Es en este momento de nuestra historia donde algunas de las célebres frases de Albert Einstein
para afrontar las dificultades con ilusión y creatividad son perfectamente aplicables y nos deben
llevar a la reflexión. "No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo”.
“Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a
los problemas que a las soluciones”. “El principal inconveniente de las personas y los países,
es la pereza para encontrar las salidas y soluciones”.
La resolución 1050/21, que publicó la Secretaría de Comercio Interior, estableciendo hasta el día
7 de enero de 2022 la fijación temporal de precios máximos de venta al consumidor final, para
casi 1500 productos, opera exactamente en el sentido opuesto, y no logra resolver los
desequilibrios macroeconómicos que dan origen a la inflación. La solución es bien conocida y se
dará en el marco de un "plan de estabilización que de señales claras sobre la política monetaria
y fiscal”.
En situaciones normales, pero más aun en esta crisis pandémica, la industria de alimentos,
bebidas, higiene y consumo masivo en general es una locomotora de desarrollo para cualquier
plan de reactivación que prevea la dirigencia política. Pero nos apena decir que a pesar del
esfuerzo realizado por las empresas en enviar sus propuestas (las mismas no fueron tenidas en
cuenta o en el mejor de los casos correcciones parciales fueron introducidas. Ejemplo de esto es
que muchos de los precios incluidos en el anexo de la resolución no corresponden a los vigentes
al 1ro de octubre del 2021, siendo inferiores de hasta más del 50% del valor actual), no fue
considerado aun el pedido de generar un espacio de intercambio que permita clarificar las
realidades y posibilidades de los distintos sectores o empresas y encontrar en conjunto un
acuerdo sostenible. Por el contrario, los acercamientos realizados hasta el momento reflejan la
falta de voluntad por parte de las autoridades para realizar un acuerdo equitativo y adecuada a
la realidad de las empresas. Nuestras empresas buscan mejorar sus productos para que la
sociedad consuma más y mejores alimentos, pero estas medidas no contribuyen a la continuidad
de la producción y el abastecimiento fluido, debemos encontrar un camino razonable diferente.
El hilo siempre se corta por lo más delgado, las damnificadas volverán a ser las más de 185.000
PyMEs, para quienes el daño en la aplicación de la resolución, puede ser su supervivencia o el
cierre definitivo.
Otro de los aspectos a revisar en torno a esta medida son sus mecanismos de fiscalización que
no sólo intensifican la carga burocrática de las empresas, sino que no dan respuesta a los
problemas de fondo. ¿Por qué no empezamos a pensar en mecanismos de análisis vertical de la
cadena de valor, partiendo desde los insumos primarios hasta el precio del producto en la mesa
de los argentinos? Quizás si las autoridades analizan la cadena en detalle se podrían identificar
los obstáculos reales: costos elevados de logística y distribución, carga impositiva creciente e
insostenible, ineficiencias o falta de interés político en la aplicación de mecanismos de control
de las operaciones informales, costos incrementales relacionados con la pandemia, entre otros.
Por último, ninguna empresa, que pretenda ser sustentable, podría establecer un precio, en
particular tratándose de bienes de consumo masivo, muy por encima de las posibilidades de
compra de sus usuarios y consumidores. Todos valoran y reconocen sus posibilidades de elegir
libremente aquellos productos que desean adquirir basándose en su preferencia, precio y
calidad.
En reiteradas oportunidades AmCham ha señalado los riesgos que se plantean con este tipo de
políticas: imposibilitan generar nuevos empleos, limitan las nuevas inversiones, y se crea un
ambiente regulatorio hostil, restrictivo e imprevisible. Hoy, más que nunca, es necesario que el
gobierno desarrolle políticas de acompañamiento al empleo y la inversión y recree las
condiciones para un clima de negocios previsible, en base a las reglas de la libre empresa, siendo
este el único camino posible hacia una recuperación sustentable de nuestra economía.
AmCham se suma a las voces de otras entidades empresarias para la revisión de esta medida,
entendiendo su espíritu, pero convocando a un diálogo honesto entre las partes que habilite
una senda de acuerdos para que las estrategias de marketing y de precios no sean decididas en
los despachos oficiales sino en las propias empresas que invierten y producen en el país.