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CAPITULO 10

ESTRUCTURA DE LA TEORÍA DEL DELITO

1.- LAS FUNCIONES DE LOS SISTEMAS TEORÍCOS DEL DELITO

El derecho penal contiene y limita el ejercicio del poder punitivo de diferentes maneras, pero
la más importante función limitativa la lleva a cabo interpretando las leyes penales
manifiestas.

El saber del derecho penal debe operar como dique de contención del estado policía.
Como el poder punitivo ejerce su violencia selectivamente, la contención reductora que debe
oponerle el derecho penal también debe ser selectiva.

Esto supone dos grandes divisiones:

1. Un primer orden para verificar si están dados los presupuestos para requerir de la agencia
judicial una respuesta que habilite el ejercicio del poder punitivo. Teoría del Delito

2. Dado esos supuestos, un segundo sistema que pregunte cómo debe responder la
agencia jurídica a ese requerimiento. Teoría de la Pena

La teoría del delito constituye la más importante concreción de la función reductora del
derecho penal en cuanto a las leyes penales manifiestas. Cumple una importante función
práctica.

2.- ESTRUCTURACIÓN BÁSICA DEL CONCEPTO: LINEAMIENTOS

El esquema general de casi todas las teorías del delito es estratificado, o sea, que va
del género (conducta, acción o acto) a los caracteres específicos (tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad), con prelación lógica y sentido práctico.

Los datos sociales enseñan que el poder punitivo selecciona personas y la conducta es
sólo el pretexto con que opera. Para contener este impulso selectivo personal del estado
policial, el derecho penal debe asegurarse que cualquier pretensión de ejercicio punitivo se
lleve a cabo sobre la base de una acción.

No es tolerable que se pretenda formalizar jurídicamente un poder punitivo sobre otra cosa
que no sea una persona y en razón de una acción de ésta. En consecuencia, desde la
base mínima de la construcción, se debe excluir del concepto de delito toda pretensión de
ejercicio del poder punitivo sobre cosas, animales, personas jurídicas, etc., como también el
que quiera ejercerse sobre personas por algo que no sea una acción o por algo que se cause
sin relación a la voluntad de una persona.

Esta es la consagración teórica del nullun crimen sine conducta. Pero no cualquier acción
humana puede ser relevante como base teórica para el concepto reductor de delito: no
se pena el pensamiento. Todo pensamiento, sentimiento, disposición que no trasciende el
mundo exterior, no puede servir de base teórica para el delito. Cuando el pensamiento se
manifiesta en el mundo, sin duda hay acciones.
El nullum crimen sine conducta es un requisito reductor mínimo, que permite asentar
los tres caracteres filtrantes específicos: la tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad.

Para que el poder punitivo se formalice la acción debe generar un conflicto, se debe proyectar
en el mundo afectando por lesión o por peligro y en forma importante un bien jurídico ajeno.

El análisis de la tipicidad (o sea, la adecuación de la acción al tipo) no puede ser


puramente descriptivo, sino que debe ser también (y esencialmente) valorativo. Con la
pura lesividad conflictiva de la acción, aún no se sabe si hay un objeto que reprocharle
a alguien. Es posible que esa acción no se considere jurídicamente conflictiva, porque una
ley autorice su realización en determinada circunstancia. Recién cuando se comprueba que
no operan permisos para realizar la acción típica se afirma la existencia del injusto penal
(acción típica y antijurídica).

Si el conflicto está resuelto no puede habilitar poder punitivo. Por eso la conflictividad
debe ser confirmada mediante la constatación de que no existe ningún permiso en la
ley que autorice la conducta, o sea, que la acción no sólo debe ser típica, sino también
antijurídica. Esta característica no existe cuando opera una causa de justificación como la
legítima defensa, el estado de necesidad o el ejercicio regular de cualquier otro derecho.

Aun cuando exista un injusto o ilícito penal (acción típica y antijurídica) lesiona cualquier
criterio de mínima racionalidad la pretensión de que el poder punitivo se habilite
respecto el agente, cuando no se le pueda reprochar que en el contexto en que actuó no haya
obrado de otro modo no lesivo o menos lesivo, sea porque actuaba con la conciencia
seriamente perturbada, porque estaba en error invencible sobre la antijuridicidad de su
conducta o porque las circunstancias hacían que no sea razonable exigirle otra conducta.
Este juicio de reproche personalizado se llama culpabilidad.

La diferencia entre antijuridicidad y culpabilidad resulta de dos momentos valorativos de


selección:

1. La antijuridicidad tiene por objeto descartar todo lo que racionalmente no puede ser
considerado un conflicto con relevancia penal

2. La culpabilidad tiene el fin de descartar toda pretensión punitiva cuando razonablemente no


se le puede reprochar al agente la producción del conflicto

Cualquier reproche requiere un objeto, que debe ser previamente definido. El delito no
es un concepto que se compone sumando elementos, sino un doble juego de valoraciones
acerca de una acción humana.

3.- LOS NIVELES ANALÍTICOS DE LA TEORÍA DEL DELITO.

Los delitos no pueden ser otra cosa que conductas humanas. Afirmando que el delito es la
conducta de un hombre, entre una infinita cantidad de conductas posibles, solo algunas son
delitos. No habrá delito cuando la conducta de un hombre no se adecue a alguno de os
dispositivos legales. Técnicamente se llama tipos a estos elementos de la ley penal que
sirven para individualizar la conducta que se prohíbe con relevancia penal. Cuando una
conducta se adecua a alguno de los tipos legales, se trata de una conducta típica o lo que es lo
mismo, que la conducta presenta la característica de tipicidad.

De este modo, hay ya dos caracteres del delito: genérico uno (conducta) y especifico otro
(tipicidad), es decir que la conducta típica es una especie del genero conducta.

Hay supuestos en que operan permisos para realizar acciones típicas. Tales como los casos de
estado de necesidad, de legítima defensa y, en general, de supuestos de legítimo
ejercicio de derecho. Técnicamente, en todos estos casos, que opera una causa de
justificación se excluye el carácter delictivo de la conducta típica.

De esto resulta que a veces hay permiso para cometer conductas típicas. Cuando la conducta
típica no está permitida, además de típica, será también contraria al orden jurídico
funcionando como unidad armónica, porque de ninguno de sus preceptos surge un
permiso para realizarla. A esta característica de contrariedad al orden jurídico
funcionando como conjunto armónico que se compraba por la ausencia de permisos se
denomina antijuridicidad y entonces la conduzca es, además de típica, antijurídica.

Consecuentemente, para que haya delito, no será suficiente con que la conducta
presente la característica de tipicidad, sino que se requerirá que presente también un
segundo carácter específico: la antijuridicidad.

En doctrina, la conducta típica y antijurídica es un injusto penal, reconociendo que el injusto


penal no es aún delito sino que, para serlo, ha menester serle reprochable al autor en razón
de que tuvo la posibilidad exigible de actuar de otra manera. A esta característica de
reprochabilidad del injusto al autor es a lo que se denomina culpabilidad y constituye el tercer
carácter específico del delito.

Todo análisis debe responder a un cierto criterio analítico. El concepto de delito como
conducta típica, antijurídica y culpable se elabora conforme a un criterio sistemático que
corresponde a un criterio analítico que trata de reparar primero en la conducta y luego en el
autor: delito es una conducta humana individualizada mediante un dispositivo legal (tipo) que
revela su prohibición (típica), que por no estar permitida por ningún precepto jurídico (causa
de justificación) es contraria al orden jurídico (antijurídica) y que, por serle exigible al autor
que actuase de otra manera en esa circunstancia, les es reprochable (culpable).

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