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Roma acaba entrando en contacto con los pueblos situados más allá de sus fronteras,
una frontera natural que limitada al norte con El Rin y al sur con el Danubio. Estos
pueblos eran denominados barbari o extranjero, en su mayoría germánicos, y
considerados por los romanos de un nivel cultural inferior. Se trataba de pueblos
nómadas organizados en tribus o clanes, que intentaban encontrar lugares donde
instalarse y desarrollar su agricultura y ganadería. Los romanos comenzaron a aprender
de estas tribus acerca de su armamento, organización militar, religión, costumbres,
etc...por ello los limes ya no eran tanto una frontera, sino una zona de contacto que
facilitaba las relaciones entre ambos, propiciando el comercio y la política. Se
comienzan a producir entrada de germanos en las filas del ejército romano
(mercenarios) modificando el arte de la guerra de los romanos. A pesar de esto hubo
violentas incursiones en algunas provincias del imperio y durante muchos años los
emperadores intentaron evitar la catástrofe, pero es a lo largo del siglo IV cuando la
invasión de los pueblos germánicos dentro del Imperio se convirtió en un hecho
irreversible.
GOBIERNO DE CONSTANTINO
Una de las grandes transformaciones que sufrió el Imperio Romano durante el s.III, fue
la expansión del cristianismo, la decadencia del paganismo romano hizo que el
cristianismo pasara de secta a religión. Aun así, existieron focos de resistencia por parte
de los romanos ante este hecho, creándose por ejemplo la Tetrarquía para salvaguardar
la unidad del imperio (poder ostentado por 4 titulares: 2 Augustos y 2 Césares
subordinados a los anteriores). La tetrarquía se disolvió y cuando llegó Constantino al
poder se encontró inmerso en rivalidades imperiales que obtuvieron la solución en la
Batalla del Puente Milvio contra Majencio, donde Constantino venció a su enemigo,
según él, por inspiración divina lo que influyó directamente en la conversión de
Constantino al cristianismo, promulgando al año siguiente el llamado “Edicto de Milán”
(313) por la que, junto a su colega Licinio en oriente, promulgaban la total libertad de
culto. A partir de aquí la tolerancia religiosa continuó (a excepción de Juliano el
apóstata) hasta tiempos de Teodosio, artífice de la conversión del cristianismo en la
religión del Estado. De todas formas esta acomodación del cristianismo estuvo marcada
por una serie de altibajos y fue un proceso muy largo.
Se aprecian dos grandes etapas en las invasiones bárbaras: las primeras, desde la llegada
de los visigodos al imperio (376) hasta la entrada de los lombardos en Italia (568) y la
segunda protagonizada por vikingos, húngaros y sarracenos durante los siglos IX y X.
La migración se realizó de noreste a suroeste hacia donde estaba la riqueza, es decir,
Roma. Los primeros fueron los visigodos que, presionados por los Hunos derrotaron al
emperador Valente en la batalla de Adrianópolis y se esparcieron por los Balcanes.
Teodosio, último reunificador del imperio, logró una pacífica asociación promulgando,
junto con sus herederos (Arcadio y Honorio), la llamada “Ley de Hospitalidad”, en la
que se reglamentaba la forma de disfrutar, por parte de las familias germanas, de los
bienes de las familias romanas que los acogían. La potencia dirigente del mundo
bárbaro fueron los hunos encabezados por Atila (se cree que procedía de Asia). Sus
campañas estaban dirigidas a Oriente, pero desde Constantinopla, con gran habilidad, se
desviaban hacia Occidente, realizando su primera incursión en el año 451. Guerreros
infatigables, los primero fueron en sentir su presión fueron los visigodos que terminaron
saqueando Roma en el 410 con Alarico al frente, en el 455 los vándalos también
saquean la ciudad y finalmente en el 476 el hérulo Odoacro, mercenario romano,
destituye al último emperador Rómulo Augusto, remitiendo las insignias imperiales a
Constantinopla, reconociendo como único emperador a Zenón I, que residía en Oriente.
LA MONARQUÍA
Un rasgo común de estos pueblos germánicos era la realeza. Era una monarquía, muy
rudimentaria, pero había un rey, un caudillo, que tiene poder militar, político, legislativo
y judicial. En su origen la monarquía era electiva entre los príncipes de los distritos,
pero con el tiempo tendió a vincularse a una dinastía o a una familia. La reina parecer
haber tenido su papel en estas monarquías, siendo responsables de los asuntos
domésticos de la casa real, con oficiales a su cargo, y de haber manejado el dinero para
asuntos relacionados con la provisión de la corte. También tuvo un papel mediador, de
agente de paz, mecenas, o incluso conspiradora.
LA CORTE
Los germanos que constituyeron la élite militar y formaron la clase dirigente en los
distintos reinos, constituían una minoría frente a la población indígena, por lo que en las
zonas más romanizadas la nobleza (senadores) perdurará como clase social y ejercerá
distintos servicios y funciones civiles. También apareció otra nobleza, formada por
obispos arrianos o católicos, la guardia personal del rey y los vinculados al rey por el
commendatio. Éstos últimos, prestaban un juramento especial al rey por algunos
servicios (fidelidad) y en pago a estos servicios, recibían concesiones de tierras
(beneficia), es lo que sería el feudalismo, clave de la organización social de esta época.
También aparecieron las asambleas (concillium) que eran un medio principal de
gobierno y de toma de decisiones. Eran grandes reuniones públicas de magnates laicos y
eclesiásticos en las que se zanjaban disputas, se oían peticiones, se tomaban decisiones
y se hacían leyes. El orden del día y las decisiones de estas asambleas de los siglos VIII
y IX se presentan en capitularios, actas conciliares y cartas de folio único donde queda
constancia escrita de las decisiones legales. En estos documentos se observa la gran
variedad de asuntos discutidos en ellas.
EL DERECHO
La continuidad del mundo romano se puede apreciar con claridad en el contexto del
derecho, no hubo ni caída ni un declive del derecho romano, solo un proceso gradual de
adaptación. Roma contaba con el Código de Teodosio, formado por la compilación de
toda la normativa romana existente hasta la fecha, se escribió en latín en el año 438.
Eurico, instalado en el Reino de Tolosa, codifica las normas germanas, elaborando el
llamado Código de Eurico (475), Alarico, por su parte, lo que hace con posterioridad es
aplicar un derecho romano a los visigodos en general, creando el Breviario de Alarico
(506). Apareció también el Derecho eclesiástico que tuvo una gran influencia en la
legislación eclesiástica posterior.
A lo largo de los siglos VI y VII la legislación germánica, influida por el derecho
romano y la iglesia, consiguió un gran desarrollo. En el norte de Italia, Rotario, el rey
lombardo en el año 643 promulga El Edicto, primer código lombardo. Por último
Recesvinto en España, promulga el Liber iudiciorum (Libro de los Juicios), traducido al
romance tiempo después con el título de Fuero Juzgo (654), para visigodos e
hispanorromanos.