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Por: Libardo García Gallego (Cogitando)
www.joligaga.blogspot.com
La clase empoderada y apoderada de Colombia, la burguesía,
utiliza con excesivo cinismo todos los aparatos superestructurales
a fin de garantizar la estabilidad estructural del sistema
socioeconómico. Sin embargo hoy, ante los avances en la lucha
por garantizar el pleno ejercicio de los derechos humanos, en
cumplimiento de la Constitución Política, las prácticas abusivas
tienen que parar o, por lo pronto, frenarse e introducir necesarias
reformas de fondo que permitan a la totalidad de colombianos y
colombianas el disfrute de sus derechos inherentes a su condición
de seres humanos, varios de los cuales están siendo vulnerados
por el sistema educativo imperante.
Con frecuencia mujeres y hombres del pueblo son
entrevistadas(o)s acerca de diversos acontecimientos cotidianos:
un acontecimiento social, un paro, un accidente, una tragedia
natural o familiar, un encuentro deportivo, etc.,. En sus respuestas
puede percibirse el escaso, distorsionado o nulo manejo de
aspectos teóricos o sociales que todo el mundo debería conocer.
El analfabetismo funcional más la cultura impuesta a través de los
medios más las lecciones de corrupción, violencia e inmoralidad
impartidas teórica y prácticamente por altos exponentes de los
poderes públicos. Así hemos venido construyendo el prototipo
social de Colombia. Si las palabras son el reflejo del pensamiento,
se concluye fácilmente que somos muy pobres, muy
dependientes, dueños de un escaso bagaje conceptual y ético. No
cabe duda de la responsabilidad que le cabe a la educación por
estas deficiencias.
Empecemos por la educación de los niños y niñas. Si unos y otras
tienen la libertad de profesar una religión con la cual se
identifiquen, por qué no se les proporciona primero una
completa información acerca del marco conceptual, origen y
evolución de las distintas religiones, omitiendo juicios de valor o
parcialismos ajenos a la objetividad histórica. En este punto es
preciso decidir cuál de los derechos debe prevalecer: el de los
padres a imponer a sus hijos sus propios prejuicios o sus propias
creencias o el de los hijos a recibir información completa y veraz
y a practicar su propio credo religioso. En todo caso, antes de
afiliarse a una membresía o a un determinado culto la persona ha
de conocer y comparar las muy diversas alternativas que se
ofrecen al respecto.
Lo mismo debe extenderse al campo de las ideas filosóficas y
políticas, las cuales suelen ser ignoradas, sesgadas o tergiversadas
por los mismos educadores, pues la mayoría de ellos carecen de
información académica y cultural o de una formación integral
desde la cual poder ayudar a sus alumnos, mediante
conocimientos científicos y objetivos, que los capaciten para
tomar decisiones autónomas y conscientes. Los educadores
deben ser dueños de una profunda y extensa cultura general. La
formación de nuestros descendientes no puede dejarse en manos
de personas ignorantes y deshumanizadas. Los educadores tienen
que ser profesionales de las más altas calidades humanas y
académicas. De ahí la necesidad de invertir el actual estado de
cosas; en lugar de multiplicar el número de soldados y policías
tenemos que decuplicar y cualificar los profesionales de la
educación. El presupuesto para la educación debe ser el que hoy
se le asigna a la guerra, mal llamada defensa, y viceversa.
Entre los 10 principios de la Declaración de los Derechos del
niño, proclamada por las Naciones Unidas el 20 de noviembre de
1959, se lee:
Principio 7. ³El niño tiene derecho a recibir educación, que será
gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se
le dará una educación que favorezca su cultura general y le
permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar
sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad
moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad. «..´
Principio 10 ³El niño debe ser protegido contra las prácticas que
puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier
otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión,
tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal,
y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y
aptitudes al servicio de sus
semejantes´  
Esta Declaración fue ratificada, 30 años después, mediante la
Convención sobre los Derechos del Niño , ³primer instrumento
internacional jurídicamente vinculante que incorpora toda la gama
de derechos humanos: civiles, culturales, económicos, políticos y
sociales. En 1989, los dirigentes mundiales decidieron que los
niños y niñas debían de tener una Convención especial destinada
exclusivamente a ellos, ya que los menores de 18 años precisan de
cuidados y protección especiales, que los adultos no necesitan.
Los dirigentes querían también asegurar que el mundo
reconociera que los niños y niñas tenían también derechos
humanos.
La Convención establece estos derechos en 54 artículos y dos
Protocolos Facultativos. Define los derechos humanos básicos
que disfrutan los niños y niñas en todas partes: el derecho a la
supervivencia; al desarrollo pleno; a la protección contra
influencias peligrosas, los malos tratos y la explotación; y a la
plena participación en la vida familiar, cultural y social. Los
cuatro principios fundamentales de la Convención son la no
discriminación; la dedicación al interés superior del niño; el
derecho a la vida, la supervivencia y desarrollo; y el respeto por
los puntos de vista del niño. Todos los derechos que se definen en
la Convención son inherentes a la dignidad humana y el
desarrollo armonioso de todos los niños y niñas. La Convención
protege los derechos de la niñez al estipular pautas en materia de
atención de la salud, la educación y la prestación de servicios
jurídicos, civiles y sociales.
Al aceptar las obligaciones de la Convención (mediante la
ratificación o la adhesión), los gobiernos nacionales se han
comprometido a proteger y asegurar los derechos de la infancia y
han aceptado que se les considere responsables de este
compromiso ante la comunidad internacional. Los Estados parte
de la Convención están obligados a la estipular y llevar a
cabotodas las medidas y políticas necesarias para proteger el
interés superior del niño.´
Al revisar el desarrollo de los Currículos correspondientes a los
diferentes niveles educativos (básica, primaria, secundaria), se
observan incompatibilidades entre éstos y la Constitución
Política. Aunque Colombia firmó la Convención el 20 de Enero
de 1990 y la ratificó un año después, el 28 de Enero de 1991, no
conocemos el Comité de los Derechos del Niño, ordenado en el
Art. 43 de dicha Convención.

La Constitución Colombiana estableció en el Art. 27: ³El Estado


garantiza las libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y
cátedra´ , pero esto no se cumple cuando la enseñanza gira
alrededor de las ideas católicas o cristianas, sin dejar espacio para
cosmovisiones alternativas o contrarias a éstas, cuando se
persigue a los docentes por exponer otras formas de interpretación
de la sociedad y su evolución, cuando no se ofrece a los
estudiantes la diversidad de interpretaciones filosóficas, políticas,
económicas, que les permitan formarse su propia visión, así su
interpretación no coincida con la de sus padres y docentes,
cuando se obliga a los educandos menores de edad a practicar
rituales religiosos, a vestir uniformes de militares y policías o a
pagar el servicio militar, sin dejarles elegir por sí mismos,
violando de paso el Artículo 16, sobre el libre desarrollo de la
personalidad; el 18, ´« derecho a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión«´; el 19, ³«derecho a la libertad de
opinión y de expresión«´, y el 20, que: ´«garantiza a toda
persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y
opiniones, la de informar y recibir información veraz e
imparcial...´

Para poder afirmar que Colombia como Estado Democrático de


Derecho ³falta mucho pelo para el moño´, pues primero tiene que
haber igualdad y democracia.

Armenia ± Quindío, Marzo 30 de


2010 www.joligaga.blogspot.com

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