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Vivid como hijos de luz (pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, Justicia y verdad).
E aminad qué es lo que agrada al señor. No participéis en las obras infructuosas de las
tinieblas, antes bien, denunciadlas. Cierto que ya sólo mencionar las cosas que se hacen
ocultamente da vergüenza. Efesios .8-12
Algunos lectores pueden pensar que estoy a favor de la marginación de los homosexuales.
Les aseguro que no. Todos somos pecadores y fallamos constantemente, y la Biblia no dice
que la homosexualidad es un pecado mayor que todos los demás. Es pecado juzgar a una
persona que lleva una vida de homosexualidad con mayor severidad que a cualquier otra
persona que ha pecado, o mirarla con una actitud de condena. Sabemos de los Evangelios
que ningún pecado sexual es tan terrible que no se pueda perdonar ni ser sanado (cf. Efesios
2.3-5). Sin embargo, sabemos que Jesús odia el pecado, aunque ama al pecador y desea
redimirlo.
Escribió Eberhard Arnold: «En nuestras familias esperamos tener tantos hijos como Dios
desee darnos. Alabamos el poder creativo de Dios, y recibimos las familias numerosas con
gusto y como uno de sus grandes regalos.
¿Qué diría Arnold hoy, en una época en que la anticoncepción es lo más normal, y millones
de niños antes de nacer se asesinan legal-mente todos los años? ¿Dónde está el gozo que
debemos sentir por los niños y la vida de familia? ¿Y nuestra gratitud por los regalos de
Dios? ¿Dónde está nuestra reverencia por la vida y nuestra compasión por los que menos
pueden defenderse? Jesús dice claramente que nadie puede entrar al reino de los cielos a
menos que se vuelva como niño.
¿Cuántas iglesias justifican el asesinato de niños no nacidos bajo el pretexto de apoyar los
derechos de la mujer? La «liberación» sexual de nuestra sociedad ha sembrado una enorme
destrucción. Es una falsa liberación basada en la búsqueda egoísta de satisfacción y placer.
En esta liberación se ignora completamente la disciplina, la responsabilidad y la verdadera
libertad que ellas pueden producir. En las palabras de Stanley Hauerwas, esta liberación
refleja «una profunda desconfianza en que tengamos algo de valor para legarlo a una nueva
generación…Estamos legando nuestras muertes
En un verdadero matrimonio, existe una relación íntima entre el amor de los esposos y el de
una nueva vida (cf. Malaquías 2.15). Cuando un hombre y una mujer se vuelven una sola
carne, siempre deben reconocer reverentemente que esta unión puede producir una nueva
vida. De esta manera el acto matrimonial se convierte en una expresión del amor creativo, en
un pacto que contribuye a la vida.