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Fecha: 15 de diciembre de 2000

De: Comité Portavoz del Departamento de Ciencias Sociales

A: La comunidad del Recinto Universitario de Mayagüez y a la Prensa de Puerto Rico

RE: El derecho de la facultad a evaluar y a ser evaluada

Por este medio queremos informarle a la comunidad universitaria sobre el peligroso giro que ha
tomado la alta administración de la Universidad de Puerto Rico hacia la participación de la
Facultad en la toma de las decisiones que más directamente le afectan. Veamos:

1. En el contexto de la demanda incoada por los/as profesores/as del Departamento de


Ciencias Sociales del RUM, impugnando la contratación ilegal e imposición como
director de Departamento del Dr. Juan Hernández Cruz, la defensa legal de la
administración de la UPR alegó en el Tribunal Superior de Mayagüez que las
Certificaciones de los Senados Académicos y hasta las directrices de contratación de
personal docente de la Rectora son meramente expresiones de “política interna” de los
Recintos que carecen de peso legal. Es decir, ¡la administración no está obligada a
acatar sus propias reglas y mucho menos a las certificaciones de los Senados!

Esto son argumentos lamentables e incorrectos. Un precepto legal básico es que las
organizaciones, particularmente las públicas, están obligadas a acatar sus reglas
internas. Sin embargo, la administración de la UPR ahora alega que tiene plena libertad
para hacer cualquier cosa que la Junta de Síndicos le permita hacer. En otras palabras,
la Facultad no tiene ningún vehiculo efectivo para ejercer influencia. Recordemos que
sólo contamos con dos representantes ante la Junta Administrativa y dos ante la Junta
de Síndicos.

2. En una carta dirigida a varios/as profesores/as del Departamento de Ciencias Sociales,


el Presidente de la UPR, el Dr. Norman Maldonado, hace una novel interpretación del
Reglamento General de la UPR amparándose en sus artículos 46 y 47:

“Distinto a lo planteado por usted y los demás miembros de la facultad, ni la


ley ni la reglamentación universitaria requieren de la previa evaluación
de los pares para ocupar un puesto docente en el sistema universitario”.

De nuevo nos encontramos ante una opinión incorrecta y en violación crasa del
Reglamento General de la UPR. No sabemos por qué el Dr. Maldonado cita los
artículos 46 y 47 ya que estos tratan sobre los requisitos mínimos para reclutamiento y
el proceso de convalidación de grados.

Sin embargo, lo más interesante es notar cómo el Dr. Maldonado convenientemente


omite en su carta al Artículo 41. La sección 41.3.4 explícitamente desmiente la
“opinión” del Dr. Maldonado:

“Los rectores nombrarán el personal universitario en sus respectivas


unidades, después de considerar la recomendación de los decanos de
facultades, directores-decanos, o decanos de dependencias académicas que
no sean parte de un colegio o facultad. En el caso del personal docente,
se consultará previamente al profesorado a través de los comités u
otros organismos establecidos en este reglamento.”

Entendemos, además, que el Presidente debe hacer referencia y reflexionar sobre las
siguientes citas. En el Artículo 7, Sección C.7, de la Ley de la Universidad de Puerto
Rico (UPR) se establece que entre los deberes y atribuciones de los rectores de las
unidades institucionales está

“nombrar o contratar el personal universitario de su unidad institucional. Los


decanos propondrán el nombramiento o contratación del personal docente a
recomendación del director del departamento o dependencia correspondiente,
previa consulta de éste a los miembros de dicho departamento o
dependencia”.

La Sección 33.1 (Principio de Mérito) del Reglamento General de la UPR establece que:

“La Universidad, a través de los distintos organismos correspondientes a cada


nivel del Sistema, proveerá los mecanismos necesarios para que el ingreso y
el ascenso del personal universitario se efectúe sobre las bases de
competencia, tomando en cuenta los méritos de los distintos candidatos, de
manera que la selección recaiga sobre los más idóneos”.

No es de extrañar que el Dr. Maldonado, conveniente y acomodaticiamente, olvidara estas


secciones en su carta. Pero más importante aún, el Dr. Maldonado en efecto admite que no se
llevó a cabo ninguna consulta (en el caso del Dr. Juan Hernández Cruz) y evidencia la actitud
negativa de su administración hacia el derecho de la Facultad a participar de forma
substantivamente importante en decisiones fundamentales sobre su futuro individual y
colectivo, particularmente en el reclutamiento, evaluación y contratación del personal docente.

Todos sabemos que la Universidad de Puerto Rico nunca ha sido un institución democrática.
Sin embargo, tenemos que manifestarnos enérgicamente ante la burda intención de la actual
administración universitaria de eliminar todo vestigio de las pocas oportunidades que tiene la
facultad para ejercer alguna influencia sobre su futuro.

Con esta decisión, el Dr. Maldonado, en aras de “proteger” a sus subordinados/as y su posición
como Presidente de la UPR, le ha hecho un grave, y quizas irreparable, daño a la principal
institución docente del país y a los principios básicos de mérito y democracia en los cuales ésta
está fundamentada.

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