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UMBERTO ROMANO
(AISIR ABDALLAH)

Ira de arena

Prefacio de Sandro Curzi


Fotos de Giorgio Fornoni y Manfredo Pinzauti
Traducción de Salvador Pallarès-Garí
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“Este pueblo ha salido con las manos vacías,


dejando el ganado, los enseres, la casa y los seres
queridos.
He aquí el pueblo exiliado por el odio, por el invasor.
El pueblo ha bendecido con la sangre y las lágrimas
la lucha, la resistencia.
Unido, alejado de la propia tierra,
ha escogido las montañas.

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Desnudo, hambriento, ignorando todo bienestar


grita la libertad, la independencia,
sacrificando a sus mejores hijos.
No le interesa nada más.
No está cansado de vivir. Teme la vergüenza
la esclavitud de las generaciones futuras…”
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Cartina

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INTRODUCCIÓN

No conozco la tierra de los saharauis, conozco apenas su


historia. La historia de uno de tantos pueblos que el
colonialismo y el desprecio de los acuerdos internacionales de
parte de las llamadas grandes naciones constriñen desde
hace años al exilio.

El exilio de una tierra dura, inhóspita, inhabitable, el


desierto argelino, que solamente el orgullo y la voluntad de
independencia han convertido en un simulacro de “patria”
temporal.

Leyendo Ira de arena de Umberto Romano, recorriendo el


viaje que el autor ha realizado y que nos propone en este
conciso libro (conciso, pero lleno de ideas y de magníficas
imágenes), se ha apoderado de mí una curiosidad
devoradora: La de saber quiénes son estos hombres y estas
mujeres, bereberes, físicamente bellos y moralmente fuertes,
extraordinariamente enraizados en una indentidad y en una
cultura que ni veinticinco años de guerra y de exilio en el
Sáhara han rasguñado.

Con el transcurrir de las páginas, se nos presentan ante


nuestros ojos porciones de la vida cotidiana, recuerdos de los
duros conflictos, peregrinaciones y tercos asentamientos y,
sobre todo, la sensación de una resistencia profunda que
rechaza cualquier contaminación y alimenta la esperanza, la
voluntad de recuperar la independencia de su tierra.

En estos relatos transcritos aflora su realidad, el trabajo


inagotable para dar a conocer su causa al mundo entero, la
esperanza de organizar finalmente, bajo la égida de la ONU,
un referéndum prometido pero nunca realizado; la pasión por
hacer crecer a sus niños fuertes y preparados para ser, el día
de mañana, la clase dirigente del pueblo saharaui.
Escuchamos sus peticiones de solidaridad: obtener ayuda
material, poder enviar a sus niños a países democráticos para
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que obtengan la experiencia y la instrucción que la vida del


desierto argelino no les permite.

También a través de un escrito hecho de relatos y de


poesía (y también de cronología histórica bastante precisa),
me he sentido pegado como una lapa: pringado, conmovido y
enfurecido. Sí, enfurecido por la injusticia que un pueblo tan
civilizado, si bien sobre parámetros diferentes a los nuestros,
está pagando duramente con su carne, sin que nunca haya
cometido ninguna ofensa a nadie. Enfurecido porque intuyo
las torturas y las violencias que se consuman en las cárceles
marroquíes sobre jóvenes saharauis, porque veo cómo tantos
de ellos han “desaparecido”.

Es un libro para leerlo y para hacerlo leer. El autor lo ha


escrito como un diario, como una historia de encuentros.
Como una especie de llave para hacernos comprender porqué
los saharauis tienen derecho a su tierra, a su identidad, a su
libertad. Para que quede claro, a todos nosotros, que una ira
de arena es algo que solo puede ser aplacado con la justicia.

ALESSANDRO CURZI

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N o había podido conseguir olvidar la mirada triste y


ceñuda del hombre que tenía sentado enfrente, sentados
los dos sobre alfombras, en la tienda ajada en el desierto
de la Hamada, en el Aaiún, en la daira de Dora. Él,
vestido con su sufi de color gris, con la cabeza envuelta
en el turbante negro, con los pies descalzos, y yo, con
mis vaqueros, mi camisa a cuadros y el chaleco tipo
safari: dos hombres provenientes de dos mundos
diversos, con historias diversas, pero que, de todas
maneras, vivían en este tiempo, en el lindar del tercer
milenio.

Mohamed Chej Beidella, era el nombre del poeta, del


contador de historias de la tragedia de los saharauis. Era
diciembre de 1996 y, mientras recitaba sus versos de
memoria: Este pueblo ha salido con las manos vacías…,
me miraba fijamente y, aunque yo no comprendía el
significado de sus palabras pronunciadas en árabe, en
hassaniya, me sentía preso de un escalofrío a lo largo de
la espalda. Comprendí entonces que podía salir del
círculo vicioso al que nos empuja la sociedad de
consumo que nos hemos construido, convirtiéndonos en
insatisfechos permanentemente con su imposición de
continuas solicitudes. Tantos deseos para satisfacer,
tantas futilidades que hacen desaparecer el verdadero
significado del vivir común.
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Regreso a Tinduf (Argelia)

Eran las tres de la madrugada y nuestras caras


estaban iluminadas por los focos. Habíamos acabado de
llegar a Smara, llenos de polvo, cansados y medio
dormidos. Un viaje hecho a bordo de uno de los
camiones de la dotación del ejército saharaui. El
responsable italiano de nuestro grupo, "el Maurizio de
siempre…", estaba discutiendo con el militar saharaui de
guardia en la recepción de la wilaya de Smara. ¿En qué
lengua? Nuestro español arreglado, acompañado por el
movimiento (gesticular) elocuente de las manos.

El problema era si nos llevaban a aquellas horas a


casa de las familias que nos tenían que acoger, o bien
esperábamos a la mañana. Ya que no queríamos
abandonar la idea de ir a dormir que nos importaba más
que la de ser alojados junto con los militares en sus
caserones, construidos de bloques de arcilla seca, el
militar pacientemente nos acontentó, no sin despertar a
los anfitriones de la tienda avisándoles de nuestra
llegada.

Esperábamos sentados en el suelo, sobre la arena fría.


Miré alrededor la cantidad inmensa de tiendas, parecidas
a pequeños cráteres lunares; el campamento estaba
iluminado por una luna rodeada de millones de estrellas,
tan cercanas que parecía que iban a caérsenos encima.
En aquel momento me di cuenta que, tras un largo viaje
que había durado un día, había regresado con los
saharauis. Todo esto acaecía el seis de Abril de 1999, al
alba, cuando faltaban dos días para la vigilia de Pascua.

Aquí, en el extremo Suroeste de Argelia, unos 200.000


refugiados luchan para sobrevivir en la parte más
inhóspita del gran desierto del Sáhara: "la Hamada."

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A causa de la larga ausencia de los hombres,


enrolados en la sangrienta lucha de liberación, que dura
ya más de veinticinco años, el papel de la mujer ha
crecido, no sólo respecto a la maternidad, sino también
respecto a la función de única educadora de los hijos.
Muchas de ellas están comprometidas activamente en la
administración de los campamentos.

Una de ellas era Suad Lagdaf. Yo la había conocido en


Messina el año anterior, durante una de las iniciativas
socioculturales en favor de los saharauis. Me impresionó
el modo de hablar de su pueblo, el ímpetu en la manera
de contarme la historia. El calor, la rabia, que sabía dar a
sus palabras me había transportado a su mundo. Fue
entonces cuando me decidí a dedicar otro libro a este
pueblo.

Mi relato empieza justamente aquí, con la historia de


Suad Lagdaf, con las palabras inflamadas por la rabia y
con el calor de una mujer saharaui.
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“Querido Umberto, te agradezco todo lo que haces


por mi pueblo. Me has pedido que te hable de mí y de mi
historia, has de saber que mi historia es muy triste,
contarla es vivir el dolor otra vez, creo que es como
patear una herida profunda... Te pido que aceptes mi
sencillo, mi verídico relato, como es. Mantengo su
simplicidad que representa un gran esfuerzo, no sólo
mío, sino también de otras personas para mí queridas, y
creo que también ellas lo quieren siempre así. Presta
atención a este relato como a un bello y sencillo rostro
de jovencita que, aunque triste, cualquier maquillaje lo
dejaría sin fascinación…”

Messina, Marzo 1999

(Suad; de Smara, Tifariti, Barrio 3-Tindouf-Argelia)

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Recordar para no morir olvidados…

"He oído hablar de gente que tiene recuerdos


remotos, lejanísimos, perdidos en sus primeros días de
vida. En mis ojos de niña parece que no se ha quedado
nada o, tal vez demasiado, en un solo día que no deja
espacio para otras cosas.

De mi tierra, ahora censurada por un muro de arena,


piedras, minas y alambradas, guardo algunos
resplandores, algunos flash destrozados. Una casa
pintada de verde, la puerta de hierro que rozaba el
pavimento y la gente, tanta gente en aquella casa de El
Aaiún (la capital). Con los animales que nos regaló el tío,
los trajo de las montañas para su Suad: una gacela, un
simio y un gato. Después los cuentos de la abuela, las
salidas para el pic-nic de primavera que vaciaban todas
las ciudades, de Dajla, que mira al mar, a Bu Craa, con
sus yacimientos de fosfatos y Smara, la ciudad antigua.

Pero después, la guerra, la confusión, los llantos, por


algo que no comprendía, llegan los marroquíes, yo no
entiendo nada. Tenía cinco años el día que comenzó el
exilio de mi pueblo con un título bien bonito: "Marcha
verde”. La población se sublevó contra el agresor. Una
lucha desigual. Los responsables que guiaban el Frente
Polisario decidieron entonces conducir a la población
civil fuera del territorio del antiguo Sáhara español, el
único modo para continuar existiendo. Las ciudades
asediadas se convirtieron en grandes campos de
concentración. El éxodo fue muy duro (sobre todo para
las mujeres, los niños y los ancianos), la gente para
escapar usaba cualquier vehículo: camión, caballos o
sólo la fuerza de las propias piernas. "Aquellos días han
llenado toda mi memoria de niña, le han dado el color, el
rumor, el sabor de la arena que abrasa la garganta, el
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miedo de las cosas que escapan y no quieren volver, tal


vez con tantas imágenes, inolvidables".

Recuerdo a los militares del Polisario que nos


ayudaban a subir al camión: "¡rápido! ¡rápido!" decían.
Yo no comprendía el porqué de tanta prisa, "¡rápido!
¡rápido!" Algunos habían sido capaces de traerse
algunas pertenencias con ellos, otros nada. En el camión
yo estaba entre los brazos de mi abuela. Mi madre
estaba con otra gente en otro camión. No recuerdo si me
dormí, o si sólo tuve tanto miedo, o las dos cosas a la
vez. Estaba abrazada a mi abuela, esto era lo único que
importaba. Estruendo de motores, cosas amontonadas,
sobresaltos continuados, lo mismo sucedía también a
nuestros huesos y a nuestros estómagos, pero nadie
hablaba. No sé cuántos éramos ni cuántos días pasaron,
recuerdo sólo que, en un momento dado, mi abuela me
gritó para que bajase del camión.

Era por la mañana temprano y todos buscaban


rápidamente refugio entre los hierbajos. Estaban
llegando aviones enemigos que trataban de interrumpir
nuestro viaje bombardeando con napalm? las columnas
de camiones. Tuve mucho miedo y desde entonces no he
podido quitarme de encima este miedo.

Desde nuestro escondite veíamos cómo los aviones


nos buscaban bombardeando cada vez más cerca de
nosotros. ”Veíamos cómo explotaba y se quemaba la
gente y la tierra". La confusión era inmensa, la gente
gritaba y los otros niños lloraban; después oí como nos
llamaban, era la voz de un soldado que nos decía:
"¡Continuad en el suelo, son aviones marroquíes!
Bombardean con fósforo y napalm?, nos quieren matar".

Grité muy fuerte. Pero no era la única, tantos otros


niños chillaron conmigo. Pero la voz más fuerte era la del
napalm? y la del fósforo. Los cuerpos destrozados
saltaban por doquier. Tuve miedo, un miedo claro que se

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leía en mis ojos, como en tantos otros ojos vecinos a mí,


que pedía auxilio a Dios. El ataque duró un buen rato,
apenas acabó toda la gente comenzó a moverse en
búsqueda de los familiares y de los amigos. Con la
abuela, yo buscaba a mi madre por todas partes. Pero
encontrábamos por doquier únicamente cuerpos sin
vida, y mi pánico aumentaba. No comprendía nada de
aquello que sucedía, sólo tenía mucho miedo.

El recuerdo de aquel día ha llenado mis ojos de niña,


se ha quedado como una pesadilla recurrente que por
las noches me hiere todavía. Finalmente nos dijeron que
habíamos llegado. Pero ¿dónde? Aquella primera noche
se grabó en mi memoria. Habíamos llegado a una tierra
desnuda, sin casas, sin tiendas, nada. Sólo frío y viento.
Una tierra sin nada, pero también sin aviones y sin
bombas y sin cuerpos muertos. Con el instinto de niña
pensé que los aviones volverían pronto, por eso no se
me ocurrió ponerme a jugar y me quedé en el regazo de
mi abuela.

Estábamos en el "Campo de Refugiados" saharaui en


el desierto argelino, cerca de Tindouf. Mi madre, junto
con otra gente, estaba organizando los preparativos para
comenzar a levantar las tiendas y la distribución de la
comida traída del Sáhara Occidental y la que nos
proporcionaron los argelinos. Pienso que sólo entonces
tuve el coraje de decir: “tengo hambre”. No recuerdo
todo lo que sucedió durante los días que siguieron a
nuestra llegada, pero recuerdo que de la nada,
aparecieron las tiendas.

Hacía unos pocos meses que estábamos en los


campamentos, el tiempo de ver a mi gente, a los niños,
a mi familia. Era una noche fría, ciertamente más que las
otras. Mientras comíamos arroz mi madre me dijo:
"Debes irte para estudiar... irás a un país amigo de
donde volverás adulta y con una cultura..." Yo no
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entendía nada, no lograba imaginar irme otra vez,


abandonar de nuevo a las personas que me eran más
queridas, vi entonces a mi abuela llorar y yo me puse a
llorar.

Todo esto sucedía en diciembre del 76, yo tenía seis


años. Partí hacia una ciudad de Argelia con tantas otras
niñas saharauis, algunas de mi edad y otras mayores.
Pensad en una niña de seis años que no sabe por qué ha
tenido que marcharse a una ciudad argelina, sin su
familia. Mi corazón estaba repleto de lágrimas y mis
piernas caminaban automáticamente, sin que yo las
dirigiera.

Por cinco años no volví a los Campamentos de


Refugiados de mi gente; el único contacto, para mí y
para las otras niñas, eran las cartas. Éstas tenían que ser
para todas nosotras, si no la tristeza y la melancolía se
sentían más fuerte.

Con el tiempo y con el paso de los años comencé a


comprender las cosas, pero poco a poco.

Con nosotros vivía un maestro saharaui y cuatro


mujeres que le ayudaban. Los días de fiesta nos reunía y
nos hablaba del Sáhara Occidental, de nuestro pueblo y
cuáles eran las perspectivas para nuestra
independencia. Con palabras suaves y comprensibles
nos hizo siempre mantenernos cerca de nuestro pueblo,
de las familias, y así permanecimos siempre muy ligadas
a nuestro país.

Cuando algún saharaui venía a visitarnos, lo primero


que yo preguntaba era por nuestra tierra y cómo iban las
cosas, después preguntaba por mi familia. Nuestro
maestro sembró en nosotros el alma y el amor por
nuestra patria, porque el futuro de nuestro país éramos
nosotros y por tanto para nosotros lo único importante
eran los estudios. Y sólo pensábamos en eso.

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Yo tenía once años cuando, al cabo de cinco años de


estudios, en el verano del 1981, finalmente, decidieron
hacernos regresar a los campamentos, con nuestras
familias, por un periodo de vacaciones durante el cual
nosotros nos ocuparíamos de actividades diversas para
ayudar a nuestra gente. En el momento de la partida
todas nosotras estábamos felices, finalmente, al cabo de
tanto tiempo, volvíamos a encontrarnos con nuestras
familias, pero estábamos tristes por tener que
abandonar las personas que por cinco años nos habían
seguido y educado. Fue al final un adiós doloroso.

Tras un largo viaje llegamos finalmente a los


Campamentos de Refugiados. Hacía mucho calor y no
nos encontrábamos bien porque no estábamos
habituadas a aquel clima. Apenas llegamos nos
acompañaron a la "Escuela 27 de Febrero", que recibe el
nombre de la fecha de proclamación de nuestra
República (RASD). ¡Qué felicidad podía verse en los ojos
de las mujeres de la escuela y en los de aquella gente!

Recuerdo la escuela, muy organizada, como un


pequeño campamento y las mujeres que vestían todas
igual. Aquella tarde nos quedamos en la escuela. Tras
haber descansado del largo viaje esperábamos que se
iniciaran los festejos por nuestra llegada, cuando una
mujer vino a nuestra tienda preguntando por Suad. "Soy
yo", contesté. Me dijo que mi madre estaba en la escuela
y que vendría enseguida. Yo no sabía qué hacer, me
pareció una espera infinita, mi madre estaba a pocos
pasos de donde yo me encontraba, a pocos minutos.
Finalmente llegó, tenía el mismo vestido que usaban las
otras mujeres, abrazó a las otras mujeres y, por fin, a mí.
Le pregunté por la abuela, me respondió que todos
estaban bien y que al día siguiente, iríamos a ver a la
familia. La noche pasó en un instante, el silencio del
desierto era para mí una novedad, como su clima y su
sabor, pero me sentía en mi casa, finalmente con mi
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familia, mi gente. La mañana siguiente llegamos al


campamento de Smara a bordo de un camión. Todo el
mundo estaba en casa para recibirnos, mujeres, niños,
aquello que sentí en aquel momento es indescriptible, un
sentimiento muy bello. Nada que ver con lo que me
esperaba.

Una niñita se acercó a nuestro grupo preguntando por


su hermana Suad. "¿Tú quién eres?", le pregunté.
"Kabara", respondió. Era mi hermana, nos abrazamos.
Dijo que la abuela y el resto de la familia me esperaban,
la seguí con gran gozo en mi corazón. Encontré
finalmente a la abuela, a la tía, y a tanta gente que vivía
con nosotros, y lo único que puedo recordar son las
lágrimas de felicidad en los ojos de todas aquellas
personas, así como en los míos.

No puedo explicar todo lo que experimenté en aquel


retorno a mi casa al cabo de cinco años, dejo que
vuestra imaginación componga la escena de este
encuentro. Quisieron saber todo de mí, y yo de ellos, de
su dura vida en el desierto y de la mía en la escuela de
Argelia, la sed y las dificultades de los campamentos y el
frío y la nieve en las montañas de mi escuela. Días de
palabras y de alegría, de abrazos intensos para no
olvidar ni un sólo instante.

No vi a mi padre en esta ocasión, supe que estaba


preso en Mauritania. Todos esperaban el ya próximo
acuerdo de paz con Mauritania para verlo regresar.
Intercambiaban a nuestros seres queridos con los presos
mauritanos. Me disgustó mucho no poder ver a mi padre,
porque hubiera podido hablar con él de mis maestros de
Argel. Mi madre me dijo que no era la única que no podía
ver a su proprio padre, otras chicas tenían también a sus
padres en la guerra o presos de Marruecos o, incluso,
muertos.

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Cuando acabó nuestro periodo de vacaciones volví a


la ciudad argelina de Afige, esta vez para cursar estudios
superiores. En esta ciudad acabé los estudios
secundarios y después me trasladaron a Orán para
continuar con los estudios universitarios. Aquí obtuve el
diploma de profesora de literatura árabe en Julio de
1988.

Ya habían pasado los años, y los miedos infantiles se


quedaron en los sueños y en los recuerdos. Lo que me
esperaba era la vida en los Campamentos de Refugiados
con un trabajo duro, exigente, pero bellísimo, mi trabajo
de docente. Enseguida sentí la fuerte responsabilidad
que ello comportaba, fuerte y pesada, pero lo más bello
que he experimentado es el haber contribuido a la
preparación de las generaciones futuras. En los
campamentos no existe el tiempo, todo está ligado al
esfuerzo por conseguir nuestro objetivo, con cada gesto
y momento, y no es un esfuerzo ciego o desesperado.
Tenemos que sobrevivir en un lugar inhóspito, y de aquí
encontrar la fuerza y la esperanza para un futuro, el de
después de la liberación de nuestra tierra, que tendrá
necesidad de gente viva, consciente y ciertamente no
resignada.

Si habéis seguido mi relato, os acordaréis que he


hablado de mi hermana Kabara. Esta era mi única
hermana, diabética. Ella ha estado muchas veces en
Argel para tratarse. Después, el Comité de solidaridad
con el Pueblo Saharaui de vuestro país la invitó a Italia,
como se hace con los niños con problemas, para que se
curen. Los niños son acogidos por familias, y ella fue
acogida por una familia italiana, Giovanni y Silvia. Al
cabo de un año volvió con ellos a los Campamentos de
Refugiados, con ocasión de la XI Caravana de Solidaridad
que salía de Italia. Esta visita nos volvió locos de
felicidad. Finalmente toda la familia junta. Incluso mi
padre que había vuelto de la cárcel tras el tratado de paz
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que Mauritania había firmado con el Frente Polisario,


restituyendo la región interior del Sáhara Occidental, y,
con Marruecos, estaba en vigor el alto el fuego para
poner en marcha el referéndum de autodeterminación.
Fue un encuentro muy lleno de gozo. En aquel breve
periodo se encontraron dos mundos, el nuestro y el que
mi hermana había vivido durante tanto tiempo. Era una
sensación particular, sólo entonces nos dimos cuenta de
cuánto eran distintas las cosas y, al mismo tiempo,
entonces nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que
eran diferentes entre nosotros y, al mismo tiempo, de
todas aquellas cosas que, poco a poco, no correspondían
a aquel gesto de acogida recíproca. Había nacido, de
hecho, una nueva familia, sin lazos oficiales de
parentesco, pero con un fortísimo lazo afectivo. Al cabo
de dos semanas la familia italiana regresó a su país, y
Kabara se quedó en los Campamentos con la familia; yo
volví a mi trabajo docente. Estábamos menos solos, a
pesar de la distancia.

Un día, que nunca olvidaré, estaba con otros


maestros, en una reunión con los estudiantes. Un
responsable de la escuela me vino a buscar diciendo que
mi madre me quería ver enseguida, le pregunté si me
podía cambiar el vestido, él con la cara triste me dijo que
sí. Me cambié y subí al automóvil que me esperaba. Me
hicieron bajar lejos de mi tienda. Les dije que
continuaran, que vinieran a la tienda para tomar un té.
Me contestaron que vendrían más tarde. Jamás había
visto el campamento tan gris, tan silencioso como aquel
día; tenía la impresión de que todas las cosas me
estaban mirando, que estaban esperándome. Cuando
llegué a la tienda, la primera persona que vi fue a mi tía.
Le pregunté dónde estaba mi hermana:

"En la tienda", contestó. "¿Y la abuela?". "En la


tienda". Sentía que me ocultaba algo, sentía el silencio y
la pesadez de las respiraciones, una calma muy similar

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al dolor. Entré y Hebba, mi madre, me dijo que por la


noche había muerto Kabara. Las palabras de mi madre
no se detuvieron en detalles y yo no tenía la fuerza para
oír otra cosa más que el sonido casi mecánico de su voz,
Kabara era mi única hermana, encontrada y perdida
como un soplo de viento, por una enfermedad banal,
pero en un lugar en donde todo es difícil, complicado por
la guerra, por las distancias, por la voluntad de unos
pocos interesados en seguir sin querer escuchar nuestra
voz.

La familia italiana regresó por una semana que fue


toda de dolor. Ellos también tienen la misma necesidad
que nosotros. Sentimos que estamos muy ligados a ellos.
Son el símbolo de que Kabara siempre estará viva. Mi
madre dice siempre que Kabara vive en Italia pero que
ahora se llama Silvia. Nos hacía felices el hecho de que
ella nos hubiese dejado esta amistad a nosotros.

Y ahora estoy aquí, en Italia, invitada por ellos, vivo


con ellos en su misma casa como un familiar más. Es
algo natural. Mi idea es la de continuar estudiando, y
¿dónde podía ir sino con mi familia? Y es la primera vez
que, lejos de mis padres, no me siento en el exilio o
extranjera en una casa por otra parte tan lejana del
Sáhara Occidental.

Así pues, soy Suad, hija de mi pueblo, y yo, como


todos los que han sufrido el colonialismo, no nací con el
pan bajo el brazo. Mantendremos siempre la esperanza
como una candela encendida en nuestro futuro".1

1
Suad Lagdaf, Un cucchiaio di oro in bocca, en “ Società di Pensieri” 1997
(“Una falsa esperanza”)
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El relato de Suad, que seguía resonando en mis oídos,


fue lo que me empujó a acercarme a donde ella había
vivido, a aquella parte del mundo, a los campamentos de
refugiados saharauis, al campamento de Smara.

Así pues, ya había llegado a la tienda de su madre,


Hebba, una de las mujeres líder del pueblo Saharaui.
Había vivido todos los momentos trascendentales de la
tragedia de su pueblo, desde los primeros movimientos
por la liberación del colonialismo español a la invasión
del ejército marroquí, la huida hacia el territorio argelino,
la organización de los campamentos, su participación
activa como mujer-militar. Ahora estaba aquí, en su
tienda de Smara, Tifariti Barrio 3, junto con su marido. A
las cuatro de la madrugada nos estaban preparando dos
colchonetas por tierra, para que durmiésemos. Cuando
nos dio las buenas noches, pensé que hasta el día
siguiente no hablaríamos de Suad, que se había quedado
en Italia.

Sin embargo, a pesar de todo, flotaba siempre aquel


pellizco de “ira de arena” en la oscura tienda iluminada
por el inmenso cielo estrellado, la idea de que a pocos
centenares de kilómetros, en dirección del océano
Atlántico, existen las que, tiempo atrás, eran las
verdaderas ciudades de los saharauis, que aquí han sido
reinventadas para no sentirse olvidados, para no morir
sin tierra, como para poder decir: "Yo he nacido en El
Aaiún" y no en medio del desierto anónimo, con la
esperanza de poder seguir diciendo un día, ya de vuelta
a la verdadera: "Yo he nacido en El Aaiún". La verdadera;
la que se encuentra a la orilla del Océano Atlántico.

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Abril 1999 Smara-Tifariti barrio 3: "la mañana del


día siguiente a nuestra llegada…"

La luz del sol ilumina a través de las rendijas de la


tienda que nos acoge, una mirada al reloj me indica que
son las nueve. El aire aun es fresco, me levanto y salgo
fuera para percatarme de dónde estoy, "he llegado, a
donde el tiempo vive con el tiempo de los hombres, de
los camellos y las cabras" y este nuevo día vive también
junto con nosotros que venimos de otro tiempo que nos
roba la vida.

Fuera el aire ya es más caliente, uno a uno vamos


quitándonos los ropajes: primero el jersey, después la
camisa, nos quedamos en camiseta de manga corta. La
temperatura llega ya al menos a los 38°, y pensar que
cuarenta y ocho horas antes, en Italia, teníamos como
máximo 20° grados.

Aquí se entiende el porqué del turbante, hay que


envolverse la cabeza con él para protegerse del sol
abrasador, y, sobre todo, de la finísima arena que
levanta el viento.

Vagando entre la extensión de tiendas de color verde,


descoloridas por el sol, nuestros pies se hunden en la
suave arena rojiza, caminamos errando sin una dirección
precisa, sin meta ni prisa ninguna, ahora hacia una
tienda ahora hacia otra. Aquí la gente es muy
hospitalaria y nos invita a entrar sin ningún problema.
Los protagonistas principales, como de costumbre, son
los niños; nos rodean empujándonos hacia su propia
tienda. En la cara tienen prendida una sonrisa alegre.

"¿Cómo te llamas?" Nos preguntan, y antes que


podamos responder continúan: "¿Tienes caramelos?". La
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mayoría de las veces acabamos por vaciar los bolsillos


de los caramelos que hemos traído para los niños.

El tradicional té comienza a espumar, mientras


estamos sentados en la tienda; ¿de quién?, esto no tiene
mucha importancia. Nosotros sabemos, y ellos saben,
que somos amigos, y que hemos venido al inhóspito
desierto de la Hamada, para traerles esperanza y
solidaridad.

Una escena nos llama la atención: cerca de cada


tienda hay grupos de jóvenes, chicos y chicas, que
dentro de un socavón, excavado por ellos, sacan arena,
convertida en fango arcilloso al contacto con el agua.
Esta pasta colocada dentro de unos moldes de madera y
expuesta al sol, se convierte en adobes de arena, que
serán utilizados para construir rudimentarias casas, de
una sola pieza, que ellos llaman habitación. Advertí que
la misma técnica es la que yo había visto usar a las
familias de pastores bereberes del valle del Ourika, al sur
de Marraquech, en Marruecos. Durante uno de mis
recientes viajes a aquel país, en el territorio habitado por
pastores bereberes.

Es casi la hora de comer, estamos en la periferia del


campamento de Tifariti, y Maurizio nos comenta que
estamos cerca del Centro experimental de atención a los
minusválidos, dirigido por "Castro".

"¿Me puedes repetir el nombre? ¿Me equivoco, o has


dicho Castro?", pregunto extrañado. "Espera que aquí
llega. Es aquel hombre con barba y camisa blanca que
está saliendo de aquellas ruinas de bloques de arcilla",
responde Maurizio.

Mientras, vi que en los muros ruinosos del edificio que


hacía de servicio sanitario, había un escrito, en español,
de color rojo: "Centro experimental de atención a los
minusválidos"

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El hombre se nos presentó hablando en español: "Me


llamo Castro, pero mi verdadero nombre es Buiema. Para
los saharauis soy Castro, porque todos conocen al Castro
de Cuba, y ellos, los saharauis, saben que sólo yo me
llamo Castro aquí en los campamentos. Dirijo esta
pequeña iniciativa que consiste en la educación e
integración de los jóvenes minusválidos de las willayas.
Creo que ésta es la primera experiencia en el ámbito
internacional, en un campamento de refugiados. Esto
que estamos haciendo es una experiencia piloto, con
carácter experimental, pero lo más importante es la
educación y la integración de los niños minusválidos."

"¿Cuántos niños y cuántos adultos hay en el Centro?"

Pregunta, interrumpiendo al hombre, Laura, la


periodista italiana, que se ha unido a nuestro grupo.

"Cincuenta y cuatro, entre los que hay cuatro niños de


cuatro años. Además el Centro está compuesto por cinco
educadores ocasionales, una secretaria y dos
enfermeros. El trabajo se realiza en el ámbito del
voluntariado. Yo soy el fundador y responsable único
dentro del Frente Polisario. Comencé a trabajar en este
proyecto cuando regresé de Cuba, en donde había
acabado mis estudios de medicina…"

Laura lo interrumpe de nuevo para preguntarle si es


difícil convencer a las familias para que envíen a sus
hijos al Centro:

“Aquí no estamos en Occidente, donde las familias


han tomado conciencia de que hay que confiar a los
niños enfermos, minusválidos, a centros permanentes.
Fue muy difícil, la primera vez, convencer a la gente de
las wilayas para que nos confiara a sus hijos. Decían:
"Castro está loco. ¿Cómo puede pensar que haya mejor
medicina que la del afecto de la propia familia?"
Convencer a esta gente fue un trabajo muy, muy difícil.
24

Ellos tenían vergüenza de aceptar que el propio hijo


fuese minusválido. Ha sido necesario pasar días enteros
sentado en las tiendas bebiendo té y hablando, tratando
de convencerles de que nos confiaran a sus hijos. Me
acuerdo, al principio, que siempre iban retrasando el
momento en el que tenían que confiarme a sus hijos.
Como os he dicho, aquí el personal no cobra y el escaso
material sanitario que hay ha sido recogido aquí y allá,
ofrecido por participantes en los vuelos humanitarios que
se realizan durante el año. Mi trabajo es estimular a
todos; estimular a la familia, estimular a la maestra,
quien a su vez estimula a los niños y los niños me
estimulan a mí cuando veo que hacen progresos..."

Otra pregunta versará sobre los adultos que tienen


estos problemas y cómo estos son considerados en la
cultura saharaui.

"Somos un país como cualquier otro país del mundo y


a nadie le gusta subrayar esta presencia, especialmente
a nosotros que tenemos necesidad de hombres y de
mujeres válidas para combatir en nuestra ardua causa;
pero ellos también son seres humanos y en la cultura de
los nómadas no hay hijos diferentes, todos son iguales..."

"Veo que tu comportamiento en el desarrollo de tu


trabajo es muy serio y profesional. Fuera de este
ambiente, con los familiares, ¿te comportas de la misma
manera?" le pregunto, interrumpiéndolo de nuevo.

"Yo efectúo una visita trimestral a cada familia para


verificar el grado de mejora y de integración que se está
produciendo entre el paciente y la familia, pidiendo cada
vez una mayor colaboración. Después, según los
resultados obtenidos, redefinimos nuestra terapia.
Algunas veces decidimos, según el caso, si enviamos al
paciente con la familia y vamos a visitarle a su casa y
hacemos terapia de grupo; esto lo proponemos cuando

24
25

nos percatamos de que hay poca participación por parte


de los padres..."

"¿Cuál es el grado de dificultad de este trabajo?"

"La verdad es que es muy difícil, muy difícil. Cada vez


que voy a tomar contacto con un nuevo caso, me
responden: "Castro está loco". Pero Castro no se rinde".

"De parte del gobierno de la RASD ¿recibes una ayuda


concreta?"

"Promesas, muchas promesas, cada vez que pido


alguna cosa me dicen: "Sí, sí, sí, Castro, verás que un día
tendrás un helicóptero", pero no llega nunca nada, sólo
pequeñas cosas de las personas que vienen a vernos. No
es que haya mala voluntad cuando las promesas no se
mantienen. Pero yo no me rindo. Continúo conduciendo
mi revolución con la esperanza de que un día, cuando
seamos un país libre, este trabajo no haya sido en vano.
Entonces no aceptaremos justificaciones por las
promesas no mantenidas."

"¿Esta estructura es suficiente para todas las dairas?"

"¡Claro que no! Cada willaya debería tener un


centro..."

Castro interrumpe su respuesta porque ha sido


llamado por una de las jóvenes enfermeras. Nos mira
sonriente, agradece nuestra visita y nos ruega que
continuemos nuestro paseo porque no puede quitar más
tiempo a los pacientes. Pero nos invita a que vayamos a
visitarle a su tienda, por la noche, después de cenar para
continuar la charla, prometiendo que nos hablará de su
experiencia en Cuba.
26

A mediodía, a causa del calor y del viento, no salimos


de la tienda. Nos quedamos a hablar y a tomar el té con
nuestros anfitriones en la tienda.

La noche no tarda en llegar. Cuando el cielo comienza


a llenarse de estrellas, cansado por lo cansino del lugar y
por la larga caminata del día, me retiro en la tienda para
alargarme en mi saco de dormir. Aquí no rigen nuestras
costumbres, no nos permiten aislarnos. Al cabo de poco,
de hecho, llega nuestro anfitrión con algunos jóvenes
saharauis que se encuentran en los campamentos de
permiso militar, y quieren saludarnos. Basta un poco de
compañía, y la primera taza de té, para que pase el
cansancio.

Estamos sentados en círculo, en el suelo, sobre las


alfombras de colores escampadas sobre la arena. El
joven que hay a mi lado podría tener 20 años, quiere
contarme algo:

"Me llamo Hammad. Hace poco que he vuelto de


Cuba, he acabado los estudios, y ahora ayudo a mi gente
a organizar una biblioteca en Rabuni. Con el éxodo
forzado nos hemos quedado sin memoria escrita, con los
bombardeos fueron destruidos todos nuestros libros. He
aprendido en Cuba a trabajar con el ordenador, y estoy
contento de poder ser útil a nuestra causa. Cuba me ha
enseñado muchas cosas, he vivido incluso la emoción de
la ceremonia solemne en honor del “CHE", hace dos
años. A propósito, "¿tú estuviste?", me pregunta. Le
contesto que no.

"Fue muy emocionante, ¿quieres que te lo cuente?",


continúa el joven.

Yo había seguido el evento por la prensa. Era la


primera ocasión que tenía de escuchar a un testigo
directo. Acepté. A mi gesto el joven, que no esperaba
más que esto, comenzó a contar:

26
27

"Era el 18 de Octubre de 1997, Cuba saludaba al Che


Guevara. Las sirenas de las fábricas y los cláxones de los
automóviles sonaron a través de toda la isla como tributo
durante un minuto después de una solemne ceremonia
fúnebre, en la ciudad central de Santa Clara, en donde
Guevara estaba representado en un mausoleo construido
expresamente para él. Para Cuba es la memoria del
hombre símbolo, en el cual se inspiran todos aquellos
que combaten por la justicia en el mundo y del cual
extraen la fuerza para mantener el sistema socialista de
la isla.

Él era un médico argentino, que con Castro y su


puñado de revolucionarios, en los años 50, se ganó la
condición de héroe nacional cubano. En 1958 sus tropas
tomaron la ciudad de Santa Clara, derrotando al
entonces dictador Fulgencio Batista, que huyó al exilio.
Así, desde entonces, Castro ha mantenido el control de
la isla, gobernándola.

Guevara fue asesinado en 1967 por las tropas


bolivianas mientras intentaba fomentar una rebelión con
la guerrilla.

Tras haber sido fusilados en la selva, él y seis


compañeros, fueron sepultados en una tumba común,
anónima, en medio de la selva. Si viviese todavía,
contribuiría en gran manera a favor de nuestra causa.

Aquel viernes 18 de Octubre de 1997, los cuerpos de


Guevara y de los seis compañeros asesinados con él,
dentro de pequeños ataúdes, fueron ubicados en un
mausoleo en la ciudad cubana construido en la plaza
central de Santa Clara, escenario de su triunfo más
señalado. Pero el funeral de Guevara, para el gobierno
cubano, era también una ocasión en la que poder
subrayar nuevamente los valores socialistas por los que
dio su vida, en un mundo en el que han caído en la
28

desaprobación, y en un país conducido a la


desintegración económica.

Recuerdo que Castro dijo: "Su contribución


insuperable está ahora en la historia y su mirada fija y
luminosa de profeta se ha transformado en un símbolo
para todos los hombres libres de este mundo”.

Y mientras el joven contaba entusiasmado el


acontecimiento en el que había participado, parecía que
resonaban en la tienda grisácea las palabras de su
héroe:

"No estamos aquí para decir adiós, sino hasta luego,


al Che y a sus compañeros, estamos aquí para acogerlos
con los brazos abiertos. Veo al Che y a sus hombres
como un batallón de combatientes invencibles que han
venido para combatir junto a nosotros, para escribir
nuevas páginas de historia y de gloria. Gracias a todos
vosotros por estar aquí para sostenernos en la lucha
difícil y en las mortificaciones que estamos sufriendo
desde hace tantos años, debido a que hemos elegido
conservar los ideales de libertad por los cuales hemos
combatido duramente. Gracias por la solidaridad de los
países de la América Latina contra los Estados Unidos".

Había millares de personas que, con los banderines


agitaban el retrato de Guevara. La plaza estaba llena,
más de 100.000 cubanos habían visitado, entre el
miércoles y el jueves, los ataúdes, antes de la ceremonia
final.

Castro concluyó su tributo repitiendo las palabras


famosas de Guevara, reportadas en una carta de
despedida, enviada a todos los miembros del gobierno
cubano, cuando Guevara dejó Cuba en 1965: "Hasta la
victoria siempre".

28
29

El joven había acabado. Y vete a saber por qué mi


pensamiento se fue al otro Castro, el médico saharaui.
¿Contaría, también él, de la vida de Cuba y de la
revolución del Che a sus pacientes para ayudarles a
comprender?. A la espera de tiempos mejores, él que
había iniciado su lucha, contribuyendo a ayudar a vivir, a
enseñar a vivir al centenar de jóvenes minusválidos de
los poblados saharauis.

Pero, en la tienda, aquella noche, las sorpresas no


habían acabado. Durante nuestra charla con el joven,
habían entrado otras personas, entre ellas una mujer,
con la cabeza cubierta por un velo negro, se había
sentado frente a nosotros, y mientras sorbía el té nos
observaba, en silencio, escuchando nuestra charla. Había
preguntado a los otros saharauis quiénes éramos,
después mirándome con sus ojos de mirada profunda y
triste, me preguntó si podía contarme su historia. No hizo
falta que respondiese, porque la mujer había
comprendido el asentimiento a través de mi silencio, de
respeto y comprensión.

“Me llamo Fatma Maasoud Taher y soy saharaui, mujer


de Abeid llamado Mohamed Chaaban. Éramos una familia
de seis miembros. Una familia seminómada, como la mayor
parte de los saharauis en aquel tiempo. Según las
estaciones, pasábamos épocas vagando por los oasis del
desierto, a la búsqueda de agua fresca, de yerba fresca
para nuestro ganado y, los otros meses del año, en nuestra
casa en la localidad de Lebouirat (al sur del Marruecos).
Naturalmente, no éramos nómadas como antes de la
guerra, pero al menos teníamos un pequeño espacio de
libertad que nos permitía vivir decentemente.

La llegada de la Marcha Verde cambió completamente


nuestra vida. No es baladí el hecho de que conozcamos
aquel período de nuestra historia como la “Marcha Negra”.
Mi marido fue obligado a participar en ella. En el momento
30

en el cual la televisión marroquí mostraba las imágenes del


paso de civiles mientras transportaban cereales, miles de
soldados armados hasta los dientes, tomaron nuestra
pequeña localidad, que se transformó durante la noche, de
una pequeña ciudad tranquila del desierto, en un cuartel
militar. En el pueblo, todos los nómadas fueron declarados
sospechosos de colaboracionismo con el Frente Polisario.
Las mujeres y los hombres fueron lesionados en su
dignidad, poniendo en peligro su propia piel. Las mujeres
fueron violadas y muchas fueron encarceladas. La gente de
todas las edades era sometida a vejaciones. Los niños
tenían que ser protegidos por sus padres, sospechosos de
colaboración con los saharauis combatientes e incluso
muchas veces encarcelados con sus familias. Toda la
población civil se había convertido en objetivo militar.

Apenas regresó de la marcha verde, mi marido fue


raptado, en diciembre de 1975, por los agentes de la
policía real. Estábamos solos en nuestra casa de Lebouirat,
tres de nuestros hijos habían conseguido huir a tiempo y
tomar contactos con los del Frente Polisario.
Recuerdo, aquella triste noche, que mientras bebíamos
el té, hablábamos de la situación, Mohamed estaba
preocupado. No paraba de repetir que aquella gente no
había respetado nada, que eran peor que los hombres que
en el pasado habían venido a colonizarnos.

Tras la llegada de los militares, la gente no venía a


visitarnos.
“La gente tiene miedo, porque los militares espían sus
movimientos”, había susurrado Mohamed. Oímos llamar a
la puerta, yo dudé entre abrir o no. Apenas entreabrí la
portezuela, tres agentes irrumpieron en nuestra casa,
gritando: "¿dónde está Chaaban?". Contesté que estaba en
el pasillo. El mismo soldado, dirigiéndose a él, lo conminó a
seguirle.

30
31

Tras el arresto de Mohamed toda mi vida se transformó


en un calvario continuo. Bajo el control constante de los
militares, frecuentemente padecí represalias,
continuamente me intimidaban y me amenazaban. Durante
los meses siguientes al arresto de mi marido, nuestra casa
estaba siempre vigilada por la policía real. El clima de
terror que reinaba en la pequeña localidad de Lebouirat era
tan terrible que no osaba dejar mi casa. Nadie venía a
buscarme.
Al cabo de algunas semanas estaba ya al límite de la
desesperación. Así pues, decidí salir para ir a hacer
compras al mercado. En la calle, reinaba un clima de terror
sin precedentes.
La gente que me encontraba por las calles, apenas
osaba levantar la cabeza, la volvía a bajar inmediatamente.
Incluso el vendedor, que siempre había sido muy cordial y
alegre con los clientes, no estaba nada satisfecho de cómo
iban las cosas.

La inmensa mayoría de la gente, estaba bajo el control


estricto de la policía. Comprenderá el clima dramático que
reinaba: Cientos de personas fueron arrestadas sin que se
conozca su destino.
Algunas de las pocas personas liberadas contaron las
sistemáticas torturas que se producían en las cárceles.
Estas noticias, no hacían más que aumentar mi angustia.
¿Qué podía hacer yo para conocer la situación de mi
marido?: si estaba vivo, si estaba enfermo, si comía. No
dejaba de repetirme las mismas preguntas, de día y de
noche.

Habían pasado tres largos años, entre la angustia y el


temor, tratando de conocer el destino de Mohamed. En un
primer momento, tomé contacto con algunas familias
víctimas del mismo drama. Ellos tampoco tenían noticias.
Tomamos entonces la determinación de acercarnos a las
autoridades marroquíes para preguntar por el destino de
32

nuestros familiares. Así nos acercamos a las oficinas de las


autoridades de Lebouirat.
Estábamos fuera aguardando, en espera de que alguno
de los responsables de la policía, nos diese una explicación.
Al cabo de unas horas, cuando habíamos comenzado a
gritar, para hacerles comprender el objetivo de nuestra
presencia, salió un responsable marroquí, invitándonos a la
calma, mientras nosotros continuábamos preguntando
cómo estaban nuestros familiares, y si habían sido tratados
bien. Mientras pasaban los minutos, nuestros ánimos se
fueron calentando ligeramente. Alguno de nosotros había
levantado la voz, provocando una reacción nerviosa en el
oficial marroquí: “No oséis amenazar, porque, si lo hacéis,
estáis jugando con fuego”, gritó aquel hombre.
A lo que añadió: “Volved a vuestras casas, sin continuar
la protesta, de otro modo sabéis ya lo que os espera”
concluyó en tono amenazador.
Habíamos comprendido bien el mensaje. Las cosas
estaban peor de lo que pensábamos, así que decidimos
tomar contacto con la organización interna, clandestina, del
Frente Polisario. Estos nos prometieron que transmitirían
nuestra solicitud a la organización de la Media Luna Roja
Saharaui. Algunos meses después, la organización nos
informó que nuestro dossier había sido entregado a las
organizaciones internacionales a favor de los derechos
humanos.

Mientras, han pasado los años sin que haya sucedido


nada positivo. Las extorsiones y las persecuciones a
nuestra gente han continuado. Muchas de las personas que
continúan siendo arrestadas desaparecen. Hacia el final de
los años 80, comenzaron a circular rumores de que los
saharauis desaparecidos podían estar en los centros
secretos de la región de Uarzazat, al sureste de Marruecos.
Un militante de los derechos humanos descubrió la prisión
militar de Tazmamart. Las presiones internacionales sobre
el régimen marroquí se acentuaron. Los resultados de las
campañas internacionales han comenzado a dar sus frutos.

32
33

A partir del 1989, a pesar de continuar las torturas en las


cárceles, algunos fueron liberados. En 1991, después de la
enésima presión diplomática internacional, ante las
autoridades marroquíes, fueron liberados 300 saharauis
desaparecidos mucho tiempo atrás. A las familias se les ha
devuelto la esperanza. Apenas supe la noticia, traté de
recabar información sobre mi marido. Los supervivientes
del centro secreto de Kalaat M’Gouna, me hicieron saber
que Mohamed, llamado Abeid Chaaban, murió el 27 de
Agosto de 1977, a consecuencia de las torturas. Al dolor y a
la desesperación por la noticia de su muerte se le añadió la
resignación definitiva. Me dije, animada: “Es cierto que está
muerto, pero al menos ya no sufrirá más”.
Tras saber de su muerte, me acerqué nuevamente a las
autoridades marroquíes para saber dónde había sido
enterrado, así al menos podría recoger sus restos mortales.
Conmigo vinieron otras mujeres, que habían sufrido mi
misma suerte.
A nuestra solicitud nos respondieron que alguien nos
había contado mentiras, y que nuestros familiares estaban
todavía vivos en localidades secretas, que por tanto
debíamos regresar a nuestras casas sin hacer protesta
ninguna, de lo contrario seríamos arrestadas.
Finalmente informada, y tras esta última humillación,
decidí huir a la otra parte del muro, a Tinduf, entre mi
gente. Tras algunos intentos, conseguí un pasaporte y logré
llegar a Mauritania, y de allá pude llegar a los
campamentos de refugiados saharauis, lejos de cualquier
intimidación.
Quiero aprovechar esta ocasión para hacer una llamada
a la Comunidad internacional, a las organizaciones
internacionales de defensa de los derechos humanos a que
se movilicen para que recuperemos nuestros legítimos
derechos y nuestra dignidad.
34

“Si un día me llevas a tu tierra,


no como visitante,
ni como extranjero o profanador
mi espíritu guerrero querrá revivir
para morir juntos,
bajo el calor del polvo pisado
por tu corcel”. 2

El relato de Suad, el de Castro, de Fatma son como un


fresco sobre la vida de los saharauis de hoy. El
verdadero rompecabezas al que, en cambio, no se logra
dar una clara respuesta es el que respecta a sus
orígenes: ¿qué es lo que les hace tan diferentes del
contexto de los otros habitantes del África del norte? Hay
quien les califica de árabo-yemenitas, africanos del Sur o
bereberes. Yo tenía una idea sobre el tema.

Desde los primeros siglos, existía un pueblo que había


vivido manteniendo en el transcurso del tiempo una
fuerte identidad. Era el pueblo de los "bereberes", a los
cuales había dedicado, en los últimos años, mis estudios,
cuyas conclusiones, para dar una respuesta al problema
y una ayuda a los lectores apasionados de la historia de
los saharauis, reportaré a continuación. Muchas noticias
las he obtenido de algunos escritos de P. Ange Koller:

2
-U. ROMANO, "Il ladro delle stelle (El ladrón de las estrellas)",
Nápoles 1998 (Edición bilingüe italiano-español).

34
35

Los bereberes son los descendientes de los númidas,


de los getulos, de los líbicos, de los moros, de los
Garamanti y también de los etíopes y de los egipcios. Los
reyes líbicos se esforzaban por casarse con las mujeres
cartaginesas para conservar la pureza de sangre de su
raza. La cultura líbica era probablemente incluso más
antigua que la fenicia. Aquella se asimiló sin embargo a
esta última. Esto viene testificado en las inscripciones
fenicias sobre las tumbas líbicas; conservó, no obstante,
en algunas letras la forma de lo que la palabra significa
(por ejemplo: B tiene un parecido con una tienda; R con
una cabeza). Los griegos y los romanos tomaron más de
los líbicos que de los fenicios, en particular las palabras
que se refieren a las cosas del campo. Erodoto cuenta
que los líbicos ofrecían sacrificios al sol y a la luna;
consagraban las orejas de las víctimas, las cortaban y las
colocaban sobre la casa; sólo después de esta ceremonia
le cortaban la cabeza al animal. Salvien afirma que el
paganismo estaba muy desarrollado en Cartago y
constituía una tradición africana. Saturno, el Baal fenicio
romanizado, tenía su culto. Una diosa, Coelestis, la
antigua Tanit, atraía a las masas. Era el demonio de los
antiguos camitas. Muchos cristianos inicialmente le
consagraban incluso a los hijos.

Si la historia más antigua del país muestra ya a los


bereberes en conflicto con diferentes pueblos de
navegantes y de colonizadores, si una sombra cubre
todavía aquellas épocas antiguas, para obtener datos
históricos es necesario llegar a los romanos.

Los historiadores hablan a menudo de los suburbios


bereberes de la ciudad romana de Volubilis, cuyas ruinas
se pueden admirar aún hoy. Sobre todo en el litoral
marroquí del Atlántico y del Mediterráneo se encuentran
vestigios latinos.
36

Es lógico que estos últimos hayan podido alcanzar


grandes cantidades de conocimientos, palabras que
todavía hoy conservan su elegancia grecolatina, como
hortan (huerta, jardín), ageran (campo), asrzus (asno),
tafutus (gallina). El estilo del arte bereber, en donde
predomina la línea recta y en donde se vislumbran
también el círculo y el semicírculo, ¿no recuerda los
contornos de los romanos? Los bereberes conservaron
las denominaciones latinas para indicar los meses del
calendario agrícola. Las fiestas religiosas, para el retorno
de la primavera, las procesiones para pedir la lluvia,
recuerdan de manera sorprendente ciertas ceremonias
romanas. A su vez los romanos experimentaron la
influencia pagana local de los bereberes y añadieron a
sus propios dioses, divinidades africanas que
entronizaron en el Panteón. Roma autorizó del mismo
modo, por un cierto tiempo, dentro de los confines del
proprio imperio, el pequeño reino de Mauritania,
gobernado por Juba II, amante de las letras y de las
artes. Descendientes de Masinisa y de Yugurta, grandes
caudillos guerreros africanos, los bereberes de esta
dinastía nos han mostrado lo que llegarán a ser bajo la
dominación árabe, en las futuras dinastías marroquíes.

Hay un antiguo proverbio de un filósofo bereber,


Puflico, que dice en uno de sus sermones: “Si la peste te
pide un escudo, dale dos para que se vaya”. Este
eminente filósofo y psicólogo, bereber, tenía
conocimiento del valor etnográfico de las cosas para
atraer y mantener viva la atención del auditorio y para
ganarse su simpatía. No hay ninguna duda de que los
principios de esta vida cristiana, tan difundida en Argelia,
sobrevivían también en Mauritania. No obstante la
penuria de los documentos históricos sobre el
cristianismo en aquella provincia romana, se sabe que el
espíritu inconstante y herético que afligió a la joven
Iglesia africana obligó a los obispos a reunirse muchas
veces para regular los puntos doctrinales y para poner al

36
37

clero africano de acuerdo con sus propios superiores


espirituales. Así en el 254 y en el 255 de la era cristiana
tuvieron lugar en Cartago dos concilios en los cuales se
reunieron los obispos de Numidia y de Mauritania. No
obstante el rigor de las persecuciones, el cristianismo se
elevó del rango del pueblo a todas las clases de la
sociedad y los prosélitos pasaron a ser numerosísimos,
tanto entre los colonos latinos como entre los indígenas
romanizados y los bereberes de las tribus. Poco a poco la
religión cristiana se difundió por todo el territorio.

El espíritu evangélico había penetrado en el corazón


de Marruecos, pero no enraizó de una manera sólida, por
eso el país salió de la ortodoxia empujado por los vientos
del arrianismo que abrían un camino fácil al Islam.

"Cuanto más se profundiza en los misterios de la


sociedad bereber" declara el general Daumas, "más se
penetra en aquel viejo tronco, bajo la corteza
musulmana reaparece la savia cristiana".

Se comprende entonces que este pueblo, en parte


autóctono, no haya sido completamente transformado
por la nueva religión. Bajo los golpes de cimitarra ellos
aceptaron el Corán, pero no lo abrazaron; se revistieron
del dogma como de un burnus, pero debajo han
conservado la forma social antigua. Sin saberlo ellos
mismos, exhiben ante nosotros el símbolo de la cruz y no
solamente en los tatuajes de su cara. Se podría pues
decir que muchos de estos indicios de fe cristiana que los
bereberes usan profusamente en la confección de las
alfombras, de la vajilla, en los tatuajes, en las casbas y
en una cantidad de otros objetos comunes, son reales
vestigios de aquel soplo cristiano que entró en el
territorio que va de Mauritania al Sáhara Occidental y a
Marruecos.

La más larga y la más intensa fricción que ha


experimentado la etnia bereber fue la que tuvo con los
38

árabes, si bien se puede afirmar que todo el África del


norte constituye un bloque musulmán bastante
particular. Y lo comprobamos aunque nos limitemos a
considerar el débil espíritu que lo animó; basta con
profundizar el análisis para percibir una pronunciada
dualidad y en la mayoría de los países encontramos la
prueba de la existencia de dos elementos incoherentes y
no homogéneos. Identificamos rápidamente una
oposición de etnias, una divergencia de gustos,
preferencias opuestas, incluso contradictorias, en la
familia, en la sociedad, en el gobierno, en la psicología,
en la moral, en el arte, en una palabra, en el espíritu. Lo
que constatamos hoy, el general Flanmas lo remarcaba
ya hace más de tres cuartos de siglo, en Argelia. Él
escribía: "Existe por todas partes un abismo insuperable
entre el árabe y el bereber, se odian recíprocamente.
Esta dualidad nacional, que persiste en el paso del
tiempo, constituye un inicio irrefutable de
incompatibilidad de etnias. El espíritu árabe y el espíritu
bereber nunca se han podido fundir”.

Recuerdo uno de mis viajes por tierras marroquíes en


el período anterior al inicio del mes del ayuno musulmán,
el Ramadán. Las paredes de las terrazas de la ciudad de
Fez, esperando la luna nueva, para el banquete
nocturno, estaban llenas de corderos degollados,
preparados para poder comenzar el ritual del ayuno, en
el gozoso delirio de la masa. Llegado el momento, se
tiene la impresión de asistir más bien a una fiesta de
entusiasmo popular que al inicio de una penitencia. El
musulmán se priva de comida, bebida y tabaco por todo
el período en el que el sol brilla sobre la tierra. El día se
aprovecha para dormir. Con la noche llega el jolgorio, de
manera que el ayuno en la mayor parte asume una
mísera apariencia de penitencia.

El bereber ayuna poco en el proprio territorio. Durante


el trabajo diario, sin embargo, el trabajador que se

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39

encuentra en compañía de musulmanes se comporta


como éstos, por disciplina y para obedecer a la ley
religiosa cuya observación está controlada por los
agentes del sultán. Los refractarios son severamente
castigados. De ello resulta pues, no una penitencia
espontánea, sino una manifestación de penitencia
exterior, muy a menudo coaccionada. La penitencia del
bereber reside (?) en su trabajo. Bebe mucho vino. En
ciertas regiones, como en el Rif, se produce un vino muy
fuerte. Se emborracha a menudo y come carne de jabalí,
comida que un consciente seguidor de Mahoma se veda.
Los preceptos coránicos no paralizan su conciencia y su
actividad. Si el musulmán da el diezmo, el bereber no
abandona al pobre en la miseria. Si el rico árabe va en
peregrinaje a la Meca, el bereber visita las tumbas de
sus santos. Si el musulmán de las ciudades marroquíes
frecuenta la mezquita con su lebba (pequeña alfombra
para la oración) bajo el brazo y va regularmente a la
mezquita, el bereber, después de haber lavado su
chilaba en el agua pura del riachuelo escurriéndolo
contra una roca de la ribera, se baña los pies, las manos
y la cabeza, y al final contempla un instante la
naturaleza como en una plegaria.

Si hay un aspecto en donde el bereber acentúa sobre


todo su idiosincrasia, además de las peculiaridades del
carácter y de las ideas religiosas, es, ciertamente, en el
comercio exagerado y disparatado. Nos encontramos con
alguien dotado de un carácter lineal, cuya inteligencia no
está ofuscada por las pasiones, por los prejuicios y por el
odio (he visto algunos de ellos en el valle del Urika al sur
de Marraquech); es un placer entonces discutir con ellos
de Dios. Evidentemente su teoría es elemental, pero
ellos adoran a un Ser Supremo, dueño de todas las
cosas, que coordina magníficamente todo cuanto nos es
necesario, embelleciendo el mundo visible para el gozo
de nuestro vivir.
40

Era esta otra diferencia la que constituía la


particularidad de este pueblo del cual descendían, en
gran medida, como ya se ha probado, nuestros amigos
los saharauis, representados principalmente por
hombres como el amigo Mohamed, el poeta, muy similar
a aquellos que había conocido en el viaje hecho años
antes al sur de Marruecos.

Era el mes de septiembre de 1995, a lo largo de una


excursión por el valle del Urika al sur de la ciudad de
Marraquech. En mi memoria están aún vivas las escenas
y los acontecimientos vividos…:

"¿Adónde se dirige toda esta gente a pie?, ¿hay


alguna fiesta en la ciudad?" Recuerdo que dije
dirigiéndome a los compañeros de viaje, mientras
estábamos recorriendo en coche el camino que iba de
Marraquech al valle del Urika. A lo largo del camino
encontrábamos a grupitos de gente que iba cubierta con
largos vestidos. Eran pastores y campesinos bereberes
que bajaban de las montañas y se dirigían a las ciudades
vecinas para vender o intercambiar la propia mercancía
en los mercados que se organizaban en la plaza.
El guía me explicó que aquí cada familia del pueblo
preparaba por su cuenta los bloques de arcilla (práctica muy
usada en los campamentos de refugiados), ya que no había
quien los fabricase y los vendiese; era toda una organización
creada en el seno del poblado.
El torrente era la mayor fuente de vida. Era allí en
donde, de hecho, se obtenía el agua para la casa, en
donde se lavaban las ropas, se pacían los ganados de los
pastores del poblado, en donde se bañaban.

A propósito, hay un detalle que me hizo una cierta


gracia, y era que en el torrente habían organizado unas
cuantas piscinas; de hecho, a cada pocas decenas de
metros, habían sido alzados pequeños diques de piedra
seca que obstruían el curso del torrente, creando así

40
41

tantos pequeños pantanos. Era el mismo sistema que el


de los lagos construidos por los castores. La cosa más
fascinante era la cantidad de gente de todas las edades
que permanecía en los lugares en dónde no pasaba el
agua.

Además de la vida en el torrente, también estaba la


de la carretera que atravesaba el pueblo. La mayor parte
de las personas, las de mayor edad, estaban sentadas
delante de los locales, una especie de pequeños
quioscos, en donde se consumía el té a la menta y se
vendían bebidas.

Otro recuerdo es el de la gran barraca, hecha de


madera, cubierta de barro cocido, mezclado con paja; la
habitaba una familia de pastores bereberes que, para
sobrevivir, había construido su humilde morada
constituida por dos ambientes. El primero se utilizaba
para comer, trabajar la leche, los bols y las tayíns de
barro cocido de todos los tamaños, para venderlas a los
turistas que pasaran por allí, con un mobiliario muy
pobre, constituido por una gran mesa de madera, en el
centro de la estancia, y un gran hogar hecho también
artesanalmente, que era el único sistema para cocinar
los alimentos. Otro elemento, puesto en el centro de la
estancia, era un gran telar hecho de madera para hacer
alfombras artesanales y vestidos bereberes. En el centro
del muro que dividía los dos ambientes había una cortina
que hacía de separador del otro ambiente destinado a
habitación, con dos enormes colchones de paja
apoyados sobre los somiers de madera.

Me había apercibido que, mientras íbamos subiendo,


el paisaje había ido cambiando gradualmente y era cada
vez más salvaje, así como los habitantes. Pero, ¿quiénes
eran verdaderamente los bereberes? Era un obstinado
interrogante que me daba vueltas por la cabeza. Y, sin
42

pensarlo más, me dirigí al guía que me parecía bastante


preparado.

"Son una población del África septentrional,


establecida sobre todo en la zona que va del Rif
marroquí, el Túnez meridional al Sáhara Occidental (ex
Sáhara español). Hablan una lengua propia porque,
entre otras cosas, se opusieron siempre
encarnizadamente a los conquistadores (Cartagineses,
Romanos, Vándalos, Bizantinos, Árabes y Franceses)
consiguiendo, así, la conservación de muchas de las
tradiciones originarias, sobre todo en los grupos
establecidos en el Atlas. Su economía tradicional se basa
predominantemente en la agricultura y en la cría del
ganado, excepción hecha de los bereberes del Rif y de
alguna otra zona en donde viven, nómadas o
seminómadas, de la ganadería. Originariamente los
bereberes estaban organizados en clanes matrilineales
hasta que, con la influencia musulmana de los árabes, se
transformó la sociedad en sentido patriarcal, aunque
queden aún trazas de la originaria estructura en el
colectivismo; la gran familia (ikhs) habita en un solo
barrio y diversos barrios forman un pueblo regido por el
cabeza de familia o por una asamblea.

El vestido típico es una especie de capota manta de


lana, de una pieza (burnús). Característica constante de
la historia de los bereberes fue la escasa penetración de
las ideas y de los usos y costumbres extranjeras en la
población y, al mismo tiempo, la escasa capacidad de
mantener entidades políticas unitarias.

Siempre, frente a las diversas dominaciones,


absorbieron el particularismo y el espíritu de
independencia de los bereberes que impidieron a los
conquistadores tomar posesión de amplios territorios. En
la segunda mitad del siglo VII comenzó la conquista
árabe del África septentrional y el proceso de

42
43

islamización, destinados a chocar con las


consuetudinarias manifestaciones de independencia
política y religiosa de los bereberes En el plano religioso,
el espíritu independiente de los bereberes se manifestó
con su adhesión a la herejía Kharigita que después
abandonaron para acercarse a los chiítas"… 3

Desde entonces, desde aquel último viaje hecho por


tierras marroquíes, me apasiona la historia de los
bereberes y la especie de milagro de verlos vivir en el
reino de Marruecos, sin que nada les haga similares a la
gente de esa tierra. Indudablemente uno de éstos, que
representaba la mítica raza, era el poeta-juglar
"Mohammed Chej Beidella el Maj", berebero-saharaui,
hoy forzado a vivir in una tienda en el campamento de
Dora, en el desierto de la Hammada de Tinduf, en
territorio argelino. Él, que había vivido un tiempo como
nómada, esperaba la lluvia para acercarse con toda su
tribu a otro oasis en donde había caído esa lluvia, y así
siempre, cada vez que alguien proveniente de otra parte
del desierto les informaba sobre los lugares en donde
había llovido, se desplazaba con su caravana, la familia,
las cabras, los camellos. Era un período de abundancia,
de leche fresca, de amores nuevos, de nuevas familias
que nacían entre personas de tribus de nómadas que
provenían de otros territorios. Noches de fiestas, de
bailes alrededor de las hogueras, de corderos grasos que
habían comido yerba fresca, degollados y asados en
honor de los invitados. Y después, de nuevo, a levantar
las tiendas y desplazarse sin preocuparse de ninguna
frontera. Libres para vagar, como el proprio ganado de
cabras y camellos.

Era el recuerdo de sus viajes por las montañas del


Atlas, en el valle Ourika, para ir a visitar a los otros
hermanos bereberes que habitaban en Marruecos, y se
3
- Tras los velos del silencio, U. ROMANO.
44

trataba de viajes que duraban meses enteros, a pie. Pero


esto no era un problema, los nómadas no tienen prisa,
no están hechos para el tiempo, el tiempo está hecho
para ellos.

Después llegó el estruendo, el extraño ruido al que sus


oídos no estaban acostumbrados. Era ruido de motores,
cosas amontonadas, sacudidas continuas también para
sus cuerpos, pero nadie hablaba, los militares del
Polisario que les ayudaban a subir a los camiones:
"¡Deprisa, deprisa!", decían. No entendían el porqué de
tanta prisa. Algunos consiguieron traer consigo algunos
enseres, otros, nada.

Todo acaeció por la mañana temprano, fuera todo


estaba aún a oscuras, toda la gente buscaba
rápidamente el refugio en medio de los árboles del
pequeño oasis, estaban llegando aviones marroquíes que
trataban de detener a la gente que estaba escapando,
bombardeando todo lo que se movía, cabras, camellos,
personas y automóviles. Habían llegado los invasores
marroquíes, y él junto con su tribu fue obligado a bajar
del camello y a subir a aquel extraño automóvil que
corría velozmente sobre la arena, un Land Rover, que los
conducía, no en la dirección de donde había llovido, sino
hacia el desierto más inhóspito que jamás hubieran
imaginado: la Hamada en una tierra que no era la suya.

Hoy, aquí, las cabras y los camellos se pueden contar,


los tienen en recintos de chatarras de metal, comen de
las sobras de la comida de los hombres, no conocen la
yerba verde. De nomadismo no se habla, ni en relación a
los hombres ni en relación a los animales. Se espera y
nosotros esperamos junto a ellos.
La noche de la vigilia de Pascua, fuimos conducidos al
fuerte militar de Rabuni, sede de la residencia del
gobierno de la RASD. Aquí, en esta zona de Tindouf,
había uno de los pocos pequeños asentamientos hechos

44
45

de muros; otros, a pocos kilómetros, estaban


acondicionados como escuelas y hospitales. En los otros
asentamientos vivía el glorioso pueblo de los saharauis,
los que habían logrado escapar de la agresión de los
marroquíes, junto con la nueva generación nacida en el
exilio; vivían en la inmensa extensión de los
campamentos de las wilayas.

Del aspecto del asentamiento se comprendía


rápidamente que era un antiguo fuerte, rodeado de
muros de arcilla seca, de tres metros de alto. En el
interior se había organizado la cocina y el comedor en
una gran sala, otras salas se habían destinado a alojar a
las delegaciones que venían para encontrarse con los
representantes de los saharauis. Lo que sorprendía a un
visitante no habituado eran las dos grandes tiendas
negras colocadas en el centro, parecían dos pequeños
cráteres, y se usaban para las manifestaciones y para
beber el té ofrecido por las mujeres saharauis; servían
también para refugiarse del sol entre un acto y otro. Era
como una gran plaza, lugar de encuentro de todos
nosotros, a la llegada y a la partida. Aquí es donde se
realizaban los primeros encuentros, entre los
componentes de las delegaciones visitantes y los
saharauis, que se encargaban de la gestión del fortín4.
Tras una jornada vivida muy intensamente, recuerdo
que por la mañana, después de haber hecho un paseo
por los campamentos, nos habíamos acercado a la
wilaya vecina de Auserd, conducidos por nuestro
anfitrión, que para la ocasión había pedido prestado a un
amigo suyo un viejo todoterreno. Un viaje bajo el sino de
la aventura, treinta kilómetros en pleno desierto. Cada
diez kilómetros había que detenerse, porque el coche se
recalentaba, y el filtro del gasoil se llenaba de arena.
Menos mal que Jan Lud era un óptimo mecánico, y esto
nos permitía reemprender la marcha cada vez. Llegados

4
Saharaui memorie di Libertà, U. ROMANO- 1999.
46

a Auserd, me encontré con el amigo Salvador Pallarès,


de nacionalidad española, de origen catalán, con su
joven mujer Conxa, huéspedes de una familia saharaui,
padres de la niña que ellos habían acogido tres años
antes en Oliva (Valencia). (Solidaridad y, de rebote,
intercambio de amistad). Pallarès había traducido mis
anteriores libros al catalán y al español, con el objeto de
publicarlos en España y distribuirlos después entre la
gran cantidad de asociaciones del Estado español
amigas de los saharauis. En el encuentro, quedamos que
entregaríamos una copia mecanografiada de la
traducción de Oltre i veli del silenzio (Tras los velos del
silencio), como primicia, a Abdelaziz, Presidente de los
saharauis, durante el encuentro de saludo que se
desarrollaría por la tarde. Era práctica habitual que a
cada vuelo de solidaridad, antes del regreso a nuestros
países de origen, nos encontrásemos con el Presidente.
Una ocasión para estrechar la mano del hombre-símbolo
de la libertad del pueblo sin tierra. Tras Yasser Arafat, se
había convertido en una especie de emblema de
referencia para los revolucionarios a favor de la libertad.
La ceremonia, por la tarde, se desarrolló según lo
establecido: Abdelaziz estaba sentado en el centro, nos
estaba esperando. Cuando llegamos, con los otros
compañeros de viaje, se levantó y vino a nuestro
encuentro agradeciéndonos todo cuanto hacíamos por su
pueblo. La emoción me surcó la cara de lágrimas. Al final
del encuentro cada uno de nosotros, por su cuenta, se
había comprometido a continuar la lucha a favor de la
causa saharaui.

Mientras, se había hecho la medianoche allí en


Rabuni. Con los pocos compañeros de vuelo que todavía
estábamos despiertos, nos felicitamos las Pascuas en
silencio, pensando en nuestras respectivas familias que
habíamos dejado en Italia y en España.

46
47

La mañana siguiente, antes de partir, me había


quedado una última cosa que hacer en Rabuni: visitar la
mítica biblioteca de los saharauis. Tenía pensado dejar
ejemplares de mis libros acerca de ellos.

Apenas me levanté, entreabrí los ojos fuera de la


tienda y me apercibí que el sol no había caldeado el aire
con sus 38°; no tenía mucho tiempo porque pocas horas
después debíamos estar en el aeropuerto de Tinduf, para
volver a Italia. Hay un cuarto de hora de camino, para
llegar al pequeño asentamiento, construido con los
acostumbrados bloques de arcilla seca, de Rabuni. Fui
acogido calurosamente, no sabría describiros el gozo de
los saharauis, que estaban catalogando las pocas cosas
escritas sobre ellos, a la vista de los ejemplares de los
libros que les había dejado. “No habían sido muchas,
desde el inicio del conflicto, las personas de cultura que
se habían ocupado de ellos. La mayor parte de los
llamados “escritores de éxito” se dedica más bien a
publicar obras destinadas a acaparar mercado. Yo estaba
contracorriente con mi frase “La Cultura como
instrumento de libertad de los pueblos”.

A cambio de los libros, uno de los saharauis, me había


provisto de una carpeta de papeles, que contenía
escritos sobre ellos. Mientras me lo ofrecía, recuerdo que
me dijo: "Escribe un libro sobre el contenido de estas
cosas, da a conocer al mundo nuestra desesperación”.
Asentí, sin haber leído todavía los folios. Lo saludé
deprisa, abrazándolo susurré: Salam Aleic.

Los leí después, mientras los camiones nos conducían


al aeropuerto de Tindouf. Su contenido, me había
convencido a escribir la presente obra con ira, con tanta
“Ira de arena”.

Entrevista al Presidente de AFAPREDESA


48

De EL KARAMA, núm. 15 Junio-Julio-Agosto de 1998


Edición electrónica del boletín de AFAPREDESA

El Hassan Abdesalam Omar es el Presidente de la


Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos
Saharauis (AFAPREDESA). La asociación nació casi al
inicio del conflicto del Sáhara Occidental, en 1975,
cuando centenares de civiles saharauis fueron
arrestados por la policía marroquí. Se cree que 525
personas entre hombres y mujeres desaparecieron.
Nunca se han podido obtener datos, sobre los lugares en
donde están detenidos; ninguno de los representantes
de las cárceles marroquíes puede decir quién de ellos
está vivo y quién no. Además, el programa de paz
firmado entre Marruecos y el Frente Polisario en 1991,
bajo la égida de las Naciones Unidas, no ha dado pasos
concretos sobre este tema.
Donaig Le Du (periodista enviado por la Radio
Internacional Francesa) ha entrevistado a El Hassan
Abdesalam Omar, en uno de los Campamentos
saharauis, en el marco del noveno congreso del Frente
Polisario, el 29 de Agosto de 1995, sobre la cuestión de
los desaparecidos.

P: ¿Por qué pensáis que estos 525 desaparecidos


están aún vivos?
R: No podemos estar seguros de que estén todavía
vivos, porque no hemos tenido ninguna noticia de ellos
tras su detención, pero esperamos que algunos estén
vivos todavía y esto es lo que nos da esperanza,
nosotros continuaremos nuestra lucha hasta que
aparezcan.
P: ¿Es sólo esperanza o habéis obtenido alguna
información precisa? ¿Llegan indicios positivos de las
prisiones o hay un silencio absoluto?
R: Desgraciadamente, hasta ahora ha habido un
silencio absoluto. A pesar de todo, en 1982, Marruecos
que negaba la existencia de presos liberó a 310. Estaban

48
49

presos en los centros secretos de Agadez y Kalaat


M’Gouna. La mayor parte de ellos están aún bajo arresto
domiciliario y no pueden ir a trabajar. Algunos de ellos,
afortunadamente, han podido llegar a los Campamentos
de Refugiados, pero el resto está todavía bajo presión
con el peligro de acabar en prisión otra vez. Eso ya ha
ocurrido con 10 de ellos.
P: Los saharauis que residen en los territorios
ocupados, ¿están bajo control marroquí?
R: Sí, en su mayor parte. A alguno de ellos Marruecos
trata de impedirles la participación al proceso de
identificación.
P: ¿Qué se puede hacer entonces? ¿Estáis
colaborando con organizaciones internacionales?
R: Estamos trabajando en estrecha colaboración con
las organizaciones no gubernamentales de derechos
humanos, incluso con Amnistía Internacional. Igualmente
tenemos un despacho para los derechos humanos en
Ginebra que coordina nuestra acción en Europa. Así
mismo tenemos el apoyo de muchas ONG, incluida
FEDEFAM, que es la Federación de América Latina de las
asociaciones de familiares y presos desaparecidos.
D: Respecto a las organizaciones marroquíes de
derechos humanos ¿habéis establecido contactos?
R: Sí, ya se han producido los primeros contactos
exploratorios en esta dirección, ya que la Organización
Marroquí de los Derechos Humanos. (OMDH) ha
expresado su interés positivo por algunos saharauis que
recientemente han sido condenados a unos 15 o 20 años
por una corte militar de Rabat, el 21 de junio de este
año. Ha asistido a su proceso y ha publicado un informe
sobre los hechos.
P: He oído decir que el Frente Polisario ha liberado
recientemente a algunos centenares de presos
marroquíes, detenidos en vuestras cárceles. ¿Quiénes
son? ¿Están aquí?
R: Este es un hecho muy desagradable. Desde 1989
hasta hoy, doscientos presos marroquíes han sido
50

liberados sin contrapartidas por parte del Polisario; pero


Marruecos sigue sin admitirlos.
P: ¿Por qué?
R: No lo sabemos. El CICR, ha tomado contactos con
Marruecos. Pero no ha habido ninguna respuesta oficial
sobre esta cuestión. Se dice que este tema no forma
parte del Proceso de paz.
P: ¿Pero Marruecos ya ha reconocido la existencia de
estos presos de guerra?
R: Oficialmente, todavía no. Hasta ahora no ha habido
ningún reconocimiento de que éstos son presos de
guerra. Lo más desagradable es el hecho de que la
mayor parte de ellos son gente mayor, gente enferma
que debe volver a casa para que sus familias los curen.
Pensamos que se debería hacer algo sobre esta cuestión
tan terrible. Por esto las mujeres saharauis cuyos
cónyuges han desaparecido, están tratando de
ayudarles, con la esperanza de que vuelvan junto a sus
familias.

En los meses sucesivos escribí el primer borrador del


diario. Pero no me había quedado satisfecho, faltaban
peones en el tablero. “¿Qué sucede realmente a los
saharauis, que se habían quedado en los territorios
ocupados, en las ciudades reales?, ¿cómo viven?".

No había mucho material, a parte de las noticias difusas


de Amnistía en internet. Así acepté la ocasión que sugería
el amigo, reportero gráfico de primera línea, Giorgio
Fornoni: intentar ir a los territorios ocupados, en la ciudad
de El Aaiún, fingiéndonos turistas normales. Fue propicio
el encuentro con Mohammed en Las Palmas, en
Noviembre, dijo que era posible. Así pues nos decidimos a
ir.

50
51

NOCHE Y PATRIA

INMENSA, en tu mas oscuro, noche


Se extinguen las estrellas noctambulas
y se mueren eI sueño y el canto,
la extrañeza de la noche
se extiende en la inmensidad del infinito
espaciosidades cenicientas
gnisaceas, nègruzcas
envolviendo su opacìdad

PATRIA! tus fuentes


tu raices
embiben mis venas paulatinas
esquivando
la noche y el alba fulguroso se armonizan
como entonaciones de tus sienes
oh patria!

TU FUEGO, brasa intima,


se consume en tus palmas
y a pesar de las marejadas de pasiones
y nostalgia extremas
sequivo
me sumerjo perdido en tus locuras
patria!

EL AMOR embriaga mi alma


con unas entonaciones apasionadas
de las cuales descollan dos astros
y un sol post-oscuranzas
un brote bondadoso
de tu genorosidad
don de mi patria
52

oh patria!

DESEARIA conquistarte, patria


poseer tus sombras
tu valles
y cada uno de tus rincones
penetrar tu intimidad
desembroscar tus secretos
saborando el sorbo de añoranza
cubjamdome en tu cariño
en paz, en quietud,
sobre tus tierras
haciendo cumulos de tus reminiscencias
oh patria!

CAMINO DE DIA
recurriendo senderos nocturnos
sobre los magicos granitos de arena,
y vivo las horas robadas
disponiendolas,
difuminidolas
en magnanime retrato,
viviendo la vida evasiva,
ambos en espera
oh patria|

QUANDO RETORNARAS?
volviendome a ti,
rezao bajo tu firmamento,
rogando desde tus colinas,
atendiendo a tus magnas palabras,
cargandolas con mil cariños,
mil pasiones y simboles
crecido en locuras
y abnegaciones de tus ojos

52
53

tu vuelves a mi y por mi

TE VEO
Recurro a tus entrañas
Para reposar mi cabeza cansina,
y mi alma fatigada
sufrida de destierro
sintiendo yo sosiego
y me reviste tranquilidad,
inhumandome en ti
bañado en tu amor,
oh patria!

MOHAMED SIDATI
( Primo Ministro Aggiunto, Poeta, del Fronte del Polisario)
54

Diario de viaje

ENERO DE 2000. DESTINO EL AAIÚN

Rabat, 17 Enero 2000. 19’00 horas


“-¿C’è la Cervesa? Pregunta Fornoni.
-No, nada de alcohol, está prohibido. Puede encontrar
cerveza en el bar del hotel de ahí enfrente.”
Es uno de los hoteles de la cadena IBIS Moussafir; están
presentes en todas las ciudades importantes, situados en las
cercanías de las estaciones de tren. Es donde dormiremos
esta noche, y donde comprobaremos que, a partir de las
20’00h, comienza el peregrinaje de las gentes bienestantes,
casi todos hombres, que vienen a beber cerveza y alcohol.
Sonrío pensando en el periodo de la prohibición, de la Ley
Seca, en América. También entonces estaba prohibido, pero
no para todos. Sólo que, de entonces a hoy, ha pasado ya
medio siglo.
La mañana siguiente, el 18 de Enero, comienza
nuestra misión, si podemos llamarla así.
Nos encontramos con bastante ansiedad, yo con
bastante emoción también. Uno de los saharauis que viven
en Rabat es la persona que nos explicará cómo tomar
contactos con los otros que viven en El Aaiún, donde nos
dirigimos. El Aaiún es la capital de la RASD, la República
Árabe Saharaui Democrática, o capital de la región marroquí,
en donde se encuentra la mayor concentración de saharauis
-cerca de 15.000-, presos en los territorios ocupados. No nos
acompañará nadie desde Rabat hasta El Aaiún, nos dice
nuestro amigo, porque tienen miedo, la policía controla sus
movimientos y, recientemente, a principios de Diciembre de
1999, han arrestado y torturado a tres de ellos.
Por tanto tendremos llegar a El Aaiún solos y por
nuestros medios.

54
55

Saldremos al día siguiente en avión, en el vuelo


Casablanca – El Aaiún.
Mientras esperábamos que llegase el día siguiente en
el que, con el vuelo Casablanca-El Aaiún, llegaríamos a
nuestro destino, decidimos dar un salto a Casablanca para
saludar a unos amigos marroquíes “vu cumprà”, que
trabajan en Italia. Tras una hora de viaje en tren, de Rabat a
Casablanca, llegamos a la estación. A la llegada, mi amigo
Brasil –apodo italiano- está allí esperándonos sonriente. En el
interior del coche, las primeras imágenes que aparecen ante
nuestros ojos son los indicadores de tráfico en bilingüe,
árabe y francés: son los últimos restos del colonialismo
francés, y de los lazos que este país, como otras antiguas
colonias, mantiene aún con Francia.
Brasil no sabe cuál es el motivo que nos ha traído a
este país, cree que es un viaje de placer. Aunque conoce mi
simpatía por la causa del Frente Polisario, no le interesa;
para él es un problema del Rey, él tiene otras cosas en qué
pensar: el trabajo y la familia. Son cuatro hermanos y una
hermana de 20 años, viven en uno de los barrios populares
de la ciudad, en dos habitaciones y un baño, alfombras en el
suelo y cojines en los rincones, sin ventanas. Tres de ellos
trabajan en Italia siete meses al año; regresan a Marruecos
en el período del Ramadán. Uno de ellos se ha quedado en
Italia. La chica nos sonríe, me pregunta si le puedo encontrar
un puesto de trabajo en Italia, conoce cuatro lenguas, entre
ellas el italiano, que ha aprendido escuchando la televisión
italiana, gracias a la antena parabólica.
Un detalle relevante: aquí hay poco trabajo,
pero todos tienen una antena parabólica. Es un modo de no
sentirse solos. El sueño de la joven es el de ponerse a
trabajar, ya ha terminado sus estudios. Quiere venir a Italia.
A ella tampoco le interesa la cuestión del Sáhara:

El reino está desnudo,


para qué queremos otra tierra
si ésta que tenemos no está trabajada.
Para qué sirven otros súbditos
56

si los que tienes se van a otros parajes”

Por la noche, en Rabat, esperando que el camarero


nos sirva la fritura de pescado, en un restaurante llenísimo;
todos los clientes son hombres y hay también alguna pareja
de turistas. El amigo saharaui nos habla de su vida. En la
época de los bombardeos de la aviación marroquí en el
territorio del Sáhara, en 1975, él estaba estudiando en Tan
Tan, una localidad fronteriza entre Marruecos y los territorios
reivindicados por el Frente Polisario. Actualmente su familia
está dividida entre El Aaiún, Agadir, París y Rabat, donde él
vive. En la época de la mayor protesta, entre 1977 y 1982,
todos ellos fueron arrestados, uno después de otro,
torturados y encarcelados, primero en la cárcel de Kenitra y
después en la de Rabat.
La mañana siguiente, antes de partir hacia el
aeropuerto de Casablanca, descubrimos con sumo placer
que en el café de la estación de Rabat-Agdal sirven café
express Lavazza, y aprovechamos la ocasión.
El taxista que nos conduce al aeropuerto es alto y
grueso, lleva puesto el burnús-sufi, la vestimenta de lujo,
realizado con todo tipo de tejidos, incluso de seda, y
diferente según la época del año. El sufi lo usan todos,
incluso los más pobres, sólo que ellos únicamente lo tienen
de un tipo, siempre el mismo, de tela marrón, para los
meses de verano y de invierno.
Por la calle vemos a grupos de jóvenes sentados
mirando los coches que pasan; algunos no han ido hoy a la
escuela, otros no han ido nunca. Las últimas estadísticas dan
un 50% de analfabetismo
Un detalle particularmente peligroso es la facilidad de
cruzar la autovía que tienen los habitantes de los poblados
vecinos a ella. La autovía no está delimitada. De tanto en
tanto suceden atropellos mortales, especialmente por la
noche.
A la llegada al aeropuerto de El Aaiún la policía nos
retiene por unos minutos los pasaportes; quieren saber el
motivo de nuestra presencia en la ciudad, es raro que aquí

56
57

lleguen turistas, y esto les hace sospechar. Pero saben bien


quiénes somos teniendo en cuenta dos elementos: el
primero son los numerosos visados en mi pasaporte de mis
viajes a los Campamentos de Refugiados de Tinduf, el otro
es que estoy en el listado de italianos que apoyamos la
causa saharaui en Italia. Por otra parte, no pueden vedar a
un turista italiano la visita a su país. Soportan mal nuestra
presencia. Nos dejan pasar, aunque sólo sea por controlar
nuestros movimientos. Y esto para ellos no es un problema,
teniendo en cuenta que el lugar está lleno de policías y
militares.
Fuera del área del aeropuerto nos espera nuestro
anfitrión, hermano del otro saharaui de Rabat. Un hombre
bajo de estatura que nos reconoce enseguida, especialmente
a Giorgio. Su figura es particular, con largos cabellos que le
cubren la espalda.
“¿Messié Romano? Soy M. ¡Bienvenidos!, es mejor que
cojáis un taxi, yo os seguiré hasta el hotel.”
Es un valiente. Es mi primera impresión.

“Quien busca el exotismo, se da cuenta enseguida de


que no es el sitio adecuado. Más de 500 kilómetros al sur de
Agadir, en la costa atlántica, esta ciudad desorienta al
viajero más experimentado” Había escrito la periodista C.
Dodi en un reportaje en Mayo del 98.
Mirando por la ventanilla del taxi que nos conduce al
hotel, me impactan dos colores: el marrón amarillento de las
casas y el verde de los uniformes militares. Es peor de lo que
me esperaba. Este lugar está presidiado por la policía y los
soldados, se les encuentra por todas partes, en todas las
esquinas de las calles.
Mientras el coche continúa avanzando hacia la ciudad,
el paisaje va cambiando y, a las decenas de chabolas
ubicadas entre el aeropuerto y la ciudad, se alterna el
desierto de piedra y las dunas de arena fina. Al fondo se
puede entrever el azul de las aguas del océano que está a
unos diez kilómetros. Estas chabolas alojan a las familias de
marroquíes que, a millares, fueron traídas del norte de
58

Marruecos, para que fuesen registradas en el censo como


aspirantes a tomar parte en el Referéndum de
autodeterminación. Parece ser que, según las últimas
noticias, la MINURSO sólo ha aceptado a poco más de dos
mil de los cincuenta y pico mil solicitantes que se habían
presentado. Esta gente, está ahora airada contra las
autoridades marroquíes que les habían prometido un trabajo
y tierras.
La puerta de entrada, el típico arco de triunfo, nos
introduce en la ciudad. A la izquierda impera un edificio
suntuoso rodeado de centenares de palmeras, es la
residencia del gobernador de El Aaiún; parece un castillo.
Enfrente, al otro lado de la calle, hay una inmensa plaza, de
arquitectura notable, es un palmeral salpicado de lienzos de
colores. Por la noche se ilumina con centenares de lámparas.
Naturalmente, apenas entramos en la ciudad, nos damos
cuenta de que lo que hemos visto es un espejismo en el
desolado desierto de esta ciudad, habitada por un centenar
de funcionarios de la ONU, la MINURSO; por saharauis
-divididos entre los filomarroquíes y los que luchan cada día
por la libertad de su tierra-; el resto de la población son los
marroquíes de la Marcha Verde, o de la Marcha Negra, que
es como la llaman los saharauis. Los demás son militares y
policía.

Ya hemos llegado, me percato de que nuestra


estancia no será fácil. Es imposible pasar inobservados
mientras visitamos y nos encontramos con los
representantes de los heroicos resistentes saharauis que han
permanecido en esta otra parte del muro.

El hotel en el que nos alojamos, el “Hotel Odija”, está


permanentemente lleno de militares y funcionarios de la
Minurso, con decenas de todoterrenos. “Además, esto está
plagado de espías marroquíes de los servicios secretos, que
hacen de conductores de los vehículos” nos advierten
enseguida los saharauis.

58
59

La elección del hotel que hemos hecho, ha estado bien


pensada; ya que oficialmente somos turistas, hemos
decidido que, de día, nos acompañe un guía de la agencia a
la que nos hemos dirigido. Por la noche, tras la puesta del
sol, iremos a encontrarnos con representantes de los
saharauis, a casa de uno de ellos para recoger los
testimonios de su vida.
El hotel está situado a un lado de una plaza central,
cerrada por una serie de edificios adosados, entre los que
hay decenas de bares, alguna tienda, agencias de viajes y el
banco. Se ven pocos turistas por las calles. Antes de que se
ponga el sol decidimos ir a dar un paseo y sentarnos en uno
de los bares donde se puede tomar un café-express. Apenas
nos sentamos llegan dos jóvenes, uno de ellos con los
trastos de limpiabotas (el sciuscià napolitano), que sin
esperar, se inclina sonriendo a los pies de Giorgio; ha
captado un leve asentimiento en la expresión de su cara.
Acomete su trabajo con destreza y arte, teniendo cuidado de
no ensuciarle los pantalones. El otro joven vende cigarrillos
Marlboro, sin ninguna preocupación. No se considera
contrabando, ya que vemos cómo también los militares se
los compran. Mientras, el sol refleja sus últimos destellos en
las casas, y las calles comienzan a vaciarse. En el aire
resuena la llamada del muecín “Alá Akbar”. Un escalofrío me
atraviesa la espalda por la fuerza que ponen en la
invocación. En esta parte del mundo árabe la relación con la
religión es siempre una cosa muy seria.
Ya entrada la noche, nos encontramos sentados sobre
unas alfombras, en casa de nuestro amigo y, mientras
comienza el ritual del té saharaui, uno por uno, nos cuentan
sus cosas, nos hablan de su pasado, de sus ilusiones para el
futuro. No importan sus nombres, algunos de ellos figuran ya
en los informes de Amnistía Internacional, según las noticias
que recogí, junto con otras, en Abril pasado, en Tinduf:

Noviembre 1995, unas docenas de saharauis fueron


arrestados y torturados en la cárcel secreta de la policía de
60

Intervención Móvil CoHQ (PC CMI) en El Aaiún. Entre ellos se


encontraban:
1. Fatma Zaar
2. Mohamed Hamdi
3. Gleimina Tayeb Yazid
4. Alamine Abdelkader Daagj
5. Bamaba Mohamed Gay
6. Mohamed Salam Abdelhay
7. Mkhtar Jnah
8. Bachir Atman L’Hossein Lekhfaoui
9. Mohamed Fadel Boussoula
10. Brahim Sbaa
11. Bachir Ali Saleh Abbat
12. Sid Ahmed Fal
13. Abdellah Moulay Ahmed Chichiou
14. Boujemaa Kadar

Algunos de ellos ya habían pasado anteriorrmente


algunos años en las prisiones secretas; entre ellos Kalaat
M’Gouna, Agdaz or Skoura.

Después de las manifestaciones de Febrero de 1999


en defensa de la independencia del Sáhara en Lemseyed,
una ciudad del Sáhara Occidental, 20 saharauis fueron
arrestados. Ocho fueron condenados a dos años y doce a
tres meses de prisión y al pago de una multa.
Fueron acusados de incendio doloso, destrucción de
edificios públicos, rotura de la tregua de paz y participación
en manifestaciones no autorizadas. Durante el desarrollo del
proceso, los presos mostraron las señales de las torturas, de
las cuerdas en los tobillos, de las quemaduras de cigarrillos.
La acusación sostenía que las torturas habían sido usadas
para enseñarles la buena educación. La defensa solicitó un
examen médico independiente, pero fue rechazado…

Carta de Mohamed Daddach

Queridos amigos,

60
61

Estoy satisfecho de transmitiros esta carta en


respuesta a la vuestra del 17/12/97. Desgraciadamente no
he recibido la precedente.
(…)
No sé cómo agradeceros las buenas noticias respecto
a mi madre y su foto, que habéis encontrado en un
periódico. Naturalmente no podéis imaginaros cómo la echo
de menos. No la he vuelto a ver desde 1975. No sé cómo
estará, espero que goce de buena salud. Os ruego que, si os
es posible, me hagáis llegar una fotocopia de la página
entera del periódico, pero, sobre todo, no me la enviéis a la
cárcel a mi nombre porque no me la darían nunca, está
prohibido. Os ruego que me la enviéis a la dirección de mi
querido amigo R. Él se encargará de hacérmela llegar.
Personalmente, aun estoy en la prisión de Kenitra, no
ha habido ningún progreso en mi caso. Yo sigo pidiendo,
inútilmente, un traslado a una prisión más cercana a mi
casa. Aquí se habla algo de la mejora por lo que respecta a
los derechos humanos, pero las condiciones de las prisiones
continúan siendo catastróficas. Tenemos necesidad de
vuestro empeño, continuad luchando…
Recibid mis afectuosos saludos para vosotros y para
mi querido amigo R y hacedlos extensivos a vuestras
familias.
9 de Febrero de 1998.

Desde el último otoño, la campaña para liberar a


Mohamed Daddach ha tomado un nuevo rumbo. Algunos
miembros de una organización española de apoyo a la causa
saharaui han señalado que Daddach, en el momento de ser
detenido tenía documentación española. Este hombre,
condenado a muerte por las autoridades marroquíes, en
razón de este nuevo hecho debería interesar oficialmente al
gobierno español, que tendría que reconocerlo como
ciudadano español y reclamar su extradición.
62

El 24 de Febrero de 1998, centenares de saharauis se


manifestaron en Lemseid, al sur de Marruecos, para
reclamar la realización de un Referéndum libre y justo sobre
la autodeterminación y la independencia, y por la liberación
de los presos políticos saharauis. Esta manifestación pacífica
fue reprimida violentamente por las autoridades marroquíes.
Centenares de saharauis resultaron heridos y tuvieron que
ser hospitalizados. Veinte saharauis fueron arrestados y
conducidos a Agadir. Ocho de ellos fueron condenados a dos
años de prisión y doce a tres meses, siendo liberados a
cambio de una indemnización. En relación a otros ciento
cincuenta se han mantenido contactos reclamando su
libertad, en respeto a los derechos de los presos políticos.
Ciento doce fueron liberados, pero se mantiene viva la
preocupación por los otros ocho encarcelados.

Laarosi Numria fue detenido en 1987 por la División


Territorial de Seguridad (DST) y estuvo aislado en la cárcel
secreta de Kaalat M’Guna. Fue encadenado y sometido a
torturas durante años y fue liberado en 1991 junto con otros
trescientos. Otro saharaui resulta desaparecido tras haber
participado en una campaña internacional contra las
desapariciones forzadas. Anteriormente vivía vigilado; hasta
el 8 de Febrero de 1998, fecha en la que desapareció. Su
cuerpo fue encontrado el 3 de Abril en la desembocadura del
Saguia Oued. AFAPREDESA ha solicitado una encuesta sobre
las circunstancias de su muerte. La policía marroquí es
considerada responsable de su asesinato.

Carta de la cárcel de Kenitra, de Keltoum Ahmed Labid


El Ouanat, presa por sus opiniones polítcas a favor del
Polisario.

El 14 de Abril de 1995, un funcionario internacional de


la Cruz Roja me ha visitado para redactar un informe. Pero
mis condiciones de vida están al límite de lo soportable. Tras
dieciséis años en la cárcel de Kenitra, no tengo ni la

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resistencia, ni la salud para continuar soportando esta


situación que está haciéndose cada vez más dolorosa.
Mis primos, que vienen a visitarme desde El Aaiún o
desde Smara, no pueden verme directamente, siempre
están las barras separándonos.
No puedo ver claramente sus caras ni oír claramente
lo que dicen, a pesar de que hayan viajado más de 1.300
km. para verme.
He pedido que me trasladen a una prisión más
cercana a ellos y evitarles así estos largos y peligrosos
viajes, ya que no tienen posibilidades económicas. Pero
hasta hoy nadie ha tomado en consideración mi propuesta.
El 18 de Septiembre de 1995, el asistente para los
derechos humanos me visitó. Hablé de todos mis problemas
con él. Afirmó que me ayudaría a obtener lo que pedía, pero
hasta ahora no he visto ninguna acción que confirme su
promesa.
Celda nº 197900, cárcel central, Kenitra, Marruecos.
Keltum Ahmend Labid El Ouanat, Prisionera por sus
simpatías en favor del Polisario.

Keltum es una mujer joven, de 24 años, de Smara,


Sáhara Occidental. Actualmente está encarcelada en la
prisión militar de Ben Sergaoui, cerca de Agadir, al sur de
Marruecos. Está cumpliendo una pena de 20 años, desde
que fue condenada, en Julio de 1993, por un tribunal militar
marroquí.
Keltum fue arrestada el mes de Octubre de 1992,
junto con otras cuatro personas, a raíz de una manifestación
pública a favor de la independencia, desarrollada a Smara y
en otras ciudades del Sáhara Occidental.
Algunas fuentes afirman que unos centenares de
saharauis, jóvenes, fueron arrestados, por el mismo motivo.
Los manifestantes habían denunciado las elecciones
marroquíes celebradas en el Sáhara Occidental y
reclamaban la liberación de los presos saharauis. Se ignora
el lugar en donde están encarcelados.
64

En Mayo de 1995 ocho jóvenes saharauis, entre 18 y


20 años, fueron detenidos en circunstancias similares.
Fueron acusados de participar en una manifestación pacífica
por la independencia de El Aaiún; fueron retenidos,
secuestrados y torturados durante cinco semanas.
El día 21 de Junio de 1995, en la sala del Tribunal
militar de Rabat, los jóvenes se declararon culpables de
atentar contra la seguridad y la integridad territorial de
Marruecos. Uno de los jóvenes, que no estaba presente en la
audiencia afirmó que estas declaraciones habían sido
firmadas bajo torturas con descargas eléctricas. Estas
reclamaciones no fueron tomadas en consideración. Los
jóvenes fueron condenados a 15 o 20 años de prisión.
Después de lo acontecido a la joven Keltum y a los
otros jóvenes se confirma el inicio de una nueva política de
violación sistemática de los derechos de los saharauis.”

Muerte de un joven saharaui en El Aaiún.

El Bachir Moulay Ahmed uld Mohamed fue asesinado


después de la finalización de una manifestación. Los testigos
lo vieron salir de casa por la tarde el 25 de Octubre de 1995.
No volvió nunca. Su familia se dirigió a las autoridades
marroquíes. Se efectuaron búsquedas por la policía en los
hospitales y entre los amigos. Todo inútil.
El 29 de Octubre su cuerpo fue encontrado en la playa
junto a una barraca: se podían constatar signos evidentes de
tortura. Sus vestidos habían sido destrozados y en su cartera
no había ningún papel. Algunas fuentes afirman que este
joven fue raptado por soldados vestidos de paisano la noche
del 25 de octubre.
Antes de este episodio, en 1984, durante casi tres
años, Mohamed había sido arrestado y mantenido en
completo aislamiento en las galerías secretas de Kalaat
M’Gouna, encadenado y constantemente torturado.
Desde 1976, diecisiete miembros de su familia habían
sido arrestados. Su padre, el viejo Mulay Ahmed, murió el
mismo día de su encarcelamiento, el 22 de Junio de 1991.

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Mohamed El Bachir fue liberado en 1991, gracias a


una campaña mundial contra las detenciones arbitrarias y
las desapariciones repentinas en el Sáhara Occidental. Las
familias de los jóvenes liberados viven bajo estricta
vigilancia.
A pesar de diversas reclamaciones de información por
parte de la Asociación AFAPREDESA no se sabe nada sobre
el asesinato de El Bachir.

Mulud Sid Ahmed Alamín fue asesinado el 8 de Marzo


de 1996. Estudiante de quince años del Der Aidek College de
El Aaiún, fue salvajemente golpeado por su llamado
maestro, El Makaoui, hasta el punto de que los golpes en la
cabeza resultaron fatales.

Tras haber ojeado los escritos uno de ellos me dice:


“Uno de los arrestados del 95, reportado en el listado,
soy yo, ahora estoy en libertad vigilada, no tengo trabajo, en
la cárcel me torturaron, me prohibieron cualquier contacto
con mi familia. De cuando en cuando me escribía alguien,
pero la policía me abría las cartas previamente. Estuve en
cuatro cárceles diferentes: Casablanca, Meknes, Rabat y, la
más dura, Kenitra.”
El hombre, de unos cincuenta años, no sonríe nunca,
tiene la cara marcada por el sufrimiento. Me indica en el
listado cual es su nombre: ….
Otro de ellos, me cuenta que él ha estado en prisión
de 1977 al 1982. Tenía 22 años cuando lo detuvieron en el
curso de una manifestación junto con otros estudiantes
saharauis en la ciudad de Agadir, en defensa de su causa.
Fue arrestado y encerrado en prisión por diez días en Agadir.
Después, por otros cinco años, en la prisión secreta de
Casablanca. Ahora trabaja en la Telefónica marroquí; los
colegas de trabajo le llaman, con desprecio, “Mercenario a
sueldo del Frente Polisario”.
66

Entre los presentes Mohamed es el que tiene más


ceño, y mucha rabia que le sale cada vez que cuenta los
momentos vividos en la cárcel.
Mientras esperamos a que llegue el último saharaui de
la reunión, le planteo algunas cuestiones:
-Si no ganáis el referéndum, ¿qué haréis?
-No es posible, eso querrá decir que ha habido un
pucherazo, y retomaremos nuestra lucha.
-Y si lo pierden los marroquíes, ¿qué harán ellos?
-No se irán de aquí. Si quieren pueden quedarse bajo
nuestro gobierno.
-¿Cómo es la relación entre vosotros y los marroquíes?
-Son racistas, ninguno de nosotros trabaja en un
puesto público, eso es para impedirnos contactos con los
extranjeros. Somos considerados ciudadanos de segunda. No
es justo, si en el mundo hay democracia nos deben dar la
independencia.”

Mientras estamos hablando entra el último saharaui


de aquella reunión. Lo miro con particular atención, me
parece conocerlo, o se parece de manera sorprendente a
alguien que ya he visto. Miro sonriente con mirada curiosa a
Mohamed.
“¿Sabes quién es? Es el hermano de Abdelaziz,
nuestro presidente” dice Mohamed. Me levanto para
abrazarlo, y le susurro Salam Aleic. El recién llegado me da
la bienvenida golpeándome con las manos en la espalda, en
señal de afecto.
“Somos amigos de tu hermano y del pueblo saharaui”
digo, dirigiéndome al recién llegado, y continúo. “¿Cuánto
hace que no ves a tu hermano? ¿Sabes que en estos días
está en Italia, y sabe que nosotros estamos aquí?”
“Desde 1973 no he salido nunca de aquí”. Me
responde en árabe: él, como su hermano, sólo habla en
árabe; sostienen que cada uno tiene que hablar su propia
lengua. Aunque sí que conocen otras lenguas. Su nombre es
Abib, es licenciado en leyes, y combate cada día con la
policía para defender los derechos humanos de su gente. Ha

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67

llegado tarde porque han arrestado, sin motivo ninguno, por


tercera vez en un mes, a un comerciante saharaui. Es duro
para los saharauis, los tienen bajo presión para doblegarlos y
someterlos a la voluntad de Marruecos.
Casi ninguno de ellos tiene pasaporte, lo solicitan,
pero no obtienen respuesta.
Nos cuentan, por otra parte, que durante estos años,
muchos saharauis, los más desesperados, han escapado
clandestinamente, hacia Las Palmas. La policía no les
obstaculiza, incluso parece que favorece la fuga. “Otro cerdo
saharaui menos”, dirán las autoridades marroquíes.

La reunión acaba sentados alrededor de una fuente de


cus-cus, con carne de camello; comemos sin cubiertos, como
es habitual entre los saharauis.

La mañana del día siguiente.

Son las seis de la mañana, es el alba, y la voz del


megáfono de la mezquita que hay cerca del hotel, con su
invocación “Alá Akbar” me despierta, y me produce un
escalofrío a lo largo de la espalda. Es la hora de la oración, la
primera del día que nace.
Cada vez que escucho esta llamada de invocación tengo
la impresión de que el aire que me rodea se hiela, como si
todo se detuviese en medio del silencio absoluto. Se produce
una fuerte carga emotiva, de miedo y de coraje. Es la
llamada a la oración del pueblo musulmán
Con el guía, que es un gran hablador, decidimos pasar
un día de turismo. Iremos primero a hacer una excursión en
el desierto, y después a la playa, hasta el puerto.
El aire del desierto es fresco, a pesar del sol
abrasador. Me cubro la cabeza a la manera saharaui con el
turbante verde, comprado, años atrás, en Tinduf.
“¿Dónde lo has comprado? De ese color por aquí no se
ven, es el color utilizado por los militares saharauis.
¿Conoces a los saharauis? ¿Al Frente Polisario?. Aquí hay
68

muchos. Dentro de poco se celebrará el referéndum. Yo soy


uno de ellos.” El joven, llamado Embark, había hecho una
serie de preguntas y respuestas. Recuerdo las palabras de
nuestro anfitrión de la noche anterior: “Id con cuidado con
quién habláis, si alguien os dice que es amigo, o apoya al
Frente Polisario, no os fiéis de él. Uno de nosotros no dirá a
un extranjero que es del Frente Polisario. Aunque digan que
son saharauis, pueden ser filomarroquíes”. No dije al joven
toda la verdad. El turbante lo había comprado en Italia, y
conocía la historia de los saharauis porque en Italia se habla
de la cuestión.
Las dunas son muy suaves, de arena muy fina, de
color rojo ladrillo, y llegan hasta besar las aguas del
Atlántico. La fachada litoral de la ciudad está en
construcción; lo que más impacta, entre las pocas casas, es
la imponente villa del Gobernador de El Aaiún, la residencia
del mar. Hay otro gran edificio, rodeado de muros, es una
cárcel militar que defiende la vida del Gobernador.
“Aquí enfrente están las Islas Canarias, están llenas
de turistas, yo no he estado allí nunca, me han dicho que
son preciosas. En Las Palmas está nuestra arena, la compran
aquí y se la llevan en barcos. Cuando seamos libres
organizaremos una agencia de viajes, y abriré un negocio en
Las Palmas y otro en Italia”.
Embark está soñando, y continúa diciendo, mientras
me mira el turbante: “¿Sabes que pareces un saharaui? Esta
mañana en el hotel, el portero marroquí, cuando te ha visto
con el turbante me ha preguntado si erais amigos de los
saharauis, y le he contestado que no”. El joven se puso
nuevamente a hacernos preguntas.
En el puerto de El Aaiún hay mucho tráfico, camiones
que transportan el pescado. Estaba ante uno de los motivos
que habían generado el conflicto entre Marruecos y el
Polisario, la pesca. Este es uno de los bancos más ricos del
planeta. Según las estadísticas, el 60% de la producción
piscícola de Marruecos proviene de estos bancos de pesca;
además está la venta de concesiones a otros países como
España, Corea, Rusia. En el puerto hay una fábrica para la

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69

manipulación del pescado, en donde se prepara la sardina


enlatada, piensos para pollos y mantequilla, con una
producción, sólo en este lugar, de unos de 100 mil millones
al año. Da trabajo a 400 empleados durante ocho meses al
año, a jornada completa.
Un poco más lejos se encuentra el establecimiento
industrial del tratamiento de los fosfatos de Bu Craa. El
material en bruto llega a través de una cinta transportadora
de más de cien kilómetros de distancia, hasta llegar al mar.
Aquí se trata y se embarca. Sólo hay que decir que el 50%
de los fosfatos utilizados en el mundo provienen de estas
minas.
En el camino de vuelta, unos kilómetros antes de
entrar en la ciudad, encontramos una planta desalinizadora,
construida por los alemanes. El problema de la escasez del
agua potable aquí es grave.

“¿Por qué no te has casado todavía?” Preguntamos al


joven, mientras regresamos a la ciudad.
“No quiero casarme hasta que no se celebre el
referéndum, tengo miedo de lo que pueda suceder después,
según el resultado. ¿Habéis visto lo que ha pasado en Timor-
Oriental? Aquí, de una manera o de otra, sucederá lo mismo.
Y es posible que decida irme.”

¡Ya!; … Timor-Oriental; …Ramos Horta (premio Nobel


de la paz) había intervenido en la 25° CONFERENCIA
EUROPEA DE COORDINACION DEL APOYO AL PUEBLO
SAHARAUI de Las Palmas de Gran Canaria el 5,.6 y 7
Noviembre de 1999. Giorgio y yo estábamos allí, en el lujoso
salón del Palacio de Congresos de Las Palmas de Gran
Canaria. Detrás de la mesa de la presidencia, el enorme
panel ,que representa los campamentos en el desierto de
Tindouf con los niños saharauis, “desentonaba”, parecía un
pegote respecto del contexto general, puesto allí para la
ocasión.
Todavía tengo en los oídos lo que había dicho
Mohamed Sidati (Ministro adjunto del Presidente de la RASD)
70

en el discurso que abría los trabajos de la Conferencia, en la


tarde del viernes, día cinco:
“Mis primeras palabras las quiero dirigir a todos
vosotros, que habéis decidido participar en un evento
común, el de un nuevo milenio de libertad para mi pueblo…
Estoy contento de encontrarme en las Canarias, a pocas
millas de mi tierra. A pocos kilómetros está El Aaiún, este
lugar tiene para nosotros un valor simbólico, muy
importante. Especialmente en este momento en que el eco
de mi gente, que permanece presa en los territorios
ocupados, es de dolor a causa de los últimos eventos
sangrientos que ha sufrido y continúa a padecer por la
represión implacable de los militares marroquíes, cuyo
gobierno continúa negando la posibilidad de celebrar el
referéndum de autodeterminación planteado por la ONU…”

La otra gran cita que dio una mayor esperanza a la


causa fue la presencia del Premio Nobel de la paz, Ramos
Horta, que no ahorró críticas a la ONU sobre las ayudas de
Timor-Oriental. Invitando al soberano de Marruecos,
Mohamed VI, a reflexionar sobre los errores de Indonesia y a
salir de la situación de vergüenza, libremente y con
dignidad, aceptando democráticamente el desarrollo del
Referéndum.

Volviendo a El Aaiún …
Aquel día esperábamos la puesta del sol para poder
tomar unas vistas.
Es una de las cosas más bellas del desierto. El valle
del “Río Seco” está dominado por un edificio nuevo, parece
un castillo, es el palacio de justicia. Contrasta con las
decenas de edificios edificados por el valle que parecen
búnquers. Son viviendas de militares.
Por la noche volvemos a casa de nuestro anfitrión de
anoche, y observamos la presencia de otro saharaui, además
de M* y de B*. Han sabido de nosotros, y están aquí para
hablarnos de ellos. Para que nos hagamos eco de sus
testimonios. Ellos también forman parte del grupo de los 20

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estudiantes arrestados por haber participado en la


manifestación a favor del Polisario. Estuvieron en prisión
desde 1977 hasta 1982 y todos ellos, incluso después de
salir de la cárcel, han continuado sufriendo extorsiones y
violencias:
A: “Nos hacen desear el puesto de trabajo”
B: “Ojo con protestar sobre las condiciones, o sobre la
paga, quien lo ha hecho ha sido rápidamente puesto en la
calle”
C: “Tenemos el teléfono y la correspondencia
controlada”
A: “Los saharauis de los campos de Tinduf están mejor
que nosotros, esperan pacíficamente la resolución. Nosotros,
mientras, estamos aquí sufriendo y muriendo..”
“Yo era una chiquilla de quince años cuando me
detuvieron. He pasado cinco años en prisión, incluso me han
violado”. Es la sobrina del viejo K, mujaidín saharaui que
había declarado: “He rogado a Alá que no me dejase morir
en la cárcel”. Murió el mismo día de su liberación.
A: “Me cogieron una noche, yo iba en coche, intenté
defenderme, pero me dislocaron el brazo y me rompieron
varias costillas (nos muestra las fotos con las señales).
Entonces era titular de una empresa de construcción;
cuando salí de la cárcel, al cabo de cinco años, no me
dejaron volver a trabajar; hoy gano en un mes lo que
entonces ganaba en un día. Me había negado a emplear a
algunos marroquíes recomendados por la policía.”
B: “Otro problema que tenemos es que los más ricos
de la ciudad son saharauis que han vendido su alma y su
cuerpo al gobernador marroquí, aunque son pocos, es una
vergüenza, pero cuando esto cambie…”

Escuchar los relatos de esta gente me entristece, cada


uno de ellos ha sufrido agresiones. Cinco años de cárcel por
lo menos por haber gritado “Libertad”, libertad de querer
volver a ser libres en su propia tierra.
72

B: Me mira a los ojos y dice: “Gracias, gracias por


haber venido, cuente al mundo las cosas que habéis
escuchado y visto, vosotros permaneceréis siempre en
nuestros corazones. Habéis arriesgado vuestra incolumidad
por nosotros. Sois los primeros italianos que se ponen en
contacto con nosotros….”
En aquel momento hubiera querido llorar, pero sentí
que no tenía la edad adecuada para ello, debía buscar otro
modo de expresar mi rabia.
La mañana siguiente no teníamos nada programado,
el guía estaba ocupado con otro grupo. Así que nos
sentamos en uno de los muchos bares que hay en la plaza
(Crémerie Pâtisserie la Place). Llegó el limpiabotas de turno,
los hay a docenas, con una novedad, un viejo que pide
limosna. Hoy hay más gente por la calle, es el viernes
musulmán y los bares están llenos de hombres, mujeres no
hay casi ninguna. El local en donde nos encontramos tiene
pasteles de todas clases, generalmente se trata de
pastelería francesa, y es frecuentado por jóvenes bien
vestidos.
De cuando en cuando, al fondo, por la calle principal
pasa un taxi, un camión militar, un vehículo de la MINURSO.
Estos son los vehículos que transitan generalmente por estas
calles.
La plaza está dominada por el edificio de nuestro
hotel, tres estrellas (el precio es de 550Dm diarios), el
edificio del Ministerio de Agricultura y del Comercio, que
flanquean la Royal Air Maroc, la Banque Commercial du
Maroc, algunas tiendas: La Palmine, Kias House y,
finalmente, decenas de bares.
La temperatura es agradable, el reloj marca las 11’45,
debemos estar sobre los 20ºC, el sol es agradable. Una
ligera brisa, procedente del océano, acaricia las dunas de
arena que rodean la ciudad, mece los cabellos de Giorgio.
Intento escribir: “En Auschwitz estaba nevando, el humo
ascendía lentamente…” (Una estrofa de una canción de
Guccini). Introducía el memorial de su último reportaje hecho
a finales de año en Polonia.

72
73

En una de las calles que rodean la plaza está el


mercado, básicamente hortofrutícola; está particularmente
animado, de cuando en cuando llena el aire la voz del
vendedor que anuncia su mercancía. Está lleno de frutas:
plátanos, carretones llenos de cítricos, melones, manzanas,
peras, tomates, poca verdura. Poco pescado, no es la época
de pesca abundante, solamente algunas sardinas traídas del
puerto. Y, además, montones de higos secos, que hacen de
marco a los cúmulos de especias de vivos colores y
aromáticas. Hay poca gente comprando, ningún turista. Las
calles laterales que confluyen en ésta son de tierra; al
mínimo golpe de viento se levanta la polvareda. Lo mismo
ocurre cuando circulan los coches.
12’30 horas. Se detiene el mundo. Al grito de Alá
Akbar proveniente de la mezquita que hay en la calle, el
policía desvía el tráfico. Centenares de hombres se agolpan
en la calle y en las callejuelas laterales de la mezquita. La
mezquita está completamente llena. Yo también me
acurruco al lado de la calle, en señal de respeto. En este
momento no hay diversidad. Marroquíes y saharauis, juntos
por Alá.
Para muchos de los participantes en la Marcha Verde
no importa tanto quién ganará en el Referéndum, ellos viven
aquí desde hace ya 25 años, sus hijos ya son mayores, y van
a la escuela junto con los hijos de los otros.

Última noche a orillas del Atlántico.

Esperamos captar el sol, que desaparecerá en las


aguas del Océano.
Las largas olas se estrellan contra las piedras, se
produce el rumor del retorno, mientras, docenas de gaviotas
sobrevuelan las aguas lanzando sus gritos. Sólo los viejos
refugiados en los campamentos de Tinduf, y aquellos
coetáneos suyos, encerrados en los territorios ocupados,
pueden recordar los momentos de los rumores en libertad.
74

Más allá, a algunos kilómetros del puerto, el paisaje


cambia, y en lugar de las piedras, el agua acaricia la arena
de las dunas. Alguien se sumerge para bañarse. Es el sueño
nostálgico de los de Tinduf: abrazar las dunas bañadas por
las aguas libres. Han esperado en vano que de las Canarias
zarpasen los veleros del navegante y conquistador Colón,
con las banderas al viento, el viento de la libertad, para venir
a expulsar al usurpador. Mientras, transcurren los minutos
que nos acercan al ocaso. Los colores del cielo se tiñen de
los reflejos del agua iluminados por los últimos rayos del sol.
A. me había confesado que, cuando se siente
particularmente triste, viene a sentarse en la cima de una de
las dunas que acarician el océano, y mira en dirección al
desierto, en donde está el muro minado y militarizado por
los marroquíes, y aún más allá, los campamentos de
refugiados de los hermanos de Tinduf, después se vuelve, y
mira el horizonte del Océano, suspira por la libertad de los
pueblos que están enfrente.

A pesar de todo, en este contexto de perenne


conflicto, de libertad escamoteada, uno que es conocido por
“El Francés” que, junto con su compañera, vino de Guinea,
buscando aislarse en el valle del lago salado, a cinco
kilómetros de la carretera que conduce de El Aaiún a Dora
en dirección a Agadir, se ha instalado, sobre cuatro
pequeños bloques de cemento y dos tiendas negras grandes
del tipo saharaui, como las de Tinduf. Practican, vía internet,
turismo para grupos que quieren vivir lejos de los ruidos de
la ciudad, en un valle en donde los únicos ruidos que llegan
son los del balido de las cabras de algunos nómadas, y el del
grito de las águilas que viven en la estepa, surgida alrededor
del lago, o del pequeño oasis de Lamsayed, y que, alzándose
en el cielo escrutan los escenarios de una tierra que no
pertenece a los hombres sino al poder de los patrones de las
guerras…

74
75

Errante es el respiro
acompasado al sutil juego que
quema aquí y allá el despiadado consciente.
Necesidad de sobrevivir
trepando sobre ramas de piedra.
Anclados en las tiendas
ajadas por el sol
inexorable a la “mala hora”.
Soñar en la nada para no morir
acompasados a los rumores.
Necesidad de lucha.
Arrojando los sudores eternos de los padres nómadas.
(Esperan)
arrodillados
confiándose al eco del grito por Alá
76

Giorgio Fornoni, bergamasco, 53 años, es un reportero de


primera línea. Le encanta liberar la fantasía y sus capacidades para
captar, con el efecto de una lente de aumento, las particularidades
de los lugares y la diversidad de las gentes. Apenas puede, Giorgio
parte. Va a cada zona del mundo, generalmente a las más
conflictivas, a realizar reportajes fotográficos y vídeos, que al valor
artístico añaden un valor antropológico y social.
Ha estado en todas las partes del mundo: África, América, Asia, la
exYugoslavia, para filmar, entrevistar, fotografiar rebeldes,
oprimidos, pobres y misioneros. Sus filmes cuentan la Historia a
través de las historias.
Entre sus principales servios se encuentran:
1994 Angola “Finalmente la paz”
1995 “Passagio in Perù”
1996 México “Chiapas”
1996 ”Destino Mogadiscio”
1997 Afganistán
1997 Bolivia “Rapporto dal carcere”
1998 “I Curdi, un popolo senza patria”
1999 Cuba “I 40 anni della Rivoluzione Cubana”
2000 Smara “Fratelle di sangue”
Ha entrevistado a: los premios Nobel de la paz, Monseñor
Belo y Rigoberta Menchú; el subcomandante Marcos; Dominique La
Pierre; y el pintor Guayasmín. Colabora con el arqueólogo Manuel
Anati “Alla ricerca del monte Sinaí – deserto del Neghev”.

Manfredo Pinzauti, toscano, 36 años, vive en Milán. Se diplomó


en fotografía, en el Instituto Europeo del Diseño. Se encarga
principalmente de fotografía de retrato y reportajes de costumbres
sociales. Colabora con la Agencia “Grazia Neri”. Del 94 al 95
trabajó para la “Trienal de Milán”, donde expuso una serie de
retratos de la exposición “I racconti dell’abitare”. Ha expuesto en
la Galería Kodak Cultura “Il diaframma”, un reportaje sobre la vida
a bordo de un barco de crucero.
Colabora como free-lance con las principales cabeceras y
grupos editoriales italianos: “Rizoli periodici”, “Corriere della sera”,
Mondadori, Rusconi, Lo Spechio della Stampa, Meridiani editoriale
Domus.

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Algunas notas sobre el pueblo saharaui:

Los refugiados del Sáhara Occidental, los saharauis,


que viven en los campamentos, son, entre mujeres y
niños, el 80% de la población.

La temperatura alcanza los 55°C en verano y desciende


bajo cero en invierno. El viento, llamado siroco, atraviesa
los campos de refugiados, en donde se acampa
inopinadamente.

Las inundaciones de los temporales ocasionales que se


producen en el territorio, abaten todo lo que encuentran
en su recorrido.

Su lucha comenzó hace más de dos décadas.

El Sáhara Occidental, situado a lo largo del litoral


atlántico del África del noroeste, entre Marruecos, al
norte, y Mauritania, al sur, y Argelia al este, fue una
colonia española durante un siglo. A principios de los 70
los saharauis comenzaron a organizarse contra el
colonialismo español, los primeros movimientos de
protesta, constituyendo el Frente Por la Liberación de
Saguía el Hamra y Río de Oro (POLISARIO).

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Pequeña cronología histórica:

• Siglo XV, Portugal y otros países se interesan por la


región: comercio del oro, perlas de ostras y goma arábiga.

• 1884/85 COLONIZACIÓN ESPAÑOLA. Las potencias


europeas convocan la Conferencia de Berlín para repartir
África. El Sáhara Occidental fue destinado a "la protección
de España ".

• Noviembre del 1884: el ejército español, conducido


por el capitán Emilio Bonelli Hernando, ocupa Dajla (Villa
Cisneros) y se instala un centro de actividad comercial.

• Diciembre del 1884: El gobierno español con un regio


decreto, anuncia la intención de tomar posesión del
Sáhara Occidental.

• El 27 de Noviembre de 1912: La convención de


España-Francia, delimita las fronteras del Sáhara
Occidental

• 1923 - 1934: Primeros conflictos sangrientos, en el


territorio llamado “África Occidental Francesa” entre el
ejército francés y la resistencia de algunos nómadas
saharauis.

• 1934: "Pacificación" final en el interior del Sáhara


Occidental. España toma posesión de la parte
septentrional del territorio. La resistencia de los saharauis
es sofocada.

• 1949-1959: Descubrimiento en el territorio de Bu


Craa de los depósitos de fosfatos más grandes del mundo.
Las reservas de esta zona han sido evaluadas en más de
10 millones de toneladas, con una pureza del 70 al 80%.
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• 1956-1958: Tumultos y batallas sangrientas entre las


tropas españolas y la reconstruida resistencia saharaui.

• El 10 de Febrero de 1958: El tratado militar, firmado


entre España y Francia, con la aprobación del régimen
marroquí, aprueba una resolución para destruir el ejército
de liberación saharaui. El Sáhara español y las posesiones
francesas vecinas se “salvan” pagando un alto precio.

• El 14 de Diciembre de 1960: Las Naciones Unidas


adoptan la resolución 1514 (XV) con una declaración que
proclama el derecho a la independencia para la gente de
los países colonizados.

• 1961: El Sáhara Occidental es declarado: "una


provincia española".

• 1963: El Sáhara Occidental es incluido por las NN.UU.


en la lista de los países que deben ser descolonizados.

• Diciembre de 1965: la Asamblea General de las


NN.UU. ha reafirmado la independencia de los saharauis
instando a España a dar fin a la ocupación colonial.

• 1966. La O.N.U. ratifica el acta de autodeterminación


del pueblo saharaui.

• 1968: Recomposición del movimiento de resistencia


saharaui con la formación del Movimiento de Liberación
de Saguia el Hamra y Río de Oro bajo la dirección de Sidi
Brahim Bassiri.

• El 17 de Junio de 1970: El movimiento de Bassiri


organiza una gran manifestación pacífica en Zemla (El
Aaiún), reclamando la independencia. Se concluye con la
matanza de civiles y la detención de centenares de
ciudadanos saharauis.

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• 10 de Mayo de 1973 se celebra el congreso de


fundacional del POLISARIO.

• 20 de Mayo de 1973: Inicio de la lucha del POLISARIO


contra el colonialismo español.

• 1974 España efectúa el último censo de la población


saharaui para preparar el referéndum que la ONU había
reclamado desde los años 60. El censo registra 74.902
personas.

• El 20 de Agosto de 1974 España anuncia su


disposición a efectuar un referéndum de
autodeterminación del pueblo saharaui.

• En los primeros meses del 1975. El rey de Marruecos


manifiesta claramente su oposición a la independencia del
Sáhara Occidental.

• Del 1974 al 1975, el ejército de liberación saharaui


intensifica los ataques contra las tropas españolas.

• El 12 de Mayo, una misión de las Naciones Unidas


visita los territorios del Sáhara Occidental, confirmando la
autodeterminación del pueblo saharaui, y reconociendo el
Frente Polisario.

• El 23 de Mayo de 1975. El representante español de


Asuntos exteriores declara: "El Frente de liberación del
Polisario es una realidad que España debe considerar".

• El 14 de Octubre de 1975 las NN.UU. sugieren un


referéndum para la autodeterminación con garantías. La
Corte de Justicia internacional da a conocer un dictamen
consultivo sobre el Sáhara Occidental, rechazando las
pretensiones de Marruecos y de Mauritania sobre el
Sáhara Occidental. La Corte concluye que la gente
saharaui debe determinar su proprio futuro.
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• El 31 de Octubre de 1975. Inicio de la invasión


marroquí de la zona oriental del Sáhara. El ejército
saharaui se enfrenta con 25.000 soldados marroquíes.
España se retira de El Aaiún, Smara y Dajla.

• El 6 de Octubre, el rey de Marruecos da el


beneplácito a la “Marcha verde". 350.000 marroquíes
avanzan hacia el Sáhara Occidental con el objetivo de
conquistar el territorio.

• 2 de Noviembre. Madrid reafirma el relativo apoyo a


la autodeterminación de la gente saharaui, repitiendo la
relativa complacencia por respetar los compromisos
internacionales.

• Al final del 1975 el POLISARIO estaba a punto de


conseguir la independencia de España. Entonces,
mediante tratados secretos, España firma un acuerdo
clandestino con Marruecos y con Mauritania. Los tres
países deciden repartir el territorio del Sáhara Occidental
entre Marruecos y Mauritania, en vez de conceder la
independencia a los saharauis, como les habían
prometido. Esta anexión ilegal del Sáhara tenía lugar el
1975, época en la cual inicia la guerra contra Marruecos y
Mauritania.

Decenas de miles de saharauis abandonaron sus


residencias del Sáhara, mientras Marruecos bombardeaba
con napalm, made in USA, sobre la población civil.

La agresión se desarrolló sobre poblaciones, tanto del


norte como del sur, haciendo huir a los saharauis hacia la
zona este, hacia Argelia. Allí se les concedió asilo político y
empezaron a instalar los campamentos, refugiándose en
una zona inhóspita del desierto argelino.

La operación de creación de la nueva vida en el exilio


recae, principalmente, sobre las mujeres. Ellas

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desempeñan un papel esencial, en la organización de los


asentamientos desde el inicio. Organizan los comités y el
sistema sanitario, formación, cura diaria, asuntos sociales,
distribución de los recursos y mantienen un papel activo
en el proceso político.

• En 1979, Mauritania, no pudiendo sostener


militarmente, políticamente ni económicamente la lucha
contra las tropas del POLISARIO, firma un acuerdo de paz,
reconociendo la soberanía de la nación occidental en el
exilio, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD),
proclamada en 1976. Por otra parte, Marruecos rechaza el
acuerdo invadiendo el resto del Sáhara Occidental.

“Pero los 200.000 saharauis en los campamentos son el


resultado de la lucha que no acabará nunca. Han escogido
una vida en el exilio. Para combatir a un rey, cuyo
régimen ha tratado de borrar su existencia.

Por más de 20 años la Comunidad internacional ha sido


testigo de la arrogancia de un régimen que, al alba del
siglo veintiuno está tratando de imponer, por la fuerza de
las armas, una de las guerras coloniales más largas que el
continente africano conoce”.
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Umberto Romano, calabrés, 47 años, le gusta definirse


ciudadano mediterráneo. Siempre inquieto, siempre de viaje
por los países del África del norte, convencido de que de los
intercambios culturales no se obtienen más que ventajas,
con la certeza de que la cultura ha de ser el medio de
cicatrizar antiguas heridas y sanar úlceras insaciables, que
han permanecido demasiado tiempo sumidas en la
indiferencia generalizada.
“Le poète de la Méditerranée”. Así era definido en
aquel lejano 1992 por Najette Kecem en “La Presse” de
Túnez. Desde entonces hasta ahora ha recorrido algunos
caminos, llegando hasta el impío desierto de la Hamada, a
los campamentos de Refugiados Saharauis, a los que les ha
dedicado sus últimos trabajos: I guardiani delle scimie, Oltre
i Veli del silenzio (traducida al español y al catalán), Il ladro
delle stelle, Saharawi, memorie di libertà, confirmándose
como defensor de los pueblos oprimidos. Anteriormente
había sido promotor de otras iniciativas nacionales de
solidaridad con los pueblos.
“Cuore del Sud” 1991, “La cultura per una nuova
scuola intercomunitaria”, Roma Palacio Valentini, 1993, y en
Mayo de 1996, en la Librería Il Manifesto en Roma, “La
Cultura come strumento di libertà dei popoli”.
Recientemente, en Enero del 2000, se desplazó junto
con Giorgio Fornoni a los territorios ocupados por Marruecos,
a la ciudad de El Aaiún, en el Sáhara Occidental, cuyo
reportaje está incluido en las páginas de este libro.

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Bianca

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