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Este año, aniversario de la llegada del militarismo a la Luna, empezó con el arranque de
una nueva carrera militar-espacial y acaba con la inauguración del nuevo ejército
espacial de EEUU y el despliegue de los misiles nucleares hipersónicos rusos.
Imagen digital distribuida por la agencia Tass de los nuevos misiles hipersónicos rusos
«Vanguardia».
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Es la respuesta de las dos viejas potencias imperialistas que protagonizaron en la
segunda mitad del siglo XX la tendencia a la generalización de la guerra. Aunque
parezca irracional -porque expresa la irracionalidad y el carácter anti-humano y anti-
histórico del sistema entero- la nueva carrera militar-espacial y la nueva disuasión
nuclear es su forma de establecer un terreno de juego en el que sus propios territorios
quedarían al margen de una escalada total. Es una estrategia perfectamente
complementaria de la nueva doctrina de reducción de escala de las bombas atómicas: el
gran «paraguas» espacial y nuclear sobre las potencias es el que les permitiría aumentar
la letalidad y violencia de los conflictos localizados hasta el punto de dar carta blanca al
uso de bombas atómicas de «baja potencia».
«Un nuevo reparto imperialista de papeles, una misma miseria para la Humanidad»,
30/5/2019
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Desde la perspectiva rusa este marco estratégico es el que le está permitiendo mantener
en un precario equilibrio a Turquía e Irán y sobre todo colocarse a la zaga de la
expansión china sin que las contradicciones entre los dos grandes imperialismos le
estallen en la cara. El carácter «necesario» de Rusia para China se escenificó ya el año
pasado en las mayores maniobras conjuntas desde la guerra fría, pero este año las
maniobras navales de ambos con Sudáfrica y -en estas semanas- con Irán en el Golfo
mostraron con claridad que el modelo a seguir replica el de EEUU… con una diferencia
importante: va parejo a un desarrollo de la interdependencia energética entre Rusia y
China, materializado en el «Fuerza de Siberia», el gran gasoducto que abastece ya de
gas natural ruso a la industria china.
En este marco, Rusia apuesta por ser la nueva Prusia del siglo XXI, utilizando su
capacidad militar como moneda de cambio para acceder a mercados e inversiones
extractivas en Africa, América del Sur y Asia a las que sus capitales no podrían acceder
de otra forma. Ni que decir tiene que el resultado no puede ser otro que un aumento de
los roces y tensiones tanto con EEUU como, de manera creciente, con Francia.
Fragata china atraca en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, para maniobras militares conjuntas
con Rusia y Sudáfrica.
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En todo este marco global el elemento paradójicamente más frágil es China. En primer
lugar porque va a la zaga en desarrollo tecnológico, volumen armamentístico y
despliegue internacional. Pero, como se vió con la respuesta a su plan de misiles
hipersónicos, la distancia militar se acorta inquietando a sus aliados (Rusia) y enervando
a sus rivales (EEUU, Japón) que no tienen tiempo que perder golpeando en lo que a día
de hoy es su mayor debilidad: la confluencia de las fuerzas centrífugas internas
(movimientos kazajos y uigures al Oeste, revuelta hogkonesa y Taiwan al Este) y la
resistencia de sus vecinos (Vietnam, Filipinas, etc.) a aceptar que el mar de China se
convierta en el Mediterráneo del imperialismo pekinés.
Tras el acuerdo de tregua en la guerra comercial con EEUU no solo está el daño sufrido
por su economía a causa de los aranceles (gráfico de arriba) sino un largo rosario de
intervenciones y amenazas en Hong Kong, en
apoyo a los uigures, enviando buques de guerra, rearmando y asesorando a Taiwan e
incluso regalando barcos a Vietnam para que hiciera valer sus reclamaciones
territoriales en el mar.
China intenta alinear a sus vecinos mostrando músculo naval como nunca hasta ahora,
sembrando el mar de China meridional de islas artificiales con bases militares y, tras
enseñar el palo, ofreciendo la zanahoria de la explotación conjunta de recursos a cambio
de un acuerdo de fronteras marítimas
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Cuanto más cerca está Turquía de ver asegurados sus objetivos en Siria más aumenta la
amenaza militar contra Grecia y sus aliados (Chipre, Israel, Egipto) en el Mediterráneo
oriental para no quedar fuera del gran negocio gasístico.
En esta última semana nuevas sanciones de EEUU, la presión egipcia en la ONU para
que esta desconozca los acuerdos libio-turcos y el intento griego de socavar el apoyo a
Erdogan en el mundo árabe y consolidar una alianza político militar regional suponen
una aceleración preocupante. Los gobernantes griegos están hablando ya abiertamente
de la posibilidad de una guerra y Turquía está elevando la apuesta al reivindicar la
soberanía sobre algunas islas en el Egeo. Sí, aunque no salga en los medios españoles ni
sudamericanos, a día de hoy, estamos a un paso de una guerra.
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El Mediterráneo oriental no es la única región de Europa en la que las tensiones
imperialistas nos abisman hacia la guerra. La última cumbre de la OTAN ha dejado
claro que Alemania y Francia, por distintas razones inmediatas y de distinto modo,
quieren abrir el juego hacia Rusia y China. En cambio EEUU, no ha dudado en aprobar
sanciones contra Alemania, como si de una Corea del Norte se tratara, a cuenta del
NordStream2. Alemania no piensa ceder y las tensiones y estrategias de la llegada del
gas ruso a Alemania tienen inmediato reflejo en Ucrania… y toda Europa del Este.
Enredándose inevitablemente con los crecientes roces entre Rusia y Francia en el Sahel,
Africa Central… y los juegos cruzados de ambos en Argelia y todo el Magreb.
Todo en un marco en el que el divorcio entre Alemania y Francia, que estalló
precisamente con el NordStream 2 parece haber condenado a la UE a pasar de aspirante
a polo de agrupamiento imperialista a pieza en disputa entre EEUU y China. Y es que
hoy Europa -ni hablemos la OTAN- es incapaz de acordar una estrategia imperialista
global conjunta. Es más, incluso un acuerdo comercial estratégico como el firmado
agónicamente con Mercosur se vió casi inmediatamente puesto en cuestión cuando
Macron animó a los países ganaderos a denunciarlo a cuenta de los incendios
amazónicos. El mazazo a las aspiraciones alemanas, griegas y de Bruselas que supuso el
veto de Francia al comienzo de las negociaciones para la integración de Albania y
Macedonia del Norte constata que la UE es cada vez más un campo de batalla en el que
cercenar las aspiraciones del rival es tan importante como alcanzar las propias. Porque
lo que estamos viendo en la UE es el despliegue, ralentizado hasta ahora por el frente
común del Brexit, de un número creciente de conflictos inter-imperialistas entre sus
miembros. Queda todavía muy lejos una guerra abierta entre países UE. Pero la
tendencia ya presente en todos los asuntos europeos, desde Moscú a Lisboa, es hacia
una injerencia cada vez más violenta de cada estado en las batallas internas de las
burguesías rivales, sin excluir, ni alimentar secesionismos ni, incluso, volver a las
andadas con guerras sucias y asimétricas.
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Avión indio derribado por el ejército pakistaní sobre la parte de Cachemira que controla.
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El tercer foco de atención ha de estar en India y su entorno de intereses imperialistas
directos. Las tensiones internas han crecido en este año. El último episodio ha sido las
revueltas provocadas por la nueva ley de ciudadanía y su sesgo anti-musulmán. Pero
esta se dio en continuidad con la llamada «crisis de la cebolla», expresión de la crisis
manufacturera y el colapso agrario. La crisis india se vió en 2019 acelerada por el
fracaso de las aspiraciones imperialistas indias en sus relaciones con ASEAN y con
China; y propiciaron un conato de guerra con Pakistán y la anexión legal definitiva de
Cachemira. Un impulso expansionista que no cesa y que llega incluso a acelerar el
divorcio de estados largamente supeditados como Nepal, cada vez más cercanos a
China.
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Pero la región que sin duda resultará más aleccionadora sobre el desarrollo de los
choques imperialistas será, también en 2020, Iberoamérica y en especial América del
Sur. Durante 2019 hemos visto fracarsar el intento de Bolsonaro de hacer de Brasil un
«imperio delegado» de EEUU. La negativa de los militares brasileños a invadir
Venezuela no solo empezó el cierre de esa puerta, sino que decantó al estado hacia un
intento de afirmar su imperialismo regional capeando en el juego global entre China y
EEUU. Paradojicamente esa opción, que produce reacciones cada vez más violentas de
EEUU, es la misma que representan Alberto Fernández en Argentina y AMLO en
México. Es decir, las tendencias imperialistas opuestas en la región tienden, por
necesidad, a encajar de modos similares en el conflicto imperialista global.
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