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El desarrollo humano como modelo socioeconómico del nuevo

siglo

El paradigma de desarrollo humano que apareció a finales de los años ochenta

representó un cambio radical por dos razones. En primer lugar, porque cuestionaba la

premisa utilitaria que servía de fundamento a gran parte de la economía del desarrollo.

A partir sobre todo de la obra profundamente innovadora de Amartya Sen, el proceso

de desarrollo se ve como un proceso de ampliación de las “capacidades” de las personas

y no como un aumento de la utilidad y del bienestar y satisfacción económicos. Es

decir, el objetivo del desarrollo no es incrementar el producto sino propiciar que la

gente disponga de una gama mayor de opciones, que pueda hacer más cosas, vivir una

vida más larga, eludir enfermedades evitables, tener acceso a la reserva mundial de

conocimientos, etc. A destacar que capacidades y opciones están íntimamente

relacionadas y que ambas, a su vez, están estrechamente asociadas a la libertad, ya

sea una libertad negativa (verse libre del hambre, por ejemplo) o una libertad positiva

(por ejemplo, libertad para lograr más plenamente la vida que uno ha elegido).

En segundo lugar, el concepto de desarrollo humano también cuestiona el supuesto

comúnmente aceptado según el cual el medio para alcanzar el desarrollo es la

acumulación de capital físico, es decir, la inversión en instalaciones industriales y

bienes de equipo. En cambio, y según las tesis igualmente innovadoras de T.W.

Schultz, el desarrollo humano prioriza la acumulación de capital humano. Muchos

estudios empíricos han demostrado que el gasto en educación suele producir

rendimientos económicos tanto o más altos que los que se obtienen con la inversión en

capital físico. Pero el concepto de formación de capital humano excede el mero gasto

en educación para abarcar también el gasto en investigación y desarrollo -generadores


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de nuevos conocimientos y de nuevas tecnologías-, el gasto en la provisión de servicios

básicos de salud, en programas de alimentación y en la provisión de servicios de

planificación familiar. Es decir, que la inversión en seres humanos bajo todas estas

formas resulta igualmente productiva, tanto si la meta es el aumento del producto

nacional como la potenciación de las capacidades humanas.

En 2015 se cumplirán veinticinco años desde que el primer Informe sobre Desarrollo

Humano diera a conocer una nueva forma de abordar el progreso y bienestar humano.

Y aunque ya es habitual el uso de la expresión "desarrollo humano", la comprensión del

concepto es diferente en diversas partes del mundo. Así pues, con motivo del vigésimo

quinto aniversario de los informes sobre desarrollo humano, se podría destacar qué idea

de desarrollo humano es la que promueve nuestra sociedad.

El concepto de desarrollo humano surgió de los debates globales desarrollo que

tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XX sobre de la relación entre crecimiento

económico y . A principios de los años 60, empezaron a surgir voces que reclamaban

"destronar" al Producto Interior Bruto (PIB): el crecimiento económico se había

convertido en un objetivo que cumplir y en un indicador del progreso nacional en

muchos países, y ello a pesar de que el PIB no fue concebido para medir el bienestar.

En los 70 y los 80, los debates sobre el desarrollo plantearon un enfoque alternativo que

trascendiera al PIB, primero poniendo un mayor énfasis en el empleo, luego en el

crecimiento redistributivo, y por último en la satisfacción de las necesidades básicas de

las personas.

Estas ideas allanaron el camino para el enfoque del desarrollo humano, que busca el

aumento de la riqueza de la vida humana en lugar de la riqueza de la economía en la

que los seres humanos viven. Se trata de un enfoque centrado en crear mejores
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oportunidades y posibilidades de elección para todas las personas. Veamos cómo

confluyen estas ideas en el enfoque del desarrollo humano:

Los individuos: el enfoque del desarrollo humano se centra en mejorar la vida de las

personas, en lugar de creer que el crecimiento económico llevará de forma automática a

mejores oportunidades para todos. El crecimiento económico es un importante medio

para el desarrollo, pero no un fin en sí mismo.

Las oportunidades: el desarrollo humano consiste en dar a las personas más libertad y

más oportunidades para vivir una vida que valoren. En la práctica, esto significa

desarrollar las capacidades de las personas, y darles la oportunidad de poder usarlas.

Por ejemplo, educar a una niña le proporcionará habilidades, pero de poco le servirán si

no tiene acceso al empleo en el futuro, o si dichas habilidades no son las requeridas en

el mercado laboral local.

Las posibilidades de elección: el desarrollo humano consiste, fundamentalmente, en

tener más posibilidades de elección. Se trata de ofrecer oportunidades a las personas sin

insistir en que las aprovechen. Nadie puede garantizar la felicidad humana y las

elecciones que hacen las personas son sus propias decisiones. El proceso de desarrollo

(desarrollo humano) debería proporcionar al menos un ambiente en el que las personas,

individual y colectivamente, desarrollen plenamente sus potencialidades y tengan una

oportunidad razonable de vivir unas vidas productivas y creativas que les satisfagan.

El enfoque del desarrollo humano, desarrollado por el economista Mahbub Ul Haq, se

apoya en el trabajo de Amartya Sen sobre las capacidades humanas, a menudo

formulado en términos de si las personas cuentan con las opciones de “ser” y “hacer”

aquello que desean en su vida. Algunos ejemplos pueden ser

Ser: contar con una buena alimentación, protección, salud.


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Hacer: trabajo, educación, voto, participación en la vida en comunidad.

La libertad de elección es pues central: alguien que elige pasar hambre (durante un

ayuno religioso, por ejemplo) es muy diferente del que está hambriento porque no

puede comprar comida.

Estas limitaciones se agudizan, sobre todo, en las naciones del África subsahariana.

Allí, más que en cualquier otra región, los efectos de un mejor PIB no se corresponden

con los progresos deseables en la situación socioeconómica de la mayoría de la

población, cuyas privaciones están al borde de lo insoportable. En términos generales,

de los 4600 millones de seres humanos que habitan en los países en vías de desarrollo,

850 millones son analfabetos, casi 1000 millones carecen de agua potable y 2450

millones no poseen servicios sanitarios elementales, para citar algunos datos

elocuentes.

Este comprendido desde una perspectiva más clara y concisa siendo este un buen

ejemplo de las políticas del desarrollo socioeconómico sostenible en el cual según el

PNUD habla que Noruega es el país más desarrollado del planeta. Donde el nuevo

Índice de Desarrollo Humano (IDH), presentado por el Programa de las Naciones

Unidas para el Desarrollo (PNUD), lo ubicó primero con un puntaje de 0.949 sobre 1.

Atrás quedaron Australia (0.939), Suiza (0.939), Alemania (0.926) y Dinamarca

(0.925), entre otros, donde claramente lo explica el economista jhon helliwell de la

universidad de Columbia británica de Canadá “Noruega no está al frente del ranking de

felicidad por sus ganancias petroleras, sino porque las comparte con otros,

especialmente con las generaciones futuras".

Para una mejor comprensión es conveniente precisar el sentido de los términos

empleados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En un

principio se pensaba que ese desarrollo dependía del crecimiento económico. Sin
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embargo, a medida que se avanzó en el tratamiento de las cuestiones que se planteaban,

se apreció que el desarrollo, para adquirir una realidad plena, tenía que traducirse en

beneficios humanos y sociales para la mayoría de la población en tres dimensiones

principales: longevidad, educación cumplida y calidad de vida. Estas esferas, a su vez,

se evidenciaban a través de tres indicadores cuantificables: esperanza de vida, ingreso

per cápita y nivel educativo alcanzado. Luego se agregó el concepto de "desarrollo

sustentable", porque las políticas deben proyectarse a largo plazo, para que se preserven

los recursos naturales no renovables y puedan contar con ellos las generaciones

venideras.

en una referencia a lo anterior según El Programa de las Naciones Unidas para el

Desarrollo (Pnud) calificó a Colombia en la posición 90 (de 189) en su último Índice de

Desarrollo Humano (IDH). El año pasado el país ocupó la casilla 89. Este Índice le

otorgó al país una calificación de 0.747 (en una escala que va de 0 a 1) y tiene en

cuenta tres dimensiones principales: longevidad y vida saludable, escolaridad y calidad

de vida, por consecuente el pnud describió refiriéndose no solo a Colombia si no a

Latinoamérica en general “El desarrollo nacional de un país no solo debe medirse por el

ingreso per cápita, como había sido la práctica durante mucho tiempo, sino también por

los logros en materia de salud y educación”.

Por consecuente En un momento en el que la comunidad internacional está intentando

definir una nueva agenda de desarrollo que entrara en vigor después de 2015, el

enfoque del desarrollo humano sigue siendo útil para articular los objetivos de

desarrollo y mejorar el bienestar de las personas asegurando un planeta equitativo,

sostenible y estable, siendo este mismo según el banco mundial ante las naciones

unidas que el desarrollo sostenible debe replantearse como una asistencia al desbloqueo

de recursos para una buena construcción de calidad de vida según jim yong kim
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presidente del grupo banco mundial” “Debemos replantear radicalmente cómo

desbloquear recursos y conectar los miles de millones de dólares en asistencia oficial

para el desarrollo (AOD) con billones en inversiones de todo tipo, públicas y privadas,

nacionales y mundiales”

En conclusión, El impacto que ha tenido el paradigma de desarrollo humano en la

vida de la gente de los países en desarrollo. ¿Equivale a preguntar en qué medida la

idea ha sido útil desde su implantación hace ya más de veinte años? Posiblemente su

mayor contribución haya sido ofrecer una “segunda opinión” frente a la ortodoxia de

Bretton Woods. El desarrollo humano ha inyectado un elemento de competencia en el

mercado de las ideas y ha conseguido romper el monopolio del FMI y del Banco

Mundial en materia de orientación de estrategias de desarrollo. En efecto, en

determinados aspectos las instituciones de Bretton Woods se han visto obligadas a

adoptar una actitud defensiva y hoy es perceptible la lucha de la ortodoxia por absorber

nuevas ideas antes de que éstas la transformen. Por ejemplo, en los programas de

“estabilización” y de “ajuste estructural” el FMI y el Banco Mundial han incorporado

“cordones de seguridad” a los planes convencionales de desarrollo. Pero estos

“cordones de seguridad” parecen más una concesión forzada -una concesión a las

críticas externas- que un reconocimiento de que la seguridad humana tiene que ser una

parte integral del objetivo global de un gobierno.

Y ahora también se otorga mayor preminencia que antes al “sector social”, pero el

reconocimiento de su importancia se ha hecho más bien a regañadientes. La política del

Banco Mundial respecto de la educación, la salud y las pensiones para la gente

mayor propugna una reducción a niveles mínimos del gasto público en estos sectores, la

orientación de los programas financiados por el Estado hacia los sectores más

necesitados y el fomento del sector privado como principal proveedor. Todavía no se


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reconoce que la distinción entre el sector “económico” y el sector “social” es artificial,

que los gastos “sociales” son una vía fundamental para potenciar las capacidades, que

la mejora de las capacidades es el objetivo último del desarrollo y que el gasto “social”

es realmente una forma de inversión en capital humano que produce altos rendimientos.

El Banco Mundial merece un cierto crédito por el hecho de haber reconocido

que el desarrollo tiene que ver con las personas y no con el PNB. En la publicación de

los Indicadores del Desarrollo Mundial de 1998, por ejemplo, el Banco presenta por

primera vez una “Visión Mundial” (con indicadores de desarrollo tanto económicos

como humanos); a continuación, se incluyen varios conjuntos de tablas sobre

“personas” y “medioambiente”; los datos sobre “Economía” no aparecen hasta que se

llega a la cuarta serie de tablas. Sería fácil desestimar ese esfuerzo calificándolo de

cortina de humo, pero tanto el contenido de la presentación como la secuencia de los

materiales presentados en la principal publicación estadística del Banco indica las

prioridades de los usuarios, aunque no forzosamente las del banco.

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