You are on page 1of 6

El Dasein como disposición afectiva.

Para exponer el problema del ánimo como fenómeno comprensivo, se hará el doble

señalamiento de la dimensión óntica y ontológica en los que se advierte. Heidegger

lo dice de modo exacto: “lo que en el orden ontológico designamos con el término

de disposición afectiva (Befindlickhkeit) es ónticamente lo más conocido y cotidiano: el

estado de ánimo, el temple anímico” (Heidegger, 2014, 153). Esta distinción se

entiende en correspondencia a la diferencia ontológica.

El estado de ánimo es la afección, cualquiera que sea, que experimenta el ser humano

en su vida cotidiana. Nadie es ajeno a esta situación. Toda persona, por su propia

constitución, por su modo de ser, está, de un modo u otro, emplazado

irrestrictamente a sentirse de este o de aquel modo. Heidegger lo retrata:

La imperturbable serenidad, el reprimido disgusto de la ocupación cotidiana, el

alternarse de ambos, y la caída en el mal humor, no son ontológicamente una nada,

aunque estos fenómenos suelen pasar inadvertidos como lo presuntamente más indiferente

y fugaz en el Dasein. Que los estados de ánimo se estropeen y puedan cambiar sólo

prueba que el Dasein ya está siempre anímicamente templado (Heidegger, 2014,

153 las cursivas son nuestras)

Que el fenómeno del ánimo se exponga mediante la guía metodológica que provee

la diferencia ontológica permite a Heidegger alejarse de la perspectiva tradicional

según la cual éste es un problema soluble desde el punto de vista cognoscitivo y

psicológico. El filósofo se aleja de la epistemología en la medida en que practica la

fenomenología. Y esta fenomenología adjetivada hermenéutica y de orientación

ontológica, va a la zaga, como hemos visto, de la descripción del fenómeno humano

en su globalidad en el que interviene la afectividad.


Así entonces, la afectividad, desde el punto de vista del filósofo, constituye

un estado de apertura que no es ni puede ser objeto de conocimiento: “El Dasein no

puede saber tales cosas, porque las posibilidades de apertura del conocimiento

quedan demasiado cortas frente al originario abrir de los estados de ánimo en los

cuales el Dasein queda puesto ante su ser en cuanto Ahí” (Heidegger, 2014, 153)

Algo que debe quedar claro es que “abierto no quiere decir conocido como tal”.

Justamente este es uno de los recursos metodológico-conceptuales fundamentales;

ponderar la significatividad fuera de los márgenes de la teoría del conocimiento.

La necesidad del hombre por la significatividad (la necesidad de moverse conforme

a un comportamiento interpretativo) se revela en que en la cotidianidad, el ser

humano es reconocible “en el puro “que-es” y nunca en el “de-dónde” y el “adónde”

quedando estas rutas en la total oscuridad1. La interpretación no provee de un saber

apodíctico que pueda inhibir la posibilidad del error práctico. Muy distintamente lo

que hace es brindar un saber a partir de medir el pulso a la situación vivida. Más

aún: la situación vivida ya es una interpretación.

Que un estado de ánimo sea ya un index veri se muestra en que no es posible

ir en contra del dato fenoménico de la afectividad constitutiva del estado de abierto.

Pues, aunque el Dasein pretenda “negar” o “ir en contra” de un determinado estado

de ánimo, el propio negar y el pretendido ir en contra no se hace sino desde un

determinado temple anímico. Algo es, entonces, seguro: que “el Dasein no “ceda” a

tales estados de ánimo, es decir, que no sea dócil a su abrir y que no se deje llevar

ante lo abierto, no es una prueba en contra del dato fenoménico de la aperturidad

afectiva del ser del Ahí en el que su “que” [es], sino una confirmación del mismo”

1
En interesante cómo está asumida la romántica máxima hermenéutica de Schlaiermacher en la postura
heideggeriana, aunque llevada más allá de lo técnico situándola en la existenialidad: in claris non fit
interpretatio
(Heidegger, 2014, 154) Lo que aparece de manifiesto es que la ontología

heideggeriana no tiene compromisos con el conocimiento. No puede tenerlos en

función de su convicción por ir a las cosas mismas que comparecen en el estado de

abierto.

El estado de abierto refleja, por otra parte, la forma radicalmente

indeterminada del Dasein, pues en su puro estar abierto no se revela ni una historia

ni un destino, solo una condición, a saber, la condición de arrojado:

Este carácter de ser del Dasein, oculto en su de-dónde y adónde, pero claramente

abierto en sí mismo, es decir, en el “que es”, es lo que llamamos la condición de

arrojado [Geworfenheit] de este ente en su Ahí; de modo que, en cuanto estar-en-el-

mundo, el Dasein es el Ahí. (Heidegger, 2014, 154)

El Dasein se distingue de otros entes por “habitar” de un modo peculiar y por

tener una “opinión” sobre el modo en que lo tocan las cosas. No es un ser cualquiera,

sino un ser que se caracteriza por hablar de su circunstancia con mayor o menor

finura y profundidad. Su modo de existencia es el de la facticidad, pero no se trata

de un mero factum brutum como el que caracteriza a las cosas inertes, sino de un

carácter asumido del propio Dasein, de una entrega a sí mismo en la existencia.

Que el Dasein esté entregado a sí mismo significa que tiene que hacerse cargo del

ser que él mismo es, y dado que su ser es conformado por su estado de ánimo,

incorporar en su interpretación del mundo su sí mismo afectivo es no solo un

comportamiento natural, sino una tarea que debe hacerse explícita. Escuchar la

“voz” (Stimme) del estado de ánimo (Stimmung) es una forma de estar a tono con la

circunstancia que se vive, pues el temple anímico es algo que siempre nos concierne

en la medida en que en función de éste el mundo se expande o se contrae, y del cual

nunca nos deshacemos.


Cuando se habla de estado de abierto se habla de un registro originario previo a

cualquier toma de consciencia y, por lo tanto, a cualquier tematización expresa. “En

la disposición afectiva, el Dasein ya está siempre puesto ante sí mismo, ya siempre

se ha encontrado, no en la forma de una auto-percepción, sino en la de un

encontrarse afectivamente dispuesto” (Heidegger, 2014, 155) El estado de ánimo no

refleja, pues, inmediatamente un estado de consciencia, sino una disposición, puesto

que “no abre mirando hacia una condición de arrojado, sino en la forma de una

conversión o una aversión” (Heidegger, 2014, 155, las cursivas son nuestras). Se ve

cómo es que el temple anímico ya constituye el comportamiento tético del Dasein,

algo que le dispone a hablar de éste o de aquel modo. En otras palabras, la

disposición afectiva da forma a la comprensión y da pauta para la interpretación.

Ni la vía cognoscitiva ni otras como la fe religiosa abren y disponen al Dasein en

una perspectiva segura: “incluso cuando el Dasein en la fe está “seguro” de su

“adónde” o cuando a la luz de la razón cree saber acerca de su de-dónde, nada de

esto puede oponerse al dato fenoménico de que el estado de ánimo pone al Dasein

ante el “que [es]” de su Ahí, que con inexorable enigmaticidad fija en él su mirada”

(Heidegger, 2014, 155). Tanto el dogmatismo científico como el religioso comparten

la fijación por lo que no es y desestiman la realidad del Dasein (en su ser ahí). En

este sentido, la fenomenología heideggeriana se propone como una propuesta que

avanza con mayores reservas e insta al Dasein a volver sobre sí para reconocer el

enigma que él mismo es y desde ahí desarrollar el pensamiento.

Es importante insistir en la incompatibilidad entre los registros teórico y ontológico,

y en la, por así decirlo, advertible inconmensurabilidad de lo ontológico por medio

del enfoque teórico. Heidegger piensa que “desde un punto de vista ontológico-

existencial (existenciario) no hay el menor derecho para rebajar la “evidencia” de la

disposición afectiva, midiéndola por la certeza apodíctica propia del conocimiento


teorético de lo que simplemente está ahí” (Heidegger, 2014,155) Antes de todo

conocer y querer está el estado de ánimo como originario modo de ser del Dasein.

No corresponde a una aprehensión reflexiva, antes bien es su condición de

posibilidad en tanto que apertura.

Desde el punto de vista igualmente ontológico, esto es, en el nivel de la

existenciaridad, lo que se asume como inservible, evasivo o amenazante se

comprende así desde el ánimo afectado: “esta posibilidad de ser afectado se funda

en la disposición afectiva y, en cuanto tal, ha abierto el mundo” (Heidegger, 2014,

156). Solo desde esta primordial situación ontológica se entiende la posibilidad de

que el Dasein se procure una orientación: “El estado de ánimo ya ha abierto siempre el

estar-en-el-mundo en su totalidad, y hace posible por primera vez un dirigirse hacia…”

(Heidegger, 2014, 156)

Heidegger piensa que el mundo es un plexus dinámico que no se agota en la lectura

que se haga de él, pues piensa que es algo siempre abierto dado el valor también

dinámico y circunstancial de los entes intramundanos en función de los cuales el

mundo resplandece. Para cerrar este apartado, valga un comentario final al respecto:

“Precisamente en la visión inestable y afectivamente oscilante del “mundo” se

muestra lo a la mano en su específica mundaneidad, que es cada día diferente. La

mirada teorética ya ha reducido siempre el mundo a la uniformidad de lo

puramente presente (pero lo cierto es que) ni siguiera la más pura θεωρία está

exenta de tonalidad afectiva; lo que sólo está-ahí no se lo muestra a la mirada

contemplativa en su puro aspecto sino cuando ésta lo puede dejar venir hacia sí

misma en el apacible demorar junto a [las cosas] en la rastóne (griego) y la diagogé

(griego)” (Heidegger, 2014, 157)


Conclusión.

La analítica existencial solo puede pedir cuentas acerca de su ser a un ente que ya

antes ha sido abierto. La interpretación fenomenológica deberá entregar al Dasein

mismo la posibilidad de la apertura originaria y dejarlo, en cierto modo,

interpretarse a sí mismo. Ella se limita a acompañar esta apertura, con el fin de elevar

existencialmente a concepto el contenido fenoménico de lo abierto” (Heidegger,

2014, 159)

“La disposición afectiva no sólo abre al Dasein en su condición de arrojado y en su

estar-consignado al mundo ya abierto siempre con su ser, sino que ella misma es el

modo existencial del ser en el que el Dasein se entrega constantemente al “mundo”

y se deja afectar de tal modo por él” (Heidegger, 2014, 158)

(Ya está agregado a “Rede. Último”)

You might also like