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CAPITALISTA
Y FEMINISMO
SOCIALISTA
COM P ILADO POR
Z~LLAH H. EINSENSTEIN
siglo
veintiuno
editores
PATRIARCADO CAPITALISTA
y
FEMINISMO SOCIALISTA
compilado por
ZILLAH R. EISENSTEIN
MEXICO
ESPAl\JA
ARGENTINA
COLOMBIA
' -'
~
sialo veintiuno editores, sa
CERR'6 DEL AGUA 248. MEXICO 20. O.F.
INTRODUCCIÓN
[7]
INTRODUCCIÓN
El feminismo socialista, tanto en la teoría como en la práctica, se
encuentra apenas en proceso de desarrollo. Este volumen presenta
una exposición de hasta dónde se ha desarrollado el feminismo socia-
lista y al mismo tiempo hace hincapié en la dirección hacia la cual
se debe dirigir en adelante. Los artículos aquí reunidos establecen las
bases a partir de las cuales se pueden elaborar el estudio y la actividad
del feminismo socialista. Los primeros fundamentos se encontraron
dentro de la tradición del análisis marxista o de la teoría feminista.
Este libro hace público su compromiso político e intelectual para en-
tender el problema de la opresión de las mujeres en términos de una
verdadera síntesis entre las dos, lo cual no quiere· decir simplemente
adicionar una teoría a la otra sino más bien redefinir cada una de ellas
a través del conflicto que deriva de y entre ambas tradiciones. La sín-
tesis deberá formular el problema de la mujer como madre y como
trabajadora, como reproductora y productora. La supremacía mascu-
lina y el capitalismo se definen como las relaciones principales que
determinan la opresión de la mujer hoy en día. Este volumen está de-
dicado a comprender la dinámica del poder implícita en esta situación,
la que deriva tanto de las relaciones de producción de clase como de las
relaciones sexuales jerárquicas de la sociedad.
Algunas veces resulta útil advertir lo que un libro no pretende
hacer. Este libro no es la presentación del desarrollo histórico del fe-
minismo socialista ni tampoco una colección completa de los escritos
feministas socialistas que existen hasta la fecha. Más bien, se trata de
una compilación de los trabajos más representativos preparados por
una comunidad de mujeres mucho más grande de lo que se podría
reunir aquí. Los artículos deben leerse en relación unos con otros.
Algunos ponen el acento más en el patriarcado que en el capitalismo,
mientras que otros hacen hincapié en el socialismo más que en el
feminismo. Esto refleja el precario equilibrio que hay en el conoci-
miento actual y que la mayoría de nuestras autoras tiene que utili-
zar como punto de partida. Además, los trabajos están limitados por
el tiempo, el espacio, los conocimientos, etc.; los lineamientos de un
análisis femini~ta socialista sobre la opresión de la mujer sólo surgirán
s1 se considera esta serie de artículos como un .todo.
Al mismo tiempo que indicamos de dónde venimos surge una defi-
[11]
12 INTRODUCCIÓN
LECTURAS RECOMENDADAS
Burris, Barbara et al., "Fourth world manifesto", Notes from the third '.)'ear.
14 INTRODUCCI6N
Kollias, Karen, "Class realities: create a new power base", Quest, 1, núm. 3
(invierno de 1975).
Lichtman, George, "Marx and Freud", S ocialist ~evolution, 6, núm. 43
(octubre-diciembre de 1976), pp. 3-5 7.
Magas, Branka, "Sex politics: class politics", New Left Review, 66 (marzo-.
abril de 1971 ) , pp. 69-96.
Reed, Evelyn, W oman's evolution from matriarchal clan to patriarchal fa-
mily, Nueva York, Pathfinder Press, 1975.
Sontag, Susan, "The third world of women", Partisan Review ( 1973), pp.
180-206. .
Willis, Ellen, "Economic reality and the limits of feminism", manuscrito
(junio de 1973), pp. 90-111.
"Women in struggle", NACLA Newsletter, 6, núm. 10 (diciembre de 1972).
"Women's labor", NACLA Newsletter, 9, núm. 6 (septiembre de 1975).
Zaretsky, Eli, "Male supremacy and the unconscious'', Socialist Revolution,
4, núm. 21-22 (enero de 1975).
HACIA EL DESARROLLO DE UNA TEORlA DEL
PATRIARCADO CAPITALISTA Y EL FEMINISMO
SOCIALISTA*
,
INTRODUCCION
[15]
16 ZILLAH EISEN STEIN
20 Véase Eli Zaretsky, "Capitalism, the family and personal life", Socialist
Revolution, 13-14 (enero-abril de 1973), pp. 69-125 y 15 (mayo-junio de 1973),
19-71 para un análisis de los cambios históricos y económicos en la familia.
PATRIARCADO CAPITALISTA Y FEMINISMO SOCL~ISTA 25
de Ja.esfera doméstica privada -.-fuera de la producción social y opues-
ta a ella-, consideró esto como un reflejo de las relaciones de pro-
ducción basadas en la propiedad privada. La actividad de la mujer
en la reproducción (que limita su activiqad en la producción) no fue
considerada problemática.
Para Engels, la· familia se ha convertido en -un microcosmos de la
economía política: "Encierra, in miniature, todos los antagonismos
que se desarrolla:i:i más adelante en la sociedad y en su Estado." 21 El
hombre es la burguesía, la mujer el proletariado. Lo que resulta más
interesante es que Engels no utiliza las ·categorías de hombre como
burguesía y mujer como proletariado fuera de la familia. Allí las per-
sonas tienen asignada su posición de clase de acuerdo con su rela-
ción con los medios de producción y no según su sexo. Engels utiliza
criterios diferentes dentro y fuera de la familia para definir la per-
tenencia· a una clase. Si se contara con que estas categorías son bases
de poder, las mismas unidades ·de análisis serían aplic~bles tanto
dentro co1no fuera de la familia, y si se quisiera .sostener que, ·en
últirna instancia, el uso que hace Engels de burguesía/proletariado
dentro de la familia es económico, aún quedarían pendientes otras
consideraciones. De no ser así, entonces no tendría: 1] divisiones de
clase en, la familia co1no burguesía-hombre/proletariado-mujer y 2]
divisiones de clase en la sociedad ep. términos de la propiedad-no
propiedad . de los medios. de prqducción. Aun cuando, para Engels,
en. iJltima instancia estas divisiones significan lo mismo, ¿qué es lo que
reflejan .inicialnie,nte $Obre las relaciones de la familia y del capita-
lismo? Parecería que estas consideraciones tienen que ver con. el poder
que surge de las diferencias sexuales entre los hombres y las mujeres
en sus relaciones con la reproducción. Esto, sin embargo, no lo captó
Engels. .
La rnayor parte del tiempo Engels trabajó con la ecufl,ción simple
· según la cual opresión es. igual a explotación, y, aunque_ reconoció
que la familia encubre la esclavitud doméstica, creía al mismo tiempo
que no h~bía diferencias (en cuanto a su índole) entre la esclavitud
doméstica y la esclavitud por el salario del marido: ambas derivaban
del capitalismo. "La emancipación de la mujer -escribe- sólo será
posible cuando ella pueda tomar parte en la producción en una am-
plia escala social y el trabajo doméstico no exija más que una insigni-
ficante parte de su tiempo." 22 La verdadera igualdad de la mujer
vendría con el fin de la explotación por el capital y la transferencia
del trabajo doméstico privado a· la industria pública. Pero dado que
21Engels, El origen de la familia, p~ 247.
Engels en The woman question (Nueva York, lnternational Publishers,
!!!!
1951), p. 11.
26 ZILLAH EISENSTEIN
de la división sexual del trabajo. Es una teoría que refleja una crítica de las
limitaciones de los papeles sexuales pero no abarca la conexión entre los pa-
peles sexuales y la división sexual del trabajo y el capitalismo. Limitadas por
las fronteras históricas del tiempo, las primeras feministas liberales no pu-
dieron descifrar la estructura capitalista del poder masculino y en lugar de
eso aplaudieron a una serie de valores que las atraparon más dentro de ella.
Estaban limitadas no solamente por las condiciones materiales de su tiempo
(la falta de control natal, etc.), sino también por una ideología liberal que
les presentaba concepciones del poder fragmentadas e individualistas.
28 ZILLAH EISENSTEIN
ai Algunas personas podrían decir que ser más fuerte significa ser más igual,
o que la desigualdad existe biológicamente porque los hombres son más fuer-
tes que las mujeres. Pero ésta no es la tesis de Firestone. Según ella, el papel
reproductivo de la mujer está en la raíz de su desigualdad. Históricamente el
embarazo convirtió a las mujeres en físicamente vulnerables, pero hoy día esto
ya no es tan cierto. Firestone no limita su tesis a la historia sino que la ofrece
también como un análisis contemporáneo.
32 Firestone, Dialectic of sex~ p. 10.
32 ZILLAH EISENSTEIN ~
1] Explotación y opresión
p. 414. Dentro del movimiento de las mujeres hoy en día, se está dando un diá-
logo muy variado respecto a las dimensiones y al significado del feminismo
socialista y apenas se están formulando correctamente los problemas.
36 ZILLAH EISENSTEIN
o !bid., p. 6.
65 Mitchell. Woman's estate, p. 155.
' 8 !bid., p. 156.
' 7 Mitchell. Longest revolution, p. 28. Es interesante apuntar que en su libro
49 Véase Linda Gordon, Families (folleto publicado por Free Press); A. Gor-
don, M. J. Buhle, N. Schram, "Wom·en in American society", Radical America,
5 (julio-agosto de 1971); Mitchell, Psychoanalysis and feminism; Mary Ryan,
Womanhood in America (Nueva York, Franklin Watts, 1975); R. Baxan.dall, L.
Gordon, S. Reverby, America's working women (Nueva York, Vintage, 1976);
Zaretsky, Capitalism.
42 ZILLAH EISENSTEIN
de sus papeles sexuales. Si bien las mujeres eran madres antes del
capitalismo industrial, este papel no era excluyente, y en cambio en
el capitalismo industrial las mujeres se convirtieron en amas de casa:
"El ama de casa surgió junto con el proletariado -trabajadores am-
bos característicos de la sociedad capitalista desarrollada." 50 El tra-
bajo que las mujeres siguieron desempeñando en el hogar no fue con-
siderado como tal. El trabajo productivo fue definido como trabajo
asalariado, es decir, aquel que produce plusvalor, capital.
Por lo tanto, las condiciones de producción en la soCiedad determi-
nan y moldean la producción, la reproducción y el consumo en la
familia. Así también el modo de producción, reproducción ·y consu-
mo de la familia influyen en la producción de mercancíqs. f\mbas
trabajan juntas para determinar la economía pqlítica. ·Dentro de una
economía capitalista patriarcal (en la que el lucro, que requiere un
sistema de orden político y de control, es la prioridad de la clase domi-
nante), la división sexual dél trabajo y la sociedad. cumple con un
propósito específico que es el de estabilizar a la sociedad a través de la
f arnilia a la vez que organiza un dominio del trabajo, el trabajo domés-
tico, para el que no hay paga (las arnas de casa) o si la hay es muy
limitada (las trabajadoras domésticas asalariadas) o en todo caso des-
igual (dentro de la fuerza de trabajo asalariada). Esta categoría mues-
tra el efecto último que tiene sobre las mujeres la división sexual del
trabajo dentro de la estructura de clases. Su posición corno trabajador
asalariado está definida en los términos de su ser mujer, mismos que
son un reflejo directo de las divisiones sexuales jerárquicas en una
sociedad organizada en torno al motivo de lucro.
La burguesía corno clase se beneficia de la disposición básica del
trabajo de las mujeres, mientras que todos los hombres como indi-
viduos se benefician del trabajo que hacen las mujeres para ellos
dentro de la casa. Todos los hombres, independientemente de su clase
(aunque de manera diferente), se benefician del sistema de privilegios
que adquieren dentro de la sociedad patriarcal. Este sistema de privi-
legios no podría organizarse como tal si la ideología y las estructuras
de la jerarquía masculina no fueran fundamentales para la sociedad.
Es esta jerarquía la que protege la división sexual del trabajo y la
sociedad junto con las necesidades artificiales que han sido creadas
con el sistema de clases.
El deseo de la clase dominante de preservar a la familia refleja su
compromiso con una división del trabajo que no solamente le ase-
gure el más alto provecho sino que también organice jerárquicamente
a la sociedad tanto en lo cultural corno en lo político. Cuando se recu-
50 Zaretsky, Capitalism, p. 114.
PATRIARCADO CAPITALISTA Y FEMINISMO SOCIALISTA 43
sa la división del trabajo, sobre todo en términos de su relación
con el orden capitalista, se recusa una de las formas básicas de orga-
nización del trabajo (aquella que influye específicamente en el tra-
bajo pero que tiene amplias ramificaciones en toda la sociedad). Esta
recusación pone en peligro una fuerza de trabajo mancomunada li-
bre, que se infiltra en casi todos los aspectos de la vida, y una fuerza
de trabajo mancomunada barata así como la organización social y
política fundamental de la sociedad, que es la jerarquía sexual misma.
El mismo orden y control que derivan de estos arreglos de poder
implicados en la jerarquización sexual de la sociedad serían destruidos.
Si entendemos que hay principalmente dos clases de trabajo en, la.
sociedad .capitalista: el,.. trabajo asalariado y el trabajo doméstico, en-
tendernos· que es necesario cambiar nuestra manera de pensar sobre
los trabajadores. Lo que debemos hacer es comenzar a entender qué
significa para las mujeres la clase. No sólo debemos volver .a examinar
la forma en que las mujeres han sido adaptadas a las categorías de
clase sino que también debemos~ redefinir las categorías mismas. De-
bernos definir la~ clases en términos de la compleja realidad de la
mujer y de su conciencia de esa realidad.
Hoy en día las categorías de clase están determinadas en primer
término por el hombre y una mujer es asignada a una clase sobre la
base de la relación que tenga su marido con los medios de producción;
. la mujer no es considerada como un ser autónomo. ¿Según qué crite-
rios se estipula que una mujer pertenece a la clase media? ¿Qué quiere
decir que la vida de una mujer de clase media es "más fácil" que la
vida de una mujer de la clase obrera, cuando su posición 'es significa-
tivamente diferente de la de un hombre de la clase media? ¿Qué
decir de la mujer que no gana nada de dinero (pues es ama de casa)
y que así y todo se la considera de clase media porque su marido sí
lo es? ¿Dispone acaso ella de la misma libertad, autonomía o control
sobre su vida como su marido que gana el dinero a su propio modo?
¿Cómo se compara su posición con. la de una mujer soltera que tiene
un trabajo con un salario bajo?
61 Ellen Willis. "Economic reality and the limits of feminism". Ms. 1 (junio.
de 1973), p. 110.
44 ZILLAH EISENSTEIN
Mujeres desem-
pleadas.
Beneficencia
Trabajadoras do-
mésticas (amas de
casa)
Mujeres adinera-
das que no traba-
jan (ni en su pro-
..pia casa)
strategy" Qohns Hopkins University, inédito), p. 19, y más adelante en este mis-
mo libro. Algunas partes de este trabajo aparecieron con el título de "Funda-
mental feminism: process and perspective", Quest, 2, núm. 2 (otoño de 1975),
pp. 67-79.
PATRIARCADO CAPITALISTA Y FEMINISMO SOCIALISTA 47
tendiendo el papel que desempeñaba el capitalismo en este sistema
de opresión, se comprometieron también con el socialismo. De manera
similar, cada vez más y más trabajadoras domésticas están empezando
a comprender que sus vidas diarias son parte de un sistema mucho más
amplio. Las mujeres que trabajan fuera de la casa, tanto las profe-
sionistas como las que no lo son, soportan las presiones y ansiedades
que representa ser además buenas madres y cuidadoras del hogar, y con
ello están adquiriendo conciencia de su doble jornada.
Los hombres de izquierda y las mujeres socialistas sostienen que las
mujeres como tales no se pueden organizar debido a su aislamiento
dentro del hogar y a su compromiso con la clase de sus esposos. Si
bien no es posible la organización interclasista en todas las cuestiones
que atañen a las mujeres, debido a los propios conflictos de clase entre
ellas, sí es posible, en cambio, en torno a problemas como el aborto,
el cuidado de la salud, la violación, el cuidado de los niños. Vale la
pena intentar este tipo de organización si nos enfrentarnos con toda
conciencia a nuestras diferencias de clase y establecernos prioridades
en términos de ellas en lugar de tratar de ignorarlas. Al mismo tiempo,
las vidas de las mujeres son muy similares dados los controles patriar-
cales. Solamente necesitarnos estar más conscientes de cómo opera esto
y entonces podremos estructurar nuestra acción política en función
de-ello. Nunca se ha intentado una estrategia para abarcar a todas las
mujeres. Es inútil repetir que su implementación será difícil, pero ya
está en proceso el principio, a partir del mqrnento en que las mujeres
han tratado de asumir cierto control sobre sus propias vidas.
ALGUNAS NOTAS SOBRE LAS RELACIONES DEL
PATRIARCADO CAPITALISTA
ZILLAH EISENSTEIN
pleja del feminismo socialista en lugar de alguna de las líneas sectarias en par-
ticular. Ésta es la posición menos bien articulada que se presentó en la Confe-
rencia Socialista Feminista en Yellow Springs, Ohio, durante el verano de 1975:
que la opresión de la mujer refleja el problema del capitalismo y del patriar-
cado. El feminismo radical y el análisis marxiS"ta -son considerados como dos
elementos necesarios en la teoría.
3 En este punto tengo una deuda de gratitud con Marla Erlien por sus aclara-
ciones.
4. Juliet Mitchell, Women's estate (Nueva York, Pantheon, 1971), p. 99.
6 El análisis de Firestone está limitado por su dicotomía estructural. Dice
[48]
RELACIONES DEL PATRIARCADO CAPITALISTA 49
Si replanteamos el método marxista (así como su contenido) a
través del feminismo, debemos reorganizar las prioridades, sobre todo
la cuestión de la conciencia en relación con las condiciones de la so-
ciedad. Los problemas de la conciencia se convierten en una parte del
análisis de la realidad social. La realidad misma termina por abarcar
las relaciones de clase, sexo y raza. Las relaciones entre lo privado
(personal) y lo público (político) se convierten en el punto central por
tener consecuencias específicas en la determinación de la sexualidad,
la heterosexualidad y la homosexualidad. Al mismo tiempo, es nece-
sario considerar la importancia que tiene la ideología. De esta manera,
la dialéctica se extenderá poco a poco hasta cubrir las relaciones en-
tre la conciencia, la ideología y la realidad social. Esta nueva manera
de ver las cosas -que tanto las ideas de la sociedad como la concien-
cia de las gentes son parte de la realidad social objetiva y que operan
fuera de las relaciones de sexo, clase y raza- es un producto de la
acometida de. las feministas ·contra las falacias de la izquierda, tanto
en la teoría como en la práctica ..
El replanteamiento de la metodología marxista significa utilizar la
teoría de las relaciones soCiales para expresar las relaciones del patriar-
cado capitalista. 6 Si bien esta metodología se ilustra a través de la no-
ción de sociedad de clases y conflicto de clases en los escritos de Marx,
es posible distinguir la teoría de las relaciones sociales del contenido
que se le ha dado en los análisis marxistas existentes hasta hoy. Es
importante y además posible utilizar el método al tiempo que incor-
poramos el análisis de clase y que vamos más allá de él. El análisis
de clase resulta necesario para la comprensión del problema, pero no
suficiente para nuestros propósitos.
El análisis marxista está dirigido al estudio del poder. Es posible
utilizar sus herramientas para comprender cualquier expresión especí-
fica o particular del mismo, pero el que estas herramientas no hayan
sido utilizadas suficientemente para ello no significa una acusación
al análisis mismo sino más bien a aquellos que lo han empleado. Marx
se valió de su teoría de las relaciones sociales -comprender las "cosas"
society (Nueva York, Cambridge University Press, 1971); Karl Marx, Grund-
risse (México, Siglo XXI, 1977) y El capital, partes 1 y tl (México, Siglo XXI.
1979).
50 ZILLAH EISENSTEI:t'i
Me parece que tanto el "por qué sucedió" como el "cuándo histórico" son
dos preguntas falsas. Las preguntas que yo pienso que se deberían plantear
en lugar de esas dos son: ¿cómo sucede en nuestra sociedad? ... En otras
palabras, ¿podríamos empezar por preguntar cón10 se da hoy en día? s
Quizá sea cierto que la pregunta "¿por qué sucedió?" sea falsa;
incluso si pudiéramos descubrir por qué sucedió entonces, ello podría
no servir como explicación de por qué sucede ahora; sin embargo
sigue siendo importante preguntarse "¿por qué sucede ahora?". Más
allá de esto, para poder dilucidar completamente cómo sucede ahora,
nos debemos· preguntar por qué se sostienen la jerarquía sexual y la
opresión. Por qué y cómo son dos preguntas relacionadas entre sí
y cualquiera' de las dos considerada por separado sólo nos proporcio-
n;~:i.rá una parte de la respuesta. La cuestión del cómo nos lleva a las
relaciones inmediatas que determinan las formas actuales de organi-
zación del poder, es decir, al proceso de opresión. La cuestión del
porqué nos remite a estas mismas relaciones pero requiere que se con-
sidere la existencia de la historia patriarcal como una fuerza real.
En este sentido, ambas preguntas resultan necesarias y se aclaran una
a la otra al interrelacionar las dimensiones particulares y al mismo
tiempo universales de la supremacía masculina.
El cómo y el porqué de la opresión de la mujer no ha sido inte-
grado a la teoría feminista. El feminismo radical se ha preguntado
por qué las mujeres están oprimidas más bien que cómo funciona el
proceso de poder. La respuesta de Shulamith Firestone fue que la fun-
ción reproductiva de la mujer resulta fundamental de manera inhe-
rente a su opresión: "El desequilibrio sexual del poder está fundamen-
tado biológicamente." 9 Las mujeres son definidas como reproductoras,
como una clase sexual. Pero el cómo son oprimidas es un punto bas-
tante menos articulado y fue Ti Grace Atkinson quien empezó a anali-
zarlo. Según ella, la clase sexual se ha convertido en una frase política.
Las mujeres no están oprimidas por el hecho biológico de la repro-
ducción sino por aquellos hombres que definen esta "capacidad" re-
productiva como función: "La verdad es que el alumbramiento no es
función de la mujer. La función del alumbramiento es la función de
los hombres para oprimir a las mujeres." 1 º Es la sociedad la que rebaja
8 Juliet Mitchell, Psychoanalysis and feminism (Nueva York, Pantheon, 1974:),
pp. 364-365.
8 Firestone, The dialectic of sex, p. 9.
10 Atkinson, Amazon odyssey, p. 5.
!>2 ZILLAH EISEN STEIN
Comencemos con la pregunta de cómo y por qué las mujeres son ex-
plotadas y oprimidas en el patriarcado capitalista.14 Nos centramos
en estas preguntas puesto que para entender la opresión de la mujer
es necesario ·examinar las estructuras de poder que existen en nuestra
sociedad. Éstas son: la estructura de clases capitalista, el orden jerár-
quico de los mundos masculino y femenino del patriarcado y °la divi-
sión racial del trabajo que se practica en una forma muy particular
dentro del capitalismo pero que tiene raíces preéapitalistas en la es-
clavitud. El patriarcado capitalista en tanto que sistema jerárquico,
explotador y opresor requiere de la opresión racial junto con la opre-
sión sexual y de clase. Las mujeres comparten la opresión unas con
otras, pero lo que comparten como opresión sexual es diferente según
las clases y las razas, de la misma manera que la historia patriarcal
siempre ha dividido y diferenciado a la humanidad según clase y raza.
Es obvio que las mujeres negras de la sociedad esclavista de los Esta-
dos U nidos vivieron la opresión patriarcal, pero esta experiencia fue
13 Véase la literatura sobre cómo tratan los países .socialistas a los elementos
Aquí tengo una deuda de gratitud con el trabajo de Rubin, "Traffic in women".
20
pero demasiado limitada del poder que tienen los hombres en el sis4
tema patriarcal. Son las relaciones de la jerarquía sexual las que l~·
permiten expresar su poder; ellos han internalizado estas relaciones y:
actúan conforme a ellas cotidianamente. El poder sexual de un horn-
bre no está solamente dentro de su ser individual. Para destruir
las relaciones patriarcales es necesario destruir las estructuras de la
jerarquía sexual, racial y de clase que se han conservado en buena
parte a través de la división sexual del trabajo. Si cambiamos las
relaciones sociales de poder, los hombres tendrán que cambiar porque
no tendrán más· su base jerárquica.
Cualquiera de las opresiones específicas que experimentan las mu-
jeres en el patriarcado capitalista muestra las relaciones de la socie-
dad: en tanto que cosas, son completamente neutrales. Abstraídos
de la realidad, no hay nada inherentemente opresivo en la anticon-
"cepción, el embarazo, el aborto, la crianza de los hijos o incluso las
relaciones familiares afectivas .. Sin embargo, todas ellas expresan f or-
mas muy específicas de opresión de la mujer en esta sociedad. Si
los métodos anticonceptivos fueran ideados tanto para hombres como
para muJeres .y con un verdadero interés en la salud más que en
las ganancias, y si el aborto no estuviera cargado de todos los valores
patriarcales y no costara más dinero del necesario, entonces la anti-
concepció:p. y el aborto serían experiencias totalmente diferentes. 2 2
Si tanto los hombres como las mujeres tuvieran la convicción de que
la crianza de ·los niños es una responsabilidad social y no una res-
ponsabilidad de la mujer, si no estuviéramos convencidos de que el
afecto de un niño depende más de la privacía que de la intiniidad,
entonces las "relaciones" de crianza de los niños serían significativa-
mente diferentes. Si el estar embarazada no envolviera a la mujer
en todo el sistema de atención médica. patriarcal, si no significara
tener que enfrentarse con las relaciones que determinan la atención
médica privada, si no significara la pérdida del sueldo y el incurrir
en una serie de obligaciones financieras, y si en cambio sí significara
traer vida a una sociedad feminista socialista, el acto de parir tendría
un sentido radicalmente distinto.
Por lo tanto, la importancia que tiene la experiencia patriarcal
en el patriarcado capitalista revela las relaciones de poder en cual-
quier inomento particular de la sociedad. Puesto que la actividad
de la vida dentro de esta sociedad está siempre en proceso, a través
de las relaciones de poder, debemos tratar de comprender ese pro-
·ceso y no los momentos aislados. Comprender el proceso es com-
prender la manera en que dicho proceso ·puede ser modificado.
22 Suzanne Arms; lmmaculate deception (Boston, Houghton l\.fiffin, 1975).
LA TEORÍA FEMINISTA Y EL DESARROLLO DE LA
ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA*
NANCY HARTSOCK
the working class", inédito, 1974; Gharlotte Bunch, "Beyond either/or: femi-
nist options", Quest: a feminist quarterly, 3, núm. 1 (verano de 1976).
[61]
62 N ANCY HARTSOC!<'
, ,
LA TEORIA Y LA TEORIA FEMINISTA
Todos estos grupos comparten una visión del mundo que difiere
de la que tiene la mayoría de los movimientos socialistas en los países
del capitalismo avanzado, y que al mismo tiempo se asemeja sorpren-
dentemente a la visión del mundo de Marx. Este modo de análisis
.
con su propia concepción de la teoría social así como las teorías
'
concretas que estamos desarrollando a partir de ella, constituye la base
del poder feminista y la razón por la que puedo sostener que a través
de nuestra práctica las feministas nos hemos vuelto las más orto-
doxas de los marxistas. Como decía Lukács, la ortodoxia en la teoría
marxista se refiere única y exclusivamente al método. 7
En última instancia, el feminismo es un modo de análisis, un mé-
todo para acercarse a la vida y a la política, una forma de hacer
preguntas y de buscar respuestas, más que un conjunto de conclu-
siones políticas sobre la opresión de la mujer. Las mujeres están
aplicando este método a sus propias experiencias como mujeres para
transfarmar las relaciones sociales que determinan su existencia.
Las feministas se enfrentan directament~ con su propia vida coti-
diana, lo que explica la rápida diseminación de este nl.ovimiento.
Hay quien sostiene que el. feminismo socialista debe reconocerse como
una tendencia definida dentro del marxismo en general. Y o, por el
contrario, considero que', puesto que las feministas han reinventado el
método marxista, el movimiento de mujeres puede proporcionar un
modelo para el resto de la izquierda en el desarrollo de la· teoría y la
estrategia. 8
La práctica de animar a la toma de conciencia a pequeños grupos
-haciendo hincapié en el examen y la comprensión de la experien-
cia personal, así como en la necesidad de relacionar ésta con las
estructuras que determinan la vida de las mujeres- es el ejemplo
más claro del método fundamental del feminismo. Gracias a ella
las mujeres aprendieron que era importante elaborar sus análisis de
abajo arriba, empezando por sus propias experiencias. Empezaron a
examinar su vida nó sólo con el pensamiento sino, como lo hubiera
propuesto Marx, con todos los sentidos. 9 Las mujeres establecieron
conexiones entre sus experiencias personales y las generalidades polí-
ticas respecto a la opresión de la mujer; de hecho utilizaron su expe-
riencia personal para desarrollar dichas generalidades. Es así como
'1 Georg Lukács, History and class consciousness (Cambridge, Mass., M.I.T.
Press,. 1971), p. l.
8 Sobre este puntó véase, especialmente, Barbara Ehrenreich, "Speech by
Barbara Ehrenreich", Socialist Revolution, 5, núm. 4 (octubre-diciembre de 1975).
9 Sobre este punto compárense los trabajos de Karl Marx, Manuscritos eco-
17 Gramsci, p. 352.
TEORÍA FEMINISTA Y ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA 67
Así, pues, el feminismo nos lleva a oponernos a las instituciones del
capitalismo y de la supremacía blanca así como al patriarcado. Al
llamar la atención sobre las experiencias específicas de los individuos,
el feminismo llama la atención sobre la totalidad de las relaciones so-
ciales, sobre la formación social como un todo. 18 Un modo feminista
de análisis deja en claro que el patriarcado, el capitalismo, la supre-
macía blanca, las formas de interacción social y el lenguaje existen
todos para nosotros como determinaciones históricas. Nuestras vidas
diarias son la materialización en un plano personal de las caracterís-
ticas de la formación social como un todo. Las estructuras históricas
que moldean nuestras vidas plantean preguntas a las que debemos
responder y definir así las posibilidades inmediatas para el cambio. 19
Aunque reconocemos que la actividad humana es la estructura del
mundo social, esta estructura no es impuesta por individuos sino por
masas de gente, que se apoyan sobre el trabajo de los que llegaron
antes. La vida social en cualquier momento del tiempo depende de
un gran número de factores, de necesidades ya desarrolladas tanto
como de otras en embrión cuya producción, conformación y satisfac-
ción es un proceso histórico. El desarrollo de nuevos yoes requiere,
por lo tanto, que podamos reconocer la importancia de las fuerzas del
cambio en gran escala así como el hecho de que las personas que
estamos tratando de ser -individuos completamente desarrollados-
sólo podrá ser el resultado de la historia y la lucha. 2 º
Esta historia y esta lucha requieren de la creación de una nueva
colectividad íntimamente relacionada con la creación de nuevos indi-
viduos, una colectividad que principalmente se oponga al concepto
capitalista del individuo. La creación de esta nueva colectividad
La import~ncia de ~ª.totalidad
Al. partir de. la. vida. diaria y la_ experiencia, .el feminismo ha podido
desarrollar uiia política que incorpora. la c_omprensión del proceso y
la importancia d.e. api:opiqrnos de nue'stro pasado como elemento esen-
cial para la acción política. 23 Nos en~ontramos con que continuan1ente
confrontamos nuevas situacio.nes .en las cuales actuamos a partir de
nuestra concienc~a .· :rriodificada del .. mundo . y de nosotros mismos
y en consecuencia exp~rimentamos las reacciones modificadas de otros.
Lo qµe algunos socialistas· han visto com_o estático, las feministas
lo entienden como estructuras de relaciones en . proceso: .una reali-
dad en proceso continuo de.. co.nvertirse ~n . otra cosa. El razonamiento
feminista "concibe toda forma des~rrollada· en el fluir de .su movimien-
to, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero" .24 Este modo
de entender las cosas nos permite ver las diversas maneras en que están
relacionados los. procesos y nos .proporcio.na una forma de entender
un mundo en el cual los aconteciinientos adquieren significación a
partir del conjunto de relaciones que vienen a conjugarse en· ellos.
Así, pues, vemos que cada una de las instituciones que forman el
engranaje del capitalismo, el patriarcado y la supremacía blanca con-
diciona a las otras, pero también que cada una de ellas se puede
entender como una expresión diferente de las mismas relaciones. 25
Puesto que cada fenómeno cambia constantemente de forma, de la
misma manera que las relaciones sociales de que está compuesto asu-
29 Marx, "Tesis sobre Feuerbach", p. 666.- Véase también· Gramsci, Selectiqns,
pp. 352-360.
23 Véase. Lukács, History,.,p. 175.
2• Karl Marx, El capital, vol. l, p. 20.
25 Marx, J.Y.f anuscritos económico-filosóficos, p. 9.S.
TEORÍA FEMINISTA Y ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA 69
111en diferentes significados y formas, la posibilidad de comprender
los procesos conforme cambian depende de nuestro entendimiento
de su papel en el todo social. 26 Por ejemplo; para entender el incre-
mento en la cantidad de trabajo asalariado· que desempeñan las muje-
res en los Estados Unidos necesitamos comprender la relación de su
trabajo con las necesidades del capitalismo. Pero también tenemos que
tomar en cuenta, como aspectos diferentes de un mismo ·sistema so-
cial, las condiciones y el tipo de trabajo que el ·patriarcado y la supre-
macía blanca han prescrito para las mujeres. En tanto que feministas,
partimos de una posición que entiende que las posibilidades de cambio
en cualquier área dependen de los cambios que ocurren en otras áreas.
Tanto el capitalismo como el socialismo son más que sistemas eco-
nómicos. El capitalismo no simplemente reproduce la existencia física
de los individuos. "Es ya más bien, un determinado modo de la activi-
dad de estos ·individuos, un determ~nado modo de ·manifestar su
vida, ·un det~rminado modo. de vida· de los mismos ... Lo que son
coincide. . . tanto cori lo que' -producen como con el modo cómo pro-
ducen." 27 Un ·modo' de vida no es divisible. No consta de una parte
pública y una parte privada, una parte en el lugar de trabajo y otra
en ·1a ·c01;nunidad; cada una constituye una fracción determinada y
todas suman un cien por ciento. Un modo de vida, y todos los aspectos
que lo constituyen, adquiere su significado a partir de la totalidad
de que forma parte ..
Debido a alteraciones en los límite~ que separan lo económico de lo
político y debido también al incremento de las interrelaciones ent~e el
aparato del Estado y la .economía (a través de medios tan diversos
como la educación pública y la regulación de la industria por parte
del gobierno), se vuelve cada vez más necesario hacer hincapié en que
sólo se puede comprender, penetrar y finalmente transformar la rea-
lidad como una totalidad y que "sólo un sujeto que es en sí mismo una
totalidad es c~paz de esa penetración". Solamente el individuo colec-
tivo, un grupo unido de personas "puede activamente penetrar la
realidad de la sociedad y transformarla en su totalidad". 28
,
CUESTIONES PARA LA TEORIA FEMINISTA
La naturaleza· de la clase
1
Por ejemplo, nuestras ideas sobre c6mo efectuar un m1tm eran distintas de
las de ellas, pero nosotras suponíamos que las nuestras eran las correctas
puesto que eran las más sencillas para nosotras, dada nuestra educaci6n uni-
versitaria, nuestra facilidad en el empleo de las palabras, nuestra capacidad
de abstracci6n, nuestra incapacidad para tomar decisiones rápidas y la difi-
cultad que teníamos en los enfrentamientos directos ... Aprendí [que] la
opresi6n de clase formaba ... una parte de mi vida que yo podía ver y modi-
ficar. Habiendo visto las manifestaciones de clase en mí misma entendí mejor
cómo opera . en general la clase para dividir a la gente y mantenerla
oprimida. 40
Dentro del contexto del trabajo para el cambio quedó claro que
la negativa a tratar el problema de la conducta de clase en un movimiento
lesbiano-feminista es más pura y simple autocomplacencia y termina por
provocar la ruina de nuestra propia lucha. Las mujeres de la clase media
deberían volver la mirada primero a esa escala de valores que es el sistema
de clases en los Estados Unidos. Deberían examinar en qué lugar de esa es-
cala están colocadas, cómo las ha afectado y qué es lo que piensan sobre las
personas que están por encima y por debajo de ellas ... empezar a pensar po-
líticamente en el sistema de clase y todos los sistemas de poder en este país. 41
1, núm. 4 (mayo de 1972), ·pp. 2-3. Véase también _Dolores Bargowsky y Co-
letta Reid, "Garbage among the .trash", The Furies: l, ·núm. · 6 · (agosto de
1972), pp. 8-9. Algunos de los ensayos de las Furias se encuentran reunidos en
Nancy Myron y Charlotte Bunch (comps.), Cla:Ss ·and · 'feminism (Baltimore,
Diana Press, 1974).
TEORÍA FEMINISTA Y ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA 77
trado demasiado en la cuestión de la dominación masculina por la
producción pura y simple. As~marse al papel que desempeña la clase
en la vida de las mujeres destaca la importancia que tienen también
otros factores, tales como el papel ,de la familia y las tradiciones pa-
triarcales. Tanto para los hombres como para las -mujeres, la clase
determipa nuestra manera de ver el mundo y nuestro lugar dentro
de- él, la forma en -q11e fuimos_.educados, dónde y cómo actuamos
y si lo hacemos. con seguridad o. con incertidumbre. 43 El proceso de
,producción debe verse,, to.mando .. en c~enta · la -. reproducción de las
relaciones políticas_ e ideológi<;as de dom~nación y subordinación. Son
éstos los factores que llevan hacia el. ~ipo de sentimientos que se des-
crihen como "estar fue'ra de control"'. "no .saber qué hacer" y sen-
tirse inco~petente para juzgar la. p~opia actuación.44
En el fq11do, lo que las personas l;ta~ei:i es describir qué. se siente
. estar_ de~. lado "equiyocado" de..Ja división entre el. trabajo intelec-
tual y .el manual.. Sin. dud_a,. -esta divisiói;i:_ es precisamente la forma
concentrada de las divisiones de , clase eµ . el capitalismo. 45 Es deci-
sivo reconocer que .el, trabajo intele~tu;;il es . "el ejercicio de las rela-
ciones ,polítiq1..s .... - legitimada~ . Y .~rtjcµlad~s por •el monopolio y ,el
. secreto. del . saber,.., es .. decir... por la' .repr_Qduccióµ.. de" las relaciones .de
dominación y subordinación ideológicas".46 .Eltrab_ajo in_telectual ·im-
plica una serie de rituales y símbolos. Y siempre se da el caso de que
el grupo dominado o bien no sabe o bien no puede saber qué cosas
son importantes.47
..
43 _Es . obvip que e~t?Y ,en. desacuerdo _con ..poulantzas, _._quien coloca a las
mujeres ..9.el. lad,o del. trabajo intelectu~l . d~ntr.o de la divis~ón intelectual/
manual del trabajo. Admite que 'las mujeres tienden a ocupar la mayoría de
los trabajos manuales' dentro de la jerarquía· de frab~jos del fado intelectual.
con todo, por la forma como define a la clase, trabajadora (enfocándola casi
exclusivamente. en función del empleo), ,la may9ría· .de ésta resulta ser mascu-
li~a. S~st~:q.er que las mujeres forrn~n parte del "bordear característico. a la
clase obrera" (p. 297) significa cometer el mismo error contra el que el propio
Poulantzas argumenta,· es' negarse a prestar atención a los factores políticos e
ideológicos y, ·más aún, negarse a prestar atención a los factores económicos
en cualquier sentido que no sea el más estrecho. El hecho de que una mujer
de una familia de la clase_ trabajadora t01ne un trabajo como secretaria no
basta para colocarla como parte de la pequeña burguesía.
H Estas definiciones están tomadas de Sennett y Cobb, Hidde11 injuries 01
class, pp .. 97, 115, 157. Uno. de los efectos _más importantes de la clase consiste
en. hacer que. los mienibl'.os de_ la clai:;e trabajadora d:u.den f;Q.bre si tienen el
legítimo derecho de pelear. .
45 Poulant_z~s. Lq,s clases socipJes. en el · ca_pit~lismo actual, p. ·215.
Organizaciones y estrategias
ROSALIND PETGHESKY
[81]
82 ROSALIND PETCHESRI
seguir ·y asegurar nuestro sitio ·en una economía en decadencia, como forma
de encontrar una litera que tratamos de acomodar dentro de los· escasos
nichos disponibles en la sociedad capitalista, como forma de definirnos a
nosotras mismas para el resto de· nuestras ·vidas. Lo único que nos puede
prevenir contra esto son las contradicdones de nuestras propias vidas que
no tolerarán esa definición estática; las contradicciones del capitalismo que
van a hacer que este esfuerzo sea extremadamente difícil, y . esperamos
que hasta imposible .. Lo que interviene en esta relación de dos términos es el
deseo; en todos los planos. Unión como deseo. Hemos escuchado sus susurros.
MARXISMO-FEMINISMO: *
TRASCENDIENDO LAS "ESFERAS SEPARADAS"
theon, 1974). Véase también Rosalyn Baxandall, Elizabeth Ewen y Linda Gor-
don, "The ·working class has two sexes", en Technology, the labor process, and
the working class: essays is honor o/ Harry Braverman (Nueva York, Monthly
Review Press, 1977), y Batya Weinbaum y Amy Bridges, "La otra cara del
sueldo: el capital monopolista y la estructura del consumo", en este libro.
6 Judith Stacey. "When patriarchy kowtows: the signifieance of the Chinese
the economic crisis: sorne lessons from the Great: Depression". Review of Radical
PoUtical Economics, 8, núm. 1 (primavera de 1976).
9 Sarah Pomeroy. Goddesses, whores, wives, arifl. slaves: woman in classical Anti-
90 ROSALIND PETCHESKY
al período crítico durante los siglos xvu y XVIII en Europa occidental, cuando
aparecieron los inicios del Estado capitalista y las doctrinas liberales clásicas del
Estado y la ciudadanía. Para algunas especulaciones sobre la relación entre el sur-
gimiento del Estado antiguo.y ·la decadencia en la posición de las mujeres. véase
Pomeroy, Goddesses, whores; Ruby Rohrlkh-Leavitt, "Women in transition:
Crete and Sumer", en Renate Bridenthal y Claudia Koonz (comps.). Becoming
visible, women in European history (Boston, Houghton Mifflin, 1977). y, por
supuesto, Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
LOS GRUPOS MARXISTAS-FEMINISTAS 1-5 93
política sexual en la Atenas del siglo v a. c. Al citar las "reformas''"
legales de Solón, que dispuso que los burdeles pertenecieran al Esta-
do ("institucionalizando" así las distinciones entre las mujeres buenas
y las. prostitutas), degradó el status de las mujeres de la clase baja y
sujetó a las mujeres de la clase alta (ciudadanas-sementales) a un
confinamiento físico y legal rígido, comenta:
posas de los mineros en las huelgas de Brookside, así como las de las mujeres
chilenas durante el gobierno de la Unidad Popular, en las Juntas de Abasteci-
miento, como ejemplos recientes de cómo el trabajo de las mujeres en sus fami-
lias y en las comunidades locales se puede convertir en parte integrante de la
lucha de clases como un todo.
96 ROSALIND PETCHESKY
[99]
100 MATERNIDAD, REPRODUCCIÓN Y SUPREMACÍA MASCULINA.
cribe esta lucha en tres etapas: 1) el feminismo del siglo XIX, 2) el so-
cialismo feminista de principios del siglo xx y 3) el feminismo de los
años setenta. En cada una de estas etapas las mujeres han avanzado
hacia una mayor comprensión de cómo los hombres las controlan
precisamente a través del control de la reproducción. La tesis prin-
cipal de Gordon es que "el control natal no equivale a control de la
población ni a reducción de la tasa de nacimientos o a planeación
familiar sino sólo es libertad con respecto a la reproducción". Esta
libertad con respecto a la reproducción se define como el control so-
bre las propias capacidades reproductivas y no como la eliminación
de la reproducción biológica. La autodeterminación reproductiva se
vuelve una condiciqn básica para la igualdad sexual y la revolución
política. _
La teorÍa socialista no ha tratado de manera suficiente con la rea-
lidad de las mujeres en tanto que -madres y el feminismo radical
apenas empieza a considerar la cuestión en todo su sentido político,
económico y psicoanalítico. Han sido las mujeres feministas socia-
l~stas las que han comenzado a impulsar el estudio del psicoanálisis
para comprender mejor la -dinámica implícita en las relaciones de la
maternidad tal como se _practica. El -papel de Juliet Mitchell ha sido
preponderante en la apertura ·de esta área al análisis, aunque yo con-
.sidero que reinventa el problema de la opresión de la mujer como
si éste perteneciera al ámbito del inconsciente desconectado de sus
condiciones reales. N ancy Chodorow empieza a abordar la cuestión
' -
de cómo operá el inc9nsciente a partir de una serie de realidades
conscientes. Si el inconsciente no se viera reforzado cotidianamente
por la organización política consciente de la sociedad, entonces per-
dería su capacidad de reproducción. Un análisis de la dinámica del
pensamiento debe integrarse a la sociedad que produce, determina,
redetermina y reproduce el pensamiento. Las feministas socialistas
apenas han comertzado con esta difícil tarea y ·algunos de esos co-
mienzos los presentamos en esta sección.
LECTURAS RECOMENDADAS
Bachofen, J. J., .klyth, religion,- and mother right: selected writings (Prince-
ton, Princeton University Press, 1967). - ·
Bamburger, Joan, "The myth of matriarchy", y Nancy Chodorow, "Family
structure. _and feminine personality", en Michelle Rosaldo y Louise Lam-
phere ( comps.), W oman; culture and society - ( Stanford, Stanford U ni-
versity Press, 1974).
l'vlATERNIDAD, REPRODUCCIÓN Y SUPREMACÍA MASCULINA 101
Briffault, Robert, The mothers: the matriarchal theory of social ongms
(Nueva York, Macrn.illan, 1931).
Chodorow, Nancy, "Oedipal asyrn.rn.etrics and heterosexual knots", Social
Problems (abril de 1976).
Dinnerstein, Dorothy, The mermaid and the Minotaur: sexual arrangements
and human malaise (Nueva York, Harper and Row, 1976).
Engels, Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
(en Marx y Engels, Obras escogidas, vol. m, México, Ediciones de Cultura
Popular, 1974).
Erikson, Erik H., "Worn.anhood and the inner space", ldentity, youth and
crisis (Nueva York, Norton, 1968).
Freud, Sigrn.und, "The passing of Oedipus complex. Sorne psychological
consequences of the anatorn.ical distinction between the sexes ( 1925) ",
"Fern.ale sexuality (1931)", Sexuality and the psychology of love, ed.
Philp Rieff (Nueva York, Collier Books, 1963).
Mitchell, Juliet, Psychoanalysis and feminism (Nueva York, Pantheon,
1975).
Neumann, Erich, The great · mot-her: an analysis of the archetype ( 1963;
Princeton, Princeton University Press, 1972); The origins and history
of. consciousness (1954; Princeton, Princeton University Press, 1970).
Porn.eroy, Sarah B., Goddesses, whores, wives and slaves (Nueva York,
Schocken Books, 1975).
Rubin, Gayle, "The traffic in worn.en", en Rayna Reiter (comp.) , T oward
an anthropology of women (Nueva York, Monthly Review Press, 1975).
Shorter, Edward, The making of the modern family (Nueva York, Basic
Books, 1975). ·
MATERNIDAD, DOMINIO MASCULINO Y CAPITALISMO
NANCY CHODOROW
[102]
MATERNIDAD, DOMINIO MASCULINO Y CAPITALISMO 103
social se desarrollan o se expresan en formas biológicas evidentes
o no mediadas, porqu~ las equipara a cada una con sus respectivas
formas sociales: la producción de los medios de existencia con el tra-
bajo_ y la producción de la gente con la familia.
La antropóloga Gayle Rubin, en una importante contribución re-
ciente al desarrollo de la teoría feminista,2 va aún más lejos siguien-
do la concepción engelsiana de que dos esferas separadas organizan
a la sociedad, y la reforma y la amplía dándole un cariz aún más so-
ciológico. Rubin señala que Marx y los marxistas han sostenido dos
afirmaciones sobre la actividad económica organizada de cualquier
sociedad -su "modo de producción"-: la primera es que esta ac-
tividad es un elemento determinante y constitutivo fundamental ( algu-
nos dirán que es e·l elemento determinante y constitutivo fundamen-
tal} de la sociedad; la segunda es que no surge directamente de la
naturaleza·· (sino que está construido socialmente) y que tampoco se
puede describir únicamente en términos tecnológicos o· mecánicos.
Más bien, un modo de producción está constituido tanto por la tec-
nología como por la organización social a través de las cuales una
sociedad se apropia de la naturaleza y la transforma para los propó-
sitos del consumo humano y a la vez transforma la existencia de las
necesidades humanas hasta requerir una mayor manipulación de la
naturaleza.
Rubin sostiene, con un sistema de análisis bastante semejante al
punto de vista marxista, que cada sociedad contiene, además de un
modo de producción, un "sistema de sexo-género", es decir, "las
formas sistemáticas de tratar las cuestiones sobre el sexo, el género y
los bebés". 3 Este sistema incluye formas en las que el sexo biológico
se convierte en un género cultural, en una división sexual del tra-
bajo, en las relaciones sociales para la producción del género y de los
mundos sociales organizados genéricamente, y en las reglas y regu-
laciones para la elección del objeto sexual y los conceptos de la in-
fancia. El sistema de sexo-género es, lo mismo que el modo de pro-
ducción de una sociedad, un elemento fundamental determinante y
constitutivo de ésta, construido socialmente y sujeto al cambio y al
desarrollo históricos. Empíricamente, sostiene Rubin, el parentesco
y la organización de la familia constituyen el lugar donde se encuen-
tra el sistema de sexo-género de cualquier sociedad.
Podemos localizar las características de un sistema de sexo-género
y de un modo de producción en nuestra propia sociedad. Además
9 Gayle Rubin, '"The _traffic in women: notes on the 'political economy' of
' l\Iargaret Mead, Sex and temperament in three primitive societies (1935;
Nueva York, Wm. Morrow).
6 Sobre análisis de la división sex~al del trabajo en las distintas culturas.
véase Richard Lee e Irven DeVore (comps.) Man the hunter (Chicago, Aldine,
_1968); · Ernestine Friedl, Women and men (Nueva York, Holt, Rinehart: &
Winston, 1975); Michelle Rosaldo y Louise Lamphere (comps.), Woman, cul-
ture and society (Stanford, Stanford · University Press, 1974), y Reiter, Toward
an anthropology of women.
106 NANCY CHODOROW
(1919; Clifton, N. J., Augustus Kelley), y Robert· S. Lynd y Helen Merrel Lynd,
.Middletown (1919; Nueva York, Harcourt Brace, 1959). ·
10 Véase Talcott Parsons, "Age and sex in the social structure of the United
(Nueva York, Random, 1965); '1Villiam Goode, World revolution and family
114 N ANCY CHODOROW
.,
LA MATERNIDAD DE LAS MUJERES Y LA REPRODUCCION
DEL CAPITALISMO
lino en las fábricas como respuesta a la importancia cada vez mayor del trabajo
asalariado como fuente de ingreso. véase Heidi Hartmann, "Capitalism, pa-
triarchy and job segregation by sex", Signs, 1, núm. 3, segunda parte (1976),
pp. 137-169, y en este volumen, pp~ 186-221.
2'1 Véase Parsons y Bales, Family, socialization.
28 Para una opinión que no establece diferenciación entre estas funciones
se lbid., p. 233.
37 lbid., p. 218.
38Slater, Earthwalk, p. 131. Véase también Slater, Pursuit of loneliness.
39Las niñas también la tienen y ambos sexos la transfieren a tendencias a la
monogamia y a los celos. Pero Slater 5e -refiere a la relación de tonalidad sexual,
edípica/preedípica, más específica de los niños varones. .
120 NANCY CHODOROW
aquí. Los parsonianos nos hablan sobre la génesis del carácter en los burócratas
de cuello blanco, en los trabajadores profesionistas técnicos y en los ejecutivos.
Los teóricos de Frankfurt se interesan más por la génesis de los rasgos de ca-
rácter de los obreros industriales.
~3 En la mayoría de los informes feministas socialistas se oculta un hecho muy
importante:· que las mujeres también se re¡troducen a sí mismas, física y psico-
lógicamente, tanto cotidiana como generacionalmente.
" Esta mañana (10 de abril de 1977) la edición dominical del New York
Times trae un artículo en la primera plana sobre cómo se ha incrementado
en los últimos años la costumbre de salir a comer fuera de casa, al mismo tiempo
que ha decrecido la compra de víveres en los almacenes.
122 NANCY CHODORO\V
LINDA GORDON*
[124]
LA LUCHA POR LA LIBERTAD REPRODUCTIVA 125
xista, tal cual existe hoy, no las explica completamente. Puesto que
parece ser que las relaciones sexuales se han definido en gran parte
por reflexiones acerca de la reproducción, los acercamientos marxis-
tas'- a las raíces de la dominación sexual han sido igualmente ina-
decuados.
En este artículo quiero especular acerca de las condiciones que po-
drían coadyuvar a la libertad reproductiva. Estas especulaciones han
surgido de las posibilidades que el movimiento de liberación femeni-
na han hecho imaginables y que a su vez .se basaron en posibilidades
materiales tales como la anticoncepci6n efectiva y la productividad ele-
vada de la sociedad industrial. Para poder captar lo novedoso de estas
posibilidades, echemos un breve vistazo a la historia de la lucha de
las mujeres por la autodeterminación reproductiva en contra de la
dominación masculina.
,
EL FEMINISMO Y LA IDEOLOGIA SEXUAL
mujer sino como un arma utilizada por los hombres contra ellas:
el sexo no reproductivo les parecía como un medio que utilizaban los
hombres para escapar de sus responsabilidades para con las mujeres. 2
Consideraban la anticoncepción como una herramienta para las pros-
titutas y como un arma potencial de los hombres para convertir a
las mujeres en prostitutas.
Las feministas no sólo querían la maternidad voluntaria sino tam-
bién el sexo voluntario. El sistema matrimonial del siglo XIX descan-
saba, tanto legalmente como ·por costumbre, en la sumisión· sexual
de las mujeres a sus maridos; la negativa a prestar servicios sexuales
era motivo de divorcio en muchos estados. La insistencia de las fe-
ministas en el derecho de la mujer a decir· "no" y a justificar esta
negativa en función del control de la natalidad constituyó· un re-
chazo fundamental a la dominación masculina en· el sexo. Querían
terminar con el doble patrón de comportamiento imponiendo la ·cas-
tidad a los hombres. La insistencia en la hermandad de las mujeres
tuvo, cu~ndo menos para nosotros hoy día,. implicaciones· se~uales
también, porque crearon lazos· duraderos y amores apasionados entre
mujeres. Resulta interesante que con frecuencia estas abogadas de la
maternidad voluntaria fueran al mismo tiempo las que hicieron valer
la existencia de los impulsos sexuales femeninos. Con todo, coro:..
prendieron que el descubrimiento de las propiás preferencias sexuales
de la mujer y sus sensaciones no podría ni siquiera comenzar mientras
estuvieran subordinadas a los caprichos sexuales de los hombres.
Así pues, las ideas feministas - resultaron al mismo tiempo contra el
sexo y en pro del sexo, y las feministas no fueron capaces de resol-
ver esta tensión porque no seguían (o quizá no se atrevían a hacerlo)
los sentimientos sexuales de la mujer hasta donde éstos llevaban, es
decir, a los tipos bien definidos de actividad sexual de ·1as mujeres
que no necesariamente son compatibles con el acto sexual conven-
cional y heterosexual.
En sus actitudes sexuales, las feministas del siglo XIX eran sobre
todo antimasculinas. En este sentido fueron las predecesoras de las
fe1ninistas radicales de hoy, no de las feministas socialistas ni de las fe-
ministas liberales. Su crítica de la familia era una crítica a la do-
minación masculina pero dentro de ella. No analizaron a la fami-
lia ni la división sexual del trabajo en tanto que formaciones que
se habían asimilado al capitalismo, ni percibían que los hombres·
no eran siempre agentes libres dentro ·de estas formaciones. Por otra
parte, en otros aspectos de su feminismo, estas activistas ·fueron con
2 El he~ho de que a la sazón la anticoncepción no fuera una mercancía sino
LECTURAS RECOMENDADAS
JEAN GARDINER
[157]
158 JEAN GARDINE~
, ,
TRABAJO DOMESTICO Y CREACION DE VALOR
IMPLICACIONES POLÍTICAS
Factores económicos
Factores psicológicos
Facto,res ideológicos
Como hemos señalado más arriba, en distintas fases del desarrollo ca-
pitalista actuarán presiones económicas diferentes, que influirán sobre
si el ·trabajo doméstico y el cuidado de los niños seguirán siendo do-
mésticos o serán socializados. Esto puede ilustrarse del siguiente modo:
en una situación de estancamiento económico como la actual en In-
glaterra, cuando la tasa general de inversión y de crecimiento económi-
co son muy bajas, el Estado intentará mantener bajos los salarios y el
consumo global de los trabajadores, así como estimular la inversión y
la exportación ofreciendo incentivos a los negocios. Esto tendrá las im-
plicaciones siguientes en lo que toca a la socialización del trabajo do-
méstico y el cuidado de los niños.
1] El Estado tratará de minimizar el nivel de su gasto social, reorien-
tando en lo posible los recursos del consumo de los obreros hacia la
inversión industrial. Por lo tanto, es improbable que el Estado amplíe
las instituciones para el cuidado de los niños u otros sustitutos del
trabajo doméstico. ·
2] Aun cua~do los capitalistas que producen mercancías para el
consumo de los trabajadores tratarán de conservar sus mercados, los
capitalistas en general buscarán mantener los salarios bajos. El efecto
general de esto será una reducción de los beneficios de los capitalistas
que producen para el consumo de los trabajadores y posiblemente
una reorientación del capital hacia sectores en- que la intervención
estatal u otros factores aumenta la rentabilidad, por ejemplo, las
exportaciones. Debido a esto, es poco probable que durante un período
como éste el capital sea atraído a la producción para el consumo de
los trabajadores,. incluyendo la socialización capitalista. del trabajo
doméstico y el cuidado de los niños.
3] La producción de mercancías que representa una sustitución di-
recta del trabajo doméstico, como las comidas preparadas, puede ser
un sector de consumo de los trabajadores especialmente sujeto a la
declinación en un período de crisis, porque habrá presión sobre las
amas de casa para que sustituyan mercancías por su propio trabajo
a fin de estirar más el salario. Es interesante observar, por ejemplo,
que en 1971, año de alto desempleo y aceleración en el aumento de los
precios de los alimentos, las ventas de alimentos preparados disminu-
yeron un 5%, mientras que la venta de alimentos de temporada au-
mentó un 4%, doble inversión de tendencias ya bastante antiguas.4
4] Aun cuando en un perí9do de estancamiento puede haber ciertas
áreas particulares de escasez de mano de obra femenina (por ejemplo,
CONCLUSIÓN
[172]
LA OTRA CARA DEL SUELDO 173
no es como una fábrica y que las amas de casa no están organizadas
del mismo modo que los trabajadores asalariados.
Como ha escrito Eli Zaretsky, el ama de casa y el proletario son los
adultos característicos de las sociedades capitalistas avanzadas. 3 Ade-
más, el hogar y la empresa son sus organizaciones económicas caracte-
rísticas. Así como la socialización de la producción no ha eliminado al
ama de casa, la acumulación tampoco .ha eliminado las funciones eco-
nómicas del hogar. Harry Braverman ha demostrado cómo el proceso
de acumulación crea nuevas estructuras ocupacionales, y ha documen-
tado la expansión de la actividad del capital hacia nuevos sectores. Aquí
demostraremos que estos procesos modifican también las relaciones
sociales de consumo, función económica que continúa estructurándose
a través del hogar y realizándose gracias a las mujeres en tanto que
amas de casa.
Demostraremos cómo el capital organiza el trabajo de consumo
para las amas de casa, sacándolas del hogar y llevándolas al merca-
do. Las relaciones cambiantes del trabajo de consumo requieren que se
pase más tiempo fuera de la casa y crean un. contexto en que las arnas
de casa desarrollan sus propias perspectivas políticas sobre la sociedad
capitalista. En particular, hallaremos el contexto de la conciencia
política de las amas de casa en las contradicciones entre su trabajo
en el mercado y su papel en el hogar. Pensamos que este aspecto de la
actividad de las mujeres ofrece una perspectiva para el examen de su
trabajo dentro del hogar y además como trabajadoras asalariadas, as-
pecto sobre el cual recientemente se ha escrito bastante. El capital
hace demandas contradictorias a la energía de las mujeres, creándoles
conflictos individuales y conflictos entre amas de casa y trabajadores
asalariados del mercado. Estos temas exigen una comprensión del ca-
pitalismo en la que podamos ubicar el consumo, y éste es el objeto
de la siguiente sección.
11
bién Grundrisse, México, Siglo XXI, 1977, t. 1, p. 158. Marx examina el mer-
cado en los capítulos 2 y 3 de El capital y en varios lugares de los Grundrisse.
6 Véase Grundrisse, p. 84: "Su poder social [de un individuo], así como su
nexo con la sociedad, lo lleva consigo en el bolsillo." Para la cuestión del dinero
como medida de valor social, véase El capital, t. 1, vol. 1, pp. 168-169.
LA OTRA CARA DEL SUELDO 175
sociedades capitalistas la gente trabaja,7 así en todas las sociedades
la gente se reproduce, pero en las sociedades capitalistas además
consume. En el capitalismo, el mercado funciona como puente entre
la pi:oducción de las cosas y la reproducción de las personas.
La reproducción de las personas sucede en el hogar. Con esto que-
remos decir simplemente que el hogar es el lugar donde se satisfacen
las necesidades que tienen las personas de alimento, descanso, abrigo,
etcétera. Desde luego, el hogar no es una unidad autosuficiente que
contenga los recursos necesarios para satisfacer esas necesidades. Los
miembros de la familia deben entrar en el mercado d~ trabajo a in-
tercambiar su fuerza de trabajo por un salario, y también deben salir
a intercambiar su salario por los bienes y servicios necesarios. La ma-
yoría de los hogares están constitutidos por familias, en las cuales
los hombres son los principales ganadores de salarios y las mujeres
son responsables del consumo. En el mercado de trabajo los hombres
se enfrentan al capital en forma de patrones; en el mercado de bienes
y servicios las mujeres se enfrentan al capital en forma de mercan-
cías. Esta división sexual del trabajo no es absoluta: números cada vez
mayore·s de mujeres trabajan por un salario, y muchos hombres par-
ticipan en el trabajo de consumo.ª. Como quiera que se dividan los
papeles, la supervivencia del hogar requiere una participación en
las relaciones de intercambio.
-- Sin embargo, la contradicción entre producción privada y necesi-
dades sociales subsiste. La acumulación capitalista crea sus propias
necesidades: el ejército industrial de reserva es la expresión más clara
de las necesidades del capital, que se oponen y preceden ·a las nece-
sidades de las personas para su propia reproducción. Al decir que
el mercado es el puente entre la producción privada y las necesidades
sociales, llamamos la atención sobre el hecho de que las personas deben
expresar "demanda efectiva" para obtener lo que necesitan (deben te-
ner dinero). Desde luego, la demanda ·efectiva no es asunto de elec-
ción, pues el ·ingreso está determinado por la posición en la estructura
de clase. Así, el consumo siempre es una función de la clase, y si deci-
mos que la producción capitalista se reconcilia con las necesidades
sociales, lo hacemos reconociendo que tal reconciliación es imperfecta
en el capitalismo.
7 Cf. la distinción que hace Engels entre work y labottr en El capital, libro 1,
p. 58 n. Allí escribe Engels que el proceso de trabajo tiene dos aspectos: "El
trabajo que crea valores de uso y que está determinado cualitativamente se
denomina work •• .; el que crea valor y al que sólo se mide cuantitativamente,
es labour."
8 No estamos discutiendo aquí la relación del capital con la división sexual
del trabajo. Véase Heidi Hartmann y Amy Bridges, "The unhappy marriage of
marxism and feminism: towards a more progressive union."
176 BATYA WEINBAUM Y AMY BRIDGEs¡
III
9 Véase la nota 7.
10 Ellen Willis, "'Consumerism' and women", Note from the third year,
reimpreso en Vivían Gornick y Barbara K. Moran (comps.), Woman in sexist1
society (Nueva York, New American Library, 1972). pp. 658-665.
LA OTRA CARA DEL SUELDO 177
consumidores que tratan de "compensar" su aislamiento del trabajo
socialmente organizado mediante la compra de objetos. 11 A medida
que los medios de producción han sido progresivamente expropiados
del hogar, y que los capitalistas producen mercancías que resulta más
económico comprar que hacer, 12 la esfera del mercado y la necesidad
de hallar allí las cosas que necesitamos se expanden. El principal im-
pulso al trabajo de consumo no es una necesidad psicológica de ex-
presar la creatividad a través de la compra (aun cuando el mantener
a una fan~ilia con lo que gana la mayoría de la gente es indudable-
mente una empresa creativa, con sus gratificaciones propias). La
fuerza que hay detrás del trabajo de consumo es la necesidad de recon-
ciliar las necesidades del consumo con 'la producción de mercancías.
No es posible, por lo tanto, entender el trabajo del ama de casa si
consideramos que las mujeres simplemente usan "la misma escoba en
los mismos pocos metros cuadrados de cocina durante siglos" .13 Y mien-
tras muchos hombres están habituados a decir que "las mujeres son
sus propios jefes" y pueden ordenar su trabajo como quieran, un exa-
men atento· del trabajo de las arnas de casa muestra que el capital y el
Estado les marcan un horario bastante rígido. Dejando de lado el
hecho de que los niños pequeños son capataces exigentes e insistentes,
las horas de trabajo del marido, la hora' en que ·los niños deben llegar
a la escuela y, para los hogares que viven de semana en semana (que
son la mayoría), el día de las compras, no son determinados por el
ama de casa misma. Las amas de casa deben trabajar en relación con
horarios elaborados en otra parte, y esos horarios no están coordinados
entre sí. Se espera de las amas de casa que aguarden semanas para
conseguir instalaciones y reparaciones, que aguarden en las colas, que
aguarden al teléfono. Las modificaciones de la red de distribución
y la ampliación de servicios exigen movilidad física dentro de esta
bastante poco flexible serie de horarios. El aumento del número de
servicios así como de centros de compras significa que las amas de casa
pasan más tiempo viajando entre centros que produciendo bienes y ser-
vicios. La centralización de los centros de compras y servicios puede
hacer más eficiente la distribución, pero a expensas del tiempo del ama
de casa. 14 El trabajador del consumo, a diferencia del trabajador
asalariado, no tiene un antagonista singular y evidente, sino muchos
u ~Iariarosa dalla Costa, El poder de la mujer y la subversión de la comuni-
dad, p. 53.
12 Véase Harry Braverman, Labor and monopoly capital (Nueva York, Mon-
thly Review Press, 1974), p. 281, y caps. 13 y 16, passim.
13 Dalla Costa, El poder de la· mujer,, p. 36.
14 La centralización de la distribución de servicios es económica para el ca-
Con todo y sus esfuerzos, el ama de casa carece del poder social ne-
cesario para proporcionar a su familia lo que ella considera mejor.
El trabajo de consumo, por un lado, y los fines a los que se supone
que sirve, por el otro, constituyen una trama desde la cual se desarro-
lla la perspectiva· del ama de casa· sobre la sociedad.
IV
28 No hay mucho espacio para ejemplos, pero véase Edith Thomas, The :
women incendiaries (Nueva York, George Braziller, 1966); Alice Bergman, ~
Women in Vietnam (San Francisco, 1974); J. Ann Zammit y Gabriel Palma 'I
(comps.), La vía chilena al socialismo (México, Siglo XXI, 1973).
27 Barry Brodsky, "Tenants first: FHA tenants organize in Massachusetts"
Radical America, 9, núm. 2 (1975). p. 41.
LA OTRA CARA DEL SU El.DO 183
Jas actividades de boicoteo, las respuestas militantes a la inflación (es-
pecialmente de los precios de los alimentos) y las luchas de la comu-
nidad (enfocadas con frecuencia contra decisiones estatales) son áreas
en las cuales las mujeres desempeñan papeles importantes, si no predo-
minantes. 28
Pero, más en general, la organización dispersa de los trabajadores
del consumo, presa de muchos capitalistas así como del Estado, parece
conducir al reconocimiento del carácter opresivo y explotador del ca-
pitalismo como sistema. Durante la huelga de los mineros de Brook-
side, las esposas no sólo apoyaron las demandas de los maridos sino
que hicieron demandas más radicales y de más largo alcance, insis-
tiendo en las estampillas para comprar comida, boicoteando y mani-
festando frente a algunas tiendas, protestando contra la propaganda
antihuelga y las molestias infligidas a los hijos de los huelguistas en
las escuelas. Su práctica de amas. de casa les demostraba que no sólo
el lugar de trabajo sino toda la ciudad estaba dominada por los pro-
pietarios de las minas, y su actividad política demostró este hecho a la
comunidad entera.29 En ciudades en que la clase dominante es más
visiblemente diversificada, la perspectiva es más complicada, pero de
todos modos es la razón de muchas de las luchas de mujeres que no
son luchas del lugar de trabajo.
La actividad de las mujeres en épocas revolucionarias puede de-
rivar de actividades en las que se encuentran comprometidas cotidia-
namente y que adquieren mayor significado político en momentos de
transformaciones políticas violentas. 80 En Portugal, por ejemplo, desde
el derrocamiento del régimen fascista, en los barrios obreros las muje-
res han formado comités de inquilinos para ocupar edificios, ta_nto
para viviendas como para servicios comunitarios. Estos comités de in-
quilinos han sobrevivido a sus actividades iniciales y siguen siendo una
211 Las mujexes también desempeñaron un papel importante en organizaciones
HEIDI HARTMANN
• Una versión algo más larga de este artículo apareció en Signs, l, núm. 3,
parte 2 (primavera de 1976). Quisiera agradecer a muchas mujeres de la New
School for Social Research por compartir conmigo sus conocimientos y ofrecerme
aliento y discusión; en particular. a Amy Hirsch, Christine ~ailey, Nadine
Felton, Penny Ciancanelli, Rayna Reiter y Viana Muller. Quisiera agradecer
también a Amy Bridges, Carl Degler, David Gordon, Fran Blau, Grace Horo-
witz, Linda Gordon. Suad Joseph. Susan Strasser y Tom Victorisz por sus útiles
comentarios. ~ · ·
1 Entiendo por patriarcado un conjunto de relaciones sociales que tiene una·'
[186]
SEGREGACIÓN DE LOS EMPLEOS POR SEXOS 187
los hombres dominan y las mujeres están subordinadas, es muy antiguo.
Sostengo que, antes del capitalismo, se estableció un sistema pa-
triarcal en que los ·hombres controlaban el trabajo de las mujeres y
de los niños en la familia, y que al hacerlo los hombres aprendieron
las técnicas de la organización y el control jerárquicos. Con el adveni-
miento de las separaciones entre lo público y lo privado tales como
las creadas por la emergencia del aparato estatal y de sistemas econó-
micos basados en un intercambio más amplio, así como en unidades
de producción mayores, el problema para los hombres pasó a ser el de
mantener su control sobre la fuerza de trabajo de las mujeres. En
otras palabras, un sistema de control personal directo se convirtió en
un sistema de control indirecto e impersonal, mediado por institucio-
nes que abarcaban toda la sociedad. Los mecanismos de que dispusie-
ron los hombres fueron 1) la tradicional división del trabajo entre los
sexos y 2) las técnicas de organización y control jerárquicos. Tales me-
canismos fueron decisivos en el segundo proceso, la extensión de una
división del trabajo sexualmente organizada al sistema de trabajo asala-
riado, durante el período de la emergencia del capitalismo en Europa
occidental y los Estados U nidos.
base material y en el cual hay relaciones jerárquicas entre los hombres, y una
solidaridad entre ellos, que les permiten controlar a las mujeres. El patriar-
cado es por lo tanto el sistema de opresión de las mujeres por los hombres.
Gayle Rubin sostiene que deberíamos utilizar el término "sistema de sexo-géne-
ro" para referirnos a ese dominio fuera del sistema . económico (y no siempre
coordinado con él) donde se produce y reproduce la estratificación de los géneros
basada en las diferencias sexuales. El patriarcado es así sólo una forma, una for-
ma en que predom.ina el sexo masculino. del sistema de sexo-género. Rubin sos-
tiene además que el nombre de patriarcado debería reservarse a las sociedades de
pastores nómadas tales como las que se describen en el Antiguo Testamento.
donde el poder de los hombres era sinónimo de la paternidad. Si bien estoy
de acuerdo con el primer argumento de Rubin. creo que el segundo limita
demasiado el uso de la palabra patriarcado, que es una buena etiqueta para la
mayoría de las sociedades con predominio masculino. Véas.s:: Gayle Rubin,
"The traffic in women'", en Rayna Reiter (comp.), Toward an anthropology
of women (Nueva York, Monthly Review Press, 1975). Muller ofrece una defi-
nición más amplia del patriarcado "como sistema social en el que el status de
las mujeres es en primer término el de pupilas de sus maridos, padres y her-
manos". donde ese pupilaje tiene dimensiones económicas y políticas. Véase
Viana Muller, "The fonnation of the state and the oppression of women: a
case study in England and Wales", mimeo. (Nueva York, New School for Social
Research, 1975). p. 4, n. 2. Mtiller se basa en Karen Sacks. "Engels revisited:
women, the organization of production, and private property", en Michelle
Rc;>saldo y Louise Lamphere (comps.). Woman, culture, and society (Stanford,
Stanford University Press, 1974). Otras explicaciones sobre el patriarcado como
sistema tanto entre los hombres como. entre hombres y mujeres pueden hallarse
en el ensayo "The unhappy marriage of marxism and feminism: towards a
new union", de Amy Bridges y Heidi Hartmann.
188 HEIDI HARTMAN?ij
este tipo. Véase en especial Collier y Stack. Véase también Ernestine Friedl, "The
position of "\<VOtnen:. appearance and reality", Anthropo·logical · Quarterly, 40,
núm. 3 (julio de 1967), pp. 97-108.
H Como ejemplo de una característica en particular, Ruby Leavitt afirma:
"La clave más importante sobre el status de la mujer en cualquier parte es su
grado de participación en la vida económica y su control sobre la propiedad
y los productos que produce, factores ambos que parecen estar relacionados
con el sistema de parentesco en cada sociedad" (Ruby B. Leavitt, "\\.Tomen in
other cultures", en Vivian Gornick. y Barbara K. Moran (comps.), Women a11d.
sexist society, Nueva York, New American Library, 1972, p. 396). En un estudio
histórico que también se consagra a las . cuestiones relativas al status de las
mujeres, Joanne McNamara y Suzanne Wemple ("The power of woman through
the family in medieval Europe: 5-00-1100", Feminist Studies, 1, núms. 3-4, in·
vierno-primavera de 1973, pp. 126-141) destacan la división entre lo privado y lo
público en su examen de la pérdida de status de las mujeres durante este
período.
SEGREGACIÓN DE LOS E~IPLEOS POR SEXOS 193
cias la apoya. En todo caso, la mayoría de los antropólogos están de
acuerdo en que el patriarcado apareció mucho antes que el capi-
t'alismo, aunque estén en desacuerdo sobre sus orígenes. ·
En Inglaterra, la formación del Estado marca el fin de la sociedad
tribal anglosajona y el comienzo de la sociedad feudal. A lo largo de
la sociedad feudal las tendencias hacia la privatización de la vida
familiar y el aumento del poder del hombre dentro de la familia
parecen intensificarse, así como su respaldo institucional por parte
de la Iglesia y el Estado. En el momento del surgimiento del capi-
talismo, de los siglos xv al XVIII, la familia campesina nuclear, pa-
triarcal, ya había pasado a ser la unidad de producción básica de la
. d a d .15
soc1e
,
LA EMERGENCIA DEL CAPITALI~MO Y LA REVOLUCION
INDUSTRIAL EN INGLATERRA Y. EN ESTADOS UNIDOS
1, cap. xx1v; Stephen Hymer, "Robinson Crusoe and the secret of primitive
accumulation", Monthly Review, 23, núm. 4 (septiembre de 1971), pp. 11-36.
194 HEIDI HARTMAN l>i'
agricultura por varios siglos. Clark ha descubierto que para el siglo xvn los sa-'
!arios de los hombres eran más elevados que los de las mujeres y que las
tareas que realizaban eran distintas, aunque exigían habilidad y fuerza más o,
menos iguales (Clark, JVorking life, p. 60). Los salarios del trabajo agrícola (y'
otros) eran establecidos con frecuencia por las autoridades locales. Tales dife.'
rendas de salario reflejaban la posición social relativa de hombres y mujeres;
y las normas sociales de la época. Se consideraba que las mujeres necesitaban¡
menos salario porque comían menos, por ejemplo, y se esperaba que tuvieran¡
menos lujos, como el tabaco (véase Clark, Working lije, y Pinchbeck, Womenf'.
workers, para la fundamentación del nivel de vida más bajo de las mujeres).
Laura Oren ha estudiado esto para las mujeres inglesas en el período 1860·t
1950 (véase la n. 49). 1
SEGREGACIÓN DE LOS EMPLEOS POR SEXOS 195
tivamente mayor, y las familias en conjunto se vieron privadas de
gran parte de sus medios de subsistencia. 19
En el siglo XVIII aumentó la demanda de tejidos de algodón, y los
comerciantes ingleses descubrieron que podían utilizar el trabajo de
la población agrícola inglesa, que ya conocía las artes del hilado y el
tejido. Los comerciantes distribuían materiales para hacer hilados y
tejidos, creando un sistema industrial doméstico que ocupó a mu-
chas familias de agricultores desplazados. Este sistema de trabajo a
domicilio, sin embargo, resultó inadecuado. Las complejidades de la
distribución y la recolección y, quizás de modo más importante, el
control que tenían los trabajadores sobre el proceso de producción
(podían tomarse horas libres, trabajar en forma intermitente, robar
nlateriales) impidieron un aumento del suministro de tejidos sufi-
ciente para satisfacer las necesidades de los comerciantes. Para resol-
ver esos problemas, primero el hilado, a fines del siglo XVIII, y luego
el tejido, a comienzos del XIX, fueron organizados en fábricas. Las fá-
bricas textiles estuvieron al principio en las zonas rurales, tanto para
aprovechar el trabajo de los niños y las mujeres, evitando con ello
las restricciones impuestas por los gremios de las ciudades, como para
utilizar la fuerza hidráulica. Al industrializarse el hilado, las mujeres
que hilaban en su casa sufrieron un desempleo aún mayor, mientras
que aumentó. la demanda de tejedores de sexo masculino. Cuando se
mecanizó el tejido, disminuyó también la necesidad de tejedores. 20
English aj>pre11ticeship and child labor (Londres, T. Fisher Unwin, 1912), pp.
149-150, sobre el trabajo de las muchachas, y Clark, Working lije, cap. 5, sobre
la 01:ganización de la industria familiar en la~ ciudades.
24 El siglo XVII ·encontró las artes y oficios ya divididos por sexos. Hay mucho
trabajo por hacer sobre el desarrollo de los gremios y la división sexual del
trabajo, así como sobre la naturaleza de las organizaciones femeninas. Ese tra-
bajo nos permitiría investigar con más detenimiento la declinación del status
de la mujer a partir del período tribal, pasando' por el feudalismo, hasta la
emergencia del capitalismo.
198 HEIDI HARTMA:N
de ocho horas de trabajo por día para los n1nos de entre 9 y 13 años¡
y la prohibición del empleo de niños menores. Según Smelser, est~
causaba dificultades a los padres en cuanto a la educación y la super.
visión de sus hijos y, para remediarlo, los trabajadores de sexo mascu.
lino y las clases media y alta empezaron a recomendar que también las
mujeres fueran eliminadas de las fábricas. 32
Las clases altas de la época victoriana, período que elevó a las muje.1
res a sus pedestales, parecen haber estado motivadas por el atropello
moral y-la preocupación por el futuro de la raza inglesa (así como po(
la reproducción de la clase trabajadora): "En el hombre -ha dicho
Lord Shaftesbury- los efectos morales del sistema son muy tristes
pero en la mujer son infinitamente peores, no sólo en ella misma, sino'
en su familia, en la sociedad y, podría agregar, en el país mismo. Ya
es bastante malo si se corrompe el hombre, pero si se corrompe a la
mujer, se envenenan las aguas de la vida en la fuente misma." 33 Tarn.
bién Engels parece haberse indignado por razones similares: "Encon.
tramos los mismos rasgos que nos describe el informe de las fábricas: ,
trabajo de las mujeres hasta la hora de la comida, incapacidad de 1
35 Ibid., p. 16.
36 Ibid., pp. 215-216.
37 Smelser, Social change, p. 30'1. Del mismo modo, Pinchbeck cita una dipu-
tación del West Riding Short-Time Committee que exige "el retiro gradual
de todas las mujeres de las fábricas" porque "el hogar, sus tareas, sus obliga-
ciones, es la verdadera esfera de la mujer". Gladstone consideró que era una
buena sugerencia; fácil de traducir en leyes apropiadas, por ejemplo "prohibir-
204 HEIDI HART1'-IAN1
blemente, tanto una rebaja directa de los salarios como una lucha por obtener
los tipos de trabajo mejor pagados.'' (Ibid., p. 658.)
42 Millicent G. Fawcett, "Mr. Sidney Webb's article on women's wages", Eco-
47 Millicent G. Fawcett, "Equal pay for equal work", Economic ]ournal, 28,
rante una huelga de cigarreros en la ciudad de Nueva York en 1877, los patro-
nos trajeron a muchachas norteamericanas no calificadas y después impri-
mieron en las cajas la siguiente leyenda: "Estos cigarros fueron hechos por
muchachas norteamericanas", con lo que vendieron 111uchas más cajas de ciga-
rros imperfectos de lo que esperaban (ibid., p. 207).
65 Este resumen se basa en Abbott y lo apoyan tanto Baker como Helen L.
lógicos aunados a las diferencias biológicas entre los sexos para explicar las
variaciones en la composición sexual de los empleos. El aumento de velocidad
de las m.~iquinas y a veces la creciente fuerza que exigían se citan como factores·
que favorecen a los hombres quienes son más fuerte.s y tienen más resistencia,;
etcétera. Sin embargo, con frecuencia ambos citan estadísticas que indican que:
el mismo tipo de maquinaria era utilizada tanto por hombres como por muje-:
res, como por ejemplo las rnáquinas de hilar intermitentes. Yo diría que las di-·
ferencias percibidas son meras racionalizaciones utilizadas para justificar la•
asignación actual de tareas por sexo. Poderosos mecanisn1os de imposición fu<'ron
las presiones sociales. Abbott da varios ejemplos <le esto. Una mujer había apa-.
rcnlcmenle aprendido a manejar las máquinas intermitentes en Lawrence.
y fue a \Valtham cuando se introdujeron allí, pero tuvo que abandonar
ese trabajo porque, según un trabajador hombre: "Los hombres le hacían
observaciones desagradables y era demasiado duro para ella, siendo la ünica
mujer" (Women in industry, p. 92). Otro ejemplo: "Algunos de los empleados
más antiguos de los talleres de Nueva Inglaterra en la actualidad [19'10] dicen
que i-ecuerdan el tiempo en que el tejido era tan universalmente considerado·
tarea de mujeres que un 'tejedor hombre' era objeto de ridículo público por,
ocupar un 'trabajo de mujer'" (ibid., p. 95). l
SEGREGACIÓN DE LOS EMPLEOS POR SEXOS 211
del proceso de trabajo en general permitía el uso de trabajado-
res menos calificados en uno o más de los procesos de la tarea. El
abaratamiento de la mano de obra y el mayor control de ella fue-
ron las fuerzas que motivaron la administración científica y los
primeros esfuerzos por reorganizarla. 57 La introducción de maquinaria
fue auxiliar en el proceso, pero no una fuerza motivadora. La ma-
quinaria, la mano de obra no calificada y las mujeres trabajadoras a
menudo llegaron de la mano.
Además de la mayor demanda y el cambio técnico, con frecuen-
cia una escasez del suministro habitual de mano de obra contribuyó
a la modificación de la fuerza de trabajo. En las fábricas textiles,
por ejemplo, en la década de 1840, las jóvenes procedentes de las
granjas de Nueva Inglaterra fueron atraídas hacia nuevas oportu-
nidades de empleo para jóvenes de la·- clase media tales como la en-
señanza. Su lugar en las fábricas fue ocupado por inmigrantes. En el
ramo de la fabricación de botas y zapatos la mayor demanda no podía
ser satisfecha con los zapateros calificados existentes. y en el trabajo
de oficina, el suministro de hombres con educación secundaria no
correspondía al aumento de la demanda. Además, en el trabajo de
oficina en particular los cambios que se produjeron en la estructura
del empleo redujeron su atractivo para los hombres -con la expan-
sión, los empleos se convertían en callejones sin salida- mientras
que para las mujeres las oportunidades eran buenas· en comparación
con las que tenían en otra parte. 58
La fabricación de cigarros ofrece amplias oportunidades de ilus-
trar tanto la oposición de los sindicalistas hombres a los posibles
cambios de sexo en la composición de la fuerza de trabajo en sus
industrias como la forma que adoptó esa oposición: legislación pro-
tectora. 59 La fabricación de cigarros era una industria casera antes
;;; Véase Harry Braverman, Labor and monopoly capital (Nq.eva York, Mon-
thly Review Press, 1974), especialmente caps. 3-5.
68 Elyce J. Rotella, "Occupational segregation and the supply of women to
the American clerical labor force, 1870-1930", trabajo presentado a la Berk-
shíre Conference on the History of '\Tomen, Radcliffe College (25-27 de ocLUbre
de 1974). Pese a que ya es antiguo el reconocimiento de la segregación y las
variaciones en la composición sexual de los empleos, hay sorprendentemente
pocos estudios sobre el proceso de esa variación. Además del trabajo de Rotella
sobre los trabajadores de oficina está el de Margery Davies, .. \Voman's place
is at the typewriter", Radical America, 8, núm. 4 (julio-agosto de 1974), pp. 1-
28, y en este volum,en. Valerie K. Oppenheimer discute la variación en la
ensefi.anza elemental en The female labor force in the United Sta·tes (Berkeley,
Institute of International Studies, University of California, 1970). Abbott y
Baker también examinan diversas variaciones.
lío Esta descripción se basa fundamentalmente en Abbott, Women in industry,
71 Baker ha observado que las opiniones acerca de la Equal Pay Act en 1963
'17 En 1914 la AFL votó por el abandono del camino legislativo hacia la re-
forma. Véase Hill, .. Protective labor legislation".
78 Algunos estados excluyeron por completo a las mujeres de algunas ocupa-
ciones: minería. lectura de medidores. manejo .de taxis, de· tranvías y de as-
censoTes. etc. (i bid.).
79 Estas conclusiones se basan en Hill, ibid., y son apoyadas por Baker, Tech-
11ology.
80 Al mismo tiempo que las mujeres eran excluidas de algunos trabajos cali-
,
coNCLUSION
cuidan de los niños, afecta profundamente (en forma dife1·encial) las estructuras
de la personalidad de niñas y niños. Para una interpretación no freudiana de
este fenómeno, véase Chodorow (n. 12).
EL LUGAR DE LA MUJER ESTA FRENTE A LA MAQUIN¡\l
DE ESCRIBIR: LA FEMINIZACIÓN DE LA FUERZA DE 11
TRABAJO OFICINESCA*
'fi
MARGERY DAVIEs';'.
[222]
:fEI\-IINIZACIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO OFICINESCA 223
Dos de las características fundamentales de las oficinas del siglo XIX
en los Estados U nidos son que eran pequeñas y que en ellas traba-
jaban casi exclusivamente hombres. 3 Los datos del censo de 1870,
por ejemplo, muestran que de los 76 639 oficinistas de los Estados
Unidos sólo 1 869 eran mujeres; los hombres constituían el 97.5%
de la fuerza de tr~bajo oficinesca. 4 Con excepción de unos pocos
bancos, compañías de seguros y oficinas del gobierno, la mayoría
de las oficinas de los Estados U nidos antes de la guerra civil tenían
en general alrededor de dos o tres oficinistas. Esto no es nada sor-
prendente, puesto que la mayoría de las empresas capitalistas también
, . ,
CAMBIOS POLITICO-ECONOMICOS
of the 12th Census, Occupations at the 12th census (Washington, D. C., 1904).
Los datos se refieren al "número de personas empleadas en ocupaciones espe-
cíficas". "Trabajadores de oficina" incluye tenedores de libros y contadores,
empleados y copistas y taquígrafos y mecanógrafos.
8 Elizabeth Faulkner Baker, Technology and women,s work (Nueva York,
Columbia University Press, 1964), p. 57. Baker sostiene que las muchachas reci-
bían educación secundaria porque ·el número ·de mujeres docentes iba aumen-
226 MARGERY DA
ll !bid., p. 58.
12 Robert W. Smuts, Women and work in America (Nueva York, Columbia
University Press, 1959).
13 Baker, Technology and women's work, pp. 62-63.
Bliven, Jr., The wonderful writing machines (Nueva York, Random House,
1954).
FEMINIZACIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO OFICINESCA 229
La familia Remington, que fabricaba rifles, sierras y maquinaria
agrícola, adquirió los derechos para empezar a fabricar máquinas de
escribir. Al principio no se vendieron bien. Las gentes las compraban
por curiosidad para su uso privado, pero sólo en las últimas dos déca-
das· del siglo XIX los negocios empezaron a comprar las máquinas en
grandes cantidades.
Parece bastante claro que sólo cuando los negocios empezaron a
expandirse con mucha rapidez los patronos vieron la utilidad de
un artefacto mecánico para escribir. Las modificaciones de la estruc-
tura de las empresas capitalistas provocaron modificaciones en la
tecnología: nadie estaba interesado en hacer de la máquina de escri-
bir un elemento fácil de producir o de operar hasta que su utilidad
se hizo evidente. Pero la máquina de escribir también dio origen amo-
dificaciones en los procedimientos de oficina. Se escribía más rápi-
do: el aumento de la correspondencia y los archivos fue ocasionado
en p~rte por la existencia de la máquina. Por ejemplo, en 1904 Robert
Lincoln O'Brien hizo el siguiente comentario en el Atlantic Monthly:
La invención de la máquina de escribir ha dado un tremendo impulso al
hábito del dictado. . . Esto no sólo significa mayor confusión, inevitable con
cualquier disminución de la limitación de las palabras que implica el trabajo
de escribir, sino que también pone de manifiesto el punto de vista de quien
habla.1 8
La máquina de escribir facilitó también la entrada de las mujeres
a la fuerza de trabajo oficinesca. Escribir a máquina era "sexualmen-
te neutral" porque era una ocupación nueva. Como no había sido
identificada como empleo masculino, las mujeres empleadas como
mecanógrafas no se enfrentaron a la crítica de que ocupaban "traba-
jos de hombres". De hecho, escribir a máquina pronto se convirtió
en "trabajo de mujeres"; en 1890, el 63.8% de los 33 418 empleados
de oficina clasificados como taquígrafos y mecanógrafos eran muje-
res; para 1900, esa proporción había ~umentado al 76.7%. La femi-
nización del trabajo de oficina de bajo nivel avanzó con extrema
rapidez.
Es importante determinar por qué las mujeres estuvieron dis-
puestas a convertirse en oficinistas. A fines del siglo XIX la mayoría
de las 1nujeres probablemente trabajaban por necesidad económica.
Esto es tan cierto para la mujer soltera procedente de una familia
de ingresos medios como para la mujer inmigrante de la clase traba-
jadora, soltera o casada,. que trabajaba para sa~var del hambre a su
familia.
El trabajo de oficina atraía a las mujeres porque era mejor pagado
18 Ibid., p. 134.
230 MARGERY DAVIEs]
il
que la mayoría de los otros empleos que podían obtener. En las i
ciudades del noreste norteamericano los salarios en las oficinas eran :¡
relativamente elevados: las trabajadoras del servicio doméstico reci- !
bían 2 y 5 dólares por semana; las trabajadoras industriales, entre
1.50 y 8, y las vendedoras de las tiendas de departamentos, entre 1.50
y 8, mientras que taquígrafas y mecanógrafas podían obtener entre
6 y 15 dólares. 19
El trabajo de oficina disfrutaba además de un status relativamente
alto. Era mucho más probable que una mujer procedente de una
familia de ingresos medios con educación secundaria buscara un
trabajo de oficina que un empleo en el servicio doméstico o en una
fábrica de cajas de papel, pepinillos o zapatos. Los empleos en las
oficinas eran muy ambicionados por las mujeres de la clase trabaja-
dora, que generalmente sólo podían encontrar trabajo en pequeños
talleres, fábricas o tiendas de departamentos.
A pesar del hecho de que a fines del siglo XIX eran muchas las
mujeres que ingresaban en las oficinas, aún se enfrentaban a cierta
desaprobación. Un grabado de 1875 muestra a un irritado funcionario
del gobierno abriendo la puerta de una oficina "tomada por las
damas". 20 Las mujeres están engalanándose frente a un espejo,
arreglándose el pelo mutuamente, leyendo Harper's Bazaar, man-
chando el suelo de tinta; en suma, haciendo cualquier cosa menos
EL CAMBIO EN LA IDEOLOGÍA
Dieciséis años después de que Bok utilizara las páginas del Ladies'
Home Journal para exhortar a las mujeres a regresar a sus .hogares,
otro escritor en la misma revista no sólo daba por sentado el hecho
de que las mujeres trabajaban en las oficinas sino que además opi-
naba que algunas cualidades "femeninas" eran particularmente apro.
piadas para dicho trabajo. Harry C. Spillman describía "el don de
la taquigrafía" :
"Women in business:
2"' 11". Fortune, 12 {agosto de 1935), p. 55. Es inte1·e-
sante especular sobre por qué publicó Fortune su defensa de la presencia de
las mujeres en la oficina en 1935. Es posible que durante la depresión haya
habido algunas críticas al empleo de las mujeres en oficinas cuando las tasas
234 MARGERY DAVIts'i
1
En 1900, el Ladies' Home Journal advertía a las mujeres que no)
podrían soportar la tensión física de trabajar al ritmo rápido de una'.
oficina de negocios. Pero para 1916 el J ournal comparaba a la fiel!
secretaria con algún cuerpo celeste que "irradiaba luz solar y calor
humanó en la oficina". No había llevado mucho tiempo la modifica-
ción de la ideología y la aceptación general de la presencia de las
mujeres en las oficinas. En 1900 Bok sostenía que las mujeres, en
virtud de su "naturaleza", no eran apropiadas para la oficina. Pero
pocos años después, el J ournal llegó muy cerca de sostener que el
temperamento "natural" de las mujeres hacía de ellas buenas taquí-
grafas. Y para 1935, Fortune había logrado producir una plena justi-
ficación histórica para la afirmación de que "el lugar de la mujer
está frente a la máquina de escribir".
Las mujeres, se argumentaba, son por naturaleza adaptables, ama-
bles y compasivas; en una palabra, pasivas. Esta pasividad natural
las hace ideales para el trabajo de cumplir un número interminable
de tareas rutinarias sin quejarse. Además, su docilidad hace muy im-
probable que aspiren a elevarse mucho. Así, su jefe hombre se evita
la desagradable posibilidad de que un día su secretaria compita con él
por su empleo.
La imagen de la secretaria como la competente madre-esposa preo-
cupada por resolver todas las necesidades y deseos de su patrón era la
descripción más apropiada de la secretaria personal. Allí, ciertas
características "femeninas" atribuidas al empleo de secretaria per-
sonal -simpatía, adaptabilidad, cortesía- hacían aparecer a las mu-
jeres corno candidatas naturales al cargo. No todos los oficinistas
eran secretarios personales. Para la gran proporción de trabajadores
de oficina que eran taquígrafos, mecanógrafos, archivistas y demás,
se desarrolló otra tendencia ideológica, que hacía resaltar la destreza
supuestamente mayor de las mujeres. Tales trabajadores rara vez
estaban asignados a un jefe en particular, constituyendo en cambio
una masa de la cual cada ejecutivo podía utilizar al que quisiera.
En el caso de esos oficinistas de nivel más bajo, las características
personales corno la simpatía y la cortesía tenían menor importancia.
~1ucho más importante era la destreza: la capacidad de hacer el
trabajo rápidamente y bien. No mucho después de que la máquina
de escribir empezara a ser utilizada corrientemente en las oficinas,
las gentes comenzaron a sostener que las mujeres, dotadas de dedos
diestros, eran los operadores más adecuados para tales máquinas. Eli-
zabeth Baker afirma que "las mujeres parecían estar especialmente
de desempleo para los hombres, tradicionales ganadores del pan, era tan
elevada.
,fEMINIZACIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO OFICINESCA 235
dotadas para ser mecanógrafas y operadoras de centrales telefónicas,
porque toleraban la rutina, eran cuidadosas y manualmente diestras" .25
1920
.
mujeres 362 700 8100 1038 400
I<!
t:1
% de mujeres 49 8 50 ~
,¿,¡;}:{1/i.
total 940 000 79 500 2 754: 000 '36 200 "fj
1930 mujeres 487 500 5100 1450 900 32100 ti'\
~
% de mujeres 52 6 53 89 '....""
z....
N
total 931 300 60 700 1174 900 229 700 1973600 64 200 o>
1940 mu1eres 475 700 3 000 1 096400 . 9100 702 500 55100 ....
% de mujeres 51 5 93 4 36 86
º'
z
ti
ti1
total 59 000 1629300 297 400 2 354 200 146 200
1950 mu1eres 10 600 1538 000 20 700 1252900 120 300 ~
% de mujeres 18 94 7 53 82 l'!j
d
ti1
total 63 200 2 312 800 294 600 3 016 400 318100 ~
í960
.
mu1eres 11200 2 232 600 25 000 1i88700 236 400 >
ti
% de mujeres 18 96 8 59 74 til
~
1 Hasta 1900, incluye a los "mensajeros de telégrafos". ~
2 De 1900 en adelante las cifras están redondeadas en centenas. ~
3 No clasificados en otra parte.
0
' Las cifras del censo son estimadas y se ha agregado 374 debido al recuento insuficiente en 13 estados del sur.
5 Las cifras del censo son estimadas y se ha sumado 2 debido al recuento insuficiente en 13 estados del sur.
6 Se ha sumado 70 debido al recuento insuficiente en 13 estados del sur.
ª
~
tii
7 Estimadas en parte y 494 agregadas debido al recuento insuficiente en 13 estados del sur. Las cifras no incluyen "actuarios, ~
notarios y jueces de paz", clasificados en 1940 en el grupo de "trabajadores de oficina". >
8 Estimadas en parte y 6 agregadas debido al recuento insuficiente en 13 estados del sur. Las cifras no incluyen "actuarios,
10 Los datos de 1890 y 1900 son en parte estimaciones y los de 1880 son enteramente estimaciones. Las cifras no incluyen
LECTURAS RECOMENDADAS
[243]
§
244 CAROLLEE BENGELSDORF Y ALICE HAGEMA:r•d
J
propias manos y de sus propios esfuerzos. No hay más que pasar:
algún tiempo con cualquier cubana de veinte años para compren-
der que está completamente libre de zonas de conflicto (la ansie-
dad de depender económicamente de un hombre, por ejemplo) que
nosotras mismas nunca superaremos del todo.
También es indudable que la opresión aún existe, es visible en
casi cualquier aspecto de la vida de la mujer. cubana. La misma
mujer que maneja un tractor o estudia en una escuela de mecánica
azucarera debe enfrentar todos los días la imposición de una docena
de hombres que hacen comentarios cada vez que pasa por la calle.
Una Heroína Nacional del Trabajo, que ha cortado más de medio
millón de kilos de caña, se preocupa por la forma y el estado
de sus uñas. El aniversario del ataque al Moneada, que inauguró la
fase final de la lucha revolucionaria cubana, aún se celebra con algo
semejante a un concurso de belleza para elegir a la "estrella" feme-
nina de la celebración y su corte.
U na sociedad socialista es, por su misma definición, una socie-
dad en transición: es el período en que será preciso destruir los
vestigios de la estructura de clase de su predecesora. Y, en un país
subdesarrollado como Cuba, debe ser también el período durante
el cual se crea la abundancia material en que se basa el comunismo.
Pero la opresión que subsist~ en Cuba no es simplemente resultado
de la transición al socialismo en un país subdesarrollado. La expe-
riencia cubana nos demuestra, en la práctica, que la destrucción
sistemática de las bases del capitalismo no representa, en sí y por sí,
el fin del nexo patriarcal que cimentaba esas bases. En términos huma-
nos, demuestra la complejidad del proceso de eliminación de todos
los elementos patriarcales. Y demuestra también que sólo cuando han
desaparecido los elementos básicos del capitalismo es posible atacar
frontalmente la opresión de la mujer. En las páginas que siguen in-
tentamos examinar de cerca los cambios que se han producido en
un aspecto de la vida de la .1nujer: su participación en la fuerza de
trabajo. 2
Número de
muieres
que ingresan
en la fuerza Aumento
Año de trabajo neto Disminución
1969 106 258 25 477
1970 124 504 55 310
1971 86188 63 1741
1972 130 343 37 263
1973 138 437 72 279
1974 127 694 69 748
Formar una maestra cuesta, ¡cuesta bastante ... ! Formar una enfern1era cues-
ta, ¡cuesta bastante ... ! Los años que hay que estar desde la primaria y la se-
cundaria ... Y la falta que nos hacen los maestros. Pero si alguien tenía un
buen sueldo, un joven, y se casaba con la maestra, le decía: "No trabajes,
no hace falta". Y el país perdía la maestra. Y el país perdía la enfern1era.
12 Ana Ramos, "Women and the Cuban revolution", Cuba Resource Center
Newsletter, 2,. núm. 2 (marzo de 1972), p. 8.
13 "Sobre el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer", en Tesis y resolucio-
nes: primer congreso del Partido Comunista de Cuba (La Habana, DOR), p. 574.
252 , C~OLLEE BENGELSDORF Y ALICE HAGEMA.t
Porcentaje de
mu1eres en Porc~ntaje de
la fuerza mu1eres en
Organismos de trabajo la dirección
MARGARET RANDALL
"" ESle artículo está tomado del· p·ostfacio de Mujeres en la revolución (Mé-
xico, Siglo XXI, 1978), escritó en La Habana en julio de 1974. ·
[264]
INTRO?UCCIÓN DEL CÓDIGO DE FAl\IILIA 265
como lo conocernos resulta en realidad fortalecido, pero desprovisto en
gran medida de sus aspectos de propiedad privada o sexismo capita-
lista burgués.
Es posible que Cuba sea el único país en el mundo que introduce
semejante tipo de ley para gobernar las relaciones sociales en el hogar
en esa fonna. También es evidente que en un país corno Cuba, con su
historia de dominación masculina hispano-cristiana y su sexismo aún
predominante, esta cláusula tendrá un papel principalmente educativo,
por lo menos al principio. Después de todo, se necesita ser una mujer
extraordinariamente fuerte para acusar al propio marido de incum-
plimiento de la ley, y todos conocernos la variedad de armas emocio-
nales que un hombre puede blandir contra una mujer para asegurarse
ciertos privilegios. Pero, corno en la ni.ayoría de los casos, la dirección
cubana ha elegido el momento exacto para introducir estos deberes y
derechos. La campaña ideológica lleva ya dos años creciendo. Las
discusiones referentes a los derechos de las mujeres se han estimulado
a todo nivel. Y no sólo se les promete a las mujeres apoyo en este
terreno a través de sus organizaciones de masas y sus lugares de tra-
bajo, sino que el segundo congreso de la Federación, que se celebrará
en noviembre de este año, ha impulsado una serie· de actividades pre-
liminares que han dado a las mujeres nueva fuerza y un nuevo sentido
de mayores posibilidades colectivas.
Las discusiones callejeras sobre este nuevo Código fueron muy ani-
madas. Los cubanos, hombres y mujeres, siempre expresivos y finnes
en s~ opiniones, discuten en todas partes y todo el tiempo. Frecuente-
men t~ los hombres tratan de presentar razones· "históricas" o "bioló-
gicas" para objetar -especialmente- la cláusula referente a su par-
ticipación del 50% en las tareas domésticas y el cuidado de los niños.
En n1ercados y autobuses siempre había cerca muchas mujeres, con
sólidos argumentos nacidos de su propia experiencia para deÍender sus
inminentes beneficios legales. ·
Mi camarada estaba en la cola del supermercado el otro día cuando
un hon1bre situado detrás de él dijo, dirigiéndose a nadie en especial
o a todos en general: "Esto de las compras es realmente asunto de
las· mujeres -las mujeres son realmente especialistas en esto, mucho
más que los hombres." Una n1ujer que también estaba en la cola se
\·o1 vió hac.ia él con expresión de gran alegría y -con la cara a cinco
centímetros de la suya- le respondió: " ... Oh sí, las mujeres son espe-
cialistas en esto... y algunos hombres son especialistas en decir dispa-
ra tes."
Nuestro Comité de Defensa de la Revolución de la manzana tuvo su
discusión del proyecto durante dos noches consecutivas esta semana.
L:::s gentes toni.aron muy en serio la discusión, y un abogado explicaba
266 MAROARET RANDALL
cada una de las cláusulas a medida que se leían. Los hombres pare-
cían comprender la justicia fundamental del asunto y, por lo menos
en ese contexto colectivo, no objetaron a su nuevo papel. Se les dijo
a las mujeres que recibirán apoyo del Partido en sus lugares de tra-
bajo y de sus CDR locales para hacer valer sus nuevos derechos.
Algunas mujeres comentaron que pensaban que sus maridos se sen-
tirían menos incómodos en el cumplimiento de tares domésticas "ahora
que están todos en el mismo bote". Algunas dijeron que en realidad
no esperaban que los hombres ya mayores cambiaran, pero que la
nueva ley ayudaría a impulsar la tendencia -ya evidente- entre la
juventud, hacia una mayor igualdad en el matrimonio. Una mujer
dijo: "Las muchachas de por aquí ya aplicaban esa ley antes que al
gobierno se le ocurriera siquiera... y ahora los hombres no tienen más
remedio que cumplirla."
CUANDO EL PATRIARCADO SE INCLINA:
LA SIGNIFICACIÓN DE LA
REVOLUCIÓN FAMILIAR CHINA
PARA LA TEORÍA FEMINISTA*
JUDITH STACEY
[267]
268 JUDITH STACEy
ner durante una mesa redonda sobre el patriarcado en el Sarah Lawrence Col-
lege, en abril de 1973. Trabajos -1-ecientes ·como los de Juliet Mitchell, Psycho-
ann.lysis and feminism (Nueva York, Pantheon, 1974), y Nancy Chodorow, •'The
reproduction. of mothering" (tesis do·ctoral, Brandeis University, 1974), parten
del problema: de las condiciones··universales de la opresión de la mujer.
LA REVOLUCIÓN FAMILIAR CHINA 269
material de fuentes secundarias, intentaré reconstruir los aconteci-
mientos estructurales e históricos más importantes, 3 para luego exa-
minar las implicaciones de la experiencia china para la teoría fe-
niinista.
tradicional antes de las guerras del opio, véase Ping-ti Ho, .. The population
270 JUDITH STACEY
la seda se aceptaban con alegría los nacimientos de niñas. En tales lugares las
hijas solían ser el principal sostén de sus familias, lo que alimentaba su digni-
dad y su orgullo correspondientemente (Battle hymn of China, Nueva York,
Knopf, 1943, p. 87).
LA REVOLUCIÓN FAMILL.<\R CHINA 271
U na minoría excepcional de mujeres halló incluso la fuerza colec-
tiva necesaria para rechazar por completo el matrimonio. A comien-
zos del siglo xx, las hilanderas de seda de Cantón formaron una
"hermandad de solteronas, llevando una vida seudofamiliar en socie-
dades altamente organizadas". 8 Agnes Smedley registra que tales
jóvenes eran famosas y se las consideraba lesbianas porque se nega-
ban a casarse, f orrnaban hermandades secretas y hasta se organizaban
en demanda de salarios más altos y jornadas de trabajo más cortas. 9
Las mujeres de Cantón eran excepcionales, pero los síntomas de la
descomposición de la f arnilia eran muy numerosos. El divorcio, la de-
lincuencia y el suicidio aumentaron en forma ominosa. El grado
de seguridad social y económica que ofrecía la familia extensa, que en
sus mejores momentos no llegaba a la altura del mito, seguía dismi-
nuyendo. Corno ha señalado Oiga Lang, la única asistencia en que
generalmente. podía confiar el individuo era la del grupo conyugal. 10
Aun cuando los lazos familiares tenían su valor, lo probable era que
los miembros opulentos del clan cobraran intereses usurarios a sus
parientes pobres -si se dignaban reconocer el parentesco. Y aun en
los hogares más extendidos, el ingreso se reunía generalmente a través
de las unidades conyugales. Como la contribución de las mujeres al
ingreso solía ser insignificante, la porción de seguridad que le corres-
pondía era igualmente escasa; si su marido era uno de los muchos
que se daban al opio, el juego o los placeres sexuales comercializa-
dos, no era mucho lo que podía hacer para impedir la venta de
cama, mesa, hijos y su propia persona a los acreedores. 11
La tendencia hacia la moderna familia nuclear se manifestó prime-
ramente en las clases trabajadoras urbanas. Al mismo tiempo, las
clases altas experimentaban la influencia ideológica occidental. Por
primera vez, los privilegios educativos se hicieron extensivos a las
niñas de la clase alta y algunas mujeres burguesas ingresaron en la
universidad y las profesiones. 12 Al tiempo .que las condiciones econó-
s Yang, Chinese communist society, p. 198.
0 Smedley, Battle hymn. Según Lang, en Chinese familiy, tenían buenos pre-
cedentes. A comienzos del siglo XIX, las muchachas que trabajaban en la seda
en Cantón formaron un movimiento llamado "Muchachas que no van a la
familia". Se mudaron a vivir lejos de sus maridos, conservaron su virginidad
y vivían en hogares para muchachas.
10 Lang, Chinese family, pp. 158-160.
China shakes the world (Nueva York, Monthly Review Press, 1970); William
Hinton, Fanshen (Nueva York, Vintage, 1966); K. S. Karol, China, el otro co-
munismo (México; Siglo XXI, 19'67). y Meng, Dream of the red chamber, ofre-
cen ejemplos gráficos de tales hechos.
12 Han Suyin, en A mortal flower (Nueva York, Bantam, 1972). describe la
experiencia de la propia autora como· miembro de la segunda generación de
272 JUDITH STACEy
rnujeres pioneras en las profesiones. Helen Snow. Women in modern China (La
Haya. Mouton and Co .• 1967), incluye material biográfico similar sobre desta-
cadas mujeres dirigentes chinas. Ester Boserup informa que, en 1932, el 12%
de la población universitaria de China estaba formado por mujeres (Woman's
role in economic development, Londres, Allen and Unwin Ltd., 1970, p. 122).
13 Lang, Chinese family, p. 337.
u Joseph Levenson, Confucian China and its modern fate (Berkeley, Uni-
versity of California Press, 1958), pp. 147-152. Los académicos occidentales conti-
nuamente destacan el papel de Occidente, a menudo, aparentemente, con el
objeto de disminuir el papel del Partido Comunista en la organización de la
oposición. Véase, por ejemplo, Goode, World revolution; Levy, Family revolu-
tion, y Yang, Chinese cominunist society.
15 La rebelión de los Taiping (1851-1864) incluía en su programa social la
LA REVOLUCIÓN FAMILIAR CHINA
CONTROVERSIAS FEMINISTAS
Flores es otro asunto, aunque no del todo aparte. Véase Karol, China, para
un análisis esclarecedor de ese período.
LA REVOLUCIÓN FAMILL.o\.R CHINA 279
nalrnente tengo serias dudas), sería sectarismo pasar por alto el con-
texto del problema de Ting Ling.
Pero sería igualmente equivocado, en mi opinión, que las feminis-
tas se quedaran en eso. Porque subsiste el hecho de que aquello que
Ting Ling presentaba (y su vida antes y después del incidente ates-
tigua la integridad de sus motivos) era un reclamo feminista. La direc-
ción bien puede haber estado en lo cierto al considerar que la situa-
ción militar era demasiado precaria para soportar el embate de una
tendencia feminista, o de cualquier otra forma desviacionista, pero
un detalle importante que las feministas no pueden ignorar es que la
decisión de subordinar la lucha por la emancipación de la mujer fue
tornada por un organismo de abrumador predominio masculino. Dado
el contexto histórico, particularmente el del sistema familiar patriar-
cal, difícilmente podría haber sido de otro modo. Pero resulta irri-
tante ver a algunas mujeres justificar con tanta premura políticas
antiferninistas dictadas por órganos de los cuales sus hermanas fueron
excluidas, sistemáticamente o de cualquier otro modo.
También debe interesar a las feministas occidentales contemporáneas
la razón de por qué las mujeres desempeñaron tan pequeña parte
en la dirección revolucionaria. Sólo cuatro nombres de mujeres apa-
recen en una lista de cien dirigentes del partido en 1928. 31 Apenas
treinta mujeres había entre las cincuenta mil personas que partieron
de Kiangsi para la Gran Marcha. 32 En general, las mujeres estuvie-
ron míseramente subrepresentadas en las filas de la vanguardia. Si
bien es posible que una variedad exótica de machismo del PCCH
haya contribuido a provocar tan desdichada situación, probablemen-
te tuvieron mayor importancia aspectos sexistas estructurales. Suzette
Leith ha sostenido que la base campesina de la revolución explica
en gran parte el escaso papel desempeñado por las mujeres. Las
mujeres obreras, que compartían las preocupaciones económicas con
los hombres, se integraban fácilmente a la lucha de clases, pero, al
verse obligado el partido a abandonar su estrategia urbana, se en-
frentó directamente a la contradicción entre los antagonismos de clase
y los antagonismos de sexo. 33 En las zonas rurales, el modo más sen-
cillo de organizar a las mujeres era en torno a su represiva situación
familiar. Esos intereses especiales imprimieron una tendencia separa-
tista a las asociaciones de mujeres. Además, el conservadurismo y el
rl istoria política
so lbid., p. 81.
~ Marjory Wolf, "Chinese women: old skills in a new context", en Michelle
Rosaldo y Louise Lamphere (comps.). Woman, culture, and society (Stanford,.
Stanford University Press, 1974), p. 171.
284 JUDITH STACEY
58 Sidel registra que "por lo menos el 50% de los niños urbanos de menos
ver dignidad, orgullo y sentido social a sus víctimas es una de las más inspira-
doras sobre los triunfos chinos. Véase, por ejemplo, Joshua Horn, Away
with all pests (Nueva York, Monthly Review Press, 1969).
61 Véase Liu Yung-huo, "Retirees and retirement programs", para una
descripción detallada de las fuentes de seguridad económica y social para los
ancianos.
62 Myrdal y Kessel, China: revolution continued; Sidel, Women and child
care; Sidel, Families o'f Fengsheng, y Han Suyin, "Population growth and birth
control in China", Eastern Horizon, 12, núm. 5 (1973), pp. 8-16.
292 J UDITH STACEY
63 Sidel, Women and child care; Han Suyin, "Population growth"; Salaff,
"Institutionalized motivation", y Myrdal y Kessel, China: revolution continued.
ª" Salaff, "Institutionalized motivation"
05 Han Suyin, "Population growth", p. 9.
Nos sentamos con Chang Yu-chen y su marido y leímos lo que dice el pre-
sidente Mao sobre el manejo correcto de las contradicciones en el seno
del pueblo. Cuando Chang Yu-chen y su marido disputaban, no se trataba
de una contradicción entre nosotros y el enemigo sino de una contradicción.
en el seno del pueblo. Por lo tanto tratamos de aplicar lo que habíamos es-
tudiado y tuvünos un.a discusión profunda y completa y un intercambio de
opiniones franco con Chang Yu-chen y su marido. Desde entonces dejaron
de pelear. Parecen ser felices juntos. Al menos por ahora.75
76 Sidel registra que, de las 9 100 familias de la comuna de Ching Nian (Sian),
..-z Ian Steward, "Divorces in China decided by peers", New York Times
(31 de octubre de 1973). Éste es un caso de aplicación progresiva de las
consideraciones políticas y económicas a un problema personal. En otras
ocasiones, sin embargo, las motivaciones parecen ser discutibles. A algunas
mujeres se les ha pedido que sean pacientes con sus maridos sexistas y abusi-
vos. Véase Felix Green, "A divorce trial in China" (Boston, New England
Free Press, s. f.), para una descripción completa de un caso de este tipo.
Sidel presenta también un detallado ejemplo del laborioso proceso de la
demanda de divorcio y el p1·oceso paralelo de discusión y consejo (Families
of Fengsheng, pp. 112-119).
78 Karol, .China, p. 206.
E<O Ezra Vogel, "A preliminary view of family and mental health in urban
communist China", en William Caudill y Tsun.g-yi Lin (comps.), Mental health
research in Asia and the Pacific (Honolulú, East-West Center Press, 1969).
81 Véase Salaff, "lnstitutionalized motivation", para datos sobre esto.
S!? En 1958, el 2370 de los estudiantes universitarios chinos eran mujeres.
Al mismo tiempo, sólo el 313 de los estudiantes secundarios y el 3970 de los
alumnos de la escuela primaria eran mujeres (Boserup, l'Voman's role, p. 122 n.).
DespuC:s de la re\'olución cultural, que se originó en la educación superior
china y tuvo profundos efectos sobre ella, la proporción de mujeres en las
uni\'ersidades siguió siendo desigual. Pese a un esfuerzo consciente por dar
más espacio a las mujeres en las universidades, "especialmente en los colegios
médico, normal, político y de artes, sólo el 20% de los primeros estudiantes
admitidos en Tsinghua y el 30% de los admitidos en la Universidad de
Pekín eran mujeres", John Gardner y Wilt Idema, "China's educational revo-
lution", en Stuart Schram (comp.), Authority, participation and cultural
change in China (Cambridge, Cambridge University Press, 1973), p. 280.
LA REVOLUCIÓN FAMILIAR CHINA 297
más destacadas dirigentes (como Sung Ching-ling, Teng Ying-chao,
Chiang Ching y, hasta hace poco, Yeh Chun) sean esposas o viudas
de dirigentes tiene implicaciones poco felices para la movilidad
femenina. 83
En segundo lugar, a pesar de los impresionantes progresos reali-
zados, la tipificación sexual está lejos de haber desaparecido de la
vida económica y social china. Las mujeres realizan todas las tareas
tradicionalmente femeninas: todas las maestras de guarderías y jar-
dines de infantes son mujeres; la producción doméstica, dentro y
fuera del hogar, es generalmente definida como trabajo de mujeres,
etc. Por ejemplo, cuando las mujeres que constituían un tercio de
una fuerza especial de trabajo agrícola de la comuna de Yangyi,
temieron no tener tiempo de hacer zapatos para sus respectivas fami-
lias, el comité resolvió liberarlas de trabajar para la producción medio
día más por semana. 84 Cuando durante la revolución cultural se
condenó la "línea negra" de Liu Shao-chi, de que las mujeres debían
realizar únicamente tareas domésticas, en la aldea de Lio Ling los
grupos de discusión política resolvieron que los hombres debían
ayudar en la casa. Sin embargo, los hombres de la aldea se opusie-
ron, aunque por último accedieron a cuidar los niños cuando las
esposas asistieran a reuniones. Se estableció un taller cooperativo de
costura para ayudar a reducir la carga doméstica de las mujeres. 85
I-fa sido difícil superar la convicción culturalmente arraigada de
que el trabajo familiar es trabajo de mujeres. Factores económicos
y teóricos refuerzan esta convicción. Hasta hoy las mujeres no están
plenamente integradas en la fuerza de trabajo. Salaff calcula que, si
bien las mujeres constituyen el 40% de las brigadas de trabajo agríco-
la, su participación en la fuerza de trabajo es esporádica en compa-
ración con la de los hombres, y se organiza en torno a las exigencias
de sus responsabilidades domésticas y maternas. Desde mediados de
la década de 1960 se ha hecho trabajo político de organización ten-
diente a urgir a las mujeres a que se redefinan como trabajadores
antes que como miembros de una familia, pero hasta ahora, por lo
rnenos para las mujeres campesinas, buena parte de sus vínculos con
la comunidad siguen teniendo relación con sus actividades maternas. SG
pe, Es indudable que es ésta una alternativa preferible a la de la primera
dama occidental. Sin embargo, la argumentación de María A. Macciocchi en Daily
life in revolutionary China (Nueva York, Monthly Review Press, 1972). p. 352,
quien defiende esta política afirmando que es un medio de asegurar a los
máximos dirigentes (hombres) apoyo para "destacar el papel de las mujeres
en el núcleo mismo de la vida política", no es convincente ni atractiYa.
8' Crook y Crook, The first years, p. 82.
85 Myrdal y Kessel, China: revolution continued, p. 134.
87 J bid., P• 129.
68 Sidel, Women and child care, p. 23.
89 Jane Uptegrove, "Women in China" (conferencia en Cambridge, Mass.,
24 de mano de 1974).
90 Tavris, "Women in China".
CONCLUSIÓN
Las organizaciones femeninas de todo nivel deberían tomar con1.o tarea im-
portante la movilización de las mujeres para que participen activamente
en la construcción del socialismo ... Las mujeres sólo pueden emanciparse
por completo y alcanzar una posición igual a la de los hombres mediante
la ainplia participación en el trabajo socialmente productivo.IOS
Para las feministas occidentales es cada vez más claro que la tarea
de las mujeres está lejos de ser tan sencilla. No somos meramente
víctimas de la opresión social de clase. Nuestra opresión es inherente
a las zonas más íntimas y privadas de la vida, que trascienden la
cultura y la historia. La opresión peculiar de las mujeres no se origina
en el modo de producción sino en el modo de reproducción. Es allí,
por lo tanto, donde las feministas occidentales han empezado a bus-
car la comprensión teórica del aspecto universal de la opresión de las
n1l1jeres. 109 Y el principal obstáculo teórico es el que señalaba Row-
107 Rowbotham, ff'oman, resistance and revolution, p. 63.
108 "Old role for women in China i·esisting change", New York ·Times (16
de septiembre de 1973), p. 43.
109 Véase, por ejemplo, Mitchell, Psychoanalysis ancl feniinism, "The re-
production of mothering", y Chodorow, en este libro, así como la antología
de Rosaldo y Lamphere, Woman, culture and society, particularmente los ar-
cículos de Rosaldo, Ortner y Chodorow.
306 J UDITH STACEY
MARGARET RANDALL vive y trabaja en Cuba, con sus cuatro hijos. Sus
últimos libros se refieren a la situación de las mujeres en Vietnam,
Nicaragua y Chile. Actualmente ha emprendido la tarea de expre-
sar poéticamente su concepción de la historia oral.
NOTAS SOBRE LAS COLABORADORAS 313
JUDITH STACEY, que está por recibir su doctorado en la Universidad
Brandeis, está escribiendo una tesis sobre la revolución social y fa-
miliar que se titula "Thermidorian reaction to family revolution".
Es también la encargada de la sección de sociología de F eminist
Studies.