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Salud laboral

Detectar y prevenir el burnout

Actualmente, todos en mayor o menor medida tenemos momentos de estrés. A menudo nos encontramos
“acelerados” y “sin tiempo” para nada. Las largas jornadas y la exposición continua a pacientes (con caracteres y
problemas diferentes) ayudan poco a mejorar esta situación.
Eso sí, existe un estrés “sano” (que podemos gestionar e incluso es la respuesta positiva de nuestro cuerpo y
nuestra mente a situaciones tensas) y otro que se convierte en crónico, nos acaba desbordando y puede repercutir
negativamente en nuestra vida. Este último caso es el que acaba desembocando en el “Síndrome de burnout”.

Cómo detectarlo: mucho más que cansancio

La diferencia entre sentirse estresado, “desgastado” por el día a día o incluso un poco desmotivado, y un caso de
burnout es que, en este último, la persona afectada se siente agotada emocionalmente (algo que no se resolvería
ante la perspectiva de unas vacaciones o tras una buena noche de sueño, como sucede con el desencanto o la
desmotivación que a menudo sufrimos todos los trabajadores), un cansancio que se expresaría tanto física como
psíquicamente.
La forma más sencilla de identificarlo, de acuerdo con los que lo han sufrido, es:
1. La sensación de “no poder dar más de sí” a los demás.
2. Esta actitud lleva a la despersonalización: es decir, a la ausencia de empatía hacia los compañeros y,
especialmente en el caso de los higienistas, hacia los pacientes.
3. A estas poco gratas emociones se suma la baja autoestima y la percepción de reducido o nulo logro
en lo profesional.
Hablamos de “Síndrome de burnout” cuando nos sentimos atrapados en esta tríada de emociones negativas sin
capacidad para poder superarlas.

Profesiones “propicias”: burnout e higienistas

Los investigadores han señalado ciertas profesiones como


grupos de riesgo de desarrollar esta patología moderna y, mal
que nos pese, todos los integrantes del sector sanitario (desde
los auxiliares de enfermería hasta los especialistas, pasando
por los dentistas) se exponen a ser víctimas del síndrome.
Les acompañan también otras profesiones como profesores,
deportistas, psicólogos e incluso los voluntarios de asociaciones
y organizaciones no gubernamentales.
En nuestro caso, los factores que nos convierten en más
proclives a “sentirnos quemados” pueden ser:
El exceso de estimulación negativa (contacto frecuente con el
dolor de los pacientes, pero también con sus quejas o falta de
educación en el trato).

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El contacto personal continuo, que puede llevar a un exceso de implicación en la relación o, por el contrario, a
distanciarse y perder el vínculo y la empatía con nuestros pacientes.
Momentos de saturación por exceso de pacientes a los que atender.
Horarios de trabajo irregulares o excesivos (que pueden llevar, además, a problemas de insomnio o mala alimentación).
Llevar a cabo diferentes tareas sin relación con la especialidad (por ejemplo, atender el teléfono o realizar tareas
administrativas), que provoca cierta ambigüedad en la percepción de nuestro rol en la clínica.
Como en cualquier entorno laboral (no sólo vinculado al sector sanitario), la falta de cohesión en los equipos o
ambientes con exceso de individualismo, en detrimento de la solidaridad y el compañerismo, pueden ayudar a que
nos sintamos “quemados”.

Las personas también cuentan


Varios de estos factores, o todos ellos juntos, pueden afectar a nuestro estado de ánimo, a nuestra autoestima e incluso
al rendimiento profesional. Eso sí, dependerá también de nuestra capacidad para gestionar el estrés o momento
vital y emocional en el que nos encontramos, puesto que en idénticos entornos, puede suceder que un profesional
desarrolle este problema y sus compañeros no.
Y es que, en ocasiones, las situaciones personales pueden acrecentar o generar esa sensación. El carácter de cada
uno y su habilidad para enfrentarse al estrés y a los conflictos, así como la mayor o menor tendencia a sufrir episodios
de depresión o ansiedad, pueden ser también claves para el desarrollo de este síndrome. De la misma forma, se ha
detectado más a menudo en la franja de edad entre los 40 y los 45 años y tras cinco y diez años de antigüedad en el
puesto. Asimismo, la manera de vivir esta situación es muy diferente en hombres y mujeres. Ellos, por ejemplo, tienden
a despersonalizar al paciente, tomando distancia. Ellas generalmente sufren más ansiedad y síntomas físicos.

Síntomas del burnout


Pese al origen “externo” y psicológico de este trastorno, las consecuencias pueden afectar a todos los aspectos de
nuestra vida, tanto la salud física o la vida emocional, como nuestro futuro profesional (una razón más para prevenir
estas situaciones de estrés crónico).
Así, en lo que respecta a la salud física, el burnout puede provocar problemas cardiovasculares; fatiga crónica;
migrañas; problemas gastrointestinales; alteraciones respiratorias; trastornos del sueño (insomnio); dolores musculares
o de articulaciones generalizados y sin causa aparente y, en las mujeres, alteraciones en el ciclo menstrual.
Además de estas respuestas de tipo psicosomático, el Síndrome de burnout
puede afectar a nuestra salud de manera grave. Debemos recordar que el
estrés está directamente relacionado con el sistema inmune. Las situaciones
de cansancio emocional (divorcios, duelos, pero también mobbing o burnout
en el trabajo) pueden desembocar en un empeoramiento de las defensas del
sistema inmune, haciéndonos más vulnerables a procesos infecciosos.
Lo más común, eso sí, es que primero aparezcan pequeñas alteraciones
emocionales, que pueden complicarse si no las tratamos a tiempo. Episodios
de ansiedad o depresión, carácter irritable o, casi inevitablemente, la caída de
la autoestima y el grado de satisfacción en nuestro trabajo, serán los primeros
signos.

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Por desgracia, también se dan consecuencias que afectan directamente al ámbito y rendimiento en el trabajo,
poniendo en riesgo la estabilidad económica de quien padece este síndrome (absentismo, conductas agresivas o
“conflictivas”, reacciones violentas, incluso conductas adictivas, como consumo de alcohol o tóxicos).

Prevenir y tratar: una labor de equipo


Como sucede con cualquier afección bucal de las que vemos a diario en nuestra profesión, la clave está en detectar el
problema y actuar lo antes posible antes de que sea demasiado tarde. Debemos permanecer atentos y ser capaces de
localizar esos momentos en los que la desmotivación o el estrés nos “desbordan” y ponerles remedio.
Por desgracia, en la actividad diaria de nuestra profesión intervienen diversos factores que no podemos controlar.
Por ejemplo, no podemos evitar el trato continuo con los pacientes. De la misma forma, quizá no esté en nuestra mano
la organización de los turnos o el tiempo del que disponemos para cada paciente.

YO
Por lo tanto, para abordar este problema
deberemos fijarnos en el triángulo de relaciones
que se ponen en juego en nuestro día a día:

EQUIPO PACIENTE

Abordaje personal: Aunque el esquema anterior demuestre que no todo está bajo nuestro control, es imposible
mejorar la situación sin cambiar nuestra actitud hacia la profesión, la relación con los demás (compañeros y pacientes)
y nuestros hábitos de vida. Conviene pues:
- Potenciar las actividades que nos enriquezcan fuera de la clínica. Aunque estemos desbordados de trabajo y
las jornadas se nos hagan eternas, en estos momentos es preciso dar prioridad a las aficiones: mejor si suponen
estímulo intelectual (no relacionado con el trabajo: lectura, cine), o si nos aportan una actividad física extra (práctica
de deporte, mejor si es al aire libre).
- Apoyarnos en las relaciones afectivas. Encontrar tiempo para pasar ratos en familia, con la pareja o nuestras
amistades más cercanas, donde encontraremos apoyo y, en definitiva, sentiremos que la vida es mucho más que
trabajo.
- Conviene más que nunca separar el ámbito laboral del personal, destinando al ocio y la vida personal el tiempo
que le hemos escatimado anteriormente.
- Llevar, en la medida de lo posible, una vida ordenada, sintiendo que cuidamos de nuestra salud. Desde tratar de
mejorar nuestra alimentación pasando por no forzar nuestro cuerpo más allá de sus fuerzas en cuestión de horas
de sueño y descanso.

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Relación con el paciente: No podemos cambiar a las personas que visitan la clínica, pero sí nuestra actitud hacia
ellas. Algunas ideas para retomar nuestro vínculo con los pacientes de manera saludable:
- Tratar de recordar el beneficio que conlleva el ejercicio de nuestra profesión. Preguntar a los pacientes su opinión
y si la visita les ha resultado satisfactoria, de manera abierta y amable.
- Volver a implicarnos con el paciente. Debemos intentar recuperar el trato que antes teníamos con nuestros
pacientes. Es decir, verlos de nuevo como individuos y no como una tarea de la que conviene dar cuenta en el
menor tiempo posible. Hablar con ellos, pedir información para poder hacer mejor nuestro trabajo, dar consejos de
salud bucal, etc.
- Desarrollar nuestra asertividad. Ante un paciente difícil o conflictivo conviene mostrarse firme, pero educado.
Debemos ser capaces de expresar nuestra opinión ante determinadas actitudes sin que suponga un enfrentamiento.

Ambiente de trabajo: Las tensiones entre compañeros, la falta de solidaridad, pero también el exceso de exigencia
(ya sea en horarios o tareas) por parte de la empresa, suelen aparecer como detonantes de este síndrome. Algunos
consejos, en los que hay que implicar a todo el equipo, para prevenir estas situaciones son:
- Tratar de fomentar un ambiente de colaboración entre
compañeros y evitar entrar en actitudes competitivas.
- Encontrar espacios donde discutir de manera informal,
pero con respeto y educación, los diferentes aspectos de
nuestra actividad, también los positivos.
- Buscar apoyo y consejo en nuestros compañeros. Y si
lo recibimos, dar las gracias y reconocer el buen hacer de la
persona que nos ha ayudado.
- Periódicamente, discutir con el equipo la relación con el
paciente, compartiendo estrategias y recomendaciones
sobre casos concretos, aunque respetando la confidencia-
lidad. Estas reuniones deben realizarse en un ambiente de
respeto entre compañeros y con vocación positiva.
- Fomentar el respeto mutuo de horarios y tareas. Tratar de
evitar imprevistos, reuniones y “favores” de cualquier tipo que
puedan alterar el funcionamiento, la productividad y el tiempo
privado de nuestros compañeros.

Bibliografía:

El burnout o síndrome de estar quemado en los profesionales sanitarios: revisión y perspectivas. Cristina Ortega Ruiz y Francisca López
Ríos (Universidad

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