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I.E.S.

ALTO CONQUERO-HISTORIA DE ESPAÑA

TEMA 7. DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. RESUMEN

Entre los años 1902, la subida al trono de Alfonso XII, y 1931, la proclamación de la
República, se produce la crisis del sistema de alternancia de partidos, además el desastre
del 98 deja al descubierto todos los males de España: miseria, atraso, sistema político
ficticio etc. A todos estos problemas tratará de darle solución el regeneracionismo,
pero la oposición de las clases privilegiadas frenará la reforma en profundidad. El
sistema se verá sacudido por las duras crisis de 1909 y 1917, y producirá la
desaparición de los políticos que habían dado vida al sistema, siendo sustituidos por
Maura en el Conservador y Canalejas en el Liberal. De 1918 a 1923 desaparecerá la
alternancia de poder y se formarán gobiernos de concentración ineficaces. El
progresivo protagonismo del rey en la política le lleva a apoyar, como única salida, la
dictadura de Primo de Rivera, al principio bien recibida para lograr la estabilidad. El
intento de Primo de Rivera de perpetuarse en el poder le costará la animadversión de
sectores que lo habían encumbrado. De esta forma dimite en 1930. Tras este hecho
Alfonso XIII encarga a otros militares la transición al parlamentarismo. Las elecciones
municipales de 1931 le demostraron que no tenía la confianza de su pueblo; el fracaso
de la dictadura lo había arrastrado.

La política durante los primeros años del reinado de Alfonso XIII estarán
condicionados por dos hechos: el desastre del 98, que crea un clima de pesimismo pero
también un sentimiento regeneracionista, como el de Joaquín Costa, y las
consecuencias de la 1ª Guerra Mundial, en las que la neutralidad española fue muy
beneficiosa para la economía de nuestro país, pero también exacerbó los movimientos
regionalistas y obreros. En cuanto al funcionamiento del sistema se sigue produciendo
la alternancia de partidos y en consecuencia, con los métodos caciquiles, el fraude
electoral y una gran abstención de la población.

En este contexto de inestabilidad política, el país tuvo que enfrentarse a graves


problemas sociales. La situación en el campo era cada vez más caótica, los proyectos
del siglo XVIII y las desamortizaciones del XIX no habían solucionado nada. Los
descontentos fueron aprovechados por los anarquistas para extender sus ideas
revolucionarias a una población mayoritariamente analfabeta. Respecto a la situación
obrera, el número de afiliados a los sindicatos aumenta notablemente sobre todo en la
CNT, anarquista. El gobierno de Maura iniciará una política de cambio para intentar
solucionar los problemas del mundo obrero, sin embargo los problemas se agudizarán a
partir de la Semana Trágica de Barcelona, la ocupación de la zona norte de Marruecos
por España choca con una fuerte resistencia de la zona, lo que obliga al envío de
reservistas. El rechazo a la medida se extendió por Barcelona dando lugar a una huelga
general y al levantamiento de barricadas. Como consecuencia, murieron más de cien
personas y se ejecutó a Francesc Ferrer, un anarquista inocente. Su ejecución
levantará en España y Europa multitud de protestas, que provocarán la caída de
Maura , éste será sustituido por Canalejas hasta 1912, año en que fue asesinado.

En 1917 el país se verá sometido a una grave crisis en todos los niveles. El triunfo de
la revolución rusa dio nuevos impulsos a los obreros de toda España. Al descontento de
los obreros se le une la burguesía catalana que exigía una convocatoria a Cortes y la
renovación total del sistema partidista. Por otra parte, el Ejército se asoció formando
Juntas de Defensa que reivindicaban más facilidades de ascenso y subida de salarios.

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La situación era delicada ya que la acción conjunta de las tres fuerzas podría haber
provocado una revolución profunda, pero la crisis se superó. El frente obrero convocó
una huelga general revolucionaria que fue aplastada por un Ejército que había
conseguido sus peticiones. Además el nombramiento de Francesc Cambó como ministro
frustró el apoyo de la burguesía catalana al frente obrero.

De 1917 a 1923 se constituyeron gobiernos de concentración que provocaron un clima


de gran inestabilidad. Al acabar la 1ª Guerra Mundial y su coyuntura económica
favorable el paro aumentó y la protesta obrera también. A esto se unió la situación de
creciente violencia en Barcelona protagonizada por la CNT y los patronos (sindicatos
libres). Por si fuera poco, en 1921 el presidente del Gobierno, el conservador Eduardo
Dato moría en un atentado y el Desastre de Annual endureció la guerra de Marruecos
con petición de responsabilidades tanto políticas como militares.

Durante 1923 ya se estaba conspirando desde dos movimientos distintos con el


objetivo de derrocar al gobierno. El primero estaba vinculado a las Juntas de Defensa de
Barcelona que buscaban otorgar el poder político a las clases medias. El segundo,
vinculado a Madrid, tenía como objetivo recoger las aspiraciones de los “africanistas” y
aclarar el futuro de Marruecos. El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera,
entró en relación con este segundo grupo cuando viajó a Madrid para pedir plenos
poderes al Gobierno en su lucha contra el terrorismo en Barcelona. Ante la negativa,
Primo de Rivera se convirtió en enlace entre ambos grupos y más tarde, en jefe de la
sublevación.

Primo de Rivera dio su golpe de estado el 13 de septiembre de 1923, dominando la


situación en la capital catalana, punto clave de la política española durante esos años. El
Gobierno no supo como reaccionar y acudió a Alfonso XIII quien apoyó
abiertamente al general y le confió la tarea de formar gobierno. Primo de Rivera no
pretendió establecer un régimen definitivo sino un “paréntesis de curación” transitorio.
Sin embargo su paso de la provisionalidad a un intento de perpetuación fue lo que
finalmente se volvió contra él.

La implantación del Directorio Militar fue aceptada con gran satisfacción por la gran
masa neutra del país, que presentía un futuro restablecimiento del orden. El golpe de
estado fue posible por la actitud de dos fuerzas: la burguesía y el movimiento obrero. La
primera, se puso sin disimulos del lado de la dictadura. El segundo careció de una
actitud firme , anarquistas y comunistas se dispusieron a pasar a la clandestinidad, sin
embargo, PSOE y UGT tomaron una actitud expectante que se convertiría en una
colaboración durante los siete años de dictadura.

Entre 1923 y 1925 tuvo lugar el Directorio Militar presidido por Primo de Rivera
que reunía en su persona todo el poder. El principal objetivo de este Directorio fue
elaborar una política que acabase con la anterior. El funcionamiento de toda la
Administración quedó en manos del Ejército, y a la vez tomó medidas urgentes:
suspendió las garantías constitucionales, destituyó a los gobernadores civiles, disolvió
las Cortes y suspendió la Constitución como medio para acabar con los partidos
políticos. Decretó que los ayuntamientos y las diputaciones provinciales fuesen
intervenidos y publicó el Decreto de Incompatibilidades. Para acabar con el caciquismo
aparecieron los delegados gubernativos y los estatutos municipales. A la vez nació la
Unión Patriótica, una especie de “partido único” que aglutinaba a todos los “patriotas de

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buena voluntad y enemigos del desorden”, aunque carente de ideología y sin


vinculación política determinada la UP recogía el autoritarismo del dictador y su
populismo.
Sin embargo, el gran logro de Primo de Rivera durante este período fue el
desembarco de Alhucemas en 1925. A pesar de su inicial actitud abandonista sobre el
tema marroquí, los constantes ataques a las posiciones españolas le decidieron a
emprender una acción conjunta con Francia lo cual supuso un gran éxito, político y
popular, para el dictador. El problema marroquí quedaba zanjado.

En diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil. En el nuevo gobierno


colaboraban junto a militares nuevos políticos como Calvo Sotelo o representantes de la
oligarquía tradicional como el conde de Guadalhorce. La política del gobierno no
cambió, siguió gobernando por decretos, sin embargo el país gozó de una economía en
alza propiciada por la industrialización, el intervencionismo estatal y la mejora de la
agricultura. Se impulsó el desarrollo de las obras públicas (embalses, carreteras) junto a
la construcción de las primeras centrales hidroeléctricas que supusieron un ambicioso
plan de regadíos que no llegó a completarse, se pusieron en marcha los primeros
monopolios que acabaron siendo estatales para sectores estratégicos como los
combustibles (CAMPSA) y las comunicaciones (Telefónica) a la vez que una reforma
fiscal introdujo por primera vez el impuesto sobre la renta, aunque este último aspecto
tuvo escasa repercusión. Y se pusieron en marcha los comités paritarios para los
problemas laborales.

Sin embargo la oposición a la dictadura era cada vez mayor, principalmente desde
Cataluña. La persecución del catalán, en actos públicos civiles y religiosos, la
intromisión del gobierno en la Junta del Colegio de Abogados de Barcelona fueron las
principales quejas de la burguesía catalana. Además el movimiento obrero empezó a
pensar en tomar una actitud más activa y beligerante. Hubo dos fuerzas que
contribuyeron directamente a la caída de Primo de Rivera: los intelectuales y el ejército
de la Península. Los primeros no habían aceptado el régimen desde el principio y se
vieron atacados con la destitución y destierro de Unamuno, el cierre del Ateneo (foro de
discusión) y un proyecto de Reforma Universitaria que privilegiaba a determinadas
órdenes religiosas. El ejército peninsular se encontró con un Primo de Rivera que
privilegiaba a los “africanistas” y que causaba malestar en el estamento militar con su
favoritismo.

Así pues, el 30 de enero Alfonso XIII aceptó la dimisión de Primo de Rivera


encargando al general Berenguer la formación de un nuevo gobierno.
La oposición se organizó en el Pacto de San Sebastián, allí se reunieron cuatro
fuerzas principales para forzar un cambio hacia la república: regionalistas, liberales,
republicanos y socialistas. De este importante pacto derivaron dos líneas de actuación,
una revolucionaria, que llevó al fracasado pronunciamiento militar de Jaca en 1930 y
otra política que, con una gran campaña de prensa lograría arruinar el ya delicado
prestigio de la monarquía. El acuerdo político del Pacto de San Sebastián implicó la
creación de un comité revolucionario compuesto entre otros por Alcalá-Zamora, Prieto
y Azaña.

En diciembre de 1930 se difundió un manifiesto firmado por los principales


dirigentes en el que se llamaba a la población a derribar a la monarquía. Mientras tanto,
para el gobierno de Berenguer, la “dictablanda”, el objetivo prioritario era organizar un

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proceso electoral paulatino que culminase en unas Cortes. Ante la negativa de los
principales partidos de participar en el proceso, se intentó iniciarlo mediante elecciones
municipales que se celebraron el 12 de abril de 1931 en un clima de incertidumbre. Sin
embargo, acabaron convirtiéndose en un plebiscito sobre la monarquía. Aunque salieron
más concejales monárquicos que republicanos, la suerte estaba echada para el rey, ya
que estos últimos triunfaron en la España urbana, menos proclive a la actuación de los
caciques.

El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República española con un gran


apoyo popular.

En conclusión, la ineficacia y corrupción de un sistema bipartidista que, desde el siglo


XIX arrastraba más defectos que virtudes, tendrá fin con la dictadura de Primo de
Rivera. Sin embargo el paso de la provisionalidad a un intento de perpetuación dejó a la
dictadura en una situación de debilidad y sin argumentos antes la sociedad española. La
dimisión del dictador en 1930 arrastró un año más tarde a Alfonso XIII al exilio. El
compromiso del rey con la dictadura hacía que el fracaso de una, provocara la caída de
la otra. El segundo intento republicano llegaba a España en un clima de gran excitación
y expectativas abiertas que desgraciadamente no llegó a cubrir.

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