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ANEXO B

UN PROBLEMA DE ESCALAS
ANEXO B

1. UN PROBLEMA DE ESCALAS

El manejo de los recursos naturales requiere entender la variabilidad inherente a los


procesos ecosistémicos (Mackinson, 1999; Rogers, 2006), sin embargo, existe un
consenso amplio acerca de las características de complejidad, no linealidad, no
estacionareidad y caos presentes en los ecosistemas (Mackinson, 1999). Lo anterior
implica que utilizar nuestros recursos naturales no sea una tarea sencilla, si lo que se
busca es que dicho aprovechamiento sea sustentable y produzca el menor impacto
negativo posible. La pregunta que surge es ¿Cuánta complejidad es realmente
necesaria para intentar comprender y utilizar los recursos presentes en la naturaleza? y
¿qué información es necesaria y cuánto es suficiente para intentar modelar y simular la
naturaleza? Existen costos debido a las dificultades técnicas y faltas de información
que tal vez, dada la complejidad del problema y los beneficios de su resolución, no
justifiquen su aplicación.

En el estudio que se plantea en la presente tesis se empleará un software que ha


resuelto cierto nivel de complejidad al señalar que bastan ciertas variables físicas,
relacionadas entre si, para obtener resultados satisfactorios. Aunque no puede predecir
posición o cantidad específica de las especies estudiadas, permite cuantificar la
disponibilidad de hábitat que habrá, dada ciertas condiciones físicas del escurrimiento
en el río.

La complejidad espacial y temporal de aplicación, sin embargo, sigue siendo un


aspecto nebuloso que puede ser resuelto solo en parte y sin que exista certeza
absoluta de si la solución planteada es la más precisa y exacta. Según Mac Nally
(2002), los ecólogos tienen problemas en identificar la escala global, así como la
unidad más pequeña sobre la cual se puede decir algo, tanto espacial como
temporalmente. Existen sesgos en la forma de abordar las mediciones y las
metodologías según el problema que se enfrente y la “escuela” que más identifique al
investigador. Sin embargo, no se trata de un problema de medición en si mismo, pues
es posible que la fuerza de las interacciones sea “función” de las escalas, tal que la
intensidad de las interacciones a una escala local sea muy diferente de las
intensidades a escalas globales. Tales posibilidades pueden ser la raíz conceptual y
práctica de las dificultades asociadas con el “scaling up” y el “scaling down” en la
investigación ecológica (Mac Nally, 2002).

Jørgensen (1999) va más allá y plantea la imposibilidad de comprender las relaciones


e interacciones entre todos los componentes de un ecosistema y que, si así fuese,
sería imposible separar una relación y examinarla cuidadosamente. De acuerdo a
Jørgensen (1999) la complejidad de los ecosistemas corresponde a una muy diferente
a la de los sistemas físicos, siendo denominados como sistemas adaptativos

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ANEXO B

complejos. Su propuesta se basa en principios de la termodinámica para poder abordar


el problema de la complejidad dinámica de los sistemas estudiados.

Pickett et al. (2005) propone un marco de trabajo conceptual para la biocomplejidad en


sistemas acoplados humano-ecosistema. Este permite seleccionar dimensiones claves
en las cuales considerar conexiones y sugiere algunas vías generales para medir los
diferentes grados de complejidad en cada dimensión. En la Figura 1.1 se presenta un
resumen de las tres dimensiones de complejidad y sus componentes, de menor a
mayor complejidad, propuesta por Pickett et al. (2005).

Figura 1.1: Esquema explicativo de las dimensiones de complejidad (Adaptado de Pickett et al.,
2005)

Por ejemplo, cada una de las componentes de un ecosistema fluvial, cualquiera sea la
definición de éste, posee dimensiones de complejidad propias, interconectadas de
alguna forma dependiendo del problema que se analiza. Dado que un río se puede
limitar a la cuenca que recorre, sería posible fijar esta unidad como un escenario
adecuado sobre el cual desarrollar un modelo de su comportamiento. Lo anterior no
limita que dicho escenario esté conectado a la atmósfera y a la complejidad del clima,
sin embargo, dicha complejidad no necesariamente debe ser abordada dentro del
estudio de un ecosistema fluvial y puede ser abordada independientemente, es decir,
como una variable exógena.

Un río en toda su extensión posee diversos tipos, desde el punto de vista morfológico,
los cuales pueden ser analizados considerando tramos pequeños que contengan a
cada uno de éstos y sobre los cuales se puede hacer un análisis mucho más detallado
que si se intentara modelar el río completo. Sin embargo, se requiere conocer lo que
sucede en toda el área de la cuenca aportante o en las unidades que la conforman y
sus interrelaciones. De acuerdo a Pickett et al. (2005) esto es parte de la complejidad
organizacional, descrita por el autor según la siguiente secuencia: Proceso dentro de la
unidad Î Interacción de la unidad Î Regulación en el borde Î Regulación entre
unidades Î Dinámica funcional del parche.

En el nivel de menor complejidad de esta dimensión existe una baja conectividad


funcional entre las unidades y los procesos dentro de la unidad son determinados

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ANEXO B

por estructuras u otros procesos dentro de esa misma unidad. Una complejidad en
aumento implica una interacción de la unidad, en otras palabras, los procesos dentro
de un sistema o parche están afectados por procesos en otra parte, por ejemplo, lo que
sucede dentro del río es afectado por lo que sucede en el uso de suelos de la cuenca,
pero esta interacción ocurre en una sola dirección. Si las unidades interactúan,
entonces la regulación limítrofe es el próximo nivel de complejidad, en el cual la
estructura de los límites o bordes entre unidades determina la influencia de una unidad
sobre otra. Interacción entre unidades significa que dos vecinos o unidades distantes
pueden afectarse una a la otra. En los niveles altos de complejidad, se tiene un
mosaico de unidades que interactúan a través de flujos de materia, energía,
organismos y/o información. Además, la estructura y dinámica del mosaico puede
verse alterada por esos flujos (Pickett et al., 2005).

Modelos como CASiMiR o PHABSIM están en el nivel más simple de complejidad


organizacional, sin embargo, diversos autores (entre ellos: King et al., 2003; King et
al., 2006; Arthington et al., 2003; Bratrich et al., 2004; Redman et al., 2004; Rogers,
2006) señalan directa o indirectamente que dicha complejidad no es suficiente para
abordar un problema de manejo de caudales ecológicos. Es más, aquí resulta
insuficiente el término, pues el caudal no es lo único que hay que controlar para
preservar los ecosistemas que se están intentando proteger o de los que se está
buscando obtener provecho.

No obstante, la complejidad espacial parece ser suficiente en el estudio planteado en


la presente tesis, siendo necesario solo conocer de forma global los usos de suelos y
vertidos a los ríos. Los supuestos de aplicación de CASiMiR y PHABSIM hacen
importante conocer la magnitud y/o importancia de los flujos de energía que la cuenca
aporta al río, para lo cual basta conocer la extensión de los bosques, cultivos y
ciudades, así como la producción de vertidos industriales, pero sólo como entradas o
antecedentes del sistema analizado, que no pasaría de ser uno o varios parches,
dependiendo de los biotipos 1 que posea el río analizado. Es decir, el eje espacial más
simple según Pickett et al. (2005): riqueza del parche, que describe el número de
diferentes tipos de parches. El siguiente nivel de complejidad espacial: la frecuencia
de parches, que aumenta la complejidad al describir la relativa contribución de cada
tipo de parche en la colección completa de tipos de parches, no sería necesario en el
estudio propuesto, cuyo objetivo es analizar los efectos de acciones antropogénicas
sobre la biota que utiliza el río, empleando peces como indicadores de la calidad de
hábitat en el río.

Finalmente, el eje temporal de complejidad puede ser resumido en la siguiente


secuencia: Interacciones directas contemporáneas Î Interacciones indirectas
contemporáneas Î Herencias Î Interacciones retardadas Î Efectos indirectos

1
Tipos morfológicos de un río, en este caso, que cumplen funciones dentro del ecosistema fluvial, por
ejemplo, en el caso de los peces, servir como zona de desove, de alimentación, de crianza, etc.

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ANEXO B

aparecidos lentamente. De esta secuencia es posible visualizar una complejidad hasta


el último nivel propuesto por Pickett et al. (2005), sin embargo, esta complejidad no
significa considerar un gran número de años ni utilizar pasos de tiempo demasiado
finos, pues las perturbaciones que realiza el ser humano a nivel local (en la cuenca)
pueden mostrar sus consecuencias después de transcurridos períodos muy cortos o
ser apreciables en lo que dura un solo ciclo de la vida de un organismo (nacimiento,
crecimiento y reproducción).

Para modelar posibles efectos producto de la actividad humana, basta con suponer
que las acciones tienen efectos inmediatos, aunque estos tarden un tiempo en
aparecer (retardos directos e indirectos), es decir, considerando escenarios. En otras
palabras, no interesa tanto cómo se produce la perturbación sino que ésta existe y que
podemos cuantificar su efecto sobre el sistema.

Por lo tanto, esta dimensión de complejidad no permite explicar correctamente la


complejidad temporal del modelo propuesto y de otros de su clase, pero al menos
demuestra que existen variadas combinaciones de factores cuyos tiempos de aparición
no son únicamente instantáneos y directos (por ejemplo, descargas al río), sino que
pueden ir apareciendo con los años y afectar indirectamente (por ejemplo, cambio en el
uso de suelos).

El uso de escenarios revela un supuesto de equilibrio del sistema, lo cual es un


problema que aún está en discusión (Rohde, 2005). Al menos la Ecología no encuentra
tal equilibrio, por lo cual la discusión aún está abierta a nuevas investigaciones.

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