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de que debe ponerse tanta distancia como sea posible entre uno
mismo y una posición filosófica particular, no se tiende a reconocer
que los defensores de esa posición posean intuición filosófica alguna);
y tal como mi referencia a los milenios precedentes se proponía
sugerir, algunas de estas ideas son muy antiguas. En efecto, podría
haber titulado estas conferencias «Realismo Aristotélico sin la Metafísica
de Aristóteles». Pero igualmente podría haberlas titulado «El
Realismo de Dewey». Porque Dewey, tal como yo lo leo, se proponía
mostrar que podemos rescatar algo del espíritu de la defensa
aristotélica del mundo del sentido común, contra los excesos tanto
de los metafísicos como de los sofistas, sin por ello comprometernos
con una variante del esencialismo metafísico que Aristóteles habría
presentado.4 Por estos motivos, es para mí un enorme placer ofrecer
estas conferencias consagradas bajo el título de «Conferencias Dewey
». Porque estoy convencido que lo que pretendo con estas conferencias
—la búsqueda de un camino intermedio entre la metafísica
reaccionaria y el relativismo irresponsable— fue también lo que
persiguió Dewey a lo largo de su ejemplar carrera filosófica.
L o s SUPUESTOS DEL REALISMO TRADICIONAL
El realismo de Dewey se vio influido, a su vez, por otro gran pragmatista
americano, William James. James aspiraba a un tipo de realismo
en filosofía que estuviera libre de los excesos de las formas tradicionales
del realismo metafísico.5 Esto ha dificultado que los filósofos
lean su propuesta como un tipo de realismo. Hacia el final de su vida,
James escribe una carta a un amigo en la cual se queja amargamente
4. Con esta observación no pretendo suscribir la lectura que hace Dewey de Aristóteles.
Para un argumento de que el esencialismo de Aristóteles no fue el fuerte esencialismo
metafísico que los escolásticos leyeron en su obra, véase Martha Nussbaum, The Fragility
ofGoodness, Nueva York, Cambridge, 1986 (trad. cast.: La fragilidad del bien, Madrid, Visor,
1995). Estoy de acuerdo con Nussbaum en que gran parte de la obra de Aristóteles
puede ser leída de una manera menos metafísica de lo que lo ha hecho la tradición, si bien
tengo dificultades en ver cómo toda la obra de Aristóteles podría ser leída de ese modo. El
parentesco entre el proyecto de Dewey y el de Aristóteles se destaca especialmente en el libro
de Dewey, Experience and Nature, Chicago, Open Court, 1925.
5. Esto no le impidió desdichadamente, caer en sus propios deslices idealistas y panpsicologistas.
50 SENTIDO, SINSENTIDO Y LOS SENTIDOS
de haber sido mal entendido.6 James escribió que nunca había negado
que nuestros pensamientos deban ajustarse a la realidad para ser tenidos
por verdaderos, como le acusaron con frecuencia de hacer. En la
carta él pone como ejemplo a alguien que está eligiendo cómo describir
unas habas que han arrojado sobre una mesa. Las habas pueden
describirse de casi infinitos modos distintos, dependiendo de los intereses
de quien las describe; y cada una de las descripciones correctas
corresponderá a las habas independientemente de la perspectiva de
quien las describe, pero aún así reflejará sus intereses. En ese caso, James
pregunta: ¿Por qué cada una de estas descripciones no debería
llamarse verdadera? El insiste en que no existe ninguna descripción
que no refleje ningún interés. Y además, insiste en que las descripciones
que damos cuando nuestros intereses no son teoréticos ni explicativos
pueden ser tan verdaderas como aquellas que damos cuando
nuestros intereses son «intelectuales». «¡Y por eso», escribió James,
«se nos acusa ya sea de negar las habas, ya sea de negar que estemos limitados
de alguna manera por ellas! ¡Es muy tonto!» [ibid., pág. 296).
Un filósofo realista tradicional respondería como sigue: «Si eso es
todo lo que está usted diciendo, entonces no veo que ninguno de sus
ataques fulminantes contra los filósofos que creyeron en un mundo
independientemente dado resulten pertinentes. Y si ha sido usted
malentendido, es su propia retórica la que está fallando. Los realistas
escolásticos captaron la cuestión correctamente en sus réplicas a sus
oponentes nominalistas», podría proseguir mi imaginario realista tradicional.
«Supongamos que usted decide clasificar las habas según su
color, o según su proximidad con un haba del mismo tamaño, o de
cualquier otro modo. La razón por la cual esta clasificación es posible,
y puede ser extensible a otras colecciones similares de habas en el
futuro, es que hay propiedades tales como colores, tamaños, adyacencia,
etc. Sus adorados "intereses" podrían determinar de qué combinaciones
de propiedades considera usted que vale la pena hablar, o
aún llevarlo a inventar un nombre para las cosas que tengan una combinación
particular de propiedades si no hay tal nombre en el lenguaje,
sin que esto cambie el mundo en lo más mínimo. El mundo es
como es, independientemente de los intereses de quien lo describe.»
6. Carta de James a Dickinson S. Miller del 5 de agosto de 1907 en Letters ofWilliam
James, Volume 2, Boston, Atlantic Monthly, 1920, pág. 295.
LA ANTINOMIA DEL REALISMO 51