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¿Te acuerdas Marianela? Fueron rostros que conservaron la misma expresión desde el
viernes por la noche hasta la madrugada del domingo. Incredulidad, negación como
mecanismo de defensa. Tenía que ser una mentira que su padre había muerto, los
abandonaba sin despedirse de ellos.
Otro capítulo de mentira, fantasía terrorífica, versión no creíble, ¡no aceptable!
La mayoría de las vivencias acumuladas en las vidas de cada uno de los niños
callejeros…
Al fin llegó el cuerpo del Chincha hasta la escuela y desfilaron los niños, no sólo los
niños sino también adultos que habían encontrado en Chichachoma, en el P. Alejandro
García Durán en ese extranjero, un papá.
Y entonces las expresiones de los rostros ya no fueron unánimes, se dividieron en dos
grupos: unos estallaron en llanto, mostrando tristeza indescriptible, casi desesperación.
Otros pasaron a un estado de serena esperanza humana, infantil, mientras decían (¿te
acuerdas?): Está dormido el padrecito.
Su expresión en el rostro es indescriptible: alegría, serenidad, triunfo sobre la muerte.
Inició una obra precursora, pionera, en estos tiempos en que nadie dirigía su mirada a la
porción más olvidada de la niñez mexicana.
Y en aquellos días Chichachoma nos dijo:
Hemos de saber a través de quién Dios nos llama a cumplir nuestra vocación personal.
Y, a mí, Dios me llamó a través de aquellos niños de la calle.
Padrecito, llévanos contigo.
Bueno, pues, ala, vamos.
Se echó broncas con los superiores allá en Puebla. Pero él venía cada semana a la
Ciudad de México a ver a esos niños en su casa, en su hogar, que era un lote baldío.
En 1979, hace casi treinta años, el Espíritu Santo ilumina de manera muy especial al
sacerdote escolapio filosofo, teólogo, pedagogo, pero sobre todo apóstol, místico,
Alejandro, que adoptaría el nombre con que lo bautizaron sus niños del baldío:
Chinchachoma, el de la choma chincha, cabeza pelona.
No siempre había sido callejero, no siempre había sido el mal hablado que conocimos.
Algo muy lindo me dijo de su infancia, algo que está rescatado en el libro:
Él era muy pequeño todavía cuando el tifus infecta a su madre y lo tienen que separar de
ella. Siendo más grande, a los doce, se entera de la causa de esa separación que él había
vivido como rechazo y esto fue para él una gran liberación.
Esto da inicio a lo que él presenta en su propuesta educativa: conocer la verdad, la
verdad por difícil y dolorosa que ésta sea . Conocer esa verdad que nos lleva a entender
nuestra razón de estar en el mundo, que nos va a liberar y nos va a ayudar a reconocer
nuestra grandeza. Me gusta que esto esté plasmado en el libro.
Yo agrego que no sólo los huérfanos de esta ciudad, sino delincuentes prostitutas,
drogadictos porque nadie como él practicaba el amor incondicional.
Hay frases que tengo muy presentes de él.
“70 veces 7”, dice la Biblia, pero, conocer a alguien que lo viva, alguien que lo haga
vida, alguien que lo practique permanentemente, es realmente impactante.
Una noche duerme con uno de sus chavos, al día siguiente se van de vacaciones, tiene el
dinero por fin para llevarlos a todos, pero en la noche llega el chavo, se lo roba y se va.
Al otro día temprano me dice ¿sabes por qué hija? Por el pozo… ¡el pozo!
Una persona roba para llenar su vacío.
Hay personas que dicen: Era grosero, vulgar, además ni las gracias daba.
Más de una vez fui testigo de su brusquedad ante algunas personas que, en su deseo de
ayudar, él adivinaba-en-auténtico porque no se trataba de callar conciencias, tampoco se
trataba de caridad sujeta a la buena voluntad de las personas. Se trataba de un acto de
justicia elemental. Si en ocasiones, el Chincha no daba las gracias, yo lo entendí como
una manera de romper jerarquías, protagonismos, mensajes ocultos de yo soy bueno y
por eso te doy, romper esas falsas dependencias.
Si la gente quería ayudar lo hacía por los niños.
Termino con lo que él mismo escribe en La Porción olvidada, un libro de él que, por
favor, no lo dejen de leer.
En un principio concebí este escrito como una carta para el presidente, para aquellos
sobre los que más directamente dicen, en nombre del pueblo, recae el compromiso.
Después de intentar abrir mil puertas, cual Quijote idealista y obstinado, me decidí a
enviarte el libro a ti, lector amigo, al que quiero llevar, con un coloquio vivo, a
compartir las inquietudes, la vida mía, la de Chinchachoma.