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LA CENTRO IZQUIERDA EN CHILE

En Chile existe un mundo político cultural, cada vez más


amplio y diverso, con historia pero renovado y enriquecido por
generaciones que provienen de experiencias inéditas –tecnologías,
asuntos de género, universos virtuales, en ocasiones vivencias de
drogas, sueños, reclamos y frustraciones-, que valora
incondicionalmente la democracia como forma de gobierno y la
diversidad como un bien, que es celoso del respeto irrestricto a los
derechos humanos dentro y fuera de nuestro país, y que aspira a
una sociedad donde todos tengan acceso garantizado a bienes
básicos de atención sanitaria, educación, vivienda, conectividad a la
web, ingresos justos por el trabajo y previsión también oportuna y
justa para las personas mayores. Este mundo cree en la igualdad de
hombres y mujeres, en la libertad individual, en la propiedad
privada, en los bienes comunes y en los bienes públicos, y en la
colaboración entre las personas, convencidos de que no vivimos
solos y preferimos ver en el otro un compañero de ruta en lugar de
un peligro o una competencia, y que realza la condición de
ciudadano por sobre la de simple consumidor. Una especie humana
y un mundo político y cultural que se sabe parte de la naturaleza y
que entiende que sólo respetándola y valorándola podemos seguir
adelante, y que reconoce que las generaciones por venir tienen
derecho a las mismas maravillas que nosotros heredamos y que hoy
estamos destruyendo o cuando menos despreciando.
Dicho sector político sufre por estos días un proceso de
desgaste que no debe ser ocultado, ni relativizado en su gravedad,
ni quedar tampoco transitoriamente encubierto por la excitación
que producen en nuestros actores políticos las diferentes
elecciones que se celebrarán este año.
Más allá de pactos electorales, o de futuras alianzas de gobierno, o
de la búsqueda de acuerdos con sectores ubicados más a la
izquierda de ella, la centro izquierda chilena tendría que reflexionar
mayormente sobre sí misma, encontrando para ello un punto de
apoyo, como también un estímulo, en un pasado que sea capaz de
examinar con tanta autocrítica como orgullo, a sabiendas de que
vivimos tiempos de transformaciones insospechadas, con nuevos
actores, nuevas preguntas y búsquedas inconclusas Una centro
izquierda con mayor capacidad de conversación al interior de sí
misma, no limitada solo a los partidos que la componen, y con una
mejor disposición a dialogar también con todas las demás fuerzas
políticas. Chile es una república, una república de todos y para
todos.
La incorporación del Partido Liberal de Chile, así como la
formación del conglomerado Nuevo Trato, constituyen hechos que
pueden ayudar mucho a una auténtica renovación de la centro
izquierda, desde el socialcristianismo a la socialdemocracia, desde
el pensamiento laico y progresista hasta el socialismo humanista,
desde el feminismo y las políticas de género hasta la
multiculturalidad.
Ese es el sector que se aviene mejor con un liberalismo social,
es decir, igualitario, que se aleja del así llamado neoliberalismo y
que considera que una igualdad básica en las condiciones
materiales en que viven las personas y sus familias es condición
para que aquellas puedan ejercer eficazmente las libertades de que
son titulares.
Entre los independientes del país hay una mayoría que, sin
militar en ningún partido, se identifica con la idea que de una
buena sociedad tiene el actual y pasado pensamiento de centro
izquierda en Chile.Tales independientes permanecen ajenos a los
partidos, pero no a la política; a la militancia, mas no al
compromiso con un mejor tipo de sociedad que el que tenemos en
este momento.
Recuperar el sector político que hemos descrito aquí es tan
importante como indispensable en la hora actual de nuestro país,
en marcha hacia una nueva Constitución y al pacto social que ésta
fijará de cara a las próximas décadas. La nueva Constitución será
una pieza fundamental para ello, sin desconocer la importancia
que, en armonía con el texto constitucional, tendrán las futuras
políticas públicas de los gobiernos, las leyes ordinarias o comunes
que dicte el Congreso Nacional, las resoluciones que adopten las
autoridades administrativas a nivel central, regional y comunal, y
las sentencias que emitan nuestros jueces.
Para lograr esa recuperación será necesario mantener la vista en
alto, más allá de la contingencia, y admitir que la tarea no es solo
política, sino también cultural, y que, por lo mismo, los actores
políticos de la centro izquierda tendrán que ser más receptivos a los
cambios y aspiraciones culturales del país, cambios y aspiraciones
que se relacionan con la política, por cierto, pero que conciernen,
más ampliamente, a los nuevos y variados modos de pensar, sentir
y vivir que forman parte de nuestro espíritu nacional ya bien
entrado el siglo XXI y que exigen su lugar en la toma de decisiones.
En momentos de crisis tanto a nivel planetario como local, la
esperanza constituye una opción moral de las personas y de las
colectividades. Una esperanza que se aleja tanto de la ira
descontrolada como de los miedos paralizantes. Una esperanza de
algo mejor, y que es preciso cultivar para que ello ocurra. Una
esperanza que incluye no la certeza de triunfar, pero sí la
determinación para mantenerla viva.

Patricio Fernández Agustín Squella


Candidato a la Convención Candidato a la Convención
Constitucional, Distrito 11 Constitucional, Distrito 7

Santiago y Valparaíso, 1 de abril de 2021

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