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VIERNES, 23 NOVIEMBRE 2001 LA VANGUARDIA 13

LA POLÉMICA SOBRE EL “QUIJOTE” Y LOS DUENDES DE SU PRIMERA EDICIÓN

La publicación hace dos semanas en este suplemento del artículo “Duendes en das de Miguel de Cervantes”, y Rico, filólogo y académico de la Lengua, autor
la imprenta del ‘Quijote’”, de Andrés Trapiello, y la consiguiente réplica la pasa- de la más conocida edición crítica del “Quijote”, sobre el proceso de producción
da semana de Francisco Rico han dado pie a una polémica con amplias repercu- de la primera edición de la novela y las causas de sus “erratas”. Andrés Trapiello
siones en los medios culturales del país. Discrepan Trapiello, autor de “Las vi- contrarreplica así los argumentos de Francisco Rico.

Asesinato en la imprenta de Cuesta


ANDRÉS TRAPIELLO ceando el original, después de conta- que esa primera edición salió con
do letra por letra, ya que en la im- tantas erratas? ¿Lo hizo a propósi-

Y
a sabía yo que mi floren- prenta no había tipos suficientes pa- to? ¿Era tonto de baba, un sabotea-
tino amigo Francisco Ri- ra componerlo de seguido, y que el dor, un borracho? No, para F. R.
co (a quien me gustaría procedimiento era habitual en los li- fue alguien muy astuto que lo hizo
llamarle aquí, por el cari- bros en cuarto. Sabemos sin embar- pensando en el propio F. R., con el
ño que le tengo, Paquito o Pacolete, go que la imprenta de Cuesta era im- fin de darle pie al lucimiento cinco
de no ser porque una polémica tan portante y el propio F. R. nos infor- siglos más tarde. Y si Paco, que es
trascendente como ésta aconseja el ma de que, al mismo tiempo que el catedrático de Literaturas Hispáni-
F. R. o simplemente Paco) iba a con- “Quijote”, se imprimía otro “gordí- cas Medievales con una excenden-
testar mi artículo sobre las erratas simo infolio”, haciendo necesaria cia de seis años para la promoción
de la primera edición del “Quijote” incluso una segunda prensa. de la investigación universitaria pa-
y su disparatada hipótesis de la ma- gada por la Generalitat de Catalu-
nera en que fuera compuesto ese li- Los infolios nya, si él lo dice, eso tuvo que ser.
bro. Lo sabía porque es de los que Punto redondo.
siempre quiere caer de pie, como Bien. Imaginemos que esto es
los gatos. Confieso incluso que esta- una novela policíaca. Un infolio, y Ciencia detectivesca
ba intrigado por su respuesta y pre- esto debe saberlo hasta F. R., com-
viendo él mi impaciencia me la hi- promete el doble de tipos que un li- En fin, no vamos a repetir lo di-
zo llegar a Madrid por mensajero de bro en cuarto. Sólo una forma de in- cho. Ni siquiera vale eso de que los
tres mil pesetas un día antes de que folio da para componer un pliego de libros “solían” imprimirse como
apareciera el viernes pasado en este uno en cuarto. Dicho de otro modo: asegura él. ¿Siempre era así? ¿Siem-
suplemento, editada en una primo- en las páginas uno, cuatro, cinco y pre y en todas las imprentas? Ni es
rosa plaquette de color gris lamido, ocho de un infolio, o sea, en una for- verdad ni puede serlo ni viene
tan adecuado a su autor, y acompa- ma de infolio, podría haber tipos su- a cuento. Ya lo decíamos: cien con-
ñada de la siguiente nota: “Ahí tie- ficientes como para componer todo jeturas no hacen una evidencia ni
nes materia para otra media docena un pliego en cuarto. Pero además, si cien conejos un caballo. Es la ley
de artículos de periódico y más pági- se dispone de dos prensas, lo razona- de oro de la ciencia detectivesca, a
nas perdidas en tu salón... La tirada ble es que se tenga material con que la que F. R. ha querido jugar. No tie-
ARCHIVO
es casera: no te fijes en el registro. alimentarlas. ne que contarnos cómo sucedían las
Con el tirón de orejas, el afecto de ¿Por qué razón iba Cuesta a im- La entrada de Don Quijote en Barcelona vista por Jaime Pahissa cosas en los siglos XVI y XVII, sino
siempre, Paco”. primir al mismo tiempo y a medias cómo sucedieron realmente en la
No media, tres docenas comple- dos libros, troceándolos, cuando po- En fin, estas son las únicas pre- imprenta de Cuesta, y de esto F. R.
tas me gustaría dedicarle, para con- día componerlos de uno en uno, en- Rico tiene que contarnos guntas que tiene que responder sua- sabe, hoy por hoy, lo mismo que
tentar su conocida modestia, pero teros, y abreviar el trabajo? Dicho vemente y sin ruido, aunque puede yo y lo mismo que usted, amable
me temo que esto no dará ya más de otro modo, ¿por qué ir a la pata
no cómo sucedían las aturdirnos con las maracas de la eru- lector.
que para un par de cuartillas. En coja cuando se tienen dos piernas? cosas en el siglo XVI, sino dición cuanto quiera, porque ya Las cosas en este aspecto estaban
cuanto a los lectores del “Salón de Incluso cuando cita F. R., como au- sabemos desde Góngora que el mar bien tal como estaban hace quinien-
pasos perdidos”, entre los que me toridad, a Alonso Víctor de Pare-
en la imprenta de Cuesta, es sordo y la erudición engaña. La tos años y no se entiende por qué ha
gusta que se cuente mi solícito F. des, sólo le puede arrancar un muy y de eso sabe lo mismo milonga seguirá siendo milonga. querido complicarlas, a no ser que
R., me temo que son de los que titubeante “no parece puede haber A mi buen Paco la imprenta de realmente le ocurra como a ese de-
que usted y que yo
creen que la filología, como decía fundiciones suficientes para que se Cuesta unas veces le parece peque- tective tan despabilado y sin escrú-
Bergamín, y salvo honrosas excep- deje de contar”; y cuando cita a Jai- ña y otras la encuentra grande, se- pulos que sólo puede resolver los
ciones, es el arte de cortar pelos en me Moll, un “en la imprentas no gún le conviene. Unos días es lo bas- asesinatos que él mismo comete.
tres, y la literatura, hoy por hoy, es hay habitualmente tipos suficien- tante modesta como para no tener Nada más. En cuanto a mis orejas,
un asunto muy serio, aunque se en- tes”. ¿Ese “no parece puede” y ese de que todos los tipógrafos fueran tipos más que para componer de la F. R. es el menos indicado –creo
tretengan con ella los filólogos. “habitualmente” es todo lo que ha masoquistas o alumnos del F. R. manera que él supone, y otros es lo yo– para acercarse a ellas; ahora, a
Pero vayamos al grano con un re- podido atropar? Acabáramos: Pare- de la época, enseñados a hacer difí- bastante rumbosa como para em- Paco, Paquito o Pacolete le consta
sumen. Mi alucinado Paco dice sa- des y Moll también están en la cuer- cil lo fácil y oscuro lo que resulta me- plear incluso a un corrector... Por que las tiene siempre a su entera dis-
ber que el “Quijote” se compuso tro- da floja. Cabe, claro, la posibilidad ridiano. cierto, si tenía corrector, ¿cómo es posición.c

Diez días en la Unión Soviética


rio”. Es así como “El viaje” escapa de todo
marco previsible y nos seduce por lo que tie-
ne de testimonio y de interpretación, pero
también de elaboración y de tensión.
El punto de arranque del libro son los diez
DOCUMENTO n días de estancia en la Unión Soviética (de
“El viaje” LAS CLAVES Moscú a Tbilisi) invitado por la Unión de Es-
................................................................. critores de Georgia. Este viaje le sirve de estí-
Sergio Pitol
mulo para recrear lecturas, visitar museos e
iEL AUTOR. Nacido en Puebla (Mé- iglesias, pasear, soportar con dificultad a los
ANAGRAMA c 116 PÁGINAS c 1.900 PESETAS
xico) en 1933, Sergio Pitol se trasladó memos de la burocracia y refugiarse en algu-
JUAN A. MASOLIVER RÓDENAS desde muy niño a Córdoba, en el esta- nos amigos. Somos así testigos del recorrido
do de Veracruz. El desarraigo y la ca- de un hombre solitario que reflexiona y vive

L
a escritura de Sergio Pitol está pro- rrera diplomática le alejaron de su al mismo tiempo aventuras extraordinarias.
fundamente marcada por el entorno país durante varias décadas. Ha obte- Especial interés tienen las páginas dedicadas
geográfico, por algunas experiencias nido el premio Nacional de Literatu- a Marina Tsvietaieva, a Gogol y al cuadro
traumáticas a lo largo de su vida ra, el Herralde de novela y el Juan Rul- “Los peces rojos” de Matisse. Pitol es lúci-
–que se remontan a su infancia en Potreros y fo por la obra de una vida. Sus relatos do, radical y exigente con sus lecturas. Pero a
a la muerte de su madre en el río Atoyac–, por aparecen reunidos en “Todos los cuen- este rigor, independencia y sensibilidad hay
la lectura y relectura de autores con los que se tos”. Entre sus novelas destacan “El ta- que añadir la fuerza narrativa y el hecho
identifica y por la biografía de muchos de ñido de la flauta”, “El desfile del de que dichas lecturas nos acerquen a la obra
ellos, por la pintura y la música y por su con- amor” y “Domar a la divina garza”. del propio escritor y a su persona.
ciencia política. Una escritura estimulada en “El arte de la fuga” le ha consagrado De ahí surgen las importantes páginas dedi-
igual medida por la pasión, la inteligencia como uno de los grandes escritores cadas al santo niño cagón, a la defecación in-
analítica, la compasión y un humor que se contemporáneos en lengua castellana. fantil y al festín fecal que nos remiten a “Do-
mueve entre la hilaridad, la sorna y el demole- mar a la divina garza”, o las que no remiten a
dor sarcasmo. Finalmente, su visión de la rea- iLA OBRA. Memoria, ensayo y narra- uno de sus libros más queridos, “El vals de
lidad está transformada por medio de lo que ción se confabulan en esta obra del au- Mefisto”. Hay que añadir los excelentes retra-
él llama, en “El viaje”, la alquimia delirante, tor mexicano para ofrecernos un reco- tos, muy en especial el de Marina Karapetian,
la que nos conduce al corazón del carnaval, rrido por la vida y obra de los grandes las descripciones de Praga, las distintas aven-
allí donde las visiones de ebriedad y las pala- maestros de la literatura rusa y por al- turas, unas divertidas y otras escalofriantes,
EFE
bras secretas revelan la alegría y el asombro. gunas de sus ciudades más queridas, narradas con humor y con “pathos”. Un bre-
Hay una estrecha relación entre “El viaje” El escritor mexicano Sergio Pitol como Praga y Tiflis. Un testimonio de ve libro que va creciendo en su interior para
y “El arte de la fuga” en el carácter multifacéti- los aires de cambio en la Unión Sovié- arrastrarnos en un torbellino delirante, de la
co, en las notas autobiográficas y, sobre todo, Tsvietaieva, con la que aquí se identifica ple- tica. Y una serie de observaciones de exaltación casi mística a remansos de una pro-
una “estrategia narrativa” que es la que los namente, señala “su tratamiento formal, la se- Sergio Pitol sobre su propia escritura sa casi idílica. Pitol ha regresado a lo mejor de
convierte en libros excepcionales e inclasifi- gura y audaz estrategia narrativa”, contada y sobre su personalidad. sí mismo y nos lo ha transmitido en una ver-
cables. A propósito de los ensayos de Marina “con un ritmo inesperado no exento de deli- dadera exhibición de felicidad narrativa.c

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