You are on page 1of 6

Ideología de Género

Posteriormente he tenido muchos otros contactos, a mi pesar, y


no deja de sorprenderme cómo una teoría tan falaz, descabellada
y continuamente rebatida por la realidad, es asumida por
personas de muy distinta condición intelectual sin que una
sombra de duda enturbie esa arquitectura ideológica basada en
una hipótesis. Quizá sería más exacto decir basada en una
mentira.

La ideología de género es un sistema cerrado contra el cual no


hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni
a la razón, la experiencia o las opiniones y deseos de las
mujeres normales. No importa cuántos argumentos y datos se
acumulen contra sus enunciados: todo ello se deberá siempre a
las construcciones sociales.

Aunque sea importante, la educación no tiene, ni tendrá nunca,


el peso específico de los comportamientos programados por los
genes. Aunque sólo sea porque el educador de la ideología de
género ha de desprogramar y reprogramar, uno por uno, los
nuevos seres que vienen «de fábrica» con los datos que, a
través de la herencia biológica, lo hicieron exitoso.

Cuando hablo de algo mucho más fuerte y determinante que la


educación, me refiero a las raíces biológicas que nos dictan
comportamientos exitosos para lo más importante, para lo que
estamos diseñados, configurados y programados desde hace
millones de años: la supervivencia de la especie.

Por otra parte, la ideología de género surge principalmente de


los movimientos feministas de tercera generación en los que la
búsqueda de la equiparación entre hombres y mujeres se
transforma en la igualación absoluta en todas las facetas,
ámbitos y campos de la vida y la sociedad. Y es que lo que se
busca realmente no es que la mujer tenga los mismos derechos
que el hombre, sino que no existan ni hombres ni mujeres.

El hecho de que el feminismo de tercera generación se vea


liderado por lesbianas y que se tome a los roles masculinos
como el modelo al que tiene que tender la igualdad, hace que
las mujeres deban renunciar completamente a sus gustos, deseos,
intereses, percepciones y naturaleza para encajar en ese
parámetro de éxito. Deben renunciar a su esencia.

A esta centrifugación de la esencia femenina colaboran


activamente los colectivos homosexuales, que buscan la
desaparición de la alteridad sexual y la sociedad basada en la
heteronormatividad para que surja una nueva sociedad con otros
referentes que no sean lo masculino y lo femenino, referentes
que para ellos son falsos, impuestos, encasilladores y a los
que niegan otro fundamento y origen distinto a las imposiciones
culturales.

Una de ellas es la igualdad en dignidad y derechos de los seres


humanos con independencia de la raza, la ideología, el sexo o
cualquier situación personal. Pero la igualdad en dignidad y
derechos de ambos sexos no puede englobar la igualdad
biológica. La biología y la evolución nos hicieron diferentes.
Y tuvieron poderosas razones y poderosísimas estrategias.
A esta discutible forma de igualar a hombres y mujeres en lo
que no son iguales originada en los grupos feministas, que
produce injusticia y en absoluto beneficia a nadie, y menos a
la mujer a la que pretende ayudar, se ha unido una fuerza, la
de los colectivos homosexualistas, minoritarios, pero desde
hace tiempo muy influyentes, que ven en la disolución de los
dos sexos y sus características la forma de amoldar la sociedad
a su idea de lo que esta debe ser.

La sociedad heterosexual no les agrada (a los homosexuales) y


dicen no sentirse a gusto, por lo que hay que cambiarla de
forma que la mayoría pierda sus referencias de alteridad sexual
en beneficio de una minoría que no se identifica con ellas. Y
puesto que la biología se empeña en reproducir el modelo varón-
hembra con las características que mejor han funcionado para
la supervivencia de la especie (dicotomía sexual, cuerpos
diferentes para funciones diferentes, heterosexualidad,
intereses y gustos diferentes, capacidades diferentes,
percepciones diferentes, sexualidades vividas de forma
diferente…) arremeten contra la biología.

…está estudiado que el cerebro masculino tiene mayor facilidad


en el desarrollo de la visión espacial y el razonamiento
matemático, y el cerebro femenino en el razonamiento verbal.

Los hombres y las mujeres no somos iguales. No podemos serlo


porque nuestras características físicas no lo son, ni los
distintos agentes químicos que recibimos en nuestros cerebros
lo son, ni nuestros deseos, gustos, comportamientos y pulsiones
en tanto que proceden de esa diferente composición de factores
químicos que riega nuestros cerebros.

A nivel biológico, hombres y mujeres son diferentes físicamente


y, en tanto que esa biología nos influye, sus comportamientos
y actitudes son igualmente diferentes.
Sin embargo, durante años se ha tratado de achacar a la
educación sexista y a la imposición de roles sociales estas
diferencias, obviando lo evidente, que somos diferentes
físicamente, a fin de poder trasladar a la biología la
construcción social de la igualdad. «No somos iguales porque
se nos educa distinto. Cuando nos eduquen igual, haremos,
desearemos y viviremos las mismas cosas y de la misma manera o
construiremos nuestra personalidad ajenos a otra cosa que
nuestros propios deseos».

El hecho de pensar que, porque biológicamente las mujeres eran


más débiles respecto a la fuerza física, las hacía inferiores
como individuos, o el hecho de pensar que unas diferencias
meramente adaptativas superficiales, como el color de la piel,
pudieran significar una condición sub-humana sólo ha traído
injusticia a la especie humana. Con ese tipo de diferencias,
la naturaleza no pretendía crear individuos inferiores en
derecho y dignidad, sino adaptarlos a unas necesidades y
funciones concretas. Trasladar las acciones de la naturaleza
al plano cultural e intelectual es un despropósito.
Exagerar la influencia de nuestra biología sin valorar la
capacidad humana de variar comportamientos a través de la
cultura es tan erróneo como tratar de magnificar esa capacidad
de evolución cultural y achacarle la posibilidad de cambiar
nuestra biología, nuestros instintos y nuestros
comportamientos de origen neurofisiológico.

El feminismo está mezclado con la idea absurda de que la mujer


es libre si sirve a su jefe y esclava si ayuda a su marido.
G. K. Chesterton

La libertad sexual exige un sexo sin «consecuencias indeseadas»


y son precisamente las «consecuencias indeseadas» lo que atan
a la mujer a sus «roles sociales indeseados». La forma de aunar
estas dos ideas es conseguir una sexualidad libre y sin
consecuencias indeseadas, es decir, sin maternidad para la
mujer: y ahí son determinantes la homosexualidad, la
anticoncepción y el aborto.

El concepto de que la homosexualidad es una forma posible y


aceptable de relación sexual en la que no hay consecuencias
indeseadas y la idea de que las diferencias hombre- mujer son
sociales, y por lo tanto eliminables, unidas a la creencia de
que todos, por ello, podemos construirnos como hombres o
mujeres según nuestra educación o nuestros deseos, encaja
perfectamente con las reivindicaciones y los intereses de los
colectivos homosexuales.

Es el punto en el que empiezan a representar a los movimientos


de defensa de la mujer únicamente mujeres lesbianas que, en
muchos casos, no se encuentran a gusto en su biología, e
incluso, odian abiertamente su condición femenina y a los
varones. De esa manera, los intereses de la mujer son
sustituidos por los intereses de una pequeña parte de las
mujeres cuyo planteamiento dista mucho de ensalzar y
reivindicar la condición femenina y de reivindicar el papel
sociobiológico de la mujer y que, por el contrario, trata de
erradicar las diferencias en todos los ámbitos partiendo como
modelo al que hay que tender en esa igualdad de los valores,
gustos, comportamientos y deseos, al rol masculino como rol
hegemónico.

Así, las defensoras de la mujer acaban denigrando y repudiando


cuanto hace a la mujer exactamente eso: mujer. Y la maternidad,
como quintaesencia de la diferencia entre sexos, es considerada
la peor de las lacras.

el feminismo de género en el que se utiliza como argumento la


negación de la biología femenina, se confunde el cuerpo y la
fisiología con los organigramas culturales y sociales, y se
piensa que negar una realidad la hace desaparecer.

Una de las estrategias que utiliza la ideología de género para


igualar lo que no es ni puede ser igual, es la negación de que
existe un cerebro masculino y un cerebro femenino. Puesto que
niegan que haya hombres y mujeres, salvo por la diferencia en
los genitales, y posteriormente afirman que eso no afecta en
absoluto a los deseos, gustos, percepciones, habilidades y
comportamiento, y que es la educación, únicamente, la que forja
esas diferencias y asigna esos roles, es imprescindible negar
el cerebro masculino y el cerebro femenino.

La realidad, lejos de hacer reflexionar a estos defensores de


una estructura ideológica sin base real ni científica y llena
de contradicciones, los encastilla en sus respuestas, que
siguen tres estrategias básicas de negación de las evidencias:
1. Ignorar los hechos. Nada de lo que pone en evidencia que su
teoría es falsa lo consideran «científico» pese a que no hay
nada menos científico que lo que es indemostrable. Tal es
el caso de la ideología que nos ocupa.
2. Despreciar los estudios que, como éste, tratan de demostrar
las diferencias intrínsecas descalificando al autor, o a lo
que consideran «su afán de buscar diferencias», sin valorar
que el investigador no busca las diferencias, sino que las
halla y las estudia tratando, en muchos casos, de buscar su
origen.
3. Tratar de explicar los hechos evidentes aferrándose a un
imponderable, a un hecho que no se puede valorar, a una
circunstancia imprevisible e incontrolable cuyas
consecuencias no pueden calibrarse. Y como no pueden
calibrarse, se les dota de toda la fuerza de un hecho
poderoso e insoslayable. Me refiero a esa especie de solución
infalible y «multisituaciones», esa especie de «cataplasma
curalotodo» que creen imposible de demostrar o refutar: la
educación sexista.

Porque, aunque la realidad no es como los ideólogos del género


dicen, hay que seguir achacándoselo todo a esos roles
educativos impuestos, y en vista de que prevalecen en lugares
recónditos de nuestra sociedad, hay que obligar a hombres y
mujeres a ser iguales para demostrar que la teoría es cierta y
que no hay cerebros masculinos y femeninos.

En el mismo sentido se han desarrollado los estudios de Trond


Dseth, director del área de Psiquiatría Infantil del Hospital
Nacional de Noruega, que ha sistematizado un test para analizar
las diferencias de sexo en la elección de juguetes por parte
de los bebés. El motivo de estos estudios es la determinación
del sexo de los bebés con malformaciones genitales y/o
alteraciones genéticas. En el juego-test, consistente en poner
al alcance del bebé (de 9 meses en adelante, edad en la que el
bebé ya gatea y es autónomo para dirigirse hacia lo que le
atrae) cuatro juguetes considerados masculinos, cuatro
femeninos y dos neutros, los resultados en bebés normales (sin
malformaciones) son abrumadores: la gran mayoría de niñas elige
juguetes femeninos y la gran mayoría de varones juguetes
masculinos. Esta alta proporción de coincidencias es la causa
de que utilice el test en bebés con malformaciones genitales a
fin de determinar mejor su sexo.
La respuesta de este profesor a los resultados de sus
experimentos es clara y taxativa: afirma que, puesto que a esas
edades no ha podido afectarles la educación en roles y
estereotipos, hay que aceptar que nacen con una clara
predisposición biológica de género y comportamiento asociado
al sexo. Añade que si después el entorno, la cultura, los
valores y las expectativas atenúan o potencian esa
predisposición será otro asunto, aunque no cree posible que la
sociedad pueda ser tan decisiva como para modificar esa
identidad, que aparece ya inherente, y esa clara predisposición
de género.

You might also like