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INTRODUCCIÓN

La salud, entendida como un completo bienestar físico, psíquico y social,


está condicionada por diversos factores. Algunos de estos factores no son
influenciables, como ocurre con los componentes biológicos de la persona
(edad, herencia genética, etc.), otros son medianamente modificables, como
los factores ambientales (nivel cultural, estatus socio-económico, etc.), y por
último, existen factores altamente modificables, como son los hábitos de vida, y
entre los que encontramos la alimentación y la actividad física.

Tanto la alimentación, como la actividad física, pueden mejorar el


rendimiento físico-deportivos de las personas y ser beneficiosas para su salud.

La alimentación de las personas habría de ser un proceso de


autorregulación basado en las necesidades nutritivas del individuo. En
consecuencia, la alimentación debería ser siempre:

- Suficiente (que cubra sus necesidades nutricionales)


- Completa (que incluya todos los nutrientes necesarios)
- Variada (a fin de evitar el aburrimiento y la posible acumulación de
sustancias nocivas no identificadas)
- Equilibrada (la proporción relativa de los diferentes nutrientes debe ser
correcta)
- Segura (desde el punto de vista higiénico)

Entre el 60% y el 85% de los adultos de países de todo el mundo no


realizan suficiente actividad para favorecer su salud. Se estima que solo una
quinta parte de la población adulta es físicamente activa, al nivel considerado
para obtener beneficios en su salud (prevención de la enfermedad
cardiovascular fundamentalmente). Alrededor de un 40% de la población es
absolutamente sedentaria.
En consecuencia, el objetivo de la OMS, en su informe “Salud para
todos”, en el año 2000 era “incrementar hasta el 30% la proporción de
personas de 6 ó más años que realizan de forma regular, preferiblemente
diariamente, actividad física ligera o moderada durante al menos 30 minutos al
día”; este objetivo no se ha cumplido.

El hecho de realizar actividad física de manera asidua no implica


necesariamente cambios importantes en la dieta, salvo que se debería
consumir más calorías al aumentarse el gasto energético. Esta mayor
necesidad energética no se suple con alimentos mágicos, sino simplemente
con una dieta variada. Es decir, como norma general, cabe decir que una dieta
sana y equilibrada, puede cubrir perfectamente todos los requerimientos del
deportista, siendo solo necesario, en ciertas condiciones excepcionales, el
aporte de sustancias adicionales.

En general, la dieta de una persona físicamente activa deberá ser:

- Rica en glúcidos complejos.

- Rica en proteínas de alto valor biológico.

- Adecuada en ácidos grasos esenciales.

- Suficiente en vitaminas, minerales, agua y fibra.

No obstante, cada actividad deportiva y cada deportista tienen sus


peculiaridades, y nada puede reemplazar en este terreno el consejo de los
profesionales que actúan en este campo adaptando la alimentación al tipo de
deporte practicado, naturaleza e intensidad del esfuerzo producido, y a la
psicología del deportista.

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