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Una conferencia de Natalia Springer en el Parque Explora de Medellín

sobre una de las caras olvidadas del conflicto en Colombia

“Crónicas de una guerra contra los niños”


La otra Amazonía

Transcripción y edición: Carlos Egio


http://periodismoindomito.blogspot.com

Sincera y combativa, en esta conferencia la politóloga especialista en


derechos humanos y columnista de El Tiempo no dejó indiferente a
ninguno de los asistentes. Si algo hizo fue remover conciencias,
generar una incomodidad crítica y mostrar desnuda y descarnada la
realidad de los niños de la guerra, una de las caras más duras de
Colombia, un país atenazado por la violencia cuya ciudadanía es
muchas veces incapaz de mirar a los ojos al conflicto.

Hoy voy a hablar de los niños y tengo que hacer dos salvedades: la
primera es que jamás me podré proclamar como periodista porque no
tengo esa formación, pero tampoco sería capaz de maquillar
sonriente la indignidad que va contra los principios más básicos. Este
es un tema muy doloroso.

La segunda es que no me atrevería a atribuirme el derecho a hablar


en nombre de los niños ni de una posición política. Se trata de un
tema tan grave que tenemos que empezar a pensarlo de una forma
más responsable por encima de cualquier interés político. Ninguno
hemos conocido la paz, nuestro país está en guerra casi desde su
fundación. La guerra ha sobrevivido a muchas generaciones.

Nuestra primera reflexión: ¿Cómo es posible que esto suceda? No


deberíamos heredar la guerra pero la estamos heredando.

Vamos a hablar un crimen de guerra, un crimen contra la humanidad


pero invisible. Los peores efectos del conflicto armado pesan sobre
los más pequeños, los más pobres, los más desarmados y sin
embargo los menos escuchados porque su voz es silenciada.
Tenemos que empezar a explorar este problema de manera profunda.

Los niños son los que llevan la carga más dura, los niños están
atrapados en las dinámicas de los conflictos armados. ¿Cómo esa
guerra ocurre precisamente en medio de la Amazonía? Es muy
valiente por parte del parque [Explora] el atreverse a salir de esa
visión enamorada y romántica de la selva y contar esa otra historia, lo
que pasa y no se ve… y no se cuenta. Movido por esa convicción
fundamental el trabajo del que les voy a hablar esta tarde
[Prisioneros Combatientes: Del Uso de Niños, Niñas y Adolescentes
para los Propósitos del Conflicto Armado] hizo un diagnóstico sobre el
reclutamiento y el uso de niños, niñas y adolescentes en el conflicto
armado.

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Existen múltiples formas de victimización de los niños: convertirlos en
victimarios, obligarlos a tomar parte y atentar contra la vida o la
integridad de otros, o desempeñar labores como siembra de coca o
instalación de minas antipersona contra su voluntad. La vinculación
en todos los casos es forzada. Son empleados para combatir en todos
los grupos armados, en las bandas criminales que operan en nuestros
barrios y comunidades, en la milicia y en todo lo que tiene que ver
con el narcotráfico.

La metodología de este estudio fue muy ambiciosa. No solo se


entrevistó a más de 600 sujetos, sino que también se entrevistó a los
victimarios para saber por qué los reclamaban y a la gente de los
municipios para conocer si existen condiciones estructurales que les
empujan a la guerra.

El reclutamiento es siempre forzado

Les puedo contar en primer lugar que, contrariamente a la percepción


que existe en las ciudades, el reclutamiento de niños es un crimen en
aumento que en particular va en contra de los argumentos de
seguridad. En parte es un efecto perverso de la política de seguridad
democrática [la política de lucha contra la violencia del Gobierno de
Álvaro Uribe], se empezó a necesitar una mano de obra gratuita que
pudiera infiltrarse con facilidad y fuera fácilmente manipulable.

El promedio de ingreso a los grupos armados ilegales es a los doce


años. La base de esa edad son los seis años pero hasta hay casos de
cuatro años de edad. Esto revela que al menos entre los seis y los
catorce años hay un patrón sistemático. Esto no es solo algo que
debe indignarnos, se trata de un crimen de guerra, contra la
humanidad, que hay que denunciar.

Hay muchos más niños que niñas pero si vemos en funciones como el
auxilio, la milicia, la cooperación y la servidumbre sexual aumenta la
proporción de niñas.

Los grupos armados prefieren a los niños indígenas. No habíamos


detectado ese patrón con anterioridad porque son poco más del tres
por ciento de la población y no aparecen en los datos de volumen.
Pero si miramos la población indígena en el Guaviare o en el Sur nos
daremos cuenta de que estamos viviendo uno de los mayores
crímenes contra esta comunidad.

Los prefieren porque registran altos índices de permanencia. En


organizaciones legítimas se ha hablado del reclutamiento voluntario y
eso es falso. Un niño puede sentir atracción por las armas y los
uniformes pero si está en Suecia no va a la guerra. Van en Colombia
porque el conflicto les rodea. Ingresan a las filas de grupos que
conocen porque miembros de esos grupos han entrado en contacto

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con ellos en cuanto circulan por sus zonas de habitación y porque en
las organizaciones cuentan con familiares y amigos. El método es un
método de vinculación progresiva y sistemática. Llevan a cabo
contactos eventuales, valoran potenciales combatientes y buscan los
que están en más riesgo, los más vulnerables. Hay una gran relación
entre el desplazamiento forzado y el reclutamiento de niños.

Entre la población más vulnerable siempre habrá un mercado de


niños en extrema situación de riesgo. El Estado no ha puesto en
marcha los mecanismos para proteger a las personas desplazadas de
este crimen. Me pregunto el efecto que tendrá la ola invernal y les
aseguro es algo que no me deja dormir.

Un porcentaje muy alto de los niños entrevistados, uno muy alto de


niños indígenas, reportó haber hecho alguna labor directamente
relacionada con actividades violentas antes de su vinculación formal.

¿Por qué habían ingresado?

“Mi mamá me dijo mijo váyase con los muchachos [como se llama a
los guerrilleros en algunas zonas de Colombia] porque con nosotros
se va a morir de hambre”.

Una proporción cercana al 70% dijo haber llevado a cabo actividades


como ensamblaje e instalación de minas antipersona. Esto tiene
elementos verdaderamente grotescos, la razón por la que usan niños
para esto es muy sencilla: como las minas antipersona son
artesanales y muy inestables los accidentes son múltiples y prefieren
que muera un niño a que lo haga un combatiente profesional.
También dijeron haber hecho transporte de alimentos y remesas y, en
el caso de las niñas, se citó la servidumbre sexual.

Muchos de esos niños pertenecen a una población extremadamente


vulnerable desde el punto de vista económico. Familias
multinuclerares, no solo compuestas por el madre y la madre sino por
abuelos, tíos… Son familias extensas que son la mejor manera de
llevar la economía de conjunto.

Esos niños antes de ingresar al grupo armado habían migrado en


promedio cuatro veces en su vida. Recordemos que comentamos que
el promedio de ingreso eran los doce años. Forman parte de familias
muy pobres que no tienen ahorros y que dependen de las
microeconomías. Una vez que termina el trabajo temporal en la
agricultura la familia se dispersa y vuelve otra vez a conformarse.
Este fenómeno es muy importante en el desarrollo de estos crímenes
porque el día que desaparecen estos niños nadie se da cuenta porque
la última comunidad en la que residen no los reconoce como propios.
Son comunidades fantasma que se mueven por todo el país. Nadie da
la alarma. En parte por eso estamos hablando de un crimen invisible.

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Como decíamos, muchas veces por razones de supervivencia cambia
la estructura medular de la familia. Muchos padres no reconocen un
crimen en entregar a sus hijos, sobre todo cuando hay otro miembro
de la familia en el grupo armado, sino como otra forma de
supervivencia no solo económica sino para protegerse del daño del
conflicto armado.

El importante papel de la educación y las comunidades

Se trata de un patrón que se va degradando y hay sistematicidad.


Antes de la entrada en la violencia de estos niños los padres deciden
sacarlos del colegio. No hay que dejar que los niños se desescolaricen
porque al hacerlo ya tienen un pie en la ilegalidad. Es supremamente
importante retenerlos. En medio de la supervivencia económica y la
violencia intrafamiliar es necesario que los maestros retengan a los
niños.

Son familias sin seguridad alimentaria, a veces se acuestan sin tener


qué dar a los hijos. Ésa es la realidad de estos niños. Al empuñar un
arma ellos se ven víctimas de un proceso de opresión del que por fin
ven una salida. Son seres humanos invisibles para las instituciones
que no reconocen tener obligación con ellos, para las autoridades, las
comunidades y sin embargo un día toman un arman y todos los ven.
Por eso creen encontrar en un arma la única manera de hacerse
visibles. Es un círculo perverso en el que estamos incluidos.

Hoy el riesgo y la vulnerabilidad más alta se encuentran en ciudades


como Medellín. En este sentido hay que llamar la atención de las
comunidades. Como ciudadanos no podemos seguir excluyéndonos y
renunciando a la política; pero no a la política electoral sino a la de los
ciudadanos que como seres políticos asumen la veeduría y el control
de lo que pasa en sus comunidades. ¿Qué sucede en los colegios de
nuestros barrios? Todo tiene que ver con nosotros y la amenaza es
gigante. Hoy buena parte de la guerra se está librando en los colegios
y en eso, en la educación, vamos a tener que apersonarnos todos. En
cosas así este parque [el Parque Explora de Medellín] tiene un papel
fundamental, es uno de los diques más grandes contra el
reclutamiento. No cesen…

Estos niños desarrollan una cierta incapacidad de establecer


relaciones sociales por lo que desconocen sus deberes y obligaciones
con los demás. No forman parte de un circuito social que vigile su
desarrollo y, como hemos indicado, algunos entran en la economía
informal a causa del desempleo.

Un comandante nos dijo que los niños tienen menos miedo, aprenden
más rápido, son la primera línea de combate, se le miden a lo que
sea, es fácil convencerlos y no cuestan nada, solo la comida.

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“Estábamos perdiendo gente y entonces vino esa hambruna por la
caída del algodón e hicimos nuestros agosto. Todos esos muchachitos
y la gente desempleada nos entregaban a los niños porque no sabían
qué hacer con eso”.

No sé si podemos seguir viviendo mucho tiempo por fuera de esa


realidad. ¿Cómo pueden hablar de moralidad los partidos sin señalar
a la corrupción? Hay que recordárselo a los partidos, los ciudadanos
tienen que volver a la política porque su ejercicio se ha
desnaturalizado notablemente.

De los padres incluidos en el estudio, dos tercios trabajaban en el


sector rural y ninguno de ellos lograba hacer ni el salario mínimo. Solo
por los reportes y lo que podemos documentar la malnutrición era la
regla. Muchos conocieron la alimentación más básica haciendo parte
de un grupo armado que los alimentaba para que pudieran combatir
porque siempre tenían sueño.

“Yo andaba rezao a mí las balas no me pasan”.

“Cuando iba a visitar a mi mamá las señoras hacían fila para que
fuera a asustar a sus maridos cuando yo antes era un don nadie”.

“De mi casa mataron a tres yo no podía dormir pensando en como


vengarme de esos hijos de puta”.

“Tendrás plata y viejas y todo lo que quieras”.

El poder del narcotráfico

Buena parte del combustible de este conflicto tan atroz procede del
narcotráfico. Los partidos deberán asumir una posición valiente para
hablar del futuro de esa guerra contra el tráfico de drogas.

El 81% de los niños entrevistados reportó no haber superado la


primaria y muchos de ellos, a pesar de pasarla, no habían conseguido
aprender a leer y escribir. No se puede hablar de un atisbo de
voluntad en un ser humano que ingresa a esa edad y en esas
condiciones a un grupo armado.

A todos esos elementos agréguenle uno más con un efecto


demoledor: la violencia intrafamiliar que como fenómeno en las
ciudades se reproduce exponencialmente. ¿Qué estamos haciendo
desde la escuela para identificar ese fenómeno y reducirlo de una
manera efectiva?

Cuando les preguntamos a esos niños que si creían que hubieran


encontrado oportunidades fuera de la violencia el cien por cien decía
no tener ninguna posibilidad de acceder a la tierra, a estudios ni a

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ningún negocio de futuro. La pobreza y la miseria en el campo se
multiplican de manera exponencial.

Todas las niñas reportaron haber tenido relaciones sexuales en el


marco de su colaboración. Se vulneraban todos sus derechos
sexuales y reproductivos. Debían dejarse “montar” por los
comandantes con el único objetivo de sobrevivir o tener algún tipo de
prebenda en el grupo armado. La esterilización es forzada, el aborto
obligatorio y en las peores condiciones y el castigo sexual es común.
La violación se toma como una manera de fortalecer el carácter,
especialmente de las niñas.

“Quedé en embarazo y me lo sacaron a patadas”.

Crece el reclutamiento en las ciudades y en los municipios más


vulnerables. Se identifican de alto riesgo 300 de 1.110.

Deshaciendo ciudadanos, la instrucción:

La instrucción ocurre en varias fases:

“En el entrenamientos unos hacían de guerrilla y otros de AUC


[Autodefensas Unidas de Colombia] y nos echábamos bala de verdad”
[declaración de un niño].

Se incluye el endurecimiento emocional que no es otra cosa que un


crimen contra la humanidad. Decían que era necesario para soportar
la realidad de la guerra, les enseñaban a cargar pedazos de cuerpos
para perderles cualquier respeto tanto a la vida como a los cuerpos
de otros seres humanos, a asesinar a cualquiera y por cualquier razón
o sin razón para romper su frágil estructura moral. Es un proceso de
contraestructura moral.

En realidad es un trauma y el impacto es muy profundo. Imagínense


lo que como sociedad nos viene encima para acoger a esos seres
humanos. Este proceso genera enormes inconvenientes en el proceso
de reintegración futura de estos niños a la vida civil.

Sin embargo, los reclutadores son personas demasiado normales; no


hay patologías particulares. El hecho de que sean tan comunes hace
que las comunidades no reconozcan en ellos personas de riesgo; son
líderes, saben escuchar, son generosos. La gente no ve en ellos un
riesgo sino un foco de atención interesante.

Los estudios sobre los torturadores latinoamericanos y los médicos


nazis han concluido que estos perpetradores son personas normales y
comunes. El examen de estos crímenes atroces ha concluido que la
explicación de estos hechos no tiene una explicación relacionada con
las características individuales de estas personas y la generalización
sería muy dudosa.

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Es más útil concluir que el reclutamiento no obedece a una patología
sino a una estrategia óptima para el desarrollo del conflicto y la
violencia. Los niños son más fáciles de manipular, de enseñar y de
tomar las primeras líneas por lo que la lógica es casi económica.

Hasta hoy, tanto el ICBF [Instituto Colombiano de Bienestar Familiar],


como otras organizaciones decían que el quince por ciento de la
población armada está formada por niños. Podemos refutar esa
declaración, los niños no son una población estática. Las cifras
oficiales parten de las cifras de desmovilizados. Un quince por ciento
se desmoviliza siendo aún niños. Si acudimos a la base de datos de
14.000 desmovilizados y cotejamos la fecha de ingreso al grupo con
la fecha de salida y la edad, con una certeza superior al 99 %
podemos afirmar que hoy el 52,1% de las FARC está compuesta por
niños.

Aproximadamente el 36% de los desmovilizados de las autodefensas


eran niños pero los datos no se pueden saber con certeza porque
antes de las negociaciones de paz se deshicieron de muchos de ellos.
Por otro lado en el ELN los menores son un 54%.

Sobre los niños recae una presión mucho más fuerte que sobre el
resto de la sociedad y emanciparse de un grupo armado es muy difícil
porque es considerado traición y se suele pagar con la pena de
muerte. Solo hay que revisar el último video que grabó Jorge Briceño
(El Mono Jojoy). En una de sus últimas escenas grabadas dice: “si esto
está lleno de niños”. Si uno repasa toma a toma se da cuenta de que
esto es así.

A los entrevistados esto les parece natural. Muchos de ellos creen que
han salvado la vida de los niños, si los hubieran dejado en sus
comunidades hubieran muerto de hambre o por la guerra.

Esto no ocurre de manera voluntaria pero hay una modalidad que


utilizan las bandas criminales cada vez más en las ciudades: la cuota
a las familias para definir la afinidad hacia uno u otro bando. Es una
práctica que se mueve entre la seducción, la violencia y la
combinación de ambos. Es imposible detectar la influencia por la
seducción o la coerción.

Conclusiones:

Quiero usar esta presentación como una denuncia y no como la


historia de algo que pasó porque esto sucede hoy en Medellín, en
Bogotá, en el Norte, en el Pacífico… Pasa hoy en nuestra casa y
depende de nosotros detener, denunciar y hacer todo lo que
podamos.

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Existe un marco de violencia que está en curso y que aún no se ha
resuelto. Cruzarse de brazos es un error no una posición política ni la
defensa de un legado. No está relacionado con ser o no uribista;
desconocer esa realidad nos hace más vulnerables a nosotros y a los
que están en altísimo riesgo. El alto impacto de la violencia en las
regiones donde habitan esos niños se convierte en una estrategia de
supervivencia o de vida.

El reclutamiento persiste y crece porque siendo invisible no existe


una red institucional esforzada en proteger a los niños de manera
sistemática y organizada. Muchas creen que consiste en ir y ver, pero
no estamos en Dinamarca.

Los niños son mano de obra básica y un grupo indispensable para el


desarrollo estratégico de los grupos armados. No pueden ser
interrogados por la justicia y por esos son perfectos para ellos. Es
algo progresivo y sistemático, ocurre ante nosotros y es nuestra
obligación cambiar esa situación.

Preguntas del público:

Público: ¿Qué es una posición valiente de los partidos? ¿Política


social o aumentar penas para los victimarios y los menores que están
en el conflicto?

Natalia: No debería decir tanto lo que pienso porque siempre me


meto en problemas. Pero han formulado las preguntas que son. “Es
que como la violencia es tan grande no podemos hacer nada,
incluidos los partidos”. Los riesgos están para todos pero ésa es la
primera decisión política que deberían adoptar todos los ciudadanos.

Estaba fuera del país y en un noticiero la Fiscalía me dice que un


sicario viene a asesinarme y tienen que llevarme. Me llevaron a una
zona militar durante dos días para protegerme. ¿Cuál es la elección
mía como ciudadano cuando veo que la violencia me somete?

¿Qué es lo que está pasando con las comunidades? ¿Qué sucede con
la educación? ¿Dónde están los partidos? En mi caso nací libre y me
pienso morir así y mucho más siendo mujer. No me debo esconder yo,
son los ampones [delincuentes] los que deberían hacerlo. ¿Cómo es
posible? Tienen las armas pero, ¿cómo es posible que nos hayamos
dejado someter? ¿Cómo es posible que los maestros hayan olvidado
que lo son en medio de la violencia? ¿Cómo podemos ser comunidad
sin tener en cuenta que estamos en medio de la violencia?

Los partidos están fuera del país, la academia está fuera del país
generando formas de hacerse más sabio y presumir ante los demás.
¿Hicimos un doctorado para que nos llamaran doctores o estudiamos
para servir a los demás?

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No es un problema de policía ni de ejército. Tenemos fuerzas armadas
sólidas que funcionan. Lo que no funciona es la ciudadanía, matada
de susto, con miedo de hablar. La gente está muerta de susto,
arrodillada. Yo de morirme me muero de pie pero no me voy a morir
de miedo y llamaré al mal por su nombre porque ni la corrupción ni la
violencia pasan de espaldas y sin embargo nos quedamos callados.

Necesitamos una revolución pero de las pequeñas cosas, de la actitud


de sentar las fronteras éticas. La educación es una apuesta
revolucionaria. Los que enseñan son revolucionarios y harán la
diferencia entre la persistencia de la violencia, que la hereden
nuestros hijos o detener este círculo aquí y decidir que pasará por
encima de nuestro cadáver.

Público: Es muy difícil cuando estamos en las montañas del Cauca y


vienen unos señores con AK 47 y dicen que necesitan pollos. Yo fui
misionero y nos vamos para el Chocó y es difícil y temeroso entrar en
esas zonas porque crean personas sin una conciencia moral.

Natalia Springer: Es difícil pero sí que se puede.

Asistente: Vamos a un congreso de justicia y paz en Bogotá y


cuando Petro [exlíder del Polo Democrático, partido de la izquierda
colombiana] fue a hablar acerca del hermano de Uribe un grupo lo
sacó del hotel Bacatá y todos nos quedamos callados. La situación en
Colombia es muy confusa.

Natalia Springer: Se trata de algo mucho más profundo que el


legado de una persona u otra. ¿Cómo en este país tan católico el
hambre que persiste se considera algo natural?

De nuevo los dejo indignados, pensando en las preguntas y la


construcción de las soluciones que son siempre muy locales.

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