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149277 ? politicas ¥ ©.¥A0S6 Henrietta. Moore 37S eM Antropologia y feminis EDICIONES CATEDRA UNIVERSITAT DE VALENCIA INSTITUTO DE LA MUIER 1 Antropologia y feminismo: historia de una relacién Laantropolgi sl estudio de un hombre questa a una mij BRoNsLAW MALNOWSRE __ La citica feminista en antropologfa social, al igual que en las demés ‘Ante lo ambiguo del tratamient ire a Ia mujer, no resulta de esta inquietud. La antropologta En Ia fase de «observacién» de los trabajos de campo, el compor- tamiento de la mujer se ha estudiado, por supuesto, al igual que el del hombre, deforma exhausiva: sus matrimonios, su actividad econ6mi- ands xaos pls sb a pss Eisenstein (1984), Es ‘que precisan ser explicados (Oniner, 1974: 67) El ensayo de Ortner, junto con el articulo de Edwin Ardener titulado «Belief and the problem of women» (La fe y el pi Ja mujer), abrieron una via influyente y poderosa para el est subordinacién de la mujer a través de un ani versal pero, como esta condi ‘cas entre los sexos, es preciso buscar otra explicacién. Partiendo idea de que las diferencias biol6gicas entre el hombre y Ia mi nen sentido dentro de sistemas de valores definidoscultralmente, sto el ‘més amplio» (Ortner, 1974; ccen una diferencia entre la naturaleza para que se pliegue a sus superior al mundo natural y pretende yjeres con 1a naturaleza, y a los hombres con la cultura, Dado que Ja cultura aspira a controlar y dominar la naturaleza, es «natural» que las mujeres, en virtud de su proximidad a la «naturaleza», experimenten el ‘mismo control y dominio. ‘Merece la pena examinar con més detenimiento una parte del argu- mento de Ortner, ya que las razones que aduce para explicar la asociacién de Ia mujer con la naturaleza —o la mayor proximidad a la naturaleza de ‘del hombre— constituyen los verdaderos cimientos de la cri- sta, aunque a veces también sean una abrumadora amenaza ‘La universalidad de la proposicién de Ortner implica la nece- sidad de apoyar su tesis con alegatos igualmente universales. Los dos argumentos principales podrian resumirse avés de la experiencia de dar a luz. Los hombres, por consi- te, Se relacionan mas directamente con la cultura y con su poder crea- tivo, en oposicién a la naturaleza, «La mujer crea de forma natural desde Jas mujeres se asocian normalmente con el cui- ‘dado de ta prole, es decir, con esas personas pres cultural propia. Ortnersefala que en muchas sociedades se idado la mujer no ‘esté més cerca ni mds lejos de Ia naturaleza que el hombre, Su objetivo ‘consiste, pues, en descubrir el sistema de valores culturales en virtud del “Tuvo gran repercusién en Jos 80. La calificamos Cia de ienogias Ja vida cultural. Las difere hombres y mujeres puede conceptua- lizarse como un conjunto de pares contrarios que evocan otra serie de nociones antagénicas. De esta manera, los hombres pueden asociarse con “caribar, «detecha>, «superiors, «cultura» y «fuerza», mientras que las mujeres se asocian con sus contraios, «abajon, «izquierda», «inferior», 29 Los kaulong Los kaulong de Nueva Bretaila consideran cllas se ven obligadas muy pocas veces a aceptar un marido que no sea de st agrado (Goodale, 1980: 135). ‘De estos detalles acerca de las relaciones hombre/mujer en la sociedad ‘mujer como mer luger, es obvio que si se comperan las ideas kaulong sobre el compor- tamiento adecuado de hombres y mujeres y sobre la esencia del matrimo- nio, con Ia actitud europea y norteamericana contemporsinea al respecto, se ponen de manifiesto clas diferencias. En Occidente no se valora espe- Ciaimente a la mujer como «iniciadora», sobre todo en lo que a las rela cones sexuales se refiere. Ademés, ‘edad occidental incita a los hombres a mostrarse activos y «deft spectos clave. El matrimonio kaulong parece nte distinta, Estas consideraciones ilustran poseen aparentemente un nivel considerable fea, que se refleja en el control de los recursos ¥ joodale, 1980: 128, 139). Pero estas mismas mu- jeres son tildadas jgrosas y contaminantes para los hombres. No fxiste ninguna pauta explicita para entender y evaluar estas contradic ciones. ‘La sugerencia de Ormer-de que las mujeres estin «mds prOximas de Ia nnaturaleza» dac ‘caracteristicas fisiol6gicas y su capacidad repro ‘ductora podri ‘al caso kaulong. Una cadena de asociaciones del tipo mujer: ss sexuales-comportamiento animal-bos to de que la mujer es inferior porque es contaminante y es contaminante ebido a las funciones «naturales» de su cuerpo, que a su vez 1a vineulan Ge clerta manera al mundo natural. Esta cadena de asociaciones se ve ilus- fisico que sufre la mujer en el bosque durante el pparto y la menstruaciGn. Sin embargo, como Goodale indica en su articulo, modelo kaulong de la siguiente forma: Naturaleza Bosque Casados ombres como las mujeres estén relaciona- long de representacién no asociacién exclusiva cidn entre mujer y natu centre hombre y cultura Se ee hombre y cultura. Esta En segundo lugar, la afirmacién de que se considera a la mujer «més turaleza» debido a su funcién reproductora plantea una Decimos que «se considera» a la mujer «mas préxi pero qui considera de esta mans? casos, del efecto pot bres, @ excepeién de la inquietud que suscita en las madres el hecho de hecho de considerar «hom- icas opuestas, a saber: la aten- 2: 248), Feil (1978), MacCormack (1980: 17-18) y Stathern genes dela mujer no son vidas para todos los sectors dela 33 ipo de relacones de géne- ene esposos, se presa pocastencn a oto tip de elacones to, por ejemplo las eitentes ent hermanorernana, madi pede! hn go cnn ne Far let poate ef a de hombre o de una mujer. Lo improcedente de considerar la relaciones énire esposos como modelo de las dems relaciones de geno se pone de Ianiieoen el exo de os kaulong, done un hermano puede stare de parte de su hermana para ayudrla a conseguir mardo, Esto suger ue la tnsiedad poencal qu caracteria Is relaiones ene esposs tl ver este sented as lactones ene hermanos. El terer punto que deberos tener en cuenta al contemplar In opo- siiénnatualeafutira y mijerfiombre se retire 2 ln especicted acién con la naturaleza por oposi de «salvaje» de los gimi se apli ido natura como del reatvidadtascendete del epi mas- Calo en el mundo: sa ambiion de os hombres expesoda xs Tes, consste en idenieare con el mundo no human y renovarse a tra vés de sus ilimitados poderes masculinos» (Gillison, 1980: 144), El asen- i $e relaciona con la muj en gimi para designar tanto lo baldfo como la vida de la muerte. Dusa es lo contrario de kore, y significa «jo terre- -mas de calificar a las plantas cultvadas y a 10s ani «obligaciones sociales de los seres humanoss Inso si kore se tradujera por «naturaleza» y dusa egorias no se asocian con mujer y hombre respectiv ‘modelo de oposiciones de los gimi seria més bien el siguiente: ura», amente, Ej Dusa: Kore Cultivado: Baldio Relaciones varém/hembra: Hombres De los trabajos de Gillison se colige que la oposicién entre naturale- za/mujer y cultura/hor se aplica a los gimi. Ademés, aunque exista ‘una distincién ent lo» y «salvajen, éta no puede compararse samiento occidental establece entre cultura y scuaturaleza> es algo que debe ser dominado y ontrolado por la «cultura»; en el pensamiento gimi lo «salvaje» trasciens de de ta vida social humana y, en ningtin caso, esté sujeto a contol ni a degradacién alguna. La superioridad de la cultura sobre la naturaleza es tin concepto occidental, y forma parte de la estructura conceptual de una sociedad que concibe la civilizacién como la culminacién del triunfo del hombre» sobre la naturaleza. La industrializacién, la ciencia moderna y Ja teenologta han sido fundamentales en el desarrollo de los conceptos Qecidentales de naturaleza y cultura. La manifestacién més aterredora y falar de esta fantasfa es la fabricacién de armas nucleares, con la con. siguiente implicacién de que el «hombre puede dominar el mundo» en todos los sentidos, El sesgo etnocéntrico de las categorias’analiticas es un problema ‘omnipresente en antropologta. Los peligros inherentes a los postulados culturales surgieron esponténeamente con el desarrollo de la «antropolo~ ‘gia de la mujer», que tuvo en la critica del androcentr Puntos de partida (cf. Rosaldo dr que seguir enfrent es Ja asocicion espontines cdoméstico», en opasicién al aspecto «pabli- idea es el getmen de la relacién establecida en iujer» entre ia dicotomfa naturaleza/cultura y la centre lo «doméstico» y lo «piblico» —una facie dela mule: R ido una serie de subordinacion de la mujer. Recienement ha surgido una serie de me i mn, 1985: cap. dingidas conta el modelo doméstico/pblico Burton, 1985: op fe siendo una caracterfstica So- se recurre con frecuencia a él tar un campo exclusivo de la ‘resaliente de muchos tipos de andl para clasificar datos etnogrificos y ‘mujer dentro del material presentado. eee ty) ‘categorfas entre Io cin, son dos cuesti 36 io experimentado por la. la clave del desarrollo histérico de la humanidad. El que la historia de la ‘humanidad pudiera concebirse en términos de una lucha entre sexos, don- de el «derecho de la madre» cediera eventualmente ante el «derecho del ignificado del término «derecho». Una Ta mujer en las sociedades «matriarca- les» no eran comparables a los derechos del hombre en las sociedades patriarcales» (Coward, 1983: 52-6). No pudo encontrarse ninguna socie- dad «primitiva» en la que los hom do de la mujer era el hogar. La ne} ‘mujer de derechos los hombres mandaban en la sociedad y las mujeres en el hogar (Coward, 5). La sociedad occidental de finales del siglo XIX y principios del basaba, pues, los derechos en consideraciones de sexo. El lo «doméstico» estaba separado de lo «piblico», y dentro de estas dos esferas los «derechos» de Jos individuos dependian de su sexo. La identificacién de esta desigualdad 4 «derechos» se tradujo posteriormente en una concepeién cultural espe- cffica de lo que la mujer y el hombre debfan si fuera de concepcién constituyé cca de la materni influido en el arbitrario y culturalmente especifico « como realidad social. Tanto Boon como Drummond opinan que la «nanny» representa una erosién teérica del concepto de una familia universal basada en aspectos bioculturales y de instituciones que asurnfan el papel propio de la madre, nodrizas, la adopcién o los aprendices. «A partir del siglo eas, las progenitoras amamantaban durante alggn tempo y nanny» en el complejo madre-hijo afectaba claramente a Ia interpreta- ‘como a la relacién entre las categorias to de ia casa: puerta de entrada directamente desde el exterior, podian hallarse en otra ala de la casa, en un corredor distinto o en otro piso, separadas ¢ incluso aisladas del resto de la casa mediante una puerta forrada de fieltro y cla- ‘veteada de bronce para amortiguar el ruido» (Gathorne- En pocas palabras, la presencia de la «nanny» trastoca Ia de familia mencionada anteriormente. Por esta razén, B tratan de relacionar el «fenémeno de la nanny» con aspectos més genera Tes abordados por el estudio antropol6gico de la familia. Boon se muestra ‘especialmente terminante: ‘{Fueron la familia de Murdock y ahora ta familia madre-hijo de Goodenough casos de etnocentrismo 0 casilos en el aire..? jHan a sales prematuras —primero de ‘matrifocal— pueden dstorson occidental, aunque si en otras ulturas, todo lo que rodea la procreacién, es decir, arto, presentan un interés social para fera domestica ncido de que su Concept «mujer» no ia en tomo alas ocioes de msenidady dad, crianza y reproduccién. alt ‘materidad mujer reepciGn ‘es menor de lo que en un principio habfamos crefdo. La idea de que Ia 8 icin una serie de ejemplos de tos ‘aborfgenes murmgin de Australia xy Rosaldo oftecen 3s Kung del Kalah: ‘mayor control de la mujer sobre los recursos y el mejorar su condicién. Volveré a este argumento més a ‘mo capitulo, cuando me ocupe de la subordinacién universal ‘Sin embargo, es sefialar que de la observacién de soci ‘no se limita a a mujer a su labor st. papel de madre y educadora. En jeres dan a luz, pero este hecho no merece jento e interpretacién cultural. EI significado de la mujer no puede deducirse directamente de jad su participacién en iedades, hombre en la reproduccién yenel tual que gira en toro a las I normalmente se refiere a «la observancia por parte del hombre de una serie de tabvies dietéticos, de restricciones de determinadas précticas, y en pperiodo de parto y posparto de su ha interpretado de social de la reproduceién biol6gica citado anteriormente, y al de Beatrice i6 la préctica de la cuvada entre Tos kurtatchi del siguientes, los maridos kurtatchi La cuvada no es més que un ejemplo de la reproduccién, Los trabajos de Anna Meigs acerca de los hua de Papua into del papel del hombre en la reproduccién. Los varo la menstruaciGn, «un proceso {que supuestamente detestan en la mujer», y se creen capaces de concebir hijo. la capacidad de gestacin masculina es fade los informantes responderfan nega- cién de Ia menstruacin, mediante la realiza- sncia en la prefiez. masculina, al deseo del tudes reproductoras de Ia mujer. La controversia si esta situacién refleja la envidia que siente el oductora de la mujer 0, como sefala cuvada y otras pricticas «simuladas» ‘manifestar los aspectos femeninos de su personalidad. En cualquier caso, lo importante es que la fi tuna serie de posibilidades, pero no prescribe la interpretacién cultural. atribuida a hombres y mujeres en los problemas de género desde una perspectiva més sociol6gica, es conteruplan el género como una relaciGn. Tal como indiqué al principio del gia feminista, pero lo mas importante del traba sociedades epreclasistas» los hombres y las mt ico prestigio y valia. Estas 46 Leacock opina que, por etnégrafos varones, las mujeres de todas las sociedades contribuyen de manera sustncial Ie economisy que conraments alas afiracio; ‘comunidades pequefias donde la produccién y ‘dad doméstica forman parte, simulténeamenie, de la vida «pablica», eco- némica y politica, mn poder de jer y para intervenr en la consect- ign supervisaban el wtesoro psblico Diane Bell leg6 a conclusiones similares en su reciente etnografia acerca de las aborigenes, donde observa que los mundos del hombre y de la ‘mujer son sustanci econdmico y ritual ( ‘mujeres disponen de ten en igridad de Condiciones. Bell coroboca cuando alega que esta separacién y diferencia no implica necesariamente inferioridad ni subordinaciGn, No obstante, la etnografia aborigen también ‘encajar en este marco de complementariedad auténoma, ‘ejemplos de violencia del hombre hacia la mujer. Tanto Bell bios en las relaciones ‘con el chombre blan- economia general aus- de género, resultado del ct cco», a creacién de reservs ‘raliana, Hoy por hoy es un hecho irrefutable que las relaciones de género, en En su investigacin sobre los indios montafieses, comunidad cazadora de relaciones de género Ta subordinacién de la mujer empez6 con el Engels, a tenor de la privada, alegando que existen . Strathem sefiala que la pretensién de que los antropélogos traten a la mujer como individuo o persona de pleno derecho esté perfectamente fundada. No obstante, existe el peligro de que al for- ‘molar esta exigencia consideremos exctusivamente el punto de vista ocei- dental en materia de personalidad social y juriica, y de Ia relacion entre mia, comportamiento y valores morales con una particular vision de la forma en que los individuos se integran en la sociedad y se ais 'mo tiempo, de ella. Parece claro que, si bien los conceptos de y de «persona» encierran ideas relativas a las posbilidades de Conducta moral, plantean asimismo problemas de expectativas. En otras palabras, 1s prejucios sociales del comportamiento de los individuos in- 35 terfieren siempre en Ia valoracién que hacemos de las motivaciones, de la conducta y de la valia social de los demas. Asumir que las nociones occi- dentales de «individuo» o «persona» actuante pueden adaptarse a otros contextos equivale a ignorar los dispares mecanismos y expectativas cul- turales que rodean todo el proceso de evaluacién. La segunda puntualizacién de Strathern a propésito del andlisis de las ‘mujeres como individuos el concepto occidental de las esferas «doméstica» y due, en la cultura occidental, calificativo de persona, dada su relacién con lo natural, con lo ccon Ia esfera «doméstica», por oposicién a la cultura y al «mundo social la subordinacién universal de la mujer y formuladas anteriormente contra el ta yy véase mas arriba). Strathern subraya que . pero, tal como demostr6 Strathern, estas asociaciones no pueden explicarse mediante las distinciones occidentales de naturaleza/ cultura y doméstico/piblico (Swathern, 1980; Strathemn 1984a: 17-18). aluar a las mujeres hagen no es preciso observar el aspecto i. demostrar que estas mujeres desempeitan una actividad en y». La asociacién de 10 «doméstico» con actividades ‘0.no merecedoras del adjetivo de social no esta presente en cel pensamiento hagen. nazadas por ‘no llegar a ser personas de pleno derecho (Straten, social, que son ex 1981b: 169-70). No obstante, estos pares de contrarios son distinciones 56 morales que se aplican tanto a los hombres como a las mujeres, y las ‘mujeres hagen no se encuentran luble a jos térmi «problema d 1981b: 170) -«persona de pleno derecho» se ue un reflejo de las ideas occidentale ontribuyendo de forma significativa al desarro la teorfa antropoldgica

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