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Las

Siete Vidas del Gato


Por

Jacobo Márquez


“En memoria de aquellos,


que de una u otra forma han
sido víctimas por la violencia
e injusticia de unos pocos”

INTRODUCCION

En abril 9 de 2012, empecé con la idea de escribir una obra basada en un


personaje que fue real y no fue ficticio, pero al mismo tiempo para esa fecha
se recordaba un personaje quien fue el caudillo de los pobres y a su vez fue
traicionado por la oligarquía de la nación. Y ese mismo día en horas de la
tarde fui donde el señor Molina a comprarle bananos unos de mis gustos
gastronómico. Y nos pusimos a hablar de todo un poco con el señor Molina,
quien a su vez me dijo: y si sabe lo ¿qué paso un nueve de abril como hoy,
más exactamente en el año 1948? Yo de inmediato le respondí que sí; bueno a
lo menos eso había yo oído hablar porque no fui testigo de ese nefasto
acontecimiento por fortuna pensé yo.
Quien sí había sido testigo fue el señor Molina que me narró que para tal
fecha él contaba con algo así de aproximadamente unos ven ti y algo de años.
El señor Molina cuando le conocí o mejor dicho nos hicimos amigos en
calidad yo de cliente le conocí como un señor de ochenta y cinco años de
edad; todos los días el lucia su sombrerito de borsalina de costumbre y se
mantenía sentado frente a su casa todos los días de la semana al igual que del
mes y el año por no ser más exagerado; su pasatiempo era cuidar de pequeños
pajarillos que estaban cebados al banano que el mismo les proveía sobre una
pequeña tabla, que hasta en una ocasión me dijo: que lo iban a dejar en la
quiebra con el negocio de bananos y soltamos una carcajada ambos por su
ocurrencia.
Para su edad que el poseía era muy lúcido me sorprendió y esta edad me
inspiró confianza para yo saberlo escuchar de esa época sanguinaria que tuvo
la nación que el mismo me narró y que desde esa época nació el personaje del
que al comienzo quise decir. Este suceso fue el eslabón para Pedro Antonio
Marín, quien se convertiría en el protagonista y al mismo tiempo se convirtió
en el emprendedor de crear un grupo de resistencia para poder salvar su vida y
así enfrentar lo que sería su lucha por la causa.
Debido al complot que aconteció hace sesenta y seis años, fue que la
nación entró en una época de la violencia donde el sectarismo era cruel y
despiadado; me narraba él y continuaba, solo tenía derecho a pertenecer a uno
de los dos colores que designaba la política de la época y empuñar un arma
cualquiera que fuera para poder salvarse si era que lo conseguía me contó él
esa tarde asoleada e incluso me dijo: que él había tenido la oportunidad
muchos años después de haberse distinguido con el protagonista de esta
historia y le dio un apretón de manos, y que incluso le preguntó: que estaba
haciendo y él le respondió que trabajando por la libra de sal y la de carne. Y
que él le había contestado de inmediato que él le daba trabajo. Con el
propósito para que se le uniera a él; me dijo el señor Molina, pero me hizo una
aclaración desde luego por cosas de la vida yo no nací para la guerra o quizás
me acobarde; claro que me puso por evidencia que ya tenía su esposa y ese
había sido uno de los motivos para que yo eludiera a la propuesta del señor
Marín, repuso.
Me mencionó otros personajes que fueron de esa época empero la nación y
las generaciones presentes y el mundo aún desconocen me contó. Que estos
eran despiadados pero que la culpa de todo esto la tenía la oligarquía de ese
entonces me ratificó, que él pensaba así en medio de su ignorancia; que hasta
yo haciendo un análisis más de fondo le hallé su razón sin juzgar si en verdad
habían nacido sin corazón humano por lo que le oía decir de aquellos
personajes. Yo me mantenía en vilo ahí sentado sobre una poltrona de un carro
viejo escuchándole y tratando de dejar memorizado todo cuanto él me iba
contando. Después de una larga plática me sentí más seguro con lo que yo
tenía en mente y le conté la idea que tenía sobre la novela. ¡Qué estás
diciendo! fue su respuesta de admiración, y me empujó a que yo tomara la
iniciativa de escribirla con todas sus peripecias y acciones reales acompañadas
también de lo mágico que acontecieron por décadas.
Y, si lo voy a hacer pensé sin titubear, llegó la hora de que el mundo
conozca algo por encima, la razón por la cual; este personaje enigmático y
humilde e hijo de la esclavitud pobreza puso por más de cinco décadas en
jaque a la oligarquía que le miró como una piedrecita en el talón de Aquiles.

La noche de la gran borrasca donde solo se veía titilar los rayos de la gran
tormenta por las aberturas de las puertas y ventanales, haciéndose tan
fantasmal con un estruendo y chasquidos de árboles que se partían y parecía
ser el final de un comienzo que apenas se avecinaba para toda la familia que se
regocijaba en su humilde casa. Para la familia López Cabrera; no era tan
común aquella noche por que gozaban de un ambiente modesto y tranquilo,
mas era como un presagio de que algo iba a ocurrir por desgracia –pensó Juan
de Dios, mientras se levantaba a mirar la mañana que acaba de despuntar el
sol.
–Oh, Dios Santo ¡exclamó! Juan de Dios con mirada serena. Pues para él
era fácil ver y comprender como la naturaleza se agitaba a la hora menos
pensada. Mientras se arremangaba su camisa a cuadros oscura, al mirar cómo
había quedado todo después de aquella tormentosa noche destrozado los
arbustos. Él era un hombre de estatura aproximadamente de uno setenta y
siete, atlético por su aguerrido trabajo de aserrador y su tez del rostro moreno,
de ojos negros profundos y una mente brillante en medio de su ignorancia,
además poseía unos brazos de acero para ejecutar sus quehaceres diarios.
Enseguida salió una mujer con aspecto de espanto a mirar con su modorra
envuelta con un trapo de color algodón, parecía que fingía haber tenido un
dolor de cabeza anoche o quizás era su costumbre al levantarse siempre
envuelta. Al mirar ella a Juan de Dios parado con los brazos sobre su cintura
en posición de jarra, observando todo, como había quedado tras el vendaval.
–Creí que no amaneciéramos vivos –dijo ella con voz queda. Yo pensé lo
mismo atestó él con una mirada sobre ella. Pero gracias a Dios estamos vivos
y la Palma Africana por lo pequeña no le pasó nada –dice ella y agregó,
pondré a hacer una gota de tinto porque no hay para más. Tranquila, no te
preocupes Eva, que ya salgo para el caserío a cobrar lo de la maderita que
entregué en la semana–: afortunadamente hoy es sábado día de traerme un
morral lleno de comida –dijo él con entusiasmo. Por lo tanto ella le dio la
espalda para entrarse a dentro y hacer que entrara en calor el pisado de hornilla
sobre la cual pondría una olleta, cuyo culo poseía tiznado a cocer la gota de
café. Y Juan de Dios fue a coger su Pando castaño oscuro, para ponerle su
cabalgadura y emprenderse marcha al caserío. Al cabo de media hora ya tenía
su cabalgadura lista. Venga y tómese su café Juan –le gritó ella al otro lado de
la pared que separaba a la cocina de la pesebrera. Ya mija, ya voy –contestó él
mientras daba los últimos masajes sobre su dorso a su pando. Pando porque
tenía por naturaleza animal una figura de silla sobre su espalda y de ahí que le
nació su nombre o quizás apodo Pando. Apúrale que se le enfría hombre –le
volvió a instigar ella. Aquí estoy –contestó él ya en el umbral de la puerta de
la cocina y tomándolo a sorbos y expulsando resoplos para no quemarse su
guargüero y al mismo tiempo dejaba un hilo de humo del mismo. Papá, para
¿dónde va? Pregunta Jorge Ignacito que salía con una moquera que le absorbía
con cada respiración que inhalaba, pues parecía tener gripa después de la
borrasca acaecida. Cálcese –le dice Juan de Dios, en un tono agudo con
recelos. Papá, para ¿dónde va? Volvió el mocoso a interrogar. Contéstale al
niño. Salió en su defensa Eva mientras Juan de Dios ya ponía el pie derecho
sobre el estribo para montar su cabalgadura. Si, hijo voy para el caserío a traer
comida, pero colocase los zapatos que no miras que se refrías y empeoras con
esa moquera–, y se marchó Juan de Dios. Asintió Jorge Ignacito en ponerse
sus zapaticos, pues ya era un niño de siete años entrado en razón; pero para su
corta edad era muy inquieto, todo quería saber y todo quería tocar, hasta que
en una ocasión meses atrás su mamá había tocado por detrás a una de las
gallinas que tenían para el sustento, para saber si ya había puesto el huevo o
aún no y él la estaba espiando mientras jugaba jalando su carro de palo. Aun
no lo ha puesto –dijo ella soltando la chula negra–, tocará mañana hacerle la
misma operación. Y al otro día estaba correteando a la gallina para hacerle él
la operación, y Eva lo miró y le –gritó ¿qué es lo que está haciendo, Ignacito?
Paró él la cacería –contestando con ingenuidad para su corta edad, para
hacerle la operación.
–¡Pendejo! Que estás pensando hacer –espetó ella con disgusto–. Y añadió,
las operaciónes de las gallinas solo son para mujeres a los niños se les quema
el dedo y quedan mochos. Esto lo puso a él con los pelos de punta con
semejante susto que le dio su mamá. Volvamos nuevamente a donde habíamos
quedado después de esta historia de Ignacito. Entraron luego los dos a la casa
de bareque para seguir con los oficios de la casa y seguir atizando el fogón
para no dejar apagarlo mientras asaban unas tres gallinas en cascaron
acompañado de tres Artones para luego machacarlos y comérselos. No tardó
en salir de su cama Elvirita con sus doce años de pubertad pues ya había
pegado siete días atrás el grito cuando miró su sábana humedecida y para su
sorpresa de ella era que el vampirito empezaba a visitarla cada mes
aproximadamente, según su mamá se lo había indicado meses atrás. Entrando
más en detalles de ella, tenía su cabellera enmarañada negra y bostezaba con
indicios de sueño o quizás de hambre; lo único cierto fue que para ella al igual
que para Jorge Ignacio no fue problema la borrasca por que estuvieron más
que muertos de sueño que dormidos. Ahora ya estaban en sus butacas de roble
de los desperdicios que su padre había traído del aserradero con una tabla, para
armar el comedor porque la situación no daba para más que comprar
únicamente comida mas no botar la plata en comedores de lujo decía Juan de
Dios. Y eso que él se lo ganaba el sustento con el sudor de su frente y el sol
quemándole su espinazo de acero. Le alegaba en muchas ocasiones a ella
cuando ella le cantaleteaba por cosas demás.
Después de haber recorrido dos kilómetros.
Por fin llegamos Pando –dice Juan de Dios. Cuando escuchó ¡jijijijijiji!
¡jijicogida! El saludo del diablo que le daba a pando de bienvenida y éste le
respondió de igual forma con un relincho. Ah, parece que nos encontramos
con Matallanas –pensó él cuando desmontó de su caballo. Ahora bien; amarró
su cabalgadura al lado de diablo, en la baranda de la Fonda y se entró a saludar
a Matallanas que no se había equivocado por diablo que lo delataba desde
lejos.
–Quihubo, Matallanas ¡buenos días! –dijo Juan extendiéndole su mano
derecha.
–¡Buenos días! don Juan de Dios –respondió él pasándole su diestra y
añadió, mañanió no.
Bueno, buen hombre Matallana, vengo por la sal y la panela –contestó
Juan, retirando una silla de madera de la mesa para sentarse. Matallana era un
hombrecito de corta estatura y se ponía un saco de color negro y muy largo
para su estatura, quedando como enfaldado, personificaba su personalidad
única por ahí en el caserío con su voz gruesa y contextura rechoncha, de
cabello grisáceo desaliñado y patilludo, más un bigote de brocha
descompuesto gris y con una nariz de bruja encorvada y poseía una buena
cualidad para mi juicio juzgaría yo; muy enamorado de todas las muchas de
aquella región. Claro que él había llevado una vida ascética por su propia
soledad que vivía. Vivía de muy buen humor a pesar de las críticas que le
atestaban sus vecinos por ser enamorado que era contradictorio para ellos en
especial para las matronas de la época. Y al que resaltar algo, unos lo llamaban
Matallana y otros en plural.
Y, que ¿cómo va el trabajo Don Juan? –pregunta Matallana haciendo señas
a la señorita de que viniera a atenderlos. Esto está muy verraco amigo –
contesta Juan y prosigue desilusionado, con esta situación no sé adónde
lleguemos.
Si, a la orden señores –dice una voz dulce al llamado de ellos. Gracias su
merced contestó Juan de Dios mientras cruzaba los dedos de sus manos sobre
la mesa.
–¿Que se va a tomar don Juan? Pregunta él. Bueno amigo Matallana; será
un tintico –dijo con voz quebrajada un poco nervioso por tener a escasos unos
centímetros de distancia a la muchacha ahí parada en un vaivén de caderas,
pues el solo estaba acostumbrado a mirar solo a su mujer sin forma ni talla
debido a los embarazos de sus hijos. –¡Carajos! lo que pide don Juan, pide
hombre una Costeñita; sabes que chulita tráiganos dos Costeñitas por favor.
Con mucho gusto –respondió ella y se fue en su vaivén de caderas por el
pedido ordenado. Por eso es que a mí me encanta venir aquí a la Fonda, la
chulita es muy formal y está joven, como la ve don Juan–, terminó por decir
él. Tal vez tenga razón –contestó con incuria él.
Don Juan, sí está ya informado–; quésque, en la capital ya hay un caudillo
que está haciendo campaña, que aspira la presidencia de esta nación en los
próximos años y prosiguió Matallana, pues que es un hijo del pueblo que está
con nosotros los esclavos de este pueblo y le dio una palmadita suave sobre su
espalda a Juan para animarlo como oyente. Él asintió mirándole a los ojos su
discurso a última hora que conjeturaba. Por fin tenemos a un Moisés para que
nos líberes de los oligarcas –dijo con vehemencia Matallas.
–Señores; aquí tienen su Costeñita –dijo la mozuela y se retiró
nuevamente.
–Ve, don Juan, que por fortuna tenemos a un Moisés en nuestra patria
replicó una vez más. Dios lo oiga, Matallana –dijo Juan mientras alzaba la
costeñita y bebía un sorbo mezclando ya un sentimiento patriótico. Dios
mando a Moisés a liberar a Jacob o mejor dicho a Israel de la esclavitud
egipcia en el antiguo testamento de la Sagrada Biblia más exactamente en el
libro del éxodo para que usted me entienda un poco don Juan. Claro, amigo
Matallana que entiendo y comprendo su charla, aunque yo no leo la biblia
porque enloquece –y prosiguió– Dios quiera, que por fin salga un verdadero
hombre del pueblo y para el pueblo a hacer valer nuestros derechos y que la
oligarquía sea abolida porque si seguimos como vamos seremos más pobres –
dijo Juan ya con las neuronas ebrias.
–¡Bravo! Exclamó ¡Bravo! Así se habla –dice Matallana eufóricamente–.
Sacó un cigarro de su bolsillo de debajo de su saco Matallana y lo desenvolvió
del papel plata, luego le pellizcó su punta y se lo llevó a su boca–, sacando del
bolsillo de su pantalón una caja más o menos del tamaño de la mitad de su
palma de mano que por ambos lados se leía “diablo” que era la marca, con su
respectivo icono pareciera que la palabra “diablo” estuviera ligada hacia él
porque hasta su caballo tenía el apelativo de la caja y rastrilló la cerilla
chupando el tabaco y expulsó una bocanada de humo. Esto sí, es vida –dijo
Matallana con honor, mientras expulsaba otra bocanada de humo que se
disipaba en el aire. El solo hecho de aspirar Juan de Dios, el olor fuerte a
tabaco que se esparcía frente a sus narices ya se sentía borracho y él se sacudía
su cabeza que le parecía que fuera un ensueño que estaba viviendo. –¿Quieres
probar uno? Don Juan, son de los mejores vienen importados de nuestra
hermana república Cuba, que incluso ya ellos están por dar una revolución.
Soy pobre, pero me doy el gusto de vez en cuando chuparme uno de estos,
cuando cojo algunos centavos arañando mi madre tierra para los oligarcas y
así adquirir mi sustento y mis pocos placeres de fumarme uno en compañía de
una Costeñita. Ya era a eso como las diez menos quince, de la mañana y ellos
seguían ahí sentados parloteando, empero Juan dio un vistazo a su siniestra
mano que pendía su arepa tres tornillos marca “Orient” y dice: rayos, como ha
corrido ya el tiempo Matallana y yo aquí sin la platita para el mercadito–.
Tranquilo deje mear el macho primero y soltó una regia carcajada Matallana
con su ocurrencia mostrando su dentada con unas piezas de plata, y Juan
esbozó una mueca sonrisa–: y continuó Matallana diciendo: con su voz de
trueno, le recuerdo mi querido amigo don Juan, que no estamos perdiendo el
tiempo–: hemos hablado de algo y poco sobre el futuro de nuestros hijos que
le depara nuestra nación en manos de los oligarcas el día de mañana, pero
cuando él pronunció hijos era como si se sintiera un eunuco en medio de un
serrallo, pues él nunca había soñado con tener hijos. Si, en eso tienes razón en
el futuro de nuestros hijos –dice Juan con leve balanceo de cabeza. Eso pienso
yo, en el futuro de los hijos de esta nación se justificó Matallana
inmediatamente.
–¿Cómo le cayó la Costeñita don Juan? Preguntó con simplicidad él.
–Creo que de maravilla –responde Juan con sorna y prosiguió–: hacía días
o quizás meses que no estaba levantándome una Costeñita desde la última vez
que estuve metido donde un hombre casado no debe meterse. ¡Ah, ya! –
expresó Matallana y añadió, mi hombre que es de pocas palabras y de
pensamiento rápido cuando de placeres con coño se trata. ¿No; picaróngo? y
descargó una nueva carcajada Matallana mientras el expulsaba una de las
muchas bocanadas de humo que se iban en espiral.
–Vamos por la segunda tanda de Costeñitas –dijo Matallana e hizo señas
nuevamente a la muchacha que volvió a ponerse a sus órdenes. Otras dos,
hágame el favor rosita caída del cielo–, fue el segundo piropo que le lanzó él.
Pero, hombre Matallana usted siempre buscando lisonjear a las mujeres con
ese tacto varonil –dice Juan mientras por el rabillo del ojo, le veía el vaivén de
caderas a la muchacha siempre que les daba la espalda.
Ya, van haber cambios en esta nación, mi querido amigo ya le llegó la hora
a los oligarcas de que dejen de vivir del pobre como nosotros–, solo parecen
parásitos y tenías alimentándose de la clase campesina y obrera –dijo
Matallana con gran acento grave y repulsivo. Aquí están sus cervezas, señores
–dijo ella y dio media vuelta y se marchó a atender nuevos comensales que
empezaban a llegar a la Fonda. Nuestro caudillo es enemigo de los oligarcas y
noble con el pueblo –dice Matallana. Y ¿cómo lo sabes Matallana? Preguntó
sobresaltado Juan de Dios, incrédulo. Bueno; eso es lo que me contó un
paisano que vino de la civilización central de la nación, hace unos días a
visitar a sus padres –respondió él mientras se lamia los labios por debajo del
bigote que le quedaban a sabor picante. Eso puede ser pura cháchara –dice
Juan y añadió complementando–; todos los caudillos o políticos se vuelven en
contra del pueblo o lo peor de todo corruptos –dijo sin escrúpulos él, y es más
los políticos son espadas de doble filo y para la muestra de un botón ahí
tenemos un caso muy peculiar el de nuestros dos caudillos que le dieron la
libertad a nuestra patria los que hicieron historia; si ¿sabe de cuáles hablo? No,
la verdad no o a lo mejor no lo recuerdo ahora –contestó inquieto Matallana.
–¡Pardiez! Hombre Matallana olvidaste lo que yo no olvidé en mis pocos
años de escolaridad o es que la Costeñita le está cerrando la mollera. Pues
habla, don Juan –dice él ya molesto porque ya quien había tomado la charla
era Juan de Dios y él se había convertido en oyente más no en exponente de la
razón. Hablo del general Simón Bolívar y el general Francisco de Paula
Santander, quien el último mencionado le quiso arrebatar la vida al primero;
solo por discrepancias entre ellos dos. Ah, ya lo recuerdo cuando la señorita
Candelaria Ortiz Casanova nos enseñaba historia patria –respondió Matallana
dejando pasar por su guargüero un trago de cerveza amargo. Pero en esta vez
no es así–, atestó seguro Matallana, ahora si tenemos un caudillo antagonista
que nos liberará de la pobrecía. Si eso es así; Dios quiera que se den las cosas
para salir de la olla y así poderle ofrecer un mejor futuro a los que están en
gestación –dijo Juan terminando su último trago. Y, ¿quién es el caudillo del
que me hablas? Pregunto –dice Juan flotándose las manos ya entrado en
emociones populistas. Hablo de un gran caudillo no porque lo conozca sino
por lo que he oído hablar de él, y su nombre me lo dijo así el paisano, se llama
algo así como Jorge Eliecer Gaitán, algo así; quien pertenece al partido liberal
–dijo Matallana con gran heroísmo. Pero hombre –grito Juan exasperado
nosotros somos del partido conservador, mas no liberales replicó rascándose
con su mano derecha la cabeza. O es ¿que usted es liberal? –Pregunta Juan en
voz baja. Por supuesto que yo no soy liberal ni más faltaba, pero dígame una
cosa–: que sacamos con que sigan los oligarcas montando su aparato
conservador donde solo latigazos es lo que recibe la clase obrera y campesina
con esta pobrería que nos abruma.
Entrando ya en razón Juan de Dios y con su mente hecha ya un ovillo de
ideas echó un segundo vistazo a su flamante conservador reloj arepa y miró la
hora y ¡exclamó alarmado! Ya las once y cuarenta y cinco de la mañana y aún
no he ido a llenar el morral. La verdad no fue que se hubieran gastado toda la
mañana en tomarse dos cervezas cada uno, más bien se les pasó el tiempo más
en hablar de la situación que se venía presentando en cada uno de ellos con
esos ingresos miserables que auras penas lograban alcanzar para comprarse
algo de vestidos y comida, y eso comida de la que había ya empaquetada
porque en su mayoría la producían con sus manos en sus labranzas. Bien
amigo Matallana, yo ya tengo que irme gracias por la charla y las cervezas –
dijo él. No hay de qué; para eso estamos los amigos –respondió Matallana
dándole un apretón de manos a Juan y luego éste salió de ahí dejándole a él
con otro pedido, solo que en esta vez era para él solo, claro que a él no le
corría afán por nada a pesar de que hablaba del futuro, pero él no tenía futuro
con esa vida de ascética que llevaba. Juan se puso en la búsqueda de su deudor
ya prácticamente a eso después del post merídiem. Parecía que se le había
olvidado su rebaño familiar, que estaban esperando el morral lleno de lo poco
que le pudiera alcanzar esos cuantos centavos que recibiría. Hasta que por fin
dio con el hombre es decir con el comprador o mayorista, con el que si le
hacia la plata, a costilla de los aserradores–: él tenía que pagar la madera que
con mucho tesón le había aserrado durante toda la semana en compañía de
otro amigo.
–¡Buenas tardes!, Señor Caquimbo –dice Juan un poco mareado por la
aspiración del humo que le hizo respirar su amigo en la Fonda.
Respondiéndole Caquimbo de la misma forma y agregó–, señor Juan de Dios,
que bueno que nos encontramos justo a tiempo para pagarle su plática, aquí se
la tengo todita y se mandó mano derecha sobre su bolsillo y sacó un atado de
billetes en varias denominaciones de valores y se los fue contando uno tras
otros hasta contarle quinientos pesos–. Creo que en eso habíamos quedado no;
en quinientos pesos por el lote de madera señor Juan de Dios. Si, era eso en lo
que teníamos la deuda –respondió Juan con templanza. Hasta otra nueva
oportunidad don Juan –dijo Caquimbo y se marchó.
–Loable sea ¡Nuestro buen Dios! ya tengo lo de la sal y la panela –pensó
Juan entre sí–. Y se dirigió hacia la TIENDA LOS HUACAS, que estaba
escrito todo en mayúscula y en tinta azul como para resaltar quienes eran ellos
en ese caserío, y además era la más surtida con productos traídos desde la
capital del departamento. Para Pando, su peor pesadilla era el fin de semana en
especial el día sábado que lo ponían a hilar de hambre amarrado a un posta o
como había sucedido hasta la presente. Ya, a eso de la una de la tarde Juan de
Dios venía con el morral al hombro para ponérselo sobre la cabeza de su
montura a Pando para luego marcharse de regreso a su rancho–. Dando un upa
Juan a Pando y éste daba un relincho de despida a quien estaba remplazando a
“diablo” que por fortuna ya hacia un rato su jinete se había marchado también.
Pero el caballo lo volteaba a mirar con desilusión sin responderle al relincho
porque ya sabía lo que le esperaba por ser dueño de un empedernecido
borracho quedarse petrificado como una piedra el siguiente medio día.
Para Pando, el regreso al rancho era más motivado que su paso lo hacía
con mayor ahínco por llegar, para luego ser bien recibido por Jorge Ignacio,
que mientras su jinete le quitaba su montura; Jorge Ignacio tenía que traerle
por costumbre un baldado de agua, por orden de su papá, para que él fuera
aprendiendo a cuidar de Pando. Entre tanto Juan se devanaba sus sesos, por
todo aquello que le había informado su amigo, era creíble o ¿no? que por fin
apareciera un gran liberador como se lo había descrito Matallana, un hombre
de su misma región, sin gran educación estuviera informado, a lo menos eso
era lo que él pensaba y que además con esa vida de ermitaño que llevaba era
una locura que supieras todo eso –pensó él–, pero recordaba que en una
ocasión que había pasado por el frente de su choza y entrado un prestico le
miró un arrume pequeño de aproximadamente unos diez libros sin exagerar
por demás. Entonces sí, era cierto lo del paisano que mencionó que le había
contado en la fonda, y cabe pensar que además le traía información impresa
como eran los libros para que se fuera instruyendo en forma autodidacta él
mismo, y se saliera de su ignorancia que imperaba actualmente. Ahora si
comprendo porque estamos jodidos –pensó Juan, mientras Pando aligeraba su
paso por la trocha. Y de razón que Matallana, tiene su esperanza en Gaitán
como el gran caudillo de los pobres para los pobres –terminó pensando–;
cuando ya estaba a unos cuantos metros de su rancho.
–¡Mamá! ¡Mamá! Ahí viene papá –gritó Jorge Ignacio, mientras
visualizaba a su padre sobre Pando llegar. Y ella salió en seguida para gruñirle.
–Bonitas horas de llegar no –fue el saludo de ella enfurecida. Cuando
Pando llegó exhausto por la fatiga que le sobre cogió el rayo de sol.
–Tranquila Eva –dice Juan con parsimonia sin alardes de reproche, él
entendía sobremanera natural el sexto sentido de la mujer cuando le coge la
cantaleta, prefería dejarla hablar sola que tener un enemigo compartiendo en la
cama–, él sabía que la pataleta se le pasaba, era a veces por el periodo y a lo
mejor había amanecido empachada –pensó instintivamente él. Para ella era
muy común que llegará a las once y media o quizás a las doce menos quince,
pero jamás casi a las dos de la tarde con la carne. Y; ¿Por qué tanta demora,
Juan? Pregunta ella excitada, mientras recibía el morral de manos de él. Ahora
le cuento –respondió él, mientras quitaba la montura y – prosiguió Nachito por
favor tráemele el baldado de agua a Pando.
–Sí, papá ya voy. Y ella al ver que no le contó inmediatamente se entró
refunfuñando a la cocina. Y el alcanzó a oírla ¿Qué es lo que dices? Preguntó
él. No, nada –le gritó ella, desde la cocina con los ojos hechos una mar en
lágrimas. Por lo tanto, Jorge Ignacio corrió con sus paticas electrizables cortas
en busca del pedazo de balde metálico con moho, porque por cierto lo había
heredado su padre del patriarca, antes de morir quien llevaba su mismo
nombre Juan de Dios. Jorge Ignacio con esa virtud que poseía de ser ligero
para las cosas a pesar de su corta edad ya tenía a Pando bebiendo agua.
Elvirita estaba en su camastro jugando con su muñeca de trapo tuerta:
porque días anteriores en un arrebato de nachito por probarse todos sus
dientecitos de ratón, que tan fuertes eran le pegó un mordisco a un ojo negro
de botón y se lo arrancó, quedando el muy satisfecho por su experimento de
poseer unos dientes peores que los de los ratones que se comían el borde de
sus zapatos de material cuando se humedecían. Elvirita venga por un paquete
de galletas de Leche, y le lleva una a su hermanito –dice Eva, desde la cocina
que quedaba contigua a la pieza de Elvirita–, ya con sus ojos secos y un poco,
más tranquila. Sí, señora –contestó ella, pero siguió sin mosquearse de ahí.
–Hija, venga por amor a Dios –dice ella en un tono más subido sin perder
su postura y añadió: venga por su galleta y la de Ignacito, que le decía ella con
diminutivo por cariño a su hijo. –Ya, voy mamá –contestó Elvirita y dejó de
lado su muñeca sin hacerse esperar un tercer llamado. Mire hija, esta es su
galleta y esta otra la de su hermano. –¡Uff! que hartera llevársela –
respondió ella. Que es esa forma de contestarme –dice Eva. Y continuó
Elvirita diciendo: el siempre metiéndose con mis cosas mamá, así como le
arrancó el ojo a mi muñeca mañana me sacará un ojo a mí. Que brutalidad está
diciendo–, el solo es un niño no vez –respondió Eva y agregó más bien vaya y
le lleva la galleta. Está bien mamá y se fue sonrojada de la rabia, dando la
vuelta a la pared de la cocina y casi se estrella con su papá por ir en busca de
su hermano. Cuidado hijita –dijo Juan al mirarla trastabillar.
Ya, Juan había dejado todo en orden en la pesebrera y llegó a la cocina
para verle la cara a su mujer, que por lo que podía adivinar estaba bastante
encolerizada por su llegada posterior a la habitualmente conocida por ella. Él
se quedó mirándola por su espaldar mientras él se sentaba sobre uno de esos
pedazos de banco y respiraba silenciosamente mientras tamborileaba con sus
dedos sobre la tabla que tenía por mesa, para hacerse anunciar de que ahí
estaba, empero ella no le dio la cara mientras ella ponía a prueba sus pulmones
llenándolos de aire para luego soplar la débil llama y hacer posible que cogiera
fuerza la llamarada y diera calor a ese triste fogón; y poner a cocer un poco de
costilla de res. Eso sí, ella no podía vivir sin comer carne, se había convertido
en una verdadera Leona que por eso Juan de Dios no podía dejar de ir el día
sábado atraer unas cuantas libras de carne sin importar que fuera de la peor
calidad, lo que si importaba era llegar con parte de un cadáver así fuera hígado
o boje o las patas de la res.
–¿Es que no va hablar? Dice ella sin dar aun la vuelta, porque ahora está
llorando de humo y también resentida. Mija, la cosa es la siguiente. Lo
escucho –dice ella mientras le pegó otro soplido al fogón. Me acabo de enterar
que parece que nosotros somos los únicos que no sabemos que a los oligarcas
se les va a dañar el tajo. Y de dónde diablos sacas usted eso Juan –contesta ella
ya dándole la cara mientras se sobaba con la palma de su mano los ojos por el
fastidio que le impedía el humo. Bueno; para que veas Eva, me lo contó todo
Matallana–, y continúo él, que en la capital está un hombre de apellido Gaitán,
y que él va a ser nuestro liberador, pero hay un solo detalle no es de nuestro
partido –dijo él. – ¿y si no es de nuestro partido como vamos a creer en él?
Preguntó inquieta ella mientras montaba la olla. Eva, por amor a Dios, así
como le impedía el humo para ver, nosotros no debemos de dejarnos impedir
de esta gran verdad así no sea de nuestro partido –terminó diciendo él, con
certeza de ser ya un adepto más del liberador sin conocerlo aún. Y, en el
transcurso de la cocción de la costilla él siguió contándole todos los
pormenores que le soltó su amigo en la Fonda. A estas alturas de dialogo, Eva
se sentía más segura de sí misma, era como que, si un ataque de celos le
hubiera llegado por su moreno Juan, que hasta donde ella sabía nunca en la
vida le había jugado sucio desde que se casaron, hasta la fecha de la edad de
Elvirita, pero todo hombre por ser hombre tiene su escondido –le caviló en ese
preciso momento la idea a ella. Sabes Dios que sea así –dijo ella. ¿Cómo es
que dices? Pregunta él enderezándose un poco. No, nada de especial –
responde ella esbozando una sonrisa. Juan llama a los niños para que vengan a
comer que ya deben de estar desvariando de hambre –dice Eva. Enseguida
Juan, se paró como buen marido y padre que no se siente incómodo por recibir
una orden de su cónyuge sin subestimarse por ser él, el varón de esa familia.
Elvirita y Jorge Ignacio estaban vareando sobre un árbol de guayabas y
escogiendo las mejores para ellos y las peores se las tiraban a Pando, que las
hacia trizas en su mandíbula. Hijos; ven donde mamá –les grita Juan–, para
que se tomen el caldo y ellos de inmediato asintieron al llamado de su padre,
mientras Eva les tenía ya todo servido sobre ese rustico comedor–. Así
transcurrió toda esa tarde en la familia López.
*
En la capital, se respiraba un aire de cambios burocráticos, ante el gobierno
de turno precedido por el conservatismo; quienes habían tomado la jefatura y
finalmente imponiendo un gobierno hegemónico conservador. Y toda la
oposición contraria estaba molesto por la persecución oficial que se le había
declarado; sin tenerlos en cuenta a ellos por ese entonces. Pero, ya el partido
de oposición había puesto en su cabeza a su gran jefe único del liberalismo
quien levantó la más grande campaña acusatoria contra el jefe de turno,
despertando así su inconformidad nacional.
–Señor presidente; que vamos a hacer con ese sedicioso –pregunta Isidoro
Vásquez, entrando a la oficina del presidente, y quitándose su sombrero de
marca Royal Extenso, de color negro poniéndolo sobre el escritorio. Quien
estaba al servicio del presidente y era uno de los más fieles colaboradores,
para el señor Presidente. Isidoro era un hombre de fisionomía rechoncha,
moreno y alto con una mirada profunda y personalidad única en él, cuando de
rendir lealtad se trataba a su partido conservador. El presidente se levantó
inquieto e intrigado por escuchar hablar así a su más fiel colaborador Isidoro y
pregunta: que tanto es lo que ha oído hablar de ese tal Gaitán, mientras tomaba
la tetera para servir un Café cargado para él junto a Isidoro –y prosiguió
diciendo: habla amigo–, mientras le estiraba su mano derecha con el Café.
Sobándose las manos sobre el escritorio Isidoro con síntomas de nerviosismo
–responde con voz estentórea. ¡Gaitán! ¡Gaitán! es el hombre quien está
poniendo en tela de juicio su carrera política–, poniendo en contra de usted al
pueblo con sus discursitos en la plaza para ganar él más adeptos para las
próximas contiendas electorales que se aproximan. Ya, sentado el Presidente y
dando sorbos de su bebida favorita–. ¿Qué propones Isidoro? Pregunta él
mirándole fijo a los ojos por encima del borde del pocillo mientras tomaba
otro trago. Isidoro descargando su pocillo con cuidado sobre el escritorio–.
Algo debemos de hacer –dice él, con una mirada cauta. Quitarlo de nuestro
camino, para que no nos asiente el talón en cada paso que demos a nuestro
antojo. No ¿crees señor presidente? Interrogó el pensamiento del presidente.
Sin éste aun haberse pronunciado aún.
Eres bastante listo, Isidoro –contesta él, me das una gran idea, pero… iba a
seguir él cuando–, entró, la secretaría privada del Presidente en ese preciso
momento para que firmaras unas actas que debían de enviar a otras
dependencias. –Perdón señor Presidente ¿interrumpo? –dice ella con su voz
melódica y su mirada de paloma. Asomando su cabeza en el umbral de la
puerta. No delante siga –responde el Presidente enderezándose sobre su silla y
ella se vino derechito hacia donde él, vea señor presidente para que hagas el
favor y firmes las actas que estaban previstas para el día de hoy, lo recuerdas
¿verdad? –dice ella. Ah, sí lo había olvidado –dice él tomando las actas y
firmando en pie de letra. Ya firmadas las dos actas se retiró ella de su oficina
dejando un olor embrujador; claro que ella era una joven de unos veinticuatros
años aproximadamente con un talle delgada y una cabellera negra que dejaba
relucir hasta la cintura, con unos ojos color miel, y unos labios de color rosa
en su pleno esplendor, en pocas palabras ella era el florero que adornaba la
oficina del señor Presidente.
Cuando ella se hubo ya salido del despacho del Presidente–; retomó la
palabra Isidoro preguntando, pero ¿que ibas a decirme? Señor Presidente. Pero
¿quién nos hará el trabajito? Pregunta el Presidente en voz baja acercándosele
por la espalda a Isidoro cuando venía de inspeccionar que la puerta estuviera
bien segura. El sol estaba pegando por la ventana, entrando los rayos sobre el
escritorio y, Isidoro se paró y fue hacia la ventana corriendo el visillo para no
dejar entrar la luz solar. –Tranquilo, que de eso me encargo yo, porque, así
como bloquee la luz debo de no dejar indicios de lo que hemos hablado para
no echarnos encima la turba el día en que los hechos queden consumados. Y
volvió nuevamente a tomar asiento él; con una sonrisa malévola que hasta el
señor Presidente recobró ánimos para sonreírle, –y luego dijo: ahora le invito
yo un trago de “agua de vida” Whisky escocés; original que tengo en reserva
como para celebrar por este plan que nos trazamos y prosiguió; porque el
americano no me inspira originalidad y yo soy un hombre de originalidad en
mis planes que me impongo a trazar –dijo el Presidente, mientras ponía las dos
copas servidas sobre el escritorio. Tomando Isidoro la copa del escritorio al
igual que su jefe –le dice: brindemos y dando un tilín de copas añade por la
victoria autoritaria ante el liberalismo derrocado.

II

Transcurrió un tiempo, mientras el caudillo del proletariado seguía con sus


discursos enérgicos y dominando la oratoria política, y haciendo enardecer a
su vez a sus contrincantes y al mismo tiempo que ganaba más disidentes
“apoyado” por algunos de la oposición pobre en la capital donde se
concentraba todo el aparato político que tomaba las riendas de la nación.
Todos se sumaban a la causa del gran caudillo, con miras de una mejor calidad
de vida en la clase obrera de las pequeñas ciudades. Y que los campesinos
fueran tratados con dignidad y respeto y tuvieran derecho a las tierras, porque
solo estaba la nación en manos de unos pocos grandes terratenientes
oligárquicos; y el campesinado en su pobrería, no podía tener, ni mucho
menos aspirar poseer una cantidad de tierra para convertirse en un pequeño
empresario del agro, porque de ellos dependía el sostenimiento del hombre de
la ciudad. Decía en esos grandes discursos el caudillo en la plaza. El caudillo
era un hombre de espíritu sublime y alegre, el color de su cabello negro
dejando al descubierto semi-partido al lado izquierdo con peinado hacia atrás
con corte ejecutivo; y su tez morena con una mirada excelsa, sus cejas no
pobladas pero negras profundo. Bastante carismático con los demás, hacía de
él un verdadero hijo del pueblo.
El caudillo mientras trabajaba y empezaba por segunda vez sus
aspiraciones presidenciales se mantenía en su oficina que quedaba en un
cuarto piso, sobre la avenida Jiménez, con carrera séptima; frente a la oficina
principal del periódico de la nación por ese entonces. Él era un hombre muy
trabajador y simpático pues se había ganado la cortesía de unos o mejor dicho
en su mayoría de todos los que tenían la oportunidad de tratar con él en
persona; él como un gran jurista que era, por cierto, estaba al servicio de los
más débiles y protegiendo sus derechos para que no fueran vulnerados por los
que decían ser los dueños de las tierras. Cabe resaltar que sus seguidores de
confianza entre ellos el señor Cruz quien le admiraba y le colaboraba en
compañía de otros amigos, ya le estaba alistando para ese día un discurso más
de los muchos que frecuentemente se mantenía dando él, para fortalecimiento
de sus ideas izquierdistas poniendo al tanto a sus conciudadanos, que le
seguían como hormigas llevando al hormiguero el entusiasmo; por una buena
nación en el futuro.
–¡Ya está todo listo! Gaitán para su discurso en la plaza –dice Cruz
entrando sobre la oficina. Y ¿a qué horas? Pregunta él sin pestañear sobre unos
renglones que leía sin mover sus labios unos oficios que tenía que enviar para
una consigna. A eso de las dos y media de la tarde –responde Cruz, cogiendo
el negro termo para servirse un poco de café para él. Sí, me parece buena hora
–contesta Gaitán ya cogiendo los sobres mientras los apilaba y poniendo un
pisa papel. ¿Quieres jefe? Pregunta Cruz mientras resoplaba para no quemarse.
–Sírvame uno amigo; para despertarme un poco–, y continuó diciendo:
Dios quiera que la tarde éste de mi parte. Claro, Doctor que Dios está de su
parte, y va a ver como se llenará la plaza –dice Cruz, pasándole el pocillo de
café.
–¡Gracias! Mi buen amigo –responde él por los ánimos fervientes que
despertaba su mayor colaborador. Tomando él un sorbo agregó –me encantaría
que esta nación se convirtiera en el (paraíso del Edén), pero yo solo no puedo
lograrlo necesito de la ayuda del pueblo –dice Gaitán y prosiguió –los
oligarcas están que harán su festín conmigo no, porque para quitarles esa
manera maniática de hacer política dañosa no es nada fácil y esto se tomará
unos años o quizás décadas amigo Cruz.
–Tienes razón Gaitán. Y yo, escasamente estoy por poner el primer ladrillo
para que haya una transformación en donde todos podamos vivir y progresar
sin opresión de unos cuantos que quizás se creen ser más que dioses. Y por eso
está este pueblo hecho una mierda de pobrería terminó diciendo ya excitado
por la injustica que le devanaba sus sesos el solo pensarlo.
–¡Gaitán! ¡Por Dios Gaitán! usted sabe que el pueblo está con usted –
contestó Cruz y es más; añadió –estoy seguro que hasta la vida darían por
usted. Vaya, hombre para hablar sin trabas –contestó el soltando una risita
maliciosa–, y replicó: ¿dar la vida por mí el pueblo? Eso es absurdo contestó
todo incrédulo, acabando por descargar el pocillo sobre el escritorio y
agregó–: tampoco para que en mi nombre lo tomen como un gran caudillo del
antiguo testamento –dijo sin más rodeos.
–Bueno; creo que ya es la hora de salir para la plaza –dice Gaitán
poniéndose en pie.
Si, admitió su amigo, ya la plaza espera al hombre de la verdad y del
cambio, para que se acabe la oligarquía que nos tiene como esclavos por la
injusticia –dice Cruz poniéndose en camino a unas cuantas cuadras de la plaza.
La plaza estaba llena de los seguidores de Gaitán. Solo esperaban a su
hombre, para oírle su discurso, habían llegado de las aldeas muchos
compatriotas en sus caballos y a pie, no importaba haber soportado el duro frio
de ese entonces, solo importaba estar donde el gran caudillo, que ellos tenían
puesta su mirada sobre él, porque su confianza en él era más que la de estar de
rodillas suplicándole a un crucifijo que hiciera justica por ellos. La policía se
paseaba de un lado para otro observando aquella gran concurrencia, que se
había concurrido; y ellos estaban atentos a no dejar que se apoderara el
desorden si era que alguno resultara de maleante, y si eso ocurriera seria
derivado por los terratenientes que lo hubieran instigado para sabotear el
discurso. Hasta que por fin apareció el hombre más aplaudido por la clase
obrera.
–¡Viva nuestro caudillo! –gritó alguien de sus seguidores.
Y se oyeron nuevos ¡vivas! En un solo unánime de voces. Y una descarga
de aplausos.
¡Viva! ¡Viva Gaitán! El hombre del proletariado. –dice uno más con
valentía desde el público. Y Gaitán con su mano hizo apaciguar los ánimos de
júbilo que le rendían a él mientras se ponía en frente para iniciar con su
discurso desde su tarima con su voz garbosa diciendo: “Ante el agrietamiento
de la oligarquía, ante el hecho de no haber podido imponer los candidatos
contra la opinión pública; ante el hecho de haber puesto el partido conservador
a decidir de la suerte del candidato liberal y no haberlo logrado”.
Ya estaba hasta este punto, en su máximo esplendor de valentía oratoria y
continuó–. “Ante el peligro de esta avalancha humana, que no mi nombre
prevalezca moral y democrática de la república. ¡Viva una batalla! Libraran
una batalla ante la oligarquía y aplastará la oligarquía conservadora”.
Haciendo él una pausa.
Se dieron voces de júbilo mientras lo vitoreaban al mismo tiempo.
Todos los ahí presentes estaban excitados de oírle su discurso sin maculas,
en pos de los pobres y la clase campesina.
Volvió él y retomó su discurso nuevamente diciendo:
Estamos en un pueblo democrático, pero sus gobernantes le niegan el
porvenir a los más pobres, esto es una democracia de oligarcas explotadores –
y prosiguió él diciendo– hay grandes empresas, y prosperidad, porque estamos
en una nación virginal en su máximo esplendor de riquezas, donde estamos
viviendo, y quienes acopian todo esto es la oligarquía. Donde los salarios son
de hambre para nuestra clase obrera y nuestros campesinos esclavizados por
los grandes tiranos terratenientes, y prosiguió él, la tierra es de todos y para
todos los de esta nación, mi política es antagonista, es decir, diferente a la
tradicional, aunque pese tener yo raíces de los dos únicos partidos que han
venido gobernando nuestro pueblo. Pues yo no caeré en esa trampa oligárquica
donde solo importa, es el bien común dentro de los dueños de este pueblo
teniendo arruinada a la nación porque es una política derechista tradicional y
tiránica.
–Se dieron nuevamente un alarde de aplausos proveniente de la multitud
que se aglomeraba sobre la plaza. Cuando un discurso del caudillo del pueblo
se anunciaba, en cualquier ciudad se paralizaba todo. Porque él era el “hombre
más grande” que se tenía en la nación por ese entonces. Ya se había dado por
terminado el discurso y la muchedumbre empezaban a ir dejando sola la plaza
con la esperanza de que por fin por ipso facto de que él llegara al poder
cambiaría la vida del pueblo pobre y florecería un nuevo amanecer.
Isidoro que estaba infiltrado en la plaza ese día, observó todo y esto lo
consternó que de inmediato salió para donde el Presidente sin importar de
llevarse por delante a una humilde decrépita vestida de harapos que estaba
sobre un andén pidiendo limosna; por que por cierto toda la vida desde que se
creó la nación, van en aumento los mendigos en las ciudades debido a los
oligarcas.
–Quítese de mi camino –le gritó Isidoro molesto y continuó descargando
su rabieta sobre ella. Vete al diablo, más bien en ver de estar ahí vieja
andrajosa. Ella solo alzo su humilde mirada y le –respondió con voz quebrada
por los golpes que le había dado la vida en sus ya casi ochentañal años,
disculpe señor si le soy un estorbo para usted –y pensó ella–, parece ser que
éste no es Gaitanísta, pues ella estaba por los alrededores de la plaza
escuchando a su héroe. Que tenía impregnada las ideas izquierdistas de
cambios que quizás ella moriría antes de la victoria pensó.
Seguía el trayecto Vásquez con aparatoso afán por llegar e informarle al
Presidente que ese era un gran enemigo número uno para la nación, y tocaba a
toda costa quitarlo porque era un perjuicio para los intereses que tenían ellos
con los empresarios que estaban a flor de nata explotando lo mejor de la
riqueza nacional a costilla de los analfabetos pendejos –pensó él ya poniendo
los pies sobre la casa presidencial.
El presidente estaba apagando el radio de marca Max Silver, que tenía
sobre un anaquel en su despacho, después de escuchar toda aquella alocución
en la plaza y se –dijo para sí mismo– mientras se servía un café de la tetera–,
no se va a salir con la suya cachipórro marica. Y entró Isidoro encontrando
entreabierta la puerta.
–Traigo noticias señor Presidente –dijo mientras descargaba su cuerpo
sobre la silla por el cansancio de haber estado soportando el discurso parado
en la plaza. No es necesario que me cuentes ya lo sé todo; mejor dicho, ya lo
escuché a ese comunista de mierda. Mire a ver, como lo quitas del camino,
fustigó el Presidente con una mirada a Isidoro, mientras se llevaba el pocillo a
la boca. Ya veré la forma de hacerlo –responde Isidoro con un ademán de
calma y prosiguió: el pueblo tiene puesta la mirada sobre él, y es muy
arriesgado cualquier plan contra ese izquierdista terminó diciendo él, cuando
la señorita Isabel interrumpió diciendo: Señor Presidente lo necesita el señor
Luis Palomares, quien pide hablar con su persona es urgente dice él. Hágalo
pasar –respondió él. Enseguida señor –contesta ella retirándose.
Luis Palomares era un gran terrateniente de la oligarquía.
–Puede seguir don Luis –dice la muchacha con esa amabilidad que la
caracterizaba a ella. Ya era hora de que me atendiera señorita –responde él con
poder de voz oligárquica dirigiéndose hacia el Presidente. Buenas tardes señor
Presidente –dice Luis, quitándose su sombrero de ala doblada. Como vamos –
responde el Presidente dándole un fuerte apretón de manos. Don Luis, que
milagro verlo por aquí ¡exclamó! Vásquez poniéndose de pie. Pero siéntese –
añade el Presidente. Bueno; señor Presidente vengo hablar con usted de algo
que nos concierne a los dos y a nuestra nación. Carajo ya me lo imaginaba no,
–contestó el Presidente tomando la tetera a su vez que preguntaba ¿se toma un
cafecito? Señor Luis. Éste asintió con un movimiento de cabeza –diciendo
estoy muy preocupado. Ya, yo me voy, señor Presidente para que puedan
hablar ustedes dos –dijo Isidoro, puesto en marcha. No olvide lo del plan que
tenemos pendiente –le replicó el Presidente. Mientras él daba de un portazo al
Salir.
–Me lo imagino, don Luis. Debe de ser por lo de ese pendejo que nos
quiere echar el pueblo encima –dice el Presidente aflojándose un poco su
corbata, que le incomodaba para tragar sorbos de café que era su adicción. Ve,
como se siente incómodo usted Presidente con la corbata–; ahora bien puedes
imaginar cómo estoy yo de bastante molesto con ese traidor, porque el también
viene del partido tradicional de la oligarquía, solo que ahora ellos no tienen las
riendas del destino de la nación, y continuó diciendo: ahora ellos nos quieren
joder, donde éste hijo de mierda está mancipando a todo nuestro pueblo para
que se subleva en contra de nuestras políticas sin ostentar de las grandes
oportunidades que ha tenido esta manada de bastardos en nuestras tierras a
nuestro servicio para que no se mueran de hambre –dice Luis entrando en
cólera.
En pocas palabras; Luis “las escopetas tirándole ahora a los pájaros” –dijo
el Presidente, mientras continuaba bebiendo el sabor que producía la mano
esclavizada.
Ahora si me entiendes y me comprendes mientras se paraba de su silla –
decía Luis con ademán moderado. Tenemos que hacer algo –dijo de golpe y
prosiguió –algo que verdaderamente pare a este agitador de discursitos en
contra de los que damos trabajo, porque le recuerdo que esta es una nación
plenamente democrática, aquí se vive la democracia, para que ahora venga
este mal engendrado a cambiar las reglas del orden que tenemos sobre la
nación. No cabe la menor duda de lo que usted acaba de decir don Luis –
responde el presidente mientras se recostaba sobre su silla y se asentaba su
bigote hacia los lados. Sí, no podemos dejar más a este agitador, para que
llegué al poder con esas ideas izquierdistas. Porque válgame Dios, que si llega
–admitió el Presidente y continuó diciendo: Tranquilo señor Luis déjame esto
en mis manos ya veré la forma de que todo pare, para el bien del
conservatismo y de la gente verraca como usted, que se preocupan por dar
empleo a esa bandada de ignorantes que son una manada de desagradecidos
ahora. Sabía que contábamos con usted señor Presidente, porque yo vengo en
cabeza de los que poseemos las empresas de trabajo –dijo Luis ya un poco más
aliviado y acercándosele al oído le añade de usted depende nuestra riqueza
para darnos unos viajecitos por el extranjero, y continuar con nuestro emporio
de riquezas para nuestros hijos que son el futuro de esta bella nación. Si
necesita más plática mándeme a decir para hacerle llegar, que creo sirva para
el plan que se trazará usted más adelante no señor presidente. Mientras le daba
una palmadita de despedida y salió de su despacho quedando el Presidente
maquinando el plan en contra del caudillo.
*
Al amanecer siguiente, cuando el gallo cantó a eso de las seis menos diez,
ya estaba Juan de Dios, persignándose sentado sobre el borde de la cama como
todo un buen católico y conservador de las buenas y santas costumbres que
poseía por linaje de sus patriarcas abuelos; para poner en manos de Dios ese
santo día. Poniéndose él en pie fue a prender el fogón de leña para hacerse una
porción de tinto cargado, para despertarse mucho mejor y entrar en contacto
con la cafeína que le proporcionaba un gran vigor según él creía por intuición.
Eso sí; se consideraba único y buen esposo, en hacerla entrar en calor y ánimo
a María Eva, su alma gemela que hacía doce años la había canonizado como
su bienhechora esposa al llevarle un pocillo mediano de café.
–¡Buenos días! Evita ¿Cómo amaneces? –preguntó con voz seca–. Porque
él para el amor de palabrería era sin sabor de igual como un huevo sin sal,
pero eso si era muy respetuoso con ella, nunca se le oía una sola palabrota
maldiciente de queja sobre ella.
–Bien; gracias a Dios –responde ella sentada sobre la cama con sus zancas
encogidas al mismo tiempo, debido al frio. Gracias Juan. Tómese el cafecito –
dijo él –mientras se lo pasaba. ¡Uy! Juan parece que se le fue la mano, hoy le
quedó muy dulce –dijo ella retirándose el pocillo de sus labios. Pues él no le
hizo caso sabía que era cuestión de manía, en otras ocasiones le decía lo
contrario que había quedado, empero como él no era hombre de peleas
maritales siempre pasaba por alto aquellos reclamos y reproches.
Ya la aurora se hacía evidente a estas alturas y las dos gallinas en compañía
de su orgulloso gallo que las montaba; eran las riquezas de Jorge Ignacio e
Elvira. Empezaban a cacaraquear por el corredor del rancho, en busca del maíz
que era tarea de Elvira alimentarlas por enseñanza de su madre que le había
infundido con ahincó para que fuera aprendiendo a ser responsable, para que
cuando se casara así no sufriría ella junto a su maridito con los quehaceres de
la casa si no se iba para el convento. Elvira tomaba el canasto donde se
guardaba el maíz y comenzaba a esparcir los medianos puñaditos de maíz
hasta que las dejaba bien alimentadas. Rápido Elvira que hoy es domingo y
debemos de ir a misa a la capilla –dice Juan. ¡Domingo hoy! –Expresó Elvira
dudativamente–: pues para ella era un karma que existiera el domingo odiaba
tener que ir a misa y eso que era cada tres semanas que el párroco venia por
desgracia a la capilla le había dicho Eva en una ocasión a Elvira, porque
debiera de venir cada domingo a la misa que quedaba enseguida de la escuela.
Báñense rápido para que vengan a desayunar –dice Eva pasando el caldo de
carne sobre el comedor de tablas. Sin hacerse esperar ya Juan estaba listo
bañado, que se bañaban sobre una pila echándose matezados de agua a la vista
libre de Pando quien deambulaba comiendo grama. Los niños también estaban
listos y además sentados sobre las butacas de palo cuchareándose el caldo.
Ahora les pido muy buen comportamiento en la capilla –dice Eva al lado
de ellos, fustigando sobre todo a Elvira con la mirada. Recuerden que debemos
de dar gracias a Dios como señal de agradecimiento –dijo ella mientras
retiraba su plato. Ya empezó a dar mamá el sermoncito –pensó Elvira entre sí.
Hora de salir para la capilla –dice Juan de Dios mirando su arepa de reloj que
marcaba las ocho en puntillas, poniéndose en pie para luego de contados
minutos partir.
Todas las personas de esa comunidad se apresuraban por llegar a la capilla
por tradición a la misa el tercer domingo de cada mes, para ponerse en paz con
sus cónyuges y sobre todo recibir la sagrada comunión y liberación de todos
sus pecados, para agradar más a Dios, y poner al diablo en las puertas del
pandemónium de regreso porque ya muchos de ellos habían sido odiosos o
habían caído en la manía de averiguar por el futuro y consultaban brujas y
gitanas cuando corría la voz de que había llegado una mujer excepcional con
poderes sobrenaturales que podía comunicarse con los muertos y hacer
aparecer cosas perdidas, por medio de la nigromancia, y otros por haber caído
en cientos de pecados por ignorancia con sus parejas; cuando llegaban con el
diablo de la borrachera porque eso nunca ha dejado de existir la pernicia ni en
medio de la miseria. Todos acudían al confesorio acusándose de sus culpas
que hasta en una ocasión el reverendo Julio César Posocco, que había venido
desde Italia en misión evangelizadora en uno de los seminarios, él era de una
fisionomía elegante y cabello ondulado castaño de piel blanca y tenía la edad
del crucificado; y escuchó la siguiente confesión de una de sus fieles
seguidoras: Padrecito yo quiero confesarme, de que hace como unos quince
días el patrón llegó con los mil demonios a eso de la… mejor dicho no
recuerdo a qué horas de la noche y todo borracho me pidió que hiciéramos
el… bueno lo que usted ya sabe padrecito lo que le toca a uno cuando mete la
cabeza a las malas en contra de los concejos de la mamá. –Ah; pero hija si está
casada es una obligación y más que un deber –respondió él–. Y eso es normal
hijita –prosiguió luego–, no ha cometido ningún pecado. Padrecito es normal
que él me dijera que me pusiera en cuatro paticas y empezó a lastimarme por
el camino equivocado; que casi me hacía contar las estrechas de la noche, con
furia infernal –dice ella sonrosada. Mientras él escuchaba, su espíritu intentó
reírse de aquello que oía.
–¡Oh!; hijita que estás diciendo, por amor a Dios, de que horror me estás
hablando eso si es un gran pecado creo que ha cometido sodomía –responde
él. Pero cuénteme ¿qué pasó luego? –Interrogó– continua hijita. No padrecito
pues a mi parecer creo que el demonio quedó complacido porque mi marido
quedó tranquilo también. ¡Suficiente! ¡Suficiente! –exclamó él– y ahora por
penitencia; usted la próxima vez le cierra la puerta al demonio y puedes ir en
paz. Y así sucesivamente pudo escuchar muchas confesiones para librarse de
sus culpas pecaminosas aquellos feligreses. Hasta que por fin se dio la
apertura para la celebración eucarística en la Capilla de Indios, cuyo nombre
era en memoria de los indígenas que por una época durante la conquista
española quienes dominaban eran los indígenas estas tierras pero con la
invasión echa por los conquistadores y la cultura de cristianar a los herederos
de estas tierras; fueron construyendo tales capillas que era una tipología propia
de las construcciones religiosas de tiempo antaño, y tomaba el nombre de la
antigua terminología con que se calificaba a los indígenas de América latina.
–Llegamos tardes por Dios –dijo María Eva jadeante por la caminata y
prosiguió– Ahora, que pena, que vergüenza Juan de Dios para entrar y ser
objeto de miradas de todos, repuso ella. Ya ¿qué hora es? Pregunta ella. Son
las nueve y diez minutos –contesta Juan. Mientras se abanicaba con su
sombrero para refrescarse un poco antes de entrar a la capilla. Para Elvirita era
un alivio llegar retardados pues así salían más rápido de escuchar el sermoneo
del cura ya que el diablo se apoderaba de ella entrándole una ensoñación –
pensaba ella mientras ponían los pies en la entrada de la puerta. Y hacerse en
la primera banca de la llegada, pasando por alto su llegada, pero no podían
pasar por desapercibidos, porque uno quiotro volteaba a mirar hacia atrás.
El sacerdote estaba en pleno sermón diciendo sobre el amor al prójimo,
que se debiera de tener compasión y misericordia con nuestro prójimo y que
todos estamos llamados a hacer una misión por este mundo, como ser buenos
amantes esposos. Al escuchar Eva amantes, de soslayo le dio una mirada a su
marido maliciosa recordando la llegada a deshora, el día anterior. De hecho, él
pasó por desapercibida la mirada que le echó ella. Porque él tenía su mirada
fija sobre el prelado que continuaba diciendo: debemos de ser buenos hijos e
hijas, para Elvirita estas palabras se las llevó el viento porque ella estaba en
pleno cabeceo de sueño y Nachito sobre las piernas de su mamá tenía su
cabecita en reposo también. Todos debemos de buscar y amar la justicia aquí
en la tierra, para encontrar el verdadero amor. Pues bien, ahora; mis queridos
hermanos se aproximan las elecciones para dar el voto como Dios manda por
mandato de la palabra de Dios, que debemos de elegir a hombres aquí en la
tierra para que ejerzan con soberanía los designios de una nación o pueblo.
Hermanos, he sabido y escuchar que, por la capital, hay un caudillo que está
en busca de los intereses del pueblo en especial por los humildes que son
ustedes mismos, por la cual he odio hablar de él, que las tierras son de todos y
para todos, para que las tomen y puedan trabajar. Decía el cura enérgico desde
su pulpito. Se estremeció un gran terrateniente que le causó empacho al oír al
curita como estaba al tanto de las cosas de la capital. –Parece que este curita
no es de los nuestros –pensó el terrateniente y se llevó la mano a su boca y dio
un fuerte destornudo como síntomas de enojamiento. Ahora hermanos, solo
me falta subrayarles, que sepan oír la voz del candidato y añadió–; de ustedes
depende elegir bien, al hombre que va a cambiar la historia de su nación.
Todos al mirar ya culminado el sermón dieron un fuerte aplauso al reverendo
por su fervor de quitar esa venda de ignorancia que les suprimía el corazón a
los ahí presentes. Entre tanto Elvirita dio un sobresalto preguntando ¿ya nos
vamos? Ahora que termine con la elevación –le susurró en voz baja Eva,
mientras Nachito abría sus ojitos de gatico emperezado. Y después de unos
minutos el hizo la bendición despidiendo a todos los asistentes, y empezaron
las matronas a ir desfilando de la capilla. Mientras él se quitó la sotana, luego
se salió de la capilla para donde estaban la mayoría. Las mujeres tomaban
gaseosa y los varones cervezas mientras parloteaban entre vecinos y discutían
lo que habían escuchado del padre Possoco, de saber hacer una buena
elección. Juan de Dios que se encontraba con Matallana parloteando mientras
se saboreaban unas cervezas y Matallana miró al padre que se despedía de
unas mujeres que no se le quitaban del lado con tal de recibir una bendición
para sus hijos.
–Padre Julio César, venga aquí –lo llamó con un ademán Matallana.
El dando su última bendición no se hizo llamar por segunda vez, y en
cuestión de un santiamén estuvo al lado. Padrecito Julio César, le invito una
gaseosita para el calor –dice Matallana por cortesía.
–Sí le agradezco, pero una Costeñita –responde él mientras se abanicaba
con su sombrero–. Quiero levantarme una Costeñita.
–¡Carajos! Exclamó entusiasmado Matallana –diciendo con el mayor gusto
una Costeñita para usted padrecito y se la pasó Matallana generosamente. Creo
que no ofendo a mi buen Gesú –dice él en su italiano grave. Y tomando la
cerveza se la levantó para beber su primer sorbo. Las matronas que estaban ahí
mirando por el rabillo del ojo se pusieron acuchillear sobre la actitud del
Padre. Una de ellas –dijo éste ya es el fin del mundo, como se les ocurre que
aun padre le guste la tentación del pecado; solo socavaban ellas y no podían
creer mientras otras se persignaban –diciendo ¿qué es esto, Dios mío; lo que
mis ojos están viendo? Solo hacían esa manada de viejas acechar, chismorrear
y juzgaban, al hombre que les había absuelto sus pecados media hora antes.
Pero olvidaban muchas de ellas de haber follado con el peón en muchas
ocasiones mientras sus maridos el día sábado iban a traerles la remesa
cometiendo adulterio; y por sus mentes la palabra adulterio no existía en ese
momento, pareciera que ellas eran las perfectas damas.
–Me sorprende y no me sorprende padrecito –dice Juan de Dios–, que
usted se levante una cerveza. Vea, hijo yo soy un hombre hecho de carne y
hueso mas no de palo –responde él–, y esto no es nada malo el que yo me beba
una cerveza de vez en cuando para la sed, lo malo es embriagarse uno. Dios
sabe perfectamente que soy un hombre de Dios para los hombres; y vivo en
medio de un mundo de imperfección solo Cristo fue perfecto; ahora bien,
queridos hermanos lo peor que puede haber es quien se escandalice. Hay de
aquellos que se escandalizan por los demás. Estás en lo cierto –responde
Matallana–, veo que eres un gran hombre de Dios, que sabe llevar la vida sin
tantos prejuicios. Bueno mis queridos hermanos; ya es hora de marcharme
para la ciudad. Se dieron un gran abrazo de despedida y el padre se subió al
Land Rover en compañía de su sacristán y se marchó.
Quedando ahí Juan de Dios con Matallana charlando mientras las matronas
de soslayo le veían mientras el partía.
*
Por consiguiente, en la capital todo el mundo hablaba de Gaitán, sobre
todo la clase obrera porque ya quedaba muy poco tiempo para las elecciones
de cambiar el rumbo de la nación. Por doquier que se miraba había; carteles
alusivos, al caudillo donde se leía en título grande lo siguiente:
LOS FERROVIARIOS
Invitan al Pueblo a una manifestación por:
Jorge Eliecer Gaitán. Esta última línea escrita en tinta roja.
Y después de unos pocos días, ya los pocos impresores sacaban otra tirada
de cartel escrito en un tipo de letra grande y todo en Mayúsculas.
“EL COMITE LIBERAL” luego seguía debajo en un tipo más pequeño de
fuente: CENTRAL GAITANISTA, acompañado por su dirección en un
tamaño más grande que el anterior DE LA 9ª. ZONA y posterior a éste
INVITA a una asamblea en cabeza de su máximo líder. Todo esto agitaba los
sumos ánimos de la clase obrera y más desfavorecida que eran los campesinos
de la nación en contra de la oligarquía que con sus políticas mezquinas tenía
por consiguiente arruinado al pueblo y querían ya el cambio. Desde que el
gran caudillo empezó su eminente campaña ya se habían instalados varios
puntos de logia, para discutir entre los seguidores y subalternos que tenía a su
servicio para trazar los planes posteriores; para aplastar patentemente a la
oligarquía actual en las urnas.
Gaitán pensaba que si tuviera la oportunidad de alargar el día lo haría,
como lo hizo Dios con los israelitas mientras Josué como caudillo dirigía el
combate con los israelitas en contra de sus enemigos para liberarlos de caer en
manos de la esclavitud. Porque para él un día era como un despertar y cerrar
de ojos, pues se mantenía muy ocupado en un conjunto de cosas homogéneas;
atendiendo a la gente y ayudando a dar soluciones a sus compatriotas que el
día se le pasaba volando y en muchas ocasiones no tenía tiempo ni para comer.
–Oye, Gaitán. ¿Sí, lo logrará? Pregunta Cruz con inquietud y añadió, ¿si
derrotaremos a los oligarcas? Por supuesto que sí, –contestó él, con voz
gallarda y prosiguió–, si Dios, me tiene para este plan desde luego que lo
lograremos, yo no lo lograré, déjame decirle una cosa; lo logrará el pueblo,
porque esta causa emancipará a que haya un Jefe de Estado con dignidad y
benevolencia por los más humildes de éste pueblo, y así hacer más
equitativamente nuestra riqueza soberana, porque recuerde “Yo no soy un
hombre, soy un pueblo, y el pueblo es superior a sus dirigentes” y así no
dejarle el camino abiertamente a los que pugnan el imperialismo. ¡Mamola! –
Terminó diciendo eufórico, lleno de patriotismo. Con esta frase que acababa
de escuchar de sus labios, Cruz se quedó atónito y comprendió que realmente
tenía al frente a un gran hombre, de un pensamiento profundo y abierto, que de
una u otra forma iba a cambiar el rumbo de la nación. Gaitán se sentía lleno de
energía y pensaba muy seriamente en su empresa presidencial, pues ya era en
este momento más que un líder para el pueblo y sus seguidores le miraban
como su caciquil, que emparentaba por el campesinado por una igualdad en
derechos sobre las tierras.
Por lo tanto, en la casa presidencial, se seguía el malestar generado por el
Gaitanismo. Isidoro que se mantenía como un transeúnte más por las
principales calles como un espía escuchando y sabiendo de todos los
pormenores que acontecían dentro de la población. Algo le hinchaba a él, era
la cantidad de carteles que veía por donde quiera que mirara, claro que no era
para menos. Porque él estaba muy comprometido por las ideas conservadoras
que las lleva desde el seno materno, que pensó en una ocasión haber querido
ser hijo del primer presidente conservador que tuvo la patria estos
pensamientos le cavilaban a él, porque venía de un linaje meramente radical
por las ideas derechistas. Él recuerda que en una ocasión cuando, cursaba sus
estudios de bachiller le gustaba una muchacha que cursaba en otro salón y
después de unos meses él la invitó en una ocasión a su casa, para
presentársela a sus padres en especial a su papá que era el macho que ejercía
dominio sobre ellos en la casa, para que la conocieran, y en la presentación
que tuvo con la muchacha, el papá le preguntó de qué partido político era su
papá, y ella muy cortésmente le contestó ingenuamente que su padre era
liberal. Al escuchar esto de liberal, su estómago adquirió un torcijón, que de
inmediato dejó enseguida la sala excusándose que tenía que salir hacer unas
vueltas mientras rogaba y echaba improperios mentalmente que se largara de
su casa. Y al regreso de la calle, se dio cuenta de que la muchacha ya no estaba
en su casa y solo se encontraba Isidoro junto a su mamá tomándose un café.
¿Y la cachiporrita ya se largó? –dijo en voz alta muy molesto y señalando a
Isidoro con dedo de pistola le dice: nunca jamás un hijo mío se casará con una
cachiporra–: oído, y que le quede bien en claro no; porque el día que lo haga
se acaba el mundo y él putas me llevará. Por eso Isidoro se hinchaba el solo
ver tantos carteles de Gaitán invitando a sus reuniones quizás de
francmasonerías –pensó él, aunque era evidente que el Presidente no estuviera
al tanto con esto último.
Él seguía su acechanza por las calles y mirando como las personas se
aglomeraban a mirar y leer donde se veía un cartel. ¡Rayos! Exclamó pero que
van a leer, esta manada de ignorantes sino saben ni firmar menos leer –pensó
Isidoro acercándose más para ver con mayor claridad el cartel en medio del
apeñusco de gente.
–¿Usted sabe leer? Joven –dice un anciano con voz temblorosa con un
rostro acre escondido debajo de un sombrero de pelo de ala doblada, y entrado
ya en unos sesenta años aproximadamente.
–No, no, yo no sé leer –negó con la cabeza Vásquez. Sintiéndose todo un
majadero e ignorante al igual que ellos pensó. Ah; pero esta es la cara de él
mismo –dijo otro de menos edad que el viejo, mostrando una dentada de color
amarilla ya curada por el chicote de tabaco que tenía en sus labios de color
ámbar. Es Gaitán leían por su fotografía mas no por su capacidad de
alfabetizado. ¡Que lastima de nosotros! Válgame Dios que no sabemos leer –
dice otro, de los ahí presentes. Los Ferroviarios, invitan al pueblo a una
manifestación presidida por Jorge Eliecer Gaitán. Leyó Isidoro solo moviendo
los labios. ¡Mierda! espetó él. –¿Qué dices? Pregunta otro al lado de él
botando una bocanada de humo. No, lástima que no sepamos leer ninguno de
los de aquí –se lamentó Isidoro en su hipocresía. Seguía llegando más tumulto
de personas y otros ya se iban satisfechos por saber que Gaitán era el que
estaba plasmado en el cartel y podían pronunciar su apellido maquinalmente.
Por gracia de Dios un hombre, con vestimenta sencilla se acercó; que al mirar
aquel barullo y al escuchar el murmullo comprendió su interés por querer leer
la información que estaba escrita y el leyó literalmente en voz alta el cartel con
mucha facilidad de palabra que después de leerles les instigó –diciendo él–;
¡ese es el hombre! Que necesita esta nación, para que sus hijos puedan ir a la
escuela en el día de mañana y no pasen la penosa vida sin saber leer como les
ha pasado a ustedes señores durante el mandato de los oligarcas. Quedando
aquel pequeño grupo admirados por sus frases llenas de honestidad y bondad.
Se ve que es un hombre preparado –dijo uno de ellos y añadió creo que si no
me traiciona el pensamiento es Gaitanista. Isidoro se fastidió aún más de mirar
que él era el único que estaba como mosca en leche en medio de aquel
enjambre de ignorantes cachiporros que contemplaban los carteles.
Salió de ahí zigzagueando Isidoro con estornudo al mismo tiempo,
provocado por el humo que había aspirado y se dirigió a la casa presidencial
nuevamente.

III

En el rancho de los López se vivía todo el tiempo trabajando él como un


buen aserrador en compañía de unos trabajadores que siempre le
acompañaban. En la cual este era su único medio que tenía para poder sostener
a su familia. Entre tanto María Eva, se dedicaba al cuidado de los trabajos
domésticos, y se había vuelto una experta en reproducir los animales pues ya
tenía criando polluelos y cuidando gallinas al igual que los marranos no
podían faltar también, ya poseían piscos y gallinetas, para la manutención de
la familia, era aficionada a tener toda clase de pájaros como los Azulejos,
Algodones y Cardinales en una jaula y un loro. Quien también la ayudaba era
Elvirita en compañía de su hermano. Un día que estaban desayunando
tranquilos; Jorge Ignacio pegó un grito de inconformidad, mientras le
enterraba los dientes a un pedazo de pernil que tenía en su mano siniestra que
desde luego dejo caer y Nerón cayó sobre la presa para devorarlo en un
santiamén haciendo traquear el hueso.
–¿Qué pasó? Preguntó Eva toda alarmada al mirar que Jorge Ignacio se
llevaba la mano a su boca como tratando de extraer algo. ¿Qué fue Ignacito?
Interrogándole nuevamente ella. –Mire mamá –dice él–, mientras abría su
pequeña boca acompañada de sus marfiles dientecitos. Ah, Ignacito es un
diente que hay que arrancárselo –dijo ella con toda serenidad. Eso no es nada
hijito. Jorge Ignacio de inmediato armó pataleo negándose rotundamente a su
arrancada del diente. Que él no se iba a dejar arrancar ningún diente –decía
mientras le escurrían lágrimas a la boca. No le va a doler hijito –le decía su
mamá buscando la forma de tranquilizarlo. Vea Ignacito yo lo amarro con un
pedazo de hilo y le pegó un solo tirón y sale prendido del hilo y se lo damos al
ratón –decía Eva, tratando de convencerlo. Yy, eel, ratón que hace con el
diente –preguntaba él quejumbrosamente. Se lo pone contestó Elvirita, y
prosiguió yo le di todos mis dientes a la ratona, y usted le toca al ratón por ser
hombre –dice Elvirita con que heroísmo y desenvoltura después de que ella a
la verdad de todo, había dado peor pataleta, que incluso tocó que amarrarla de
las manos pensó Eva–; no cierto mamá –puso por testigo fidedigna a su mamá.
Si eso hizo ella –afirmó Eva. Y, para que vea que yo soy más verraca y eso
que soy mujer –remató diciendo ella. Jorge Ignacio ya estaba hecho un
embrollo de confusión, pues tenía a su hermana que según ella le había dado
todos los dientes a la ratona, ¿era que era mueca? –pensó él, y que a él como
hombre le tocaba darle el primer diente al ratón para que después terminara
con todos los dientes de él. Ya a esta altura de oírle a su hermana; él ya estaba
un poco más calmado y Eva vino con el pedazo de hilo posteriormente y se lo
amarró y contaron en un solo unánime de uno a tres y pegó el tirabuzón ella al
igual que dio un estridente grito. Listo –dijo ella. Y el miró como su mamá, lo
tiraba sobre el techo del rancho. Ya listo Ignacito ya tiene el ratón el diente –
dijo ella acariciándole su pequeña morra mientras Elvirita se destornillaba de
la risa por el vendaval de mentiras que le dieron.
Juan de Dios ya tenía todo listo para marcharse con Pando y unas mulas
para el aserradero donde le esperaban sus colaboradores secuaces. Mija hasta
la tarde, que le vaya bien Juan –responde ella. Hasta luego papá –le dice
Elvira. Quien no se despidió fue Ignacio que tenía sentido pésame por la
pérdida de su primer diente. Se quedaron ellos tres como de costumbre en sus
quehaceres caseros. Eva estaba un poco preocupada por Elvirita que ya tenía
doce años y que dentro de tres años se convertiría ya en toda una mujer, pues
sentía nostalgia de ver a su hija querida, que llegaría el día en que un
muchacho de por allí la tomara como a su esposa, pero ella no quería que
Elvirita se quedara solo para ser una esposa, quería que fuera a la capital para
que estudiara, por que recordaba que la señorita Inés de la escuela le había
dicho que era una niña muy aplicada e inteligente. Que ella iba hacer todo lo
posible por hacer que le llegara una beca de estudio por medio de la
comunidad San Antonio de Padua, para que ingresara a un convento y así mi
muchachita servirá de rodillas y será fiel esposa de Jesús conservando su
castidad para agradar más a Dios pensaba Eva en medio de su ignorancia, que
le afligía el no poder haber estudiado ella en un convento.
–¿Mamá en que piensas? Le pregunta Elvirita. No hija pensando en su
futuro. Ah, en mi futuro interrogó ella mientras se sentaba y luego aulló Nerón
que le había pisado su cola mientras ella se sentaba para escuchar a su mamá,
que le hablaba del “FUTURO”. ¿Elvirita usted si le gustaría irse para un
convento a estudiar y a servirle a Dios? Le preguntó ella mientras le miraba su
cara de Ángel que eso si poseía una belleza descomunal como mandada a
hacer por Dios, eso la hacía sentir a ella orgullosa de su hija porque cuando
salían con ella a la escuela o iban al misar todos le robaban miradas a Elvirita
por esos rizos naturales de ese cabello negro a la cintura y ese cuerpo de
guitarrilla que se iba formando, con un facial único por esos lugares, y el color
de sus ojos color miel clarito. En definitivamente era una bendición para ellos,
elogiaban en sus pensamientos a Elvirita.
–¿Y porque me lo preguntas mamá? preguntó ella un poco nerviosa,
porque si estudiar era ir a estar todos los días en misa de rodillas que pereza –
pensó ella ensimismada. Bueno, Elvirita le voy a contar la verdad o quizás un
secreto la señorita de la escuela me habló de la posibilidad de una beca para
que estudie en la capital–. Que le parece eh, hija –dice ella dando una recia
palmada sobre la mesa por embestir una mosca mientras Nerón alzó la cabeza
por el golpe y volvió a dormitarse nuevamente. Mamá, pero a mí la misa no
me gusta mucho –responde ella. Mucho cuidadito con lo que estás diciendo,
Elvirita no quiero que seas una atea, ojo con eso niña –dice ella molesta y
añadió tranquila hija que allá no dan misa todos los días creo que cada quince
días. Ella decía cada quince días sin ciencia cierta por temor a que Elvirita
despreciara la beca, porque ella ya le había puesto una veladora a una
estatuilla de la Virgen María Santísima, para que el milagrito de la beca que
tanto le había dicho la señorita se materializara. Y solo le importaba que
Elvirita se fuera para el convento a estudiar y que bueno verla convertida en
una linda monjita cubriéndose toda de cabeza a pies con tal de no ser la
tentación por el dianche, para los hombres. Esta segura mamá que dan misa
cada quince días –replicó ella. Por supuesto Elvirita que si –afirmó ella sin
titubear. Si eso, es así; si me gustaría irme para donde usted quiere que me
vaya no mamá –dijo ella más aliviada, con altruismo por su mamá.
–¡Gracias a Dios! Lanzó alabanzas y –dice, yo sabía que usted mijita iba a
entender todo esto, que es por su propio bien.
–¿Ahora a mi mamá que le pasa? y además porque tan obsesionada por lo
del convento a estas alturas de la vida que estoy a punto de convertirme en una
mujer –pensó ella. De todos modos, esperemos lo que Dios quiera mamá, si
ese es mi destino el convento –dijo ella. Si lo que Dios quiera –admitió ella
con mirada y pensamiento hechizado con tal de que a las buenas o a las malas
entrara al convento.
*
Volviendo a la capital, donde el Presidente con sus más fieles oligarcas se
sentían muy fastidiados después de haberse enterado que Gaitán cada día
cogía más fuerza, en la nación por llegar al poder, pues veían en él, el mayor
obstáculo. Sin embargo, el Presidente tomaba las cosas con calma a lo menos
eso era lo que él fingía que tenía todo controlado, que el izquierdista con ideas
comunistas, no podía ganar las elecciones les decía a sus servidores y
allegados que comían del mismo plato; las dadivas que la nación les ofrecía
bajo el imperio presidencial.
En una ocasión hizo hacer un gran banquete en donde fueron invitados
todos los empresarios y terratenientes de ese entonces y sus más secuaces
seguidores políticos; para dar un discurso de resistencia ante el rechazo
izquierdista, diciendo: que los izquierdistas eran la peor calaña, que le podía
pasar a una nación que, donde naciera un líder político con ese pensamiento
torcido debiera de ser suprimido de la nación para no dañar la telaraña ya
construida con tanto esfuerzo y esmero por el desarrollo de la nación. Que
ellos si amaban la patria, y eran hombres de trabajo porque conservaban las
buenas ideas y costumbres y sobre todo de mucha honestidad; siempre
luchaban buscando el porvenir de su gente para que los hijos tuvieran un
futuro promisorio y una buena educación y poderlos enviar al exterior en
especial a Estados Unidos para que se volvieran doctos en las ciencias
políticas para fortalecer el aparato y a su regreso tomaran las riendas de la
nación que le heredaban ellos. Que él nunca iba a dejarle el país a unos
dementes, que la burocracia seguía reinando en la nación y que fuera como
fuera a fuerza de bala si era posible se mantendría el orden puntualizo
enfáticamente. Todos aquellos que presidian en el club el discurso; quedaban
muy animados, desde los altos mandos militares y ministros, aplaudían muy
entusiasmados. Después de esa retahíla el Presidente se bajó del pulpito. Le
elogiaban sus amigos –diciéndole: así, se habla señor Presidente y le daban
palmaditas sobre el hombro, y le extendían apretones de manos muy
afectuosos–, y usted sí que tiene los pantalones bien puestos señor Presidente
terminaban por decirle. Y las ataviadas damiselas en compañía de sus amantes,
se le abalanzaban en robarle un beso como signo de admiración por su señor
Presidente, que les prometía que ellos tenían el control y el futuro garantizado.
El Presidente se hizo en su mesa especial que tenía reservada en compañía
de Isidoro y del señor Palomares, quedando él en medio de ellos.
Isidoro, sírvame un whisky que tengo el guargüero seco –dice él mientras
tamboreaba con los dedos sobre la mesa siguiéndole el ritmo de la música que
se escuchaba. Ya era hora, de que hablara como lo hizo señor Presidente –le
dice Palomares –pero recuerde que cuentas conmigo para lo que sea, ¿oyó
señor presidente? Aquí tienes el Whisky señor Presidente –dice Vásquez
pasándoselo a la mano. Gracias Isidoro –contesta él mientras se tragaba su
primer trago y miraba a las damas bailar con sus amantes. Debes de pegarse
una bailadita señor Presidente con una de las damas –dice Palomares poniendo
su copa vacía en la mesa. No, no, –responde negando con su cabeza y replicó–
no tengo habilidad para bailar. Que lastima señor Presidente –se lamentó
Palomares y añadió no importa que tenga habilidad para el baile lo que
importa es que tenga habilidad y cojones para gobernar y no dejarse
amedrentar por el gaitanismo. Isidoro por lo tanto les escuchaba y servía el
whisky para los tres. Eso que dijo me gustó señor Presidente –dice Palomares.
– ¿Qué fue lo que dije don Luis? Pregunta él, mientras tomaba otro trago. Que,
si fuera a fuerza de bala, si era posible, se mantendría el orden–. Contestó
Palomares mientras tomaba su copa. Estoy decidido a mantenerme en el poder
con mano dura–, dice él– y créame don Luis, que su ofensiva izquierdista de
ese hijo de puta, no llegará a imponerse sobre esta nación digna y honorable;
que solo genera bienestar y riqueza. Así me gusta escucharle señor Presidente,
es un gran hombre usted para poner en su lugar a todos aquellos que quieren
dañar la buena imagen y honra suya –Contesta Palomares, mientras se lamia
su bigote por el sabor del whisky que le impregnaba. Mientras ellos
continuaban tomando y parloteando sin razón, ya por el alcohol que tenían en
sus neuronas miraban a las damiselas que seguían los compas con sus
amantes; que hasta en un momento quiso dar a conocer sus habilidades para
bailar vals Luis Palomares, que donde recordaba su última vez que lo había
hecho fue cuando se casó con su difunta esposa; desde ahí había dejado de
bailar hacia veinte años atrás; porque ya le había perdido las ganas de hacerle
hasta el amor menos pensar en darse una bailadita con una vieja deformada
por los hijos que le había puesto a parir él, porque su matrimonio se le había
vuelto una monotonía. En ¿qué piensas? Don Luis –pregunta Isidoro con voz
pastosa. No; hombre que como han pasado los años –dijo él con nostalgia por
su soledad que le embargaba que hasta sus tres hijos lo habían dejado mientras
estudiaban en Paris y Estados Unidos–, y continuó– mirad, como estos mozos
se gozan a sus amantes y uno como un buen pendejo solo por la vida que hasta
el pensamiento lo traiciona cuando se mira a un mozo. Eso sí; marica no, ni
por el chiras –dice el Presidente soltando una regia carcajada–, tranquilo que
ya mi buen hombre señalándoselo nos tiene unas demonizas para esta noche –
dice él en voz queda, evitando ser escuchado. No es cierto Isidoro poniéndole
por testigo. –Sí señor, ya tenemos todo listo solo falta que los comensales se
marchen para que nos atiendan –responde Isidoro mientras se tomaba una
copa más. Al oír esto Palomares, se hinchó de entusiasmo, y le empezó su
corazón a latir con más ahínco, pues era una buena noticia la que acababa de
escuchar, porque la verdad para él las hembras lo eran todo, eran las que le
podían quitar el mal genio cuando se encabronaba; claro está que la única que
no le podía quitar su maldito mal genio era su mujer, desde que perdió su
virginidad y forma de silueta dejándola solo para los quehaceres domésticos,
en compañía de las criadas. El Presidente meneaba su cabeza pesada de
mastodonte y miró la hora en el Orient, de su mano.
–¡Demonios! Exclamó: ya son las doce– hora de que se marchen todos.
Isidoro empezó a ir despidiendo a todos los presentes dándoles las gracias
departe del señor Presidente, hasta que todos fueron saliendo, quedando solo
ellos tres invadido por el olor a Champaña y cigarros, pero invadidos de
felicidad porque ahora solo la fiesta comenzaba para ellos tres a puerta
cerrada. Isidoro que se había convertido en rufián por consentimiento del
Presidente para esa noche, había contratado a tres demonias como él mismo
les llamaba para putañear esa noche. Ese era el hombre de buen sentimiento
por la nación, quien decía que, bajo el mando de él, el futuro estaba asegurado
para sus familias, era el prototipo de hombre con la otra cara de la moneda, el
que decía tener todo bajo su control y fuera los izquierdistas de mierda; que
solo empañaban la prosperidad de una nación en desarrollo, gracias a ellos que
daban empleo. Desde luego que Isidoro tenía el espectáculo de fantasía listo
para el Presidente que presidia esta clase de fantasías que le obsesionaban y
desde luego no podía quedarse atrás Luis Palomares quien ya había perdido la
razón por su ebriedad y se preparaba para ver la función de las chicas que
estaban al servicio de ellos. Puso Isidoro el tocadiscos más exactamente un
ritmo de samba que en los años de 1930, se había despertado el apetito
internacional por la samba de Brasil, con un ritmo innovador dándole vida a la
danza que las tres jovencitas con su piel color canela empezaron con
movimientos de caderas electrizantes, deslumbrantes donde brillaban bajo la
luz de la noche los oropeles y las lentejuelas y las plumas de avestruz que
llevaban en sí. Mientras ellos tres seguían observándolas, al igual que ellas con
su rictus les festejaban al Presidente, porque ellas sabían que su trabajo
debiera de ser perfecto para él, que de ahí dependía su buena paga y sus
dadivas que la casa Presidencial recompensaría. A medida que los ánimos de
las chicas iban aumentando ya pintaba esta fantasía en un perfecto Striptease
desinhibido, que solo ellos se gozaban de las buenas bondades de aquellas
humildes meretrices. Esto es lo mejor que le puede pasar a uno, cuando se
tiene poder y mando –dice el Presidente dando unos aplausos eufóricos. ¿Qué
tal la sorpresa? don Luis –pregunta en voz alta Isidoro–, para alcanzar ser
escuchado en medio de la música esbozando una risa maliciosa, mientras
serbia otro whisky.
–¡Demonios! No sabía, de la concupiscencia del señor Presidente –
respondió él y prosiguió–, ¿cuánto costó esta sorpresa? mejor dicho cuánto
cobran esas pobres pordioseras por no decir más. Eso no importa, ya está todo
cuadrado con la madama quien regenta la casa; ya se le pagó por anticipado –
responde Isidoro con bizarría–, esto en verdad corre por cuenta del pueblo
trabajador e ignorante que no saben para que se hicieron las riquezas soltando
una carcajada Isidoro hipócritamente.
Mientras esto pasaba. El Presidente, tenía los sumos subidos debido al
mucho whisky que había bebido y miraba a las chicas como las diosas del
amor, que le estaban brindando el mejor espectáculo al hombre honorable y
trabajador que insinuaba ser por la nación–: al que decía tener el control bajo
su dominio que incluso se sentía ser un rey volviendo al pasado de los
romanos con sus orgías excéntricas le cavilaba su seso.
–Ootrro güisqui –pidió el presidente con su lengua pesada. De inmediato
Isidoro se lo sirvió diciéndole: señor Presidente aquí lo tiene y por favor ya no
tomes más que ya ha bebido demasiado. Eeestaaa biiien, est… vaa por las
chicas –responde con una vocalización impedida como si tuviera mordaza en
su lengua. Ellos seguían ahí sin pestañear siguiéndole los movimientos
desbordantes de las tres mujeres que les hacía subir sus impulsos propios de la
mocedad, y dando de brindis por ellas haciendo sonar las copas por cada
movimiento exótico y embrujador que les brindaba a sus señores de esa noche
hasta que por fin de tanta samba el tiempo de contrato culminaba. Señor
Presidente, nuestro trabajo ya se terminó –dice una de ellas–, mientras se
levantaba de las piernas del presidente; ya el espectáculo se acabó, nos vamos
ya son las tres y media de la madrugada. El Presidente no se pronunció para
nada ya lo tenía la cucuruca de su cuenta dejando destilar un hilo de saliva por
su comisura y balanceando su cabeza de mastodonte terminado por quedarse
dormido. Las chicas empezaron a ataviarse nuevamente para salir de aquel
lugar, sin ser vistas por los posibles transeúntes de esa madrugada que
deambulaban después de abandonar los cabarés de la ciudad.
–¡Ya saben no! ni una sola palabra de esto no angelitas –dice Isidoro en
advertencia–, mientras les daba unas palmaditas por el trasero. Esto son los
pequeños caprichos del Presidente y como pueden ver angelita él es, el que
sostiene la nación muñecas, mientras les introducía un rollo de billetes dentro
del sostén de cada una de ellas con bríos, elogiándolas Isidoro para evitarse un
posible escándalo por las señoritas del show.
Otro que había quedado exhausto dormido era Palomares, quien con su
boca abierta se quedó mirando hacia arriba como rogando a su difunta, que le
perdonara su afrenta moral de esa noche.
–Tranquilo mi amor; nosotras somos unas profesionales y sabemos lo que
hacemos –dijo la más vieja. Perdón, ¿cómo es su nombre? Magdalena, pero
por cariño me dicen Antonieta. Que Isidoro prejuzgó tener aproximadamente
quizás treinta y pico; y que había sido la que mayor gracia había causado a su
jefe presidencial. Las que entraron tildadas como demonizas salían ahora
bautizadas de angelitas.

IV

En el rancho de los López habían transcurrido tres años de mucho trabajo


para salir de sus penurias, que no se desprendían de ellos, era como un hechizo
o una maldición que sobrellevaban ellos por su pobreza extrema que cargaban
sobre los hombros, años atrás sin remedio a la situación –pensaba Eva–,
mientras contemplaba a su hija Elvirita ya a punto de cumplir sus quince años
mientras salía del baño envuelta en un toallón rosado y pasaba a su pieza a
ataviarse un poco. Les había llegado la hora a ellos, para la celebración de las
quince primaveras de Elvirita porque desde su nacimiento nunca le habían
celebrado un cumpleaños, porque la situación no estaba para echar la puerta
por la ventana. Ya habían cambiado muchas cosas e incluso era un honor
poderle celebrar los quince a ella porque la verdad María Eva, no supo que era
eso de celebrar quince años, sus padres ni se dieron cuenta de la fecha en la
cual ella había nacido, solo le importaba a su mamá era la fecha de la luna
nueva o menguante para el semental de la huerta casera que poseía como
buena india que era ella, a su alrededor de su rancho y en cuanto a su papá que
era hombre desaliñado e inculto ignorante, sin sentimientos por la familia ni
respeto por las fechas, donde solo se preocupaba por labrar la tierra y ella le
escuchó en una ocasión decir a su papá que los días domingos no debieran de
existir eso era una perdedera de tiempo. Ella recordaba ese pasado con
nostalgia, pero no iba a permitir esto mismo con su hija querida, los quince se
los iba a celebrar de la manera más sublime antes de que se fuera a servir a
Dios.
–Faltan tres meses para el diez de abril –dice Eva–, ¿Elvirita ya oíste?
–¿Y eso que me va a mí? –responde ella saliendo de la pieza con su
vestidito color azulejo, mientras se sentaba en la sala, en compañía de Eva.
Hija que vas a cumplir los quince años y debemos celebrarlos, porque es su
primera y última celebración –responde ella mientras tomaba un sorbo de café.
Porque son los quince, la edad más hermosa de toda muchacha –dice ella y
pensó–: con melancolía porque ella no supo ni cuando cumplió los quince lo
único que si supo fue cuando su papá se la entregó a Juan de Dios, porque en
esas épocas antaña no se podían enamorar las jovencitas, a lo menos eso le
sucedió a ella, el marido se lo escogió su padre porque le caía bien sin
consultar los sentimientos de ella; obligándola a casarse por conveniencia de
que era de buena familia y trabajador, en muchas ocasiones por ser del mismo
partido político para que la tomará por esposa. Y solo esa noche recuerda una
fiesta alrededor de un cerdo asado que era el banquete que le ofrecieron a ella
mientras Juan de Dios se la cenaba entrada la noche para hacer que floreciera
el capullo posteriormente dentro de ella, sin remedio alguno y de ahí a quien
tenía al frente su adorable hija como fruto. Se secó ella una lágrima con su
mano mientras pensaba esto, y por eso no quería en Elvirita que esto viviera
ella.
–¿Mamá, que te pasa? Pregunta inquieta Elvirita. No, nada hija solo son
recuerdos hermosos fingió ella. Ah; recuerdos hermosos –replicó Elvirita y
continuó–, ¿como cuáles? mamá.
–¡Hay, hijita! si me pusiera a contárselos uno por uno –exclamó ella–,
seguro que nos llega el día de su cumpleaños y no hemos hecho nada para
usted. ¿Deben de ser muy bonitos recuerdos, no mamá, socava ella?
–¿De qué hablan? Entrando en la sala –pregunta Jorge Ignacio. Hijo que su
hermana vas a cumplir los quince, y estamos pensando en celebrárselos. Eso
es verdad Elvira lo que mamá dice –interroga él dudativo. Claro que sí, es
verdad hermanito –responde ella afirmativamente esbozando una sonrisa
quinceañeral. Eso quiere decir que por fin va haber fiesta en nuestra casa –
responde el con entusiasmo–, quiero ver bailar a mi hermana y yo seré el
primero en que aprenderé a bailar con ella –dice mientras empezaba a danzar
con movimientos de los que había visto en una ocasión cuando lo llevaron,
que a ciencia cierta no supo de qué se trataba aquella fiesta. Pero vea como
simula Nachito el baile –dice Elvirita. Él es un niño muy aplicado –responde
Eva, terminado de tomar su tinto. Entre tanto Jorge Ignacio, se sentía el centro
de atención por los elogios que le daban sus dos mujeres que cuidaban de él.
Ya había llegado Juan de Dios, de sus trabajos con unos machos y estaba en la
pesebrera desensillándolos para dar forraje a sus animales, que los cuidaba tan
bien hasta más que a su propia mujer porque se sentía privilegiado de tener
aquellos consanguíneos herederos mulares que le habían ayudado a levantar su
familia y sus condiciones de vida que a estas alturas e incluso ya la casa
contaba con criados para las tareas de la casa de la Palma, era una hermosa
palma que se había desarrollado a la entrada de la casa y se despojaba con sus
ramales como si fuera una ceiba brindándoles sombrío que cuando hacía calor
ellos se sentaban debajo de la palma para refrescasen un poco, en una ocasión
de aquellas que estaba ahí debajo de la palma –les dijo a su mujer que iba a
bautizar la propiedad con el nombre de la Casa de la Palma–. Me parece muy
bien –le respondió su mujer, que ella nunca le llevaba la contraria excepto que
le llegara tarde con la carne el día sábado. Elvirita metió su cucharada y –dijo
que de viera de ser el nombre completo la casa de la Palma Africana, para que
los distinguieran por ahí todos por la dirección. Esta idea gustó a Juan de Dios
que de inmediato –respondió que así se llamaría, quedando en unánime
acuerdo excepto nachito que no tenía ni voz ni voto aún.
Ya Juan de Dios estaba terminando de quitarle al séptimo macho su
enjalma para que su criado Macario Titimbo, que era el encargado de acabar
con la tarea de servicio les diera un buen baño antes de darles el forraje. Listo
Macario, ya puedes continuar usted con ellos –dice Juan de Dios–, y recuerde
darles la miel de purga, porque los necesito para dentro de unos días bien
enérgicos.
–Sí, patrón aré la tarea que me pides –contestó Titimbo como buen criado
y trabajador, que era para ellos. Mientras tanto, Juan de Dios se fue a la casa
en zancadas donde su mujer.
Macario era un indio mestizo, de complexión fornida y cabello negro hasta
los hombros y poseía un amuleto de un diente de tigrillo colgando sobre su
cuello como dije, al que él le atribuía la virtud de alejar el mal y propiciar el
bien, según sus costumbres ancestrales. Él era un buen trabajador para las
tareas que le asignaban en la finca cuando le mandaban o bien fuera Eva o su
patrón. Aunque él prefería estar más al servicio de su patrón que era hombre
de pocas palabras sin vanagloriarse de sí mismo. En cambio, con Eva, era todo
lo contrario una presuntuosa, que Titimbo haga el favor de traer agua de la
poceta, que vaya haya, ¿qué porque botó el agua? que no sirve para hacer bien
las cosas–; era solo indirectas van indirectas vienen, pero de todos modos él se
había acostumbrado a las regañinas de la vieja Eva, en sus arrogancias como
que había olvidado quien era antes pensaba él. Macario sentía estima por las
mulas y las cabalgares que incluso les canturreaba, a las dos cabalgares que
utilizaba su patrón para hacerles más placentero el baño mientras las
masajeabas con el cepillo, porque las mulares ellas mismas se daban un baño
seco sobre el polvo revolcándose de un lado para otro, y terminado el baño las
alimentaba en la pesebrera.
–Llegó papá –dice Jorge Ignacio– quedando inmóvil por la simulación del
baile que demostraba a su hermana y su mamá. Hijo, ¿Qué estás haciendo?
Pregunta Juan ya descargando su pesado cuerpo de cansancio sobre la
mecedora en la cual de ahí impartía mando sobre ellos. Papá va a ver fiesta –
dice el niño–: simulando nuevamente. Y ¡ahora carajos! Exclamó–, me pueden
explicar ¿cuál fiesta va a ver? Tráigame las arrastraderas –dijo él
imperiosamente– señalando a Jorge Ignacio, mientras él se quitaba las cotizas.
–Sí, papá –contestó Nachito, saliendo como un cohete a la alcoba principal
de ellos.
Mijita, vaya y –le dice a Amparo, le mande limonada a su papá. Ella salió
derechito a la cocina a dar el recado a la fregona. Amparo era una mulata, con
unos ojazos negros; que había ellos conseguido para que les ayudara en las
tareas domésticas y cuidar de los animales porque ya con la niña Elvirita no
contaban de a mucho, por lo de la asistencia a su escolaridad todo el día de
ocho a once y media por la mañana y luego de una a las cinco de la tarde.
–Juan lo que Nachito le quiso decir fue lo de los cumpleaños de la niña los
QUINCE. Él se sobrecogió de inmediato. Papá aquí están y se las puso al lado
de sus pies mientras el sacaba las cotizas de la sala con olor a pecueca que
disipaba mareándola a Eva. Pues él, había olvidado que ya no iba a tener una
niña en la casa sino más bien una mujer. Y se lamentaba porque su mujer se lo
estuviera recordando cuando él no quisiera que ese día llegara y hubiera
querido detener el tiempo o quizás la edad de la niña pensó él. ¿Qué piensas de
que la niña va tener los quince? Pregunta ella.
–Bueno… se me había olv… alcanzó a –decir él. Don Juan aquí tiene la
limonadita –dijo Amparo mostrándole su buen atributo de mulata mientras se
declinaba. Gracias Amparito –contesta él erguido por recibir el vaso. Ella dio
media vuelta y se fue con su vapuleo de caderas protuberantes. ¿Qué era lo
que ibas a decir? Interroga Eva evadiendo la mirada que seguía él a la mulata.
Se me había olvidado con tanto trabajo que mantengo –contesta él,
justificándose y replicó–; y usted que piensa mija, lo de la niña. Por Dios, Juan
ella ya está empezando a ser mujer le recuerdo y no niña. Esto fue una
punzada para él que le recordó cuando el suegro le estaba pasando a Eva, para
clausurar las nupcias. Y ahora sería que la misma tradición predilecta se iba a
repetir con Elvirita, que maldición es ésta Señor–, pensó mientras tomaba la
limonada. Yo he pensado que a nuestra hija debemos de celebrarles las quince
primaveras –dice ella–, porque no me parece justo dejarla marchitar como me
pasó a mí. Mientras le venía a la memoria su pasado nuevamente, dejando
botar una lágrima. No es justo que le pase lo que me pasó a mí replicó ella.
Mujer tenía que ser pensó Juan poniendo el vaso sobre la mesita de sala
forrada en cuero de vaca, al mirar como ella se lamentaba por no haber sido
quinceañera en celebración. Bueno Eva, tal vez tenga usted razón –dijo el
secamente–, vamos a celebrarle los quince a Elvira pronunciando su nombre
sin diminutivo porque razón tendría Eva de que ya no iba a ser más la niña
sino mujer, para los demás porque para él seguía siendo la niña de sus ojos.
Haremos una fiesta en honor de nuestra hija, para que el día de mañana no nos
reclame que por eso no le fue fiel a Jesús en el convento –dice Eva,
entusiasmada mirando a Juan de Dios con una picardía de complicidad. Si
estás segura que Elvira si se quiera ir a servir a Dios fielmente al convento –
pregunta él, mientras se balaceaba en su mecedora. La virgencita María
cuidará de ella su más tesoro preciado para que sea la expiación ante nuestro
Señor Jesús por todos nosotros; ya que yo le tengo la veladora encendida para
que me haga el milagrito –dice ella fogosamente encaprichada por hacer de su
hija una beata. Pobre mujer, Dios quiera que la escuche porque si las cosas van
a cambiar en esta nación difícilmente mi hija se va para allá, la nación necesita
de mujeres pensantes a favor de los pobres –pensó él, mientras seguía
balanceándose en su mecedora.
–Eva, pásame el radio por favor –dice Juan mientras se quitaba su camisa.
Ella, parándose se fue hacia el mueble que estaba a la entrada de la sala y
tomó el radio de marca Zenit, y se lo pasó –diciendo mira Juan, aquí tiene la
radio. Gracias mija –responde él pasivamente. Salió ella de la sala y fue a
seguir dando órdenes a la mulata, para continuar con la preparación de la cena.
Juan de Dios sintonizó la emisora Sutatenza y alcanzó a escuchar una
melodía que se estaba acabando y luego escuchó al locutor –decir lo siguiente:
–¡La democracia en acción! El comité Liberal Gaitanista del Barrio Sucre.
Invita a la Gran Convención del Pueblo, labradores de los tejares, para que nos
acompañen a una reunión que invita nuestro gran caudillo –dijo el locutor–, y
ahora bien vamos a escuchar un tema musical de “El Morocho” pero cuyo
verdadero nombre es Charles Gardés, quien nos dejó este tema hermoso
“Volver”. Y sonó el tango.
–¡Demonios! no poder yo estar en esa Gran Convención del Pueblo, se –
dijo entre sí, y se lamentó al mismo tiempo él; me hubiera gustado estar ahí
meditó–, ahora bien, así que Elvirita se va para el convento lo dudo y creo, que
Elvirita no nació para el convento –pensó mientras le seguía el ritmo con el pie
a la música de Carlos Gardel. ¡Hay, Carlitos! qué hermoso legado nos dejó a
nosotros los viejos –musitó él mientras la melodía sonaba y este poema sobre
un viejo amor le vino a la memoria que aun pervivía en él y le punzó el
corazón. ¡Carambas! Como es la vida. Terminó diciendo.
Ya el ocaso había llegado a eso de las seis. Y todos se encontraban
reunidos para terminar ese día con la cena utilizando la luz de vela y una
Petromal; para la iluminaria de la casa y darle un poco de claridad a las cosas
y poder mirasen las caras.
La mesa ya estaba servida, y Amparo junto a Eva se debatía en la cocina
sirviendo y reclamándole a la criada que había servido en el plato esmaltado
de Nachito y no en su escudilla de losa, para Juan de Dios. Era que la mulata
tenía esa manía fea de ver las cosas sin reparar que muleto no es lo mismo que
cabalgar; o lo peor de todo que el domingo es lo mismo que sábado –decía ella
en medio de su torpeza. Una burra hablando de orejas refunfuño Amparo.
¿Qué es lo que dices? Pregunta Eva mientras servía el de Nachito. No señora
nada, que perdóneme por equivocarme de plato –responde la mulata. Saliendo
a llevar al comedor el plato de frijoles con garra de marrano, que era el plato
preferido de Juan de Dios, que no podía faltar en su menú. Todos estaban en la
mesa menos Amparo y Macario, quienes ellos comían en la cocina en una
mesita pequeña. Y Eva ya puesta en la mesa hizo una breve oración, luego
respondieron amén y Nerón se les unió soltando un aullido de hambre al lado
del comedor.
–Amparo sírvale la comida a Nerón –gritó Eva.
Nerón, –lo llamó de un grito ella desde la cocina– mientras le servía en su
porta veteado de moho por lo viejo y el perro de un solo salto precipitado
estuvo al lado de su viejo porta. Macario estaba cenando mientras miraba a la
mulata, como se meneaba de un lado para otro por acabar de servirle a él.
Hasta que por fin ella se le sentó al frente, para comenzar a comer.
–¿Quiere, un poco más? Pasándole ella un pedazo de pesuña sobre el plato
de Macario. Usted tan buenonga conmigo –responde él. Y que ¿cómo van las
cosas con la patrona? Amparito –dice él en voz baja. Ahí, –responde ella
desatinada mientras roía un pedazo de hueso–. Ella siempre dando lora –dice
ella–: pero uno tiene que llevarle la idea no; Macario, porque que se puede
hacer. ¿Amparito es verdad que le van hacer fiesta a la niña Elvirita? –
pregunta el mientras mascullaba. Sí, eso les escuché esta tarde que le van a
celebrar quesque, las quince primaveras. Que ni se yo que será eso –dice ella–,
tenga Nerón, y le tiró un huesito que el perro de un solo salto en el aire lo
atrapo tragándoselo en un dos por tres, quedando casi atragantado el perro,
pero para bajarlo mejor se irguió un poco y luego se lamio su hocico. Gran so
pendeja, eso quiere decir que son los quince años de ella –dijo él toscamente,
mientras se escuchó un flato sonoro. ¡Nerón fuera de aquí! –Gritó ella, chite,
amenazándole con la cuchara ¡fuera! El pobre perro se sintió regañado y
acusado de algo que no había sido, cuanto le hubiera gustado poderle gritar al
cagón del indio, que si lo había hecho mientras se marchó para el otro
comedor batiendo su cola peluda.
–Ahora sí; me la voy a bailar Amparito –dice él con una sonrisita
maliciosa.
–Dejad, de decir bobadas pendejo –responde ella entrada en rubores. Pues
él se mantenía enamorado de la mulata, empero ella que era mujer ingenua y
tímida ignoraba el amorío que quería tener el indio con ella, aunque en una
ocasión la forzó en la cocina a que le diera un beso, por fortuna Elvirita la
salvo entrando tempestivamente, preguntándoles con su ingenuidad de ángel
que estaban haciendo, ellos contestaron que estaban jugando un juego: ¡A que
te cojo, y no me dejo!
–Amparito yo si me casaría con usted, pero debe de darme primero la
prueba de amor –dice Titimbo, retirando su plato. ¿Cuál prueba bobo? –
responde ella, mientras se tomaba la sobremesa. Un besito Amparito – dice él
con su comisura entreabierta dejando ver la falta de un Incisivo diestro. El
besito es para cuando uno mete la pata en la iglesia –responde ella con una
sonrisita cómplice–, parándose ella de ahí y poniéndose a arreglar la cocina.
Ya hallaré la forma de convencerla pensó mientras se disponía a ir al lavabo.
Se escuchó el maúllo de un gato, que había llegado inesperadamente y si algo
que le disgustara a Juan de Dios, eran los gatos. Porque los tenía por felinos de
malas pulgas, que solo quieren estar soltando pelos en las botas de los
pantalones y manoseando las comidas de la cocina en un santiamén mientras
la criada daba la espalda. Macario, Macario lo llamó y éste a un no le escucha
mientras se lavaba las manos. Hasta que el retumbar de la voz del patrón llegó
a sus oídos. Y, se vino en seguida al llamado de Juan de Dios. ¿Qué pasa? Don
Juan de Dios –pregunta Titimbo. Escuchaste ese animal feroz –dice Juan de
Dios–, quiero que coja ese animal y lo meta en una tula y lo tire al rio. El gato
volvió a maullar a unos pasos de ellos, agárralo le gritó Juan exasperado por la
figura del mismo demonio que tenía al frente de color negro con ojos
amarillos brillantes relucientes por la luz de la Petromal. Macario se le acercó
y lo tomó con suavidad para evitar ser arañado con sus uñas, y se lo llevó a
tirar al rio como su patrón había ordenado para que no volviera.
Elvirita y nachito ya saben a cepillarse –dijo Eva. Y Juan de Dios se fue a
meterse a su guarida a esperar a su mujer para que le hiciera unos cuantos
masajitos; que había tomado por costumbre, para amanecer rejuvenecido y
lúcido para los trabajos del día posterior. Habían transcurrido eso de una hora
y media aproximadamente y estaban a punto de acostarse todos a dormir
cuando nuevamente escuchó Juan de Dios, fufar ahora el gato. Como si
estuviera en trance con el diantre.
–¡Maldición! Otra vez –exclamó de Dios. Ese maldito animal me va a
joder la noche. Tomó su linterna marca Tres Estrella refunfuñando y cogió al
mismo tiempo su escopeta doble cañón Prieto Beretta, que la tenía parada en
la esquina de la cama sobre la cabecera donde tiraba con su mujer, cuando
tenía buenos cojones para hacerlo; y se fue en busca del animal que tanto le
irritaba escucharlo. Salió por el zaguán con su chorro de luz y la escopeta lista,
caminaba muy despacio apuntando con el chorro hasta que le miró a eso de
unos diez metros de distancia, el gato se quedó como hipnotizado por la luz de
la linterna maullando nuevamente ahí sentado sobre su rabo. Juan le miró por
un instante quedando como hechizado por el color de sus ojos rayados de
color fuego encendido. El gato se lamió mientras le miraba fijamente a su
cazador hasta que dio un movimiento intempestivo de abandonar su estancia y
Juan le dio un fogonazo que retumbó la casa y Nerón del susto dio un ladrido
saliendo detrás del felino animal. Quedando Juan de Dios satisfecho por haber
considerado que lo había matado ahora sí, pues si el río no lo mató la bala si –
pensó y se regresó adentro para descansar. ¿Qué pasó Juan? –pregunta Eva
acostada. Ya creo que se fue a morir el muy jodido –responde él mientras se
disponía a costarse ya no hubo masajes ni nada de eso. Solo le bastó –decir
que duerma mija, mientras apagó el mecho de vela. Muy entrada la noche se
escuchaban ladrar perros a unos cuantos kilómetros de distancia de la casa de
la Palma Africana, y Nerón respondía con su ladrar al otro. Así sucesivamente
duró como un cuarto de hora esa ladrería. Mientras tanto Macario se revolcaba
en su camastro de un lado para otro, sin poder dormir o de hecho conciliar el
sueño pensando en Amparo, que incluso estaba con un impulso de irse al
cuarto de ella, que quedaba diagonal a la cocina; para pedirle que le abriera
para hablar con ella y convencerla de que lo dejara dormir allá en cuando fuera
en el suelo sobre un pedazo de colchón hecho de plumas de gallina por Eva
que no desperdiciaba las plumas de las misma. Pero tal vez sería de su parte
imprudente, llegarle a tocar su puerta a la mulata que le había despertado el
demonio meses atrás, y quizás ella se disgustaría por ese hecho despiadado de
haberla hecho pasar una mala noche –pensó y lo peor de todo que nunca más
le volviera a dirigir palabra alguna terminó pensando mientras entraba en una
ensoñación. Luego se emitieron aullidos a cierta distancia, que Nerón
respondió con lúgubre aullido también.
Ya era hora de la prueba de amor que le había pedido Macario. Amparito
con usted si me casaría y me gustaría tener hijitos. Era algo que siempre tenía
bien en claro ella por petición de su mama, que le había dicho mucho cuidado
con entregarse a un bandido hombre, sin antes ser llevada al altar para la
bendición; porque ellos solo buscan lo más sagrado que tiene una mujer, para
poderse complacer bajo su instinto por naturaleza violando la buena
reputación de la mujer quedando desprestigiada luego. No, no, Macario aun no
–decía ella–, dando batalla por quitarse de encima al indio Titimbo que le veía
muy necio y encaprichado por besarla. No, no; ella seguía batallando en contra
de él hasta que miró que él se paró dejándola en paz y tomó un frasquito
vaciando una poción sobre un vaso y se lo llevó diciendo beba Amparito para
que mate los nervios y se tranquilice un poco; ella lo recibió para beberlo,
mucho cuidado con recibir burundanga le había dicho la vieja en una ocasión
y despertó ella sobresalta de esa pesadilla que había tenido con Macario.
Es solo un sueño por Dios –se dice ella misma–, e indio tenía que ser.
Mientras miraba entrar los vestigios de luz por la puerta.
Juan de Dios estaba parado buscando los indicios de donde había visto el
gato por última, tras anoche y solo veía unas gotas de sangre, que le
tranquilizó pensar que lo había liquidado porque no había peor enemigo
íntimo para él que los gatos.
*
Ya se había apoderado la aurora de la casa de la Palma Africana, que cada
uno se disponía a sus oficios. Empezando por Macario quien debiera de
alimentar a los animales en remplazo de Jorge Ignacio que ya no lo hacía; éste
se disponía más bien a ir a la escuela en compañía de Elvira, para que fuera
adquiriendo los conocimientos que les impartía la señorita Inés, para irlos
preparando, para luego enviarlo a la ciudad a estudiar y se convirtiera en un
gran hombre que era lo que más anhelaba Eva.
El caballo y los machos ya están aperados don Juan de Dios –dice
Macario. Bien hecho, Macario –responde él mientras tomaba café.
Adiós papá –dice Elvira junto a Jorge Ignacito –mientras salían para la
escuela.
–Buen día hija –responde él mirando a su niña de los ojos de paloma, quien
ya veía a una señorita con su cintura tallada. ¡Como es la vida! Ya mi niña es
una señorita –pensó. Ahora tenía que esperar a unos de sus peones, que bajara
por los machos para seguir sacando la madera, porque él en esta vez no iba a
subir al aserradero, porque se disponía a ir a buscar a su amigo Matallana para
que le ayudara con recomendaciones apropiadas para lo de la fiesta ya que él
tenía buena relación con el hijo de un vecino que venía frecuentemente de la
ciudad. Ya el tiempo se aproximaba para la fiesta que Eva había prometido a
su hijita. Y Juan de Dios, por petición de su esposa estaba moviendo cielo y
tierra para llevar a cabo tal empresa de felicidad para su hija, que como se lo
había hecho entender Eva era solo una vez en toda la vida de Elvirita, no
volvería ella a cumplir otros quince años. Y a lo mejor se iría para el convento,
como su Eva lo había predestinado pensaba él mientras iba rumbo al rancho de
su amigo.
–En la casa todos se habían marchado menos Eva y Amparo al igual que el
indio Macario. La fregona estaba pensativa en la cocina por lo del sueño que
había tenido en la madrugada, en su cabeza le martillaba la idea del
matrimonio antes de entregarse como se lo había dicho su mama, que incluso
en una ocasión le había dicho que era una maldición no casarse y darle cabida
al demonio para que hiciera de las suyas.
¿Cómo amaneció? –pregunta Macario entrando a la cocina. Bien, amanecí
bien –replica ella, mientras batía el chocolate, para servírselo porque por cierto
él era el último que faltaba por desayunar. En cambio, yo tuve mala noche –
contesta él, mientras daba un bostezo, quiso decirle que ella había sido la
causa de haber tenido mala noche pensó.
Y ¿cuál fue la causa Macario de haber tenido mala noche? Pregunta ella
con una pequeña sonrisa. Bueno la verdad, es que fue por pensar en…
quedando con la boca abierta. Macario, Macario lo llamó Eva vinieron por los
machos –dice ella. Si, señora –responde él dejando el resto de desayuno y
salió en zancadas al llamado de la matrona. Quedando Amparo con las ganas
de saber la respuesta porque ella también había sucumbido no del todo buena
madrugada. Sería el amor que ya comenzaba a hacerle mella a ella o quizás
era una pendejada todo esto –pensó ella.
–¡Oh! Mi buen amigo Juan de Dios, que milagro que venga donde los
pobres –dice Matallana mirándole en el patio de su rancho. Juan desmontó de
su cabalgadura y se dieron un abrazo cortés de saludo. Éste viejo lo mismo de
siempre sin decrepitarse –dice Juan de Dios. Pero, vea quien habla. Mi buen
amigo Juan sigue bien cuidado y conservado como novillo cebado y soltó una
carcajada mostrando su dentada después de esta ocurrencia–: usted se le ve lo
mismo muy bien parece que Eva lo cuida bastante, en cambio yo vivo de la
bondad Divina como puedes ver. Después de este corto y afectuoso saludo le
invitó a seguir.
– ¿Y qué me lo trae por aquí? Pregunta Matallana mientras servía un poco
de Café.
Matallana se trata de la fiesta –responde él. ¡Carajo! Exclamó y prosiguió–
y quien es la próxima en meter la pata. No mi querido Matallana se trata de
Elvirita, mi niña Elvirita. Que cumple los famosos quince primaverales –dice
Juan, bebiendo sorbos de tinto recalentado. ¿Qué orgullo para usted no? don
Juan de Dios. Bueno sea un orgullo o no lo sea loablemente pues la mujer
quiere que le celebremos sus quince y créame que yo soy un hombre recio a
este tipo de cosas empero ella logró convencerme de su primera y última fiesta
de la niña –dice el con bríos. Amigo Matallana; necesitamos un músico para
que le enseñe a la niña Elvirita el baile de la gran noche, y otras cosas más que
necesitamos de la capital –dice Juan. Déjame pensar un poco Juan –responde
Matallana pensativo–. Pero ahora que lo recuerdo el hijo de mi vecino viene
dentro de unos días me contó su taita. Qué bien Matallana –responde Juan con
brillo en sus ojos–, es la oportunidad que en este viaje que venga nos pueda
traer el músico y unas cuantas cosas más que se necesita para los quince y que
no cabe la menor duda que en la capital se puedan conseguir. Claro hombre –
contesta Matallana. Ahora lo que debemos de hacer es lo siguiente: es
mandarle una carta vía correo. Eso tarda mucho –protestó Juan–, yo preferiría
un telegrama que es más rápido y veraz puntualizó Juan. Tienes razón, pero
debemos de ir al pueblo Vista Hermosa –dice Matallana–, que es donde
encontramos un telegrafista y así enviamos el mensaje a Tulio Buitrago a la
capital. Sabía que podía contar con usted amigo –dice Juan descansado–, y por
la platica no se preocupe que se la aremos llegar para que nos pueda hacer la
vuelta. Todo por los hijos no –interroga Matallana. Si así es –admitió Juan con
un movimiento leve de cabeza.
–Nos vamos en la mula mecánica que nos lleva más rápido –dice
Matallana. Era que años atrás el pobre Matallana también había prosperado y
se había hecho a un viejo Jeep, que lo cuidaba más que a él mismo porque era
uno de los pocos que habían llegado a la nación, importados por los yanquis
años atrás. Y en el Jeep se pegaba su rodadita a Vista Hermosa,
periódicamente sin hacer mucho uso del diablo; ya se había convertido en su
mula mecánica. Me sorprende amigo –dice Juan–, mientras lo observó. Ya
estaba, corroído por el moho sus latas y de hecho estaba tuerto, su cojinería
hecho harapos, pareciera ser una madriguera más bien de ratas, oliendo a mil
demonios. ¡Carajos! Tienes razón en llamarle la mula, al menos una mula
huela a mula y no putrefacto como esta cosa –pensó y sólo yo me le subiré a
su mula mierda, por amor a mi hija. Matallana estaba muy presto por llevar a
su amigo al poblado para tal diligencia. Hora de arrancar –dice él
prendiéndolo y se embarcaron por la trocha esa mañana.

En la casa presidencial, día anterior el señor Presiente había convocado


una reunión con todos los de su gabinete y en especial con las autoridades
militares y ministro de defensa, para poner en preaviso del gran peligro que
corría la nación si seguía el emancipador haciendo de las suyas convocando al
pueblo a ponerse en contra del actual gobierno. Esto lo tenía muy molesto y
más que eso enfermo al señor Presidente. Discutía cada rato entrado en cólera
con Isidoro Vásquez, –diciéndole que ya se estaba acercando la hora de hacer
algo para impedir a toda costa la candidatura del contrincante y que no
olvidara lo pactado entre él. El pueblo se dividía cada día más; y los oligarcas
se estaban poniendo con los pelos de punta por cada alocución que escuchaban
del comunista que ellos mismos llamaban. En una ocasión Luis Palomares
reunido con sus colegas y terratenientes llegó a –decir que era una maldita
desgracia la que tenía el pueblo por haber engendrado un comunista bastardo;
dañando las ideas conservadoras que predominaban por el desarrollo sano y
sostenible de una nación. Todos los secuaces del Presidente, veían cada día
una catástrofe que se le avecinaba al gobierno. Que llegaron hasta pensar que
si eso ocurriría sería el fin de un pueblo en pleno fulgor de desarrollo, ahora
que los gringos empezaban a invertir en la nación, por el auge de la minería;
tenía en la cuerda floja a los oligarcas. No podemos dejar embaucar al pueblo
por ese pendejo comunista de mierda –dijo Luis Palomares, en una reunión
privada con los altos mandos. Es preciso que si yo debo dar fondos para
detener semejante catástrofe lo haré por el bien de mi pueblo –expresaba ante
sus oyentes que departían unas cuantas copas pletóricas.
–Me exaspera oír ese comunista –dice el Presidente, mientras apagaba la
televisión. Cálmese señor Presidente que seguro que no llegará muy lejos el
maleante –respondió Isidoro–; le recuerdo que estoy buscando el momento
propicio para el mandadito. Porque usted sabe perfectamente que debe de
quedar el crimen sin rastro de autor intelectual, ¡no! mirándole a los ojos
fijamente al Presidente –dice Isidoro mientras se saboreaba una taza de café.
De todos modos, muchacho en sus manos le confió este plan, de usted
depende que sigamos con la empresa que estamos construyendo para el futuro
de nuestros hijos. Dígamele a don Luis Palomares que nos reúna unos
centavitos para tal fin –dice Isidoro saliendo del despacho presidencial. Cuente
con eso –respondió el Presidente mientras se echaba atrás de la silla ya
aliviado un poco. Luego se paró y fue al retrete a despojarse cómodamente.
En cuanto salió Isidoro de la casa presidencial a eso de las cinco y media
de la tarde. Cogió el camino como un transeúnte, y se fue derechito para un
bar a cogerse un coño, para relajarse un poco y pensar con cabeza fría todo
este asunto que le concernía a él, llevar cabalmente el trabajito sin entrar en
sospecha. Pensaba que debía de encontrar a un verdadero sectario para
envenenarlo con un manojo de billetes y encomendarle la misión aniquiladora.
Seguía por la calle caminando y por doquier que mirara veía afiches incitando
el comunista, para que se le unieran al programa de gobierno socialista. Hasta
que por fin llegó al burdel que tenía en mente y entró tomando una silla, y
observaba hacia todos lados, pero a Magdalena no le veía aun por ningún lado.
De todos modos, e hizo señas a una chica que tenía una minifalda de color
carmesí que alcanzó a vislumbrar por la tenue luz; con una blusa en escote,
acompañada por una mirada exótica más una cabellera negra escondiendo
parte del escote.
–A la orden mi amor –fue el saludo de ella. Disculpe, querida; ¿me puedes
decir si está Magdalena? –pregunta él un poco nervioso. ¡Oh! Me querrás
decir Antonieta –contesta ella y añade no está anda de vacaciones, pero estoy
yo a sus órdenes. Eso, mujer Antonieta –replica Isidoro aclarándose la
garganta. Pues había él olvidado que la bandida mujer le encantaba que le
llamaran por Antonieta. ¿Y que se vas a tomar guapo? Pregunta ella
lascivamente. Tráigame por favor una media de Roncito –contesta él–, ¿y
puedes hacerme compañía? Desde luego que sí –responde ella, mientras se iba
por el pedido de su cliente. El seguía visualizando a su alrededor si podía dar
con alguna de las meretrices que habían estado meses atrás. Vea, mi amor aquí
tienes su media de Ron –dice ella descargándola sobre la mesa en compañía de
dos copas. Ahora le pagó. Destapó la media ella y vació sobre las dos copas
diciendo: ¿eres cliente de Antonieta? o perdón, amigos con una sonrisa
cómplice. El cogió su copa y se tomó un sorbo expresando muecas de lo acre
que sabía. Bueno; primero que todo ¿cómo se llama esta linda cortesana que
tengo al frente mío?
–Guapo mucho gusto, soy Magda Eliana –responde ella y prosiguió ¿y que
lo trae a usted por aquí? Quería un poco de dialogo con... ¿Con Antonieta?
Interrumpe diciendo Magda Eliana. Si con ella admitió él, mientras bebía otro
trago. Pero como ya se lo dije ella está de vacaciones –atestó diciendo ella.
¡Caramba hasta las putas tienen vacaciones! –le caviló su mente. Mientras que
desde que estaba al servicio del Presidente no conocía vacaciones era solo
trabajando las veinticuatro horas del día todos los siete días de la semana
excepto las noches que se tomaban para ciertos deleites. No sabía que tuvieran
aquí en la casa esa medida –dice él.
–¿Qué medida mi amor? Pregunta ella mientras sacaba su puntuda lengua
y lamia sus labios rosados el sabor. El de dar vacaciones –responde él con
ademán. Y usted que cree, que nosotras somos unos animales que no sentimos
nada o peor que eso aún, que nos gusta estar abriendo nuestra aljaba para que
penetren las flechas por solo gusto –dice ella un poco molesta–, es más guapo,
en la mayoría de estas muchachas que están en esta casa, es por falta de
oportunidades, como de haber estudiado y también oportunidades en nosotras
las mujeres, que no nos tengan solo para la cama o parir hijos, y nada más.
Tomó otro trago y se lo bebió ella. Dios quiera que haya justicia –dice ella–, y
ahora con nuestro caudillo será diferente, donde no solo vivan de nosotros los
más débiles los oligarcas–; casi que se ahoga Isidoro cuando escuchó caudillo,
ahora estoy hablando con una puta comunista –pensó mientras le veía a ella
fijamente su rostro desesperado pero embriagada por placer. Me imagino que
usted está de parte de nuestro caudillo ¿no? –dice ella, mientras se peinaba su
cabello con los dedos de su mano derecha. Esto lo tomó por sorpresa a
Vásquez, que más bien se hizo el desentendido y seguía mirando una chica
que bailaba con su cliente. –Dígame usted guapo, si es justo que los oligarcas
vivan del pan nuestro, que no lo ganamos con nuestro sudor de la frente día a
día; para que ellos vivan con sus buenos modales que dicen poseer. Eh… es
¿justo?
–Ay, Magda El… Eliana –dice ella, recordándole. Magda Eliana yo no vine
a hablar si es justo o no, aquello o lo otro –dice él, ya ebrio–. Solo quiero un
poco de distracción. O más bien placer –contesta ella acercándosele un poco.
Porqué los hombres solo quieren eso–: nada más les interesa, y menos mal que
no entró al lugar equivocado. Eres bastante lista, muchacha –contesta él. La
noche se hacía más esplendorosa a medida que pasaban las horas, porque se
llenaba el burdel con muchos clientes. En especial muchos eran de la armada y
los dueños de la patria que se abarrotaban; porque ahí quien entrara era el
dueño del billete y se agasajaban entre viejos amigos, en cambio otros no solo
buscaban sus caprichos obscenos como era el caso de Isidoro, que por ir en
busca de una prosélita que había sido el encanto del Presidente a hora era él; el
que estaba embrujado.
–¿Entonces vamos a la pieza? Dice ella sobándole el hombro e
instigándole.
–¿Y cuánto cuesta ese servicio?
–Tranquilo que eso lo discutiremos allá –dice ella–. Pero págame primero
lo de la media amor –dijo con un vago amor desabrido. Ahí tienes pasándole
él y quédate con el resto–, ahora le daba un beso en su mejilla ella. Mientras
ella iba a llevarle la paga a su señora madama. Ya las neuronas de Isidoro
estaban entrando en un éxtasis, que le parecía estar siendo el señor de señores
y el demonio excitándole sus sesos por cogerse a una puta comunista que era
lo que él pensaba en estos momentos. Se fueron para la pieza que quedaba en
el último rincón del burdel y se encendieron las llamas del placer que
calcinaron las buenas ideas de ella y el pensamiento de asesino en él cuando la
muy guarra penetró sus uñas sobre la espalda de Isidoro brotando sangre en
venganza de su mala reputación que ella misma pensaba poseer. Y él solo le
bastó –decir, el placer del dolor con mano de hierro es más glorificado que ser
humilde.
*
Ya había transcurrido unas horas de viaje y estaba pegando la solana
fogosamente sobre ellos que iban rumbo a Vista Hermosa por la trocha,
cuando dieron con un barrizal quedando atollada la mula. El Jeep patinaba sus
llantas traseras sin poder salir del lodo. –¡Mierda! –dice Matallana poniéndole
la doble tracción mientras lo aceleraba, pero nada que lograba sacarlo del lodo.
Maldita sea nos quedamos atascados por el lodo don Juan de Dios –dijo él.
Tranquilo Matallana me bajaré a empujarlo –responde Juan de Dios, poniendo
la pata sobre el barro. Es lo mejor que podemos hacer dele un empujón, para
poderlo sacar de aquí –dice él. Juan ya estaba puesto tras el Jeep, con sus
brazos herculinos que poseía gracias a su trabajo de aserrador para empujar el
vejestorio carro de su amigo. A la cuenta de tres –le grita Matallana. Juan de
Dios, solo paraba el oído para escuchar el conteo de Matallana y luego sacaba
todas sus fuerzas para empujar el carro, mientras Matallana hacia lo suyo
acelerándolo hasta que por fin de unos quince minutos lograron sacarlo.
Saliendo don Juan todo embetunado de barro hasta las huevas, pero con la
satisfacción de haber podido salir del atolladero. Don Juan parece tener la
fuerza de un demonio –dice Matallana socarronamente. Mientras Juan trataba
de limpiarse un poco del barro sobre la gramilla. Ya súbete don Juan, y vea
como nos tienen abandonados los oligarcas de este país, es una lástima que no
tengamos buenas carreteras y sigamos por las mismas sobre estas trochas para
mulas mientras ellos sigan haciendo de las suyas –terminó diciendo Matallana,
mientras seguía conduciendo su carro viejo. Pero ya van a cambiar las cosas
con el poder de Dios amigo Matallana –responde él, poniendo en primer lugar
los planes sobre las manos de Dios como buen cristiano que él impregnaba ser.
Vea, ya estamos en Vista Hermosa –dice Matallana, entrado en dicho caserío.
Esto pinta a un poblado hacia futuro –dice Juan con vehemencia por el futuro.
Entretanto ellos seguían avanzando por la única vía angosta que poseía el
caserío, mientras un quíotro transeúnte se cruzaba mirándoles con gran garbo,
porque esa clase de vehículo no era muy común entre los habitantes de esa
región que estaban más acostumbrados a mirar los caballos y mulos, que eran
las únicas riquezas de aquellos aldeanos más pudientes. Ya estamos donde mi
amigo Luis Buitragos –dice Matallana apagando el motor. Gracias a Dios que
llegamos –responde Juan poniendo los pies sobre la tierra firme. Salió de la
casa de bareque un viejo con un sombrero de corcho color azul y parte de un
ala partida colgando por su remiendo que poseía.
–¡Buenas tardes! –dice Matallana extendiéndole su diestra mano.
–Que sorpresa volverlo a mirar –respondió la voz quebrajada con una
prótesis de dientes movible por su decrépita vejez, mientras articulaba y
dándole un apretón a su mano–; añadió sígase bienvenidos a mi casa amigos.
Se hicieron las presentaciones entre ellos y luego el anfitrión entabló diálogo
con ellos preguntado ¿y cómo van las cosas por allá? Matallana. Pues aun no
de lo mejor, con estos latigazos que recibimos de la oligarquía sobre los más
pobres que en su mayoría somos –contestó Matallana. En eso tiene razón
amigo, es una lástima que vivamos como la esclavitud egipcia en tiempos
antañones, a diferencia que aquí los latigazos que recibimos son sobre las no
oportunidades para nuestros hijos y lo peor de todo negándonos los derechos
de la tierra –dijo Buitragos mientras se quitaba su sombrero–. Pero las cosas
van a cambiar para el bien del pueblo, –dice él y continuó– me mandó a decir
mi muchacho que está en la capital por medio de una carta, que tenemos a un
gran líder a favor de nosotros los más desfavorecidos que es un gran caudillo
que está dispuesto a derrocar a los oligarcas en las urnas. Ahora si comprendía
Juan de Dios, después de escuchar hablar el amigo de Matallana que de razón
Matallana hablaba con perspicacia y entendimiento cuando se trataba del
futuro de la nación a pesar de su ignorancia, pues no había duda que todo lo
sabía gracias a la influencia del señor Buitragos que tenía un emisario en la
capital quien los ponía al tanto de todos los pormenores de los acontecimientos
que estaban a punto de darse en la capital.
Pero bueno, cambiando ya de tema amigo Luis, venimos con mi amigo don
Juan de Dios aquí presente, para pedirle un favorcito –dice Matallana
eludiendo el parloteo de Buitrago, y prosiguió–, es que más exactamente él
tiene una hijita que va a cumplir los quince años y está dispuesto a
celebrárselos, pero necesita unas cuantas cosas de la capital. ¡Ah!, ya entiendo
–contesta Luis, mientras clavaba la mirada sobre Juan. Pues era algo nunca
visto o quizás escuchado que por ahí estuvieran por celebrarles los quince a
una célibe, cuando solo auras penas la única celebración era el día en que las
mozas aceptaban esponsales en esa región acompañados de un banquete de
marrano asado.
–Cuéntame señor Juan –pregunta Luis–. ¿En que yo le podría colaborar?
Bueno si es que tengo una niña y quiero hacerle una fiesta por petición de
la mujer, que me pidió de no dejar la niña sin la celebración –contesta Juan
con sonrisa y añade usted entiende como son las madres no señor Luis. El
favor es, si su hijo me puedes enviar una pianola o dos guitarras lo que él
considere más favorable y otras cosas de más que yo le giro la plática –dice
Juan ya entrado en confianza. –Sí, mi muchacho, él va a venir de hecho yo
creo que el mismo le puede traer las cositas –responde Buitrago y prosiguió
debemos de enviarle un telegrama diciéndole lo que se requiere. Gracias Luis,
sabía que podía contar con usted elogió Matallana a su amigo y añadió es un
gran amigo y hombre. Pues vea señor Luis –dice Juan–, usted hágame el favor
y le envía el telegrama diciendo que le traiga cualquiera de los dos
instrumentos y demás cosas que se requieran para la celebración de una
quinceañera, que me imagino que él entiende mejor que yo de estas cosas. No
hay problema yo le hago llegar el telegrama –responde muy gentil Buitrago.
Entre tanto Juan se esculcaba los bolsillos para dejarle en depósito para los
gastos pertinentes. Ya ellos habían cuadrado todo y se habían despedido y
puesto nuevamente de regreso para sus ranchos, con la satisfacción de haber
podido cumplir la misión que más le había encomendado María Eva a Juan.
En la capital estaba reunido don Luis Palomares con el señor Presidente
hablando sobre el futuro de la nación; donde el señor Palomares –decía que la
nación estaba pasando por el mejor momento de desarrollo y que en mejores
manos no podía quedar que en las manos del Presidente, que precedía en aquel
entonces, pero que lastima haber una insurrección de un solo hombre que
alborotaba al pueblo se quejaba él. –Así es la vida, don Luis –respondió el
Presidente, mientras se servía café de la tetera–. Y cuando uno quiere trabajar
por una nación para que tengan un buen futuro nuestros hijos siempre le ponen
el bozal terminó diciendo. Eso, me gusta de usted –dice Palomares y continúo
mí más admiraciones ciento por usted, ya que usted piensa en el futuro de
nuestros hijos, mientras tomaba un sorbo más. Pero, tengo la certeza de que no
llegará muy lejos ese propugnador para cambiar el rumbo de la más sublime
nación –atestó diciendo Luis Palomares. Entre tanto acababa de llegar Isidoro
a la casa presidencial, con una resaca por lo de la noche anterior, que por lo
visto no había conseguido todavía el aniquilador para la vueltica que le había
encomendado su jefe a petición quizás de los oligarcas de los dos bandos.
–¡Buenos días! –saludando a la secretaria él. Ella con su delicadeza voz
femenina –respondió de la misma forma. Pasando luego a zancadas al
despacho presidencial, dando dos golpes a la puerta. Siga, adelante escuchó él.
Empujando él la puerta y metiendo su cabeza como un hurón de mirada lívida
interrumpo –pregunta él. No pásese acá –le responde de espaldas Luis quien
ya conocía esa voz de su secuaz. En un solo salto estuvo Isidoro
extendiéndoles la mano a ellos. Y ¿Cómo van las cosas? Preguntó Isidoro
retomando nuevamente la palabra. Todo va bien –respondió Luis Palomares
con aprehensión. Yo sabía que podíamos contar con éste huevón que tiene
cojones para las misiones cuando de la nación se trata, y de hecho yo estaba
por aquí Isidoro trayéndole unos fondos para la empresa que tenemos en
marcha no es así señor Presidente–; incitó con la mirada al Presidente. Es
correcto lo que dice –contestó el afirmativamente.
–No, nos vaya a fallar fustigó Palomares con la mirada a Isidoro. Él apenas
dio meneó leve de cabeza asintiendo la orden de Palomares. Porque le
recuerdo mi amigo Isidoro, está en juego el futuro de nuestros hijos–, pero
claro está que so pena da decir que éste pendejo aún no tiene hijos para
enviarlos al extranjero a estudiar ¿no es así Isidoro? Interrogó Luis mientras se
sacaba un cigarro de su bolsillo–. Por eso ya es hora hombre de que tenga
hijos; para que piense como uno en el futuro de ellos. Eso es verdad lo que
dice don Luis –respondió el Presidente, mirándole la cara de idiota que tenía
esa mañana su hombre de confianza.

VI

Eva miraba con mucho gusto y agrado a su hija toda ataviada luciendo un
vestido muy esplendido en la sala y veía además quince rosas formando un
florero y bailando con su hombre Juan de Dios al son de los compas de la
guitarra. ¡Qué hermoso día el de mi hija! Expresaba ella al lado de Nachito.
Ahora me toca a mi mamá bailar con ella –responde Nachito. Juan de Dios,
vea el sueño hecho una realidad, pero contesta Juan, no se quede callado diga
algo por amor a Dios. Juan, Juan contesta hasta que ella se despertó de su
pesadilla jactanciosa mandando la mano por coger a Juan del brazo y
comprendió que esa noche no había llegado. Todo este cuento de los quince de
Elvira la tenía a ella hasta en las nubes que terminaba por soñárselos. En la
Casa de la Palma Africana, la aurora ya se hacía más patente y posterior a
unos minutos despuntillaba el sol con más claridad. Amparo ya hacia un rato
estaba en la cocina con sus quehaceres de fregona por despachar con el
desayuno a la niña Elvirita al igual que a Nachito, quienes salían a primera
hora para la escuela a recibir sus enseñanzas. Elvirita se había levantado un
poco indispuesta y más aun con una mirada lívida que parecía haber tenido
una mala noche. Era que había tenido una visita de sorpresa le había visitado
el vampiro causándole un empacho mientras ella dormía, dejándole sus
calzones con vestigios de color sanguinario que había despertado asustada
cuando se sintió mojada y se tocó mirándose la mano por un rayito de luz que
penetraba y comprobó que estaba untada de sangre. Pues estaba atónita y lo
peor de todo desprevenida para tal cambio de su naturaleza que si no la
traicionaba el pensamiento era su primera vez antes de los quince de ella.
¿Qué le pasa? ¿Por qué amanece desanimada Elvirita? pregunta Amparo. Ah,
ya sé que es, déjame adivinar –dice ella con complicidad–, tiene la regla –dijo
bruscamente y prosiguió ya eres toda una mujer Elvira. Ahora si entiendo
porque mamá quiere y esta tan obstinada porque yo me vaya para el convento
–dice ella mientras tomaba un sorbo de chocolate. Elvira, pero si ella quiere
que usted vaya allá, es por su propio bien, es para que no sufras más tarde las
consecuencias del pecado –dijo Amparo mientras le veía a los ojos. ¿Cuál
pecado? Pregunta a golpe ella con su ingenuidad. Bueno Elvira ya es bueno
que sepas a calzón quitado toda la verdad –contesta ella. Ella de inmediato
quedó tan absorta al escucharle hablar de esa manera a la criada, cuando nunca
antes ella le hablaba de mujer a mujer lo único que hacía era debes en cuando
hablarle en calidad de sustituta. La verdad del pecado es cuando uno…
alcanzó a decir, y luego se escuchó ¡buenos días! Hija. Buenos días mamá –
responde ella. ¿Cómo amaneció? Pregunta Eva. Ahí, más o menos bien –
contesta Elvira. De inmediato la fregona se puso a batir el chocolate para
servirle a la matrona. Papá ya llegó preguntó Nachito mientras terminaba sus
últimos bocados, él hacía rato estaba ahí pero no les había escuchado o quizás
no entendía nada de lo que platicaban las dos mujeres. No, haciendo un
ademan de cabeza y prosiguió su papá aún no ha llegado Nachito, pero no
demorará por llegar –responde ella. Cuando se escuchó el relincho de Pando a
unos escasos cien metros. Es pando quien relincha –dijo Nachito saliendo a
zancadas hacia afuera por ver llegar a su viejo.
¡Buenos días Macario! –dice Juan de Dios, quien topó primero con él. Pues
Macario estaba como de costumbre en horas de la mañana, dando forraje a
unas bestias en la pesebrera. Don Juan ¿cómo le fue? Preguntó él. Bien,
gracias a Dios porque regrese sano y salvo –contesta Juan de Dios. Nachito ya
estaba puesto en la pesebrera para saludar a su papá con entusiasmo, dándole
un beso en la mejilla. De igual forma lo estaba haciendo Elvira por respeto a
su papá y más por instigación de su mamá quien le decía que debiera de ser
muy atenta con él. Ya salen para la escuela –pregunta él a sus dos mozos. Si
papá hasta luego –dijo Elvira. Les echó él la bendición –diciendo que Dios los
bendiga. Entre tanto Macario tomó a pando para darle un merecido forraje
porque había llegado con el patrón sano y salvo como él mismo lo había
manifestado.
–¿Cómo le fue? Juan de Dios –pregunta Eva con expectativas. Bien Eva,
ya la vuelta quedó en manos de un amigo de Matallana–. Ahora solo hace falta
esperar pacientemente para que todo salga bien terminó diciendo. Dios quiera,
que todo salga bien replicó ella.
–Amparo –gritó Eva. Patrona a sus órdenes –contesta ella de inmediato
saliendo con el molinillo en su diestra mano. Hágame el favor y me le sirve el
chocolate a Juan ordenó Eva, mientras ella se sentaba al lado de él, para
cuestionarle todo.
–Por fin llegó al desayuno no Macario –dice Amparo, por poco casi se lo
llevo para que comiera en compañía de las bestias. No digas semejante
bestialidad Amparito –contesta el con sonrisa, si lo que más añoro es poder
desayunar al lado suyo, ya entiende que me tocó a última hora dar forraje a
Pando. Entre tanto ella seguía revoleteando en la cocina por servirle al patrón.
Ahora si podemos pegarnos dentro de unos días la bailadita Amparito porque
parece que al patrón le fue bien con la diligencia –dice Macario mientras le
veía el vaivén de sus caderas. Sabes que, más bien no digas bobadas pendejo –
atestó ella. Aunque en el fondo ella pensaba que no estaba de mal admitir al
indio, pero primero casada que pecadora. Porque si a Elvira eso precisamente
le quería decir que si quedaba por ahí era lo más probable que se volviera
pecadora porque con esa cara angelical que poseía la moza los demonios
entraban en persecución y tal vez Eva tuviera razón de que más bien debiera
de irse para el convento –pensaba Amparo, y que para la muestra de un botón
ahí tenía por poco encima a Macario con su pertinencia de atraparla en sus
redes. Amparito gracias por el desayuno –dice Macario, mientras salía
nuevamente para la pesebrera a seguir alistando las bestias que a lo mejor el
patrón dijera que debían de ir al aserradero. Y precisamente por espacio de una
hora ya estaba Juan al lado de Macario arreglándose para irse a bajar unos
cuantos bloques de madera, que tenía que sacar para el mercado.
Ya habían transcurrido unos meses en que todo se veía en orden en la Casa
de la Palma Africana, desde que Elvira ya estaba a punto de llegar a sus años
primaverales, pues todos la veían como la niña de la casa, pues en cierto modo
tenían razón de que Juan de Dios le temblaba la voz cuando María Eva, le
canturreaba por lo de la celebración porque ya se iba a convertir en mujer. Él
hubiera querido petrificar la mocedad de su hija en ver de verla seguir
volviendo cada día vieja, que hasta llegó a pensar que si hubiera un yerbatero,
que tuviera la fórmula mágica de una poción para detener la edad de Elvirita la
compraría al precio que fuera con tal de que siguiera siendo su niña de ojos de
paloma. En una ocasión su amada Eva le habló sobre Elvira diciéndole que era
casi un hecho de que Elvira se iría para el convento, porque la señorita Inés le
había prometido una beca para ella y así ella haría sus votos de castidad,
entregándose a chuchito para ganar indulgencias en la familia. Esto lo molestó
a él, que pensó que era muy atrevida de parte de ella en decir semejante
brutalidad, cuando Elvirita no tenía nada que ver con dichas indulgencias
pensó él. Más bien él estaba de acuerdo que si no podía detener su pubertad a
lo mejor fuera una mujer que se destacará en el ámbito social luchando por los
más débiles como planteaba el caudillo. De todos modos, Dios prevería el
futuro de ella pensó él, mientras Eva se devanaba sus sesos con lo del
convento día tras día.
Una mañana les cogió por sorpresa su amigo Matallana, quien venía a dar
previo aviso de que ya le habían hecho llegar de la capital a él un telegrama
del hijo de su amigo Buitrago informándoles que ya todo estaba listo, que solo
restaba llegar con las cosas para la quinceañera. Esta noticia puso feliz a Eva,
que incluso dio a Amparo orden de matar gallina, para atender al señor
Matallana. Desde luego él se negó rotundamente a la invitación de comer
gallina, pues le rogó tanto ella y más que rogarle le suplicaba que no fuera a
rechazarle la invitación. Él por fin se dejó convencer admitiendo que le
acompañaría al banquete, aunque lo hacía más por su amigo Juan de Dios, que
también se unió a la petición de su mujer. Aunque no era del todo apetitivo el
plato de gallinaza para él, así era que él lo llamaba vulgarmente, aunque era un
hombre desaliñado por su aspecto empero no le gustaba por que las veía
comer de todas clases de porquería empezando por mierda.
Después de un largo parloteo en la cual hablaban de la fiesta, que era un
acontecimiento único por ahí, porque jamás él había presenciado una
celebración a una muchacha decía él. Para que vea mi buen amigo que estos
son los cambios que van a empezar en esta nación –dijo Juan de Dios.
¡Carambas! Expresó –diciendo Matallana –esto suena bien. Eva con Amparo
en la cocina atareada, sirviendo de lo mejor para el comensal que
inoportunamente les había llegado con gran noticia. ¿Entonces siempre va a
ver la celebración? –dice la fregona. Sí; por supuesto que sí –respondió Eva,
mientras daba una probada al suculento sancocho. Lo hicieron pasar a la mesa
luego indicándole Eva el puesto reservado para él, donde solo se sentaron los
tres porque Elvira y Nachito estaban en la escuela y no regresarían hasta el
último periodo de la tarde. Matallana mando mano al vaso de jugo sin
percatarse de que Eva ya estaba lista, pero para dar paso a la oración en acción
de gracias por esos platos que se disponían a devorar. Quedando Matallana
inculto porque él qué; estaba acostumbrado a vivir solo y menos a tales
oraciones impropias para su persona. Ahora sí comamos –dijo ella terminado
el responsorio amén de Juan. Coma que está en su casa, siéntase como en su
casa –dijo Eva afectivamente–; mientras ella le mandó mano a la primera
presa, la cabeza. Y Juan un pernil tomó para devorarlo, mientras Matallana
solo cuchareaba el plato saboreando lo que más detestaba en la vida comer
gallina. Nerón esbozó un bostezo inarticulado al lado del comensal
desesperado por atrapar un infeliz hueso que quizás le botaran. Silencio Nerón
–le gritó Eva, mientras ella hacia trizas los huesillos de la cabeza. Hasta que
rompió el silencio Matallana hablando de los cambios diciendo: que sí había
oído hablar de su amigo Buitrago sobre los futuros comicios, que le
cambiarían la cara a la moneda a los oligarcas. Ahora si comprendo –porque
usted está al tanto de todo –terminó diciendo Juan de Dios. Él tiene un hijo
que se llama Tulio, yo por cariño le digo Tulito y es un muchacho que está
empecinado según me lo contó su viejo, en estudiar para no caer en la trampa
de los oligarcas, porque según él se ganó o mejor dicho está estudiando gracias
a una beca que le concedió el director de Sutatenza el padre quesque se llama
algo así como: José Ramón Savogal. Vea lo que Elvirita está esperando –
contestó de inmediato Eva, casi atragantándose un pedacillo de hueso y –
prosiguió solo que mi hija va a servirle al señor Jesús. Dio Nerón otro pequeño
ladrido solo que en esta vez le pasó un buen pernil sin hacerlo esperar más
quedando Juan de Dios y Eva desorbitados al mirar bien premiado a Nerón.
Mientras él seguía solo cuchareando caldo. Entre tanto Amparo en la cocina
comía con el indio Macario como ella misma le llamaba. Pero la cosa va bien;
no Amparo –dice Macario. Si eso parece –responde ella con un ala a punto de
llevar a la boca. Por fin nos está llegando el día –dijo Macario con malicia de
indio. Él siempre buscaba la forma de persuadir a Amparo para que le diera el
sí. Vea, Macario déjese de sus tonterías el día le está llegando es a la niña
Elvirita –contesta ella mientras hacía trizas un huesillo. Por Dios mujer,
nosotros también podemos hacer que ese día florezca también en nuestro nido
–decía Macario mientras se lamia sus dedos de demonio. ¿Cuál nido? pendejo
–contesta inmediatamente encolerizada ella. Mijita el nido del amor –responde
el con una sonrisita barata. Usted sabe muy bien Macario que no tenemos
ningún nido –dice ella un poco enfadada y prosiguió en definitivamente no se
le puede dar confianza a éste, porque se crea un nido para llevárselo a uno pa,
allá. Listo Macario, ya comió; escuchó una voz en el umbral de la puerta a la
cocina. Pues era el patrón que ya había despedido a su amigo y estaba
puyando al burro de Macario para salir camino al aserradero. Si señor ya acabé
–contestó Macario mientras bebía la sobremesa a sorbos grandes. Eso sí más
bien coja oficio –dice Amparo un poco fastidiada por su parloteo ocioso de
Macario. Hay Amparito usted me va a matar un día de estos –dijo él saliendo a
zancadas para la pesebrera. Pendejo tiene que ser –pensó ella. Ya el sol estaba
a pleno esplendor y las bestias mulares estaban listas para partir al aserradero,
que era la pequeña empresa que Juan de Dios, había creado por esfuerzo
propio y duro trabajo: para levantar a su familia y tener trabajadores a su
servicio, partiendo ellos dos y Eva se quedaba al cuidado de los niños en
compañía de la mulata, hasta el fin de semana que regresarían con las mulas
cargadas de bloques.

VII

Habían transcurrido ya el tiempo más que suficiente para que en la capital


el joven Tulio Buitrago, les hubiera llegado el telegrama a sus manos y
estuviera al tanto de los pormenores que su padre le explicaba sobre el
favorcito. Tulio se puso mano a la obra de conseguir como primera medida
una pianola en ver de las dos guitarras, porque sería muy espectacular llevar
esa clase de instrumento más moderno a pesar que sería incomodo su
transporte pensó, y se apoyó en una amiga quien le asesoró sobre los atuendos
que le solicitaban. Quien se la encontró en la calle después de salir del correo
con el telegrama en la mano. Ella como una chica que estaba preparándose
para el futuro y empezaba a tener gusto por el glamour de su época–; pues
aconsejó a Tulio que el vestido debiera de ser muy elegante cuyo color debiera
de ser pastel rosado y por supuesto que la corona no podía faltar y que una de
las cosas que más resaltaba en la quinceañera era los zapatos, pero le hizo
énfasis de que no eran cualquier clase de zapatos, eran zapatos de tacón; esto
ya era el paso para convertirse en una mujer más de la nación –se lo hizo saber
ella, empero al mismo tiempo se lamentaba ella de que la moza no tuviera la
oportunidad de poder estudiar para que ayudara al desarrollo de la patria ya
que el gran caudillo prometía grandes cambios. Tulio pensaba lo mismo: pero
que si Dios fuera posible él iba a tratar en persona a la muchacha y buscaría la
forma de buscar una beca para ella porque por gracia de Dios así era que él
podía estudiar por medio de una beca que le habían otorgado para estudiar en
Sutatenza porque de lo contrario era imposible le contó a Margarita. Pero me
impresiona –dijo Margarita, que en esa montaña quieran celebrarle a… ¿cómo
es que llama? –pregunta ella. La verdad no sé el nombre de la muchachita –
responde él alzando los hombros, y prosiguió es que me enviaron un telegrama
por medio de mi padre en la cual me piden este favor. ¡Ah! ya entiendo –dice
Margarita pensativa por su nombre. Ahora bien ¿porque te impresiona todo
esto? pregunta él. Ella se quedó pensativa mientras miraba el vestido en una
vitrina–: vea ese es el vestido que buscamos –dijo ella. Si eso es –contestó él
sonriente, porque sabía que no había mejor forma de buscar este tipo de cosas
en compañía de una mujer como la que tenía ahí precisamente al frente de él.
Una joven ya con clase y sobre todo muy culta porque había estudiado solo
con monjas y además estaba estudiando licenciatura en la universidad, porque
veía que el futuro estaba en la educación de un pueblo y no como habían
vivido sus pobres padres siendo esclavizados por los oligarcas cuidándoles sus
grandes extensiones de tierras por un mísero pedazo de pan que cultivaban.
–Creo que aquí, si encontraremos el vestido –dice ella ya poniendo el pie
en el umbral del almacén.
–A la orden –dice la propietaria. Buscamos un vestido para una
quinceañera como ese que está ahí señalándolo Margarita. Y ¿dónde está la
niña para que se lo mida? –dice la propietaria mientras tomaba el vestido con
delicadeza ella. Bueno es ahí el detalle–: responde Margarita y prosiguió
nuestra querida niña está en la montaña y debemos enviárselo por petición a
un favor. Usted ya entiende señora como es la gente de la montaña, des
complicados en pocas palabras no; ¿y eso que estos padres tienen un poco de
corazón por su hija que al menos van a tratar de celebrárselos no cree señora?
–dijo interrogando Margarita. Entre tanto Tulio solo observaba porque para
qué la opinión de él pensó. –Sí en eso, tiene toda la razón –dijo ella y
prosiguió– pobre gente de la montaña tocarles tan duro y el bendito gobierno
de pacotilla no hacer nada por los que alimentan al pueblo, ya había entrado el
sentimiento político en la propietaria que incluso reflejaba ver al gobierno de
maleante bajo.
–Pero, tranquila mi señora que esto va a cambiar –respondió Tulio
serenamente. Dios lo oiga hijo –contesta ella con mirada perpleja. Señorita, y
si este vestido no es del talle de la niña, que tal que seas un poco gordita ella –
dice la señora. Pero es que no tenemos aún otra salida –interrumpe Tulio en
ver de su amiga. Debemos de tomar una decisión en medio de esta encrucijada
–responde Margarita clavando la mirada en el vestido nuevamente–. Yo tengo
la certeza de que el vestido le va aquedar bien a la quinceañera –dijo ella sin
titubear. Lo llevaremos –atestó Tulio objetivamente. ¡Carambas! –dice la
señora y prosiguió son bastante agresivos en toma de decisiones ustedes dos.
Mire señora uno en la vida debe de tomar decisiones cuando toca, toca y más
por los humildes, quienes ponen su buena honra y confianza en nosotros los
hombres de la capital que nos tienen como personas de buen conocimiento y le
reitero que es un encargo –dijo Tulio mientras le pasaba el pago y prosiguió–:
vea la decisión de nuestro gran amigo del pueblo y más aún por nosotros
quienes nos catalogan de la plebe, el buscando que los pobres tengan derecho
a la tierra y aún mejor futuro para nuestros hijos; ve tremenda decisión
señora–: mientras que en lo nuestro lo peor de todo es que no le quede bueno
el vestido a la muchachita, mientras él se juega su cabeza por toda la nación.
Me dejas sin palabras muchacho, en eso si tiene razón –terminó diciendo ella.
Y por último aquí tiene el encargo.
Salieron ellos del almacén y continuaron en busca de los zapatos de
taconcito de color carmesí. Ellos dos seguían buscando por los almacenes los
zapatos y la coronita para la moza que por poco salían ya de eso para así el
poder llevar el encargo a Vista Hermosa que había él pensado él mismo llevar
la encomienda. ¿Y qué más le hace falta? Después de los zapatos y la coronita
–preguntó Margarita. Ah, Margarita prefiero una pianola en ver de dos
guitarras –responde él. Vea, pues, la fiesta va hacer en grande parece –dice ella
sonriente y continúo diciendo–: que coincidencia con la fiesta, porque la
nación también va a tener una gran fiesta de júbilo cuando sean los comicios
electorales para que celebremos por fin los de la clase obrera y en
especialmente nuestros campesinos de donde vienen nuestras raíces. Si
Margarita de donde vienen nuestras raíces replicó él, porque ya es justo que
por fin la explotación de nuestros campesinos se acabe. Ya ellos habían
caminado como unos transeúntes por las calles hasta que dieron con un
almacén de calzado y Margarita se lo enseñó a Tulio para que atravesaran la
calle y entraran en el luego. Ya ellos entrados sobre el almacén, salió un viejo
de aspecto rechoncho cuya fisonomía ovalada con una perilla sobre su mentón
y unas patillas gruesas con una calvicie prolongada y un caminar de pato.
–Buenas tardes –dice él viejo con voz áspera. Ellos respondieron al saludo
imperial del viejo y de igual forma ella dice: por favor buscamos unos zapatos
para una quinceañera. Síganme para mostrarles los que tengo –responde él.
Margarita y Tulio le seguían al dueño del almacén que, juzgaron que era el
propietario. Mire señorita, estos son los que tengo se los enseñó sobre un
stand. Y si, ahí había varios pares de zapatillas con taconcito de variados
colores. ¿Qué número necesitan? pregunta él mirando a Margarita a los ojos.
Bueno creo Tulio que debe de ser un treinta y cinco quizás –dijo mientras le
miraba. Tal vez sea ese el número asintió él. Vea éste es –dijo el viejo
pasándole un par de zapatos de taconcito de color azul claro a la muchacha.
No, ese color no me gusta azul responde ella lacónicamente. Éste es mi color
favorito –dijo el viejo, mientras devolvía los zapatos al sitio. Esos me gustan
de color carmesí que eran los únicos –dice ella señalándolos porque había en
pluralidades de colores, y al mismo tiempo mirando a Tulio esperando la
aprobación de él. Ustedes les gustan, el color de ese instigador –dice el viejo
exaltado con la mirada, y prosiguió, en pocas palabras ustedes son un par de
cachiporros, y que lástima que sigan a ese hombre quien promueve una
política de pobrería. Ellos quedaron sorprendidos al tener ahí al frente a un
oligarca por lo poco que se delataba él mismo. Vean el progreso de la nación
en su conjunto con el buen gobierno que tenemos y ustedes parecen que
tuvieran una catarata que no les deja ver más allá –dijo el viejo con ahínco.
Tulio por supuesto se sentía agredido al igual que Margarita por las
acechanzas de aquel viejo que ofendía con su parloteo sin juicio, pero para
ellos igualarse a un viejo radical y tradicionalista o lo peor de todo salir
agredidos físicamente por causa de un color, pues ellos no iban a permitir
semejante estupidez pensaron en un momento en que el viejo se retiraba a
empacar los zapatos de pisada firme de una nueva mujer con futuro. El viejo
se hace el de la vista gorda que precisamente la riqueza que ostentan ellos con
el gobierno es a costilla de los más débiles quienes les quitan el pan de su boca
–dijo Margarita en voz queda a Tulio. Entretanto volvió el viejo con los
zapatos y dijo: con fuerte voz ahí los tienen. Gracias señor contestó ella
mientras Tulio le daba la paga de cinco pesos por ellos. Que lástima que
ustedes los jóvenes no comprendan las palabras y los pensamientos de
nosotros los más viejos de experiencia –dijo él mientras se guardaba la plata y
se aplanaba su bigote. Señor con todo respeto le digo que, que lástima que los
contados ricos de la nación se hagan los de la vista gorda, que lo han
conseguido usurpándoles el trabajo a los pobres mejor dicho en pocas palabras
las tierras –dijo Tulio con vehemencia, y prosiguió si Dios quiere la historia de
la nación se va a partir en dos–; acuérdese de esto, que también los más
jóvenes tenemos nuestros sueños –y terminó diciendo él tenga ¡buena tarde!
Saliendo ellos de ahí. Esto fue como una bofetada para el viejo que injurió y
perjuró que habían entrado en su almacén un par de comunistas hijos de puta,
que primero muerto que ceder a los miserables de la nación como el mismo los
llamaba.
Ellos continuaban recorriendo las calles en busca de la tienda apropiada
para seguir consiguiendo los accesorios para la muchacha y entraban en una
tienda y en la otra y nada que lograban ver lo adecuado para suplir con los
accesorios. Hasta que de tanto caminar Margarita cambia de plan diciendo:
Hagamos una cosa. ¿Qué? –responde Tulio. Déjame a mí la plata de lo que
hace falta y yo me encargo de conseguir la coronita y demás cosas. Me parece
buena idea –contesta él aliviado, por el peso de encima que le quitaba ella de
responsabilidad por conseguir tales cosas pensó. Porque, qué mejor qué
Margarita persona indicada para ello. Siendo así, aquí le doy estos billetes –
dijo Tulio y prosiguió creo que con esto le alcanza. Perfecto contesta ella,
guardándose la plata en su bolso. Nos veremos por la tardecita –respondió ella.
De igual modo contestó Tulio abriéndose paso por medio de los transeúntes
que ya estaban las calles abarrotadas de ellos. Por lo tanto, Tulio pensó en un
amigo que se había hecho en una de las tertulias que el frecuentaba mientras se
tomaba una cerveza y ocasionalmente se fumaba uno, aunque eso para él no
era lo suyo, solo lo hacía por cortesía de sus amigos cuando le animaban a
hacer espirales en el aire. Debo de invitar a mi amigo Casella, quien sabe de
música y sobre todo tocar la pianola pensó. Emilio era un joven italiano que
estaba explorando las tierras del grito de América como él en una ocasión se lo
dijo mientras se encontraban en la tertulia levantándose unas cervezas un fin
de semana y desde ahí comenzaron con un vínculo estrecho amistoso ya que él
se hacía entender con un español enredoso pero muy gentil.
*
Después de haber caminado unas cuantas cuadras de donde se había
abierto de su amiga llegó a una casona grande de tres pisos donde estaba
hospedado el joven Casella. Dios quiera que lo encuentre pensó él poniendo el
dedo sobre el timbre. Abrió una señora de fisionomía delgada con sus líneas
en el rostro y una mirada apagada con su cabello color algodón preguntado
con voz parsimonia: ¿Qué se le ofrece joven? Buenos días señora –contesta
Tulio. La señora de igual modo respondió al saludo. Pregunta él ¿se encuentra
Emilio Casella? Y prosiguió deseo hablar con él. Sí, joven creo que si se
encuentra responde ella lacónicamente, usted es amigo de él interrogó la vieja.
Si señora yo soy amigo de él –responde Tulio. Permítame presentarme señora,
mucho gusto mi nombre es Tulio Buitragos. Encantada joven en conocerte yo
me llamo Ana Vázquez tomando el su mano de ella que encontraba las arrugas
de no más de unos setenta y punta de años. Pero siga joven –dice ella
amablemente. Gracias señora –contesta él. Bueno el joven italiano debe de
estar en su pieza en el segundo piso, suba por las escaleras que ahí lo
encontrará en la primera puerta a mano derecha, dando ella las indicaciones
terminó diciendo adelante suba. Entre tanto Tulio subió la escalera de madera
muy suavemente para no provocar ruidos estrepitosos por cada paso que diera
hasta que por fin llegó al segundo piso y se puso a la puerta de su amigo dando
dos leves golpecitos. ¡Oh, amigo! fue el saludo del italiano, al abrir la puerta;
y continuó qué gusto en mirarle por aquí –dice él. Dándose los dos un fuerte
afectuoso abrazo. ¿Cómo ha estado? Pregunta Tulio. De maravilla –contesta
Emilio. Pero veo que has mejorado en su español –dice Tulio dando una leve
sonrisa. ¡Oh, es verdad! He estado estudiando mucho para mejorar mi español
–dice Emilio. Eso veo –responde Tulio más aliviado al mirar a su amigo con
un español más fluido que pensó que sería el candidato perfecto para llevar a
la montaña donde no iba a haber dificultad para tener una mejor comunicación
y así enseñarle a la quinceañera algo de música con la pianola en cuando fuera
lo básico. Pero sígase por favor, y ambos se entraron. De inmediato Emilio
tomó una botella de vino y sirvió dos copas. Mientras Tulio observaba unos
cuadros. Tómese un trago de vino –dice su amigo, mientras le estiraba la mano
con la copa. Entre tanto, Tulio se puso en pie al lado de uno de ellos jamás
antes visto por él y pregunta ¿Cómo se llama este? Señalándoselo. Estos
cuadros son copias de pintores de garaje –dice Emilio mientras se llevaba la
copa a su boca. ¿Porque son de garaje? Pregunta con ingenuidad Tulio.
Querido amigo, lo que quiero decir es que son pintores baratos que copian una
obra maestra como esta. Tulio presenciaba todo ahí, pues para él era primera
vez que había entrado en la pieza del italiano y observaba cuadros pequeños
de pinturas, pero para Tulio la música y el arte no cabía en su seso era bastante
torpe cuando de cultura se tratara y peor aún si era cultura europea. Por
ejemplo mira ¿éste? “el juicio de Paris” porque, adquirir una obra de esta clase
cuesta muchas Liras y yo no tener mucha plata para comprar una obra original
del maestro Rubens y prosiguió; ¿Ya había probado el exquisito vino de mi
país? No, no. Con un ademán de cabeza negó –responde Tulio. Pero es un vino
muy sabroso atestó él. Si amigo; es una botellita que tenía de reserva para
darle de degustar del sabor sabroso de mi tierra. Que me vine huyendo de la
guerra. ¿Y éste otro cuadro que representa? Pasando enseguida a su lado –dice
Tulio mirando en el fondo del cuadro a tres guerreros. Este otro –contesta
Emilio poniéndose al lado de él. Es “El Juramento de los Horacios” representa
a los tres hermanos Horacio jurando sacrificar su vida por su patria. Y vea yo
aquí como un buen cobarde lejos de mi patria –dice Emilio soltando una
carcajada. Creo que no es un cobarde –repuso Tulio y añadió es el destino de
nuestras vidas; y demos más bien un brindis por los augurios de ésta, su
segunda patria. El pintor de esta obra maestra es el francés Jacques-Louis
David –dijo mientras se bebía otro sorbo de vino. Que hombre para tener buen
gusto por el arte y la música –dice Tulio, sentándose nuevamente sobre un
pequeño diván. Claro que yo como un buen italiano no puedo vivir sin la
música, es, para mí todo es una pasión que llevo en mi sangre desde mis
ancestrales abuelos.
Pues, bien. Amigo he venido para hacerle una invitación. Habla, Tulio que
lo escucho –responde el italiano. Pienso ir a donde vive mi viejo, mejor dicho,
a la montaña a Vista Hermosa –dice Tulio cruzando la pierna sobre la otra. ¿Su
padre vive en la montaña? Interrogó Emilio, –y prosiguió –pero no parece
porque me dices que Vista Hermosa. Si Vista Hermosa es una vereda, pero la
verdad es la montaña porque queda a un día en carro de distancia de aquí de la
capital, –responde a su pregunta Tulio. Me encantaría que me acompañara que
de hecho tengo que llevar una pianola para una quinceañera en petición a un
favorcito que me pide mi viejo. Y que mejor músico que usted amigo Emilio,
para que la moza aprenda algo sobre la pianola. Acepto –contesta Casella,
preguntando ¿cuándo partiremos? Déjame decirle que en estos días –contesta
Tulio.
Bien ya es hora de marcharme mientras le echaba un vistazo a su reloj que
marcaba las doce menos quince del medio día. Le avisaré en el transcurso de
estos días venideros. Está bien –responde Emilio mientras le acompañaba a la
puerta.
Para Margarita, no había sido tarea tan menuda el de haberse
comprometido en buscar las demás cosas que se necesitaban para la
muchachita de la montaña, había tenido ya unos altercados con los dueños de
los pequeños almacenes del centro, quienes querían obligarla a comprar los
accesorios sin importar la opinión de ella sobre todo con las señoras dueñas de
dichas tiendas. Porque ella les había dado lujo de detalles sobre la moza que
era más un favor interpersonal por una futura mujer nacida en la montaña. Y
que sus padres querían celebrarle sus quince –les decía ella. E incluso llegaron
a decirle en especial, una mujer encopetada de la clase oligarca, que ella lo que
estaba haciendo era ayudar a la hija de una india, que eso no valía la pena de
buscarle de lo mejor porque al fin de cuentas era una india sin clase y cultura
que lo mismo era negro que blanco para ella. Vieja majadera, solo pensaba en
su clase la insultó Margarita ya con los sumos subidos en disputa por clases de
privilegios políticos. Pero eso, sí, les hacía saber y poner por evidencia que eso
iba a cambiar dentro de muy pocos meses o quizás años. Cuando el gran
caudillo rompiera las cadenas de la tiranía, dejando claro que quien manda es
el pueblo sin tener privilegios unos más que otros. Hasta lloró de mirar como
pisoteaban la buena honra de una futura quinceañera que estaba a punto de
convertirse en mujer.
A eso de las cuatro de la tarde de ese mismo día que había estado Tulio con
su amigo Casella el italiano, comprometiéndolo en la invitación. Ya estaba a la
puerta de la casa donde él vivía con una camioneta descargando la pianola que
se había puesto a la tarea de buscarse porque el tiempo apremiaba para él, de
que la hora de ir a llevar el encargo al amigo de su padre ya se estaba
avecinando. Solo faltaba que Margarita hubiera hecho lo suyo conseguir lo
demás pensaba él; cuando apareció ella con sus ojos llorosos y melancólicos.
¿Cómo le fue Margarita? Fue la primera pregunta que lanzó Tulio mientras le
ayudaba con unos paquetes que ella traía en sus manos. Bien, –contesta ella
fríamente; y prosiguió aquí traje lo que hacía falta para la muchacha. Sigamos
para adentro –dice él cerrando. ¡Ah, ya trajiste la pianola! –expresa ella
mientras contemplaba la pianola. Si Margarita; esto era ya lo último que hacía
falta la Pianola, y es una pianola relativamente pequeña para no bregar su
transporte –afirmando él. Y ¿quién la va a tocar? –dice ella, mientras la
observaba meticulosamente con ganas de pasarle su mano derecha sobre el
mueble de la misma. Ya hablé con un amigo que es amante de la música y
además sabe tocarla. ¿Tocarla qué? –dice ella seriamente. Bueno quiero decir
la pianola –responde él con sonrisa dejando entre ver su marfil. Y cambiando
de tema, pudiste traer todo –pregunta Tulio. Por supuesto que sí –afirmativa
responde ella y prosiguió ella narrándole con todos sus pormenores. Ya a estas
alturas estaban ellos tomándose un tinto del termo que Tulio poseía. Ellos
seguían parloteando entre tanto la vespertina se hacía más patente. Hablaron
de todo como le había ido a cada uno, y hasta se rieron de ver por todo lo que
habían pasado por la buena honra de la moza pensaron ellos. Ahora sí, que era
lo que me quería decir con que le sorprende lo de la celebración, –que decías
esta mañana. Lo que me sorprende es decir que estaban buscando celebrarle a
una moza sus quinces primaveras en la montaña y esto con lleva a tener varios
orígenes y continuó ella –diciendo se remonta hacia las más probables culturas
provenientes de nuestras grandes culturas precolombinas, aztecas y mayas de
México en la cual ellos realizaban sus ritos de pubertad para indicar la entrada
a la vida adulta de la muchacha–. Esto era lo que me sorprende –reafirmó ella.
Y tulio después de escuchar esta pequeña historia en una mujer estudiosa no le
quedó ni la más mínima duda de lo que había escuchado en ella. Bueno creo
que ya es hora de marcharme–. Pensó en irse para su posada porque ella nunca
se quedaba por fuera de su casa. Bueno Tulio; dice ella poniéndose en pie
mientras veía la hora en el reloj de pared que marcaba las ocho y media. Me
voy ya para mi casa. No debe de irse –contesta él–; creo y prosiguió, mira
Margarita está haciendo mucho frio, y no creo que sea conveniente que se
vaya sola a estas alturas, es peligroso para una mujer andar sola por estas
calles terminó diciendo–. Por favor quédate esta noche que es más seguro aquí
que allá afuera instigándola él con palabras suaves y tomándoles las manos –
replicó quédate por favor. Ella se sentía acorralada por primera vez ante tal
petición que le pedía su amigo Tulio, quedarse por fuera de su casa sería más
seguro que lanzarse a las tinieblas de la oscuridad acompañada del fantasma
del frio helado pensaba mientras se le cruzaban cientos de pensamientos por su
mollera. Era que Tulio estaba calcinándose por dentro desde hacía tiempos
atrás por su enamoramiento por ella en un perturbador silencio que nunca se lo
había dicho por temor a que tal vez ella lo rechazara o lo peor de todo no le
volviera a hablar; porque de hecho eran muy buenos amigos que hasta
pensaban muchos que eran consanguíneos por su forma de tratarse. Está bien
Tulio me quedare, aunque mis padres van a pegar el grito al cielo, de ver que
por vez primera me quede por fuera de casa. Sabes una cosa siempre hay una
primera vez –susurró él, mientras se levantaba a sacar una media de
Aguardiente que poseía el guardada. ¿Qué estás haciendo? Pregunta ella
intrigada–, no creas que porque me voy a quedar voy a tomarme esa media.
Por supuesto que no Margarita –contesta él, y prosiguió es para mí un trago
para que me quite este frío que me está entrando. Cogiendo él una pequeña
copilla se sirvió su trago, y se lo embutó dejando solo el quemar de su
garganta como una lava de lodo que había descorrido. Esta de primera –dijo el
mirándola a ella con una mirada embrujadora, y de inmediato se sirvió otro.
No se vaya a emborrachar esta noche –dice Margarita, un poco atraída por el
olor que se desprendía del mismo. Tranquila Margarita, que yo no me
emborracho, y entre tanto se tomó el siguiente trago –diciendo por favor mi
querida Margarita recíbeme un trago, sabes de vez en cuando no cae mal un
trago. Ya que insiste dame uno pues –contesta ella sobria por el aroma.
Margarita yo te quiero decir una cosa; le estoy muy agradecido por ser tan
generosa conmigo el haberme ayudado a conseguir los atuendos para la niña –
decía él mientras le pasaba el trago. Aquí está el suyo, vamos tómaselo de una
sola –le instiga él. La verdad yo no estoy acostumbrada a tomar –repuso ella.
Yo lo sé perfectamente, pero debes en cuando no cae del todo mal. ¿No crees?
Mujer. Ya ella había bebido su primera copa dejando su garganta ardiente.
Esto quema mucho –expresa ella, poniendo la copa en la mesita. ¡Bravo! Pero
lo hiciste ¡bravo! Margarita –dice Tulio con las neuronas más entradas en
calor. Y cuéntame Margarita; una cosa, ¿usted tiene novio? Pregunta él un
poco nervioso y prosiguió es que casi siempre la veo sola por no ser exagerado
casi siempre. ¿Y qué crees? O quizás que te hace pensar –responde ella a la
pregunta inesperada por Tulio que le tomó por sorpresa. Sírvame otro trago de
su aguardiente –repuso ella entrándole el calor por sus venas. Si claro ya se lo
serviré –contestó él, poniendo manos a la obra. Bueno la verdad creo que estás
sola al igual que yo, –dice él mirándole fijamente a los ojos.
–Vea Tulio, le voy a ser sincera, yo en gran parte de mi vida la he pasado
estudiando con monjas y eso ha hecho que yo haya excluido a los hombres de
mi vida por razones ya mencionadas –dice ella un poco más tranquila mientras
se tomaba su segundo aguardiente. Eres una mujer linda e inteligente me
atrevería yo a decir mientras se tomaba otro trago Tulio sin quitar la mirada
sobre ella. Pero para Margarita eso de mujer linda e inteligente eran piropos
que jamás en toda su vida le habían dicho, y porque ahora su mejor amigo le
salía con esas lisonjas pensó ella, un poco turbada. Seria verdad que ella era
una mujer linda le caviló en su mente por un instante que ella desconocía al
mismo tiempo su mismidad. Tenía al frente a un hombre que para ser honesta
pensó era sincero y quizás tímido juzgó ella, porqué solo ahora con uno o unos
aguardientes en la cabeza había vomitado aquellas palabras. Usted cree que yo
sea una mujer linda –pregunta ella con un instinto emocional que posee toda
mujer por regla, cuando se trata de su belleza. Si, sin duda –contesta él sin
titubear, y me atrevería a decir que eres una mujer extraordinaria, sabes me
encanta eso. Ella solo hacía verle con una sonrisa al escucharle sus frases
expresivas, que aun ella no salía del asombro que pensó será que Dios me está
poniendo a prueba. Me encantaría que… –dice él, tomándole las manos. ¡Oh!
Santo Dios, y ahora que me vas a decir pensó ella, mientras el apretaba sus
manos de ella. Y continuó él diciendo: que fueras mi novia. No podía creer
qué le pedía su amigo, que en pocas palabras la veía como a una amiga y
ahora quería que fuera su novia y porque no después su mujer –pensó ella ya
entrada en emoción. Pues para ser sincera ya tenía veintidós años y aún no
conocía el lenguaje del amor pensó ella mientras el soltó sus manos y sirvió
otros dos tragos que por cierto ya la media quedaba vacía. ¿Qué dices?
Pregunta el cogiéndole nuevamente las manos. Para ella, le parecía un cuento
de hadas que ella estuviera viviendo, como los que ella misma había leído
cuando cursaba el último grado de bachiller “las mil y una noches” se sentía
entrada en emociones ya sea el aguardiente que estuviera haciendo su trabajo o
fuera lo que fuera ella solo veía que cada rato se hacía más tarde que por cierto
pego el ojo a su reloj que tenía sobre su siniestra mano–. Ya son las nueve y
media espetó Margarita. Sin embargo, no era que tuviera ella sueño más bien
quería seguir escuchando a Tulio quien ya le había hecho despertar el su
instinto del amor y eso que solo le cogía las manos a ella. La veo a usted ya no
como a una amiga, sino más bien como algo más que eso –pronuncia Tulio
entrelazándole la cintura. En ese preciso momento se sonrojó ella a pesar que
no se le veía del todo porque la noche era opaca por la poca luz de un
bombillo que era toda la luminaria que poseía la sala. El empezó a darle un
beso por sus mejillas ya, mientras le susurraba al oído –diciéndole tranquila, y
le acariciaba su mentón femenil rosándole con las yemas de sus dedos, y
prosiguió; gracias a Dios que por fin vamos a ganar con nuestro líder y
seremos parte de un nuevo cambio en la nación. Cambio el que ya estoy
teniendo yo responde ella ensimismada. Claro Margarita –contesta él,
poniéndose ya al frente de ella de pie y resoluto dándole un beso. Que incluso
ella llegó pensar que estaba empezando a llegar a la luna, algo jamás sentido
por ella, sentir unos labios húmedos con sabor a aguardiente fue para ella una
sensación indescriptible a pesar que ya tenía más de la veintena de años. Ya
ella rompió el hielo consigo misma y dice: me puedes dar otro beso, que me
gusta cómo me embriagas con su destile. Más ansioso que el primer beso para
Tulio fue el momento oportuno dejando entrar el ardor de la pasión que le
calcinaba hasta sus propias entrañas besándola como jamás lo había hecho que
hasta juraríamos que el maldito diablo estaría en el pandemónium celebrando;
por ver la primera vez que Margarita empezaba a probar las delicias del amor
en su espíritu virginal sin contraer nupcias. A estas alturas ya no había nada
que hacer empezaron por irse quitando prendas de su cuerpo como que, si la
ropa les quemaba, el instinto por estar solo en cueros para luego tirar durante
el resto de la noche.

VIII

En la casa de la Palma, Eva seguía contando los días de la llegada del


encargo, para la celebración de su adorable hija que hasta llegó a dudar del
amigo de Matallana, vivía de ambulando sin sosiego por la casa de un lado
para otro que pensó si pudiera tener contacto con un médium para que le
dieran una noticia haría penitencia de pasar siete días a solo pan y agua. Su
afán de querer ver la encomienda la hizo perder su juicio que incluso se la
pasaba todo el día dándole cantaleta a la fregona de Amparo, diciéndole que
usted no sirve para nada y aun no aprende y lo otro y aquello, que hasta en una
ocasión Juan de Dios intervino a favor de la criada, y esto le hizo ganar
tremenda afrenta diciendo ella–, que tal vez ya estaba enamorado de ella o lo
peor de todo en mozado. Que hasta Titimbo creyó que el patrón se quería
levantar a su princesa, que era lo que él pensaba; su prometida de pensamiento
porque sabes Dios si de verdad ella pensara lo mismo de él como su
prometido. Juan de Dios de ver tanta cantaleta pensó que Eva en
definitivamente está volviéndose loca, por esta tal parafernalia usted está
perdiendo la razón –le dijo con su voz serena después de haber venido de unos
de esos viajes con bloques maderables. Pero es que ya van tantos días, y aun
no llega su amigo con el encargo –dice ella en una ocasión en el comedor
mientras almorzaban. Juan de Dios trataba de calmarla diciéndole que por
amor a Dios tuviera paciencia que le hacía recordar que vivían en un sitio
bastante aislado de la capital, y le decía además que él tenía la certeza de que
el señor Luis Buitragos, era serio por lo que él veía. Hasta Nerón, por
agarrarse un buen pedo se llevó una injuria maldición por ella mandándole ala
miércoles de la rabia una mañana que ella había amanecido sin poder conciliar
su sueño mientras esperaba con pesar y lastima nuevamente la noche. Y
posteriormente a la noche siguiente–: que cayó rendida a su cama, sobre
cogiéndole un sueño agobiador que hasta logró levitar dentro de su propio
subconsciente. Por fin llegaron las cosas, ya era hora –dice ella, pensé que no
iban a traer lo que se necesitaba para la niña; y veía a un muchacho que ella
jamás había visto y menos tratado, pero se suponía que era el hijo del amigo
de Matallana, pensó ella. Pero eso no importa quién es, lo que importa es que
ya están aquí, para hacer lo que tanto ella añoraba para su adorable Elvirita
celebrarle como nunca jamás se volviera a celebrar una fiesta de quinceañera
en la casa de la Palma Africana, porque en eso si tenía ella razón era primera y
última vez que se celebraría unos quince, porque era su única hija mujer.
Como está de linda mi niña decía ella, mientras ayudaba a la muchacha a
ataviarla, poniéndole su media corona. Se sentía Eva, plenamente en su
resplandor de felicidad, al mirar a la niña como una verdadera doncella; solo
se limitaba ella a dar alabanzas diciendo: loable sea nuestro buen Dios, que
hizo posible esta gran celebración. Hasta que miró a la niña bailando el gran
vals con su papá que de un lado para otro se rozaban los movimientos sobre la
sala al sonio de la música que producía la pianola hasta que se despertó a eso
de la madrugada al lado de su hombre cayendo en la cuenta que había
prescindido un sueño nuevamente el que había acabado de tener. Se volteó de
lado ella dándole la espalda a él y enseguida cantó el gallo anunciando la
llegada de una nueva mañana para la familia.
Y así sucesivamente unos días de más pasaron con la misma monotonía en
la casa de la Palma Africana, todos en sus quehaceres de la casa por mantener
en buen orden todo porque a la hora menos pensada llegarían los en cargados
de la encomienda. A Elvirita cada día se le veía más el impulso por ser ya
mujer, ella ya había aprendido muchos consejos y a lo menos ponerlos en la
práctica por lo que le decía la señorita Inés en la escuela, que ella si era una
niña inteligente y no como esa manadas de burras que aún no aprendían la
lección les decía la señorita, refiriéndose a sus compañeras y le enseñaba
como arreglarse siempre su cabellera y por supuesto que mantenerse muy
limpia y que no olvidara los buenos modales de la escuela le inculcaba ella por
apreciación, y además le decía ella; ver hoy una niña muy inteligente empero
mañana veía a toda una mujer convertida ayudando al desarrollo de la nación.
En cambio, lo de Nachito podríamos decir que era un niño bastante inquiridor,
todo lo quería saber, todo lo quería tocar, que haciendo memoria se ganó un
rapapolvo por su mamá por estar metiendo el dedo donde no debiera hacerlo–.
De todos modos, él era el hombrecillo de la casa y muy listo para cualquier
misión que le encomendara desde proteger a su hermana en el transcurso del
camino a la escuela que se iban montados en el caballo, que el dominaba con
su ímpetu fuerza de chaval que, hasta su hermana, que era más mayor que él le
quedaba grande dominar el caballo y él lo hacía con semejante brío al igual
que su papá. Sin tener ni el más mínimo miedo a la bestia. Eva seguía
contando los días, pegada de un almanaque Bristol, de la época que le ayudaba
a ubicar los días que pasaban para la llegada del gran día de su adorable hijita.
Entre tanto Juan de Dios seguía con Macario cuidando de los machos para
volver nuevamente a internarse al aserradero y traer nuevamente una tanda de
bloques pensaba antes de que llegaran los de la capital para el mismo
atenderlos y a lo menos evitar los desagravios de Eva, por lo de la demora que
no hacía más que rezongar impaciente. Una mañana amaneció Nachito
descompuesto por una tos que no le dejó pegar el ojo en toda la noche y seguía
en su agonía tosiendo que Eva le dijo a su hermana que le pidiera excusas a la
señorita Inés por la ausencia de él. ¿Y ahora qué será? Se preguntaba Eva al
mirar al pobre nachito que casi se toteaba de la tos, que hasta cambiaba de
color y se revolcaba en el piso como si se estuviera muriendo y lo peor de todo
era que Juan de Dios, ya había partido y ella no sabía qué hacer con él, hasta
que le vino una idea de darle una poción de flores de Sauco para ver si así se le
pasaba y lo hizo con gran esmero, pero nada que le servía que hasta
sollozando nachito se resistía a beber más pociones. Así sucesivamente
pasaron dos días en los cuales nachito en ver de mejorar empeoraba por más
que le dieran a beber sus pociones–. Hasta que por fin Amparo lo detalló y por
obra divina de la providencia en medio de su ignorancia cayó en la cuenta y
dijo: es tosferina, sí es tosferina –replicó ella, lo que nachito tiene es la peste
de la tosferina. Eso no puede ser querrás decir enfermedad protestó ella y
continuó, pero peste no corrigió Eva, pues para ella era inaudito que su hijo
tuviera alguna peste cuando él había nacido en un ambiente sano en medio de
la pobreza pero sano –pensó ella. ¿Y porque cree que sea tosferina? Pregunta
ella preocupada por la suerte que podría correr nachito. Si, doña Eva es que
ahora que lo recuerdo yo tuve un hermano que sufrió también de lo mismo que
le pasa a nachito y mi mamá dijo que era esa enfermedad como usted la llama
porque ella decía que era la peste. Y para curarla se debe de dar al niño leche
de yegua negra–; nachito alcanzó a escuchar leche de yegua negra y en medio
de su ataque de tos sollozando pataleteaba negando que no tomaba leche de
yegua negra. Mientras que su hermana casi se destornilla de la risa, pero no lo
hizo por clemencia de mirarlo ahí postrado–, al mirar a nachito que iba a tener
que tomar leche de yegua negra, de algo que ella se escapó por su edad por
fortuna, porque la tosferina casi siempre le da es a los niños bien menores
mientras que ella ya nadaba en la pubertad. Nadie le va a dar leche de yegua
negra –dice Eva tranquilizándolo, pero por favor hijito tómese otra poción de
flor de sauco para que mejore. Y él aceptó beber algo más en contra de su
voluntad pensando que así no bebería lo que había escuchado. Dejándole un
poco más calmado sobre su pequeña cama se salieron todas ellas para seguirle
los pasos al consejo de Amparito. Porque no tuviste más cuidado al decir que
se debía de dar de esa leche sin que él la escuchara, perdóname señora, pero
fue que metí la pata –respondió ella. Y usted señorita no faltaba más que por
casi se burla del niño, clavándole la mirada un poco ella alterada por la salud
de nachito, pues era algo nuevo para ellos y al igual para nachito. Bueno y
donde encontrar la leche de la yegua negra –dice Eva y prosiguió vaya haber
Amparo si donde Matallana tiene una yegua negra porque hasta donde yo se
tiene un caballo. Si señora yo voy –dice ella de inmediato. Yo también voy
con ella contestó Elvirita uniéndose a la causa–. No señora usted no va por allá
–responde Eva con un ademán de mano negativo. Y Amparo se marchó a eso
de casi medio día en busca de la medicina que por milagro divino encontrara
donde Matallana la solución a la enfermedad de nachito.
Jorge Ignacio, seguía con una zozobra en su cama que el ánimo ya se le
iba, por los ataques de tos que le invadían que pareciera por ratos ahogarse en
su misma ansiedad que le producía la enfermedad. Eva entrada en compañía
de su hermana en desesperación rápido a mirarle ahí como tosía sin sosiego
alguno; diciéndole que tranquilo que ya fueron a traerle la medicina para
mejorar dándole voces de ánimo junto con Elvirita que ya estaba un poco
azarada ella de mirarlo y ellas sin poder hacer nada en ese momento de más.
Solo le quedaba una cosa por hacer a Eva, prenderle un despabilo de vela a la
estatuilla de la virgen Santísima para que le guardara y recuperara la salud de
su hijo, y clamaba por un milagro para que Amparo trajera la leche para
dársela a beber y Dios quisiera que esa fuera la solución a la enfermedad.
Elvirita también elevó sus plegarias rogativas por la salud de su hermano, a
pesar que él le dañaba sus cosas más en especial sus muñecas dejándoselas
tuertas, pero eso no importaba ahora el pasado sino más bien la salud de su
pequeño hermano. Por Dios Juan, tenía que haberse ido ahora para el
aserradero se lamentaba ella al lado de Elvirita que no se le despegaba de su
lado, mirando en que ella podía servir. Mamá será que Amparo ¿sí trae la
leche? Preguntaba ella en voz queda para que él no les fuera a tomar por
afrenta su pregunta. Claro hija que si confiamos en Dios ella trae la
encomienda –dijo ella mirándola con piedad. Ay, mamá–, y mire el que estaba
tan entusiasmado por mi fiesta, será que va a estar mejor o mejor dicho va a
mejorar mamá –decía Elvirita con conmiseración. Por supuesto que él va a
estar bien –responde ella entrando sobre ella un sentimiento interno en la cual
solo su espíritu sentía el dolor de una buena madre al mirar a su hijo ahí tirado
sobre una cama sin poder hacer gran cosa por levantarle ese animó vigoroso
que el poseía, pero que no perdería la fe en Dios ni la esperanza. Ella con su
corazonada salía cada rato a ver si la criada ya estuviera de regreso, pero nada
que ni siquiera su sombra de fantasma se le viniera venir en cuando fuera. ¡Oh,
Padre mío! Lléname de valor se lo pido –lanzó ella esta prorrogativa. Que pasa
mamá pregunta Elvirita por un instante que estuvo ella a su lado nuevamente
después de haberle echado un ojo a nachito. Ella se sobre salto porque creía
que a lo mejor la hubiera sorprendido su hija flaqueando en su confianza
cuando le decía ella que tuviera fe y confianza que todo iba a mejorar, no hija
yo que estoy orando –fue lo que primero que se le vino a ella en mente.
Aunque la verdad empezaba ella a sentirse mal consigo misma por su
impertinencia que ella misma en su interior se acusaba de no poder hacer nada.
Nachito seguía hecho un martirio por la tosferina que hasta su hermana se
había convertido en su nodriza ayudándole a echar aire con un abanico que
Amparito había aprendido a hacer con las plumas de la cola de los piscos,
cuando pa, fin de año se degollaban uno. Hasta que, por fin a eso del véspero,
vieron la faz de Amparo en el umbral de la puerta cuando quizás hubieran
perdido un poco la esperanza por la incertidumbre que se mantenía viva si
hubiera encontrado la leche, pero lo peor de todo era que no debiera de ser
cualquier yegua debiera de ser negra. Por fin que llegaste fue la primera
expresión de Eva que pegó un solo salto de la emoción al mirar una pequeña
vasija en sus manos. Como sigue nachito –pregunta Amparo entregándole la
vasija, gracias a Dios que donde Matallana encontré la yegua y con cría a
demás. Matallana dice que le dé un buen vaso, así como la traigo que está bien
tibia, me vine al trote por no decir que saltando para llegar a tiempo con la
temperatura que se requiere. Vaya usted señora y no le deje ver la leche y
oblíguele a que se la tomé toda dígale que es un preparativo, que le conseguí
donde el viejo Matallana. Eva con su hija solo le bastó salir a zancadas hacia
la cocina para llevársela servida en un pocillo esmaltado un poco con
herrumbre de los golpes que le daba la fregona. Y hasta Elvirita le entró en
ganas querer probar la leche de yegua, que su mamá se lo quiso impedir, pero
fue tanta su impertinencia que Eva para quitarle sus ganas le dio a probar una
cucharada que por poco se vomita sobre el vaso de nachito diciendo: ¡guácala
es horrible sabe a salubre!
–Ve hija es para que no ande de metóna –respondió Eva y prosiguió –y
cuidadito con abrir su bocóta delante del niño, es mas no debes de ir a la pieza.
Quedando ella desilusionada por mirar a nachito saborear la leche que le
salvaría la vida. Eva salió a paso sigiloso, hacia la pieza de nachito con el
pocillo de la medicina. Entre tanto el pobre nachito estaba con un ataque de
tos que por ratos se le iba la respiración dejando entrever un hilo de saliva que
descolgaba de su boca, sin poder contenerse a dicha tos que hacía que estallara
en berridos desesperados. Mira nachito aquí le mandó el señor Matellana una
medicina efectiva para la tos que tiene –dice ella y continuó–, tómese todo el
pocillado mijito.
–No, yo no me tomo esa leche, no yo no me tomo esa leche de yegua negra
–dijo él mientras sollozaba. No nachito no es nada de eso mi rey, y para que
vea que no es la leche yo me tomo un trago –repuso ella. Ya a estas alturas
nachito tenía título de rey, su madre buscaba la forma de persuadirlo y hasta
estuvo a punto de vomitarse en la cara de su propio rey, sin poder contener ese
sabor a salubre que tragó ella. Y es delicioso no es leche, fingía ella. Ya
nachito con título de noble dentro de la corte de la casa de la Palma Africana,
más el catar de su madre para prevenir un posible envenenamiento de su rey,
que le costó caro el tomarse ese sorbo no podía resistirse él a la toma de la
medicina. Hasta que por fin de tantos encantamientos que ella se inventaba
diciéndole que tenía que mejorarse para poder estar bien para el primer baile,
que ella le recordaba que él había dicho que sería el primero en bailar con su
hermana, y muchas más promesas le decía Eva con tal de que se tomara la
medicina, hasta que se tomó sorongo sorongo todo ese pocillado con
intervalos nauseabundo. Ya había pasado lo difícil que se tomara la leche
ahora tenía que esperar que obrara la leche si Dios era mediante –pensó ella,
dejándole ahí bien abrigado con una cobija de lana. Por lo tanto, Elvirita
estaba en la cocina con Amparo chismorreando todo ese cuento de la leche–, y
ella hacía preguntas dudables si era verdad que esa leche asquerosa servía o
era solo cuentos, Amparo le decía que no eran cuentos que así habían salvado
a su hermano que tenía escasamente unos ocho o quizás nueve años, que se
había curado; pero que desafortunadamente cuando iba a cumplir los doce
años de Jesús se lo llevó una mordedura de Talla Equis–. Que contra ese
veneno mortal no habían podido hacer nada –dijo ella mientras se le
sonrojaron los ojos, por el grato recuerdo que su espíritu le impregnaba su
hermano.
–Lo siento –dice Elvirita, teniendo por evidencia lo que había escuchado y
la probabilidad de que nachito iba a sobrevivir. Cuando entró Eva con el
pocillo vacío a la cocina. ¡Mamá! –exclamó Elvirita llena de asombro al mirar
que se la había hecho beber. Tenga fe patrona que la leche le va a servir –dice
Amparo en voz baja. Sí; mamá –reafirmó Elvirita–, ella me contó que su
hermano estuvo a punto de… interrumpió Eva bueno adormir ya, vámonos a
dormir que hoy hemos tenido un día muy largo y gracias a usted Amparo por
el favor. –No hay de qué –contesta ella. Y todas ellas se fueron a acostar
rendidas a sus camas, quedando solo Nerón por fuera de la casa como
centinela cuidando de las tres mujeres incluyendo el nuevo rey.
En el aserradero Juan de Dios, se encontraba debajo de una choza
construida con sus propias manos reposando una larga jornada de trabajo en la
cual tuvo una corazonada una noche en las que estaba ausente de la familia por
motivos en contra a su voluntad, porque ya tenía un compromiso de entrega de
unos bloques. Le vinieron las ganas de salir corriendo de regreso a la casa de
la Palma Africana, pues pensaba que algo estuviera pasando y además sin
tener noticias de la encomienda para la celebración de Elvirita. Fue tanto su
obsesión que con tenaz persistencia le asaltó la mente, que tomó la decisión de
hacer el regreso a mediados de semana así fuera con la mitad del compromiso,
eso sí; él se consideraba un hombre de palabra para los negocios como le había
repetido con empeño muchas veces su papá, a pesar que él no compartió
mucho tiempo con él porque tomó la decisión de irse de la casa a muy
temprana edad ya que había quedado huérfano de madre. Siempre le
acompañaba a él este tipo de presagios y eso que el demostraba ser un hombre
pasivo con gallardía desde la muerte de su madre que en paz descanse pensaba
él.
–Dio orden al indio Macario Titimbo, que el debiera de quedarse el resto
de semana al mando de los trabajadores para sacar el resto de bloques y
regresarse con la carga con el resto de mulares que quedaban a la espera.
Titimbo como buen indio tosco, pero trabajador como negro–; obedeció la
orden sin dar muestra de incompetente porque eso si tenía verraquera para el
trabajo, aunque a Juan de Dios, poco le gustaba dejar a cargo los mulares solo
a Macario. Se consideraba muy celoso Juan de Dios, con sus mulares, solo él
les conocía sus patéticas mañas y manías a las mulas–. Porque él tenía razón
las mulas son muy guapas para los trabajos pesados, pero cuando una mula
amanece con los mil dianches, es un peligro el manejo de una bestia
endemoniada aquella pensó Macario, en una ocasión que le pidió que le dejara
a él solo el trabajo de arrear las mulas, dándole un no; tajante Juan de Dios.
Al día siguiente sin hacerse esperar más Juan de Dios, a la luz sonrosada
que preside inmediatamente a la salida del sol, estaba aperando a las mulas
que iban a salir con él de regreso a la casa de la Palma Africana. Y así
aconteció el hecho, después de unas horas más entradas en la que se hacía
patente la luz del día y ya iba rumbo con su enjambre arreándolas ¡Ñu…ñu…
ñu…! ¡Upa! ¡Ñu…ñu…ñu…! ¡Upa! Y las nobles mulas iban una tras otras al
sonido gutural de su mayoral.
*
En el transcurso de la semana en la casa de la Palma Africana, ya había
mejorado nachito, empezando por esa misma noche en la que tomó la
medicina ya antes mencionada, aunque varias veces estuvo el tomando la
misma medicina en los días seguidos y olvidaba decir que de tanto venir y
vaya a donde el viejo Matallana una nueva fórmula nació de parte de él; para
la peste como la llamaba Amparito, era recoger mierda de vaca la primera
salida fresca, y tomar luego con una cucharada el clarito de la emplasta de la
misma materia –le dijo que así hiciera–. Y le dieron a beber mezclada junto a
leche solo que en esta vez de vaca sin importar su color; mas cuyo color de la
nueva medicina era verdoso, y hacían miles de artimañas con tal de ganar
confianza en nachito y la bebiera. Aunque en una ocasión nachito le expelió
impetuosamente sobre la cara a Amparito con su nueva pócima, ya que ella
había querido ayudarle en esta ocasión de mirar a su patrona cansada y
fatigada de tanto luchar con él.
–A eso, de esa misma tarde quien le miró venir fue Elvirita que salía a
recoger una ropa sobre el cerco. Salió corriendo ella devuelta a la casa con las
manos vacías de la misma felicidad y emoción de mirar a Juan de Dios.
–Mamá, ahí viene llegando mi papá –dijo ella con voz alta, que hasta el
convaleciente que aún seguía en reposo sobre su cama salió en zancadas por
verle llegar a su papá, porque la verdad era que nachito era muy apegado a su
padre por cuestiones de pequeñas misiones que Juan de Dios le encomendaba
e incluso le había pedido que le dejara ir ayudar a arrear las mulas en una
ocasión. Nachito por favor no se salga que aún no estás mejorado aun le puede
volver la peste –dice Amparito que le miró pasar por la antesala. Que ni Dios
la oiga –respondió Eva quien acababa de escuchar.
–Empezaban a ir llegando ya las mulas con su tremenda carga de bloques,
al patio de la casa para que las descargaran y Juan de Dios alzó su mirada y
miró a su hijo cari pasado, con su cabello desordenado que por un instante
pensó que no era su hijo.
–Papá, ¿cómo le fue? Pregunta él con voz frágil desde el zaguán, mientras
miraba a su papá con esos brazos de Hércules, bajar los bloques de las bestias.
Bien hijo porque volví –contesta él mientras se herniaba bajando la carga. ¡Mi
rey! Por favor entrase que le hace daño la brisa –le dijo Eva. Si hijo hágale
caso a su mamá –instigándole Juan de Dios, pero en ¿qué momento lo
convirtieron en rey? Pensó él. Y mientras se entraba el rey. Había vuelto la
seguridad para todas ellas, bueno digo ellas porque en si eran tres las que se
habían convertido en la seguridad del único hombrecito por lo de su
enfermedad. Amparo salió con un portado lleno de agua panela con limón, que
era la bebida favorita de Juan de Dios, para que se refrescara un poco, porque
la jornada había sido todo el día de trayectoria lentamente con las mulas hasta
que habían llegado al destino final. Entre unas horas después de haberles dado
a las mulas el forraje pertinente y dar un poco de agua sobre la canoa se
dispuso a descansar.
Hasta Nerón que andaba perreando llegó contento de haber olfateado la
llegada de su amo y con un meneo de cola sobre las corvas de Juan de Dios se
hizo sentir. Por su parte Elvirita ya había hecho lo de costumbre pasarle las
arrastraderas y poner las cotizas en su debido puesto. En la hora de la cena él
empezó a preguntarles por las cosas de la casa y sobre todo por nachito que le
veía de color pálido y un estado de ánimo no del mejor decía él. Si, supiera por
las que hemos pasado –contestaba ella. Dejando en suspenso a Juan de Dios.
De igual modo Eva, le preguntaba que se sentía extrañada de su presencia
tomándolas por impróvidas porque sabía de su llegada a fin de semana, pero
que de todos modos enhorabuena había llegado –dijo ella. Mientras ellos
seguían comiéndose un plato de frijoles, que era el plato preferido para Juan
de Dios, empezaron a contarle todo con sus pormenores detalles de lo
sucedido sobre nachito al día siguiente en que él partió con Macario, que
incluso la negra amparo no se resistió sin hacer parte de la conversación, pues
ya había tomado confianza con Eva y que gracias a ella nachito sobrevivió por
detectar la peste casi que a tiempo, y por cada llegada al comedor de traídas de
platos le hacía preguntas sobre el indio. Él le decía que había quedado bien en
pocas palabras y así ella cesó su curiosidad. Juan de Dios quedó absorto al
escuchar todo sobre su pequeño hombrecillo, pues no estaba mal ese presagio
que había tenido y desde luego les contó esa premonición que había tenido el
día anterior y eso lo había hecho llegar como de improviso.
–Pero gracias a Dios todo va mejorando; ya nachito se le ve mejor –dijo
Eva, mientras ponía el pocillo de la sobremesa. Gloria a Dios –dice él
terminando por comer–. Y otra cosa –prosiguió él–, me tenía preocupado si ya
habían llegado los de la capital con la encomienda. No la verdad –yo no he
tenido cabeza para eso –responde ella poniéndose en pie, con ganas de irse a
mirar a su adorable rey. Y así cada uno fue buscando su refugio nocturno para
ir a dormir, pero con él alma viva de alegría por la mejoría del enfermo.
Durante largas horas de la noche Nerón solo hacia aullar, en contesta a otro
perro que aullaba, que hasta Amparo se puso molesta de no poder pegar el ojo
a tempranas horas de la noche y pensó levantarse para darle una reprimenda al
animal; ¿pero levantarse a esas horas de la noche sola? Se interrogó
interiormente y le invadió un frio gélido por sus pies el solo hecho de pensar
en semejante cosa de salir, cuando solo a esas horas de la noche rondan los
espíritus demoniacos como en una ocasión su mama se lo había hecho saber;
que la noche era la hora perfecta para que reinaran las tinieblas y los espíritus
salieran a darse un paseíto sobre la tierra; mientras ella meditaba o mejor
dicho recordaba todo esto Nerón dejó de abrir la geta con sus aullidos y ya ella
empezaba a dormitarse poco a poco hasta que quedó fundida.

IX

Se sobre saltó Juan de Dios a eso de las cinco de la mañana, cuando cantó
el gallo, pues durante toda la madrugada desde que empezó a cantar el animal
él no le había escuchado, tal vez por haber llegado molido esa tarde anterior
pensó y de inmediato se levantó a la par de la alborada. Fue hacia el lavabo en
busca y dio un trastabillón en su jarrete siniestro con una butaca que habían
dejado y solo a la luz de los orificios que penetraban por las aberturas de la
puerta no pudo verla. Esto le hizo el sonambulismo huir de él y poner más en
orden sus sentidos que de inmediato fue a la pieza a mirar a su hijo nachito.
Sigilosamente abrió la puerta y le miró a la cara un poco más ya con la luz
matinal que se hacía patente, el angelito solo dio un movimiento de lado
contrario dándole la espalda, pero para él fue una satisfacción ver que nachito
mejoraba como su mujer misma se lo había hecho saber.
A eso de las seis de la mañana ya había prendido candela en el fogón de
leña ahorrándole a Amparo la tarea de prenderlo y la olleta del tinto también
estaba sobre el mismo hirviendo.
Ya las gallinas cacareaban con su padrón al lado fuera sobre el patio
pidiendo a Elvirita las tasadas de maíz que ella les proporcionaba antes de irse
para la escuela. Y Amparo ya estaba ataviada con su delantal al lado del
molino haciendo movimientos de sus protuberantes caderas cuando giraba el
mango del molino moliendo el maíz para las arepas. Porque otra cosa que
debo hacerles saber es que día de por medio era el desayuno con caldo y
arepas; porque algo que le gustaba a don Juan de Dios era trabajar duro como
negro; y comer bien en medio de su pobreza como el mismo le llamaba,
aunque los oligarcas se comieran los mejores manjares de la nación a costilla
del pueblo –dijo Juan de Dios en una ocasión que Eva respingó por la adición
que él tenía a la arepa. Nachito estaba junto a ellos en el comedor esa mañana
con un ánimo muy bueno que se comió todo y hasta preguntaba por las cosas
del aserradero y también preguntó por Titimbo quien había ganado la buena
honra ahí en la casa.
–Este bendito perro casi no me deja dormir –dijo Amparo, mientras pasaba
los platos al comedor. En cambio, yo no lo sentí –contestó Juan de Dios. Usted
durmió como un muerto seria –respondió toscamente ella y continuó debió de
ser por el cansancio. Tal vez tenga razón Amparo –dice Eva, porque yo
también sentí a Nerón un rato. Yo no lo sentí tampoco papá –dice Jorge
Ignacio, mientras se llevaba media arepa a la boca. Le quedaron muy buenas
las arepas Amparo –dice Juan de Dios. Eva al escucharlo le miró por el rabillo
del ojo como adulaba a la fregona entrada en celos y pensó tal vez es que a mí
no me quedan buenas las arepas. Es que a mí todo me queda bien señor –
responde ella mientras llegaba con una sobremesa para Elvirita quien en el
desayuno solo se limitó a escuchar sin decir palabra alguna.
Cuando acabaron de desayunar todos se limitaron a hacer sus quehaceres,
Elvirita a ir a la escuela menos nachito que aún seguía en sus cuidados de su
madre, que ella consideraba todavía no prudente de mandarlo a la escuela
hasta que le pasara bien la tosferina. Juan de Dios se puso como mosca en el
cuidado de sus mulares ya que quien lo hacía en esta vez no pudo estar,
haciendo su labor. Y Amparo seguía con todo lo pertinente a los oficios de la
casa, arreglándola en compañía de Eva quien le ordenaba, porque ya Eva se
sentía cansada de las piernas quizás las venas varices le empezaban a hacer
culebrillas y debido a sus golpes años atrás en sus piernas, que pensó que
debía de ser por eso. Y claro que Amparo como buena india, que no le daba ni
un solo síntoma a excepción de las visitas periódicas de su vampiro que la
conturbaba un poco, pero de ahí no pasaba–: a lo contrario de su patrona de
dolor de cabeza que cada mañana amanecía envuelta con un trapo; ella era
todo lo contrario como un roble para todas las tereas que le impartía Eva.
Casi que a las diez de la mañana nachito se salió a darse la resolana un
poco, que había perdido el contacto con la naturaleza debido a su enfermedad
y quiso apearse una guanábana, que había sembrado Eva porque ella para la
siembra de las plantas y árboles frutales poseía una mano mágica las
cualidades que no tenía Juan de Dios, que en una ocasión ella le pidió que
sembrara una semilla de naranjo en la cual nunca creció. Nachito estaba con
un garabato halando una pequeña guanábana para comer cuando divisó a
cierta distancia que se aproximaba algo, pero aun no entendía que era, era algo
extraño para él, que incluso dejó tirada su empresa que tenía en ese momento
–. Que de inmediato corrió en zancadas con ímpetu enérgico hacia la pesebrera
donde se encontraba Juan de Dios. –Papá, papá alguien viene llegando –dice
nachito puesto a su lado. ¿Qué es nachito? –responde el mientras se
desdoblaba de la canoa en la cual picaba unas cañas. Vamos a mirar que es –
repuso Juan de Dios llevándole la idea.
Mientras ellos seguían buscando con la vista el ruido se hacía más sonoro y
el carro iba llegando por la trocha que días anteriores se había puesto manos a
la obra con Macario de tratar de hacer del camino de herradura una trocha más
amplia pensando en la llegada de la posible encomienda. Por Dios, nachito han
sabido llegar –dice él. Ya estaba Eva también mirando el pequeño carro
llegando al patio de la casa, era un asombro para ellos ver por primera vez
llegar una mula mecánica. Todos estaban ahí parados menos la flor de la
primavera–, mirando con sus propios ojos el espectáculo del sonido, aunque
Juan de Dios, ya había montado en el Jeep de su amigo.
Ya habían apagado el carro. Cuando puso un pie un joven de contextura
delgada y más bien alto, de tez blanca y ojos de color miel.
–¡Buenos días! –dice Matalla, quien era el segundo de bajarse del cacharro.
Juan de Dios de igual forma le respondió dándose un abrazo acompañado de
un apretón de manos. Por fin llegamos amigo Juan de Dios, con la encomienda
–dice él. Pensé que no viniera –responde Juan de Dios. No señor yo soy un
hombre de guevas y de palabra –responde Matallana soltando una recia
carcajada–: sin pulimiento en su hablar y sin importar que ahí tuviera al frente
a dos damas. Aquí vine con el favor que me pidió –replica él. Y aquí les
presento a dos amigos, ellos son el joven Tulio Buitrago hijo de Buitrago y él
es el italiano Emilio Casella, quien es amigo de él. Se hicieron las
presentaciones como se debía y desde luego que Juan de Dios presentó a su
familia. Cuando Eva escuchó la palabra italiano casi se desmaya de pensar qué
demonios hacia ese italiano ahí en esta casa mal arreglada cuando ella había
escuchado hablar que los italianos eran personas muy cultas y sobre todo les
gustaba comer muy bien acompañados de vino como príncipes y ahí solo le
podrían ofrecer auras pena agua panela de sobremesa. ¿Y dónde está la futura
quinceañera? –pregunta Matallana. Mi hermana está en la escuela –dice
nachito y continuó– vendrá más tarde. Parece que si le sirvió la leche de mi
yegua negra a nachito –dice Matallana y añadió–, también le mandé a decir a
su mamá que le diera mierda de vaca con leche. Y soltó nuevamente Matallana
una carcajada dejando ver sus pocos dientes de color cetrino. Quedando
nachito desconcertado y apenado y con un asco profundo al saber de
semejante porquería, que le habían dado también. Tranquilo nachito no se
apene que a mí me tocó beber unas cuantas pociones que me dieron cuando
tenía más o menos la edad suya –dijo él remediando la afrenta sobre nachito.
Después de este parloteo Juan de Dios en compañía de Eva los hizo seguir y
desde luego que dio orden a Amparo para que les hiciera una limonada, para
darle a la visita. Después de un corto descanso bajaron todas las cosas
empezando por la pianola que Eva quedó admirada al mirar entrar el aparato
musical con el cual su hija daría sus primeros pasos de vals. Y así
sucesivamente fueron entrando demás cosas. Después de hacer rendir el
almuerzo con unas cuantas tasadas de agua para el caldo en la que si tenía esa
habilidad Amparo por la costumbre que a veces llegaban peones del
aserradero imprevistamente. Les hicieron pasar al convite y los dos
muchachos muy entusiasmados no se hicieron rogar a la tentativa de comer
porque en realidad la solitaria los tenía en aprietos. Por otra parte, Amparo fue
muy recursiva y generosa con los jóvenes, ofreciéndoles hasta repetir
sustancia de costilla de marrano. Y ellos pues hacían años que no probaban
comida cocinada en fogón de leña y sobre todo al italiano le resultó de gusto la
sazón de la india que se sintió como en casa que rompió la regla de comer con
utensilios y agarró su costilla con sus dedos lánguidos y blancos.
–En el transcurso de la tarde empezaron por desempacar y pasarle a Juan
de Dios, las pocas cosas, pero de gran importancia para ellos ahí en la
montaña. Hablaron de política, y quien más daba muestra e interés por los
cambios que se estaban por albergar en la nación gracias al gran caudillo del
pueblo; para mejorar la vida de los compatriotas del campesinado era Tulio.
Decía que por fin la oligarquía de los mismos se iba a venir a pique y nacería
una nueva esperanza, para las futuras generaciones como el niño que tenemos
aquí presente–. Nachito no se quitaba del lado de ellos, pues sentía una gran
alegría de verlos ahí en su casa, y cada rato le hacía preguntas en especial a
Emilio que le escuchaba un acento no común al oído de él. El italiano sacó una
armónica y se la enseñó dándole los primeros sonidos musicales. Nachito
quedó hipnotizado con su nuevo instrumento y se la pasaba de un lado para
otro con ella soplándola sin poder sonar, hasta que por fin de tanto Emilio
repetirle empezó a dar los primeros frutos.
–Matallana por su parte se despidió, dejando a los dos jóvenes, para que le
enseñaran a la célibe joven el vals, por su puesto la forma como debiera de
tocar la pianola hacia futuro.
Eva por su parte con Amparo se devenían sus sesos por arreglarles lo
mejor que podían para sus huéspedes, que hasta llegaron a pensar por pocas
piezas que habían, debieran de acomodarlos de la siguiente forma: al italiano
en la pieza de nachito y él se lo llevaban para la pieza de ellos y la pieza de
Amparo en común acuerdo la tomaron para Tulio y ella se mudaría para la
pieza de Elvirita por poco tiempo puso en evidencia Eva, mientras pasaba todo
este cuento de Elvirita porque a ciencia cierta ellos estaban era por la futura
mujer que se estaba a punto de convertir a escaso de un mes.
–Por fin llegó bien entrada la tarde Elvirita en su caballo a la casa; con
tremenda sorpresa que la saludaron los dos jóvenes diciéndole: buenas tardes
jovencita y ella les contestó de igual modo y fue pasando en busca de su
madre, aunque ella por su instinto comprendió que por fin habían llegado.
–Elvirita les quiero presentar a los dos jóvenes uno es italiano –dice Eva,
interrumpiendo ella ¿Cómo, mamá? –contesta Elvirita. Si hija él se llama
Emilio Cassella, y él es Tulio Bitrago quien lo trajo y nos dice que es muy
buen músico para que le enseñe algo de la pianola. Mucho gusto Elvirita –dice
Tulio dándole un apretón de mano suave y de igual forma el italiano pasándole
su mano lánguida suave. Aquí nos tiene para colaborarle en todo lo que sea
posible –dijo Casella mientras le quitaba los pedazos de cartón que protegía la
pianola.
Mañana comenzaremos a valsar –dijo Emilio mirándole a la cara a Elvirita.
Y ella se sonrojó al mirar al italiano que le miraba y le decía aquella palabra
que en verdad poco entendió ella. ¿Y que es valsar? –preguntó ella
ingenuamente. Lo que él quiere decir es bailar el vals –aclaró Tulio, dando un
rodeo de risas entre ellos. Y también me enseñará a tocar la pianola –dice ella.
Y por supuesto que le enseñaré la pianola –contesta Emilio. Pero bueno
mañana será otro día –repuso Tulio. Eva entró a la sala diciendo: Jóvenes la
pieza para cada uno de ustedes está ya lista –y prosiguió– ahora después de la
cena pueden pasar a descansar, que a lo mejor han tenido un largo viaje y
agotador día. Entre el crepuscular de esa tarde, Juan de Dios prendió la
petromal para dar luminaria sobre la sala amplia que al mismo tiempo serbia
de comedor y todos sentados comían y el italiano clavaba la mirada en
Amparo por cada vez que venía a traerles un plato de comida mientras veía
vapulear las caderas de la mulata; pues pensó que en su país no había mujeres
con esa gracia. Y así aconteció tal como Eva lo había predispuesto esa noche
después de la cena todos se fueron a sus respectivas piezas en la cual Eva se
las iba enseñando a cada uno de ellos.
Después de unos días pasados los dos jóvenes se volvieron muy allegados
a la familia López, que incluso se habían ganado la confianza en plenitud de
Elvirita, quien era la más recia en adquirir confianza en ellos en especial del
italiano. Todos buscaban la forma de hacer sentir bien a los dos, claro que Eva
le preocupaba más el bienestar por Emilio, quien sabía que era harina de otro
costal–, como se lo había hecho saber Eva a Juan de Dios, y éste le decía en
cambio que no se complicara por la atención del extranjero que de todos
modos era de carne y hueso mas no un dios. Esto Eva no le gusto esta actitud,
porque ella le recordaba que debían de hacer que el italiano se llevara una
buena imagen de ellos y además le ponía en tela de juego el motivo por el cual
ellos estuvieran ahí era por la niña. Y hablando de la niña ya la ha visto dar los
primeros pasos del vals –le preguntó Eva a Juan de Dios, una mañana que él se
disponía a salir a toda prisa para el aserradero que Macario aún no había
llegado y esto preocupó a Juan de Dios.
–No; la verdad no tengo tiempo para tales cosas –contestó él ya subido en
Pando y se marchó a ver qué había pasado. Entre tanto el italiano continuaba
dándole sus clases a Elvirita primero empezó a hacerle sonar la pianola con
sus notas y luego le seguía los pasos del vals. Porque por fortuna Tulio ya
había aprendido en la capital algo de la pianola gracias a la amistad que tenía
con Casella y éste tocaba para ellos que practicaban los pasos fundamentales
del vals. Para Elvirita le resultó fácil aprender, aunque debo de decir que al
comienzo se tornaba muy rígida a los movimientos del cuerpo que hacía con
destreza su parejo Emilio; y Eva por lo tanto hacia vigilar y vigilar todos los
movimientos de ellos ahí sentada sobre la silla mecedora de Juan de Dios. Ella
no se perdía ni un solo detalle, que hasta de tanto mirarles ya ella se había
aprendido los movimientos mentales–, y en una ocasión se quedó dormida en
la sala sola después que ellos terminaron. Y por otro lado la mulata se sentía a
gusto atendiendo a todos los favores que le pedía Emilio, que por favor
páseme un vaso de agua puro con unas cuantas gotas de limón, que si me
puedes hacer el favor de lavarme la camiseta después de entrenar, favor va
favor viene, pero para ella era todo un honor servir para él. En una ocasión que
entró Amparo a la pieza donde estaba alojado el italiano pensando que no
estaba en ese momento a llevarle la camiseta le miró desnudo como una rana,
que quedó ella fascinada, pues jamás sus ojos habían visto semejante cosa,
porque para ser sinceros ella solo estaba acostumbrada a mirar el indio
Titimbo y eso con pantalones jamás en bola. El italiano se quedó tan fresco en
su cultura, que no hizo ni el menor gesto por disculparse–, de inmediato ella
tiro la camiseta sobre la cama y salió de enseguida con pena. Por Dios, que
esto no le vaya a pasar a Elvirita –pensó y se santiguó como muy buena
santurrona, saliendo al trote para la cocina. Elvirita cada día se preparaba más
para su majestuoso cumpleaños, Eva le hizo medir un día los zapatos que le
quedaron como mandados a hacer para ella y el color fue de su agrado. El
vestido sí falló un poco –dijo Eva, pues el vestido le quedó nadando en la
cintura de Elvirita que gozaba de un talle de guitarra. Pero para Eva nada le
quedaba grande había aprendido a ser recursiva en medio de las dificultades
que vivían–, tranquila hija que el vestido se lo arreglaré con unos prenses
sobre la cintura a mano. La moza como buena hija no dio ningún pataleo ni
protestó por el vestido. –Si mamá usted sabe más que yo –fue lo único que
pronunció ella. Y, ahora miremos lo demás Elvirita –dice Eva, poniendo la
pequeña corona sobre la cabeza de ella. Es perfecta la corona –dice con una
sonrisa esbozada, ah falta otra cosa los guantes. Poniéndose los guantes con la
ayuda de Eva le llegaron hasta antecito de los codos. Parece una reina mi hija
–dijo Eva felizmente. Ya estaba Elvirita ataviada, aunque parecía la reinita de
las brujas con su cabellera enmarañada sin ningún peinado en especial y el
vestido ancho en la cintura haciendo sonar los pequeños taconcitos en el
entablado por cada paso que daba tambaleándose al mismo tiempo; porque la
verdad era primera vez que sentía ella dar pasos como en el aíre en el entorno
de la pieza.
–Él italiano se paseaba en compañía de Tulio por las inmediaciones de la
casa, y parloteaban de la experiencia que estaban teniendo ellos ahí, con ésta
digna familia humilde y por supuesto que era bien interesante hacer posible
que Elvirita disfrutara de sus quince. Que realmente esto demostraba mucho
amor por su hija –dijo Casella, y agregó diciendo: a pesar de sus
incomodidades buscaron la forma de hacer posible lo imposible en estos
campos. Admitiendo Tulio lo dicho por su amigo –responde él, que la vida es
así, pero que él quisiera buscarle una beca a la moza para que se vaya a la
capital a estudiar. Tienes un corazón muy generoso amigo Tulio –responde
Emilio, y vea a mí me trajo como el concertador y, voz haciendo todo esto a
cambio de nada. Vale la pena hacer por las demás cosas que le hagan sentir
bien a uno mismo, como lo está haciendo nuestro gran caudillo por la gente
campesina y trabajadora–; y más aún cuando se trata de amigos como es mi
viejo con Matallana –respondió Tulio con corazón sincero. Continuaron ellos
hablando y Emilio le contó todo lo acaecido la sorpresa que le dio la mulata
mientras él se cambiaba de ropa –soltando una carcajada Tulio y dijo quedaría
estupefacta de mirarle su trasero pálido y ella no está acostumbrada a tales
cosas. Ambos rieron nuevamente, pero –interrumpió Cassella diciendo: ojalá
me hubiera visto mi trasero lo que vio ella fue el fenómeno paranormal que
descolgaba –dieron tremenda carcajada por la gracia que lo decía Emilio y
agregó con esto le quiero decir que yo estaba in púribus. Por poco se
destornillaban en carcajadas los dos; porque de buen humor gozaba el italiano
y más aún cuando chistes efímeros y picantes salían de su cerebro.
Después de un largo rato de estar ellos por los alrededores de la casa se
regresaron nuevamente. Y ya tenía el italiano en buena gana de pegarle una
revolcada a la mulata pues pensaba que nunca había tenido la oportunidad de
foliarse una mulata de buen volumen en su especie desde que llegó a la
nación. Se ensimismaba él en su propio interior, ¿qué sería la experiencia entre
él y porque no la mulata? Para que se convirtiera su historia como había leído
años atrás antes de venirse de su Italia la obra Elegía de Madonna Fiammentta,
por Boccaccio. Solo que a diferencia aquí seria la Madonna mulata, era un
ensueño que le cavilaba en ese momento.
–En el transcurso de esos días después de la llegada del extranjero, la casa
de la Palma Africana, se volvió muy popular dentro de los vecinos de ese
sector pues se había regado el chisme de la presencia de un italiano donde los
López–, en especial las muchachas pues venían cada rato, a mirar el cuento de
la pianola pero más lo hacían por curiosidad por el italiano, quien se deleitaba
haciendo sonar la pianola y ellas quedaban rendidas al mirar al italiano todo
esbelto con su delicado movimiento de dedos lánguidos sobre el teclado del
instrumento. Él solo hacía clavar la mirada sobre una partitura que tenía frente
de él sobre la pianola. Y ellas por su parte ni pestañeaban de pelarle el ojo, que
hasta Eva pensó que su casa se iba a volver una de esas que había oído
mencionar donde que, se agrupaban solo mujeres de la vida fácil. Era
magistral como Emilio tocaba la pianola, para ellas. Que a pesar de ser hijas
de indias habían perdido la pena y se apretujaban una tras otra por saludarlo
con un beso sobre la mejilla–, cuando el daba por terminada la melodía. Y
ellas salían con sonrisas de oreja a oreja, de haber sido correspondidas por el
extranjero saltando como gacelas para sus ranchos.
Después de esto Emilio se sacaba una botella de vino, que se empaquetó y
servía dos copas dentro de la pieza de Emilio a puerta cerrada y los dos se
reían de mirar el ocio sobre las pobres muchachas por venir a mirarle como un
animalejo raro –decía Tulio mientras se llevaba un trago.
Los días continuaban con el mismo tesón para ellos dos, enseñándole a
Elvirita los pasos para su gran día que por cierto faltaba poco. Y su mamá
acechando muy pendiente de ella por si las moscas; pensaba que de pronto se
sobre pasara el italiano con esa cultura excéntrica que le caracterizaba a los
extranjeros. Que hasta en una ocasión que Juan de Dios pasaba por ahí y
después de haber visto más a su mujer que no le quitaba mirada alguna –le
dijo que dejara de ser mujer sin escrúpulos de estar viendo todos los
movimientos que le hacía y coqueteos, que eso era el ritual que hacía parte del
vals y continúo diciéndole: que hasta marica seria, era probable que no le
gustara las mujeres–; pues además con ese peinado cuca, que siempre poseía y
que le ponía por claro que siempre los artistas terminaban más por inclinarse
hacia el mundo mariposón. Ella después de haberle escuchado decir
consabidamente a su hombre estos argumentos entró en razón, pues se le quitó
el peso de encima por su conciencia.
Ya había aprendido Elvirita a dar los primeros pasos que incluso le salió
parejo en una de las tardes un galancito bien puesto en su punto, pues era su
hermano que quería ensayar con su hermana esos pasos que tanto él se daba
cuenta como se movían de un lado para otro. Y salió jalador el niño –dijo
Tulio que estaba cruzado de brazos ahí parado mirándoles. Aunque un pisón se
llevó ella, que ella le corrigió con buen modo y templanza.
En un día de los seguidos al día que miró el fenómeno paranormal la
mulata, tuvo más precaución en entrar a la pieza a llevarle una camiseta de
nuevo; golpeo la puerta con cuidado anunciándose que desde luego Emilio
estaba con un bañador semejante al pantalón bermudas y él le hizo un ademán
para que entrara. Ella por su parte entró con ese movimiento de caderas, que le
hizo despertar el demonio interior. –Mire aquí le traigo su camiseta –dice ella
sonrosada por el caso de la vez pasada.
Pero ni modo de verle el color, ya entenderán no…
–Él por su parte le dice que se la ponga ahí sobre una mesita y ella
nerviosa pasa por su lado con cuidado de no tocarlo–: pero él le manda un
apretón al culo donde solo ella pegó un salto como de potra cerrera sin decir
palabra alguna. Tranquila mujer –dice Emilio, pero fue que me despertó uno
de los demonios dejándola intrigada. –¡Caray! Responde ella nerviosa –y
continúo diciendo: si eso es un demonio como será los demás demonios
despiertos. La mulata no era del todo tonta y bruta comprendía en pocas
palabras lo que escuchaba. Tómese un trago de vino le ofreció él, y ella negó
recibirlo y fue tanto la insistencia que le hizo diciéndole que era vitamina para
el alma y cuantas otras cosas más le decía que incluso le dijo que no se diera el
lujo de despreciarlo porque nunca jamás iba a volver a tener un italiano al
frente de ella. En eso si tenía razón tal vez, pensó por un momento y
recapacitó, que ella al que tenía de costumbre era al indio al frente y hasta en
una vez recordó que la forcejaba, ¿también sería por impulso del demonio?
Por fin de tanto escucharle su parlar terminó aceptando y recibió la copa
temblorosamente, pero puso una condición preguntando primero que si tocar
la pianola es difícil y luego le dijo que le enseñara. –Soltando una leve risa
Emilio le –dijo que le enseñaría no solo tocar la pianola sino mucho más. Se
bebió su copa ella y salió zigzagueando sin decir ni siquiera gracias. Emilio
con su picardía que se llevaba por dentro detrás de su personalidad, disfrutaba
de la experiencia de haber distinguido a la negra Amparo haciéndole creer el
cuento de los demonios.
*
–Todos los días en la casa continuaba aglomerándose de célibes
muchachas buscando el lugar perfecto para gozar de la música que Cassella
deleitaba con las notas a sus seguidoras. Hasta en una ocasión le dijo a Tulio
que estaba pensando muy seriamente en hablar con los papases de las mozas
para él culturizarlas con la música ya que la Divina Providencia le había
otorgado ese don para la música; y que él les hacía un cobro muy mínimo que
más lo hacía por caridad que por las ganancias ya que la nación lo había
acogido muy bien y para la muestra de un botón–, ahí las tenía a todas
haciendo fila por verle y escuchar la pianola. Tulio por su parte le dijo que le
parecía bien, pero que se estaba apresurando con esa empresa, que debiera de
pensarlo más afondo porque él; que era un hombre de cultura y ahí estaban en
un lugar donde abundaba las necesidades, que él le recomendaría si de verdad
quisiera llevar a cabo dicha empresa debiera de hacerlo el año entrante si Dios
fuera mediante. El joven Cassella admitió la subgerencia que le hacía su
amigo más confidencial y repuso que sí, que tal vez el tuviera razón con el
apresuramiento. Ya el italiano llevaba aproximadamente un mes de ensayos
con Elvirita y ella había dado buenos dotes de aprendizaje cada día más–: esto
le daba la certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar, que las
jovencitas de ese poblado tenían un espíritu noble y fiable para él dar lo mejor
de él; el año entrante. En una ocasión Elvirita al terminar una de las clases le
preguntó a Emilio que significaba vals. Él desde luego le enseñó cuyo
significado –diciéndole que el vals era un baile, de origen alemán, que
ejecutan las parejas con movimientos de rotación y de traslación. En la cual se
acompaña con una música de ritmo ternario, cuyas frases constan
generalmente de dieciséis compases, en aire vivo. Como venían haciendo ellos
las prácticas y el sacó un pedazo de papel del bolsillo de su pantalón y
tomando un lápiz le escribió en lengua alemana de la siguiente forma: Walzer,
de walzen, dar vueltas y se lo pasó a ella quien le clavó los ojos sin poder
entender mucho. Pero con su duda despejada sobre el origen.
Eva cada día veía realizado el sueño de su adorable hija, y le preguntó a
Emilio que como veía a la niña, si sí había aprendido; él le dijo que diera
gracias a Dios de tener una hija muy juiciosa y aplicada.
–Entonces eso quiere decir que ella ya aprendió tan rápido –dice ella. Él le
hizo saber que tan rápido todo no, pero que lo básico de la pianola sí y con
respecto al vals solo faltaba que llegara ese día. Quedando Eva aliviada con
esa respuesta que le dio el extranjero que lo había mandado Dios como
mandado a hacer, para que su hija lograra lo que ella nunca había logrado
pensó. Hasta que por fin llegó la hora de ellos partir para la capital;
haciéndoselo saber a Juan de Dios, y le explicaron que tenían pendiente unos
asuntos y Emilio –le dijo que debiera de ir al correo para saber si le habían
enviado correspondencia desde Europa más exactamente de su país–, y Tulio
estaba pendiente de un evento magno que se tenía previsto, pero no sabía con
exactitud la fecha para un “pacto en la capital” que se iba a realizar. Ese era el
motivo de regresarse para la capital, pero con la promesa de que ellos a los
ocho días regresarían es decir para el diez de abril para estar listos para la
celebración del día dieciséis que cumplía ella las quince primaveras. Juan en
unanimidad con Eva y Elvirita, aceptaron que ellos se regresarían para la
capital que incluso el italiano dijo que él ponía unas botellas de vino para el
agasajo a su regreso y que lo hacía porque se sentía honrado de haber tenido el
honor de haber preparado a una niña que pronto se convertiría en toda una
mujer.
–Siendo así no al más que preguntar –contestó Eva con una sonrisa. Y Juan
dio orden a Macario quien ya había llegado a los quince días y no como
habían quedado con el patrón el fin de semana por un percance que tuvo. De
que cogiera dos bestias incluyendo a Pando y los aperara muy bien para que él
mismo ayudara a los dos jóvenes llegar hasta donde Matallana, que de ahí
salían para la capital en una mula mecánica. Y así efectivamente sucedió, ellos
se despidieron muy afectivamente con Juan de Dios, dándoles las gracias por
ser tan generosos con ellos y de igualmente se despidió Elvirita dándoles un
apretón de manos y nachito ya estaba totalmente curado que hasta el ejercicio
de soplar la armónica le ayudó a fortalecer sus pequeños pulmones y les dio un
apretón de manos a cada uno de ellos con nostalgia por el cariño que les había
tomado en especial al italiano de que se iban pero Emilio le decía a nachito
que tranquilo que el volvería y que le traería otro instrumento de aire.
Aceptando él la promesa del italiano con un ademán de cabeza positivo.
Cada uno se montó en su cabalgadura, aunque quien bregó más para subir
fue Cassella, quien por primera vez iba a montar una bestia advirtió él y casi
pasa derecho cuando descargó la otra pata sin poder meterla sobre el estribo;
en definitivamente tenía razón era muy torpe para montar un caballo –pensó
Macario quien se convertía en su edecán. Emprendieron la marcha triunfal de
regreso a la capital–. La que no salió o quizás se hizo la ocupada fue la mulata
a despedirse de ellos, solo salió cuando iban como a medio kilómetro de
distancia; ella sentía pena y vergüenza del italiano por los incidentes que
tuvieron entre ellos dos, aunque tenía la esperanza forzada de volverle a mirar
nuevamente dentro de unos días futuros.
–Ha sido mi mejor aventura la que he vivido a plenitud –dice Emilio al
lado, de Tulio, y tulio le miró con buen garbo. Fue una expedición en la que ha
marcado en mi vida –repuso Emilio. Su único edecán que iba detrás de ellos a
paso del caballo muy poco interés daba a su conversación pues el poco se dio
cuenta de ellos y supo. Solo se limitaba a guiarles el camino hasta donde el
patrón dio la orden. Por su parte Emilio iba pensativo, pero con un espíritu
alegre pues la verdad fue algo imprevisto que se hubiera follado el coito de la
morocha la noche antes, cuando él le pidió en el transcurso de la tarde que por
favor pasara a la pieza bien entrada la noche para el enseñarle algo nuevo y de
gran utilidad en su vida futura; y ella como buena servidora aceptó para
aprender algo nuevo como él se lo había dicho días anteriores.
Por lo tanto, en la casa de la Palma Africana, nachito no se desprendía del
lado de la moza quien practicaba tocando las notas básicas de la pianola; y él
intentando seguirle el ritmo con su armónica, que hasta se hartó Elvirita
diciéndole que la dejara concentrar para no olvidar lo mucho y poco que había
aprendido ya que había tenido muy poco tiempo para aprender al lado del
genio de la música. Nachito por su parte se quedaba mirándola con ojitos de
perro regañado sin protestar porque él le tenía respeto a su hermana por su
edad. De todos modos, él le hacía preguntas sobre esto como se llama y lo otro
u aquello, de la misma y ella le –decía que no le interrumpiera y porque no le
había hecho las preguntas a Emilio que ella no sabía, tonto –le dijo saliéndose
de los chiros ella. Más tonta es usted que no sabe para dónde va –le contestó
nachito en represalia, y él la dejó mientras se retiraba con su instrumento
haciéndolo sonar. Y sí; él tenía razón la pobre no sabía para donde iba con ese
instrumento ahí y solo como un mes de entrenamiento era poca cosa para el
sinfín de la cultura de la música pensó ella, ya aturdida de dar sonidos
descompuestos sin razón alguna de ser.
–Ya hija no ensaye más descanse –dijo Eva, mientras pasaba por la sala
mirando la concertista más desconcertada con ella misma.
–Admitiendo Elvirita el consejo de su madre se levantó de la butaca –y
dice: he quedado más confundida mamá ahora que él no está con las notas.
Tranquila Elvirita que Emilio va a volver y que mejor que le refuerce
nuevamente la práctica responde ella motivándola; pero sabes hija lo que
cuenta y vale en verdad es que él esté para arreglarlo todo y además usted
baile el vals antes jamás visto en este sector.
Juan de Dios, se deleitaba de ver y escuchar a nachito con su armónica
quien se ponía al lado de la canoa mientras el picaba unas cuantas cañas, para
las bestias y así ahorrarle a Titimbo el trabajito, porque Juan de Dios, era un
hombre muy considerado con sus servidores, nunca le gustaba abusar de ellos
y jamás pagarles injustamente y menos tratarlos mal era una persona culta a
pesar de que solo fue quizás dos años a la escuela. En una ocasión él mismo le
decía a Eva que así debieran de ser los oligarcas del país pagar bien a la clase
obrera como él era, y que por ningún motivo se debiera de oprimir al hermano
servidor o indio o quizás negro que les veían como esclavos los oligarcas de la
nación pero gracias a Dios eso va a ser abolido con nuestro gran líder el
caudillo de los pobres, la voz de los que no tenemos voz, por nuestra
ignorancia desafortunadamente admitía diciéndole a Eva, cuando en el
comedor se ponían a reflexionar y se debatían sobre las cosas y dificultades
que miraban en los vecinos que ya tenían–: en cuando fuera cuidándoles a los
terratenientes sus tierras.
–Que injusticia Eva –le decía rascándose él la cabeza y continuaba, se
puede usted mija imaginar que nosotros estuviéramos cuidándole a esos
desgraciados las tierras por un mísero pan. Por gracia de Dios nosotros
tenemos lo nuestro –le contestaba ella.
Y así, pasaba el tiempo previsto lentamente para Elvirita que le parecía que
no llegaban los días de tener a su segundo maestro personal después de la
señorita Inés en la escuela, ella de todos modos después de llegar de la escuela
se ponía a practicar, recordando las posturas de los dedos sobre cada nota
musical; era tan aburrida las notas que interpretaba; que hasta Nerón una tarde
se puso aullarle tristemente fuera del corredor. Entre tanto Eva con Amparo
arreglaban a diario por la mañana la casa con el fin de que no las cogieran en
pleno aseo a eso del mediodía, los jóvenes que habían dado ellos la palabra de
volver y solo bastaba tener paciencia.
En la capital, por aquellos días efectivamente se iba a dar un gran evento
de carácter nacional e internacional como había dicho Tulio Buitrago, una
gran firma por un pacto para soluciones pacíficas suscrito en la capital y él ya
estaba al tanto de los pormenores que le concernía–; mientras que el italiano
corría al correo para recibir correspondencia de su patria incluyendo unas
cuantas liras y enviar de la misma forma correspondencia. Y así alistarse para
regresar nuevamente a la montaña.

–Pachito, pachito no vaya a dormir esta noche –gritaba una voz


tristemente, que venía a zancadas a traer la noticia a su amigo y prosiguió
diciendo: mataron a nuestro gran caudillo en la capital ayer, ¡se jodió esta
mierda! A pachito le tomó por in promptu esta noticia tan de mañanita, que
aún no salía él del asombro y el sol aún no se prolongaba también. Pachito
Núñez vivía con su familia en un sitio llamado avispero, que por cosas del
destino de la vida los López llegarían a los días de esa tragedia que empañaba
el panorama de la nación. Él vivía trabajando en una pequeña parcela, para
mantener a sus críos que tenía de mayor a menor. Era una familia muy
honrada y digna, quienes habían aprendido de sus ancestrales padres a vivir el
día a día, solo mirando el trabajo sin pensar hacer el mal al prójimo–; esto él y
su esposa les inculcaban a sus pequeños.
Todos ellos vivían como Dios mandaba en plena armonía y mucho rosario,
que acostumbraban ellos a hacer todas las noches, que para mantener unida la
familia –pensaba él junto a su mujer.
–¿Es verdad vecino lo que cuenta? Interrogó pachito entrado en nervios,
porque sabía de antemano que si eso era verdad iba a correr un rio de sangre
para que el pueblo se bañara en ella. Sí pachito –responde él y agregó: prenda
la radio y ahí lo escucha todo. Es más que en la capital desde ayer está
ardiendo en llamas.
–¿Quién lo mataría? Preguntó pachito. Bueno pachito, dicen que un
lustrabotas. No puede ser –dice pachito, tomando la radio que colgaba sobre
un posta de la casa. Entrando en detalle Francisco Núñez, era un hombre de
contextura delgada pero muy fuerte como labrador y serio en su palabra de
varón, como sus antepasados les había enseñado. Que por eso ya no dudó más
sobre el recado que le traía su amigo quien le estimaba por su seriedad, a pesar
de que era un hombre de carácter fuerte le tenía en estima como buen
conservador de buenos modales y principios.
Pachito prendió la radio y sintonizaba buscando buena frecuencia, hasta
que logró sintonizarlo y desde luego que la noticia era un infierno lo que se le
escuchaba al locutor desde la radio. No cabes duda –dice Francisco. Al lado de
su amigo que pegaban la oreja a la radio para escuchar la noticia entrando en
un estado de pusilánime ellos, al mirar un sueño frustrado por el proletario del
pueblo, quien prometía con palabra de hombre y honor hacer de esta una gran
nación, a favor de la clase obrera y el campesinado. Es mejor que no nos
movamos de aquí –dice el amigo de pachito, y agregó por seguridad. Pachito
suspendió sus labores de ese día y se lamentaban con su esposa diciendo que
era como una maldición la que había caído sobre la nación.
*
En la capital hubo una gran revuelta de confusión, todo el mundo no sabía
que camino coger mientras los almacenes y edificios ardían en llamas, el
motín seguía sin sosiego en busca a la respuesta de la muerte del gran caudillo.
Pero que va, si la oligarquía ya lo tenía previsto; mejor dicho, planeado. Era
caótico como la capital se desboronaba por la furia de las llamas que habían
ocasionado los seguidores del gran caudillo, pero sin ya poder hacer nada.
Solo lloraban las mujeres que corrían con sus críos en los brazos y jalados
quienes ya podían correr, por salvar su tesoro más preciado la vida misma.
Pero para el presidente de turno se le salió el tiro por la culata; cuando la
situación se le salió de las manos quien promulgó a las autoridades tomar el
control. Ya el diablo empezaba a tomar ventaja en cada corazón de los
seguidores del gran caudillo y a cobrar venganza por sí mismo–: empezando
por la colgada que le hicieron a un lustra botas por la turbamulta; que, que
sabe Dios, si le echarían la culpa a este majadero ignorante quienes habían
cometido el crimen en ese preciso momento que pasaba un hombre más de la
pobreza como era de ser el presunto Roa Sierra; porque como podría ser que
un hombre de la clase trabajadora matara a quien ofrecía verdaderos cambios
de mejoría en sus salarios y además proponía que la tierra le pertenecía a
todos, y no solo a unos cuantos como se venía desarrollando la flamante
empresa con los oligarcas.
En esos días posteriores, el pueblo indignado por el complot contra el
caudillo de los pobres provocó una violenta protesta, que indignados y
desesperado por su muerte, se lanzó al saqueo nuevamente y al incendio y la
revuelta, que duro cuatro días y cuatro noches, con ansias de tomar las armas
contra el presidente de turno.
–Los días se volvieron de sombría y tétrica, de grandes crímenes y
persecuciones que la sangre seguía corriendo sin tregua, eran cientos de
muertos que se sumaban cada día, todo el mundo lloraba por sus familiares e
incluso amigos que tenían como vinculo de consanguíneo. El pueblo perdió la
razón de ser, que hasta otros dirigentes políticos fueron acribillados del mismo
partido más conocido como el de los cachiporros. El complot había hecho ya
de las suyas y ahora el presidente godo para apaciguar los ánimos convocó
nuevas elecciones sin contendor alguno sin prever que esto iba a enfurecer
más a los cachiporros quienes sintiéndose perseguidos se refugiaron, armaron
y formaron guerrillas para defender sus ideales e intereses.
En toda la nación no se hizo esperar más el clamor de justicia, pero
tomándola cada cual, con sus propias manos, para desde luego salvar su vida,
porque el vínculo entre el color azul y el rojo se volvió solo de odio y rencor
los unos con los otros. La noticia llegaba de un lado y corría para otro llevando
siempre la misma respuesta venganza; por la sangre que había derramado el
hombre del pueblo. Muchos le miraban como un mártir de más, como en las
grandes épocas de la cristiandad. Los chulavitas por orden y decreto del
presidente quien disponía de las armas, ordenó dar de baja a todo aquel que
perteneciera al bando contrario. En los campos se perdió el sueño impregnado
por el caudillo, los campesinos se lamentaban y se devanaban sus sesos
pensando porqué tenía que haber ocurrido esto.
Los chulavitas seguían desplegados por todo el territorio; de la nación
creando y generando el pánico entre los campesinos quienes les acusaban de
ser parte de los revoltosos. Además, les saboteaban sus casas por doquier que
pasaran dejándoselas en llamas y arruinándolos más de lo que ya estaba.
Muchos de estos pobres hombres solo levantaban sus miradas al Creador y se
ponían en manos de él; para que les hiciera justicia porque nadie hacía nada
por ellos. Y así pasó mucho tiempo, cada día el terror era más patente los
liberales casaron una guerra entre los conservadores hasta la muerte.
*
La familia López, ya años después desde que ellos habían huido dejando
tirada la casa de la Palma Africana, quizás por salvar su vida, se había
convertido en una casa fantasma, en donde solo había quedado el rescoldo de
un sentimiento perdido; que había tenido años atrás, cuando iba haber un
cambio trascendental en una mujer célibe. Ahora solo reinaba la soledad
fantasmal y la maleza invadía todo su alrededor oliendo a estiércol de
animales. El moho sobre pedazos de la Pianola y el polvo era el cubridor de
toda la casa, una zapatilla se encontraba ya destrozada al igual que la coronita
estaba tirada y pisoteada por los animales que reinaban en tomar la casa como
pesebrera los bovinos al igual que los equinos, las lechuzas y golondrinas
habían hecho de los orificios del techo un vividero por naturaleza.
Juan de Dios, se encontraba en otro lugar más adentro con su familia
compartiendo con otros parientes de Eva. Ellos daban gracias a Dios de haber
sobrevivido a esa avalancha de terror por darse prisa en haber abandonado la
casa a lo contrario de su amigo Matallana quien se resistió de abandonar su
rancho y llegó un escuadrón de los pájaros quien lo mató no creyéndole que él
era godo y más bien un hideputa como ellos mismo decían y lo incineraron ahí
mismo.
Los López empezaban de nuevo a construir un sueño al alcance de ellos;
porque ya no tenían un representante en la capital que abogara por el
campesinado. En dialogo que tenían de costumbre Juan de Dios, le decía a Eva
que eso era un complot entre la oligarquía, y el presidente de turno, para quitar
del camino a nuestro caudillo, y Eva admitía diciendo, que no había la menor
duda porque quien de los que aguantaban hambre haría semejante barbarie,
acabar con un sueño de esperanza. Eva ya estaba entrada en sus años, su
mirada ya era opaca y cansada con un rostro que ya pintaban algunas arrugas,
ahora ya entrada en muchos años la elefantiasis la tenía sobre la pierna
derecha, y esto le impedía ser una mujer activa para las cosas más simples y
pensar con las obligaciones maritales; quien ya se sentía incompetente,
dándole mal genio de la desgracia que había caído sobre ella–, se lamentaba de
ver a su hija complaciendo al demonio de su marido, mas no haber sido lo que
ella le pedía a la virgencita, que hubiera sido la monjita consagrada solo al
placer espiritual, se sentía frustrada hasta para la cama ella misma. Juan de
Dios, aún conservaba su vigor de hombría empero los años no le habían
llegado solos, ahora con una peluca grisácea y un bigote por el mismo estilo,
ya con una costilla rota por la caída de un nuevo caballo que le reemplazó a
pando llamado Moro quien por cargar un galliforme animal en su nuevo
caballo y no resistirse a los arañazos del mismo, este le tiró en corcoveo que le
envió sobre un pedazo de roble, quien recibió su costilla y por gracia de Dios,
quien le dio la oportunidad de salvarse por medio de un gran tronco que había,
porque el Moro quería embestirlo con sus manos y patas para acabar con él,
como el mismo lo contó después de que llegó a la casa, quejándose de su
accidente con el pisco en rastra y el caballo le traía de tiro. De todos modos, él
era un hombre de una conducta intachable y espíritu dócil que a pesar de sus
dolencias trabajaba como buen agricultor en su nuevo oficio sin dejar de vez
en cuando de bajarse un árbol de roble o comino para aserrucharlo, que era su
pasión más que estar con Eva. La que si seguía con ellos era la fregona solo
que a diferencia de la patrona; a esta no se le veían los años como buena
mulata que era. Amparo se había vuelto como una hija para Eva, pensando que
era un mestizaje que había entre ellos. Amparo le conocía todo a Eva, que
incluso más que a su propio marido podríamos decir, sabía cuándo no iba a
dormir porque le decía que le hiciera una aromática de cidrón, para los nervios
cuando en el transcurso del día escuchaba comentarios de masacres por los
bandoleros, que habían desgüellado a “x” o “y” persona, y a veces se ponía sin
apetito, y lo peor de todo haciendo ayuno de varios días por los pecados de
Elvirita que pensaba ella que Elvirita y ella habían traicionado a Jesucristo
como Judas el traidor. Todo esto lo sabía Amparo y mucho más que Juan de
Dios, porque incluso le decía que mucho cuidadito con decir algo de ella a su
marido. Y Amparo le cuidaba su espalda callando. De todos modos, Amparo
vivía la vida sin sentido ella misma lo decía: ella sin casarse, sin tener un hijo,
sin tener un hombre que la acariciara, pero de todos modos cuando le venía a
la memoria, el italiano no se lamentaba de haber aprendido algo con él
pensaba; pero le daba remordimiento en su conciencia de haber incumplido el
consejo de su mama, de no meter la pata sin la bendición del cura. Ella a veces
maldecía y perjuraba cuando amanecía de malas pulgas que todo esto que le
estaba pasando fue porque ella rechazó a Macario, y en vista de que ella no
sentía nada por él por eso él tomó la decisión de desaparecerse una noche de
su vista. Ahora será un guerrillero más por defenderse de los godos, pensaba
ella, porque él; venía de sangre legítima liberal, en una ocasión se lo había
hecho saber, pero ella le guardó el más recóndito secreto en su corazón. Ella se
lamentaba de todos modos por la pérdida de aquel que la quería, con
sinceridad como en un día él se lo había hecho saber, que le diera la prueba de
amor, pero ella con su orgullo imponente le negó la prueba para pensar
después que se la dio al que jamás volvería a mirar a Emilio, quien le quitó el
susto hasta de ella misma verse en cueros. Porque pensaba que tentaba a un
dianche. Pobre mi Macario, hombre trabajador y yo no haberle cumplido su
propósito –pensaba ella. Ahora yo; ya más vieja, ¿quién se me arrimará?
meditaba ella todas las noches que se echaba sobre su camastro a ahuyentar su
gélida acogida que le invadía con un pedazo de cobija.
*
Y Elvirita ya era toda una mujer quien había decidido marcharse con un
aldeano, porque la vida le había truncado sus sueños y esperanzas de haberse
ido para la capital, sin beca, ni mucho menos plata para enfrentar ese mundo
desconocido para ella. Ya como mujer fértil, ella con más de veinte y punta de
años, tomaba el mismo camino de su madre al lado de un semental en pleno
fulgor y energía de la naturaleza; empezaban a dar los primeros frutos con la
llegada de su primer hijo. Ellos trabajaban y trabajaban, por levantarse el pan
del día, con labores humildes de siembras de pequeños cultivos mientras ella
en una sola mar de actividades en su rancho, por cuidar de su hijo más los
animales para el sustento de ellos. Elvirita a veces se salía de quicios con su
marido quien le llegaba borracho los fines de semana, mientras ella se partía el
lomo en la casa cuidando y criando animales–; ella nunca le hacía reclamos
por temor de que al hombre no hay que reclamarle por ser el varón de la
familia. Hasta que no aguantó más una tarde.
–¿Otra vez usted borracho? Filomeno –dice Elvirita con ojos llorosos. No
moleste más –contesta él, mientras hacía el esfuerzo por mantenerse en pie.
Ella solo le miraba con desilusión. –Voy a dormir –dijo él dando un eructo. Y
Filomeno se dispuso en ir a su cama de tropiezo en tropiezo. Filomeno era un
joven delgado con una cabellera crespa y de familia labriega, el muchacho
vivía en un lugar llamado avispero, cuando la nueva familia inmigró huyendo
de la violencia. Filomeno apareció en la vida de Elvirita, enamorándola y
prometiéndole esta vida y la otra, que ella sin mirar amanecer le aceptó,
aunque Eva no estuvo del todo acorde al mirar a su hija en manos del tiparraco
como ella le llamaba. Todo comenzó cuando en una ocasión ella bajaba al rio
a deshacerse de sus mil demonios como de costumbre; sabiendo ella que nadie
pasaba por ahí, pero en esta ocasión un joven ya entrado en la edad de Cristo
crucificado, pasó por ahí por casualidad, mas éste nunca pasaba por ahí, y no
se resistió a semejante sirena que con su belleza descomunal jamás antes vista
por él; con esa cintura de guitarra y esa caballera larga hasta su cintura le
hipnotizó sus lámparas para observarla–, aunque ella no le vio al principio y
cuando ella descubre que él la estaba espiando ya era demasiado tarde; y
emprendió su viaje él, y ella solo quedó envuelta sobre una toalla
avergonzada. Filomeno se hizo la idea de haber visto una sirena como le había
escuchado a su abuelo por cuentos de mitología, quienes se las consideraban
seres e inalcanzables y hermosos, y él se hizo la promesa así mismo de
conquistarla para casarse y ser feliz con ella. Al pasar de los días, el empezó a
amistarse con el papá de Elvirita, para ganar confianza y así lograr su
cometido, el frecuentaba ir a la casa de Elvirita día de por medio en la semana
llevándole algún pequeño presente, y ella al principio se le salían sus rubores
por el solo hecho de pensar, de que él ya le había visto prácticamente como
Dios la había traído al seno maternal de su madre. Al comienzo de las visitas
que Filomeno hacía, pensaron sin dar sospecha que iba a pedir un favor como
la prestada de una herramienta o cosas así por el estilo, pero entre más pasaba
el tiempo; ya él iba, pero no pedía favores; entrando Eva en malicia indígena,
que la cosa ya no iba por ahí pensó. Juan de Dios, muy poca importancia le
daba a esto, porque al fin y al cabo pensó que así mismo el hizo con Eva la
que hoy era su mujer, entonces para que joderle la vida a este hombre, si ya
me le jodieron el futuro a Elvirita muchos años atrás. Hasta que por fin de
tanto cortejo e insistencia de Filomeno logró convencerla de ser mujer feliz y
ella pensó–: ¿qué esperaba si ya él, la conocía en cueros? Mientras ella aún no.
–¡Señor Mío! ¿Por qué me pasó esto a mí? Meditaba mientras veía a su
hijo jugar con un pedazo de carro de madera labrado. Sí, mi mamá quería que
yo fuera a prepararme para servirle al Señor de Señores. Y vea, pobre de mí
ahora–, ella se sentía la mujer más infeliz del mundo por ese compromiso
marital, ahí al lado de un hombre que solo le interesaba beber cerveza los fines
de semana en la fonducha como ella misma le llamaba, y eso que la vida
seguía siendo difícil para los pobres, pero este hombre buscaba la forma en
cuando fuera de emborracharse con chicha de maíz, que era lo más
económico. Yo sacrifiqué mi juventud al igual que mamá, por amor a este
hombre. Y ahora solo encuentro frustración conmigo misma. Pero como buena
esposa y cumplidora con el deber debo de aguantarme cargar esta cruz sin
rezongar –se dijo así misma, mientras se fue a poner la olla para el caldo.
Los años avanzaban y aun no sabían nada de su hijo Jorge Ignacio, desde
que salió ya un hombre con bigotico y muy brioso en su estilo; había tomado
la iniciativa de irse de la casa a recorrer sabe Dios, con qué fin. Pues también
miró la injustica que su familia sufrió al dejar botada o quizás abandonada la
casa de la Palma Africana. Los años a nachito le habían llegado y de igual
forma había desaparecido su diminutivo; ahora su papá le llamaba por su pila
de nacho, más no nachito quien hacía años atrás había muerto al igual que los
sueños de una nación próspera para el proletariado. Nacho a lo mejor se fue a
buscar justicia –le dijo en una ocasión a Eva en el comedor y prosiguió
diciendo: ahora me vino a la memoria de antaño lo que dijo el tatarabuelo de
mi papá que había escuchado decir en una ocasión–: “que el diablo había
apostado con el Señor Todopoderoso, de que él iba a ganar la apuesta, de hacer
que el hombre tuviera poder el uno sobre el otro” y vea Eva que se está
cumpliendo la profecía, ahí tenemos a la oligarquía aniquilando al hombre que
buscó la justicia social en común, pero que también iba hacer que hubiera
mucha plata quesque dijo el diablo–, demonio tenía que ser –dijo ella con
mofa.
–Cómo, que si la plata se la comiera la gente ¿no? –Interrogó ella mientras
tomaba el pocillo y bebió un sorbo y continuó, si para que comprendamos lo
que les espera a las futuras generaciones que no veremos nosotros, válgame
Dios –terminó diciendo ella.
–Esto es un problema no solo de la nación sino del mundo entero –decía
Juan de Dios, en donde haya la epidemia de la oligarquía buscando la
opresión; generando la desigualdad creando una brecha entre pobres y
oligarcas. Todos los que estaban ahí escuchando decir esto de Juan de Dios
comprendían que a pesar de que no era un hombre de letras, pero daba la
impresión de que fuera un letrado que Dios le iluminaba con palabras
apropiadas.
–Que en un santiamén ella soltó el plato del susto el pensar que su hijo tal
vez hubiera tomado el camino, equivocado. Que desgracia para nosotros un
hijo perdido –dijo ella. Juan de Dios, le consolaba diciendo: tranquila si Dios
quiso que así fueran las cosas, ¿qué podemos hacer nosotros? Mira, Eva; la
culpa está en la oligarquía de todas estas desgracias que suceden en nuestra
nación y el presidente de pacotilla nuevo de turno actual, se hace el de la vista
gorda, lo decía él con serenidad y sin alterarse de ánimo y proseguía
diciéndole: si los oligarcas no hubieran hecho ese vil asesinato años atrás,
nuestro futuro sería de otra forma. Ahora solo resta rezar rosarios pidiendo a
Dios, para que nos haga justicia –le decía Juan a Eva, mientras se tornaban en
la mesa juntos a los otros miembros de la familia de ella. Y si efectivamente el
hombre ya llamado nacho no se le volvió a ver ni saber nada de él.
–Por aquellos días se encontraban unos campesinos desconsolados al haber
escuchado que los chulavitas, habían llegado a un caserío y habían asesinado a
todas las familias que habitaban ahí humildes. Al mirar su futuro incierto en
una pequeña aldea y uno de ellos con voz resonante más su ignorancia para
hablar tomó la palabra diciendo: guevones, es ¿qué nos vamos a dejar matar,
sin hacer nada? Armémonos en cuando sea de palos y machetes, y nos
lanzamos al ruedo, para tomar parte nosotros, poco a poco de las armas que las
poseen los chulavitas y así no dejarnos joder brasicruzados, como unos
pendejos. Esto fue la primera chispa de encender los ánimos de aquellos
pobres faltos de espíritu para crear ellos su propia empresa revolucionaria.
–Esto que dice el mono me gusta –contesta un hombre de ese pequeño
grupillo. Sí; es verdad no debemos de dejarnos joder por los chulavitas y los
pájaros –atestó otro más entrado en años con una barba rala. Miren como
mataron ayer a toda una familia humilde que por ser liberal –dice el mono, y
prosiguió lo mismo harán con nosotros.
–Eso jamás –responde el viejo de barba rala. Ya los ánimos se estaban
poniendo calientes en sus neuronas con pensamiento revolucionario. Mientras
ellos decidían formar o hacer parte de una nueva familia revolucionaria en la
nación; por todas partes se derramaba sangre sin compasión.
–Muchachos les traigo noticias; que, a unos cientos de kilómetros de
distancia de aquí, hay un líder armado –dijo un joven veintenario, quien venía
a zancadas. Se nos adelantaron –contesta el mono con pujanza. Pero que él
tiene raíces liberales eso quiere decir que su familia le seguía los pasos al
caudillo –dice el joven aclarando su noticia. ¡Mierda! Ya era hora –dice el
mono ya con los ánimos por encima después de escuchar que era un partidario
por lo visto como ellos.
–¿Quién será? Preguntó el viejo. Bueno dicen que se hace llamar por alias
“Chispas” –contesta el joven. ¡Que viva la revolución! –dice el mono. Quien
había despertado el interés por no dejarse matar con los brazos cruzados. ¡Que
viva le revolución! Contestaron las otras voces. Debemos de ponernos al tanto
de ellos para unírnosle –dijo el mono. Con chispas estaremos –respondieron
con ahincó todos ellos.
–Bueno ahora debo de poner como evidencia de que un joven a la edad de
trece años, con analfabetismo total, miró arder el rancho de sus vecinos, y
muchas cosas más en su mocedad que esto lo introdujo a tomar la decisión de
formar parte de un grupo y así vengar los oprobios a los pobladores que hacían
gala de la crueldad los agentes conservadores denominados chulavitas del
gobierno–, al igual que los pájaros. En muchas ocasiones violaban las mujeres
haciéndole todo lo que se les antojaban…, y masacraban por completo a las
familias sin piedad donde solo la crueldad imperaba y los niños eran testigos
del horror y él quiso vengar su pasado convirtiéndose en el gran “Chispas”.
Y así aconteció el mono quien tomó el mandato de líder, emprendieron la
marcha de hacerle una emboscada a los chulavitas en un pequeño rancho; que
de antemano ya sabían que ellos iban a pasar por ese sitio. Montaron guardia
armados estos pobres campesinos con machetes esperando a los godos,
quienes les odiaban de muerte.
–Ustedes monten seguridad y dos de ustedes monten seguridad en el
camino con el perro –dijo el Mono y continua él dando instrucciones de
emboscada–, cuando les vea venir les sueltan el perro quien nos avisará. Y así
ustedes tres estén listos muy bien escondidos dentro del rancho, pero dejando
la ventana entre abierta para que no vayan a morir quemados, porque estos
malparidos les encanta en muchas ocasiones regar petróleo y así dar fuego,
esperemos que no vengan muchos casi siempre se despliegan pelotones
pequeños –terminó diciendo el Mono. Les llegó la hora de vengar a todos
nuestros hermanos liberales que han sido masacrados –dice uno de los que
estaba con el Mono. Muchachos llénense de verraquera con sus huevas y no
vayan a dejarse acobardar y que perdamos nuestra primera batalla –replicó el
Mono, porque debemos de tomar las armas que ellos posen que son nuestro
objetivo por el momento. Jefe como mande se hará –contestó el viejo con
barba rala. Ya todos tenían bien en claro la orden del Mono, quien se había
convertido en su jefe. Ellos aguardaban pacientemente esa tarde, esperando
que llegaran los chulavitas, hasta que por fin de tanto esperar, uno de los dos
guardias miró que venían unos hombres uniformados con traje camuflado uno
tras otros con sus fusiles.
–Ahí vienen se dijeron entre ellos en voz baja. Soltando al perro quien por
su olfato salió ladrando en casería al encuentro de sus enemigos. Cuando
escucharon un fogonazo y el perro dejo de ladrar. Esto le indicaba al Mono
con sus hombres que debieran de estar prestos para la cacería de los
chulavitas. Enseguida los dos guardias se regresaron lo más rápido que
pudieron para hacerle frente en la casa cuando ellos intentaran allanarla. Estos
cachiporros hideputas–; parece que se nos escaparon –dice el comandante de
ese pequeño grupo–. Entren y revisen–, a ver que hay –ordenó el comandante.
Mientras ellos por los alrededores observaban y uno de ellos regó petróleo.
Cuando uno de estos personajes entró al rancho y pasaba a la porcina pieza le
descargaron regio machetazo quedando su tronco expelando una pluma de
sangre quien lavó la cara de su asesino y la cabeza cayó en seguida. –El
primero en yo matar –dijo éste mientras se limpiaba parte de la sangre con su
mano. Tomó el fusil que llevaba su víctima sigilosamente, mientras esto
pasaba el rancho ardía ya en llamas por fuera y los demás se les abalanzaron
como fieras a los uniformados tomándoles por sorpresa el ataque con
machetes de estos pobres hombres brutos para el combate, que era de esperar
que unos de los del grupo del Mono murieron en plena lucha. El Mono con su
ira infernal le bajó la mano a uno de ellos que le apuntaba con el fusil a un
amigo del Mono, dando el uniformado un grito desgarrador cuando el
antebrazo cayó con su muñeca. Y lo acabó de rematar con dolor –diciéndole
hijo de puta de regreso al infierno de donde viene.
Seguían los pocos tiros de parte y parte, porque los campesinos habían
conseguido ganar armas y adentro estaban dándose golpes los unos contra los
otros mientras el rancho seguía ardiendo. Hasta que por un corto periodo de
lucha salieron, quienes habían entrado en el rancho por la ventajuela. Todos
celebraron su primera victoria, aunque no todos lograron celebrar, como he de
esperarse que en la guerra unos se quedan y otros se van con las manos vacías.
A uno de ellos, le habían pegado un tiro de fusil en todo el pecho
atravesándole el corazón y a otros en diferentes partes del cuerpo.
Los sobrevivientes con el Mono y el viejo de barba rala, se repartían el
botín de los chulavitas; contemplaban las armas incluyendo la bayoneta en
cuyo cañón se adapta exteriormente junto a la boca del mismo. ¿Cuándo ellos
habían tomado un arma en sus manos? ni en sueño siquiera; porque las únicas
armas de ellos eran las herramientas del trabajo–. Pero ahora las olían y
acariciaban quienes se iban a convertir en sus compañías y parte de su vida.
¿Cómo se llama esta arma? Pregunta el viejo de barba rala, mientras la olía.
Díganos usted Guerrero que pagó servicio militar de los que ahora son
nuestros enemigos –dice el Mono, tomando un arma. Guerrero era uno de los
más jóvenes y efectivamente era conocedor de las pocas armas de la época.
Y él empezó a enseñarles las armas a sus amigos campesinos, quienes eran
unos brutos para el uso de ellas mismas a pesar que las hicieron disparar en el
ataque. Por ejemplo, esta se llama Fusil M1, y este es el peine de diez tiros,
quitándoselo a uno de los muertos. ¿Y esto como se llama? –pregunta el Mono
tirándosela en la mano. Y esta otra es una Carabina calibre de 25, milímetros –
respondió Guerrero. Guerrero se dirigió al que él consideraba el comandante
de los chulavitas, y le quitó un arma que tenía sobre la cintura enfundada. Y
este es un Revolver 38 largo, y este lo dejo para mí –dice él mientras apuntaba
y jaló el gatillo que cayó un pajarito como blanco de prueba. Pero hay otra
clase de Fusil que no lo tienen estos huevones –dice Guerrero orgulloso de
tener y haber probado su nueva arma. Y Como se llama ese –pregunta el viejo
de barba rala. Ese se llama Fusil Jetres de veinte tiros y los dispara en ráfaga.
Esa clase de arma, es la que necesitamos –dijo el Mono, siendo ya un aprendiz
de armas. ¡Veinte tiros en ráfaga! Exclamó el viejo de barba asombrado,
rascándose la cabeza. Y les recuerdo compañeros que no pueden faltar estas
peinillas de 14” de marca corneta bien enfundadas –dice Guerrero y por
supuesto que la bayoneta, como estas. Quítenles las prendas y guárdenlas para
una ocasión que las necesitemos –dice el Mono, quien era el jefe por el
momento y continuó diciendo:
–Bien hecho muchachos mientras clavaba la mirada sobre sus hombres
sobrevivientes, desmole sepultura a nuestros amigos que ofrendaron su vida
por la justicia–; así es que se deben de hacer las cosas con verraquera. Ahora si
me gustaría que uno de ustedes vaya donde ese man, y le haga saber que
queremos estar con él para las que sea y con quien sea. Y uno de ellos se
ofrendó en ir a llevar el recado de su jefe al más conocido como alias
“chispas”.
*
En la capital por ese entonces la lucha política se seguía y el presidente en
su vesania ya había dado orden de exterminar a todos los cachiporros del
pueblo.
En los años cincuenta aproximadamente nace el PC, Partido Comunista, en
la cual seguían en la lucha por sacar de aprietos esta revolución que cada día
cogía más pujanza entre los partidarios del “pc”, los hombres de buen corazón
seguían adhiriéndose al partido; buscando la forma de seguir la lucha
emprendida por el gran caudillo asesinado. Pero desafortunadamente la
encarnizada entre liberales y conservadores no tenía tregua, cada día la nación
seguía llorando a sus muertos.
En los campos de la nación se vivía con la zozobra de morir o matar para
sobrevivir, o tener que ver morir a sus esposos y sus esposas o ser violadas por
los contrarios, dada esta situación inesperada para una población campesina y
trabajadora que solo hacían labrar las tierras para poder sobrevivir y en total
abandono por la nación, condujo a muchos de los hombres nacidos mansos
para el trabajo y ajeno del crimen, se armaran en cuando fuera de machetes
como lo dijo un copartidario meses atrás. Y el bandolero “chispas”, en sus
años posteriores perteneció a una guerrilla, en la cual les llamaban también la
chusma, y así cazó una guerra de muerte con los que él llamó pájaros.
–Ya “chispas”, tenía muchos seguidores que cada día iba creciendo su
grupo y le admiraban. Pero si algo le dañaba a él, el día, era escuchar la
palabra collarejos hideputas, era la peor afrenta que le calcinaba los sesos
recordando de pelado, como había visto a los chulavitas tratar muy mal a sus
vecinos quienes eran liberales. Entre tanto él y sus seguidores seguían en su
lucha planeando ataques contra los pájaros y los chulavitas.

XI

Los terratenientes de la época seguían muy preocupados, por la influencia


de las guerrillas liberales, que parecía que, en vez, de disminuir seguía su
crecimiento y para el presidente nuevo de turno nombrado por los godos, le
era imposible parar la lucha del pueblo. Los terratenientes del centro
occidental de la nación decidieron contratar a un hombre que se había vuelto
sectario. Y qué mejor que un partidario como ellos defendiendo los intereses
de la nación por el desarrollo como ellos mismo le llamaban. Este cruel y
malvado se hacía llamar por alias “Siete colores”, este había creado una
pandilla y en la cual los terratenientes buscaban neutralizar a los cachiporros
más conocidos como la chusma. Él aceptó la propuesta para tal casería mortal.
Mientras todo esto sucedida en la nación del infierno; a muchas leguas al
otro extremo de la nación los López que vivían en su nuevo posadero. Solo
escuchaban ellos muchas informaciones del boca a boca. Y por fortuna y
también por piedad de Dios, hacia ellos; jamás fueron acribillados o saqueados
en éste nuevo sitio, a diferencia que las cosas para ellos ya habían cambiado
para bien o para mal –pensó Amparo una mañana que le vino a la memoria el
indio Macario o prefería pensar en Cassella quien le quedó debiendo la
enseñada de tocar la pianola.
–Un día cualquiera de la semana llegó un forastero a ese cruce de familia;
digo cruce porque ahora era López y Cabrera, eso quiere decir donde la abuela
Cabrera. El forastero con un maletón amarrado con un pequeño lacito por lo
que juzgó ver Amparo quien fue la primera en verle ahí en la puerta, que ni
Nerón le ladró ya de lo viejo o quizás se había vuelto un bueno pá, nada –
como lo dijo la abuela en una ocasión refiriéndose al vejestorio perro por su
chochera que ya tenía. El hombre se le veía un poco abismado, pues quizás se
le cruzaba por su memoria miles de pensamientos como si hubiera llegado
donde una familia buena de conservadores o lo peor de todo, que fueran
liberales, tal vez fuera expulsado a patadas de ahí pensaba el hombre con su
maleta puesta en el umbral de la puerta.
–¿Señor en que le puedo ayudar? Preguntó Amparo quien le vio ahí
parado. El de inmediato quitándose su pequeño sombrero le extendió la mano
a Amparo como buen caballero –diciéndole, mi señora muy buenas tardes.
Ella quedó petrificada al escuchar cómo se le dirigió diciendo mi señora;
cuando jamás ella era o había sido señora de alguien que lo recordara. Mucho
gusto Amparo –respondió ella, mientras el continuaba apretando su mano. –
¿Quién es? Preguntó Eva, quien venía cojeando un poco por la sala, para saber
quién era el visitante. Me llamo Marcos –dice él soltando la mano de Amparo.
Patrona aquí un señor ha llegado –contesta Amparo risueña. Ella es la patrona
Eva –le dice al hombre que tenía ahí al frente. ¿Qué se le ofrece al señor?
Pregunta Eva al lado de Amparo. Él hizo su presentación nuevamente, pero
para Eva en esta vez. Estoy huyendo de la violencia –dice él y añade busco
trabajo. Eva le hizo seguir con amabilidad hacia la sala, y él aceptó seguir. Por
lo tanto, Eva ordenó a Amparo de que le trajera tinto.
–¿Y de dónde viene? Pregunta Eva con interés e incertidumbre al mismo
tiempo. Bueno la verdad yo vengo del centro occidental de la nación –contesta
él un poco más aliviado por la acogida que le hicieron. Nosotros dejamos todo
votado hace ya unos años, cuando mataron a nuestro caudillo –dice ella
melancólica, porque aún no podía creer esa gran verdad. De todos modos, aquí
estamos viviendo en esta posada con mi mamá. ¿Con que ustedes también
fueron acosados por la violencia? Interroga Marcos, sabiendo ya que no solo
él era un forastero. Si, así como lo oye –responde ella.
–Aquí les traigo el tinto –dice con benevolencia Amparo, con un pocillo en
cada mano. Gracias mi señora –dice él, recibiéndolo. Después de beber un
sorbo –dice, le quedó muy sabroso, mi señora. Amparo soltó una risita
maliciosa; y hubiera querido seguir ahí parada escuchándole su parloteo, al
forastero, pero Eva con la mirada le dio orden que se marchara para la cocina a
seguir con sus quehaceres. Sí, mi señora eso está muy feo por el centro de la
nación –replicó él mientras saboreaba un sorbo más de tinto. Por Dios, que
cosas –contesta ella y prosiguió cuéntame mientras llega mi marido. Y él
empezó a contarle del motivo por la cual se encontraba ahí justamente sentado
con ella.
–Vea mi señora le voy a contar para que vea como son las cosas por allá.
En el centro occidental de la nación; los terratenientes han contratado a un
hombre quien se hace llamar alias “Siete colores”, quesqué para neutralizar la
guerrilla liberal, y ese hombre dicen que es como el mismo demonio. Eva se
sintió un poco ya nerviosa al escuchar la palabra demonio, pero guardó
silencio y pensó en persignarse, pero desistió.
–Es un hombre terrible, continúa diciendo Marcos–; cuentan quienes le
conocen, que es un matón y lo peor de todo que practica la magia blanca, –
interrumpió Eva o quizás negra. Tal vez puede ser, admitió él. ¿Pero usted le
conoce? Pregunta Eva. Líbrame Dios de conocer al propio demonio aquí en la
tierra y continuó diciendo: que ha formado un grupo de bandoleros y por
donde quieras que va pasando es matando a todo aquel que sea liberal. Es
horrible eso que escucho –dice Eva, acabando de tomar el tinto. Que tiene en
una rodilla un hueco y ahí se mete una cruz pequeña de plata cuando mira
peligro, para evadir a sus enemigos. En definitivamente usted lo que me está
contando es como para no creer –responde ella sin quitar mirada sobre él. Ella
se sentía como en un embrujo por todo aquello que escuchaba. Que en muchas
veces lo han tenido ya rodeado sus enemigos que ahora son los chulavitas y se
les escapa convirtiéndose en una mata de banano o un animal. En
definitivamente es el propio diablo –contesta Eva llena de miedo. Eso ha
hecho que yo huya porque una noche llegaron los cachiporros y mataron a mi
familia porque se enteraron de un hermano mío estaba pagando el servicio
militar, cuando no es los unos son los otros. Decía Marcos con voz
parsimonia, y tristeza por lo que le veía ella en su rostro. Eva se sintió turbada
en ese momento al escuchar que tenía a un pobre hombre ahí precisamente
contándole todo sin rodeos que no tenía familia. Pobre hombre éste, pensó.
–Pero mi señora aun no le he contado algo peor –dice él mientras le ponía
cara dura a su sentimiento. Que un hombre de nombre Noel, pero cuyo
apellido se me escapa en este momento, quien pertenece a los conservadores,
que cuando llegan donde hay familias liberales este bárbaro infeliz mata a
quién sea, sin importar su edad y prosiguió él diciendo–: que los niños los
coge de sus piecitos y los lanza para el cielo y los espera con su furor de
asesino en su bayoneta. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Qué es eso que dices Marcos
exclamó ella tratando de mover su pierna de elefantiasis por el dolor que ella
misma le causaba por ratos, que incluso casi se le va la respiración. No me
puedo yo imaginarme a esa pobre mamá mirando ese horror de infanticidio –
dice Eva mientras se hacía su signar. Mi señora, es verdad; como quedaría esa
pobre madre con su corazón partido de dolor al mirar a su propio hijo expirar
cuando salía la punta de la bayoneta atravesando su estómago –ratificó Marcos
mientras atravesaba una zanca sobre la otra.
Cada rato se paseaba por la sala Amparo, para oír sobre la conversación
del forastero, pero en definitivamente no podía saber nada y preguntaba se les
ofrece algo patrona con el fin de acechar. Pero ella le negaba, que no se le
ofrecía nada, aunque le pidió que aumentara un plato más de comida. De esta
forma se retiraba Amparo con los crespos hechos sin saber nada.
–Es una lástima que esto le esté pasando a esta nación, por culpa de los
oligarcas –dijo Marcos. Y usted; todo lo último que me cuenta de ese tal Noel,
que me acaba de contar es fidedigno, ¿es decir usted lo miró? Pregunta ella
mientras acomodaba su trasero un poco. La verdad mi señora, no lo vi, pero un
hombre que logró escapar de la muerte, ese día me lo contó todo, que él si lo
presintió todo tal como se lo delaté, que incluso las mujeres que había ahí
habían sido violadas y por último abiertas en canal–. Que infierno el que se
haya vuelto esta nación, siendo una de las más sanas después de la
independencia –dijo Marcos, con sentido patriótico. Entre tanto la tarde seguía
corriendo para ellos y Juan de Dios, aun no llegaba al rancho. Pero la abuela
María Cabrera, después de haber estado en su sano reposo de costumbre se
había levantado con su bastón de mando, y se les puso en medio de ellos.
María era una verdadera señora matrona, su tez era de color blanca, y
contextura delgada, ella siempre utilizaba unas faldas largas que por poco
barría el suelo con ellas.
–Ella es mi mamá –dice Eva, presentándosela al forastero. El gusto es mío
mi señora –contesta el forastero. María le observó con apenas preguntando: ¿y
de donde viene usted? Viene huyendo de la violencia mamá interrumpió Eva.
Y que eso está muy feo por otras partes de la nación y prosiguió diciendo todo
por la política. Él me estaba contando cosas que es mejor que ni las oigas
mamá –dijo Eva con disimulo.
–Pero ya que mi señora María, ¿es que llama? interroga él.
–Si joven María replicó ella. Ya que ella está aquí, es bueno que escuche
algo que yo sé; que aún no lo he contado –dice Marcos. Es que hay más para
contar y saber –responde Eva, inquieta. Mis señoras; se dirigió a ellas en
pluralismo que hasta Eva pensó ya pertenecerles a Marcos y estar viviendo la
poligamia con él; como lo había oído escuchar en una ocasión muchos años
atrás en la antigüedad sobre otras naciones. Por allá en el centro-oeste y las
cordilleras Central y Occidental de la nación está un hombre haciendo de las
suyas. María Cabrera, ni parpadeaba por ponerle atención a Marcos en su
modo de decir las cosas. Hay un hombre que se hace llamar por alias
“Sangrenegra” su verdadero nombre es Jacinto Cruz Usma, que es un
guerrillero de los que les llaman chusmas pero que al mismo tiempo se volvió
un bandolero. –¿Se toma otro poquito de tinto? Pregunta Eva. Hágame el
favor, yo soy un adicto al tinto –contesta él entrando en confianza con ellas.
Amparo, Amparo –gritó Eva. Ella escuchó desde la cocina y se vino –diciendo
si patrona que se le ofrece. Hágame el favor y me trae otro pocillo de tinto, y
para mí una aromática de Toronjil–, ¿mamá que vas a tomar? Nada hija –
contesta María, mientras acariciaba su bordón. Marcos siguió relatando, Alias
“Sangrenegra” desde muy joven se hizo revolucionario y de ahí bandolero que
persiguió con saña a los de color azul creando un cruento conflicto entre
liberales y conservadores. Me contaron que ésta pinta para poder llegar a
convertirse en el terrible alias de “Sangrenegra” se sometió a una prueba que
le impuso otro forajido; cuyo nombre no lo sé, porque no lo pregunté –dice
Marcos, mientras se aclaraba un poco su garganta de su poca resequedad de
tanto hablar–. Este hombre del que les vengo hablando le retó que si mataba a
un enemigo y bebía de su sangre seria admitido en dicho grupo. Se sobresaltó
María al escuchar tal cosa y –dice es un monstruo quien hace tal calaña. Hay
mi señora eso no es nada –responde Marcos y prosiguió que además él hace el
célebre ´corte franela’. ¿Qué es eso? Pregunta con voz quebrada María
ingenuamente mientras apretaba el bastón. Mi señora éste brutal acto consiste
en hacer una incisión de lado a lado de la garganta extrayendo la lengua. Eva
se miró con su mamá queriendo evitar la angustia o el pesar que podría
invadirle a ella después de escuchar semejante atrocidad. Es peor que un
demonio este hombre –dijo María santiguándose y prosiguió “quien mata a
hierro a hierro muere”. Amparo ya estaba al frente con el tinto para él y para
ella la aromática. Gracias mi señora –dice Marcos recibiéndole el pocillo. Ella
por su parte se retiró de la presencia de ellas diciendo que si la necesitaba la
llamara nuevamente.
Es terrible lo que usted cuenta –dice María Cabrera y continuo– Es como
una maldición la que le ha caído a esta nación desde la pérdida del gran
caudillo en quien nosotros los más pobres teníamos las esperanzas puestas. Sí;
mi señora este gran mal es el que me ha hecho huir para salvar mi vida y por
eso he llegado por aquí por pura misericordia de Dios, porque la verdad yo no
soy un hombre de venganzas ni quiero empuñar un arma. Solo vivo del
trabajo, arando la tierra –dice Marcos entrado en sentimientos–. Esto es
caótico mi señora Eva, que toda la nación esté en terrible revolución solo por
dos infelices partidos de política –dice Marcos, acabando de tomarse su último
sorbo de tinto–. Y por último mire –dice Marcos, en los Llanos Orientales de
la nación, existe un hombre quien se hace llamar Guadalupe Salcedo, quien le
tienen por comandante de chusmas y es un hombre de muchos bríos por lo que
me contaron. Que hasta atacó por sorpresa un campo de aviación que estaba
guarnecido por el Ejército y este mismo hombre con los suyos les bajó quince
soldados, y que siempre andaba con un enjambre volante de llaneros
haciéndole frente a los chulavitas y pájaros–. Cuentan que era muy listo; que
en otra ocasión los guerrilleros improvisaron una emboscada destruyendo unos
vehículos del ejército y desde luego que los insurgentes con su bayoneta
calada entablaron una breve lucha cuerpo a cuerpo hasta que cayó muerto de
un tiro en la cara uno de ellos; esto enfureció los ánimos de estos guerrilleros
que destrozaron formaciones gubernamentales, desalojando los soldados de
sus atrincheramientos; y ellos en retirada trataron de esconderse entre los
matorrales. Pero no obstante ya les esperaban otros guerrilleros allí ocultos.
Los fugitivos soldados fueron sorprendidos por el fuego graneado de los
llaneros que les disparaban a bocajarro sucediendo que la columna fuera
copada y aniquilada por estos hombres. Pobres muchachos –dice Eva
terminando su aromática mientras escuchaba. Si mi señora, pobre muchachos
–admitió Marcos también y prosiguió–: pero el que tiene la culpa de poner de
carne de cañón a estos, es el nuevo presidente de turno de los oligarcas, porque
no les bastó el complot de años atrás para seguir con las mismas –terminó
diciendo él.
–No pensé que la cosa fuera para tanto –dijo ahora María, mientras se
llevaba su mano a la boca y destornudaba y continuó es que uno por acá poco
sabe de cosas de la nación ni menos de política. Mi señora; la verdad como va
a estar bien la nación si la causa de estos grupos guerrilleros liberales –dice él,
radica en los sistemáticos abusos, y torturas, además de las detenciones
ilegales, asesinatos selectivos y colectivos, y como si fuera poco la quema de
población de vocación liberal; dicen que son acciones realizadas por la policía
simpatizante del presidente godo que posee en su mayoría las armas y a esto le
añadimos los grupos paramilitares conservadores quienes se hacen llamar los
“Pájaros”. Pobre generaciones futuras lo que les espera –responde Eva triste.
Y esto va para largo mi señora –atestó él.
Ya se estaba aproximando la hora crepuscular mientras ellas aún seguían
escuchándole a su interlocutor quien era el que más les hablaba de las cosas
conocidas para él, pero para ellas eran nuevas a pesar de que a sabiendas
habían escuchado por la radio las revueltas de vandalismo. Hasta que por fin
entra Juan de Dios, a la sala. Ellas le hicieron la presentación de Marcos y le
explicaron muchas cosas que ya estaban al tanto por boca de ese hombre que
tenían ahí sentado casi que toda la tarde. Juan de Dios, les escuchó a ellas
todo. Mientras se tomaba una tasa de limonada que la criada le había pasado.
María Cabrera, se fue a buscar su cuartucho ya cansada, y exhausta de haberse
mantenido en pie casi toda la tarde cuando ella acostumbraba ya por su
ancianidad mantenerse más recostada que sentada. Eva por su parte le pidió a
Juan de Dios, que le escuchara un poco en privado de la presencia de Marcos y
ella se deleitaba recontándole lo que había logrado grabar en su memoria. Y
además le decía a Juan de Dios, que ese pobre hombre era por lo visto un
hombre de paz, que por eso era evidente que estaba huyendo de la violencia y
que necesitaba trabajar, se lo había él hecho saber decía Eva mientras Juan de
Dios le escuchaba muy atentamente; porque eso él era un hombre ignorante
pero le gustaba saber escuchar a su mujer y eso era prueba de mantenerse vivo
en el matrimonio a pesar de las dificultades años atrás que habían tenido desde
que abandonaron la casa de la Palma Africana y la desaparición de Nacho.
Como buen hombre de sentimientos y corazón grande le decía a Eva, que
tranquila que él podía quedarse con ellos y él lo emplearía como un criado en
remplazo de Macario, para que le ayudara en las tareas del día a día. Después
de él haber escuchado todo y tenerlo por claro se vino a hacerle compañía a
Marcos en la sala y decirle que podía vivir con ellos. Marcos por su parte solo
hacia dar gracias a Juan de Dios, y elogiarlo por su gran cortesía por él, y por
la oportunidad que le estaba dando de vivir una nueva vida con ellos, ya que
parecía que hasta ese punto la violencia no tocaba todavía las puertas de ese
sitio decía Marcos lleno de agradecimiento. Eva por su parte le dio la orden a
su criada de que le arreglara el cuarto de afuera de la casa para Marcos.
Amparo se puso manos a la obra y arregló lo mejor que pudo el cuarto para
Marcos. Ya entrada la noche le invitaron a pasar al comedor a comerse un
platico de frijoles y él muy gustosamente aceptó con buen apetito que tenía.
Durante el trayecto de la cena a la luz de una Petromal, estuvieron hablando
aún muchas más cosas, por las preguntas que hacía Juan a su nuevo comensal.
Después de largo rato en el comedor le dijeron que si ya quería descansar la
cama ya estaba lista para él. Marcos estaba bastante cansado y agotado por la
caminada que había tenido días anteriores y aceptó que Amparo le enseñara
donde él iba a descansar y ella a la luz de una vela de cebo le llevó al cuarto.
Él se sentía rendido pero feliz de haber encontrado un segundo hogar para
poder salvar su vida y no haber sido masacrado como fueron sus amigos y
parte de sus familiares pensó quedándose dormido hasta con los zapatos
puestos.
Ya habían pasado varios años desde que la nación se había convertido en
un rio de sangre y aun no cesaba esa tragedia en la nación; cada día se hacía
invivible para los pobres labradores en los campos. Mientras eso pasaba en la
capital; los izquierdistas seguían en su constante lucha a favor de los pobres
que hasta crearon el Sindicato y el partido “pc” seguía con sus adeptos que se
le unían en sus logias para escuchar a su presidente sindicalista, que era un
hombre moreno alto, con pecas en su tez, y fumaba todo el día y toda la noche
para no quedarse dormido. Por que como estaban las cosas para el partido
comunista era de mantenerse despierto a toda hora y momento. El seguía
dando instrucciones a los suyos para poder moverse sin ser desterrados por la
autoridad chulavita en cabeza de los oligarcas. Pero desafortunadamente de
tanto resistir a la presión del nuevo presidente de turno una tarde muy fría lo
agarraron en un oscuro sótano de la capital con más de una veintena de
compañeros de lucha y un botín de afiches “subversivos”, según las fuerzas de
la nación. Estamos aquí por orden del señor presidente le dijeron los hombres
vestidos de negro, mientras el preguntaba porque le cogían. Entre tanto los
verdugos le tumbaron y a puñetazos le sacaron el aire al igual que su cigarro
de la boca salió volando, y a palazos le arrebataron los dientes que aún le
quedaban buenos quedando bañada su boca en una mar de sangre.
Después de ultrajarlo se lo llevaron para el calabozo para seguir con su
blasfemia contra un hombre, que solo había servido en el bien. Estando el
verosímil hombre, en el lóbrego lugar rodeado de los verdugos del régimen, le
recordaban que él había sido uno de los pioneros del comunismo de la nación,
que estaban enterados de sus mañosas mañas, de sus discursos en contra de la
buena honra del presidente, de sus primeras actividades como cabildante en
años pasados.
Le seguían los agresores instigando a que confesara diciéndole–. “Señor
Marulanda Vélez, no se puede negar del discursito que se echó contra los
yanquis y el Ejército de la nación, para recordarle a la gentuza lo que gente
como usted quiso decir sobre los heroicos sucesos de las Bananeras” Uno de
sus compañeros al otro lado de su celda escucharía los insultos que le
propinaban y los varillazos sobre sus lánguidas piernas largas.
Al que recordar que el verdadero Manuel se prendó primero de una dama
llamada María de los Ángeles como mujer, y después de sus palabras
acompañado de sus discursos sin dejar pasar por alto su causa. Lo que dijera
ella, o pidiera y ordenara, él lo aceptaría y cumpliría a rajatabla. Sus verdugos
le vociferaron diciéndole: “con esa hija de puta usted se inventó el Partido
Comunista en la nación” le gritaban en los sótanos de aquel siniestro edificio.
“Lo mismo era el día que la noche, simplemente el día amanecía entre el
crepuscular para que solo entrara la luz presurosa, cuando se abría la puerta y
se escuchaba el nombre completo del izquierdista o los nombres de sus
camaradas de hacinamiento. Para dar paso a las sesiones, de una o dos horas
de frenéticas golpizas con el vergajo…”. Ya este pobre hombre sin escapatoria
de la muerte infernal por causa de los oligarcas, sus camaradas le recordaban
como un eterno albañil, “como si estuviera manejando los gestos de la mano
con el palustre o estuviera poniendo ladrillos uno encima de otro con sus
manos de soñador por una nación libre de opresión tiránica.
Era un hombre de mucha autoridad y de olfato fino sin dejarse enredar en
la retahíla de la verborragia. Construía partido, construía movimiento sindical,
construía palabras”.
Por fin sus verdugos no descansaron hasta no darle muerte de “golpiza” en
un cuartucho cercano a la plaza de San Victorino de la capital, debido a este
otro asesinato de un gran líder, los sindicatos marcharon en contra del régimen
del presidente, contra las fuerzas militares, los oligarcas y el poder. En el
transcurso de los meses después de ese cruel crimen, en un curso de política y
filosofía, dos hombres se le acercaron a un muchacho seguidor y de
pensamiento izquierdista llamado Pedro A. Marín para incitarle para que se
cambiara el nombre por el heroico líder. “La escuela marxista leninista te deja
ese nombre como una cuestión de estímulo para que lleves el nombre del
dirigente obrero asesinado y lo lleve bien en alto”, le dijo uno de ellos llamado
Pedro Vásquez. Quedando Pedro desconcertado y –respondió, simplemente
que no sabía si estuviera a la altura del líder.

XII

La negra Amparo en una mañana del domingo sentada sobre una butaca
contemplaba a Marcos sobre el lavabo que se había dejado crecer la barba, y
parecía ya un ermitaño con una pelambrera de alambres y posteriormente su
mejilla embadurnada de espuma, y en su mano diestra la navaja barbera lista
para barrer su mentón. Marcos se miraba en su espejo de mano que tenía y se
elogiaba entre sí, si dejarse su bigote de brocha; pero pensaba que parecía a
unos de esos hombres asesinos con bigote y pensó más bien en dejarse la cara
lampiña. Me gustaría verlo con el bigote –dijo Amparo con una sonrisa
coquetona. Esto le tomó por sorpresa a Marcos, pues él nunca había tenido un
roce de palabras con la criada que le había atendido muy bien desde que él
llegó a esa casa. La verdad me sorprende –contesta él fingiendo una pena
escondida–. Y pensó que se tendrá entre manos esta india diciéndome que le
gusta verme con el bigote. Ella seguía viéndole a él ahí parado mientras él
seguía con su tarea, pero a ella le picaba la lengua por sonsacarle palabras
demás. Marcos ya lleva unos meses aquí y aun no me has hablado de su vida
privada le –preguntaba ella y proseguía interrogándolo. ¿Usted tiene mujer es
decir esposa? Él le miraba con sonrisa sorna–. No, no tengo mujer ni menos
esposa como usted lo dices –contesta él diciendo: a uno feo nadie lo voltea a
mirar y además pobre. ¡Pobre dices, que pobre! Todos aquí en la nación somos
pobres –responde ella justificando lo de pobres, pero que ese no era el
verdadero motivo de que él estuviera solo sin pareja–. Que lástima que un
hombre como usted, trabajador, responsable y honesto esté solo –decía ella en
adulaciones por él. Sí es una lástima –responde él mientras se bañaba su nueva
mascara lampiña ahora. Amparo se sentía enamorada por él, a pesar de que
nunca se lo había hecho saber, sería que este hombre si contraería nupcias
conmigo pensaba ella mientras le miraba su medio cuerpo de la cintura para
arriba en cueros. ¿Y usted como esta de situación sentimental? Pregunta
Marcos mientras le clavaba los ojos sobre sus protuberantes seños, pero el
disimulaba de lo que le traicionaba su mirada. Ella a sabiendas que él estaba
obsesionado por lo que había tratado de mirar le dijo que era mujer soltera y
que gozaba de su lozanía por bondad de Dios. Ya esto le daba a él una buena
señal que podía conquistarla y poseerla como su amante; poniéndole en
aprietos su naturaleza humana en él. Y desde ese día que ya habían hablado un
poco del uno al otro ella sentía cada día la necesidad de estar con él al menos
acariciándole un poco su cara lampiña y convencerlo de que se dejara el bigote
para ella sentir lo que jamás y nunca había sentido una brochita rosándole por
su cuello cimarrón –pensaba ella. Y mientras esto ocurría él se disipaba en una
mar de pensamientos amorosos, buscando la forma de atraerla como las flores
que atraen a las abejitas a sustraer el dulce néctar de las mismas. En una
ocasión el fingió estar enfermo de dolor de espalda para que ella fuera a
masajearle la espalda y ella desde luego como muy buena servidora con el
prójimo; como se lo había hecho saber su mamá hacer siempre el bien sin
mirar a quien, solo que ahora el prójimo era el hombre que le había hecho
nacer de nuevo la esperanza del amor. Y sí; ella sin hacerse rogar al llamado
de Marcos aceptó pasar una noche a darle una buena masajeada sobre los
hombros y espalda encendiendo los ánimos de Marcos que por cierto ya había
perdido la cuenta cuando fue su última vez que se había levantado una
fufurufa antes de haber emprendido su éxodo. Y así sucesivamente estuvieron
varias noches chapaleando en plena pasión sin medida alguna, porque tanto el
uno como el otro se necesitaban para olvidar la mala racha por la que estaba
pasando la nación sin ellos tener culpa alguna. Pero la necesidad de amar y ser
amados no se negarían; ya Amparo había roto la regla por culpa del italiano
ahora no perdía nada si perdió la pena con Emilio pensaba ella, y era tanto su
embrujo de ellos dos con su complicidad del dolor de espalda que terminaban,
acariciándose y besándose y por últimos desnudos poniendo ella su sien sobre
su pecho de oso peludo. Y así durante todo el resto de noche amaneciendo
mancornados hasta las cinco y media de la mañana. Y por poco los pilla,
María Cabrera, una mañana que se había levantado para pasar al retrete que
quedaba contiguo del cuarto de Marcos.
*
–Días después se empezaron a escuchar noticias bajo el régimen de un
militar sobre la amnistía para las chusmas liberales, entre tanto el partido
liberal y conservador pactan la paz. Entre tanto no todos se acogen a ese pacto
empezando por alias “chispas” quien desconfía del pacto y no se acoge a la
tregua. Siguiendo el con su accionar como bandolero con un escuadrón,
haciendo de las suyas adquiriendo gran notoriedad por sus atroces crímenes.
En la capital los conservadores y liberales, ya habían aceptado el pacto de paz,
por que otro presidente de turno que estaba al mando de la nación actualmente
llamaba a la calma y a trabajar por la unidad de la nación. Porque ya habían
pasado los tiempos de “gobernar a sangre y fuego” que incluso esto prendió
los ánimos que incendiaron los diarios El Tiempo y El Espectador, se impuso
la censura de prensa. Al igual que ya uno de los presidentes había abandonado
la nación refugiándose en Europa. Por su parte los liberales no perdían las
esperanzas de llegar a tomar posesión de algunos escaños en la nación.
–Mientras esto seguía en la cuerda floja en la capital, en los ríos de la
nación bajaban cadáveres con chulos encima comiéndoselos, y a esto se le
sumaba <<El corte corbata>> dejando la lengua colgando y era evidente que
alias “Sangrenegra” era el autor de semejante crueldad. Los habitantes de los
campos, cuando se encontraban con estas características ya sabían de
antemano qué quien había ya pasado por ahí era el temible alias
“Sangrenegra”, pero nada se podía hacer ante semejante monstruo pensaban
los humildes aldeanos.
Y el otro vándalo de alias “chispas” seguía con su colección de crímenes
dejando el horror en los territorios del centro-occidental de la nación que él
hacía presencia.
Sin que nadie le pudiera hacer frente.
Con el correr de los años Elvira seguía siendo nada más que otra mujer sin
futuro, que solo miraba crecer su mocoso solo sometida a las órdenes de su
marido y caprichos sin poder protestar dentro del marco matrimonial. Aunque
veía como la nación protestaba y venia protestando por los oligarcas, que esto
le hizo pensar con cabeza fría y decidió ir donde su mamá a visitarla para ver
como seguía de su mala salud ya que cada día empeoraba de la pierna. Y así
pasó ella le dijo a Filomeno que iría a visitar a su mamá con el consentimiento
de él y se encaminó tomando de la mano a su hijo Isidro y se marchó.
*
Marcos se había vuelto ya mano derecha de Juan de Dios, en todas las
labores del día a día en los trabajos de campo; y ya él pensaba muy seriamente
en proponerle matrimonio a Amparo, pues para formar su propia familia, ya él
olvidaba su poca familia con el transcurso de los años y la violencia que era la
dueña de los destinos de las familias que se desintegrarían. Ahora faltaba la
opinión de Amparo pensaba él si lo aceptaría como su marido le venía
cavilando día tras día ese pensamiento porque una razón poderosa para
resistirse a su propuesta era que ella le llevaba unos años de más y por
naturaleza el hombre es quien debe de ser mayor dándole cabida a su designio.
Ellos seguían con su enamoramiento secreto, pues hasta la vista no había
sospecha alguna en la casa, se habían prometido y comprometido Marcos con
Amparo, en que cada fin de semana el pasaba la noche con él, y ella le había
aceptado, eso si hasta cierto punto le decía ella esbozándole una sonrisa sin
que se le fuera a ir la mano. Y Amparo se sentía toda una mulata premiada con
el premio gordo, pues la verdad ella jamás había imaginado tener a un hombre
menor que ella como su esclavo amoroso. Ella soñaba y añoraba la hora de
establecer un vínculo matrimonial con Marcos porque no quería llegar a
lamentarse en haberse quedado convertida en una solterona por culpa del
miedo a enfrentar la realidad misma del pecado.
Una solana mañana, tuvieron la sorpresa de la llegada de Elvirita, pues de
tanto tiempo después de irse a vivir con su marido llegó en un caballo alazán
ella con un pequeño crío en anca del animal. Todos quedaron llenos de
sorpresa al mirar a quien muchos años atrás era la niña Elvirita. Que Juan de
Dios, a pesar de su edad corrió apoyado por su bordón, a ayudarla a desmontar
del caballar. A Eva se le vinieron las lágrimas de la misma alegría de mirar
justo al frente a su adorable hija en la sala, que no le veía desde que salió
encinta del que ahora tenía ahí al lado como prendedor de su vestido. El niño
se volvió el centro de atención por todos ellos que incluso decían se parece
más a nachito, en especial la abuela Eva era la que con sus frases jactanciosas
fustigaba al pobre muchachito que se sentía él la mascota del circo. Ella es la
abuela Eva –le dijo Elvira, presentándosela. El seguía más arisco que muleto
cerrero, pues no se sentía cómodo ahí con la mirada de todos sobre él clavada;
y eso que hasta Marcos no se perdió de la llegada de la hija de sus patrones.
Vea, pues no sabía que ellos tuvieran una hija –dice Marcos al lado de
Amparo. Si, ella es su única hija aprobó Amparo y prosiguió diciendo: ella es
casada y mire su retoño que trajo ya. Bienvenida hija le decía Eva, y la abuela
María Cabrera, también dio una salve de alabanza –diciendo conocí a mi
biznieto ahora ya puedo morir tranquila terminó diciendo ella con una sonrisa
arrugada en su pequeño rostro enjuto. Todos le seguían tocando y acariciando
su cabeza como toalla de manos sobre el pobre niño. ¿Cuántos años tiene?
Pregunta Eva mirándole su cara de inocente, mientras la nación se derramaba
en sangre pensó. Tiene siete añitos –respondió Elvira con un ademán de manos
enseñándole los siete. Válgame Dios, me trae a la memoria nachito –contesta
ella melancólica. Y que se sabe de mi hermano –pregunta ella mientras se
hacía un moño de ratón. Ya Elvirita había perdido su compostura de mujer
estudiada desde que terminó la primaria y se fue truncada con sus sueños de
futuro. Tal vez sería la rebeldía de ella la que la castigó por no querer ir al
convento de monjas como su madre quería, y ella se negaba a ser monja –
pensó en ese momento Eva. No hija de él no sabemos nada desde que se
decidió irse de la casa debido a esta violencia que usted más que nadie ya sabe
–responde ella desconsolada. Si mamá, esta violencia nos está matando en
angustia. Amparo llegó a la sala con un vaso de limonada para Elvira su
consentida. Y Amparo sigue la misma –dice Elvira sonriéndole y añade los
años no le entran a esta muchacha. Amparo soltó una carcajada dejando de
entrever un diente que le hacía falta y también sonrío Eva. No Elvirita no crea,
que yo sea la misma de antes –dijo ella. Si en eso tiene razón ya no soy la
misma de antes que era una santurrona, desde que conocí como meter el
demonio al infierno con Cassella, pero ya soy una experta en meter al demonio
en el infierno cada vez que se endemonia pensó ella misma sonriendo. ¿Y
quién es ese hombre que miré cuando llegué mamá? pregunta Elvira
buscándole con la cabeza por las puertas abiertas. Ah, hija él es Marcos, quien
nos llegó como un ángel mandado por Dios –dice Eva, mientras movía su
pierna con cuidado. Para Amparo le tomó por sorpresa que Elvira preguntara
por Marcos–. Acababa de nacer un presentimiento de desconfianza para ella,
por su hombre. ¿Y cómo sigue mamá de la pierna? Hija ahí, como la mira cada
día engruesándome más. Las horas transcurrían para ellas ahí y Eva al igual
que la abuela María, le preguntaban cómo estaban las cosas por allá y además
como le iba con su marido, ella por su parte les contó de todo un poco, aunque
no le notaron la felicidad de haberse ido con ese hombre sin la bendición de
Dios. Que el niño si era una bendición de Dios decía ella empero la vivencia
con Filomeno no era de lo mejor era un pernicioso, le encantaba la buena vida
en medio de la pobreza, siempre se metía en esa cantina a dejar los pocos
pesos que ganaba durante toda la semana, se lamentaba de haberse ido y
haberle creído a Filomeno de lo que le había prometido. Por fortuna la criada
no estaba ahí escuchándole a Elvira su mar de lamentaciones de pareja, porque
de lo contrario esta se correría de su empresa que estaba a punto de culminar
con Marcos. Esa es la vida hija –le decía María Cabrera con un rostro lleno de
experiencias.
–A eso de las cuatro de la tarde llegaron nuevamente Marcos con Juan de
Dios, para tomarse una segundilla, y desde luego que ya la mesa estaba
servida con unas hojaldras y aguapanela que Amparo se había puesto en la
tarea de hacerles con mucho empeño, para satisfacer a Elvirita. Juan de Dios,
le dijo a Marcos a modo de presentarse que ella era la hija. Quedando Marcos
encantado de mirar a una mujer blanca tallada cuya edad calculó Marcos unos
veinte algo. Todos ahí servidos comenzaron a comer y hablaban de las cosas
del día y la sorpresa que la hija les había dado que hasta pensó Eva que algún
día Nacho llegaría como Elvirita. Marcos le miraba por el rabillo del ojo a
Elvirita mientras esta le atarugaba de comida al pequeño.
–¿Y cómo llama el niño? Pregunta Marcos mirándole por encima del
pocillo a Elvirita. Él se llama Isidro –contesta ella de golpe. ¡Ve, mi hija le
puso a mi nieto el mismo nombre de San Isidro Labrador, bendito sea Dios! –
dice Eva desde la silla que tenía especial para ella sentarse al pie del comedor
debido a su pierna, que le impedía sentarse junto a ellos. Coma papito –le dijo
Eva desde su silla. Isidro por su parte se resistía en no querer comer más y
Elvirita le hablaba con poder de palabra que debiera de comer unos bocados
de más. Papá hasta cuando seguirá esta situación –dijo Elvirita mirándole ya
entrado en años a Juan de Dios. Quien sabe hija –responde él con parsimonia.
Mientras se mascullaba unos bocados de frita. ¡No se ha muerto todavía! –dice
Elvirita mientras miraba a Nerón viejo cuerudo ya con un color blanquecino
canoso. El perro miró a Elvirita y batió su cola no con la misma energía que
cuando ella partió de la casa. E intentó dar un aullido, pero su poca fuerza de
perro viejo le impidió. Ella le pasó un pedazo de su hojaldra que hasta para
tragarlo por poco se atora con la hojaldra tostada.
Marcos por su parte se pronunció diciendo que la violencia era un mal muy
grande el que nos hacía a nosotros los hombres trabajadores. Ella admitió
diciendo que ella había sido una mujer ya sin futuro debido a todo ese
conflicto entre los liberales y conservadores. Pero ahora les voy a contar este
hecho que de lógica me lo contaron y comenzó él a narrarles de la siguiente
forma:
– “Que en un poblado de influencia goda un enfermo de dolor de muela
busca al único dentista de apellido Parada, que tiene esa localidad que a la vez
es un sectario conservador y lo interroga al paciente diciéndole: que si es
conservador le cuesta doscientos pesos y si es de esos collarejos cachiporros le
cuesta quinientos pesos. El pobre hombre con su dolor agudo le pregunta el
por qué quinientos. El dentista le responde porque tengo que operarlo por el
culo” soltando de inmediato una carcajada Amparo que por poco se cae. Y el
terminó diciendo: porque bien sabe usted que los cachiporros no pueden abrir
la boca. Hasta Elvira se carcajeó de ver cómo había terminado esta
ocurrencia–. Diciendo se haría godo si era collarejo. Y Juan de Dios, con
disimulo se sonrió, pero para la que no le sonó a modo de chiste fue para la
abuela y Eva quienes se hicieron las desentendidas de semejante vulgaridad.
Me perdonan ustedes, pero así fue como me lo contaron –dice Marcos
carcajeándose. Pero la que más se reía era Amparo de mirar a su futuro
prometido haciéndoles reír en medio de un abrupto tiempo, y Elvirita
terminando de tomarse su aguapanela le dijo que hacía años no se reía tan
bueno desde que le sacaban los dientes de nachito diciéndole que eran para el
ratón. Que hombre éste –dice Elvirita para decir las cosas y prosiguió cabe
decir que es una muy buena anécdota. Ellos seguían ahí sentados e Isidro se
perdió por el rancho descubriendo los escondites; era como su tío en verdad
muy inquieto este niño, lo recordaba Eva cuando lo llamó y no le contestó él.
Amparo se sentía atacada por celos de ver como Marcos parloteaba con la hija
de sus patrones, de hecho, Elvirita era muy habladora y hasta hablaron de las
desgracias de sus vidas personales que cada uno había terminado por pagar a
costa de los malos dirigentes. La tarde se les pasó a los López como por arte
de magia por la llegada de Elvirita, y no tuvieron la necesidad de ser llamados
a la cena porque ya estaban prestos para ella excepto Marcos que se paró por
un instante para encender la Petromal y dar iluminaria en la pequeña sala
mientras comían.

XIII

Tal cual como lo había pronosticado la abuela, muchos años atrás “quien
mata a hierro a hierro muere”. Y ahora ella que había estirado la pata también,
pues le hicieron un funeral enterrándola hacia las inmediaciones del caserío
donde estaban exiliados los López desde muchos años atrás por la violencia; la
que si murió primero fue ella sin saber nada de sus pronósticos –le contaba
Eva a su hija, días después del funeral. Pues los hombres que habían
germinado el terror por la nación empezaron a ir cayendo en las garras de la
muerte. A comienzo de año para ser más exactos en el mes de enero se
rumoreaba entre los aldeanos trabajadores que había caído ya el famoso alias
“chispas” que un comando del ejército le había dado de baja en una aldea que
quedaba ubicada en el centro-occidental; la zona de sus sangrientas andanzas.
Esto para muchos les tomó por sorpresa que incluso veían una posible crisis
que se agudizaría, porque sus hombres de confianza podían tomar con mucho
más rigor represalias contra los godos. Esto fue la notica del momento los
conservadores celebraron la gran a saña del Ejército que ya estaba a estas
alturas derrocando al sectario. Muchos de los conservadores celebraron de la
muerte de este forajido hombre. Y en especial los oligarcas se llenaron de
júbilo, celebraron hasta tarde de la noche, porque era mejor que haber ganado
la lotería, se emborrachaban tomando aguardiente y los más pobres por no
decirlo de chicha. Decían que no había forma de que este hombre pagara por
todas sus atrocidades ni siquiera en el infierno. Pues pensaban que era poco el
infierno para él. Hasta la propia iglesia de la nación al enterarse y comprobar
de que el verdugo había dejado de vivir dio un decreto eclesiástico impidiendo
a Teófilo Rojas Varón, alias “chispas” ser enterrado en tierra santa y por si
fuera poco sus más de mil crímenes le valieron su excomunión para luego ser
enterrado en el campo de los suicidas.
–Uno menos –pensó el presidente de aquel entonces que era godo
impartiendo su consigna a sus generales. Pero era como torear el avispero por
la muerte del collarejo, porque los crímenes no paraban con la señal de “corte
corbata” era difícil de creer, pero la realidad de la nación en su baño de sangre
aún no se detenía. Cuando mandaron de regreso al infierno, como lo tuvo que
haber dicho el pelotón que le dio la baja, ya estaba un hombre tomando las
riendas de su nueva empresa que años atrás había estado en la revuelta en la
capital y posteriormente había pertenecido a las Autodefensas campesinas
liberales por defender su vida de la guerra que había declarado el presidente.
Este hijo humilde, de labradores liberales quien llevaba el partido y la
revolución en su sangre, que incluso su abuelo antioqueño de tendencia
liberal; había sido un heroico combatiente de la guerra de los mil días. Manuel
Marulanda, era de raza amerindia fornido, con una mirada fija y que además
tenía muy bien en claro lo que quería. De niño cursó toda su primaria
abandonó la casa a su escasa edad de trece años por su pobreza. Partiendo para
nunca más volver a su rancho–. Se dedicó al sano trabajo y desempeñándose
en oficios varios probando suerte económica como expendedor de carne,
panadero, vendedor de dulces, constructor, tendero y comerciante. Era un
muchacho entregado a su trabajo con sueños de una nación prospera, pero las
circunstancias le hicieron cambiar de rumbo. Que en definitivamente optó por
irse para las montañas a pesar que no tenía conocimientos de milicia militar,
pero se había apoyado en los conocimientos de su abuelo guerrero que había
vivido y participado en la guerra de los mil días, esto le bastó para él aprender
de la estrategia militar y convertirse en un estratega más. Cuando el presidente
había pactado la amnistía, él había madurado en su concepción sobre la
política de la nación, y no dar cuartada de ingenuidad para luego tomar rumbo
de guerrilla revolucionaria. Ahorrándose la hipocresía del presidente, por que
quienes entregaron sus pocas armas como guerrillas liberales, fueron
acribillados vilmente por las balas asesinas del presidente con el transcurso de
los días.
–De lo que nos salvamos –les decía a sus pocos hombres, de haber caído
en manos del enemigo y caer en las garras de la tiranía. Sí; tiranía, era bien
cierto; porque las cosas aun no cambiaban seguían de peor en peor para los
pobres. Días después reunidos con sus pocos camaradas se dijeron “nos
empujan a esa lucha, no hay más remedio que prepararse y decidirse a
emprenderla…” Quienes se decidieron emprender esta pequeña empresa,
como guerrilla comunista, de rostro campesino, con objetivos esencialmente
agrarios, con visión militar recortada; eran los más viejos, poco a poco iban
ganando adeptos con los jóvenes quienes les impartían la retahíla del porqué la
nación estaba como estaba, y que además el complot del presidente godo del
asesinato del máximo líder democrático popular era también apoyado por la
oligarquía y los Yanquis, debemos de hacer algo les instigaban a estos jóvenes
llenos de vigor y sin futuro. Los jóvenes por su parte salían a los poblados a
buscar armas entre los pequeños aldeanos pidiendo lo que fuera, escopetas,
revólveres, cuya marca eran Col Caballo “32” corto. Hasta Pistola Beretta de
la U calibre “21”. Los campesinos en medio de su miedo por los enemigos que
se podían ganar de poner su cabeza al blanco de los “chulavitas” no se
negaban a donar lo poco y miserable de armas que pudieran aportar por la
causa. Y así sucesivamente se iba poco a poco armando la guerrilla siendo el
brazo armado por comisión de los humildes campesinos para la defensa de sus
comunidades. Siendo ellos animados por el Partido Comunista desde la
capital. A medida que pasaban los días y meses ya decidas a continuar su
lucha de forma organizada. Ya operando luego en condiciones
excepcionalmente adversas, la mayoría de sus nuevos líderes de esta
disciplinada militancia se replegaron hacia el sur de la nación en cabeza de su
máximo comandante.
*
Desde la muerte de la abuela María, Elvirita por su parte se había quedado
con su hijo, a vivir con sus padres, por todo lo que ya sabían ellos de la mala
vida que llevaba al lado de su marido Filomeno. Por lo que ella contó a ellos.
De hecho, para Eva no era malo que su hija, se quedara con ellos a veces se
sentía sola y ya ella no contaba con la compañía de María. Para quien no le
cayó nada buena la idea de la quedada de Elvirita fue para Amparo, se mordía
los labios gruesos y respiraba presurosamente–. Pues pensaba que esto no era
buena señal para ella tener ahí de fijo a una mujer que había abandonado a su
marido; aunque ella haciendo memoria ella no había hecho votos esponsales
con la bendición del cura, en pocas palabras vivía mancebadamente con el que
decía ser su marido y sabe Dios si era verdad de lo que les decía a sus padres
pensaba Amparo. De todos modos, ella seguía ahí por encima de lo que fuera
porque al fin y al cabo era la hija predilecta para ellos por el momento porque
nacho había abandonado su nido familiar. Marcos por su parte seguía con ellos
ahí trabajando y habiéndose ganado la confianza de Juan de Dios, que ya le
tenía en buena estima como un hijo que incluso ya le decía hijo cuando le
ordenaba algo. Que por cierto Elvirita al comienzo sintió celos de ver cómo
había ganado el forastero de hace años atrás confianza con ellos; pero Eva le
hizo saber de qué era un buen hombre y muy trabajador y sobre todo
respetuoso en especial con ellos, que nunca se le oía decir palabras vulgares,
excepto que a veces se le escachaba una quiotra. Elvirita le preguntó a Eva en
una ocasión si Marcos era casado o a lo mejor viudo. Ella le decía que eso no
lo tenía bien en claro, lo único que si podía decir era que había dejado su
familia por salvar su pobre vida. Elvirita de tanto verlo y conversar con él se
fue encariñando con Marcos, hasta que por fin Amparo empezó a sospechar
que algo se traía entre manos ella con su bonachón de hombre, pero nunca le
preguntó nada por temor a estar equivocada. En una ocasión que Amparo se
cruzaba por la sala miró a Elvirita pidiéndole a Marcos que le subiera la
cremallera del vestido por su espalda echándose ella su cabellara sobre su
corpiño y el muy gentilmente le hizo el favor sin poderse negar a la hija de su
patrón. Para Amparo era la tortura de vivir ella echa un ovillo de ideas desde
la llegada de Elvirita.
Al año siguiente desde la muerte del forajido “chispas” un medio día que
estaban todos puestos en la mesa almorzando. Juan de Dios, pidió a Elvirita
que le pasara la radio y prendiéndola luego estaba una melodía de Julio Sosa,
que era su más debilidad los tangos y enseguida daban aviso a una noticia de
interés nacional el locutor decía atención mucha atención: “que habían dado
de baja al hombre más temible; que en la tarde de ayer domingo había caído
alias “Sangrenegra”. Cuando Eva escuchó la noticia desde su silla perezosa, se
estremeció y exclamó. ¡Murió el propio demonio en persona! Por su parte
Marcos –dijo que eso era de esperarse, porque era un hombre muy malo.
–Ojalá la nación se componga y mejore para las futuras generaciones como
para mi nieto Isidro –dijo Juan de Dios, con pesadumbre por sus años. Ya él
estaba bastante viejo, su cabellera ya era completamente grisácea, y ya él
había perdido el interés por la justicia sobre los pobres y la prosperidad era
algo inalcanzable para él pensó–: mientras se recostaba en una mecedora de la
abuela y estiró sus pies como llamando la muerte.

XIV

En la capital la muerte de “Sangrenegra” fue la mejor noticia recibida por


los oligarcas en compañía del presidente que celebraban el acontecimiento
más célebre del momento. Para los terratenientes era un golpe bien dado a su
enemigo íntimo “Sangrenegra” quien los tenía con el terror de ser su próximo
“corte corbata” si les llegaba a manos de él.
Luis Palomares quien muchos años atrás había estado a favor del
presidente. Ya era un viejo terrateniente, con una peluca completamente blanca
y una barba rala grisácea, que en su rostro llevaba impregnado las arrugas y el
odio por los que se oponían al desarrollo que él decía darse en la nación. Fue
uno de los que celebró unos de los triunfos a favor de ellos, por quitar el
presidente del camino al bandolero que era una amenaza. Y pensó él que
nunca debieran de existir los comunistas, porque era la peor peste para una
nación pujante como la nuestra; decía a sus amigos en la capital. Pero uno de
ellos le hizo saber y le recordaba que la culebra aun no era matada por la
cabeza, porque había rumores de que había un hombre que estaba formando ya
una guerrilla. Cuando el escuchó formando una guerrilla –protestó diciendo:
que ahora tenían que ser guerrilleros macheteros los que querían plagar la
nación y era poco entonces la muerte de esos dos collarejos de mierda. La
guerrilla que ahora se posesionaba era una guerrilla comunista –le decían a
Luis Palomares, quien éste se resistía a creer que ya hubiera una guerrilla
comunista. Llegó hasta pensar él como muchos, de que tal vez hubiera
resucitado el agitador del pueblo cuando años atrás a quema ropa fue
aniquilado; y había reencarnado en otro, para que el comunismo cogiera fuerza
en una guerrilla de ideología comunista. Otra pata que le nace al cojo –pensó
Palomares, pero ya con sus años de viejo imperante y jodido por la próstata
pensaba que la nación necesitaba de hombres como él dispuestos a diezmar
para evitar que se propagara la peste del comunismo sobre la nación, pero
ahora yo viejo como una chanda que ni para mear tengo paz se decía él. Pero
una mañana que le visitó uno de sus amigos le decía que ahora la guerrilla
comunista había lanzado su “Programa Agrario” de guerrillero, para que esto
se convirtiera en bandera de lucha del movimiento revolucionario.
–Qué movimiento revolucionario va a ser esta mierda –le contestó Luis
con cólera. Y le dijo que eso era el camino al desastre.
La guerrilla campesina por aquel entonces dejaba de ser combatientes sin
sentido para adquirir una visión de lucha campesina, para pregonar una visión
más amplia, con la consigna de lucha por el poder político para el pueblo. Esta
guerrilla comunista seguía con su plan y organización interna buscando más
seguidores de la causa y para ella misma; con un objetivo claro en la cual se
luchaba por una Política Agraria que entregue la tierra del latifundio al
campesinado y con apoyo por el estado para el desarrollo del mismo. Con esta
política se buscaba dejar obsoleta la Política Agraria de Mentiras, de la
oligarquía. Para ser transformada en una Política Agraria Revolucionaria, que
cambiara de raíz la estructura social del campo sobre la nación, entregándole,
las tierras completamente gratuitas al trabajador o quienes quieran trabajarla,
sobre la base de la confiscación de la propiedad latifundista para el beneficio
de todo el pueblo trabajador.
Con este plan trazado por la guerrilla comunista, buscaban que el
campesinado encontrara el apoyo técnico de infraestructura, y así hacer la
debida explotación económica de la tierra–. Para elevar verticalmente el nivel
de vida material y cultural de todos los labradores; haciendo énfasis en poder
de librarlos del desempleo, la hambruna, y la ignorancia como principal mal a
todo desarrollo del individuo; y las enfermedades que posteriormente aquejan
su capacidad de trabajo; y por otra parte siguiendo el hilo revolucionario de
confiscar todas aquellas tierras ocupadas por compañías imperialistas en la
nación.
Generando un descontento entre la oligarquía que, incluso Luis, preferiría
morirse que ver esta catástrofe en la nación. Pero antes de morir pensó en
darle instrucciones muy claras y estrictas a uno de sus hijos que llamaba
Miguel, que ya había venido del extranjero preparado acostilla de los
ignorantes.
–Una noche temprano sentado en la silla de descanso de su recamara Luis
Palomares se sentía fatigado con una respiración lenta y fría en su cuerpo,
porque hasta eso ya el viejo había perdido las fuerzas y energías que le
caracterizaban a él de ser un hombre de negocios y política si fuera necesario
intervendría con sus dádivas para la casa presidencial como lo había hecho en
su juventud. Decidió esa noche hablar con Miguel en quien le dejaría las
riendas de sus empresas latifundistas y demás.
Miguel que acostumbraba a mirar a su papá todas las noches o mejor dicho
a despedirse de él; esa noche como de costumbre lo hizo pasando a la
recámara de su viejo. Miguel era un hombre que había llegado de unos treinta
y siete años de edad, la mayor parte de su juventud la había pasado en el
exterior estudiando más exactamente donde los yanquis. Al regreso a la nación
su padre le puso al tanto de sus empresas.
–¿Papá, como ha estado hoy? Pregunta Miguel, ahí parado al lado de la
cama del viejo. Si, papito ahí llevando esta vida con mis complicaciones –
responde Luis encogido de zancas sobre la cama. ¿Complicaciones de qué?
Interroga él. Hay hijo cuando uno se vuelve viejo es solo complicaciones –
replicó Luis estirándose un poco y prosiguió son quebrantos de salud. Cuando
yo tenía la misma edad suya saltaba en una sola pata, pero vea ahora, ahora
necesito hasta de tres patas para andar a buscar el baño que me tiene jodido
hasta la próstata –decía él con una sonrisa lúgubre. Pero papá si se queja de la
buena vida que ha llevado –respondió Miguel mientras se sentaba a su lado.
Miguel no sabes lo mucho que me ha costado mantenerme en pie y el esfuerzo
que hice para enviarlo al exterior para que se preparara para que construya un
futuro mejor –dijo su padre. Y precisamente de eso quiero hablar del futuro
Miguel, porque yo ya me voy muy pronto en pocas palabras, yo ya estoy
contando los días. Miguel le miró meticulosamente esos ojos de perro viejo y
comprendió que el viejo tal vez tuviera razón en lo que –decía pensó. Mira
Miguel; yo quiero que usted comprenda como están las cosas en la nación, que
lastima hijo, cuando era muy niño tuvo la nación un enemigo que por poco si
hubiera continuado él con su política mezquina usted no fuera el hombre
brillante de hoy. Ese bastardo quería arruinarnos con su política de izquierda y
eso no lo podíamos permitir. Pero bueno eso fue el pasado –dice Luis y
prosiguió ahora la nación se enfrenta a otro problema que sobra mencionarlo.
Ah, ¿quieres decir el partido comunista? repuso Miguel con un ademán. Si eso
es hijo –afirma el viejo. Pero lo que no me deja morir tranquilo hijo es la
nueva guerrilla; que comunista se hacen llamar. Nuestro patrimonio es lo que
más me preocupa y su futuro hijo, que tanto me costó, desvelos y sudores y
hasta plata porque solo yo sé cómo son las cosas que se mueven en una nación
como ésta. Miguel le observaba y escuchaba desconociendo gran parte de la
verdad que decía su padre mientras él era niño y cuando entró a los veintiuno
como hombre mayor de edad acompañado de una barbita rala, salió del país
desconociendo en gran parte lo que su padre le decía de antemano.
Miguel quiero que me escuche para que hablemos hijo –dice Luis
Palomares–. Ya eres un hombre, y quiero depositar mi confianza en usted para
que cuando yo parta de este mundo me vaya tranquilo.
–¿Y qué quieres que yo haga papá? Pregunta Miguel mirándole su cara
enjuta. Por lo tanto, Luis Palomares se puso su mano con su pañuelo sobre la
boca para toser, pues ya sus pulmones de tanto haber fumado cigarro tenía una
afección respiratoria. Miguel le sirvió un medio vaso que reposaba la jarra
sobre la mesita. Beba agua para que le pase la tos papá; el viejo no se resistió
al cuidado de su hijo. Gracias hijo –contesta él. Ves Miguel que hasta la tos
quiere acabar conmigo le puso de evidente sus desdichadas complicaciones.
Ya el viejo recobró un poco su estado desasosegante y volvió y tomó un sorbo
más de agua pasándole el vaso a Miguel diciéndole: quiero que me prometa
por amor a su madre que estas en el cielo que usted nunca va a pertenecer o se
va a dejar llenar la cabeza de cucarachas con eso del partido comunista. No
podemos permitir que esas guerrillas lleguen al poder para que se tomen todo
a su antojo con ese cuento de la igualdad–. Y por poco acaben con su futuro –
dijo el viejo, ¿pero me entendió? Si papá no dejaré que nos quiten nuestras
grandes extensiones de tierra –respondió Miguel, tomándole la mano al viejo,
que incluso la sintió fría. Papá tiene su mano fría, cobíjese las manos –dijo él.
No hijo ya no entro en calor ni porque me acompañaran tres vírgenes en mi
lecho, mis energías ya no dan más, al igual que le paso al rey David que a lo
menos con una doncella le bastó –pensó el viejo decirle mientras su hijo le
arropaba bien sus manos. Y continuó Luis diciéndole: la verdad hijo es que no
quiero que le demos campo abierto a esos chusmeros, en especial a ese tal
Manuel Marulanda, pero por eso quiero que usted ponga al servicio sus
capacidades de oponerse ante esos miserables que no son otra cosa más. Le
prometo papá hacer todo lo posible y crear resistencia para acabar con esa
plaga de comunistas –responde Miguel irritado, al mirar que su padre tenía
razón y prosiguió y si es necesario pongo plata al servicio. Bien hijo; eso
quería escuchar de usted, sé que es un hombre que conoce el bien y no el mal,
siempre buscando lo mejor para quienes tenemos el poder sobre el pueblo –
contesta Luis entrecortado débilmente y terminó diciendo, gracias hijo. Bueno
papá lo dejo para que descanse que yo me voy a descansar también. Saliendo
Miguel de la pieza de su padre, ya con un mensaje claro y una promesa que
iba a llevar a cabo en el transcurso de su vida erradicando a los comunistas.
A los días siguientes; después de haber recibido Miguel las instrucciones,
su padre yacía ya en un mausoleo en la capital, y para Miguel la tarea apenas
comenzaba, en cumplirle a su padre el de no dejar a los izquierdistas, seguir
avanzando con su plan mediático de que el pueblo tomara fuerza por las
ideologías de los comunistas, para llegar al poder.
–Mientras esto pensaba Miguel, con unos amigos de su misma estirpe que
había logrado reunir para decirles que no debieran de dejar que los soez
revoltosos, fueran creciendo, y que debieran de hacerles resistencia para
eliminarlos de raíz. Todos sus amigos pensaron que debieran de dar fondos
para el gobierno para emprender la empresa de exterminio pero que debieran
de manejarlo con audacia y prudencia para que las demás naciones no fueran a
tomar represalias en contra del presidente y excluirlo de las organizaciones
mundiales dejando de relieve el genocidio que hubieran emprendido.
–Pero para la década de los sesenta el presidente había dado la orden de
exterminar a un bandolero que los mismos terratenientes habían fortalecido
para su protección y ahora era un enemigo íntimo en contra de ellos mismos.
En la capital en la que se encontraba el bandido alias “Siete colores” con su
pandilla para ese entonces fue neutralizado por los hombres que estaban al
servicio del presidente en una casa al sur de la capital; quien le hizo frente por
más de cinco horas y media aproximadamente dándole de baja a unos cinco e
hiriendo a unos cuantos más. Un miembro de la pandilla incluyó a rendirse,
pero para Carlos Efraín González Téllez, alias “Siete colores” era resistirle
hasta lo último con sus pocos hombres con una lluvia de balas de todos los
lados de la casa poniendo en jaque a la fuerza pública hasta que por fin cayó
abatido. Para los liberales y terratenientes fue un gran alivio cuando supieron
de la muerte de su enemigo mortal que hasta pensaron que tenía un pacto con
la muerte por todo lo que se escuchaba sobre él.
–En la capital Miguel con sus colaboradores se sentían muy a gusto de
mirar como el presidente actuaba con inteligencia; que de hecho para los
comienzos de los sesenta habían matado al nuevo comandante enemigo de la
nación; que promulgaba ser decía Luis Palomares a su hijo. Pues su papá
odiaba al comandante guerrillero y según el presidente había dicho que con los
bombardeos en Marquetalia, en donde se encontraba, por fin el revolucionario
había muerto con su resto de comandantes rebeldes. Y que si no había muerto
en dicho bombardeo la gangrena por las heridas junto a las hormigas
venenosas acabaría con él. Era una noticia fantástica para Miguel junto a sus
amigos, pero que no debieran de bajar la guardia porque tal vez cortaron el
árbol, pero la raíz del comunismo no está arrancada y esa es nuestra tarea
arrancar de raíz el comunismo –decía Miguel a sus amigos, en sus reuniones
privadas.
*
Habían pasado varios años desde que Elvirita había llegado con Isidro éste
ya era un adolescente de catorce años que se iba desarrollando muy fuerte y
listo para lo que fuera. El abuelo Juan de Dios, se había encariñado con él pues
pensaba que al fin de cuentas era como su propio hijo Jorge Ignacio. Cada vez
que Juan de Dios llegaba cansado al rancho y se sentaba en el pequeño
corredor le pedía al joven Isidro que le trajera las arrastraderas y éste volaba
por ellas que hasta en una ocasión casi se lleva a la negra Amparo por delante
en la pieza. Oye, tenga cuidado le –gritó Amparo que ya caminaba sonsa–. ¿Es
que no vez por dónde camina? le preguntó ella.
–Disculpe –contesta él, mientras se dirigía a la pieza tras las chancletas. Él
le había cogido tanto cariño al abuelo Juan de Dios, porque le alcahueteaba sus
cantaletas y le daba consejos. Y más por él haber heredado un obsequio de su
tío que tanto le hablaban y que decían que él se parecía mucho a él; pero el sin
embargo no lo conoció ni en pintura menos en foto por que con esa pobreza
quien tenía una cámara de fotografía si solo eso era para los ricos de la ciudad
le –decía Juan de Dios en una oportunidad, que le había preguntado su nieto
que porque no habían dejado una foto de su tío nacho, como las fotos que él
había visto en un recorte de periódico.
Isidro había aprendido a tocar la armónica por institución de su madre que
precisamente ella fue testigo del regalo que muchos años atrás le habían hecho
a su hermano y que por fortuna por ser listo nachito la rescató, cuando ellos
dejaron abandonada la casa paterna de ellos se lo había hecho saber Elvira.
–Una tarde que Juan de Dios, estaba sentado sobre una butaca en el
corredor escuchando tangos con su radio de marca Max Silver, le llegó Isidro
y le pidió que le contara un cuento que nunca le había contado nada. Isidro
tomó la radio y la apagó sin permiso. –Grosero, eso no se hace –dice Elvira,
quien se dio cuenta por fortuna del suceso. Tranquila hija no me lo regañe –
respondió Juan de Dios feliz de ver a su estampa de Jorge Ignacio ahí pensó al
mismo tiempo. Pero papá, hágase respetar él no tiene por qué apagarle la radio
–reparó ella ahí parada al frente de ellos dos. Para él todo lo que hacía su nieto
era bien así se cagara en las narices de él.
–Lo apagué porque mi abuelo me va a contar un cuento –respondió Isidro a
la regañina que había acabado de recibir.
–Bueno abuelo lo escucho –dice Isidro entusiasmado por oírlo contar. Ah,
hijo al uno, pero casi que no me recuerdo –responde él–. De todos modos,
intentaré contarlo si es que no me traiciona la memoria porque éste cuento me
lo contó mi papá cuando yo tenía como ochos o quizás nueve años. Trate de
recordarlo abuelo –dice Isidro cruzándose de brazos sentado al frente de él
mirándole esos pequeños ojos apagados y sobre ellos unas pocas cejas rucias.
Elvira ya había desaparecido de la vista de ellos cuando Juan de Dios empezó
diciendo:
Érase una vez en una pequeña aldea, hace mucho tiempo que había una
casona hacia las afueras de la misma y casi siempre se le miraba salir humo
por una chimenea, y una parejita de niños, tenían cierta curiosidad de saber
quien vivía en esa vejestoria casona. Y la niña logró convencer al niño de que
fueran una tarde para averiguar por sus propios medios quien vivía ahí y que
sería lo que cocinaban allí que salía mucho humo.
–¿Y quién vivía ahí abuelo? Preguntó Isidro ansioso por saberlo.
–Aguarda hijo le –respondió él con un ademán de manos. Cuando ellos
iban llegando muy sigilosamente para que no les vieran salió un perro negro
con chanda dando un ladrido sin fuerza de lo mismo viejo; que de inmediato
se vino su amo a mirar quien andaba rondando la casona. Y para sorpresa de
ellos salió una vieja vestida de negro y un sombrero también y con una nariz
encorvada y una cara arrugada –diciendo tengo visita. Los dos niños se
miraron la cara del uno al otro con estupor. Entre tanto la vieja se vino y los
saludó diciendo: bienvenidos a mi casa; mostrándole ella confianza y cortesía
para no asustarlos. La piel de Isidro se le puso erizada pensando que era una
bruja.
Sigan, por favor sigan. Que niños tan hermosos elogiaba ella. Ellos
entraron a la casa de mal olor por cierto que intentaron taparse las narices,
pero desistieron y aguantaron el olor; y observaron que había una paila seca y
el humazo era debido a la leña que ponía la vieja decrepita a quemar. La vieja
con sus artimañas los engañó y los tomó encerrándoles y daba carcajadas
diabólicas. Isidro a estas alturas del cuento tenía su corazón a reventar, pero le
gustaba escuchar al abuelo sus cuentos. Y los dos niños comprendieron que
ahí; quien vivía era una bruja. Les gritaba y les suplicaban que los dejara ir y
que ellos nunca jamás volverían a su casa. Ella, los tenía encerrados en un
cuartucho oscuro sin hacerles caso a su petición y empezó a decirles que los
sacarían cuando estuvieran gorditos por lo tanto ella les pasaba comida por un
agujero. Todos los días les decía que les pasara un dedo para examinarlos,
pero un ángel les ayudó pasándoles a ellos una cola de ratón y ella después de
inspeccionar el dedo decía que estaba todavía flaquito. Y así sucesivamente
varios días hasta que la bruja se enfureció de mirar que ya ellos habían comido
bastante comida en aquellos días y nada que engordaban. Se dijo ella misma
que los iba sacar, pero primero puso una paila a melar guarapo hasta que se
volviera miel para luego sacarlos. Cuando la bruja tenía todo listo la paila, y
por supuesto que un racimo de bananos colgó sobre la misma paila. El día se
llegó en que los sacó y los dos niños salieron con mucho temor; porque no
sabían que suerte les corría a ellos. La vieja estaba feliz ese día bullendo la
paila con un cucharón grande ese melado de guarapo ya convertido en miel.
Bueno niños ahora necesito que suban los dos uno detrás del otro por la
escalera y me bajen bananos para que coman bananos melados. Ellos se
resistieron diciendo que no podían, pero la bruja –les gritaba que subieran–,
ellos se miraban del uno al otro y la niña empezó a subir luego le siguió el
niño hasta que ella llegó a la mitad de la escalera y decía que no podía subir
más llorando la niña; entretanto la bruja bullía la paila y empezaron a
descender a tierra nuevamente.
–¿Y qué pasó abuelo, luego? Dice Isidro inquirioso. Isidro pasó que la
bruja no le quedó otro camino que subir a bajar los bananos y cuando ella
llegó a la cima a tomar los bananos los dos niños pensaron en moverle la
escalera y ¿adivina que paso? Dice Juan de Dios. Abuelo pues que se vino
sobre la paila de melcocha quemándose el culo y soltaron una carcajada los
dos. Y así los niños quedaron libres –terminó diciendo Isidro. Esto es para que
nos demos cuenta que él que obra mal, mal termina –dijo Juan de Dios.
Quedando luego Isidro con una enseñanza nueva para toda su vida y
contento al mismo tiempo. Ya habían pasado la mayor parte de su tiempo ahí y
Elvira vino a llamarlos para que pasaran a comer.
Y esa sería la última noche en que el abuelo le contaría su primer cuento y
último porque a eso de media noche cuando Juan de Dios, salió con la
bacinilla a botar sus micciones el corazón dejó de palpitar a sus setenta y tres
años cayendo él sobre el umbral de la puerta y la bacinilla salió rodando al
patio. Esa noche fue la primera vez en que Isidro comprendió quien le había
hablado tarde anterior había sido su abuelo y ahora yacía en la madrugada
acostado sobre el comedor de tablas rodeado de seis velas de esperma con una
luz lúgubre titilante. Y en sus manos poseyendo un crucifijo metálico fuerte
sobre su pecho. El duelo mortuorio para los López se hizo de tres días por esa
gran pérdida que se lamentaban; había partido a su eterno descanso a reunirse
con Dios.
Después del duelo, semanas posteriores todo siguió en la completa
normalidad pues ya habían aprendido a superar esa perdida y Elvira junto a su
hijo continuaba con su mamá acompañándola; al igual que Amparo junto a
Marcos que vivían en unión ilegal como ya lo había predicho Eva años atrás y
que esto no le gustaba a ella para nada; pero que podía hacer con ese par de
testarudos le había dicho a Elvira. Pero para Elvira no era nada de raro como
vivían ellos le –contestaba ella. Ahí, tenemos su ejemplo le restregó en sus
propias narices, vea lo bonito que le fue con Filomeno por no hacer las cosas
como Dios manda. Tal vez mamá tenga razón pensaba ella; pero que las cosas
no se dan como a veces uno quisiera volviéndole a taladrar su pasado de
quinceañera frustrado pensaba ella.

XV

A medida que habían pasado muchos años, para la capital todo transcurría
en plena normalidad; los habitantes habían ya olvidado el sueño de la
transformación de su pueblo, y sus sueños de igualdad habían desaparecido
como un eslabón. Ahora sometidos y acostumbrados a vivir bajo la
politiquería de los mismos de siempre quienes imponían los mismos salarios
de hambre y los cambios a favor de ellos. El pueblo sin un representante a
favor de los pobres, que los representara para no seguir siendo explotados y el
yugo de la injusticia fuera abolido por la clase oligarca. Con el transcurso de
los años Miguel Palomares, ya se había vuelto un viejo resentido y ambicioso
que usufructuaba, por las políticas del presidente. Ahora tenía en mente
apropiarse de más tierras a costilla de los más débiles. Siguió él apoyando con
sus colegas la empresa erradicadora para el exterminio dictados por el
Imperialismo y ejecutado por el estado oligárquico y poniendo siempre al
presidente de turno sin importar el color siempre y cuando se ajustara a sus
propios intereses personales que a su vez se convirtiera en títere de las
transnacionales que poco a poco iba creciendo la fiebre por la explotación de
las riquezas de la nación con salarios de hambre. Miguel veía que el sueño de
su padre se estaba volviendo una realidad, ya por fortuna el comunista de esa
guerrilla ya había muerto según los comunicados del presidente años atrás,
solo bastaba seguir atisbando cual era el otro que promulgara dichas
porquerías para bajarlo del palo. Vamos mejorando les decía a sus colegas
cuando se reunían para desarrollar sus planes trazados. Una tarde un emisario
llamado Antonio quien estaba al servicio de Miguel le llegó a su casa para
ponerlo al tanto de lo que él había logrado averiguar acerca de los comunistas.
–¿Qué pasa Antonio que me llegó de imprevisto? Pregunta Miguel
mientras se fumaba un cigarro–. Pero siéntase hombre –dice él sentándose
sobre una silla. De igual modo se sentó Antonio. Don Miguel la verdad de mi
venida repentina es… decía con balbuceo por la actitud de su jefe que
reventaría. Habla Antonio, que es lo que usted sabe que me impacienta –
responde él con voz estentórea. Antonio no sabía cómo decirle o como
comenzar pues sabía que esta noticia le iba a dañar la tarde a su jefe. Bueno la
verdad es que ha resucitado. Resucitado quien –interrumpe Miguel, poniendo
su cigarro nuevamente en su boca. Ha resucitado el comandante de la guerrilla
–dice Antonio.
–¿Qué rayos dices? Hombre –contesta Miguel alterado–. Que va ni ochos
cuartos que ha resucitado –responde Miguel furioso y prosiguió deja de decir
semejante estupidez–. Está muerto eso fue lo que dijo el presidente en un
comunicado –repuso Miguel. Es verdad don Miguel, ya lo averigüé y me dicen
unos militares que tuvieron un enfrentamiento con él y su cuadrilla de
hombres. Es más, me dicen que parece que tiene un pacto con el demonio
mismo; que cuando el ejército tiene rastros de él y ellos van tras de él, en
muchas ocasiones ven salir un animal del rastrojo y que incluso dicen que
hasta se convierte en una mata para confundir a las tropas. Cuando Miguel
escuchó que estaba vivo se le cruzó un torcijón de estómago de la rabia el
pensar que el mal aún seguía vivo; cuando ya él lo había dado por un caso de
exterminio. Para el presidente de turno “los planes se le volvieron loma”,
cuando se había dado cuenta que su enemigo; el comandante de la guerrilla
seguía con la suya haciéndose sentir cada vez más con sus seguidores los
campesinos jóvenes que no tenían oportunidades de nada sobre la nación que
los vio nacer.
Cada día los jóvenes campesinos simpatizaban más por el comandante
quien por donde iba con sus camaradas pasando se les unían aquellos jóvenes
y menores de edad que veían un futuro incierto para ellos y un abandono
completo por la política mezquina ejercida por la nación. Ellos por su parte en
sus charlas les decían sus planes y además proponían una política de reforma
con el Programa Agrario y esto fue el emblema como bandera de lucha por la
causa; con el apoyo del “pc” que incluso en las filas llegaban hombres y
mujeres letrados en cabeza de la empresa revolucionaria, que veía posible una
nueva nación. Años tras años el comandante Manuel M. Vélez, veía la
empresa como un eslabón y ponía su sueño y la esperanza de ver una nación
próspera e igualitaria, en donde el campesinado fuera el motor para el
desarrollo y sostenibilidad del pueblo. El comandante con sus camaradas se
oponía al capitalismo salvaje, por razones éticas y prácticas. Según él, junto a
sus camaradas, el capitalismo constituía una injusticia: que explotaba a los
trabajadores, llevándolos a la degradación, transformándolos en máquinas o
bestias hacia futuro, y permitía a los ricos incrementar sus rentas y fortunas
mientras ellos usufructuaria ese beneficio; entre tanto los trabajadores se
hundían en la miseria creando una brecha entre pobres y ricos generando un
descontento en la mayoría de desdichados en la cual se unían a ellos. Creían
también que el capitalismo era un sistema ineficaz e irracional para desarrollar
las fuerzas productivas de la sociedad, que atravesaba crisis cíclicas causadas
por periodos de superproducción o escasez de consumo, no proporcionaba
trabajo a toda la población “con lo que permitía que los recursos humanos no
fueran aprovechados o quedaran infrautilizados” y generaba lujos, en vez de
satisfacer necesidades. Y en esta trampa no debemos de caer les decía a sus
secuaces. El socialismo suponía una reacción al extremado valor que el
liberalismo concedía a los logros individuales y a los derechos privados, a
expensas del bienestar colectivo pensaba él cuando dialogaba con sus colegas.
Mientras ellos seguían huyendo al exterminio en las montañas de la nación en
una ocasión uno de sus subalternos al mirarle un disparó y dándole al blanco
exclamó diciendo que había sido tiro fijo y prosiguió que la verdad “donde él
pone el ojo pone la bala” naciendo en ese instante su alias de “tirofijo”
aceptándolo de buen bonachón modo por el respeto que se había ya ganado en
la guerrilla como su máximo comandante.
Debemos de continuar con nuestra lucha, para llegar al poder y construir
una sociedad socialista por los pobres y en especial por los campesinos
tomando el ejemplo de la revolución cubana que ya ellos triunfaron, y también
de la URSS, decía él a sus camaradas, que incluso uno de ellos habían ido a
prepararse en la Unión Soviética, que ellos ya el olor a revolucionario lo
llevaba en su sangre y dependiendo de las cualidades para el combate y
antigüedad iban ganando ascenso para manejar varios frentes y columnas
móviles.
A medida que pasaban los años y el comandante seguía en cabeza de su
empresa socialista; iba adquiriendo más conocimiento sobre la geografía de la
nación en la cual el estado no hacía presencia y de igual modo organizaba los
frentes para irlos desplegando por donde se le facilitara el transcurso de sus
soldados de causa común; enfrentando aguerridos combates contra el ejército
dejando de lado y lado varias bajas. Cuando ellos lograban su triunfo
celebraban en sus campamentos en medio de la montaña en donde vivían y
pasaban la mayor parte de su tiempo haciendo entrenamientos y recibiendo
instrucciones de carácter militar del partido comunista. El comandante se
sentía feliz cuando sus hombres de confianza le daban parte de las emboscadas
que habían sido un éxito.
El presidente por su parte se devanaba sus sesos con sus comandantes y sus
colaboradores más cercanos discutiendo sobre el caso de la guerrilla que había
arremetido contra las fuerzas públicas. Esta guerrilla de mierda, qué daño le
hace a la nación –decía él y proseguía nos quieren dañar el negocio con los
gringos que están dispuestos en seguir invirtiendo en la nación para seguir
llevando a cabo el desarrollo floreciente que han dejado presidentes anteriores
para todos los que tenemos el sueño de ser prósperos y dejarles un mejor
futuro a nuestros hijos; pero ahí tenemos esta manada de comunistas
poniéndonos en aprietos. Necesitamos de más hombres en las filas para
defender a la nación –les decía el presidente a sus jefes militares. Ellos por su
parte le dijeron que la única solución era reclutar jóvenes ignorantes sin
oportunidades hijos de pobres labradores para llevarlos al servicio militar
obligatorio para que le sirvieran a la patria y así hacerle frente a la guerrilla
comunista. Y que esperan que no lo hacen –contestó el presidente y prosiguió
de inmediato hagan recogidas de muchachos en toda la nación para que les
den entrenamiento militar. Ya con este edicto empezaron posteriores días a
seguir recogiendo muchachos que no tuvieran su libreta militar para llevarlos a
los batallones de milicia militar, para que se convirtieran en héroes por
defender la patria ante la barbarie de los comunistas miserables que ellos
mismos les denominaban.
*
¡Llegó hijo! ¡Qué bien que llegó hijo! Decía Eva levantándose de
inmediato de su silla sin sentir molestia por la elefantiasis que de un solo salto
se le colgó de su pescuezo a Jorge Ignacio, y le besó su mejilla de verlo de
nuevo junto a ella vivo. Dios es bendito por traerme a mi muchacho a casa de
nuevo –decía Eva tan emocionada. Hasta que despertó y cayó en la cuenta de
que solo era una pesadilla la que acababa de tener en ese momento. Pues para
ella su desiderátum no se le había cumplido de volver a mirar a su hijo
nachito. Le atormentaba muy de seguido estos sueños de ver a su hijo tal cual
como había partido de la casa con su misma estampa. No era fácil para ella
admitir la partida de su hijo, dejándoles tal incertidumbre si era que estaba
vivo o lo peor de todo muerto o quizás a lo mejor se hubiera vuelto un
revolucionario más; por lo mismo que él vivió en carne propia de niño –
pensaba ella.
A medida que corría el tiempo Eva seguía empeorando con su mala salud
que le agobiaba ya, poco podía andar y Elvirita mantenía pendiente de ella,
llevándole las agüitas de plantas que la negra Amparo le hacía cada mañana.
–¡Mamá buenos días! - saludó Elvirita poniéndose al lado de la cama de
Eva.
–¡Buenos días hija! –responde ella con voz frágil, acompañada de un
destornudo que hacía vibrar su pecho de flema que le impedía hablar con
fuerza. Miré a nachito esta mañana Elvirita –dice ella. Mamá le traje su
aromática de cidronela. Eva estiró sus manos débiles y lánguidas recibiendo el
pocillo –diciendo gracias hija. Mamá volvió a tener otra pesadilla con mi
hermano –responde Elvirita y prosiguió eso no es bueno mamá que mate
cabeza pensando en él; ya lo que fue fue, mejor dicho, lo que Dios quiera. Hay
hija si usted supiera el dolor que me invade en mi corazón de no saber nada de
su hermano solo yo sé lo que es sentir la pérdida de un hijo –responde Eva
mientras soplaba para tragar sorbos de aromática.
¿Pero dígame mamá, que sacas su merced con preocuparse o que decir yo
angustiarse por él, a ver qué sacas con eso mamá? pregunta Elvirita mientras
abría un poco la ventana para que la resolana de la mañana entrara en el cuarto
de su mamá y le calentara un poco su ambiente y su esqueleto óseo entrara en
calor. Hija tal vez tengas razón, pero mamá solo hay una y esa soy yo para él
así sea que sea un revolucionario o un mendigo terminó diciendo ella con
palabras fervorosas. Entre tanto Elvirita salió a zancadas de su pieza dejándola
y desplazándose para la cocina, para supervisar el desayuno de Amparo y
traerle el huevo duro con galletas del tarro Saltines marca Noé, porque su
apetito se iba cerrando cada día más y se rehusaba en comer ella.
Marcos era el hombre de la casa por ese entonces, él era el que seguía con
las labores al mando de Elvirita quien se las impartía día a día. Él sabía
perfectamente todo lo que tenía que hacer, pero Elvirita le gustaba estar
vigilante sobre la ordeñada de las vacas y el manejo de los pocos mulares que
había dejado su papá para alquilarlos a quienes los necesitaban.
Y para la mulata le resultaba de agrado tener por gurú a Elvirita quien le
daba órdenes con modestia y no como lo hacía su patrona Eva con indirectas.
Ellas pues se la llevaban muy bien que incluso se compartían las tareas en
muchas ocasiones; a pesar que Amparo la tenía en mucha estima y no le
gustaba que ella hiciera más de la cuenta; pues la consideraba una mujer
educada y eso que solo había ido a la escuela primaria. En una mañana en la
cocina le dijo Amparo: usted es una gran mujer Elvirita y que lástima que su
marido no la haya valorado como a su mujer, una mujer trabajadora y con
buenos principios que le inculcaron mis patrones que yo soy testigo desde su
crianza. Al escuchar esto se le estremeció el corazón a Elvirita y se ruborizó
dejando segregar lágrimas y le vino a la memoria todas las esperanzas que
ellos ponían en ella, y ver ahora una mujer más de la nación hecha una mar de
desgracias debido a la oligarquía pensó ella. Pero así es la vida –contestó ella
secándose sus lágrimas con las palmas de la mano. En la vida no todo es color
de rosa, Amparo –dice ella sacando valentía del fondo de su corazón para
afrontar su desdichada vida; aunque del todo no era una mujer desdichada
reconocía ella misma, pues pensaba que por fortuna había tenido la suerte de
haber sobrevivido a la infamia de la política que borboteaba en sangre desde
su niñez. Hay Elvirita tal vez tenga razón –contestó Amparo mientras batía el
chocolate. Mira esté pobre hombre Marcos que le arrebataron su familia y por
poco le arrebatan su pobre vida puso por evidencia Elvirita a modo de
consolación. Por favor con mi hombre no se meta, lo que faltaba ahora –pensó
la mulata y quiso decirle que no lo tomara, por ejemplo, pero desistió de su
arrogancia más bien. Por favor Elvirita, Marcos no es el único que haya
sobrevivido a tales cosas como mencionas usted protestó Amparo sin dejar
destello de disgusto–. Allá de arriba abajo y de lado a lado de la nación.
Perdón querrás decir de Norte a Sur y de Oriente a Occidente le corrigió
Elvirita la orientación geográfica de la nación. Eso mismo como usted dijo
Elvirita usted que estudió sabe y entiende lo que quise yo decir hay muchos
hombres y mujeres que han vivido o han pasado por lo mismo de este pobre
hombre como usted misma le llama. Pues bien, el desayuno ya está listo –dijo
Amparo sacudiéndose las manos. Que espera que no sirve el desayuno de
nosotros mientras yo sirvo el de mamá –contestó Elvirita mientras le batía el
chocolate para su mamá. Amparo desde luego se puso a ejecutar con esmero la
orden de su nueva patrona. Entre tanto Marcos, pasó por el lado de la cocina y
le miró Elvirita. Marcos, ya puedes venir al desayuno –dijo Elvirita. Para la
mulata fue una punzada en su corazón, que sintió celos de ver como su más
querida niña como ella misma le llamaba años atrás; fuera tan atenta con su
hombre Marcos, sería que ella sentía buena voluntad solo por él pensaba
Amparo sumergida en su estupor. Por un instante le ordenó Elvirita a Amparo
que le llevara el desayuno a la pieza a su mamá, y que ella se encargaba de lo
demás le dijo. Amparo sin rezongar tomó la bandeja en la cual estaba servido
el plato con los huevos duros y se marchó.
Marcos ya estaba sentado en la mesa de la criada de la cocina esperando y
mirando a Elvirita que se debatía trayéndole el desayuno, poniéndoselo sobre
el mismo.
–Aquí tiene su desayuno Marcos –dice ella.
–Gracias Elvirita –contestó él mientras se llevaba de primero el pocillo de
chocolate a la boca. Le quedó muy rico el chocolate Elvirita –dice él
mirándola de arriba abajo. Lo hizo Amparo, yo no lo hice –contestó ella,
mientras se venía con su desayuno a sentarse frente a él. Cuando él escuchó
que no había sido Elvirita frunció el entrecejo en protesta, pero ella no se dio
cuenta. Está muy linda Elvirita –dice él, clavándole la mirada fija sobre sus
ojos. Para Elvirita fue una rara sensación de sentimiento la que le vino esa
mañana, pues hacía mucho tiempo que no escuchaba que un hombre le dijera
que estaba muy linda; le caviló por un instante por su cabeza. Porque me dices
eso, Marcos de que estoy muy linda –pregunta ella mirándole a los ojos. Es la
verdad Elvirita, pues vea ahora último me he estado dando cuenta de eso –
respondió él con un guiño de ojo. Elvirita esbozo una leve risita por encima
del pocillo. ¿Pero, no le da miedo que su prometida le ponga un ojo morado al
escucharle eso que me dijo? Pregunta ella poniéndole a modo de confección.
Ni Dios lo quiera –contesta él sin titubeo y prosiguió –yo con ella no tengo
nada ni mucho menos es mi prometida afirmó él. Está seguro de lo que me
dices Marcos –interroga Elvirita. Completamente seguro de ser estúpido –
pensó él decir. Si completamente seguro Elvirita yo y ella no somos nada.
Pues si era evidente desde la llegada de Elvirita meses y años atrás ya Marcos
no cortejaba a la negra Amparo, pues veía en Elvirita la mujer de sus sueños.
Y quería levantársela solo que le daba miedo de la negra que de pronto le
hiciera una brujería o hechicería con tal de que no se le apartara él de ella.
Cuando llegó Amparo al comedor con los platos vacíos sobre la bandeja
diciendo que Eva había amanecido de buen apetito y que le había pedido que
la acompañara al desayuno en cuando fuera viéndola comer. Marcos se
desentendió del todo, cuando miró a su negra puesta ahí frente a él con una
mirada escrupulosa. ¿No me vas a decir nada Marcos? Pregunta ella, mientras
se paraba de ahí Elvirita, quien ya se había llevado los elogios de Amparo. No,
no tengo nada que decir –contestó él encogido de hombros. Pero si debiera de
decirle que usted ya no hace parte de mi vida –pensó, pero recapacitó, que
mejor dejar las cosas como estaban, así se ahorraría miles de inconvenientes y
desafueros con ella; porque se imaginaba donde le entrara el diablo a esta
negra y lo peor de todo ponerla por enemistad con Elvirita la hija querida de
su difunto patrón que le dio la oportunidad de entrar en ese calor hogar. Por la
cabeza de Amparo se le pasaban miles de ideas, será ¿que ya no me quiere
Marcos? Se preguntaba ella, o será ¿que la vela se le está apagando a este
pobre hombre? ¿Qué será? ¿O la hija de la patrona será la causante de que él
ya no me quiera? Todas estas interrogantes, se hacía; a medida que el tiempo
seguía pasando.

XVI

En las montañas de la nación el comandante Tirofijo, seguía escondiéndose


ante los grandes pelotones de la fuerza pública que eran sus enemigos letales
que el mismo les llamaba para finales del siglo XX. Que ya lo buscaban por
tierra, aire y agua; más que al oro mismo. En una tarde uno de sus camaradas;
le dio parte diciéndole que tenía que cuidarse más de lo habitual que él se
cuidaba.
–Claro que lo sé camarada eso lo sé hace más de una decena de años –
contestó él–, mientras se secaba el copioso sudor de su frente con su toalla
verdolaga que prendía sobre su hombro izquierdo–. Pero no les voy a dar el
lujito de que se burlen de mí –repuso sin vacilación con su mirada aguerrida y
serena al mismo tiempo como buen bonachón. Por ahí el nuevo presidente de
turno nos está invitando a un desarme de armas comandante; –le pronunció
Jacobo, hombre de suma confianza y gran estima. Eso suena bonito dejar las
armas Jacobo, eso es lo que el presidente quiere. Pero vea mi querido
camarada que le pasó a este buen hombre bondadoso después de que él quiso y
dejó de lado su fusil entregándose y reincorporándose a la vida civil por allá a
finales de la década del sesenta; pues él le comió cuento a ese bastardo
presidente de ese entonces haciendo la firma de ese tratado o acuerdo con sus
hombres. Y al poquito tiempo después de creer él mismo que todo había
pasado para él; iba a llevar una vida digna y de trabajo honrado que en una
ocasión él estaba reunidos con unos camaradas en una cantinucha de la capital
tomándose unas cervecitas y llegó la policía y haciéndolos salir con las manos
en alto fueron acribillados miserablemente –dijo y prosiguió con voz alterada
–¿y si sabe de quién le hablo? Nada más y nada menos que de Guadalupe
Salcedo–. Ahora bien, quien se hizo responsable de ese macabro asesinato. ¿El
presidente? Como tal o ¿la fuerza pública? Preguntó eufórico Tirofijo. Usted
mi querido camarada tienes razón, –contesta Jacobo y continuó, el presidente
se hace de la vista gorda y cuando un caso de estos sucede nadie pone la
maldita cara, para afrontar de cara ante la nación el por qué se hizo o quien fue
el autor de semejante abominación. Esto a ellos no les conviene y ahí es el
problema para una dejación de armas por completo porque, así como hicieron
el complot contra Gaitán, que más se puede esperar de los que tienen el poder
y el apoyo de la oligarquía –terminó diciendo Jacobo. Esto nos hace que
debemos de seguir en nuestra lucha para llegar al poder y cuidarnos mucho
para que nuestro pellejo no caiga en manos de la mano oprobiosa y rencorosa
–dijo Tirofijo ya más calmado, mientras se tomaba un vaso de agua, por una
de sus mujeres de confianza. Porque he de decirle que este hombre de
pensamiento y mano dura de revolucionario, tenía su corazoncito de caramelo
para las hembras. Llegó a tener más o algo así como siete mujeres y solo a
ellas les recibía los alimentos eso sí, cuando estaban bajo su custodia de él, es
decir en plena mancebía porque por seguridad el cambiaba de mujer si había
malos entendidos entre ellos; para no caer en una trampa amorosa asesina.
Porque era hombre de mucha pujanza y también muy malicioso y desconfiado,
ante cualquier situación por su seguridad intima. En tiempo antaño los
oligarcas le infiltraron una linda mujer, quien se ganó la estima y el aprecio
por el comandante fingiéndole admiración y amor. Pero su misión era que
buscara la forma de eliminarlo, comenzando por envenenarlo con las comidas
y él por lo tanto con su malicia de indio que poseía descubrió cual era el plan
que se llevaba la mona, como le llamaban ellos mismos y esta traición la pagó
con su propia cabeza, quien el mismo la ejecutó y luego la enterró en el
corazón de las montañas de la nación. Por eso el cada rato cambiaba de
amante por seguridad a pesar que era un hombre muy reservado; no le gustaba
hablar de sus amoríos ni de ellos mismos, como también se cuidaba de hacer
alarde de sus retoños que por destino de la vida iban quedando regados por su
sangre dando un total de siete.
*
El camarada Jacobo se había convertido en uno de los hombres de mayor
confianza para Tirofijo, él era un hombre de pocas palabras, pero, cuando
hablaba se le escuchaba muy atento porque era un hombre culto e intelectual.
Había estado en la vida política en su juventud en el partido comunista como
militante, empero por pertenecer a éste partido y no querer hacer parte al igual
que compartir el pensamiento oligárquico; su cabeza tuvo precio y decidió
huir para posteriormente internarse en las montañas y seguir colaborando
desde allá al partido comunista con propósito de crear un movimiento para
generar una posibilidad política dentro de un marco legalmente constituido;
fue perseguido por las fuerzas públicas del presidente e incluso por la CIA, no
le quedó más remedio que esconderse en las montañas de la nación y ahí
entabló tremenda confianza con su camarada Pedro Antonio Marín, quienes
unieron su química por las revoluciones izquierdistas. El siempre lucia su
cachucha negra y sus gafas de lentes cuadrados grandes oscuros, acompañado
de una bufanda sobre su cuello; así siempre andaba él ya casi entrado a sus
sesenta y seis años de edad de un lado para otro para tener que cuidarse de no
ser alcanzado por una bala asesina de la jefatura presidencial. Él era un
hombre muy docto que incluso llegó hablar varios idiomas incluyendo inglés y
ruso; pues ya había entablado contactos con los soviéticos y de hecho habían
llegado otros camaradas desde la Unión Soviética; preparados a unírseles por
la causa común que ellos llamaban.
–Y ¿qué me dices del engaño que le hicieron al ex-comandante del M-19?
Preguntó Tirofijo ya sentado sobre un palo al lado de Jacobo. Pobre hombre se
entregó y entrego su corazón desarmado con un sueño de perseguir la
candidatura a la presidencia; para hacer de esta una nación mejor y porque no
entablar con nosotros contactos verdaderos de desarme ¿pero ahí no le
mataron? en el propio avión en el que él mismo viajaba –dijo Tirofijo mientras
bebía otro sorbo–... Y continuó diciendo: le pusieron a que probara el cebo de
la candidatura, para luego exterminarlo como parasito–. Y hasta el arma
asesina años posteriores se deshicieron de ella sin dejar vestigio alguno por
orden de ¿quién? Interrogó él, pero continuó de algo si estoy seguro puede
haber el perdón, pero el pueblo lo que no puede perdonar es cuando es
engañado y estafado por los que ya sabemos –terminó diciendo Manuel. La
oligarquía hace cualquier cosa y al precio que sea con tal de quitar del camino
a un hombre de izquierda que quiera hacer algo por los pobres, como lo
intentó nuestro aliado de pensamiento izquierdista –contesta Jacobo y
prosiguió–: sí, mi camarada, que por lo visto contrataron a un sicario para tal
magnicidio; que hasta embasucado, debiera de estar aquel hijo de puta porque
no pensó en su propio pellejo que los escoltas lo iban a volver añicos a bala–.
Esto es una prueba de lo que es capaz la oligarquía –termina diciendo Jacobo.
–Y mira ¿quién se hizo cargo de ese crimen? Pregunta Tirofijo con un
ademán de manos. El bendito presidente se lavó las manos diciendo que el
verdugo fue asesinado y que ya no hay pruebas para saber de dónde venía la
maldita bala asesina, mejor dicho, quien lo había contratado, quedando bien el
ante el pueblo y porque no ante la comunidad internacional –dice Tirofijo a la
verbosidad de su camarada.
–En esta nación la política es de doble filo Manuel –responde Jacobo y
continuó–; ahora miremos lo siguiente: ellos usan el poder y la plata del
pueblo por medio de los impuestos que cobran para financiarse el coste de la
guerra en contra de nuestra causa y eso sin contar a los oligarcas que les
aportan dinero; y vea nosotros con las uñas afrontando esta lucha sin
financiación. Tranquilo, tranquilo mi camarada –replicó Manuel y prosiguió:
ya encontraremos el mecanismo y estudiaremos la fórmula para financiarnos
nosotros también todo a su debido tiempo si no nos dan otra opción. Tal vez
tenga razón usted Manuel –contesta Jacobo y continuó, que lástima que el
pueblo como tal no conozca la verdad o se haga el loco. Yo creo, que el pueblo
conoce y es consiente como se mueven las fichas en la política nacional, lo
único es que no hablan por temor al poder que los oprime –dice Tirofijo. Es
una lástima lo que pasa en nuestra querida nación –contesta Jacobo, y sabe
Dios, hasta cuándo.
–Sí; hasta cuando nuestras pobres vidas seguirán en pie de lucha; unos de
mis sueños es ver una nación libre de toda clase de oprobios y corrupción en
donde todos podamos convivir y compartir sin ser explotados por la oligarquía
y que los países llamados potencias, no exploten nuestras riquezas dejándonos
un país mezquino hacia futuro, sin respetar nuestra propia soberanía e
identidad–: porque le recuerdo que éste es posiblemente el paraíso del Edén
acababa de –decir Manuel con gran espíritu y sentimiento patriótico–, cuando
llegaron unos subalternos a zancadas diciendo que habían chulos sobrevolando
la zona y que debieran de escapar en cuanto fuera posible. Al escuchar este
mensaje uno de los de la escolta prendió el radio táctico VHF-FM., y de
inmediato pedía refuerzos de ayuda en el anillo de seguridad para el
comandante. Entre tanto el comandante ya había salido en zancadas a
esconderse en zona contraria de donde decían que venían los soldados en
busca de él. Jacobo por su parte salió por otra trocha deseándole al
comandante éxitos y diciéndole que después se volverían a reunir.
–Avancen muchachos que lo capturamos, rápido –dijo el teniente
Martínez–. No le podemos dejar escapar o es ahora o es nunca –repuso
Martínez a sus soldados. Ellos seguían caminando muy cautelosamente ante
una posible emboscada de la guerrilla, y precisamente la ráfaga de tiros de
fusil se escuchó.
–Cúbranse –gritó Martínez quien no quería perder a sus hombres, en la
emboscada. Las ráfagas de fusil se hacían más patente dejando ensordecedor
el bosque. Y las explosiones de granadas lanzadas por los insurgentes ya
habían cobrado la vida de unos de aquel pelotón de soldados. Los soldados
lanzaban también granadas por medio del lanzagranadas. Era un caos aquel
enfrentamiento por dar de baja al máximo comandante.
–Sigan, no sean cobardes –les gritaba Martínez, avancemos tras de él. Los
soldados que iban quedando muertos los recogían ellos mismos y pedían por
medio del radio táctico, refuerzos y ayuda para sacar de ahí a los uniformados
que habían perdido su vida y de igual forma a los heridos. Los guerrilleros
hacían frente con tal de cuidar y permitir que su comandante saliera ileso de
cual tiro.
–Los tenemos ya casi que rodeados –dijo Martínez a sus soldados.
–Mi teniente, ya están avanzando por el lado norte para encerrarlos –
contestó el soldado Vargas.
No podemos dejarlo escapar, que se escape el diablo menos él –dice el
teniente–. Sigan, sigan, avanzando que los muertos los van recogiendo quienes
vienen detrás de nosotros.
Ya llevaban como cuarenta y cinco minutos en pleno combate tras la
cacería del comandante revolucionario. Pero aun no daban con él; la munición
ya comenzaba a escasear en los guerrilleros, que como podían se iban
escapando en rastra por los peores fangos con tal de escapar de la mano del
enemigo. Los soldados creían que su enemigo, estaba ya casi que en las manos
de ellos; y que ahora lo cogerían hasta de las huevas pensaron ellos un poco
más aliviados; de mirar que las ráfagas de fusil ya habían desaparecido por
parte de los guerrilleros. A medida que los soldados avanzaban con cautela
sigilosamente tras los pasos de su carnada; miraron que se movía un matorral
muy lentamente, pero no salía nada de ahí. El teniente alzó la mano derecha e
hizo señas a sus muchachos de que rodearan el sitio en la cual pensaban que
ahí debiera de estar; los soldados muy cautelosamente y sigilosamente se iban
acercando con el fusil apuntando el objetivo. En un santiamén se estremeció
todo, que incluso los pájaros volaron como aturdidos o espantados por un
hechizo, pero ellos seguían ahí frente al objetivo sin parpadear ni un segundo.
Entre unos minutos de espera todo quedo en calma ni una hoja se movía.
–Ahí debe de estar el maldito –dice en voz queda Martínez a uno de sus
soldados que tenía junto a él. Debemos de ir tras él mi teniente –contesta éste,
mientras se pasaba la mano por la cara quitándose pelusa del bosque. Martínez
quiso atraparlo, pues pensó que el tiempo de bandido había terminado para él,
y se alistaba para dar instrucciones a sus soldados cuando sopesó con la
mirada de una serpiente talla equis, que alzó de inmediato la mano dando señal
de estar quietos aún. La serpiente se fue rozando la tierra sobre su vientre muy
lentamente mientras sacaba su bifurcada lengua hasta que muy lentamente se
alistó a dar su tiro de presa a un pequeño roedor que tenía a la vista. Cuando la
serpiente lanzó su ataque atrapó a su víctima en sus mandíbulas y sonó un tiro
de fusil dejando la serpiente retorcerse junto al ratón que ya el mortal veneno
había entrado.
–Rayos ¿qué mierda es esto? dice el teniente Martínez. Cuando salió un
toro de color negro corpulento de grandes cachos del matorral donde todos
ellos tenían puesta la mirada. Quedando desconcertado todos ellos, donde solo
se miraban las caras, aunque quiso Martínez, reventarle el fusil al soldado
Cruz, sobre su cabeza por haber disparado el fusil sin la previa autorización de
él. Cruz era un soldado que padecía de fobia por los reptiles, aunque el
muchacho era de campo, pero su memoria le martillaba desde que su hermano
murió por mordedura de culebra. Discúlpeme mi teniente no soporté ver la
talla equis –dijo el soldado Cruz, azorado, mi hermano fue víctima de una de
ellas. Majadero entonces está cobrando venganza por la muerte de su hermano
–respondió el teniente secándose con su bayetilla un poco su frente. El toro se
fue poco a poco un poco alterado de ánimo y ellos solo veían como se iba
perdiendo por medio del bosque.
–¿Dónde mierda se metió el bandido? Preguntó el teniente–. Ya ha
desaparecido como él putas, se suponía que lo teníamos ¿no? interrogó
fustigándoles con la mirada. Nadie se atrevía a decir nada solo sabían que era
una probabilidad de que el comandante guerrillero estaba rodeado por ellos,
pero ahora era solo un incierto misterio que reinaba en ese momento. Habían
quedado decepcionados todos ellos pues no había un motivo lógico que solo
hubieran dado de baja a unos cuantos bandidos; con la lastima de que no fuera
habido ascenso para el teniente; por dar un parte muy negativo si lo que a él le
pedían era la cabeza del líder, mas no unos cuantos hijos bastardos sin peso de
justicia pensaba él. Solo la maldita culebra, con unas moscas ahí paradas sobre
ella estaban y el teniente miraba una lástima haber perdido una bala por esa
basura que no valía nada. Ellos buscaban y rebuscaban por mirar qué de raro
había por donde el rumiante había salido; pero ni el aroma siquiera del mismo
había, del dicho animal.
–Huevones larguémonos de aquí ya, que no tenemos nada que hacer aquí
la misión ha sido un desastre –dijo el teniente Martínez mientras se prendía a
su espalda el equipo, solo se olía el olor a pólvora a medida que iban
retrocediéndose del bosque por donde habían seguido al enemigo de la
oligarquía política.

XVII

Era una tarde de finales de septiembre cuando el mono había pasado el


cenit y había refrescado lo suficiente, Marcos se quedó en cama con síntomas
de fiebre, pues a lo menos eso fingía él tener para ese día. Amparo con Elvirita
le proporcionaban los cuidados necesarios al moribundo en su lecho. Elvirita
al mirar a Marcos que no levantaba cabeza le dijo a Amparo que fuera donde
los Álvarez, quienes tenían una tenducha de pocos productos para proveer a
todos los de aquella región y ella debiera de ir a ver si vendían pastas para la
fiebre. Ella sin más ruegos por la patrona se emprendió el camino que incluso
Elvirita le dejó de acompañante a su hijo. Y la negra ya puesta en el camino le
dijo que le recomendaba mucho a Marquito –tranquila Amparo que yo estaré
muy pendiente de él, –le respondió ella. Elvirita por su parte le llevaba agua de
malva para rebajarle la fiebre un poco. En el transcurso de ir y venir cada rato
a mirarle como seguía Marcos a sus cuidados; él estaba en esta vez en pie
observando por una pequeña ventana como el sol se marchaba.
“Adiós fulgido sol, gloria del día, duerme en tu rico pabellón de grana;
ahora te ocultas en la noche umbría, pero radiante volverás mañana”.
Cuando ella entró de repente le observó como el recitaba un verso con un
ademán de manos, el continuaba de espaldas.
–¡Vaya, hombre! Es que también es poeta después de todo el enfermo –
dice ella dando unas palmadas leves. Luego él se volteó a mirarla a los ojos.
–¿Cómo sigues Marcos? Pregunta ella con una mirada suspicaz de verlo
ahí parado frente a ella con la camisa abierta al aire libre dejando entrever su
amplio pectoral. Ya voy mejorando, gracias a sus cuidados –responde él
acercándosele hacia ella –diciendo no soy poeta es solo un verso.
–Pero para mí eres poeta insiste ella con sonrisa dejando de entrever sus
dientes de marfil. Tomándola él de improviso y la besó, parecía hombre que
hubiera estado sediento toda aquella tarde. Olfateó el olor de su piel junto al
suave movimiento de sus labios que rosaban junto a los de él. Le acarició
luego su cara diciendo:
–Ésta es la medicina que necesito. ¡Mujer…!
Ella le miró, a los ojos ensimismada, y pensó que estaría a su disposición
bajo su complicidad. Puedo beber del néctar de sus labios –dice él, mientras la
apretujaba sobre su cuerpo. Ella cedió al capricho, que era como un fascinante
encanto por magia del en cantador.
–Aquí estoy y aquí me tienes contesta ella sumisa en placer. El siguió
susurrándole al oído diciéndole: que desde que la miró por vez primera su
corazón había empezado a enfermar de amor y prosiguió diciendo: que esta
oportunidad la estaba esperando desde el primer día en que llegó ella. El
siguió explorando su cuello con sus besos, mientras ella daba una leve sonrisa.
Eres un ángel en persona –dice él, dándole la vuelta a ella mientras le tocaba
ansiosamente el cuerpo de diosa y acariciaba sus partes más recónditas de su
cuerpo, quedando ella despalda a él, mientras el sopesó con sus dos volcanes
explosivos. Y todo era tan bueno, tan sensual, que quiso voltearla nuevamente
de frente a él.
Tomándola por su cintura ya no de guitarra, pero si con un talle exótico
para su edad pensó él. Mientras ella fingía ser amada y decía que había vuelto
a ser virgen nuevamente desde que estaba viviendo ahí con sus padres. Luego,
de pronto, deseó verle nuevamente la cara, entonces la cogió por los hombros
con ternura y la hizo enderezarse, diciéndole:
–Quiero que me mires.
Los ojos de ella eran una mar de lágrimas silenciosa, pero él sabía que no
eran señal de tristeza sino de inmensa sensación. Por un instante se
compenetraron con la mirada y en esta vez solo había viva emoción afluyendo
en torrentes. Estaban en el mismo sitio, hasta que el la arrinconó hacia la pared
evitando la luz de par a par de la ventana. Y ahí mismo de pie comenzaron a
hacer el amor con simulación. Él le miraba la cara angelical. Mientras ella, su
expresión era placida con los ojos semicerrados. El no dudó en quererlo hacer,
con movimiento lentamente durante un plácido largo placentero rato: pero su
cuerpo no aguantaba más y sintió perder el equilibrio entonces la rodeó con
sus brazos de tigre, la levantó un poco en vilo dejándola nuevamente de
espalda sobre la pared. Luego él se arrodilló como un penitente. Puso su
cabeza sobre sus muslos, sintiendo el calor de su cuerpo sobre su vestido. Pasó
sus manos acariciándola sobre la falda en busca del elástico de sus bragas,
luego las bajó muy lentamente y manteniendo sus zapatos en los pies, hasta
que ella misma se los quitó. Y él ya levantó su cuerpo quedando frente a ella,
y ella de inmediato en una fiereza indomable le arrebató su camisa quedando
él al cuero. Tomándola por las nalgas y la subió a sus caderas que de
inmediato ella cruzó sus piernas sobre él y él pensaba a ver penetrado más allá
de su límite. Se besaban muy ansiosamente sin parar y gemían como gatos en
celo, como que si fuera la última vez que lo fueran hacer. Ya habían caído
sobre la cama que estaba a unos cuantos pasos y el besaba sus senos muy
sensual y apasionadamente como si fuera la última vez que el inefable amor
ardiera. Ella seguía gimiendo de placer mientras él seguía el mecanismo como
si fuera una maquina propulsada por la pasión que ella le despertaba a él. Se
amaban y se besaban en un total silencio por instantes, pero los gestos de cara
de ella, perfeccionaba el mecanismo al mismo tiempo para él. Su mirada era
como una expresión de un pánico, una desaforada y dilatada emoción animal;
donde él supiera que el espasmo final se aproximaba. Clavando ella sus uñas
sobre su ancha y musculosa espalda y corrió un fiero arañazo al igual que la
sangre empezó a destilar que le propinó en su cuerpo como un shock eléctrico
y sintió la conmoción del cuerpo de ella al mismo tiempo que el suyo
explotaba, hasta que el colmo de su deleite sexual los abarcó a los dos y ella
inhalaba aire abriéndole el paso a su orgasmo y gritó quedando exhausta.
Eva que estaba en su pieza alcanzó a escuchar en medio de su somnolencia
un leve grito y preguntó ella:
–¿Hija está ahí? No hubo respuesta ¿hija está ahí? Nuevamente pregunta
ella con pesadumbre. Pero el silencio se hizo cada vez más patente que ni un
sancudo se dejó escuchar al oído poderoso agudo que tenía ella para que lo
aplastara con su toallita que tenía de espanta sancudos para no dejarse joder de
ellos. Esta muchacha, que habrá pasado; donde se habrá metido –dice ella en
voz queda, mientras se daba la vuelta en su cama buscando con su oído la
señal, pero nada logró escuchar. Ella se quedó quieta encogida de sus corvas
hasta que volvió a quedarse dormida.
Isidro venia al trote adelantándosele a Amparo, en medio del crespúsculo –
gritando mamá, mamá, llegamos. Alcanzó a escuchar Elvira y pego un solo
salto de la cama como potranca –diciendo llegaron Marcos llegaron. Ella
rápido se puso como pudo, sus chiros y se recogió su cabello enmarañado;
cuando Isidro estaba ya a la puerta abriendo de un empujón suave, porque era
evidente para ellos no poder dejar la puerta con cerrojo ¿porque que les haría
pensar a quien llegara y los encontrara ahí con cerrojo? Pensó ella y por ese
motivo estaba la puerta como tal.
–¿Hijo cómo le fue? Pregunta ella.
–Bien mamá –responde Isidro ingenuamente mientras veía a su mamá
ataviándose un poco más. ¿Y Amparo? Pregunta ella. Aquí estoy responde ella
sacando las pastas de una bolsa echándole un ojo a Marcos. Por lo tanto,
Marcos por su parte estaba ahí tirado en su cama recuperándose un poco de
sus dolencias. ¿Y cómo sigues? Marcos –dice Amparo. Ahí, mejorando –
responde él con movimiento de cabeza sin malicia alguna. Elvira ya había
abandonado con Isidro la pieza en busca de un vaso de agua para darle al
doliente la pasta que Amparo tenía en su mano. ¿Demoramos mucho? Marcos
–pregunta ella mientras se sentaba en la cama hacia los pies. No, no mucho –
contesta él volteándose de lado en la cama. Aquí está el vaso con agua para
que se tome la pasta –dice Elvira. Gracias, Elvira –dice el con una mirada de
soslayo mientras recibía el vaso. Vea Marcos aquí tiene la pasta para la fiebre
y todo ese malestar que le acongoja –dice Amparo. El solo pensar si Amparo
los hubiera encontrado en la cama follando seguro que estaría fúrica y
echándole mil maldiciones, pero no, ella ahí muy atenta buscando los mejores
cuidados para él –pensaba Marcos.
–Marcos que se mejores y pase buena noche –dice su cómplice.
–E igualmente Elvira –contesta él mientras Amparo le sobaba una mano.
Ya es hora de que se vaya a descansar Amparo –dice él quitándole la mano
a ella, que incluso ella pensó que algo le pasaba a su hombre, pero sabes Dios
que sería –pensó ella.
Sí; lo dejaré que descanse –repuso ella y continuo, espero que la pasta le
haga muy buen provecho. Y se salió ella de ahí. Quedando Marcos
taladrándole su cabeza en un sin números de ideas por lo que había pasado esa
tarde. ¡Demonios! como es la vida primero llegué huyéndole a la violencia y
ahora me va a tocar que huir de estas dos mujeres porque por razones justas no
puedo estar con las dos –pensó él mientras se revolcaba de un lado para otro
sobre su cama hasta que el sueño lo venció.
Al otro día Marcos amaneció como nuevo ya sus fiebres habían
desaparecido y dinámico muy dinámico, que a eso de las seis de la mañana ya
estaba en pie, bañándose con agua y un limón grande que había cogido del
árbol, que el utilizaba como buen desinfectante para su cuerpo. Marcos
pensaba mientras se bañaba en lo de larde de ayer y en Elvirita–. No cabía la
menor duda de que había una cierta simpatía desde la primera vez que ella
llegó ahí entre ellos, y llegó a postergar que Elvirita había sido una locura a lo
contrario de la mulata. Todo seguía normal para ellos, que hasta un triángulo
amoroso se había vuelto. Cada uno seguía cumpliendo con sus deberes.
Amparo como buena servidora y Elvirita dándole órdenes a Marcos que
estaba al cuidado de los trabajos superficiales de la casa y al mismo tiempo
cuidando las vacas y los mulares.
*
Al cabo de unos años posteriormente ya se habían vuelto a reunir en las
montañas Tirofijo y Jacobo. Éste estaba dando un discurso de arenga a sus
camaradas para un posible proceso de paz, pero un infarto lo sorprendió que
de inmediato fue llevado a un pequeño centro médico en la clandestinidad de
las montañas de Casa Verde, donde infortunadamente la muerte se lo llevó
arrebatándole sus ideales como seguidor del pensamiento de Karl Marx. Todos
los camaradas del difunto quedaron apesadumbrados y melancólicos pues
habían perdido a un gran comandante, le hicieron un sencillo pero heroico
funeral enterrándolo en un mausoleo cubierto de palmas y madera. Marulanda
les recordaba todo a sus camaradas que él había puesto al servicio de ellos sus
dones y capacidades que recordaban las clases de antropología que el mismo
les impartía a los muchachos que aún no conocían como el mismo aprendió
también de su camarada fiel amigo. En una ocasión su camarada Jacobo le
hizo saber de los problemas relativos a las mujeres tanto en la nación como en
América latina donde existían diferencias socio-económicas y educacionales la
cobertura relativamente limitada de los programas disponibles para la
educación primaria libre y la naturaleza generalmente costosa y restrictiva de
una educación más alta. Como resultado, muchas mujeres pobres tienen que
hacer frente a dificultades penosas, incluyendo verse implicadas en la
prostitución desde una edad temprana en burdeles para encontrar sus pesos
mezquinos y poderse financiar su propia educación y mantener su precario
costo de vida, así que la prostitución infantil es un serio problema en América
Latina, y los presidentes de nuestra querida patria son tan impúdicos ante tal
situación de nuestra sociedad feminista, por ello –decía él–. Y continúo
replicando lo de su camarada Jacobo. Deseo que nuestras mujeres rurales
pobres se unan a nuestra causa de lucha independientemente o atreves de sus
parientes y que hagan parte de nuestro sistema social, y para que también
tengan un grado de acceso a los sistemas educativos externos e internos del
niño. Por eso digo mis camaradas que debemos de recordarlo siempre como
un gran hombre y les recuerdo que él decía que era muy bueno para la nación
tener muy buena relación con las naciones de Venezuela, Perú, el Brasil,
Ecuador y Panamá, a pesar que hay diferencias políticas e ideológicas entre
todas estas naciones, pero el insistió en que todas las naciones en América
latina, como vecinos compartieran la misma cultura. Y que los que eran
comunistas las diferencias sociales entre la gente no son una preocupación,
pero en mundo no comunista so pena decir las actitudes diferentes se
convierten con respecto a diversas culturas. Tirofijo se paseaba de un lado para
otro enfrente de sus muchachos haciendo ademan mientras les hablaba–.
Ahora miren Cuba y Nicaragua como lo decía el comandante que en paz
descanse–: Nicaragua quienes se convirtieron en naciones socialistas en la
región, un estado como el nuestro hacia futuro podría construir solidaridad y
agregando dado el caso desde tal punto de vista, en África, el Oriente Medio,
Asia-Pacifico y Europa también gozan de diversas culturas, empero la política
extranjera de un estado socialista como el nuestro hacía futuro si continuamos
encausando nuestra ideología, tendría que ser amistosas con tales naciones. El
sentía mucha admiración por China recuerdo que él me dijo en una ocasión
que admiraba la “cultura campesina” en China y apreciaron el papel del el
ejército de la liberación de la gente y él pensaba que esto mismo se podía en la
nación y resaltó que en la guerrilla todos deben tener presente que los
trabajadores en el campo chino de la fabricación eran capaces de producir (de
la aguja al avión), como displayment en ingles que me lo pronunció y por
cierto fue la única palabra que le pude aprender en inglés y continuó el
comandante–, y por su comisión para trabajar, para la ventaja de su propio país
que gracias a que enseñaron a sus cuadros que las fundaciones para una
cultura de la fabricación en china fueron establecidas por el gran estadista Mao
Zedon, y que un día serían los líderes en el campo, capaces de proveer
cualquier cosa requerida en el mundo. Y dijo además me apoyo por dos
pensamientos de la gente famosa sobre China diciendo: “China es como un
gigante durmiente, gigante de la voluntad día se levante, y él voluntad
aterrorice el mundo entero” y alguien más dijo “China será la superpotencia
siguiente”. Y me recuerda nuestro querido camarada que ya partió… que
España y Portugal, visto como los antepasados originales de una parte
significativa de la cultura de América latina, él creyó que los lazos amistosos
con estas naciones deben ser establecidos, y nos hizo hincapié en afirmar que
la mayoría de la gente europea tiene una actitud mental compartida el provenir
de pertenecer a una más grande civilización occidental, y que Europa es un
lugar muy bueno para que ocurra el intercambio cultural, pues europeos
tenderían para apreciar la herencia de la cultura de América latina mucho. Por
último, Jacobo pensó y consideraba materia de alta importancia, incluyendo lo
que llaman los marxistas generalmente alegaba la (amenaza imperialista) que
los Yanquis de Norteamérica representa para América latina, de varias
maneras. El aspecto principal que me hizo prever de la amenaza seria
“económico la amenaza”. A menudo el cotizó un discurso hecho por un
presidente de los Estados Unidos, que América latina fuera el “jardín político”
del estado unido, con algunas “plantas indeseadas” como la nación de
Nicaragua y El Salvador. Para nuestro comandante Arenas, no dejó pasar por
alto el “jardín político”. Como lo tildó el gringo –dijo Tirofijo. Cuando
escucharon plantas indeseadas todos los ahí presentes protestaron en
desagrado porque pensaron que, así como había ese desagravio para esos dos
pueblos humildes y hermanos por la causa común; el día de mañana seriamos
nosotros parte de ese maldito jardín. Por favor guarden silencio –dice Manuel,
con un leve movimiento de mano. Sus muchachos guardaron silencio, porque
la disciplina es lo primordial en ellos. Bárbaro hombre con su capacidad de
pensar –repuso él empuñando su mano derecha y prosiguió–. Para nuestro
comandante Arenas, la “solidaridad significa no solamente una relación
económica, nosotros debemos desarrollar amistad con la gente, que es la
identidad verdadera de la gente americana latina. Ahora bien, el enseñó a
nuestros estudiantes la “evolución del hombre” en una perspectiva marxista,
apoyada por las teorías de éste gran personaje llamado Charles Darwin. Y nos
enseñó a toda nuestra organización a proteger todas las cosas arqueológicas en
América Latina, porque nos dijo que hablan de historia humana con ejemplos
verdaderos de la vida. Al igual que puso por manifiesto que no se engañen con
la idea de que el socialismo es anticuado e inválido para el mundo moderno,
porque el estudio de la antropología humana podría probar científicamente que
sucederá el socialismo algún día.
–Ya no tengo más que decir de este líder ideológico, era un breve resumen
y recordatorio para quienes no tuvieron la oportunidad de compartir tiempo
completo con el comandante que hoy por hoy nos deja su legado. Después de
este gran duelo que tuvo el secretariado con sus respectivos anillos de
seguridad se fueron separando por seguridad con su frente que le correspondía
a cada comandante y sus columnas móviles. Pero quien le sucedió fue su hijo
Jacobo Arenas de Francisco quien condujo “la columna móvil del frente
Jacobo Arenas”, nombrado en honor de su padre. Todos tenían en mente solo
una cosa seguir en pie de lucha con sus ideales. La muerte del comandante
Arenas, fue considerada como un golpe duro para la guerrilla, pues él era el
responsable de transformar una pequeña guerrilla en un grupo insurgente
nacional. Así lo pensaron los señores del gobierno junto a la oligarquía.
–Pensaron y creen que sin él no somos nada pues que tan equivocados
están; la vida no le alcanzó a nuestro comandante, pero yo estoy frente en pie a
esta organización se lo hizo saber a su segundo camarada ideológico, quien
asintió éste otro. Posteriormente a este suceso con el tiempo Casa Verde fue
tomada por la fuerza pública.

XVIII

En el transcurso del tiempo, tremenda sorpresa se llevó una mañana


Amparo que pasó a la pieza de Marcos, a saludarlo. La puerta estaba cerrada y
ella forcejeó la puerta para poderla abrir, pero fue inútil su intento; pues la
puerta no abrió–. Lo llamaba y le gritaba por su nombre de Marcos. Y nada
que se daba una respuesta al llamado de ella. Se angustió tanto ella que vino
corriendo en busca de Elvira y –le dijo de golpe–, que Marcos había muerto,
pues no abría la puerta y menos contestaba él. Elvira no supo donde quedó con
el solo hecho de escuchar muerto; que corrió de inmediato a la pieza a
llamarlo junto a la negra. Ambas le llamaban y le gritaban y nada que se oía
voz alguna de respuesta.
–¿Qué le habrá pasado a Marcos? –pregunta Amparo con los ojos húmedos
de la angustia.
–No lo sé, Amparo –contesta Elvirita con el mismo síndrome de angustia
de Amparo. Ya se dio cuenta ¿cómo está la ventana? –pregunta Elvira,
mientras decía que se ¿habrá hecho este hombre? No, no, yo no me he fijado
en la ventana –responde Amparo gangosa ya. Pues vamos a mirar –contesta
Elvira. Y si efectivamente fueron a mirar la ventana por detrás de la pieza y la
ventana estaba entreabierta, pero no alcanzaban a mirar por que la ventana les
quedaba alta y entonces de inmediato Amparo se fue y trajo una butaca para
poder alcanzar y mirar. Cuando ya estuvo sobre la butaca metió su cabeza y
miró la cama vacía sin señal de su hombre.
–No está aquí tampoco –dice Amparo sacando su cabeza con desilusión.
Elvira quien no creía, que fuera verdad de lo que Amparo afirmaba,
corroboró ella misma con sus propios ojos. Debemos de abrir, pero Isidro es
quien nos va a abrir la puerta –dice Elvira. Y sí que mejor que a Isidro le
correspondió abrir la puerta, por ser pequeño aun y ser de cuerpo delgado
pudo entrar con facilidad por la ventana y les abrió la puerta. Ellas ya entradas
en la pieza buscaban alguna evidencia de él revolcaban aquí y allá por debajo
del colchón, abrieron la gaveta y encontró Amparo un papel junto a otro.
–Mire Elvira lo que encontré –dice Amparo pasándole para que ella leyera
por desgracia, porque Amparo sabía que no sabía leer. Tomándolos Elvirita
tomó el primero y empezó a leer lo siguiente:
“Bendita la luz del día, y el señor que nos la envía alabado sea Jesús y
alabada sea María”.
–Pues ya conocía de sus dotes de Marcos, Elvirita que elogió –diciendo es
bonito este verso–. Para Amparo fue como una órdiga, lo que escuchaba y le
gustó también porque era un verso inclinado a lo espiritual. Vea Marcos, como
adoraba a Jesús y veneraba a María, esto yo no lo sabía –dijo Amparo un poco
más tranquila. Ahora bien, vamos a leer este otro papel –dice Elvirita mientras
le devolvía el papel a Amparo.
–Oiga bien; Amparo porque dice así:
Primero que todo discúlpenme, por no despedirme de ustedes.
No fue nada fácil para mí tomar esta decisión de marcharme, pero sabía
que tarde que temprano lo haría; pues debía de buscar mi familia, aunque
ustedes se habían convertido en mi nueva familia. Ya que la violencia con
todos estos años ha pasado un poco, decidí ir en busca de mi pasado por que la
sangre busca. Amparo le doy muchas gracias por haber sido tan generosa para
conmigo a cambio de nada, aunque llegué a pensar en ponerme la soga al
pescuezo por usted, pero la verdad no podía hacerlo y por eso decido más bien
marcharme para no hacerle ningún daño, y es preciso saber que yo tengo vivo
su recuerdo en mi mente a los cuidados que me proporcionaba. Y con respecto
a usted Elvirita que sé que tienes entre sus manos este papel, gracias de todo
corazón por lo bien que compartimos, digo como una familia unidad y por la
confianza que usted depositó en mí; y he de resaltar la generosidad de su
señora madre junto a su padre Juan de Dios, quienes se convirtieron para mí
como unos segundos padres, y por su hospitalidad para conmigo en tiempos de
la famosa violencia; que a raíz de esto desafortunadamente nuestras familias
se desintegran como ha sido de mí en mi desdicha del pasado. Yo, a ambas las
quise mucho ni más ni menos que la otra, en cualidad de amistad. No tuve el
coraje de decirles esto en persona por qué pensaba yo que a lo mejor no me
dejaran partir y lo peor de todo que se quedaran en un solo llanto y mis
sentimientos me abrumaran también. Pero he de confesarles que también me
tembló la mano cuando empecé a escribir lo que estás leyendo, pero se me
hizo más llevadero expresarme con mi mano temblorosa que con mi
expresión. Pues no podía yo seguir con mi vida dividida, como lo ha venido
teniendo la clase política de la nación. Creo que lo poco o mucho que haya
quedado de mi familia también lo necesito yo, intentaré restaurar y olvidar los
anteaños tiempos, cuando me tocó que huir por salvar mi vida y ahora vea
como estoy huyendo de dos mujeres cuando antes por el contrario han hecho
mucho bien para conmigo, pero pienso que es mejor huir de dos mujeres por
amor en busca del pasado de mi familia.
Creo que ya les dejé bien en claro el propósito de este escrito, perdóname
mi mala letra.
Atentamente
Marcos
Cuando terminó de leer Elvira ya tenían ambas, húmedos sus ojos.
–Que lástima que Marcos se haya ido –dijo Amparo secándose sus ojos
negros, con las palmas de sus manos un poco–. Pero Marcos ¿Qué? era él –
pregunta Amparo. La verdad nunca supimos cuál fue su apellido, que misterio
que nos dejó este buen hombre –repuso Elvira tirando el papel sobre la
desaforada cama, que habían dejado ellas por buscar alguna evidencia sobre
él. Ambas mujeres se abrazaron y se consolaban de la una a la otra y decían
que era una verdadera lástima que un hombre como él, trabajador y honesto,
hubiera perdido quizás su familia; como el mismo lo había dicho.
–Cuando a una nación se le cruza la maldita violencia no hay hombre
bueno o malo que se libre de ella –decía Elvira, y añadió vea nosotros como lo
perdimos todo y hasta mi querido hermano nacho, le vino a su memoria–. Que
fue de mi papá hombre trabajador y honesto y con temor de Dios por cierto y
mire, como lo perdimos todo, que hasta yo me quedé como una mujer
cualquiera al servicio de la esclavitud pobreza por la violencia. Amparo solo
hacia observarle sus palabras melancólicas, ella sabía a juro que Elvirita tenía
razón, aunque no dijo nada porque sabía que ella, qué al menos fue a la
escuela y aprendió a leer ahora que podría decir una pobre diabla ignorante
como ella, por eso guardó silencio mas bien. Al rato ellas dejaron la pieza en
donde el hombre les había acompañado por mucho tiempo y sobre todo donde
Amparo se regocijaba a sus caprichos de Marcos. Hasta llegó a pensar
Amparo que había sido como una desgracia para ella esa situación pues por lo
visto quien fue su primer amorío fue el indio, y después con el hombre blanco
y ahora último con Marcos que ella pensaba seriamente en meter la pata, pero
bien metida con la bendición de un cura, pero parecía que “una maldición la
perseguía a ella” pensó ella misma.
Para Eva, ese día fue de infarto cuando Elvirita le había contado todo con
lujo de detalles. Pues ella pensaba que se habían quedado desamparadas sin un
hombre que les hiciera los trabajos, Elvirita por su parte trató de tranquilizarla
y le –dijo que ella con Amparo y su hijo por lo pronto harían los trabajos
mancomunadamente por lo pronto –le replicó, mientras ella conseguía una
persona que les ayudara para los trabajos más pesados como el manejo de los
mulares; aunque ya conocían sus clientes y ellos mismos podían alistar los
mulares de alquiler. Empero le costó trabajo Eva, admitir la propuesta que le
hizo Elvirita, ella decía que no hay como un hombre para los trabajos más
pesados y Elvirita le decía que en eso estaban las dos de acuerdo pero que
ahora tocaba así.
Al día siguiente ellas dos se pusieron a la tarea de ordeñar las garrapatosas
vacas, con muchas dificultades. Pues Amparo, ella era bastante vieja ya y sus
fuerzas ya estaban debilitadas que los pequeños terneros por poco arrastran a
Amparo, cuando se le enredó una pata con el lazo y Elvirita por ayudarla dejó
el baldado de leche debajo de la vaca y cuando la hubo ayudado a desenredar
del lazo y hasta untada de mierda por todos lados Amparo se sentía una inútil
ya. Esto en definitivamente es para machos –dijo Amparo, para mi es la cocina
rezongó. Elvirita se sentía apenada, y también preocupada por lo que había
pasado, pensó y dio gracias a Dios de que no se le hubiera partido una canilla
o quizás una costilla y que peor seria. La vaca ya le había pegado una patada
al balde y la leche se había desparramado por la tierra de tres vacas ya
ordeñadas. Elvirita pensó que sí, que esto era para hombres como Marcos, le
vino a la memoria de ella. El primer día de trabajo para ellas; al ordeño fue de
pérdidas y accidentado más todas las cachetadas que le propinaron con la cola
a Elvirita porque ellas maneaban de cualquier forma y menos pensar en
amarrarles la cola. Elvirita hubiera querido llorar de estar viviendo ese esplín,
pero sacaba de donde fuera fuerza para no dejarse acobardar ante dicha
situación, pues ya había aprendido los golpes de la vida, que hasta pensó y
perjuró que esto le pasaba, era por no haberse salido casada de la casa como su
mamá lo había deseado.
Y así transcurrieron varios días de más en ese tesón penoso y de
sufrimiento para ellas; hasta que por fin logró contratar un muchacho para que
les ayudara con los trabajos de ordeño y demás oficios donde se necesitaba de
fuerza varonil. Esto ya era un alivio para Elvirita, aunque el muchacho solo
venía a trabajar durante el día y por la noche se volvía para donde sus padres a
quedarse todas las noches, así habían hecho el trato con el mozuelo desde un
comienzo. Por lo tanto, ella seguía al cuidado de su madre quien cada día
empeoraba ya por su senil edad, pensaba Elvirita junto a Amparo quien seguía
firme al lado de ellas sin abandonarlas. Una tarde que fue a echar un vistazo a
la pieza en la cual habían alojado a Marcos, para recordar un poco y darle
creatividad mental al pasado, ella observaba la ventana por donde él había
salido y se recostó sobre la cama que Amparo la había dejado bien tendida,
por cierto. Ella por su parte quiso recordar todo sin dejar perder el más
mínimo detalle de él–. Aunque ella se lamentaba de que se hubiera ido aun sin
despedirse; aunque si tenía bien en claro que de algo no se podía lamentar de
haber conocido a un verdadero garañón–. Estaba ella en esos nostálgicos
vagos pensamientos cuando entró Amparo a la pieza de sopetón abriendo la
puerta.
–¿Usted aquí Elvirita? –preguntó ella.
–Sí, Amparo, quise recostarme un poco aquí –contesta Elvirita, era que me
sentía un poco cansada fingió ella. Que falta me ha hecho Marcos –dice
Amparo, poniendo su negro culo sobre la cama enseguida de su patrona, ahora
que, por cierto, quien era su patrona era Elvira, ya su ex-patrona Eva, había
dado el poder de mando sobre su hija.
–¿Y de verdad le ha hecho falta a usted Marcos? Pregunta Elvirita
sentándose sobre la cama. Si, si, no lo puedo dudar –dice la negra
pausadamente. No ves Elvirita que hasta quiso ponerse la soga por mí, eso fue
lo que usted leyó ¿no es así? Interrogó a Elvirita quien admitió que eso decía
en el papel. Soltó una carcajada ella –diciendo que ahí estaba la prueba de lo
que Marquitos hubiera sido capaz por ella. Elvira por su parte pensaba que eso
que decía ella era una chifladura, Marcos lo que hizo fue ganarse la buena
voluntad de ella en momento de necesidad, porque hasta yo caí también pensó
decirle, pero recapacitó más bien callar, para no crear cierta cizaña entre ellas
por un hombre que a lo mejor a ninguna de las dos le pertenecía. Amparo por
su parte salió de la pieza con sonrisa de oreja a oreja porque Elvirita le había
admitido lo que ella decía. Ella después de un largo rato de receso en la que
meditaba todo lo que había sido su vida desde que comenzó su adolescencia;
era una vida como cualquier mujer sin ninguna oportunidad, más si con un
arrejuntamiento fracasado en la cual no quería recordar nada de su marido que
consideraba haber sido la peor decisión de ella–. Lo único bueno de todo esto
fue su hijo que le quedó como una bendición de Dios, pensaba ella, pero al
mismo tiempo le atormentaba los años que cada día se le echaban más encima
sin poderlos de tener–; mientras en la nación ya empezaban a suceder grandes
cambios, para las futuras mujeres y su hijo que cada día crecía más a pesar de
que la violencia aun no cesaba, pues parecía que los grupos de guerrilla aún
seguían fortaleciéndose más–. Según un miliciano en una ocasión se lo hizo
saber a ella cierto personaje, que entablaron conversación acerca de las
condiciones políticas del país. Le dijo que él era nuevo en el mundo de la
milicia porque estaba cansado de ver la injusticia de la oligarquía sobre los
hombres y mujeres pobres, ese fue el motivo de él enrolarse en ese mundo
hostil; pero le dijo que hasta que no se acabara la injusticia en el país no
dejaría las armas, que era bueno que hubiera igualdad de derechos políticos
para acabar con la rivalidad de poder político que en pocas palabras él pensaba
que era ya hora de que un verdadero hombre que haya recibido los latigazos
por la pobreza llegara a la máxima jefatura en el país, así sí, habría igualdad en
el país, porque de lo contrario seguiremos en las mismas. Esto le recordó a
Elvira la decisión de su hermano cuando se fue de casa, sin dejar rastro
alguno. Pero con el tiempo ella logró hacer unas averiguaciones supersticiosas
por saber de su hermano a escondidas de Eva y también de la negra. Según el
nigromante había consultados a sus esclavos servidores por la vida de Jorge
Ignacio, y ellos le habían dicho que estaba en la otra vida, es decir que había
muerto en su causa. Esta averiguación le había costado la modesta suma de
cinco mil pesos, pero ella quedó muy satisfecha sabiendo algo de él; dando
créditos ella a la información.
*
Una tarde de un día viernes empezó una tremenda borrasca, con truenos y
relámpagos que dejaban ensordecedor los truenos. Elvirita que estaba
acompañando a Eva en la pieza sintieron tanto temor; pero quien sintió más
temor fue Elvirita, pues ella nunca había presenciado un fenómeno de la
naturaleza de ese estilo. Para Eva fue un poco recordar cuando Elvirita y
nachito eran niños que había sucedido una tremenda tempestad algo parecida.
Eva le recomendó a Elvirita que sacara un poco de ramo bendito al patio de la
casa y lo quemara para apaciguar la furia de la naturaleza o quizás la ira de
Dios, por el pecado que había en el mundo –le dijo ella. Esto lo hacía por
tradición de los antepasados de su mamá, quien le había enseñado que esto era
una forma de alejar los malos espíritus. Elvirita por su parte hizo lo que su
mamá le pedía, en compañía de Amparo y, Isidro por su parte quiso salir a
ayudar a quemar algo del ramo bendito, pero su mamá se lo impidió y le
ordenó que se quedara con la abuela en la pieza, por lo tanto, esta le hizo
arrodillar y que rezara tres padres nuestros en compañía de ella, para que Dios
tuviera compasión de ellas y él, –le instigó ella. Mientras todo esto sucedía, las
vacas corrían y bramaban buscando algún refugio por esconderse de las
serpenteadas centellas y los machos relinchaban asustados. Amparo con
Elvirita quemaban parte de un ramo bendito de la Semana Santa del año
pasado, ellas elevaban sus plegarias al cielo haciendo suyas sus rogativas.
Parecían que ellas quisieran levitar por la fuerza del viento y el techo se fuera
a despegar del rancho de bajareque. Ellas se fueron para adentro a sentarse
junto a Eva, y a cruzar los dedos como agüero para que la tempestad pasara.
Esa tarde fue sombría al igual que tétrica, dando paso al crepúsculo y así
terminó ese diáfano día para ellas, que después cada una terminó en su cama
durmiendo.
Al otro día Amparo mañanió en compañía del resplandeciente sol, quien se
sentía dichosa por ver que las cosas no habían sido peor de lo que hubiera
podido ser. Solo unos cuantos arbustos doblados y una hoja de zinc levantada
por el lado de la cocina.
Elvirita cuando sacó su cuerpo a ponérselo al sol, que empezaba a salpicar
sintió la combinación perfecta del aire fresco con el mismo. Luego se dispuso
a despachar a Isidro para la escuela, después de que hubiera desayunado;
mientras ella se quedaba duchándose para seguir con los cuidados de su
mamá, como de costumbre lo venía haciendo. Cada día Elvirita veía con
Amparo que Eva decaía en su salud era evidente, pues ya había perdido el
gusto por el hablar, y también el gusto por la comida ya que era de muy buen
apetito, se decían entre ellas–. Y ya no preguntaba de las cosas que se hacían
en el rancho. Esta situación acongojaba a Elvirita, pero Amparo le daba moral
diciendo que tuviera fe en Dios, que todo saldría bien, porque Elvirita cada día
se confundía más sin saber que hacer por la mejoría de ella. Así sucesivamente
pasaron dos meses Elvirita con Amparo haciéndole remedios caseros porque
ella no creía en los médicos, Eva en lo poco que se hacía entender se rehusaba
que la llevaran a donde los médicos. Detestaba tener que tomar pastas porque
le afectaba la gastritis. Pero como buena devota a María Santísima y a su
amado hijo Jesús; se recuperaba volviendo la felicidad para las cuidadoras de
ella. Volviéndole las ganas por el caldo de pollo y carne machucada, uno de
los platos predilectos para ella, y Elvirita que se los hacía con entrega y amor.
La alegría para Elvirita junto Amparo fue poderle celebrar el día de madre en
el mes de mayo a su madre, quien no tuvo nada que celebrar fue Amparo
quizás por desgracia o por destino de la vida, pensó ella misma. Eva en medio
de su recuperación sin dejar de lado sus dolencias volvió a sonreír, dándole
vida a su espíritu y alegría a su alma. Isidro le regaló una flor pintada sobre
una hoja de block al igual que a su mamá. Eva por su parte se sentía
emocionada por ese afecto de su nieto quien le decía que la quería mucho.
Toda la mañana se la pasó escuchando la radio Eva, quien escuchaba todos los
saludos a las madres de diferentes lugares del país, con una canción alusiva a
la madre, pero el que más le gustaba a ella escuchar era “Claveles a mi madre”
y así pasó ese día espléndido para ella junto a su querida hija.
A finales de ese mismo mes de mayo, Elvirita estaba almorzando después
de haberle dado el almuerzo a Eva, quien primero le llevaba para que comiera
a horas su poca comida. Cuando escuchó por la radio que informaban que
Manuel Marulanda Vélez alias “Tirofijo” había muerto, esta noticia fue como
una bomba de tiempo en la nación. –Amparo, Amparo venga y escuche –dice
Ella, mientras ponía el oído muy atento al, notición. Amparo se puso al lado y
escuchaban todo acerca de la noticia. Donde confirmaban la noticia de la
muerte del guerrillero más veterano del siglo XX.
–¿Lo mataron? –Preguntó Amparo sorprendida, a lo escuchado.
–No, no lo sé –responde Elvira dudando.
Hasta que por fin fueron aclarando y despejando la noticia y dijeron que
había muerto de muerte natural.
–Esto quiere decir: ¡Que ni las balas rociadas con agua bendita, lograron
acribillarlo…! –dijo Amparo, pensativa al lado de Elvirita. Entre tanto
seguían ellas ahí escuchando todo lo que decían sobre él. Murió el hombre que
para muchos fue un vándalo y odiado y para otros fue un héroe y admirado –
dijo Elvirita al lado de Amparo, y continuó diciendo: Dios quiera que le
perdone su alma si fue la voluntad del Santísimo que quiso que así fuera su
destino, pero lo que si no debemos de olvidar es el origen de fondo al
problema hace más de cincuenta años y creo que debe de haber un culpable,
porque las cosas no suceden por así; digo esto Amparo porque me recuerda oír
a mi papá decir que su amigo Matallana le decía sobre el problema, si un
hombre habla a favor de los pobres otros hacen silenciar el clamor de la
justicia para que reine la injusticia aplastando al pueblo pobre que somos en su
mayoría por la oligarquía a su antojo y éste es el resultado de lo que ha pasado
todas estas decenas de años en nuestra sublime nación, y luego nace un niño
que se revela ante dicho sistema y se vuelve izquierdista y rebelde por las
circunstancias de su entorno al que vive y luego lo tildan de matón cuando
nació siendo un niño de corazón limpio y mente sana–; Amparo seguía
escuchando la reflexión que hacía Elvirita, quedando un poco confundida al
mismo tiempo pero con la convicción de que si ella lo decía: era porque
tuviera razón, porque nunca ella se expresaba de esa forma pensó Amparo.
Mire Amparo este ejemplo: lo que le pasó a Nuestro Señor Jesucristo, por ser
un hombre perfecto en palabra y justo y odiar la injusticia, esto le causó la
muerte a nuestro amado Jesús, por la oligarquía de su época, por ser un
hombre de pensamiento social, la humanidad se niega a creer que Jesucristo
fuera un hombre de pensamiento social–. ¡Que lástima! –contestó la negra al
lado de ella.
A diferencia que Jesús era una oveja blanca, que nunca protestó ante sus
opresores de su época, por su perfección de ser hijo de Dios. Ahora me
recuerdo en una ocasión que leí la biblia sobre el capítulo nueve junto al
versículo dieciocho de romanos que dice: De manera que Dios tiene
compasión de quien él quiere tenerla, y también le endurece el corazón a quien
él quiere endurecérselo–. Con esto me sería imposible juzgar cuando Dios es
el dueño del pensamiento del hombre y sus acciones, y por eso es que digo
solo Dios sabrá el porqué de esa vida tan misteriosa en aquel hombre. Ella
sabía que fuera lo que fuera ellas seguirían en el rancho esperando y confiando
en la justicia divina, porque la de la nación era una justicia de pacotilla, en
donde solo unos pocos devoran la torta dejando con hambre a los mismos de
siempre terminó –diciendo Elvira.
La noticia dio revuelto en todo el país, y parte del mundo.
Porque si, uno de sus camaradas admitió ante un medio de comunicación
de la infortunada muerte de su máximo comandante. Pero ya habían pasado
dos meses en los que el comandante de setenta y ocho años había muerto de
un infarto, a las seis y treinta del día veintiséis de marzo, muriendo
acompañado de su más fiel amiga pistola de color negro sobre su cintura; en
brazos de sus compañeras, rodeado de su guardia personal y de todas las
unidades que conformaban su seguridad.
Para el máximo comandante quien se había llevado sus sueños
revolucionarios tras la muerte que le vino por sorpresa, le vistieron su último
camuflado nuevo y le pusieron sus manos cruzadas sobre su agitado pecho que
ahora ya, yacía su mortuorio cuerpo en paz. Su desplazamiento fue tortuoso,
su féretro improvisado, fue protegido por tres anillos de seguridad,
conformado por aproximadamente doscientos cincuenta combatientes. El
ataúd se desplazó por la espesa selva de Macondo y su recorrido tardó
aproximadamente dos semanas con total abstención de hablar. Todos los
miembros del Secretariado, mantenían el secreto absoluto. Sus subalternos
dieron la instrucción de ocultarlo hasta definir la sucesión de un nuevo
comandante capacitado para seguir con la lucha por la causa como ellos
mismo le llaman, porque el comandante no quiso dejar el mortis causa, porque
ya estaba acostumbrado a escabullársele a la muerte como un juego. El
comandante quedó tan oculto en un recóndito mausoleo, como su mismo
pensamiento izquierdista; dejando sus ideales sin poder ratificar en persona los
cambios posteriores de la que fue su empresa revolucionaria en su laberinto,
sin que nadie lo sustituya como un verdadero revolucionario radical en su
estirpe.
Después de más de cincuenta décadas, quedando la nación terrorífica por
la violencia; muchas familias desaparecieron sin dejar rastro alguno y otras se
lograron reunir después de viejos, y se acostumbraron a convivir con el más
indeseable recuerdo de un país salpicado por la sangre debido a la injusticia de
ese entonces.

FIN

MANIFIESTO

Comienzo mi querido lector haciendo un par de preguntas… para que


juzgue usted mismo con su intelecto.
¿Quién debe pedir perdón? las guerrillas al pueblo…
¿O la oligarquía en cabeza del gobierno al pueblo…?
Solo quiero poner de relieve este par de preguntas, para que nuestra
presente generación y futura conozca más a fondo el origen del fenómeno de
la violencia en nuestra patria.
La caída del caudillo inspirada por la insurrección de la oligarquía
anteaños en conjunto complot con los dos partidos tradicionales de la época
quien veían una amenaza para el desarrollo de la nación por el pensamiento
socialista en favor del proletariado. Hasta sería absurdo pensar que la Cía., no
tuviera que ver con el asesinato cuando ellos son los más airados con los
hombres que piensan en ser libres del imperio yanqui; que cueste lo que cueste
lo hacen quitar del camino así sea enviándoles una zorra para atraparlos en las
mieses del placer, así lo ha demostrado el pasado de la historia.
Pero no previeron que esa traición unánime entre los dos colores de la
oligarquía les saldría cara y como consecuencia a ello, la sangre que gritaría
justicia se volvería ríos de sangre sin fin en donde los más débiles y el pueblo
fuera el que llevara la peor parte de semejante embuste por la oligarquía en
conjunto con sus aliados del Norte.
Hoy por hoy, ya no se trata de buscar culpables y señalamientos sino más
bien la reconciliación entre un mismo pueblo hermano que ha sabido sufrir el
horror de la guerra y padecer la angustia de la madre que con dolor da a luz
sus hijos, para que fueran hacer carnada en cualquiera de los dos bandos
quienes pugnan luchar por el pueblo a favor del mismo.
Quiero terminar con este ejemplo que escuché de un gran hombre cuyo
nombre no recuerdo…
Había en una abadía un monje que se inquietaba mucho por querer ser
perfecto, de pronto su maestro le descubrió que no se sentía seguro de sí
mismo y le preguntó:
–¿Qué le pasa?
Maestro quiero buscar la perfección, pero no la he logrado encontrar –
contesta el monje.
–Si tú quieres encontrar la perfección vete a la aldea y allá encontrará a un
hombre, es aquel único que tiene un puesto en toda la esquina de la plaza de
mercado no tiene perdida de encontrarlo. Él ha logrado encontrar la sabiduría
con la perfección, no es nada fácil ser perfecto es lo único que le digo, pero
aquel hombre si ha logrado lo que tú quieres alcanzar –responde el maestro.
El monje aquel, asintió con buen garbo lo que su maestro le instigaba y
aceptó ir a la aldea.
Cuando llegó se ubicó en la plaza y observó quien era el hombre perfecto
del que el maestro le había hablado; veía que en los puestos había mujeres
atendiendo, unas eran solas, otras acompañadas de sus esposos imaginó él que
así fuera y estaba en lo cierto. Pero llegó a un puesto en que observaba a un
hombre solo atendiendo y pensó este debe de ser el hombre del que me habló
el maestro, pero había algo que no le encajaba al monje era que aquel hombre
era un carnicero; para ser un hombre sabio y perfecto; además todo untado de
sangre, era bastante patético aquella escena que observaba. De todos modos,
se puso a observarlo con cierto desdén. Aquel hombre pesaba carne y era muy
gentil con sus clientes de hecho observaba que les coqueteaba a las mujeres
que iban solas; esto no puede ser de un hombre que gusta de la sabiduría y la
perfección pensó el monje. Así le estuvo espiando él hasta que el terminó de
vender toda su carne.
Tomó él la decisión de acercársele y presentársele como un hombre de
Dios. Aquel hombre de inmediato al mirar que tenía un monje ahí justo al
frente de él le invitó a comer a su casa. Desde luego que el monje aceptó y se
pusieron marcha a la casa.
Cuando llegaron a la casa el carnicero ordinario por su apariencia, oliendo
a diablo le invitó a seguir al monje quien entró y observaba la casa sola en un
silencio fantasmal. El anfitrión de inmediato se quitó aquel uniforme y se puso
a preparar una deliciosa carne freída para comerla en compañía de su invitado.
Ellos entre ese espacio platicaron de todo un poco. Cuando el carnicero sirvió
la mesa, se quedó desconcertado al mirar tres platos de comida en el comedor
cuando solo estaban ellos dos.
De pronto el anfitrión se dirigió a una de las recamaras y salió con un
anciano en sillas de ruedas, y lo trajo con todo el esmero y lo puso ahí sobre el
comedor donde tenía el puesto reservado para él.
–¿Es su padre? Pregunta el monje.
–No, no es, pero es como si lo fuera –contestó el carnicero. Y prosiguió– él
vive conmigo muchos años y yo cuido de él, que por cosas del destino quedara
solo como un errante por la vida. Pero hay algo que no le he contado todavía –
dijo él. Cuando terminaron de comer el carnicero lo llevó a lavar las manos y
la boca a aquel indefenso anciano y lo llevó nuevamente a su recamara.
–¿Y qué era lo que no me había contado? Pregunta el monje con
moderación.
El carnicero hizo un silencio súbito y pasó su diestra mano por la barbilla
como limpiándose algo. Siéntese le indica al monje quien ya estaba de pie.
Bueno mi buen hombre de Dios, lo que usted no sabe es lo siguiente:
Recuerda cuando me preguntó si él era mi padre… la verdad él fue
precisamente quien asesinó a mi padre cuando ellos eran jóvenes y yo era un
niño aún. El moje quedó estupefacto al oír semejante cosa.
Pero por cosas de la vida al transcurrir de los muchos años este señor
quedó solo y por destino de la vida yo al mirarlo sin familia y desamparado de
la sociedad decidí hacerme cargo de él y también le perdoné de corazón el
asesinato de mi padre. Y aquí hoy por hoy somos una familia. Cuando el
monje descubre semejante historia comprendió de la verdadera sabiduría y
perfección de aquel hombre que su maestro lo había enviado para que
aprendiera de él. Anónimo
Ahora quiero que usted querido lector se responda las dos preguntas que
inicié formulando para que usted mismo juzgue con su voto de sabiduría y
perfeccionismo.

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