de la filosofía del derecho en México,
en mis tiempos de estudiante a principios de los ochenta era muy
difícil establecer un contacto no convencional con la filosofía
jurídica; sólo era fácil tener acceso a obras mexicanas, como las de
García Máynez, Preciado Hernández y Recaséns, o algunas extran-
jeras clásicas, como las de Radbruch y Jellinek, y para los más
vanguardistas, Kelsen. Creo que el esfuerzo editorial de la UNAM
y del Fondo de Cultura Económica, así como la mayor importación
de libros españoles y argentinos (muchos de ellos traducciones),
han venido ampliando las oportunidades de estudio de la filosofía
jurídica y han dado a conocer el pensamiento de múltiples autores
contemporáneos de gran importancia. También me parece que la
labor que han realizado Ernesto Garzón Valdés y Rodolfo Vázquez,
tanto editorial como en talleres, seminarios y conferencias de
alcance interuniversitario, ha sido una aportación importantísima
TESTIMONIOS 89

al desarrollo de la filosofía jurídica en nuestro país. Las nuevas


generaciones que surgen de este contexto son incomparablemente
mejores que la generación a la que pertenecí. De este modo, creo
que el panorama de la filosofía del derecho en México es mucho
mejor que el que existía hace diez años, y eso me hace pensar que
la situación de esta actividad continuará mejorando acelerada-
mente.
Finalmente, debo decir que estoy convencido que el derecho es
un instrumento indispensable para hacer posible la vida social y
política, por lo que su justicia y efectividad son valores por los que,
sin lugar a dudas, vale la pena luchar.
RAÚL HERNÁNDEZ VEGA
(1925-1999)

Mi vocación por los problemas filosóficos comenzó hace muchos


años en la ciudad de Jalapa, Veracruz, de la cual soy originario. No
existía en ese entonces universidad sino sólo departamento univer-
sitario; de esta suerte, mi primera formación filosófica fue en la
escuela preparatoria a través de las obras de Ortega y Gasset,
Unamuno y Morente.
Tuve la oportunidad de estudiar un año en la Facultad de Filo-
sofía y Letras de la UNAM, donde afortunadamente conocí a los
maestros José Gaos, García Baca y Antonio Caso. Para mí significó
un mundo pleno de incitaciones: Gaos estaba traduciendo Ser y
tiempo de Heidegger, García Baca El poema ontológico de Parmé-
nides, Caso se ocupaba de temas de filosofía de la historia. Estu-
diaba al mismo tiempo la carrera de derecho, la cual terminé en mi
tierra. Debo decir que mi tesis de licenciatura en derecho fue sobre
un tema iusfilosófico; se tituló Ensayo para una inserción del
derecho en la metafísica de la vida.
Para entonces ya se había creado la Universidad Veracruzana.
No fue sino hasta la llegada de Fernando Salmerón a Jalapa cuando
se fundó la Facultad de Filosofía. En ella retomé los estudios
filosóficos; mis profesores fueron el propio Salmerón, nuevamente
Gaos, además de Wonfilio Trejo, MacGregor, Carlo Antonio Cas-
tro y Manrique. Avanzados los estudios de filosofía, me retiré de
ellos por circunstancias ajenas a mi voluntad. Sin embargo, diez
años después pude concluir la licenciatura de nuevo en la UNAM,
91
92 FILOSOFÍA DEL DERECHO

y realicé mis estudios de maestría cursando materias como Filosofía


de las Ciencias Sociales con el doctor Mario H. Otero; con él conocí
el pensamiento de Habermas, Bachelard, Kuhn, Popper y Lakatos.
Del doctorado en derecho me gradué en 1985 con la tesis
Problemas de legalidad y legitimación del poder (Jalapa, Univer-
sidad Veracruzana, 1986).
Participé como investigador en la Universidad Autónoma Benito
Juárez de Oaxaca, siendo invitado después a la Universidad Vera-
cruzana, donde he permanecido desde hace aproximadamente die-
cinueve años como investigador de tiempo completo en el Instituto
de Investigaciones Jurídicas.
Sé que esta trayectoria no es común pues, salvo en su última
etapa, ha estado llena de abismos casi infranqueables. He vivido un
largo tiempo realizando labores no académicas, vinculadas tanto al
ejercicio profesional de la abogacía, como a actividades de direc-
ción empresarial; mi relación con los trabajadores y con su destino,
me ha dado una perspectiva peculiar de los problemas sociales y
jurídicos.
Mis preocupaciones filosóficas hoy siguen siendo las mismas:
las inquietudes fundamentales por el cambio en los sistemas socia-
les y políticos, la aspiración a una mayor eticidad en las relaciones
humanas y, con ello, la pretensión de que el derecho supere su
coercibilidad.
En mi obra filosófica, he recibido las influencias de la razón
crítica y la visión metafórica de Bachelard, de la obra de la Escuela
de Frankfurt, particularmente de Habermas, y de las ideas de
Emmanuel Levinas.
Desde mi perspectiva, creo que la filosofía del derecho debe
vincularse tanto a la filosofía política, tratando con ella el problema
del poder y su legitimación, como a la ética, con un fuerte matiz
hacia la relación con “ el otro” .
Algunos libros que he publicado en los últimos años relaciona-
dos con la filosofía del derecho son:
TESTIMONIOS 93

Ensayos jurídico-filosóficos. Reflexiones metodológicas, Jala-


pa, Universidad Veracruzana, 1984.
Poder y sociedad civil. Ensayos exploratorios, Jalapa, Univer-
sidad Veracruzana, 1993.
El concepto de derecho en Kant, Jalapa, Ediciones Cultura de
Veracruz, 1998.
ERIC HERRÁN*

Soy un filósofo político. Mi trabajo tiene que ver con el esclareci-


miento de los principios y tipos de argumentaciones que subyacen
a cualesquiera interpretaciones generales o fundamentales de los
fenómenos políticos pasados y presentes. Desde mediados de la
década de los ochenta, cuando era estudiante en el programa de
licenciatura en ciencias sociales en el ITAM (programa cuyo lugar
es ocupado ahora por el de ciencia política), supe que buscaría salir
del país y realizar un posgrado en filosofía política. Poco antes de
partir a Amerika, me sentí capaz de defender una tesis de licencia-
tura titulada Elogio de la disuasión donde intentaba exponer las
ideas de André Glucksmann (el más notable de los llamados
nouveaux philosophes) sobre algunos de los referentes epistemoló-
gicos de la democracia, el liberalismo y el derecho moderno. Todo
ello en el contexto de una crítica feroz al marxismo (estalinista) y
con el recurso a una visión depurada de la relevancia política actual
del escepticismo socrático. Aunque sin duda han ocurrido desde
entonces diversas transformaciones en el núcleo de mis conviccio-
nes filosófico-políticas, creo que muchas de las ideas formuladas
en esa tesis de licenciatura han conservado su vigencia en los años
subsiguientes, cuando no la han expandido. Habida cuenta de la
importancia seminal que consecuentemente encierra para mí este
trabajo de “ juventud” , a veces he lamentado no haber promovido
su publicación —parcial, corregida o aumentada— con mayor
ahínco y eficacia. Pero nunca es tarde. Si hay entre los lectores
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.

95
96 FILOSOFÍA DEL DERECHO

algún editor potencial que desee encontrarse a mitad del camino


con este descarado ofrecimiento, sería estupendo.
Fue durante la realización de este proyecto de investigación que
percibí por primera vez, con toda su fuerza, la importancia del
derecho para el pensamiento político. Descubrí (convalidando, sin
saberlo, la experiencia de la tradición clásica) que mientras más
fundamental o profunda se tornaba la reflexión sobre la política,
ésta sólo podía adquirir pleno sentido en conexión con una reflexión
paralela sobre el derecho o lo justo. Allí radica la force du droit.
Concretamente, arribé a esta convicción al explorar —con la ayuda
del Glucksmann de La force du vertige— las dimensiones político-
jurídicas de la obra de pensadores tales como Grocio o Puffendorf,
en el contexto de las grandes guerras de religión europeas en los
albores de la época moderna. Gracias a Richard Tuck, entre otros,
aprendí a apreciar los textos de Hobbes en este mismo contexto.
Más adelante, estudié el doctorado en ciencia política en la
Universidad de Yale, en la pequeña pero inagotable ciudad de New
Haven. Allí, quienes más impactaron en mi formación y en la
definición de mis derroteros académicos fueron Steven Smith
(quien a mi llegada trabajaba sobre una lectura liberal de Hegel y
su filosofía del derecho), David Plotke (de quien fui asistente en
sus majestuosos cursos de teoría política contemporánea durante
algunos semestres) y Bruce Ackerman, con quien tomé clases, pero
con quien sobre todo conversé ampliamente en el marco de un
tutorial reading que tuvo a bien concederme.
El profesor Smith ha recibido recientemente un premio nacional
en Estados Unidos para la mejor obra de filosofía política por su
libro sobre Spinoza y el liberalismo. Con Smith conocí buena parte
de la literatura considerada (realmente) clásica en filosofía política,
especialmente las obras de Platón y de Aristóteles. También con él,
me inicié en la investigación detenida sobre autores tan decisivos
para el mundo moderno y contemporáneo como Maquiavelo, Rous-
seau, Kant, Hegel y Tocqueville, entre otros. Pero tal vez mi mayor
agradecimiento al profesor Smith radica en haberme enseñado a
leer y apreciar los textos de un pensador que considero crucial para
TESTIMONIOS 97

poder aproximarse a un diagnóstico adecuado de nuestra condición


moderna: Leo Strauss. Si algo distingue a la obra de Strauss, es la
observación de que la filosofía política es forzosamente una refle-
xión sistemática sobre los criterios a los que podemos recurrir para
discernir el orden justo de las sociedades. En otras palabras, su obra
establece un vínculo ineluctable entre lo político y lo jurídico en el
nivel más general (¿fundamental?) de análisis.
Con David Plotke fue fácil conectar mi interés por el vínculo
entre política y derecho (como el núcleo distintivo de toda filosofía
política digna de ese nombre) con la cada vez mayor literatura
postrawlsiana. Pues sin duda la Teoría de la justicia de Rawls puede
leerse como una poderosa defensa de los derechos (en especial, de
los derechos humanos) que prescribe un punto de unión entre la
filosofía política y la filosofía del derecho. Por lo menos si enten-
demos kantianamente —en la formulación de Luc Ferry y Alain
Renaut— a la filosofía del derecho como una reflexión sobre las
condiciones de posibilidad de la norma jurídica. Cosas parecidas
pueden decirse de obras tan dispares en varios respectos como las
de Robert Nozick y Ronald Dworkin, por nombrar sólo algunos de
los más importantes teóricos políticos contemporáneos.
La labor de Bruce Ackerman en el campo de la teoría política ha
estado indefectiblemente marcada por su perspectiva jurídica cons-
titucionalista. Con él, entre otras cosas, traté de volverme sensible
a la necesidad de concebir patrones o marcos institucionales de gran
calado que permitan apreciar apropiadamente los problemas cen-
trales del mundo político contemporáneo y, con ello, aspirar tal vez
a su resolución justa y duradera.
Entre la revolución y la desconstrucción (México, Fontamara,
1999, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, núm. 62)
constituye hasta ahora mi aportación más significativa al ámbito de
la filosofía del derecho. Emprendida desde las exigencias y perple-
jidades propias de la filosofía política contemporánea, esta obra se
aboca al estudio del “ humanismo jurídico” de Luc Ferry y Alain
Renaut, un humanismo pretendidamente no historicista y postme-
tafísico, cuya principal cuestión es la siguiente: ¿bajo qué condi-
98 FILOSOFÍA DEL DERECHO

ciones de posibilidad son concebibles el derecho en general, y los


derechos humanos en particular? Los planteamientos y las respues-
tas ensayados en este libro toman en serio las gigantescas dificul-
tades teóricas que enfrenta cualquier justificación de los derechos
del hombre en una época intelectualmente marcada por historicis-
mos de toda clase, especialmente por los enfoques desconstruccio-
nistas y postmodernos. Asimismo, pretenden abordar estas dificul-
tades —que, entre otras cosas, apuntan a la disolución del “ valor”
de los derechos y a la vaporosidad y ficcionalidad del “ sujeto” de
estos últimos— prohibiéndose el recurso a supuestos metafísicos
—tradicionalmente utilizados para apuntalar tanto al valor como al
sujeto de los derechos— que se han vuelto intersubjetivamente
insostenibles a comienzos del siglo XXI.
Si debiera sintetizar entonces el contexto intelectual, social y
político en que me he aproximado (por momentos, hay que confe-
sarlo, inadvertidamente) a la filosofía del derecho, creo que el
eslogan “ entre la revolución y la desconstrucción” podría servir a
tal propósito. En un tiempo en que las ilusiones (metafísicas) acerca
del potencial transformador —revolucionario— del sujeto humano
(del sujeto autónomo de la Ilustración) ya han sido suficiente y
vergonzantemente expuestas, no hay duda de que el ejercicio
désabusée de la desconstrucción genera un efecto balsámico. Pero
también abriga algunos peligros en sus trasfondos nihilistas y
relativistas que le son —hasta cierto punto, y si se me permite la
expresión metafísica— consustanciales. La tarea más urgente (pero
también más fundamental) que, a mi juicio, debe darse a sí misma
la filosofía del derecho contemporánea es el reconocimiento crítico
de los grandes paradigmas intelectuales (filosóficos y políticos) que
quizá aún se encuentran “ disponibles” en nuestro tiempo para el
replanteamiento (consistente y con sentido) de la singularidad del
concepto de derecho, esto es, de la idea de lo jurídico.
De entre las cosas que he escrito y me han publicado, además
del libro ya apuntado, las siguientes contienen de algún modo mi
percepción de la naturaleza, las dificultades y las tareas vinculadas
con la filosofía del derecho en la actualidad:
TESTIMONIOS 99

Fragmentos de teoría política, México, Ediciones Coyoacán,


2000, Serie Filosofía y Cultura Contemporánea, núm. 13.
“ Modernity, Premodernity, and the Political: The Neozapatistas
of Southern Mexico” , en Shlomo Ben-Ami, Yoav Peled y Spekto-
rowski, Alberto (eds.), Ethnic Challenges to the Modern Nation
State, Nueva York, St. Martin’s Press-Macmillan, 2000.
Filosofía política contemporánea, México, UNAM, Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales (en prensa).
CARLA HUERTA*

La investigación filosófica constituye una constante búsqueda,


quizá no de la verdad, pero sí de las respuestas más adecuadas para
dar solución a ciertos conflictos. En mi caso, el interés por la
filosofía del derecho se ha manifestado de dos formas: estudiando
para conocer los caminos ya emprendidos, y reflexionando sobre
ellos para tratar de comprender el proceso seguido por otros,
buscando explicaciones alternativas.
A través del estudio de la filosofía y la teoría del derecho, las
cuales requieren no solamente de voluntad sino también de persis-
tencia y entereza, he intentado construir un marco explicativo que
me permita comprender la operatividad del derecho y formular
propuestas que mejoren sus métodos de aplicación, así como su
eficacia en el medio mexicano.
La filosofía ha sido una inquietud constante, que desafortunada-
mente no he podido orientar a través de alguna especialización. He
asistido al Seminario Eduardo García Máynez desde 1991, así
como a diversos congresos internacionales, en los cuales he podido
conocer a diversos filósofos del derecho que me han guiado y
asistido en la discusión e investigación filosóficas.
El primer grupo de discusión en el que participé fue el organiza-
do por Rodolfo Vázquez en el Instituto Tecnológico Autónomo de
México en 1993 y, posteriormente, en Alemania durante 1995, en
el grupo de Robert Alexy, al que asistieron especialistas en diversas
áreas de la filosofía del derecho: los profesores que colaboran con
* Universidad Nacional Autónoma de México.

101
102 FILOSOFÍA DEL DERECHO

él en el seminario jurídico y sus doctorandos. Con Robert Alexy


tuve la oportunidad de realizar una investigación postdoctoral, en
torno a diversos problemas relativos a los conflictos normativos.
Fue una experiencia sumamente formativa y enriquecedora para
mí, sobre todo por las largas horas de discusión que compartí con
él, así como con otros teóricos y filósofos del derecho como
Alexander Peczenik, Pavel Höllander y Jan Sieckmann.
Los estudios que he realizado se han centrado fundamentalmente
en el derecho constitucional y en el derecho administrativo, áreas
que se encuentran estrechamente vinculadas a la teoría del derecho.
Fue por esto último que comencé a especializarme en estudios
teóricos, impartiendo posteriormente las materias de derecho cons-
titucional y teoría del derecho en el ITAM.
Es precisamente a la teoría del derecho, como área específica, a
la que he orientado las investigaciones iusfilosóficas. La vincula-
ción de los temas fundamentales de la teoría, tales como el sistema
jurídico, la norma, el concepto de derecho, su operatividad y su
funcionamiento, me han llevado a profundizar en el estudio de la
hermenéutica y, especialmente, de la lógica deóntica, a la cual
considero una herramienta esencial para el análisis jurídico.
Desde mi estancia primero en el Instituto Universitario Europeo,
al lado de investigadores de primera línea como Massimo La Torre,
Yota Kravaritou o Luis María Díez-Picazo, y posteriormente en la
Universidad Christian Albrecht de Kiel, he incrementado notoria-
mente no sólo el interés, sino el tiempo dedicado al estudio y la
investigación en materia de filosofía del derecho.
Los elementos rescatados, las conclusiones obtenidas y mis
propuestas han sido expuestas principalmente en el salón de clases,
así como en diversos trabajos, como por ejemplo: “ La inconstitu-
cionalidad como conflicto normativo” , presentado a discusión en
el XVIII Congreso Internacional sobre Filosofía del Derecho y
Filosofía Social, celebrado en Argentina en 1997; o el trabajo de
investigación en relación con las transiciones en los sistemas jurí-
dicos realizado para el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
Universidad Nacional Autónoma de México.
TESTIMONIOS 103

Si bien aún no tengo respuestas a todas las interrogantes que


durante mi desarrollo profesional se me han planteado, he tratado
de establecer en mi trabajo los elementos fundamentales que podrán
constituir una nueva base para una teoría del derecho mexicano que
permita conferirle al mismo un carácter objetivado, que uniforme
su interpretación y aplicación.
Mi trabajo, más que proponer aún alguna teoría, pretende la
difusión de algunas ideas, tanto propias como ajenas, que posibili-
ten un cambio en la percepción del objeto y función del derecho.
El propósito primordial ha sido interesar a los alumnos y estudiantes
del derecho en la reflexión e investigación filosóficas. De gran
apoyo para mí ha sido la recepción de las propuestas extranjeras y
la discusión con mis colegas, lo cual me ha permitido reconsiderar
algunas posturas y en muchas ocasiones reorientar mis plantea-
mientos originales.
En el marco social y político de nuestro país, es fundamental
revalorar los conceptos de soberanía, federalismo y legalidad. Para
ello es indispensable comprender el significado de los presupuestos
de la teoría del derecho, para reconstruir los fundamentos jurídicos de
manera congruente con las necesidades reales de funcionamiento
de nuestro sistema.
La filosofía del derecho en México se encuentra en un periodo
de renovación. Un gran grupo de gente joven se interesa por su
estudio e investigación, la cual debe ser orientada a la solución de
los problemas que nuestro país enfrenta. La reflexión iusfilosófica
debe ser incentivada, tanto por las instituciones, como por los
académicos e investigadores. Esto contribuirá a una mejoría sus-
tancial en la eficacia del sistema jurídico mexicano, si se revisan
conceptos como justicia, equidad, igualdad, Estado de derecho,
sistema jurídico, análisis normativo, etcétera.
Para concluir, enumero varios trabajos en que se ha vertido mi
opinión respecto de diversos aspectos relevantes para la teoría del
derecho:
“ Sobre la democracia en el Poder Legislativo” , Isonomía,
México, núm. 4, abril de 1996.
104 FILOSOFÍA DEL DERECHO

“ Interpretación y reforma, dialéctica o dilema” , 80 aniversario


de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano. Ho-
menaje, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
1997.
“ Sobre la reforma a la Constitución” , en varios autores, Liber
ad honorem. Sergio García Ramírez, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 1998.
“ El control de la constitucionalidad. Análisis del artículo 105
constitucional” , Boletín Mexicano de Derecho Comparado, Méxi-
co, nueva serie, año XXXI, núm. 93, septiembre-diciembre de 1998.
Mecanismos constitucionales para el control del poder político,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1998.
ROGELIO LARIOS*

El auténtico y efectivo contacto inicial, entre el suscrito y la


filosofía del derecho, no fue en la materia correspondiente de
la licenciatura, sino por el primer curso de capacitación de la
Procuraduría Fiscal de la Federación en 1980. En tal curso, el
profesor Agustín Pérez Carrillo impartió materias sobre teoría del
derecho, interpretación y derecho constitucional. Estas materias
gustaron, de manera especial, a un grupo de compañeros (entre los
que se encontraba mi esposa, la doctora Lucila Caballero) y a mí,
porque era la primera vez que contemplábamos al conocimiento del
derecho con un auténtico rigor científico lo que, de paso, me
reconciliaba con la carrera de derecho misma.
En este contexto, solicitamos al profesor Pérez Carrillo que nos
guiara en el desarrollo de tales temas y él, generosamente, aceptó.
Llevamos un seminario los sábados, durante casi dos años, estu-
diando epistemología y teoría general del derecho aplicadas al
análisis de garantías individuales (además, de iniciar nuestro apren-
dizaje en lógica). Con lo anterior, se abrió un mundo verdadera-
mente nuevo sobre el derecho y la ciencia. Al final, sólo persistimos
Lucila Caballero (en la actualidad, profesora de metodología y
filosofía del derecho en la Universidad de Sonora) y yo. Desde
entonces, seguimos en contacto con el profesor Pérez Carrillo,
quien nos sigue orientando y auxiliando en muchos sentidos.
Posteriormente, comencé a trabajar en la Universidad Autónoma
Metropolitana, donde gané un concurso de oposición en el área de
* Instituto de Investigaciones Legislativas del Congreso del Estado de Sonora.

105
106 FILOSOFÍA DEL DERECHO

teoría general y filosofía del derecho. Años después emigré a


Hermosillo, en donde me desempeñé como docente en universida-
des privadas impartiendo asignaturas de metodología, teoría y
lógica del derecho; de ellas, la Universidad del Noroeste fue la que
brindó un apoyo especial.
En 1999, diseñé el programa del primer curso que sobre lógica
jurídica se impartió a los miembros del Poder Judicial del Estado
de Sonora. Finalmente, en el año 2000, fui seleccionado como
investigador para formar parte del nuevo Instituto de Investigacio-
nes Legislativas del Congreso del Estado, en donde hasta la fecha
me dedico de tiempo completo a estudiar y escribir, siempre apli-
cando obras de la moderna filosofía del derecho.
El doctor Jorge Witker, quien fue mi maestro en el doctorado,
es a quien debo, además de la posibilidad de entrar en el mundo de
las publicaciones, el considerar otros puntos de vista acerca del
fenómeno jurídico. Hasta la fecha recibo, también, su generosa
orientación y apoyo.
El desarrollo del contexto político-social de mi trabajo ha sido
el que, por muy conocido, no dejó de existir: el régimen antidemo-
crático que padeció nuestro país durante la mayor parte del siglo
XX y el que, a pesar de la indudable (pero tambaleante) apertura
democrática del 2 de julio de 2000, amenaza con regresar. Tal
contexto político autoritario, injusto e irracional, sin duda fue un
factor para estimular en mis escritos el pensamiento independiente,
la búsqueda de la racionalidad y la crítica.
Algo que me brindó profundas satisfacciones profesionales, es
el hecho de que como abogado postulante tuve la oportunidad de
mostrar reiteradamente ante abogados, jueces y ante mí mismo, que
la ciencia jurídica también puede ser, en su aplicación técnica,
sumamente “ práctica” ; que a pesar de la parcialidad y, especial-
mente, de la ineptitud de muchos de nuestros órganos jurisdiccio-
nales, la metodología jurídica proporciona útiles mecanismos de
rigor y creatividad; que la teoría general del derecho dota de un
“ criterio jurídico” que el abogado tradicional promedio requiere
decenios para alcanzar (y que, a veces, nunca logra); y que la lógica
TESTIMONIOS 107

jurídica posibilita tanto refutar casi cualquier argumento, como


crear razonamientos prácticamente inexpugnables para muchos
litigantes y funcionarios judiciales. Aunque el lado pensante de la
labor como abogado es atractivo, prefiero el trabajo de investigador
porque éste ofrece verdaderos desafíos intelectuales que fuerzan al
máximo la capacidad que se pueda tener.
Considero que en los grandes temas de la moderna filosofía del
derecho no he hecho aportación alguna de fondo. Espero hacerla
algún día. En nuestro actual contexto socio-político, a mi parecer,
el problema inmediato es cómo concientizarnos (y actuar en ese
sentido) sobre la importancia de la consolidación democrática y de
la extremosa desigualdad social. No sé si éstas sean las vías más
fecundas para abordar tales problemas, pero considero que si no
logramos tener una real impartición de justicia y una verdadera
educación científica para todos, volveremos a lo de siempre. En
tales vías, tiene algo importante qué decir la difusión de la filosofía
del derecho.
En México, a pesar del valioso esfuerzo de unos pocos y brillan-
tes pensadores y centros académicos, y de que avanza algo más que
hace veinte años, la filosofía del derecho lleva un paso excesiva-
mente lento. Ya es tiempo de buscar las condiciones para que la
mayoría de los abogados, profesores y estudiantes de derecho del
país dejen de verla como el esoterismo moral de un utópico mundo
jurídico, como la prédica de una anquilosada ética dogmática y que
consideren a lo “ teórico” como lo opuesto a lo “ práctico” . Es
necesario que aprecien a esta disciplina, en su fase moderna (con
sus herramientas metodológicas, teóricas y lógicas), como el medio
indispensable para la sólida formación de juristas y técnicos del
derecho, sin la cual no podrá existir un avance hacia la racionalidad
jurídica y social.
Finalmente, entre mis publicaciones filosófico-jurídicas se en-
cuentran:
“ El sociologismo jurídico” , en Witker, Jorge (coord.), Linea-
mientos metodológicos y técnicos para el aprendizaje del derecho,
México, Porrúa, 1987.
108 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Metodología jurídica, México, McGraw-Hill, 1997 (en coauto-


ría con Jorge Witker).
En proceso de publicación están los siguientes trabajos: “ La
controversia Schmill-Bulygin sobre la relación entre lógica y dere-
cho” y “ Lógica y constitucionalidad en la función legislativa” .
PABLO LARRAÑAGA*

Los tres primeros años en los que trabajé filosofía del derecho, lo
hice en el ITAM, bajo la dirección del profesor Rodolfo Vázquez.
En esa época, de 1989 a 1992, en el ITAM no existía una tradición
de investigación en esta materia. En esas condiciones, se inició un
grupo de trabajo que afortunadamente contó con el apoyo del
Seminario Eduardo García Máynez. Nos reuníamos un grupo de
estudiantes para analizar algunos trabajos fundamentales de teoría
y filosofía del derecho.
Por orden de aparición en mi vida académica, me considero
discípulo de Rodolfo Vázquez, de Ernesto Garzón Valdés y de
Manuel Atienza. Los tres han tenido una importancia fundamental
en el desarrollo de mi trabajo, aunque quizá, por razones de mi
prolongada estancia en la Universidad de Alicante (España), la
influencia más notoria sea la del último.
No creo pertenecer a ninguna escuela. Si acaso, podría decir que
me inclino por la claridad de la metodología analítica pero con
contenido; esto es, me interesa tratar problemas, no construirlos.
Entre las personas que se formaron conmigo y que de alguna
manera siguen vinculados con la filosofía del derecho están Lorenia
Trueba, Juan Antonio Cruz y Wistano Orozco.
Mi investigación en el área de filosofía del derecho se limita,
principalmente, a la elaboración de tres trabajos: una tesis de
licenciatura, una tesis de maestría y una tesis doctoral. Como parte
de mis estudios de doctorado, he realizado también investigaciones
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.

109
110 FILOSOFÍA DEL DERECHO

dirigidas a la elaboración de trabajos o papers sobre distintos temas,


desde la noción de sistema normativo hasta la noción de coherencia
narrativa y la crisis del positivismo jurídico. También he participa-
do indirectamente en distintas investigaciones en el Departamento
de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante. Mi inves-
tigación se centra en temas relativos a la teoría del derecho; sin
embargo, he sido docente en filosofía del derecho y teoría de la
justicia. En la actualidad mi interés se dirige hacia el análisis
institucional comparado, que considero uno de los temas más
importantes a tratarse en el futuro. Desconozco con exactitud qué
factores han determinado mi desplazamiento sobre estas distintas
áreas, pero supongo que la curiosidad, la casualidad y el aburri-
miento no han tenido poco que ver. Realmente no percibo una línea
continua y evolutiva de mis intereses intelectuales.
No sabría apreciar en qué medida los contextos sociales o
políticos en los que he trabajado han influido en mi trabajo. En
cualquier caso, quizá el contexto haya influido más en mi actividad
docente que en la investigadora, pues mi trabajo se ha desarrollado
dentro de la “ asepsia” académica propia de la universidad, sin que
en ningún momento permeara otra cosa que las condiciones políti-
cas y socio-económicas reflejadas, por ejemplo, en más o menos
recursos bibliográficos o de apoyo a las investigaciones (becas
o recursos para materiales).
Sinceramente, creo que como investigador no he realizado nin-
guna aportación significativa. Creo que mi tesis doctoral sirve como
un planteamiento de un tema de la teoría general del derecho que
hasta ahora ha sido poco atendido: el problema de la responsabili-
dad jurídica (El concepto de responsabilidad, México, Fontamara,
2000). En este sentido, creo que la tesis aborda los principales
problemas relativos a este concepto y propone un modelo de
análisis plausible. Sin embargo, las virtudes del modelo están
todavía por explotarse y éste es un trabajo que queda todavía por
hacer.
Entre otros problemas que la filosofía del derecho deberá tratar
próximamente, en primer lugar me parece necesario emprender una
TESTIMONIOS 111

aproximación crítica al análisis económico del derecho, como un


movimiento bastante desarrollado y generalmente no discutido en
sus presupuestos filosóficos e ideológicos. En segundo lugar, me
parece inevitable una reflexión acerca de la “ trilogía” libertarismo-
igualitarismo-comunitarismo como “ trilema” en la justificación
moral de las instituciones jurídicas. En este sentido, creo que las
instituciones reflejan y deben reflejar una pluralidad valorativa,
compuesta en distintas proporciones de argumentos propios de los
distintos modelos de sociedad que estas concepciones de la justicia
reflejan.
Me parece que el análisis de las instituciones es un contexto
pertinente para tratar la relación entre los valores y las reglas. Para
ello, sin embargo, previamente se exige la aplicación de una teoría
de las normas de análisis institucional de manera que, eventualmen-
te, pueda analizar disfunciones en el diseño de instituciones me-
diante categorías como principios, reglas, directrices, reglas técni-
cas, reglas que confieren poderes, etcétera.
Creo que la filosofía del derecho en México está en una situación
ambivalente. Por un lado, creo que el esfuerzo continuado del
profesor Rodolfo Vázquez a lo largo de los últimos años ha dado
muestras de que es posible promover el debate en esta área. Sin
duda, el Seminario Eduardo García Máynez y la revista Isonomía
son la mejor muestra de ello. La evolución del contexto para hacer
filosofía en México ha sido notable en los años pasados. Sin
embargo, por otro lado, este enorme esfuerzo corre el riesgo de
perderse al interrumpirse un seguimiento continuo mediante el
trabajo en seminarios de estudiantes. Si bien es cierto que la
investigación universitaria en México presenta complicaciones
en muchos casos, desde mi punto de vista una buena formación en
teoría y filosofía —poder involucrarse en este tipo de formación—
es una magnifica oportunidad para cualquier jurista.
Respecto a mi colaboración en este proceso de evolución debo
decir que, lamentablemente, ha sido muy poca. Más bien he sido
un beneficiario de estas condiciones favorables en las que sólo he
podido coadyuvar tangencialmente. Mis obras completas son poco
112 FILOSOFÍA DEL DERECHO

voluminosas; constan de varios papers sin publicar sobre temas


diversos: desde el concepto de laguna normativa hasta la noción
de coherencia narrativa; el artículo “ Sobre la teoría del derecho de
Robert Alexy” , publicado en el número 1 de Isonomía; además
de mis distintas tesis. Desde luego, mi trabajo más importante es
la tesis doctoral ya citada.
SERGIO LÓPEZ-AYLLÓN*

Mi trayectoria académica gira alrededor del Instituto de Investiga-


ciones Jurídicas de la UNAM. Aunque estudié la licenciatura en la
Facultad de Derecho de la misma universidad, y años más tarde
obtuve ahí mismo el grado de doctor, una invitación de Jorge
Carpizo, entonces director del Instituto, me permitió incorporarme,
siendo aún estudiante de la licenciatura, como becario a dicha
institución.
Difícilmente puedo considerarme discípulo de un investigador
en particular; mi formación se la debo al claustro académico del
Instituto de principios de los años ochenta que me inició en la
investigación y me abrió el horizonte de los estudios jurídicos frente
al desencanto de la visión dogmática y limitada que, salvo memo-
rables excepciones, recibía en las aulas de la facultad. En particular
debo mencionar a José Barragán, Claude Belair, Héctor Fix-Zamu-
dio, María del Refugio González, Martha Morineau, Federico
Reyes Heroles y Rolando Tamayo y Salmorán. En el Instituto
encontré en esos años a quien, desde entonces, se convirtió en uno
de mis mejores amigos y mi más importante cómplice intelectual,
Héctor Fix-Fierro. Las lecturas compartidas, no necesariamente
jurídicas, las inquietudes comunes y un diálogo permanente han
constituido un elemento capital en mi trayectoria y producción.
Mi tesis de licenciatura, que versó sobre el entonces poco cono-
cido derecho a la información, y mi trabajo como técnico académi-
co, fueron la llave que me permitió asomarme a la complejidad del
* Universidad Nacional Autónoma de México.

113
114 FILOSOFÍA DEL DERECHO

fenómeno jurídico. Como resultado de las inquietudes sembradas


respecto de la función social del derecho, y deseoso de escapar de
un discurso excesivamente formal que prevalecía en la literatura
sobre el derecho, decidí continuar mis estudios en el extranjero.
Como becario del gobierno francés y del propio Instituto realicé
mis estudios doctorales en el Laboratorio de Sociología Jurídica de
la Universidad de Derecho, Ciencias Sociales y Economía de la
Universidad de París. Guillaume Matringe, Francois Terré, Jacqueline
Costa-Lascoux y, especialmente, Antoine Garapon (los tres últimos
herederos en parte del enorme legado intelectual de Jean Carbon-
nier) me enseñaron, por una parte, el rigor en la investigación y, por
otra, los fundamentos de la investigación empírica sobre el derecho.
A mi regreso a México, esta forma de estudiar el fenómeno
jurídico, sumada a la experiencia de varios años de participar como
parte del equipo que negoció el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, me permitió reincorporarme al Instituto de Inves-
tigaciones Jurídicas, desde donde he intentado desarrollar nuevos
enfoques y perspectivas para la investigación y explicación del
derecho. Este esfuerzo no hubiera podido desarrollarse de manera
aislada (la ciencia es una labor de conjunto). En la academia
encontré un grupo de colegas con quienes, alrededor de varios
seminarios y proyectos de investigación, hemos construido un
lenguaje y una visión compartida sobre el futuro de la investigación
jurídica en México y sin cuyo diálogo difícilmente hubiera podido
desarrollar mi trabajo. Entre otros muchos, debo mencionar a
Antonio Caballero, Carla Huerta, Héctor Fix-Fierro, Hugo Concha,
José Ramón Cossío, José María Serna, Leticia Bonifaz, Martín
Díaz y Díaz y Susana Pedroza.
En los años iniciales de mi formación fueron cruciales una serie
de lecturas que, por una parte, construyeron la base de la compren-
sión del derecho desde una perspectiva teórica y normativa (Kelsen,
Hart, Raz), al tiempo que adquiría también una visión histórica y
sociológica del derecho. Posteriormente, el trabajo de los textos
clásicos de la sociología del derecho (Durkheim, Weber, Parsons)
junto con el descubrimiento de visiones sociológicas más recientes
TESTIMONIOS 115

(Bourdieu, Luhmann, Touraine, Giddens) y la vastísima literatura


especializada publicada alrededor de la Law and Society Associa-
tion (en particular la Law and Society Review) forman la base
conceptual sobre la cual se apoya mi trabajo. A esta perspectiva se
sumó mi trabajo jurídico especializado en materia de derecho
comercial internacional y derecho de la información, que me han
permitido enriquecer mi visión de conjunto sobre el derecho.
Mi preocupación principal, difícilmente clasificable como “ fi-
losófica” , ha sido intentar una explicación, siguiendo la terminolo-
gía de Francois Ost y Michel van der Kerchove, “ externa” del
derecho. Esta perspectiva supone admitir que el derecho no es un
fenómeno unívoco y que, como cualquier objeto de estudio cientí-
fico, puede construirse desde diferentes perspectivas que responden
a las preguntas e hipótesis realizadas desde el punto de vista del
observador. Se trata de enriquecer, desde diferentes puntos de vista
complementarios, no competitivos, el mismo objeto de estudio.
Desde el punto de vista “ externo” , las normas se observan desde
el “ exterior” del sistema jurídico, pero tomando en consideración
la manera en que los miembros del grupo las consideran desde el
punto de vista interno. Esta visión permite así incorporar al análisis
hipótesis y categorías provenientes de otros campos teóricos (i. e.
la sociología, la antropología, la economía o la ciencia política), sin
por ello desconocer las representaciones de los agentes jurídicos y
el funcionamiento específico del sistema jurídico.
Este tipo de investigación presenta importantes dificultades teó-
ricas y metodológicas. En particular el uso de metodologías
empíricas propias a otras ciencias sociales (principalmente la so-
ciología) aplicadas al derecho supone enfrentarse a un terreno
complejo y poco explorado, particularmente en México. La falta de
referentes y, sobre todo, de datos medianamente confiables ha
producido que mucho del trabajo realizado en conjunto con mi
colega Héctor Fix-Fierro se haya limitado en mucho a la recons-
trucción, más descriptiva que explicativa, de los grandes procesos
de cambio del derecho en México. Hemos penetrado sólo la super-
ficie de la muy compleja relación entre derecho y sociedad. Sin
116 FILOSOFÍA DEL DERECHO

duda, la comprensión filosófica del derecho podría enriquecerse


mucho con el diálogo entre las diferentes perspectivas de estudio
del fenómeno jurídico. Para ello será necesario multiplicar los
esfuerzos en la investigación “ empírica” del derecho y en la
creación de espacios de diálogo para discutir las implicaciones de
sus tesis respecto de la investigación iusfilosófica.
Durante los últimos veinte años, el derecho en México ha sufrido
enormes transformaciones, tanto en sus contenidos como en su ope-
ración. Este hecho no hace sino poner en relieve la dimensión temporal
del fenómeno jurídico y su relación con el sistema social. En la
dinámica propia de una “ transición” política, y quizá de una transición
mayor y más compleja resultado del proceso de “ globalización” ,
hemos intentado una explicación más específica sobre la relación
entre los procesos de cambio social y los propiamente jurídicos que
ilumine a la vez ciertas especificidades de la operación del derecho
en México. En un primer intento, cuyo resultado fue mi tesis
doctoral, intenté encuadrar los procesos de cambio en el sistema
jurídico mexicano a partir del significado de la modernidad en
México. En ese trabajo se pretendió determinar, con algún sustento
empírico, en qué sentido la “ modernidad” se había instalado en el
sistema jurídico mexicano; en comprender las contradicciones que
planteaba la modernidad con la tradición y, finalmente, en señalar
los elementos normativos e institucionales que deberían aún modi-
ficarse para completar la modernidad del derecho en México.
En trabajos posteriores, realizados en su mayoría junto con
Héctor Fix-Fierro, intentamos profundizar en algunas de las hipó-
tesis, al tiempo que avanzamos, con dificultad, en el sustento
empírico de la investigación. Los resultados nos han llevado a
replantear o matizar algunas de las ideas antes expuestas. Contra-
riamente a una visión simplificadora, encontramos en primer tér-
mino que el derecho en México desempeña no una sino varias
funciones, porque la realidad social es altamente heterogénea,
dinámica y compleja. Por ello, una explicación global requiere
comprender la mutua articulación de esas diferentes funciones y su
resultado global. En segundo lugar, y éste es quizá el aspecto más
TESTIMONIOS 117

significativo, hemos constatado que lo que observamos en México


es la ampliación de las funciones diferenciadas que cumple el
sistema jurídico en la sociedad. Esta visión supone admitir, contra
quienes ven en el derecho una manifestación particular del poder,
que aquél existe en las sociedades modernas como un sistema
funcionalmente diferenciado y relativamente autónomo frente al
sistema político. Finalmente hemos tratado de indagar en las con-
diciones culturales específicas que producen que el derecho tenga
una multiplicidad de significados en una sociedad compleja.
Mis publicaciones más significativas son las siguientes:
“ El Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la
globalización del derecho” (con Héctor Fix-Fierro), en Witker,
Jorge (ed.), El Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Análisis, diagnóstico y propuestas jurídicos, México, UNAM,
1993, vol. I, pp. 19-54. El mismo artículo fue reproducido en
Witker, Jorge (ed.), Antología de estudios sobre la enseñanza del
derecho, México, UNAM, 1995, pp. 119-155.
“ Notes on Mexican Legal Culture” , Social and Legal Studies,
vol. 4, núm. 4, diciembre de 1995, pp. 477-492.
Las transformaciones del sistema jurídico y los significados
sociales del derecho en México, México, UNAM, 1997.
“ Comunicación entre culturas jurídicas: los paneles binaciona-
les del capítulo XIX del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte” (con Héctor Fix-Fierro), Revista de Derecho Privado, año
8, núm. 23, mayo-agosto de 1997, pp. 19-62.
“ Globalización y transición del Estado nacional” , en González,
María del Refugio y López-Ayllón, Sergio (eds.), Transiciones y
diseños institucionales, México, UNAM, 1999, pp. 301-342.
“ ¡Tan cerca, tan lejos! Estado de derecho y cambio jurídico en
México (1970-1999)” (con Héctor Fix-Fierro), Boletín Mexicano
de Derecho Comparado, año XXXIII, núm. 97, enero-abril de
2000, pp. 155-267.
“ Legitimidad contra legalidad. Los dilemas de la transición
jurídica y el Estado de derecho en México” (con Héctor Fix-Fierro),
Política y gobierno, julio de 2001.
ANA LAURA NETTEL*

Comencé a trabajar en la filosofía del derecho a partir de mi ingreso


al Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma Metro-
politana (UAM) en enero de 1979. En esa época trabajé como
asistente en el área de teoría general del derecho que dirigía el
profesor Agustín Pérez Carrillo; después, en octubre de 1979,
presenté examen de oposición para ser nombrada profesora asocia-
da de tiempo completo por tiempo indeterminado.
Cuando entré a la UAM preparaba mi tesis de licenciatura sobre
la responsabilidad civil; este tema necesariamente me condujo a
una reflexión filosófica sobre el problema de la libertad, pero
también sobre el problema de cómo hacer frente, con los medios
que nos da el derecho, a un problema social como es el de la
situación de las víctimas de daños por la llamada responsabilidad
extracontractual.
Esto me llevó a ocuparme de otro problema social: el problema
de salud pública que plantea el aborto en México y la forma de
enfrentarlo a través de la legislación. Así, trabajé sobre un modelo
de lege ferenda aplicado al caso del aborto en México, en colabo-
ración con Pérez Carrillo.
En 1983 obtuve becas del gobierno francés primero y, más tarde
del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), para
estudiar en Francia, en donde presenté en 1991 una tesis de docto-
rado “ nuevo régimen” intitulada Planeación, poder y legitimidad.
Este trabajo constituyó una reorientación de mi reflexión pues
* Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.

119
120 FILOSOFÍA DEL DERECHO

trabajé alrededor del discurso legitimador de un proyecto guberna-


mental: la “ planeación democrática” de Miguel de la Madrid.
Después de mi reintegración al Departamento de Derecho de la
UAM, he continuado en esta vía, interesándome muy particular-
mente en los problemas de la justificación, tomada en su acepción
más amplia: justificación de la legitimidad del poder del Estado y
justificación de la decisión judicial (argumentación jurídica); mis
trabajos en estos últimos años se han referido a estos temas inter-
conectándolos. La crisis de legitimidad del Estado mexicano ha
sido, sin duda, determinante en la orientación de mis temas de
investigación.
Además, he trabajado en tópicos relacionados con el derecho
civil, el derecho penal, la política legislativa y la autoridad jurídica.
Aunque mi eje principal de reflexión es la teoría jurídica, me he
sentido siempre en la necesidad de apoyarme en la práctica del
derecho para llegar a hacer una aportación seria y útil sobre el
mismo.
La necesidad de desarrollar la democracia en nuestro país debe
ser y deberá ser en el inmediato futuro la guía de las investigaciones
que se hagan en México en materia de filosofía y teoría jurídicas.
Las vías más fecundas para realizarlas son, en mi opinión, todas las
que analizan las relaciones entre la sociedad civil y el gobierno, así
como la forma de reforzar la experiencia democrática, particular-
mente estudiando las condiciones que favorecen el control de parte
de los ciudadanos sobre las decisiones de las autoridades públicas.
LEÓN OLIVÉ*

No he trabajado propiamente en la filosofía del derecho, sino en


temas de filosofía de las ciencias sociales, filosofía y teoría políti-
cas, así como sociología del conocimiento. Además, me he ocupado
de cuestiones de epistemología desde mis estudios de doctorado en
la Universidad de Oxford en Inglaterra a finales de los años setenta.
Necesidades teóricas me han llevado a desplazar mi interés alrede-
dor de estas disciplinas, pero siempre he pensado que el instrumen-
tal epistemológico es fundamental para desarrollar otras áreas del
trabajo filosófico.
He trabajado fundamentalmente en México, en la Universidad
Autónoma Metropolitana de 1980 a 1985, y en la Universidad Nacio-
nal Autónoma de México de 1985 a la fecha.
No me considero discípulo de nadie en particular, pero mi trabajo
se ha beneficiado y ha recibido una importante influencia de
filósofos como Fernando Salmerón, Luis Villoro y Ernesto Garzón
Valdés.
Los problemas de la diversidad cultural en México han influido
en mi trabajo; véase mi libro Razón y sociedad (México, Distribu-
ciones Fontamara, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y
Política, núm. 47, 1996), donde considero que muestro la utilidad
y la riqueza de un instrumental conceptual forjado para la epis-
temología al aplicarlo a problemas de las ciencias sociales y analizo
diversos conceptos centrales de la teoría social. Actualmente desa-
* Universidad Nacional Autónoma de México.

121
122 FILOSOFÍA DEL DERECHO

rrollo un trabajo sobre problemas de multiculturalismo en sus


aspectos epistemológicos, políticos y morales.
En mi libro Conocimiento, sociedad y realidad. Problemas del
análisis social del conocimiento y del realismo científico (México,
Fondo de Cultura Económica, 1988; edición en inglés: Knowledge,
Society and Reality, Amsterdam, Rodopi, 1993), sostuve una posición
que toma muy en serio la construcción social del conocimiento,
incluyendo el científico, pero que mantiene, con todo, una posición
realista.
Los temas que vislumbro como los más relevantes a ser tratados
en el futuro próximo por la filosofía del derecho son conceptos
como el de justicia, los problemas que plantea la diversidad cultural
y, en general, el “ derecho a la diferencia” , así como sus repercu-
siones sobre la teoría del Estado. Estas cuestiones deberán ser
tratadas en discusiones entre especialistas a nivel de seminarios,
publicaciones, y discusiones más abiertas a un público no especia-
lizado pero interesado sobre estos temas.
Después de un periodo de esplendor, con maestros como García
Máynez, la producción iusfilosófica en México declinó hasta prác-
ticamente desaparecer. Ha comenzado a resurgir, pero hace falta
mucho impulso institucional; creo sin duda que sería importante
reforzar esta labor en las escuelas de derecho.
Además de los libros mencionados más arriba, a los que consi-
dero mi obra más importante, apunto otros trabajos de relevancia:
Estado, legitimación y crisis, México, Siglo XXI, 1985.
Racionalidad. Ensayos sobre la racionalidad en ética y política,
ciencia y tecnología (introducción y compilación), México, Siglo
XXI-UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1988.
Philosophie und Rechtsteorie in Mexiko (León Olivé und Fer-
nando Salmerón, hrsg.), Berlín, Duncker & Humblot, 1989.
Ética y diversidad cultural (introducción y compilación), Méxi-
co, Fondo de Cultura Económica-UNAM, Instituto de Investiga-
ciones Filosóficas, 1993.
Filosofía moral, educación e historia. Homenaje a Fernando
Salmerón (León Olivé y Luis Villoro, eds.), México, UNAM, 1996.
ALFONSO OÑATE*

En un primer momento la figura que más influencia tuvo en el


ejercicio de mi formación y desarrollo fue la de Ulises Schmill y,
por ende, mis principales áreas de investigación, en ese momento,
fueron el neopositivismo y la teoría pura del derecho; dichas
escuelas marcaron el desarrollo de mis primeros trabajos. En este
primer periodo colaboramos con Agustín Pérez Carrillo, Rolando
Tamayo y Salmorán, Luis Miguel Díaz González, Miguel Ángel
Olguín, Raúl Jiménez, Emilio Rabasa Gamboa, Roberto Ortega
Lomelín y Raúl Nocedal.
Posteriormente, la influencia destacadísima de Javier Esquivel
logró que me adentrara en el realismo escandinavo, el realismo
norteamericano y realizara estudios sobre la filosofía del lenguaje.
Durante esta etapa formamos un grupo de análisis y reflexión con
Agustín Pérez Carrillo, Álvaro Rodríguez Tirado, Luis Miguel
Díaz, Alonso Gómez Robledo, Ana Laura Nettel, Liliana Fort, Rosa
Isabel Estrada, Alberto Arnaut, Daniel Beltrán, Juan Rebolledo,
Raúl Nocedal y Guadalupe Sánchez.
Al interesarme por la filosofía analítica y la lógica deóntica
empezaron a influir en mi trabajo personalidades como H. L. A.
Hart, Joseph Raz, Neil MacCormick, Mario G. Losano, Genaro R.
Carrió, Carlos Alchourrón, Eugenio Bulygin, Roberto Vernengo,
Giusseppe Lummia, Giovanni Tarello, entre otros.
A lo largo de mi desarrollo en el ámbito académico podrían
destacarse como puntos relevantes los siguientes:
* Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.

123
124 FILOSOFÍA DEL DERECHO

De 1975 a 1977 fui profesor de tiempo completo del Departa-


mento de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana,
impartiendo las asignaturas de teoría constitucional, teoría general
del derecho y filosofía del derecho. En este mismo periodo participé
en el diseño curricular de la carrera de derecho, que incluyó como
una de sus materias la de teoría general del derecho, concebida ésta
como la columna vertebral de la propia carrera. La materia se
encontraba dividida en tres cursos posteriores al de introducción al
estudio del derecho, mismo que era prerrequisito para llevar filo-
sofía del derecho, conjuntándose así, cinco cursos secuenciales
sobre el aparato lógico-conceptual a utilizarse en el estudio, análisis
y desarrollo de las materias sustantivas.
En 1979 fui nombrado “ Tutor in Jurisprudence” en Keble
College, Oxford, Inglaterra, y en 1981, “ Lecturer in Jurisprudence
and Comparative Law” en la Universidad de Glasgow, Escocia.
En 1982, fui profesor de medio tiempo del Departamento de
Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana, impartiendo
las asignaturas de teoría general del derecho y filosofía del
derecho, además de coordinador de los programas de posgrado
de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Univer-
sidad Autónoma Metropolitana en el plantel Azcapotzalco. Durante
el verano de ese mismo año fungí como “ Visiting Professor” en el
Colegio de Derecho de la Universidad de Houston.
Por lo que se refiere a mi trabajo como investigador del derecho,
las grandes áreas en las que he realizado estudios son el derecho
constitucional, y la teoría y filosofía del derecho. En particular he
dedicado esfuerzos, entre otras áreas, al análisis de la obra de W.
N. Hohfeld (Los conceptos jurídicos fundamentales de W. N. Hoh-
feld, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas,
1977), a la lógica deóntica, a las relaciones entre derecho, ética y
filosofía política, a la argumentación jurídica, y a las aplicaciones
de la filosofía analítica y el positivismo lógico en la teoría general
del derecho.
Me he movido en estos temas al percibir la necesidad de profun-
dizar y adentrarse en temas conexos a la propia teoría del derecho,
TESTIMONIOS 125

para ubicarlos dentro del contexto tanto epistemológico como de


objeto de estudio de mayor alcance. Como aportaciones puedo
mencionar el haber incursionado en algunos temas y autores por
primera vez en la actividad de la filosofía del derecho del contexto
mexicano, permitiendo con ello establecer puentes y contactos con
iusfilósofos de otras latitudes.
De la polaridad existente en los años sesenta entre iusnaturalismo
y positivismo jurídico, se incursionó, a partir de la década de los
setenta, en nuevos enfoques menos dogmáticos y “ partisanos” ,
menos afectados por los defectos característicos de los “ ismos” , y
preocupándose cada vez más por la fuerza explicativa de las herra-
mientas conceptuales y la solución de problemas específicos, y no
con la adopción de dogmas, creencias y convicciones que pudieran
coincidir o ser asimilables a la particular posición ético-filosófica
del investigador.
Las convulsiones políticas de esos años dieron pie a las necesi-
dades de incursionar por senderos precursores de una sociedad más
crítica y por ende abierta. La única vía alterna a los dogmatismos
imperantes, para quienes se resistían a la asunción irreflexiva de
dogmas y corrientes acabadas y finitas de pensamiento, lo consti-
tuía el cuestionarlo todo desde perspectivas diversas, privilegiando
el análisis y solución de problemas concretos desde una óptica
casuística, en detrimento de la suscripción automática de grandes
teorías que, al pretender explicarlo todo, arrojaban densas sombras
sobre los problemas concretos.
Es en este periodo donde considero que se llevó a cabo el trabajo
de mayor relevancia de la escuela de Javier Esquivel, al utilizar la
filosofía analítica para investigar los conceptos jurídicos funda-
mentales, el realismo para analizar los problemas de eficacia y
eficiencia de las normas, y la lógica deóntica para analizar la
relación entre derecho y teoría del derecho, así como la relación
entre lógica y derecho para incursionar en problemas de teoría de
las normas.
En cuanto a los problemas que deben recibir una atención
especial en el futuro, considero que la fase de transición político-
126 FILOSOFÍA DEL DERECHO

constitucional por la que atraviesa México, obliga a reflexionar en


forma ordenada y sistemática sobre algunos elementos de filosofía
política y filosofía moral, de los cuales no se han ocupado hasta el
momento ni la teoría del derecho ni la filosofía jurídica en nuestro
país. Tal es el caso de los problemas concernientes a la legitimidad,
la eficacia y la eficiencia de las normas jurídicas y de los sistemas
jurídicos; la transición democrática y el papel del Poder Judicial en
sociedades abiertas; la coexistencia del sistema jurídico oficial, a
nivel nacional, y sistemas jurídicos consuetudinarios de alcance
territorial limitado y origen étnico-cultural ancestral, etcétera.
Trabajando sobre estos temas se podrá llegar a conclusiones
valiosas a través de estudios interdisciplinarios que partan de casos
concretos, evitando las grandes conceptualizaciones de carácter
enciclopédico que terminan por dejar de lado los asuntos que
requieren de análisis y ponderación.
Para concluir, cito un par de obras de mi bibliografía:
“ El segundo imperio” , Los derechos del pueblo mexicano.
México a través de sus Constituciones, México, Cámara de Dipu-
tados del Congreso de la Unión LII Legislatura, 1985, t. IV.
“ El nuevo municipio y el Estado de derecho” , Estudios muni-
cipales, México, año I, núm. 5, septiembre-octubre de 1985.
JAVIER ORTIZ*

En realidad, mi trayectoria como investigador de filosofía del


derecho es incipiente. Tuve el enorme privilegio de ser becario en
el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacio-
nal Autónoma de México y, posteriormente, estar adscrito al Semi-
nario de Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho de la
misma universidad. Al elaborar mi tesis profesional sobre algunos
aspectos de la filosofía jurídica de Joseph Raz (Razones para
actuar, normas jurídicas y desobediencia civil, México, UNAM,
1995) me percaté de la necesidad de llegar a tener, antes que nada,
una comprensión clara de ciertos problemas como la justificación
de la autoridad práctica y la identidad de los sistemas jurídicos, así
como de un entramado de conceptos como “ razones para actuar” ,
“ razones excluyentes” , “ razones en conflicto” y “ razonamiento
práctico” . Al mismo tiempo, como lo muestran las fecundas con-
tribuciones de Hart a la filosofía del derecho, me di cuenta de la
importancia de contar, para tratar de esclarecer esas y otras cues-
tiones de ese tipo, con herramientas teóricas de análisis como las
que proporcionan la lógica y ese estilo de hacer filosofía llamado
filosofía analítica.
Aunque en un principio intenté abordar exclusivamente cuestio-
nes, por así decir, teóricas, o que al menos así me parecían (como
los criterios de identidad de un sistema jurídico), gracias a las
sugerencias de Agustín Pérez Carrillo reparé en la conveniencia de
abordar problemas prácticos, como ciertas formas de desobediencia
* Universidad Nacional Autónoma de México.

127
128 FILOSOFÍA DEL DERECHO

al derecho motivadas por consideraciones morales o políticas, tales


como la objeción de conciencia, la desobediencia civil, el derecho
de resistencia y la desobediencia revolucionaria. Así, por ejemplo,
acerca de la desobediencia civil emerge la cuestión de cuál debe ser
la actitud de los sujetos de la autoridad jurídica cuando consideran
que ésta, por ejemplo, ha aprobado determinadas leyes o pone en
práctica ciertas políticas violatorias de principios de justicia, como
el de la libertad igual o el de la igualdad de oportunidades; asimis-
mo, se plantea cuál debe ser la respuesta de la autoridad frente a las
violaciones prima facie del derecho por parte de los desobedientes
civiles, y cómo puede ser posible una justificación jurídica de la
desobediencia civil.
Ello me llevó a considerar el caso-problema de si está justificada
o no la desobediencia civil que emplea ciertas estrategias “ no
persuasivas” , como las marchas, los “ plantones” , la toma de
instalaciones públicas y demás, en contra de una política económica
no sólo equivocada sino injusta. Actualmente, estoy terminando de
escribir un libro sobre los temas mencionados.
La cuestión planteada acerca de si está justificada la desobedien-
cia civil en contra de una política económica injusta en perjuicio de
la mayoría de la población, que adapté de una pregunta análoga
planteada por Ronald Dworkin respecto a una mala política arma-
mentista que promueve el emplazamiento de proyectiles nucleares,
surgió a raíz de considerar los efectos socialmente devastadores de
las políticas económicas implementadas en los últimos años en
México y en otros países latinoamericanos, como Perú o Vene-
zuela.
Aunado a ello, se registra en nuestros países, en general, una
práctica de intolerancia por las autoridades estatales frente a mani-
festaciones políticas de esa índole, lo que Habermas denomina con
toda razón el “ legalismo autoritario” , que se manifiesta, por lo
general, en reacciones violentas o en el endurecimiento del derecho
penal, bajo el ropaje de eslogans como “ país de leyes” , que es
necesario desenmascarar. Incluso, la Comisión Nacional de Dere-
chos Humanos y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el
TESTIMONIOS 129

ámbito de sus respectivas atribuciones, se han mostrado insensibles


frente a casos que, a mi juicio, califican de objeción de conciencia,
como el de los educandos que han sido expulsados de sus escuelas
bajo el cargo de negarse a honrar a los símbolos patrios, no obstante
que alegan razones de conciencia en favor de su conducta. Com-
parto la convicción de que la acción política ha de estar respaldada
por los mejores argumentos.
En cuanto a otras áreas en que he trabajado, comencé por tratar
de comprender el problema de la identidad personal (metafísica de
las personas). Posteriormente, mi interés se ha centrado en algunos
de los problemas que aborda la teoría de los sistemas jurídicos,
específicamente si los mismos pueden ser considerados sistemas
de razones para actuar (razones autoritativas) que los tribunales
están obligados a aplicar, y qué razones son razones jurídicas de un
mismo sistema (Raz). La necesidad de tener una idea clara y
coherente del concepto de “ razones para la acción” , me ha llevado
a considerar ciertas cuestiones pertenecientes al dominio de la ética
y de la filosofía de la acción.
Si hubiera que responder a la pregunta sobre mis aportaciones
en mi dominio de trabajo, la cual considero que no me corresponde
contestar sino en todo caso a los posibles lectores de mi sencilla
obra, diría que he intentado ofrecer una explicación comprensiva
de algunos de los aspectos de la filosofia jurídica de Joseph Raz.
Los cambios en el entramado institucional de nuestro país,
incluida la interconexión entre sistemas jurídicos distintos, así
como la vigorización de la sociedad civil, constituyen una fuente
de datos, perplejidades y dudas que, sistematizados adecuadamen-
te, pueden proporcionar casos-problema que demanden nuevos
enfoques o la revisión o adecuación de nuestros esquemas de
hipótesis o de algunas “ explicaciones” corrientes; serán, sin duda,
los asuntos que reciban una atención preferente en lo venidero. Así,
para poner un ejemplo, las sentencias dictadas por la Suprema Corte
de Justicia de la Nación en casos difíciles y en “ casos trágicos”
(Manuel Atienza), es decir, aquellos que no pueden dirimirse sin
violar algún “ principio” (como el de legalidad o el de libertad de
130 FILOSOFÍA DEL DERECHO

conciencia), pueden constituir un excelente material de examen no


sólo en cuanto a la corrección o validez de los argumentos emplea-
dos, sino también en cuanto a la validez intrínseca de las razones
en conflicto.
A menudo se topa uno con pretendidas reconstrucciones de
razonamientos judiciales que todavía recurren a nociones como
“ premisa mayor” y “ premisa menor” propias, como bien se sabe,
de la silogística aristotélica, y que me parecen inadecuadas para dar
cuenta de las características y complejidad del razonamiento judi-
cial. Hay aquí también un campo promisorio para la investigación.
El análisis de ciertas formas de razonamiento judicial puede
verse beneficiado con las aportaciones que se han registrado en el
ámbito de la lógica contemporánea. Vale la pena explorar qué tan
válidos y fructíferos pueden ser los sistemas desarrollados en el
campo de la lógica no-monotónica para una mejor comprensión del
razonamiento deóntico, en particular en el campo del derecho frente
a otros enfoques. A la luz de dichos sistemas, v.gr., la lógica default,
es posible estudiar con provecho el problema de los conflictos
normativos y de las obligaciones prima facie. Me parece que los
razonamientos que involucran estas obligaciones constituyen un
tipo de razonamiento falible. Asimismo, constituyen tópicos de
estudio el razonamiento por analogía y el razonamiento a partir
de presunciones, tan usuales en el derecho. Raymundo Morado ha
abierto importantes sendas para llevar a cabo estas investigaciones.
Otra área de mi interés son los problemas que plantea la noción
de “ derechos de los pueblos indios” . Esta idea, sin duda, hace
necesario revisar y superar ciertas formas tradicionales de conside-
rar al derecho como si tuviera, entre otros rasgos, un carácter
individualista al hacer de la persona humana individual el único
portador de derechos. En particular, me he propuesto dilucidar los
conceptos de derecho a la libre determinación y de derecho a la
autonomía, cuyo reconocimiento constitucional demandan los pue-
blos indígenas. Sostengo que una formulación adecuada del reco-
nocimiento del derecho de autonomía de los pueblos indígenas,
como el contenido en el proyecto de la Comisión de Concordia y
TESTIMONIOS 131

Pacificación (Cocopa), en concordancia con los Acuerdos de San


Andrés, es lógicamente compatible con la existencia de un Estado
englobante, es decir, el Estado mexicano.
Hoy por hoy es imperioso impulsar la filosofía del derecho en
México. Si bien son muy laudables y ejemplares los esfuerzos que
se han registrado recientemente (destacando, entre otros, el Semi-
nario Eduardo García Máynez organizado por Ernesto Garzón
Valdés y Rodolfo Vázquez), no son del todo suficientes a fin de
conformar una planta de docentes e investigadores de alto nivel en
filosofía del derecho, con todo lo que ello implica (discusión intensa
de trabajos, producción filosófica de alta calidad, celebración de
simposia, etcétera).
De hecho, difícilmente puede hablarse, en sentido estricto, de
una comunidad filosófica en México; hay nula o poca comunica-
ción entre los investigadores y, cuando la hay, ésta se da con sus
contrapartes en otros países, lo que da como resultado un relativo
aislamiento entre quienes se dedican profesionalmente a la filo-
sofía en nuestro país. Este panorama general es aplicable a la
filosofía jurídica. En general, percibo que hay una dispersión de
valiosos esfuerzos que es conveniente aglutinar en acciones siste-
máticas e institucionales, pero no burocráticas. Por ejemplo, así
como se han establecido programas de posgrado de excelencia en
filosofía de la ciencia en la UNAM, deberían establecerse estudios
de maestría y doctorado de alto nivel en filosofía del derecho o, en
general, en filosofía práctica; en la formación de jóvenes especia-
listas en filosofía del derecho debería privilegiarse un enfoque
interdisciplinario que no sólo conjugue las dos disciplinas, es decir,
filosofía y derecho, sino que también incluya ciencias formales
como la lógica, y ciencias sociales como la sociología.
Antes de concluir quisiera apuntar la enorme deuda intelectual
que tengo con todos los docentes e investigadores en la materia,
quienes con sus aportaciones han contribuido a que perviva la
filosofía del derecho en los centros académicos de nuestra patria.
En particular destaco, entre otras, las aportaciones de Javier Esqui-
vel (194l-l992), Ernesto Garzón Valdés, Agustín Pérez Carrillo,
132 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Mark Platts, Álvaro Rodríguez Tirado, Fernando Salmerón, Rolan-


do Tamayo y Salmorán, y Rodolfo Vázquez, de quienes siempre
he recibido estímulo y múltiples enseñanzas.
Señalo, por último, algunos más de los trabajos de mi biblio-
grafía relacionados con la filosofía del derecho:
“ La coherencia normativa” , Reflejos. Reflexión y conciencia,
México, núm. 5, febrero de 1989.
“ ¿Puede haber razones jurídicas autoritativas?” , Isonomía,
México, núm. 3, octubre de 1995.
“ Una aproximación a los problemas lógicos en torno al concepto
de ‘derechos de los pueblos indígenas’” , IX Congreso nacional de
filosofía, México, Universidad Autónoma de Guanajuato, 1998.
NORA RABOTNIKOF*

Me he dedicado fundamentalmente a trabajar en las áreas de


filosofía y teoría políticas, y teoría social. Se me pregunta acerca
de los factores que han desplazado mi interés de un área a otra; en
realidad no se trata de un desplazamiento sino de un “ dueto” que,
por otra parte, me parece imprescindible.
De manera muy general diría que fue la preocupación por las
“ cuestiones últimas del sentido” , combinada con una desesperada
búsqueda de inteligibilidad, lo que hace muchos años me llevó a
estudiar filosofía. Supongo que son motivos bastante generaliza-
bles para cualquier muchacha o muchacho de dieciocho años que
decide estudiar esta carrera. Simultáneamente, las problemáticas
social y política de los años setenta me hicieron acercarme a la
sociología, a la que por aquel entonces entendía no como ciencia
positiva sino un poco paradójicamente, a la manera de la Escuela
de Frankfurt, como “ teoría crítica” de la sociedad. En ese complejo
entramado que es el derrotero intelectual, creo que un primer
momento productivo estuvo dado por la reconstrucción conceptual
de algunos “ momentos” centrales de la teoría social y política. Ello
significó estudiar a los teóricos de la sociedad y la política, tratando
de reconstruir las grandes preguntas y algunos de los intentos de
respuesta. Esto me llevó a una lectura atenta de los “ clásicos”
de la teoría política de los siglos XVII, XVIII y XIX. Un segundo
momento me llevó a centrarme en el concepto moderno de demo-
cracia, a través de la obra de Max Weber, tratando de ubicar las
* Universidad Nacional Autónoma de México.

133
134 FILOSOFÍA DEL DERECHO

transformaciones conceptuales que la vuelta de siglo traía apareja-


das. Un tercer momento estuvo constituido por una investigación
en torno a la idea de espacio público. Ello me condujo a tratar de
reconstruir, a partir de la problemática de lo público, diferentes
formas de pensar la política que se conformaron en momentos
claves y que constituyeron, de alguna manera, “ tradiciones” .
Si tomo en cuenta los veinte años que transcurren desde mi
salida de Argentina en 1976 hasta la fecha, podríamos decir que se
trata de años muy densos en transformaciones sociales y políticas
que inciden de manera fuerte tanto en el aspecto teórico como en
el biográfico. En el plano internacional, la cuestión de la “ crisis del
Estado” y los procesos de globalización, obligan a pensar de otro
modo la política. En el plano “ regional” , las dictaduras del Cono
Sur y los procesos de transición a la democracia replantean estas
cuestiones de manera cercana para nosotros. En un plano más
personal-institucional, mi llegada a México y mi incorporación al
Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM en 1986, me
permiten encontrar un entorno de discusión y una inserción laboral
que constituyeron condiciones óptimas para el desarrollo de un
trabajo intelectual.
En cuanto a mis aportaciones hablaría, por un lado, de una línea
que contribuye a lo que podríamos llamar la recepción de Weber
en América Latina. Y al decir esto me refiero a un momento de
revisión profunda de certezas heredadas, de búsqueda de nuevas
formas de pensar la política, y de revisión y abandono posterior de
la teoría marxista. Por otra parte, está una participación en el debate
general sobre la democracia en América Latina, y en particular la
revisión de categorías centrales, a veces acríticamente incorpora-
das, como espacio público, sociedad civil, participación, etcétera.
Temas básicos a tratarse en los próximos años, si nos referimos
a México, serán la debilidad del sistema político, la no vigencia o
existencia del llamado Estado de derecho, la débil presencia de la
legalidad en la cultura política, la cuestión (central a mi entender)
de la confianza política, y la relación entre desigualdad social y
democracia política.
TESTIMONIOS 135

Luhmann tiene una idea interesante acerca de la teoría política


que él enuncia en términos de “ autorreflexión del sistema político” .
A diferencia de la ciencia política o, en nuestro caso, de la filosofía
como quehacer que se desarrolló desde el subsistema científico (o
la academia), y de la política práctica como quehacer de políticos
y funcionarios, la teoría política sería la actividad reflexiva desde
la política misma. Es decir, sería algo así como la reflexión y el
debate desde y con los actores mismos. Creo que desde esta
perspectiva deberá darse el acercamiento a las cuestiones señaladas
anteriormente.
Como filósofa política, tengo la impresión que desde el punto de
vista “ disciplinario” no existe una gran tradición de nuestra área
de estudio en México. Ha habido por supuesto pensadores políti-
cos de originalidad y calidad, pero sospecho que no podemos hablar
cabalmente de tradiciones ni de escuelas.
Seleccionaría, como lo más relevante de mi obra publicada, lo
siguiente:
Max Weber: desencanto, política y democracia, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1989.
“ Corporativismo y democracia” , en Luna, Matilde (coord.),
Relaciones corporativas en un periodo de transición, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, 1992.
“ El retorno de la filosofía política” , Revista Mexicana de
Sociología, México, núm. 2, 1994.
Concepciones del espacio público, México, Instituto Federal
Electoral, Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática,
1997.
“ Corrupción política: definiciones técnicas y sentidos sedimen-
tados” , Isonomía. Revista de teoría y filosofía del derecho, México,
núm. 10, abril de 1999.
LUIS RAIGOSA*

Hasta ahora, mi investigación en filosofía del derecho la he desa-


rrollado específicamente en las áreas de teoría y metodología
jurídicas, campos en los que el Instituto Tecnológico Autónomo de
México tiene especial interés como parte de la formación profesio-
nal de sus egresados de derecho.
Particularmente he trabajado en las áreas de historia de la dog-
mática y en teorías de la producción normativa, como son la teoría
de la argumentación y la teoría de la legislación. Estos campos de
interés se acercan al área del derecho constitucional, especialmente
el derecho parlamentario, en donde también trabajo desde mi
investigación doctoral. Por lo tanto, no ha habido grandes des-
plazamientos en mis campos de interés: hay importantes puntos
de acercamiento entre lo que puede denominarse teoría de la
producción normativa, y la lógica jurídica, la teoría de la interpre-
tación jurídica, la actividad parlamentaria y la actividad normativa
judicial.
Hasta ahora, considero que mis aportaciones se han dado en el
terreno de la divulgación y en el ámbito de la enseñanza de las
teorías, análisis y técnicas actuales del razonamiento judicial así
como de la producción normativa parlamentaria.
Me parece muy difícil considerarme discípulo de algún maestro
en particular, o decir que formo parte de alguna escuela filosófica.
Sin embargo, creo estar más cerca de una línea de pensamiento
analítica, a través de filosófos extranjeros como los maestros Ma-
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.

137
138 FILOSOFÍA DEL DERECHO

nuel Atienza, Robert Alexy, Albert Calsamiglia, Ernesto Garzón


Valdés, Carlos S. Nino, Genaro Carrió, Carlos Alchourrón, Euge-
nio Bulygin, entre los cuales varios han compartido en México sus
investigaciones. Parece claro encontrar detrás de ellos a los grandes
filósofos como Wittgenstein, Hume y Kant, o a los grandes teóricos
del derecho como Kelsen, Hart o Bobbio. Si bien es imposible no
tomar en cuenta a todos, quizá es más clara la influencia analítica
de la filosofía del lenguaje.
No sé si entiendo la pregunta en torno al contexto socio-político
en que se ha desenvuelto mi trabajo, o el propósito de ella; si se
refiere a mis preferencias políticas o a mis actividades políticas y
la manera en que éstas hayan influido en mi actividad académica.
Si a estas cuestiones se orienta la pregunta, no ha habido interfe-
rencia especial de este contexto que haya influido en mi trayectoria.
El por qué me dedico a cuestiones de teoría y filosofía del derecho,
además de cuestiones de derecho público, es por razones académicas
y personales más que socio-políticas.
Para el caso mexicano, sostengo que los problemas que deben
atenderse inmediatamente en la investigación jurídica son, además
de la actualización del material de análisis en la teoría de la
interpretación jurídica, dos campos de atención muy importantes,
condicionados por las alteraciones de nuestras circunstancias aca-
démicas y sociales: se trata de la necesidad de estudiar seriamente
el derecho del Poder Legislativo, estudio que es prácticamente ine-
xistente en México, y que debe abordarse tanto en sus elementos
teóricos como dogmáticos; y, por otra parte, la comprensión de
las características del sistema jurídico del common law en sus
aspectos teóricos, especialmente habida cuenta de los acercamien-
tos jurídicos que estamos viviendo con países de esta tradición.
Por cuanto hace a la primera cuestión, creo que todo está por
hacerse: el ámbito normativo del Poder Legislativo reclama estu-
dios jurídicos con metodología histórica, sociológica, estadística,
especialmente dogmática, considerando que ese poder es jurídica-
mente poco conocido. Diversos artículos que he escrito sobre estos
temas han sido publicados: “ El concepto de oposición y el control
TESTIMONIOS 139

parlamentario” , en el libro Perspectivas actuales del derecho (Víc-


tor Blanco y Gonzalo Platero, eds.), México, ITAM, 1991; “ Las
comisiones parlamentarias en el Congreso mexicano” , Revista
Mexicana de Estudios Parlamentarios, núm. 3, septiembre de
1991; “ Algunas consideraciones sobre la creación de las leyes en
México” , Isonomía, México, núm. 3, octubre de 1995.
En cuanto al common law, creo que tampoco tenemos muchos
estudios de teoría formulados desde una óptica de juristas entrena-
dos en el civil law. Hace falta estudiar, entre otros aspectos, las
características de la producción normativa en ese sistema frente a
las del nuestro, la posición de las fuentes del derecho entre ellos y
su comparación con la nuestra.
Creo que la filosofía del derecho en México tuvo un desarrollo
muy importante gracias al impresionante trabajo académico del
maestro Eduardo García Máynez. Sin embargo, don Eduardo no
formó una escuela de pensamiento jurídico mexicano que continua-
ra esa labor académica. Por supuesto que hay profesores muy
importantes que han venido trabajando en el área, pero que no
constituyen propiamente una escuela.
Para concluir, menciono algunos más de los trabajos que he
publicado:
“ La política penal. Algunas notas acerca de las relaciones entre
políticas públicas y derecho” , Perfiles Latinoamericanos, México,
núm. 3, diciembre de 1993.
“ Régimen político y control constitucional” , Isonomía, Méxi-
co, núm. 5, octubre de 1996; también publicado en Este País,
México, marzo de 1996.
“ Control legislativo: control por los órganos y de los órganos” ,
Anuario de Derecho Público 1997, núm. 1 (Los controles consti-
tucionales), México, ITAM, 1998.
ADRIÁN RENTERÍA*

He iniciado mis actividades formales como investigador de filoso-


fía del derecho en la Universidad de Milán, con motivo de mis
estudios de las materias de filosofía del derecho y de teoría general
del derecho en las cátedras del mismo nombre, y precisamente en
las facultades de Derecho y de Ciencias Políticas. Me trasladé a
Italia por motivos personales, desde Chihuahua, en cuya universi-
dad había discutido mi tesis de licenciatura en filosofía, con un
trabajo dedicado al examen del pensamiento político de Thomas
Hobbes, en particular sobre el pasaje del estado natural al estado
civil. De algún modo, terminada la licenciatura había iniciado mi
interés por el derecho, ya que comenzaba a interrogarme acerca del
por qué de la obediencia a las leyes y, por consecuencia, de la
efectividad del derecho, o sea, por argumentos que se colocan en
la “ frontera” entre filosofía política y filosofía jurídica.
Establecido en Milán, decidí darle continuidad a mis intereses.
Tecla Mazzarese, quien tenía como suplente ese año la cátedra de
teoría general del derecho en la Facultad de Ciencias Políticas,
constituyó un factor determinante en este sentido, pues una vez
terminado el año académico —en cuyo transcurso tuve la oportu-
nidad de conocerla e iniciar con ella una buena amistad— me invitó
a participar en el concurso para obtener un lugar en el doctorado de
investigación en filosofía analítica y teoría general del derecho.
Este doctorado era coordinado (y fundado) por Uberto Scarpelli,
por desgracia ya en una trayectoria descendente en su vida, y tenía
* Universidad de la Insubria (sede de Como), Italia.

141
142 FILOSOFÍA DEL DERECHO

(tiene aún) como sede el Instituto de Filosofía y Sociología del


Derecho, reuniendo, además de la Universidad de Milán, las de
Génova, Pavía, Siena, Camerino, Cagliari y Bolonia. Corrí con
suerte y obtuve uno de los tres lugares que se ofrecen cada año, y
de este modo se inició mi formación en esta área de investigación,
pues a través de la amistad con Tecla Mazzarese y las relaciones
que el mismo desarrollo del doctorado implicaba, mi vínculo con
la escuela analítica de filosofía del derecho en Italia se comenzó a
formalizar. A partir del inicio del doctorado, en efecto, tuvo tam-
bién inicio mi actividad dentro del instituto como colaborador
asistente en la cátedra de filosofía del derecho, extendiéndose
posteriormente a las cátedras análogas de las universidades de
Milán-Bicocca y de la Insubria (sede de Como).
En el periodo inicial del doctorado se sitúan mis investigaciones
acerca de la discrecionalidad en la aplicación del derecho y la
responsabilidad del juez, que me permitirán alcanzar el título de
doctor de investigación, y que posteriormente verán la luz en el
volumen Il labirinto della giustizia. Giudice, discrezionalità, res-
ponsabilità (Milán, Franco Angeli, 2000 —Discrecionalidad judi-
cial y responsabilidad, México, Fontamara, 2001—).
Es difícil, en este orden de ideas, identificar una figura de
maestro entre tantos estudiosos, algunos más o menos de mi gene-
ración, y otros de la generación anterior, que de algún modo han
influido en mi pensamiento. Más bien, me considero “ discípulo”
de una corriente de pensamiento iusfilosófico: la corriente analí-
tica de la filosofía del derecho en Italia, cuyos precursores princi-
pales fueron Norberto Bobbio —antes de su desplazamiento al
campo de la filosofía política al inicio de los años setenta— y
Uberto Scarpelli. En el periodo sucesivo, al final de la Segunda
Guerra Mundial, estos pensadores, inconformes con la tradición
idealista prevaleciente hasta entonces, se dan a la tarea de buscar
nuevos instrumentos para el estudio de la filosofía del derecho, y
los encuentran en el positivismo lógico y en el empirismo, y de esa
manera tiene lugar en Italia una saludable renovación en una parte
de la academia iusfilosófica, de la que hoy forman parte —con las
TESTIMONIOS 143

inevitables distinciones que se configuran de cualquier modo alre-


dedor de una común visión filosófica de fondo— estudiosos como
Amedeo G. Conte, Giacomo Gavazzi, Luigi Ferrajoli (formados
directamente en las enseñanzas del Bobbio filósofo del derecho),
Letizia Gianformaggio, Mario Jori (que se pueden considerar alumnos
de Scarpelli), Riccardo Guastini, Paolo Comanducci (repre-
sentantes de la escuela de Génova inspirada por Giovanni Tarello,
otro de los estudiosos que más han contribuido al desarrollo de la
corriente), y los más jóvenes Mauro Barberis, Anna Pintore, Patri-
zia Borsellino, Tecla Mazzarese, Claudio Luzzati, Bruno Celano,
Pierluigi Chiassoni, Giampaolo Azzoni y Paolo Di Lucia. Es claro
que me limito a mencionar a aquéllos con quienes —en diversa
medida— me he relacionado mayormente.
Mi trayectoria se ha desarrollado sobre todo en investigaciones
acerca del concepto de discrecionalidad y en problemas específicos
de la teoría del derecho como la individuación e interpretación de
disposiciones jurídicas y la determinación de los hechos concretos
en una controversia. En el primer sentido, por ejemplo, mi
interés se ha dirigido a cuestiones como la semiótica, en sus tres
niveles de análisis: sintáctico, semántico y pragmático, además de
los principios de coherencia y de plenitud del ordenamiento jurídi-
co. En los últimos tiempos mi interés se ha dirigido también al
campo de la bioética. Por ahora, sin embargo, en este campo me he
dedicado casi exclusivamente al estudio del problema del aborto y
sus particulares implicaciones en temas tan delicados como el inicio
de la vida y el concepto de muerte, que en el futuro me abrirán las
puertas para el examen de otras cuestiones bioéticas (como la
eutanasia, por ejemplo). Quizá es en el terreno de la bioética donde
yo puedo señalar algo que se podría considerar como una aporta-
ción. Me refiero al volumen El aborto. Entre moral y derecho, de
próxima aparición en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
En este libro resumo mis reflexiones de los últimos dos o tres años,
durante los cuales he tenido la suerte de contar con el estímulo de
los estudiantes del curso de filosofía del derecho de la Universidad
de la Insubria (sede de Como). Mi contribución, por llamarle de
144 FILOSOFÍA DEL DERECHO

algún modo, consistiría en despojar el problema de sus caracteres


ético-morales (sin que ello implique no reconocerlos) para, por el
contrario, proponer una visión que privilegie una perspectiva jurí-
dica y de política del derecho; para ello propongo la distinción entre
un punto de vista deontológico y uno teleológico. Según el primero,
es posible considerar moralmente el aborto un error, algo que se
debe evitar; según el segundo, sin embargo, se puede conciliar esa
visión con la observación de las condiciones particulares en las que
una mujer afronta un embarazo indeseado, de manera que se
auspicie de cualquier modo una legislación que deje en sus manos
la opción última (en los tres primeros meses de gestación).
¿Cuáles son los problemas actuales de la filosofía del derecho
que es más necesario o más previsible que reciban atención en el
futuro próximo? Difícil responder. Para comenzar, una cosa es
lo que se considera necesario y una cosa diferente —y más arries-
gada— prever si recibirán atención. En segundo lugar, tal vez es
también importante observar que se puede intentar una res-
puesta en el caso de que la pregunta sea general, mientras que la
respuesta tendrá que ser diversa —al menos en cierto sentido— si
se refiere sólo a México.
Sin duda, hablando en términos muy generales, hoy en día
asistimos a un momento del todo particular en lo que se refiere a la
reflexión acerca del derecho. Por un lado, en efecto, el avance de
las ciencias biomédicas está determinando en el campo filosófico
—tanto general como iusfilósofico en particular— la afirmación de
la reflexión acerca de la bioética, como parte de la más general
atención que se reserva a la ética aplicada. Por otra parte, sin duda
existe toda una amplia gama de problemas que se están generando
a partir de lo que con una fea palabra se ha dado en llamar
globalización: la interrelación cada vez mayor entre los países de
todo el mundo, principalmente en relación con la esfera económica.
En este sentido, la reflexión iusfilósofica —esta vez en general—
está subestimando muchas de las cuestiones problemáticas a las que
la globalización está dando (o puede dar) lugar. Me refiero, en modo
particular, a las consecuencias que para las economías más débiles
TESTIMONIOS 145

puede tener la creciente influencia de los mecanismos propios de


la esfera económica en el campo de lo propiamente político, y en
segundo lugar, a las repercusiones de la globalización económico-
política en el plano de los ordenamientos jurídicos nacionales, en
los conceptos de soberanía y de legitimidad.
En lo que respecta en modo específico a México, la agenda de
estudio deberá contener, sobre todo en este momento de transición
en el que parece que el país se mueve finalmente en una dirección
que quizá nos podría convertir en una democracia madura, cuestio-
nes como la administración y el servicio de justicia, el equilibrio de
los poderes del Estado, el constitucionalismo, entre otros. En este
orden de ideas, un estudio adecuado de los temas mencionados
tendrá que realizarse con modalidades interdisciplinares, llamando
a la causa a los especialistas de sociología jurídica, de derecho
constitucional, de la ciencia política, de teoría del Estado. En efecto,
sólo de una estrecha relación entre especialistas de diversas espe-
cialidades se podrá establecer un panorama lo más fiel posible del
actual estadio en nuestro país para determinar la posible necesidad
de cambios y, eventualmente, cuáles, cuántos y en qué dirección.
Todo esto, es evidente, sin descuidar y, por el contrario, concedién-
doles la debida atención teórica, los nudos problemáticos clásicos
de la teoría y de la filosofía del derecho: interpretación, concepto de
derecho, ciencia jurídica, derecho subjetivo, derechos humanos. A
los que agregaría, además, el ámbito del derecho constitucional,
materia que considero de las más afines a la teoría del derecho.
Con la filosofía del derecho, al igual que con otras disciplinas
curriculares del área de derecho, hemos asistido a un indudable
retroceso respecto a momentos más brillantes que veían lucir, tanto
nacional como internacionalmente, los estudios de los autores que
todos nosotros conocemos. Me refiero, es evidente, a una gran
improvisación en la cobertura de las necesidades que determinaba
la universidad de masa, y que hizo posible en su momento la afirma-
ción de una academia iusfilosófica desganada y desmotivada en el
terreno de la investigación, y, por otro lado, más preocupada por la
actividad práctica —tanto en el sector privado como en el público—
146 FILOSOFÍA DEL DERECHO

que por la investigación, la docencia, la formación. En efecto,


mientras que la universidad se mantuvo como una suerte de lugar
elitista, cuyo acceso se restringía en virtud —digámoslo— de la
pertenencia a una clase social, era evidente que como consecuencia
el acceso a la academia también se restringía a elementos cuya
característica —para llegar a desarrollar su actividad en un contexto
institucional— debía ser necesariamente una vocación a toda prue-
ba; si a ello sumamos el hecho de la fuerte “ selección natural”
precedente, las cuentas resultan claras. Quizá este diagnóstico
descuida otros factores que podrían contribuir a explicar los tiem-
pos oscuros de la iusfilosofía en México, de los que parece en los
últimos tiempos verse un poco más de luz, sobre todo por el emerger
de estudiosos jóvenes que han podido ponerse a prueba en el
extranjero. Sin duda, el elemento que he evidenciado puede jugar
un papel en la explicación del fenómeno y, lo más importante, servir
como experiencia para el futuro, pues si la improvisación a final de
cuentas viene asimilada durante el desarrollo de una carrera acadé-
mica en aquellas áreas de conocimiento más dedicadas a la apre-
hensión del derecho positivo, en una disciplina como la filosofía
del derecho —que nos imaginamos como una actividad crítico-re-
flexiva— ello no es posible, ya que requiere una amplia dosis de
vocación y de interés por la búsqueda de los presupuestos teóricos
de los conceptos jurídicos que no se agota en el estudio acrítico del
derecho existente. Sería entonces auspiciable una evolución en este
sentido, que pueda conducir a una mayor conciencia del papel del
iusfilósofo mexicano no sólo en la agenda internacional sino tam-
bién, sobre todo, con relación al contexto político-social donde
desarrolla su actividad.
Es claro que en esta posible —y auspiciable— evolución, mi
contribución por ahora es del todo marginal y se explica fácilmente
en razón del contexto donde se ha desarrollado mi actividad como
investigador. De cualquier manera menciono una parte —la que
considero más significativa— de mi obra publicada. Además de Il
labirinto della giustizia, quisiera subrayar el número monográfico
de la revista Nóesis (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, vol.
TESTIMONIOS 147

9, núm. 18, 1997) que he coordinado y traducido en su mayor parte,


con artículos a mi juicio relevantes de muchos de los estudiosos
italianos a los que me referido. Y además:
“ Il giudice: quale responsabilità?” , Rassegna forense, Milán,
Giuffrè, núm. 2, vol. XXVII, 1994, pp. 31-67.
“ Discrezionalità del giudice o risposta corretta?” , Revista de
Processo, São Paolo, Brasil, vol. XXI, núm. 83, 1996, pp. 126-164.
“ Giurisdizione e politica. Le immagini del giudice” , Almanac-
chi nuovi, Roma, núm. 1, 1997, pp. 183-209.
“ Poder Judicial y sociedad en México. Entre premoderno y
postmoderno” , en Dreier, R. et al. (eds.), Law and Politics Between
Nature and History, European Journal of Law, Philosophy and
Computer Science, 1997, pp. 191-203.
“ Silogismo jurídico, argumento ‘a contrario’ y reglas constitu-
tivas” , Doxa, Universidad de Alicante, núm. 20, 1997, pp. 317-330.
“ Argumento ‘a contrario’ e silogismo giuridico” , en Martino,
Antonio A. (coord.), Logica delle norme, Pisa, Università degli
studi di Pisa, Facoltà di Scienze Politiche, 1997, pp. 90-110.
“ Scelta discrezionale o risposta corretta? Nota sul giudice e la
responsabilità” , en Bilotta, B. y Scerbo, A. (coords.), La giustizia
e le giustizie, Catanzaro, Rubbettino, 1998, pp. 93-121.
“ Discrecionalidad judicial, nota sobre la responsabilidad del
juez” , Anuario de Filosofía Jurídica y Social, Sociedad Chilena de
Filosofía Jurídica y Social, núm. 16, 1998, pp. 119-153.
ARTURO RICO BOVIO*

Mi formación universitaria se desarrolló en dos direcciones distin-


tas, aunque no divergentes, porque al estar cursando el tercer año
de la licenciatura en derecho inicié a la par los estudios de filosofía
que culminarían en otra licenciatura, ya siendo abogado postulante.
Es menester aclarar que a lo largo de mis estudios jurídicos me
atrajo siempre el enfoque de la investigación, prioritariamente en
el campo teórico, aunque no de manera exclusiva; el resultado fue
una tesis de licenciatura que desde entonces se ubicaba en el terreno
de la filosofía del derecho y que versó sobre la naturaleza de los
derechos subjetivos jurídicos.
Aproximadamente en el año de 1969, al fallecimiento del titular
de la cátedra de Filosofía del Derecho en la entonces Escuela, hoy
Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua,
fui llamado a hacerme cargo de esa materia, misma que, con
excepción de un año, he continuado impartiendo hasta la fecha en
la que formulo este testimonio.
Mi vocación, fuertemente inclinada hacia el quehacer filosófico,
me llevó también a iniciar la carrera de letras españolas, en tanto
que comenzaba a impartir diversas materias curriculares en la
actual Facultad de Filosofía de la misma universidad, donde final-
mente fui designado maestro de tiempo completo.
Al paso de los años estudié la maestría en derecho social en la
Facultad de Derecho de mi Alma Mater, presentando una tesis
también de corte filosófico en torno al ser del derecho social.
Además, culminé un doctorado en filosofía en la Facultad de
* Universidad Autónoma de Chihuahua.

149
150 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Méxi-


co, con un trabajo de recepción titulado El derecho en la perspectiva
del cuerpo. Una teoría integral del derecho.
Además de dedicarme al campo de la iusfilosofía, he trabajado,
quizá con mayor constancia, en otros campos del saber filosófico
como la antropología filosófica y la ética. Creo que mi tesis doctoral
refleja la confluencia de todas estas áreas de reflexión a propósito
de la necesidad de reconceptualizar al derecho.
En mi propuesta acerca del derecho, sinceramente no me consi-
dero discípulo de algún filósofo en particular o de alguna escuela.
Todos tenemos influencias y yo no podría ser la excepción; sucede
que la influencia no está tanto en un autor o escuela iusfilosófica,
sino en ciertas orientaciones del trabajo filosófico general que
hicieron mella en mí: los evolucionistas franceses, el humanismo
personalista, así como algunas escuelas afines dentro de la psico-
logía y la antropología cultural. Los filósofos del cuerpo, como
Merleau-Ponty y Foucault y sus seguidores, especialmente en el
seno de las ciencias sociales, han sido mis mudos interlocutores
teóricos más importantes y con su concurso he pulido muchos de
mis conceptos. Dentro del ámbito propiamente iusfilosófico soy un
inconforme con pocas raíces, pues aunque me formé en la lectura
de nuestros clásicos mexicanos: García Máynez, Recaséns Siches,
Villoro Toranzo, a la vez que de los más polémicos extranjeros:
Kelsen, Bobbio, Del Vecchio, Renard y demás, siempre me resul-
taron insuficientes sus propuestas para la conceptualización y
orientación axiológica del derecho.
Aunque uno no lo perciba claramente, creo que el contexto en el
que vivimos, las experiencias personales que a partir de él vamos
acumulando y procesando, siempre ejercen una influencia sobre
nuestra vida y sobre el pensamiento que generamos. Lo difícil es
ser uno mismo el analista de sus propias circunstancias, porque la
objetividad suele ser cuestionable. De cualquier manera, y sin
circunscribirme únicamente a ciertos hechos históricos, puedo de-
cir que formo parte de una generación más del 68, con profundas
preocupaciones sociales y con una convicción fuerte de la necesi-
TESTIMONIOS 151

dad de abrir nuestro país a los aires democráticos que, dicho sea de
paso, finalmente empezamos a respirar en México. Y digo “ una
generación más” porque no fue una sola la que resintió los dramá-
ticos hechos de Tlaltelolco, sino varias oleadas de jóvenes, entre
los dieciséis y los veintiséis años, con ubicaciones geográficas
distintas en el mapa nacional, quienes nos vimos sacudidos por los
dramáticos acontecimientos dentro de un marco internacional de
guerra fría y de candente debate ideológico. A mí me tocó la
repercusión en una provincia de las más alejadas de los sucesos,
pero no menos conmovida. El debate central en este contexto ha
sido siempre el indagar qué debe ser y cómo podemos implementar
la democracia, no sólo en lo político, sino en todos los ámbitos.
Puedo afirmar con certeza que he sido constante en mis temas
de investigación. Mi preocupación central es y ha sido el ser
humano. Detrás de teorías, prácticas humanas e instituciones, falli-
das o afortunadas, encuentro siempre las ideas que construimos en
torno de nosotros mismos como especie y como individuos. For-
mular una antropología filosófica resultó el axis de mi reflexión y
a partir de ella he venido reconstruyendo los restantes ámbitos
filosóficos: una ética, una filosofía de la historia, una filosofía de
la cultura, una metafísica y, particularmente, una filosofía del
derecho. Es una especie de labor de crecimiento expansivo en torno
a una propuesta integral sobre el ser humano.
Mi énfasis actual en la filosofía del derecho se debe a la toma de
conciencia, con motivo de la elección de mi trabajo de investigación
para el doctorado en filosofía, de la conveniencia de conjugar mis
dos fuertes formaciones académicas con miras a una propuesta que
pueda ayudar a poner al derecho a la altura de las necesidades de
estos fin y principio de milenios.
En estos momentos el tópico que mejor expresa mis intentos de
contribución filosófica es el del cuerpo. Puede designarse a mi
reflexión como un filosofar en torno al mismo. Claro está que
“ cuerpo” no es definido por mí a la manera usual como la parte
física de los seres humanos, o como la realidad puramente material
de ciertos entes. Por cuerpo entiendo a la totalidad y complejidad de
152 FILOSOFÍA DEL DERECHO

un ser, incluyendo al humano. Es algo equivalente a “ sistema” , pero


con una inclinación hacia lo real, lo objetivo. Desde esta propuesta
provocativa, puesto que incomoda a dualistas y materialistas por
igual, paso a la indagación de las “ valencias corporales” , propie-
dades que en el cuerpo que somos puedo diferenciar en “ necesida-
des” y “ capacidades” de tres órdenes vinculados en forma ascenden-
te: biogénicas, sociogénicas y noogénicas. Aquí encuentro la base
para plantear una visión diferente del derecho, como proyección
social de esas valencias, en la medida en que son reconocidas,
interpretadas y convertidas en instituciones jurídicas y políticas.
El derecho no puede ser, entonces, solamente el orden jurídico.
Es preciso cambiar nuestra noción formalista por otra que lo
contemple en sus dimensiones totales. De eso tratan mi trabajo
doctoral y varias ponencias que he presentado en diversos foros. La
tesis principal es que se trata de un elemento estructurante del
cuerpo social: el derecho es un macroproceso de comunicación
entre un ordenador y los ordenatarios a través de un ordenamiento
que ambas partes contribuyen a forjar, el cual establece el marco
general donde se articula y se sostiene la vida social.
Hoy los cuestionamientos respecto del derecho deben olvidarse de
los intereses pura o exclusivamente teóricos y dedicarse a proponer
soluciones filosóficamente fundadas en torno a problemas de nuestro
momento histórico, v. gr., deben afrontar las situaciones que presenta
la globalización, que de económica pasa a ser cultural y a requerir
marcos jurídicos adecuados; así, procede repensar, revisar y funda-
mentar los derechos humanos universales, las urgencias ecológicas,
el orden internacional y, como eje central, buscar una noción sólida
y universalizable de la justicia, porque sólo con su contribución
podrá procederse a establecer políticas internacionales equitativas
a nivel planetario. Huelga señalar que he estado trabajando en esta
dirección. Y si se me pregunta cómo abordar la solución de dichos
problemas, abundaré en la necesidad de profundizar en el conoci-
miento y presentación de una idea suficiente sobre el ser humano,
una nueva antropología filosófica, que nos permita establecer para
el nuevo milenio una ética humanística sobre cimientos fuertes.
TESTIMONIOS 153

Creo que la investigación sobre el cuerpo puede constituir una


importante contribución en este sentido. Mi propuesta es aún poco
conocida, de modo que su posible repercusión entre los filósofos
del derecho es todavía incierta. Mi experiencia en la presentación
de mis teorías sobre la relación entre cuerpo y derecho en simposios
y congresos nacionales y extranjeros es que tal enfoque causa a la
vez estupor e interés, así como infructuosos intentos de ubicarla en
relación con alguna orientación ya establecida, como la acción
comunicativa de Habermas y, en nuestro ámbito latinoamericano,
con la egológica de Cossio. Algo similar ha sucedido con mi
reflexión en torno al cuerpo en mis trabajos aplicados a otros
ámbitos del filosofar, cuya mayor aceptación ha provenido de
antropólogos y otros científicos sociales.
Respecto a mi bibliografía, la referencia obligada es Las fronte-
ras del cuerpo. Crítica de la corporeidad (México, Joaquín Mortiz,
1990), donde hago una rápida mención al concepto de derecho. La
revista Crítica Jurídica de la UNAM, número 16 (1995), publicó
“ Variaciones sobre el sujeto corporal del derecho” , que ofrece una
rápida visión de mi propuesta en torno al derecho. Mi tesis doctoral
ha sido recientemente publicada por Miguel Ángel Porrúa.
En México, hemos dependido en demasía de las tesis extranjeras
en todas las ramas de la filosofía. Si nuestros iusfilósofos se forma-
ron o provinieron de universidades de otros países, sus plantea-
mientos se encontraron bajo el radio de influencia de las corrientes
en boga en esos espacios académicos. Es el caso, por ejemplo, de
García Máynez y la filosofía alemana, o de Recaséns Siches,
oriundo de España y marcado por la ágil pluma de Ortega y Gasset.
También tuvimos influencia neotomista en autores como Preciado
Hernández y Villoro Toranzo. Actualmente se percibe una clara
tendencia analítica bajo los auspicios de autores germanos y anglo-
sajones. Como en otros sectores de la reflexión, nos ha faltado
originalidad, el atrevimiento para dejar de ser continuadores de
líneas ya establecidas, aunque en notables ocasiones, ha habido
aportaciones no carentes de brillantez.
CARLOS RODRÍGUEZ MANZANERA*

Mi vida académica se ha desarrollado en dos facultades de la


Universidad Nacional Autónoma de México: la de filosofía y la de
derecho. Me he dedicado principalmente a la docencia, iniciando
esta labor en el año de 1977 como ayudante de profesor en la
materia de introducción al estudio del derecho en el Sistema de
Universidad Abierta, y más tarde con la maestra María Elodia
Robles Sotomayor en la cátedra de filosofía del derecho. Bajo su
tutela realicé mi tesis profesional titulada Introducción al problema
de las categorías jurídicas fundamentales, y dos años después
obtuve la “ definitividad” en las materias introducción al estudio
del derecho y filosofía del derecho. El sistema abierto de la Facultad
de Derecho publicó algunas antologías que realicé para estas ma-
terias.
Durante este tiempo tuve el gusto de tratar al maestro Rafael
Preciado Hernández, quien fuera mi profesor y presidente del
sínodo en mi examen profesional. Entre otros de los maestros que
influyeron en la configuración de mi forma de pensamiento debo
mencionar a Eli de Gortari, Abelardo Villegas, Cesáreo Morales,
Ricardo Guerra Tejeda, Juan Garzón, Rosa Krauze, Juliana Gon-
zález, Adolfo Sánchez Vázquez, todos ellos de la Facultad de
Filosofía. Vale la pena dejar constancia de la oportunidad que tuve
de haber conocido a dos grandes filósofos del derecho en nuestro
medio: Óscar Correas y Ulises Schmill; con el primero tuve el
agrado de compartir un curso para la formación de profesores de
* Universidad Nacional Autónoma de México.

155
156 FILOSOFÍA DEL DERECHO

las materias de metodología y ética jurídicas; al segundo lo pude


escuchar durante el VI Seminario Eduardo García Máynez en el
Instituto Tecnológico Autónomo de México, exponiendo el pensa-
miento de Hans Kelsen.
En 1998 me fue concedida la cátedra extraordinaria “ Rafael
Preciado Hernández” y gracias a ella he podido llevar a cabo una
investigación acerca de los postulados filosóficos y jurídicos de los
cuales parte Hans Kelsen en la elaboración de su Teoría pura del
derecho, así como de las críticas que a los mismos realizó el maestro
Preciado Hernández. Espero que esta investigación se convierta en
un futuro libro didáctico para los estudiantes que desean compren-
der el pensamiento kelseniano. De esta misma investigación ha
surgido la ruta para la elaboración de mi tesis doctoral, en la cual
quisiera regresar a analizar la tajante separación entre el mundo del
ser y el mundo del deber ser, en su carácter de postulado para la
elaboración de las teorías jurídicas.
La filosofía del derecho se enfrenta hoy a varios problemas, entre
los que puede citarse la partida de los grandes maestros, los cuales
desgraciadamente no dejaron discípulos directos que heredaran sus
cátedras y sus investigaciones; los debates entre iusnaturalistas y
kelsenianos quedaron en el olvido. Así, habría dos generaciones de
filósofos del derecho: Eduardo García Máynez, Luis Recaséns
Siches, Rafael Preciado Hernández, Fausto Vallado Berrón y Gui-
llermo Héctor Rodríguez, presentes hasta finales de los años sesenta
y principios de los setenta, cuando aparecerían los futuros filósofos
del derecho: Javier Esquivel, Rolando Tamayo y Salmorán, Agus-
tín Pérez Carrillo, Manuel Ovilla Mandujano, entre otros, los cuales
muchas veces tuvieron que buscar nuevos espacios para su desa-
rrollo.
Una de las condiciones esenciales para poder entender y abarcar
los temas de nuestra área es la de contar, tanto con una formación
jurídica, como con una formación filosófica. Sin embargo, difícil-
mente hoy en día la gente puede cursar dos carreras al mismo
tiempo, ya que el factor económico es crucial y resulta necesario
incorporarse cuanto antes al mercado de trabajo. Aunado a lo
TESTIMONIOS 157

anterior, hay una doble carga para el filósofo del derecho, pues éste
tiene que estar al pendiente de los avances tanto en materia jurídica
como en materia filosófica; hoy vamos pasando de los libros a las
fotocopias, al scanner, a los CD-ROMs, al Internet y a los bancos
de datos situados en las bibliotecas virtuales. La pregunta filosófica
es si tanta información no produce exactamente lo contrario: la
desinformación.
Otros dos problemas son los de carácter institucional; por lo
general, los directores de las facultades e institutos no entienden ni
promueven los estudios y las actividades de nuestro campo porque,
entre otras cosas, los filósofos del derecho solemos ser personas
muy críticas, que no nos doblegamos ante sus políticas. Al mismo
tiempo, es frecuente la separación entre los investigadores y los
profesores, proveniente de la falta de cooperación así como de la
competencia propia de las facultades con los institutos, e incluso
de las universidades o instituciones de educación profesional entre
ellas. No hay una verdadera unión en nuestro gremio.
Si la filosofía se produce para los filósofos y rara vez se dirige a
alguien más, la filosofía del derecho participa de ese poco o nulo
carácter didáctico. Vivimos en una época dominada por los aspec-
tos económicos y por los medios de comunicación; por la “ razón
tecnológica e instrumental” , dirían los filósofos. Es una época
predominantemente visual, en la que la mayor parte de la informa-
ción y el entretenimiento van dirigidos en contra de la inteligencia;
y la filosofía no se puede ver más que con los ojos de ésta. Teniendo
en cuenta este contexto agreste, no se puede oscurecer a la filosofía,
hacerla una traba para los alumnos. Si bien es cierto que los
contenidos y el propio lenguaje de la filosofía llevan aparejada una
problemática que les es inherente, que de suyo la vuelven difícil de
entender, también es cierta la necesidad de una “ astucia de la razón
reflexiva” para sacar a la filosofía y a la filosofía del derecho de
este marasmo de complejidad, e introducirlas en el aprovechamien-
to y dominio de la razón tecnológica e instrumental. Como ejemplo
de todo lo anterior, baste recordar que lo importante, desde la
perspectiva de la mayoría de los alumnos, es si se puede vivir o no
158 FILOSOFÍA DEL DERECHO

del derecho, y pasan a segundo término las preguntas fundamenta-


les sobre el mismo. Desgraciadamente los alumnos no ven, debido
a su enfoque, los factores que dirigen su modo de pensar, e incluso
su modo de vivir; como diría Marx, las instituciones educativas
tienden a reproducir las condiciones enajenantes del sistema.
Quizá no sea, de cualquier forma, el momento adecuado para
proporcionar solución a todos estos problemas pues tal vez lo
primero sería llevar a cabo una clara delimitación y enunciación del
objeto de estudio de la filosofía del derecho por parte de todos los
profesores e investigadores del área, y sobre todo, un esfuerzo por
no quedarse en la contemplación del mismo y olvidarse por com-
pleto de su aplicación práctica.
ANDRÉS ROEMER*

Mi trayectoria como investigador de filosofía del derecho ha sido


la de estudiante, profesor y colaborador en eventos académicos, en
materia de análisis económico del derecho (en lo sucesivo, AED).
Esta trayectoria nació de mi interés por las coincidencias entre
la justicia y la eficiencia, así como por los procesos de equidad en
materia de política pública. Se desarrolló a través de diplomados y
cursos (en México, Estados Unidos y Francia) sobre tópicos de
filosofía económica así como por estudios de filosofía en general
(diplomados sobre la filosofía de Heidegger, sobre filosofía lúdica
y teoría de juegos, entre otros).
Posteriormente, mi interés en la materia se intensificó por cues-
tionamientos de política social y pública, lo que me llevó a estudiar
las licenciaturas de derecho y de economía en la Universidad
Nacional Autónoma de México y en el Instituto Tecnológico Au-
tónomo de México, respectivamente. Fue particularmente en el
ITAM, donde a partir del curso de microeconomía del doctor Arturo
Fernández, enfocado a temas de actividades de no mercado, encon-
tré un campo fértil, provocador e importante en el cual la filosofía,
el derecho y la economía ofrecían una interrelación significativa.
En esta etapa impartí cursos de teoría económica y derecho en la
UNAM y en la Escuela Libre de Derecho como profesor adjunto y
asistente particular en los análisis microeconómicos de la ciencia
jurídica. De la misma manera, dicté algunas pláticas en la materia
* Instituto Tecnológico Autónomo de México y Academia Mexicana de Derecho y
Economía.

159
160 FILOSOFÍA DEL DERECHO

y escribí dos artículos sobre la importancia del AED en México.


Mis tesis de licenciatura, en ambas universidades, versaron sobre
el AED en aspectos de derechos de propiedad y regulación.
Realicé estudios de maestría en la Universidad de Harvard con
la especialización en derecho y economía (o AED), teniendo la
oportunidad de trabajar y estudiar con Steven Shavell y Lucian
Bechuck, tomar clases con Stephen Breyer, Mark Kleiman,
Robert Reich y Richard Zeckhauser, así como asistir a pláticas
de Robert Nozick, Michael Sandel, Roberto Unger y Amartya Sen.
Durante mi etapa como estudiante participé en la fundación de la
Asociación Norteamericana de Derecho y Economía en la Univer-
sidad de Champagne, Urbana, donde establecí relación con Robert
Cooter (director del Departamento de Jurisprudencia y Política
Social de la Universidad de Berkeley), quien me brindó la oportu-
nidad de ser mi asesor en el doctorado de políticas públicas en dicha
universidad.
Mi interés en los aspectos sustantivos del AED me llevó a
escribir un trabajo para lograr la candidatura al doctorado involu-
crándome de manera intensa en el debate filosófico entre utilitaris-
mo y sus derivaciones (Pareto, Posner, Cooter), kantismo y neo-
kantismo (Rawls-Dworkin), comunitarismo y crítica jurídica.
De la misma manera, mis campos de especialización en el
doctorado versaron sobre economía neoinstitucional, elección pú-
blica y elementos sustantivos de criterios de eficiencia versus
justicia del AED. La asesoría recibida por Suzanne Scotchmer,
Eugene Bardach, Michael O’Hare y el propio Robert Cooter, fueron
invaluables para profundizar en los alcances y límites del AED,
tanto en sus criterios normativos desde una perspectiva académica-
teórica, como en sus criterios positivos desde una perspectiva
enfocada a la política pública.
Durante este tiempo, he sido socio activo de la Asociación
Norteamericana de Derecho y Economía, escribiendo ensayos al
respecto, impartiendo cursos de AED en el ITAM, el Centro de
Investigación y Docencia Económica (CIDE) y la Universidad
de Berkeley, y siendo partícipe de la fundación de la Asociación
TESTIMONIOS 161

Latinoamericana de Derecho y Economía (ALACDE) —como


vicepresidente— y la Academia Mexicana de Derecho y Economía
(AMDE) —como presidente de la comisión ejecutiva—. En dichas
responsabilidades he realizado seminarios, congresos internaciona-
les, debates académicos y publicaciones en relación con el AED.
Es importante mencionar que el AED y sus postulados filosófi-
cos, aun cuando parten de manera principal de la Escuela de
Chicago, y fundamentalmente de los trabajos de Ronald Coase,
Gary Becker y posteriormente Richard Posner, han tenido ramifi-
caciones y modificaciones sustantivas (véase perspectiva tradicio-
nal versus neoinstitucional, de elección pública o de la crítica
jurídica, en mi libro Introducción al análisis económico del dere-
cho, México, Fondo de Cultura Económica-Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística-ITAM, 1994).
Sin duda alguna la mayor enseñanza en mi formación académica
la recibí de Robert Cooter, quien ha mostrado particular interés en
realizar estudios interdisciplinarios que consideren variables histó-
ricas, antropológicas, filosóficas, sicológicas en el AED, y no
meramente microeconómicas en la interpretación del derecho,
como lo manifiesta en relación con los trabajos de Shavell (Har-
vard), Polinsky (Stanford), Posner y Landes (Chicago), o Kornhau-
ser (Columbia).
Pero aún más importante que ello, es el sustento filosófico y el
criterio de eficiencia para la interpretación del derecho realizado
por Cooter, que parte de un respeto a derechos inviolables (similar
en dicho sentido a Rawls), de un consenso de cuáles son los ideales
pretendidos por la comunidad, para proponer a continuación el
criterio de Pareto como principio de acción enfocado hacia la
realización de políticas posteriores. Cooter comparte con Posner
—a mi modo de ver— la validez de la jurisprudencia pragmática,
pero la sustenta en principios normativos inquebrantables. En este
sentido, Cooter permite unir principios sólidos normativos con
exigencias que la política pública en materia jurídica requiere
pragmatizar para su aplicabilidad.
162 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Sin duda alguna, la Escuela de Jurisprudencia y Política Social


de Berkeley, que preside Cooter y con quien participa de manera
activa Oliver Williamson (líder de la escuela neoinstitucional del
AED), propone una visión más amplia y mejor fundamentada que
la proposición de Posner, en la cual el criterio de “ maximización
de riqueza” en tanto que criterio de eficiencia, tiene grandes fallas,
tanto en términos morales —porque justifica atrocidades en defensa
de la maximización de riqueza—, como en términos de su aplica-
bilidad a la política pública.
El contexto político-social que ha envuelto mi trayectoria ha sido
el de un México en transición. Un México que busca nuevas
fórmulas de desarrollo político y social. Un contexto de incertidum-
bre y de esperanza, un contexto de cambio. Este ambiente reclama,
por un lado, prospectiva y visión sobre lo que se necesita y se desea
y, por el otro, definición de instituciones y marcos regulatorios
(arreglos formales e informales) para establecer principios básicos
en la reasignación del poder, así como para la formulación de
mecanismos equitativos que promuevan el desarrollo de la sociedad.
Dicho contexto ha influido en mi obra en dos sentidos: 1) defi-
niendo los parámetros dentro del propio AED que establezcan
cuáles son los principios básicos requeridos (en función de lo que
se debe y se desea) y en qué elementos deben sustentarse dichos
principios, y 2) formulando proyectos de política pública que
pongan en acción la jurisprudencia pragmática que los principios
del AED ofrecen a los requerimientos del contexto. Así, mi trabajo
se ha abocado a dos áreas: una normativa-filosófica del AED y otra
positiva con aplicaciones a la política pública en la misma
disciplina.
La principal contribución que he hecho creo que ha sido el
plantear el debate del AED dentro de la ciencias jurídica y econó-
mica en nuestro país —a pesar de las dificultades enfrentadas para
su aceptación en muchos recintos académicos— definiendo cada
una de las perspectivas del mismo, presentando sus principales
expositores, demarcando sus componentes epistemológicos esen-
ciales, sus límites y alcances deontológicos en relación con la
TESTIMONIOS 163

ciencia jurídica, y presentando algunos ejemplos de la aplicabilidad


del AED a la política pública en México. Introducción al análisis
económico del derecho condensa todo este trabajo.
En relación con el área normativa, mi aportación va en defensa
del derecho de Justiniano versus el sistema anglosajón en términos
de resultados de eficiencia, así como de criterios de justicia que
cumplan con la defensa de principios básicos del individuo y que a
partir de allí se consideren elementos de eficiencia para el logro de
los fines consensados.
Por lo que se refiere a mis trabajos en el área positiva del AED,
mis investigaciones en materia de recursos naturales aportan me-
canismos en la definición de derechos de propiedad sobre dichos
recursos, poniendo especial énfasis en los aspectos institucionales-
organizacionales en cada caso concreto. De la misma manera he
propuesto, a partir de mis estudios de AED del arte, la legislación
de un nuevo derecho moral en nuestro país. En materia de estupe-
facientes ilegales he planteado políticas públicas y regulaciones en
función de costos de oportunidad de los factores involucrados. En
cuanto a estos aspectos del AED, es el trabajo sobre Economía y
derecho: políticas públicas del agua (México, CIDE-Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística, 1997) el que considero de
mayor contribución en la materia, debido a que sustenta la utilidad
de la teoría de los derechos de propiedad, de los costos de transac-
ción y de la metodología microeconómica para resolver fallas del
mercado y del gobierno para contribuir con ello a la resolución de
un problema tan latente como es el del agua en México. Además,
recientemente han sido publicados mis libros Sexualidad, derecho
y política (México, Miguel Ángel Porrúa, 1998) y Economía del
crímen (México, Limusa, 2000). En este último, sostengo que el
crimen es un problema para la sociedad, ante todo por dos razones:
por el delito mismo y el daño que éste genera a sus víctimas, a los
familiares y a la sociedad en su conjunto, así como por el miedo y
la inseguridad que produce a su alrededor. El sentimiento de
inseguridad se ve reflejado en el cambio de comportamiento de los
individuos que buscan disminuir su probabilidad de ser víctimas.
164 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Los individuos invierten menos recursos en condiciones de insegu-


ridad, se reduce la productividad de los mismos y se frena el
desarrollo del país. Cuando una persona se siente insegura busca
un distanciamiento de las autoridades y desconfía de la capacidad
de éstas, se siente timada por sus líderes e instituciones y, en ciertas
ocasiones, trata de obtener justicia por su propia mano, generando
la desaparición de la cohesión social y de los sentimientos de
pertenencia a un grupo o comunidad. La delincuencia y el miedo
impiden el desarrollo económico. En el nivel microeconómico, la
delincuencia reduce la formación de capital humano porque induce
a algunos individuos a desarrollar habilidades criminales, en vez de
actividades socialmente productivas. En el nivel macroeconómico,
reduce la certidumbre, mina la confianza y con ello desincentiva la
inversión (nacional y extranjera).
En un futuro, los temas que se hayan de discutir por el AED
deberán ser los siguientes: en cuestiones normativas, la postura de
Posner sobre maximización de la riqueza como criterio de eficien-
cia requiere de atención por las limitantes conceptuales señaladas;
ello demandará buscar nuevas alternativas que por un lado cumplan
con los principios de dignidad y respeto a la individualidad, y que
por el otro logren el mayor número de bienes y servicios con la
menor cantidad de insumos posibles. En cuestiones de derecho
positivo, la regulación en materia de comercio, el derecho laboral,
al igual que las cuestiones procesales y contractuales, requieren de
un análisis formal por parte del AED para reducir costos de tran-
sacción que actualmente obstaculizan un sano desarrollo de dichas
actividades; otro problema en el cual el AED puede ofrecer alter-
nativas viables es, en materia de derecho público y de forma
prioritaria, la formulación del impulso del nuevo federalismo,
generando los incentivos pertinentes que produzcan condiciones
para lograr un mejor gobierno, mantener la unidad nacional e
incrementar el desarrollo económico.
Mi opinión sobre la filosofía del derecho en México no puede
más que limitarse al papel que le corresponde en este sentido al
AED, el cual, como sustento en Introducción al análisis... (pp. 95-100)
TESTIMONIOS 165

y parafraseo a continuación, representa aún una corriente de menor


importancia; sin embargo, su evolución vislumbra ser exponencial.
El desarrollo del AED en México se ha incrementado de manera
significativa a partir de los parámetros del sector público. Así,
vemos que los estudiosos de economía, en mayor medida que los
de derecho, se han interesado por la aplicabilidad del AED en el
campo jurídico y en la filosofía que sustenta el mismo.
Desde luego, es necesario reconocer que la cosmovisión que
ofrece el AED reformula los paradigmas tradicionales que las
facultades y escuelas de derecho contemplan, y que, “ a la Kuhn” ,
se requiere que el “ núcleo” del paradigma tradicional observado
aprecie la utilidad, tanto en términos de debate sobre la ontología
del derecho, así como en la aplicabilidad de la ciencia jurídica al
campo de las políticas públicas, que el AED puede aportar.
En la actualidad académica, hay pocas universidades mexicanas
que muestren un gran interés real por el AED (tanto en su parte
normativa-filosófica como en la positiva). Entre ellas, puede men-
cionarse al ITAM, la primera universidad mexicana que cuenta
con la enseñanza formal y sistemática del AED como parte del
programa de la carrera de derecho; además de contar con un curso
formal de Microeconomía dentro el programa curricular de dicha
carrera; asimismo, la materia derecho y economía se ha constituido
en materia optativa para todos los estudiantes que no estén inscri-
tos en la carrera de leyes. Del mismo modo, recientemente se ha
detectado cierto interés en la Facultad de Derecho de la UNAM
por esta materia; sin embargo, dicha facultad no tiene curso alguno
de AED.
En lo que se refiere a los servicios editoriales, se ha concebido
la publicación de una Gaceta de Derecho y Economía con peri-
odicidad anual, editada por la AMDE, asociación que publica un
boletín con información sobre trabajos y congresos relacionados
con la materia de manera cuatrimestral. La asociación está confor-
mada por aproximadamente treinta distinguidos socios fundadores
así como por socios numerarios-académicos y no numerarios.
166 FILOSOFÍA DEL DERECHO

El principal logro del AED en la comunidad académica ha sido


su contribución para formar una mentalidad jurídica diferente; sea
de investigación, de política o de análisis. El énfasis en los efectos
reales o potenciales del derecho a través de los incentivos que
produce y la importancia de los costos del sistema jurídico, son
vistos con frecuencia por los estudiantes de leyes como la principal
contribución del enfoque económico del derecho. Pero desgracia-
damente, el AED no ha llegado a ser parte integral de la educación
jurídica. El adiestramiento jurídico mexicano y algunas otras cir-
cunstancias institucionales pueden explicar el por qué: el formalis-
mo jurídico en México se ocupa más de las definiciones que de los
propósitos de las disposiciones legales, y el enfoque económico de
la ley parece instrumental, es decir, se ocupa sobre todo de cómo
pueden lograrse ciertos fines al incentivar la conducta de los
miembros de una sociedad.
PEDRO SALAZAR*

La filosofía del derecho engloba áreas de estudio particularmente


complejas: desde la teoría de la justicia y la teoría de la ciencia
jurídica hasta la teoría del derecho propiamente hablando. Mi
interés siempre se ha inclinado por el primero de estos ámbitos. De
hecho, la actitud intelectual con la que me he aproximado al tema
es más “ filosófica” que “ jurídica” . Me inquieta más el mundo del
derecho visto desde fuera, en inevitable contacto con otros univer-
sos temáticos como la moral, la ética, la política y la economía, y
no el fenómeno jurídico hacia adentro. Siguiendo una distinción
propuesta por Bobbio y retomada por Guastini, creo poder afirmar
que me atrae más la “ filosofía del derecho de los filósofos” que
aquélla de los “ juristas” ; la perspectiva de análisis que va desde la
filosofía hacia el derecho y no a partir del derecho y hacia su
interior. Dentro de los límites en los que estas demarcaciones son
posibles, despierta más mi curiosidad la filosofía del derecho en
cuanto tal, que la teoría del derecho y la dogmática jurídica.
Esta predilección por la filosofía en general y por la filosofía
del derecho en particular surge desde que estudié la licenciatura en
derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Tres
profesores y los cursos que con ellos tomé fueron determinantes:
Carlos de la Isla, Víctor Blanco y Rodolfo Vázquez. Con el primero
de ellos tuve la oportunidad de acercarme a la reflexión filosófica
en sentido amplio y a su aplicación en el análisis de los problemas
modernos y contemporáneos. El segundo, a través de dos cursos de
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.

167
168 FILOSOFÍA DEL DERECHO

teoría del derecho al inicio de mi carrera, me acercó al mundo del


“ fenómeno jurídico” . El primero de dichos cursos incluía dos
seminarios dedicados al “ derecho natural” y al “ derecho positivo” ,
respectivamente. Santo Tomás de Aquino y Hans Kelsen fueron mi
primer acercamiento con el clásico debate entre “ iusnaturalistas”
y “ iuspositivistas” que, aunque llamó mucho mi atención, tardé
tiempo en comprender con un mínimo de rigor intelectual. El
tercero de estos profesores, Rodolfo Vázquez, me introdujo propia-
mente al tema de la filosofía del derecho. Vázquez tuvo una
influencia determinante en mi interés por el tema: primero como
mi profesor en dos cursos al final de la carrera y, posteriormente,
con una invitación para participar en un seminario extracurricular
de lectura y discusión sobre temas de filosofía y teoría del derecho.
Recuerdo que a esas discusiones asistían, entre muchos otros,
Bernardo Bolaños, Lorenia Trueba, Wistano Orozco, Alfredo Ore-
llana, Fabrice Salamanca, Mónica González, Diana Álvarez, Ricardo
Calderón, Rafael Loyola. Tiempo después, el propio Rodolfo me
invitó a formar parte del Consejo de Redacción de la revista
Isonomía y me animó a asistir a las sesiones anuales del Seminario
Eduardo García Máynez.
Creo que no me equivoco al afirmar que los años de mi forma-
ción académica y profesional coinciden con el periodo en que el
ITAM se ha consolidado como un punto de referencia obligado para
quienes estudian filosofía del derecho en México. De haber iniciado
mis estudios de licenciatura con un lustro de anticipación, difícil-
mente habría encontrado los incentivos para interesarme en el tema.
Aún así, terminando la licenciatura enfoqué los primeros años de
mi actividad profesional al estudio y aplicación del derecho electo-
ral desde una perspectiva práctico-política. Durante cinco años, de
1994 a 1999, trabajé como asesor jurídico en la máxima autoridad
electoral del país, y tuve oportunidad de publicar algunos trabajos
sobre la transición política mexicana en general, y sobre la trans-
formación de las instituciones electorales en particular: dos libros
en coatuoría (Fondo de Cultura Económica, 1996; Cal y Arena,
2000), un libro colectivo (Cal y Arena, 1997) y diversos artículos
TESTIMONIOS 169

en revistas y periódicos (Etcétera, 1997-1999, Cuaderno de Nexos,


Voz y voto, Enfoque, Diálogo y debate, entre otros). En el número 9
de Isonomía (octubre de 1998) publiqué un trabajo de análisis
jurídico: “ Una aproximación al concepto de legalidad y su vigencia
en México” , que también forma parte de Léxico de la política
(Fondo de Cultura Económica, 2001).
Sin embargo, cuando decidí realizar los estudios de doctorado
retomé la perspectiva del análisis teórico. Me inscribí al docto-
rado en historia del pensamiento y de las instituciones políticas en
la Universidad de Turín, Italia, para trabajar bajo la tutoría del
profesor Michelangelo Bovero. A pesar de que la llamada “ escuela
de Turín” (en la que también se formaron, entre otros mexicanos,
José Fernández Santillán, Corina Yturbe y Lorenzo Córdova) pri-
vilegia el estudio del fenómeno político, vinculando la obra de los
pensadores “ clásicos” con el análisis de la problemática contem-
poránea, mi tesis de investigación es, en parte, netamente jurídica.
Me explico. Motivado por mi experiencia en el ámbito electoral
opté por estudiar el modelo “ democrático constitucional” desde la
perspectiva de la teoría de la democracia, por un lado, y de la teoría
de la Constitución, por el otro. Concretamente me he concentrado
en el análisis de las tensiones que se presentan en los niveles
conceptual, normativo e institucional al interior del “ modelo” . El
estudio de los llamados postpositivistas o neoconstitucionalistas,
para la dimensión jurídica de mi trabajo, constituye un insumo
fundamental. En particular, por su interés específico en la demo-
cracia constitucional, la obra de Luigi Ferrajoli ocupa gran parte de
mi análisis.
Me parece que, así como en el ámbito de la teoría política, el
debate entre liberales y comunitaristas está lejos de agotarse, en
el terreno de la filosofía del derecho, la conflictiva relación entre
la moral y el derecho se repropone como un tema de renovada y
necesaria discusión. El papel protagónico de los derechos funda-
mentales (en su triple vertiente: de libertad negativa, políticos y
sociales) al interior de las democracias constitucionales y en la
esfera internacional, viene acompañado de una inevitable carga
170 FILOSOFÍA DEL DERECHO

valorativa que impacta directamente en el ámbito de las relaciones


jurídicas. No sólo eso: la pluralidad de valores e intereses que
caracterizan a las sociedades contemporáneas obligan a construir
nuevos parámetros teóricos para concebir e interpretar el derecho.
Me parece que estos fenómenos constituyen un terreno ineludible
de reflexión para quienes se proponen estudiar los mecanismos de
creación, interpretación y aplicación del derecho.
Lo que vale para las “ grandes” y consolidadas democracias
occidentales es más imperativo en sociedades desiguales y de poca
tradición institucional como la mexicana. Aún cuando el quehacer
filosófico conlleva la generalización e implica un alto grado de
abstracción, no puede soltar las amarras con los problemas que le
subyacen. Creo que no es errado pretender que la reflexión filosó-
fica jurídica y política aspire a influir positivamente en la realidad
y, para hacerlo, debe considerar sus características. El reto, si no
me equivoco, es vincular la reflexión filosófica, sin desnaturalizar-
la, con la realidad en toda su complejidad y diversidad, es decir, sin
banalizarla. La identidad de los conceptos no debe suponer una
reflexión miope de cara a las diferencias contextuales porque de
ello dependen las posibilidades de impacto de dicha reflexión.
Si tiene razón Isaiah Berlin cuando sostiene que: “ no obstante
todos los esfuerzos que una ciega pedantería escolástica ha hecho
por separarlas, la política ha permanecido indisolublemente ligada
a cualquier otra forma de indagación filosófica” , es innegable la
importancia primordial que tiene la filosofía del derecho para el
México contemporáneo. Pero siempre a condición de que se man-
tenga como tal y no se confunda con la política. No me aventuro a
evaluar cómo ha evolucionado la filosofía del derecho en México
pero sí me atrevo a plantear cómo me gustaría que evolucionara:
como un ámbito de reflexión independiente pero responsablemente
vinculado con la problemática que la rodea; con disposición para
asimilar las reflexiones generadas en otras latitudes pero con capa-
cidad de propuesta; con actitud abierta a las problemáticas y solu-
ciones planteadas desde otros contextos, pero con potencial para
alimentar la discusión a partir de las características y particularida-
TESTIMONIOS 171

des de la realidad mexicana. Una filosofía del derecho que discuta,


aporte, proponga y merezca ser un punto de referencia para nuevas
reflexiones. Una filosofía del derecho que, lejos de aislarse, se
inserte en las grandes discusiones, enriqueciéndolas con una iden-
tidad propia.
FERNANDO SALMERÓN
(1925-1997)

En realidad yo no soy un investigador de filosofía del derecho. Mi


trabajo ha estado relacionado con materias cercanas, en términos
generales, de filosofía práctica, a pesar de que mi formación inicial
está relacionada con el derecho: antes de comenzar formalmente
los estudios de filosofía estudié la carrera de leyes y tuve alguna
experiencia en el ejercicio profesional pero, salvo la tesis que
presenté para obtener la licenciatura, cuyo tema fue “ Kelsen y la
sociología del derecho” (Mensaje, Jalapa, núm. 9, agosto de 1948),
no escribí nada sobre la disciplina. Mis trabajos posteriores se
orientan en otro sentido, fundamentalmente sobre la historia de la
filosofía, la ética y la filosofía de la educación. Solamente en los
últimos años, la preocupación por algunos problemas de la filosofía
política me acercó a cuestiones relacionadas con el derecho.
El haber pasado de los temas jurídicos en mis años de formación,
a los más estrictamente filosóficos, se explica fácilmente por el
cambio del ambiente en Jalapa, en cuya Universidad Veracruzana
estudié derecho, al de la ciudad de México en donde inicié mis
estudios de filosofía, los cuales continué en la Universidad Albert
Ludwig de Friburgo, de Brisgovia, Alemania. Los temas dominan-
tes en la Facultad de Filosofía a partir de 1949 eran los impuestos
por la filosofía contemporánea y la historia de la filosofía moderna
en que trabajó mi maestro José Gaos. Cuando ingresé a la Facultad
de Filosofía ya no enseñaban en ella ni Eduardo García Máynez ni
Luis Recaséns Siches. Mi cercanía con García Máynez, reducida a
173
174 FILOSOFÍA DEL DERECHO

los últimos años de su vida, aunque me mantuvo atento a su trabajo


no reorientó los temas del mío. No pertenezco pues a una escuela
de filosofía del derecho, aunque mis lecturas en ese campo hayan
sido en los primeros años de teoría pura del derecho y en los últimos
de filosofía analítica.
En relación a la pregunta sobre la influencia del ambiente socio-
político sobre el contenido de mi obra, no cabe duda de que mis
últimos escritos sobre ética y diversidad cultural responden al
contexto político del México de los últimos años. No podría decir,
de ninguna manera, que han surgido solamente de la lectura de
autores contemporáneos de otros países, aunque he procurado
mantener la discusión en ese nivel.
Desde mi punto de vista, considero que los problemas urgentes
de la filosofía del derecho contemporánea son las grandes cuestio-
nes clásicas: la relación entre moral y derecho, la tolerancia, y las
razones para defender los derechos humanos. Las vías para tratarlos
son las mismas que para cualquier problema filosófico: el dominio
de los autores clásicos y la atención a los problemas que plantea la
experiencia contemporánea.
La filosofía del derecho en México no se encuentra en su mejor
momento si consideramos los últimos años del siglo XX y, sobre
todo, si hacemos la comparación con las décadas anteriores en que
las publicaciones de García Máynez y Recaséns Siches tuvieron
una gran influencia, además de la eficacia en la cátedra por parte
de maestros como Guillermo Héctor Rodríguez y Rafael Preciado
Hernández, dentro de la Facultad de Derecho. Esto no quiere decir
que no existan actualmente publicaciones de primera línea, por
ejemplo las de Ulises Schmill, y trabajos serios como los de
Rolando Tamayo, Óscar Correas, Agustín Pérez Carrillo y Raúl
Hernández Vega. Hace algunos años, los profesores Ernesto Gar-
zón Valdés y Rodolfo Vázquez han iniciado la publicación de una
serie de pequeños volúmenes sobre ética, filosofía del derecho y
política que sin duda tendrán consecuencias saludables en las
generaciones jóvenes; lo mismo se puede decir de Isonomía, la
TESTIMONIOS 175

revista especializada en teoría y filosofía del derecho que dirige el


profesor Vázquez.
Hace algunos años, en 1989, publiqué en unión con el doctor
León Olivé un libro en alemán sobre la filosofía y la teoría del
derecho en México (Philosophie und Rechststheorie in Mexiko,
Berlín, Dunker & Humblot); en él escribo la introducción en donde
me refiero someramente a los autores compilados: Héctor Fix-Za-
mudio, Eduardo García Máynez, Ulises Schmill, Rolando Tamayo,
Antonio Gómez Robledo, Alejandro Rossi, Ramón Xirau, Javier
Esquivel, Carlos Pereyra y Luis Villoro.
Entre mis escritos sobre temas iusfilosóficos apenas puedo nom-
brar mi tesis de licenciatura, algún ensayo sobre teoría de la acción
que toca la filosofía del derecho de Hegel, además de las páginas
escritas en homenaje a García Máynez (“ Derecho y moral en la
obra de García Máynez” , Estudios jurídicos en memoria de Eduar-
do García Máynez (Fernando Serrano Migallón, coord.), México,
Porrúa, 1996; versión ampliada de un texto publicado en Dianoia.
Anuario de filosofía, México, vol. XL, 1995). En 1996 revisé el
texto de una conferencia dictada en 1993 sobre moral y derecho
(“ Sobre moral y derecho. Apuntes para la historia de una contro-
versia” , Isonomía, México, núm. 5, octubre de 1996) poco después
publique un largo artículo sobre ética y diversidad cultural que toca
de paso algún tema relacionado con la disciplina.
Algunas de mis obras que considero destacadas en diversos
temas, son las siguientes:
La filosofía y las actitudes morales, 4a. ed., México, Siglo XXI,
1991.
Ética y análisis, México, UNAM, Instituto de Investigaciones
Filosóficas, 1985.
Ensayos filosóficos. Antología, México, Secretaría de Educación
Pública, 1988.
Enseñanza y filosofía, México, Fondo de Cultura Económica-El
Colegio Nacional, 1991.
GUADALUPE SÁNCHEZ*

Además de los estudios de licenciatura en la Universidad Nacional


Autónoma de México, tengo otra licenciatura en derecho y la
candidatura al doctorado en la Universidad Central de Venezuela.
Mi tesis de licenciatura se tituló La influencia del pensamiento
político y jurídico de Ricardo Flores Magón en la Constitución de
1917 (México, UNAM, 1978).
Profesionalmente, he estado dedicada principalmente a cuestio-
nes de derecho electoral. El proyecto de tesis de mi doctorado es
un trabajo sobre la evolución de instituciones democráticas en el
derecho electoral mexicano.
Académicamente es otra mi área de trabajo; yo venía trabajando
en filosofía del derecho desde 1974 cuando salí de la facultad, hasta
1987 en que mi carrera había sido prácticamente académica. Mi
trabajo más importante fue un estudio denominado La dogmática
jurídica de Nino (Venezuela, Universidad de Carabobo, Archivos
Latinoamericanos de Metodología y Filosofía del Derecho, 1985).
Mi interés por cuestiones filosófico-jurídicas surgió cuando era
estudiante de la cátedra de filosofía del derecho en la UNAM
impartida por Javier Esquivel, quien me introdujo al mundo de la
filosofía jurídica. Con él trabajé, tanto en la cátedra como en
distintos seminarios, sobre la obra de diversos autores como Kel-
sen, Ross y Hart; vi cuestiones de filosofía analítica, analicé la
filosofía de Kant, y trabajé en teoría de la ciencia sobre todo con
autores como Bunge y Popper.
* Universidad Autónoma de Tlaxcala.

177
178 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Esquivel nos fue ingresando a algunos alumnos al Instituto de


Investigaciones Jurídicas, como a Alonso Gómez Robledo y Alfon-
so Oñate, y a otros al de Investigaciones Filosóficas, entre ellos
Álvaro Rodríguez Tirado. Estos investigadores, además de Juan
Rebolledo, Luis Díaz González Rubio y Miguel Ángel Olguín,
éramos los discípulos de Javier Esquivel, uno de los pocos acadé-
micos que en México han llegado a formar una escuela de análisis
de temas filosófico-jurídicos.
Javier Esquivel en su momento fue la gran promesa, no sólo para
México sino incluso para Latinoamérica. Si Javier hubiera seguido
trabajando, obviamente sería hoy por hoy uno de los principales
exponentes de la filosofía del derecho en Latinoamérica. El proble-
ma fue que Javier se retiró muy joven, pero realmente estaba
fundando toda una nueva escuela, porque lo que se había trabajado
en México hasta los años setenta era la corriente del iusnaturalismo,
a pesar de las innovaciones del maestro Eduardo García Máynez.
Esquivel se encargó, gracias a su formación en Alemania, de
difundir en México algo que era completamente nuevo como es el
positivismo de Kelsen y las obras de autores como Raz, Ross, Von
Wright y Hart, lo cual le daba una perspectiva fresca y novedosa a
la filosofía del derecho. Esto le permitió formar, si acaso en diez
años, una escuela que desafortunadamente se vio desmembrada
quizás por su pronto retiro, con el consecuente estancamiento de la
producción filosófico-jurídica en los años ochenta.
En principio, hoy sigo compartiendo las líneas generales del
pensamiento positivista kelseniano de Esquivel. Sin embargo, ya
en el doctorado con mi tutora, la doctora Julia Barragán, se me
ampliaron las posibilidades para la filosofía jurídica, y pude darme
cuenta de que el positivismo kelseniano es un buen punto de partida,
pero sería limitado quedarnos sólo con él. Esto lo percibí ya desde
los seminarios de la UNAM, a los cuales Esquivel llevaba a
profesores argentinos de un grupo con el que trabajó mucho, como
Carlos Alchourrón, Ernesto Garzón Valdés, Eugenio Bulygin, Car-
los Santiago Nino y la misma doctora Barragán, también argentina
pero emigrada a Venezuela cuando el golpe militar.
TESTIMONIOS 179

Durante mi doctorado tuve muchísima suerte de poder trabajar


con la doctora Barragán. Como la doctora es matemática, se amplió
para mí el mundo, sobre todo a partir del estudio de la teoría de la
incompletitud de los sistemas, ubicando muy bien hasta dónde
podía llegar el positivismo de Kelsen, y cómo en ocasiones hay que
recurrir a ciertas respuestas en metasistemas, fuera del sistema de
la ciencia del derecho. De esta forma empecé a trabajar sobre temas
de la justicia pero ya bajo otros puntos de vista como el de John
Rawls, además de varios autores alemanes que dan una visión más
amplia incorporando al tema jurídico cuestiones valorativas,
políticas, sociológicas, etcétera, que sí pueden someterse a un
juicio racional a partir fundamentalmente de la teoría de la
decisión racional.
En relación con el resto de los discípulos de Esquivel, Alfonso
Oñate, Álvaro Rodríguez Tirado y Luis Díaz, han seguido su misma
línea, todos dentro del enfoque positivista o analítico. Desgracia-
damente nuestro grupo se disolvió; una vez que Esquivel salió de
la UNAM para Alemania, ninguno de nosotros seguimos trabajan-
do juntos. Los que hemos estado más cerca en el trabajo hemos sido
Juan Rebolledo y yo, sobre todo porque ambos hemos investigado
sobre teoría política y sobre el problema de la justicia en los
modelos políticos (Rebolledo a partir sobre todo de la postura de
Rawls). Álvaro Rodríguez Tirado se ha dedicado fundamentalmen-
te a la filosofía analítica; Alfonso Oñate es quizá quien más ha
profundizado en cuestiones de filosofía estrictamente jurídica;
Alonso Gómez Robledo y Luis Díaz se han ocupado de estudiar
asuntos de derecho internacional.
Un problema de esta generación es que no nos hemos dedicado
arduamente a la academia; prácticamente todos hemos trabajado en
el sector público y ninguno de los alumnos de aquel entonces ha
hecho filosofía del derecho de forma intensiva. La única dedicada
a la academia, aunque ella no fue propiamente alumna de Esquivel
sino de Agustín Pérez Carrillo (otro de los profesores de aquel
entonces, junto con Leandro Azuara y Ulises Schmill), ha sido Ana
Laura Nettel, profesora de la UAM, quien tiene una obra publicada
180 FILOSOFÍA DEL DERECHO

con Pérez Carrillo y sigue trabajando en filosofía del derecho


actualmente.
De cualquier forma yo trato de tener contacto frecuente con
investigadores de filosofía del derecho. Además de ver seguido a
mis condiscípulos, conozco muy bien a Rolando Tamayo, de la
UNAM, y a Rodolfo Vázquez, del ITAM, quien es de alguna
manera todavía mi pie en el mundo de la filosofía del derecho, pues
me invita todos los años al Seminario Eduardo García Máynez que
organiza junto con Ernesto Garzón Valdés; en los seminarios he
visto además a todos mis maestros como Garzón Valdés, Alchou-
rrón, Bulygin, y por supuesto a la doctora Barragán, y a profesores
como Manuel Atienza. Por todo esto, por la lectura de las revistas
Doxa e Isonomía, dirigidas por Atienza y Vázquez, respectivamen-
te, y por el contacto que mantengo con la doctora Barragán, que
sigue dedicada en Venezuela a la filosofía del derecho, tengo
todavía alguna idea de lo que se está trabajando actualmente.
Sobre la situación actual de la filosofía del derecho en México,
al menos en relación con Latinoamérica, no creo que haya un
retraso, pero tampoco noto que llevemos la delantera ni mucho
menos. Desde luego que esto tiene que ser, en México, muy
casuístico de universidad a universidad. Tengo la impresión de que
el ITAM, por ejemplo, está ahora mismo a la vanguardia y la
UNAM se ha quedado de alguna manera estancada.
Para que esta disciplina alcance un mayor desarrollo en nuestro
país, en primer lugar, y como en cualquier área, los profesores
deben ser especialistas en su materia, porque lo que sucedía en mis
años de estudiante, y quizá sea lo que sucede ahora, era que
cualquier maestro se ponía a impartir filosofía del derecho con muy
escasa preparación y, desde luego, sin dedicarse de lleno a la
misma. Me parece fundamental que tanto los profesores que impar-
tan filosofía del derecho como los que den la materia teórica
introductoria a la carrera sean especialistas en sus respectivos
terrenos.
Otra cuestión importantísima debe ser la revisión de los progra-
mas de cada facultad para introducir la materia de metodología
TESTIMONIOS 181

jurídica. La gran desgracia de los abogados en México es que son


buenos litigantes pero no tienen ni idea de su papel en el mundo
jurídico, del de los jueces, del de los académicos, del de los
legisladores, etcétera, es decir, de todos los planos del conocimiento
y del quehacer jurídico, ubicados muy confusamente por falta de
una formación teórica y metodológica que daría a los egresados
de las facultades de derecho, que salen conociendo códigos, pero
nada más, una visión más amplia pero a la vez más sistemática y,
por lo tanto, más lúcida de su campo de conocimiento. Otra área
que los programas de las carreras de derecho deberían tocar es, sin
lugar a dudas, la teoría del conocimiento.
De no darse estos pasos, van a seguirse dando buenos litigantes
pero no juristas, y los juristas que haya seguirán siendo los típicos
dogmáticos jurídicos, que ni siquiera tienen claro qué es la ciencia
del derecho, cómo se puede aplicar el método científico en la misma
y cuáles son las limitaciones que el científico del derecho encuentra.
De esta forma, enredan terriblemente los conceptos del conoci-
miento jurídico al carecer de las herramientas metodológicas y de
teoría del conocimiento, lo cual se suma a toda una tradición
iusnaturalista arrastrada hasta nuestros días, y que complica suma-
mente la teoría jurídica.
Para los que hoy se siguen dedicando a la filosofía del derecho,
la justicia seguirá siendo, desde mi punto de vista, el gran tema; y
con mayor razón en países como México, en donde no acabamos
aún de resolver los problemas sociales, el tema sigue contando con
una gran vigencia para cuestiones prácticas: ver qué modelo nos
puede ayudar a resolver mejor estas cuestiones.
En este sentido, y como ya mencioné, plantearse estos problemas
desde la óptica positivista, estrictamente jurídica, no nos va a llevar
a ningún lado, porque la justicia es un concepto muy complejo que
incluye una dimensión política, una valorativa, e incluso una eco-
nómica; como diría Ross, hablar de la justicia jurídicamente es
como dar un golpe en la mesa.
ULISES SCHMILL*

El origen de mis estudios se encuentra en una profunda insatisfac-


ción sobre la forma y el contenido de las cátedras en la Facultad de
Derecho de la UNAM, entre 1954 y 1960, en donde se podían oír
frases como la siguiente, en boca de maestros que gozaban de gran
fama y prestigio: “ La historia de la cultura occidental puede tirarse
al cesto de la basura con tal que se mantenga incólume y se vuelva
forma de vida (¿?) ¡‘el sermón de la montaña’!” . Yo pensaba y
pienso que con esta clase de conceptos y de maestros no se podía
entender ni adelantar nada. Además, comprendí que a estas ideolo-
gías correspondía una posición ante la vida y la política que para
mí era profundamente repugnante: el autoritarismo de cualquier
clase. Mi reacción emocional violenta contra ello tenía su origen
en las muy desagradables experiencias que había sufrido en la
escuela militar en la que cursé la etapa secundaria de mis estudios.
Por ello siempre me ha entusiasmado el pensamiento de los ate-
nienses del siglo V a. C., la época dorada de Pericles, especialmente
de los sofistas, pues en ellos veo los orígenes de las concepciones
modernas sobre la política, la ciencia y el derecho. Me ha indignado,
pues, la injusticia que se ha cometido con ellos, quienes a últimas
fechas han empezado a ser rescatados de la maledicencia del padre
de todas las autocracias y totalitarismos: Platón.
Cuando en una clase de epistemología que impartía el profesor
Guillermo Héctor Rodríguez en la Facultad de Filosofía y Letras oí
la tesis de que a cada posición epistemológica o concepción del
* Instituto Tecnológico Autónomo de México.

183
184 FILOSOFÍA DEL DERECHO

mundo corresponde una posición política, siendo el relativismo


crítico el coordinado con el sistema político de la democracia, sufrí
un verdadero shock cultural, pues comprendí que la posición a la
que había llegado en la adolescencia con la lectura de autores como
Romain Rolland, León Tolstoi, Fiodor Dostoievski, Panait Istrati,
Emile Zolá, Stefan Zweig, Hermann Hesse, Thomas Mann, etcéte-
ra, era de un romanticismo irracional de carácter esteticista y, por
tanto, autoritario por su carácter absolutista. Me acerqué entonces
a preguntarle al profesor Rodríguez de quién eran esas ideas, a lo
que me respondió que eran de Hans Kelsen, y que se encontraban
en las últimas páginas de su Teoría general del Estado y en su libro
Esencia y valor de la democracia. Recordé que todos mis maestros
de la Facultad de Derecho, todos sin excepción, rechazaban la
teoría de Kelsen y la consideraban una construcción falsa, a la que
había que rechazar incluso con desprecio. Por las palabras que usaban
para referirse a ella, la teoría de Kelsen no sólo era falsa, sino
peligrosa y subversiva, digna del más exacerbado desprecio. Kelsen
era la encarnación del mal en la teoría del derecho. Hubo un
profesor muy prestigiado en México que le impuso al profesor
Rodríguez el mote de “ el Papa negro” , por ser el único maestro que
enseñaba la Teoría pura del derecho en la facultad.
Con cierta animosidad en contra de Kelsen me propuse leer la
Teoría pura del derecho en la traducción de Jorge G. Tejerina. Casi
nada entendí en la primera lectura, pero pude percatarme de que ahí
había conceptos muy valiosos, de una exactitud y precisión que no
tenían ninguno de los conceptos de las otras teorías, mucho menos
los que exponían de viva voz los profesores. Ése fue mi primer
contacto con la teoría pura. Y me atrajo profundamente desde un
principio la idea de relacionar la teoría del derecho con otras
disciplinas, no para formar una unidad sincrética, según se aprende
de la lectura de Kelsen, sino para establecer correlaciones entre
ellas.
Durante los siguientes años me dediqué a estudiar detalladamen-
te las obras de Kelsen, todas las que era posible encontrar en español
gracias a las abundantes traducciones argentinas y españolas. Debo
TESTIMONIOS 185

hacer una aclaración: la lectura cuidadosa de Kelsen me llevó a


comprenderlo de ciertas maneras que no eran compartidas por mis
profesores, como De la Cueva, Rojina Villegas y el propio profesor
Rodríguez, quien en esa época intentaba heroicamente compren-
derlo con base en la filosofía neokantiana de Hermann Cohen,
Pablo Natorp y Ernst Cassirer, lo cual era correcto, pero también a
partir de Rudolf Stammler, lo que producía distorsiones imposibles
de comprender, pues los conceptos jurídicos fundamentales de
Kelsen eran asimilados a las categorías jurídicas de Stammler.
Rodríguez aceptaba pues a Tönnies y a Stammler y creía que
proporcionaban un criterio de justicia que consistía en el “ tránsito
de las formas comunitarias de vida a las asociacionarias” , recha-
zando las tesis kelsenianas sobre la irracionalidad y la vacuidad de
los conceptos de justicia. Mi visión en cambio era más sencilla y
menos filosófica: la teoría era más empírica, a mi entender. Era
teoría del derecho positivo. Por ello, fue muy satisfactorio leer las
críticas que Kelsen hizo al profesor Cossío, con motivo de su visita
a la Argentina, en las que afirmó claramente que su teoría era teoría
del derecho, no lógica normativa.
Un acontecimiento decisivo ocurrió en el año de 1960, con la
visita de Kelsen a México. Tuve la oportunidad de conversar varias
veces con él, tres para ser exacto, durante una o dos horas en cada
ocasión. Estas entrevistas fueron de gran importancia para mi
formación intelectual. Pude conocer a Kelsen, observar cómo pen-
saba y hablaba y, lo que fue personalmente más importante, corro-
borar que mi entendimiento de su teoría era correcto. Sentí que
había recibido un espaldarazo y que me había armado caballero, no
sin antes haberme fustigado varias veces con argumentos que sentía
como latigazos.
Quisiera relatar algunas experiencias que obtuve durante su
visita, con el fin de que se tenga una impresión del ambiente que
rodeaba a Kelsen en esta estancia en México. El profesor Recaséns
Siches, junto con otros profesores, entre ellos el licenciado Emilio
O. Rabasa, quien estaba al frente de la División del Doctorado en
la Facultad de Derecho (y a quien debe atribuírsele el mérito de
186 FILOSOFÍA DEL DERECHO

haberlo invitado), había ido a recibir a Kelsen al aeropuerto de la


ciudad de México. Yo acudí también y pude verlo por vez primera,
de lejos, pues no me permitieron estar en la sala de recepción.
Cuando salieron del aeropuerto para dirigirse al coche que los
llevaría al hotel donde se hospedaría, quise acercarme a Kelsen con
el objeto de entregarle mi tesis profesional con la que dos meses
antes había obtenido el grado de licenciado en derecho. Mi tesis se
titulaba El problema de la soberanía, título que copié de una obra
de Kelsen. En ella abordaba los temas centrales de su teoría del
Estado, obra que ya conocía con todo detalle. Recaséns intentó
evitar que me acercara a Kelsen, pero pude entregar mi tesis al
destinatario. Para entonces, Recaséns se presentaba como un crítico
feroz de Kelsen, insultante incluso, y sentía que él era el poseedor
auténtico e incontrovertible de sus teorías, por haberlo leído en
alemán y haber tenido la oportunidad de asistir a algunas de sus
cátedras. “ El profesor Kelsen ha realizado un acto de crueldad
extrema con la diosa de la teoría del derecho: con gran crueldad la
ha mutilado, dejándola herida con dos muñones sangrantes, pues
le ha quitado el criterio de justicia y su realidad sociológica” . Éstos
eran los conceptos que expresaba este sujeto, pronunciados con una
voz afónica de soprano.
Ahora bien, la lectura de Kelsen nunca puede hacerse aislada-
mente, si en realidad se intenta comprenderlo en todas sus dimen-
siones. Es tan grande su aportación a la jurisprudencia y son tan
valiosas sus otras aportaciones, que hice un esfuerzo verdadero para
hacer mío su pensamiento, en todas sus dimensiones. Recuerdo la
lectura del bellísimo ensayo “ La aparición de la ley de causalidad
a partir del principio de retribución” , cuya lectura me produjo un
shock intelectual muy importante, pues por vez primera comprendí
la utilidad de poseer una teoría para aclarar problemas de otras
disciplinas o problemas históricos. Por esta formación, más adelan-
te pude gozar la lectura de las investigaciones de Cassirer en el
ámbito de la teoría del conocimiento, de la filosofía de Kant y de
la filosofía de las formas simbólicas, filosofía que se encuentra
estrechamente relacionada con la concepción de Natorp sobre la
TESTIMONIOS 187

psicología según el método crítico. No era posible entender cabal-


mente a Kelsen sin poseer un conocimiento suficientemente exacto
de la filosofía crítica de Kant. Por tanto, hay que leer a Kant e
intentar dominar sus pensamientos. Pero de Kant hay muchas
interpretaciones, especialmente la clásica de la escuela neokantiana
de Marburgo, cuyo exponente más conspicuo era Hermann Cohen.
La lectura de las obras de Cohen, especialmente de su Lógica del
conocimiento puro y de la Teoría de la experiencia de Kant, me
llevó hasta la desesperación por la dificultad del lenguaje y el estilo
casi bíblico de sus pronunciamientos. Sin embargo, las leí varias
veces, en una traducción al español que me obsequió el profesor
Guillermo Héctor Rodríguez, quien había logrado que se traduje-
ran, ¡en México! la casi totalidad de las obras del neokantismo. Es
digno de resaltar el hecho de que todas las editoriales mexicanas
se negaron, como lo hizo Ortega y Gasset en España, a publicar
las obras que les eran obsequiadas por el profesor Rodríguez de los
epígonos del neokantismo de Marburgo. Si esas obras filosóficas
se hubieran publicado, no hubieran proliferado todas las filosofías
irracionalistas que estaban de moda, de manera tan abundante,
con las que se hacía la fenomenología del relajo y del mexicano, el
existencialismo, el marxismo, etcétera. Sólo después se introdujo
en México la filosofía analítica y la lógica matemática, cuando ya la
moda filosófica irracionalista e intuitiva había pasado a la historia.
La filosofía de Kant y de los neokantianos me indujo además a
estudiar durante algunos años la física. Fue un verdadero milagro
poder leer el libro de Cassirer Substance and Function, en el que
se presenta la filosofía neokantiana de la física de manera moderna
y rigurosa, así como las obras de Natorp sobre la fundamentación
de las matemáticas y las ciencias exactas, en donde ya se establece
el contraste con las corrientes modernas de la metamatemática, con
Russell y Whitehead, Frege, Dedekind, Hilbert, etcétera. Éste fue,
pues, el camino que me introdujo a la moderna filosofía analítica.
Muy a mi pesar, como académico empecé siendo rechazado por
la mayoría de los profesores de la Facultad de Derecho de la
UNAM, en primer lugar y de manera directa, por enseñar a Kelsen
188 FILOSOFÍA DEL DERECHO

en una escuela con fuertes tendencias iusnaturalistas, monopólicas


y autoritarias. El iusnaturalismo, fundamentalmente de origen es-
colástico, es el que imperaba en la facultad. Ni siquiera el iusnatu-
ralismo racionalista, al estilo de Grocio o Puffendorf, mucho menos
de Hobbes. Además, de manera refleja, porque me veían como una
avanzada del neokantismo en México, representado por el profesor
Guillermo Héctor Rodríguez. La característica más descollante de
don Guillermo era su habilidad polémica. En diversos escenarios
refutó a muchos de los maestros más prestigiados de la universidad,
tanto de la Facultad de Filosofía como de la de Derecho. Poseía,
además de esa habilidad que ejercía con gran ironía y contundencia,
algo que no era perdonable: convencía a sus alumnos en su cátedra
y formaba una escuela, compuesta de hombres orgullosos y belico-
sos, que actuaban como si poseyeran una ciencia oculta y podero-
sísima, imposible de ser entendida por los demás alumnos o
maestros. Aquí debo mencionar a personas como Leandro Azuara,
Fausto Vallado, Fausto Terrazas, Alberto Arai, Ariel Peralta, Sal-
vador Corrales Ayala, Manuel de la Cera, Jaime Ortiz Sosa, Rolan-
do Tamayo, Armando Morones y muchos otros.
De modo que mi vida académica siempre se vio atacada por los
directores de la Facultad de Derecho y de los institutos de investi-
gación. Aunque presentaba las solicitudes y exámenes correspon-
dientes para ser aceptado en ellas y desarrollar una vida dedicada a
la academia, nunca fui beneficiado con un nombramiento. Un día
tuve la triste oportunidad de ver la forma como Recaséns Siches
trataba de manera despreciativa y prepotente a Leandro Azuara, un
profesor dignísimo, poseído de una verdadera vocación científica.
Decidí no permitir nunca que nadie me pudiera tratar de la manera
como Recaséns lo hizo con Azuara. Éste era superior en todo a
aquél, pero tuvo que soportar sus insolencias y malos modos porque
de la opinión de ese sujeto dependía su permanencia como investi-
gador y profesor de la facultad.
Por tanto, me ví en la necesidad de ejercer la profesión de
abogado, para poder vivir con dignidad y mantener económicamen-
te a mi familia, primero como secretario de acuerdos del Tribunal
TESTIMONIOS 189

Fiscal de la Federación, luego como abogado postulante en materia


fiscal, para terminar esta etapa de mi vida como magistrado titular
del mismo Tribunal Fiscal. Como este nombramiento es hecho por
el presidente de la república, con aprobación del Senado, mi posi-
ción política dentro de la universidad comenzó a mejorar y pude
obtener la titularidad por oposición en la cátedra de introducción al
estudio del derecho, la que llevaba impartiendo durante más o
menos diez años. El propio Recaséns quiso atribuirse, con menda-
cidad, el mérito de ello. En 1970 fui nombrado subdirector técnico
de la Dirección del Impuesto sobre la Renta. En ese momento, mi
posición cambió en la Facultad de Derecho: me convertí en un
maestro apreciable y digno, tan sólo por el hecho de que podía
ordenar la revisión administrativa de las declaraciones fiscales de
cualquier persona.
Posteriormente, casi tres años después, el presidente de la repú-
blica, a proposición del entonces secretario de Relaciones Exterio-
res, Emilio Rabasa (quien había traído a Kelsen a México en 1960),
me nombró embajador extraordinario y plenipotenciario de México
en la República de Austria. Éste fue un gesto deferente y muy
apreciable del canciller, a quien guardo respeto y reconocimiento.
En Austria pude conocer a Rudolf Aladar Métall, a Alfred Ver-
dross, a Robert Walter, a Ota Weinberger, aunque creo que no se
acordará de mí, al ministro Christian Broda, al lógico matemático
Georg Kreisel, con quien tuve algún contacto gracias a Jean van
Heijenoort, a Ernesto Garzón Valdés y a todos los exiliados argen-
tinos en Alemania y en Austria como, entre otros, Bacigalupo. Fue
una época muy interesante, en la que estudié mucha lógica modal.
Después de cuatro años como embajador de México regresé a
mi patria y, tras otro breve tiempo en la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público, ingresé en un prestigiado despacho de abogados,
desde donde ejercí mi profesión, fundamentalmente en las materias
fiscal y corporativa, con algún éxito profesional y económico. Por
razones especiales tuve que separarme de ese bufete, para formar
uno propio asociado con un grupo de contadores públicos, asocia-
190 FILOSOFÍA DEL DERECHO

ción que no funcionó adecuadamente por lo que me separé de ellos


para formar un bufete con uno solo de los contadores.
Varios años después, fui aceptado como investigador en el
Instituto de Investigaciones Jurídicas, gracias a la amabilidad de un
ex alumno mío, Jorge Carpizo, en aquel entonces director del
mismo. Esta labor fue interrumpida en 1985 por el nombramiento
como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que
hizo en mi favor el presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
Este breve relato de mi curriculum vitae muestra que no pude
dedicarme a la actividad académica por el ambiente francamente
hostil de los profesores a cualquier teoría jurídica que no sirviera
para apoyar ideológicamente los intereses momentáneos de los
titulares del poder o del presupuesto en la universidad. Y como
puede observarse también, nunca busqué llegar a ser ministro de la
Suprema Corte y mucho menos presidente de la misma, tras haber
sido elegido por mis compañeros ministros en cuatro ocasiones.
Pero una vez estando ahí, me dediqué apasionadamente a la labor
jurisdiccional en el máximo tribunal. Fue una época de grandes y
profundas experiencias, y pude contemplar desde el interior los
mecanismos del Poder Judicial y del poder en general. El ejercicio
de la jurisdicción constitucional es apasionante y, al mismo tiempo,
angustiante. En algunas ocasiones, pude ser el origen de algunas
tendencias jurídicas y administrativas. Desde ahí pude observar la
forma como se conducen los jueces y las motivaciones que los
determinan. Esto me hizo comprobar muchas de las tesis de Kelsen
y de los realistas norteamericanos. Me afirmó en mi concepción
positivista del derecho y pude comprobar que las demás concep-
ciones, como el iusnaturalismo y la de los principios, no son sino
instrumentos teóricos para generar más poder de los jueces y crear
inseguridad jurídica.
A pesar de las dificultades académicas y de mis actividades
profesionales, nunca dejé de estudiar y de proponer. Mi desarrollo
filosófico ha transcurrido por tres etapas fundamentales: la primera
estuvo orientada a la determinación, lo más precisa posible, de los
conceptos jurídicos fundamentales con los que la jurisprudencia
TESTIMONIOS 191

positiva podría realizar su labor teórica sistematizadora de los


contenidos de un derecho positivo. Esto significa que la órbita de
mi trabajo era precisamente la de la jurisprudencia pura o teoría
general del derecho, entendida como una disciplina teórica cuyo
objeto consiste en la determinación de las categorías del conoci-
miento jurídico. El uso de la palabra “ categoría” es una clara
indicación de que el punto de vista filosófico central en tales
trabajos estaba en la filosofía trascendental de Immanuel Kant y
Hermann Cohen. En consecuencia, como ya adelanté, la teoría de
Hans Kelsen constituyó el material más fecundo sobre el cual
concentré mis intereses teóricos.
La consideración sistemática de la Teoría pura del derecho me
llevó a tratar de disolver los dualismos que en ella todavía se
encuentran, en especial, el dualismo entre estática jurídica, enten-
dida como un análisis trascendental del conocimiento de las normas
jurídicas ya legisladas, y la dinámica jurídica, entendida como el
análisis trascendental del conocimiento de las normas que determi-
nan los procesos de creación de otras normas jurídicas. Este dua-
lismo me pareció insostenible y tuve la oportunidad de hacer un
intercambio epistolar al respecto con el propio Kelsen.
El análisis de la Constitución mexicana de 1917 fue emprendido,
teniendo como base teórica los resultados señalados, en El sistema
de la Constitución mexicana (México, Librería Manuel Porrúa,
1971). En dicho libro se encuentra una doctrina jurídica sobre la
revolución, conceptualizada mientras existe o se desarrolla la lu-
cha revolucionaria. Concebí a todo movimiento revolucionario
como una descentralización del orden jurídico nacional, cuya uni-
dad quedaba determinada por el derecho internacional. Con ello,
concebí una revolución, mientras la lucha contra el orden jurídico
positivo contra el cual se dirige existe y se desarrolla, como un
orden normativo, es decir, como un conjunto de normas jurídicas o
como un Estado parcial con finalidades sui generis, las que en
último término no son relevantes para su caracterización como
orden normativo, puesto que un orden puede tener cualquier con-
tenido. Concebir la revolución como un orden normativo, como un
192 FILOSOFÍA DEL DERECHO

orden jurídico parcial, implica concebirla como un conjunto de


normas coactivas y dinámicas, con sus respectivos ámbitos
de validez. Lo peculiar de este orden normativo es su variabili-
dad: sus ámbitos de validez normativos no están fijados de manera
permanente, sino que oscilan en verdad día con día para extenderse
o restringirse según el éxito que tengan los órganos del orden
revolucionario en su lucha con los órganos del orden contra el cual
se dirigen. La toma por las armas de una ciudad implica la extensión
de los ámbitos de validez normativos del orden revolucionario. La
imagen que debe formarse de este fenómeno es parecida a la de un
orden federal con ámbitos de validez variables.
La segunda etapa de mi evolución consistió en un intento de
aplicación de las técnicas de la lógica matemática a los problemas
y conceptos de la teoría general del derecho. El producto de dicha
labor se encuentra en “ Consideraciones semánticas sobre la lógica
deóntica, con especial referencia a la jurisprudencia” (Crítica,
México, vol. VIII, núm. 22, abril de 1976). En este trabajo aplico
las técnicas de D. Paul Snyder derivadas de los trabajos de Hintikka,
Kanger, Binkley y otros, contenidas en su libro Modal Logic and
its Applications (Nueva York, Van Nostrand-Reinhold Co., 1971),
a la lógica deóntica reduccionista de Alan Ross Anderson, la que
en gran medida se parece a la conceptuación de las normas hecha
por Kelsen. Con ello obtuve, además de la definición formal de
varias categorías jurídicas, un cálculo que permite establecer cómo
los contenidos de las normas superiores determinan los contenidos
de las normas dependientes de ellas, las inferiores. Asimismo, dicho
trabajo contiene una proposición para formalizar el concepto de
facultad jurídica entendida como el contenido normativo que regula
el proceso de creación de otras normas jurídicas. Para ello se tomó
como modelo lo hecho por Anderson y en lugar de la constante
proporcional S, se utiliza otra constante proporcional N, la que se
interpreta como la nulificación de una norma; se sugiere que el
cálculo resultante es S4. Varios de los trabajos realizados en esta
etapa fueron compilados en mi libro Lógica y derecho (México,
TESTIMONIOS 193

Fontamara, 1994, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y


Política, núm. 28).
Tiempo después me intrigaron de manera muy intensa las pala-
bras que escuché en una cena de parte de un profesor, de profesión
psicólogo, quien estaba entusiasmado con las aportaciones skinne-
rianas a la psicología, las que reseñó brevemente. Pensé entonces
que era posible relacionarlas con las aportaciones de Natorp y
Cassirer. La lectura de Ciencia y conducta humana y Más allá de
la libertad y la dignidad me entusiasmaron también. Por fin encon-
traba una ciencia experimental del comportamiento humano, ade-
más de las investigaciones de los etólogos como Lorenz, Tinbergen,
D. Morris, Barach, Trivers, etcétera. En especial me llamó la
atención el libro Verbal Behavior de B. K. Skinner, en el cual veía
yo la exposición rigurosa de la ciencia que Charles Morris denomi-
na “ pragmática” . Lo más natural, entonces, era unir estas discipli-
nas, pues no es posible poseer conocimientos de diversa índole y
no tratar de integrarlos en una síntesis unitaria.
La crítica de Kelsen y Hart a Austin me parecía superficial e
injustificada. Pensaba que Kelsen coincidía con Austin de una
manera más profunda de lo que él estaba dispuesto a reconocer.
Hart, por otra parte, siempre me ha parecido que sociologiza la
teoría de Kelsen, aunque sustancialmente no agrega algo verdade-
ramente nuevo. Intenté, en consecuencia, exponer la teoría del
derecho con base en el concepto del mandato, pero entendiendo a
éste de la manera elaborada en el libro de Skinner, ya citado, Verbal
Behavior. Posteriormente, pude hacer aplicaciones de la teoría
conductista a la sociología comprensiva de Max Weber, la cual
puede ser traducida de manera exacta utilizando los conceptos de
la teoría de la conducta operante. El resultado de todo ello fue mi
libro La conducta del jabalí. Dos ensayos sobre el poder: Kafka y
Shakespeare (México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas, 1983). Este libro lo pude comentar profusamente con mi
querido amigo Roberto Vernengo durante su prolongada estancia
en México. Puedo decir que entre la segunda y la tercera etapa de
mi evolución intelectual, y como preparación de esta última, fue
194 FILOSOFÍA DEL DERECHO

que publiqué La conducta del jabalí..., que constituye, pues, un


análisis del poder con base en una comprensión de la sociología de
Weber a partir de los conceptos de la psicología de la conducta
operante. Me pareció que las formulaciones a las que llegaba
estaban ilustradas de manera ejemplar en un modelo intuitivo, muy
hermoso y muy trágico, en el Macbeth de Shakespeare. Por otra
parte, la lectura de En la colonia penitenciaria de Kafka me pareció,
de manera obsesiva, un modelo de lo que es el Estado totalitario
y del aprendizaje por medio del castigo, como si las normas que
debemos cumplir fueran leídas en las heridas corporales que su
escritura nos produce, escritura que lleva a cabo la rastra de la
máquina infernal inventada por Kafka.
En la tercera etapa, la actual, intento unificar la problemática de
las dos etapas anteriores con una concepción pragmática del dere-
cho, llevada a cabo desde el punto de vista de una sociología com-
prensiva de corte weberiano, reducida teóricamente a los conceptos
de la conducta operante de Skinner. Este proyecto lo he completado
con la publicación de mi libro titulado Reconstrucción pragmática
de la teoría del derecho (México, Themis, 1997), en el que se
recopilan y unifican los diversos trabajos que había venido produ-
ciendo sobre los conceptos fundamentales de la jurisprudencia.
Debo decir que me he visto en la necesidad de recurrir a la teoría
conductista skinneriana, a la sociología weberiana, a la lógica
jurídica, a la semántica y a la pragmática, a la obra kelseniana y a
otros dispositivos más, para crear un tejido categorial innovador,
creativo y funcional con la finalidad de intentar comprender al
objeto de mis consideraciones teóricas: el derecho positivo. Entre
ellas no hay oposición ni sincretismo. Tal como yo veo las cosas,
pueden establecerse relaciones de unidad entre estas disciplinas
para comprender, lo más ampliamente posible, al derecho, que es
un objeto muy complejo y difícil de entender.
Finalmente, quiero dejar asentado lo siguiente: frente a la infi-
nidad de corrientes y escuelas de pensamiento iusfilosófico actua-
les, creo en el pluralismo cultural y, por lo tanto, en el pluralismo
científico, aunque éste último tenga sus desventajas. Muchas veces
TESTIMONIOS 195

existe oposición en las posiciones doctrinarias porque no se ha


delimitado el objeto de estudio con precisión. Creo que es un deber
teórico de todo investigador determinar cuál es el objeto de sus
consideraciones teóricas, pues encuentro que muchos no lo han
definido con claridad y precisión. Éste fue uno de los méritos de
Kelsen: determinó como su objeto de estudio al derecho positivo.
Creo que muchos autores modernos, muy prestigiados, son, de
manera más o menos intensa, “ neokelsenianos” . Me refiero, por
ejemplo, a Hart, quizá a Raz en sus primeras obras, a Alf Ross, a
Vernengo, a Alchourrón, a Bulygin, a Bobbio, a Guastini, a Co-
manducci, evidentemente a Stanley Paulson y a Rolando Tamayo,
entre otros. En realidad, toda la filosofía del derecho moderna tiene
su origen, directo o indirecto, en Kelsen, aunque no solamente en
él. Pasa con Kelsen algo similar a lo que aconteció con la filosofía
de Kant, en la que se sintetizó mucho de lo que se filosofó anterior-
mente y luego dio origen a muchas escuelas filosóficas subsecuen-
tes, no todas compatibles con ella. En lo personal, puedo afirmar
que mis convicciones más profundas son kelsenianas, aunque debo
admitir que difiero en algunas de sus tesis, como por ejemplo, la de
la “ cláusula alternativa tácita” , y otras que aparecieron en su obra
a partir de 1960, como las caracterizaciones que ha hecho de las
normas morales.
ROLANDO TAMAYO Y SALMORÁN*

A través del tiempo y de las cosas que he hecho en otras áreas, me


he convencido de que la mejor filosofía del derecho ha sido hecha
por juristas. Por eso, todos los estudios que pude haber hecho de
filosofía o los posgrados sobre otras materias que he realizado los
hice siempre con la mirada del jurista, del abogado. Aun cuando
participo activamente en la academia, la profesión siempre me ha
atraído en gran medida, e incluso tengo fuertes vínculos con ella.
Desde pequeño estuve cerca de muchos abogados célebres.
Primero, conocí en casa a muchos abogados importantes, incluso
del extranjero, que visitaban a mi madre; es decir, siempre tuve la
oportunidad de conocer a personas destacadas en este medio y así,
de acercarme a la profesión de diversas formas lo cual era atractivo,
estimulante, para un joven en edad escolar. Además, tuve un
impacto imborrable que me hizo pensar mucho en la carrera de
derecho: mi madre fue una muy importante funcionaria que asistió
a Naciones Unidas en varias ocasiones, lo cual me permitió ver a
representantes de muchos países en debates, la mayoría con forma-
ción de abogados. Desde esos años conocí también al maestro
Antonio Gómez Robledo y al maestro Padilla Nervo, quienes
significaron mucho en mi vida. En realidad todas estas circunstan-
cias son de corte anecdótico porque por supuesto no hablaba de
derecho con ellos ni entendía yo una palabra. Sin embargo, se me
generó un escenario que no me hizo jamás dudar de lo que yo iba
a estudiar; mi vocación estaba decidida desde los trece o catorce
* Universidad Nacional Autónoma de México.

197
198 FILOSOFÍA DEL DERECHO

años. Siempre pensé que la formación de abogado era la más


ecuménica que alguien pudiera tener.
Ya en la carrera, tuve muchos momentos muy estimulantes pues
seguí conociendo a personas de interés y me acerqué a la profesión
con la ilusión, que tiene todo estudiante que inicia, de tener presen-
cia en los tribunales. Tuve la fortuna de tener contacto, desde el
inicio de la licenciatura, con el maestro Guillermo Héctor Rodrí-
guez, primero de manera indirecta a través de alumnos que estudia-
ban con él, a quienes me fui acercando en un plan cada vez más
académico. Muy cercanos a mí estaban Armando Morones y fun-
damentalmente Ulises Schmill. La cercanía con estos brillantes
jóvenes me llevó a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar
algunas materias, entre las cuales, lo que más me impactó fueron
los trabajos de Eduardo Nicol, de quien fui alumno. Sus estudios
se conjuntaban muy bien con lo que hacía Guillermo Héctor Rodrí-
guez, un apasionado aficionado de los temas de la sofística helénica
que me fueron envolviendo y convenciendo de la necesidad de
desenterrarla del sepulcro al que Platón aparentemente la había
confinado. Ahí me aficioné a leer a gente como Popper, Natorp y
demás autores del grupo de Marburgo donde, ya en el campo del
derecho, se insertaba la enorme personalidad y los trabajos de
Kelsen, quien en alguna forma se identifica con este grupo aunque
quizá de manera accidental. Las obras de Kelsen me parecen en ese
momento iluminantes, geniales, tomando en cuenta los anteceden-
tes que tenía yo de teoría del conocimiento y filosofía de la ciencia,
y ya no ese bagaje de iusnaturalismos tradicionales que pudieran
representarme una resistencia.
Entonces comencé a dedicarme en la facultad más a cuestiones
especulativas, siendo ya un cercano seguidor de este grupo, aunque
reconozco que no me hacía mucha gracia alejarme de la profesión,
de la práctica del abogado. No sé si la misma genialidad de Kelsen
me hizo ver que se podía ser, como él por ejemplo, un respetabilí-
simo internacionalista así como un gran constitucionalista tanto en
el terreno teórico como en la actividad práctica, además de ser el
gran creador de la famosísima Teoría pura. Para entonces yo
TESTIMONIOS 199

admiraba más las obras del Kelsen jurista —el Kelsen constitucio-
nalista, el Kelsen autor de El contrato y el tratado, entre otros
trabajos— que del Kelsen filósofo. Incluso hoy me cuesta mu-
cho trabajo decir que Kelsen es un filósofo: no me gusta encontrár-
melo en los diccionarios de filosofía; quizá sea por mis formas
empáticas de ver estas cuestiones. Herbert Hart, con quien tuve
la oportunidad de trabajar en Oxford, me corroboró ese tipo de
impresión: para Hart, Kelsen era, antes que otra cosa, un jurista, y
Hart estuvo muy acostumbrado a verse con filósofos y trabajar con
ellos durante mucho tiempo de manera muy cercana. El mismo Hart
también me da esa imagen atractiva de ser fundamentalmente
jurista; no obstante haber sido un brillantísimo filósofo fue, por
encima de todo, un espléndido jurista, que además empezó su vida
profesional desde el derecho, como criminal lawyer.
En ese tiempo se inició un programa de preparación de profeso-
res. En mi tercer año en la carrera, el maestro Francisco González
Díaz Lombardo sorpresivamente me invitó a ser su adjunto en la
clase de introducción al estudio del derecho, y posteriormente el
maestro Mario de la Cueva me invitó igualmente a ser su adjunto
en las materias de derecho constitucional, y a participar en su
seminario en que hacía tanto trabajos de teoría del Estado como de
derecho constitucional.
Luego vino una oportunidad de ver a varias personas que me
resultaban interesantísimos como juristas; tal es el caso del maestro
Barrera Graf y, sobre todo, del maestro don Niceto Alcalá-Zamora,
un profesor de una gran dimensión internacional. Eso me hizo
escoger estudiar garantías y amparo con Héctor Fix-Zamudio,
quien era entonces discípulo de Alcalá-Zamora. Por ahí se fueron
dando las circunstancias que me llevaron al Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas, a invitación del maestro Medina Pasquel y con el
apoyo de Fix-Zamudio, quien ya estaba trabajando ahí como inves-
tigador de carrera.
Todas estas circunstancias no es que me hayan llamado para la
filosofía pero por lo menos sí para la carrera docente y las activi-
dades académicas, cuando yo tenía ya la alternativa de trabajar en
200 FILOSOFÍA DEL DERECHO

algunos despachos. Entonces tenía la idea de que esto era un apoyo


importante pero tangencial de la preparación como abogado.
Después de todos estos factores, realmente me hubiera sido muy
difícil salirme del mundo de la investigación y la academia; no
obstante eso, yo siempre seguí con la idea manifiesta de aparecer
en la profesión: nunca he tenido ningún problema en ir a tribu-
nales, en formular alegatos, entre otras labores que he seguido
haciendo durante todo el tiempo de mi vida profesional; quizá por
eso ahora los temas de la argumentación jurídica y la dogmática
jurídica me interesan más.
Tras terminar la carrera, el Consejo de Estado francés, por medio
de la facultad, abrió un concurso sobre derecho administrativo, el
cual gané y recibí como premio una beca para estudiar en París. Ahí
realicé un doctorado en derecho constitucional y luego el doctorado
en filosofía. Mi tesis sería francamente de filosofía del derecho, una
tesis marcadamente kelseniana, en el sentido del Kelsen al estilo de
Marburgo, del Kelsen de la teoría dinámica.
Regresando a México, pude haber sido abogado en bancos o
miembro de algún par de despachos importantes sobre todo en
materia laboral, pero había un viejo físico en la UNAM, Medina
Nicolau, quien siendo subdirector de profesorado o un puesto
semejante, me pidió que me incorporara a la planta docente de
tiempo completo. Realmente no estaba en esos tiempos la situación
como para aceptar fácilmente dedicarse de lleno a la academia pero
acabé accediendo. Todas las veces que me inclinaban a la vida
académica terminaba cayendo y nunca me decidí por opciones que
podían haberme resultado más cómodas. Es así como volví al
Instituto de Investigaciones Jurídicas, del que no habría yo de salir
sino hasta que recientemente me pasé a la Facultad de Derecho.
Dedicarme a la vez a algunas cuestiones relacionadas con la
profesión, me mantuvo de cualquier manera vinculado a ella. Triste
circunstancia de los profesores de tiempo completo, quienes para
sobrevivir es necesario que tengan un ingreso complementario; sin
embargo, una actividad plenamente compatible en mi caso fue dar
consultas a despachos de abogados sobre litigios, potenciales liti-
TESTIMONIOS 201

gios, aplicaciones del derecho extranjero, etcétera. Además, fui en


varias ocasiones expert witness en los Estados Unidos, donde
generé una serie de relaciones importantes no sólo en el mundo
académico sino también en el profesional.
Luego, me ocurrieron en el campo de la academia varias cosas
que me introdujeron a cuestiones relacionadas con diversas disci-
plinas como la antropología jurídica. Después de un trabajo mío en
un congreso en Chicago, fui invitado a trabajar a la Universidad de
Leiden en Holanda con un grupo en el que convergieron muchas
universidades europeas y en el cual yo hice una aportación desde
la filosofía del derecho. Tuve entonces la oportunidad de viajar y
conocer varias universidades importantes.
Al regresar comencé a escribir un libro, que por cierto no se ha
reeditado por algunos compromisos editoriales, y que a la postre se
llamó Sobre el sistema jurídico y su creación (México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas). Por una ambición quizá muy
justificable por mi juventud, yo sentía que estaba haciendo un
trabajo inédito. Entonces, Juan Rebolledo, un hombre muy estudio-
so quien era en ese tiempo un muy brillante becario del instituto,
se había enterado de lo que yo estaba haciendo; él había hecho un
viaje de estudios a Oxford y ahí me compró un libro que para mi
sorpresa era prácticamente igual al proyecto del mío, un libro
espléndidamente logrado ante el cual el mío se veía francamente de
segunda división, modesto por decir lo menos. Mi situación era
sumamente difícil. Aparte del choque sicológico, yo tenía que
entregar por contrato ese libro en un par de meses y ahora resultaba
que cualquiera que viera ambos libros pensaría que yo había
plagiado aquella obra extraordinaria y ni siquiera del todo bien. De
esta manera, la preocupación llegaba al grado de pensar en estar
incurriendo en alguna responsabilidad. Buscando una solución, se
me ocurrió escribirle al autor, Joseph Raz, que había escrito el libro
An Introduction to the Theory of the Legal System. Le expliqué la
situación en la que me encontraba haciéndole un sumario de las
partes de mi libro que coincidían con su desarrollo. Contrariamente
a lo que yo podía esperar, Joseph Raz me contestó de una manera
202 FILOSOFÍA DEL DERECHO

muy rápida y amable, y con un lujo detallado de observaciones


sobre mi trabajo, enseñándome dónde podían encontrarse diferen-
cias entre su trabajo y el mío. Raz me honró congratulándose de
que a alguien se le hubieran ocurrido las mismas ideas. Como
consecuencia de esto, me fui acercando mucho a las gentes de
Oxford, donde tuve la oportunidad de estar varias veces, y la fortuna
de conocer a grandes filósofos como Herbert Hart.
Paralelamente a esto, y desde antes, tuve la enorme suerte de que
en el Instituto de Investigaciones Filosóficas era director el maestro
Fernando Salmerón, quien por cierto llevó una gestión espléndida
del instituto; un hombre muy ecuménico y cercano también a la
Universidad de Oxford. Salmerón hizo posible que se acercaran a
México los grandes lógicos de Argentina como eran Carlos Alchou-
rrón, Eugenio Bulygin, y después otros juristas muy notables como
Carlos Santiago Nino (trágicamente desaparecido siendo muy jo-
ven) y Martín Farrell, entre otros. En esa circunstancia, y luego
gracias a Alejandro Rossi, quien creó el medio propicio para que
también viniera Ernesto Garzón Valdés, se empezó a formar un
mundo muy atractivo para el desarrollo de la filosofía del derecho
en nuestro país. Ernesto, con una larga presencia en Europa, muy
conocedor del mundo alemán pero además también de la filosofía
analítica inglesa, vino a México a enseñar a Austin y a toda una
tradición desdeñada en tanto ignorada.
El hecho de que el Instituto de Investigaciones Filosóficas que-
dara un piso arriba del de Investigaciones Jurídicas siempre me
facilitó la incorporación en ese mundo. Desde entonces tuve la
enorme fortuna de hacerme amigo de Ernesto, de Eugenio, de
Carlos, quienes han sido inmensamente bondadosos conmigo. To-
dos ellos ya para entonces con un cartel muy bien establecido en el
mundo de la filosofía, la filosofía jurídica y la lógica. En medio de
este triángulo Argentina-Oxford-México, con el apoyo del doctor
Hart y el doctor Raz, el professor of jurisprudence —quien es
Ronald Dworkin— me invitó a incorporarme a la planta de profe-
sores de Oxford. Esta circunstancia me hizo involucrarme todavía
más en este grupo al grado que durante un tiempo mucha gente del
TESTIMONIOS 203

extranjero creía que yo era argentino. Durante mi estancia en


Oxford conocí a Neil MacCormick, un maestro de la dimensión, de
la estatura del propio Hart. Traté también a Aleksander Peczenik y
al grupo de Finlandia con gente como Aulis Aarnio, entre otros.
Después, por una razón no del todo clara para mí, gané un
premio, inusitado y en cierto sentido polémico porque es un premio
para europeos y que es el Jean Monnet, artífice de la Unión
Europea. Sobre quién me postuló, no lo sé. Puedo tener algunas
conjeturas, en particular de gente de Oxford. Entonces, como
secuela de este premio fui invitado a Florencia donde trabajé con
gente como Meihofer y Luhmann, realizando trabajos de filoso-
fía del derecho donde me acerqué a las ideas del posmodernismo
aplicado al derecho, y trabajos de derecho constitucional com-
parado.
De regreso en México, los ministros de la Suprema Corte, entre
quienes estaba Ulises Schmill, me propusieron participar en la
elaboración de un sistema para la organización de las tesis y los
precedentes jurisprudenciales. Así, durante aproximadamente cin-
co años, me convertí en funcionario judicial, trabajando también en
el rezago del Boletín y del Semanario Judicial, en la preparación
de los discos compactos, en formulación de tesis del pleno, entre
otras labores.
Volviendo sobre mi trabajo académico, considero que he encon-
trado realmente pocos interlocutores. El mundo académico mexi-
cano es de por sí estrecho, y en el caso de la filosofía del derecho
lo es más; pero en todo caso, en mi atmósfera, por muy limitada
que fuera, siempre hubo gente muy talentosa. Desde que recuerdo
mi etapa de estudiante siempre tuve contacto con gente muy bri-
llante, no digamos ya al maestro Guillermo Héctor Rodríguez, sino
también gente joven como Ulises Schmill, Javier Esquivel y Agus-
tín Pérez Carrillo, entre otros.
Yo creo que en la situación particular de México el diálogo se
hace hacia afuera, y aunque parezca triste esta circunstancia, tiene
la ventaja de brindar una gran amplitud intelectual evitando que se
generen ghettos nacionalistas en el mundo académico. México ha
204 FILOSOFÍA DEL DERECHO

recibido sin problemas todas las influencias externas, las prove-


nientes de los países de Europa, lugares que regularmente nos han
suministrado cultura, y en el caso de la filosofía del derecho,
también de Argentina.
Hablar de “ aportaciones” es un tanto engañoso y siempre pre-
suntuoso. Sin embargo, considero que en México hay cosas que no
se hacían al menos a un nivel visible, como recuperar cuestiones de
historia de la ciencia del derecho (ver La ciencia del derecho y la
formación del ideal político. Estudio histórico de la ciencia jurídica
y de su impacto en la ciencia política, México, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, 1989), el revisar cuál es la auténtica
labor del jurista, etcétera. El relativo éxito de algunos de mis
trabajos se ha debido a la ausencia de literatura sobre estos temas;
de otros, quizá a la oportunidad que he tenido de difundir la obra de
autores extranjeros sobre tópicos novedosos. Así, puede ser que
mis libros, sin plantear grandes tesis originales, son frescos en
relación a obras quizá ya empolvadas sobre filosofía jurídica,
sobre todo porque siempre procuro citar a los grandes autores
contemporáneos. Mi método para estructurar las materias, reali-
zar críticas sobre ciertas cuestiones, intercalar ejemplos, hace en
cierto sentido atractivos a mis trabajos. Sin embargo, lo más
significativo en relación con mis libros es simplemente que se
han hecho, y se han hecho en un momento en que había una
ausencia muy clara de relevo en materia de filosofía del derecho.
El hecho de que los viejos libros que se vienen reeditando desde
los treinta no hayan desplazado a mi obra revela que de alguna
manera ésta ha cubierto el nicho de mercado de gente ávida de
enterarse de cuestiones iusfilosóficas más contemporáneas.
En la actualidad, no hay tema de la filosofía del derecho sobre
el que no se necesite seguir trabajando. En cuanto al caso mexicano,
lo que resulta necesario es antes que nada acceder a la filosofía del
derecho contemporánea proveniente del extranjero, sobre todo de
Italia, Inglaterra, Holanda, Alemania, España y Argentina, en don-
de se colman los campos de la lógica, la ética, la dogmática jurídica,
los conceptos jurídicos fundamentales, el derecho internacional,
TESTIMONIOS 205

etcétera; tenemos que hacer que este trabajo aterrice entre nosotros
difundiéndolo y así orientando a las nuevas generaciones abriéndo-
les el apetito para su estudio.
El trabajo hecho por quienes nos dedicamos a la filosofía del
derecho no tiene por qué ser siempre espectacularmente original y
autóctono, sobre todo dadas las condiciones de nuestro auditorio,
de nuestras necesidades, de nuestra vida política. La mera adecua-
ción de obras escritas en el extranjero con ejemplos de la realidad
de nuestro país constituye ya una contribución importante a la
filosofía del derecho. Jamás podremos soñar que de las universida-
des mexicanas vaya a salir un nuevo Kelsen; basta con ponerse a
trabajar, a hacer obras consumibles, digeribles, y a difundir a los
clásicos contemporáneos. Y en este sentido es muy valioso el
trabajo de gente como Rodolfo Vázquez: un trabajo diario, arduo,
pesado y contundente en favor de la filosofía del derecho en
México.
Para finalizar, hago referencia a varias más de mis contribucio-
nes bibliográficas que considero relevantes:
“ Normas, derecho y Estado (biogramas de la especie homo)” ,
Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, México,
año XVIII, núm. 54, septiembre-diciembre de 1985.
El concepto de sistema jurídico. Introducción a la teoría del
sistema jurídico, México, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, 1986.
El derecho y la ciencia del derecho. Introducción a la ciencia
jurídica, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
1986.
“ The Inner Logic of Law and Legal Hermeneutics” , Re-
chtstheorie, Proceedings of the XIth Congress on Philosophy of
Law and Social Philosophy, Berlín, Verlag Dunker & Humblot,
1986.
Introducción al estudio de la Constitución, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1988; México, Distribucio-
nes Fontamara, Doctrina Jurídica Contemporánea, núm. 3, 1998.
206 FILOSOFÍA DEL DERECHO

“ La ciencia jurídica y su aspecto empírico. Notas sobre los


enunciados jurídicos y su falsabilidad” , Cuadernos de extensión
académica, México, UNAM, Dirección General de Extensión Aca-
démica, núm. 49, 1988.
Elementos para una teoría general del derecho: introducción
al estudio de la ciencia jurídica, México, Themis, 1992.
JESÚS DE LA TORRE RANGEL*

La filosofía del derecho ha sido la disciplina que he trabajado desde


estudiante, ya que desde la segunda mitad de 1973, como alumno
del quinto año de la carrera en la Escuela Libre de Derecho,
comencé la investigación de la que sería mi tesis de licenciatura. A
la postre sería también mi primer libro, publicado por Jus en 1977:
Hacia una organización jurídica del Estado, solidaria y liberado-
ra. Se trata de un análisis de las formaciones sociales posteriores a
la Segunda Guerra Mundial, de los Estados y su derecho, desde el
iusnaturalismo clásico enriquecido con la filosofía del personalis-
mo. Al final de la investigación comencé a conocer algunos aspectos
de la “ filosofía de la liberación” , e incorporé algunas reflexiones
en ese sentido, pero todavía de manera muy incipiente.
El contenido de ése mi primer libro me parecía válido por lo que
respecta a sus bases de antropología filosófica, esto es, que la
organización jurídico-política de la sociedad debe basarse en una
concepción integral del ser humano, personal y comunitaria; y
también válido lo que consideraba con relación a que esa comuni-
dad política y su derecho tienen como fin el bien común y la justicia.
Sin embargo, la práctica profesional cercana al mundo de los pobres
y un conocimiento más profundo de la sociedad, me empezaron a
crear dudas muy serias respecto del verdadero valor del derecho y
del rol del mismo, en una sociedad de profundas diferencias socia-
les entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco.

* Universidad Autónoma de Aguascalientes.

207
208 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Esto me llevó a la reflexión sobre el “ uso alternativo del derecho”


y el “ pluralismo jurídico” , buscando sus fundamentos filosóficos,
con la intención de contribuir a remediar, desde la juridicidad, la
injusticia de nuestras sociedades. En esta línea he publicado El
derecho como arma de liberación en América Latina (Centro de
Estudios Ecuménicos, 1984), El derecho que nace del pueblo
(Centro de Investigaciones Regionales de Aguascalientes-Fideico-
miso “ Profesor Enrique Olivares Santana” , 1986), Sociología ju-
rídica y uso alternativo del derecho (Instituto Cultural de Aguas-
calientes, 1997) y El derecho a tener derechos. Ensayos sobre los
derechos humanos en México (Centro de Investigaciones y Estu-
dios Multidisciplinarios de Aguascalientes, 1998).
De la historia del derecho y, en concreto, de la historia del
derecho mexicano, también me he ocupado. En dos trabajos, de
manera especial, relaciono esa nuestra historia jurídica con la
filosofía del derecho, sosteniendo y profundizando lo que se ha
denominado “ tradición hispanoamericana de los derechos huma-
nos” . He investigado en este rubro la teoría y la práctica jurídica
en defensa de los empobrecidos de las Indias de Bartolomé de las
Casas y de Alonso de la Veracruz, entrelazando la filosofía del
derecho, respecto a los derechos humanos, y la historia del derecho,
en cuanto al contexto socio-jurídico de sus teorías y prácticas.
Publiqué así El uso alternativo del derecho por Bartolomé de las
Casas (Universidad Autónoma de Aguascalientes, 1991 y 1996) y
Alonso de la Veracruz: amparo de los indios. Su teoría y práctica
jurídica (Universidad Autónoma de Aguascalientes, 1998).
Considero que mi aporte más importante es la reflexión sobre lo
que he llamado “ iusnaturalismo histórico” . Ha sido construido, en
primer lugar, recogiendo esta tradición hispanoamericana de los
derechos humanos, teórica y práctica, con la tradición del iusnatu-
ralismo clásico que la sustenta, y que reconoce al otro prioritaria-
mente en las víctimas. En segundo lugar, haciendo uso de la
racionalidad analógica al adentrarnos en el conocimiento del dere-
cho, esto es, aplicando la analogía como un modo de acceso a la
juridicidad (Efraín González Morfín), entendida ésta no sólo como
TESTIMONIOS 209

la ley o normatividad, sino también como los derechos subjetivos


o facultades de la persona sobre lo suyo y como lo justo objetivo,
cosa o conducta debida a otro. Y, en tercer término, utilizando las
categorías de la filosofía de la liberación (Dussel).
Un “ iusnaturalismo histórico” , entendiendo por el calificativo
“ histórico” el hecho de que en todo momento afirme, partiendo de
las condiciones reales en que vive el ser humano, la necesidad
de que el derecho objetivo sea expresión de los derechos humanos,
la justicia y el bien común; haciendo esta afirmación siempre desde
el ámbito del otro, esto es, desde el ser humano que por el sólo hecho
de serlo provoca a la justicia por su misma dignidad; y de manera
fundamental, desde el pobre, el oprimido, el negado, la víctima,
desde el que padece la injusticia. Un “ iusnaturalismo histórico” así
entendido, por un lado lleva a cabo la denuncia de la injusticia y
postula lo que es justo; y estas dos acciones las ejercita no basán-
dose únicamente en un concepto abstracto de “ naturaleza” , sino
partiendo de la injusticia concreta y de la violación, concreta
también, de los derechos naturales del hombre, de la persona, del
otro. Lo que significa que utiliza la “ racionalidad analógica”
(Mauricio Beuchot) para entender al ser humano con aquello que
es fijo de suyo (naturaleza) y aquello otro que varía (historia); y,
además, piensa analécticamente, desde el ámbito de la exterioridad
(Dussel).
Creo que el “ iusnaturalismo histórico” puede inscribirse como
un pensamiento crítico con relación a lo jurídico. En la construcción
de esta línea de reflexión crítica sobre el derecho, aprendí los
fundamentos de la tradición iusnaturalista de don Efraín González
Morfín, que de manera generosa me enseñó su pensamiento y
orientó mis búsquedas desde la dirección de mi tesis de licenciatura.
González Morfín me enseñó a hacer crítica de nuestras formaciones
sociales, tanto individualistas como colectivistas, y del derecho
objetivo producido en ellas, esto desde el solidarismo o persona-
lismo comunitario; también aprendí de su pensamiento a aplicar la
analogía al conocimiento integral de lo jurídico. Las bases de
filosofía social y jurídica que tomé del pensamiento de González
210 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Morfín, las reafirmé después con las enseñanzas de mi inolvidable


director de tesis de maestría, el iusfilósofo don Miguel Villoro
Toranzo. Con las enseñanzas de Mauricio Beuchot, actualmente,
profundizo en la aplicación de la analogía al derecho, reafirmando
el iusnaturalismo histórico como analógico. Por otro lado, las
categorías que nos permiten acceder a este iusnaturalismo histórico,
las he tomado del pensamiento de Enrique Dussel y su filosofía de
la liberación.
Sustentando las tesis del iusnaturalismo histórico he publicado
Apuntes para una introducción filosófica al derecho (México, Jus,
1983, 1992 y 2001) y Del pensamiento jurídico contemporáneo.
Aportaciones críticas (México, Escuela Libre de Derecho-Miguel
Ángel Porrúa, 1992). También, con esta temática: Iusnaturalismo,
personalismo y filosofía de la liberación: una visión integradora
(Desclée de Brouwer, en prensa).
Creo que la filosofía del derecho debe cumplir una función
crítica respecto de la juridicidad. Y ése ha sido mi empeño como
académico de esa disciplina en la Universidad Autónoma de Aguas-
calientes. Estoy convencido de que la filosofía del derecho es la
materia que forma a los verdaderos juristas, lo que se logra, como
decía Flavio López de Oñate, con la “ actitud crítica del saber
filosófico” , que consiste en la conciencia de “ una perpetua lucha
contra la certeza absoluta que, en cuanto absoluta, es dogmática” .
Y estoy convencido, también, que la mejor crítica al derecho
objetivo viene dada desde las necesidades de todo ser humano y,
de manera especial, del que padece injusticia; pues desde las
víctimas el derecho adquiere una de sus profundas dimensiones, la
que tiene que ver con los derechos y la justicia.
LORENIA TRUEBA*

Mi trayectoria en el campo de la filosofía del derecho se ha


desarrollado por etapas, en las que he podido dedicarme de tiempo
completo a la investigación: una fue la elaboración de la tesis de
licenciatura en México (Responsabilidad de empresas transnacio-
nales por el movimiento transfronterizo de desechos sólidos peli-
grosos. El caso de la frontera México-Estados Unidos, México,
UNAM, 1992) y otra mi estancia en Maastricht para la elaboración
de mi tesis de maestría (Derecho a la salud. El caso de Europa,
Maastricht, 1993).
No me considero discípula de alguien o de alguna escuela en
particular; sin embargo, el seminario de filosofía del derecho en el
ITAM, a través del trabajo del doctor Rodolfo Vázquez y el semi-
nario anual de filosofía del derecho Eduardo García Máynez, con
el apoyo desinteresado de los profesores Ernesto Garzón Valdés y
Manuel Atienza, han sido definitivos en mi formación en filosofía
del derecho; muchas otras personas se han formado alrededor de
esos grupos de trabajo. Las áreas en que he trabajado son la lógica,
algunas de las llamadas corrientes positivistas de la teoría del
derecho, la argumentación jurídica y la teoría de la justicia. Creo
que el trabajo de mayor importancia de este grupo ha sido la
publicación de la revista Isonomía de teoría y filosofía del derecho,
en cuyo número 1 tengo publicado un artículo titulado “ Solidaridad
y seguridad social” .
* Universidad Iberoamericana.

211
212 FILOSOFÍA DEL DERECHO

El contexto político-social en el que se ha desarrollado mi


trayectoria como investigadora de filosofía del derecho ha sido el
de mi país, en el cual persiste la impunidad por la comisión de
delitos y la violación a los derechos humanos más elementales.
Creo que ello ha influido de manera definitiva en mi trabajo.
Las dos áreas en las cuales he trabajado son la responsabilidad
de las empresas transnacionales y el derecho a la salud como
derecho humano. El factor que ha llevado a centrar mi interés hacia
el área de la responsabilidad de empresas transnacionales es el
hecho de un mayor poder y control sobre la toma de decisiones de
estas empresas a nivel nacional e internacional, en detrimento
de dicho poder por parte de los gobiernos nacionales; y en el caso de
la salud como derecho humano, los factores fueron, por una
parte, la actual tendencia generalizada a dar marcha atrás en la
seguridad social y los servicios de salud pública, y por la otra, mi
experiencia personal de acceso a tales servicios en el extranjero.
Considero que mis principales aportaciones en dichas áreas son,
en el caso de la responsabilidad ambiental de las empresas, haber
precisado que uno de los problemas principales en el ámbito teórico
es la definición y determinación de los llamados “ estándares” y,
en el caso del derecho a la salud, que si bien puede considerarse
como un derecho que presupone una obligación positiva para el
Estado, con su correspondiente organización institucional de soli-
daridad social horizontal, el contenido sustancial de dicha obliga-
ción nos remite al difícil problema de trazar la línea divisoria entre
políticas públicas y normas.
Creo que los temas que es más necesario atender son la adminis-
tración de justicia frente a las nuevas tendencias económicas que
introducen problemas como la aplicación y valoración de estánda-
res, directrices y principios, que se ubican más en el ámbito de las
políticas públicas que en el del derecho; probablemente dicho tema
sea retomado de manera preferente en el inmediato futuro. Sin
embargo, considero que existen otros temas como son el acceso
equitativo y organizado por igual a todo ciudadano a la adminis-
tración de justicia, y el control legal o jurisdiccional de la función
TESTIMONIOS 213

ejecutiva o administrativa del Estado, temas que son igualmente


importantes y urgentes, pero que es poco probable que reciban
atención suficiente al menos próximamente. La vía más fecunda
para abordar dichos problemas es la interdisciplinaria, es decir, la
que combina la sociología del derecho con la filosofía y la teoría
del derecho.
La filosofía del derecho en México tuvo en el pasado lejano su
momento importante, por la producción y difusión de la materia;
sin embargo, en el pasado inmediato sufrió de un estancamiento
relativo. Actualmente creo que se ha recuperado el interés en la
materia, tal como dan cuenta de ello los seminarios, publicaciones
y el hecho de que nuevas materias relacionadas con el tema han
sido incluidas en los curricula de algunas universidades. La rele-
vancia de mi trabajo en la reciente evolución de la filosofía del
derecho en México ha sido únicamente de colaboración con el
trabajo y esfuerzo decidido de otras personas, a través de mi
participación en publicaciones, la asistencia a seminarios y la
impartición de cátedra en universidades.
ANA LILIA ULLOA*

En 1976 inicié mis estudios de filosofía y derecho inscribiéndome


en las facultades correspondientes de la Universidad Veracruzana.
Sin embargo, tuve que abandonar en los primeros semestres la
carrera de derecho. Después de haber obtenido mi título de licen-
ciatura en filosofía a través de la tesis La teoría de las descripciones
definidas de Bertrand Russell (publicada con el título Bertrand
Russell. Descripciones definidas, Jalapa, Universidad Veracruza-
na, 1988), partí a la ciudad de México para realizar mis estudios de
posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ahí,
tuve la oportunidad de cursar varias asignaturas en el área de lógica
con el maestro Raúl Orayen; también aprendí una excelente meto-
dología para la comprensión de textos al asistir a un curso impartido
por María Luisa Quaglia, quien en forma magistral me enseñó a
distinguir y a entender la coherencia, la semántica, la argumenta-
ción y la pragmática.
Tanto con la licenciatura, como con la maestría y el doctorado,
obtuve una formación fuertemente analítica. Alrededor de quince
años me dediqué a la investigación y a la docencia moviéndome
siempre en esa tónica: mis intereses estaban en la lógica matemá-
tica, en la filosofía del lenguaje y, en particular, en la obra filosófica
de Bertrand Russell. Trabajé mucho sobre la naturaleza de las
relaciones y sobre los problemas de la naturaleza de los universales
y de los particulares. Al respecto tengo publicados dos libros: Los
problemas de los universales en la época realista de Bertrand
* Universidad Veracruzana.

215
216 FILOSOFÍA DEL DERECHO

Russell (Jalapa, Universidad Veracruzana, 1992) y La naturaleza


de los particulares en la filosofía de Bertrand Russell (Jalapa,
Universidad Veracruzana, 1997).
Así, durante ese tiempo fueron completamente ajenas a mi
escritorio las cuestiones jurídicas; fue aproximadamente hace ocho
años que volví a interesarme por los problemas jurídicos fundamen-
tales en virtud de cambios laborales y del deseo de superar las
limitaciones didácticas y de contenido a las que año con año se
enfrentan los alumnos que cursan filosofía del derecho en la carrera
de derecho de mi universidad.
Antes de iniciar mis trabajos sobre la nueva línea de investiga-
ción decidí hablar de ello con Fernando Salmerón. Sus primeras
palabras sobre el cambio fueron: “ Si usted adquiere los conoci-
mientos necesarios y suficientes, si usted realiza un análisis crítico
de la bibliografía pertinente y si usted inicia con seriedad su nueva
labor, el cambio procede.” Luego, Salmerón me señaló varias
cuestiones sustanciales acerca del conocimiento iusfilosófico y me
proporcionó una larga lista de autores contemporáneos fundamen-
tales entre los cuales destacaban Alexy, Atienza, Dworkin, Garzón
Valdés, Rawls, Raz, entre otros.
Por la misma época tuve la oportunidad de conversar sobre lo
mismo con Ernesto Garzón Valdés, quien también me hizo atinadas
sugerencias. Parte de mi preparación en el campo de la filosofía del
derecho se debe a mis estudios sobre las obras de este gran filósofo
a quien le guardo un profundo respeto y admiración.
Es hoy cuando rinde sus primeros frutos el amor que tengo por
la filosofía jurídica. Mis estudios iusfilosóficos me han llevado,
entre otras actividades, al desarrollo de nuevas estrategias para la
didáctica de la filosofía del derecho, así como a la reconstrucción
de metodologías alternativas para el quehacer jurídico. Mi primer
trabajo sobre filosofía del derecho es “ La naturaleza de los parti-
culares y la fundamentación ontológica de los derechos humanos” ,
pero tengo terminadas ya algunas otras investigaciones sobre la
disciplina con los títulos “ Lenguaje y ontología en la metodología
jurídica del siglo XXI” , “ La democracia sustancial y el ‘coto
TESTIMONIOS 217

vedado’ de los derechos humanos” , así como “ La discrecionalidad


jurídica y la didáctica de la filosofía del derecho” . En el último
Congreso Nacional de Filosofía (México, Universidad de Guana-
juato) participé con una ponencia sobre la enseñanza de la filosofía
del derecho. Sin embargo, creo que lo más importante de mi trabajo
ha sido despertar el interés y el respeto por los estudios iusfilosófi-
cos en los alumnos de la Facultad de Derecho.
Desde mi punto de vista, uno de los problemas fundamentales
con la filosofía del derecho es la didáctica de esta asignatura. Y por
supuesto aquí no uso “ didáctica” como usan el término la mayor
parte de los pedagogos, quienes hacen referencia sólo al cómo (las
técnicas) y olvidan el qué (los contenidos) y el para qué (la justicia
social). Por el contrario, remito a una didáctica que parte de exigir
el manejo de los conocimientos necesarios y suficientes a los
maestros que imparten filosofía del derecho. Como atinadamente
señaló Fernando Salmerón en su testimonio: las vías para la ense-
ñanza de los problemas filosóficos son siempre “ el dominio de los
autores clásicos y la atención a los problemas que plantea la
experiencia contemporánea” . El otro momento que conforma mi
propuesta didáctica general refiere a técnicas que desarrollen en los
alumnos las habilidades para la construcción del pensamiento
crítico, lo cual implica, por supuesto, una capacidad lingüística,
lógica y crítica por parte del maestro que imparte la asignatura.
Durante algún tiempo he trabajado con mis alumos sobre el
análisis filosófico de los paradigmas jurídicos que subyacen en las
diversas metodologías jurídicas. Además, he intentado la enseñan-
za de las áreas que conforman la filosofía del derecho (ontología
jurídica, lógica jurídica, epistemología jurídica y axiología jurídica)
a través del análisis de algún problema jurídico fundamental; por
ejemplo, en un semestre reciente, mis alumnos y yo revisamos el
problema de la discrecionalidad jurídica en la propuesta de
Dworkin.
La razón por la que insisto en la importancia de la didáctica de
la filosofía del derecho radica en el hecho de que en la mayor parte
de las carreras de derecho, la materia es generalmente despreciada
218 FILOSOFÍA DEL DERECHO

por los alumnos y muchas veces impartida por los catedráticos en


forma errónea.
Creo firmemente que el surgimiento de nuevos grupos signifi-
cativos para la investigación en el campo de la filosofía jurídica en
nuestro país, no se dará mientras sólo nos dediquemos a escribir
una serie de artículos abstractos, sin lograr nunca que los alumnos
tomen conciencia de la importancia de la reflexión filosófica sobre
el conocimiento jurídico.
Espero en un futuro próximo iniciar una investigación sobre la
metodología jurídica, en la cual quiero resaltar los diferentes tipos
de lógica (aristotélica, matemática, dialógica, argumentativa, etcé-
tera), así como las áreas de la semántica que predominan en cada
una de las metodologías, y en particular, en cada una de las diversas
propuestas para la interpretación jurídica. También tengo interés en
analizar tanto la concepción del derecho como las diferentes ideas
de dialéctica que están presentes de alguna u otra forma en las
metodologías jurídicas más significativas.
CORINA YTURBE*

Mis contribuciones en investigación se han centrado en dos áreas


principales: filosofía de la historia y filosofía política, y a partir de
ésta he tenido contactos con la filosofía del derecho.
En el área de filosofía de la historia, me he ocupado fundamen-
talmente de problemas de tipo epistemológico relacionados con la
explicación de la historia. En mi libro La explicación de la historia
(México, UNAM, 1985), relacionado con el debate contemporáneo
en torno a la cientificidad de la historia y, en particular, con el
problema de cómo explican los historiadores, me propuse analizar
los supuestos filosóficos y los principios teóricos básicos de dos
modelos fundamentales de explicación histórica que se han plan-
teado dentro de la filosofía tradicional de la ciencia: el modelo
nomológico-deductivo y el modelo llamado “ intencionalista” . Par-
tiendo del supuesto de que a partir de la confrontación crítica
rigurosa con conceptos y teorías rivales, una teoría puede mostrar
si sus principios resisten la crítica y si poseen bases teóricas sólidas,
busqué mostrar que, en oposición a estos dos planteamientos, la vía
de investigación que surge de la perspectiva analítica abierta por
Marx, al situar el problema de la explicación histórica en el centro
mismo de esa unidad sistemática de conocimientos que sería una
teoría de la historia, no sólo puede verse como una crítica de los
presupuestos de esos dos planteamientos, sino como la construc-
ción de un marco explicativo general del desarrollo social. Una de
las conclusiones fue que algunos de los elementos de las tres vías
* Universidad Nacional Autónoma de México.

219
220 FILOSOFÍA DEL DERECHO

de análisis ahí analizadas, pueden complementarse en ciertos casos,


pero globalmente las perspectivas resultan incompatibles como siste-
mas, sobre todo por la manera de plantear los problemas mismos.
Una vez expuesta esta crítica epistemológica, traté de establecer
la relación entre el discurso historiográfico y el político a partir del
análisis de los criterios —pedagógicos, estéticos, morales, etcéte-
ra— utilizados en las diversas interpretaciones de la historia. Inten-
té mostrar que, tanto la producción de una teoría de la historia como
la teoría misma, tienen una importancia política e ideológica,
además de su supuesta importancia científica. El intento de aclarar
qué se entiende por ideología, su relación con los discursos teóricos
y su funcionamiento general en la realidad social, me condujo a la
necesidad de estudiar con más cuidado los problemas y conceptos
fundamentales de la teoría política.
Tomando como eje fundamental la obra de Norberto Bobbio, el
concepto de democracia ha ocupado el centro de mis investigacio-
nes en los últimos años. La profundización en el estudio de la obra
de este teórico me llevó a la redacción de mi tesis doctoral sobre su
teoría de la democracia, con la asesoría de Michelangelo Bovero,
filósofo político de la Universidad de Turín y notable conocedor de
los múltiples hilos, cruces y tensiones del pensamiento bobbiano.
Después de analizar aspectos de la concepción general de la política
en Bobbio, aclarando qué abarca el universo de la política y su
manera de analizar los fenómenos políticos, abordé problemas
relacionados con su teoría de la democracia, hasta llegar al análisis
de las relaciones entre democracia, liberalismo y socialismo. Un
producto de todo este trabajo es mi ensayo “ On the Theory of
Democracy of Norberto Bobbio” (Political Theory, vol. 25, núm. 3,
junio de 1997); además me he dedicado a preparar un libro que
puede servir como una “ guía de lectura” de la obra de Bobbio
relacionada con el concepto y la teoría de la democracia. Si bien su
obra ha tenido una recepción importante en México, encuentro que
justamente por la claridad y la aparente sencillez de sus plantea-
mientos, con frecuencia ha sido objeto de simplificaciones o incluso
errores de interpretación.
TESTIMONIOS 221

Mi primer contacto con la filosofía del derecho se dio al estudiar


el desarrollo del pensamiento bobbiano en su última etapa, en la
que enfrenta con mucho más énfasis el problema de las desigual-
dades, defendiendo la justicia social a través de una argumentación
en favor de los derechos liberales y sociales, es decir, a través del
desarrollo de una teoría de los derechos.
El contexto político-social de México en los últimos años me
llevó a trabajar en el tema de la justicia social a través de la discusión
que se ha dado sobre el multiculturalismo y, en particular, sobre la
defensa de la especificidad cultural de las comunidades indígenas.
Los intentos por precisar qué son los derechos de grupo, qué
relación hay entre el principio de igualdad liberal y la aspiración al
derecho a la diferencia o a la diversidad, si son o no compatibles
los derechos culturales con los derechos liberales, cómo se produce
la legitimidad del orden jurídico, qué relación hay entre los dere-
chos humanos y los procedimientos y órganos concretos, son
algunos de los esfuerzos que me han acercado a la filosofía del
derecho.
Considero que la vía más fértil para abordar tales problemas es
la recuperación de las aportaciones de la investigación social em-
pírica sobre las transformaciones de diferentes campos de la vida
social mexicana (pluralismo político, integración de la economía
—globalización—, nuevo papel de la mujer, etcétera), articulada a
la discusión internacional de carácter teórico en filosofía y teoría
del derecho. El análisis riguroso de los conceptos y la formulación
clara de los problemas que se pretenden abordar son requisitos
indispensables para evitar ambigüedades y confusiones.
La labor de Rodolfo Vázquez, a través de la creación de la revista
Isonomía, así como la organización de distintos seminarios de
discusión, ha sido fundamental para el resurgimiento del interés por
la filosofía del derecho en nuestro país. Es de esperarse que con la
presencia de Juan Antonio Cruz al Instituto de Investigaciones
Filosóficas de la UNAM, y con el seminario que ahí se lleva a cabo,
la filosofía jurídica vuelva a encontrar el importante lugar que
alguna vez tuvo en este centro de reflexión.

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