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Módulo 1 - Infancia
Texto 1
Hasta los 6
años
Desde el
nacimiento
Es una etapa llena de periodos sensibles; una ventana de oportunidad, que si no se aprovecha,
requerirá de mayor tiempo y recursos para crear un ciclo vital de éxito y prosperidad En la
infancia, como muchos estudios han demostrado, se encuentran las raíces del individuo que
enfrentará varios desafíos; su salud mental, su condición física (obesidad/retardo en el
desarrollo y enfermedades cardíacas), conducta (criminalidad) y facilidad para el aprendizaje
(habilidad numérica y lecto-escritura) estarán mediadas por su desarrollo en la primera infancia
(Irwin, Siddiqi, & Hertzman, 2007). Una característica esencial de esta etapa es el rápido
desarrollo individual. De evolución hacia una creciente independencia futura.
El/la niño/a nace, y como tal, es un sujeto de derechos, sin embargo, a pesar de este marco
legal, se halla en una condición de necesidad de especial amparo y afecto, básicos para su
desarrollo, y que se encuentra a manos de sus cuidadores primarios. Activamente, el niño/a
buscará evolucionar desde su inicial dependencia hacia una creciente adquisición de
habilidades, convirtiéndose en un sujeto de derechos con independencia y acción social
autónoma.
Es decir, a lo largo de la vida, el individuo irá adquiriendo distintas capacidades que le permitirán
adaptarse a su entorno, asumiendo mayor autonomía, mayores retos y tareas planteadas en
cada etapa de su ciclo vital. De forma contraria a teorías iniciales, los nuevos enfoques del
desarrollo humano plantean que este no se detiene en la adolescencia, sino que continúa a lo
largo de la vida.
En cada etapa, se “ganan” y se “pierden” facultades, mediadas por la biología o por la cultura. Por
ejemplo, un adolescente irá ganando habilidades para el pensamiento abstracto y la resolución
de problemas matemáticos más complejos que los que pueden resolver un niño, pero no tendrá,
necesariamente, la misma facilidad que este último al momento de aprender un idioma.
Las características del desarrollo entre los 0 y 6 años etapa se pueden reconocer, según las
descripciones de Papalia y Feldman (2012) bajo tres ámbitos, separados únicamente para su
estudio, ya que en la realidad están profundamente interrelacionados:
El desarrollo físico, que comprende peso, talla, musculatura y, con ellos, las capacidades
motoras. El desarrollo cognoscitivo, que refiere a las habilidades y cambios a nivel cerebral que
conformarán el pensamiento. Finalmente, el desarrollo psicosocial; la serie de habilidades y
capacidades que emergerán de la interacción entre el bebé/niño y su mundo, que lo construirán
como ser social.
Por ejemplo, cuando el bebé comience a gatear, el espacio al que podrá acceder será cada vez
mayor. Bajo cuidado y supervisión, iniciará el desplazamiento alrededor de su habitación,
manipulará objetos y sentirá superficies distintas, esto estimulará su sistema nervioso, sobre todo
las áreas cerebrales encargadas de la noción de espacio, motricidad gruesa y coordinación, este
pequeño logro de independencia le permitirá acercarse tanto a otros objetos o familiares que se
encuentren cerca de él o ella.
Previo al desarrollo de su teoría, el niño era visto como un organismo pasivo. Para Piaget, el niño
se comporta como un “pequeño científico” e interactúa con su mundo, bajo una lógica propia y
forma de pensar. Entender esta lógica, es clave para comprender los procesos del bebé y del
niño (Rafael, 2008).
Para Piaget, el conocimiento del mundo es organizado por cada individuo en esquemas, En cada
etapa irá construyendo esquemas más complejos y abstractos, añadiendo información,
acciones, pensamientos y otros contenidos a cada uno, reorganizando y actualizando los
previamente construidos.
La organización, para Piaget, innata a todas las especies, permite integrar patrones físicos
simples.
La adaptación, permite ajustar los contenidos, estructuras y conductas a las exigencias del
ambiente.
En la adaptación, el niño utilizará la asimilación y acomodación, dos conceptos que permiten
comprender el aprendizaje. La asimilación, es el proceso de moldear la información para que se
ajuste con los esquemas ya existentes. Así, un burro será un “caballo”. Cuando se comprenda
que existen diferencias entre un burro y un caballo, se dará el proceso de acomodación, donde
la estructura cambiará para acomodarse a la realidad.
Al inicio, prevalecerán las conductas reflejas, respuestas mecánicas ante ciertos estímulos, de las
que algunas de ellas pasarán a convertirse en conductas voluntarias, como el reflejo de la
succión. Se irán generalizando y se repetirán las conductas, lo que expone al niño a resultados
diversos, lo que podría hacer que varíe sus respuestas u observará como algunas producen un
efecto, como por ejemplo las interacciones con su cuidador, algo que se conoce como
reacciones secundarias.
Cerca del año de edad aparece la conducta intencional, donde el niño utilizará sus medios para
alcanzar fines, por ejemplo, podría usar un objeto para apartar otro que le obstaculiza. También
va reconociendo índices o señales, es decir, acontecimientos que normalmente anticipan otros
hechos posteriores.
El lenguaje: pasará del balbuceo a los sonidos inteligibles. Imitará sonidos de los adultos. Las
palabras sueltas con sentido o las mismas palabras para distintas situaciones. Por ejemplo: toda
la comida responde a dos o tres palabras, pero aún no hay relación entre una palabra y un
concepto.
La capacidad inicial de representación que se desarrolla en el niño, de forma paralela al uso del
lenguaje, es el uso de símbolos. El niño, a través de imitación y ante la presencia del modelo al
que imita. Alrededor de los 18 meses se produce la imitación diferida, sin la presencia del
modelo. Paulatinamente, esto es prueba de la nueva capacidad: la permanencia del objeto.
Esta capacidad inicial de representación, hará por ejemplo, que el niño pueda buscar los
juguetes en el lugar donde los dejó el día anterior, marca el final de este periodo sensorio-motor y
abre una nueva etapa en el desarrollo cognitivo.
El pensamiento representacional es clave, los símbolos le permitirán al niño reflexionar, aún con
su propia lógica, sobre el ambiente. El “juego simbólico”, concepto desarrollado por Singer y
Singer, en 1976, refiere al uso del juego como representación de la realidad. Por ejemplo, utilizar
unos objetos como si fueran otros, basándose en hechos reales. Este juego se irá complejizando
y, alrededor de los cuatro años, el niño podrá inventar guiones y papeles de caracterización. El
juego es la vida psíquica del niño puesta en escena, que suma además fantasía. Entre otros
beneficios, el juego estimula la creatividad, la imaginación, el uso del lenguaje, el desarrollo de
habilidades cognoscitivas y sociales.
Otra forma por la que se plasma el mundo representado en la mente de los niños es a través del
dibujo. En los primeros años, quizás, los trazos sean sólo por la actividad por sí misma, pero a
medida que crecen, las figuras geométricas podrían representar algún elemento del mundo real,
consciente o inconscientemente.
Los niños en la etapa pre-operacional explicarán el mundo a través de sus propias “teorías
intuitivas”, por ejemplo, al hablar de fenómenos naturales. El animismo, otorgarles facultades de
seres vivos a objetos inanimados, es frecuente para estas explicaciones. El razonamiento intuitivo
emerge para explicar los retos que les presenta su propia imaginación, utilizando experiencias y
nociones previas sobre las cosas, relacionándolas.
La etapa pre-operacional contiene algunas limitaciones en el pensamiento. Piaget identifica tres
características importantes: el egocentrismo, la centralización y la rigidez del pensamiento:
“Las ocho edades del hombre” (Erikson, 1993), como se titula el capítulo de su texto homónimo,
plantean 8 etapas denominadas en polos opuestos de procesos, de la siguiente forma:
Para fines del presente texto, solo se describirán las primeras 3 etapas.
En esta etapa se desarrolla parte del autocontrol. Por ejemplo, alrededor de esta edad comienza
la regulación de los esfínteres, del comer solo, de manejarse con mayor independencia. La
frustración y la satisfacción del éxito son recurrentes, por ejemplo, en los movimientos más
complejos y coordinados.
Un ejemplo gráfico para entender esta etapa, es un niño subiendo en un banquito para coger un
pesado tarro de galletas donde, si lo alcanza, su iniciativa se verá reforzada, pero, cuando el
banquito tambalee y pueda caer, sentirá culpa, acompañada del reproche que le harán sus
cuidadores, por el riesgo al que se expuso.
El niño entiende que hay cosas que puede hacer. Quizás, algunas mejor que otras. Esto, a futuro
significará su grado de compromiso con instituciones y el rol social que cumplirá.
Bibliografía
Erikson, E. (1993). Ocho edades del hombre. En E. Erikson, Ocho edades del hombre. Buenos
aires: Espacio de Formación Multimodal.
Irwin, L., Siddiqi, A., & Hertzman, C. (2007). Desarrollo de la Primera Infancia: Un potente
ecualizador. World Health Organization.
Palacios, J., & Castañeda, E. (2013). La primera infancia (0-6 años) y su futuro. (O. d.
Iberamericanos, Ed.) España: Santillana.
Papalia, D., & Feldman, R. (2012). Desarrollo Humano. Mexico: Mc Grawll Hill.
Rafael, A. (2008). Desarrollo Cognitivo, Las Teorías de Piaget y Vigotsky. Barcelona, España.