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Fotografías:

Arriba: Diferencias entre la temperatura de la superficie del mar en verano e invierno en el hemisferio sur.
Abajo: Diferencias entre la temperatura de la superficie del mar en verano e invierno en el hemisferio norte.
Cambio climático FAO
DOCUMENTO
TÉCNICO

y pesquerías regionales
DE PESCA

452
en el futuro:
análisis en colaboración

por
Gary D. Sharp
Centro para el Estudio del Clima y los Recursos Oceánicos
Monterey, CA
Estados Unidos de América

ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA AGRICULTURA


Y LA ALIMENTACIÓN
Roma, 2004
Las denominaciones empleadas en este producto informativo y la forma en que
aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, juicio alguno sobre
la condición jurídica o nivel de desarrollo de países, territorios, ciudades o zonas,
o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites.

ISBN 92-5-305016-0

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© FAO 2004
iii

PREPARACIÓN DEL PRESENTE DOCUMENTO

El presente documento ha sido preparado como parte de las actividades del Programa
Ordinario realizadas por el Servicio de Recursos Marinos de la Dirección de Recursos
Pesqueros de la FAO, que tienen por objeto estudiar y vigilar los efectos a largo plazo de la
variabilidad ambiental y del cambio climático en las pesquerías marinas. Además de
examinar y resumir los trabajos más recientes sobre cambio climático y pesca, este
documento ofrece, en el Anexo I, una lista de publicaciones recomendadas que, si bien no se
citan en el propio texto, se consideran lecturas útiles sobre la materia. También se incluye en
el Anexo II un glosario de los términos más utilizados en esta esfera.

Varias personas han contribuido a la preparación del presente documento y el autor


desea expresar su especial gratitud a quienes han colaborado más directamente en la
elaboración de este estudio, en particular los Sres. Leonid Klyashtorin y A. Nikolaev,
Ciencias Pesqueras, VNIROV, Moscú, Federación de Rusia; James Goodridge, Climatólogo
del Estado de California (jubilado), Chico, CA, Estados Unidos de América, y Joseph
Fletcher, Director (jubilado), Administración Oceánica y Atmosférica Nacional, Oficina de
Investigaciones Oceánicas y Atmosféricas (NOAA, OAR), Sequim, WA, Estados Unidos de
América.

Distribución:

Todos los Miembros y Miembros Asociados de la FAO


Departamento de Pesca de la FAO
Oficiales de Pesca de las Oficinas Regionales de la FAO
Instituciones no gubernamentales
Lista de direcciones relacionadas con la pesca marina del Departamento de Pesca (FI)
iv

Sharp, G.D.
Cambio climático y pesquerías regionales en el futuro: análisis en colaboración.
FAO Documento Técnico de Pesca. No. 452. Roma, FAO. 2004. 84p.

RESUMEN

En primer lugar, se examinan cuestiones relativas a la confrontación entre cambio mundial y


calentamiento mundial. Mediante gráficos de la historia de las variaciones del clima de la
Tierra en los últimos millones de años, basados en investigaciones paleoclimáticas, se
presenta la Tierra desde una perspectiva más amplia como un planeta cálido y húmedo que
experimenta frecuentes períodos de enfriamiento. Se describe el ciclo hidrológico y se pone
de relieve su importancia para la pesca. La dinámica climática ha tenido graves
consecuencias en la evolución de las especies, en la sociedad y en la variabilidad de las
pesquerías. Se describen las variaciones de la producción y las modificaciones de la
vulnerabilidad debidas a la dinámica constante de los movimientos oceánicos. Se interpretan
los datos correspondientes a algunas pesquerías importantes, tal como los entendemos
después de un siglo de investigaciones y análisis profundos de diversa información indirecta,
en particular bioindicadores. Se estudia la historia del clima en su relación con la pesca y se
describen las diferentes escalas espaciales y temporales que se evidencian en las respuestas
de las pesquerías, tratando de establecer una diferencia entre las condiciones meteorológicas
y el clima y otros acontecimientos. Se analizan las respuestas ecológicas regionales al cambio
climático y se ofrecen ejemplos relativos a los principales ecosistemas oceánicos, definidos
por sus propiedades térmicas estacionales. Se examinan la sincronía y las transiciones
sistemáticas. Se describen diversos métodos de pronóstico y se combinan sus conclusiones,
en caso de que sean similares, con el fin de obtener previsiones realistas para los próximos
decenios y períodos posteriores. Se exponen los probables efectos, clasificados por tipos de
pesquerías, y se indican las medidas para afrontarlos, cuando se conocen, subrayando la
función que desempeña el hombre en la protección de los hábitat y el mantenimiento de las
opciones.
v

ÍNDICE

Página
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………1

1. CUESTIONES RELATIVAS A LA DISYUNTIVA ENTRE CAMBIO


CLIMÁTICO MUNDIAL Y CALENTAMIENTO MUNDIAL………………………2

1.1 Panorama general………………………………………………………………….. 4


1.2 Las estaciones como base para comprender la variabilidad de la Tierra………….. 7
1.3 Ciclo hidrológico y zonas climáticas…………………………………………….. 9
1.4 Observaciones paleológicas y cambios climáticos………………………………. 13
1.5 Problemas locales………………………………………………………………… 18

2. RELACIONES ENTRE CLIMA Y PESQUERÍAS EN EL PASADO, EL


EL PRESENTE Y EL FUTURO……………………………………………………….20

2.1 Respuestas de los ecosistemas al forzamiento climático a diversas escalas…….....22


2.2 Patrones climáticos frente a patrones de las condiciones meteorológicas…………25
2.3 Respuestas de las sociedades y las pesquerías a los cambios climáticos en
el curso de la historia…………………………………………………………….. 26

3. RESPUESTAS ECOLÓGICAS REGIONALES AL CAMBIO CLIMÁTICO…… 36

3.1 Cambios de productividad a largo plazo………………………………………… 36


3.2 Comportamiento de determinados ecosistemas oceánicos………………………. 38
3.3 Simultaneidad frente a transiciones sistemáticas………………………………… 46
3.4 Pronósticos: enseñanzas del pasado para el futuro………………………………. 49

4. ALGUNAS PREVISIONES………………………………………………………….. 55

5. CONCLUSIONES…………………………………………………………………….. 58

REFERENCIAS……………………………………………………………………………. 62

ANEXO I – OTRAS LECTURAS RECOMENDADAS………………………………… 73

ANEXO II – GLOSARIO…………………………………………………………………. 81
1

INTRODUCCIÓN

La presente publicación pretende explicar diversos procesos físicos, de orden climático


y ecológico, que ejercen influencias mutuas y contribuyen de modo decisivo a mantener los
sistemas de apoyo ecológico de la Tierra, en particular los relacionados con los peces y las
pesquerías. Los estudios de sistemas complejos requieren siempre unos planes adecuados de
seguimiento, aplicados durante períodos lo suficientemente largos para que se pueda captar
íntegramente su dinámica. Por ejemplo, se han realizado pocas observaciones durante períodos
prolongados para disponer de series cronológicas que abarquen más de uno o dos ciclos
completos de ascenso y descenso de las pesquerías en cuestión. Y aún son menos los casos en
que se han realizado además observaciones del sistema o los sistemas de forzamiento que los
afectan directa o indirectamente. Este último problema determina los límites de nuestra
capacidad para pronosticar cambios ecológicos. Rara vez disponemos de todos los datos
necesarios para evitar «sorpresas», sencillamente porque nuestros sistemas de observación son
demasiado nuevos, nuestras series cronológicas demasiado breves y nuestras mediciones
demasiado locales, a pesar de la reciente aparición de los satélites de observación.

La dinámica física de la Tierra que ha sido objeto de mayor número de mediciones es


el viento de superficie. Esas mediciones se refieren habitualmente a los gradientes térmicos,
tanto regionales como generales. Los patrones estacionales regionales suelen ser bastante
similares a escalas climatológicas decenales y más largas. Las perturbaciones más breves del
clima previsto están asociadas con la dinámica atmosférica a escala de El Niño/Oscilación
Austral (ENSO) o con la actividad volcánica. Los volcanes lanzan a las capas superiores de la
atmósfera gases y partículas que forman nubes duraderas y reflectoras bajo las cuales se
produce por lo general un enfriamiento. Tanto los volcanes como los episodios del ENSO
imprimen un carácter singular a las condiciones meteorológicas estacionales. Es lo que se
define como cambio climático.

Todos los procesos que aquí se reseñan comenzaron mucho antes de que existiera el
hombre, y probablemente persistirán mucho después de que éste haya desaparecido. Los
procesos de los ecosistemas se regulan en parte por sí mismos. También influyen notablemente
en ellos los procesos de forzamiento físico que inducen la atmósfera y los océanos de la Tierra,
y por consiguiente la mayoría de las actividades humanas.

Si se quiere sustentar a la humanidad en esas condiciones en constante cambio, es


imprescindible proporcionarle suficientes proteínas. Los océanos, los grandes lagos y los cursos
de agua suministran la mayor parte de las proteínas destinadas al consumo humano. De ahí que
nos centremos en los vaivenes de los ecosistemas acuáticos y las pesquerías dentro del contexto
más amplio de la dinámica de sistemas de la Tierra. Para ilustrar los aspectos principales, se
utilizarán análisis de diversas actividades pesqueras regionales en los que se tendrá en cuenta la
creciente influencia de las actividades pesqueras y no pesqueras en el suministro de proteínas
con fines alimentarios a medida que la población aumenta y modifica los cursos de agua y las
riberas. Los conceptos básicos relativos a los principales factores naturales que fuerzan los
ecosistemas acuáticos se «combinan» dentro de un conjunto más amplio. Algunos de los
conceptos e ideas se atribuyen por lo general a sus autores, aunque se siguen manteniendo las
relaciones causa-efecto necesarias para comprender las interdependencias.

Presentaremos: 1) la variación climática de la Tierra en los últimos millones de años,


basándonos en investigaciones paleoclimáticas; 2) la variabilidad de las pesquerías, tal como la
entendemos después de un siglo de investigaciones y análisis profundos de diversos datos
2

indirectos, en particular bioindicadores; 3) los principios fundamentales de la información


sobre la irradiancia solar procedente de generaciones de satélites, seguida de la estimación de
las variaciones solares en los últimos siglos llevada a cabo por Hoyt y Schatten; 4) los
pronósticos climáticos de Doug Hoyt, Werner Mende y otros, reunidos por el Dr. Joseph
Fletcher en una reciente serie de conferencias sobre el clima en el siglo XXI. Los pronósticos
para los futuros decenios o siglos han sido confirmados por el reciente estudio de Klyashtorin y
Nikolaev sobre las previsiones relativas a los regímenes pesqueros, basado en el seguimiento de
la velocidad de rotación de la Tierra (-LOD); y, por último, 5) un breve examen de las
respuestas de las pesquerías regionales al probable cambio climático, tal como se deduce del
trabajo anteriormente descrito. Estos elementos se interpretarán para cada región mediante una
combinación de todos esos estudios, valiéndose del concepto de sistema climático de Marcel
Leroux (1998) y de la tendencia del autor principal a la integración, y describiendo las
conexiones puestas de manifiesto en los recientes intentos de explicar las variaciones
ecológicas decenales o seculares que han dado lugar a variaciones en las pesquerías. Mediante
esas descripciones se presentarán a los lectores importantes resultados de las nuevas disciplinas
científicas ambientales y geofísicas.

El mensaje principal que se quiere transmitir aquí es que nos enfrentamos con un
cambio constante. El amplio panorama que se desprende de estas colaboraciones está destinado
a ayudar a científicos y profanos en la materia a reorientar sus objetivos en el marco de nuestro
sistema solar y de la Gran Fuga de la Tierra en la que los seres humanos tocamos muchos
instrumentos, pero desgraciadamente no manejamos la batuta del director.

1. CUESTIONES RELATIVAS A LA DISYUNTIVA ENTRE CAMBIO


CLIMÁTICO MUNDIAL Y CALENTAMIENTO MUNDIAL

El clima es el resultado de intercambio de calor y masa entre la tierra, el océano, la


atmósfera, las regiones polares (casquetes glaciares) y el espacio. Barnett, Pierce y Schnur
(2001) señalan que «los océanos son un componente importante del sistema climático mundial;
dado que cubren cerca del 72 por ciento de la superficie del planeta, poseen una inercia térmica
y una capacidad calorífica que contribuyen a mantener y mejorar la variabilidad climática. Si
bien se han realizado estudios de detección y atribución en los que se ha utilizado la
temperatura de la superficie de los océanos, al parecer no se ha intentado nunca utilizar los
cambios de temperatura en las profundidades. Un reciente estudio observacional (Levitus et al.
2000) ha demostrado que el contenido calorífico de las capas superiores del océano ha
aumentado en los últimos 45 años en todos los océanos del mundo, aunque la velocidad del
calentamiento varía considerablemente entre las diferentes cuencas oceánicas.» Barnett, Pierce
y Schnur (2001) señalan también que «... no puede ser correcto un modelo climático que
reproduce el cambio observado en la temperatura del aire a escala mundial en los últimos
50 años, pero no reproduce cuantitativamente el cambio observado en el contenido calorífico de
los océanos», con lo que refuerzan los argumentos en contra de los informes recientes y más
antiguos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC 1990,
1996 e IPCC 2001) y de los modelos hipotéticos sobre el clima futuro que optan por subrayar el
forzamiento antropógeno de los gases de invernadero para explicar el calentamiento de la
superficie de la Tierra en los últimos 150 años.

Los investigadores alemanes Zorita y Gonzalez-Rouco (2000) realizaron comparaciones


de la oscilación ártica (AO) mediante dos modelos climáticos mundiales (MCM) complejos y
avanzados. Esa oscilación es importante porque está estrechamente relacionada con el clima
invernal en el hemisferio norte y con algunas de las pesquerías más productivas del mundo. Por
3

ejemplo, cuando la AO es intensa, Eurasia tiene inviernos más suaves de lo normal y las
pesquerías de especies pelágicas del África occidental prosperan. Seguidamente compararon
los pronósticos relativos a la AO utilizando dos modelos: el MCM del Centro Hadley y el
modelo del Instituto de Meteorología Max-Planck. En primer lugar, ambos modelos coinciden
en su reproducción de los patrones de circulación media invernal en el hemisferio norte y su
variabilidad. Pero cuando se incrementan los niveles de los gases de invernadero, los modelos
predicen tendencias diferentes de la AO que influirán también en el cambio regional simulado
de la temperatura del aire. Una tendencia negativa de la AO reducirá los aumentos (previstos)
de la temperatura en Eurasia y las zonas sudorientales de los Estados Unidos y reforzará los
aumentos de la temperatura en Groenlandia y el Canadá occidental; unas tendencias positivas
darán lugar a resultados opuestos. Los autores concluyen que «las predicciones de la intensidad
de los principales patrones de circulación atmosférica, incluso a escala planetaria, no son
todavía fiables o dependen considerablemente de la variabilidad interna del modelo.»

Del mismo modo, Giorgi y Francisco (2000) reunieron los resultados de cinco MCM
correspondientes a 23 regiones terrestres de todo el mundo y compararon las predicciones sobre
temperaturas y precipitaciones para los años 2070–2099 con el período de referencia de 1961–
1990. En primer lugar, determinaron la exactitud con la que cada modelo reproducía el clima
del período de referencia de 1961–1990. Esta comparación es muy importante, porque si los
modelos no reproducen el clima actual, lo que indiquen para el futuro carecerá de valor.
Observaron que algunos modelos se acercaban mucho a las observaciones de referencia
(ausencia de error) en algunas regiones, pero los puntos de los datos estaban muy dispersos en
torno a la media. En algunos casos, los errores de temperatura eran superiores a 5 ºC. Algunos
errores con respecto a las precipitaciones llegaban al 200 por ciento, pero la mayoría de ellos
eran en general inferiores al 100 por ciento, al menos de junio a agosto. No había un modelo
que funcionara mucho mejor que los demás en todas las regiones. Teniendo en cuenta su
incapacidad para establecer las condiciones actuales, no vale la pena considerar las
proyecciones de los modelos para el futuro. En la actualidad, los MCM proporcionan poca
información sobre la circulación general o las respuestas oceánicas en el futuro.

El presente documento no pretende ser una nueva y superflua refutación de las hipótesis
del IPCC sobre el calentamiento mundial, sino contribuir a que otras personas reconozcan el
forzamiento climático en gran escala del que han quedado datos en los sistemas naturales. Esos
datos proceden de sedimentos laminados, testigos de hielo y varias otras fuentes, como anillos
de crecimiento de árboles y corales, situados en diversos medios de todo el mundo. Por
ejemplo, en el mismo volumen en que se publicó el artículo de Barnett, Pierce y Schnur (2001)
antes citado, Zachos et al. (2001) demostraron que las varianzas del clima y de la química del
carbono oceánico estaban concentradas en todas las frecuencias de Milankovitch (véase el
Glosario), debido a diversas fuerzas del sistema solar que modifican las órbitas anuales de la
Tierra alrededor del sol, porque las fuerzas gravitacionales dominantes de éste arrastran a
nuestro sistema solar en su trayectoria a través del espacio.

Zachos et al. (2001) realizaron análisis espectrales en dos testigos tomados del fondo
del mar con una cronología interrumpida de 5,5 millones de años, desde finales del Oligoceno
hasta comienzos del Mioceno. Esos testigos, que procedían del Atlántico occidental ecuatorial,
revelaron una potencia espectral relacionada con el clima registrada en una banda de
excentricidad de 406 000 años, dentro de un período de 3,4 millones de años (de 20 a
23,4 millones de años atrás), así como en bandas de 125– y 95–1 000 años, dentro de un
período de 1,3 millones de años (de 21,7 a 23 millones de años atrás). Además, una importante
glaciación transitoria en la época límite (~23 millones de años), Mi-1, se corresponde con una
4

rara congruencia en cuanto a la oblicuidad y excentricidad de la órbita de la Tierra alrededor


del sol. La anomalía, que consiste en una varianza de baja amplitud de la oblicuidad (nodo) y
un mínimo de excentricidad, dio lugar a un extenso período (~200 000 años) de órbitas de baja
estacionalidad que favorecieron la expansión del casquete glaciar en la Antártida.

¿Por qué habrían de ser pertinentes para nuestros pronósticos esos datos y procesos
antiguos? Cuando avanzamos en el tiempo y el espacio, lo primero que hemos de recordar es
que el cambio es la norma. Teniendo en cuenta la jerarquía del forzamiento externo, la
transferencia de energía e impulso entre esas fuerzas externas y la atmósfera de la tierra, los
océanos y las estructuras internas, la estabilidad es poco probable casi a cualquier escala. Y, lo
que es más importante, si ha habido ya un patrón de cambio relacionado con el comportamiento
de la Tierra dentro del sistema solar, es probable que vuelva a repetirse. Lo que nos enseñan
esos estudios paleoclimáticos es que los patrones climáticos son repetitivos, y por consiguiente
facilitan el pronóstico de los procesos regionales y sus consecuencias por analogía histórica.
Este concepto es la base de lo que viene a continuación y explica por qué se ofrecen amplias
descripciones de los estudios pertinentes.

1.1 Panorama general

En primer lugar, hemos de aceptar que la tierra es un planeta cálido y húmedo que ha
sufrido una compleja serie de cambios a partir de los cuales se inició y evolucionó la vida, a lo
largo de una secuencia de condiciones muy diferentes. Estas condiciones propiciaron a su vez
cambios tan extraordinarios que posteriormente desaparecieron muchas de las especies
resultantes. La primera de esas crisis ambientales de grandes proporciones ocurrió millones de
años después de que la bacteria inicial fijadora del azufre llegara a ser la forma de vida
dominante. Con el tiempo evolucionaron formas de vida fotosintéticas fijadoras del dióxido de
carbono que empezaron a expulsar oxígeno como resultado de su metabolismo en períodos
nocturnos o de oscuridad , creando una atmósfera rica en oxígeno que no sólo era tóxica, sino
además «venenosa» para innumerables especies susceptibles. Actualmente sobreviven muchos
organismos anaerobios sensibles al oxígeno que siguen desempeñando importantes funciones
en los ecosistemas de la Tierra, inclusive en nuestra flora intestinal y en la de otros animales,
donde esas bacterias simbióticas convierten una variedad de formas químicas de carbohidratos
como la celulosa y los azúcares complejos en diversos compuestos solubles de los que nos
sustentamos. El metano, el CO2 y el agua son el resultado de la labor metabólica realizada por
nosotros y nuestros simbiontes.

La fijación del nitrógeno fue el siguiente paso hacia una ecología productiva e
interactiva porque es el proceso que proporciona los elementos constitutivos de las proteínas.
Al ser los niveles de nitrógeno en la atmósfera de la Tierra altos por naturaleza, el dióxido de
carbono resulta ser el factor limitante de la producción ecológica y, como tal, todo aumento de
CO2 redunda en un incremento de la producción vegetal y «reverdece» nuestro mundo, al
producir a la vez más alimentos carbohidratados y más oxígeno. El aumento de CO2 no es un
problema importante, a pesar de la retórica de los medios de comunicación (véase Idso 1982).
Muchas especies oceánicas que viven en colonias, como los cocolitóforos, incorporan CO2 en
la estructura de su caparazón y con el tiempo, a medida que se hunden en el fondo marino,
pueden acumularse hasta adquirir características geomorfológicas notables, como por ejemplo
los acantilados blancos de Dover. El carbono de origen vegetal y animal puede almacenarse
también en forma de yacimientos de carbón o de campos petrolíferos, siempre que se den las
condiciones adecuadas de tiempo y clima. Tampoco es el dióxido de carbono el único elemento
químico limitante de la productividad biológica. Martin, Gordon y Fitzwater (1991) señalaron
5

que el hierro puede limitar la producción primaria y secundaria en los océanos. El hierro está
disponible en las capas oceánicas superiores debido a los vientos terrales, a los fenómenos
volcánicos o a alteraciones de los sedimentos que hacen que vuelva a la superficie como
consecuencia de fuertes turbulencias.

Otra cosa que hemos de entender es que el balance térmico de la Tierra está regulado
por dos procesos distintos. Mientras que en los polos se registra una pérdida continua de calor,
en las regiones ecuatoriales, y en particular en los océanos, se observa una absorción casi
continua de calor, en ambos casos moduladas por la dinámica de la nubosidad. La dinámica de
la energía resultante en todo el planeta se manifiesta mediante la interacción de la humedad
atmosférica (es decir, las nubes y tipos de nubes y las diversas formas de precipitación), el
calentamiento y enfrentamiento al nivel del suelo y el movimiento oceánico. Todos estos
factores interactúan con diferentes porciones de entrada y salida de espectros
electromagnéticos. Gracias a las últimas generaciones de satélites en órbita tenemos ahora una
visión más completa de la dinámica térmica de la Tierra. Tampoco debemos olvidar que los
últimos metros de la capa superior del océano contienen más energía térmica que toda la
atmósfera. Además, la mayor parte de la energía atmosférica se localiza a unos pocos miles de
metros de la superficie de la Tierra. De hecho, cabe concebir la Tierra como una bola caliente,
cubierta por capas finas y poco nítidas de un fluido caliente, con dos polos fríos. Todos los
flujos de calor y energía siguen las rigurosas leyes físicas de la termodinámica, que los seres
humos no pueden alterar

La historia ofrece pruebas evidentes de que un mundo cálido y húmedo es óptimo para
el hombre. Las sociedades se distinguen por su capacidad de afrontar o no los cambios sufridos
por el sistema terrestre en los últimos tres ó cuatro millones de años. Hemos reorientado
continuamente nuestra dependencia para sobrevivir. No hay garantías de que podamos seguir
manteniendo nuestro patrón actual de crecimiento, especialmente si modificamos los hábitat y
otras bases de recursos que nos han ofrecido opciones en el pasado. Con demasiada frecuencia
hacemos caso omiso de nuestra obligación de administrar nuestro crecimiento y nuestras
interacciones competitivas, aunque algunos atribuyen erróneamente las desgracias a otras
causas. La negativa a reconocer sus culpas es uno de los rasgos más negativos de la humanidad.

Las Figuras 1a a 1c muestran que durante la mayor parte del tiempo la tierra ha sido un
planeta cálido y húmedo que nos ha proporcionado la variedad de hábitat y especies necesarias
para sustentar el desarrollo humano. Otro hecho importante es que todas las especies existentes
han evolucionado y se han adaptado en el marco de esa misma dinámica climática. Las especies
más móviles y adaptables son las que tienen más probabilidades de sobrevivir a cualquier
dinámica climática del futuro, mientras que las especies adaptadas al medio local, con menos
capacidad para desplazarse de un lugar a otro cuando las nuevas condiciones climáticas alteran
su hábitat, son las que tienen más probabilidades de desaparecer, es decir, de extinguirse.
6

Figura 1a Aquí se representan los cambios ocurridos en la superficie de la Tierra durante


900 000 años, según la interpretación realizada por muchos paleoclimatólogos a
partir de diversos datos indirectos procedentes de estratos de rocas sedimentarias,
sedimentos laminados del fondo marino, determinados testigos de hielo de alta y
baja latitud y, más recientemente, anillos de crecimiento de árboles y otras capas
finas clasificadas con arreglo a una secuencia temporal. En más de diez ocasiones
se han registrado descensos de la temperatura que han dado lugar a una expansión
de los glaciares; el calentamiento interglacial más reciente se produjo hace sólo
18 000 años. Esto parece indicar que muchas especies han colonizado de nuevo las
latitudes más altas (>45 grados norte o sur) desde que se redujo la capa de hielo.

Figura 1b Aquí se muestra el patrón de las temperaturas mundiales en los últimos 11 000
años, con una línea de referencia que indica la temperatura media para facilitar la
visualización de este período (que comenzaría en el extremo inferior derecho de la
Figura 1a). Los extensos períodos de clima relativamente cálido proporcionaron un
entorno adecuado para el desarrollo de la mayoría de las civilizaciones y también
para la expansión hacia latitudes más altas.
7

Figura 1c Aquí se muestran las temperaturas mundiales registradas desde el año 900 d.C., y
se ofrece también una línea de referencia que indica la temperatura media. Este
gráfico comienza más o menos en el punto intermedio de la doble protuberancia
que aparece a la derecha de la Figura 1b. Obsérvese que la escala temporal es el
calendario moderno.

1.2 Las estaciones como base para comprender la variabilidad de la Tierra

Es importante aceptar que la tierra es un planeta cálido y húmedo que sufre excursiones
en períodos más fríos en los que hay una mayor formación de hielo. Las oscilaciones
estacionales de los niveles de luz solar y de energía son extremos en los polos, mientras que se
mantienen relativamente constantes en torno al ecuador. La variabilidad estacional más baja y
la cantidad relativamente grande de luz y calor que absorbe el océano en torno al ecuador da
lugar en esta zona a un calentamiento general. Los datos históricos indirectos de la
paleoclimatología muestran que el océano ecuatorial no sufrió cambios espectaculares de
temperatura durante las épocas glaciales. Por el contrario, los océanos polares crecieron
enormemente, por lo que los gradientes térmicos norte-sur se hicieron también más acusados,
con el consiguiente estrechamiento de las zonas climáticas.

El ciclo anual de las condiciones meteorológicas estacionales por el que pasamos es la


base de los principales patrones ecológicos y de la diversidad de las especies de la Tierra, que
en ambos casos son consecuencia de los continuos cambios en los contextos físicos de ésta. El
cambio continuo es de primordial importancia en el marco contextual de la Tierra en el que ha
evolucionado la vida tal como la conocemos. Prácticamente todas las especies están adaptadas
al cambio, porque de lo contrario no tendrían ninguna probabilidad de sobrevivir más allá de
unas pocas generaciones. La forma casi esférica de la Tierra y la relación directa entre la
luz/energía incidente y el calor disponible, unidas a la lenta variación del eje central de rotación
de la Tierra, intensifican las diferencias regionales en la irradiación solar. El desequilibrio es el
resultado de que la luz solar incidente crezca o mengüe a medida que la Tierra da vueltas
alrededor del sol, girando en torno a su eje algo inclinado y alejado 28º del centro. La
estacionalidad es por consiguiente el resultado de la inclinación del eje de la Tierra. Si no
hubiera esa inclinación, la Tierra no tendría estaciones.
8

El albedo, es decir, las propiedades de reflexión y absorción de la atmósfera, las masas


de agua y las diversas superficies de la cubierta vegetal de la Tierra afectan a la absorción de la
energía procedente de la irradiancia solar y la rerradiación de energía infrarroja. La nubosidad y
el tipo de nubes, la capa de hielo, los tipos de vegetación y su fase de desarrollo, así como el
agua en estado líquido y de vapor, influyen considerablemente en el albedo. Todos estos
elementos tienen una distribución estacional dinámica.

Un buen ejemplo de nuestros conocimientos relativamente recientes procede de la


comunidad de científicos que estudian el sol, cuyas observaciones durante siglos han
demostrado que el número de manchas de la superficie solar sigue un patrón de crecimiento y
disminución que dura un período de unos 11 a 13 años. Se «suponía» que la aparición de un
gran número de manchas solares quería decir que el sol era menos activo. Además, hasta que se
lanzaron satélites para medir la producción solar más allá de la atmósfera de la Tierra, los
científicos solían aceptar el concepto de «constante solar». Sólo hace poco se ha reconocido
que hay cambios notables en las emisiones solares, relacionados con el ciclo de manchas
solares, y que más manchas solares significan más emisión de energía solar, es decir todo lo
contrario del «supuesto general» anteriormente aceptado. Por otra parte, se trata en realidad de
dos episodios cíclicos, pues al primero se ha añadido la inversión de la polaridad magnética del
Sol en cada ciclo solar, que da lugar a un patrón de doble pico con un período de unos 22 años.

Aunque en la actualidad es evidente que la irradiancia solar no es «constante», las


mediciones mediante satélite realizadas desde 1979 indican que hasta ahora, teniendo en cuenta
la breve serie cronológica disponible, la variación sigue siendo relativamente pequeña (~2
vatios por metro cuadrado – Figuras 2a y 2b). A pesar de esta variación relativamente pequeña,
en muchos estudios se muestran patrones de cambio climático que parecen indicar la existencia
de ciclos solares dobles de ~22 años (2 x 11–13) de irradiación e inversión del campo
magnético solar (Friis-Christensen y Lassen 1991). Estos ciclos se observan a menudo en los
patrones hidrológicos regionales (véase Perry 1994; 1995; 2000).

He aquí un resumen de los hechos principales: 1) hay una pérdida continua de calor en
los polos y, simultáneamente, 2) una absorción casi continua de calor en los océanos
ecuatoriales. La dinámica de la energía resultante en todo el planeta se manifiesta en la
interacción de la humedad atmosférica (es decir, nubosidad, tipos de nubes y diversas formas
de precipitación); calentamiento/enfriamiento del suelo; y movimiento oceánico. Todos estos
elementos interactúan con espectros de energía radiante de entrada y de salida. Tampoco
debemos olvidar que los últimos metros de las capas superiores del océano contienen más
energía térmica que toda la atmósfera. La mayor parte de la energía atmosférica se localiza a
unos pocos miles de metros de la superficie de la Tierra.
9

Figura 2a Se trata de un diagrama basado en mediciones por satélite de la irradiancia solar y


del número de manchas solares observadas desde que en 1979 se iniciaron las
mediciones por satélite, tomado de Hoyt y Schatten (1997). Las diferencias en las
mediciones de la irradiancia solar son muy pequeñas, situándose en torno al 0,05
por ciento entre los valores máximos y mínimos. Los valores estimados son
también, por lo tanto, muy pequeños, pero desde el mínimo de Maunder parece
haberse producido un aumento a largo plazo de la irradiancia total de cerca del 0,2
por ciento.

1.3 Ciclo hidrológico y zonas climáticas

Las regiones ecuatoriales (zona tropical) reciben una aportación de energía


relativamente mayor, en función de los patrones de irradiancia espectral electromagnética del
sol. Las nubes moderan tanto la irradiancia que llega a la superficie como la tasa de retención
de la retrorradiación infrarroja en todos esos puntos de contacto. Las estaciones siguen su ciclo
dentro de la órbita anual de la Tierra, transfiriendo la atmósfera con suma rapidez las
disparidades de energía. Por ejemplo, las precipitaciones y los movimientos de las nubes que
siguen a una convección profunda, en la que la energía de la superficie del océano se transfiere
a la atmósfera, transmiten calor (energía) procedente de la zona tropical a la zona templada, en
dirección a los polos. Estos procesos pueden durar días o semanas. Un ciclo completo de
transferencia a las regiones polares a través de la atmósfera puede durar meses o años si la
energía se retiene en forma de nieve o hielo, o incluso según el caudal que lleven los ríos en
primavera. En los polos, el calor se pierde continuamente en el espacio en forma de energía
infrarroja.
10

Figura 2b Aquí se muestra la irradiancia solar en esta traducción anual de las observaciones
de manchas solares en irradiancia solar, utilizando el método de calibración de
Hoyt y Schatten (1997) a partir de las observaciones representadas en la Figura 2a.
Las líneas continuas indican los resultados obtenidos tras aplicar una suavización
de 45 años con el fin de evidenciar las tendencias de la actividad solar a largo
plazo.

El ciclo de transmisión de calor de la zona tropical a latitudes más altas a través de las
corrientes oceánicas es mucho más lento. La forma y la trayectoria de las corrientes, forzadas
por los vientos y la dinámica termohalina, están sujetas a las fuerzas rotacionales de la Tierra,
descritas por Ekman en el siglo pasado (véase Bakun 1996), y a las fuerzas de las mareas.
Océanos, lagos y ríos realizan transferencias similares de energía, sujetas a los patrones locales
de las precipitaciones estacionales, la intensidad de los vientos de superficie y las fuerzas
gravitacionales, cuando el líquido trata de alcanzar su nivel de equilibrio dentro de las diversas
cuencas. La dinámica interna océano-atmósfera y los ciclos hidrológicos son los resultados más
importantes de todo ello.
11

Todas esas transferencias de masa y energía crean unas dinámicas locales. Esas
dinámicas dependen de las disparidades locales de calor que generan también subsidencia o
convección, las cuales a su vez ocasionan vientos de superficie que interactúan de nuevo para
evaporar el agua (enfriando la superficie local) o producir más precipitaciones. El enfriamiento
de las superficies de evaporación puede ser causa tanto de una condensación como de un
aumento de la salinidad y de la densidad que, a su vez, inducen un hundimiento de las aguas
superficiales a diversas escalas. Pero la cuestión más importante no es, como algunos pretenden
que creamos, si la situación en que nos encontramos actualmente tiene o no precedentes.

Desde la perspectiva de un observador o de un científico de laboratorio, puede parecer


que las distintas transferencias son bastante sencillas y que es fácil construir un modelo de
ellas. La cosa cambia cuando se empieza a seguir cada proceso desde sus orígenes, a través de
los múltiples puntos de interacción, cada uno de los cuales es escenario de una transición o una
transformación. Por ejemplo, los oceanógrafos físicos tratan el agua dulce o de alta mar como
un sistema sencillo de densidades inducidas por el viento y de fuerzas gravitacionales. Sin
embargo, como cada tipo de agua se encuentra con un medio más o menos salino, esos puntos
de contacto se modifican inmediatamente, con las consiguientes interacciones. Los cambios de
densidad habitualmente sutiles del agua dulce, o las interacciones más complejas de
temperatura y salinidad del agua salina, son reconocibles por sus puntos de contacto
físicamente mensurables, cada uno de las cuales puede conllevar otra escala cronológica y una
resolución habitualmente más lenta de cualquier disparidad en el contenido de energía. El
resultado final es el sistema hidrológico de la Tierra, sumamente complejo (véanse Enzel et al.
1989; Gray 1990; Gray y Scheaffer 1991; Gross et al. 1996; Perry 1994, 1995, 2000; Perry y
Hsu 2000; White et al. 1997; White, Chen y Peterson 1998; Lean y Rind 1998).

Hay innumerables discontinuidades y cambios de fase, cada uno de los cuales interactúa
en otra escala espaciotemporal de resolución de las disparidades de energía. Los cambios en el
estado o la composición química del agua son los factores que más contribuyen a los
numerosos e importantes patrones del clima físico con una escala temporal variable. Esos
puntos de contacto pueden generar también unas condiciones ecológicas de contorno bastante
identificables, las cuales varían a su vez en función de su posición general: 1) dentro de la
geomorfología de la Tierra, que cambia lentamente, y 2) con arreglo a unos límites estacionales
relativamente móviles, a medida que la Tierra realiza su desplazamiento anual alrededor del sol
y que avanza a través del tiempo y el espacio. Estos patrones dinámicos son lo que
denominamos zonas climáticas o, a escala local, microclimas.

Al nivel del mar, cerca de la costa, el clima refleja la dinámica térmica estacional media
de la superficie del océano y de los vientos de superficie que, al atraer y rechazar la carga de
energía, conducen hacia un estado más estable. Cada uno de los medios sirve para alcanzar un
estado de energía más uniforme. A medida que subimos desde la playa hacia un terreno más
elevado, solemos encontrar zonas costeras escarpadas, o incluso montañas, de diversas escalas.
Estas características orográficas transforman rápidamente el aire en superficie, que está cargado
de vapor de agua a menudo casi saturado, en una atmósfera generalmente más fresca, formando
nubes o incluso cristales de hielo, según la latitud y la estación. Esta masa de aire continúa su
ascenso, siguiendo una trayectoria de resolución de la energía/densidad que puede dar lugar a
precipitaciones. Dependiendo de las condiciones que se den en las capas inferiores, la humedad
puede evaporarse, caer en forma de lluvia o ser impulsada hacia arriba, para precipitarse en
ocasiones en forma de granizo que se funde al recibir la energía térmica procedente del suelo y
del aire de superficie.
12

Otros procesos similares que se producen sobre el océano suelen resolverse más
rápidamente por dilución. Sin embargo, el agua de la superficie del océano puede sellarse con
lentejones de agua dulce más cálida y poco salina. Este fenómeno suele ser reforzado por la
escorrentía fluvial, que da lugar otra capa compleja, ya que esos lentejones de agua dulce
pueden impedir la mezcla normal de vientos, hasta que el perfil de salinidad acaba siendo más
susceptible de mezcla, en función de las diferencias de salinidad y del forzamiento externo. Por
ejemplo, si hay una fuerte subsidencia atmosférica, procedente tal vez de una región polar, el
agua dulce superficial puede congelarse, sellando aún más firmemente el océano subyacente
frente a la mezcla de vientos. Por otra parte, cuando las precipitaciones han sido escasas, la
misma subsidencia polar puede evaporar el agua salina del océano, creando corrientes muy
frías y de alta densidad que se sumergen profundamente en el océano, a lo largo de puntos de
contacto con una densidad específica según las condiciones de temperatura y salinidad. El aire
húmedo y más cálido se transfiere a menudo a enormes distancias hasta que se enfría, se
condensa y acaba por precipitarse.

La nieve suele producirse cuando masas densas de aire seco y frío se encuentran con
masas de aire más húmedo y cálido, procedentes de otra zona climática, creando estratos
enfriados rápidamente en los que el vapor de agua se congela adoptando formas cristalinas.
Esos cristales o copos caen al suelo con relativa lentitud, formando de nuevo una cubierta
aislante, o son arrastrados por el viento que los transporta hasta que acaban por formar bancos –
e incluso glaciares en determinadas condiciones –, o simplemente se funden y pasan a engrosar
los recursos hídricos locales. El tipo de proceso, y el sitio donde ocurre, depende tanto de la
altitud como de la latitud, pudiendo dar lugar a glaciares en el ecuador a 5 000 metros o a
lluvias estacionales a partir de 60 °N o 60 °S en altitudes inferiores. El deshielo estacional
genera corrientes de agua dulce que a menudo llegan hasta el océano distante centenares o
miles de millas del lugar donde se produjeron las precipitaciones iniciales.

El flujo de agua dulce es fundamental para muchas pesquerías, como por ejemplo las de
camarón, cangrejos y especies anádromas como el salmón y la anguila. Incluso la formación de
hielo stacional tiene consecuencias ecológicas (Loeb et al. 1997). Todo proceso climático que
modifique los límites de la zona climática influirá en el régimen de precipitaciones y por
consiguiente afectará a las pesquerías de esas especies. El clima regional y mundial puede
cambiar rápidamente, y de hecho lo hace, si se traspasan ciertos umbrales. Algunos sistemas
pesqueros reflejan esos cambios de manera espectacular, como señalaron Hjorth (1914, 1926)
y Russell (1931, 1973) en sus transcendentales trabajos. En la actualidad, se reconoce
ampliamente, aunque apenas se tiene en cuenta en las evaluaciones regionales de las
poblaciones de peces, que las capturas pesqueras constituyen unos indicadores excepcionales
del cambio climático y ecológico, según se demuestra en recientes publicaciones (Southward
1974a,b; Southward, Butler y Pennycuick 1975; Southward, Boalch y Mattock 1988; Sharp y
Csirke 1983; Loeb, Smith y Moser 1983a,b; Garcia 1988; Ware y McFarlane 1989; Glantz y
Feingold 1990; Kawasaki et al. 1991; Ware y Thompson 1991; Glantz 1992, Gomes, Haedrich
y Villagarcia 1995; Mantua et al. 1997; Taylor 1999; Klyashtorin 1998, 2001). Se ha recorrido
un largo camino desde que Baranov expuso sus ideas (1918, 1926).
13

1.4 Observaciones paleológicas y cambios climáticos

En los últimos decenios, algunos paleoclimatólogos han realizado investigaciones muy


avanzadas, utilizando datos procedentes de testigos de hielo, sedimentos de las costas de
océanos y lagos, corales y otros sistemas vivos, que les han llevado a la notable conclusión de
que se han producido con frecuencia cambios impresionantes en los patrones climáticos, a una
escala cronológica de unos pocos años o decenios. Por ejemplo, un grupo de paleocientíficos
estudió testigos de sedimentos procedentes del lago Elk, en Wisconsin (Anderson 1992; Dean
et al. 1984). Aplicando una variedad de técnicas modernas al material tomado de los testigos de
sedimentos anuales cuya secuencia se remontaba a más de 11 000 años, observaron que, en un
período comprendido entre unos pocos años y un decenio, se habían producido cambios
ecológicos ocasionados por el clima desde el ecotomo de la pradera hasta el de los bosques del
norte y del este.

El primero de ellos, es decir el ecotomo de la pradera, supone el dominio de las


condiciones meteorológicas actualmente normales en el sistema anticiclónico del Pacífico
Norte. El último, el ecotomo de los bosques del este, supone el dominio, y el movimiento hacia
la costa, del fenómeno atmosférico denominado anticiclón de las Bermudas, que bombea aire
cálido y húmedo hacia el interior de Norteamérica y favorece el desarrollo de los bosques de
pinos. El tipo intermedio, o ecotomo de los bosques del norte, se produce durante los períodos
en que los anticiclones del Pacífico y de las Bermudas se debilitan y se alejan de las costas, y
los patrones estacionales están dominados por la subsidencia ártica, es decir cuando los
anticiclones polares móviles (véase Leroux 1998) dominan el terreno, dando lugar a inviernos
secos y rigurosos que favorecen el crecimiento de las especies de los bosques septentrionales y
hacen retroceder los otros dos ecotomos hacia el ecuador y el océano.

Estos tipos de cambios de patrón están «escritos» en los sedimentos, los testigos de
hielo y las modalidades de distribución de las plantas en todo el mundo (véase Markgraf 2001).
¿Cómo es posible aprender de los océanos, teniendo en cuenta su dinámica? El problema no
carece de importancia, ya que en los océanos es más difícil tomar muestras y explicar y
describir los procesos en términos que puedan traducirse en «analogías climáticas». Sin
embargo, el número de estudios es cada vez mayor, especialmente desde la brillante obra de
Soutar e Isaacs (1974) y los trabajos complementarios de Baumgartner et al. (1989), que
demuestran que los océanos sufrieron variaciones paralelas en sus patrones, como resultado de
las cuales se produjeron cambios drásticos en la abundancia, composición y distribución de las
especies.

Estos cambios relacionados con el clima tuvieron notables consecuencias para las
sociedades locales y regionales, desde el Ártico hasta Tierra del Fuego, Australia y Sudáfrica,
así como en los océanos de todo el mundo. Hay razones que justifican la adopción de
cualquiera de las opciones posibles para pronosticar las transiciones climáticas o variaciones de
régimen, o identificar los síntomas de las que están en curso. Recientemente se han hecho
algunos avances en geociencias que podrían conducir hacia ese objetivo. Por ejemplo, la
velocidad de rotación de la Tierra o longitud negativa del día (-LOD) varía, lo que al parecer se
debe a la suma de todas las dinámicas «internas» del sistema terrestre. Científicos rusos que se
ocupan de la pesca y la geofísica (Klyashtorin, Nikolaev y Klige (1998) y Klyashtorin,
Nikolaev y Lubushin, en estudio) han observado que algunos procesos importantes
relacionados con la pesca están determinados por cambios en la -LOD, así como en los índices
de circulación atmosférica (ACI) tipificados. Esos conceptos son fundamentales para modificar
el modo en que se realiza la ordenación pesquera, abandonando los métodos de reconstitución a
14

posteriori para adoptar métodos de pronóstico verdaderamente proactivos. Nuestra hipótesis de


trabajo es que los cambios en la temperatura del aire en la superficie de la Tierra (dT) y la
dinámica de la circulación atmosférica regional (ACI) pueden darnos una idea de las
variaciones registradas en los océanos y el medio ambiente, y por consiguiente de los patrones
de producción de las pesquerías (Klyashtorin 1998; Sharp 2000; Sharp, Klyashtorin y
Goodridge 2001).

Uno de los índices del cambio climático mundial es la anomalía en la temperatura del
aire en superficie (dT), que se ha medido continuamente a lo largo de 140 años. Se sabe que la
variabilidad anual de la dT es muy alta, y es necesaria una suavización considerable (13 años)
de la serie cronológica correspondiente para determinar las tendencias de la temperatura a largo
plazo (Figura 3a). Las series cronológicas suavizadas de la dT media anual (Figura 3b)
muestran diversas fluctuaciones, de varios decenios de duración, con valores máximos en los
decenios de 1880, 1930 y 1990 (Halpert y Bell 1997; Bell et al. 2000), así como la respuesta de
los índices de circulación atmosférica (Figura 3c). Esas fluctuaciones tienen lugar en el
contexto de una prolongada tendencia ascendente de 0,06 °C/10 años (Sonechkin, Datsenko e
Ivaschenko 1997, Sonechkin 1998).

Figura 3a
15

Figura 3b

Figura 3c

Figura 3 Dinámica a largo plazo de los índices climáticos y geofísicos estudiados:


3a Anomalía de la temperatura mundial (dT): 1) promedio anual, 2) promedio anual
suavizado por un promedio corriente de 13 años; 3b Índice de velocidad de rotación
de la Tierra (-LOD); 3c Índice de circulación atmosférica latitudinal (ACI zonal).
Figuras facilitadas por Leonid Klyashtorin, comunicación personal.
16

La anomalía de la transferencia atmosférica (AT), el índice de circulación atmosférica


(ACI), la anomalía de la temperatura mundial (dT) y el índice de longitud del día (-LOD) han
sido medidos todos ellos durante los últimos 100–150 años. Las fluctuaciones periódicas a
largo plazo de esos índices están perfectamente correlacionadas, aunque han variado en el curso
del tiempo. Las oscilaciones de la anomalía de la AT, que duran varios decenios, preceden a las
fluctuaciones periódicas de la LOD (en 14–16 años) y de la dT (en 16–20 años), lo que permite
predecir con mucha antelación la probable dinámica de éstas últimas. Por razones prácticas, los
meteorólogos no trabajan directamente con la anomalía de la AT, sino que utilizan el producto
de su acumulación (es decir, la suma secuencial de anomalías de la AT).

El índice de circulación atmosférica (ACI) fue propuesto por Vangeneim (1940) y Girs
(1971) para caracterizar los procesos atmosféricos a escala hemisférica (mundial). Sólo existen
series cronológicas fiables de esos índices para los últimos 110 años aproximadamente. Para
cada uno de los componentes, la dirección predominante de la masa de aire transportada
depende del régimen de presión atmosférica que prevalece en un inmenso territorio, que va por
ejemplo desde el Atlántico hasta Siberia occidental. Esta información se analiza y
posteriormente se presenta en forma de mapas diarios de los campos de presión atmosférica en
la región, con unos límites de 45 °W, 75 °E y 20 °N al Polo Norte. Existen patrones similares
para el hemisferio sur, basados en datos similares.

La aparición de cada componente (C, W o E) se determina en función del número de


días con la correspondiente dirección predominante de la masa de aire transferida. El número
total de apariciones de los tres componentes en un año es igual a 365. Para cada intervalo de
años, la aparición de la transferencia atmosférica predominante se expresa como la anomalía de
la transferencia atmosférica (anomalía de la AT), que, como se ha demostrado, es el resultado
de sustraer a un período de tiempo determinado el promedio correspondiente. Por consiguiente,
la suma de las anomalías de la AT de los tres componentes básicos (C, W y E) durante el
mismo período es siempre igual a cero. La serie cronológica resultante (anomalías de la AT
acumuladas) se denomina índice de la circulación atmosférica (ACI); es decir, la ACI es la
serie cronológica integrada de las anomalías de la AT correspondiente a cualquier período de
mediciones. Klyashtorin (1998) indicó la estrecha relación que existe entre las capturas
comerciales en las principales pesquerías del mundo y los índices de la ACI del Instituto Ruso
de Investigaciones sobre el Ártico (Figura 4).

La idea de que los patrones de las condiciones meteorológicas en los hemisferios son
cíclicos y están relacionados con las fuerzas atmosféricas no es nueva ni suscita especiales
polémicas. Es fácil admitir las relaciones típicas entre cambios de regímenes climáticos y datos
hidrológicos de grandes sistemas, siempre que los conjuntos de datos sean coherentes, amplios
y correctos. Las subidas y bajadas de los sistemas de lagos continentales han sido registradas
durante muchos decenios, y en algunos casos, como las crecidas del río Nilo, durante casi
2 000 años. Por ejemplo, los especialistas rusos en recursos hídricos saben bien que la forma
dominante de presión atmosférica ACI-C significa un aumento de la transferencia de
precipitaciones de norte a sur. Por otra parte, durante las «épocas meridionales» el clima
regional se vuelve más continental, es decir muestra mayores diferencias entre las temperaturas
del verano y las del invierno.
17

Figura 4 Aquí se muestran los índices de circulación atmosférica correspondientes al mismo


período, elaborados a partir de datos regionales sobre desembarques comerciales de
«régimen cálido» para las doce pesquerías principales descritas por Klyashtorin
(2001, véase la Figura 14). La ACI (W–E) designa períodos en que los campos
dominantes de vientos de superficie son zonales, mientras que la ACI (C) indica los
períodos en que los campos de vientos son predominantemente meridionales.
Obsérvese la coherencia relativa de los picos de producción pesquera dentro de los
dos patrones de la ACI (WE y C).

En los últimos decenios, ha habido un intenso debate sobre las causas del descenso de
las aguas del mar de Aral y de otros cursos de agua de Rusia, al haber crecido la agricultura y
haberse explotado más recursos hídricos con fines de riego. La Figura 5 ayuda a explicar los
descensos a largo plazo, antes preocupantes, del nivel del mar de Aral, situado al oeste del lago
Balkhash.
18

Figura 5 Aquí se muestra la concordancia entre el volumen del lago Balkhash y el índice de
circulación atmosférica de forma C (meridional) de Klyashtorin (supra). El mar de
Aral y otras cuencas hidrológicas regionales han empezado recientemente a
aumentar en forma lenta. Estos datos corroboran los pronósticos moderadamente
positivos con respecto a los cambios ecológicos.

1.5 Problemas locales

La necesidad fundamental de encontrar alimentos y, en particular, proporcionar una


cantidad adecuada de proteínas a una población en constante aumento plantea un dilema de
enormes dimensiones. Es evidente que con la estabilización e incluso el descenso de la
producción de algunas pesquerías oceánicas, están empezando a agotarse las opciones que
teníamos a nuestra disposición, a medida que se modifican los hábitats para dar preferencia a la
agricultura y se utiliza más pescado como pienso en el cultivo de peces y camarones. Teniendo
en cuenta la presión que ejerce el actual crecimiento demográfico, tal vez podría aprovecharse
mejor la proteína del pescado si una parte mayor de las capturas de peces se destinara
directamente al consumo humano, en lugar de utilizarla para obtener productos de más valor
mediante la etapa añadida de su conversión ineficiente en pienso para otras especies.

La Figura 6 sitúa en un contexto temporal y climático ejemplos de cambios conocidos


en los patrones sociales y pesqueros que parecen responder a cambios climáticos igualmente
bien descritos aunque de duración algo mayor (véase la Figura 1c). Los ejemplos de las
respuestas, relacionadas con el clima, del arenque de Bohuslan, en el Atlántico Norte, así como
de las culturas andinas, a los cambios en las influencias solares no coinciden plenamente con
las causas locales de cada fenómeno. Pueden documentarse en todo el mundo la aparición y
desaparición de hielo glaciar, el enfriamiento y calentamiento del hábitat oceánico y las
19

secuencias de períodos húmedos y secos: esa es la misión, por ejemplo, del programa Polo-
Ecuador-Polo PAGES (véase el sitio web de PEP-PAGES). Los patrones climáticos regionales
y mundiales son estudiados y archivados por diversas instituciones nacionales (véanse los sitios
web del Centro de Predicción del Clima de la NOAA y de la CSIRO), la más antigua de las
cuales es el indicador de nivel del río Nilo, cerca de El Cairo. La atención de las ciencias
climáticas aplicadas, centrada en El Niño durante los últimos decenios, se ha ampliado ahora a
La Niña u otros patrones neutrales.

Figura 6 He aquí una serie cronológica de anomalías detectadas mediante C14, que se
produjeron como resultado de las emisiones solares, con las correspondientes
respuestas de la sociedad, e información comparable sobre el aumento y la
disminución del arenque en el Báltico y la posterior creación de la Liga Hanseática
para hacer frente a los impresionantes patrones de enfriamiento y calentamiento en
la región durante la pequeña época glacial. Mientras tanto, las antiguas colonias
noruegas en Islandia y las culturas de las tierras bajas y altas del Perú sufrían
cambios espectaculares. Muchas otras consecuencias sociales han sido relacionadas
con cambios continuos y bruscos, lo que confirma la idea de que las culturas
humanas han respondido a esos cambios climáticos al igual que lo han hecho todas
las especies en el curso de la historia.

Desde el comienzo del período de calentamiento medieval comprendido entre 1285 y


1400 aproximadamente, unas condiciones meteorológicas de tiempo crónicamente seco y frío,
y localmente muy seco y extremo, unidas a una escasa seguridad alimentaria en la región,
pusieron en marcha diversas fuerzas competitivas de la sociedad (véanse Thompson et al. 1995,
Braudel 1985). Esta época de tensiones sociales relacionadas con el clima se vio agravada por
un período más frío que ahora conocemos como pequeña época glacial, y fue la fuerza social
que impulsó la era de las exploraciones.
Fotografías:
Arriba: Diferencias entre la temperatura de la superficie del mar en verano e invierno en el hemisferio sur.
Abajo: Diferencias entre la temperatura de la superficie del mar en verano e invierno en el hemisferio norte.
Cambio climático FAO
DOCUMENTO
TÉCNICO

y pesquerías regionales
DE PESCA

452
en el futuro:
análisis en colaboración

por
Gary D. Sharp
Centro para el Estudio del Clima y los Recursos Oceánicos
Monterey, CA
Estados Unidos de América

ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA AGRICULTURA


Y LA ALIMENTACIÓN
Roma, 2004
Las denominaciones empleadas en este producto informativo y la forma en que
aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, juicio alguno sobre
la condición jurídica o nivel de desarrollo de países, territorios, ciudades o zonas,
o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites.

ISBN 92-5-305016-0

Todos los derechos reservados. Se autoriza la reproducción y difusión de material


contenido en este producto informativo para fines educativos u otros fines no comerciales
sin previa autorización escrita de los titulares de los derechos de autor, siempre que
se especifique claramente la fuente. Se prohíbe la reproducción del material contenido
en este producto informativo para reventa u otros fines comerciales sin previa autorización
escrita de los titulares de los derechos de autor. Las peticiones para obtener tal autorización
deberán dirigirse al
Jefe del Servicio de Gestión de las Publicaciones de la Dirección
de Información de la FAO
Viale delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia
o por correo electrónico a:
copyright@fao.org

© FAO 2004
iii

PREPARACIÓN DEL PRESENTE DOCUMENTO

El presente documento ha sido preparado como parte de las actividades del Programa
Ordinario realizadas por el Servicio de Recursos Marinos de la Dirección de Recursos
Pesqueros de la FAO, que tienen por objeto estudiar y vigilar los efectos a largo plazo de la
variabilidad ambiental y del cambio climático en las pesquerías marinas. Además de
examinar y resumir los trabajos más recientes sobre cambio climático y pesca, este
documento ofrece, en el Anexo I, una lista de publicaciones recomendadas que, si bien no se
citan en el propio texto, se consideran lecturas útiles sobre la materia. También se incluye en
el Anexo II un glosario de los términos más utilizados en esta esfera.

Varias personas han contribuido a la preparación del presente documento y el autor


desea expresar su especial gratitud a quienes han colaborado más directamente en la
elaboración de este estudio, en particular los Sres. Leonid Klyashtorin y A. Nikolaev,
Ciencias Pesqueras, VNIROV, Moscú, Federación de Rusia; James Goodridge, Climatólogo
del Estado de California (jubilado), Chico, CA, Estados Unidos de América, y Joseph
Fletcher, Director (jubilado), Administración Oceánica y Atmosférica Nacional, Oficina de
Investigaciones Oceánicas y Atmosféricas (NOAA, OAR), Sequim, WA, Estados Unidos de
América.

Distribución:

Todos los Miembros y Miembros Asociados de la FAO


Departamento de Pesca de la FAO
Oficiales de Pesca de las Oficinas Regionales de la FAO
Instituciones no gubernamentales
Lista de direcciones relacionadas con la pesca marina del Departamento de Pesca (FI)
iv

Sharp, G.D.
Cambio climático y pesquerías regionales en el futuro: análisis en colaboración.
FAO Documento Técnico de Pesca. No. 452. Roma, FAO. 2004. 84p.

RESUMEN

En primer lugar, se examinan cuestiones relativas a la confrontación entre cambio mundial y


calentamiento mundial. Mediante gráficos de la historia de las variaciones del clima de la
Tierra en los últimos millones de años, basados en investigaciones paleoclimáticas, se
presenta la Tierra desde una perspectiva más amplia como un planeta cálido y húmedo que
experimenta frecuentes períodos de enfriamiento. Se describe el ciclo hidrológico y se pone
de relieve su importancia para la pesca. La dinámica climática ha tenido graves
consecuencias en la evolución de las especies, en la sociedad y en la variabilidad de las
pesquerías. Se describen las variaciones de la producción y las modificaciones de la
vulnerabilidad debidas a la dinámica constante de los movimientos oceánicos. Se interpretan
los datos correspondientes a algunas pesquerías importantes, tal como los entendemos
después de un siglo de investigaciones y análisis profundos de diversa información indirecta,
en particular bioindicadores. Se estudia la historia del clima en su relación con la pesca y se
describen las diferentes escalas espaciales y temporales que se evidencian en las respuestas
de las pesquerías, tratando de establecer una diferencia entre las condiciones meteorológicas
y el clima y otros acontecimientos. Se analizan las respuestas ecológicas regionales al cambio
climático y se ofrecen ejemplos relativos a los principales ecosistemas oceánicos, definidos
por sus propiedades térmicas estacionales. Se examinan la sincronía y las transiciones
sistemáticas. Se describen diversos métodos de pronóstico y se combinan sus conclusiones,
en caso de que sean similares, con el fin de obtener previsiones realistas para los próximos
decenios y períodos posteriores. Se exponen los probables efectos, clasificados por tipos de
pesquerías, y se indican las medidas para afrontarlos, cuando se conocen, subrayando la
función que desempeña el hombre en la protección de los hábitat y el mantenimiento de las
opciones.
v

ÍNDICE

Página
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………1

1. CUESTIONES RELATIVAS A LA DISYUNTIVA ENTRE CAMBIO


CLIMÁTICO MUNDIAL Y CALENTAMIENTO MUNDIAL………………………2

1.1 Panorama general………………………………………………………………….. 4


1.2 Las estaciones como base para comprender la variabilidad de la Tierra………….. 7
1.3 Ciclo hidrológico y zonas climáticas…………………………………………….. 9
1.4 Observaciones paleológicas y cambios climáticos………………………………. 13
1.5 Problemas locales………………………………………………………………… 18

2. RELACIONES ENTRE CLIMA Y PESQUERÍAS EN EL PASADO, EL


EL PRESENTE Y EL FUTURO……………………………………………………….20

2.1 Respuestas de los ecosistemas al forzamiento climático a diversas escalas…….....22


2.2 Patrones climáticos frente a patrones de las condiciones meteorológicas…………25
2.3 Respuestas de las sociedades y las pesquerías a los cambios climáticos en
el curso de la historia…………………………………………………………….. 26

3. RESPUESTAS ECOLÓGICAS REGIONALES AL CAMBIO CLIMÁTICO…… 36

3.1 Cambios de productividad a largo plazo………………………………………… 36


3.2 Comportamiento de determinados ecosistemas oceánicos………………………. 38
3.3 Simultaneidad frente a transiciones sistemáticas………………………………… 46
3.4 Pronósticos: enseñanzas del pasado para el futuro………………………………. 49

4. ALGUNAS PREVISIONES………………………………………………………….. 55

5. CONCLUSIONES…………………………………………………………………….. 58

REFERENCIAS……………………………………………………………………………. 62

ANEXO I – OTRAS LECTURAS RECOMENDADAS………………………………… 73

ANEXO II – GLOSARIO…………………………………………………………………. 81
1

INTRODUCCIÓN

La presente publicación pretende explicar diversos procesos físicos, de orden climático


y ecológico, que ejercen influencias mutuas y contribuyen de modo decisivo a mantener los
sistemas de apoyo ecológico de la Tierra, en particular los relacionados con los peces y las
pesquerías. Los estudios de sistemas complejos requieren siempre unos planes adecuados de
seguimiento, aplicados durante períodos lo suficientemente largos para que se pueda captar
íntegramente su dinámica. Por ejemplo, se han realizado pocas observaciones durante períodos
prolongados para disponer de series cronológicas que abarquen más de uno o dos ciclos
completos de ascenso y descenso de las pesquerías en cuestión. Y aún son menos los casos en
que se han realizado además observaciones del sistema o los sistemas de forzamiento que los
afectan directa o indirectamente. Este último problema determina los límites de nuestra
capacidad para pronosticar cambios ecológicos. Rara vez disponemos de todos los datos
necesarios para evitar «sorpresas», sencillamente porque nuestros sistemas de observación son
demasiado nuevos, nuestras series cronológicas demasiado breves y nuestras mediciones
demasiado locales, a pesar de la reciente aparición de los satélites de observación.

La dinámica física de la Tierra que ha sido objeto de mayor número de mediciones es


el viento de superficie. Esas mediciones se refieren habitualmente a los gradientes térmicos,
tanto regionales como generales. Los patrones estacionales regionales suelen ser bastante
similares a escalas climatológicas decenales y más largas. Las perturbaciones más breves del
clima previsto están asociadas con la dinámica atmosférica a escala de El Niño/Oscilación
Austral (ENSO) o con la actividad volcánica. Los volcanes lanzan a las capas superiores de la
atmósfera gases y partículas que forman nubes duraderas y reflectoras bajo las cuales se
produce por lo general un enfriamiento. Tanto los volcanes como los episodios del ENSO
imprimen un carácter singular a las condiciones meteorológicas estacionales. Es lo que se
define como cambio climático.

Todos los procesos que aquí se reseñan comenzaron mucho antes de que existiera el
hombre, y probablemente persistirán mucho después de que éste haya desaparecido. Los
procesos de los ecosistemas se regulan en parte por sí mismos. También influyen notablemente
en ellos los procesos de forzamiento físico que inducen la atmósfera y los océanos de la Tierra,
y por consiguiente la mayoría de las actividades humanas.

Si se quiere sustentar a la humanidad en esas condiciones en constante cambio, es


imprescindible proporcionarle suficientes proteínas. Los océanos, los grandes lagos y los cursos
de agua suministran la mayor parte de las proteínas destinadas al consumo humano. De ahí que
nos centremos en los vaivenes de los ecosistemas acuáticos y las pesquerías dentro del contexto
más amplio de la dinámica de sistemas de la Tierra. Para ilustrar los aspectos principales, se
utilizarán análisis de diversas actividades pesqueras regionales en los que se tendrá en cuenta la
creciente influencia de las actividades pesqueras y no pesqueras en el suministro de proteínas
con fines alimentarios a medida que la población aumenta y modifica los cursos de agua y las
riberas. Los conceptos básicos relativos a los principales factores naturales que fuerzan los
ecosistemas acuáticos se «combinan» dentro de un conjunto más amplio. Algunos de los
conceptos e ideas se atribuyen por lo general a sus autores, aunque se siguen manteniendo las
relaciones causa-efecto necesarias para comprender las interdependencias.

Presentaremos: 1) la variación climática de la Tierra en los últimos millones de años,


basándonos en investigaciones paleoclimáticas; 2) la variabilidad de las pesquerías, tal como la
entendemos después de un siglo de investigaciones y análisis profundos de diversos datos
2

indirectos, en particular bioindicadores; 3) los principios fundamentales de la información


sobre la irradiancia solar procedente de generaciones de satélites, seguida de la estimación de
las variaciones solares en los últimos siglos llevada a cabo por Hoyt y Schatten; 4) los
pronósticos climáticos de Doug Hoyt, Werner Mende y otros, reunidos por el Dr. Joseph
Fletcher en una reciente serie de conferencias sobre el clima en el siglo XXI. Los pronósticos
para los futuros decenios o siglos han sido confirmados por el reciente estudio de Klyashtorin y
Nikolaev sobre las previsiones relativas a los regímenes pesqueros, basado en el seguimiento de
la velocidad de rotación de la Tierra (-LOD); y, por último, 5) un breve examen de las
respuestas de las pesquerías regionales al probable cambio climático, tal como se deduce del
trabajo anteriormente descrito. Estos elementos se interpretarán para cada región mediante una
combinación de todos esos estudios, valiéndose del concepto de sistema climático de Marcel
Leroux (1998) y de la tendencia del autor principal a la integración, y describiendo las
conexiones puestas de manifiesto en los recientes intentos de explicar las variaciones
ecológicas decenales o seculares que han dado lugar a variaciones en las pesquerías. Mediante
esas descripciones se presentarán a los lectores importantes resultados de las nuevas disciplinas
científicas ambientales y geofísicas.

El mensaje principal que se quiere transmitir aquí es que nos enfrentamos con un
cambio constante. El amplio panorama que se desprende de estas colaboraciones está destinado
a ayudar a científicos y profanos en la materia a reorientar sus objetivos en el marco de nuestro
sistema solar y de la Gran Fuga de la Tierra en la que los seres humanos tocamos muchos
instrumentos, pero desgraciadamente no manejamos la batuta del director.

1. CUESTIONES RELATIVAS A LA DISYUNTIVA ENTRE CAMBIO


CLIMÁTICO MUNDIAL Y CALENTAMIENTO MUNDIAL

El clima es el resultado de intercambio de calor y masa entre la tierra, el océano, la


atmósfera, las regiones polares (casquetes glaciares) y el espacio. Barnett, Pierce y Schnur
(2001) señalan que «los océanos son un componente importante del sistema climático mundial;
dado que cubren cerca del 72 por ciento de la superficie del planeta, poseen una inercia térmica
y una capacidad calorífica que contribuyen a mantener y mejorar la variabilidad climática. Si
bien se han realizado estudios de detección y atribución en los que se ha utilizado la
temperatura de la superficie de los océanos, al parecer no se ha intentado nunca utilizar los
cambios de temperatura en las profundidades. Un reciente estudio observacional (Levitus et al.
2000) ha demostrado que el contenido calorífico de las capas superiores del océano ha
aumentado en los últimos 45 años en todos los océanos del mundo, aunque la velocidad del
calentamiento varía considerablemente entre las diferentes cuencas oceánicas.» Barnett, Pierce
y Schnur (2001) señalan también que «... no puede ser correcto un modelo climático que
reproduce el cambio observado en la temperatura del aire a escala mundial en los últimos
50 años, pero no reproduce cuantitativamente el cambio observado en el contenido calorífico de
los océanos», con lo que refuerzan los argumentos en contra de los informes recientes y más
antiguos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC 1990,
1996 e IPCC 2001) y de los modelos hipotéticos sobre el clima futuro que optan por subrayar el
forzamiento antropógeno de los gases de invernadero para explicar el calentamiento de la
superficie de la Tierra en los últimos 150 años.

Los investigadores alemanes Zorita y Gonzalez-Rouco (2000) realizaron comparaciones


de la oscilación ártica (AO) mediante dos modelos climáticos mundiales (MCM) complejos y
avanzados. Esa oscilación es importante porque está estrechamente relacionada con el clima
invernal en el hemisferio norte y con algunas de las pesquerías más productivas del mundo. Por
3

ejemplo, cuando la AO es intensa, Eurasia tiene inviernos más suaves de lo normal y las
pesquerías de especies pelágicas del África occidental prosperan. Seguidamente compararon
los pronósticos relativos a la AO utilizando dos modelos: el MCM del Centro Hadley y el
modelo del Instituto de Meteorología Max-Planck. En primer lugar, ambos modelos coinciden
en su reproducción de los patrones de circulación media invernal en el hemisferio norte y su
variabilidad. Pero cuando se incrementan los niveles de los gases de invernadero, los modelos
predicen tendencias diferentes de la AO que influirán también en el cambio regional simulado
de la temperatura del aire. Una tendencia negativa de la AO reducirá los aumentos (previstos)
de la temperatura en Eurasia y las zonas sudorientales de los Estados Unidos y reforzará los
aumentos de la temperatura en Groenlandia y el Canadá occidental; unas tendencias positivas
darán lugar a resultados opuestos. Los autores concluyen que «las predicciones de la intensidad
de los principales patrones de circulación atmosférica, incluso a escala planetaria, no son
todavía fiables o dependen considerablemente de la variabilidad interna del modelo.»

Del mismo modo, Giorgi y Francisco (2000) reunieron los resultados de cinco MCM
correspondientes a 23 regiones terrestres de todo el mundo y compararon las predicciones sobre
temperaturas y precipitaciones para los años 2070–2099 con el período de referencia de 1961–
1990. En primer lugar, determinaron la exactitud con la que cada modelo reproducía el clima
del período de referencia de 1961–1990. Esta comparación es muy importante, porque si los
modelos no reproducen el clima actual, lo que indiquen para el futuro carecerá de valor.
Observaron que algunos modelos se acercaban mucho a las observaciones de referencia
(ausencia de error) en algunas regiones, pero los puntos de los datos estaban muy dispersos en
torno a la media. En algunos casos, los errores de temperatura eran superiores a 5 ºC. Algunos
errores con respecto a las precipitaciones llegaban al 200 por ciento, pero la mayoría de ellos
eran en general inferiores al 100 por ciento, al menos de junio a agosto. No había un modelo
que funcionara mucho mejor que los demás en todas las regiones. Teniendo en cuenta su
incapacidad para establecer las condiciones actuales, no vale la pena considerar las
proyecciones de los modelos para el futuro. En la actualidad, los MCM proporcionan poca
información sobre la circulación general o las respuestas oceánicas en el futuro.

El presente documento no pretende ser una nueva y superflua refutación de las hipótesis
del IPCC sobre el calentamiento mundial, sino contribuir a que otras personas reconozcan el
forzamiento climático en gran escala del que han quedado datos en los sistemas naturales. Esos
datos proceden de sedimentos laminados, testigos de hielo y varias otras fuentes, como anillos
de crecimiento de árboles y corales, situados en diversos medios de todo el mundo. Por
ejemplo, en el mismo volumen en que se publicó el artículo de Barnett, Pierce y Schnur (2001)
antes citado, Zachos et al. (2001) demostraron que las varianzas del clima y de la química del
carbono oceánico estaban concentradas en todas las frecuencias de Milankovitch (véase el
Glosario), debido a diversas fuerzas del sistema solar que modifican las órbitas anuales de la
Tierra alrededor del sol, porque las fuerzas gravitacionales dominantes de éste arrastran a
nuestro sistema solar en su trayectoria a través del espacio.

Zachos et al. (2001) realizaron análisis espectrales en dos testigos tomados del fondo
del mar con una cronología interrumpida de 5,5 millones de años, desde finales del Oligoceno
hasta comienzos del Mioceno. Esos testigos, que procedían del Atlántico occidental ecuatorial,
revelaron una potencia espectral relacionada con el clima registrada en una banda de
excentricidad de 406 000 años, dentro de un período de 3,4 millones de años (de 20 a
23,4 millones de años atrás), así como en bandas de 125– y 95–1 000 años, dentro de un
período de 1,3 millones de años (de 21,7 a 23 millones de años atrás). Además, una importante
glaciación transitoria en la época límite (~23 millones de años), Mi-1, se corresponde con una
4

rara congruencia en cuanto a la oblicuidad y excentricidad de la órbita de la Tierra alrededor


del sol. La anomalía, que consiste en una varianza de baja amplitud de la oblicuidad (nodo) y
un mínimo de excentricidad, dio lugar a un extenso período (~200 000 años) de órbitas de baja
estacionalidad que favorecieron la expansión del casquete glaciar en la Antártida.

¿Por qué habrían de ser pertinentes para nuestros pronósticos esos datos y procesos
antiguos? Cuando avanzamos en el tiempo y el espacio, lo primero que hemos de recordar es
que el cambio es la norma. Teniendo en cuenta la jerarquía del forzamiento externo, la
transferencia de energía e impulso entre esas fuerzas externas y la atmósfera de la tierra, los
océanos y las estructuras internas, la estabilidad es poco probable casi a cualquier escala. Y, lo
que es más importante, si ha habido ya un patrón de cambio relacionado con el comportamiento
de la Tierra dentro del sistema solar, es probable que vuelva a repetirse. Lo que nos enseñan
esos estudios paleoclimáticos es que los patrones climáticos son repetitivos, y por consiguiente
facilitan el pronóstico de los procesos regionales y sus consecuencias por analogía histórica.
Este concepto es la base de lo que viene a continuación y explica por qué se ofrecen amplias
descripciones de los estudios pertinentes.

1.1 Panorama general

En primer lugar, hemos de aceptar que la tierra es un planeta cálido y húmedo que ha
sufrido una compleja serie de cambios a partir de los cuales se inició y evolucionó la vida, a lo
largo de una secuencia de condiciones muy diferentes. Estas condiciones propiciaron a su vez
cambios tan extraordinarios que posteriormente desaparecieron muchas de las especies
resultantes. La primera de esas crisis ambientales de grandes proporciones ocurrió millones de
años después de que la bacteria inicial fijadora del azufre llegara a ser la forma de vida
dominante. Con el tiempo evolucionaron formas de vida fotosintéticas fijadoras del dióxido de
carbono que empezaron a expulsar oxígeno como resultado de su metabolismo en períodos
nocturnos o de oscuridad , creando una atmósfera rica en oxígeno que no sólo era tóxica, sino
además «venenosa» para innumerables especies susceptibles. Actualmente sobreviven muchos
organismos anaerobios sensibles al oxígeno que siguen desempeñando importantes funciones
en los ecosistemas de la Tierra, inclusive en nuestra flora intestinal y en la de otros animales,
donde esas bacterias simbióticas convierten una variedad de formas químicas de carbohidratos
como la celulosa y los azúcares complejos en diversos compuestos solubles de los que nos
sustentamos. El metano, el CO2 y el agua son el resultado de la labor metabólica realizada por
nosotros y nuestros simbiontes.

La fijación del nitrógeno fue el siguiente paso hacia una ecología productiva e
interactiva porque es el proceso que proporciona los elementos constitutivos de las proteínas.
Al ser los niveles de nitrógeno en la atmósfera de la Tierra altos por naturaleza, el dióxido de
carbono resulta ser el factor limitante de la producción ecológica y, como tal, todo aumento de
CO2 redunda en un incremento de la producción vegetal y «reverdece» nuestro mundo, al
producir a la vez más alimentos carbohidratados y más oxígeno. El aumento de CO2 no es un
problema importante, a pesar de la retórica de los medios de comunicación (véase Idso 1982).
Muchas especies oceánicas que viven en colonias, como los cocolitóforos, incorporan CO2 en
la estructura de su caparazón y con el tiempo, a medida que se hunden en el fondo marino,
pueden acumularse hasta adquirir características geomorfológicas notables, como por ejemplo
los acantilados blancos de Dover. El carbono de origen vegetal y animal puede almacenarse
también en forma de yacimientos de carbón o de campos petrolíferos, siempre que se den las
condiciones adecuadas de tiempo y clima. Tampoco es el dióxido de carbono el único elemento
químico limitante de la productividad biológica. Martin, Gordon y Fitzwater (1991) señalaron
5

que el hierro puede limitar la producción primaria y secundaria en los océanos. El hierro está
disponible en las capas oceánicas superiores debido a los vientos terrales, a los fenómenos
volcánicos o a alteraciones de los sedimentos que hacen que vuelva a la superficie como
consecuencia de fuertes turbulencias.

Otra cosa que hemos de entender es que el balance térmico de la Tierra está regulado
por dos procesos distintos. Mientras que en los polos se registra una pérdida continua de calor,
en las regiones ecuatoriales, y en particular en los océanos, se observa una absorción casi
continua de calor, en ambos casos moduladas por la dinámica de la nubosidad. La dinámica de
la energía resultante en todo el planeta se manifiesta mediante la interacción de la humedad
atmosférica (es decir, las nubes y tipos de nubes y las diversas formas de precipitación), el
calentamiento y enfrentamiento al nivel del suelo y el movimiento oceánico. Todos estos
factores interactúan con diferentes porciones de entrada y salida de espectros
electromagnéticos. Gracias a las últimas generaciones de satélites en órbita tenemos ahora una
visión más completa de la dinámica térmica de la Tierra. Tampoco debemos olvidar que los
últimos metros de la capa superior del océano contienen más energía térmica que toda la
atmósfera. Además, la mayor parte de la energía atmosférica se localiza a unos pocos miles de
metros de la superficie de la Tierra. De hecho, cabe concebir la Tierra como una bola caliente,
cubierta por capas finas y poco nítidas de un fluido caliente, con dos polos fríos. Todos los
flujos de calor y energía siguen las rigurosas leyes físicas de la termodinámica, que los seres
humos no pueden alterar

La historia ofrece pruebas evidentes de que un mundo cálido y húmedo es óptimo para
el hombre. Las sociedades se distinguen por su capacidad de afrontar o no los cambios sufridos
por el sistema terrestre en los últimos tres ó cuatro millones de años. Hemos reorientado
continuamente nuestra dependencia para sobrevivir. No hay garantías de que podamos seguir
manteniendo nuestro patrón actual de crecimiento, especialmente si modificamos los hábitat y
otras bases de recursos que nos han ofrecido opciones en el pasado. Con demasiada frecuencia
hacemos caso omiso de nuestra obligación de administrar nuestro crecimiento y nuestras
interacciones competitivas, aunque algunos atribuyen erróneamente las desgracias a otras
causas. La negativa a reconocer sus culpas es uno de los rasgos más negativos de la humanidad.

Las Figuras 1a a 1c muestran que durante la mayor parte del tiempo la tierra ha sido un
planeta cálido y húmedo que nos ha proporcionado la variedad de hábitat y especies necesarias
para sustentar el desarrollo humano. Otro hecho importante es que todas las especies existentes
han evolucionado y se han adaptado en el marco de esa misma dinámica climática. Las especies
más móviles y adaptables son las que tienen más probabilidades de sobrevivir a cualquier
dinámica climática del futuro, mientras que las especies adaptadas al medio local, con menos
capacidad para desplazarse de un lugar a otro cuando las nuevas condiciones climáticas alteran
su hábitat, son las que tienen más probabilidades de desaparecer, es decir, de extinguirse.
6

Figura 1a Aquí se representan los cambios ocurridos en la superficie de la Tierra durante


900 000 años, según la interpretación realizada por muchos paleoclimatólogos a
partir de diversos datos indirectos procedentes de estratos de rocas sedimentarias,
sedimentos laminados del fondo marino, determinados testigos de hielo de alta y
baja latitud y, más recientemente, anillos de crecimiento de árboles y otras capas
finas clasificadas con arreglo a una secuencia temporal. En más de diez ocasiones
se han registrado descensos de la temperatura que han dado lugar a una expansión
de los glaciares; el calentamiento interglacial más reciente se produjo hace sólo
18 000 años. Esto parece indicar que muchas especies han colonizado de nuevo las
latitudes más altas (>45 grados norte o sur) desde que se redujo la capa de hielo.

Figura 1b Aquí se muestra el patrón de las temperaturas mundiales en los últimos 11 000
años, con una línea de referencia que indica la temperatura media para facilitar la
visualización de este período (que comenzaría en el extremo inferior derecho de la
Figura 1a). Los extensos períodos de clima relativamente cálido proporcionaron un
entorno adecuado para el desarrollo de la mayoría de las civilizaciones y también
para la expansión hacia latitudes más altas.
7

Figura 1c Aquí se muestran las temperaturas mundiales registradas desde el año 900 d.C., y
se ofrece también una línea de referencia que indica la temperatura media. Este
gráfico comienza más o menos en el punto intermedio de la doble protuberancia
que aparece a la derecha de la Figura 1b. Obsérvese que la escala temporal es el
calendario moderno.

1.2 Las estaciones como base para comprender la variabilidad de la Tierra

Es importante aceptar que la tierra es un planeta cálido y húmedo que sufre excursiones
en períodos más fríos en los que hay una mayor formación de hielo. Las oscilaciones
estacionales de los niveles de luz solar y de energía son extremos en los polos, mientras que se
mantienen relativamente constantes en torno al ecuador. La variabilidad estacional más baja y
la cantidad relativamente grande de luz y calor que absorbe el océano en torno al ecuador da
lugar en esta zona a un calentamiento general. Los datos históricos indirectos de la
paleoclimatología muestran que el océano ecuatorial no sufrió cambios espectaculares de
temperatura durante las épocas glaciales. Por el contrario, los océanos polares crecieron
enormemente, por lo que los gradientes térmicos norte-sur se hicieron también más acusados,
con el consiguiente estrechamiento de las zonas climáticas.

El ciclo anual de las condiciones meteorológicas estacionales por el que pasamos es la


base de los principales patrones ecológicos y de la diversidad de las especies de la Tierra, que
en ambos casos son consecuencia de los continuos cambios en los contextos físicos de ésta. El
cambio continuo es de primordial importancia en el marco contextual de la Tierra en el que ha
evolucionado la vida tal como la conocemos. Prácticamente todas las especies están adaptadas
al cambio, porque de lo contrario no tendrían ninguna probabilidad de sobrevivir más allá de
unas pocas generaciones. La forma casi esférica de la Tierra y la relación directa entre la
luz/energía incidente y el calor disponible, unidas a la lenta variación del eje central de rotación
de la Tierra, intensifican las diferencias regionales en la irradiación solar. El desequilibrio es el
resultado de que la luz solar incidente crezca o mengüe a medida que la Tierra da vueltas
alrededor del sol, girando en torno a su eje algo inclinado y alejado 28º del centro. La
estacionalidad es por consiguiente el resultado de la inclinación del eje de la Tierra. Si no
hubiera esa inclinación, la Tierra no tendría estaciones.
8

El albedo, es decir, las propiedades de reflexión y absorción de la atmósfera, las masas


de agua y las diversas superficies de la cubierta vegetal de la Tierra afectan a la absorción de la
energía procedente de la irradiancia solar y la rerradiación de energía infrarroja. La nubosidad y
el tipo de nubes, la capa de hielo, los tipos de vegetación y su fase de desarrollo, así como el
agua en estado líquido y de vapor, influyen considerablemente en el albedo. Todos estos
elementos tienen una distribución estacional dinámica.

Un buen ejemplo de nuestros conocimientos relativamente recientes procede de la


comunidad de científicos que estudian el sol, cuyas observaciones durante siglos han
demostrado que el número de manchas de la superficie solar sigue un patrón de crecimiento y
disminución que dura un período de unos 11 a 13 años. Se «suponía» que la aparición de un
gran número de manchas solares quería decir que el sol era menos activo. Además, hasta que se
lanzaron satélites para medir la producción solar más allá de la atmósfera de la Tierra, los
científicos solían aceptar el concepto de «constante solar». Sólo hace poco se ha reconocido
que hay cambios notables en las emisiones solares, relacionados con el ciclo de manchas
solares, y que más manchas solares significan más emisión de energía solar, es decir todo lo
contrario del «supuesto general» anteriormente aceptado. Por otra parte, se trata en realidad de
dos episodios cíclicos, pues al primero se ha añadido la inversión de la polaridad magnética del
Sol en cada ciclo solar, que da lugar a un patrón de doble pico con un período de unos 22 años.

Aunque en la actualidad es evidente que la irradiancia solar no es «constante», las


mediciones mediante satélite realizadas desde 1979 indican que hasta ahora, teniendo en cuenta
la breve serie cronológica disponible, la variación sigue siendo relativamente pequeña (~2
vatios por metro cuadrado – Figuras 2a y 2b). A pesar de esta variación relativamente pequeña,
en muchos estudios se muestran patrones de cambio climático que parecen indicar la existencia
de ciclos solares dobles de ~22 años (2 x 11–13) de irradiación e inversión del campo
magnético solar (Friis-Christensen y Lassen 1991). Estos ciclos se observan a menudo en los
patrones hidrológicos regionales (véase Perry 1994; 1995; 2000).

He aquí un resumen de los hechos principales: 1) hay una pérdida continua de calor en
los polos y, simultáneamente, 2) una absorción casi continua de calor en los océanos
ecuatoriales. La dinámica de la energía resultante en todo el planeta se manifiesta en la
interacción de la humedad atmosférica (es decir, nubosidad, tipos de nubes y diversas formas
de precipitación); calentamiento/enfriamiento del suelo; y movimiento oceánico. Todos estos
elementos interactúan con espectros de energía radiante de entrada y de salida. Tampoco
debemos olvidar que los últimos metros de las capas superiores del océano contienen más
energía térmica que toda la atmósfera. La mayor parte de la energía atmosférica se localiza a
unos pocos miles de metros de la superficie de la Tierra.
9

Figura 2a Se trata de un diagrama basado en mediciones por satélite de la irradiancia solar y


del número de manchas solares observadas desde que en 1979 se iniciaron las
mediciones por satélite, tomado de Hoyt y Schatten (1997). Las diferencias en las
mediciones de la irradiancia solar son muy pequeñas, situándose en torno al 0,05
por ciento entre los valores máximos y mínimos. Los valores estimados son
también, por lo tanto, muy pequeños, pero desde el mínimo de Maunder parece
haberse producido un aumento a largo plazo de la irradiancia total de cerca del 0,2
por ciento.

1.3 Ciclo hidrológico y zonas climáticas

Las regiones ecuatoriales (zona tropical) reciben una aportación de energía


relativamente mayor, en función de los patrones de irradiancia espectral electromagnética del
sol. Las nubes moderan tanto la irradiancia que llega a la superficie como la tasa de retención
de la retrorradiación infrarroja en todos esos puntos de contacto. Las estaciones siguen su ciclo
dentro de la órbita anual de la Tierra, transfiriendo la atmósfera con suma rapidez las
disparidades de energía. Por ejemplo, las precipitaciones y los movimientos de las nubes que
siguen a una convección profunda, en la que la energía de la superficie del océano se transfiere
a la atmósfera, transmiten calor (energía) procedente de la zona tropical a la zona templada, en
dirección a los polos. Estos procesos pueden durar días o semanas. Un ciclo completo de
transferencia a las regiones polares a través de la atmósfera puede durar meses o años si la
energía se retiene en forma de nieve o hielo, o incluso según el caudal que lleven los ríos en
primavera. En los polos, el calor se pierde continuamente en el espacio en forma de energía
infrarroja.
10

Figura 2b Aquí se muestra la irradiancia solar en esta traducción anual de las observaciones
de manchas solares en irradiancia solar, utilizando el método de calibración de
Hoyt y Schatten (1997) a partir de las observaciones representadas en la Figura 2a.
Las líneas continuas indican los resultados obtenidos tras aplicar una suavización
de 45 años con el fin de evidenciar las tendencias de la actividad solar a largo
plazo.

El ciclo de transmisión de calor de la zona tropical a latitudes más altas a través de las
corrientes oceánicas es mucho más lento. La forma y la trayectoria de las corrientes, forzadas
por los vientos y la dinámica termohalina, están sujetas a las fuerzas rotacionales de la Tierra,
descritas por Ekman en el siglo pasado (véase Bakun 1996), y a las fuerzas de las mareas.
Océanos, lagos y ríos realizan transferencias similares de energía, sujetas a los patrones locales
de las precipitaciones estacionales, la intensidad de los vientos de superficie y las fuerzas
gravitacionales, cuando el líquido trata de alcanzar su nivel de equilibrio dentro de las diversas
cuencas. La dinámica interna océano-atmósfera y los ciclos hidrológicos son los resultados más
importantes de todo ello.
11

Todas esas transferencias de masa y energía crean unas dinámicas locales. Esas
dinámicas dependen de las disparidades locales de calor que generan también subsidencia o
convección, las cuales a su vez ocasionan vientos de superficie que interactúan de nuevo para
evaporar el agua (enfriando la superficie local) o producir más precipitaciones. El enfriamiento
de las superficies de evaporación puede ser causa tanto de una condensación como de un
aumento de la salinidad y de la densidad que, a su vez, inducen un hundimiento de las aguas
superficiales a diversas escalas. Pero la cuestión más importante no es, como algunos pretenden
que creamos, si la situación en que nos encontramos actualmente tiene o no precedentes.

Desde la perspectiva de un observador o de un científico de laboratorio, puede parecer


que las distintas transferencias son bastante sencillas y que es fácil construir un modelo de
ellas. La cosa cambia cuando se empieza a seguir cada proceso desde sus orígenes, a través de
los múltiples puntos de interacción, cada uno de los cuales es escenario de una transición o una
transformación. Por ejemplo, los oceanógrafos físicos tratan el agua dulce o de alta mar como
un sistema sencillo de densidades inducidas por el viento y de fuerzas gravitacionales. Sin
embargo, como cada tipo de agua se encuentra con un medio más o menos salino, esos puntos
de contacto se modifican inmediatamente, con las consiguientes interacciones. Los cambios de
densidad habitualmente sutiles del agua dulce, o las interacciones más complejas de
temperatura y salinidad del agua salina, son reconocibles por sus puntos de contacto
físicamente mensurables, cada uno de las cuales puede conllevar otra escala cronológica y una
resolución habitualmente más lenta de cualquier disparidad en el contenido de energía. El
resultado final es el sistema hidrológico de la Tierra, sumamente complejo (véanse Enzel et al.
1989; Gray 1990; Gray y Scheaffer 1991; Gross et al. 1996; Perry 1994, 1995, 2000; Perry y
Hsu 2000; White et al. 1997; White, Chen y Peterson 1998; Lean y Rind 1998).

Hay innumerables discontinuidades y cambios de fase, cada uno de los cuales interactúa
en otra escala espaciotemporal de resolución de las disparidades de energía. Los cambios en el
estado o la composición química del agua son los factores que más contribuyen a los
numerosos e importantes patrones del clima físico con una escala temporal variable. Esos
puntos de contacto pueden generar también unas condiciones ecológicas de contorno bastante
identificables, las cuales varían a su vez en función de su posición general: 1) dentro de la
geomorfología de la Tierra, que cambia lentamente, y 2) con arreglo a unos límites estacionales
relativamente móviles, a medida que la Tierra realiza su desplazamiento anual alrededor del sol
y que avanza a través del tiempo y el espacio. Estos patrones dinámicos son lo que
denominamos zonas climáticas o, a escala local, microclimas.

Al nivel del mar, cerca de la costa, el clima refleja la dinámica térmica estacional media
de la superficie del océano y de los vientos de superficie que, al atraer y rechazar la carga de
energía, conducen hacia un estado más estable. Cada uno de los medios sirve para alcanzar un
estado de energía más uniforme. A medida que subimos desde la playa hacia un terreno más
elevado, solemos encontrar zonas costeras escarpadas, o incluso montañas, de diversas escalas.
Estas características orográficas transforman rápidamente el aire en superficie, que está cargado
de vapor de agua a menudo casi saturado, en una atmósfera generalmente más fresca, formando
nubes o incluso cristales de hielo, según la latitud y la estación. Esta masa de aire continúa su
ascenso, siguiendo una trayectoria de resolución de la energía/densidad que puede dar lugar a
precipitaciones. Dependiendo de las condiciones que se den en las capas inferiores, la humedad
puede evaporarse, caer en forma de lluvia o ser impulsada hacia arriba, para precipitarse en
ocasiones en forma de granizo que se funde al recibir la energía térmica procedente del suelo y
del aire de superficie.
12

Otros procesos similares que se producen sobre el océano suelen resolverse más
rápidamente por dilución. Sin embargo, el agua de la superficie del océano puede sellarse con
lentejones de agua dulce más cálida y poco salina. Este fenómeno suele ser reforzado por la
escorrentía fluvial, que da lugar otra capa compleja, ya que esos lentejones de agua dulce
pueden impedir la mezcla normal de vientos, hasta que el perfil de salinidad acaba siendo más
susceptible de mezcla, en función de las diferencias de salinidad y del forzamiento externo. Por
ejemplo, si hay una fuerte subsidencia atmosférica, procedente tal vez de una región polar, el
agua dulce superficial puede congelarse, sellando aún más firmemente el océano subyacente
frente a la mezcla de vientos. Por otra parte, cuando las precipitaciones han sido escasas, la
misma subsidencia polar puede evaporar el agua salina del océano, creando corrientes muy
frías y de alta densidad que se sumergen profundamente en el océano, a lo largo de puntos de
contacto con una densidad específica según las condiciones de temperatura y salinidad. El aire
húmedo y más cálido se transfiere a menudo a enormes distancias hasta que se enfría, se
condensa y acaba por precipitarse.

La nieve suele producirse cuando masas densas de aire seco y frío se encuentran con
masas de aire más húmedo y cálido, procedentes de otra zona climática, creando estratos
enfriados rápidamente en los que el vapor de agua se congela adoptando formas cristalinas.
Esos cristales o copos caen al suelo con relativa lentitud, formando de nuevo una cubierta
aislante, o son arrastrados por el viento que los transporta hasta que acaban por formar bancos –
e incluso glaciares en determinadas condiciones –, o simplemente se funden y pasan a engrosar
los recursos hídricos locales. El tipo de proceso, y el sitio donde ocurre, depende tanto de la
altitud como de la latitud, pudiendo dar lugar a glaciares en el ecuador a 5 000 metros o a
lluvias estacionales a partir de 60 °N o 60 °S en altitudes inferiores. El deshielo estacional
genera corrientes de agua dulce que a menudo llegan hasta el océano distante centenares o
miles de millas del lugar donde se produjeron las precipitaciones iniciales.

El flujo de agua dulce es fundamental para muchas pesquerías, como por ejemplo las de
camarón, cangrejos y especies anádromas como el salmón y la anguila. Incluso la formación de
hielo stacional tiene consecuencias ecológicas (Loeb et al. 1997). Todo proceso climático que
modifique los límites de la zona climática influirá en el régimen de precipitaciones y por
consiguiente afectará a las pesquerías de esas especies. El clima regional y mundial puede
cambiar rápidamente, y de hecho lo hace, si se traspasan ciertos umbrales. Algunos sistemas
pesqueros reflejan esos cambios de manera espectacular, como señalaron Hjorth (1914, 1926)
y Russell (1931, 1973) en sus transcendentales trabajos. En la actualidad, se reconoce
ampliamente, aunque apenas se tiene en cuenta en las evaluaciones regionales de las
poblaciones de peces, que las capturas pesqueras constituyen unos indicadores excepcionales
del cambio climático y ecológico, según se demuestra en recientes publicaciones (Southward
1974a,b; Southward, Butler y Pennycuick 1975; Southward, Boalch y Mattock 1988; Sharp y
Csirke 1983; Loeb, Smith y Moser 1983a,b; Garcia 1988; Ware y McFarlane 1989; Glantz y
Feingold 1990; Kawasaki et al. 1991; Ware y Thompson 1991; Glantz 1992, Gomes, Haedrich
y Villagarcia 1995; Mantua et al. 1997; Taylor 1999; Klyashtorin 1998, 2001). Se ha recorrido
un largo camino desde que Baranov expuso sus ideas (1918, 1926).
13

1.4 Observaciones paleológicas y cambios climáticos

En los últimos decenios, algunos paleoclimatólogos han realizado investigaciones muy


avanzadas, utilizando datos procedentes de testigos de hielo, sedimentos de las costas de
océanos y lagos, corales y otros sistemas vivos, que les han llevado a la notable conclusión de
que se han producido con frecuencia cambios impresionantes en los patrones climáticos, a una
escala cronológica de unos pocos años o decenios. Por ejemplo, un grupo de paleocientíficos
estudió testigos de sedimentos procedentes del lago Elk, en Wisconsin (Anderson 1992; Dean
et al. 1984). Aplicando una variedad de técnicas modernas al material tomado de los testigos de
sedimentos anuales cuya secuencia se remontaba a más de 11 000 años, observaron que, en un
período comprendido entre unos pocos años y un decenio, se habían producido cambios
ecológicos ocasionados por el clima desde el ecotomo de la pradera hasta el de los bosques del
norte y del este.

El primero de ellos, es decir el ecotomo de la pradera, supone el dominio de las


condiciones meteorológicas actualmente normales en el sistema anticiclónico del Pacífico
Norte. El último, el ecotomo de los bosques del este, supone el dominio, y el movimiento hacia
la costa, del fenómeno atmosférico denominado anticiclón de las Bermudas, que bombea aire
cálido y húmedo hacia el interior de Norteamérica y favorece el desarrollo de los bosques de
pinos. El tipo intermedio, o ecotomo de los bosques del norte, se produce durante los períodos
en que los anticiclones del Pacífico y de las Bermudas se debilitan y se alejan de las costas, y
los patrones estacionales están dominados por la subsidencia ártica, es decir cuando los
anticiclones polares móviles (véase Leroux 1998) dominan el terreno, dando lugar a inviernos
secos y rigurosos que favorecen el crecimiento de las especies de los bosques septentrionales y
hacen retroceder los otros dos ecotomos hacia el ecuador y el océano.

Estos tipos de cambios de patrón están «escritos» en los sedimentos, los testigos de
hielo y las modalidades de distribución de las plantas en todo el mundo (véase Markgraf 2001).
¿Cómo es posible aprender de los océanos, teniendo en cuenta su dinámica? El problema no
carece de importancia, ya que en los océanos es más difícil tomar muestras y explicar y
describir los procesos en términos que puedan traducirse en «analogías climáticas». Sin
embargo, el número de estudios es cada vez mayor, especialmente desde la brillante obra de
Soutar e Isaacs (1974) y los trabajos complementarios de Baumgartner et al. (1989), que
demuestran que los océanos sufrieron variaciones paralelas en sus patrones, como resultado de
las cuales se produjeron cambios drásticos en la abundancia, composición y distribución de las
especies.

Estos cambios relacionados con el clima tuvieron notables consecuencias para las
sociedades locales y regionales, desde el Ártico hasta Tierra del Fuego, Australia y Sudáfrica,
así como en los océanos de todo el mundo. Hay razones que justifican la adopción de
cualquiera de las opciones posibles para pronosticar las transiciones climáticas o variaciones de
régimen, o identificar los síntomas de las que están en curso. Recientemente se han hecho
algunos avances en geociencias que podrían conducir hacia ese objetivo. Por ejemplo, la
velocidad de rotación de la Tierra o longitud negativa del día (-LOD) varía, lo que al parecer se
debe a la suma de todas las dinámicas «internas» del sistema terrestre. Científicos rusos que se
ocupan de la pesca y la geofísica (Klyashtorin, Nikolaev y Klige (1998) y Klyashtorin,
Nikolaev y Lubushin, en estudio) han observado que algunos procesos importantes
relacionados con la pesca están determinados por cambios en la -LOD, así como en los índices
de circulación atmosférica (ACI) tipificados. Esos conceptos son fundamentales para modificar
el modo en que se realiza la ordenación pesquera, abandonando los métodos de reconstitución a
14

posteriori para adoptar métodos de pronóstico verdaderamente proactivos. Nuestra hipótesis de


trabajo es que los cambios en la temperatura del aire en la superficie de la Tierra (dT) y la
dinámica de la circulación atmosférica regional (ACI) pueden darnos una idea de las
variaciones registradas en los océanos y el medio ambiente, y por consiguiente de los patrones
de producción de las pesquerías (Klyashtorin 1998; Sharp 2000; Sharp, Klyashtorin y
Goodridge 2001).

Uno de los índices del cambio climático mundial es la anomalía en la temperatura del
aire en superficie (dT), que se ha medido continuamente a lo largo de 140 años. Se sabe que la
variabilidad anual de la dT es muy alta, y es necesaria una suavización considerable (13 años)
de la serie cronológica correspondiente para determinar las tendencias de la temperatura a largo
plazo (Figura 3a). Las series cronológicas suavizadas de la dT media anual (Figura 3b)
muestran diversas fluctuaciones, de varios decenios de duración, con valores máximos en los
decenios de 1880, 1930 y 1990 (Halpert y Bell 1997; Bell et al. 2000), así como la respuesta de
los índices de circulación atmosférica (Figura 3c). Esas fluctuaciones tienen lugar en el
contexto de una prolongada tendencia ascendente de 0,06 °C/10 años (Sonechkin, Datsenko e
Ivaschenko 1997, Sonechkin 1998).

Figura 3a
15

Figura 3b

Figura 3c

Figura 3 Dinámica a largo plazo de los índices climáticos y geofísicos estudiados:


3a Anomalía de la temperatura mundial (dT): 1) promedio anual, 2) promedio anual
suavizado por un promedio corriente de 13 años; 3b Índice de velocidad de rotación
de la Tierra (-LOD); 3c Índice de circulación atmosférica latitudinal (ACI zonal).
Figuras facilitadas por Leonid Klyashtorin, comunicación personal.
16

La anomalía de la transferencia atmosférica (AT), el índice de circulación atmosférica


(ACI), la anomalía de la temperatura mundial (dT) y el índice de longitud del día (-LOD) han
sido medidos todos ellos durante los últimos 100–150 años. Las fluctuaciones periódicas a
largo plazo de esos índices están perfectamente correlacionadas, aunque han variado en el curso
del tiempo. Las oscilaciones de la anomalía de la AT, que duran varios decenios, preceden a las
fluctuaciones periódicas de la LOD (en 14–16 años) y de la dT (en 16–20 años), lo que permite
predecir con mucha antelación la probable dinámica de éstas últimas. Por razones prácticas, los
meteorólogos no trabajan directamente con la anomalía de la AT, sino que utilizan el producto
de su acumulación (es decir, la suma secuencial de anomalías de la AT).

El índice de circulación atmosférica (ACI) fue propuesto por Vangeneim (1940) y Girs
(1971) para caracterizar los procesos atmosféricos a escala hemisférica (mundial). Sólo existen
series cronológicas fiables de esos índices para los últimos 110 años aproximadamente. Para
cada uno de los componentes, la dirección predominante de la masa de aire transportada
depende del régimen de presión atmosférica que prevalece en un inmenso territorio, que va por
ejemplo desde el Atlántico hasta Siberia occidental. Esta información se analiza y
posteriormente se presenta en forma de mapas diarios de los campos de presión atmosférica en
la región, con unos límites de 45 °W, 75 °E y 20 °N al Polo Norte. Existen patrones similares
para el hemisferio sur, basados en datos similares.

La aparición de cada componente (C, W o E) se determina en función del número de


días con la correspondiente dirección predominante de la masa de aire transferida. El número
total de apariciones de los tres componentes en un año es igual a 365. Para cada intervalo de
años, la aparición de la transferencia atmosférica predominante se expresa como la anomalía de
la transferencia atmosférica (anomalía de la AT), que, como se ha demostrado, es el resultado
de sustraer a un período de tiempo determinado el promedio correspondiente. Por consiguiente,
la suma de las anomalías de la AT de los tres componentes básicos (C, W y E) durante el
mismo período es siempre igual a cero. La serie cronológica resultante (anomalías de la AT
acumuladas) se denomina índice de la circulación atmosférica (ACI); es decir, la ACI es la
serie cronológica integrada de las anomalías de la AT correspondiente a cualquier período de
mediciones. Klyashtorin (1998) indicó la estrecha relación que existe entre las capturas
comerciales en las principales pesquerías del mundo y los índices de la ACI del Instituto Ruso
de Investigaciones sobre el Ártico (Figura 4).

La idea de que los patrones de las condiciones meteorológicas en los hemisferios son
cíclicos y están relacionados con las fuerzas atmosféricas no es nueva ni suscita especiales
polémicas. Es fácil admitir las relaciones típicas entre cambios de regímenes climáticos y datos
hidrológicos de grandes sistemas, siempre que los conjuntos de datos sean coherentes, amplios
y correctos. Las subidas y bajadas de los sistemas de lagos continentales han sido registradas
durante muchos decenios, y en algunos casos, como las crecidas del río Nilo, durante casi
2 000 años. Por ejemplo, los especialistas rusos en recursos hídricos saben bien que la forma
dominante de presión atmosférica ACI-C significa un aumento de la transferencia de
precipitaciones de norte a sur. Por otra parte, durante las «épocas meridionales» el clima
regional se vuelve más continental, es decir muestra mayores diferencias entre las temperaturas
del verano y las del invierno.
17

Figura 4 Aquí se muestran los índices de circulación atmosférica correspondientes al mismo


período, elaborados a partir de datos regionales sobre desembarques comerciales de
«régimen cálido» para las doce pesquerías principales descritas por Klyashtorin
(2001, véase la Figura 14). La ACI (W–E) designa períodos en que los campos
dominantes de vientos de superficie son zonales, mientras que la ACI (C) indica los
períodos en que los campos de vientos son predominantemente meridionales.
Obsérvese la coherencia relativa de los picos de producción pesquera dentro de los
dos patrones de la ACI (WE y C).

En los últimos decenios, ha habido un intenso debate sobre las causas del descenso de
las aguas del mar de Aral y de otros cursos de agua de Rusia, al haber crecido la agricultura y
haberse explotado más recursos hídricos con fines de riego. La Figura 5 ayuda a explicar los
descensos a largo plazo, antes preocupantes, del nivel del mar de Aral, situado al oeste del lago
Balkhash.
18

Figura 5 Aquí se muestra la concordancia entre el volumen del lago Balkhash y el índice de
circulación atmosférica de forma C (meridional) de Klyashtorin (supra). El mar de
Aral y otras cuencas hidrológicas regionales han empezado recientemente a
aumentar en forma lenta. Estos datos corroboran los pronósticos moderadamente
positivos con respecto a los cambios ecológicos.

1.5 Problemas locales

La necesidad fundamental de encontrar alimentos y, en particular, proporcionar una


cantidad adecuada de proteínas a una población en constante aumento plantea un dilema de
enormes dimensiones. Es evidente que con la estabilización e incluso el descenso de la
producción de algunas pesquerías oceánicas, están empezando a agotarse las opciones que
teníamos a nuestra disposición, a medida que se modifican los hábitats para dar preferencia a la
agricultura y se utiliza más pescado como pienso en el cultivo de peces y camarones. Teniendo
en cuenta la presión que ejerce el actual crecimiento demográfico, tal vez podría aprovecharse
mejor la proteína del pescado si una parte mayor de las capturas de peces se destinara
directamente al consumo humano, en lugar de utilizarla para obtener productos de más valor
mediante la etapa añadida de su conversión ineficiente en pienso para otras especies.

La Figura 6 sitúa en un contexto temporal y climático ejemplos de cambios conocidos


en los patrones sociales y pesqueros que parecen responder a cambios climáticos igualmente
bien descritos aunque de duración algo mayor (véase la Figura 1c). Los ejemplos de las
respuestas, relacionadas con el clima, del arenque de Bohuslan, en el Atlántico Norte, así como
de las culturas andinas, a los cambios en las influencias solares no coinciden plenamente con
las causas locales de cada fenómeno. Pueden documentarse en todo el mundo la aparición y
desaparición de hielo glaciar, el enfriamiento y calentamiento del hábitat oceánico y las
19

secuencias de períodos húmedos y secos: esa es la misión, por ejemplo, del programa Polo-
Ecuador-Polo PAGES (véase el sitio web de PEP-PAGES). Los patrones climáticos regionales
y mundiales son estudiados y archivados por diversas instituciones nacionales (véanse los sitios
web del Centro de Predicción del Clima de la NOAA y de la CSIRO), la más antigua de las
cuales es el indicador de nivel del río Nilo, cerca de El Cairo. La atención de las ciencias
climáticas aplicadas, centrada en El Niño durante los últimos decenios, se ha ampliado ahora a
La Niña u otros patrones neutrales.

Figura 6 He aquí una serie cronológica de anomalías detectadas mediante C14, que se
produjeron como resultado de las emisiones solares, con las correspondientes
respuestas de la sociedad, e información comparable sobre el aumento y la
disminución del arenque en el Báltico y la posterior creación de la Liga Hanseática
para hacer frente a los impresionantes patrones de enfriamiento y calentamiento en
la región durante la pequeña época glacial. Mientras tanto, las antiguas colonias
noruegas en Islandia y las culturas de las tierras bajas y altas del Perú sufrían
cambios espectaculares. Muchas otras consecuencias sociales han sido relacionadas
con cambios continuos y bruscos, lo que confirma la idea de que las culturas
humanas han respondido a esos cambios climáticos al igual que lo han hecho todas
las especies en el curso de la historia.

Desde el comienzo del período de calentamiento medieval comprendido entre 1285 y


1400 aproximadamente, unas condiciones meteorológicas de tiempo crónicamente seco y frío,
y localmente muy seco y extremo, unidas a una escasa seguridad alimentaria en la región,
pusieron en marcha diversas fuerzas competitivas de la sociedad (véanse Thompson et al. 1995,
Braudel 1985). Esta época de tensiones sociales relacionadas con el clima se vio agravada por
un período más frío que ahora conocemos como pequeña época glacial, y fue la fuerza social
que impulsó la era de las exploraciones.
20

2. RELACIONES ENTRE CLIMA Y PESQUERÍAS EN EL PASADO, EL


PRESENTE Y EL FUTURO

Durante siglos se ha documentado la aparición y desaparición de recursos pesqueros


locales. El problema ha sido determinar en qué medida estos cambios se debieron a la pesca o a
otras causas. Las numerosas cuestiones relacionadas con la protección, restauración y
utilización de los hábitat quedan fuera del ámbito de este documento, pero sin duda merecen
que se les preste atención. Al haber disfrutado la humanidad de los beneficios de un clima
relativamente favorable durante los dos últimos siglos, surgieron nuevos conflictos a medida
que la «tragedia de los bienes comunes» se transformaba en una feroz competencia por el
acceso a unos recursos que eran factores de limitación, en particular el agua limpia y el espacio
vital. El problema es cómo hacer frente a la incertidumbre de los futuros cambios climáticos.
Las enseñanzas del pasado parecen un buen punto de partida.

Desde que comenzaron las investigaciones sistemáticas orientadas a comprender el


éxito de la reproducción de los peces, se han cultivado y estudiado numerosas especies para
descubrir las diversas claves de supervivencia relativamente mayor, los diferentes ciclos
biológicos y patrones de crecimiento y los efectos de la depredación, con el fin de estabilizar
las pesquerías. Las investigaciones sobre las relaciones de causa-efecto de la productividad de
los océanos y la producción pesquera han sido ampliamente analizadas por diversos autores
(véanse Pearcy 1966; Smith 1978; Ursin 1982; Kawasaki 1983; Bakun 1996; Caddy y Bakun
1994; Longhurst et al. 1995; Polovina, Mitchum y Evans 1995; Schulein, Boyd y Underhill
1995; McFarlane, King y Beamish 2000; Harrison y Parsons 2000). La brusca disminución de
la sardina de California en el período de 1940–50, y más tarde de la anchoveta peruana a
comienzos del decenio de 1970 dieron lugar a una intensificación de los estudios sobre las
corrientes del margen oriental (véanse las reseñas históricas de Scheiber 1990; Crawford et al.
1991; Sharp 2000). A lo largo de este siglo, las enseñanzas de cada estudio se extrapolaron de
una región a otra y se aplicaron por analogía a otras especies, a medida que las flotas crecían y
ampliaban sus actividades en alta mar (véanse Schwartzlose et al. 1999, Harrison y Parsons
2000). La fuerte reducción del bacalao y otras importantes pesquerías del Atlántico
noroccidental a finales del decenio de 1980 provocaron un cambio total de orientación, cuando
el público empezó a comprender que la ordenación de los recursos vivos requiere algo más que
unos buenos conocimientos científicos (Finlayson 1994, Dobbs 2000; Glavin 2000).

Las especies pelágicas costeras, y en particular las que viven en las aguas de California,
figuran entre las poblaciones mejor estudiadas del mundo (véase la reseña en Sharp 1998,
2000). Siguiendo el ejemplo de estudios anteriores de Lasker (1978) y de otros colegas, Cury y
Roy (1989) desarrollaron la teoría de las «condiciones ambientales óptimas» para la
supervivencia de los peces. Se conocen bastante bien los factores relacionados con el clima y
las condiciones meteorológicas que determinan los estados alternativos en las regiones de las
corrientes del margen oriental. Muchos estudios sobre el cambio climático y sus repercusiones
en la pesca asocian actualmente estas fuerzas a la escala decenal y a unas secuencias pesqueras
más prolongadas. Para simplificar, se miden la velocidad y la dirección del viento, así como
otros parámetros, y se comparan los resultados con las temperaturas de las capas superiores del
océano, la producción primaria y diversos datos relativos al reclutamiento anual de diversas
especies de peces (Figura 7).
21

Figura 7 Se trata de una actualización de la famosa trilogía sobre la sardina del Pacífico de
Kawasaki et al. (1991) en la que la línea de puntos que indica los cambios en la
temperatura de las aguas litorales del Japón muestra la relación entre los períodos
de crecimiento de las poblaciones y la tendencia al alza de la temperatura de la
superficie del mar, como punto de partida. Los descensos parecen estar
relacionados con el enfriamiento del océano (así como con períodos de corrientes
ascendentes inducidas por los vientos que soplan hacia la costa: véanse la Figura 4
y las explicaciones correspondientes).
22

2.1 Respuestas de los ecosistemas al forzamiento climático a diversas escalas

Los estudiosos de las pesquerías del siglo XX han ofrecido abundantes ejemplos y
documentación sobre los muchos elementos que intervienen en la dinámica de las pesquerías,
además de las poblaciones de peces y su mortalidad por pesca (véanse, por ejemplo, los análisis
de Hjort 1914, 1926; Roger Revelle 1947 (en una nota sobre John Isaacs, citada en Scheiber
1990); Bakun et al. 1982; Bakun 1996; Sharp y Csirke 1983; Csirke y Sharp 1983; Glantz
1992; Sharp 1997, 2000; Boehlert y Schumacher 1997, y otros muchos). La tesis común a
todos ellos es que los océanos, y por consiguiente las pesquerías, están relacionados con fuerzas
y procesos dinámicos a escala más amplia.

Las Figuras 8 y 9 muestran la interacción de muchas fuerzas y procesos que tienden a


descender de nivel hasta que finalmente alcanzan la importantísima escala local en la que
tienen lugar los procesos críticos del ciclo biológico de los peces y de otras especies (Sharp
1981a, 1988).

Para responder a las preguntas relacionadas con las pesquerías, se han realizado
mediciones locales y regionales bastante directas de una variedad de factores tales como la
velocidad del viento, las corrientes ascendentes y descendentes, la producción primaria y las
interacciones entre especies. Como resultado de ello se ha desarrollado una ecología fisiológica
de las pesquerías a partir de la cual es de esperar que se elabore ahora una ecología de los
sistemas. Por ejemplo, para conocer la productividad primaria del océano se miden el
crecimiento y la reproducción de algas y otras plantas. Ese crecimiento es el resultado de una
compleja combinación de nutrientes disponibles, luz y temperatura, así como de las tasas de
depredación y la carga de parásitos. Los océanos, y por consiguiente las importantes plantas
que contienen, responden también a condiciones meteorológicas locales como la velocidad del
viento, la nubosidad y la luz solar incidente. La producción primaria es sólo la primera de las
diversas etapas por las que pasa la transformación de los nutrientes y el dióxido de carbono en
los elementos constitutivos de células vivas. Mientras tanto, arrecian los debates sobre cómo
medir y cuantificar con exactitud la producción primaria (véase Welchmeyer et al. 1999). Es
difícil partir de las mediciones convencionales con botellas claras y oscuras para deducir la
producción potencial de las pesquerías. En todos los ecosistemas acuáticos, la producción
primaria es estacional, ya que los vientos, los niveles de luz y los nutrientes necesarios varían
con el tiempo en función de las condiciones meteorológicas y el clima. Aquí encontramos las
primeras conexiones con la variabilidad biológica.

La cadena de predadores-presas, conocida como cadena alimentaria, comienza después


de estas transformaciones químicas iniciales inducidas por la luz, y transmite energía y materia
a lo largo de la pirámide trófica, y desde ésta al ecosistema más amplio. Las variaciones
sistemáticas, es decir las variaciones estacionales relacionadas con el ENSO, anuales o más
largas, entrañan procesos que suelen ser análogos a los cambios relacionados con el calor y el
frío en el predominio de peces dentro de la fauna oceánica. Tales cambios son el resultado de
fenómenos que duran de 50 a 70 años y en los que se distinguen dos «regímenes climáticos»,
de 25 a 35 años cada uno, dentro del ciclo básico. Estas cuestiones se describen bastante bien
en varios compendios antiguos y recientes sobre las investigaciones y las necesidades de
seguimiento de la ordenación pesquera basada en los ecosistemas (Caddy y Sharp 1986;
Gomes, Haedrich y Villagarcia 1995; Boehlert y Schumacher 1997).

Muchos se preguntan:«¿Por qué ha sido tan ineficaz la ordenación pesquera?»


23

Figura 8 La estructura jerárquica del proceso (Sharp 1988, 1997) se extiende hacia el
exterior desde la perspectiva de cada recurso vivo local (o de cada investigador): el
objetivo es comprender los patrones de cambio en cada uno de los tres estratos
coloreados y el modo en que dan lugar a la zoogeografía espaciotemporal y
dinámica de la que depende nuestra subsistencia.
24

Figura 9 Los iconos muestran algunas interacciones ecológicas convencionales entre el sol y
el clima. Representan en forma abreviada procesos no lineales muy complejos que
en muchos casos son difíciles de medir y de reproducir en forma de modelos. Cada
uno de ellos actúa a escalas temporales y espaciales muy diferentes. (Obsérvese que
todos estos procesos tienen lugar bajo un bombardeo constante de rayos cósmicos
galácticos (véase un estudio en el sitio Web de Ed Mercurio), que llegan de todas
las direcciones, y de miles de fuentes que están fuera de nuestro control, o del
conocimiento general, y que provocan el forzamiento de unos procesos
insuficientemente comprendidos).

En los contextos en que se desarrollan la mayoría de las pesquerías oceánicas, es muy


difícil determinar las causas de muchos de los fenómenos observados. Al parecer, cada año se
aprende algo nuevo acerca de factores externos a las pesquerías o ecosistemas objeto de
mediciones locales que pueden influir en la situación de los recursos y por consiguiente en la
productividad de las pesquerías. También sabemos que la recopilación de información esencial
sobre todo el sistema se ha visto dificultada por las «diferencias culturales» entre los
funcionarios de los organismos encargados de evaluar las poblaciones, los estudiosos de las
pesquerías y los oceanógrafos especializados en cuestiones pesqueras. La evaluación de las
25

poblaciones ha pasado a ser una especie de disciplina contable que emplea estructuras
genéricas de la lógica matemática y una variedad de hipótesis para simplificar la labor creando
«modelos» de poblaciones cuyas principales interacciones se definen como mortalidad por
pesca después del reclutamiento. Casi todas las demás fuentes de variabilidad se «desechan» o
se combinan para formar una constante «reconocida» (a saber, el coeficiente de capturabilidad:
véase Sharp, Csirke y Garcia 1983). Los otros dos métodos de las ciencias pesqueras aplicadas
se basan en hipótesis simplificadoras que son apropiadas para los ecosistemas dinámicos y las
interacciones posteriores de las pesquerías.

¿Significa esto que es necesario medir todo lo referente a los océanos, todo lo que
influye en cada componente de los ecosistemas marinos? Por supuesto que no. Sin embargo, es
evidente que hemos de impulsar enfoques más integrados entre las geociencias, las ciencias
pesqueras y la ordenación de las pesquerías.

Muchas personas que se ocupan del estudio y la ordenación de las pesquerías


considerarían muy útiles pronósticos sobre la evolución de éstas. También apreciarían
cualquier información indirecta que permitiera hacerse una idea, en un plazo de tiempo
prudencial, por ejemplo sobre cuándo podrían producirse cambios en la corriente ascendente
como consecuencia de una depresión cálida, o en períodos más fríos de contraste con la
corriente ascendente inducidos por el viento. Las escalas temporales y espaciales de los
fenómenos que han de vigilar los estudiosos del clima y los océanos plantean los mayores
interrogantes. No son sólo las variaciones en las pesquerías locales las que causan problemas,
sino también las escalas temporales y espaciales de las diversas fuerzas, en constante
expansión, que configuran esos fenómenos locales. Las preguntas, y sus correspondientes
respuestas, resultan especialmente complejas cuando se refieren a ecosistemas oceánicos.

2.2 Patrones climáticos frente a patrones de las condiciones meteorológicas

Asimismo, es necesario dejar clara la distinción entre condiciones meteorológicas y


clima, para poner de relieve los diversos medios que intervienen. Los patrones de las
condiciones meteorológicas diarias son más dinámicos dentro de sus contextos estacionales y
locales, pero las condiciones meteorológicas de los océanos tienen sus propias escalas
temporales y espaciales que comprenden desde respuestas casi instantáneas a los cambios en
los vientos de superficie y en los niveles de luz hasta respuestas retardadas a las transferencias
jerárquicas de los procesos de forzamiento, en dirección al fondo, hacia el exterior en forma de
olas, en la superficie y en otras partes.

Se han descrito ya en otras publicaciones la estabilidad relativa de los hábitat esenciales


y otros factores fundamentales para la supervivencia de poblaciones adaptadas a las
condiciones locales (vénse Sharp 1988, y la colección sobre ecosistemas acuáticos de
Ecosistemas del Mundo, de Elsevier, cuya edición ha estado a cargo de David Goodall). Los
vientos de superficie, las corrientes y las mareas crean movimientos físicos asociados con las
condiciones meteorológicas diarias, mensuales y estacionales que influyen en los procesos
oceánicos. La luz solar es fundamental para la productividad biológica, y está modulada por las
nubes, las estaciones y la dinámica general de la circulación forzada por los vientos de
superficie, las corrientes y las mareas. Bakun y Parrish (1980) realizaron el primer estudio
comparativo de los sistemas de corrientes ascendentes del margen oriental, centrado en el
forzamiento estacional del viento de superficie. Hunter y Sharp (1983) dieron una idea de las
consecuencias mundiales y regionales del forzamiento de las mareas. Mientras que otros
autores se han centrado en las respuestas específicas de cada región, Caddy y Bakun (1994)
36

3. RESPUESTAS ECOLÓGICAS REGIONALES AL CAMBIO CLIMÁTICO

La productividad primaria regional de los océanos se mide por el crecimiento y la


reproducción de algas y otras plantas (véanse los análisis de Smith 1978; Ursin 1982; Pauly y
Tsukayama 1987, Pauly et al 1989; Longhurst 1995; Longhurst et al. 1995; Polovina, Mitchum
y Evans 1995; Ware 1995; Sharp, Klyashtorin y Goodridge 2001a,b; 2002). Como sucede en
los huertos, el crecimiento es el resultado de una compleja combinación de alimentos
disponibles, luz y temperatura. El océano, y por consiguiente las plantas que crecen en él,
responden a las condiciones meteorológicas locales, como la velocidad del viento, la nubosidad
y la luz solar incidente. La producción primaria es sólo la primera de las varias etapas por las
que pasa la transformación de los nutrientes y el dióxido de carbono en los elementos
constitutivos de células vivas.

Para facilitar la comprensión de la dinámica a escala ecológica y regional, seguiremos


centrándonos en el COADS, destacando los períodos en que la transición es más evidente en
los datos disponibles, por ejemplo sobre las pesquerías de sardina del Pacífico o del África
noroccidental. La velocidad del viento está directamente relacionada con la energía térmica
(temperatura) y con la dinámica del ciclo hidrológico mundial que se deriva de ella. Existen
muchas mediciones indirectas de la situación climática en las diversas regiones. Describiremos
algunos análisis basados en diferentes índices relativos a la atmósfera y el viento. Entre los
resultados de la dinámica clima-océano-atmósfera-biosfera cabe citar los cambios observados
en la velocidad de rotación de la Tierra o longitud negativa del día (-LOD). El examen que se
ofrece a continuación tiene por objeto promover el conocimiento general de estos procesos
jerarquizados, de sus mediciones indirectas y de las diversas escalas temporales y espaciales
que es necesario considerar para adoptar las decisiones más acertadas.

3.1 Cambios de productividad a largo plazo

Los estudiosos de la pesca del siglo XX han ofrecido abundantes ejemplos y


documentación que demuestran que la dinámica de las pesquerías incluye muchos otros
factores además de los peces y los pescadores (véanse los análisis de Hjort (1914, 1926),
Revelle (nota de 1947 sobre John Isaacs, citada in Scheiber 1990), Bakun et al. (1982), Bakun
(1996), Sharp y Csirke (1983), Csirke y Sharp (1983), Glantz (1992), Sharp (1997), Boehlert y
Schumacher (1997), entre muchos otros). La tesis de todos ellos es que los océanos, y por
consiguiente las pesquerías, están relacionados con procesos dinámicos y fuerzas remotas a una
escala más amplia. Estas fuerzas y procesos combinados tienden a descender de nivel hasta que
alcanzan la importantísima escala local en la que tienen lugar los procesos fundamentales del
ciclo biológico de los peces. Para responder a las preguntas relacionadas con las pesquerías, se
han realizado mediciones locales y regionales bastante directas de una variedad de factores
tales como la velocidad del viento, las corrientes ascendentes y descendentes, la producción
primaria y las interacciones entre especies. Esta disciplina se ha desarrollado lentamente y con
total independencia de la limnología. Está basada en estudios de laboratorio y de campo sobre
las primeras fases de la historia de los peces marinos (véase la reseña en Sharp 1981a, 2000).
La ecología de los sistemas ha llegado finalmente al ámbito pragmático de la ordenación
pesquera.

Casi todas las especies oceánicas prosperan cuando la temperatura se sitúa en la parte
intermedia de su intervalo de tolerancias (véase la Figura 14, en la que los ecoestratos más
comunes se representan mediante diferentes colores). Para casi todas las especies locales, el
37

estrés térmico aumenta a medida que se alcanzan o superan las temperaturas extremas de frío o
calor (Sharp 1998). La producción primaria está impulsada por los procesos estacionales,
modulados por el viento y el nivel de luz, y a menudo es más activa en los puntos de contacto
de esos «compartimentos». Las especies con tolerancias más amplias suelen tener
características fisiológicas y anatómicas peculiares y la evolución de muchas de ellas les ha
llevado a alcanzar grandes dimensiones en la edad adulta y a realizar grandes migraciones.
Realmente no se puede generalizar en cuanto al lugar de la cadena alimentaria en que hay más
probabilidades de encontrar esas especies, ya que la mayoría de los peces comienzan siendo de
pequeño tamaño y ocupando los niveles más bajos de la cadena trófica, y van ascendiendo
progresivamente en ésta. Otros, como los misticetos o ballenas de barbas, los tiburones ballena
y las mantas rayas, nunca superan la necesidad de filtrar los organismos planctónicos que
constituyen su alimento. Estas especies prosperan dentro de unos límites, aunque las tortugas
marinas se alimentan sobre todo de medusas que contienen un 90 por ciento de agua, lo que
parece imposible.

Figura 14 Aquí se ofrecen proyecciones estacionales para las zonas climáticas de los océanos
de todo el mundo en mayo y noviembre, meses en que las señales estacionales son
más marcadas. Las zonas de transición entre las temperaturas climatológicas a 30
metros de profundidad, es decir, donde los gradientes térmicos son más
pronunciados, forman los compartimentos naturales de las ecotemperaturas o
ecotomos. Los límites de las temperaturas dentro de los cuales han evolucionado
los diversos ecosistemas oceánicos son >26 ºC; 23 ºC; 20 ºC; 14 ºC; 9 ºC; 5 ºC; y
2 ºC. A 90 metros de profundidad, las limitaciones de la producción primaria
relacionadas con la luz y la temperatura son mayores que las que impone la
temperatura de la superficie del mar por sí sola. La productividad estacional general
de cada ecotomo responde a unas interacciones dinámicas de orden físico y
ecológico.

La cadena de predadores-presas, conocida como cadena alimentaria, comienza después


de estas transformaciones químicas iniciales inducidas por la luz, y transmite energía y materia
a lo largo de la pirámide trófica, y desde ésta al ecosistema más amplio. En todos los
38

ecosistemas acuáticos, la producción primaria es estacional, ya que los vientos, los niveles de
luz y los nutrientes necesarios varían con el tiempo en función de las condiciones
meteorológicas y el clima. Aquí encontramos las primera conexiones con la variabilidad
biológica. Los resultados de los estudios sobre los paleoclimas, los paleosedimentos y el clima
indican claramente que el cambio climático y las respuestas ecológicas de los océanos siguen
unos patrones mundiales. Por ejemplo, estudios de sedimentos anóxicos no alterados,
procedentes de la cuenca de Santa Bárbara, frente a las costas de Los Ángeles, proporcionaron
una secuencia dinámica de los cambios en la abundancia de sardinas, anchoas y otros peces
durante cerca de dos mil años (véanse Soutar e Isaacs 1974, Baumgartner et al. 1989, Sharp
1992b) que obviamente no estuvieron inducidos por las respectivas pesquerías, ya que ninguna
de ellas existía antes de finales del siglo XIX.

Como la mayoría de los datos procedentes de mediciones instrumentales abarca desde


1950 o una fecha posterior hasta el presente, es fácil que los análisis y gráficos realizados para
presentar las tendencias observadas en estas series breves muy a menudo estén fuera de
contexto o induzcan a error en cuanto a los patrones climáticos futuros. La clave para
comprender las relaciones entre las observaciones realizadas a una escala temporal muy amplia
y los conjuntos de datos relativos a períodos más breves utilizados por los entusiastas del
calentamiento mundial consiste en comparar la variabilidad relativa de las secuencias más
largas y más cortas, tomando como base una escala uniforme. Es importante tener presente que
el período de los últimos 50 años, para el que existen numerosos datos climáticos, se
caracteriza por su falta de dinámica y su poca variación en comparación con los datos relativos
a un siglo o a un período más largo. A pesar de los cambios en el balance energético de la
Tierra a más largo plazo los patrones climáticos estacionales parecen ser bastante estables, si
bien hay pruebas evidentes de que éstos pueden cambiar de un extremo a otro en un período
muy corto (es decir, algunos decenios: véanse Shen et al. 1992; Southward, Butler y
Pennycuick 1975; Southward, Balch y Mattock 1988; Allen y Anderson 1993). Estas
variaciones son los denominados cambios climáticos. El clima es el patrón estacional medio
previsible a largo plazo, mientras que las condiciones meteorológicas son los fenómenos
estacionales más variables que pueden observarse. Los continuos fracasos de los modelos de
ordenación de los recursos se han producido por no haber tenido en cuenta estas dinámicas y
los contextos de sus pesquerías (por ejemplo, los de Gulland 1983 y Hilborn y Walters 1992,
examinados en Sharp 2000).

3.2 Comportamiento de determinados ecosistemas oceánicos

1. Los sistemas tropicales constituyen uno de los mejores ejemplos de beneficiarios


generales de la intensificación de los procesos o cambios climáticos, porque sus límites se
expanden o se contraen en función de éstos, pero las zonas interiores cercanas al ecuador sufren
pocas variaciones que constituyan una amenaza para una determinada dinámica ecológica. Los
enormes sistemas de arrecifes y plataformas tropicales se definen mucho mejor por su
capacidad de hacer frente a cambios rápidos. Conviene recordar que incluso el sistema de la
Gran Barrera de Arrecifes es un fenómeno relativamente reciente del calentamiento mundial
que se ha producido desde la última epoca glacial, hace sólo 18 000 años. La subida del nivel
del mar en unos 130 metros no ha sido un obstáculo, sino que más bien ha creado un nuevo
substrato que ha permitido a este gran sistema ampliar su variedad ecológica.

a) Las islas y los montes submarinos con actividad volcánica presentan unas turbulencias
denominadas columnas de Taylor que proporcionan a las especies oceánicas regionales una
combinación de columnas de agua y nutrientes que, a su vez, crea las condiciones para una
39

producción constante o en ocasiones estacional. Dentro de estas columnas y en torno a ellas hay
una asombrosa cantidad de especies que interactúan y proliferan. Según su ubicación y su zona
climática, los arrecifes dan cobijo a un número increíble de especies; algunos de los mayores
organismos sésiles, como la almeja gigante Tridacna, alcanzan enormes dimensiones y son muy
longevos, mientras que otros viven menos tiempo y tienen una existencia más agitada, porque
deben luchar por avanzar en la jerarquía de tamaños y abandonar un nicho o «refugio» para
pasar al siguiente, a medida que quedan expuestos a la depredación de arriba abajo (Polovina
1984a,b).

b) Las especies oceánicas migratorias, como las lampugas y escómbridos, tienen también
una tasa de crecimiento asombrosa y un apetito voraz que les mantiene en movimiento continuo
a lo largo de su vida, buscando presas cada vez mayores (Abbes y Bard 1999, Bertrand y Josse
1999). Las corrientes, los vientos estacionales y las tormentas ocasionales afectan sin duda al
reclutamiento local de la mayoría de los peces de islas y arrecifes, pero casi todas las especies
tienden a quedarse donde están cuando llegan a la edad adulta. Los ejemplares jóvenes, que
viven en la superficie o cerca de ésta, donde se mueven al compás de los vientos, son
transportados desde el hábitat en que se criaron para acabar siendo devorados o encontrando un
«hueco» que rellenar. Es probable que las tasas de mortalidad de todas las especies que viven
en los arrecifes sean extraordinariamente altas. Pero tal vez sea preferible plantear así el
problema: las tasas de supervivencia son irregulares y, en el mejor de los casos, muy bajas.

Figura 15 Las trombas de agua y los estratocúmulos se caracterizan por células de convección
profunda muy activas procedentes de la superficie del océano. La energía de éste,
en forma de vapor de agua, se transfiere a la atmósfera, desde donde es transportada
hacia abajo y hacia los polos.

c) La convección profunda (Figura 15) que se observa en los océanos ecuatoriales cálidos
y en la zona de convergencia intertropical (ZCIT) difiere, desde el punto de vista conceptual,
del forzamiento provocado por el viento de superficie que induce la pérdida de calor,
predominantemente por evaporación, en latitudes más altas, y los posteriores cambios de
energía en las capas superiores del océano. La nubosidad es la principal fuerza motriz de la
retención de calor en las latitudes más altas, mientras que en las zonas cercanas al ecuador
40

predominan la dinámica de las capas marinas, la capacidad superior de evaporación del agua y
una inversión nocturna y un secuestro de la carga de calor del océano tropical bastante rápidos
(especialmente cuando las temperaturas de la superficie del mar son superiores a 27,5 ºC). Esto
significa que, bajo la capa de nubes nocturna, aumenta la profundidad del océano tropical y
crece su hábitat. Los depredadores de los océanos tropicales, como los atunes, las agujas y los
mamíferos marinos, sacan diversas ventajas de las zonas de transición sumamente móviles en
las que los gradientes de temperatura establecen los límites de los ecotomos. Esos gradientes
inducen a su vez concentraciones de nutrientes, un aumento de la producción primaria y de las
especies planctónicas, y agregaciones de depredadores, grandes y pequeños. También generan
diferencias en la presión superficial y por consiguiente en los vientos que afectan a la
convergencia y la divergencia, que son ambas fuerzas importantes en la interacción ecológica,
y a la producción y vulnerabilidad de las pesquerías.

Durante los episodios cálidos del ENSO, la ZCIT se orienta hacia el ecuador, es decir,
dura más en el sur de América central y el norte de África, y provoca grandes cambios en los
patrones hidrológicos y en el régimen de precipitaciones en tierra, así como variaciones en la
ubicación estacional de las características oceánicas. Esta dinámica de las condiciones
meteorológicas ofrece un conjunto de nuevas oportunidades. Fenómenos climáticos como los
episodios cálido y frío del ENSO promueven diferentes niveles de productividad. Los episodios
cálidos y la escorrentía de agua dulce originan a menudo espectaculares proliferaciones de
algas que en ocasiones provocan anoxia o efectos tóxicos y una mortandad posterior de peces
como resultado de la cual hay una rápida transmisión de energía a las formas tróficas inferiores.
Esto da lugar, en cierta medida, a una reutilización dirigida de los nutrientes que no pasa por la
ruta de la depredación de arriba abajo. Las islas donde hay guano son especialmente
importantes para la producción local. Los invertebrados bénticos e insulares pueden
beneficiarse en ellas de aumentos esporádicos de los recursos alimentarios que les ayudan a
alcanzar un volumen de población alto gracias a una mayor reproducción y a una dispersión
excepcional relacionada con las corrientes. Las corrientes irregulares pueden favorecer el
establecimiento en hábitat dispersos o depauperados de colonias que tal vez no atraigan lo
suficientemente a los depredadores para alejarlos de zonas costeras e insulares más densamente
pobladas, permitiendo de ese modo una futura repoblación a pesar de la anoxia, las toxinas o la
proliferación de depredadores.

2A. Ecosistemas subtropicales de transición. Se trata de sistemas de pesquerías bien


documentados. La brusca disminución de la sardina de California en el período de 1940–50, y
más tarde de la anchoveta peruana a comienzos del decenio de 1970 dieron lugar a una
intensificación de los estudios sobre las corrientes del margen oriental (véanse las reseñas de
Schwartzlose et al. 1999, Sharp 2000). A lo largo de este siglo, las enseñanzas de los estudios
sobre las pesquerías regionales se extrapolaron a todo el mundo y se aplicaron por analogía a
muchas especies tanto costeras como de alta mar. La fuerte reducción del bacalao y otras
importantes pesquerías en el Atlántico noroccidental en el decenio de 1980 provocaron un
nuevo cambio de orientación, cuando el público acabó por comprender que la ordenación de los
recursos vivos requiere algo más que unos buenos conocimientos científicos. La formulación
de políticas es al menos tan importante como las estadísticas sobre capturas o unos métodos de
estudio de las pesquerías mal concebidos. Unos programas excesivamente ambiciosos de
desarrollo de la flota parecen ser el denominador común de las crisis actuales, al haber
impulsado los gobiernos de los países y los programas de ayuda exterior un aumento de las
capturas a pesar de las evidentes señales biológicas y económicas de que se han alcanzado o
superado los límites.
41

a) Las corrientes de California y Humboldt comparten una variedad asombrosa de especies


y una periodicidad cíclica de su distribución y abundancia, pero se diferencian enormemente
en su producción potencial. Durante el período de 1930–40, las capturas máximas de sardina
en aguas de California variaron entre 500 000 y 700 000 toneladas al año, mientras que las de
anchoa alcanzaron su volumen máximo a comienzos del decenio de 1980 con unas 300 000
toneladas. El nivel de la pesquería de sardinas de California se mantuvo bajo, mientras que la
del Golfo de California empezó a crecer hacia 1980 y alcanzó su punto culminante, con algo
más de 250 000 toneladas, en 1988, aunque en 1996–97 aumentó de nuevo a unas 200 000
toneladas. Las capturas de sardinas realizadas desde 1960 por las flotas de la Isla Cedros y de la
Bahía Magdalena en las costas occidentales de la Baja California han ascendido a un total de
10 000 a 35 000 toneladas. El total de las capturas de sardinas de California, que ahora se
extienden desde la Baja California hasta la Columbia Británica, se han estabilizado en unas
360 000 toneladas.

b) En las tres regiones productoras de sardinas y anchoas situadas frente a las costas del
norte del Perú, del sur del Perú y el norte de Chile y del centro de Chile, a comienzos de 1970
las capturas alcanzaron un volumen máximo de 12 millones de toneladas de anchoas
(procedentes en su mayor parte del norte del Perú), pero a partir de entonces descendieron
considerablemente. Los desembarques de sardinas sudamericanas, que eran casi nulos,
empezaron a aumentar hacia 1976 y legaron a su punto culminante hacia 1976, después de que
esta especie hubiera colonizado de nuevo las tres regiones, hasta alcanzar los 12 millones de
toneladas en 1984–85. Actualmente las capturas ascienden en total a algo más de 400 000
toneladas. Mientras tanto, los desembarques de anchoveta sudamericana han sido de unos 8
millones de toneladas al año, salvo en 1988, en que un fenómeno de El Niño muy acusado hizo
que los desembarques descendieran a menos de 1,7 millones de toneladas.

c) El jurel, que coexiste en la región costera con estas otras dos especies pelágicas, de las
que se alimenta, parece haber experimentado un auge similar en un período ligeramente más
amplio. Esta especie se extiende desde las zonas de alimentación del litoral, junto a la zona de
convergencia del viento del oeste procedente del centro de Chile, hasta Nueva Zelandia y el
mar de Tasmania. Las primeras muestras de museo están fechadas en Nueva Zelandia en 1946.
La proliferación más reciente, seguida de una ampliación de su distribución geográfica y más
tarde de una fuerte reducción, tuvo lugar desde mediados del decenio de 1980 hasta 1995, año
en que se notificaron unas capturas de cerca de 5 millones de toneladas.

d) Las pesquerías de Sudáfrica y Namibia muestran patrones de proliferación y brusca


disminución similares a las del Japón y Sudamérica, con dos centros de producción primaria
situados uno en la región del Cabo y el otro al norte de la Bahía de Walvis. Ambas son regiones
con una fuerte corriente ascendente costera, aunque la región del Cabo está más directamente
sometida a la influencia de la dinámica del ENSO del Océano Índico. El transporte directo
hacia el sur de agua cálida de las capas superficiales desde Indonesia a Sudáfrica, como
consecuencia de los episodios cálidos del ENSO, da lugar a períodos prolongados de
calentamiento y enfriamiento de las aguas litorales que crean oportunidades muy diferentes
para las dos especies pelágicas dominantes y sus depredadores.

e) Fréon (1984) y Belvèze y Erzini (1983) estudiaron las relaciones entre las corrientes
ascendentes (velocidad y dirección del viento) y los cambios en las capturas de sardinas en las
aguas del África occidental durante el mismo período examinado por Gray y Scheaffer (1991)
en la Figura 16, y describieron la relación entre los procesos de transición de 1969–1971 y las
variaciones en la producción de las pesquerías de la región. Esos resultados, al igual que los de
42

otros sistemas de corrientes del margen oriental, no sorprenderían actualmente a nadie. De


hecho, casi todas las demás pesquerías experimentan variaciones similares en su régimen, como
veremos más adelante.

Figura 16 Esta figura da una


idea de las variaciones
observadas a finales del decenio
de 1960 en el clima regional del
Sahel, al este del sistema de
pesquerías de la corriente
ascendente del litoral de
Marruecos, sobre la base de
estudios de Gray y Scheaffer
(1991).

2B. Márgenes occidentales – Las corrientes del Golfo, del Brasil y de Kuroshivo tienen
muy poco en común, ya sea en cuanto a la variedad de especies o a los niveles de
productividad. Las costas de la Bahía del Atlántico Sur y del Golfo de México proporcionan a
Norteamérica una de sus mayores pesquerías de lacha. Las diversas especies depredadoras
(atunes, agujas, lubinas estriadas, etc.) que constituyen el grueso de las pesquerías de la región
son estacionales, y responden a los ciclos anuales de producción inducidos por las corrientes
ascendentes del litoral. La corriente del Brasil está muy cercana a la costa, lo que ocasiona un
ambiente mucho más cálido y tropical al ser la influencia del agua dulce que vierten el
Amazonas y otros ríos mucho mayor que la observada en las otras dos regiones. La sardinela
del Brasil es la única especie equivalente; sus capturas, que son mucho menos variables,
tienden a oscilar entre 100 000 y 200 000 toneladas al año.

a) El Pacífico noroccidental linda con la denominada «piscina caliente» y responde a esa


dinámica, mientras que el mar del Japón está también directamente influenciado por la
corriente fría de Oyashu , que proviene de la región polar y tiene su propio ritmo a escala
decenal. El ciclo de la sardina, que ha sido bien descrito, muestra el mismo patrón que la
anchoa en lo que concierne a la abundancia regional. La sardina parece beneficiarse de una
influencia del sur más firme, que hace que las temperaturas se eleven en el mar del Japón y a lo
largo de las costas orientales de Corea y el Japón, mientras que las anchoas y el arenque de
Hokaido parecen prosperar con una mayor influencia del norte, cuando la corriente de Oyashu
es más fuerte y Hohaido y el mar del Jaón están sujetos a la afluencia de aguas más frías
procedentes del norte. En 1998 los desembarques de anchoa japonesa ascendieron a más de
2 millones de toneladas, en comparación con el millón de toneladas capturadas por las flotas de
China y Taiwán. Los desembarques de sardina japonesa alcanzaron su punto culminante a
finales del decenio de 1980 con unos 5,5 millones de toneladas, y descendieron constantemente
a partir de entonces hasta situarse en torno a 300 000–500 000 toneladas en los últimos años
(véase la Figura 7).
43

b) Como se ha señalado, la dinámica del mar de Arabia–Somalia depende directamente


del monzón, al igual que las diversas pesquerías existentes en esta región extremadamente
estacional y productiva. La sardinela abunda en la región, pero sus pesquerías son
insignificantes, y las que existen son estacionales, ya que les afecta la anoxia literal debida al
excesivo desarrollo de las algas bajo la influencia de los vientos monzónicos. La sardinela se ve
abocada a entrar en los estuarios, a emigrar a lugares más propicios o a morir. Sus depredadores
se enfrentan con situaciones similares, a las que son incluso más sensibles, por lo que sus
migraciones reflejan la dinámica estacional de la región; abandonan las regiones costeras
afectadas en busca de condiciones oceánicas más favorables, lo que crea recursos abundantes
para las numerosas comunidades insulares de la región.

3. Zonas templadas y giros oceánicos – Los ecosistemas oceánicos subpolares parecen


responder perfectamente a todas las etapas y fases del forzamiento climático. El mar del Norte
es otro hábitat excepcional, del que la mayoría de las especies que lo ocupan actualmente
estuvieron excluidas durante miles de años en la última época glacial. La recolonización y el
desarrollo, en ese entorno relativamente llano, de las numerosas especies que han pasado a ser
los recursos pesqueros básicos para la alimentación de muchos y muy diversos grupos
culturales constituyen un proceso sumamente interesante. También en este caso, las especies
que constituyen los principales recursos pesqueros parecen estar especialmente adaptadas para
beneficiarse de los cambios climáticos a corto plazo. Este hecho resulta también muy revelador.

a) Las pesquerías del Atlántico nororiental y del mar del Norte fueron el punto del que
partieron las primeras investigaciones en su largo viaje hacia la comprensión de las relaciones
entre el clima y las pesquerías. Southward, Butler y Pennycuick (1975) describieron las
variaciones observadas en el Canal de la Mancha en la cantidad de huevos de sardina y
plancton, es decir en la parte más cercana a la base de la cadena alimentaria, variaciones que
están sincronizadas con lo que se ha denominado el «ciclo de Russell» (véase Russell 1973 –
Figura 17 de la próxima sección). Cushing y Dickson (1976) examinaron el estado de los
conocimientos sobre la respuesta de las pesquerías del Atlántico Norte a las fuerzas climáticas,
y llegaron a diversas conclusiones. Por ejemplo, reconocieron que las diferentes regiones
estaban «conectadas» por los procesos atmosféricos y que existían diversos «estados» que
variaban con arreglo a diferentes escalas temporales.

b) Cushing (1982) se valió del creciente número de recopilaciones disponibles para


avanzar en la integración de los conjuntos de información procedentes de diversos lugares del
mundo. Especialmente valiosas fueron sus interpretaciones de los desplazamientos de los
animales hacia el norte durante el período cálido comprendido entre el decenio de 1920 y el de
1940. Identificó diversos patrones de transporte de las distintas especies en función de los
cambios en la dirección del viento de superficie y de la intensificación de las corrientes, y
mostró que las especies oceánicas respondieron claramente a la expansión de sus hábitat más
cálidos hacia latitudes más altas. Un análisis del capítulo 5 de su obra y de los cuadros
correspondientes constituye una buena base para pronosticar el comportamiento de los peces
como respuesta al calentamiento en determinadas regiones. Ahora sabemos que las
observaciones de esta índole son inestimables.

c) Más recientemente, Alheit y Hagen (1997) describieron la relación de las pesquerías


europeas de arenques y sardinas con las condiciones meteorológicas invernales y la influencia
de la oscilación del Atlántico Norte (NAO). La historia de las pesquerías de arenque de la
región de Bohuslan, que une el mar Báltico con el mar del Norte, ofrece una serie de
enseñanzas que es imprescindible conocer. La Figura 6 muestra los períodos aproximados de
44

la aparición y desaparición del arenque del Báltico. Alheit y Hagen indican diversos períodos
de inviernos rigurosos – caracterizados por la afluencia de aguas dulces y la posterior inversión
y anoxia en la región del mar Báltico – que obligaron a esos peces a ir en busca de medios
marinos más favorables a través de la región de Bohuslan, donde hay profundos fiordos. Hubo
períodos de un decenio de duración en que los arenques se encontraban en aguas litorales,
donde eran capturados con artes de playa y redes fijas, y otros en que era imposible capturarlos
cerca de las costas. Esta situación cambió cuando se adoptó la red de cerco y los pescadores
consiguieron más movilidad.

Figura 17 Los datos que aquí se ofrecen, tomados de Southward (1974a,b) y de Southward,
Butler y Pennycuick (1975), muestran una variación bipolar (ciclo de Russell) en la
fauna del Canal de la Mancha que comenzó hacia 1938 y se invirtió a finales del
decenio de 1960.

La sardina europea prefiere un hábitat más cálido que el de los arenques, y se han
observado periodos de abundancia de esta especie que se alternan con las pesquerías del
arenque de Bohuslan. Las pesquerías de arenque de Noruega, que desova en primavera, siguen
un patrón similar al de la sardina. Las oscilaciones parecen estar vinculadas al rigor de los
inviernos, forzado por una NAO baja como respuesta a unas bajas presiones al nivel del mar
frente a las costas de Islandia que permiten la entrada de masas de aire frío procedentes de
Siberia. Esa NAO baja se alterna con una NAO alta que favorece la afluencia de vientos del
oeste, los cuales impiden el paso de las masas de aire siberianas y traen aire más cálido del
Atlántico Norte.
45

Esos dos estados de la NAO tienen consecuencias en cierto modo opuestas en el


Atlántico noroccidental, ya que la NAO alta atrae masas de aire frío procedentes de la región de
Alaska–Groenlandia que fuerzan la corriente del Labrador y potencian sus efectos de
enfriamiento y subsidencia, dando lugar probablemente a los ciclos del bacalao y el arenque en
la región del Canadá y los Estados Unidos. Fuerzas similares actúan en el mar del Japón, donde
el arenque va y viene desde las costas de Corea del Norte, alternándose con los períodos de la
sardina anteriormente descritos. Estas dinámicas se describen detalladamente en Kawasaki et
al. (1991).

d) El concepto de giros oceánicos ha sido desestimado por muchos estudiosos de las


pesquerías, debido a que la oceanografía biológica ha descrito esas regiones como desiertos
oceánicos por la escasa producción primaria que se ha observado en ellas. Sin embargo, un
examen de las series cronológicas sobre la pesca con palangre (Fonteneau 1997, reseñado en
Sharp 2001) muestra una situación muy diferente. La pregunta que se plantea es la siguiente:
«Si estos giros son tan poco productivos, ¿por qué hay tantos cientos de miles de toneladas de
peces y mamíferos marinos depredadores que desovan, se alimentan y prosperan en ellos?»
Por supuesto, los buenos resultados de la pesca se deben en gran parte al forzamiento estacional
y a la consiguiente disponibilidad de las diversas especies que caen en sus redes (véanse Hela y
Laevastu 1971; Sharp 1976, 1978; Marsac y Hallier 1991; Abbes y Bard 1999). La mayoría de
estos peces y sus presas viven en las profundidades del océano.

4. Las especies polares o de las profundidades del océano son el grupo de especies de
peces que peor se conocen. Es difícil tener acceso todo el año a los peces de altitudes muy
altas; hasta el desarrollo relativamente reciente de la Antártida, su pesca se realizaba
esencialmente con fines de subsistencia. Los peces que viven en las profundidades del océano
también son poco conocidos. La longevidad de algunas de esas especies tiene tintes casi
mitológicos, al haberse estimado que algunas de ellas viven más de 200 años. Sin embargo, se
sabe que muchas otras especies de aguas profundas, en particular los moluscos decápodos,
tienen un ciclo biológico anual o relativamente limitado. Es muy difícil evaluar el éxito del
reclutamiento anual del grupo de especies árticas y de aguas profundas, ya que las clases
anuales tienden a confundirse, y se plantea además la compleja cuestión de calcular la edad de
los individuos (Gauldie et al.1991; Gauldie y Sharp 2001).

Es obvio que los habitantes de latitudes muy altas y océanos muy profundos son los que
menos han de preocuparse por las posibles épocas de enfriamiento climático. Sin embargo,
podrían afectarles las épocas de fuerte calentamiento, por la simple razón de que muchos
depredadores, reaccionando igualmente a los efectos de concentración debidos a la expansión
de las zonas climáticas más cálidas, invadirían su hábitat más reducido. El resultado sería un
acortamiento de las distancias, y por consiguiente unos gradientes más pronunciados entre los
diversos compartimentos ecológicos del océano, definidos por los intervalos de temperatura
dentro de los gradientes. La mayoría de los peces de aguas profundas simplemente están fueran
del alcance de las pesquerías comerciales debido a su carácter relativamente difuso. Una de las
pesquerías más productivas del mundo es la de abadejo de Alaska, que produce unos 4 millones
de toneladas al año. Teniendo en cuenta que la especie es omnívora y fundamentalmente
caníbal, no parece probable que su relativa abundancia cambie mucho, salvo por una excesiva
orientación a los grupos de alevines, si éstos se concentraran como consecuencia del conjunto
de presiones ecológicas y fisiológicas antes descritas.
46

Hay algunas preguntas a las que es necesario responder, especialmente sobre la aparente
sincronía de muchos de los cambios de régimen observados a escala hemisférica o de cuencas
oceánicas. Lo que hemos de hacer ahora es examinar detenidamente el forzamiento polar.

3.3 Simultaneidad frente a transiciones sistemáticas

En la obra de Leroux (1998) titulada Dynamic Analysis of Weather and Climate se


indican las conexiones más probables con los episodios de enfriamiento polar, puestos de
manifiesto en lo que Leroux denomina anticiclones polares móviles, que define como «enormes
discos de aire denso que son los principales responsables de las variaciones en la presión, la
velocidad y dirección de los vientos, la temperatura, la humedad, la nubosidad y las lluvias.»
Esos anticiclones son el resultado de la pérdida de calor polar, que enfría el aire, causa
subsidencia y crea un aire frío denso que se desplaza hacia el este y hacia el Ecuador, en
interacción con la tierra y los océanos (según se describió anteriormente en los casos de la
sardina y el arenque europeos). Estas masas de aire frío denso se cargan de calor superficial y
de humedad y continúan su viaje hacia latitudes más cálidas. Cuando reúnen suficiente energía,
pueden establecer con el tiempo una interacción con la atmósfera tropical húmeda y sumamente
activa, que es a su vez la consecuencia de la convección profunda que existe a lo largo de la
zona de convergencia intertropical y la piscina caliente en el Océano Pacífico occidental y el
Océano Índico oriental. El resultado final de estos procesos generados por la convección
profunda es la transferencia de calor ecuatorial a los polos. Leroux (1998) enumera las razones
por las que es necesario prestar la máxima atención a las capas inferiores de la troposfera, en
particular las que están en contacto con nuestro planeta, al explicar la dinámica local de las
condiciones meteorológicas y el forzamiento oceánico:

• «son las más densas, al estar la mitad de la atmósfera contenida en los primeros
5 500 metros …;
• contienen casi todo el vapor de agua que interviene en la lluvia y el suministro
de energía, así como los gases de efecto invernadero que incluyen vapor de
agua, siendo el efecto de invernadero imperceptible por encima de los 5 000
metros;
• paradójicamente, la principal fuente de calor no es el Sol, sino la superficie de
la Tierra, que calienta la atmósfera … interacciones … que se derivan de las
diferencias en … los sustratos, los gradientes térmicos, … las depresiones
térmicas profundas y la enorme circulación horizontal;
• entre los factores geográficos, el relieve orográfico, conjuntamente con la
distribución de los océanos y los continentes, actúa sobre la temperatura de la
superficie y es un poderoso factor aerológico, … que determina la trayectoria
de un gran número de intercambios meridionales.»

Leroux expone diversos argumentos que demuestranla importancia de los anticiclones


polares móviles. Además formula la hipótesis de que éstos regulan las perpetuas variaciones de
las condiciones meteorológicas y la variabilidad climática a todas las escalas temporales. En
último extremo, todo ello está relacionado también con la velocidad de rotación de la Tierra a
largo plazo, es decir con las variaciones de la longitud negativa del día, ya que todas las
interacciones tienen que ver con el vapor de agua que se desplaza de la superficie de la Tierra a
la atmósfera y con los diversos intercambios de energía debidos a los movimientos contrarios
de las capas inferiores de la atmósfera y el sistema de tierras y océanos, que se examinarán
detenidamente más adelante.
47

Las consecuencias ecológicas son múltiples, desde las inundaciones, sequías y


nubosidad estacionales que modifican la productividad de la tierra, hasta las corrientes
ascendentes oceánicas inducidas por la velocidad y dirección del viento, los niveles de luz
modificados por las nubes y sus repercusiones ecológicas a través de los ecosistemas acuáticos.
Al final de todos estos procesos está el hombre, con su creciente variedad de tecnologías y unas
masas cada vez más hambrientas que tratan de hacer frente a todas las variaciones. Esta es la
base de la mayoría de las interacciones ecológicas de la humanidad y el motivo de los temores
acerca de los numerosos procesos de la Tierra que no podemos controlar, frente a los que
claramente ya hemos modificado.

Si reflexionamos sobre nuestras interpretaciones convergentes, observamos que los


argumentos de Leroux se ajustan a muchas de nuestras propias experiencias e interpretaciones
de los orígenes del forzamiento, especialmente el que se manifiesta en la dinámica de los
océanos y las respuestas consiguientes de los ecosistemas a todas las escalas temporales.

Esta convergencia gira en torno a varios «hechos»:

1. Las regiones polares arrojan siempre un saldo de radiación negativo, por lo que generan
subsidencia a través del enfriamiento basal que producen esos anticiclones polares móviles, los
cuales derivan posteriormente hacia el Ecuador y hacia el este, impelidos por la energía de la
rotación de la Tierra, por la vía que ofrece menos resistencia, es decir a través de los hielos y
océanos polares, o a través de las llanuras, hasta llegar a los continentes. En la Antártida, los
anticiclones polares móviles circulan por el Océano Austral en dirección al noreste hasta que
tropiezan con un margen continental que siguen hacia el norte y luego hacia el oeste, formando
los alisios australes, y contribuyendo también en el Océano Índico a los monzones estacionales
que atraviesan el ecuador.

2. Al ser las masas de tierra más numerosas y extensas en el hemisferio norte, los modos
de circulación de los anticiclones polares móviles son más diversos y en sus trayectorias
terrestres influyen enormemente las condiciones meteorológicas estacionales. Estos
anticiclones no sólo dan lugar a los alisios sino también a los patrones de frecuencia de las
tormentas asociadas con sus diversas trayectorias. Cada una de las regiones del hemisferio
norte ha asignado diferentes nombres a las interacciones estacionalmente intensas de los
anticiclones polares móviles con el relieve del terreno, a saber, el efecto Venturi, el paso de los
Balcanes que da origen a los vientos etesios (a nivel subregional, llamados también meltemi,
vardar, struma o buria) (Leroux 1998), y, en el oeste de Norteamérica, los vientos de Santana
en California o los llamados vientos Chinook en la vertiente oriental de las Montañas Rocosas.

3. Cuando los anticiclones polares móviles procedentes de los desiertos de Siberia y Gobi
convergen con los procedentes del mar de Bering, se refuerzan y atraviesan el Pacífico Norte en
dirección sudeste hasta que son desviados hacia el sur por las Montañas Rocosas. Otros vientos
que se forman al norte y al este de las Rocosas atraviesan las llanuras norteamericanas hacia el
sudeste provocando fenómenos extremos como las tres «heladas» invernales registradas entre
1983 y 1988 que diezmaron los cultivos de cítricos de Florida. Hacía más de 40 años que no
sucedía un fenómeno similar en la región.

4. La fuerza y la frecuencia de los anticiclones polares móviles varían, de manera que su


convergencia crea una gran variedad de patrones y tiene muy diversas consecuencias, aparte de
reforzar o no los alisios regionales «previstos». Los vientos alisios ecuatoriales están
dominados por corrientes superficiales en dirección este que provocan la disminución de las
48

temperaturas de la superficie de los océanos Atlántico y Pacífico ecuatoriales en sus regiones


orientales y un aumento, inducido por la presión, de las aguas superficiales cálidas y poco
salinas del Pacífico occidental, cuando la humedad que se evapora es transportada de este a
oeste y se producen precipitaciones. Estos efectos, combinados con los de la rotación de la
Tierra hacia el este, los márgenes de las tierras de Asia y Australia y el zócalo poco profundo
del Archipiélago Indonesio hacen que aumente el nivel del mar.

Al relajarse los alisios ecuatoriales del Pacífico, se liberan las ondas de gravedad (o de
Kelvin) que en opinión de muchos caracterizan a los episodios cálidos del ENSO. Este
fenómeno va acompañado de un movimiento hacia el este de la temperatura de la superficie del
mar, complejo resultado del desplazamiento de las ondas de gravedad de las aguas superficiales
de la piscina caliente (aunque son sobre todo las aguas subsuperficiales cálidas las que son
transportadas hacia el este). La intensificación interactiva de la convección profunda
procedente del margen oriental en expansión de la piscina caliente se produce cuando los
procesos entrañan tanto calor ecuatorial como humedad. Al ser transportadas las nubes y la
humedad resultantes hacia el este y hacia los polos, atrapan más calor en las capas superiores
del océano, debajo de las nubes que avanzan, recreando de este modo la secuencia de sus
orígenes.

Los fenómenos relacionados con el ENSO han sido objeto de multitud de


investigaciones en el último decenio, a partir de El Niño de 1982–83. A pesar de los programas
de observación intensiva, desde satélites o in situ, quedan varias cuestiones sin resolver en
cuanto al mecanismo o mecanismos de activación de la relajación de los alisios ecuatoriales
que dan lugar a la liberación de la energía superficial almacenada en el Pacífico occidental
(White et al. 1997; White, Chen y Peterson 1998). Análogamente, aunque en sentido inverso, el
Océano Índico almacena calor en sus extremos orientales adyacentes a la piscina caliente del
Archipiélago Indonesio, donde sólo unas pocas brechas importantes permiten el flujo de las
aguas superficiales de temperatura elevada procedentes de la piscina caliente del Pacífico.
LeBlanc y Marsac (1999) ofrecen una valiosa descripción del comportamiento interrelacionado
de las partes occidental y oriental del Océano Índico, así como de su relación con la dinámica
de la piscina caliente del Pacífico.

La tesis de Leroux induce a examinar la verdadera naturaleza de las fuentes de


variación, a todas las escalas temporales, de los alisios ecuatoriales. De ese examen se
desprende una respuesta satisfactoria a la cuestión del mecanismo de activación de los
episodios cálidos del ENSO. Al parecer, un cambio relativamente pequeño en la intensidad y la
frecuencia de los anticiclones polares móviles tiende a aumentar o reducir los alisios
ecuatoriales. Es evidente que su cese – o una acusada disminución de su intnensidad, y por lo
tanto de su alcance –, debido quizá a una pérdida menor de calor en los polos, podría reducir, o
reduciría de hecho, los alisios ecuatoriales, al tiempo que podría aumentar los alisios de
latitudes más altas. Estos fenómenos parecen apuntar a unos mecanismos directos que
explicarían la activación bastante estacional de los episodios cálidos del ENSO. Teniendo
presente lo que ya se sabe sobre las pesquerías en las zonas templadas del hemisferio norte, y
su forzamiento, la dinámica de los anticiclones polares móviles sugiere también las razones por
las que podrían producirse cambios transcendentales en la frecuencia y la intensidad de los
procesos del ENSO.

El enfriamiento invernal es muy riguroso en el hemisferio sur, con frecuentes e intensos


anticiclones polares móviles que atraviesan libremente el océano Austral en dirección al
ecuador. Su frecuencia e intensidad sólo disminuyen ligeramente durante el verano, debido a
49

los patrones de insolación de la región y a la dinámica de la nubosidad. Los anticiclones polares


móviles del hemisferio norte que atraviesan Asia, el Atlántico norte, Norteamérica y los
océanos cambian en forma dinámica de frecuencia e intensidad en función de la nubosidad en
las regiones polares y de los climas prehistóricos a corto plazo de las grandes masas
continentales sobre las que viajan. Para poder influir en los procesos a latitudes más bajas, es
necesario que primero sean potenciados por la energía de la tierra, por la de las capas
superficiales del océano, o por ambas. Los meses cálidos y secos del verano tienden a reforzar
la transferencia al sur de energía de los anticiclones polares móviles a través de las grandes
extensiones de Asia y Norteamérica. Cuando un anticiclón polar móvil cargado de energía
tropieza con masas de aire ecuatoriales húmedas que se desplazan hacia el este y hacia los
polos, las refuerzan y potencian aún más su movimiento hacia los polos, desplazando en esa
dirección el calor latente que contienen. De ese modo, la interacción de los dos fenómenos
facilita las transferencias de energía que son necesarias para equilibrar los gradientes de calor
de la superficie de la Tierra. Todos estos procesos están comprendidos, naturalmente, en las
respectivas dinámicas físicas superficiales y subsuperficiales más amplias de los océanos
(Broecker 1991, 1997) y en los procesos inducidos por el clima a más largo plazo.

En resumen, parece predominar una situación en la que la intensidad de la subsidencia


en ambos polos, o en uno de ellos, facilita el equilibrio termodinámico de los gradientes
térmicos del ecuador a ambos polos, o a uno de ellos. Además, las trayectorias de los
anticiclones polares móviles intensos contribuyen al transporte atmosférico del calor ecuatorial,
tanto sensible como latente, hacia los polos (y también hacia el este en el Pacífico y el Atlántico
y hacia el oeste en el Océano Índico; véanse los sitios Web sobre la piscina caliente y otras
fuentes ecuatoriales). La energía ecuatorial disponible está en función de la convección
profunda, por encima de una temperaturas en la superficie del mar que exceden del umbral de
27º–28 ºC, y de los vientos de las capas superiores de la troposfera. El denominador común es
la pérdida de calor y la subsidencia en los polos. ¿Cómo se regulan estos procesos? Cualquiera
que sea su origen, tienen un pulso casi periódico, de 50 a 70 años, que puede medirse a partir de
los datos físicos y de los patrones de cambio de los ecosistemas.

3.4 Pronósticos: enseñanzas del pasado para el futuro

La enseñanza más importante que se puede extraer sobre el cambio climático es que se
debe prestar más atención al pasado, con el fin de aprender de lo que ha sucedido antes. Hay
tres conjuntos de proyecciones sobre el clima mundial que se basan en la historia del pasado,
dos de ellas elaboradas a partir de datos indirectos de hace más de mil años por los doctores
Doug Hoyt (Figura 18) y Joseph Fletcher, ambos expertos en climatología de fama
internacional. La tercera es una descripción de los patrones del último siglo, relacionados con la
velocidad de rotación de la Tierra (-LOD), el índice de circulación atmosférica (ACI) y la
transferencia atmosférica (AT), que se han descrito en la sección anterior. Esta descripción
forma parte de un estudio que ha sido presentado y sometido a un examen por homólogos con
miras a su publicación inmediata en una reputada revista rusa sobre geofísica.

Si se acepta que las previsiones de Hoyt son realistas, en unos 8 000 años el mundo será
entre 3 y 5 ºC más frío. En los próximos 2 000 años, la Tierra se enfriará unos 0,4 ºC. También
hay que tener presente que, en el 70 por ciento del tiempo, los 10 000 últimos años fueron más
cálidos que en la actualidad. Una visita al sitio Web de Hoyt proporciona información básica
sobre el razonamiento de causa-efecto que él y otros han utilizado para pronosticar una
tendencia al enfriamiento, a un plazo relativamente corto, que comenzará hacia 2016–2020.
50

Figura 18 Aquí se muestra la contribución del Dr. Doug Hoyt al pronóstico del clima, basado
en la influencia solar sobre la temperatura media de la Tierra. La línea azul indica el
actual período interglacial y la roja el último. Las curvas se trazaron de manera que
coincidieran con lo que sucedió cuando la Tierra salió del período glacial anterior,
siguiendo la misma línea temporal. (Tomado del sitio Web del Dr. D. Hoyt; véase
la dirección en el apéndice).

El Dr. Joseph Fletcher lleva a cabo un examen sumamente convincente de los


conocimientos actuales sobre el clima y realiza una proyección del clima mundial en los 100
próximos años (Figura 19). El Dr. Fletcher fue el principal impulsor de la recopilación inicial y
la posterior continuación del conjunto de datos refundidos de gran alcance sobre los océanos y
la atmósfera (COADS), que constituye la base de las observaciones históricas de casi toda la
comunidad de estudiosos del clima reciente. El Dr. Fletcher ha actualizado esos datos como
base para gran parte de esos datos. Su hipótesis sobre el clima del siglo XXI se basa en la
probabilidad de que los procesos del pasado sean cíclicos y se repitan con una periodicidad de
170–180 años.

Su principal proyección se basa en los datos más completos de que se dispone sobre la
actividad solar, procedentes de testigos de hielo glaciar. Se utilizaron concentraciones de berilio
10 como indicadores indirectos del viento solar inducido por la actividad del sol. El paso
siguiente en las proyecciones del Dr. Fletcher fue encontrar las partes del conjunto de datos
históricos basados en el berilio 10 que se correspondían con las tendencias recientes durante un
período de unos 170 años. La emisión actual de la superficie solar tiende a ser superior en
1,3 vatios por metro aproximadamente a la de hace 170 años, cuando había concluido la
pequeña época glacial y la irradiancia solar mostraba una tendencia a aumentar hasta los
niveles del período cálido anterior. El período correspondiente a la proyección se compensó
con 1,5 vatios por metro a partir de 1970, y se amplió utilizando los datos «abreviados»
51

correspondientes a los 170 años posteriores a 1810, superpuestos a los datos recientes y
ampliados.

Figura 19 Aquí se muestra la proyección del Dr. Joseph Fletcher sobre el clima mundial,
basada en la hipótesis de que los patrones se repetirán en un ciclo de unos 170 años.
Al añadir los datos del COADS relativos a las desviaciones de la velocidad del
viento, junto con el índice de las dimensiones o alcance de la piscina caliente del
Indo-Pacífico (gráfico de la parte inferior), la coincidencia general de las tendencias
mostradas en los conjuntos de datos reunidos por separado induce a aceptar las
proyecciones del Dr. Fletcher sobre el clima que cabe prever para el próximo siglo .

En la Figura 19, la tendencia se representa en color morado cuando se trata de datos


históricos y en verde cuando se trata de datos que coinciden al comienzo de la proyección.
También se incluyen en ella dos indicadores fiables: en el primero (que aparece en la parte
superior), tomado de la Figura 12 c, los datos del COADS sobre las desviaciones del viento de
superficie en la zona más meridional del Océano Índico (que es la región del mundo con mayor
carga de energía) se ampliaron utilizando el concepto de similitud para los 170 años siguientes.
En el gráfico de la parte inferior se muestra un sencillo índice del número de recuadros de 4x4
para latitudes-longitudes donde la temperatura de la superficie del mar >=29 oC en la región de
la piscina caliente del Indo-Pacífico. Los datos de las dos series coinciden con los relativos a
las tendencias solares a largo plazo.

Pero no olvidemos lo que ya sabemos por otros datos y por el análisis anterior.
Klyashtorin et al. (1998, en examen) comprobaron recientemente que la curva de la anomalía
de la AT tiene una forma similar a la de la -LOD. Sin embargo, la segunda va rezagada unos
52

14–16 años con respecto a la primera. Si se adelanta 15 años la anomalía de la AT


(desplazándola hacia la derecha) se obtiene una perfecta coincidencia entre las curvas de la AT
y la -LOD (Figura 20). La parte derecha de la curva de la anomalía de la AT puede servir por lo
tanto para hacerse una idea aproximada de la tendencia de la -LOD en el primer decenio del
siglo XXI. A diferencia de la anomalía de la AT, la dinámica de la -LOD se caracteriza por
dobles picos (a y b), como vimos anteriormente en la Figura 4. Los picos primarios
(a) coinciden con los valores máximos de las anomalías de la AT desplazadas, mientras que los
picos secundarios (b) están desfasados con respecto a estos valores máximos. Las razones de
este fenómeno no están claras, pero es probable que el aumento actual de la -LOD cambie al
producirse un descenso hacia 2004–2007, como ya ocurrió en los decenios de 1890 y 1950.

Figura 20 Aquí se muestra la dinámica de una serie cronológica de la -LOD y la anomalía


de la AT desde 1850 hasta 2010: 1) -LOD (promedio anual, eliminada la
tendencia); 2) anomalía de la AT suavizada por un promedio de 21 años; 3) datos
correspondientes a esta última, desplazados a la derecha 12 años; los picos
primarios y secundarios de la -LOD se indican con las letras a y b,
respectivamente. Véase una explicación más detallada en el texto.

La Figura 21 muestra la temperatura original del aire en la superficie de la Tierra (dT),


eliminada la tendencia, y la serie cronológica de la AT con sus tendencias cíclicas dominantes.
El desfase de la tendencia cíclica de la dT en relación con la de la AT es de unos 19 años. Esto
coincide con las conclusiones preliminares que se sacaron tomando como base un análisis
cualitativo (comparación visual) de la serie cronológica.
53

Figura 21 Aquí se compara la anomalía de la AT con la dinámica de la dT una vez eliminada


la tendencia. 1) La línea gruesa de rayas representa la tendencia cíclica dominante
de la anomalía de la AT, con una periodicidad de 59,35 años; 2) la línea gruesa
continua representa la tendencia cíclica dominante de la dT, una vez eliminada la
tendencia, con una periodicidad de 59,42 años. La tendencia cíclica de la dT está
rezagada 19 años con respecto a la tendencia cíclica de la anomalía de la AT.

Las curvas de la anomalía de la AT y la dT (Figura 22) tienen también una forma


similar, pero la anomalía de la AT lleva a la dT una delantera de 16–18 años. Desplazando 18
años hacia la derecha la anomalía de la AT se obtiene una coincidencia casi completa entre las
curvas, pero en este caso el resto de la anomalía de la AT continúa en el futuro, lo que permite
predecir la dinámica de la dT al menos para los 15 años siguientes.

Figura 22 Aquí se muestra


la serie cronológica de la
dinámica de la anomalía
de la temperatura mundial
(dT) y la anomalía de la
AT: 1) dT (una vez
eliminada la tendencia y
suavizada por un promedio
de 13 años), 2) anomalía
de la AT suavizada por un
promedio de 21 años; y
3) anomalía de la AT
desplazada 17 años.

En la Figura 22, la anomalía de la AT desplazada (línea 3) ofrece motivos para esperar


que el actual aumento de la dT mundial se desacelerará o se interrumpirá en los 2–3 años
próximos y que a continuación se producirá un descenso bastante constante (en unos 0,18 °C en
54

comparación con su valor actual) para 2015. Hay que tener también en cuenta que la Figura 21
presente una curva de la dT en la que se ha eliminado la tendencia. Si continuara en el futuro la
actual tendencia de la temperatura (descrita por Sonechkin 1998; Sonechkin, Datsenko e
Ivaschenko 1997), el descenso previsto de la anomalía de la temperatura mundial (dT) para
2015 sería de unos 0,12 °C. Sin embargo, es posible que esa tendencia se desacelere para
comienzos del decenio de 2000. En ese caso, el descenso previsto de la dT sería de unos
0,15 °C para 2015. Llegados a este punto, hemos de subrayar también que este pronóstico sólo
se refiere a la tendencia de la dT, y no permite predecir con precisión la temperatura media
mundial en 2015.

James Goodridge, climatólogo jubilado del Estado de California, actualiza


constantemente para el Estado los datos climáticos recientemente recogidos. También está muy
interesado en el marco general del forzamiento climático y en las predicciones de éste hechas
por Klyashtorin y sus colegas. Uno de los primeros análisis que realizó Goodridge se refirió a
las relaciones de la -LOD con algunos procesos locales y las diferencias que se observan en la
cuenca del Pacífico. Las Figuras 23 y 24 permiten hacerse una idea más completa de los
vínculos de las señales de la -LOD con las corrientes ascendentes locales y la presión al nivel
del mar en la cuenca.

Figura 23 Aquí se muestra la longitud del


día y el índice de la corriente ascendente en
aguas de San Francisco, en California. En
ambos casos se utilizaron promedios
móviles de nueve años y se ajustaron a
escala para que se correspondieran con los
intervalos. Este gráfico, como el de la
Figura 24, indica que hay un forzamiento
directo, inducido por el viento, que se
produce en sincronía con la LOD, de
conformidad con el ACI y los índices
atmosféricos E–W de Klyashtorin.

Figura 24 Aquí se muestran


las interesantes relaciones
con la longitud del día y la
presión al nivel del mar en
Tokio en los últimos 125
años. Obsérvese que los
datos están también sin-
cronizados con las oscila-
ciones entre temperaturas
cálidas y frías en la super-
ficie del océano que afectan
a la fauna marina del
Pacífico Norte.
55

El denominador común es que las anchoas y otras especies vinculadas con las corrientes
del margen oriental prosperan en los períodos más fríos de corrientes ascendentes en las costas
oceánicas. Las sardinas y otras especies afines que prefieren las aguas más cálidas parecen
«hacer frente» a estos períodos de fuertes corrientes ascendentes subsistiendo en pequeñas
colonias, tanto hacia el ecuador como en alta mar, precisamente donde están fuera de la
influencia directa de las temperaturas más bajas ocasionadas por las corrientes ascendentes
costeras. Allí esperan la oportunidad de colonizar de nuevo el medio cercano a las costas para
proliferar durante los períodos en que son relativamente más débiles las corrientes ascendentes
vinculadas con unos vientos costeros menos fuertes y con unas condiciones oceánicas
ligeramente más cálidas en el litoral.

Los ciclos biológicos más largos y la propensión a emigrar proporcionan también a las
sardinas y los arenques ventajas distributivas que les permiten aprovechar rápidamente toda
atenuación de las condiciones reinantes en las extensas zonas de corrientes ascendentes.
Análogamente, los arenques del mar del Norte y el mar Báltico, o de Terranova, se desplazan
desde alta mar en busca de lugares para recolonizar que se adapten a sus necesidades, a lo
largo de los hábitat costeros (Iles y Sinclair 1982; Alheit y Hagen 1997). Por el contrario, las
anchoas y otras especies afines no parecen tener más opción a corto plazo que buscar unos
hábitat locales que les ofrezcan las intensas corrientes ascendentes y las condiciones favorables
para el desove parecen encontrar a lo largo de las costas donde los promontorios forman
remolinos. Esos hábitat están asociados a menudo con características permanentes como la
presencia de bahías con una buena descarga del agua de las mareas y una circulación
razonablemente estable en los remansos que reduzcan al mínimo la anoxia. Todas las dinámicas
oceánicas conexas están determinadas por la remota interacción física entre el océano y la
atmósfera inducida por el clima.

Hay también muchas especies demersales que están igualmente adaptadas a estos
«regímenes» alternativos. Los ciclos de distribución y abundancia de la mayoría de los
depredadores migratorios siguen los patrones de las especies que constituyen sus presas
favoritas. Pero los cambios más espectaculares en la producción tienen lugar en las enormes
pesquerías pelágicas del sistema de corrientes del margen oriental, aunque prácticamente todos
los sistemas pesqueros, desde los templados hasta los polares, experimentan fuertes variaciones
(véanse Parrish y MacCall 1978; Iles y Sinclair 1982; Sharp y Csirke 1983; Leggett, Frank y
Carscadden 1984; Moser, Smith y Eber 1987; Wyatt y Larrañeta 1988; Baumgartner, Soutar y
Ferreira-Bartrina 1992; Hollowed y Wooster 1992; Hollowed, Bailey y Wooster 1995;
Beamish y Boulton 1993; Francis y Hare 1994; Hare y Francis 1995; Polovina, Mitchum y
Evans 1995; Mantua et al. 1997). La convincente presentación de la historia de la sardina
japonesa y su seguimiento en Kawasaki (1983) y Kawasaki et al. (1991), y la aparente
sincronía entre los ciclos de las poblaciones de sardina del Pacífico en el hemisferio norte y los
de la corriente de Humboldt supusieron un estímulo para las actuales investigaciones sobre el
clima y las pesquerías.

4. ALGUNAS PREVISIONES

Los hombres y los peces comparten una larga historia. El largo camino recorrido para
comprender el éxito de la reproducción de los peces, anteriormente descrito, fue el resultado de
los intentos de unos investigadores preocupados por estabilizar la producción de las pesquerías.
Si hay algo de lo que podemos estar seguros es que el clima seguirá cambiando y que la
distribución y abundancia de las pesquerías seguirán respondiendo a esos cambios, como lo han
hecho en el pasado (Soutar e Isaacs 1974; Soutar y Crill 1977; Baumgartner et al. 1989;
56

Baumgartner, Soutar y Ferreira-Bartrina 1992; Kawasaki et al. 1991). La predicción del clima
es un objetivo bien definido, aunque nuestro escaso conocimiento de las muchas interacciones
y complejidades antes descritas es aún un factor muy limitante. Ahora disponemos de una gran
cantidad de información básica sobre las respuestas de las pesquerías a los probables cambios,
es decir sobre factores que entrañan unos patrones conocidos de cambio ambiental.

Lo que esperamos haber dejado claro con esta presentación de los diversos recursos
informativos y sus aparentes interrelaciones es que ese cambio ambiental no es «aleatorio» ni
«estocástico», como dirían los aspirantes a constructores de modelos. Todos ellos son
elementos de una larga secuencia de patrones y procesos que tienden a seguir ritmos y pautas
propios, dentro de unas escalas temporales y espaciales más amplias. El hecho de que cada
uno de los patrones o ciclos que intervienen sea interactivo modifica la configuración de las
secuencias de manera que éstas crean una «armonía» y largas épocas con tendencias planas
seguidas de picos pronunciados. Todas ellas siguen, sin embargo, un patrón. En particular, las
transiciones de un estado a otro son pronosticables, porque se dispone de conocimientos y
observaciones que hacen posible ese pronóstico.

Teniendo en cuenta la sincronía regional en la historia de los últimos siglos, lo que no


resulta sensato ni útil para la sociedad es dilapidar grandes cantidades de esfuerzos y recursos
en crear simulacros digitales de modelos de poblaciones basados en el equilibrio o la
estabilidad, o en intentos de elaborar supuestos «sistemas cerrados» para poblaciones de
peces – o para las temperaturas de la atmósfera y del aire en la superficie de la Tierra –
prescindiendo de las interacciones oceánicas.

Si se quiere tener la esperanza de realizar en el futuro pronósticos creíbles a una


escala de tiempo prolongada es necesario aprender, es decir, observar e interpretar, las
interacciones dinámicas. El método actualmente disponible que parece ofrecer los resultados
más útiles, en el sentido de producir pronósticos pragmáticos de patrones y hechos, consiste
en una combinación bastante compleja de compilación y análisis de información conocida
como «confrontación de patrones». Este método parece funcionar cuando hay unos «estados»
de los sistemas claramente definidos o extremos, como los que muestran los episodios
«cálidos» y «fríos» del ENSO o los índices climáticos cada vez más numerosos para las
grandes regiones oceánicas del mundo. Aunque de nuestros conjuntos de datos muy breves
parece desprenderse que no hay dos episodios del ENSO que sean realmente iguales en sus
manifestaciones más completas, las consecuencias de El Niño y La Niña pueden distribuirse
en dos series distintas, cada una de las cuales causa daños o beneficios considerables a
regiones claramente diferenciadas.

Los pronósticos anuales de William Gray (véanse 1990, 1991, así como el sitio Web
en el Anexo) sobre huracanes y desembarques en el Atlántico y el Golfo de México
constituyen un buen ejemplo de técnicas de «confrontación de patrones», así como de
enfoques modernos y creíbles del pronóstico del clima y las condiciones meteorológicas.
Además, gracias a sus actividades de seguimiento continuo y actualización se han podido
hacer valiosas correcciones al incluir en la información regional nuevas interacciones y
respuestas. Los pronósticos más convencionales del ENSO, basados en modelos numéricos,
ofrecen una combinación de «simulacros digitales» y confrontación de patrones que parece ir
mejorando a medida que se introduce más información sobre la oceanografía interna en los
modelos en que predominan los datos sobre la atmósfera. Gracias a la inclusión en los
modelos de pronóstico de más datos basados en observaciones, se han conseguido enormes
mejoras con respecto a los modelos digitales de «sistemas cerrados» utilizados en la
57

investigación y la construcción de modelos de pronóstico en épocas anteriores. Esto también


era previsible porque las generaciones anteriores de constructores de modelos informatizados
se dividieron rápidamente en diversas «escuelas» sobre cómo construir los modelos para las
proyecciones. Cuanto más se sabe, mejores son las proyecciones basadas en modelos.
Cuantas menos observaciones se incluyen en los modelos, peores son los resultados de éstos.
Por supuesto, está siempre el problema de la calidad de los datos introducidos. Si no existen
unas relaciones claras de causa-efecto, utilizar conjuntos de datos presuntamente relacionados
puede ser poco representativo e incluso engañoso.

La investigación sobre el cambio climático propiamente dicha se ha limitado hasta la


fecha a explicaciones a posteriori en relación con las pesquerías, debido a la importancia que
han atribuido en los últimos tiempos los encargados de su ordenación a unos burdos
instrumentos de evaluación de las poblaciones (véanse Sharp, Csirke y Garcia 1983; Sharp
1987, 1988, 1991, 1995b, 1997, 2000). Afortunadamente, quedan programas de investigación
pesquera que se centran tanto en la ecología fisiológica como en los cambios conexos a escala
climática en todo el mundo. Es de esperar que continúen los progresos y que los pronósticos
relativos a las pesquerías sustituyan a las reconstituciones a posteriori como base para la
ordenación de los recursos pesqueros.

Los efectos del cambio climático en las pesquerías regionales pueden ser clasificados en
función de las probabilidades de que produzcan un calentamiento o un enfrentamiento. La
mayor parte de estos conocimientos proceden de estudios empíricos sobre los últimos 50 años,
cuando los datos sobre las condiciones meteorológicas y el medio ambiente adquirieron una
importancia fundamental para explicar los comportamientos de las distintas especies y las
respuestas de las poblaciones a los cambios en las condiciones locales.

A continuación se enumeran las pesquerías más sensibles a las variables climáticas, en


orden decreciente de sensibilidad:

a) Pesquerías de agua dulce en pequeños ríos y lagos de regiones con cambios más
acusados de temperatura y precipitaciones.
b) Pesquerías en zonas económicas exclusivas (ZEE), especialmente cuando hay
mecanismos de regulación del acceso que reducen artificialmente la movilidad de
los grupos y flotas de pesca y su capacidad para adaptarse a las fluctuaciones en la
distribución y la abundancia de las poblaciones.
c) Pesquerías en grandes ríos y lagos.
d) Pesquerías en estuarios, especialmente cuando las especies no emigran o cuando
hay una dispersión de la freza, o en estuarios que sufren los efectos de la subida
del nivel del mar o la disminución del caudal de los ríos.
e) Pesquerías de alta mar.

Se observa claramente que las pesquerías marinas de producción a mayor escala no


están amenazadas en forma directa o inmediata por el cambio climático. Las pesquerías más
sensibles al cambio climático son también las más afectadas por intervenciones humanas como
embalses, reducción del acceso a la migración río arriba o río abajo, colmatación de humedales
y otros problemas de crecimiento demográfico y manipulación de hábitat, especialmente los
relacionados con el aprovechamiento del agua para la agricultura y el desarrollo urbano.

También conocemos algunas opciones para hacer frente a la situación que reportan
grandes beneficios independientemente del cambio climático (como se señala en documentos
58

anteriores sobre el cambio climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el


Cambio Climático, IPCC 1990, 1996):

a) Concebir y crear instituciones nacionales e internacionales de ordenación


pesquera que reconozcan las variaciones en la zona de distribución, la
accesibilidad y la abundancia de las especies y que establezcan un equilibrio entre
la conservación de las especies y las necesidades locales de eficiencia económica
y estabilidad.
b) Apoyar las innovaciones mediante la investigación sobre sistemas de ordenación
y ecosistemas acuáticos.
c) Extender la acuicultura para aumentar y estabilizar los suministros de alimentos
marinos, contribuir a estabilizar el empleo y aumentar cuidadosamente las
poblaciones que viven en libertad.
d) En las zonas costeras, integrar la ordenación pesquera con otros usos del
territorio.
e) Vigilar los problemas sanitarios (por ejemplo, mareas rojas, ciguatera, cólera) que
podrían incrementarse como consecuencia del cambio climático, causando daños
a las poblaciones y los consumidores.

Hay temas que no se tratan en los informes del IPCC y que podrían resolver los
problemas más graves de acceso a los hábitat y los cursos de agua, o de la calidad del agua que
está disminuyendo rápidamente con la expansión de la agricultura y el desarrollo urbano. La
cuestión ambiental que obviamente requiere más atención es la de controlar el crecimiento y el
desarrollo humanos, vigilando, evaluando y manteniendo al mismo tiempo hábitat
fundamentales, y restableciendo buena parte de los que han desparecido o han sido
manipulados.

Esto es especialmente importante porque es necesario disponer de más opciones con


respecto a los patrones conocidos de cambio climático. Los grandes planes, por ejemplo para
aumentar la utilización de productos acuícolas, sirven de poco si no se puede asegurar el acceso
a recursos hídricos limpios y no contaminados y a proteínas suficientes para alimentar a las
especies cultivadas.

5. CONCLUSIONES

Los cambios de régimen tienen lugar a diversas escalas temporales y espaciales.


Identificar sucesos anteriores u otros indicadores puede proporcionar una capacidad de
pronóstico que es fundamental para mejorar la gestión de los impactos antropógenos en los
ecosistemas naturales. La longitud negativa del día o velocidad de rotación de la tierra parece
ser un elemento útil para conocer las transiciones futuras de los ecosistemas y tal vez unos
cambios más definidos, una vez se haya procedido a una seria vigilancia y se hayan iniciado
investigaciones aplicadas. La vigilancia de los índices atmosféricos y los cambios
consiguientes en los «indicadores de la situación», la distribución y la abundancia de especies
especialmente sensibles proporciona la información necesaria para emprender una ordenación
eficaz de las actividades humanas que afectan a los ecosistemas y a la producción de éstos
que necesitaremos para sustentarnos a largo plazo.

El sol es la principal fuente de energía de nuestro sistema. La radiancia de amplio


espectro del sol crea las condiciones para que haya vida en nuestra pequeña porción del
universo. En ningún otro lugar es tan evidente que la vida depende totalmente de la luz del
59

sol como en los océanos, donde se desarrolló la vida tal como la conocemos y donde ésta
sigue respondiendo a los continuos desafíos de un entorno que cambia rápidamente. Las
cuestiones que se plantean son muchas y difíciles de interpretar, debido a la interconexión de
sus dinámicas, y de abordar, ya que muchos de los factores que influyen en ellas están
todavía poco claros, pero lo cierto es que no quedan fuera del alcance de nuestra experiencia
humana general.

Las oscilaciones estacionales de los niveles de luz solar de la Tierra son extremas en
los polos, mientras que se mantienen casi constantes en el ecuador. La variabilidad estacional
más baja y la cantidad relativamente grande de luz y calor que absorbe el océano en torno al
ecuador dan lugar al calentamiento general en éste. Un hecho fundamental que es necesario
aceptar para acercar nuestros mensajes y lograr que se comprendan es que hay una pérdida
constante de calor en los polos y, simultáneamente, una absorción casi constante de calor en
los océanos ecuatoriales. Los procesos que modulan la pérdida de calor en los polos,
cualesquiera que sean, son los que regulan los patrones del cambio climático de la tierra.

Existen varios patrones de interés para quienes estudian las precipitaciones y la sequía
en particular, y las pesquerías costeras y oceánicas en general. Muchos de ellos están
relacionados, en formas que aún no se conocen bien, con cambios fácilmente observables en
la -LOD, así como con los patrones relativos al campo de viento dominante, la temperatura
de la superficie del agua y la presión al nivel del mar en las grandes regiones climáticas.
Hemos comprobado que algunos de éstos son valiosos indicadores de los cambios de régimen
climático, así como precursores de las respuestas de los ecosistemas pesqueros a escala
decenal. En muchos casos esos patrones están simplemente correlacionados, y no permiten
hacer pronósticos. La -LOD parece ser el mejor indicador hasta la fecha para realizar
pronósticos, aunque estamos seguros de que el cambio de la -LOD, por sí sólo, no es la causa
directa. Se trata de una señal integrada que da una idea de los futuros cambios genéricos en la
producción oceánica, como consecuencia de diversas fuerzas, y permite estudiar
detalladamente los vínculos con las respuestas ecológicas. Entre esas fuerzas cabe citar la
nubosidad y los niveles de luz resultantes, la velocidad y dirección del viento, las
temperaturas de los hábitat costeros, la frecuencia de las corrientes ascendentes y la
escorrentía de agua dulce, todas las cuales estimulan secuencias ecológicas a todas las escalas
temporales.

Aunque reconocemos que la energía en el ecuador «propulsa» el sistema climático de


la Tierra, estamos cada vez más convencidos de que gran parte del forzamiento del clima de
ésta tiene su origen en episodios fríos polares (pérdida de calor probablemente vinculada con
la baja densidad de las nubes) y la consiguiente subsidencia, que engendran los anticiclones
polares móviles. Estos, a su vez, se desplazan hacia el ecuador, recogiendo la energía de la
superficie, y terminan por cargar de energía a los alisios. Si estos anticiclones son lo bastante
frecuentes e intensos (y tropiezan con una superficie suficientemente cargada de energía), su
función se potencia y prosiguen su desplazamiento hacia el ecuador. Esto da lugar a nuevos
encuentros con nubes frontales cargadas de humedad, debidas probablemente a una
convección profunda en la región ecuatorial, que provocará cambios de estado y
precipitaciones y favorecerá el transporte de calor y energía ecuatoriales a los polos. Los
cambios de régimen pueden medirse en términos de frecuencia e intensidad de los
anticiclones polares móviles (véase Leroux 1998). Por supuesto, las dinámicas del
calentamiento ecuatorial y la piscina caliente son también una parte importante de los
procesos en cuestión, al dar lugar a períodos con una convección profunda más acusada en la
región ecuatorial (índice de oscilación austral bajo) y períodos de convección ecuatorial
60

menor en esa región (índice de oscilación austral alto). Todos estos procesos tienen
consecuencias ecológicas locales, regionales y a escala de cuenca.

La periodicidad de los diversos índices (PDO, NOA y AO, ENSO, etc.) determina los
regímenes climáticos oceánicos bipolares (dominados por vientos de este a oeste o de los
polos al ecuador) y las consiguientes respuestas físicas y de producción de los océanos, desde
las zonas templadas a las polares, relacionadas con los patrones de producción de las
pesquerías. Los datos sobre el forzamiento climático son poco fiables dentro de estos
patrones decenales o de más larga duración, pero a pesar de ello son útiles para hacerse una
idea de lo que hay que vigilar y dónde debe realizarse esa vigilancia, lo que facilitará el
seguimiento de las probables respuestas ecológicas. Los períodos de transición son fáciles de
identificar, pero no han sido especialmente bien estudiados, desde el punto de vista ecológico,
simplemente porque suele haber crisis asociadas con ellos, al no cumplirse las previsiones
locales debido a los trastornos comunes a las diversas especies afectadas. Los cambios en la
fauna observados por las comunidades pesqueras figuran probablemente entre los más útiles
de todos los indicadores climáticos.

Parece ser que, a lo largo de los milenios, en cada uno de estos ecosistemas marinos
han evolucionado al menos dos faunas muy distintas y dinámicas, de las cuales sólo la mitad
se beneficia de ambos aspectos de los contextos divergentes que se derivan de los procesos
físicos inducidos por el clima. Podemos identificar varias dinámicas físicas correlacionadas,
como cambios en el régimen de precipitaciones, los períodos de almacenamiento conexos y
el caudal de ríos y arroyos, así como procesos oceánicos costeros locales. También
consideramos que muchas especies migratorias de depredadores están bien adaptadas a estos
cambios y pueden actuar como indicadores de cambios físicos que a menudo sólo son
identificados a posteriori por oceanógrafos y climatólogos. No nos preocupan demasiado las
consecuencias del cambio climático para las especies oceánicas más móviles, porque en el
pasado han sufrido ya esa experiencia y han sido seleccionadas por su rápida respuesta y su
adaptabilidad. Es en las regiones con dinámicas estacionales más intensas donde residen las
especies más adaptadas al cambio y a la dinámica de la distribución y abundancia: de ahí la
asombrosa productividad de las zonas de transición de latitudes altas. La Figura 25 da una
idea de las regiones con una dinámica estacional más acusada.

Aunque apenas se han mencionado los centenares de otras especies que están
presentes y son explotadas en diverso grado en cada ecosistema marino, hay muchas razones
para estar preocupados por su ordenación. Cuando se modifica la orientación de las
principales pesquerías, se tiende siempre a realizar un ajuste para mantener las tasas de
producción utilizando especies con una población menor. Hay buenas razones para reducir al
mínimo la reorientación de la producción pesquera hasta que esas especies secundarias hayan
tenido tiempo de adaptarse a las nuevas condiciones de sus ecosistemas. Tal vez, como en el
caso de las pesquerías costeras de Terranova durante el período que siguió a la fuerte
reducción del bacalao, un conjunto de especies de gran valor respondan a la disminución de
depredadores, de manera que se favorezca la supervivencia de la clase anual, y por
consiguiente una pesca muy lucrativa para quienes dispongan del equipo necesario. Por otra
parte, el cambio de una especie por otra en entornos tropicales puede provocar desastres,
como el que sufrió la almeja gigante Tridacna en el Pacífico centrooccidental debido a las
extracciones intensivas.
61

Figura 25 Aquí se muestran las regiones con los cambios estacionales más acusados, las
especies más adaptables y unos ecosistemas extraordinariamente productivos. Se
han sustraído de las temperaturas climatológicas a 30 metros de profundidad
durante el verano en el hemisferio norte (media de agosto) los valores medios de
febrero para cada recuadro de un grado. Las diferencias resultantes se indican
mediante una escala de colores. Puede observarse que en el hemisferio norte las
regiones de color entre rojo y naranja (es decir, el Atlántico y el Pacífico
noroccidentales y el Mediterráneo) presentan grandes diferencias estacionales. En
el hemisferio sur, el color entre morado oscuro y marrón (por ejemplo, litoral de
Argentina y Golfo de Guinea) indica fuertes diferencias estacionales. La
capacidad para hacer frente a la dinámica de los ecosistemas es lo que «define» a
los supervivientes locales: ésta es otra enseñanza que puede obtenerse de los
peces.

Al mismo tiempo, nos preocupa que nuestro efecto predominante en los ecosistemas
oceánicos y acuáticos en general sea que estamos poniendo a prueba, cada vez en mayor
medida, la capacidad de la Tierra para sustentar no sólo a los seres humanos, sino también a
otras muchas especies, debido a los daños que causamos a todas las especies y a todos los
ecosistemas, al destruir hábitats y eliminar opciones. Cabe suponer que, a pesar de las
actividades humanas, el sistema solar seguirá reflejando las largas y armoniosas interacciones
que han tenido lugar durante milenios, mucho ante de que apareciera la vida, y que
continuará haciéndolo mucho después de que las condiciones favorables y los entornos
propicios actuales hayan empeorado cada vez más, con las inevitables consecuencias que ello
entraña.

Es necesario que revisemos nuestros conceptos sobre lo que verdaderamente puede


controlarse, y que reconozcamos que los ecosistemas oceánicos comienzan en las montañas
más altas. La calidad de todas las aguas interiores y costeras está en la base del problema. No
se ha prestado la suficiente atención a la dinámica de las latitudes altas y los procesos
ecológicos conexos, porque a la mayoría de los seres humanos no nos gustan esos medios tan
extremos. Si esta situación cambiara, o si nuestros efectos en esas regiones se hicieran
mayores, es evidente que ello tendría consecuencias muy perjudiciales también para esos
ecosistemas, porque las especies que viven en ellos están realmente especializadas y son muy
sensibles a cambios de poca magnitud. Estas especies, como todas las demás, necesitan aún
más opciones que los seres humanos, que son los depredadores más adaptables que viven en
62

la Tierra. A este respecto, los servicios que presta la Tierra a la humanidad están
estrechamente vinculados al mantenimiento de todas las opciones abiertas a las numerosas
especies que forman parte de los numerosos ecosistemas dinámicos e interactivos, porque el
dilema es hacer frente a la dinámica natural o desaparecer: he aquí la enseñanza final de la
Naturaleza.

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ANEXO I

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Páginas y direcciones de Internet que contienen información pertinente sobre cuestiones


relacionadas con el clima y las pesquerías:

Se puede empezar por: http://sharpgary.org y explorar los diversos asuntos y enlaces.

Simposio de la American Fisheries Society sobre pesca y cambio climático. 2001.


http://www.fisheries.org/climate/climate_symposium.htm

La variabilidad solar y el cambio climático: panorama histórico, de T.S. Feldman


http://www.agu.org/history/sv/articles/ARTL.html

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http://www.cpacc.org/antbar_pg.htm

Cuestiones relacionadas con el clima ártico, ensayo de N. Bond, J. Overland y N. Soriede.


2000.
http://www.arctic.noaa.gov/essay_bond.html

Programa sobre el cambio climático en el Atlántico


http://www.aoml.noaa.gov/phod/accp/

Causas básicas del cambio climático


http://www.geog.ouc.bc.ca/physgeog/contents/7y.html

Charles Perry, Departamento de Estudios Geológicos de los Estados Unidos


http://ks.water.usgs.gov/Kansas/climate/

El cambio climático y sus efectos en los recursos hídricos de los Estados Unidos:
http://www.pacinst.org/CCBib.html

El cambio climático y las poblaciones de salmón (véase la comunicación sobre sus


consecuencias más alarmantes). 1999.
http://www.fish.bc.ca/conferences/oct_1999/cover.html

La función de la convección en el clima mundial. Kininmonth y Sharp


http://sharpgary.org/UnConvectGCM.html

Formas de hacer frente al cambio climático: experiencias históricas. 2000. G.D. Sharp.
http://www.vision.net.au/~daly/sharp.htm

El descoloramiento de los corales, su mortalidad y el cambio climático mundial. Rafe


Pomerance. 1999.
http://www.state.gov/www/global/global_issues/coral_reefs/990305_coralreef_rpt.html

Hipótesis y mapa de David Welch sobre los peligros que amenazan al salmón
http://sts.gsc.nrcan.gc.ca/adaptation/sensitivities/map5.htm

Proyección del clima solar de Doug Hoyt


http://users.erols.com/dhoyt1/annex1.htm
http://users.erols.com/dhoyt1/bio.htm
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Estudio de Ed Mercurio sobre las funciones de las ondas cósmicas galácticas en el clima de la
Tierra
http://www.hartnell.cc.ca.us/faculty/mercurio/download.html

Demostración por Theodore Landscheidt de los pronósticos sobre El Niño/La Niña


http://sharpgary.org/landscheidt.html
http://www.vision.net.au/~daly/sun-enso/sun-enso.htm

Pesquerías y biología en el Océano Índico. J-L LeBlanc. 2001.


http://indianocean.free.fr/fish.htm

Pesquerías y cambio climático: la perspectiva danesa. 2000.


http://www.dmi.dk/f+u/publikation/dkc-publ/klimabog/CCR-chap-19.pdf

Centro de Oceanografía y Meteorología de la Marina de los Estados Unidos: datos


actualizados sobre los océanos
Véanse los vínculos del sistema OTIS sobre la situación prevaleciente en los océanos
http://www.fnoc.navy.mil/PUBLIC/

Advertencia de Fred Oliver sobre el enfriamiento mundial


http://www.vision.net.au/~daly/cooling.htm

Calculador de las tendencias de la temperatura mundial


http://www.co2science.org/temperatures/ghcn.htm>

Datos de la estación del proyecto GISP sobre la temperatura superficial mundiales


http://www.giss.nasa.gov/data/update/gistemp/station_data/

Documentos de conferenciantes invitados


http://www.vision.net.au/~daly/guests.htm

Efectos del cambio climático y de la pesca en la abundancia del salmón del Pacífico en los
últimos 300 años. B. Finney et al. Science, 27 de octubre de 2000.
http://www.uaf.edu/seagrant/NewsMedia/00news/10-20-00_Finney.html

Servicio Internacional de Estudio de la Rotación de la Tierra: índices de -LOD y velocidad de


rotación
http://www.iers.org/iers/

Examen por T. Kawasaki de los conocimientos sobre el clima y las pesquerías


http://www.icsu-scope.org/downloadpubs/scope27/chapter06.html

Repercusiones del cambio climático en la ordenación pesquera. Gunnar Knapp. 2001.


http://www.orst.edu/Dept/IIFET/2000/abstracts/knapp2.html

Servicio Internacional de Estudio de la Rotación de la Tierra


http://www.iers.org/

Estudio del IPCC sobre los efectos regionales de la pesca y otras actividades conexas. 2001.
http://www.grida.no/climate/ipcc/regional/299.htm
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Informe del IPCC, 1995. Capítulo 16, Cambio climático. Resumen sobre la pesca en 1995 –
John T. Everett, Estados Unidos
http://www.st.nmfs.gov/st2/climatec.htm

Datos del JISAO sobre el clima y los océanos


http://tao.atmos.washington.edu/science2.html

Entornos terrestres mundiales desde la última época interglacial, Jonathan Adams


http://www.esd.ornl.gov/projects/qen/nerc.html

En espera del efecto de invernadero, John Daly


http://www.vision.net.au/~daly/

Pesquerías del Océano Índico y oceanografía, Jean_Lu LeBlanc


http://indianocean.free.fr/

Imágenes del flujo de calor latente


http://www.icess.ucsb.edu/esrg/lh/latent_heat_flux.html

Tendencias climáticas a largo plazo y poblaciones de salmón. George Taylor. 1997.


http://www.ocs.orst.edu/reports/climate_fish.html

NAO: http://www.ldeo.columbia.edu/NAO/
http://www.cgd.ucar.edu/~jhurrell/PaperCopy/naobook.ch1.pdf

Pronósticos sobre la NAO


http:/www.john-daly.com/theodor/naonew.htm

Laboratorio de la NOAA para el Medio Ambiente de las Pesquerías del Pacífico: clima y
pesquerías marinas
http://www.pfel.noaa.gov/research/climatemarine

Bibliografía sobre clima oceánico y cambios de régimen


http://www.cqs.washington.edu/crisp/ocean/ocean.html

Pronósticos sobre el clima oceánico/ENSO


http://www.cqs.washington.edu/crisp/rel/ocean.html

Comunicaciones recientes de Pål Brekke sobre la NASA/SOHO y las influencias solares, con
imágenes
http://zeus.nascom.nasa.gov/~pbrekke/presentations/talks.html
http://folk.uio.no/paalb/research.html

Calculador oceánico de la Fundación Pangloss


http://www.dnai.com/~patwilde/ocean.html

PDO: http://www.jisao.washington.edu/pdo
80

Bibliografía seleccionada
http://www.pfel.noaa.gov/research/climatemarine/cmfpublications/cmfpublications.html#BIBLIO

Artículo de Sherwood y Kieth Idso en la revista CO2 Science


http://www.co2science.org/

Observaciones de Doug Hoyt sobre las influencias solares


http://users.erols.com/dhoyt1

Vínculos sobre pesquerías oceánicas de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico


http://www.spc.org.nc/coastfish/links.html

Bruscas transiciones climáticas durante la Era Cuaternaria. Avances en geografía física.


Jonathan Adams, Mark Maslin, Ellen Thomas. 1999.
http://www.esd.ornl.gov/projects/qen/transit.html

Datos climáticos sobre las láminas de hielo de la Bóveda de Taylor


http://depts.washington.edu/isolab/taylor

El gran viraje climático. William Calvin. 1998.


http://faculty.washington.edu/wcalvin/1990s/1998AtlanticClimate.htm

El Pleistoceno y los orígenes de la cultura humana.


Peter J. Richrason y Robert Boyd. 1998.
http://www.des.ucdavis.edu/faculty/Richerson/Speed.htm

Atlas de los Océanos de las Naciones Unidas


http://www.oceansatlas.org/index.jsp

Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: carpeta informativa
http://www.unfccc.de/resource/iuckit/fact10.html

Interpretación y predicción de los efectos del cambio climático mundial en la flora y fauna de
los ecosistemas de manglares de Florida. Departamento de Estudios Geológicos de los
Estados Unidos. 2000.
http://www.nrel.colostate.edu/brd_global_change/proj_29_florida_mangroves.html

Taller sobre el cambio climático y los Grandes Lagos: ¿cuáles son los posibles efectos y qué
se puede hacer? Organismo para la Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos.
2001.
http://www.epa.gov/glnpo/climate/workshops.html
81

ANEXO II

GLOSARIO

Altura de la superficie del mar: Distancia de la superficie del mar con respecto a la elipsoide
de referencia. Se calcula a partir del intervalo del altímetro y de la altitud del satélite con
respecto al elipsoide de referencia. Con arreglo a esta definición, la forma no esférica de la
Tierra se representa como un elipsoide de revolución con un radio ecuatorial de 6378,1363
kilómetros y un coeficiente de aplanamiento de 1/298,257. Asimismo, la altura de la
superficie del mar varía por encima o por debajo del geoide. Esta altura suele expresarse
como una anomalía o desviación de la superficie del mar, que representa la diferencia entre
la altura de la superficie del mar en el momento de la medición y la altura media de la
superficie en esa región y época del año.
Altura del nivel del mar: Altura real del nivel del mar, obtenida mediante mediciones, en
comparación con un patrón de referencia. Véase anomalía del nivel del mar, elipsoide de
referencia, geoide.
Anomalía del nivel del mar: Diferencia entre la altura real del nivel del mar, obtenida
mediante mediciones, y un nivel medio basado en una referencia matemática. Véase
barómetro inverso, elipsoide de referencia, geoide.
Calmas ecuatoriales: Zona de bajas presiones, centrada en el Ecuador, que se caracteriza por
vientos ligeros y variables, corrientes de aire ascendentes y fuertes lluvias.
Ciclón: Zona estrecha de bajas presiones, con circulación en sentido antihorario en el
hemisferio norte y horario en el hemisferio sur.
Ciclos de Milankovitch: El primero de los tres ciclos de Milankovitch es la excentricidad de la
Tierra. La excentricidad es simplemente la forma de la órbita de traslación de la Tierra
alrededor del sol, que fluctúa constantemente entre un 0 y un 5 por ciento de su elipticidad a
lo largo de un ciclo que dura unos 100 000 años;
- El segundo es la inclinación del eje de la Tierra en relación con el plano de su órbita. Esa
inclinación varía entre 21,5 y 24,5 grados, con una periodicidad de 41 000 años;
- El tercero de los ciclos de Milankovitch es la precesión o lento bamboleo de la Tierra
mientras gira alrededor de su eje. Este bamboleo puede compararse al de una peonza que se
mueve de un lado a otro cuando comienza a girar. La precesión de la Tierra hace que el eje
de ésta deje de apuntar a la estrella Polar para orientarse hacia la estrella Vega. Cuando se
produzca este cambio de orientación, Vega tendrá que ser considerada la estrella Polar. Esta
precesión tiene una periodicidad de 23 000 años.
Clima continental: Clima propio del interior de grandes masas de tierra, que se caracteriza por
grandes intervalos de temperatura anuales, diarios o entre el día y la noche, una humedad
relativa baja y unas lluvias de moderadas a bajas e irregulares. Las temperaturas extremas
anuales se producen después de los solsticios. (Véase Clima marítimo).
Clima marítimo: Clima propio de las islas oceánicas o las regiones costeras de los continentes,
que se caracteriza por pequeños intervalos de temperatura anuales, diarios o entre el día y la
noche, una humedad relativa alta y lluvias regulares. Las temperaturas extremas anuales
aparecen rezagadas con respecto a los solsticios. (Véase Clima continental).
82

Clima mediterráneo: Clima propio de latitudes medias, que se registra en las costas
occidentales de los continentes y se caracteriza por inviernos suaves y lluviosos y veranos
secos.
Clima templado: Clima propio de las regiones de latitudes medias, caracterizado por veranos
calurosos e inviernos fríos.
Condensación: Cambio del vapor de agua a estado líquido. Para que el vapor de agua se
condense, el aire debe haber llegado a la saturación, o a un punto cercano a ésta, en
presencia de núcleos de condensación.
Condiciones meteorológicas: Estado a corto plazo de la atmósfera en un lugar específico con
respecto a la temperatura, humedad, velocidad y dirección del viento, claridad y nubosidad.
Dispersómetro: Sensor (radar) de microondas que explora la superficie de la Tierra desde una
aeronave o un satélite y mide el coeficiente de dispersión o reflexión de los impulsos de
retorno para determinar la rugosidad de la superficie y deducir la velocidad y dirección del
viento.
El Niño/Oscilación Austral (ENSO): Oscilación interanual en la presión al nivel del mar
tropical entre los hemisferios oriental y occidental. Durante el fenómeno de El Niño, se
desarrollan unas presiones atmosféricas al nivel del mar extraordinariamente altas en las
regiones tropicales occidentales de los océanos Pacífico e Índico, y unas presiones
extraordinariamente bajas al nivel del mar en las regiones tropicales del Pacífico
sudoriental. Las tendencias a unas presiones extraordinariamente bajas al oeste de la línea
de cambio de fecha y a unas presiones altas al este de esa línea han sido relacionadas con
períodos de temperaturas de la superficie del mar anormalmente frías en el Pacífico
ecuatorial, denominados en ocasiones La Niña.
Estación oceánica: Cambio estacional de la altura del nivel del mar causado por un cambio en
el contenido de calor y los vientos dominantes.
Fuerza de Coriolis: Desviación de objetos en movimiento (corrientes de aire y agua), causada
por la rotación de la Tierra (hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en
el hemisferio sur), que es importante en la formación de anticiclones, ciclones, giros y
remolinos.
Geoide: Figura de referencia de la Tierra, considerada como la superficie que coincide con el
nivel del mar, incluidos los efectos gravitacionales locales y prescindiendo de las
características topográficas, extendida a toda la superficie de la Tierra.
Índice de circulación atmosférica (ACI): Medida de la transferencia (hemisférica) en gran
escala de masas de aire, que puede clasificarse en tres grupos principales en función de la
dirección predominante en que son transportadas dichas masas: «meridional» (C),
«occidental» (W) y «oriental» (E). De conformidad con sus nombres, el grupo (C) indica el
transporte predominante de aire de norte a sur y viceversa, mientras que los grupos (W) y
(E) indican el transporte predominante de aire de oeste a este y de este a oeste. El índice de
circulación atmosférica fue propuesto por Vangeneim (1940) y Girs [1971] para
caracterizar procesos atmosféricos a escala hemisférica (mundial).
Índice de oscilación austral: Fluctuación interanual de la presión al nivel del mar tropical
entre Darwin (Australia) y Tahití, cuya historia se describe detalladamente en Allan et al.
1996. Unos valores positivos indican patrones diferentes de El Niño, mientras que unos
valores negativos indican episodios cálidos próximos o en curso.
Marea oceánica: Efecto de la gravedad lunar y solar sobre las aguas mesooceánicas.
83

Núcleo de condensación: Partícula, líquida o sólida, como por ejemplo polvo, sal, gota de
agua, etc., sobre la que empieza a condensarse el vapor de agua en el aire.
Onda de Rossby: Onda oceánica de poca amplitud (de 10 a 20 centímetros) y gran anchura
(centenares de kilómetros) que se mueve con extraordinaria lentitud hacia el oeste,
atravesando el pacífico a lo largo de varios decenios.
Oscilación decenal del Pacífico (PDO): Fluctuación a largo plazo (de 20 a 30 años) de la
altura de la superficie del mar a lo largo de las costas orientales u occidentales del Océano
Pacífico.
Oscilación del Atlántico Norte (NAO): El índice NAO suele definirse como la diferencia de
presión al nivel del mar entre dos estaciones situadas cerca de los «centros de acción» de
Islandia y las Azores. La estación elegida en el norte es invariablemente Stykkisholmur
(Islandia), mientras que en el sur se recurre a Ponta Delgada (Azores), Lisboa (Portugal) o
Gibraltar. La NAO tiene notables efectos sobre las condiciones meteorológicas y el clima
en el Atlántico norte y los continentes que lo rodean, y es un factor exógeno dominante en
muchos sistemas ecológicos.
Radiación infrarroja: Radiación electromagnética con longitudes de onda comprendidas
entre 0,75 y 1 000 µm que ocupa parte del espectro electromagnético, con una frecuencia
menor que la de la luz visible y mayor que la de la mayoría de las ondas de radio, aunque
a veces se superponen. «Infrarrojo» significa «por debajo del rojo», es decir, más allá del
extremo rojo o frecuencia menor (longitud de onda más larga) del espectro visible. La
radiación infrarroja es una radiación térmica.
Seasat: Misión orbital, proyectada por los Laboratorios de Retropropulsión JPL e iniciada en
1978, para probar en vuelo cinco instrumentos (un radar de apertura sintética, un altímetro
de radar, un dispersómetro, un radiómetro de microondas multicanal de exploración y un
radiómetro de barrido en la región visible e infrarroja) y estudiar la superficie del océano.
Subsidencia: Movimiento descendente del aire, normalmente en una vasta zona, acompañado
de un incremento de la presión atmosférica y de un aumento de la temperatura.
TOPEX/Poseidon: Misión orbital franco-estadounidense, iniciada en 1992 para vigilar los
cambios en la altura del nivel del mar con altímetros de radar.
Topografía: Configuración general de una superficie, incluidos su relieve y la posición relativa
de sus rasgos característicos.
Vapor de agua: Agua en fase gaseosa.
Vector de la velocidad geostrófica: Las corrientes oceánicas están en función del forzamiento
del viento, la rotación de la Tierra, la fuerza de las mareas y el movimiento de las aguas de
las zonas con una presión más alta a las zonas con una presión más baja. El componente de
las corrientes originado por ese movimiento de las aguas se conoce como vector de la
velocidad geostrófica. En algunas regiones, el principal componente de las corrientes es de
carácter geostrófico.
Zona de convergencia intertropical (ZCIT): Banda muy densa de tormentas eléctricas que
rodea el globo terráqueo en los trópicos cuando los vientos alisios de ambos hemisferios
convergen en el ecuador.
Zona templada: Zona climática de latitudes medias que se extiende desde el trópico de Cáncer
al círculo polar ártico y del trópico de Capricornio al círculo polar antártico, caracterizada
por veranos calurosos e inviernos fríos.
84

Zona tropical: Zona climática de latitudes bajas, centrada en el ecuador, que se extiende entre
los trópicos de Cáncer y Capricornio y se caracteriza por unas condiciones meteorológicas
calurosas durante todo el año.
36

3. RESPUESTAS ECOLÓGICAS REGIONALES AL CAMBIO CLIMÁTICO

La productividad primaria regional de los océanos se mide por el crecimiento y la


reproducción de algas y otras plantas (véanse los análisis de Smith 1978; Ursin 1982; Pauly y
Tsukayama 1987, Pauly et al 1989; Longhurst 1995; Longhurst et al. 1995; Polovina, Mitchum
y Evans 1995; Ware 1995; Sharp, Klyashtorin y Goodridge 2001a,b; 2002). Como sucede en
los huertos, el crecimiento es el resultado de una compleja combinación de alimentos
disponibles, luz y temperatura. El océano, y por consiguiente las plantas que crecen en él,
responden a las condiciones meteorológicas locales, como la velocidad del viento, la nubosidad
y la luz solar incidente. La producción primaria es sólo la primera de las varias etapas por las
que pasa la transformación de los nutrientes y el dióxido de carbono en los elementos
constitutivos de células vivas.

Para facilitar la comprensión de la dinámica a escala ecológica y regional, seguiremos


centrándonos en el COADS, destacando los períodos en que la transición es más evidente en
los datos disponibles, por ejemplo sobre las pesquerías de sardina del Pacífico o del África
noroccidental. La velocidad del viento está directamente relacionada con la energía térmica
(temperatura) y con la dinámica del ciclo hidrológico mundial que se deriva de ella. Existen
muchas mediciones indirectas de la situación climática en las diversas regiones. Describiremos
algunos análisis basados en diferentes índices relativos a la atmósfera y el viento. Entre los
resultados de la dinámica clima-océano-atmósfera-biosfera cabe citar los cambios observados
en la velocidad de rotación de la Tierra o longitud negativa del día (-LOD). El examen que se
ofrece a continuación tiene por objeto promover el conocimiento general de estos procesos
jerarquizados, de sus mediciones indirectas y de las diversas escalas temporales y espaciales
que es necesario considerar para adoptar las decisiones más acertadas.

3.1 Cambios de productividad a largo plazo

Los estudiosos de la pesca del siglo XX han ofrecido abundantes ejemplos y


documentación que demuestran que la dinámica de las pesquerías incluye muchos otros
factores además de los peces y los pescadores (véanse los análisis de Hjort (1914, 1926),
Revelle (nota de 1947 sobre John Isaacs, citada in Scheiber 1990), Bakun et al. (1982), Bakun
(1996), Sharp y Csirke (1983), Csirke y Sharp (1983), Glantz (1992), Sharp (1997), Boehlert y
Schumacher (1997), entre muchos otros). La tesis de todos ellos es que los océanos, y por
consiguiente las pesquerías, están relacionados con procesos dinámicos y fuerzas remotas a una
escala más amplia. Estas fuerzas y procesos combinados tienden a descender de nivel hasta que
alcanzan la importantísima escala local en la que tienen lugar los procesos fundamentales del
ciclo biológico de los peces. Para responder a las preguntas relacionadas con las pesquerías, se
han realizado mediciones locales y regionales bastante directas de una variedad de factores
tales como la velocidad del viento, las corrientes ascendentes y descendentes, la producción
primaria y las interacciones entre especies. Esta disciplina se ha desarrollado lentamente y con
total independencia de la limnología. Está basada en estudios de laboratorio y de campo sobre
las primeras fases de la historia de los peces marinos (véase la reseña en Sharp 1981a, 2000).
La ecología de los sistemas ha llegado finalmente al ámbito pragmático de la ordenación
pesquera.

Casi todas las especies oceánicas prosperan cuando la temperatura se sitúa en la parte
intermedia de su intervalo de tolerancias (véase la Figura 14, en la que los ecoestratos más
comunes se representan mediante diferentes colores). Para casi todas las especies locales, el
37

estrés térmico aumenta a medida que se alcanzan o superan las temperaturas extremas de frío o
calor (Sharp 1998). La producción primaria está impulsada por los procesos estacionales,
modulados por el viento y el nivel de luz, y a menudo es más activa en los puntos de contacto
de esos «compartimentos». Las especies con tolerancias más amplias suelen tener
características fisiológicas y anatómicas peculiares y la evolución de muchas de ellas les ha
llevado a alcanzar grandes dimensiones en la edad adulta y a realizar grandes migraciones.
Realmente no se puede generalizar en cuanto al lugar de la cadena alimentaria en que hay más
probabilidades de encontrar esas especies, ya que la mayoría de los peces comienzan siendo de
pequeño tamaño y ocupando los niveles más bajos de la cadena trófica, y van ascendiendo
progresivamente en ésta. Otros, como los misticetos o ballenas de barbas, los tiburones ballena
y las mantas rayas, nunca superan la necesidad de filtrar los organismos planctónicos que
constituyen su alimento. Estas especies prosperan dentro de unos límites, aunque las tortugas
marinas se alimentan sobre todo de medusas que contienen un 90 por ciento de agua, lo que
parece imposible.

Figura 14 Aquí se ofrecen proyecciones estacionales para las zonas climáticas de los océanos
de todo el mundo en mayo y noviembre, meses en que las señales estacionales son
más marcadas. Las zonas de transición entre las temperaturas climatológicas a 30
metros de profundidad, es decir, donde los gradientes térmicos son más
pronunciados, forman los compartimentos naturales de las ecotemperaturas o
ecotomos. Los límites de las temperaturas dentro de los cuales han evolucionado
los diversos ecosistemas oceánicos son >26 ºC; 23 ºC; 20 ºC; 14 ºC; 9 ºC; 5 ºC; y
2 ºC. A 90 metros de profundidad, las limitaciones de la producción primaria
relacionadas con la luz y la temperatura son mayores que las que impone la
temperatura de la superficie del mar por sí sola. La productividad estacional general
de cada ecotomo responde a unas interacciones dinámicas de orden físico y
ecológico.

La cadena de predadores-presas, conocida como cadena alimentaria, comienza después


de estas transformaciones químicas iniciales inducidas por la luz, y transmite energía y materia
a lo largo de la pirámide trófica, y desde ésta al ecosistema más amplio. En todos los
38

ecosistemas acuáticos, la producción primaria es estacional, ya que los vientos, los niveles de
luz y los nutrientes necesarios varían con el tiempo en función de las condiciones
meteorológicas y el clima. Aquí encontramos las primera conexiones con la variabilidad
biológica. Los resultados de los estudios sobre los paleoclimas, los paleosedimentos y el clima
indican claramente que el cambio climático y las respuestas ecológicas de los océanos siguen
unos patrones mundiales. Por ejemplo, estudios de sedimentos anóxicos no alterados,
procedentes de la cuenca de Santa Bárbara, frente a las costas de Los Ángeles, proporcionaron
una secuencia dinámica de los cambios en la abundancia de sardinas, anchoas y otros peces
durante cerca de dos mil años (véanse Soutar e Isaacs 1974, Baumgartner et al. 1989, Sharp
1992b) que obviamente no estuvieron inducidos por las respectivas pesquerías, ya que ninguna
de ellas existía antes de finales del siglo XIX.

Como la mayoría de los datos procedentes de mediciones instrumentales abarca desde


1950 o una fecha posterior hasta el presente, es fácil que los análisis y gráficos realizados para
presentar las tendencias observadas en estas series breves muy a menudo estén fuera de
contexto o induzcan a error en cuanto a los patrones climáticos futuros. La clave para
comprender las relaciones entre las observaciones realizadas a una escala temporal muy amplia
y los conjuntos de datos relativos a períodos más breves utilizados por los entusiastas del
calentamiento mundial consiste en comparar la variabilidad relativa de las secuencias más
largas y más cortas, tomando como base una escala uniforme. Es importante tener presente que
el período de los últimos 50 años, para el que existen numerosos datos climáticos, se
caracteriza por su falta de dinámica y su poca variación en comparación con los datos relativos
a un siglo o a un período más largo. A pesar de los cambios en el balance energético de la
Tierra a más largo plazo los patrones climáticos estacionales parecen ser bastante estables, si
bien hay pruebas evidentes de que éstos pueden cambiar de un extremo a otro en un período
muy corto (es decir, algunos decenios: véanse Shen et al. 1992; Southward, Butler y
Pennycuick 1975; Southward, Balch y Mattock 1988; Allen y Anderson 1993). Estas
variaciones son los denominados cambios climáticos. El clima es el patrón estacional medio
previsible a largo plazo, mientras que las condiciones meteorológicas son los fenómenos
estacionales más variables que pueden observarse. Los continuos fracasos de los modelos de
ordenación de los recursos se han producido por no haber tenido en cuenta estas dinámicas y
los contextos de sus pesquerías (por ejemplo, los de Gulland 1983 y Hilborn y Walters 1992,
examinados en Sharp 2000).

3.2 Comportamiento de determinados ecosistemas oceánicos

1. Los sistemas tropicales constituyen uno de los mejores ejemplos de beneficiarios


generales de la intensificación de los procesos o cambios climáticos, porque sus límites se
expanden o se contraen en función de éstos, pero las zonas interiores cercanas al ecuador sufren
pocas variaciones que constituyan una amenaza para una determinada dinámica ecológica. Los
enormes sistemas de arrecifes y plataformas tropicales se definen mucho mejor por su
capacidad de hacer frente a cambios rápidos. Conviene recordar que incluso el sistema de la
Gran Barrera de Arrecifes es un fenómeno relativamente reciente del calentamiento mundial
que se ha producido desde la última epoca glacial, hace sólo 18 000 años. La subida del nivel
del mar en unos 130 metros no ha sido un obstáculo, sino que más bien ha creado un nuevo
substrato que ha permitido a este gran sistema ampliar su variedad ecológica.

a) Las islas y los montes submarinos con actividad volcánica presentan unas turbulencias
denominadas columnas de Taylor que proporcionan a las especies oceánicas regionales una
combinación de columnas de agua y nutrientes que, a su vez, crea las condiciones para una
39

producción constante o en ocasiones estacional. Dentro de estas columnas y en torno a ellas hay
una asombrosa cantidad de especies que interactúan y proliferan. Según su ubicación y su zona
climática, los arrecifes dan cobijo a un número increíble de especies; algunos de los mayores
organismos sésiles, como la almeja gigante Tridacna, alcanzan enormes dimensiones y son muy
longevos, mientras que otros viven menos tiempo y tienen una existencia más agitada, porque
deben luchar por avanzar en la jerarquía de tamaños y abandonar un nicho o «refugio» para
pasar al siguiente, a medida que quedan expuestos a la depredación de arriba abajo (Polovina
1984a,b).

b) Las especies oceánicas migratorias, como las lampugas y escómbridos, tienen también
una tasa de crecimiento asombrosa y un apetito voraz que les mantiene en movimiento continuo
a lo largo de su vida, buscando presas cada vez mayores (Abbes y Bard 1999, Bertrand y Josse
1999). Las corrientes, los vientos estacionales y las tormentas ocasionales afectan sin duda al
reclutamiento local de la mayoría de los peces de islas y arrecifes, pero casi todas las especies
tienden a quedarse donde están cuando llegan a la edad adulta. Los ejemplares jóvenes, que
viven en la superficie o cerca de ésta, donde se mueven al compás de los vientos, son
transportados desde el hábitat en que se criaron para acabar siendo devorados o encontrando un
«hueco» que rellenar. Es probable que las tasas de mortalidad de todas las especies que viven
en los arrecifes sean extraordinariamente altas. Pero tal vez sea preferible plantear así el
problema: las tasas de supervivencia son irregulares y, en el mejor de los casos, muy bajas.

Figura 15 Las trombas de agua y los estratocúmulos se caracterizan por células de convección
profunda muy activas procedentes de la superficie del océano. La energía de éste,
en forma de vapor de agua, se transfiere a la atmósfera, desde donde es transportada
hacia abajo y hacia los polos.

c) La convección profunda (Figura 15) que se observa en los océanos ecuatoriales cálidos
y en la zona de convergencia intertropical (ZCIT) difiere, desde el punto de vista conceptual,
del forzamiento provocado por el viento de superficie que induce la pérdida de calor,
predominantemente por evaporación, en latitudes más altas, y los posteriores cambios de
energía en las capas superiores del océano. La nubosidad es la principal fuerza motriz de la
retención de calor en las latitudes más altas, mientras que en las zonas cercanas al ecuador
40

predominan la dinámica de las capas marinas, la capacidad superior de evaporación del agua y
una inversión nocturna y un secuestro de la carga de calor del océano tropical bastante rápidos
(especialmente cuando las temperaturas de la superficie del mar son superiores a 27,5 ºC). Esto
significa que, bajo la capa de nubes nocturna, aumenta la profundidad del océano tropical y
crece su hábitat. Los depredadores de los océanos tropicales, como los atunes, las agujas y los
mamíferos marinos, sacan diversas ventajas de las zonas de transición sumamente móviles en
las que los gradientes de temperatura establecen los límites de los ecotomos. Esos gradientes
inducen a su vez concentraciones de nutrientes, un aumento de la producción primaria y de las
especies planctónicas, y agregaciones de depredadores, grandes y pequeños. También generan
diferencias en la presión superficial y por consiguiente en los vientos que afectan a la
convergencia y la divergencia, que son ambas fuerzas importantes en la interacción ecológica,
y a la producción y vulnerabilidad de las pesquerías.

Durante los episodios cálidos del ENSO, la ZCIT se orienta hacia el ecuador, es decir,
dura más en el sur de América central y el norte de África, y provoca grandes cambios en los
patrones hidrológicos y en el régimen de precipitaciones en tierra, así como variaciones en la
ubicación estacional de las características oceánicas. Esta dinámica de las condiciones
meteorológicas ofrece un conjunto de nuevas oportunidades. Fenómenos climáticos como los
episodios cálido y frío del ENSO promueven diferentes niveles de productividad. Los episodios
cálidos y la escorrentía de agua dulce originan a menudo espectaculares proliferaciones de
algas que en ocasiones provocan anoxia o efectos tóxicos y una mortandad posterior de peces
como resultado de la cual hay una rápida transmisión de energía a las formas tróficas inferiores.
Esto da lugar, en cierta medida, a una reutilización dirigida de los nutrientes que no pasa por la
ruta de la depredación de arriba abajo. Las islas donde hay guano son especialmente
importantes para la producción local. Los invertebrados bénticos e insulares pueden
beneficiarse en ellas de aumentos esporádicos de los recursos alimentarios que les ayudan a
alcanzar un volumen de población alto gracias a una mayor reproducción y a una dispersión
excepcional relacionada con las corrientes. Las corrientes irregulares pueden favorecer el
establecimiento en hábitat dispersos o depauperados de colonias que tal vez no atraigan lo
suficientemente a los depredadores para alejarlos de zonas costeras e insulares más densamente
pobladas, permitiendo de ese modo una futura repoblación a pesar de la anoxia, las toxinas o la
proliferación de depredadores.

2A. Ecosistemas subtropicales de transición. Se trata de sistemas de pesquerías bien


documentados. La brusca disminución de la sardina de California en el período de 1940–50, y
más tarde de la anchoveta peruana a comienzos del decenio de 1970 dieron lugar a una
intensificación de los estudios sobre las corrientes del margen oriental (véanse las reseñas de
Schwartzlose et al. 1999, Sharp 2000). A lo largo de este siglo, las enseñanzas de los estudios
sobre las pesquerías regionales se extrapolaron a todo el mundo y se aplicaron por analogía a
muchas especies tanto costeras como de alta mar. La fuerte reducción del bacalao y otras
importantes pesquerías en el Atlántico noroccidental en el decenio de 1980 provocaron un
nuevo cambio de orientación, cuando el público acabó por comprender que la ordenación de los
recursos vivos requiere algo más que unos buenos conocimientos científicos. La formulación
de políticas es al menos tan importante como las estadísticas sobre capturas o unos métodos de
estudio de las pesquerías mal concebidos. Unos programas excesivamente ambiciosos de
desarrollo de la flota parecen ser el denominador común de las crisis actuales, al haber
impulsado los gobiernos de los países y los programas de ayuda exterior un aumento de las
capturas a pesar de las evidentes señales biológicas y económicas de que se han alcanzado o
superado los límites.
41

a) Las corrientes de California y Humboldt comparten una variedad asombrosa de especies


y una periodicidad cíclica de su distribución y abundancia, pero se diferencian enormemente
en su producción potencial. Durante el período de 1930–40, las capturas máximas de sardina
en aguas de California variaron entre 500 000 y 700 000 toneladas al año, mientras que las de
anchoa alcanzaron su volumen máximo a comienzos del decenio de 1980 con unas 300 000
toneladas. El nivel de la pesquería de sardinas de California se mantuvo bajo, mientras que la
del Golfo de California empezó a crecer hacia 1980 y alcanzó su punto culminante, con algo
más de 250 000 toneladas, en 1988, aunque en 1996–97 aumentó de nuevo a unas 200 000
toneladas. Las capturas de sardinas realizadas desde 1960 por las flotas de la Isla Cedros y de la
Bahía Magdalena en las costas occidentales de la Baja California han ascendido a un total de
10 000 a 35 000 toneladas. El total de las capturas de sardinas de California, que ahora se
extienden desde la Baja California hasta la Columbia Británica, se han estabilizado en unas
360 000 toneladas.

b) En las tres regiones productoras de sardinas y anchoas situadas frente a las costas del
norte del Perú, del sur del Perú y el norte de Chile y del centro de Chile, a comienzos de 1970
las capturas alcanzaron un volumen máximo de 12 millones de toneladas de anchoas
(procedentes en su mayor parte del norte del Perú), pero a partir de entonces descendieron
considerablemente. Los desembarques de sardinas sudamericanas, que eran casi nulos,
empezaron a aumentar hacia 1976 y legaron a su punto culminante hacia 1976, después de que
esta especie hubiera colonizado de nuevo las tres regiones, hasta alcanzar los 12 millones de
toneladas en 1984–85. Actualmente las capturas ascienden en total a algo más de 400 000
toneladas. Mientras tanto, los desembarques de anchoveta sudamericana han sido de unos 8
millones de toneladas al año, salvo en 1988, en que un fenómeno de El Niño muy acusado hizo
que los desembarques descendieran a menos de 1,7 millones de toneladas.

c) El jurel, que coexiste en la región costera con estas otras dos especies pelágicas, de las
que se alimenta, parece haber experimentado un auge similar en un período ligeramente más
amplio. Esta especie se extiende desde las zonas de alimentación del litoral, junto a la zona de
convergencia del viento del oeste procedente del centro de Chile, hasta Nueva Zelandia y el
mar de Tasmania. Las primeras muestras de museo están fechadas en Nueva Zelandia en 1946.
La proliferación más reciente, seguida de una ampliación de su distribución geográfica y más
tarde de una fuerte reducción, tuvo lugar desde mediados del decenio de 1980 hasta 1995, año
en que se notificaron unas capturas de cerca de 5 millones de toneladas.

d) Las pesquerías de Sudáfrica y Namibia muestran patrones de proliferación y brusca


disminución similares a las del Japón y Sudamérica, con dos centros de producción primaria
situados uno en la región del Cabo y el otro al norte de la Bahía de Walvis. Ambas son regiones
con una fuerte corriente ascendente costera, aunque la región del Cabo está más directamente
sometida a la influencia de la dinámica del ENSO del Océano Índico. El transporte directo
hacia el sur de agua cálida de las capas superficiales desde Indonesia a Sudáfrica, como
consecuencia de los episodios cálidos del ENSO, da lugar a períodos prolongados de
calentamiento y enfriamiento de las aguas litorales que crean oportunidades muy diferentes
para las dos especies pelágicas dominantes y sus depredadores.

e) Fréon (1984) y Belvèze y Erzini (1983) estudiaron las relaciones entre las corrientes
ascendentes (velocidad y dirección del viento) y los cambios en las capturas de sardinas en las
aguas del África occidental durante el mismo período examinado por Gray y Scheaffer (1991)
en la Figura 16, y describieron la relación entre los procesos de transición de 1969–1971 y las
variaciones en la producción de las pesquerías de la región. Esos resultados, al igual que los de
42

otros sistemas de corrientes del margen oriental, no sorprenderían actualmente a nadie. De


hecho, casi todas las demás pesquerías experimentan variaciones similares en su régimen, como
veremos más adelante.

Figura 16 Esta figura da una


idea de las variaciones
observadas a finales del decenio
de 1960 en el clima regional del
Sahel, al este del sistema de
pesquerías de la corriente
ascendente del litoral de
Marruecos, sobre la base de
estudios de Gray y Scheaffer
(1991).

2B. Márgenes occidentales – Las corrientes del Golfo, del Brasil y de Kuroshivo tienen
muy poco en común, ya sea en cuanto a la variedad de especies o a los niveles de
productividad. Las costas de la Bahía del Atlántico Sur y del Golfo de México proporcionan a
Norteamérica una de sus mayores pesquerías de lacha. Las diversas especies depredadoras
(atunes, agujas, lubinas estriadas, etc.) que constituyen el grueso de las pesquerías de la región
son estacionales, y responden a los ciclos anuales de producción inducidos por las corrientes
ascendentes del litoral. La corriente del Brasil está muy cercana a la costa, lo que ocasiona un
ambiente mucho más cálido y tropical al ser la influencia del agua dulce que vierten el
Amazonas y otros ríos mucho mayor que la observada en las otras dos regiones. La sardinela
del Brasil es la única especie equivalente; sus capturas, que son mucho menos variables,
tienden a oscilar entre 100 000 y 200 000 toneladas al año.

a) El Pacífico noroccidental linda con la denominada «piscina caliente» y responde a esa


dinámica, mientras que el mar del Japón está también directamente influenciado por la
corriente fría de Oyashu , que proviene de la región polar y tiene su propio ritmo a escala
decenal. El ciclo de la sardina, que ha sido bien descrito, muestra el mismo patrón que la
anchoa en lo que concierne a la abundancia regional. La sardina parece beneficiarse de una
influencia del sur más firme, que hace que las temperaturas se eleven en el mar del Japón y a lo
largo de las costas orientales de Corea y el Japón, mientras que las anchoas y el arenque de
Hokaido parecen prosperar con una mayor influencia del norte, cuando la corriente de Oyashu
es más fuerte y Hohaido y el mar del Jaón están sujetos a la afluencia de aguas más frías
procedentes del norte. En 1998 los desembarques de anchoa japonesa ascendieron a más de
2 millones de toneladas, en comparación con el millón de toneladas capturadas por las flotas de
China y Taiwán. Los desembarques de sardina japonesa alcanzaron su punto culminante a
finales del decenio de 1980 con unos 5,5 millones de toneladas, y descendieron constantemente
a partir de entonces hasta situarse en torno a 300 000–500 000 toneladas en los últimos años
(véase la Figura 7).
43

b) Como se ha señalado, la dinámica del mar de Arabia–Somalia depende directamente


del monzón, al igual que las diversas pesquerías existentes en esta región extremadamente
estacional y productiva. La sardinela abunda en la región, pero sus pesquerías son
insignificantes, y las que existen son estacionales, ya que les afecta la anoxia literal debida al
excesivo desarrollo de las algas bajo la influencia de los vientos monzónicos. La sardinela se ve
abocada a entrar en los estuarios, a emigrar a lugares más propicios o a morir. Sus depredadores
se enfrentan con situaciones similares, a las que son incluso más sensibles, por lo que sus
migraciones reflejan la dinámica estacional de la región; abandonan las regiones costeras
afectadas en busca de condiciones oceánicas más favorables, lo que crea recursos abundantes
para las numerosas comunidades insulares de la región.

3. Zonas templadas y giros oceánicos – Los ecosistemas oceánicos subpolares parecen


responder perfectamente a todas las etapas y fases del forzamiento climático. El mar del Norte
es otro hábitat excepcional, del que la mayoría de las especies que lo ocupan actualmente
estuvieron excluidas durante miles de años en la última época glacial. La recolonización y el
desarrollo, en ese entorno relativamente llano, de las numerosas especies que han pasado a ser
los recursos pesqueros básicos para la alimentación de muchos y muy diversos grupos
culturales constituyen un proceso sumamente interesante. También en este caso, las especies
que constituyen los principales recursos pesqueros parecen estar especialmente adaptadas para
beneficiarse de los cambios climáticos a corto plazo. Este hecho resulta también muy revelador.

a) Las pesquerías del Atlántico nororiental y del mar del Norte fueron el punto del que
partieron las primeras investigaciones en su largo viaje hacia la comprensión de las relaciones
entre el clima y las pesquerías. Southward, Butler y Pennycuick (1975) describieron las
variaciones observadas en el Canal de la Mancha en la cantidad de huevos de sardina y
plancton, es decir en la parte más cercana a la base de la cadena alimentaria, variaciones que
están sincronizadas con lo que se ha denominado el «ciclo de Russell» (véase Russell 1973 –
Figura 17 de la próxima sección). Cushing y Dickson (1976) examinaron el estado de los
conocimientos sobre la respuesta de las pesquerías del Atlántico Norte a las fuerzas climáticas,
y llegaron a diversas conclusiones. Por ejemplo, reconocieron que las diferentes regiones
estaban «conectadas» por los procesos atmosféricos y que existían diversos «estados» que
variaban con arreglo a diferentes escalas temporales.

b) Cushing (1982) se valió del creciente número de recopilaciones disponibles para


avanzar en la integración de los conjuntos de información procedentes de diversos lugares del
mundo. Especialmente valiosas fueron sus interpretaciones de los desplazamientos de los
animales hacia el norte durante el período cálido comprendido entre el decenio de 1920 y el de
1940. Identificó diversos patrones de transporte de las distintas especies en función de los
cambios en la dirección del viento de superficie y de la intensificación de las corrientes, y
mostró que las especies oceánicas respondieron claramente a la expansión de sus hábitat más
cálidos hacia latitudes más altas. Un análisis del capítulo 5 de su obra y de los cuadros
correspondientes constituye una buena base para pronosticar el comportamiento de los peces
como respuesta al calentamiento en determinadas regiones. Ahora sabemos que las
observaciones de esta índole son inestimables.

c) Más recientemente, Alheit y Hagen (1997) describieron la relación de las pesquerías


europeas de arenques y sardinas con las condiciones meteorológicas invernales y la influencia
de la oscilación del Atlántico Norte (NAO). La historia de las pesquerías de arenque de la
región de Bohuslan, que une el mar Báltico con el mar del Norte, ofrece una serie de
enseñanzas que es imprescindible conocer. La Figura 6 muestra los períodos aproximados de
44

la aparición y desaparición del arenque del Báltico. Alheit y Hagen indican diversos períodos
de inviernos rigurosos – caracterizados por la afluencia de aguas dulces y la posterior inversión
y anoxia en la región del mar Báltico – que obligaron a esos peces a ir en busca de medios
marinos más favorables a través de la región de Bohuslan, donde hay profundos fiordos. Hubo
períodos de un decenio de duración en que los arenques se encontraban en aguas litorales,
donde eran capturados con artes de playa y redes fijas, y otros en que era imposible capturarlos
cerca de las costas. Esta situación cambió cuando se adoptó la red de cerco y los pescadores
consiguieron más movilidad.

Figura 17 Los datos que aquí se ofrecen, tomados de Southward (1974a,b) y de Southward,
Butler y Pennycuick (1975), muestran una variación bipolar (ciclo de Russell) en la
fauna del Canal de la Mancha que comenzó hacia 1938 y se invirtió a finales del
decenio de 1960.

La sardina europea prefiere un hábitat más cálido que el de los arenques, y se han
observado periodos de abundancia de esta especie que se alternan con las pesquerías del
arenque de Bohuslan. Las pesquerías de arenque de Noruega, que desova en primavera, siguen
un patrón similar al de la sardina. Las oscilaciones parecen estar vinculadas al rigor de los
inviernos, forzado por una NAO baja como respuesta a unas bajas presiones al nivel del mar
frente a las costas de Islandia que permiten la entrada de masas de aire frío procedentes de
Siberia. Esa NAO baja se alterna con una NAO alta que favorece la afluencia de vientos del
oeste, los cuales impiden el paso de las masas de aire siberianas y traen aire más cálido del
Atlántico Norte.
45

Esos dos estados de la NAO tienen consecuencias en cierto modo opuestas en el


Atlántico noroccidental, ya que la NAO alta atrae masas de aire frío procedentes de la región de
Alaska–Groenlandia que fuerzan la corriente del Labrador y potencian sus efectos de
enfriamiento y subsidencia, dando lugar probablemente a los ciclos del bacalao y el arenque en
la región del Canadá y los Estados Unidos. Fuerzas similares actúan en el mar del Japón, donde
el arenque va y viene desde las costas de Corea del Norte, alternándose con los períodos de la
sardina anteriormente descritos. Estas dinámicas se describen detalladamente en Kawasaki et
al. (1991).

d) El concepto de giros oceánicos ha sido desestimado por muchos estudiosos de las


pesquerías, debido a que la oceanografía biológica ha descrito esas regiones como desiertos
oceánicos por la escasa producción primaria que se ha observado en ellas. Sin embargo, un
examen de las series cronológicas sobre la pesca con palangre (Fonteneau 1997, reseñado en
Sharp 2001) muestra una situación muy diferente. La pregunta que se plantea es la siguiente:
«Si estos giros son tan poco productivos, ¿por qué hay tantos cientos de miles de toneladas de
peces y mamíferos marinos depredadores que desovan, se alimentan y prosperan en ellos?»
Por supuesto, los buenos resultados de la pesca se deben en gran parte al forzamiento estacional
y a la consiguiente disponibilidad de las diversas especies que caen en sus redes (véanse Hela y
Laevastu 1971; Sharp 1976, 1978; Marsac y Hallier 1991; Abbes y Bard 1999). La mayoría de
estos peces y sus presas viven en las profundidades del océano.

4. Las especies polares o de las profundidades del océano son el grupo de especies de
peces que peor se conocen. Es difícil tener acceso todo el año a los peces de altitudes muy
altas; hasta el desarrollo relativamente reciente de la Antártida, su pesca se realizaba
esencialmente con fines de subsistencia. Los peces que viven en las profundidades del océano
también son poco conocidos. La longevidad de algunas de esas especies tiene tintes casi
mitológicos, al haberse estimado que algunas de ellas viven más de 200 años. Sin embargo, se
sabe que muchas otras especies de aguas profundas, en particular los moluscos decápodos,
tienen un ciclo biológico anual o relativamente limitado. Es muy difícil evaluar el éxito del
reclutamiento anual del grupo de especies árticas y de aguas profundas, ya que las clases
anuales tienden a confundirse, y se plantea además la compleja cuestión de calcular la edad de
los individuos (Gauldie et al.1991; Gauldie y Sharp 2001).

Es obvio que los habitantes de latitudes muy altas y océanos muy profundos son los que
menos han de preocuparse por las posibles épocas de enfriamiento climático. Sin embargo,
podrían afectarles las épocas de fuerte calentamiento, por la simple razón de que muchos
depredadores, reaccionando igualmente a los efectos de concentración debidos a la expansión
de las zonas climáticas más cálidas, invadirían su hábitat más reducido. El resultado sería un
acortamiento de las distancias, y por consiguiente unos gradientes más pronunciados entre los
diversos compartimentos ecológicos del océano, definidos por los intervalos de temperatura
dentro de los gradientes. La mayoría de los peces de aguas profundas simplemente están fueran
del alcance de las pesquerías comerciales debido a su carácter relativamente difuso. Una de las
pesquerías más productivas del mundo es la de abadejo de Alaska, que produce unos 4 millones
de toneladas al año. Teniendo en cuenta que la especie es omnívora y fundamentalmente
caníbal, no parece probable que su relativa abundancia cambie mucho, salvo por una excesiva
orientación a los grupos de alevines, si éstos se concentraran como consecuencia del conjunto
de presiones ecológicas y fisiológicas antes descritas.
46

Hay algunas preguntas a las que es necesario responder, especialmente sobre la aparente
sincronía de muchos de los cambios de régimen observados a escala hemisférica o de cuencas
oceánicas. Lo que hemos de hacer ahora es examinar detenidamente el forzamiento polar.

3.3 Simultaneidad frente a transiciones sistemáticas

En la obra de Leroux (1998) titulada Dynamic Analysis of Weather and Climate se


indican las conexiones más probables con los episodios de enfriamiento polar, puestos de
manifiesto en lo que Leroux denomina anticiclones polares móviles, que define como «enormes
discos de aire denso que son los principales responsables de las variaciones en la presión, la
velocidad y dirección de los vientos, la temperatura, la humedad, la nubosidad y las lluvias.»
Esos anticiclones son el resultado de la pérdida de calor polar, que enfría el aire, causa
subsidencia y crea un aire frío denso que se desplaza hacia el este y hacia el Ecuador, en
interacción con la tierra y los océanos (según se describió anteriormente en los casos de la
sardina y el arenque europeos). Estas masas de aire frío denso se cargan de calor superficial y
de humedad y continúan su viaje hacia latitudes más cálidas. Cuando reúnen suficiente energía,
pueden establecer con el tiempo una interacción con la atmósfera tropical húmeda y sumamente
activa, que es a su vez la consecuencia de la convección profunda que existe a lo largo de la
zona de convergencia intertropical y la piscina caliente en el Océano Pacífico occidental y el
Océano Índico oriental. El resultado final de estos procesos generados por la convección
profunda es la transferencia de calor ecuatorial a los polos. Leroux (1998) enumera las razones
por las que es necesario prestar la máxima atención a las capas inferiores de la troposfera, en
particular las que están en contacto con nuestro planeta, al explicar la dinámica local de las
condiciones meteorológicas y el forzamiento oceánico:

• «son las más densas, al estar la mitad de la atmósfera contenida en los primeros
5 500 metros …;
• contienen casi todo el vapor de agua que interviene en la lluvia y el suministro
de energía, así como los gases de efecto invernadero que incluyen vapor de
agua, siendo el efecto de invernadero imperceptible por encima de los 5 000
metros;
• paradójicamente, la principal fuente de calor no es el Sol, sino la superficie de
la Tierra, que calienta la atmósfera … interacciones … que se derivan de las
diferencias en … los sustratos, los gradientes térmicos, … las depresiones
térmicas profundas y la enorme circulación horizontal;
• entre los factores geográficos, el relieve orográfico, conjuntamente con la
distribución de los océanos y los continentes, actúa sobre la temperatura de la
superficie y es un poderoso factor aerológico, … que determina la trayectoria
de un gran número de intercambios meridionales.»

Leroux expone diversos argumentos que demuestranla importancia de los anticiclones


polares móviles. Además formula la hipótesis de que éstos regulan las perpetuas variaciones de
las condiciones meteorológicas y la variabilidad climática a todas las escalas temporales. En
último extremo, todo ello está relacionado también con la velocidad de rotación de la Tierra a
largo plazo, es decir con las variaciones de la longitud negativa del día, ya que todas las
interacciones tienen que ver con el vapor de agua que se desplaza de la superficie de la Tierra a
la atmósfera y con los diversos intercambios de energía debidos a los movimientos contrarios
de las capas inferiores de la atmósfera y el sistema de tierras y océanos, que se examinarán
detenidamente más adelante.
47

Las consecuencias ecológicas son múltiples, desde las inundaciones, sequías y


nubosidad estacionales que modifican la productividad de la tierra, hasta las corrientes
ascendentes oceánicas inducidas por la velocidad y dirección del viento, los niveles de luz
modificados por las nubes y sus repercusiones ecológicas a través de los ecosistemas acuáticos.
Al final de todos estos procesos está el hombre, con su creciente variedad de tecnologías y unas
masas cada vez más hambrientas que tratan de hacer frente a todas las variaciones. Esta es la
base de la mayoría de las interacciones ecológicas de la humanidad y el motivo de los temores
acerca de los numerosos procesos de la Tierra que no podemos controlar, frente a los que
claramente ya hemos modificado.

Si reflexionamos sobre nuestras interpretaciones convergentes, observamos que los


argumentos de Leroux se ajustan a muchas de nuestras propias experiencias e interpretaciones
de los orígenes del forzamiento, especialmente el que se manifiesta en la dinámica de los
océanos y las respuestas consiguientes de los ecosistemas a todas las escalas temporales.

Esta convergencia gira en torno a varios «hechos»:

1. Las regiones polares arrojan siempre un saldo de radiación negativo, por lo que generan
subsidencia a través del enfriamiento basal que producen esos anticiclones polares móviles, los
cuales derivan posteriormente hacia el Ecuador y hacia el este, impelidos por la energía de la
rotación de la Tierra, por la vía que ofrece menos resistencia, es decir a través de los hielos y
océanos polares, o a través de las llanuras, hasta llegar a los continentes. En la Antártida, los
anticiclones polares móviles circulan por el Océano Austral en dirección al noreste hasta que
tropiezan con un margen continental que siguen hacia el norte y luego hacia el oeste, formando
los alisios australes, y contribuyendo también en el Océano Índico a los monzones estacionales
que atraviesan el ecuador.

2. Al ser las masas de tierra más numerosas y extensas en el hemisferio norte, los modos
de circulación de los anticiclones polares móviles son más diversos y en sus trayectorias
terrestres influyen enormemente las condiciones meteorológicas estacionales. Estos
anticiclones no sólo dan lugar a los alisios sino también a los patrones de frecuencia de las
tormentas asociadas con sus diversas trayectorias. Cada una de las regiones del hemisferio
norte ha asignado diferentes nombres a las interacciones estacionalmente intensas de los
anticiclones polares móviles con el relieve del terreno, a saber, el efecto Venturi, el paso de los
Balcanes que da origen a los vientos etesios (a nivel subregional, llamados también meltemi,
vardar, struma o buria) (Leroux 1998), y, en el oeste de Norteamérica, los vientos de Santana
en California o los llamados vientos Chinook en la vertiente oriental de las Montañas Rocosas.

3. Cuando los anticiclones polares móviles procedentes de los desiertos de Siberia y Gobi
convergen con los procedentes del mar de Bering, se refuerzan y atraviesan el Pacífico Norte en
dirección sudeste hasta que son desviados hacia el sur por las Montañas Rocosas. Otros vientos
que se forman al norte y al este de las Rocosas atraviesan las llanuras norteamericanas hacia el
sudeste provocando fenómenos extremos como las tres «heladas» invernales registradas entre
1983 y 1988 que diezmaron los cultivos de cítricos de Florida. Hacía más de 40 años que no
sucedía un fenómeno similar en la región.

4. La fuerza y la frecuencia de los anticiclones polares móviles varían, de manera que su


convergencia crea una gran variedad de patrones y tiene muy diversas consecuencias, aparte de
reforzar o no los alisios regionales «previstos». Los vientos alisios ecuatoriales están
dominados por corrientes superficiales en dirección este que provocan la disminución de las
48

temperaturas de la superficie de los océanos Atlántico y Pacífico ecuatoriales en sus regiones


orientales y un aumento, inducido por la presión, de las aguas superficiales cálidas y poco
salinas del Pacífico occidental, cuando la humedad que se evapora es transportada de este a
oeste y se producen precipitaciones. Estos efectos, combinados con los de la rotación de la
Tierra hacia el este, los márgenes de las tierras de Asia y Australia y el zócalo poco profundo
del Archipiélago Indonesio hacen que aumente el nivel del mar.

Al relajarse los alisios ecuatoriales del Pacífico, se liberan las ondas de gravedad (o de
Kelvin) que en opinión de muchos caracterizan a los episodios cálidos del ENSO. Este
fenómeno va acompañado de un movimiento hacia el este de la temperatura de la superficie del
mar, complejo resultado del desplazamiento de las ondas de gravedad de las aguas superficiales
de la piscina caliente (aunque son sobre todo las aguas subsuperficiales cálidas las que son
transportadas hacia el este). La intensificación interactiva de la convección profunda
procedente del margen oriental en expansión de la piscina caliente se produce cuando los
procesos entrañan tanto calor ecuatorial como humedad. Al ser transportadas las nubes y la
humedad resultantes hacia el este y hacia los polos, atrapan más calor en las capas superiores
del océano, debajo de las nubes que avanzan, recreando de este modo la secuencia de sus
orígenes.

Los fenómenos relacionados con el ENSO han sido objeto de multitud de


investigaciones en el último decenio, a partir de El Niño de 1982–83. A pesar de los programas
de observación intensiva, desde satélites o in situ, quedan varias cuestiones sin resolver en
cuanto al mecanismo o mecanismos de activación de la relajación de los alisios ecuatoriales
que dan lugar a la liberación de la energía superficial almacenada en el Pacífico occidental
(White et al. 1997; White, Chen y Peterson 1998). Análogamente, aunque en sentido inverso, el
Océano Índico almacena calor en sus extremos orientales adyacentes a la piscina caliente del
Archipiélago Indonesio, donde sólo unas pocas brechas importantes permiten el flujo de las
aguas superficiales de temperatura elevada procedentes de la piscina caliente del Pacífico.
LeBlanc y Marsac (1999) ofrecen una valiosa descripción del comportamiento interrelacionado
de las partes occidental y oriental del Océano Índico, así como de su relación con la dinámica
de la piscina caliente del Pacífico.

La tesis de Leroux induce a examinar la verdadera naturaleza de las fuentes de


variación, a todas las escalas temporales, de los alisios ecuatoriales. De ese examen se
desprende una respuesta satisfactoria a la cuestión del mecanismo de activación de los
episodios cálidos del ENSO. Al parecer, un cambio relativamente pequeño en la intensidad y la
frecuencia de los anticiclones polares móviles tiende a aumentar o reducir los alisios
ecuatoriales. Es evidente que su cese – o una acusada disminución de su intnensidad, y por lo
tanto de su alcance –, debido quizá a una pérdida menor de calor en los polos, podría reducir, o
reduciría de hecho, los alisios ecuatoriales, al tiempo que podría aumentar los alisios de
latitudes más altas. Estos fenómenos parecen apuntar a unos mecanismos directos que
explicarían la activación bastante estacional de los episodios cálidos del ENSO. Teniendo
presente lo que ya se sabe sobre las pesquerías en las zonas templadas del hemisferio norte, y
su forzamiento, la dinámica de los anticiclones polares móviles sugiere también las razones por
las que podrían producirse cambios transcendentales en la frecuencia y la intensidad de los
procesos del ENSO.

El enfriamiento invernal es muy riguroso en el hemisferio sur, con frecuentes e intensos


anticiclones polares móviles que atraviesan libremente el océano Austral en dirección al
ecuador. Su frecuencia e intensidad sólo disminuyen ligeramente durante el verano, debido a
49

los patrones de insolación de la región y a la dinámica de la nubosidad. Los anticiclones polares


móviles del hemisferio norte que atraviesan Asia, el Atlántico norte, Norteamérica y los
océanos cambian en forma dinámica de frecuencia e intensidad en función de la nubosidad en
las regiones polares y de los climas prehistóricos a corto plazo de las grandes masas
continentales sobre las que viajan. Para poder influir en los procesos a latitudes más bajas, es
necesario que primero sean potenciados por la energía de la tierra, por la de las capas
superficiales del océano, o por ambas. Los meses cálidos y secos del verano tienden a reforzar
la transferencia al sur de energía de los anticiclones polares móviles a través de las grandes
extensiones de Asia y Norteamérica. Cuando un anticiclón polar móvil cargado de energía
tropieza con masas de aire ecuatoriales húmedas que se desplazan hacia el este y hacia los
polos, las refuerzan y potencian aún más su movimiento hacia los polos, desplazando en esa
dirección el calor latente que contienen. De ese modo, la interacción de los dos fenómenos
facilita las transferencias de energía que son necesarias para equilibrar los gradientes de calor
de la superficie de la Tierra. Todos estos procesos están comprendidos, naturalmente, en las
respectivas dinámicas físicas superficiales y subsuperficiales más amplias de los océanos
(Broecker 1991, 1997) y en los procesos inducidos por el clima a más largo plazo.

En resumen, parece predominar una situación en la que la intensidad de la subsidencia


en ambos polos, o en uno de ellos, facilita el equilibrio termodinámico de los gradientes
térmicos del ecuador a ambos polos, o a uno de ellos. Además, las trayectorias de los
anticiclones polares móviles intensos contribuyen al transporte atmosférico del calor ecuatorial,
tanto sensible como latente, hacia los polos (y también hacia el este en el Pacífico y el Atlántico
y hacia el oeste en el Océano Índico; véanse los sitios Web sobre la piscina caliente y otras
fuentes ecuatoriales). La energía ecuatorial disponible está en función de la convección
profunda, por encima de una temperaturas en la superficie del mar que exceden del umbral de
27º–28 ºC, y de los vientos de las capas superiores de la troposfera. El denominador común es
la pérdida de calor y la subsidencia en los polos. ¿Cómo se regulan estos procesos? Cualquiera
que sea su origen, tienen un pulso casi periódico, de 50 a 70 años, que puede medirse a partir de
los datos físicos y de los patrones de cambio de los ecosistemas.

3.4 Pronósticos: enseñanzas del pasado para el futuro

La enseñanza más importante que se puede extraer sobre el cambio climático es que se
debe prestar más atención al pasado, con el fin de aprender de lo que ha sucedido antes. Hay
tres conjuntos de proyecciones sobre el clima mundial que se basan en la historia del pasado,
dos de ellas elaboradas a partir de datos indirectos de hace más de mil años por los doctores
Doug Hoyt (Figura 18) y Joseph Fletcher, ambos expertos en climatología de fama
internacional. La tercera es una descripción de los patrones del último siglo, relacionados con la
velocidad de rotación de la Tierra (-LOD), el índice de circulación atmosférica (ACI) y la
transferencia atmosférica (AT), que se han descrito en la sección anterior. Esta descripción
forma parte de un estudio que ha sido presentado y sometido a un examen por homólogos con
miras a su publicación inmediata en una reputada revista rusa sobre geofísica.

Si se acepta que las previsiones de Hoyt son realistas, en unos 8 000 años el mundo será
entre 3 y 5 ºC más frío. En los próximos 2 000 años, la Tierra se enfriará unos 0,4 ºC. También
hay que tener presente que, en el 70 por ciento del tiempo, los 10 000 últimos años fueron más
cálidos que en la actualidad. Una visita al sitio Web de Hoyt proporciona información básica
sobre el razonamiento de causa-efecto que él y otros han utilizado para pronosticar una
tendencia al enfriamiento, a un plazo relativamente corto, que comenzará hacia 2016–2020.
50

Figura 18 Aquí se muestra la contribución del Dr. Doug Hoyt al pronóstico del clima, basado
en la influencia solar sobre la temperatura media de la Tierra. La línea azul indica el
actual período interglacial y la roja el último. Las curvas se trazaron de manera que
coincidieran con lo que sucedió cuando la Tierra salió del período glacial anterior,
siguiendo la misma línea temporal. (Tomado del sitio Web del Dr. D. Hoyt; véase
la dirección en el apéndice).

El Dr. Joseph Fletcher lleva a cabo un examen sumamente convincente de los


conocimientos actuales sobre el clima y realiza una proyección del clima mundial en los 100
próximos años (Figura 19). El Dr. Fletcher fue el principal impulsor de la recopilación inicial y
la posterior continuación del conjunto de datos refundidos de gran alcance sobre los océanos y
la atmósfera (COADS), que constituye la base de las observaciones históricas de casi toda la
comunidad de estudiosos del clima reciente. El Dr. Fletcher ha actualizado esos datos como
base para gran parte de esos datos. Su hipótesis sobre el clima del siglo XXI se basa en la
probabilidad de que los procesos del pasado sean cíclicos y se repitan con una periodicidad de
170–180 años.

Su principal proyección se basa en los datos más completos de que se dispone sobre la
actividad solar, procedentes de testigos de hielo glaciar. Se utilizaron concentraciones de berilio
10 como indicadores indirectos del viento solar inducido por la actividad del sol. El paso
siguiente en las proyecciones del Dr. Fletcher fue encontrar las partes del conjunto de datos
históricos basados en el berilio 10 que se correspondían con las tendencias recientes durante un
período de unos 170 años. La emisión actual de la superficie solar tiende a ser superior en
1,3 vatios por metro aproximadamente a la de hace 170 años, cuando había concluido la
pequeña época glacial y la irradiancia solar mostraba una tendencia a aumentar hasta los
niveles del período cálido anterior. El período correspondiente a la proyección se compensó
con 1,5 vatios por metro a partir de 1970, y se amplió utilizando los datos «abreviados»
51

correspondientes a los 170 años posteriores a 1810, superpuestos a los datos recientes y
ampliados.

Figura 19 Aquí se muestra la proyección del Dr. Joseph Fletcher sobre el clima mundial,
basada en la hipótesis de que los patrones se repetirán en un ciclo de unos 170 años.
Al añadir los datos del COADS relativos a las desviaciones de la velocidad del
viento, junto con el índice de las dimensiones o alcance de la piscina caliente del
Indo-Pacífico (gráfico de la parte inferior), la coincidencia general de las tendencias
mostradas en los conjuntos de datos reunidos por separado induce a aceptar las
proyecciones del Dr. Fletcher sobre el clima que cabe prever para el próximo siglo .

En la Figura 19, la tendencia se representa en color morado cuando se trata de datos


históricos y en verde cuando se trata de datos que coinciden al comienzo de la proyección.
También se incluyen en ella dos indicadores fiables: en el primero (que aparece en la parte
superior), tomado de la Figura 12 c, los datos del COADS sobre las desviaciones del viento de
superficie en la zona más meridional del Océano Índico (que es la región del mundo con mayor
carga de energía) se ampliaron utilizando el concepto de similitud para los 170 años siguientes.
En el gráfico de la parte inferior se muestra un sencillo índice del número de recuadros de 4x4
para latitudes-longitudes donde la temperatura de la superficie del mar >=29 oC en la región de
la piscina caliente del Indo-Pacífico. Los datos de las dos series coinciden con los relativos a
las tendencias solares a largo plazo.

Pero no olvidemos lo que ya sabemos por otros datos y por el análisis anterior.
Klyashtorin et al. (1998, en examen) comprobaron recientemente que la curva de la anomalía
de la AT tiene una forma similar a la de la -LOD. Sin embargo, la segunda va rezagada unos
52

14–16 años con respecto a la primera. Si se adelanta 15 años la anomalía de la AT


(desplazándola hacia la derecha) se obtiene una perfecta coincidencia entre las curvas de la AT
y la -LOD (Figura 20). La parte derecha de la curva de la anomalía de la AT puede servir por lo
tanto para hacerse una idea aproximada de la tendencia de la -LOD en el primer decenio del
siglo XXI. A diferencia de la anomalía de la AT, la dinámica de la -LOD se caracteriza por
dobles picos (a y b), como vimos anteriormente en la Figura 4. Los picos primarios
(a) coinciden con los valores máximos de las anomalías de la AT desplazadas, mientras que los
picos secundarios (b) están desfasados con respecto a estos valores máximos. Las razones de
este fenómeno no están claras, pero es probable que el aumento actual de la -LOD cambie al
producirse un descenso hacia 2004–2007, como ya ocurrió en los decenios de 1890 y 1950.

Figura 20 Aquí se muestra la dinámica de una serie cronológica de la -LOD y la anomalía


de la AT desde 1850 hasta 2010: 1) -LOD (promedio anual, eliminada la
tendencia); 2) anomalía de la AT suavizada por un promedio de 21 años; 3) datos
correspondientes a esta última, desplazados a la derecha 12 años; los picos
primarios y secundarios de la -LOD se indican con las letras a y b,
respectivamente. Véase una explicación más detallada en el texto.

La Figura 21 muestra la temperatura original del aire en la superficie de la Tierra (dT),


eliminada la tendencia, y la serie cronológica de la AT con sus tendencias cíclicas dominantes.
El desfase de la tendencia cíclica de la dT en relación con la de la AT es de unos 19 años. Esto
coincide con las conclusiones preliminares que se sacaron tomando como base un análisis
cualitativo (comparación visual) de la serie cronológica.
53

Figura 21 Aquí se compara la anomalía de la AT con la dinámica de la dT una vez eliminada


la tendencia. 1) La línea gruesa de rayas representa la tendencia cíclica dominante
de la anomalía de la AT, con una periodicidad de 59,35 años; 2) la línea gruesa
continua representa la tendencia cíclica dominante de la dT, una vez eliminada la
tendencia, con una periodicidad de 59,42 años. La tendencia cíclica de la dT está
rezagada 19 años con respecto a la tendencia cíclica de la anomalía de la AT.

Las curvas de la anomalía de la AT y la dT (Figura 22) tienen también una forma


similar, pero la anomalía de la AT lleva a la dT una delantera de 16–18 años. Desplazando 18
años hacia la derecha la anomalía de la AT se obtiene una coincidencia casi completa entre las
curvas, pero en este caso el resto de la anomalía de la AT continúa en el futuro, lo que permite
predecir la dinámica de la dT al menos para los 15 años siguientes.

Figura 22 Aquí se muestra


la serie cronológica de la
dinámica de la anomalía
de la temperatura mundial
(dT) y la anomalía de la
AT: 1) dT (una vez
eliminada la tendencia y
suavizada por un promedio
de 13 años), 2) anomalía
de la AT suavizada por un
promedio de 21 años; y
3) anomalía de la AT
desplazada 17 años.

En la Figura 22, la anomalía de la AT desplazada (línea 3) ofrece motivos para esperar


que el actual aumento de la dT mundial se desacelerará o se interrumpirá en los 2–3 años
próximos y que a continuación se producirá un descenso bastante constante (en unos 0,18 °C en
54

comparación con su valor actual) para 2015. Hay que tener también en cuenta que la Figura 21
presente una curva de la dT en la que se ha eliminado la tendencia. Si continuara en el futuro la
actual tendencia de la temperatura (descrita por Sonechkin 1998; Sonechkin, Datsenko e
Ivaschenko 1997), el descenso previsto de la anomalía de la temperatura mundial (dT) para
2015 sería de unos 0,12 °C. Sin embargo, es posible que esa tendencia se desacelere para
comienzos del decenio de 2000. En ese caso, el descenso previsto de la dT sería de unos
0,15 °C para 2015. Llegados a este punto, hemos de subrayar también que este pronóstico sólo
se refiere a la tendencia de la dT, y no permite predecir con precisión la temperatura media
mundial en 2015.

James Goodridge, climatólogo jubilado del Estado de California, actualiza


constantemente para el Estado los datos climáticos recientemente recogidos. También está muy
interesado en el marco general del forzamiento climático y en las predicciones de éste hechas
por Klyashtorin y sus colegas. Uno de los primeros análisis que realizó Goodridge se refirió a
las relaciones de la -LOD con algunos procesos locales y las diferencias que se observan en la
cuenca del Pacífico. Las Figuras 23 y 24 permiten hacerse una idea más completa de los
vínculos de las señales de la -LOD con las corrientes ascendentes locales y la presión al nivel
del mar en la cuenca.

Figura 23 Aquí se muestra la longitud del


día y el índice de la corriente ascendente en
aguas de San Francisco, en California. En
ambos casos se utilizaron promedios
móviles de nueve años y se ajustaron a
escala para que se correspondieran con los
intervalos. Este gráfico, como el de la
Figura 24, indica que hay un forzamiento
directo, inducido por el viento, que se
produce en sincronía con la LOD, de
conformidad con el ACI y los índices
atmosféricos E–W de Klyashtorin.

Figura 24 Aquí se muestran


las interesantes relaciones
con la longitud del día y la
presión al nivel del mar en
Tokio en los últimos 125
años. Obsérvese que los
datos están también sin-
cronizados con las oscila-
ciones entre temperaturas
cálidas y frías en la super-
ficie del océano que afectan
a la fauna marina del
Pacífico Norte.
55

El denominador común es que las anchoas y otras especies vinculadas con las corrientes
del margen oriental prosperan en los períodos más fríos de corrientes ascendentes en las costas
oceánicas. Las sardinas y otras especies afines que prefieren las aguas más cálidas parecen
«hacer frente» a estos períodos de fuertes corrientes ascendentes subsistiendo en pequeñas
colonias, tanto hacia el ecuador como en alta mar, precisamente donde están fuera de la
influencia directa de las temperaturas más bajas ocasionadas por las corrientes ascendentes
costeras. Allí esperan la oportunidad de colonizar de nuevo el medio cercano a las costas para
proliferar durante los períodos en que son relativamente más débiles las corrientes ascendentes
vinculadas con unos vientos costeros menos fuertes y con unas condiciones oceánicas
ligeramente más cálidas en el litoral.

Los ciclos biológicos más largos y la propensión a emigrar proporcionan también a las
sardinas y los arenques ventajas distributivas que les permiten aprovechar rápidamente toda
atenuación de las condiciones reinantes en las extensas zonas de corrientes ascendentes.
Análogamente, los arenques del mar del Norte y el mar Báltico, o de Terranova, se desplazan
desde alta mar en busca de lugares para recolonizar que se adapten a sus necesidades, a lo
largo de los hábitat costeros (Iles y Sinclair 1982; Alheit y Hagen 1997). Por el contrario, las
anchoas y otras especies afines no parecen tener más opción a corto plazo que buscar unos
hábitat locales que les ofrezcan las intensas corrientes ascendentes y las condiciones favorables
para el desove parecen encontrar a lo largo de las costas donde los promontorios forman
remolinos. Esos hábitat están asociados a menudo con características permanentes como la
presencia de bahías con una buena descarga del agua de las mareas y una circulación
razonablemente estable en los remansos que reduzcan al mínimo la anoxia. Todas las dinámicas
oceánicas conexas están determinadas por la remota interacción física entre el océano y la
atmósfera inducida por el clima.

Hay también muchas especies demersales que están igualmente adaptadas a estos
«regímenes» alternativos. Los ciclos de distribución y abundancia de la mayoría de los
depredadores migratorios siguen los patrones de las especies que constituyen sus presas
favoritas. Pero los cambios más espectaculares en la producción tienen lugar en las enormes
pesquerías pelágicas del sistema de corrientes del margen oriental, aunque prácticamente todos
los sistemas pesqueros, desde los templados hasta los polares, experimentan fuertes variaciones
(véanse Parrish y MacCall 1978; Iles y Sinclair 1982; Sharp y Csirke 1983; Leggett, Frank y
Carscadden 1984; Moser, Smith y Eber 1987; Wyatt y Larrañeta 1988; Baumgartner, Soutar y
Ferreira-Bartrina 1992; Hollowed y Wooster 1992; Hollowed, Bailey y Wooster 1995;
Beamish y Boulton 1993; Francis y Hare 1994; Hare y Francis 1995; Polovina, Mitchum y
Evans 1995; Mantua et al. 1997). La convincente presentación de la historia de la sardina
japonesa y su seguimiento en Kawasaki (1983) y Kawasaki et al. (1991), y la aparente
sincronía entre los ciclos de las poblaciones de sardina del Pacífico en el hemisferio norte y los
de la corriente de Humboldt supusieron un estímulo para las actuales investigaciones sobre el
clima y las pesquerías.

4. ALGUNAS PREVISIONES

Los hombres y los peces comparten una larga historia. El largo camino recorrido para
comprender el éxito de la reproducción de los peces, anteriormente descrito, fue el resultado de
los intentos de unos investigadores preocupados por estabilizar la producción de las pesquerías.
Si hay algo de lo que podemos estar seguros es que el clima seguirá cambiando y que la
distribución y abundancia de las pesquerías seguirán respondiendo a esos cambios, como lo han
hecho en el pasado (Soutar e Isaacs 1974; Soutar y Crill 1977; Baumgartner et al. 1989;
56

Baumgartner, Soutar y Ferreira-Bartrina 1992; Kawasaki et al. 1991). La predicción del clima
es un objetivo bien definido, aunque nuestro escaso conocimiento de las muchas interacciones
y complejidades antes descritas es aún un factor muy limitante. Ahora disponemos de una gran
cantidad de información básica sobre las respuestas de las pesquerías a los probables cambios,
es decir sobre factores que entrañan unos patrones conocidos de cambio ambiental.

Lo que esperamos haber dejado claro con esta presentación de los diversos recursos
informativos y sus aparentes interrelaciones es que ese cambio ambiental no es «aleatorio» ni
«estocástico», como dirían los aspirantes a constructores de modelos. Todos ellos son
elementos de una larga secuencia de patrones y procesos que tienden a seguir ritmos y pautas
propios, dentro de unas escalas temporales y espaciales más amplias. El hecho de que cada
uno de los patrones o ciclos que intervienen sea interactivo modifica la configuración de las
secuencias de manera que éstas crean una «armonía» y largas épocas con tendencias planas
seguidas de picos pronunciados. Todas ellas siguen, sin embargo, un patrón. En particular, las
transiciones de un estado a otro son pronosticables, porque se dispone de conocimientos y
observaciones que hacen posible ese pronóstico.

Teniendo en cuenta la sincronía regional en la historia de los últimos siglos, lo que no


resulta sensato ni útil para la sociedad es dilapidar grandes cantidades de esfuerzos y recursos
en crear simulacros digitales de modelos de poblaciones basados en el equilibrio o la
estabilidad, o en intentos de elaborar supuestos «sistemas cerrados» para poblaciones de
peces – o para las temperaturas de la atmósfera y del aire en la superficie de la Tierra –
prescindiendo de las interacciones oceánicas.

Si se quiere tener la esperanza de realizar en el futuro pronósticos creíbles a una


escala de tiempo prolongada es necesario aprender, es decir, observar e interpretar, las
interacciones dinámicas. El método actualmente disponible que parece ofrecer los resultados
más útiles, en el sentido de producir pronósticos pragmáticos de patrones y hechos, consiste
en una combinación bastante compleja de compilación y análisis de información conocida
como «confrontación de patrones». Este método parece funcionar cuando hay unos «estados»
de los sistemas claramente definidos o extremos, como los que muestran los episodios
«cálidos» y «fríos» del ENSO o los índices climáticos cada vez más numerosos para las
grandes regiones oceánicas del mundo. Aunque de nuestros conjuntos de datos muy breves
parece desprenderse que no hay dos episodios del ENSO que sean realmente iguales en sus
manifestaciones más completas, las consecuencias de El Niño y La Niña pueden distribuirse
en dos series distintas, cada una de las cuales causa daños o beneficios considerables a
regiones claramente diferenciadas.

Los pronósticos anuales de William Gray (véanse 1990, 1991, así como el sitio Web
en el Anexo) sobre huracanes y desembarques en el Atlántico y el Golfo de México
constituyen un buen ejemplo de técnicas de «confrontación de patrones», así como de
enfoques modernos y creíbles del pronóstico del clima y las condiciones meteorológicas.
Además, gracias a sus actividades de seguimiento continuo y actualización se han podido
hacer valiosas correcciones al incluir en la información regional nuevas interacciones y
respuestas. Los pronósticos más convencionales del ENSO, basados en modelos numéricos,
ofrecen una combinación de «simulacros digitales» y confrontación de patrones que parece ir
mejorando a medida que se introduce más información sobre la oceanografía interna en los
modelos en que predominan los datos sobre la atmósfera. Gracias a la inclusión en los
modelos de pronóstico de más datos basados en observaciones, se han conseguido enormes
mejoras con respecto a los modelos digitales de «sistemas cerrados» utilizados en la
57

investigación y la construcción de modelos de pronóstico en épocas anteriores. Esto también


era previsible porque las generaciones anteriores de constructores de modelos informatizados
se dividieron rápidamente en diversas «escuelas» sobre cómo construir los modelos para las
proyecciones. Cuanto más se sabe, mejores son las proyecciones basadas en modelos.
Cuantas menos observaciones se incluyen en los modelos, peores son los resultados de éstos.
Por supuesto, está siempre el problema de la calidad de los datos introducidos. Si no existen
unas relaciones claras de causa-efecto, utilizar conjuntos de datos presuntamente relacionados
puede ser poco representativo e incluso engañoso.

La investigación sobre el cambio climático propiamente dicha se ha limitado hasta la


fecha a explicaciones a posteriori en relación con las pesquerías, debido a la importancia que
han atribuido en los últimos tiempos los encargados de su ordenación a unos burdos
instrumentos de evaluación de las poblaciones (véanse Sharp, Csirke y Garcia 1983; Sharp
1987, 1988, 1991, 1995b, 1997, 2000). Afortunadamente, quedan programas de investigación
pesquera que se centran tanto en la ecología fisiológica como en los cambios conexos a escala
climática en todo el mundo. Es de esperar que continúen los progresos y que los pronósticos
relativos a las pesquerías sustituyan a las reconstituciones a posteriori como base para la
ordenación de los recursos pesqueros.

Los efectos del cambio climático en las pesquerías regionales pueden ser clasificados en
función de las probabilidades de que produzcan un calentamiento o un enfrentamiento. La
mayor parte de estos conocimientos proceden de estudios empíricos sobre los últimos 50 años,
cuando los datos sobre las condiciones meteorológicas y el medio ambiente adquirieron una
importancia fundamental para explicar los comportamientos de las distintas especies y las
respuestas de las poblaciones a los cambios en las condiciones locales.

A continuación se enumeran las pesquerías más sensibles a las variables climáticas, en


orden decreciente de sensibilidad:

a) Pesquerías de agua dulce en pequeños ríos y lagos de regiones con cambios más
acusados de temperatura y precipitaciones.
b) Pesquerías en zonas económicas exclusivas (ZEE), especialmente cuando hay
mecanismos de regulación del acceso que reducen artificialmente la movilidad de
los grupos y flotas de pesca y su capacidad para adaptarse a las fluctuaciones en la
distribución y la abundancia de las poblaciones.
c) Pesquerías en grandes ríos y lagos.
d) Pesquerías en estuarios, especialmente cuando las especies no emigran o cuando
hay una dispersión de la freza, o en estuarios que sufren los efectos de la subida
del nivel del mar o la disminución del caudal de los ríos.
e) Pesquerías de alta mar.

Se observa claramente que las pesquerías marinas de producción a mayor escala no


están amenazadas en forma directa o inmediata por el cambio climático. Las pesquerías más
sensibles al cambio climático son también las más afectadas por intervenciones humanas como
embalses, reducción del acceso a la migración río arriba o río abajo, colmatación de humedales
y otros problemas de crecimiento demográfico y manipulación de hábitat, especialmente los
relacionados con el aprovechamiento del agua para la agricultura y el desarrollo urbano.

También conocemos algunas opciones para hacer frente a la situación que reportan
grandes beneficios independientemente del cambio climático (como se señala en documentos
58

anteriores sobre el cambio climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el


Cambio Climático, IPCC 1990, 1996):

a) Concebir y crear instituciones nacionales e internacionales de ordenación


pesquera que reconozcan las variaciones en la zona de distribución, la
accesibilidad y la abundancia de las especies y que establezcan un equilibrio entre
la conservación de las especies y las necesidades locales de eficiencia económica
y estabilidad.
b) Apoyar las innovaciones mediante la investigación sobre sistemas de ordenación
y ecosistemas acuáticos.
c) Extender la acuicultura para aumentar y estabilizar los suministros de alimentos
marinos, contribuir a estabilizar el empleo y aumentar cuidadosamente las
poblaciones que viven en libertad.
d) En las zonas costeras, integrar la ordenación pesquera con otros usos del
territorio.
e) Vigilar los problemas sanitarios (por ejemplo, mareas rojas, ciguatera, cólera) que
podrían incrementarse como consecuencia del cambio climático, causando daños
a las poblaciones y los consumidores.

Hay temas que no se tratan en los informes del IPCC y que podrían resolver los
problemas más graves de acceso a los hábitat y los cursos de agua, o de la calidad del agua que
está disminuyendo rápidamente con la expansión de la agricultura y el desarrollo urbano. La
cuestión ambiental que obviamente requiere más atención es la de controlar el crecimiento y el
desarrollo humanos, vigilando, evaluando y manteniendo al mismo tiempo hábitat
fundamentales, y restableciendo buena parte de los que han desparecido o han sido
manipulados.

Esto es especialmente importante porque es necesario disponer de más opciones con


respecto a los patrones conocidos de cambio climático. Los grandes planes, por ejemplo para
aumentar la utilización de productos acuícolas, sirven de poco si no se puede asegurar el acceso
a recursos hídricos limpios y no contaminados y a proteínas suficientes para alimentar a las
especies cultivadas.

5. CONCLUSIONES

Los cambios de régimen tienen lugar a diversas escalas temporales y espaciales.


Identificar sucesos anteriores u otros indicadores puede proporcionar una capacidad de
pronóstico que es fundamental para mejorar la gestión de los impactos antropógenos en los
ecosistemas naturales. La longitud negativa del día o velocidad de rotación de la tierra parece
ser un elemento útil para conocer las transiciones futuras de los ecosistemas y tal vez unos
cambios más definidos, una vez se haya procedido a una seria vigilancia y se hayan iniciado
investigaciones aplicadas. La vigilancia de los índices atmosféricos y los cambios
consiguientes en los «indicadores de la situación», la distribución y la abundancia de especies
especialmente sensibles proporciona la información necesaria para emprender una ordenación
eficaz de las actividades humanas que afectan a los ecosistemas y a la producción de éstos
que necesitaremos para sustentarnos a largo plazo.

El sol es la principal fuente de energía de nuestro sistema. La radiancia de amplio


espectro del sol crea las condiciones para que haya vida en nuestra pequeña porción del
universo. En ningún otro lugar es tan evidente que la vida depende totalmente de la luz del
59

sol como en los océanos, donde se desarrolló la vida tal como la conocemos y donde ésta
sigue respondiendo a los continuos desafíos de un entorno que cambia rápidamente. Las
cuestiones que se plantean son muchas y difíciles de interpretar, debido a la interconexión de
sus dinámicas, y de abordar, ya que muchos de los factores que influyen en ellas están
todavía poco claros, pero lo cierto es que no quedan fuera del alcance de nuestra experiencia
humana general.

Las oscilaciones estacionales de los niveles de luz solar de la Tierra son extremas en
los polos, mientras que se mantienen casi constantes en el ecuador. La variabilidad estacional
más baja y la cantidad relativamente grande de luz y calor que absorbe el océano en torno al
ecuador dan lugar al calentamiento general en éste. Un hecho fundamental que es necesario
aceptar para acercar nuestros mensajes y lograr que se comprendan es que hay una pérdida
constante de calor en los polos y, simultáneamente, una absorción casi constante de calor en
los océanos ecuatoriales. Los procesos que modulan la pérdida de calor en los polos,
cualesquiera que sean, son los que regulan los patrones del cambio climático de la tierra.

Existen varios patrones de interés para quienes estudian las precipitaciones y la sequía
en particular, y las pesquerías costeras y oceánicas en general. Muchos de ellos están
relacionados, en formas que aún no se conocen bien, con cambios fácilmente observables en
la -LOD, así como con los patrones relativos al campo de viento dominante, la temperatura
de la superficie del agua y la presión al nivel del mar en las grandes regiones climáticas.
Hemos comprobado que algunos de éstos son valiosos indicadores de los cambios de régimen
climático, así como precursores de las respuestas de los ecosistemas pesqueros a escala
decenal. En muchos casos esos patrones están simplemente correlacionados, y no permiten
hacer pronósticos. La -LOD parece ser el mejor indicador hasta la fecha para realizar
pronósticos, aunque estamos seguros de que el cambio de la -LOD, por sí sólo, no es la causa
directa. Se trata de una señal integrada que da una idea de los futuros cambios genéricos en la
producción oceánica, como consecuencia de diversas fuerzas, y permite estudiar
detalladamente los vínculos con las respuestas ecológicas. Entre esas fuerzas cabe citar la
nubosidad y los niveles de luz resultantes, la velocidad y dirección del viento, las
temperaturas de los hábitat costeros, la frecuencia de las corrientes ascendentes y la
escorrentía de agua dulce, todas las cuales estimulan secuencias ecológicas a todas las escalas
temporales.

Aunque reconocemos que la energía en el ecuador «propulsa» el sistema climático de


la Tierra, estamos cada vez más convencidos de que gran parte del forzamiento del clima de
ésta tiene su origen en episodios fríos polares (pérdida de calor probablemente vinculada con
la baja densidad de las nubes) y la consiguiente subsidencia, que engendran los anticiclones
polares móviles. Estos, a su vez, se desplazan hacia el ecuador, recogiendo la energía de la
superficie, y terminan por cargar de energía a los alisios. Si estos anticiclones son lo bastante
frecuentes e intensos (y tropiezan con una superficie suficientemente cargada de energía), su
función se potencia y prosiguen su desplazamiento hacia el ecuador. Esto da lugar a nuevos
encuentros con nubes frontales cargadas de humedad, debidas probablemente a una
convección profunda en la región ecuatorial, que provocará cambios de estado y
precipitaciones y favorecerá el transporte de calor y energía ecuatoriales a los polos. Los
cambios de régimen pueden medirse en términos de frecuencia e intensidad de los
anticiclones polares móviles (véase Leroux 1998). Por supuesto, las dinámicas del
calentamiento ecuatorial y la piscina caliente son también una parte importante de los
procesos en cuestión, al dar lugar a períodos con una convección profunda más acusada en la
región ecuatorial (índice de oscilación austral bajo) y períodos de convección ecuatorial
60

menor en esa región (índice de oscilación austral alto). Todos estos procesos tienen
consecuencias ecológicas locales, regionales y a escala de cuenca.

La periodicidad de los diversos índices (PDO, NOA y AO, ENSO, etc.) determina los
regímenes climáticos oceánicos bipolares (dominados por vientos de este a oeste o de los
polos al ecuador) y las consiguientes respuestas físicas y de producción de los océanos, desde
las zonas templadas a las polares, relacionadas con los patrones de producción de las
pesquerías. Los datos sobre el forzamiento climático son poco fiables dentro de estos
patrones decenales o de más larga duración, pero a pesar de ello son útiles para hacerse una
idea de lo que hay que vigilar y dónde debe realizarse esa vigilancia, lo que facilitará el
seguimiento de las probables respuestas ecológicas. Los períodos de transición son fáciles de
identificar, pero no han sido especialmente bien estudiados, desde el punto de vista ecológico,
simplemente porque suele haber crisis asociadas con ellos, al no cumplirse las previsiones
locales debido a los trastornos comunes a las diversas especies afectadas. Los cambios en la
fauna observados por las comunidades pesqueras figuran probablemente entre los más útiles
de todos los indicadores climáticos.

Parece ser que, a lo largo de los milenios, en cada uno de estos ecosistemas marinos
han evolucionado al menos dos faunas muy distintas y dinámicas, de las cuales sólo la mitad
se beneficia de ambos aspectos de los contextos divergentes que se derivan de los procesos
físicos inducidos por el clima. Podemos identificar varias dinámicas físicas correlacionadas,
como cambios en el régimen de precipitaciones, los períodos de almacenamiento conexos y
el caudal de ríos y arroyos, así como procesos oceánicos costeros locales. También
consideramos que muchas especies migratorias de depredadores están bien adaptadas a estos
cambios y pueden actuar como indicadores de cambios físicos que a menudo sólo son
identificados a posteriori por oceanógrafos y climatólogos. No nos preocupan demasiado las
consecuencias del cambio climático para las especies oceánicas más móviles, porque en el
pasado han sufrido ya esa experiencia y han sido seleccionadas por su rápida respuesta y su
adaptabilidad. Es en las regiones con dinámicas estacionales más intensas donde residen las
especies más adaptadas al cambio y a la dinámica de la distribución y abundancia: de ahí la
asombrosa productividad de las zonas de transición de latitudes altas. La Figura 25 da una
idea de las regiones con una dinámica estacional más acusada.

Aunque apenas se han mencionado los centenares de otras especies que están
presentes y son explotadas en diverso grado en cada ecosistema marino, hay muchas razones
para estar preocupados por su ordenación. Cuando se modifica la orientación de las
principales pesquerías, se tiende siempre a realizar un ajuste para mantener las tasas de
producción utilizando especies con una población menor. Hay buenas razones para reducir al
mínimo la reorientación de la producción pesquera hasta que esas especies secundarias hayan
tenido tiempo de adaptarse a las nuevas condiciones de sus ecosistemas. Tal vez, como en el
caso de las pesquerías costeras de Terranova durante el período que siguió a la fuerte
reducción del bacalao, un conjunto de especies de gran valor respondan a la disminución de
depredadores, de manera que se favorezca la supervivencia de la clase anual, y por
consiguiente una pesca muy lucrativa para quienes dispongan del equipo necesario. Por otra
parte, el cambio de una especie por otra en entornos tropicales puede provocar desastres,
como el que sufrió la almeja gigante Tridacna en el Pacífico centrooccidental debido a las
extracciones intensivas.
61

Figura 25 Aquí se muestran las regiones con los cambios estacionales más acusados, las
especies más adaptables y unos ecosistemas extraordinariamente productivos. Se
han sustraído de las temperaturas climatológicas a 30 metros de profundidad
durante el verano en el hemisferio norte (media de agosto) los valores medios de
febrero para cada recuadro de un grado. Las diferencias resultantes se indican
mediante una escala de colores. Puede observarse que en el hemisferio norte las
regiones de color entre rojo y naranja (es decir, el Atlántico y el Pacífico
noroccidentales y el Mediterráneo) presentan grandes diferencias estacionales. En
el hemisferio sur, el color entre morado oscuro y marrón (por ejemplo, litoral de
Argentina y Golfo de Guinea) indica fuertes diferencias estacionales. La
capacidad para hacer frente a la dinámica de los ecosistemas es lo que «define» a
los supervivientes locales: ésta es otra enseñanza que puede obtenerse de los
peces.

Al mismo tiempo, nos preocupa que nuestro efecto predominante en los ecosistemas
oceánicos y acuáticos en general sea que estamos poniendo a prueba, cada vez en mayor
medida, la capacidad de la Tierra para sustentar no sólo a los seres humanos, sino también a
otras muchas especies, debido a los daños que causamos a todas las especies y a todos los
ecosistemas, al destruir hábitats y eliminar opciones. Cabe suponer que, a pesar de las
actividades humanas, el sistema solar seguirá reflejando las largas y armoniosas interacciones
que han tenido lugar durante milenios, mucho ante de que apareciera la vida, y que
continuará haciéndolo mucho después de que las condiciones favorables y los entornos
propicios actuales hayan empeorado cada vez más, con las inevitables consecuencias que ello
entraña.

Es necesario que revisemos nuestros conceptos sobre lo que verdaderamente puede


controlarse, y que reconozcamos que los ecosistemas oceánicos comienzan en las montañas
más altas. La calidad de todas las aguas interiores y costeras está en la base del problema. No
se ha prestado la suficiente atención a la dinámica de las latitudes altas y los procesos
ecológicos conexos, porque a la mayoría de los seres humanos no nos gustan esos medios tan
extremos. Si esta situación cambiara, o si nuestros efectos en esas regiones se hicieran
mayores, es evidente que ello tendría consecuencias muy perjudiciales también para esos
ecosistemas, porque las especies que viven en ellos están realmente especializadas y son muy
sensibles a cambios de poca magnitud. Estas especies, como todas las demás, necesitan aún
más opciones que los seres humanos, que son los depredadores más adaptables que viven en
62

la Tierra. A este respecto, los servicios que presta la Tierra a la humanidad están
estrechamente vinculados al mantenimiento de todas las opciones abiertas a las numerosas
especies que forman parte de los numerosos ecosistemas dinámicos e interactivos, porque el
dilema es hacer frente a la dinámica natural o desaparecer: he aquí la enseñanza final de la
Naturaleza.

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ANEXO I

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Páginas y direcciones de Internet que contienen información pertinente sobre cuestiones


relacionadas con el clima y las pesquerías:

Se puede empezar por: http://sharpgary.org y explorar los diversos asuntos y enlaces.

Simposio de la American Fisheries Society sobre pesca y cambio climático. 2001.


http://www.fisheries.org/climate/climate_symposium.htm

La variabilidad solar y el cambio climático: panorama histórico, de T.S. Feldman


http://www.agu.org/history/sv/articles/ARTL.html

Antigua y Barbuda. 2000.


http://www.cpacc.org/antbar_pg.htm

Cuestiones relacionadas con el clima ártico, ensayo de N. Bond, J. Overland y N. Soriede.


2000.
http://www.arctic.noaa.gov/essay_bond.html

Programa sobre el cambio climático en el Atlántico


http://www.aoml.noaa.gov/phod/accp/

Causas básicas del cambio climático


http://www.geog.ouc.bc.ca/physgeog/contents/7y.html

Charles Perry, Departamento de Estudios Geológicos de los Estados Unidos


http://ks.water.usgs.gov/Kansas/climate/

El cambio climático y sus efectos en los recursos hídricos de los Estados Unidos:
http://www.pacinst.org/CCBib.html

El cambio climático y las poblaciones de salmón (véase la comunicación sobre sus


consecuencias más alarmantes). 1999.
http://www.fish.bc.ca/conferences/oct_1999/cover.html

La función de la convección en el clima mundial. Kininmonth y Sharp


http://sharpgary.org/UnConvectGCM.html

Formas de hacer frente al cambio climático: experiencias históricas. 2000. G.D. Sharp.
http://www.vision.net.au/~daly/sharp.htm

El descoloramiento de los corales, su mortalidad y el cambio climático mundial. Rafe


Pomerance. 1999.
http://www.state.gov/www/global/global_issues/coral_reefs/990305_coralreef_rpt.html

Hipótesis y mapa de David Welch sobre los peligros que amenazan al salmón
http://sts.gsc.nrcan.gc.ca/adaptation/sensitivities/map5.htm

Proyección del clima solar de Doug Hoyt


http://users.erols.com/dhoyt1/annex1.htm
http://users.erols.com/dhoyt1/bio.htm
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Estudio de Ed Mercurio sobre las funciones de las ondas cósmicas galácticas en el clima de la
Tierra
http://www.hartnell.cc.ca.us/faculty/mercurio/download.html

Demostración por Theodore Landscheidt de los pronósticos sobre El Niño/La Niña


http://sharpgary.org/landscheidt.html
http://www.vision.net.au/~daly/sun-enso/sun-enso.htm

Pesquerías y biología en el Océano Índico. J-L LeBlanc. 2001.


http://indianocean.free.fr/fish.htm

Pesquerías y cambio climático: la perspectiva danesa. 2000.


http://www.dmi.dk/f+u/publikation/dkc-publ/klimabog/CCR-chap-19.pdf

Centro de Oceanografía y Meteorología de la Marina de los Estados Unidos: datos


actualizados sobre los océanos
Véanse los vínculos del sistema OTIS sobre la situación prevaleciente en los océanos
http://www.fnoc.navy.mil/PUBLIC/

Advertencia de Fred Oliver sobre el enfriamiento mundial


http://www.vision.net.au/~daly/cooling.htm

Calculador de las tendencias de la temperatura mundial


http://www.co2science.org/temperatures/ghcn.htm>

Datos de la estación del proyecto GISP sobre la temperatura superficial mundiales


http://www.giss.nasa.gov/data/update/gistemp/station_data/

Documentos de conferenciantes invitados


http://www.vision.net.au/~daly/guests.htm

Efectos del cambio climático y de la pesca en la abundancia del salmón del Pacífico en los
últimos 300 años. B. Finney et al. Science, 27 de octubre de 2000.
http://www.uaf.edu/seagrant/NewsMedia/00news/10-20-00_Finney.html

Servicio Internacional de Estudio de la Rotación de la Tierra: índices de -LOD y velocidad de


rotación
http://www.iers.org/iers/

Examen por T. Kawasaki de los conocimientos sobre el clima y las pesquerías


http://www.icsu-scope.org/downloadpubs/scope27/chapter06.html

Repercusiones del cambio climático en la ordenación pesquera. Gunnar Knapp. 2001.


http://www.orst.edu/Dept/IIFET/2000/abstracts/knapp2.html

Servicio Internacional de Estudio de la Rotación de la Tierra


http://www.iers.org/

Estudio del IPCC sobre los efectos regionales de la pesca y otras actividades conexas. 2001.
http://www.grida.no/climate/ipcc/regional/299.htm
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Informe del IPCC, 1995. Capítulo 16, Cambio climático. Resumen sobre la pesca en 1995 –
John T. Everett, Estados Unidos
http://www.st.nmfs.gov/st2/climatec.htm

Datos del JISAO sobre el clima y los océanos


http://tao.atmos.washington.edu/science2.html

Entornos terrestres mundiales desde la última época interglacial, Jonathan Adams


http://www.esd.ornl.gov/projects/qen/nerc.html

En espera del efecto de invernadero, John Daly


http://www.vision.net.au/~daly/

Pesquerías del Océano Índico y oceanografía, Jean_Lu LeBlanc


http://indianocean.free.fr/

Imágenes del flujo de calor latente


http://www.icess.ucsb.edu/esrg/lh/latent_heat_flux.html

Tendencias climáticas a largo plazo y poblaciones de salmón. George Taylor. 1997.


http://www.ocs.orst.edu/reports/climate_fish.html

NAO: http://www.ldeo.columbia.edu/NAO/
http://www.cgd.ucar.edu/~jhurrell/PaperCopy/naobook.ch1.pdf

Pronósticos sobre la NAO


http:/www.john-daly.com/theodor/naonew.htm

Laboratorio de la NOAA para el Medio Ambiente de las Pesquerías del Pacífico: clima y
pesquerías marinas
http://www.pfel.noaa.gov/research/climatemarine

Bibliografía sobre clima oceánico y cambios de régimen


http://www.cqs.washington.edu/crisp/ocean/ocean.html

Pronósticos sobre el clima oceánico/ENSO


http://www.cqs.washington.edu/crisp/rel/ocean.html

Comunicaciones recientes de Pål Brekke sobre la NASA/SOHO y las influencias solares, con
imágenes
http://zeus.nascom.nasa.gov/~pbrekke/presentations/talks.html
http://folk.uio.no/paalb/research.html

Calculador oceánico de la Fundación Pangloss


http://www.dnai.com/~patwilde/ocean.html

PDO: http://www.jisao.washington.edu/pdo
80

Bibliografía seleccionada
http://www.pfel.noaa.gov/research/climatemarine/cmfpublications/cmfpublications.html#BIBLIO

Artículo de Sherwood y Kieth Idso en la revista CO2 Science


http://www.co2science.org/

Observaciones de Doug Hoyt sobre las influencias solares


http://users.erols.com/dhoyt1

Vínculos sobre pesquerías oceánicas de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico


http://www.spc.org.nc/coastfish/links.html

Bruscas transiciones climáticas durante la Era Cuaternaria. Avances en geografía física.


Jonathan Adams, Mark Maslin, Ellen Thomas. 1999.
http://www.esd.ornl.gov/projects/qen/transit.html

Datos climáticos sobre las láminas de hielo de la Bóveda de Taylor


http://depts.washington.edu/isolab/taylor

El gran viraje climático. William Calvin. 1998.


http://faculty.washington.edu/wcalvin/1990s/1998AtlanticClimate.htm

El Pleistoceno y los orígenes de la cultura humana.


Peter J. Richrason y Robert Boyd. 1998.
http://www.des.ucdavis.edu/faculty/Richerson/Speed.htm

Atlas de los Océanos de las Naciones Unidas


http://www.oceansatlas.org/index.jsp

Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: carpeta informativa
http://www.unfccc.de/resource/iuckit/fact10.html

Interpretación y predicción de los efectos del cambio climático mundial en la flora y fauna de
los ecosistemas de manglares de Florida. Departamento de Estudios Geológicos de los
Estados Unidos. 2000.
http://www.nrel.colostate.edu/brd_global_change/proj_29_florida_mangroves.html

Taller sobre el cambio climático y los Grandes Lagos: ¿cuáles son los posibles efectos y qué
se puede hacer? Organismo para la Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos.
2001.
http://www.epa.gov/glnpo/climate/workshops.html
81

ANEXO II

GLOSARIO

Altura de la superficie del mar: Distancia de la superficie del mar con respecto a la elipsoide
de referencia. Se calcula a partir del intervalo del altímetro y de la altitud del satélite con
respecto al elipsoide de referencia. Con arreglo a esta definición, la forma no esférica de la
Tierra se representa como un elipsoide de revolución con un radio ecuatorial de 6378,1363
kilómetros y un coeficiente de aplanamiento de 1/298,257. Asimismo, la altura de la
superficie del mar varía por encima o por debajo del geoide. Esta altura suele expresarse
como una anomalía o desviación de la superficie del mar, que representa la diferencia entre
la altura de la superficie del mar en el momento de la medición y la altura media de la
superficie en esa región y época del año.
Altura del nivel del mar: Altura real del nivel del mar, obtenida mediante mediciones, en
comparación con un patrón de referencia. Véase anomalía del nivel del mar, elipsoide de
referencia, geoide.
Anomalía del nivel del mar: Diferencia entre la altura real del nivel del mar, obtenida
mediante mediciones, y un nivel medio basado en una referencia matemática. Véase
barómetro inverso, elipsoide de referencia, geoide.
Calmas ecuatoriales: Zona de bajas presiones, centrada en el Ecuador, que se caracteriza por
vientos ligeros y variables, corrientes de aire ascendentes y fuertes lluvias.
Ciclón: Zona estrecha de bajas presiones, con circulación en sentido antihorario en el
hemisferio norte y horario en el hemisferio sur.
Ciclos de Milankovitch: El primero de los tres ciclos de Milankovitch es la excentricidad de la
Tierra. La excentricidad es simplemente la forma de la órbita de traslación de la Tierra
alrededor del sol, que fluctúa constantemente entre un 0 y un 5 por ciento de su elipticidad a
lo largo de un ciclo que dura unos 100 000 años;
- El segundo es la inclinación del eje de la Tierra en relación con el plano de su órbita. Esa
inclinación varía entre 21,5 y 24,5 grados, con una periodicidad de 41 000 años;
- El tercero de los ciclos de Milankovitch es la precesión o lento bamboleo de la Tierra
mientras gira alrededor de su eje. Este bamboleo puede compararse al de una peonza que se
mueve de un lado a otro cuando comienza a girar. La precesión de la Tierra hace que el eje
de ésta deje de apuntar a la estrella Polar para orientarse hacia la estrella Vega. Cuando se
produzca este cambio de orientación, Vega tendrá que ser considerada la estrella Polar. Esta
precesión tiene una periodicidad de 23 000 años.
Clima continental: Clima propio del interior de grandes masas de tierra, que se caracteriza por
grandes intervalos de temperatura anuales, diarios o entre el día y la noche, una humedad
relativa baja y unas lluvias de moderadas a bajas e irregulares. Las temperaturas extremas
anuales se producen después de los solsticios. (Véase Clima marítimo).
Clima marítimo: Clima propio de las islas oceánicas o las regiones costeras de los continentes,
que se caracteriza por pequeños intervalos de temperatura anuales, diarios o entre el día y la
noche, una humedad relativa alta y lluvias regulares. Las temperaturas extremas anuales
aparecen rezagadas con respecto a los solsticios. (Véase Clima continental).
82

Clima mediterráneo: Clima propio de latitudes medias, que se registra en las costas
occidentales de los continentes y se caracteriza por inviernos suaves y lluviosos y veranos
secos.
Clima templado: Clima propio de las regiones de latitudes medias, caracterizado por veranos
calurosos e inviernos fríos.
Condensación: Cambio del vapor de agua a estado líquido. Para que el vapor de agua se
condense, el aire debe haber llegado a la saturación, o a un punto cercano a ésta, en
presencia de núcleos de condensación.
Condiciones meteorológicas: Estado a corto plazo de la atmósfera en un lugar específico con
respecto a la temperatura, humedad, velocidad y dirección del viento, claridad y nubosidad.
Dispersómetro: Sensor (radar) de microondas que explora la superficie de la Tierra desde una
aeronave o un satélite y mide el coeficiente de dispersión o reflexión de los impulsos de
retorno para determinar la rugosidad de la superficie y deducir la velocidad y dirección del
viento.
El Niño/Oscilación Austral (ENSO): Oscilación interanual en la presión al nivel del mar
tropical entre los hemisferios oriental y occidental. Durante el fenómeno de El Niño, se
desarrollan unas presiones atmosféricas al nivel del mar extraordinariamente altas en las
regiones tropicales occidentales de los océanos Pacífico e Índico, y unas presiones
extraordinariamente bajas al nivel del mar en las regiones tropicales del Pacífico
sudoriental. Las tendencias a unas presiones extraordinariamente bajas al oeste de la línea
de cambio de fecha y a unas presiones altas al este de esa línea han sido relacionadas con
períodos de temperaturas de la superficie del mar anormalmente frías en el Pacífico
ecuatorial, denominados en ocasiones La Niña.
Estación oceánica: Cambio estacional de la altura del nivel del mar causado por un cambio en
el contenido de calor y los vientos dominantes.
Fuerza de Coriolis: Desviación de objetos en movimiento (corrientes de aire y agua), causada
por la rotación de la Tierra (hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en
el hemisferio sur), que es importante en la formación de anticiclones, ciclones, giros y
remolinos.
Geoide: Figura de referencia de la Tierra, considerada como la superficie que coincide con el
nivel del mar, incluidos los efectos gravitacionales locales y prescindiendo de las
características topográficas, extendida a toda la superficie de la Tierra.
Índice de circulación atmosférica (ACI): Medida de la transferencia (hemisférica) en gran
escala de masas de aire, que puede clasificarse en tres grupos principales en función de la
dirección predominante en que son transportadas dichas masas: «meridional» (C),
«occidental» (W) y «oriental» (E). De conformidad con sus nombres, el grupo (C) indica el
transporte predominante de aire de norte a sur y viceversa, mientras que los grupos (W) y
(E) indican el transporte predominante de aire de oeste a este y de este a oeste. El índice de
circulación atmosférica fue propuesto por Vangeneim (1940) y Girs [1971] para
caracterizar procesos atmosféricos a escala hemisférica (mundial).
Índice de oscilación austral: Fluctuación interanual de la presión al nivel del mar tropical
entre Darwin (Australia) y Tahití, cuya historia se describe detalladamente en Allan et al.
1996. Unos valores positivos indican patrones diferentes de El Niño, mientras que unos
valores negativos indican episodios cálidos próximos o en curso.
Marea oceánica: Efecto de la gravedad lunar y solar sobre las aguas mesooceánicas.
83

Núcleo de condensación: Partícula, líquida o sólida, como por ejemplo polvo, sal, gota de
agua, etc., sobre la que empieza a condensarse el vapor de agua en el aire.
Onda de Rossby: Onda oceánica de poca amplitud (de 10 a 20 centímetros) y gran anchura
(centenares de kilómetros) que se mueve con extraordinaria lentitud hacia el oeste,
atravesando el pacífico a lo largo de varios decenios.
Oscilación decenal del Pacífico (PDO): Fluctuación a largo plazo (de 20 a 30 años) de la
altura de la superficie del mar a lo largo de las costas orientales u occidentales del Océano
Pacífico.
Oscilación del Atlántico Norte (NAO): El índice NAO suele definirse como la diferencia de
presión al nivel del mar entre dos estaciones situadas cerca de los «centros de acción» de
Islandia y las Azores. La estación elegida en el norte es invariablemente Stykkisholmur
(Islandia), mientras que en el sur se recurre a Ponta Delgada (Azores), Lisboa (Portugal) o
Gibraltar. La NAO tiene notables efectos sobre las condiciones meteorológicas y el clima
en el Atlántico norte y los continentes que lo rodean, y es un factor exógeno dominante en
muchos sistemas ecológicos.
Radiación infrarroja: Radiación electromagnética con longitudes de onda comprendidas
entre 0,75 y 1 000 µm que ocupa parte del espectro electromagnético, con una frecuencia
menor que la de la luz visible y mayor que la de la mayoría de las ondas de radio, aunque
a veces se superponen. «Infrarrojo» significa «por debajo del rojo», es decir, más allá del
extremo rojo o frecuencia menor (longitud de onda más larga) del espectro visible. La
radiación infrarroja es una radiación térmica.
Seasat: Misión orbital, proyectada por los Laboratorios de Retropropulsión JPL e iniciada en
1978, para probar en vuelo cinco instrumentos (un radar de apertura sintética, un altímetro
de radar, un dispersómetro, un radiómetro de microondas multicanal de exploración y un
radiómetro de barrido en la región visible e infrarroja) y estudiar la superficie del océano.
Subsidencia: Movimiento descendente del aire, normalmente en una vasta zona, acompañado
de un incremento de la presión atmosférica y de un aumento de la temperatura.
TOPEX/Poseidon: Misión orbital franco-estadounidense, iniciada en 1992 para vigilar los
cambios en la altura del nivel del mar con altímetros de radar.
Topografía: Configuración general de una superficie, incluidos su relieve y la posición relativa
de sus rasgos característicos.
Vapor de agua: Agua en fase gaseosa.
Vector de la velocidad geostrófica: Las corrientes oceánicas están en función del forzamiento
del viento, la rotación de la Tierra, la fuerza de las mareas y el movimiento de las aguas de
las zonas con una presión más alta a las zonas con una presión más baja. El componente de
las corrientes originado por ese movimiento de las aguas se conoce como vector de la
velocidad geostrófica. En algunas regiones, el principal componente de las corrientes es de
carácter geostrófico.
Zona de convergencia intertropical (ZCIT): Banda muy densa de tormentas eléctricas que
rodea el globo terráqueo en los trópicos cuando los vientos alisios de ambos hemisferios
convergen en el ecuador.
Zona templada: Zona climática de latitudes medias que se extiende desde el trópico de Cáncer
al círculo polar ártico y del trópico de Capricornio al círculo polar antártico, caracterizada
por veranos calurosos e inviernos fríos.
84

Zona tropical: Zona climática de latitudes bajas, centrada en el ecuador, que se extiende entre
los trópicos de Cáncer y Capricornio y se caracteriza por unas condiciones meteorológicas
calurosas durante todo el año.
36

3. RESPUESTAS ECOLÓGICAS REGIONALES AL CAMBIO CLIMÁTICO

La productividad primaria regional de los océanos se mide por el crecimiento y la


reproducción de algas y otras plantas (véanse los análisis de Smith 1978; Ursin 1982; Pauly y
Tsukayama 1987, Pauly et al 1989; Longhurst 1995; Longhurst et al. 1995; Polovina, Mitchum
y Evans 1995; Ware 1995; Sharp, Klyashtorin y Goodridge 2001a,b; 2002). Como sucede en
los huertos, el crecimiento es el resultado de una compleja combinación de alimentos
disponibles, luz y temperatura. El océano, y por consiguiente las plantas que crecen en él,
responden a las condiciones meteorológicas locales, como la velocidad del viento, la nubosidad
y la luz solar incidente. La producción primaria es sólo la primera de las varias etapas por las
que pasa la transformación de los nutrientes y el dióxido de carbono en los elementos
constitutivos de células vivas.

Para facilitar la comprensión de la dinámica a escala ecológica y regional, seguiremos


centrándonos en el COADS, destacando los períodos en que la transición es más evidente en
los datos disponibles, por ejemplo sobre las pesquerías de sardina del Pacífico o del África
noroccidental. La velocidad del viento está directamente relacionada con la energía térmica
(temperatura) y con la dinámica del ciclo hidrológico mundial que se deriva de ella. Existen
muchas mediciones indirectas de la situación climática en las diversas regiones. Describiremos
algunos análisis basados en diferentes índices relativos a la atmósfera y el viento. Entre los
resultados de la dinámica clima-océano-atmósfera-biosfera cabe citar los cambios observados
en la velocidad de rotación de la Tierra o longitud negativa del día (-LOD). El examen que se
ofrece a continuación tiene por objeto promover el conocimiento general de estos procesos
jerarquizados, de sus mediciones indirectas y de las diversas escalas temporales y espaciales
que es necesario considerar para adoptar las decisiones más acertadas.

3.1 Cambios de productividad a largo plazo

Los estudiosos de la pesca del siglo XX han ofrecido abundantes ejemplos y


documentación que demuestran que la dinámica de las pesquerías incluye muchos otros
factores además de los peces y los pescadores (véanse los análisis de Hjort (1914, 1926),
Revelle (nota de 1947 sobre John Isaacs, citada in Scheiber 1990), Bakun et al. (1982), Bakun
(1996), Sharp y Csirke (1983), Csirke y Sharp (1983), Glantz (1992), Sharp (1997), Boehlert y
Schumacher (1997), entre muchos otros). La tesis de todos ellos es que los océanos, y por
consiguiente las pesquerías, están relacionados con procesos dinámicos y fuerzas remotas a una
escala más amplia. Estas fuerzas y procesos combinados tienden a descender de nivel hasta que
alcanzan la importantísima escala local en la que tienen lugar los procesos fundamentales del
ciclo biológico de los peces. Para responder a las preguntas relacionadas con las pesquerías, se
han realizado mediciones locales y regionales bastante directas de una variedad de factores
tales como la velocidad del viento, las corrientes ascendentes y descendentes, la producción
primaria y las interacciones entre especies. Esta disciplina se ha desarrollado lentamente y con
total independencia de la limnología. Está basada en estudios de laboratorio y de campo sobre
las primeras fases de la historia de los peces marinos (véase la reseña en Sharp 1981a, 2000).
La ecología de los sistemas ha llegado finalmente al ámbito pragmático de la ordenación
pesquera.

Casi todas las especies oceánicas prosperan cuando la temperatura se sitúa en la parte
intermedia de su intervalo de tolerancias (véase la Figura 14, en la que los ecoestratos más
comunes se representan mediante diferentes colores). Para casi todas las especies locales, el
37

estrés térmico aumenta a medida que se alcanzan o superan las temperaturas extremas de frío o
calor (Sharp 1998). La producción primaria está impulsada por los procesos estacionales,
modulados por el viento y el nivel de luz, y a menudo es más activa en los puntos de contacto
de esos «compartimentos». Las especies con tolerancias más amplias suelen tener
características fisiológicas y anatómicas peculiares y la evolución de muchas de ellas les ha
llevado a alcanzar grandes dimensiones en la edad adulta y a realizar grandes migraciones.
Realmente no se puede generalizar en cuanto al lugar de la cadena alimentaria en que hay más
probabilidades de encontrar esas especies, ya que la mayoría de los peces comienzan siendo de
pequeño tamaño y ocupando los niveles más bajos de la cadena trófica, y van ascendiendo
progresivamente en ésta. Otros, como los misticetos o ballenas de barbas, los tiburones ballena
y las mantas rayas, nunca superan la necesidad de filtrar los organismos planctónicos que
constituyen su alimento. Estas especies prosperan dentro de unos límites, aunque las tortugas
marinas se alimentan sobre todo de medusas que contienen un 90 por ciento de agua, lo que
parece imposible.

Figura 14 Aquí se ofrecen proyecciones estacionales para las zonas climáticas de los océanos
de todo el mundo en mayo y noviembre, meses en que las señales estacionales son
más marcadas. Las zonas de transición entre las temperaturas climatológicas a 30
metros de profundidad, es decir, donde los gradientes térmicos son más
pronunciados, forman los compartimentos naturales de las ecotemperaturas o
ecotomos. Los límites de las temperaturas dentro de los cuales han evolucionado
los diversos ecosistemas oceánicos son >26 ºC; 23 ºC; 20 ºC; 14 ºC; 9 ºC; 5 ºC; y
2 ºC. A 90 metros de profundidad, las limitaciones de la producción primaria
relacionadas con la luz y la temperatura son mayores que las que impone la
temperatura de la superficie del mar por sí sola. La productividad estacional general
de cada ecotomo responde a unas interacciones dinámicas de orden físico y
ecológico.

La cadena de predadores-presas, conocida como cadena alimentaria, comienza después


de estas transformaciones químicas iniciales inducidas por la luz, y transmite energía y materia
a lo largo de la pirámide trófica, y desde ésta al ecosistema más amplio. En todos los
38

ecosistemas acuáticos, la producción primaria es estacional, ya que los vientos, los niveles de
luz y los nutrientes necesarios varían con el tiempo en función de las condiciones
meteorológicas y el clima. Aquí encontramos las primera conexiones con la variabilidad
biológica. Los resultados de los estudios sobre los paleoclimas, los paleosedimentos y el clima
indican claramente que el cambio climático y las respuestas ecológicas de los océanos siguen
unos patrones mundiales. Por ejemplo, estudios de sedimentos anóxicos no alterados,
procedentes de la cuenca de Santa Bárbara, frente a las costas de Los Ángeles, proporcionaron
una secuencia dinámica de los cambios en la abundancia de sardinas, anchoas y otros peces
durante cerca de dos mil años (véanse Soutar e Isaacs 1974, Baumgartner et al. 1989, Sharp
1992b) que obviamente no estuvieron inducidos por las respectivas pesquerías, ya que ninguna
de ellas existía antes de finales del siglo XIX.

Como la mayoría de los datos procedentes de mediciones instrumentales abarca desde


1950 o una fecha posterior hasta el presente, es fácil que los análisis y gráficos realizados para
presentar las tendencias observadas en estas series breves muy a menudo estén fuera de
contexto o induzcan a error en cuanto a los patrones climáticos futuros. La clave para
comprender las relaciones entre las observaciones realizadas a una escala temporal muy amplia
y los conjuntos de datos relativos a períodos más breves utilizados por los entusiastas del
calentamiento mundial consiste en comparar la variabilidad relativa de las secuencias más
largas y más cortas, tomando como base una escala uniforme. Es importante tener presente que
el período de los últimos 50 años, para el que existen numerosos datos climáticos, se
caracteriza por su falta de dinámica y su poca variación en comparación con los datos relativos
a un siglo o a un período más largo. A pesar de los cambios en el balance energético de la
Tierra a más largo plazo los patrones climáticos estacionales parecen ser bastante estables, si
bien hay pruebas evidentes de que éstos pueden cambiar de un extremo a otro en un período
muy corto (es decir, algunos decenios: véanse Shen et al. 1992; Southward, Butler y
Pennycuick 1975; Southward, Balch y Mattock 1988; Allen y Anderson 1993). Estas
variaciones son los denominados cambios climáticos. El clima es el patrón estacional medio
previsible a largo plazo, mientras que las condiciones meteorológicas son los fenómenos
estacionales más variables que pueden observarse. Los continuos fracasos de los modelos de
ordenación de los recursos se han producido por no haber tenido en cuenta estas dinámicas y
los contextos de sus pesquerías (por ejemplo, los de Gulland 1983 y Hilborn y Walters 1992,
examinados en Sharp 2000).

3.2 Comportamiento de determinados ecosistemas oceánicos

1. Los sistemas tropicales constituyen uno de los mejores ejemplos de beneficiarios


generales de la intensificación de los procesos o cambios climáticos, porque sus límites se
expanden o se contraen en función de éstos, pero las zonas interiores cercanas al ecuador sufren
pocas variaciones que constituyan una amenaza para una determinada dinámica ecológica. Los
enormes sistemas de arrecifes y plataformas tropicales se definen mucho mejor por su
capacidad de hacer frente a cambios rápidos. Conviene recordar que incluso el sistema de la
Gran Barrera de Arrecifes es un fenómeno relativamente reciente del calentamiento mundial
que se ha producido desde la última epoca glacial, hace sólo 18 000 años. La subida del nivel
del mar en unos 130 metros no ha sido un obstáculo, sino que más bien ha creado un nuevo
substrato que ha permitido a este gran sistema ampliar su variedad ecológica.

a) Las islas y los montes submarinos con actividad volcánica presentan unas turbulencias
denominadas columnas de Taylor que proporcionan a las especies oceánicas regionales una
combinación de columnas de agua y nutrientes que, a su vez, crea las condiciones para una
39

producción constante o en ocasiones estacional. Dentro de estas columnas y en torno a ellas hay
una asombrosa cantidad de especies que interactúan y proliferan. Según su ubicación y su zona
climática, los arrecifes dan cobijo a un número increíble de especies; algunos de los mayores
organismos sésiles, como la almeja gigante Tridacna, alcanzan enormes dimensiones y son muy
longevos, mientras que otros viven menos tiempo y tienen una existencia más agitada, porque
deben luchar por avanzar en la jerarquía de tamaños y abandonar un nicho o «refugio» para
pasar al siguiente, a medida que quedan expuestos a la depredación de arriba abajo (Polovina
1984a,b).

b) Las especies oceánicas migratorias, como las lampugas y escómbridos, tienen también
una tasa de crecimiento asombrosa y un apetito voraz que les mantiene en movimiento continuo
a lo largo de su vida, buscando presas cada vez mayores (Abbes y Bard 1999, Bertrand y Josse
1999). Las corrientes, los vientos estacionales y las tormentas ocasionales afectan sin duda al
reclutamiento local de la mayoría de los peces de islas y arrecifes, pero casi todas las especies
tienden a quedarse donde están cuando llegan a la edad adulta. Los ejemplares jóvenes, que
viven en la superficie o cerca de ésta, donde se mueven al compás de los vientos, son
transportados desde el hábitat en que se criaron para acabar siendo devorados o encontrando un
«hueco» que rellenar. Es probable que las tasas de mortalidad de todas las especies que viven
en los arrecifes sean extraordinariamente altas. Pero tal vez sea preferible plantear así el
problema: las tasas de supervivencia son irregulares y, en el mejor de los casos, muy bajas.

Figura 15 Las trombas de agua y los estratocúmulos se caracterizan por células de convección
profunda muy activas procedentes de la superficie del océano. La energía de éste,
en forma de vapor de agua, se transfiere a la atmósfera, desde donde es transportada
hacia abajo y hacia los polos.

c) La convección profunda (Figura 15) que se observa en los océanos ecuatoriales cálidos
y en la zona de convergencia intertropical (ZCIT) difiere, desde el punto de vista conceptual,
del forzamiento provocado por el viento de superficie que induce la pérdida de calor,
predominantemente por evaporación, en latitudes más altas, y los posteriores cambios de
energía en las capas superiores del océano. La nubosidad es la principal fuerza motriz de la
retención de calor en las latitudes más altas, mientras que en las zonas cercanas al ecuador
40

predominan la dinámica de las capas marinas, la capacidad superior de evaporación del agua y
una inversión nocturna y un secuestro de la carga de calor del océano tropical bastante rápidos
(especialmente cuando las temperaturas de la superficie del mar son superiores a 27,5 ºC). Esto
significa que, bajo la capa de nubes nocturna, aumenta la profundidad del océano tropical y
crece su hábitat. Los depredadores de los océanos tropicales, como los atunes, las agujas y los
mamíferos marinos, sacan diversas ventajas de las zonas de transición sumamente móviles en
las que los gradientes de temperatura establecen los límites de los ecotomos. Esos gradientes
inducen a su vez concentraciones de nutrientes, un aumento de la producción primaria y de las
especies planctónicas, y agregaciones de depredadores, grandes y pequeños. También generan
diferencias en la presión superficial y por consiguiente en los vientos que afectan a la
convergencia y la divergencia, que son ambas fuerzas importantes en la interacción ecológica,
y a la producción y vulnerabilidad de las pesquerías.

Durante los episodios cálidos del ENSO, la ZCIT se orienta hacia el ecuador, es decir,
dura más en el sur de América central y el norte de África, y provoca grandes cambios en los
patrones hidrológicos y en el régimen de precipitaciones en tierra, así como variaciones en la
ubicación estacional de las características oceánicas. Esta dinámica de las condiciones
meteorológicas ofrece un conjunto de nuevas oportunidades. Fenómenos climáticos como los
episodios cálido y frío del ENSO promueven diferentes niveles de productividad. Los episodios
cálidos y la escorrentía de agua dulce originan a menudo espectaculares proliferaciones de
algas que en ocasiones provocan anoxia o efectos tóxicos y una mortandad posterior de peces
como resultado de la cual hay una rápida transmisión de energía a las formas tróficas inferiores.
Esto da lugar, en cierta medida, a una reutilización dirigida de los nutrientes que no pasa por la
ruta de la depredación de arriba abajo. Las islas donde hay guano son especialmente
importantes para la producción local. Los invertebrados bénticos e insulares pueden
beneficiarse en ellas de aumentos esporádicos de los recursos alimentarios que les ayudan a
alcanzar un volumen de población alto gracias a una mayor reproducción y a una dispersión
excepcional relacionada con las corrientes. Las corrientes irregulares pueden favorecer el
establecimiento en hábitat dispersos o depauperados de colonias que tal vez no atraigan lo
suficientemente a los depredadores para alejarlos de zonas costeras e insulares más densamente
pobladas, permitiendo de ese modo una futura repoblación a pesar de la anoxia, las toxinas o la
proliferación de depredadores.

2A. Ecosistemas subtropicales de transición. Se trata de sistemas de pesquerías bien


documentados. La brusca disminución de la sardina de California en el período de 1940–50, y
más tarde de la anchoveta peruana a comienzos del decenio de 1970 dieron lugar a una
intensificación de los estudios sobre las corrientes del margen oriental (véanse las reseñas de
Schwartzlose et al. 1999, Sharp 2000). A lo largo de este siglo, las enseñanzas de los estudios
sobre las pesquerías regionales se extrapolaron a todo el mundo y se aplicaron por analogía a
muchas especies tanto costeras como de alta mar. La fuerte reducción del bacalao y otras
importantes pesquerías en el Atlántico noroccidental en el decenio de 1980 provocaron un
nuevo cambio de orientación, cuando el público acabó por comprender que la ordenación de los
recursos vivos requiere algo más que unos buenos conocimientos científicos. La formulación
de políticas es al menos tan importante como las estadísticas sobre capturas o unos métodos de
estudio de las pesquerías mal concebidos. Unos programas excesivamente ambiciosos de
desarrollo de la flota parecen ser el denominador común de las crisis actuales, al haber
impulsado los gobiernos de los países y los programas de ayuda exterior un aumento de las
capturas a pesar de las evidentes señales biológicas y económicas de que se han alcanzado o
superado los límites.
41

a) Las corrientes de California y Humboldt comparten una variedad asombrosa de especies


y una periodicidad cíclica de su distribución y abundancia, pero se diferencian enormemente
en su producción potencial. Durante el período de 1930–40, las capturas máximas de sardina
en aguas de California variaron entre 500 000 y 700 000 toneladas al año, mientras que las de
anchoa alcanzaron su volumen máximo a comienzos del decenio de 1980 con unas 300 000
toneladas. El nivel de la pesquería de sardinas de California se mantuvo bajo, mientras que la
del Golfo de California empezó a crecer hacia 1980 y alcanzó su punto culminante, con algo
más de 250 000 toneladas, en 1988, aunque en 1996–97 aumentó de nuevo a unas 200 000
toneladas. Las capturas de sardinas realizadas desde 1960 por las flotas de la Isla Cedros y de la
Bahía Magdalena en las costas occidentales de la Baja California han ascendido a un total de
10 000 a 35 000 toneladas. El total de las capturas de sardinas de California, que ahora se
extienden desde la Baja California hasta la Columbia Británica, se han estabilizado en unas
360 000 toneladas.

b) En las tres regiones productoras de sardinas y anchoas situadas frente a las costas del
norte del Perú, del sur del Perú y el norte de Chile y del centro de Chile, a comienzos de 1970
las capturas alcanzaron un volumen máximo de 12 millones de toneladas de anchoas
(procedentes en su mayor parte del norte del Perú), pero a partir de entonces descendieron
considerablemente. Los desembarques de sardinas sudamericanas, que eran casi nulos,
empezaron a aumentar hacia 1976 y legaron a su punto culminante hacia 1976, después de que
esta especie hubiera colonizado de nuevo las tres regiones, hasta alcanzar los 12 millones de
toneladas en 1984–85. Actualmente las capturas ascienden en total a algo más de 400 000
toneladas. Mientras tanto, los desembarques de anchoveta sudamericana han sido de unos 8
millones de toneladas al año, salvo en 1988, en que un fenómeno de El Niño muy acusado hizo
que los desembarques descendieran a menos de 1,7 millones de toneladas.

c) El jurel, que coexiste en la región costera con estas otras dos especies pelágicas, de las
que se alimenta, parece haber experimentado un auge similar en un período ligeramente más
amplio. Esta especie se extiende desde las zonas de alimentación del litoral, junto a la zona de
convergencia del viento del oeste procedente del centro de Chile, hasta Nueva Zelandia y el
mar de Tasmania. Las primeras muestras de museo están fechadas en Nueva Zelandia en 1946.
La proliferación más reciente, seguida de una ampliación de su distribución geográfica y más
tarde de una fuerte reducción, tuvo lugar desde mediados del decenio de 1980 hasta 1995, año
en que se notificaron unas capturas de cerca de 5 millones de toneladas.

d) Las pesquerías de Sudáfrica y Namibia muestran patrones de proliferación y brusca


disminución similares a las del Japón y Sudamérica, con dos centros de producción primaria
situados uno en la región del Cabo y el otro al norte de la Bahía de Walvis. Ambas son regiones
con una fuerte corriente ascendente costera, aunque la región del Cabo está más directamente
sometida a la influencia de la dinámica del ENSO del Océano Índico. El transporte directo
hacia el sur de agua cálida de las capas superficiales desde Indonesia a Sudáfrica, como
consecuencia de los episodios cálidos del ENSO, da lugar a períodos prolongados de
calentamiento y enfriamiento de las aguas litorales que crean oportunidades muy diferentes
para las dos especies pelágicas dominantes y sus depredadores.

e) Fréon (1984) y Belvèze y Erzini (1983) estudiaron las relaciones entre las corrientes
ascendentes (velocidad y dirección del viento) y los cambios en las capturas de sardinas en las
aguas del África occidental durante el mismo período examinado por Gray y Scheaffer (1991)
en la Figura 16, y describieron la relación entre los procesos de transición de 1969–1971 y las
variaciones en la producción de las pesquerías de la región. Esos resultados, al igual que los de
42

otros sistemas de corrientes del margen oriental, no sorprenderían actualmente a nadie. De


hecho, casi todas las demás pesquerías experimentan variaciones similares en su régimen, como
veremos más adelante.

Figura 16 Esta figura da una


idea de las variaciones
observadas a finales del decenio
de 1960 en el clima regional del
Sahel, al este del sistema de
pesquerías de la corriente
ascendente del litoral de
Marruecos, sobre la base de
estudios de Gray y Scheaffer
(1991).

2B. Márgenes occidentales – Las corrientes del Golfo, del Brasil y de Kuroshivo tienen
muy poco en común, ya sea en cuanto a la variedad de especies o a los niveles de
productividad. Las costas de la Bahía del Atlántico Sur y del Golfo de México proporcionan a
Norteamérica una de sus mayores pesquerías de lacha. Las diversas especies depredadoras
(atunes, agujas, lubinas estriadas, etc.) que constituyen el grueso de las pesquerías de la región
son estacionales, y responden a los ciclos anuales de producción inducidos por las corrientes
ascendentes del litoral. La corriente del Brasil está muy cercana a la costa, lo que ocasiona un
ambiente mucho más cálido y tropical al ser la influencia del agua dulce que vierten el
Amazonas y otros ríos mucho mayor que la observada en las otras dos regiones. La sardinela
del Brasil es la única especie equivalente; sus capturas, que son mucho menos variables,
tienden a oscilar entre 100 000 y 200 000 toneladas al año.

a) El Pacífico noroccidental linda con la denominada «piscina caliente» y responde a esa


dinámica, mientras que el mar del Japón está también directamente influenciado por la
corriente fría de Oyashu , que proviene de la región polar y tiene su propio ritmo a escala
decenal. El ciclo de la sardina, que ha sido bien descrito, muestra el mismo patrón que la
anchoa en lo que concierne a la abundancia regional. La sardina parece beneficiarse de una
influencia del sur más firme, que hace que las temperaturas se eleven en el mar del Japón y a lo
largo de las costas orientales de Corea y el Japón, mientras que las anchoas y el arenque de
Hokaido parecen prosperar con una mayor influencia del norte, cuando la corriente de Oyashu
es más fuerte y Hohaido y el mar del Jaón están sujetos a la afluencia de aguas más frías
procedentes del norte. En 1998 los desembarques de anchoa japonesa ascendieron a más de
2 millones de toneladas, en comparación con el millón de toneladas capturadas por las flotas de
China y Taiwán. Los desembarques de sardina japonesa alcanzaron su punto culminante a
finales del decenio de 1980 con unos 5,5 millones de toneladas, y descendieron constantemente
a partir de entonces hasta situarse en torno a 300 000–500 000 toneladas en los últimos años
(véase la Figura 7).
43

b) Como se ha señalado, la dinámica del mar de Arabia–Somalia depende directamente


del monzón, al igual que las diversas pesquerías existentes en esta región extremadamente
estacional y productiva. La sardinela abunda en la región, pero sus pesquerías son
insignificantes, y las que existen son estacionales, ya que les afecta la anoxia literal debida al
excesivo desarrollo de las algas bajo la influencia de los vientos monzónicos. La sardinela se ve
abocada a entrar en los estuarios, a emigrar a lugares más propicios o a morir. Sus depredadores
se enfrentan con situaciones similares, a las que son incluso más sensibles, por lo que sus
migraciones reflejan la dinámica estacional de la región; abandonan las regiones costeras
afectadas en busca de condiciones oceánicas más favorables, lo que crea recursos abundantes
para las numerosas comunidades insulares de la región.

3. Zonas templadas y giros oceánicos – Los ecosistemas oceánicos subpolares parecen


responder perfectamente a todas las etapas y fases del forzamiento climático. El mar del Norte
es otro hábitat excepcional, del que la mayoría de las especies que lo ocupan actualmente
estuvieron excluidas durante miles de años en la última época glacial. La recolonización y el
desarrollo, en ese entorno relativamente llano, de las numerosas especies que han pasado a ser
los recursos pesqueros básicos para la alimentación de muchos y muy diversos grupos
culturales constituyen un proceso sumamente interesante. También en este caso, las especies
que constituyen los principales recursos pesqueros parecen estar especialmente adaptadas para
beneficiarse de los cambios climáticos a corto plazo. Este hecho resulta también muy revelador.

a) Las pesquerías del Atlántico nororiental y del mar del Norte fueron el punto del que
partieron las primeras investigaciones en su largo viaje hacia la comprensión de las relaciones
entre el clima y las pesquerías. Southward, Butler y Pennycuick (1975) describieron las
variaciones observadas en el Canal de la Mancha en la cantidad de huevos de sardina y
plancton, es decir en la parte más cercana a la base de la cadena alimentaria, variaciones que
están sincronizadas con lo que se ha denominado el «ciclo de Russell» (véase Russell 1973 –
Figura 17 de la próxima sección). Cushing y Dickson (1976) examinaron el estado de los
conocimientos sobre la respuesta de las pesquerías del Atlántico Norte a las fuerzas climáticas,
y llegaron a diversas conclusiones. Por ejemplo, reconocieron que las diferentes regiones
estaban «conectadas» por los procesos atmosféricos y que existían diversos «estados» que
variaban con arreglo a diferentes escalas temporales.

b) Cushing (1982) se valió del creciente número de recopilaciones disponibles para


avanzar en la integración de los conjuntos de información procedentes de diversos lugares del
mundo. Especialmente valiosas fueron sus interpretaciones de los desplazamientos de los
animales hacia el norte durante el período cálido comprendido entre el decenio de 1920 y el de
1940. Identificó diversos patrones de transporte de las distintas especies en función de los
cambios en la dirección del viento de superficie y de la intensificación de las corrientes, y
mostró que las especies oceánicas respondieron claramente a la expansión de sus hábitat más
cálidos hacia latitudes más altas. Un análisis del capítulo 5 de su obra y de los cuadros
correspondientes constituye una buena base para pronosticar el comportamiento de los peces
como respuesta al calentamiento en determinadas regiones. Ahora sabemos que las
observaciones de esta índole son inestimables.

c) Más recientemente, Alheit y Hagen (1997) describieron la relación de las pesquerías


europeas de arenques y sardinas con las condiciones meteorológicas invernales y la influencia
de la oscilación del Atlántico Norte (NAO). La historia de las pesquerías de arenque de la
región de Bohuslan, que une el mar Báltico con el mar del Norte, ofrece una serie de
enseñanzas que es imprescindible conocer. La Figura 6 muestra los períodos aproximados de
44

la aparición y desaparición del arenque del Báltico. Alheit y Hagen indican diversos períodos
de inviernos rigurosos – caracterizados por la afluencia de aguas dulces y la posterior inversión
y anoxia en la región del mar Báltico – que obligaron a esos peces a ir en busca de medios
marinos más favorables a través de la región de Bohuslan, donde hay profundos fiordos. Hubo
períodos de un decenio de duración en que los arenques se encontraban en aguas litorales,
donde eran capturados con artes de playa y redes fijas, y otros en que era imposible capturarlos
cerca de las costas. Esta situación cambió cuando se adoptó la red de cerco y los pescadores
consiguieron más movilidad.

Figura 17 Los datos que aquí se ofrecen, tomados de Southward (1974a,b) y de Southward,
Butler y Pennycuick (1975), muestran una variación bipolar (ciclo de Russell) en la
fauna del Canal de la Mancha que comenzó hacia 1938 y se invirtió a finales del
decenio de 1960.

La sardina europea prefiere un hábitat más cálido que el de los arenques, y se han
observado periodos de abundancia de esta especie que se alternan con las pesquerías del
arenque de Bohuslan. Las pesquerías de arenque de Noruega, que desova en primavera, siguen
un patrón similar al de la sardina. Las oscilaciones parecen estar vinculadas al rigor de los
inviernos, forzado por una NAO baja como respuesta a unas bajas presiones al nivel del mar
frente a las costas de Islandia que permiten la entrada de masas de aire frío procedentes de
Siberia. Esa NAO baja se alterna con una NAO alta que favorece la afluencia de vientos del
oeste, los cuales impiden el paso de las masas de aire siberianas y traen aire más cálido del
Atlántico Norte.
45

Esos dos estados de la NAO tienen consecuencias en cierto modo opuestas en el


Atlántico noroccidental, ya que la NAO alta atrae masas de aire frío procedentes de la región de
Alaska–Groenlandia que fuerzan la corriente del Labrador y potencian sus efectos de
enfriamiento y subsidencia, dando lugar probablemente a los ciclos del bacalao y el arenque en
la región del Canadá y los Estados Unidos. Fuerzas similares actúan en el mar del Japón, donde
el arenque va y viene desde las costas de Corea del Norte, alternándose con los períodos de la
sardina anteriormente descritos. Estas dinámicas se describen detalladamente en Kawasaki et
al. (1991).

d) El concepto de giros oceánicos ha sido desestimado por muchos estudiosos de las


pesquerías, debido a que la oceanografía biológica ha descrito esas regiones como desiertos
oceánicos por la escasa producción primaria que se ha observado en ellas. Sin embargo, un
examen de las series cronológicas sobre la pesca con palangre (Fonteneau 1997, reseñado en
Sharp 2001) muestra una situación muy diferente. La pregunta que se plantea es la siguiente:
«Si estos giros son tan poco productivos, ¿por qué hay tantos cientos de miles de toneladas de
peces y mamíferos marinos depredadores que desovan, se alimentan y prosperan en ellos?»
Por supuesto, los buenos resultados de la pesca se deben en gran parte al forzamiento estacional
y a la consiguiente disponibilidad de las diversas especies que caen en sus redes (véanse Hela y
Laevastu 1971; Sharp 1976, 1978; Marsac y Hallier 1991; Abbes y Bard 1999). La mayoría de
estos peces y sus presas viven en las profundidades del océano.

4. Las especies polares o de las profundidades del océano son el grupo de especies de
peces que peor se conocen. Es difícil tener acceso todo el año a los peces de altitudes muy
altas; hasta el desarrollo relativamente reciente de la Antártida, su pesca se realizaba
esencialmente con fines de subsistencia. Los peces que viven en las profundidades del océano
también son poco conocidos. La longevidad de algunas de esas especies tiene tintes casi
mitológicos, al haberse estimado que algunas de ellas viven más de 200 años. Sin embargo, se
sabe que muchas otras especies de aguas profundas, en particular los moluscos decápodos,
tienen un ciclo biológico anual o relativamente limitado. Es muy difícil evaluar el éxito del
reclutamiento anual del grupo de especies árticas y de aguas profundas, ya que las clases
anuales tienden a confundirse, y se plantea además la compleja cuestión de calcular la edad de
los individuos (Gauldie et al.1991; Gauldie y Sharp 2001).

Es obvio que los habitantes de latitudes muy altas y océanos muy profundos son los que
menos han de preocuparse por las posibles épocas de enfriamiento climático. Sin embargo,
podrían afectarles las épocas de fuerte calentamiento, por la simple razón de que muchos
depredadores, reaccionando igualmente a los efectos de concentración debidos a la expansión
de las zonas climáticas más cálidas, invadirían su hábitat más reducido. El resultado sería un
acortamiento de las distancias, y por consiguiente unos gradientes más pronunciados entre los
diversos compartimentos ecológicos del océano, definidos por los intervalos de temperatura
dentro de los gradientes. La mayoría de los peces de aguas profundas simplemente están fueran
del alcance de las pesquerías comerciales debido a su carácter relativamente difuso. Una de las
pesquerías más productivas del mundo es la de abadejo de Alaska, que produce unos 4 millones
de toneladas al año. Teniendo en cuenta que la especie es omnívora y fundamentalmente
caníbal, no parece probable que su relativa abundancia cambie mucho, salvo por una excesiva
orientación a los grupos de alevines, si éstos se concentraran como consecuencia del conjunto
de presiones ecológicas y fisiológicas antes descritas.
46

Hay algunas preguntas a las que es necesario responder, especialmente sobre la aparente
sincronía de muchos de los cambios de régimen observados a escala hemisférica o de cuencas
oceánicas. Lo que hemos de hacer ahora es examinar detenidamente el forzamiento polar.

3.3 Simultaneidad frente a transiciones sistemáticas

En la obra de Leroux (1998) titulada Dynamic Analysis of Weather and Climate se


indican las conexiones más probables con los episodios de enfriamiento polar, puestos de
manifiesto en lo que Leroux denomina anticiclones polares móviles, que define como «enormes
discos de aire denso que son los principales responsables de las variaciones en la presión, la
velocidad y dirección de los vientos, la temperatura, la humedad, la nubosidad y las lluvias.»
Esos anticiclones son el resultado de la pérdida de calor polar, que enfría el aire, causa
subsidencia y crea un aire frío denso que se desplaza hacia el este y hacia el Ecuador, en
interacción con la tierra y los océanos (según se describió anteriormente en los casos de la
sardina y el arenque europeos). Estas masas de aire frío denso se cargan de calor superficial y
de humedad y continúan su viaje hacia latitudes más cálidas. Cuando reúnen suficiente energía,
pueden establecer con el tiempo una interacción con la atmósfera tropical húmeda y sumamente
activa, que es a su vez la consecuencia de la convección profunda que existe a lo largo de la
zona de convergencia intertropical y la piscina caliente en el Océano Pacífico occidental y el
Océano Índico oriental. El resultado final de estos procesos generados por la convección
profunda es la transferencia de calor ecuatorial a los polos. Leroux (1998) enumera las razones
por las que es necesario prestar la máxima atención a las capas inferiores de la troposfera, en
particular las que están en contacto con nuestro planeta, al explicar la dinámica local de las
condiciones meteorológicas y el forzamiento oceánico:

• «son las más densas, al estar la mitad de la atmósfera contenida en los primeros
5 500 metros …;
• contienen casi todo el vapor de agua que interviene en la lluvia y el suministro
de energía, así como los gases de efecto invernadero que incluyen vapor de
agua, siendo el efecto de invernadero imperceptible por encima de los 5 000
metros;
• paradójicamente, la principal fuente de calor no es el Sol, sino la superficie de
la Tierra, que calienta la atmósfera … interacciones … que se derivan de las
diferencias en … los sustratos, los gradientes térmicos, … las depresiones
térmicas profundas y la enorme circulación horizontal;
• entre los factores geográficos, el relieve orográfico, conjuntamente con la
distribución de los océanos y los continentes, actúa sobre la temperatura de la
superficie y es un poderoso factor aerológico, … que determina la trayectoria
de un gran número de intercambios meridionales.»

Leroux expone diversos argumentos que demuestranla importancia de los anticiclones


polares móviles. Además formula la hipótesis de que éstos regulan las perpetuas variaciones de
las condiciones meteorológicas y la variabilidad climática a todas las escalas temporales. En
último extremo, todo ello está relacionado también con la velocidad de rotación de la Tierra a
largo plazo, es decir con las variaciones de la longitud negativa del día, ya que todas las
interacciones tienen que ver con el vapor de agua que se desplaza de la superficie de la Tierra a
la atmósfera y con los diversos intercambios de energía debidos a los movimientos contrarios
de las capas inferiores de la atmósfera y el sistema de tierras y océanos, que se examinarán
detenidamente más adelante.
47

Las consecuencias ecológicas son múltiples, desde las inundaciones, sequías y


nubosidad estacionales que modifican la productividad de la tierra, hasta las corrientes
ascendentes oceánicas inducidas por la velocidad y dirección del viento, los niveles de luz
modificados por las nubes y sus repercusiones ecológicas a través de los ecosistemas acuáticos.
Al final de todos estos procesos está el hombre, con su creciente variedad de tecnologías y unas
masas cada vez más hambrientas que tratan de hacer frente a todas las variaciones. Esta es la
base de la mayoría de las interacciones ecológicas de la humanidad y el motivo de los temores
acerca de los numerosos procesos de la Tierra que no podemos controlar, frente a los que
claramente ya hemos modificado.

Si reflexionamos sobre nuestras interpretaciones convergentes, observamos que los


argumentos de Leroux se ajustan a muchas de nuestras propias experiencias e interpretaciones
de los orígenes del forzamiento, especialmente el que se manifiesta en la dinámica de los
océanos y las respuestas consiguientes de los ecosistemas a todas las escalas temporales.

Esta convergencia gira en torno a varios «hechos»:

1. Las regiones polares arrojan siempre un saldo de radiación negativo, por lo que generan
subsidencia a través del enfriamiento basal que producen esos anticiclones polares móviles, los
cuales derivan posteriormente hacia el Ecuador y hacia el este, impelidos por la energía de la
rotación de la Tierra, por la vía que ofrece menos resistencia, es decir a través de los hielos y
océanos polares, o a través de las llanuras, hasta llegar a los continentes. En la Antártida, los
anticiclones polares móviles circulan por el Océano Austral en dirección al noreste hasta que
tropiezan con un margen continental que siguen hacia el norte y luego hacia el oeste, formando
los alisios australes, y contribuyendo también en el Océano Índico a los monzones estacionales
que atraviesan el ecuador.

2. Al ser las masas de tierra más numerosas y extensas en el hemisferio norte, los modos
de circulación de los anticiclones polares móviles son más diversos y en sus trayectorias
terrestres influyen enormemente las condiciones meteorológicas estacionales. Estos
anticiclones no sólo dan lugar a los alisios sino también a los patrones de frecuencia de las
tormentas asociadas con sus diversas trayectorias. Cada una de las regiones del hemisferio
norte ha asignado diferentes nombres a las interacciones estacionalmente intensas de los
anticiclones polares móviles con el relieve del terreno, a saber, el efecto Venturi, el paso de los
Balcanes que da origen a los vientos etesios (a nivel subregional, llamados también meltemi,
vardar, struma o buria) (Leroux 1998), y, en el oeste de Norteamérica, los vientos de Santana
en California o los llamados vientos Chinook en la vertiente oriental de las Montañas Rocosas.

3. Cuando los anticiclones polares móviles procedentes de los desiertos de Siberia y Gobi
convergen con los procedentes del mar de Bering, se refuerzan y atraviesan el Pacífico Norte en
dirección sudeste hasta que son desviados hacia el sur por las Montañas Rocosas. Otros vientos
que se forman al norte y al este de las Rocosas atraviesan las llanuras norteamericanas hacia el
sudeste provocando fenómenos extremos como las tres «heladas» invernales registradas entre
1983 y 1988 que diezmaron los cultivos de cítricos de Florida. Hacía más de 40 años que no
sucedía un fenómeno similar en la región.

4. La fuerza y la frecuencia de los anticiclones polares móviles varían, de manera que su


convergencia crea una gran variedad de patrones y tiene muy diversas consecuencias, aparte de
reforzar o no los alisios regionales «previstos». Los vientos alisios ecuatoriales están
dominados por corrientes superficiales en dirección este que provocan la disminución de las
48

temperaturas de la superficie de los océanos Atlántico y Pacífico ecuatoriales en sus regiones


orientales y un aumento, inducido por la presión, de las aguas superficiales cálidas y poco
salinas del Pacífico occidental, cuando la humedad que se evapora es transportada de este a
oeste y se producen precipitaciones. Estos efectos, combinados con los de la rotación de la
Tierra hacia el este, los márgenes de las tierras de Asia y Australia y el zócalo poco profundo
del Archipiélago Indonesio hacen que aumente el nivel del mar.

Al relajarse los alisios ecuatoriales del Pacífico, se liberan las ondas de gravedad (o de
Kelvin) que en opinión de muchos caracterizan a los episodios cálidos del ENSO. Este
fenómeno va acompañado de un movimiento hacia el este de la temperatura de la superficie del
mar, complejo resultado del desplazamiento de las ondas de gravedad de las aguas superficiales
de la piscina caliente (aunque son sobre todo las aguas subsuperficiales cálidas las que son
transportadas hacia el este). La intensificación interactiva de la convección profunda
procedente del margen oriental en expansión de la piscina caliente se produce cuando los
procesos entrañan tanto calor ecuatorial como humedad. Al ser transportadas las nubes y la
humedad resultantes hacia el este y hacia los polos, atrapan más calor en las capas superiores
del océano, debajo de las nubes que avanzan, recreando de este modo la secuencia de sus
orígenes.

Los fenómenos relacionados con el ENSO han sido objeto de multitud de


investigaciones en el último decenio, a partir de El Niño de 1982–83. A pesar de los programas
de observación intensiva, desde satélites o in situ, quedan varias cuestiones sin resolver en
cuanto al mecanismo o mecanismos de activación de la relajación de los alisios ecuatoriales
que dan lugar a la liberación de la energía superficial almacenada en el Pacífico occidental
(White et al. 1997; White, Chen y Peterson 1998). Análogamente, aunque en sentido inverso, el
Océano Índico almacena calor en sus extremos orientales adyacentes a la piscina caliente del
Archipiélago Indonesio, donde sólo unas pocas brechas importantes permiten el flujo de las
aguas superficiales de temperatura elevada procedentes de la piscina caliente del Pacífico.
LeBlanc y Marsac (1999) ofrecen una valiosa descripción del comportamiento interrelacionado
de las partes occidental y oriental del Océano Índico, así como de su relación con la dinámica
de la piscina caliente del Pacífico.

La tesis de Leroux induce a examinar la verdadera naturaleza de las fuentes de


variación, a todas las escalas temporales, de los alisios ecuatoriales. De ese examen se
desprende una respuesta satisfactoria a la cuestión del mecanismo de activación de los
episodios cálidos del ENSO. Al parecer, un cambio relativamente pequeño en la intensidad y la
frecuencia de los anticiclones polares móviles tiende a aumentar o reducir los alisios
ecuatoriales. Es evidente que su cese – o una acusada disminución de su intnensidad, y por lo
tanto de su alcance –, debido quizá a una pérdida menor de calor en los polos, podría reducir, o
reduciría de hecho, los alisios ecuatoriales, al tiempo que podría aumentar los alisios de
latitudes más altas. Estos fenómenos parecen apuntar a unos mecanismos directos que
explicarían la activación bastante estacional de los episodios cálidos del ENSO. Teniendo
presente lo que ya se sabe sobre las pesquerías en las zonas templadas del hemisferio norte, y
su forzamiento, la dinámica de los anticiclones polares móviles sugiere también las razones por
las que podrían producirse cambios transcendentales en la frecuencia y la intensidad de los
procesos del ENSO.

El enfriamiento invernal es muy riguroso en el hemisferio sur, con frecuentes e intensos


anticiclones polares móviles que atraviesan libremente el océano Austral en dirección al
ecuador. Su frecuencia e intensidad sólo disminuyen ligeramente durante el verano, debido a
49

los patrones de insolación de la región y a la dinámica de la nubosidad. Los anticiclones polares


móviles del hemisferio norte que atraviesan Asia, el Atlántico norte, Norteamérica y los
océanos cambian en forma dinámica de frecuencia e intensidad en función de la nubosidad en
las regiones polares y de los climas prehistóricos a corto plazo de las grandes masas
continentales sobre las que viajan. Para poder influir en los procesos a latitudes más bajas, es
necesario que primero sean potenciados por la energía de la tierra, por la de las capas
superficiales del océano, o por ambas. Los meses cálidos y secos del verano tienden a reforzar
la transferencia al sur de energía de los anticiclones polares móviles a través de las grandes
extensiones de Asia y Norteamérica. Cuando un anticiclón polar móvil cargado de energía
tropieza con masas de aire ecuatoriales húmedas que se desplazan hacia el este y hacia los
polos, las refuerzan y potencian aún más su movimiento hacia los polos, desplazando en esa
dirección el calor latente que contienen. De ese modo, la interacción de los dos fenómenos
facilita las transferencias de energía que son necesarias para equilibrar los gradientes de calor
de la superficie de la Tierra. Todos estos procesos están comprendidos, naturalmente, en las
respectivas dinámicas físicas superficiales y subsuperficiales más amplias de los océanos
(Broecker 1991, 1997) y en los procesos inducidos por el clima a más largo plazo.

En resumen, parece predominar una situación en la que la intensidad de la subsidencia


en ambos polos, o en uno de ellos, facilita el equilibrio termodinámico de los gradientes
térmicos del ecuador a ambos polos, o a uno de ellos. Además, las trayectorias de los
anticiclones polares móviles intensos contribuyen al transporte atmosférico del calor ecuatorial,
tanto sensible como latente, hacia los polos (y también hacia el este en el Pacífico y el Atlántico
y hacia el oeste en el Océano Índico; véanse los sitios Web sobre la piscina caliente y otras
fuentes ecuatoriales). La energía ecuatorial disponible está en función de la convección
profunda, por encima de una temperaturas en la superficie del mar que exceden del umbral de
27º–28 ºC, y de los vientos de las capas superiores de la troposfera. El denominador común es
la pérdida de calor y la subsidencia en los polos. ¿Cómo se regulan estos procesos? Cualquiera
que sea su origen, tienen un pulso casi periódico, de 50 a 70 años, que puede medirse a partir de
los datos físicos y de los patrones de cambio de los ecosistemas.

3.4 Pronósticos: enseñanzas del pasado para el futuro

La enseñanza más importante que se puede extraer sobre el cambio climático es que se
debe prestar más atención al pasado, con el fin de aprender de lo que ha sucedido antes. Hay
tres conjuntos de proyecciones sobre el clima mundial que se basan en la historia del pasado,
dos de ellas elaboradas a partir de datos indirectos de hace más de mil años por los doctores
Doug Hoyt (Figura 18) y Joseph Fletcher, ambos expertos en climatología de fama
internacional. La tercera es una descripción de los patrones del último siglo, relacionados con la
velocidad de rotación de la Tierra (-LOD), el índice de circulación atmosférica (ACI) y la
transferencia atmosférica (AT), que se han descrito en la sección anterior. Esta descripción
forma parte de un estudio que ha sido presentado y sometido a un examen por homólogos con
miras a su publicación inmediata en una reputada revista rusa sobre geofísica.

Si se acepta que las previsiones de Hoyt son realistas, en unos 8 000 años el mundo será
entre 3 y 5 ºC más frío. En los próximos 2 000 años, la Tierra se enfriará unos 0,4 ºC. También
hay que tener presente que, en el 70 por ciento del tiempo, los 10 000 últimos años fueron más
cálidos que en la actualidad. Una visita al sitio Web de Hoyt proporciona información básica
sobre el razonamiento de causa-efecto que él y otros han utilizado para pronosticar una
tendencia al enfriamiento, a un plazo relativamente corto, que comenzará hacia 2016–2020.
50

Figura 18 Aquí se muestra la contribución del Dr. Doug Hoyt al pronóstico del clima, basado
en la influencia solar sobre la temperatura media de la Tierra. La línea azul indica el
actual período interglacial y la roja el último. Las curvas se trazaron de manera que
coincidieran con lo que sucedió cuando la Tierra salió del período glacial anterior,
siguiendo la misma línea temporal. (Tomado del sitio Web del Dr. D. Hoyt; véase
la dirección en el apéndice).

El Dr. Joseph Fletcher lleva a cabo un examen sumamente convincente de los


conocimientos actuales sobre el clima y realiza una proyección del clima mundial en los 100
próximos años (Figura 19). El Dr. Fletcher fue el principal impulsor de la recopilación inicial y
la posterior continuación del conjunto de datos refundidos de gran alcance sobre los océanos y
la atmósfera (COADS), que constituye la base de las observaciones históricas de casi toda la
comunidad de estudiosos del clima reciente. El Dr. Fletcher ha actualizado esos datos como
base para gran parte de esos datos. Su hipótesis sobre el clima del siglo XXI se basa en la
probabilidad de que los procesos del pasado sean cíclicos y se repitan con una periodicidad de
170–180 años.

Su principal proyección se basa en los datos más completos de que se dispone sobre la
actividad solar, procedentes de testigos de hielo glaciar. Se utilizaron concentraciones de berilio
10 como indicadores indirectos del viento solar inducido por la actividad del sol. El paso
siguiente en las proyecciones del Dr. Fletcher fue encontrar las partes del conjunto de datos
históricos basados en el berilio 10 que se correspondían con las tendencias recientes durante un
período de unos 170 años. La emisión actual de la superficie solar tiende a ser superior en
1,3 vatios por metro aproximadamente a la de hace 170 años, cuando había concluido la
pequeña época glacial y la irradiancia solar mostraba una tendencia a aumentar hasta los
niveles del período cálido anterior. El período correspondiente a la proyección se compensó
con 1,5 vatios por metro a partir de 1970, y se amplió utilizando los datos «abreviados»
51

correspondientes a los 170 años posteriores a 1810, superpuestos a los datos recientes y
ampliados.

Figura 19 Aquí se muestra la proyección del Dr. Joseph Fletcher sobre el clima mundial,
basada en la hipótesis de que los patrones se repetirán en un ciclo de unos 170 años.
Al añadir los datos del COADS relativos a las desviaciones de la velocidad del
viento, junto con el índice de las dimensiones o alcance de la piscina caliente del
Indo-Pacífico (gráfico de la parte inferior), la coincidencia general de las tendencias
mostradas en los conjuntos de datos reunidos por separado induce a aceptar las
proyecciones del Dr. Fletcher sobre el clima que cabe prever para el próximo siglo .

En la Figura 19, la tendencia se representa en color morado cuando se trata de datos


históricos y en verde cuando se trata de datos que coinciden al comienzo de la proyección.
También se incluyen en ella dos indicadores fiables: en el primero (que aparece en la parte
superior), tomado de la Figura 12 c, los datos del COADS sobre las desviaciones del viento de
superficie en la zona más meridional del Océano Índico (que es la región del mundo con mayor
carga de energía) se ampliaron utilizando el concepto de similitud para los 170 años siguientes.
En el gráfico de la parte inferior se muestra un sencillo índice del número de recuadros de 4x4
para latitudes-longitudes donde la temperatura de la superficie del mar >=29 oC en la región de
la piscina caliente del Indo-Pacífico. Los datos de las dos series coinciden con los relativos a
las tendencias solares a largo plazo.

Pero no olvidemos lo que ya sabemos por otros datos y por el análisis anterior.
Klyashtorin et al. (1998, en examen) comprobaron recientemente que la curva de la anomalía
de la AT tiene una forma similar a la de la -LOD. Sin embargo, la segunda va rezagada unos
52

14–16 años con respecto a la primera. Si se adelanta 15 años la anomalía de la AT


(desplazándola hacia la derecha) se obtiene una perfecta coincidencia entre las curvas de la AT
y la -LOD (Figura 20). La parte derecha de la curva de la anomalía de la AT puede servir por lo
tanto para hacerse una idea aproximada de la tendencia de la -LOD en el primer decenio del
siglo XXI. A diferencia de la anomalía de la AT, la dinámica de la -LOD se caracteriza por
dobles picos (a y b), como vimos anteriormente en la Figura 4. Los picos primarios
(a) coinciden con los valores máximos de las anomalías de la AT desplazadas, mientras que los
picos secundarios (b) están desfasados con respecto a estos valores máximos. Las razones de
este fenómeno no están claras, pero es probable que el aumento actual de la -LOD cambie al
producirse un descenso hacia 2004–2007, como ya ocurrió en los decenios de 1890 y 1950.

Figura 20 Aquí se muestra la dinámica de una serie cronológica de la -LOD y la anomalía


de la AT desde 1850 hasta 2010: 1) -LOD (promedio anual, eliminada la
tendencia); 2) anomalía de la AT suavizada por un promedio de 21 años; 3) datos
correspondientes a esta última, desplazados a la derecha 12 años; los picos
primarios y secundarios de la -LOD se indican con las letras a y b,
respectivamente. Véase una explicación más detallada en el texto.

La Figura 21 muestra la temperatura original del aire en la superficie de la Tierra (dT),


eliminada la tendencia, y la serie cronológica de la AT con sus tendencias cíclicas dominantes.
El desfase de la tendencia cíclica de la dT en relación con la de la AT es de unos 19 años. Esto
coincide con las conclusiones preliminares que se sacaron tomando como base un análisis
cualitativo (comparación visual) de la serie cronológica.
53

Figura 21 Aquí se compara la anomalía de la AT con la dinámica de la dT una vez eliminada


la tendencia. 1) La línea gruesa de rayas representa la tendencia cíclica dominante
de la anomalía de la AT, con una periodicidad de 59,35 años; 2) la línea gruesa
continua representa la tendencia cíclica dominante de la dT, una vez eliminada la
tendencia, con una periodicidad de 59,42 años. La tendencia cíclica de la dT está
rezagada 19 años con respecto a la tendencia cíclica de la anomalía de la AT.

Las curvas de la anomalía de la AT y la dT (Figura 22) tienen también una forma


similar, pero la anomalía de la AT lleva a la dT una delantera de 16–18 años. Desplazando 18
años hacia la derecha la anomalía de la AT se obtiene una coincidencia casi completa entre las
curvas, pero en este caso el resto de la anomalía de la AT continúa en el futuro, lo que permite
predecir la dinámica de la dT al menos para los 15 años siguientes.

Figura 22 Aquí se muestra


la serie cronológica de la
dinámica de la anomalía
de la temperatura mundial
(dT) y la anomalía de la
AT: 1) dT (una vez
eliminada la tendencia y
suavizada por un promedio
de 13 años), 2) anomalía
de la AT suavizada por un
promedio de 21 años; y
3) anomalía de la AT
desplazada 17 años.

En la Figura 22, la anomalía de la AT desplazada (línea 3) ofrece motivos para esperar


que el actual aumento de la dT mundial se desacelerará o se interrumpirá en los 2–3 años
próximos y que a continuación se producirá un descenso bastante constante (en unos 0,18 °C en
54

comparación con su valor actual) para 2015. Hay que tener también en cuenta que la Figura 21
presente una curva de la dT en la que se ha eliminado la tendencia. Si continuara en el futuro la
actual tendencia de la temperatura (descrita por Sonechkin 1998; Sonechkin, Datsenko e
Ivaschenko 1997), el descenso previsto de la anomalía de la temperatura mundial (dT) para
2015 sería de unos 0,12 °C. Sin embargo, es posible que esa tendencia se desacelere para
comienzos del decenio de 2000. En ese caso, el descenso previsto de la dT sería de unos
0,15 °C para 2015. Llegados a este punto, hemos de subrayar también que este pronóstico sólo
se refiere a la tendencia de la dT, y no permite predecir con precisión la temperatura media
mundial en 2015.

James Goodridge, climatólogo jubilado del Estado de California, actualiza


constantemente para el Estado los datos climáticos recientemente recogidos. También está muy
interesado en el marco general del forzamiento climático y en las predicciones de éste hechas
por Klyashtorin y sus colegas. Uno de los primeros análisis que realizó Goodridge se refirió a
las relaciones de la -LOD con algunos procesos locales y las diferencias que se observan en la
cuenca del Pacífico. Las Figuras 23 y 24 permiten hacerse una idea más completa de los
vínculos de las señales de la -LOD con las corrientes ascendentes locales y la presión al nivel
del mar en la cuenca.

Figura 23 Aquí se muestra la longitud del


día y el índice de la corriente ascendente en
aguas de San Francisco, en California. En
ambos casos se utilizaron promedios
móviles de nueve años y se ajustaron a
escala para que se correspondieran con los
intervalos. Este gráfico, como el de la
Figura 24, indica que hay un forzamiento
directo, inducido por el viento, que se
produce en sincronía con la LOD, de
conformidad con el ACI y los índices
atmosféricos E–W de Klyashtorin.

Figura 24 Aquí se muestran


las interesantes relaciones
con la longitud del día y la
presión al nivel del mar en
Tokio en los últimos 125
años. Obsérvese que los
datos están también sin-
cronizados con las oscila-
ciones entre temperaturas
cálidas y frías en la super-
ficie del océano que afectan
a la fauna marina del
Pacífico Norte.
55

El denominador común es que las anchoas y otras especies vinculadas con las corrientes
del margen oriental prosperan en los períodos más fríos de corrientes ascendentes en las costas
oceánicas. Las sardinas y otras especies afines que prefieren las aguas más cálidas parecen
«hacer frente» a estos períodos de fuertes corrientes ascendentes subsistiendo en pequeñas
colonias, tanto hacia el ecuador como en alta mar, precisamente donde están fuera de la
influencia directa de las temperaturas más bajas ocasionadas por las corrientes ascendentes
costeras. Allí esperan la oportunidad de colonizar de nuevo el medio cercano a las costas para
proliferar durante los períodos en que son relativamente más débiles las corrientes ascendentes
vinculadas con unos vientos costeros menos fuertes y con unas condiciones oceánicas
ligeramente más cálidas en el litoral.

Los ciclos biológicos más largos y la propensión a emigrar proporcionan también a las
sardinas y los arenques ventajas distributivas que les permiten aprovechar rápidamente toda
atenuación de las condiciones reinantes en las extensas zonas de corrientes ascendentes.
Análogamente, los arenques del mar del Norte y el mar Báltico, o de Terranova, se desplazan
desde alta mar en busca de lugares para recolonizar que se adapten a sus necesidades, a lo
largo de los hábitat costeros (Iles y Sinclair 1982; Alheit y Hagen 1997). Por el contrario, las
anchoas y otras especies afines no parecen tener más opción a corto plazo que buscar unos
hábitat locales que les ofrezcan las intensas corrientes ascendentes y las condiciones favorables
para el desove parecen encontrar a lo largo de las costas donde los promontorios forman
remolinos. Esos hábitat están asociados a menudo con características permanentes como la
presencia de bahías con una buena descarga del agua de las mareas y una circulación
razonablemente estable en los remansos que reduzcan al mínimo la anoxia. Todas las dinámicas
oceánicas conexas están determinadas por la remota interacción física entre el océano y la
atmósfera inducida por el clima.

Hay también muchas especies demersales que están igualmente adaptadas a estos
«regímenes» alternativos. Los ciclos de distribución y abundancia de la mayoría de los
depredadores migratorios siguen los patrones de las especies que constituyen sus presas
favoritas. Pero los cambios más espectaculares en la producción tienen lugar en las enormes
pesquerías pelágicas del sistema de corrientes del margen oriental, aunque prácticamente todos
los sistemas pesqueros, desde los templados hasta los polares, experimentan fuertes variaciones
(véanse Parrish y MacCall 1978; Iles y Sinclair 1982; Sharp y Csirke 1983; Leggett, Frank y
Carscadden 1984; Moser, Smith y Eber 1987; Wyatt y Larrañeta 1988; Baumgartner, Soutar y
Ferreira-Bartrina 1992; Hollowed y Wooster 1992; Hollowed, Bailey y Wooster 1995;
Beamish y Boulton 1993; Francis y Hare 1994; Hare y Francis 1995; Polovina, Mitchum y
Evans 1995; Mantua et al. 1997). La convincente presentación de la historia de la sardina
japonesa y su seguimiento en Kawasaki (1983) y Kawasaki et al. (1991), y la aparente
sincronía entre los ciclos de las poblaciones de sardina del Pacífico en el hemisferio norte y los
de la corriente de Humboldt supusieron un estímulo para las actuales investigaciones sobre el
clima y las pesquerías.

4. ALGUNAS PREVISIONES

Los hombres y los peces comparten una larga historia. El largo camino recorrido para
comprender el éxito de la reproducción de los peces, anteriormente descrito, fue el resultado de
los intentos de unos investigadores preocupados por estabilizar la producción de las pesquerías.
Si hay algo de lo que podemos estar seguros es que el clima seguirá cambiando y que la
distribución y abundancia de las pesquerías seguirán respondiendo a esos cambios, como lo han
hecho en el pasado (Soutar e Isaacs 1974; Soutar y Crill 1977; Baumgartner et al. 1989;
56

Baumgartner, Soutar y Ferreira-Bartrina 1992; Kawasaki et al. 1991). La predicción del clima
es un objetivo bien definido, aunque nuestro escaso conocimiento de las muchas interacciones
y complejidades antes descritas es aún un factor muy limitante. Ahora disponemos de una gran
cantidad de información básica sobre las respuestas de las pesquerías a los probables cambios,
es decir sobre factores que entrañan unos patrones conocidos de cambio ambiental.

Lo que esperamos haber dejado claro con esta presentación de los diversos recursos
informativos y sus aparentes interrelaciones es que ese cambio ambiental no es «aleatorio» ni
«estocástico», como dirían los aspirantes a constructores de modelos. Todos ellos son
elementos de una larga secuencia de patrones y procesos que tienden a seguir ritmos y pautas
propios, dentro de unas escalas temporales y espaciales más amplias. El hecho de que cada
uno de los patrones o ciclos que intervienen sea interactivo modifica la configuración de las
secuencias de manera que éstas crean una «armonía» y largas épocas con tendencias planas
seguidas de picos pronunciados. Todas ellas siguen, sin embargo, un patrón. En particular, las
transiciones de un estado a otro son pronosticables, porque se dispone de conocimientos y
observaciones que hacen posible ese pronóstico.

Teniendo en cuenta la sincronía regional en la historia de los últimos siglos, lo que no


resulta sensato ni útil para la sociedad es dilapidar grandes cantidades de esfuerzos y recursos
en crear simulacros digitales de modelos de poblaciones basados en el equilibrio o la
estabilidad, o en intentos de elaborar supuestos «sistemas cerrados» para poblaciones de
peces – o para las temperaturas de la atmósfera y del aire en la superficie de la Tierra –
prescindiendo de las interacciones oceánicas.

Si se quiere tener la esperanza de realizar en el futuro pronósticos creíbles a una


escala de tiempo prolongada es necesario aprender, es decir, observar e interpretar, las
interacciones dinámicas. El método actualmente disponible que parece ofrecer los resultados
más útiles, en el sentido de producir pronósticos pragmáticos de patrones y hechos, consiste
en una combinación bastante compleja de compilación y análisis de información conocida
como «confrontación de patrones». Este método parece funcionar cuando hay unos «estados»
de los sistemas claramente definidos o extremos, como los que muestran los episodios
«cálidos» y «fríos» del ENSO o los índices climáticos cada vez más numerosos para las
grandes regiones oceánicas del mundo. Aunque de nuestros conjuntos de datos muy breves
parece desprenderse que no hay dos episodios del ENSO que sean realmente iguales en sus
manifestaciones más completas, las consecuencias de El Niño y La Niña pueden distribuirse
en dos series distintas, cada una de las cuales causa daños o beneficios considerables a
regiones claramente diferenciadas.

Los pronósticos anuales de William Gray (véanse 1990, 1991, así como el sitio Web
en el Anexo) sobre huracanes y desembarques en el Atlántico y el Golfo de México
constituyen un buen ejemplo de técnicas de «confrontación de patrones», así como de
enfoques modernos y creíbles del pronóstico del clima y las condiciones meteorológicas.
Además, gracias a sus actividades de seguimiento continuo y actualización se han podido
hacer valiosas correcciones al incluir en la información regional nuevas interacciones y
respuestas. Los pronósticos más convencionales del ENSO, basados en modelos numéricos,
ofrecen una combinación de «simulacros digitales» y confrontación de patrones que parece ir
mejorando a medida que se introduce más información sobre la oceanografía interna en los
modelos en que predominan los datos sobre la atmósfera. Gracias a la inclusión en los
modelos de pronóstico de más datos basados en observaciones, se han conseguido enormes
mejoras con respecto a los modelos digitales de «sistemas cerrados» utilizados en la
57

investigación y la construcción de modelos de pronóstico en épocas anteriores. Esto también


era previsible porque las generaciones anteriores de constructores de modelos informatizados
se dividieron rápidamente en diversas «escuelas» sobre cómo construir los modelos para las
proyecciones. Cuanto más se sabe, mejores son las proyecciones basadas en modelos.
Cuantas menos observaciones se incluyen en los modelos, peores son los resultados de éstos.
Por supuesto, está siempre el problema de la calidad de los datos introducidos. Si no existen
unas relaciones claras de causa-efecto, utilizar conjuntos de datos presuntamente relacionados
puede ser poco representativo e incluso engañoso.

La investigación sobre el cambio climático propiamente dicha se ha limitado hasta la


fecha a explicaciones a posteriori en relación con las pesquerías, debido a la importancia que
han atribuido en los últimos tiempos los encargados de su ordenación a unos burdos
instrumentos de evaluación de las poblaciones (véanse Sharp, Csirke y Garcia 1983; Sharp
1987, 1988, 1991, 1995b, 1997, 2000). Afortunadamente, quedan programas de investigación
pesquera que se centran tanto en la ecología fisiológica como en los cambios conexos a escala
climática en todo el mundo. Es de esperar que continúen los progresos y que los pronósticos
relativos a las pesquerías sustituyan a las reconstituciones a posteriori como base para la
ordenación de los recursos pesqueros.

Los efectos del cambio climático en las pesquerías regionales pueden ser clasificados en
función de las probabilidades de que produzcan un calentamiento o un enfrentamiento. La
mayor parte de estos conocimientos proceden de estudios empíricos sobre los últimos 50 años,
cuando los datos sobre las condiciones meteorológicas y el medio ambiente adquirieron una
importancia fundamental para explicar los comportamientos de las distintas especies y las
respuestas de las poblaciones a los cambios en las condiciones locales.

A continuación se enumeran las pesquerías más sensibles a las variables climáticas, en


orden decreciente de sensibilidad:

a) Pesquerías de agua dulce en pequeños ríos y lagos de regiones con cambios más
acusados de temperatura y precipitaciones.
b) Pesquerías en zonas económicas exclusivas (ZEE), especialmente cuando hay
mecanismos de regulación del acceso que reducen artificialmente la movilidad de
los grupos y flotas de pesca y su capacidad para adaptarse a las fluctuaciones en la
distribución y la abundancia de las poblaciones.
c) Pesquerías en grandes ríos y lagos.
d) Pesquerías en estuarios, especialmente cuando las especies no emigran o cuando
hay una dispersión de la freza, o en estuarios que sufren los efectos de la subida
del nivel del mar o la disminución del caudal de los ríos.
e) Pesquerías de alta mar.

Se observa claramente que las pesquerías marinas de producción a mayor escala no


están amenazadas en forma directa o inmediata por el cambio climático. Las pesquerías más
sensibles al cambio climático son también las más afectadas por intervenciones humanas como
embalses, reducción del acceso a la migración río arriba o río abajo, colmatación de humedales
y otros problemas de crecimiento demográfico y manipulación de hábitat, especialmente los
relacionados con el aprovechamiento del agua para la agricultura y el desarrollo urbano.

También conocemos algunas opciones para hacer frente a la situación que reportan
grandes beneficios independientemente del cambio climático (como se señala en documentos
58

anteriores sobre el cambio climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el


Cambio Climático, IPCC 1990, 1996):

a) Concebir y crear instituciones nacionales e internacionales de ordenación


pesquera que reconozcan las variaciones en la zona de distribución, la
accesibilidad y la abundancia de las especies y que establezcan un equilibrio entre
la conservación de las especies y las necesidades locales de eficiencia económica
y estabilidad.
b) Apoyar las innovaciones mediante la investigación sobre sistemas de ordenación
y ecosistemas acuáticos.
c) Extender la acuicultura para aumentar y estabilizar los suministros de alimentos
marinos, contribuir a estabilizar el empleo y aumentar cuidadosamente las
poblaciones que viven en libertad.
d) En las zonas costeras, integrar la ordenación pesquera con otros usos del
territorio.
e) Vigilar los problemas sanitarios (por ejemplo, mareas rojas, ciguatera, cólera) que
podrían incrementarse como consecuencia del cambio climático, causando daños
a las poblaciones y los consumidores.

Hay temas que no se tratan en los informes del IPCC y que podrían resolver los
problemas más graves de acceso a los hábitat y los cursos de agua, o de la calidad del agua que
está disminuyendo rápidamente con la expansión de la agricultura y el desarrollo urbano. La
cuestión ambiental que obviamente requiere más atención es la de controlar el crecimiento y el
desarrollo humanos, vigilando, evaluando y manteniendo al mismo tiempo hábitat
fundamentales, y restableciendo buena parte de los que han desparecido o han sido
manipulados.

Esto es especialmente importante porque es necesario disponer de más opciones con


respecto a los patrones conocidos de cambio climático. Los grandes planes, por ejemplo para
aumentar la utilización de productos acuícolas, sirven de poco si no se puede asegurar el acceso
a recursos hídricos limpios y no contaminados y a proteínas suficientes para alimentar a las
especies cultivadas.

5. CONCLUSIONES

Los cambios de régimen tienen lugar a diversas escalas temporales y espaciales.


Identificar sucesos anteriores u otros indicadores puede proporcionar una capacidad de
pronóstico que es fundamental para mejorar la gestión de los impactos antropógenos en los
ecosistemas naturales. La longitud negativa del día o velocidad de rotación de la tierra parece
ser un elemento útil para conocer las transiciones futuras de los ecosistemas y tal vez unos
cambios más definidos, una vez se haya procedido a una seria vigilancia y se hayan iniciado
investigaciones aplicadas. La vigilancia de los índices atmosféricos y los cambios
consiguientes en los «indicadores de la situación», la distribución y la abundancia de especies
especialmente sensibles proporciona la información necesaria para emprender una ordenación
eficaz de las actividades humanas que afectan a los ecosistemas y a la producción de éstos
que necesitaremos para sustentarnos a largo plazo.

El sol es la principal fuente de energía de nuestro sistema. La radiancia de amplio


espectro del sol crea las condiciones para que haya vida en nuestra pequeña porción del
universo. En ningún otro lugar es tan evidente que la vida depende totalmente de la luz del
59

sol como en los océanos, donde se desarrolló la vida tal como la conocemos y donde ésta
sigue respondiendo a los continuos desafíos de un entorno que cambia rápidamente. Las
cuestiones que se plantean son muchas y difíciles de interpretar, debido a la interconexión de
sus dinámicas, y de abordar, ya que muchos de los factores que influyen en ellas están
todavía poco claros, pero lo cierto es que no quedan fuera del alcance de nuestra experiencia
humana general.

Las oscilaciones estacionales de los niveles de luz solar de la Tierra son extremas en
los polos, mientras que se mantienen casi constantes en el ecuador. La variabilidad estacional
más baja y la cantidad relativamente grande de luz y calor que absorbe el océano en torno al
ecuador dan lugar al calentamiento general en éste. Un hecho fundamental que es necesario
aceptar para acercar nuestros mensajes y lograr que se comprendan es que hay una pérdida
constante de calor en los polos y, simultáneamente, una absorción casi constante de calor en
los océanos ecuatoriales. Los procesos que modulan la pérdida de calor en los polos,
cualesquiera que sean, son los que regulan los patrones del cambio climático de la tierra.

Existen varios patrones de interés para quienes estudian las precipitaciones y la sequía
en particular, y las pesquerías costeras y oceánicas en general. Muchos de ellos están
relacionados, en formas que aún no se conocen bien, con cambios fácilmente observables en
la -LOD, así como con los patrones relativos al campo de viento dominante, la temperatura
de la superficie del agua y la presión al nivel del mar en las grandes regiones climáticas.
Hemos comprobado que algunos de éstos son valiosos indicadores de los cambios de régimen
climático, así como precursores de las respuestas de los ecosistemas pesqueros a escala
decenal. En muchos casos esos patrones están simplemente correlacionados, y no permiten
hacer pronósticos. La -LOD parece ser el mejor indicador hasta la fecha para realizar
pronósticos, aunque estamos seguros de que el cambio de la -LOD, por sí sólo, no es la causa
directa. Se trata de una señal integrada que da una idea de los futuros cambios genéricos en la
producción oceánica, como consecuencia de diversas fuerzas, y permite estudiar
detalladamente los vínculos con las respuestas ecológicas. Entre esas fuerzas cabe citar la
nubosidad y los niveles de luz resultantes, la velocidad y dirección del viento, las
temperaturas de los hábitat costeros, la frecuencia de las corrientes ascendentes y la
escorrentía de agua dulce, todas las cuales estimulan secuencias ecológicas a todas las escalas
temporales.

Aunque reconocemos que la energía en el ecuador «propulsa» el sistema climático de


la Tierra, estamos cada vez más convencidos de que gran parte del forzamiento del clima de
ésta tiene su origen en episodios fríos polares (pérdida de calor probablemente vinculada con
la baja densidad de las nubes) y la consiguiente subsidencia, que engendran los anticiclones
polares móviles. Estos, a su vez, se desplazan hacia el ecuador, recogiendo la energía de la
superficie, y terminan por cargar de energía a los alisios. Si estos anticiclones son lo bastante
frecuentes e intensos (y tropiezan con una superficie suficientemente cargada de energía), su
función se potencia y prosiguen su desplazamiento hacia el ecuador. Esto da lugar a nuevos
encuentros con nubes frontales cargadas de humedad, debidas probablemente a una
convección profunda en la región ecuatorial, que provocará cambios de estado y
precipitaciones y favorecerá el transporte de calor y energía ecuatoriales a los polos. Los
cambios de régimen pueden medirse en términos de frecuencia e intensidad de los
anticiclones polares móviles (véase Leroux 1998). Por supuesto, las dinámicas del
calentamiento ecuatorial y la piscina caliente son también una parte importante de los
procesos en cuestión, al dar lugar a períodos con una convección profunda más acusada en la
región ecuatorial (índice de oscilación austral bajo) y períodos de convección ecuatorial
60

menor en esa región (índice de oscilación austral alto). Todos estos procesos tienen
consecuencias ecológicas locales, regionales y a escala de cuenca.

La periodicidad de los diversos índices (PDO, NOA y AO, ENSO, etc.) determina los
regímenes climáticos oceánicos bipolares (dominados por vientos de este a oeste o de los
polos al ecuador) y las consiguientes respuestas físicas y de producción de los océanos, desde
las zonas templadas a las polares, relacionadas con los patrones de producción de las
pesquerías. Los datos sobre el forzamiento climático son poco fiables dentro de estos
patrones decenales o de más larga duración, pero a pesar de ello son útiles para hacerse una
idea de lo que hay que vigilar y dónde debe realizarse esa vigilancia, lo que facilitará el
seguimiento de las probables respuestas ecológicas. Los períodos de transición son fáciles de
identificar, pero no han sido especialmente bien estudiados, desde el punto de vista ecológico,
simplemente porque suele haber crisis asociadas con ellos, al no cumplirse las previsiones
locales debido a los trastornos comunes a las diversas especies afectadas. Los cambios en la
fauna observados por las comunidades pesqueras figuran probablemente entre los más útiles
de todos los indicadores climáticos.

Parece ser que, a lo largo de los milenios, en cada uno de estos ecosistemas marinos
han evolucionado al menos dos faunas muy distintas y dinámicas, de las cuales sólo la mitad
se beneficia de ambos aspectos de los contextos divergentes que se derivan de los procesos
físicos inducidos por el clima. Podemos identificar varias dinámicas físicas correlacionadas,
como cambios en el régimen de precipitaciones, los períodos de almacenamiento conexos y
el caudal de ríos y arroyos, así como procesos oceánicos costeros locales. También
consideramos que muchas especies migratorias de depredadores están bien adaptadas a estos
cambios y pueden actuar como indicadores de cambios físicos que a menudo sólo son
identificados a posteriori por oceanógrafos y climatólogos. No nos preocupan demasiado las
consecuencias del cambio climático para las especies oceánicas más móviles, porque en el
pasado han sufrido ya esa experiencia y han sido seleccionadas por su rápida respuesta y su
adaptabilidad. Es en las regiones con dinámicas estacionales más intensas donde residen las
especies más adaptadas al cambio y a la dinámica de la distribución y abundancia: de ahí la
asombrosa productividad de las zonas de transición de latitudes altas. La Figura 25 da una
idea de las regiones con una dinámica estacional más acusada.

Aunque apenas se han mencionado los centenares de otras especies que están
presentes y son explotadas en diverso grado en cada ecosistema marino, hay muchas razones
para estar preocupados por su ordenación. Cuando se modifica la orientación de las
principales pesquerías, se tiende siempre a realizar un ajuste para mantener las tasas de
producción utilizando especies con una población menor. Hay buenas razones para reducir al
mínimo la reorientación de la producción pesquera hasta que esas especies secundarias hayan
tenido tiempo de adaptarse a las nuevas condiciones de sus ecosistemas. Tal vez, como en el
caso de las pesquerías costeras de Terranova durante el período que siguió a la fuerte
reducción del bacalao, un conjunto de especies de gran valor respondan a la disminución de
depredadores, de manera que se favorezca la supervivencia de la clase anual, y por
consiguiente una pesca muy lucrativa para quienes dispongan del equipo necesario. Por otra
parte, el cambio de una especie por otra en entornos tropicales puede provocar desastres,
como el que sufrió la almeja gigante Tridacna en el Pacífico centrooccidental debido a las
extracciones intensivas.
61

Figura 25 Aquí se muestran las regiones con los cambios estacionales más acusados, las
especies más adaptables y unos ecosistemas extraordinariamente productivos. Se
han sustraído de las temperaturas climatológicas a 30 metros de profundidad
durante el verano en el hemisferio norte (media de agosto) los valores medios de
febrero para cada recuadro de un grado. Las diferencias resultantes se indican
mediante una escala de colores. Puede observarse que en el hemisferio norte las
regiones de color entre rojo y naranja (es decir, el Atlántico y el Pacífico
noroccidentales y el Mediterráneo) presentan grandes diferencias estacionales. En
el hemisferio sur, el color entre morado oscuro y marrón (por ejemplo, litoral de
Argentina y Golfo de Guinea) indica fuertes diferencias estacionales. La
capacidad para hacer frente a la dinámica de los ecosistemas es lo que «define» a
los supervivientes locales: ésta es otra enseñanza que puede obtenerse de los
peces.

Al mismo tiempo, nos preocupa que nuestro efecto predominante en los ecosistemas
oceánicos y acuáticos en general sea que estamos poniendo a prueba, cada vez en mayor
medida, la capacidad de la Tierra para sustentar no sólo a los seres humanos, sino también a
otras muchas especies, debido a los daños que causamos a todas las especies y a todos los
ecosistemas, al destruir hábitats y eliminar opciones. Cabe suponer que, a pesar de las
actividades humanas, el sistema solar seguirá reflejando las largas y armoniosas interacciones
que han tenido lugar durante milenios, mucho ante de que apareciera la vida, y que
continuará haciéndolo mucho después de que las condiciones favorables y los entornos
propicios actuales hayan empeorado cada vez más, con las inevitables consecuencias que ello
entraña.

Es necesario que revisemos nuestros conceptos sobre lo que verdaderamente puede


controlarse, y que reconozcamos que los ecosistemas oceánicos comienzan en las montañas
más altas. La calidad de todas las aguas interiores y costeras está en la base del problema. No
se ha prestado la suficiente atención a la dinámica de las latitudes altas y los procesos
ecológicos conexos, porque a la mayoría de los seres humanos no nos gustan esos medios tan
extremos. Si esta situación cambiara, o si nuestros efectos en esas regiones se hicieran
mayores, es evidente que ello tendría consecuencias muy perjudiciales también para esos
ecosistemas, porque las especies que viven en ellos están realmente especializadas y son muy
sensibles a cambios de poca magnitud. Estas especies, como todas las demás, necesitan aún
más opciones que los seres humanos, que son los depredadores más adaptables que viven en
62

la Tierra. A este respecto, los servicios que presta la Tierra a la humanidad están
estrechamente vinculados al mantenimiento de todas las opciones abiertas a las numerosas
especies que forman parte de los numerosos ecosistemas dinámicos e interactivos, porque el
dilema es hacer frente a la dinámica natural o desaparecer: he aquí la enseñanza final de la
Naturaleza.

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Páginas y direcciones de Internet que contienen información pertinente sobre cuestiones


relacionadas con el clima y las pesquerías:

Se puede empezar por: http://sharpgary.org y explorar los diversos asuntos y enlaces.

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http://www.fisheries.org/climate/climate_symposium.htm

La variabilidad solar y el cambio climático: panorama histórico, de T.S. Feldman


http://www.agu.org/history/sv/articles/ARTL.html

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http://www.cpacc.org/antbar_pg.htm

Cuestiones relacionadas con el clima ártico, ensayo de N. Bond, J. Overland y N. Soriede.


2000.
http://www.arctic.noaa.gov/essay_bond.html

Programa sobre el cambio climático en el Atlántico


http://www.aoml.noaa.gov/phod/accp/

Causas básicas del cambio climático


http://www.geog.ouc.bc.ca/physgeog/contents/7y.html

Charles Perry, Departamento de Estudios Geológicos de los Estados Unidos


http://ks.water.usgs.gov/Kansas/climate/

El cambio climático y sus efectos en los recursos hídricos de los Estados Unidos:
http://www.pacinst.org/CCBib.html

El cambio climático y las poblaciones de salmón (véase la comunicación sobre sus


consecuencias más alarmantes). 1999.
http://www.fish.bc.ca/conferences/oct_1999/cover.html

La función de la convección en el clima mundial. Kininmonth y Sharp


http://sharpgary.org/UnConvectGCM.html

Formas de hacer frente al cambio climático: experiencias históricas. 2000. G.D. Sharp.
http://www.vision.net.au/~daly/sharp.htm

El descoloramiento de los corales, su mortalidad y el cambio climático mundial. Rafe


Pomerance. 1999.
http://www.state.gov/www/global/global_issues/coral_reefs/990305_coralreef_rpt.html

Hipótesis y mapa de David Welch sobre los peligros que amenazan al salmón
http://sts.gsc.nrcan.gc.ca/adaptation/sensitivities/map5.htm

Proyección del clima solar de Doug Hoyt


http://users.erols.com/dhoyt1/annex1.htm
http://users.erols.com/dhoyt1/bio.htm
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Estudio de Ed Mercurio sobre las funciones de las ondas cósmicas galácticas en el clima de la
Tierra
http://www.hartnell.cc.ca.us/faculty/mercurio/download.html

Demostración por Theodore Landscheidt de los pronósticos sobre El Niño/La Niña


http://sharpgary.org/landscheidt.html
http://www.vision.net.au/~daly/sun-enso/sun-enso.htm

Pesquerías y biología en el Océano Índico. J-L LeBlanc. 2001.


http://indianocean.free.fr/fish.htm

Pesquerías y cambio climático: la perspectiva danesa. 2000.


http://www.dmi.dk/f+u/publikation/dkc-publ/klimabog/CCR-chap-19.pdf

Centro de Oceanografía y Meteorología de la Marina de los Estados Unidos: datos


actualizados sobre los océanos
Véanse los vínculos del sistema OTIS sobre la situación prevaleciente en los océanos
http://www.fnoc.navy.mil/PUBLIC/

Advertencia de Fred Oliver sobre el enfriamiento mundial


http://www.vision.net.au/~daly/cooling.htm

Calculador de las tendencias de la temperatura mundial


http://www.co2science.org/temperatures/ghcn.htm>

Datos de la estación del proyecto GISP sobre la temperatura superficial mundiales


http://www.giss.nasa.gov/data/update/gistemp/station_data/

Documentos de conferenciantes invitados


http://www.vision.net.au/~daly/guests.htm

Efectos del cambio climático y de la pesca en la abundancia del salmón del Pacífico en los
últimos 300 años. B. Finney et al. Science, 27 de octubre de 2000.
http://www.uaf.edu/seagrant/NewsMedia/00news/10-20-00_Finney.html

Servicio Internacional de Estudio de la Rotación de la Tierra: índices de -LOD y velocidad de


rotación
http://www.iers.org/iers/

Examen por T. Kawasaki de los conocimientos sobre el clima y las pesquerías


http://www.icsu-scope.org/downloadpubs/scope27/chapter06.html

Repercusiones del cambio climático en la ordenación pesquera. Gunnar Knapp. 2001.


http://www.orst.edu/Dept/IIFET/2000/abstracts/knapp2.html

Servicio Internacional de Estudio de la Rotación de la Tierra


http://www.iers.org/

Estudio del IPCC sobre los efectos regionales de la pesca y otras actividades conexas. 2001.
http://www.grida.no/climate/ipcc/regional/299.htm
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Informe del IPCC, 1995. Capítulo 16, Cambio climático. Resumen sobre la pesca en 1995 –
John T. Everett, Estados Unidos
http://www.st.nmfs.gov/st2/climatec.htm

Datos del JISAO sobre el clima y los océanos


http://tao.atmos.washington.edu/science2.html

Entornos terrestres mundiales desde la última época interglacial, Jonathan Adams


http://www.esd.ornl.gov/projects/qen/nerc.html

En espera del efecto de invernadero, John Daly


http://www.vision.net.au/~daly/

Pesquerías del Océano Índico y oceanografía, Jean_Lu LeBlanc


http://indianocean.free.fr/

Imágenes del flujo de calor latente


http://www.icess.ucsb.edu/esrg/lh/latent_heat_flux.html

Tendencias climáticas a largo plazo y poblaciones de salmón. George Taylor. 1997.


http://www.ocs.orst.edu/reports/climate_fish.html

NAO: http://www.ldeo.columbia.edu/NAO/
http://www.cgd.ucar.edu/~jhurrell/PaperCopy/naobook.ch1.pdf

Pronósticos sobre la NAO


http:/www.john-daly.com/theodor/naonew.htm

Laboratorio de la NOAA para el Medio Ambiente de las Pesquerías del Pacífico: clima y
pesquerías marinas
http://www.pfel.noaa.gov/research/climatemarine

Bibliografía sobre clima oceánico y cambios de régimen


http://www.cqs.washington.edu/crisp/ocean/ocean.html

Pronósticos sobre el clima oceánico/ENSO


http://www.cqs.washington.edu/crisp/rel/ocean.html

Comunicaciones recientes de Pål Brekke sobre la NASA/SOHO y las influencias solares, con
imágenes
http://zeus.nascom.nasa.gov/~pbrekke/presentations/talks.html
http://folk.uio.no/paalb/research.html

Calculador oceánico de la Fundación Pangloss


http://www.dnai.com/~patwilde/ocean.html

PDO: http://www.jisao.washington.edu/pdo
80

Bibliografía seleccionada
http://www.pfel.noaa.gov/research/climatemarine/cmfpublications/cmfpublications.html#BIBLIO

Artículo de Sherwood y Kieth Idso en la revista CO2 Science


http://www.co2science.org/

Observaciones de Doug Hoyt sobre las influencias solares


http://users.erols.com/dhoyt1

Vínculos sobre pesquerías oceánicas de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico


http://www.spc.org.nc/coastfish/links.html

Bruscas transiciones climáticas durante la Era Cuaternaria. Avances en geografía física.


Jonathan Adams, Mark Maslin, Ellen Thomas. 1999.
http://www.esd.ornl.gov/projects/qen/transit.html

Datos climáticos sobre las láminas de hielo de la Bóveda de Taylor


http://depts.washington.edu/isolab/taylor

El gran viraje climático. William Calvin. 1998.


http://faculty.washington.edu/wcalvin/1990s/1998AtlanticClimate.htm

El Pleistoceno y los orígenes de la cultura humana.


Peter J. Richrason y Robert Boyd. 1998.
http://www.des.ucdavis.edu/faculty/Richerson/Speed.htm

Atlas de los Océanos de las Naciones Unidas


http://www.oceansatlas.org/index.jsp

Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: carpeta informativa
http://www.unfccc.de/resource/iuckit/fact10.html

Interpretación y predicción de los efectos del cambio climático mundial en la flora y fauna de
los ecosistemas de manglares de Florida. Departamento de Estudios Geológicos de los
Estados Unidos. 2000.
http://www.nrel.colostate.edu/brd_global_change/proj_29_florida_mangroves.html

Taller sobre el cambio climático y los Grandes Lagos: ¿cuáles son los posibles efectos y qué
se puede hacer? Organismo para la Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos.
2001.
http://www.epa.gov/glnpo/climate/workshops.html
81

ANEXO II

GLOSARIO

Altura de la superficie del mar: Distancia de la superficie del mar con respecto a la elipsoide
de referencia. Se calcula a partir del intervalo del altímetro y de la altitud del satélite con
respecto al elipsoide de referencia. Con arreglo a esta definición, la forma no esférica de la
Tierra se representa como un elipsoide de revolución con un radio ecuatorial de 6378,1363
kilómetros y un coeficiente de aplanamiento de 1/298,257. Asimismo, la altura de la
superficie del mar varía por encima o por debajo del geoide. Esta altura suele expresarse
como una anomalía o desviación de la superficie del mar, que representa la diferencia entre
la altura de la superficie del mar en el momento de la medición y la altura media de la
superficie en esa región y época del año.
Altura del nivel del mar: Altura real del nivel del mar, obtenida mediante mediciones, en
comparación con un patrón de referencia. Véase anomalía del nivel del mar, elipsoide de
referencia, geoide.
Anomalía del nivel del mar: Diferencia entre la altura real del nivel del mar, obtenida
mediante mediciones, y un nivel medio basado en una referencia matemática. Véase
barómetro inverso, elipsoide de referencia, geoide.
Calmas ecuatoriales: Zona de bajas presiones, centrada en el Ecuador, que se caracteriza por
vientos ligeros y variables, corrientes de aire ascendentes y fuertes lluvias.
Ciclón: Zona estrecha de bajas presiones, con circulación en sentido antihorario en el
hemisferio norte y horario en el hemisferio sur.
Ciclos de Milankovitch: El primero de los tres ciclos de Milankovitch es la excentricidad de la
Tierra. La excentricidad es simplemente la forma de la órbita de traslación de la Tierra
alrededor del sol, que fluctúa constantemente entre un 0 y un 5 por ciento de su elipticidad a
lo largo de un ciclo que dura unos 100 000 años;
- El segundo es la inclinación del eje de la Tierra en relación con el plano de su órbita. Esa
inclinación varía entre 21,5 y 24,5 grados, con una periodicidad de 41 000 años;
- El tercero de los ciclos de Milankovitch es la precesión o lento bamboleo de la Tierra
mientras gira alrededor de su eje. Este bamboleo puede compararse al de una peonza que se
mueve de un lado a otro cuando comienza a girar. La precesión de la Tierra hace que el eje
de ésta deje de apuntar a la estrella Polar para orientarse hacia la estrella Vega. Cuando se
produzca este cambio de orientación, Vega tendrá que ser considerada la estrella Polar. Esta
precesión tiene una periodicidad de 23 000 años.
Clima continental: Clima propio del interior de grandes masas de tierra, que se caracteriza por
grandes intervalos de temperatura anuales, diarios o entre el día y la noche, una humedad
relativa baja y unas lluvias de moderadas a bajas e irregulares. Las temperaturas extremas
anuales se producen después de los solsticios. (Véase Clima marítimo).
Clima marítimo: Clima propio de las islas oceánicas o las regiones costeras de los continentes,
que se caracteriza por pequeños intervalos de temperatura anuales, diarios o entre el día y la
noche, una humedad relativa alta y lluvias regulares. Las temperaturas extremas anuales
aparecen rezagadas con respecto a los solsticios. (Véase Clima continental).
82

Clima mediterráneo: Clima propio de latitudes medias, que se registra en las costas
occidentales de los continentes y se caracteriza por inviernos suaves y lluviosos y veranos
secos.
Clima templado: Clima propio de las regiones de latitudes medias, caracterizado por veranos
calurosos e inviernos fríos.
Condensación: Cambio del vapor de agua a estado líquido. Para que el vapor de agua se
condense, el aire debe haber llegado a la saturación, o a un punto cercano a ésta, en
presencia de núcleos de condensación.
Condiciones meteorológicas: Estado a corto plazo de la atmósfera en un lugar específico con
respecto a la temperatura, humedad, velocidad y dirección del viento, claridad y nubosidad.
Dispersómetro: Sensor (radar) de microondas que explora la superficie de la Tierra desde una
aeronave o un satélite y mide el coeficiente de dispersión o reflexión de los impulsos de
retorno para determinar la rugosidad de la superficie y deducir la velocidad y dirección del
viento.
El Niño/Oscilación Austral (ENSO): Oscilación interanual en la presión al nivel del mar
tropical entre los hemisferios oriental y occidental. Durante el fenómeno de El Niño, se
desarrollan unas presiones atmosféricas al nivel del mar extraordinariamente altas en las
regiones tropicales occidentales de los océanos Pacífico e Índico, y unas presiones
extraordinariamente bajas al nivel del mar en las regiones tropicales del Pacífico
sudoriental. Las tendencias a unas presiones extraordinariamente bajas al oeste de la línea
de cambio de fecha y a unas presiones altas al este de esa línea han sido relacionadas con
períodos de temperaturas de la superficie del mar anormalmente frías en el Pacífico
ecuatorial, denominados en ocasiones La Niña.
Estación oceánica: Cambio estacional de la altura del nivel del mar causado por un cambio en
el contenido de calor y los vientos dominantes.
Fuerza de Coriolis: Desviación de objetos en movimiento (corrientes de aire y agua), causada
por la rotación de la Tierra (hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en
el hemisferio sur), que es importante en la formación de anticiclones, ciclones, giros y
remolinos.
Geoide: Figura de referencia de la Tierra, considerada como la superficie que coincide con el
nivel del mar, incluidos los efectos gravitacionales locales y prescindiendo de las
características topográficas, extendida a toda la superficie de la Tierra.
Índice de circulación atmosférica (ACI): Medida de la transferencia (hemisférica) en gran
escala de masas de aire, que puede clasificarse en tres grupos principales en función de la
dirección predominante en que son transportadas dichas masas: «meridional» (C),
«occidental» (W) y «oriental» (E). De conformidad con sus nombres, el grupo (C) indica el
transporte predominante de aire de norte a sur y viceversa, mientras que los grupos (W) y
(E) indican el transporte predominante de aire de oeste a este y de este a oeste. El índice de
circulación atmosférica fue propuesto por Vangeneim (1940) y Girs [1971] para
caracterizar procesos atmosféricos a escala hemisférica (mundial).
Índice de oscilación austral: Fluctuación interanual de la presión al nivel del mar tropical
entre Darwin (Australia) y Tahití, cuya historia se describe detalladamente en Allan et al.
1996. Unos valores positivos indican patrones diferentes de El Niño, mientras que unos
valores negativos indican episodios cálidos próximos o en curso.
Marea oceánica: Efecto de la gravedad lunar y solar sobre las aguas mesooceánicas.
83

Núcleo de condensación: Partícula, líquida o sólida, como por ejemplo polvo, sal, gota de
agua, etc., sobre la que empieza a condensarse el vapor de agua en el aire.
Onda de Rossby: Onda oceánica de poca amplitud (de 10 a 20 centímetros) y gran anchura
(centenares de kilómetros) que se mueve con extraordinaria lentitud hacia el oeste,
atravesando el pacífico a lo largo de varios decenios.
Oscilación decenal del Pacífico (PDO): Fluctuación a largo plazo (de 20 a 30 años) de la
altura de la superficie del mar a lo largo de las costas orientales u occidentales del Océano
Pacífico.
Oscilación del Atlántico Norte (NAO): El índice NAO suele definirse como la diferencia de
presión al nivel del mar entre dos estaciones situadas cerca de los «centros de acción» de
Islandia y las Azores. La estación elegida en el norte es invariablemente Stykkisholmur
(Islandia), mientras que en el sur se recurre a Ponta Delgada (Azores), Lisboa (Portugal) o
Gibraltar. La NAO tiene notables efectos sobre las condiciones meteorológicas y el clima
en el Atlántico norte y los continentes que lo rodean, y es un factor exógeno dominante en
muchos sistemas ecológicos.
Radiación infrarroja: Radiación electromagnética con longitudes de onda comprendidas
entre 0,75 y 1 000 µm que ocupa parte del espectro electromagnético, con una frecuencia
menor que la de la luz visible y mayor que la de la mayoría de las ondas de radio, aunque
a veces se superponen. «Infrarrojo» significa «por debajo del rojo», es decir, más allá del
extremo rojo o frecuencia menor (longitud de onda más larga) del espectro visible. La
radiación infrarroja es una radiación térmica.
Seasat: Misión orbital, proyectada por los Laboratorios de Retropropulsión JPL e iniciada en
1978, para probar en vuelo cinco instrumentos (un radar de apertura sintética, un altímetro
de radar, un dispersómetro, un radiómetro de microondas multicanal de exploración y un
radiómetro de barrido en la región visible e infrarroja) y estudiar la superficie del océano.
Subsidencia: Movimiento descendente del aire, normalmente en una vasta zona, acompañado
de un incremento de la presión atmosférica y de un aumento de la temperatura.
TOPEX/Poseidon: Misión orbital franco-estadounidense, iniciada en 1992 para vigilar los
cambios en la altura del nivel del mar con altímetros de radar.
Topografía: Configuración general de una superficie, incluidos su relieve y la posición relativa
de sus rasgos característicos.
Vapor de agua: Agua en fase gaseosa.
Vector de la velocidad geostrófica: Las corrientes oceánicas están en función del forzamiento
del viento, la rotación de la Tierra, la fuerza de las mareas y el movimiento de las aguas de
las zonas con una presión más alta a las zonas con una presión más baja. El componente de
las corrientes originado por ese movimiento de las aguas se conoce como vector de la
velocidad geostrófica. En algunas regiones, el principal componente de las corrientes es de
carácter geostrófico.
Zona de convergencia intertropical (ZCIT): Banda muy densa de tormentas eléctricas que
rodea el globo terráqueo en los trópicos cuando los vientos alisios de ambos hemisferios
convergen en el ecuador.
Zona templada: Zona climática de latitudes medias que se extiende desde el trópico de Cáncer
al círculo polar ártico y del trópico de Capricornio al círculo polar antártico, caracterizada
por veranos calurosos e inviernos fríos.
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Zona tropical: Zona climática de latitudes bajas, centrada en el ecuador, que se extiende entre
los trópicos de Cáncer y Capricornio y se caracteriza por unas condiciones meteorológicas
calurosas durante todo el año.

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