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Luz y Esperanza Nº 11
Valle de La Serena
Introducción
Se estima que en sus inicios la Masonería estaba formada por constructores que se
asociaban en hermandades que les permitía generar normas tanto laborales como
personales, que tenían como objetivo resguardar la tecnología que ellos utilizaban,
protegiéndola como un verdadero secreto profesional.
Desarrollo
Oswald Wirth, en el Libro del Aprendiz, plantea que los hombres que se dedicaban a
estos oficios divinizaban su actividad, considerando que la obra no debía terminar y
que debían seguir construyendo hasta alcanzar la máxima perfección. De ahí derivaría
la idea de La Gran Obra dedicada a la construcción del Templo Ideal.
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miembros se les denominó Masones Aceptados, para distinguirlos de los de oficio o
Masones Libres (Stevenson, D. 1988, citado por Hurtado, 2005).
La primera Logia Masónica Moderna que tomó formas alegóricas de trabajos de las
antiguas cofradías, se fundó el 24 de junio de 1717, dando origen así a la Masonería
Especulativa (Wirth, 1964).
El lugar donde se trabaja con este rito es un Templo o Taller que encierra toda una
simbología que representa al Universo o macrocosmos, quedando el hombre o
microcosmos en su centro, como una verdadera réplica del Gran Templo Universal o
Gran Obra.
El templo está orientado al Oriente de donde viene la luz. En sus muros se representa
al Sol que irradia la Luz del entendimiento, la Luna que refleja la Luz de la creatividad
y también en el Oriente, se encuentra el atrio del Venerable Maestro que irradia la
Luz de la razón, producto de la influencia de la Luz del Sol y de la Luna (Wirth, 1964).
En la iniciación, una vez que el postulante ha pasado todas las pruebas y ha recibido
las purificaciones, pide ver la Luz y junto con ella, se enfrenta a un conjunto de
espadas esgrimidas por los masones. Estas espadas que lo apuntan le indican que lo
socorrerán en momentos de aflicción y sus resplandores le indican la radiación
intelectual proyectada por cada hermano.
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El símbolo de la Luz está representado además, en una de las tres luces que flaquean
en triangulo del altar donde se encuentra la Biblia y que están sostenidas por los tres
pilares que representan la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza. La Luz que representa la
sabiduría se enciende primero al iniciar los trabajos y nunca se apaga, simbolizando
con ello que el hombre nunca debe dejar de pensar, porque las tinieblas no deben
jamás empañar su mente.
En los primeros versículos del Evangelio de San Juan, aparece otro símbolo que es
el de palabra razonada, el logos, pero también se encuentra implícito el símbolo de la
Luz, de la sabiduría y del origen de lo existente.
En los primeros nueve versículos se lee: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era
con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas
no prevalecieron con ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino para diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyese en él. Aquella luz
verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
Juan significa “El iluminado”, viene del hebreo Jeho H’ann en que Jeho es la luz y
H’annan, corresponde a Johanes, Juan. Juan el evangelista, es el que bautizaba con
fuego dando la luz a quien lo solicitaba y deseaba tener un cambio en su vida
espiritual. El día 24 de junio, en que se rememora a Juan el Evangelista, coincide con
el equinoccio de invierno en el hemisferio Sur, donde se inicia el aumento de la Luz
que da vida, que renueva, que hace renacer.
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El postulante a Masón debe estar preparado para recibir la Luz para ello
simbólicamente debe desprender de todas la impurezas que le impiden ver la Luz y
ésa preparación comienza con la iniciación.
Los viajes siempre se realizan de Occidente a Oriente de donde viene la luz del
entendimiento. En el primer viaje se es purificado por el aire, que simbólicamente
nos indica la liberación las concepciones débilmente sustentadas.
Al final de todos estos viajes el profano que se inicia debe beber el cáliz de la
amargura, lo que simbólicamente le indica que la vida del hombre de bien, muchas
veces se ve afectada por la incomprensión de aquellos con los cuales se relaciona.
Frente a etas actitudes de ingratitud, simbolizadas por el cáliz de la amargura, el
iniciado debe ser capaz de sobreponerse a ellas y recuperar la paz y la serenidad
espiritual.
El iniciado para ingresar al templo debe dar tres golpes que simbolizan tres
sentencias: Pedid y os darán, la Luz; Buscad y encontrareis, la Verdad; Golpead y os
abrirán, las puertas del Templo.
Los números son símbolos importantes que se basan en la idea de que a través de
ellos, se puede llegar a conocer lo esencial. Simbólicamente el número uno representa
lo absoluto, lo inmanente, porque en él se encuentran contenidos todos los números
que originan las medidas y las formas universales. Este símbolo incluye la idea de la
unidad universal.
Los fenómenos naturales están regidos por leyes que se pueden representar en
fórmulas matemáticas. Así también los procesos naturales se pueden comprender
mejor y predecir su funcionamiento al cambiar las condiciones haciendo uso de
modelos matemáticos.
El número dos simboliza al binario. Representa los contrastes que permiten darse
cuenta de las realidades por sus diferencias.
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El número tres simboliza la síntesis del conocimiento donde se conjuga la tesis, la
síntesis y la antítesis que nos permite explicar la realidad. El número tres es el
fundamento de la temática del primer grado.
Oswald Wirth plantea que “En otro tiempo, cuando el hombre tuvo ocasión de
abandonarse al recogimiento, se perdió en el sueño; en nuestros días, cae en un
exceso contrario; la lucha por la vida lo absorbe, hasta el punto, que no le queda
tiempo para meditar con calma y cultivar el Arte supremo del Pensar. Pues este Arte,
llamado Gran Arte, el Arte Real, le corresponde a la Masonería el hacerlo vivir entre
nosotros”.
En la actualidad vivimos en un mundo cada vez más agitado donde las personas
sienten que cada año se hace más corto. El tiempo es el mismo, lo que sucede es que
son muchas las actividades que uno realiza y no se deja un tiempo para meditar en
cosas trascendentes. Por otro lado, vemos que en los foros o en las conversaciones
cotidianas, las personas son incapaces de escuchar y todas se esfuerzan por hablar lo
más rápido que puedan y siempre al unísono. No se dan tiempo para escuchar. Quién
no se da un tiempo para escuchar no puede pensar. Aprender a escuchar es un arte
que nuestra Orden nos induce a practicar mediante el rito para inducirnos a
reflexionar.
Oswald Wirth plantea que el pensador no es el que sabe mucho. El pensador se forma
por sí solo y es producto de sus obras. En nuestra Orden, desde el momento de la
iniciación, al profano se le induce a pensar para lo cual se le deja sólo, enfrentado a
objetos asociados con la muerte, solicitándole, además, que deje un testamento para
después de su muerte. Es todo un ambiente que necesariamente lo abstrae y lo lleva a
pensar en sí mismo, en su vida, a entrar en su yo interior y a generar una visión
retrospectiva de su persona y descubrirse a sí mismo para emprender una nueva
forma de ver e interpretar su vida y proyectarse en sus acciones.
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En las el rito que practicamos todo está estructurado para estimular la capacidad de
escuchar y de pensar y con la práctica continua del ritual, paulatinamente y sin darnos
cuenta, vamos adquiriendo estas virtudes tan necesarias para vivir de manera
armónica en nuestro medio y de tener influencias sobre los individuos con los cuales
compartimos e interactuamos.
En Logia se leen los trabajos y se ofrece la palabra desde el Venerable Maestro a los
Vigilantes y estos a los Hermanos del Taller. Cada uno escucha los planteamientos
dándose un tiempo para pensar y generar ideas que se comparten con los miembros
del taller.
Quisiera terminar este trabajo con una pregunta que la debiéramos meditar:
Conclusiones
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eliminar debilidades, con el objeto de trascender positivamente en su entorno
social.
Bibliografía
1. Brisso, Luc. Platón, las palabras y los mitos. ABADA Editores. 2005.