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Escenarios de disputa: exclusión o plurinacionalidad.

El caso del Estado


Boliviano
Mg. Melisa Noemí Virginia Centurión. Universidad CAECE

Abstract
La conformación de un estado plurinacional en Bolivia significó un gran desafío para el
gobierno de Evo Morales. No el único, pero uno de los más relevantes de sus tres
mandatos al frente del Estado Boliviano.

La articulación de las demandas de los sectores mayoritarios, pertenecientes a los


pueblos originarios, con los sectores que tradicionalmente concentraron el poder en el
Estado Boliviano, enfrentó el proyecto a la posibilidad de la propia fractura del Estado.
Sin embargo, y aún cuando los gobiernos de izquierda o progresistas sucumbieron al
embate de las nuevas derechas, el Movimiento al Socialismo se mantiene en el poder,
y ha logrado un crecimiento económico sin precedentes para Bolivia.

Entre la Bolivia excluyente de los pueblos originarios y la realidad de un estado


plurinacional e intercultural que respete las características culturales, históricas y
políticas de cada pueblo, transita el proyecto boliviano de disputa. La postulación a un
cuarto mandato de Evo Morales, desafiando el resultado del referéndum, también pone
en discusión a las instituciones de la democracia.

El trabajo se propone analizar las disputas por el significado del estado boliviano y la
actualidad de su democracia, frente a las próximas elecciones generales.
Introducción

“Jamás nos reconocieron como seres humanos,


siendo dueños absolutos de esta noble tierra.”
Evo Morales

A lo largo de la historia boliviana, la identidad de los pueblos originarios ha buscado los


intersticios en los cuales expresarse, ciertas veces a través del reclamo y otras por
medio de las formas de organización política. Esta identidad se construyó a partir de la
colonización, y reunió etnias y formas de ver el mundo disímiles entre sí. Quizás esta
sea una de las causas de la difícil articulación de los distintos grupos, que facilitó durante
décadas la toma del poder por parte de los sectores blanco-burgueses.

El movimiento indígena boliviano atravesó períodos de invisibilidad, otros de cooptación


por parte de las estructuras estatales y finalmente, el último, en el cual logra concertar
con otros movimientos y llega a la presidencia.

La unificación de reclamos provenientes de diversos movimientos fundamenta que Evo


Morales llegue a la presidencia. Su posición moderada, su condición de campesino y
cocalero antes que aymará, y el rechazo a las posiciones más radicales del katarismo
le permitieron acercarse a las clases medias y a las clases pobres no identificadas en el
reclamo de los pueblos originarios. La coalición que lleva al MAS a la presidencia
presenta la fragilidad de responder a intereses e identidades diversas. Aunque existan
puntos de encuentro entre campesinos, cocaleros, obreros e indígenas, sus intereses
primordiales no necesariamente son los mismos.

Estas identidades no son mutuamente excluyentes, y más allá de los desafíos


económicos que ha enfrentado el gobierno de Morales, con muy buenos resultados, el
desafío de la articulación del estado plurinacional y la democracia intercultural aún está
en proceso de conformación.

La reforma de la Constitución del año 2009 fue solo el primer paso, fundamental sin
lugar a dudas, para la conformación de un tipo de democracia en el cual las diversas
identidades presentes en el Estado Plurinacional de Bolivia puedan expresarse y estar
representadas.

Como características generales que luego se desarrollarán a lo largo del trabajo, el


estado plurinacional se caracteriza por el reconocimiento de las múltiples
nacionalidades presentes en Bolivia, y el establecimiento de distintos mecanismos
democráticos, el reconocimiento de autonomías indígenas, como así también la
creación de organismos judiciales propios de las nacionalidades de los pueblos
originarios. De esta forma, la democracia intercultural incluirá de forma variable
elementos de la democracia representativa, participativa y comunitaria.

La articulación de dichos elementos será una dimensión esencial para medir la


interculturalidad del sistema democrático y la innovación del mismo, en tanto la irrupción
en el debate del lenguaje de interculturalidad y otredad marca desde lo simbólico el
proceso de transformación de la sociedad.

Identidades en disputa

El tratamiento de la identidad cultural latinoamericana en la actualidad tiende a superar


la búsqueda de la homogeneidad y revelar el entretejido de heterogeneidad y diversidad
subyacente. En el caso de Bolivia, a la heterogeneidad de las identidades debe sumarse
la multiplicidad de ellas en los mismos sujetos. Para un individuo o actor colectivo puede
haber una pluralidad de identidades. Castells (1997) plantea la distinción entre tres
formas y orígenes de la construcción de la identidad:

 Identidad legitimadora: Introducida por las instituciones dominantes de la


sociedad para extender y racionalizar su dominación frente a los actores
sociales.
 Identidad de resistencia: Generada por aquellos actores sociles que se
encuentran en posiciones y condiciones devaluadas o estigmatizadas por la
lógica de la dominación, por lo que construyen trincheras de resistencia y
supervivencia basándose en principios diferentes u opuestos a los que
impregnan las instituciones de la sociedad.
 Identidad proyecto: Cuando los actores sociales, basándose en los materiales
culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que redefine su
posición en la sociedad y, al hacerlo, buscan la transformación de toda la
estructura social.

La identidad proyecto produce sujetos, es una construcción de la identidad basada en


un proyecto de vida diferente que se expande hacia la transformación de la sociedad
como prolongación de este proyecto de identidad personal.

La construcción del estado plurinacional y la democracia intercultural en Bolivia pudo


ser posible a partir de la producción de sujetos identitarios de los pueblos originarios y
movimientos indígenas. El solapamiento con otras fuentes de identificación, como la
clase social o la condición trabajadora, genera ciertas dificultades, pero no invalida el
proceso antes descripto.

Los pueblos originarios se identifican en tanto aymará o quechua, pero también en tanto
clases oprimidas, campesinos o mineros. Sólo la identificación colectiva como una
comunidad imaginada o nación hace posible la búsqueda y finalmente el reconocimiento
de derechos y obligaciones diferenciales en el marco de la reconstrucción institucional
del estado.

La reconstrucción de identidades indígenas en Bolivia no se debe solamente a creencias


y estrategias de los participantes del movimiento indígena, sino también a cambios en
la comprensión y en los conceptos, en los nuevos convenios institucionales, y en los
cambiantes flujos de recursos, procesados a través de reformas gubernamentales
multiculturalistas y marcos de políticas de etno desarrollo.

Estos procesos, de acuerdo a lo manifestado por Pablo Dávalos (2005) han implicado
debates discursivamente establecidos entre actores políticos sobre la autenticidad
cultural, el mérito político y el potencial de desarrollo de los movimientos indígenas
contemporáneos bolivianos.

El Estado plurinacional

El Estado plurinacional en Bolivia se erigió como un dispositivo discusivo/ideológico para


cuestionar e interpelar al Estado forjado a partir de 1952, por su carácter monocultural
y excluyente. Como plantean Torrez y Arce (2014), en este contexto, la descolonización
adquirió fuerza discursiva para explicar el fundamento de la plurinacionalidad.

El aparato simbólico que rodeó históricamente al Estado boliviano estaba fundado en la


idea de una única nación “boliviana”, desconociendo la diversidad y pluralidad de las
etnicidades e identidades.

A partir de la reforma constitucional de 2009, se transforman los símbolos que rodean


al Estado, y desde lo discursivo ello es apreciable ya desde el preámbulo de la
Constitución:

“En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron


lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se
cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros
diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y
nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás
comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la
memoria.

Continúa rescatando los antecedentes de luchas sociales, calificándolas como la fuente


de inspiración para la fundación del nuevo Estado. Historiza los antecedentes de luchas
sociales como los pasos previos para el logro de la transformación de la estructura
tradicional del gobierno.

“El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado


en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia,
en las luchas populares de la liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales,
en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la
memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado”.

Por otra parte, el nuevo calendario festivo del Estado Plurinacional combina aquellas
fechas convencionales que remiten a los imaginarios republicanos con aquellas fiestas
que aluden a la plurinacionalidad, entre ellas el 22 de enero, elegido como fecha para
recordar al “Estado Plurinacional”

La asunción de Evo Morales como presidente se realizó en actos con costumbres


ancestrales, que aparecen como una nueva ritualidad estatal de características
indígenas. Las celebraciones de los pueblos originarios, antiguamente ocultas y
marginalizadas, ganan visibilidad y legitimidad al ser contenidas en el Estado
Plurinacional. No sólo eso sino que también sirven para visibilizar aquello que estaba
reprimido y silenciado por un dispositivo cultural que deviene de la colonia y que tiene
su prolongación en el Estado republicano y en el estado Nación. De esta forma, como
afirman Torrez y Arce (2014) se convierten en un mecanismo de reapropiación simbólica
por parte del Estado Plurinacional.

La wiphala es reconocida constitucionalmente, equiparándola en la misma jerarquía con


los otros símbolos nacionales, generando una complementariedad simbólica. Se
aceptan aquellos vigentes, y a ellos se les suman nuevos, que representan las
identidades indígenas. Al imaginario nacionalista -de una única nación- se lo reconstruye
en un imaginario de múltiples nacionalidades.

El Estado Plurinacional reconoce como principios ético morales en el Artículo 8 de la


Constitución Nacional los siguientes: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no
seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa),
teko javi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble). La
particularidad de que éstos sean principios de los pueblos originarios refuerza la
importancia simbólica de estas identidades en el texto constitucional.

El estado Plurinacional se reconoce como plural, redistributivo, antiburocrático y


democrático. Se afirma que defiende la solidaridad, la descentralización, la autonomía,
la sostenibilidad, igualdad social y diversidad cultural o multiculturalismo.

La instalación del Estado Plurinacional en Bolivia no dio respuesta a las demandas más
radicalizadas, que planteaban incluso transformar el nombre del Estado a “Qullasuyu”,
entendiendo que el nombre de Bolivia respondía a una continuidad de los imaginarios
coloniales. Busca articular las identidades presentes y garantizar la unidad del Estado,
frente a los intentos secesionistas de las prefecturas mayoritariamente blancas (Santa
Cruz de la Sierra, Beni y Pando) y también enfrentando a los sectores indianistas
kataristas, que planteaban la conformación de la “nación aymará”.

Como elemento frágil de la construcción del Estado Plurinacional el principal es el


personalismo del liderazgo de Evo Morales, quien irá por su cuarto mandato a las
próximas elecciones, con 13 años como presidente de Bolivia. Se ha proyectado tanto
de manera interna como a nivel internacional la imagen de Morales como el primer
presidente indígena de Bolivia, generando un mito alrededor de su figura que pudiera
conferirle a la construcción plurinacional la fragilidad de quedar sujeta a un líder.

Aunque complejo de medir, el impacto de la construcción simbólica hace a uno de los


elementos fundamentales de la plurinacionalidad, en tanto el concepto mismo de nación
está asociado a comunidades imaginadas, sostenidas por un aparato simbólico que en
muchos de los casos es presentado desde el estado.

La democracia intercultural

Establecer una única definición de la democracia es harto complejo, y como plantea


Robert Dahl (2003: pp.10) “Una dificultad la constituye el hecho de que el término
democracia no es estático. Por muchas razones la democracia cambió el significado
de la palabra que la designa como las instituciones políticas que la distinguen. Entre las
razones más importantes de estos cambios figura el aumento histórico de las
dimensiones, de la escala de los gobiernos democráticos”

Al aumento de las dimensiones y la escala de los gobiernos democráticos planteado por


Dahl podríamos sumar el reconocimiento de las múltiples realidades en las sociedades,
que fueron generando nuevas formas de articular los dispositivos institucionales de la
democracia. En este sentido, el concepto de interculturalidad fue articulado por los
movimientos indígenas en referencia al problema de la educación durante la década de
1980.

La interculturalidad apuesta por la construcción de relaciones equitativas entre culturas


y al mismo tiempo enfatiza la necesidad de los intercambios y el aprendizaje mutuo. No
se trata sólo de convivir -como se plantea en la multiculturalidad- sino de reconstruirse
en el proceso, a partir del diálogo. Se trata de romper con las relaciones de
subordinación entre culturas, reconociéndolas en igualdad de condiciones.

Las políticas multiculturales están inspiradas en la filosofía liberal, claramente expuesta


en los planteos de Will Kymlicka (Kymlicka:2001) y apuntan a la salvaguarda de los
derechos individuales y la promoción de la tolerancia, basados en el reconocimiento de
los derechos diferenciados en función del grupo. La tolerancia puede confluir en la
separación de las culturas, sin que exista diálogo entre ellas, característica esencial de
la interculturalidad.

El Estado plurinacional de Bolivia avanzó en la interculturalidad en el sector educación,


salud y en la función pública en:

 Bilingüismo en la educación formal, incluyendo un idioma nativo en la misma de


manera obligatoria.
 Incorporación de la medicina tradicional, como un proveedor reconocido más de
servicios de salud.
 Bilingüismo de los funcionarios públicos obligatorio, con un idioma nativo de la
región donde desempeña sus funciones.

La democracia intercultural boliviana se funda en la articulación transformadora de la


democracia directa y participativa, la democracia representativa y la democracia
comunitaria.

Democracia directa y participativa: Se ejerce por medio del referendo, la iniciativa


legislativa ciudadana, la revocatoria del mandato, la asamblea, el cabildo y la consulta
previa. Las asambleas y cabildos tienen carácter deliberativo conforme a la ley.

Democracia representativa: Se ejerce por medio de la elección de representantes por


voto universal, directo y secreto, conforme a ley.

Comunitaria: Se ejerce por medio de la elección, designación o nominación de


autoridades representativas por normas y procedimientos propios de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, entre otros, conforme a ley.
El nuevo esquema de instituciones de la democracia intercultural introdujo
modificaciones en la Asamblea Legislativa Plurinacional (en la cual 7 diputados son
elegidos en circunscripciones especiales indígena-originario-campesinas) y en las
Asambleas Departamentales, en las que se establece un sistema de elección directa de
un cupo de asambleístas según normas y procedimientos propios de las naciones y
pueblos indígena-originario-campesinos. Estas instancias se constituyen en espacios
de interculturalidad, donde puede observarse la convivencia y el diálogo de las distintas
identidades, generando también nuevos conflictos.

La nueva figura de gobierno, reconocida en la Constitución Nacional pero especificada


en Ley, son las Autonomías Indígena-Originario-Campesinas (AIOC) que se construyen
a partir de la posibilidad de conversión de los municipios y que están pensadas como
espacios para el ejercicio de la democracia comunitaria, entendiendo la existencia de
una población mayoritariamente indígena.

La Constitución también reconoce la justicia indígena-originario-campesina, la que


puede actuar en “actos y hechos que vulneren bienes jurídicos realizados dentro del
ámbito territorial indígena originario campesino”, conociendo allí sobre “todo tipo de
relaciones jurídicas”. Esto ya estaba previsto en el código de procedimiento penal
vigente, que en su Art. 28 expresaba: “Se extinguirá la acción penal cuando el delito o
la falta se cometa dentro de una comunidad indígena y campesina por uno de sus
miembros en contra de otro y sus autoridades naturales hayan resuelto el conflicto
conforme a su Derecho Consuetudinario Indígena, siempre que dicha resolución no sea
contraria a los derechos fundamentales y garantías de las personas establecidos por la
Constitución Política del Estado”. La regulación constitucional renuncia explícitamente
al control de los procesos recaídos en dicha jurisdicción. No aparece en la Constitución
ningún tipo de recurso o garantía específicamente aplicables para lo actuado en esta
jurisdicción.

Por otra parte, el Tribunal Constitucional Plurinacional (Art. 196) es el órgano que
“vela por la supremacía de la Constitución, ejerce el control de constitucionalidad y
precautela el respeto y la vigencia de los derechos y las garantías constitucionales”,
además de tener función interpretativa y resolver los conflictos de competencias entre
órganos del poder público y entre el gobierno nacional y las entidades territoriales. Se
establece que la composición de este tribunal se exige representación paritaria entre el
sistema ordinario y el sistema indígena originario campesino.

Como plantea Fernando Mayorga, a partir de la promulgación de la nueva Constitución


“las demandas del movimiento indígena se transmutaron en instituciones, leyes y
derechos. La ampliación del sistema de derechos con el reconocimiento de derechos
colectivos implicó la creación de un nuevo sujeto jurídico presente de manera reiterativa
en el texto constitucional: “naciones y pueblos indígena originario campesinos”, al que
definimos, didácticamente, como sujeto plurinacional. A nuestro juicio se trata de una
construcción discursiva/jurídica puesto que no existe colectividad que contenga esos
cinco rasgos sociológicos, por ende, solamente el estado tiene la prerrogativa de
representar a dicho sujeto plurinacional”

Los nuevos sujetos de ciudadanía reconocidos se amparan en los discursos del “Vivir
bien”, que refieren a la recuperación de formas de vida ancestrales, y es en ese marco
que reivindican sus mecanismos institucionales de elección de representantes y de
deliberación, entre otros.

Se plantean dos retos para el Estado plurinacional. El primero es armonizar el


reconocimiento de la plurinacionalidad y los arreglos institucionales que conlleva, entre
los cuales se ha resaltado la autonomía, con los ideales de la interculturalidad. En este
sentido, la autonomía es necesaria, en tanto salvaguarda la existencia de los grupos,
pero insuficiente para alcanzar la interculturalidad. Por consiguiente, debe
complementarse con arreglos institucionales y políticas que contribuyan a conseguir el
diálogo entre culturas en condiciones de igualdad. (Cruz Rodríguez: 2013)

El segundo reto para la democracia intercultural y el estado plurinacional es el de


consolidar los mecanismos de democracia comunitaria, débilmente desarrollados hasta
la fecha, reconociendo, en palabras de Álvaro García Linera, que no existe una sola
forma de ejercer derechos políticos ni de intervenir en la gestión del bien común.
Considerar que la democracia representativa de corte liberal es la única manera de
despliegue del ejercicio de responsabilidad política es desconocer los mecanismos
comunitarios presentes en la sociedad boliviana, que dan cuenta de su característica
plurinacional y multicivilizatoria. Los ayllus como elemento de organización política
comunitaria aymará deberán articularse con los elementos representativos y
participativos característicos de las democracias liberales.

La concentración del poder político en un liderazgo carismático, como hemos


expresado, es una de las fragilidades de un modelo democrático que bien puede erigirse
como modelo a tomar en otros estados con características plurinacionales. Quizás sea
esta la causa por la cual no se ha desarrollado totalmente el elemento comunitario,
central para brindar mayor legitimidad y solidez a la democracia intercultural.

El elemento participativo fue empleado pocas veces, y una de ellas fue el referéndum
del año 2016 con el objeto de someter a consulta la posibilidad de reelección de Evo
Morales. Dicho referéndum tuvo un resultado negativo, sin embargo, la presentación
ante el Tribunal Supremo Constitucional declaró legal la presentación a la reelección del
actual Presidente de Bolivia. Lo que este hecho evidencia, más allá de la discusión de
legalidad, es que no se ha otorgado desde el gobierno legitimidad a la herramienta de
democracia participativa.

La práctica de la democracia difiere del ideal de la misma, sea liberal o intercultural. En


este sentido, será la propia aplicación del modelo y la experiencia recogida la que llevará
al mejoramiento de las herramientas institucionales previstas, o al abandono de otras.
Sólo a partir del análisis de los resultados, en términos de representación, de
articulación, de aparato simbólico, de visibilización, será posible la construcción de un
modelo democrático sólido y legítimo que permanezca a lo largo del tiempo.

Consideraciones finales

Entre la democracia real y la democracia ideal circulan discursos y se oponen


identidades múltiples en la sociedad boliviana. La instauración de la democracia
intercultural y del estado plurinacional, aun incompleta, legitima las disputas y las
institucionaliza.

Lo invisible se visibiliza. Los pueblos originarios son reconocidos como nación, como
múltiples naciones que conforman un entretejido social complejo. Comunidades
imaginadas, cuyos símbolos pasan a ser parte del Estado, pero no sin resistencias.

Los intentos de dividir el territorio por parte de las prefecturas de mayoría blanca, con la
consigna de una “Bolivia sin cholos” evidenciaron la disputa por quién puede
considerarse boliviano. Los pueblos originarios, históricamente oprimidos, hoy
conforman parte del entramado institucional del estado plurinacional.

Las disputas en las próximas elecciones visualizan este enfrentamiento. Frente a la


nueva candidatura de Evo Morales a la presidencia se instaura la candidatura de Carlos
Mesa, quien gobernaba Bolivia antes de la llegada de Morales al poder. Representa
para muchos sectores al estado excluyente, aquel que protagonizó las Guerras del Agua
y del Gas, aquel que marginó a la mayoría de la población e invisibilizó su cultura, su
identidad.

El estado plurinacional, definido como redistributivo y defensor de la igualdad social, ha


demostrado en esta última década resultados económicos y sociales para Bolivia
alentadores. Las tasas de crecimiento han sido elevadas y sostenidas. Los niveles de
pobreza e indigencia se han reducido considerablemente, a la par que se ha
incrementado el PBI per cápita y ha mejorado sensiblemente la calidad de vida de la
población.

El gobierno ha apuntado a un papel importante del estado en la economía, actuando


como guía y estableciendo prioridades y políticas públicas de redistribución del ingreso
y diversificación de la matriz productiva. Frente a una historia en la cual Bolivia ha sido
exportador de materias primas, se abren las posibilidades de desarrollar
industrialización en sectores como la elaboración de baterías de litio o el desarrollo de
autos eléctricos.

Si bien se trata de un proceso incompleto, la transformación que atravesó la última


década el Estado boliviano es de una profundidad mayúscula. Así lo reconoce Álvaro
García Linera en una entrevista brindada a Stella Caloni cuando afirma que “No puede
haber un Estado sólido si no es por el principio básico, primordial de igualdad, cosa que
en Bolivia no hubo. (…) Hoy, cuando uno ve a un presidente indígena gobernando
Bolivia, a una presidenta indígena dirigiendo la Asamblea Constituyente del país, el
mundo se ha puesto de cabeza o lo que estaba de cabeza se ha puesto de pie. (…) El
solo hecho de haber cambiado la representación en el gobierno, hace de esta revolución
el cambio más trascendente de Bolivia desde su fundación”.
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