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ASCENSIÓN A LOS PICOS

GUANALÓN Y COGOLLU,
DESDE LORÍO

ACERCAMIENTO EN COCHE HASTA EL INICIO DE LA RUTA


SALIDA DE: Oviedo HORA: 07:30
LLEGADA A: Lorío (Laviana) HO RA: 08:45
TIEMPO EMPLEADO: 1 hora y 15 minutos KILÓMETROS: 53
De Oviedo a Riaño se va por la A-66, con dirección a Mieres, dejando la autopista a la altura
de la localidad de Olloniego, donde se toma la carretera autonómica AS-116, que nos deja a la
entrada del polígono industrial.
En Riaño se coge la AS-117, llegando a Pola de Laviana donde paramos para coger pan y
aprovechamos también para tomar un café.
De Pola de Laviana salimos por la misma AS-117 y llegando al pueblecito de Lorío
aparcando el coche en la explanada que hay junto a la iglesia parroquial.

* Fecha: 8 de mayo de 2.010 (sábado)


* Quienes realizaron la ruta: Jonatan, Javi Gudín y Santos
* Tipo de ruta: circular [Mapa: hojas 53-IV y 54-III del I.G.N.]
* Tiempo total empleado (incluidas las paradas): 9 horas y 25 minutos
* Distancia total: 23,7 Km
* Desniveles:
- Desnivel máximo de subida: 901 m. (desde los 328 m. de Lorío, hasta los 1.229 m. de la
cumbre del Guanalón)
- Desnivel acumulado en subida: 1.127 m.
* Condiciones atmosféricas: I Las previsiones meteorológicas de los días previos anunciaban la
posibilidad de un tanto por ciento muy alto de precipitaciones para ese día.
Amaneció muy nublado y gris; nubes altas y oscuras que en algunas zonas de los valles se
tornaban como en niebla.
La mañana continuó con esa tónica de bastante nubosidad, pero sin querer amenazar lluvia, e
incluso hacia el mediodía abrieron algunos claros.
Estando en la cima del Guanalón vimos cómo hacia la zona del Retriñón y Peña Mea estaba
muy cerrado, con una nube que parecía estar descargando lluvia, y que parecía dirigirse hacia
nosotros, y aunque nos cayeron cuatro gotas, esa nube se desvió y paso de largo. Luego volvieron a
abrirse claros que incluso permitieron que hubiera algunos momentos de sol.
A primera hora de la tarde el cielo volvió a cerrarse y nos acabó cayendo un chaparrón, a eso
de las 4,30 o 5 h. de la tarde, cuando estábamos pasando por la aldea de Fombermeya, que duró una
escasa media hora, para luego volver a abrir un poco.

Iniciamos la ruta en el pueblo de Lorío (Llorío), dejando el vehículo estacionado junto a la


iglesia parroquial de San Martín de Tours: “Edificio románico reformado en su totalidad desde
finales del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII. Las reformas supusieron varios cambios:
ampliación de las naves, reconstrucción de la capilla mayor, inclusión del Santuario de Nuestra
Señora de la Encarnación dentro del templo, etc. Este nuevo espíritu contrarreformista tiene su
mayor esplendor en los magníficos retablos barrocos que posee esta iglesia, los cuales son de gran
valor dentro de la comarca del Valle del Nalón. Toda la obra de imaginería debe ponerse en
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relación con la escuela del escultor ovetense Antonio de Borja al que se le encargaron estos trabajos
por su relación familiar con los marqueses de Santa Cruz, presenteros de este templo”.

Por la calle principal del


pueblo nos vamos adentrando hacia el
interior, contemplando varios bonitos y
bien conservados hórreos, alguno de
ellos adornado con los típicos y
ancestrales aperos agrícolas y
ganaderos utilizados en la zona, al
tiempo que también observamos bellos
y recogidos rincones.

Atravesamos en su
totalidad el pueblo con
dirección a la parte alta del
mismo, coincidente con el
cauce del arroyo que lleva el
mismo nombre, donde
finaliza el tramo asfaltado, y
por donde tomamos una
caleya de tierra que al
instante realiza un
pronunciado giro a la
izquierda, comenzando a
afrontar un tramo empinado
que en pocos metros nos sitúa junto al depósito de agua.
Inicialmente nuestra
intención hubiera sido realizar toda
la subida por lo que es el valle del
arroyo del Monte, situado a mitad
de camino entre el propio pueblo
de Llorío y el vecino Soto de
Llorío. Pero en este punto concreto
del camino, junto al depósito de
agua, parece ser que fue donde nos
despistamos un poquito, y en lugar
de tomar algún otro camino o
sendero que posiblemente se
desviara a la izquierda con
dirección a enlazar con dicho valle,
proseguimos hacia la derecha por la
caleya que vimos que tenía mejor
trazado y anchura, y que parecía continuación de la que procedíamos. Aunque así y todo,
posteriormente todavía nos quedó la duda de sí realmente habría en ese punto algún camino que
enlazara con el valle referido, o quizás tendríamos que haber tomado anteriormente en el mismo
pueblo algún otro camino distinto.

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Lo cierto es que, junto al depósito del agua, tomamos caleya arriba por el valle del arroyo de
Llorío.

Ese ancho
camino, apto
para circular tractores,
nos llevó hasta las
amplias y despejadas
praderías de Los
Pedregales, donde
finalizaba su trazado
al pie de la portilla de
acceso a las mismas,
y en mitad de las
cuales estaba asentada
una gran cuadra de
bloques de cemento.
Tras
comprobar que no
existe ningún otro
camino, saltamos la
portilla y atravesamos
en una empinada subida los prados de esta finca. Y en su parte alta volvemos a saltar otra portilla,
enlazando con una caleya por la que proseguimos la marcha.
En este tramo la cosa se complica un poco, pues aparte de que la caleya está de por sí con
mucho barro a causa de las últimas lluvias, nos encontramos con varios cruces y posibles desvíos con
otros caminos. Así que echando mano del mapa, de la cartografía del G.P.S. (el track no nos servía
de mucho, pues estaba realizado por el valle contiguo), y sobre todo de la intuición, vamos lenta y
fatigosamente (debido al barro y a lo cerrado que estaban algunos tramos) ascendiendo.

De esta manera salimos a El


Mayaón, con varias cabañas
desperdigadas por los prados
colindantes, y donde nos
encontramos un cruce de caminos.
Parece ser que el que parte hacia la
izquierda, bordeando el reborde de la
crestería que se despliega a nuestra
izquierda, lleva a enlazar con el
camino que discurre por el valle del

arroyo del Monte, nuestra opción inicial


de subida; pero tendríamos que perder
algo de altura, y no nos hace muy
gracia. Así que proseguimos la marcha,
ahora por una caleya más ancha y de
mejor caminar, por la ladera del valle del
arroyo de Llorío.
Al poco pasamos junto a las
cabañas de la majada de Fresnéo, en
bastante buen estado de conservación .
Durante todo el trayecto hemos podido
comprobar cómo la niebla se cierne en
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las alturas sobre los montes y los picos hacia los que nos dirigimos, y no parece que tenga intención
de abrir.

Proseguimos ganando altura y acercándonos a la cabecera del valle, que se ve cerrado en su


parte alta por el anfiteatro que forman las formaciones rocosas del pico El Cordal, la Peña les
Boñiques y el Cerro Bermejas.
Llega un momento en que el camino comienza a desviarse hacia la derecha, como intención de
bordear esa formación montañosa
por la ladera de ese lado. Así que
abandonamos ese camino, y
tomamos un sendero que sale
hacia la izquierda, afrontando la
despejada pradería de la ladera del
Cerro La Cobaya.

Remontamos la empinada
pradera de esta ladera, por
un desdibujado sendero que nos
lleva a pasar por una precaria
cuadra cobijada al abrigo de un
peñón y varios árboles , y por el
que alcanzamos el despejado
collado del Cerro La Cobaya, cuya abultada prominencia se levanta a nuestra izquierda.

Desde el collado iniciamos


una bajada por la cabecera
del valle opuesto, es decir, el valle
del arroyo del Monte, por donde
inicialmente hubiéramos tenido
intención de haber subido.
La bajada en diagonal, con
tendencia a ir hacia la derecha, nos
lleva a atravesar las Llamargas de
la Cobaya, en donde enlazamos
con el sendero procedente del valle
del arroyo del Monte, al tiempo

que nos vamos arrimando a


las verticales estribaciones
del pico El Cordal.

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Por el precario sendero, en
ocasiones entallado en la roca,
vamos bordeando los
escabrosos peñascales, al
tiempo que atravesamos la
zona alta de un bosque de
hayas.

El sendero nos lleva


hasta la despejada
campera del Collado El
Navalín, en mitad de la cual
hallaremos una fuente con
abrevadero. Hasta aquí llega la
pista de tierra procedente de
Soto de Llorío, y que discurre
por todo el valle arriba del río
Soto.
Atisbamos a ver hacia

la margen derecha del collado las casas


de la aldea de Fombermeya, por donde
pasaremos posteriormente en el
itinerario de vuelta.

Proseguimos la marcha por el


camino que discurre por lo alto
del collado, dejando de lado el que
parte hacia la derecha con dirección a
una gran nave de ganado y a

Fombermeya, y que nos conduce


directamente a adentrarnos al bosque
de So Grande. Vamos teniendo la
fortuna de que según va avanzando la
mañana, las nubes y la niebla poco a
poco se van esfumando, y frente a
nosotros ya podemos contemplar el
Guanalón en todo su esplendor; así
como también el collado de Huella
Carbaya, nuestro próximo lugar de
paso.
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El sendero, con ligera
trayectoria en diagonal va
atravesando el bosque de So
Grande, uno de esos preciosos y
frondosos hayedos, con
centenarias hayas, alguna de las
cuales yacen en el suelo
tumbadas por el viento y el
inexorable paso del tiempo, y

cubiertas por una delicada y bonita


capa de musgo, líquenes y hongos.

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Por la parte alta del bosque
salimos a un inclinado prado,
que será por donde alcancemos el
collado de Huella Carbaya. En la
parte izquierda, y al abrigo de las
peñas veremos la entrada a una
cueva, que parece estar aprovechada
como improvisado corral para
guardar las cabras.

Poco antes de alcanzar el


collado, si echamos la vista atrás,
por encima de la frondosidad del
bosque podemos contemplar la
pequeña serranía formada por el
Cerro Bermejas, la Peña Les
Boñiques y el pico El Cordal, al
otro lado del cual dejamos el
valle por donde hemos subido
desde Llorío.
Saliendo al collado
comenzamos también a divisar el

tramo final de la Sierra del


Crespón (o Sierra Escrita),
destacando sobremanera el Cogollu
y el Corbellosu.

Desde el collado debemos


al principio perder algo de
altura para proseguir la marcha por
el sendero que sale hacia la ladera
de la margen izquierda, con
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dirección hacia la entalladura de un barranco por donde parece discurrir un arroyo, mientras
contemplamos abajo a nuestra derecha, las cabañas y praderías de la braña Los Collaos, otro de los
lugares de paso en el itinerario de vuelta; mientras que en lo más alto Peña Mea parece no querer
desprenderse del gorro de niebla que la cubre.

La corta bajada da paso a una


prolongada subida por toda la ladera
arriba, pasando a medio camino junto a
otra fuente con abrevadero, ubicada en la
cabecera del arroyo; para a continuación
proseguir el empinado ascenso.

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Finalmente alcanzamos
la despejada campera del
Collado Recabáu, donde
conviene tomarse un pequeño
respiro antes de afrontar la
subida final al Guanalón.
Subida que desde el mismo
collado realizamos por su cara
Sur, más accesible y cómoda.

Por entre el roquedal calizo subimos


siguiendo el difuminado sendero, por el
que encontramos algún que otro
desperdigado hito que nos va orientando
en la aproximación a la cima.

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Sin mayores dificultades
alcanzamos la cumbre del
Guanalón, de 1.229 m. de altitud,
coronada por un buzón de cumbres
cilíndrico, de acero inoxidable, en
cuya tapa está grabada la siguiente
inscripción: “Picu Aguanalón, 1.231
mt. Club Jultayu, La Felguera”.

La suerte nos seguía


acompañando, y a esta hora del
día la niebla y las nubes se habían
despejado bastante, permitiéndonos
disfrutar de las maravillosas vistas
que este pico nos ofrecía.

Alcanzábamos a divisar Pola de


Laviana; el sector oriental por el

que distinguimos el Cullargayos,


Peña Riegos, La Frayada, Peña
Llagos, el picu Fresnos; hacia el
Norte la Sierra de Peña Mayor y
La Xamoca, y la franja
septentrional de la Sierra del
Crespón, encabezada por el picu
Arganosa (o Llampaces), Peña
Escrita y el picu Rearcu; y hacia el
Sur la imponente mole del
Retriñon, el picu La Forcada, así
como el Corbellosu y el Cogollu.

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Unos negros nubarrones que se
cernían desde el Sur, y que no presagiaban
nada bueno, no permitieron que la parada
en la cumbre se prolongara excesivamente,
pues en todo caso siempre sería mejor que la
lluvia nos pillara una vez descendidos de la
cumbre.

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Retornamos nuevamente
hasta el Collado Recabáu
sin que la lluvia hubiera hecho acto
de presencia, apenas cuatro
desperdigadas gotas llevadas por el
viento; pasando de lado los
nubarrones y abriéndose
posteriormente bastantes claros que
incluso permitieron en ocasiones
que saliera el sol, aunque fuera
tímidamente.

Por lo cimero del cordal pasamos


del Collado Recabáu al contiguo Collado
Robiella, desde el que por la margen
izquierda del marcha, debemos bajar y
perder algo de altura para enlazar con el
collado Collalmonte.

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Desde ese collado nos
introducimos en otro precioso
bosque, el de La Condilexa, por el que
tenemos que afrontar otra subida, a
mitad de la cual nos encontramos con
una estratégica fuente de muy frías y
refrescantes aguas.

Salimos a la parte alta del


bosque para alcanzar un
collado que da paso a la majada de
Cogollu, mientras a nuestra derecha
vamos dejando la puntiaguda figura
del picu del mismo nombre.

Desde el mismo collado


afrontamos la subida al picu
por la misma crestería que
conduce directamente a su
cumbre.

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El Cogollu, de muy similar
altura que el Guanalón,
1.225 m., es otra estratégica
atalaya y un bello mirador desde el
que recrearse en la contemplación
y el disfrute de las vistas

panorámicas que nos ofrece, muy


similares a las que hemos podido
apreciar desde el Guanalón.
Está coronado también por
un metálico y cilíndrico buzón de
cumbres, situado a ras de suelo, en
cuya tapa figura grabada la
siguiente inscripción: “G. M. Los
Marchosos, Pico Cogollo. 27-8-
1.999, 1.222 m.”

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Una cómoda bajada
por su ladera Sur nos
lleva a una colladina situada
al pie del pico del Arroz,
apenas una pequeña loma de
escasa altitud, donde
aprovechamos para comer el
bocadillo y reponer fuerzas;
prosiguiendo luego la marcha
hasta el collado Peruques,
ubicado al pie de la casi
infranqueable pared
septentrional del Corbellosu.
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Desde el collado nos lanzamos
ladera abajo, inicialmente por un
sendero ganadero que posteriormente
desaparece prácticamente por completo,

y atravesando una zona boscosa


que da la impresión de estar muy
poco transitada y apenas
frecuentada.
Casi pegados al cauce de un
arroyo, llegamos a las abandonadas
cabañas de la braña La Sal, por
donde retomamos un más marcado
y visible camino.

Este camino/sendero va
discurriendo por toda la ladera
occidental de la sierra, casi por el
fondo del valle, pero sin poder llegar a
ver el río que lo atraviesa debido a la
espesa vegetación lo recubre.

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A nuestro paso nos vamos
encontrando restos de antiguas
cabañas, y atravesamos algún que
otro reguero.

Pasamos por delante de las cabañas de la


braña La Gabilancera, situada al pie de
otro pequeño reguero, que también
debemos atravesar.

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En algún que otro reborde del camino, en el que
la vegetación y el arbolado son menos espesos,
podemos contemplar en lo alto de la sierra la cumbre
del Cogollu.

Proseguimos bordeando
esta interminable ladera ,
y poco antes de llegar a la
braña Los Collaos, tras una
pronunciad revuelta por la que

accedemos al valle del arroyo


Cabáu, podemos contemplar al
unísono los dos picos por donde
anteriormente hemos pasado: el
Guanalón y el Cogollu, que lucen
ahora coronados por un gorro de
niebla.

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Alcanzamos las
praderías y cabañas de
la braña Los Colláos, donde
tomamos una ancha pista de
tierra apta para la circulación
de vehículos todo-terreno,
que tras larga caminata por la
misma nos lleva hasta la
aldea de Fombermeya.

En Fombermeya tomamos la carretera asfaltada que discurre a lo largo de la parte baja del
valle del Reigosu, con la constante presencia del río a nuestra derecha.

Atravesamos el pueblo del Acebal y luego llegamos al vecino pueblo de Ribota, donde
cogemos a la derecha de nuestra marcha la carreterina que enlaza con Llorío, lugar de inicio y
finalización de la ruta.
Este tramo de carretera entre Ribota y Llorío va continuamente al lado del canal de aguas de
Coruxera, para aprovechamiento hidroeléctrico.

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GRAFICO DE COTAS DE ALTITUD, DISTANCIAS, HORARIO Y TIEMPOS

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MAPA GENERAL DEL TRAZADO DEL ITINERARIO DE LA RUTA

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