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EVITA DAR COCES CONTRA EL AGUIJÓN

“El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien


tú persigues;
dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.
Hechos 9:5

Imagina tomar una puntilla, clavarla en la pared a la altura de


tus tobillos, luego, darte la vuelta y de espaldas arremeter
contra la puntilla con tu talón…doloroso ¿verdad? “Dar coces
contra el aguijón” era una expresión proverbial de la época,
basada en la imagen de un buey que da patadas contra la
misma aguijada con que el boyero lo estimula. El aguijón consistía en una vara aguzada en la
punta que sirve para hacer avanzar a una pareja de bueyes. Las palabras del Señor al apóstol
Pablo al momento de su conversión, narrada en Hechos 9 y 26:9-18, indica que Pablo no
estaba en contra sólo de la forma de pensar de unas personas sino que estaba totalmente en
contra de Jesucristo el Salvador del mundo. No estaba persiguiendo solamente a los
seguidores de Cristo, sino que perseguía a Cristo mismo.
El aguijón del gr. kéntron (κέντρον) de kentéo (κεντέω) indica la acción de perforar un punto
central y también se utiliza figurativamente como veneno o aguijada (figurativamente impulso
divino). En el hebreo cots (‫ )קֹוץ‬en sentido de pinchar y causar mucho dolor, aguijón. En ambos
casos aquello con que se pincha para causar un gran dolor. Lo que hacía el apóstol Pablo o
Saulo de Tarso, antes de su conversión, en vez de conducirlo a la presencia de Dios lo alejaba
por un camino donde le aguardaba su propia destrucción. Pero, para fortuna suya, el aguijón
causó el dolor necesario para hacerlo entrar en razón convirtiéndose en heraldo del evangelio a
los gentiles.
Es triste ver a personas dar “coces contra el aguijón”, que pretendiendo destruir a los cristianos
se hacen perseguidores de Cristo. La palabra de Dios es el “aguijón” y los que se oponen a ella
son, como dice el salmista, los asaetadores: “Porque he aquí, los malos tienden el arco,
disponen sus saetas sobre la cuerda, para asaetear en oculto a los rectos de corazón”. (Salmos
11:2). Este es el misterio de la iniquidad que está en acción hasta el presente y que pronto será
quitado de en medio, para que los que aguardan en medio de muchos sufrimientos la
esperanza que no avergüenza, vean el fin de los que niegan a Dios (2 Tesalonicenses 2:7).
Estos son los apóstatas que se levantan contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto.
Apostasía, gr. apostasía (ἀποστασία) significa deserción de la verdad. Muchas son las
personas que hoy día prefieren atender a todo tipo de fábulas y pensamientos que apelan a
una conciencia que sublima el ego por encima de la voluntad y los propósitos de Dios. Esto es
lo que vivimos al presente, donde gran parte de la humanidad tiene comezón de oír la Palabra
de Dios, el aguijón de la verdad, que puede transformar el alma: “Porque vendrá tiempo cuando
no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros
conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las
fábulas”. (2 Timoteo 4:3-4). Innumerables personas son las que prefieren buscar las respuestas
para su vida por un camino apartado al de Dios, siendo engañados y llevados a un estado de
cauterización de la conciencia donde la Palabra de Dios no halla cabida. Escuchando a
espíritus engañadores que sólo los llevan cautivos e indefensos hacia las obscuras
profundidades de la apostasía (1 Timoteo 4:1).
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo
lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios,
haciéndose pasar por Dios”. (2 Tesalonisenses 2:3-4). Todo aquel que niega la eficacia de la
Palabra de Dios niega a Cristo. Cristo es el Verbo eterno, la palabra hecha carne (Juan 1:1-14)
y sólo Su Palabra puede conducirnos a un verdadero estado de conciencia universal como
hijos de Dios: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de
su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados
los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió”. (Hebreos 10:19-23).
La Palabra de Dios es un aguijón que causa dolor, el dolor de revelar tu corazón, para
mostrarte el estado de tu alma sin Cristo: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
(Hebreos 4:12). Ella es el bisturí con que Dios opera el milagro de hacer de ti una nueva
criatura que sirva a Sus Planes y Propósitos. Como cuando te enterrabas en la mano una
astilla de madera y sólo podía ser retirada con una espina del árbol de limón. Es la espina que
sirve para sacar aquello encarnado que causa el dolor de una vida apartada de la voluntad de
Dios.
De modo amad@ que ninguna mentira puede proceder de la verdad (1 Juan 2:21), no caigas
en el engaño y persevera en aquello que Dios te habla en Su Palabra (la Biblia), la cual los
indoctos e inconstantes tuercen para su propia perdición (2 Pedro 3:16). Se levantarán muchos
falsos cristos y harán señales y prodigios para engañar a los incautos que no reciben el amor
de la verdad para ser salvos (2 Tesalonicenses 2:8-12). Así que, tú permanece firme en lo que
enseña la Palabra de Dios (La Biblia) para que no seas un niño fluctuante, llevado por todo
viento de doctrina. Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcas en todo en aquel que es la
cabeza de todo, Cristo. (Efesios 4:14-15). Dios ha prometido poderosas y maravillosas
recompensas para quienes con fortaleza, dominio propio y sencillez de corazón perseveran en
creer y atesorar Su Palabra.

“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste
será salvo”. (Mateo 10:22)

“El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues;
dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.
Hechos 9:5

Imagina tomar una puntilla, clavarla en la pared a la altura de tus tobillos, luego, darte la vuelta
y de espaldas arremeter contra la puntilla con tu talón…doloroso ¿verdad? “Dar coces contra el
aguijón” era una expresión proverbial de la época, basada en la imagen de un buey que da
patadas contra la misma aguijada con que el boyero lo estimula. El aguijón consistía en una
vara aguzada en la punta que sirve para hacer avanzar a una pareja de bueyes. Las palabras
del Señor al apóstol Pablo al momento de su conversión, narrada en Hechos 9 y 26:9-18, indica
que Pablo no estaba en contra sólo de la forma de pensar de unas personas sino que estaba
totalmente en contra de Jesucristo el Salvador del mundo. No estaba persiguiendo solamente a
los seguidores de Cristo, sino que perseguía a Cristo mismo.
El aguijón del gr. kéntron (κέντρον) de kentéo (κεντέω) indica la acción de perforar un punto
central y también se utiliza figurativamente como veneno o aguijada (figurativamente impulso
divino). En el hebreo cots (‫ )קֹוץ‬en sentido de pinchar y causar mucho dolor, aguijón. En ambos
casos aquello con que se pincha para causar un gran dolor. Lo que hacía el apóstol Pablo o
Saulo de Tarso, antes de su conversión, en vez de conducirlo a la presencia de Dios lo alejaba
por un camino donde le aguardaba su propia destrucción. Pero, para fortuna suya, el aguijón
causó el dolor necesario para hacerlo entrar en razón convirtiéndose en heraldo del evangelio a
los gentiles.
Es triste ver a personas dar “coces contra el aguijón”, que pretendiendo destruir a los cristianos
se hacen perseguidores de Cristo. La palabra de Dios es el “aguijón” y los que se oponen a ella
son, como dice el salmista, los asaetadores: “Porque he aquí, los malos tienden el arco,
disponen sus saetas sobre la cuerda, para asaetear en oculto a los rectos de corazón”. (Salmos
11:2). Este es el misterio de la iniquidad que está en acción hasta el presente y que pronto será
quitado de en medio, para que los que aguardan en medio de muchos sufrimientos la
esperanza que no avergüenza, vean el fin de los que niegan a Dios (2 Tesalonicenses 2:7).
Estos son los apóstatas que se levantan contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto.
Apostasía, gr. apostasía (ἀποστασία) significa deserción de la verdad. Muchas son las
personas que hoy día prefieren atender a todo tipo de fábulas y pensamientos que apelan a
una conciencia que sublima el ego por encima de la voluntad y los propósitos de Dios. Esto es
lo que vivimos al presente, donde gran parte de la humanidad tiene comezón de oír la Palabra
de Dios, el aguijón de la verdad, que puede transformar el alma: “Porque vendrá tiempo cuando
no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros
conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las
fábulas”. (2 Timoteo 4:3-4). Innumerables personas son las que prefieren buscar las respuestas
para su vida por un camino apartado al de Dios, siendo engañados y llevados a un estado de
cauterización de la conciencia donde la Palabra de Dios no halla cabida. Escuchando a
espíritus engañadores que sólo los llevan cautivos e indefensos hacia las obscuras
profundidades de la apostasía (1 Timoteo 4:1).
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo
lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios,
haciéndose pasar por Dios”. (2 Tesalonisenses 2:3-4). Todo aquel que niega la eficacia de la
Palabra de Dios niega a Cristo. Cristo es el Verbo eterno, la palabra hecha carne (Juan 1:1-14)
y sólo Su Palabra puede conducirnos a un verdadero estado de conciencia universal como
hijos de Dios: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de
su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados
los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió”. (Hebreos 10:19-23).
La Palabra de Dios es un aguijón que causa dolor, el dolor de revelar tu corazón, para
mostrarte el estado de tu alma sin Cristo: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
(Hebreos 4:12). Ella es el bisturí con que Dios opera el milagro de hacer de ti una nueva
criatura que sirva a Sus Planes y Propósitos. Como cuando te enterrabas en la mano una
astilla de madera y sólo podía ser retirada con una espina del árbol de limón. Es la espina que
sirve para sacar aquello encarnado que causa el dolor de una vida apartada de la voluntad de
Dios.
De modo amad@ que ninguna mentira puede proceder de la verdad (1 Juan 2:21), no caigas
en el engaño y persevera en aquello que Dios te habla en Su Palabra (la Biblia), la cual los
indoctos e inconstantes tuercen para su propia perdición (2 Pedro 3:16). Se levantarán muchos
falsos cristos y harán señales y prodigios para engañar a los incautos que no reciben el amor
de la verdad para ser salvos (2 Tesalonicenses 2:8-12). Así que, tú permanece firme en lo que
enseña la Palabra de Dios (La Biblia) para que no seas un niño fluctuante, llevado por todo
viento de doctrina. Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcas en todo en aquel que es la
cabeza de todo, Cristo. (Efesios 4:14-15). Dios ha prometido poderosas y maravillosas
recompensas para quienes con fortaleza, dominio propio y sencillez de corazón perseveran en
creer y atesorar Su Palabra.

“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste
será salvo”. (Mateo 10:22)

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