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Gerardo Canseco

Testimonios (parte de lo que dijo) sobre el


Chinchachoma en la presentación del libro
“CHINCHACHOMA ESCOLAPIO Y CALLEJERO
MEXICANO POR CONVICCION
Hoy muchas miradas y esfuerzos se dirigen al niño callejero.
¡Chichachoma fue el primero! Ya lo dijeron Socorro y Eduardo.
Su pedagogía monstruosa ha sido el medio por el que la Providencia ha rescatado a
miles de niños del abandono, de la explotación, del abuso y del maltrato.
Él, que nunca se propuso por donde descansaría su cabeza, por donde pasaría esa noche,
tampoco tenía en donde ser inhumado cuando llegaran sus restos a la Ciudad de
México.

Cuando llegamos de Estocolmo mi mujer y yo me dijeron en el aeropuerto:


Quién cree que murió, licenciado: ¡El Padre Chichachoma!
No… , mecanismo de negación, no me vengas con…

Al día siguiente estábamos ahí en la casa de Mayorazgo, en Río Churubusco y luego en


la Escuela José de Calasanz. Y publiqué un artículo:

Cientos de rostros infantiles en estos tres lugares exhibían la misma expresión


descriptiva de la realidad profunda contenida en el alma.
Buscando con angustia una respuesta.
Bocas entreabiertas, músculos faciales en tensión.
Eran los hijos de Chinchachoma.
Alguien les había dicho que el padrecito había muerto ese día muy lejos en una ciudad
que se llama Bogotá, en donde decenas de miles de niños, allá llamados gamines,
sobreviven en las calles.
Que había llegado al aeropuerto para tomar el avión a México, después de impartir
cursos para preparar tíos, tías, padres adoptivos, padres sustitutos para los gamines.
Y que Chincha estaba agotado, y que un infarto fulminante había acabado con su vida.

¿Te acuerdas Marianela? Fueron rostros que conservaron la misma expresión desde el
viernes por la noche hasta la madrugada del domingo. Incredulidad, negación como
mecanismo de defensa. Tenía que ser una mentira que su padre había muerto, los
abandonaba sin despedirse de ellos.
Otro capítulo de mentira, fantasía terrorífica, versión no creíble, ¡no aceptable!
La mayoría de las vivencias acumuladas en las vidas de cada uno de los niños
callejeros…

Al fin llegó el cuerpo del Chincha hasta la escuela y desfilaron los niños, no sólo los
niños sino también adultos que habían encontrado en Chichachoma, en el P. Alejandro
García Durán en ese extranjero, un papá.
Y entonces las expresiones de los rostros ya no fueron unánimes, se dividieron en dos
grupos: unos estallaron en llanto, mostrando tristeza indescriptible, casi desesperación.
Otros pasaron a un estado de serena esperanza humana, infantil, mientras decían (¿te
acuerdas?): Está dormido el padrecito.
Su expresión en el rostro es indescriptible: alegría, serenidad, triunfo sobre la muerte.

La vida del niño callejero es una mezcla de sueños, de esperanza, y pesadillas de


realidad.

Una veintena de instituciones en diversas ciudades de México, Colombia, Venezuela, y


otros países, incluyendo Estados Unidos, van a ser fundados a partir de la constitución
de Hogares Providencia.
Chinchachoma se anticipa a grandes psicoterapeutas europeos y norteamericanos al
diseñar una pedagogía que fue señalada hace tiempo como pedagogía monstruosa y que
hoy utilizan en muchos aspectos los centros de psicoterapia infantil y juvenil y de
prevención y atención a jóvenes con adicción al alcohol, a las drogas y al sexo.

Todos quienes trabajamos con él en cárceles, consejos tutelares de muchas ciudades,


baldíos, pero también en escuelas, programas de radio sobretodo, encuentros juveniles y
proyectos de carácter educativo, de proyección social o de proyección espiritual,
coincidimos en definir a Chichachoma como una enorme montaña de amor que vivió y
murió en olor de santidad a pesar de lo mal que olía

Inició una obra precursora, pionera, en estos tiempos en que nadie dirigía su mirada a la
porción más olvidada de la niñez mexicana.
Y en aquellos días Chichachoma nos dijo:

Hemos de saber a través de quién Dios nos llama a cumplir nuestra vocación personal.
Y, a mí, Dios me llamó a través de aquellos niños de la calle.
Padrecito, llévanos contigo.
Bueno, pues, ala, vamos.

Se echó broncas con los superiores allá en Puebla. Pero él venía cada semana a la
Ciudad de México a ver a esos niños en su casa, en su hogar, que era un lote baldío.
En 1979, hace casi treinta años, el Espíritu Santo ilumina de manera muy especial al
sacerdote escolapio filosofo, teólogo, pedagogo, pero sobre todo apóstol, místico,
Alejandro, que adoptaría el nombre con que lo bautizaron sus niños del baldío:
Chinchachoma, el de la choma chincha, cabeza pelona.

No puedo, desde otra condición, aproximarme a tanta miseria material a tanto


abandono…

Ma. del Socorro Lozano


Testimonios sobre el Chinchachoma
Recupero una cierta angustia de saber que su muerte no sería reemplazada por nadie.
Una vez me dijo mirándome a los ojos:
Yo muero por cualquier pendejo.
Cuando él me dijo esto, estábamos ante un chavo drogado.
Él lo quería invitar y lo quería poner en la mesa donde estábamos hablando sobre su
propuesta educativa.
Yo, sinceramente, me acalambré.
¿Qué hacemos con el chavo drogado sentado con nosotros en la mesa?
Y, afortunadamente para mi cobardía el chavo no quiso acercarse.
Fue entonces cuando me dijo que él daba la vida por cualquier pendejo.

Cuando él muere ¿quién lo podría reemplazar?


Para mí fue de un impacto muy fuerte. Creo que también, como muchos, estuve en la
orfandad y muy poco eficaz para poder responder.

Algo que nos sirve para entender su propuesta educativa:


Tuve la suerte de ir un año después a Barcelona, de encontrarme allá con su hermano, el
padre Adolfo García Durán y hacer el Chicha-tour, tal cual como lo planteó él.
Llegamos al paseo de Gracia. Él se llena de mucho orgullo al decir:
En esta avenida nació Alejandro.

No siempre había sido callejero, no siempre había sido el mal hablado que conocimos.
Algo muy lindo me dijo de su infancia, algo que está rescatado en el libro:

Él era muy pequeño todavía cuando el tifus infecta a su madre y lo tienen que separar de
ella. Siendo más grande, a los doce, se entera de la causa de esa separación que él había
vivido como rechazo y esto fue para él una gran liberación.
Esto da inicio a lo que él presenta en su propuesta educativa: conocer la verdad, la
verdad por difícil y dolorosa que ésta sea . Conocer esa verdad que nos lleva a entender
nuestra razón de estar en el mundo, que nos va a liberar y nos va a ayudar a reconocer
nuestra grandeza. Me gusta que esto esté plasmado en el libro.

El padre decía: A mí, Dios se me metió a lo bestia.


Y esa metida de Dios a lo bestia lo hacía a veces desobediente. Su Jefe, Dios mismo, era
el que le daba las órdenes. En la Orden de los escolapios, donde había que cumplir los
votos, el de obediencia no era precisamente el que más fácil se le daba. Hubo muchos
conflictos por esto.

Tú serás el amparo del huérfano.


Esta frase, recuperada de la vocación de San José de Calasanz, fundador de los
escolapios, está ahí. Y él mueve estas conciencias y mueve a los propios padres de la
Orden para recordar al pobre, al desamparado y al huérfano.

Encuentro un testimonio muy bello de Francisco de Onguja, que estuvo en Terrassa,


donde hay un monumento al Chincha.
Recupero este testimonio porque en ocasiones me he encontrado con personas que se
han quedado con una idea equivocada de él. Tal vez, como lo dice el propio testimonio,
por errores que tuvieron que ver con aspectos administrativos.
Esto nos daría para platicar largo y tendido: su aspecto administrativo.

Pudieran caber ciertas ideas de un cierto paternalismo y un protagonismo excesivo,


pero, como también agrega este testimonio, con el tiempo que todo lo limpia y deja las
cosas de peso, hoy podemos ver mejor que por aquí pasó un hombre mal vestido y peor
afeitado, con un gran corazón entregado a los pobres y una palabra de ánimo para
cualquier persona maltratada por la vida. Los huérfanos de una ciudad mexicana
saben que es cierto. Y hasta aquí va el testimonio en la página 54.

Yo agrego que no sólo los huérfanos de esta ciudad, sino delincuentes prostitutas,
drogadictos porque nadie como él practicaba el amor incondicional.
Hay frases que tengo muy presentes de él.
“70 veces 7”, dice la Biblia, pero, conocer a alguien que lo viva, alguien que lo haga
vida, alguien que lo practique permanentemente, es realmente impactante.
Una noche duerme con uno de sus chavos, al día siguiente se van de vacaciones, tiene el
dinero por fin para llevarlos a todos, pero en la noche llega el chavo, se lo roba y se va.
Al otro día temprano me dice ¿sabes por qué hija? Por el pozo… ¡el pozo!
Una persona roba para llenar su vacío.

Él tuvo una profunda espiritualidad


Me encanta esto que dice en la página 69.
Siempre al servicio del más pobre, en sencillez y entrega, que más que afanarse en
construir mil templos, se esfuerza en ser constatación del hombre y en servir al hombre
y en él a Dios, al Cristo de la cruz, el de la cara escupida, coronada de espinas.

Hay personas que dicen: Era grosero, vulgar, además ni las gracias daba.
Más de una vez fui testigo de su brusquedad ante algunas personas que, en su deseo de
ayudar, él adivinaba-en-auténtico porque no se trataba de callar conciencias, tampoco se
trataba de caridad sujeta a la buena voluntad de las personas. Se trataba de un acto de
justicia elemental. Si en ocasiones, el Chincha no daba las gracias, yo lo entendí como
una manera de romper jerarquías, protagonismos, mensajes ocultos de yo soy bueno y
por eso te doy, romper esas falsas dependencias.
Si la gente quería ayudar lo hacía por los niños.

Él vivió en La Amarilla (cárcel de menores) durante un año.


Una vez me dijo: Ahí aprendí por qué nace el deseo de matar.
Y nace ese deseo, hija, por todas las humillaciones que se viven, por la indignación por
la violencia.

Finalmente, me parece interesante comentar esto: Él era capaz de ver no al asesino ni al


delincuente.
Una anécdota:
Había pasado una fin de semana en Almoloya (Cárcel de alta seguridad en México).
Había visto al Mocha orejas, un secuestrador que fue tremendo.
Con una cara de verdad iluminada me dijo:
Ablandé su corazón, hasta lágrimas le vi en sus ojos.

Para él, era ver al hombre, no al delincuente.


Decía siempre: La cárcel está llena de pendejos. No saben que ahí está Dios, listo para
perdonar, que es puro amor. Yo voy y les recuerdo que son hijos de Dios.

Un sueño que me compartió:


Decía que, así como existe la Cruz Roja, una institución internacional conocida por
todos, debía existir el Ángel Azul: una organización que siempre pudiera acoger a los
niños cuyos derechos fueran violados. Que los niños que sufrieran maltrato, explotación
o abuso, algo que cotidianamente sucede, no tuvieran que irse a la calle.

Termino con lo que él mismo escribe en La Porción olvidada, un libro de él que, por
favor, no lo dejen de leer.
En un principio concebí este escrito como una carta para el presidente, para aquellos
sobre los que más directamente dicen, en nombre del pueblo, recae el compromiso.
Después de intentar abrir mil puertas, cual Quijote idealista y obstinado, me decidí a
enviarte el libro a ti, lector amigo, al que quiero llevar, con un coloquio vivo, a
compartir las inquietudes, la vida mía, la de Chinchachoma.

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