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Daniel De Santis
E ntre Tupas y Perros
Daniel De Santis
ÍN DICE
Introducción...........................................................................
APÉNDICE:
N OT A SO BRE LA EDICIÓN :
Los Editores
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Daniel De Santis
12
Carta a un Tupamaro
PRÓLO GO
Luis Horacio Santucho
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Carta a un Tupamaro
A mod o de pr esentació n
20
Carta a un Tupamaro
En la nu ca
Cabo s suel to s
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rural en Tucumán (...) Moreno no rechazaba en teoría a la gue-
rrilla, pero en lugar de concebirla como el inicio de una guerra
revolucionaria prolongada, la ubicaba como un elemento de pre-
sión en el marco de la concepción estratégica espontaneísta de
que ya hemos hablado, y sobre todo, no estaba dispuesto a prota-
gonizarla.
A lo largo de 1967, mientras la corriente leninista adopta pro-
gresivamente una correcta óptica de guerra revolucionaria,
comienza a manifestarse la lucha de clases en el seno del Partido.
La agudización de las contradicciones sociales en el país influye
favorablemente en el Partido facilitando que la presión proleta-
ria en la Regional Tucumán, con su punto de vista de clase,
comience a repercutir en el conjunto del Partido. Los militantes
y los cuadros obreros, en distintas regionales, adoptan posiciones
más activas y parte de la intelectualidad revolucionaria, en espe-
cial los cuadros y militantes jóvenes, encabezan lo que se dio en
llamar ‘la revolución ideológica en el Partido’, que no es otra cosa
que los aspectos ideológicos de la proletarización partidaria.”
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surgimiento del peronismo hasta hoy, apoyó la política y las con-
cepciones de la dirección peronista y la burocracia sindical. En
esta etapa vivió ascensos y descensos, períodos de luchas y perío-
dos de retroceso, pero el común denominador de todos ellos fue
que la dirección burguesa y la burocracia sindical siguieran con-
tando con el apoyo de la clase obrera (...) Hoy la situación ha
cambiado, la c lase obre ra vive u n a e n i nt en sa re voluc ión ide oló-
gic a. Las concepciones pequeño burguesas que le inculcó el pero-
nismo, la confianza en las direcciones sindicales burocráticas, se
encuentran profundamente corroídas por las duras derrotas
sufridas en los últimos 12 años y por el ejemplo que significa la
existencia de una dirección revolucionaria continental: el cas-
trismo (...) Por primera vez en 25 años comienzan a darse las con-
diciones para que un reanimamiento de la clase obrera desembo-
que en un auge ‘verdaderamente’ revolucionario. En la prepara-
ción y en el curso de ese auge, se fortalecerá, desarrollará y adqui-
rirá influencia en grandes sectores de masas, nuestro Partido; en
la preparación armada y en el curso de ese auge, nuestro Partido
fortalecerá el ejército revolucionario, sin el cual, desde Lenin
hasta el presente, todos los revolucionarios sabemos que la victo-
ria es imposible, y al cual debemos comenzar a crear ya mismo,
con la preparación e iniciación de la lucha armada.”
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Carta a un Tupamaro
“¿Quiere decir esto que los obreros por el sólo hecho de ser
tales están libres del nefasto individualismo? Categóricamente
no (...) Pero sucede que el propio papel que el obrero desempeña
en la producción mercantil, origina en él la tendencia contraria
(...) Así la propia situación de explotado origina en el obrero pro-
fundo odio de clases y una tendencia al igualitarismo (...) Marx
lo señala con toda claridad en el capítulo VI del Libro I de El
Capital (hasta hace poco inédito) cuando dice: ‘Aquí el obrero
está desde un principio en un plano superior al del capitalista, por
cuanto este último ha echado raíces en ese proceso de enajenación
(del trabajo) y encuentra en él satisfacción absoluta, mientras que por
el contrario, el obrero en su condición de víctima del proceso se
encuentra de entrada en una situación de rebeldía y lo siente como
un proceso de avasallamiento’. ¿Cuál de las dos tendencias prima en
la conciencia del obrero, la tendencia individualista, negativa que le
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impone la hegemonía burguesa en la sociedad o la tendencia
colectivista positiva, que surge de su carácter de explotado? Es un
problema que se resuelve en las luchas de clases.”
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Kim-Il-Sung, Fidel Castro y el Che Guevara han realizado grandes
aportes al marxismo-leninismo, en el curso de su experiencia como
dirigentes de la revolución en sus países, sobre todo en lo que hace
a la teoría de la guerra revolucionaria y a la construcción del socia-
lismo. León Trotsky, también ha hecho aportes valiosos, especial-
mente la teoría de la revolución permanente y la caracterización de
la burocracia y el fascismo. Otros aportes menores podemos encon-
trar en Antonio Gramsci y otros y todos los que con aciertos o erro-
res han luchado y luchamos por el triunfo de la revolución socia-
lista. Pero ninguno de estos aportes justifica ya el cambio de desig-
nación a la teoría científica de la clase obrera. Esta no es una mera
cuestión de nombres, sino que la IV Internacional, al sostener que
‘el trotskysmo es el leninismo de nuestro tiempo’, desvaloriza el
aporte de otros revolucionarios y maneja el pensamiento de
Trotsky en bloque, negando sus errores (...) La IV niega el carácter
de verdaderos y completos partidos marxistas-leninistas a los com-
pañeros vietnamitas y cubanos (...) Y a nadie puede caber duda
alguna sobre lo que vietnamitas y cubanos han hecho en el terreno
de la práctica revolucionaria.”
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expresión de eso es el primer capítulo del Cuarto Congreso,
cuando se hace la valoración de la estrategia de poder y lucha
armada de los clásicos, Marx, Engels, Lenin, del trotskysmo, del
maoísmo y del castrismo. Eso fue lo novedoso, lo rico del PRT: no
haberse quedado encasillado en una corriente del marxismo,
haber aplicado sin ataduras mentales el método marxista, la
experiencia del marxismo, a una realidad concreta que era la
Argentina.
Para los demás éramos trotskystas, es cierto. Pero, lo que
ocurre es que el PRT tenía un componente importante de ese ori-
gen, porque toda la gente que venía de Palabra Obrera se había
formado en el trotskysmo. Por ejemplo, Leandro Fote que era un
importante dirigente azucarero y mantuvo la táctica del entrismo
en el peronismo más allá de la línea del Partido. Hay testimonio
de eso: en la película La hora de los hornos, de Pino Solanas, lo pre-
sentan como un militante del peronismo. El Negrito Fernández,
por dar otro ejemplo, se formó al lado de Leandro y de Santucho.
Los compañeros de Rosario tenía una fuerte influencia trots-
kysta: Luis Pujals, Cacho Delfino, Susana Gaggero (que era la
mujer de Luis), etc. Pero también venían de, o tenían, influencia
trotskysta, en Córdoba, el Gringo Menna y Pichón Foti y, en
Buenos Aires, Rubén Pedro Bonet, que luego fuera fusilado en
Trelew y que era uno de los compañeros más representativos.
Una cosa que se asociaba con el trotskysmo era la firme
posición del PRT con respecto a la burguesía nacional, nosotros
planteábamos que no había que tener expectativas en la burgue-
sía nacional, porque no jugaba ese papel antiimperialista que le
atribuían las corrientes nacionalistas y stalinistas. Esto quedó
muy claro una vez que triunfó la revolución cubana, allí la bur-
guesía “nacional” (en realidad, sería más correcto decir “burgue-
sía no azucarera”), después de una tibia participación en contra
de la dictadura de Batista, se pasó abierta y beligerantemente a la
contrarrevolución armada. Muchas corrientes que militaban en
el marxismo, en particular el PC y sectores del peronismo com-
bativo no sacaron esta conclusión. Por ese elemento se nos seguía
diciendo trotskystas, pero esto no era patrimonio sólo de algunas
corrientes trotskystas sino que salía de la experiencia de lucha en
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Argentina, en América Latina. También es cierto que reivindicá-
bamos aspectos de Trotsky, de su participación en la Revolución
Rusa, la construcción del Ejército Rojo, la teoría de la revolución
permanente, la crítica a la burocracia soviética. Pero hasta ahí,
otras cosas no. También hay que tener en cuenta que durante
mucho tiempo, y aún subsiste, el mote trotskysta era una forma
de hacer maccartismo dentro de la misma izquierda (incluso,
más correcto sería decir: de hacer stalinismo). Pero si se estudia
la historia del PRT se verá que ya en el Quinto Congreso la adhe-
sión a la Cuarta Internacional trotskysta estaba condicionada,
limitada. A diferencia de la Cuarta, el PRT no se reivindicaba
trotskysta, sino marxista-leninista. Estas diferencias hicieron cri-
sis en 1972 cuando un sector de la Cuarta realizó un trabajo frac-
cional dentro de nuestro Partido. Allí nos separamos de esta orga-
nización y progresivamente nos fuimos alejando de las influen-
cias trotskystas. Después del ‘76-‘77, hay como un rechazo al
trotskysmo que progresivamente nos fue acercando al sovietismo,
que creo yo es la parte menos reivindicable del PRT.
Del maoísmo hay elementos más diluidos. Del que se decía
que era maoísta era Benito Urteaga. Una vez tuve una discusión
con él porque le daba una gran importancia al campesinado y yo
le dije que en la Argentina el porcentaje de campesinos era
mucho más chico que en China, que la clase obrera era mucho
más grande. Hizo un gesto como asintiendo, y se me quedó
mirando como pensando en lo que le había dicho. Ahí se terminó
la discusión. Lo que ocurría, al respecto, era que desde el punto
de vista de la estrategia del PRT esta discusión ya tenía una reso-
lución práctica. Nosotros habíamos dividido a la Argentina en
dos regiones estratégicas: el Sur, urbano, proletario y popular, y
el Norte, rural, proletario y campesino. En general yo he escu-
chado decir que Benito era maoísta. Pero esto en sí no era ni
bueno ni malo. Era bueno en la medida que expresaba una plu-
ralidad dentro del pensamiento marxista, que no tenía nada que
ver con el pluralismo ideológico que le quieren imponer a Cuba
(pluriporquería dijo Fidel). Ideología burguesa agregamos noso-
tros. Nosotros leíamos cosas de Mao. Se reivindicaba la guerra
popular, la formación del ejército, las cuatro tesis filosóficas.
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Luego comenzamos a leer mucho a los vietnamitas a Giap,
Le Duan, Trong Ching, a Burchett, un periodista australiano que
escribió mucho sobre Viet Nam. Hay un autor importante que se
llama Michael Löwy, que creo que en su Antología El marxismo en
América Latina nos caracterizaba como marxismo vietnamita.
Según Löwy no éramos ni trotskystas, ni castristas, ni stalinistas,
ni maoístas, sino vietnamitas. Lo dice con fundamento, no es que
lo inventa. Nosotros tomábamos mucho de la experiencia vietna-
mita: el tipo de partido, la relación partido-ejército, la formación
de los cuadros, todo eso era tomado, copiado casi tal cual de los
vietnamitas; incluso, creo yo, que en la eterna polémica acerca de
si “partido de cuadros” o “partido de masas”, en la conclusión o
la síntesis a la que llegamos (que se expresaba como “partido de
las masas”) mucho han tenido que ver los vietnamitas.
El leninismo estaba muy presente en nuestra formación. Al
que más leíamos era a Lenin, desde el ¿Qué hacer?, pasando por
El Estado y la Revolución, El imperialismo, fase superior del capitalis-
mo, El Izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo, Dos tácti-
cas..., hasta La Insurrección de Moscú, La guerra de guerrillas, Las
tesis de abril... Cada vez que había una situación política comple-
ja Santucho recurría a Lenin y eso lo expresaba en las editoriales
de El Combatiente.
Por todo esto creo que circunscribir la identidad del PRT a
una de las vertientes del marxismo es equivocado. Incluso al final
había compañeros que admiraban a Stalin, la época menos reivin-
dicable del PRT, sobre todo el período del exilio (de hecho el tra-
bajo que hice de recopilación de documentos, lo interrumpo en
marzo de 1977, ya que a partir de esa fecha son documentos del
exilio que para mí no reflejan la historia del PRT). Nosotros nos
reivindicábamos marxistas-leninistas, pero yo creo que habíamos
generado una identidad política propia, que la podríamos definir
como “guevarismo argentino” y denominarla con la palabra
“revolucionario”, ya que éramos la única organización que toma-
ba ese adjetivo en su nombre. Otros se llamaban comunistas,
comunistas revolucionarios, socialistas, montoneros, peronistas,
maoístas, trotskystas, en cambio nosotros nos llamábamos
Partido Revolucionario, Ejército Revolucionario.
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opresores deseaban postergar aún por unos meses- con la consi-
guiente agudización de la crisis interburguesa. Este fenómeno, un
notable impulso del auge de las masas, y un fortalecimiento ace-
lerado de las fuerzas revolucionarias, políticas y militares, se com-
binan para configurar el inicio de una etapa de grandes choques
de clases, antesala de la apertura de una situación revolucionaria
en nuestra Patria. En otras palabras, entramos en un período de
grandes luchas a partir del cual comienza a plantearse en la
Argentina la posibilidad del triunfo de la revolución nacional y
social, la posibilidad de disputar victoriosamente el poder a la
burguesía y al imperialismo. Pero apertura de una situación revo-
lucionaria (...) no quiere decir que ello pueda concretarse de
inmediato (...) Ese período -que debe contarse en años- será mayor
o menor en dependencia de la decisión, firmeza, espíritu de sacri-
ficio y habilidad táctica de la clase obrera y el pueblo, del grado
de resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, y fundamen-
talmente del temple, la fuerza y capacidad del Partido proletario
dirigente de la lucha revolucionaria.”
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dirigente las Coordinadoras de Gremios en Lucha, constituidas
por militantes del sindicalismo clasista y entre ellos, jugando en
la mayoría de los casos un papel dirigente, los militantes del PRT,
de Montoneros y de la OCPO. Las luchas obreras de este año, con
peso decisivo en las que se dieron hasta el mes de agosto, suma-
ron 25 millones de jornadas de huelga, superando en número a
todas las realizadas en América Latina en la década16.
En el intento de ampliar las libertades democráticas soste-
nidas por las luchas recientes, el PRT adoptó tardíamente la pro-
puesta de convocar una “Asamblea Constituyente Libre y
Soberana”. Mientras tanto Montoneros impulsaba la “Renuncia
de Isabel Perón y Elecciones Libre en 60 días”, y el PC clamaba
por un “Gobierno de Amplia Coalición Democrática Cívico
Militar”. Las principales organizaciones del campo popular tení-
an distintas propuestas y no llegaron a coordinar una política
para darle a ese enorme estado de movilización obrera y popular
una salida política. Santucho, consecuente con su lucha por la
unidad, había titulado el editorial de El Combatiente y a la vez
informe al CC ampliado: Ante las posibilidades democráticas Forjar
y Fortalecer la Unidad. Las consignas eran distintas pero no anta-
gónicas, las tres estaban en el terreno democrático, explicaba
Santucho.
Al no lograrse la unidad del campo popular y decaer
momentáneamente el accionar de la guerrilla, al no lograr “unir
la lucha reivindicativa a la lucha democrática y formular, progre-
sivamente, un único programa democrático y reivindicativo, que
exponga sintéticamente las principales aspiraciones del pueblo
argentino (...) en la perspectiva de un extenso Frente Democrá-
tico y Patriótico”, comenzó un decaimiento en las movilizaciones
tal como lo observó correctamente el Partido en un artículo del
Boletín Interno del 25 de setiembre titulado Por qué no se ha con-
cretado la movilización. Este boletín, cuyas ideas hemos resumido
al inicio del párrafo, concluía que:
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revolucionario, para organizar y preparar grandes movilizaciones,
éstas ni se mantuvieron ni se ampliaron en relación a las de junio-
julio, lo que produjo una relativa calma para las fuerzas enemigas.
No se concretaron las contundentes movilizaciones generales que
se requerían para forzar una situación de legalidad. Tampoco el
Partido supo incidir lo suficiente en las masas como para influir
en su estado de ánimo y en la lucha; y si se hizo, fue sólo en algu-
nos lugares, como en Córdoba, donde se logró la destitución del
interventor fascista Lacabanne, pero no lo suficiente como para
incidir en el conjunto del país.”
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aproximadamente unas 20 toneladas”. Desde el punto de vista
operativo: “Se consideraba posible cumplir ese objetivo aislando
por varias horas el Cuartel mediante el corte de los 9 puentes
carreteros del Riachuelo y las dos rutas La Plata-Capital Federal,
únicos accesos para los refuerzos militares enemigos, y neutrali-
zando las Comisarías principales con ataques de hostigamiento.
Además se estableció un cordón defensivo en las calles principa-
les de acceso, a una distancia aproximada de 2.000 metros del
Arsenal”.18
El principal objetivo político era dificultar y retrasar los
planes golpistas del Partido militar. Una acción revolucionaria de
tamaña envergadura, si resultaba exitosa, obligaría a los milita-
res a una mayor preparación del golpe y podría alentar la movi-
lización de masas, lo que también dificultaba los planes enemi-
gos. Como es conocido, ese día se produjo el mayor encuentro de
armas entre la burguesía y el proletariado de toda la historia
argentina. De la derrota sufrida por nuestras fuerzas y de las crí-
ticas a nuestros dirigentes se han escrito páginas que consumie-
ron ríos de tinta. Pocos se detuvieron a analizar en detalle lo ocu-
rrido en la ahora denominada Batalla de Monte Chingolo por
Gustavo Plis-Sterenberg en su libro que precisamente lleva este
nombre. Del relato de Gustavo surge un tipo de militante y un
tipo de organización revolucionaria de nuevo tipo (muy alejada
del marxismo-leninismo pensamiento Mao) que sólo se pudo for-
jar, como ya le he dicho antes y usted lo sabe por su experiencia,
por una línea política también revolucionaria y de nuevo tipo. Lo
que aquí nos importa decir es si esta acción estaba justificada políti-
camente y si se inscribía en la línea del PRT o se debía a que los diri-
gentes del PRT “a esta altura estaban perdiendo totalmente la con-
ciencia, la iniciativa y entraban en la desesperación”19, como afirma
el renunciante en el libro que usted cita. Respecto a lo primero es
necesario considerar todos los elementos de la realidad y no hacerlo
bajo un corte populista de la misma. Respecto a lo segundo creo que
significaba un necesario salto en el desa-rrollo de la guerra y de las
fuerzas militares revolucionarias, opiniones que paso a exponer.
La mayoría de los análisis del período critican la continui-
dad de la lucha armada bajo un gobierno constitucional pero,
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Carta a un Tupamaro
esos análisis, no mencionan un hecho determinante en la situa-
ción política, tan o más importante que la enorme fiesta popular
que significó la asunción del presidente Cámpora, representante
de Perón y del ala progresista del peronismo (y su punto culmi-
nante con la liberación de los presos políticos el 25 y 26 de mayo).
Nos referimos a la “Masacre de Ezeiza”, el 20 de junio de 1973, a
sólo veintiséis días de asumido el nuevo Gobierno. Ese día, para
recibir a Perón que regresaba del exilio, se realizó la movilización
de masas más grande de toda la historia argentina, alrededor de
dos millones de personas. La derecha peronista, responsable de la
organización del acto, planificó y ejecutó una verdadera embos-
cada a las enormes columnas de Montoneros y la Juventud Peronista
y en realidad contra todos los asistentes al acto. Desde el palco y
desde distintos puntos elegidos tácticamente se lanzó una lluvia de
disparos, con armamento de guerra, sobre la masa indefensa. ¡La
misma cúpula peronista masacró a sus propios simpatizantes! Perón,
jefe del peronismo, realizó declaraciones esa misma noche avalando
completamente la matanza. Decir esta verdad es muy difícil en la
Argentina, ya que se nos responde con una suerte de terrorismo ide-
ológico. Les respondemos: ¡no nos crean a nosotros, lean a Perón!
Este hecho marcó el inicio de la contraofensiva derechista
contra las fuerzas populares que la habían tomado el 29 de mayo de
1969 con el Cordobazo. El BP del Partido, debido a varios hechos de
signo progresista del gobierno, consideró la posibilidad de suspen-
der la continuidad de las acciones militares, posibilidad descartada
después de Ezeiza. Decisión reforzada luego de consumado el auto-
golpe contrarrevolucionario del 13 de julio de 1973, que derrocó a
Cámpora, a sólo cuarenta y nueve días de asumido el nuevo
Gobierno. De todas maneras el ERP no realizó ninguna acción
armada durante el Gobierno de Cámpora, ni luego de derrocado
este, hasta el mes de setiembre, pese a que nuestro compañero
Eduardo Giménez, mientras realizaba una pegatina, fue detenido y
asesinado el 29 de julio. Es necesario remarcar la verdad histórica ya
que, muy superficialmente, casi todos nuestros críticos no se toman
el trabajo de investigar los hechos y nos achacan haber realizado
acciones durante el Gobierno de Cámpora y soslayan a la Masacre
de Ezeiza.
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Daniel De Santis
Los análisis que ven en Monte Chingolo las causas de la
derrota, parten de los mismos supuestos que los que critican la
lucha armada revolucionaria. El más utilizado es que: las masas
no habían madurado lo suficiente. Por lo tanto, no era el momen-
to, se debía esperar. Para los críticos nunca llegará el momento de
la lucha con la esperanza infantil de que las masas le saquen las
castañas del fuego. En cambio, para la concepción guevarista hay
una relación, si me permite, dialéctica entre lucha de masas y
lucha armada, en la que una se alimenta de la otra. En particular,
nuestros críticos no tienen en cuenta que se trataba de una gran
acción de cuyo resultado dependía la situación política posterior.
Un éxito hubiese fortalecido política y orgánicamente al Partido
y al ERP, hubiese multiplicado al menos por 10 su poder de
fuego, se podrían haber armado varias compañías en la zona rural
-hombres y mujeres dispuestos había- y completado el armamen-
to de todas las urbanas. Pero la afirmación que puede resultar
más controvertida, que está en la esencia de la línea del PRT y en
la del guevarismo, es que una acción victoriosa en ese momento
hubiese repercutido favorablemente en el estado de ánimo de las
masas, fortaleciendo políticamente al conjunto del movimiento
revolucionario.
Debemos recordar que en la otra región estratégica, el
monte, habíamos sufrido pocos meses antes, el 28 de mayo, una
derrota en el plano político aunque, paradójicamente, un triunfo
militar. El ERP, por intervención de su Compañía de Monte
(reforzada), se dirigía al departamento de Famaillá, en la
Provincia de Tucumán, donde estaba asentado el Comando
Táctico de la V Brigada del ejército enemigo con el objetivo de
tomarlo completamente. Para ello debió salir del Monte o sea
operar en terreno desfavorable. En la marcha de aproximación,
en el paraje llamado Manchalá, la cabeza de la columna fue ata-
cada por fuerzas enemigas. La actuación de los combatientes y
oficiales del ERP fue muy destacada ya que, pese a la sorpresa,
batieron a las fuerzas enemigas y se retiraron ordenadamente.
Pero esta suerte de emboscada enemiga abortó los objetivos de la
acción. Este desenlace negativo del proyectado copamiento del
Comando Táctico y una línea táctica errada que había fijado la
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guerrilla al terreno, sobre la cual no nos vamos a referir ahora,
llevaron a que el ERP perdiera la iniciativa militar en la Región
y con ella la política. Por su parte no había sido completamente
exitosa la mayor acción militar llevada adelante por los
Montoneros. El 5 de octubre de 1975 se ocupó parcialmente y se
recuperó importante armamento del Regimiento de Infantería de
Montaña n° 29 con asiento en la ciudad de Formosa, cercana a la
frontera paraguaya.
Anteriormente sólo hemos detallado algunos de los hechos
más importantes, los que dan cuenta de un año de enormes avan-
ces y de un despliegue inusitado de las fuerzas revolucionarias,
políticas y militares, de las masas y de la vanguardia (debemos
agregar que Montoneros y otras fuerzas revolucionarias se mos-
traban muy activas en el plano militar y en la acción de masas)
pero que no habían culminado en la unidad de los revoluciona-
rios y del campo popular sino que este seguía dividido, lo que no
permitió explotar al máximo la situación favorable generada por
las masas en las jornadas de junio y julio. En este contexto polí-
tico y militar se inscribe la decisión del PRT, en todo de acuerdo
con la tradición revolucionaria mundial: la as pira ción a m ante-
ner l a of ens iva . Dentro de esta concepción hay que analizar la
decisión de realizar la ocupación del Comando Táctico de la V
Brigada en Tucumán y la toma del Batallón de Monte Chingolo
en el Gran Buenos Aires.
Sólo después de ocurridas las dos derrotas del ERP, una
política en el Monte Tucumano, y la derrota militar y política de
Monte Chingolo, y de un éxito parcial de Montoneros en
Formosa, a las que debemos agregar el desbaratamiento a media-
dos de febrero de 1976 del intento del ERP de abrir un segundo
frente rural en El Cadillal, al norte de la ciudad de Tucumán y,
de un primer frente, en la misma zona y en el mismo momento,
por parte de Montoneros; repito sólo después de estos hechos,
hubiese sido correcto prever que el retroceso en las movilizacio-
nes de los últimos meses de 1975 se podía convertir en un reflu-
jo de masas, producto del golpe militar que se esperaba. Se reque-
ría realizar un análisis muy valiente y descarnado de la situación
en aquel momento (ahora es muy fácil), pero a su vez muy difícil
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Daniel De Santis
de realizar por verdaderos revolucionarios que habían logrado,
debido a su espíritu de ofensiva, hacer avanzar las luchas hasta las
puertas de un situación revolucionaria. Este hipotético análisis nos
hubiese indicado que el golpe militar en lugar de provocar un
nuevo auge hubiese producido el efecto contrario. Esta conclusión
hay que sostenerla con firmeza pero con voz muy serena, con
mucho respeto por los compañeros que tuvieron esa responsabili-
dad porque ellos, desde hace muchos años, no tienen voz.
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Carta a un Tupamaro
más amplia que la anterior irrumpe en la política nacional (...)
Educar y formar esa nueva vanguardia, en el curso de la resis-
tencia a la dictadura de Videla, transmitirle la rica experiencia
acumulada, aprender de ella, renovando con su fresco y vigoroso
impulso las estructuras revolucionarias, es una de las misiones
fundamentales de la reciente ‘promoción’ de templados cuadros
que se forjó en los primeros seis años de guerra revolucionaria.”23
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Daniel De Santis
condujera a concretar los tres ejes estratégicos antes menciona-
dos (partido, ejército y frente) era aconsejable, si era necesario,
ceder en los demás puntos. Ponía como ejemplo el hecho de que
Montoneros impulsaba una CGT en la Resistencia y nosotros no
acordábamos con ella. Es así que Santucho, además de un héroe
y mártir de la revolución, lo fue también de la unidad de los
revolucionarios.
El conjunto de resoluciones que rectificaban la línea nunca
pudo ser aplicado plenamente, porque el enemigo fue asestando
golpe tras golpe. Poco antes del 19 de julio habían caído el
Comandante Juan Manuel Carrizo y Eduardo Castello. La caída
de Santucho originó un estado de sospecha entre los dirigentes
que nos desviaron de la tarea central, que era reorganizar al
Partido con la táctica de repliegue. En los meses siguientes caye-
ron, junto a muchos compañeros, otros importantes dirigentes:
Eduardo Merbilháa, Carlos Germán, Leandro Fote y Norberto
Pujol, lo que nos impidió reorganizarnos eficazmente. Esto llevó
a que un error que se apreciaba como táctico se convirtiera en
estratégico.24 Queremos insistir sobre esta conclusión: el error
que llevó a la desarticulación del PRT, luego de haber realizado
los mayores esfuerzos en mantener la ofensiva, fue no prever, y
sobre todo no ver, el reflujo de masas en los términos en que lo
hemos expuesto. Incluso en junio/julio de 1976 se estaba a tiem-
po de rectificar el rumbo, lo que no se pudo concretar por la caída
de Santucho y los demás compañeros. En muchos balances de
esta experiencia se pone el acento en que la equivocación fue
haber continuado la lucha armada durante el gobierno peronista,
o, como veremos, que no fuimos suficientemente marxistas-leni-
nistas. Nosotros ya hemos dado nuestra opinión. Para ser conse-
cuentes con la teoría del conocimiento del marxismo debemos
decir que lo primero es un hecho objetivo: muertos, desapareci-
dos, pérdidas materiales, derrota, exilio, división, desintegración
como fuerza política. Lo segundo es un análisis político que no
tiene en cuenta que aquellos grupos revolucionarios que apoya-
ron al gobierno peronista corrieron nuestra misma suerte. En
cambio, el punto en común a todas las organizaciones revolucio-
narias fue no ver el reflujo de masas y replegarse a tiempo. Por su
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Carta a un Tupamaro
parte la insuficiencia de marxismo-leninismo es una abstracción
que no dice nada.
Desde el 20 de junio de 1973, con la masacre de Ezeiza,
hasta Monte Chingolo, la lucha de clases había tomado contornos
muy definidos: de un lado la gran burguesía y el imperialismo con
su Partido militar, el peronismo burgués y burocrático, la mayoría
de la dirigencia radical y las demás formaciones políticas de la
burguesía; del otro la clase obrera, fundamentalmente la indus-
trial de las grandes fábricas, el sindicalismo clasista con sus
Coordinadoras de Gremios en Lucha, las Ligas Agrarias, los curas
del tercer mundo, los cristianos por el socialismo, el peronismo
revolucionario, dignas individualidades del radicalismo y de otros
partidos burgueses, la intelectualidad revolucionaria, gran parte
del estudiantado universitario y las organizaciones revoluciona-
rias que los acaudillaban. Los dos polos de la lucha de clases se
disputaban los sectores intermedios de las masas. En la resolución
de esta lucha jugó un gran papel a favor de la burguesía el pero-
nismo burgués y burocrático. Las fuerzas revolucionarias pusie-
ron todas sus fuerzas por mantener la ofensiva iniciada con el
Cordobazo y esas fuerzas mantuvieron la disputa hasta finales de
1975. Valoro como absolutamente correcto haber aceptado el desa-
fío. Disputa que a nuestro entender comenzó a definirse en la
segunda mitad del año 1975 por los motivos enunciados.
Como acaba de leer, Eleuterio, en mi opinión, la derrota de
las fuerzas revolucionarias y de las masas argentinas se dio en el
terreno de la lucha política, no en el ideológico. A esta altura del
análisis es legítimo preguntarse si el agotamiento de los sectores
aliados del proletariado y luego del proletariado mismo se produ-
jo por la táctica del engaño de la burguesía con el Gran Acuerdo
Nacional, la acción terrorista de los paramilitares, la cuña metida
por Perón y el peronismo burgués y burocrático entre el grueso de
la población y sus sectores sociales de vanguardia, los fracasos de
las últimas y más importantes acciones guerrilleras, o una combi-
nación de ellos y otro factor de suma importancia que hemos men-
cionado, la división en la vanguardia. Pero como nuestra inten-
ción no es dar una respuesta cerrada, y para que el balance nos
sirva como guía ante posibles futuras situaciones revolucionarias,
81
Daniel De Santis
le cedemos la palabra a Santucho quien, en su último escrito, nos
dejó como enseñanza cuál debe ser la actitud de un revoluciona-
rio ante las más grandes dificultades:
Respu esta a la supu esta col oni zació n del MLN por el PRT
82
Carta a un Tupamaro
La s upues ta co lo nizaci ón
E n la n uca, dos
96
Carta a un Tupamaro
sinuoso equilibrio para no decir la lucha de clases en el seno del
partido, por la presión de las clases hostiles, cuyo núcleo es la con-
tradicción pequeña burguesía-proletariado!
Un último esfuerzo Eleuterio y no lo atormento más. “Tal
es el caso más conocido y claro de la desviación militarista de los
años ‘71-‘72, que condicionaron seriamente nuestras posibilida-
des de participación en la apertura democrática”33. Mire lo que
uno viene a descubrir en este tipo de investigaciones. La menta-
da desviación militarista del año 1971, ya analizada largamente
por el Partido en 1973, se dio en un momento en el que la mayor
parte de la dirección partidaria había sido detenida: Santucho,
Gorriarán, Menna, Bonet, Foti y Pujals desaparecido, mientras
que Benito Urteaga se batía casi solo contra ella y Carlos
Germán se destacó por orientar correctamente su trabajo en
Córdoba. La pregunta que me queda para nuestro renunciante
es: ¿Qué hacías tú en la guerra, papá?
Volviendo al relato histórico, le cuento que los revisionistas
se atrincheraron bajo la autoridad del Secretario General y como
no podían plantear abiertamente sus concepciones (abandono de
la lucha armada, que la derrota había sido solamente de la van-
guardia y no de las masas, partido stalinista tipo europeo,
Congreso público con invitados de ese continente, eliminación de
los puestos dirigentes de las viejos militantes de la Tendencia
leninista) se enmascararon detrás de la ampulosa definición de
Tendencia Marxista-Leninista “pensamiento” Mario Roberto
Santucho. Lo de pensamiento es una ironía que me permití para
mostrarle hasta qué punto las derrotas producen comportamien-
tos similares y si no se lo pusieron fue justamente porque no pro-
veníamos de esa cultura política, pero no dude de que actuaron
en consecuencia.
El renunciante confiesa en su libro que le faltó valor para
plantear sus posiciones a fondo. Con esta expresión quiso con-
mover al lector demostrando un rapto de honestidad y humil-
dad, mentiras, pura pose para la foto. No planteó sus posiciones
porque se quedaba solo, ni sus acólitos lo hubiesen seguido de
conocer sus planes. Muchos de ellos fueron seducidos por el dis-
curso ideologizado del renunciante, aunque no todos. No era
97
Daniel De Santis
fácil descubrirlo, le quedaban las mañas de su origen sindicalero,
discursear por izquierda y cerrar por derecha. En 1980 cuando
sus seguidores, que él había catequizado en las escuelas de Italia,
descubrieron sus verdaderas actitudes, más que sus posiciones
que nunca pudieron superar, lo pasaron a la base y se convirtió en
nuestro renunciante.
Luego de trastabillar con la estratagema del Congreso, para
recuperar la iniciativa, no vaciló en acusar de agente enemigo a
un integrante de la mayoría del CC y miembro del BP. Justo vein-
te años después, en diciembre de 1998, en un bar del barrio de
Boedo en Buenos Aires, me confesó que se trató de una locura
sectaria. Pero no les alcanzó. Luego realizaron una conferencia de
prensa en Madrid en la que se denunció al supuesto agente ene-
migo, la “expulsión del traidor a la revolución Gorriarán” y la
“expulsión como traidores al PRT” del resto de la mayoría del
CC. Con este movimiento no quedó ningún resquicio para conti-
nuar la discusión política, que casi no había comenzado por los
motivos expuestos. Un mes después regresamos los miembros del
CC que estábamos en Cuba, los compañeros comenzaron a cono-
cer los hechos que estamos narrando y en dos semanas se equili-
braron las fuerzas lo que nos permitió realizar un esfuerzo más
por mantener la unidad, pero más por voluntarismo que por rea-
les posibilidades de revertir una situación consolidada.
Integramos la Comisión de Fiscalización y Control hacia el
Congreso, en ella estaban en absoluta mayoría pero como no
esperaban la reacción de la militancia partidaria, boicotearon sus
funciones. Como allí se sentían dueños de los destinos de la frac-
ción que lograron construir, terminaron reconociéndose, a los gri-
tos, como los responsables de la división del Partido.
Para tranquilizar su conciencia el renunciante escribió en
el prólogo a la segunda edición: “permítaseme algunas conside-
raciones (...) que me llevan a dar por cerrada la historia del PRT-
ERP (...) Existe hoy una ruptura histórica que tiene múltiples
manifestaciones pero que se sintetizan (...) en el ocaso de la era
industrial y la caída de las absolutizaciones de la modernidad”.
Aquí, sin tapujos, exhibe su soberbia, no se sentía satisfecho con
haber destruido el PRT, ahora “decretaba” su muerte definitiva.
98
Carta a un Tupamaro
Esta clase de inveterados elitistas luego serán los teóricos de la
horizontalidad, el situacionismo y esas nuevas formas que adop-
tó, en el campo popular, la ideología de la clase dominante. Con
este tipo de razonamiento está propiciando la disolución del PC
cubano para que, todos los que nos juntamos bajo la herencia
guevarista, corramos presurosos al Departamento de Estado nor-
teamericano a preguntarle a Francis Fukuyama cómo continua-
ría la historia del lagarto verde del Caribe y los sueños de liber-
tad de los pueblos de la América Latina.
Un día a principios de 1976, llegó Benito Urteaga, como
habitualmente lo hacía, a la reunión semanal del Secretariado de
la Regional Sur. En un momento, fuera de toda afectación, en un
dialogo natural que se refería a las dificultades que tendríamos
ante el inminente golpe militar dijo que mientras quedara un
solo militante del PRT vivo, éste seguiría existiendo. Pese a la tra-
gedia que significó para todos nosotros la división partidaria, un
destacamento de nuestro sector (encabezado por Gorriarán, es
justo decirlo) participó en la ofensiva final que culminó con el
triunfo de la Revolución sandinista y posteriormente otros con-
tingentes se sumaron a colaborar con el Frente Sandinista en
Nicaragua. En el hermano pueblo de Sandino y Carlos Fonseca,
los aguerridos militantes del PRT cumplimos otras misiones
revolucionarias y dejamos en ellas un héroe, como Hugo Alfredo
Irurzún, ascendido luego a Comandante sandinista.
***
102
Carta a un Tupamaro
NOT AS
1
Se le llamaba así cuando un estudiante iba a trabajar a una fábrica
para hacer trabajo político en ella y también vivir directamente, al
menos en parte, las calamidades de la explotación capitalista.
2
Fragmento del artículo “Junta de Coordinación Revolucionaria oríge-
nes y perspectivas”:
“A 1968 se remontan los antecedentes de la colaboración mutua
entre las cuatro organizaciones que hoy integran la Junta de
Coordinación Revolucionaria. Hasta noviembre de 1972, que como
veremos es la fecha en que empieza a concretarse la idea de una
coordinación orgánica permanente, se producen numerosos contac-
tos bilaterales entre el ELN, el MIR, el MLN (T) y el PRT-ERP.
Recordamos entre ellos la reunión entre un miembro de la dirección
nacional del PRT y el Inti Peredo, en 1969 en La Paz, la serie de reunio-
nes entre un delegado del MLN y Chato Peredo, en 1970 en La Paz,
varios contactos entre compañeros del MLN y del PRT-ERP en
Buenos Aires y Montevideo en 1971 y 1972, varias reuniones entre
dirigentes del MIR y del PRT en Santiago de Chile desde julio de
1971 en adelante etc. (…) Los primeros días de noviembre de 1972,
se realiza en Santiago de Chile una reunión trascendental. Participa
la Comisión Política del MIR en pleno, tres miembros de la direc-
ción nacional del MLN (T) y tres miembros del Buró Político del
PRT. Inicia la sesión Miguel Enríquez, Secretario General del MIR
y expone lúcidamente la necesidad de una nueva organización inter-
nacionalistas a partir de nuestras tres organizaciones. Un ‘pequeño
Zimmerwald’ llama Enríquez a la organización que propone cons-
truir, una referencia inequívoca al antecedente leninista de 1915 (...)
La propuesta de Miguel Enríquez es aceptada unánimemente sin
observaciones y en pocos minutos se pasa a discutir los pasos prácti-
cos para concretar el objetivo propuesto. Ya en la reunión de noviem-
bre se informó de conversaciones sostenidas por dirigentes
Tupamaros con dirigentes del ELN en las que se hablo de la posibi-
lidad de que el ELN participara en el proyecto del ‘pequeño
Zimmerwald’. Posteriormente, en conocimiento de las resoluciones
de noviembre, el ELN planteó formalmente su total coincidencia y
su voluntad de incorporarse a ese esfuerzo internacionalista”. En
Che Guevara, Revista de la Junta de Organización Revolucionaria,
103
Daniel De Santis
nº 2, febrero de 1975.
3
La negrita es de Fernández Huidobro, Eleuterio: En la nuca. Historia
de los Tupamaros, Ediciones La Banda Oriental. Montevideo, 2004. p. 15.
4
La negrita es mía.
5
Hasta aquí llega la cita de Huidobro. Por razones de tipo estético-edi-
torial, no hemos respetado la separación de párrafos original, aunque sí
reproducido puntillosamente el texto, indicando con (…) las partes
suprimidas. Los extractos citados se encuentran entre las páginas 17 y
43 de En la nuca. [Nota del editor]
6
El Vasco Ángel Bengoechea fue militante del trotskysmo desde 1947.
Rompió con Nahuel Moreno en 1962 y se convirtió en el precursor del
marxismo revolucionario en la Argentina. Compañero del Che, al igual
que Jorge Massetti, en su proyecto de revolución latinoamericana en
territorio argentino.
7
De Santis, Daniel: A vencer o morir. Historia del PRT. Documentos. T. I V.
1., Nuestra América, Buenos Aires, 2004, pág. 84 a 93.
8
Silvio Frondizi adhirió al marxismo siendo un hombre de una sólida
formación intelectual, lo que le permitió superar la polarización stali-
nismo-trotskysmo y realizar aportes originales a la teoría marxista,
como su tesis acerca de La integración mundial capitalista, a mediados de
la década de 1940. Por supuesto que, al no entrar en los moldes ideoló-
gicos de la época, fue catalogado de trotskysta y combatido por el PC
argentino. Silvio murió asesinado por la Triple A a los 67 años, siendo
militante del PRT. Sus asesinos, que sabían del poder de su pensamien-
to, dirigieron a su cerebro los más de ochenta disparos con que lo asesi-
naron. Compartimos con Néstor Kohan que “El balance de Frondizi se
asentaba en un extenso estudio previo sobre las condiciones del capita-
lismo latinoamericano, en tiempos de integración mundial imperialis-
ta, bajo la hegemonía del imperialismo norteamericano. Formulaba la
hipótesis del agotamiento histórico del intento de las burguesías nacio-
nales latinoamericanas por desarrollar un ‘capitalismo autónomo’.
Como ejemplo puntual, analiza el fenómeno peronista, ensayo frustra-
do de realizar -bajo una forma política bonapartista- la revolución
democrático-burguesa en Argentina. De allí, Silvio Frondizi infería que
el carácter de la revolución argentina y latinoamericana no podía ser
otro que el de una revolución antiimperialista y socialista (como fases
de un mismo proceso ininterrumpido). Es por ello que, cuando viaja a
Cuba, se encuentra con la confirmación del diagnóstico que él mismo
había vaticinado y propuesto pocos años antes. Probablemente, ésa sea
una de las razones principales por las que Frondizi defiende con tanto
ahínco la revolución cubana en su libro de 1960. Habría que esforzarse
demasiado para no detectar y no reconocer la presencia de todo este
cúmulo de lecturas en el pensamiento político maduro de Robi
Santucho y en el modo como él y sus compañeros visualizaban la estra-
tegia continental de la revolución cubana, de la que se sentían vital-
104
Carta a un Tupamaro
mente parte”. Néstor Kohan: Otro mundo es posible, Nuestra América,
Buenos Aires, 2003.
9
Milcíades Peña fue un autodidacta, no terminó la escuela secundaria y,
por su propio esfuerzo y en el marco de la organización en la que mili-
taba desde muy joven, Palabra Obrera, se había convertido en un desta-
cadísimo historiador y economista. Su obra sobre la historia argentina
es diferente a la historia oficial de la corriente liberal burguesa
(Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López), como también de la historio-
grafía oficial del Partido Comunista, del peronismo de izquierda
(Rodolfo Puiggrós) y de la izquierda nacional (Abelardo Ramos). “Baste
decir que la conocida teoría sobre el carácter ‘feudal’ de la colonización
sirvió durante largo tiempo a los moscovitas criollos como telón de
fondo para afirmar que la Argentina ‘muestra aún hoy en su estructura
rasgos inconfundiblemente feudales’ y para enrollar la madeja de una
fantasmagórica revolución ‘antifeudal’ que abriría el camino a una
supuesta ‘etapa’ capitalista. Atados a sus dogmas y compromisos políti-
cos y frenados por su propia incapacidad, los teóricos comunistas pos-
teriores a Puiggrós usan su definición de la colonia como sociedad feu-
dal sólo para oponerse al socialismo en la Argentina de hoy, puesto que
significaría 'proponernos hoy tareas históricas inexistentes’... ¡Y esto fue
escrito cuatro años después de la revolución cubana!”. Milcíades Peña:
Antes de mayo., Fichas, Buenos Aires, 1973.
10
Véase p ágin a xx, p árraf o xx
11
Vandor fue el arquetipo de dirigente burocrático, jefe absoluto del
movimiento obrero en la década de 1960 y maestro de todos los traido-
res a la clase obrera argentina.
12
En enero de 1969 se había realizado el asalto al Banco de Escobar, pri-
mera acción militar importante del PRT.
13
Remitimos al lector al apéndice sobre la experiencia del PRT (y del
autor) en Propulsora Siderúrgica.
14
No es tan tajante la diferencia entre partido y movimiento. En reali-
dad un movimiento del tipo del 26 de julio cubano y sus similares no
dejan de ser partidos, aunque es verdad que no necesariamente leninis-
tas.
15
De este encuentro recordamos la masiva presencia de los pueblos
Toba, Matacos y Mocovíes y las palabras de uno de sus jefes: que ellos
eran pocos numéricamente, por lo que la liberación de sus pueblos pasa-
ba por la alianza con la clase obrera argentina.
16
Revista Internacional, Praga, 1975.
17
Años después los Montoneros analizaban que el reflujo de masas
había comenzado a partir del 1 de mayo de 1974, día en que Perón los
echó de la Plaza de Mayo. En cambio, el PRT, en el CE de abril de 1977,
analizaba que el reflujo comenzó después de las movilizaciones de junio
y julio de 1975. Hoy, a la distancia, podemos ver que en la primera fecha
comenzó la desmovilización de la Juventud Peronista, del movimiento
105
Daniel De Santis
estudiantil, y de los barrios, y se amplió la movilización reivindicativa
del movimiento obrero; al llegar a la época del Rodrigazo (culminación
de Jornadas de junio y julio) éste último produjo las más grandes movili-
zaciones de nuestra historia. Aunque decreciendo en intensidad, la
movilización obrera se mantuvo hasta el golpe militar, sobre todo en el
oeste y en el sur del Gran Buenos Aires.
18
Ambas citas son del Boletín Interno del PRT, n° 98 del 27 de diciembre
de 1975.
19
Luis Mattini, op. cit., p. 435.
20
“¡Argentinos a las Armas!”, editorial de El Combatiente, n° 210, miércoles
31 de marzo de 1976.
21
“Con Fuerza hacia las Masas”, editorial de El Combatiente, n° 220,
miércoles 9 de junio de 1976.
22
Ibid.
23
Boletín Interno nº 121, del 14 de julio de 1976.
24
Los conceptos táctica y estrategia son relativos. Si tomamos en cuen-
ta que el PRT denominaba a su estrategia como de una guerra popular
prolongada, el error cometido fue de orden táctico, lo cual no quiere
decir que fuera de menor importancia.
25
“Diez años de luchas y experiencias”, editorial de El Combatiente, n°
225, miércoles 21 de julio de 1976.
26
Aldrighi, Clara: La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el
MLN Tupamaros, Ediciones Trilce, Montevideo, 2001, p. 99.
27
Ibid, p. 99.
28
Ibid, p. 123.
29
El CC había quedado reducido a 11 miembros. En los temas centrales
que venimos y seguiremos exponiendo fue quedando claro que habría
una mayoría de seis miembros y una minoría de cinco. Esta distribu-
ción no necesariamente se reflejaba en todas las demás cuestiones.
30
Boletín Interno n° 113, del 16/1/79, correspondiente a la fracción enca-
bezada por el renunciante. A partir de este número comenzaron a salir
dos BI, uno de cada sector.
31
Al ganar Santucho la mayoría, Moreno se retiró del CC y del Partido
en enero de 1968.
32
VI Congreso, mayo 1979. El destacado es del original.
33
Las cuatro últimas citas son de VI Congreso, mayo de 1979.
34
Mattini, op. cit. p. 114
35
Idem, p. 475
106
Carta a un Tupamaro
108
Carta a un Tupamaro
marxismo, pues sería un fenómeno particular de los países en vía
de desarrollo, en especial América Latina por las peculiaridades
de su desarrollo socioeconómico y se distingue claramente de las
expresiones de la ‘desesperación pequeño-burguesa’ típica de los
países europeos (populismo, anarquismo y otros ‘revoluciona-
rios’). La ‘Democracia Revolucionaria’ representaría los intere-
ses y puntos de vista de las masas de trabajadores no proletarios,
que en las condiciones de nuestros países, se nutren del ascenso
del movimiento obrero y de las ideas del comunismo científico,
logrando cierta autonomía e incluso hasta la conducción transi-
toria de los procesos revolucionarios.”5
109
Daniel De Santis
que mide una táctica sindical para medir la desviación refor-
mista del PC.
De la lectura atenta de todo el libro se va intuyendo que
Mattini le exige a Santucho que éste tenga “la idea absoluta” de
la revolución en la Argentina, es decir la idea de la Revolución
Democrática, idea a la cual el Santucho proletario se acercaba y
de la que el Santucho demócrata revolucionario se alejaba; idea
que él “descubre” recién en 1985, y expone en la página 318 como
una tesis renovadora y reveladora:
114
Carta a un Tupamaro
encontramos en 1895, cuando Plejanov y Lenin lo usaron para
caracterizar a los socialistas pre-marxistas rusos: Herzen,
Chernishevsky y otros11 (1860-80), quienes veían en el campesi-
nado la fuerza revolucionaria fundamental y al grupo “la volun-
tad del pueblo”, los que el 1 de marzo de 1881 realizaron un aten-
tado con una bomba contra el Zar Alejandro II, matándolo, grupo
al que pertenecía Alejandro Úlianov, hermano mayor de Lenin12.
Y, por último, creemos que Mattini no reparó en que también
Lenin caracterizaba como demócrata revolucionario al pope
Gapón13 quien condujo, el 9 de enero de 1905, a la masacre de
cientos de obreros y campesinos rusos, hecho conocido como el
“domingo sangriento”.
Hemos citado tres ejemplos del uso de la categoría “demó-
crata revolucionario” por los marxistas. Ellos -los verdaderos mar-
xistas- la usaron para definir a los movimientos revolucionarios
anteriores al surgimiento del marxismo. Luego de la aparición y
desarrollo de éste se siguió utilizándolo, pero ahora para caracte-
rizar a movimientos retardatarios, retrógrados o directamente
reaccionarios y contrarrevolucionarios. Como hemos visto esta
terminología no es nueva ni feliz. Sí es de reciente incorporación
(fines de los ‘70) al acerbo conceptual de los Partidos Comunistas
en un intento por producir un acercamiento con los movimientos
revolucionarios del Tercer Mundo inspirado, entre otras cosas, por
la presión del Partido Comunista Cubano.
Los comunistas de aquellos años se pensaban a sí mismos
como los únicos revolucionarios y, por lo tanto, los movimientos
de liberación nacional y social, e incluso partidos marxistas leni-
nistas, eran caracterizados como pequeño-burgueses desespera-
dos, o con adjetivos aún peores. Y en la página 312, Mattini nos
dice quiénes son, para él, los marxistas:
115
Daniel De Santis
reformismo incluido- y pudo descartar los lastres negativos y
mantener y desarrollar la enorme acumulación de experiencia de
esa tradición, auténticamente marxista, el segundo, arrastraba el
fuerte contrapeso de la influencia de la ‘democracia revoluciona-
ria’, agravado por su formación en el trotskismo.”14
116
Carta a un Tupamaro
NOT AS
1
Este texto forma parte de un escrito más extenso inicialmente titulado
En homenaje a Santucho, Urteaga y Menna, publicado el 19 de julio de
1996 con motivo de cumplirse el 20 aniversario de la caída en combate
de nuestros compañeros. Este trabajo fue ampliado y su versión defini-
tiva, bajo el nombre Apuntes para un balance, apareció publicada como
introducción al Tomo 2 de A vencer o morir, el 19 de julio de 2000.
2
En realidad fue designado interinamente, no elegido. En la carta a
Huidobro se analiza más ampliamente esta situación. Este error se
cometió por falta de información al momento de su publicación. En
homenaje a Santucho (...) fue el inicio de mis esfuerzos por rescatar la
historia y los documentos del PRT y del ERP.
3
Mattini, Luis: Hombres y mujeres del PRT-ERP, Editorial La Campana
(edición ampliada), 1995, p. 14. Los subrayados son nuestros.
4
Op. cit. p. 27 y 28.
5
Op. cit. p. 28.
6
Op. cit. p. 144.
7
Op. cit. p. 318. La negrita es nuestra.
8
La Revolución Democrática es, para los marxistas, la revolución políti-
ca de la burguesía en aquellos países en los que han madurado las rela-
ciones de producción capitalistas, y por lo tanto la modificación radical
de la superestructura de la sociedad, que le permita a la clase revolu-
cionaria eliminar las relaciones económicas sobrevivientes del feudalis-
mo y otras relaciones de producción precapitalistas. La Revolución
Democrática típica fue la francesa de 1789, y la única en Europa en la
que la burguesía jugó “su” papel revolucionario. Luego, los marxistas
han escrito toneladas de libros analizando las inconsecuencias de las
burguesías en “su” revolución, por lo que se concluye que este papel
debió jugarlo el proletariado. En nuestro país se han alternado la dicta-
dura militar (bonapartista primero y terrorista después) con la demo-
cracia parlamentaria como formas de dominación, sin modificación
progresista de la estructura económica. Peor aún, la contradicción entre
democracia y dictadura no fue resuelta por las fuerzas revolucionarias
sino por su derrota. Esto les ha permitido imponer una democracia par-
lamentaria restringida, corrupta, mafiosa, donde los representantes sur-
gen, igual que en la época de Lenin, por el poder del dinero. Esta demo-
cracia no puede evolucionar progresivamente, porque su esencia es,
como hemos visto, reaccionaria.
117
Daniel De Santis
9
Engels, Federico: Ludwig Fehuerbach y el fin de la filosofía clásica alema-
na, La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1975, p. 30 y 31. El subrayado es
del autor.
10
Atlas Histórico Mundial, Istmo, Madrid, Tomo 2, p. 19.
11
Historia de la Ideas Políticas, Cartago, Buenos Aires, 1959, cap. XX.
12
Al cumplirse el sexto aniversario del atentado, un grupo de la misma
organización encabezado por Alejandro, el hermano de Lenin, intentó
repetir el atentado con el Zar Alejandro III, pero fue descubierto y
Alejandro y cuatro de sus compañeros fueron ahorcados.
13
Lenin: “Dos tácticas de la Socialdemocracia en la Revolución
Democrática”, en Obras Escogidas, Problemas, Buenos Aires, 1946, p. 52.
14
Mattini, op. cit., p. 312.
15
Incluso este tema está sujeto a discusión. Santucho veía en 1974 más
lejos que Mattini en 1985. El primero proponía una agrupación sindical
por la guerra y el socialismo porque preveía la necesidad de una orga-
nización sindical clandestina en condiciones de una dictadura militar
cuyo advenimiento era inminente.
118
Carta a un Tupamaro
LA LU CHA O BRE RA
EN PRO PU LSO RA SIDE RÚ RGICA
Y LA S JORN ADA S DE J UN IO Y JU LIO DE 19 75
Intro ducció n
L a huel ga g rand e
129
Daniel De Santis
Desde allí una delegación del cuerpo de delegados se
dirigió al Ministerio de Economía para entrevistarse con el
delegado del Ministerio de Trabajo de la Nación, Centeno
Quiroga. “La reunión duró desde las 17 hs. hasta las 20:30 hs.
La representación obrera estaba integrada por Omar Jacinto
Cherry, Salvador Delaturi y Daniel De Santis a quienes acom-
pañaban sus abogados Cesar Calcagno y Jorge Brandwaiman”.
Allí solicitamos la firma de un acta donde se comprometía a
una reunión conjunta de directivos de Propulsora Siderúrgica,
de la UOM y la Comisión Interna con participación del
Ministerio de Trabajo. El delegado del Ministerio de Trabajo
no accedió a este pedido. Para este y su secretario Darío
Alesandro, militantes de la derecha peronista, la reunión no
era más que parte del enfrentamiento con la izquierda de su
movimiento. Para nosotros no era así, estábamos compenetra-
dos de nuestras reivindicaciones como trabajadores.
El secretario Darío Alessandro, en la conversación previa
a la reunión, comenzó a chicanearnos, entre otras cosas nos
decía que habíamos repartido cascos a los estudiantes univer-
sitarios, ya que allí no había trabajadores. Esto dio origen a un
contrapunto con el Turco Cherry, curtido en la vida de la calle,
que dejó al militante de la Concentración Nacional
Universitaria sin palabras. Allí comencé a conocer las caracte-
rísticas del Turco y del Pampa en las reuniones con la patronal.
El primero conversador, de rápida respuesta y proclive al ping-
poneo dialéctico en el que se sabía hábil; el Pampa era la perso-
nalidad opuesta, ya de por sí serio, con la patronal era una roca,
inflexible, de pocas palabras, nunca esbozó una sonrisa ni en
esa reunión ni en ninguna otra. Él pensaba que iba a la guerra
de clases con la burguesía y así actuaba en todo momento. El
Pampa parecía forjado en acero.
Mientras se desarrollaba esta reunión en el hall del
Ministerio, encabezados por el Pato Rave estaban presentes 18
delegados que gestionaron el ingreso del periodismo a la sala
de reunión, pero tampoco se accedió a este pedido. Para mati-
zar la espera, subió a la sala una fuerte dotación policial para
intimidar a los compañeros allí reunidos. La confianza que se
130
Carta a un Tupamaro
fue ganando aquella dirección se basaba además de la combati-
vidad y la participación democrática, en la permanente y más
amplia información de todos los pasos y gestiones realizadas.
Finalizada la reunión nos dirigimos nuevamente hasta las
calles 7 y 49 donde aguardaban, además de nuestros compañeros,
alrededor de 5.000 personas que eran solidarias con nuestra
lucha. Dimos allí un amplio informe de lo actuado e invitamos a
marchar hasta la casa de gobierno y allí desconcentrarnos. Eran
las 22:00 hs., de lo que había sido un día agitado. Después de seis
días de toma de fábrica, movilizaciones, negociaciones, y de la
febril actividad que ello implicaba, estábamos muy cansados,
pero rebosantes de felicidad. Todas estas jornadas tenían para
nosotros sabor a gloria, habíamos desplegado energías inmensas
y era nuestra convicción que serían coronadas con el éxito.
Al día siguiente nos concentramos en el local de la
Asociación Trabajadores de la Universidad de La Plata (ATULP),
un sindicato amigo y solidario con nuestra lucha y en general con
la de todos los trabajadores. Alrededor de las 17:00 hs. comenzó
la asamblea citada el día anterior, con un marco ya tradicional
formado por los grupos juveniles de los distintos sectores de la
izquierda y el peronismo por un lado, y por otro un amplio dis-
positivo policial encabezado por la brigada antiguerrillera. En la
asamblea se ratificó el paro y luego se inició una marcha hacia las
calles 8 y 48, permaneciendo allí hasta las 20:30 hs. ¿Por qué, si
esa era una asamblea obrera, se la controlaba con la brigada anti-
guerrillera? Esta era otra evidencia que la tan promocionada gue-
rrilla industrial no era más que la disposición de lucha y ascenso
de la movilización en las fábricas. ¿Se le podrá llamar, acaso, gue-
rrilla industrial a la organización obrera?
Ya una vez fuera de la fábrica fue necesario reforzar la orga-
nización del cuerpo de delegados con una red de comunicaciones
de tal manera que, en menos de 24 horas, se pudiera convocar al
conjunto de los compañeros. Como base organizativa tomamos la
misma organización implantada por la patronal para la produc-
ción, la cual ya la hemos descrito en la formación de la columna
que abandonó la fábrica después de la toma: escuadra, integrada
por diez obreros, cuatro escuadras formaban una sección, un
131
Daniel De Santis
grupo de secciones formaban un departamento. Entre los cuatro
departamentos (Producción, Taller Mecánico y Mantenimiento,
Control de Calidad y Administración) estaban incluidos la totali-
dad de los trabajadores. Cualquiera que haya hecho el servicio mili-
tar sabe que ésta es la estructura de un batallón o de un regi-
miento; incluso, hasta los nombres coinciden: diez soldados
integran una escuadra, tres o cuatro escuadras forman una sec-
ción o pelotón, tres secciones una compañía y tres de estas, un
batallón. Y algo más y muy importante, la disciplina impuesta
por la producción en serie es muy similar a la disciplina mili-
tar. Ya en el Manifiesto del Partido Comunista Carlos Marx reali-
za esta comparación.
El jueves 30 se dedicó a la organización interna y además
se hicieron gestiones ante el gobernador Victorio Calabró (que
también era dirigente de la UOM), el que se desligó del conflicto
diciendo que estaba en la jurisdicción del Ministerio de Trabajo.
Antes de finalizar el día se convocó a una conferencia de prensa
en ATULP para informar el estado del conflicto y las negociacio-
nes realizadas.
El viernes 31 de mayo la UOM convocó a asamblea en la
sede gremial, se reunió el cuerpo de delegados y decidió invitar a
los compañeros a participar. En este sentido se tenía la posición
de participar en las instancias orgánicas del gremio. Por la tarde
se realizó la asamblea con la asistencia de más de 800 compañe-
ros dentro del local. Afuera quedaba la multitud que movilizaba
el conflicto: agrupaciones políticas de izquierda y de la tendencia
revolucionaria del peronismo, junto a la “compañía” normal de
la policía con sus carros de asalto, patrulleros, policía montada e
integrantes del Grupo Tigre de la brigada antiguerrillera.
En la asamblea participó Rubén Diéguez, que además de
ser el Secretario Adjunto a cargo de la Secretaría General de la
seccional de la UOM, era diputado provincial. Este se compro-
metió a gestionar ante la patronal para que no hubiera ningún
despedido, el pago de los días caídos, la renuncia de los delega-
dos elegidos fraudulentamente, e intervenir gremialmente la
fábrica para llamar a nuevas elecciones en treinta días. Después
de nueve días de lucha, el conjunto consideró que era una buena
132
Carta a un Tupamaro
base para continuar la lucha dentro de fábrica, por lo que se acep-
tó la propuesta, con la condición de que si había un solo compa-
ñero despedido se proseguía el plan de lucha. El o t od os o nin gu no
seguía pesando. Ese mismo día se formó en Ensenada una comi-
sión de solidaridad encabezada por el padre Bianchini.
Ese sábado primero de junio, a las 6:00 de la mañana, no
todos los compañeros recibieron el telegrama de ingreso.
Calculamos que faltaban alrededor de 200 telegramas, por lo que
en asamblea de puerta de fábrica se decidió no ingresar y prose-
guir con el plan de lucha tal como habíamos resuelto. Se llamó
una nueva asamblea general para el lunes siguiente. Ese día se
congregaron los trabajadores en ATULP y resolvieron continuar
con el paro. En ese momento llegaron activistas de la Lista Azul
a informar que la UOM llamaba a una asamblea en su sede, ante
lo cual decidimos concurrir. Al concentrarnos cerca de la seccio-
nal se acercó un activista de la UOM, quien nos invitó a pasar
diciendo que nuestra casa era el sindicato. Recogimos la “invita-
ción”, arengamos a nuestros compañeros para entrar ordenada-
mente y con los dirigentes encabezando la columna.
Comenzó la asamblea hablando Rubén Diéguez. Este insis-
tió en que la solución llegaría por medio del diálogo y que debía-
mos dejar el conflicto en manos de la Comisión Directiva del
Sindicato. Nosotros reivindicamos las acciones desarrolladas
hasta allí y denunciamos la traición de la Comisión Directiva. La
asamblea bramaba, hasta que habló Salvador Delaturi con una
posición conciliadora. Paulatinamente el clima se fue modifican-
do hasta que nos era evidente que el estado de ánimo había cam-
biado. Diéguez aprovechó la situación y propuso el reingreso a la
fábrica, que no hubiera despedidos y el pago de los días caídos.
Con este nuevo marco sentimos que si repetíamos las interven-
ciones del principio de la asamblea los abucheados íbamos a ser
nosotros, por lo que tuvimos que acceder a los planteos de
Diéguez pero condicionándolos con seguir la huelga de brazos
caídos dentro de la fábrica. Además, si el viernes siete no habían
ingresado todos los trabajadores se abandonaría la fábrica a par-
tir de las 14:00 hs.
¿Qué había ocurrido? Previo a la asamblea, la dirección del
133
Daniel De Santis
Partido Comunista de La Plata había negociado con Diéguez el
reingreso a la fábrica y el descabezamiento del conflicto. En los
días previos, por iniciativa de Delaturi quién era un organizador
consumado, se constituyó un “Cuerpo de Representantes” con
funciones superpuestas con las del Cuerpo de Delegados. Este
hecho nos abrió un nuevo frente de conflicto, esta vez interno, el
que logramos neutralizar mediante una táctica algo sutil ya que
en lugar de enfrentarlo, junto con el Turco Cherri, nos pusimos al
frente de este nuevo cuerpo y le asignamos la tarea de organizar
piquetes de huelga, los que por otro lado también eran organiza-
dos por el Cuerpo de Delegados. En pocos días dejó de existir el
Cuerpo de Representantes.
¿Cómo explicar que un compañero como el Pampa hiciera
esto? Ya lo hemos caracterizado en parte. Podemos agregar ahora
que era muy disciplinado, y en particular fiel a su Partido al cual
se había incorporado hacía diez años siendo obrero ferroviario en
su provincia natal. Delaturi vivía la contradicción de ser un mili-
tante proletario revolucionario, fiel a su clase y pertenecer a un
partido no proletario, reformista. Posteriormente la agudización
de la lucha obrera en Propulsora Siderúrgica, en el gremio meta-
lúrgico, en Villa Constitución, y la situación general irán agudi-
zando esta contradicción hasta que finalmente la resolvió aban-
donando el Partido Comunista e incorporándose plenamente al
Partido Revolucionario de los Trabajadores.
El martes 4 a las 6:00 hs. de la mañana ingresarán los tra-
bajadores con un sabor amargo en la boca ya que se tenía con-
ciencia que había compañeros que no podían ingresar. De todas
formas, la lucha siguió con la huelga de brazos caídos dentro de
la planta. Se recibió la adhesión solidaria de la Asociación
Judicial Bonaerense. Al día siguiente la Comisión Directiva de la
UOM aceptó las renuncias de los delegados fraudulentos.
Hicimos un balance y se calculó que faltaban 85 telegramas de
reincorporación y se recibió información de que habría entre 40
y 45 despedidos. Algunos puestos de trabajo de compañeros no
reincorporados fueron ocupados por personal contratado.
El jueves 6 se reunieron en el Ministerio de Trabajo los
directivos de la UOM y los de Propulsora Siderúrgica y acorda-
134
Carta a un Tupamaro
ron que no habría despidos. En este “acuerdo”, como en otros
compromisos anteriores, se puso de manifiesto que eran tácticas
de distracción para que se levantaran las medidas de fuerza.
Como buen discípulo del lobo Vandor, Diéguez se comprometió a
negociar para que no hubiera despedidos pero, en realidad, con-
feccionó con la empresa la lista de los mismos.
Durante la semana siguiente en la planta de Obras Sani-
tarias, pegada al acceso de la fábrica, se realizaron tres asam-
bleas. En la primera, el lunes 10, la Comisión Interna propuso
continuar con la huelga de brazos caídos dentro de la planta; la
Lista Azul mocionó el quite de colaboración. La primera
moción obtuvo un 90% de los votos. En la segunda asamblea, el
miércoles 12, se repitieron las mismas mociones y volvió a ganar
la primera moción con el 70% de los votos. Pero a la tarde se
produjo un hecho importante: habló el presidente Perón, quien
hizo un llamado a sostener el Pacto Social. El resultado en el
campo sindical fue el levantamiento de muchas medidas de
fuerza. En este marco, el viernes 14 de junio, en una nueva
asamblea, se repitieron las mociones y volvió a ganar la conti-
nuidad de la huelga de brazos caídos pero por estrecho margen.
Rápidamente los miembros de la Comisión Interna comprendi-
mos que con esta pequeña mayoría no se podía sostener una
huelga prolongada y contrapropusimos, ante la paridad de la
votación, levantar la huelga y aplicar un quite de colaboración
con algunas medidas accesorias. Esta moción fue aprobada por
unanimidad y nos permitió seguir conduciendo el conflicto.
A los pocos días se realizó una nueva asamblea, esta vez
dentro de la fábrica. Habían transcurrido veinte días desde el ini-
cio del conflicto y se iba desinflando; la totalidad del Cuerpo de
Delegados y de la Comisión Interna estaban fuera de la fábrica,
aunque aún no había despidos efectivizados. A las posiciones de
la Lista Azul se le sumó un sector político de poca incidencia en
la fábrica pero que contaba con el apoyo de algunos directivos del
SMATA Córdoba. Ingresaron a la fábrica, estuvieron presentes
en la asamblea y expresaron su “solidaridad”. Un delegado de
esta corriente propuso que se eligiera un nuevo Cuerpo de
Delegados, con el argumento de que los otros estaban afuera y no
135
Daniel De Santis
podían actuar. Esta moción en los hechos significaba desconocer
al Cuerpo de Delegados y a la Comisión Interna y abonar el terre-
no para su despido.
Ante la ausencia de la mayoría del activismo, otra vez se
puso de manifiesto la riqueza de un movimiento de masas, un
compañero planteó que no se podía desconocer a los delegados
porque ellos mismos los habían elegido y estos habían dado la
cara por todos, y que había un compromiso de honor: o t odos o
n ing un o. Finalizó diciendo que el desconocimiento sería el aval
para el despido de los delegados. Se impuso la moción de este
compañero que nunca antes había hablado y que nunca después
volvió a hablar y que, como dato curioso, complementaba sus
ingresos trabajando como modelo de ropa.
Durante el resto del mes de junio y todo julio continuó el
quite de colaboración el que fue muy efectivo, ya que era prácti-
camente una huelga de brazos caídos, porque al no completarse
las escuadras, el trabajo no se iniciaba. El grado de solidaridad y
combatividad se ponía de manifiesto todos los días buscando
alguna argucia para no completar las escuadras. Una noche en la
sección Decapado se había intentado todo y de todas formas la
escuadra se completó, por lo que había que comenzar a trabajar.
Un compañero, el Pelado Candia, tomó un casco, se golpeó la
mano y pidió ir a la enfermería. Esta vez tampoco se trabajó en
aquella sección.
Llegado el mes de agosto, los compañeros del Tandem -sec-
ción que era el corazón de la fábrica, lo que ocurría allí tenía
mucho peso en el resto- decidieron incrementar el quite de cola-
boración con un paro de media hora por turno. Como nosotros
estábamos afuera -en el acceso- no conocimos los detalles de lo
que ocurrió, pero sabemos que se originó un enfrentamiento con
los pichones de burócratas y finalmente se decidió un abandono
de la planta. Los que estábamos afuera esperábamos a que salie-
ra hasta el último compañero. Para confirmar que no había que-
dado nadie reingresó un compañero a recorrer el vestuario, por lo
que en el acceso quedábamos sólo dos trabajadores y despedidos.
En ese momento se nos acercaron lentamente dos Chevy del ser-
vicios de vigilancia que había contratado la Empresa a raíz del
136
Carta a un Tupamaro
conflicto. Se detuvieron, bajaron, se abrieron en abanico, nos
rodearon cuatro parapoliciales a cada uno y nos comenzaron a
golpear con sus armas y a insultarnos. Recuerdo uno de los insul-
tos porque lo repetían: “¡huelguistas hijos de puta!”. A mí me las-
timaron la cabeza con la punta de una pistola. Luego nos orde-
naron correr y efectuaron un disparo, supongo que al aire porque
no nos dieron. Corrimos hasta la Planta Depuradora de agua, al
llegar a ella miramos hacia atrás y justo pasaba un colectivo de la
línea 202 hacia Ensenada, que tomamos, mientras nos seguían los
servicios que venían en los Chevys. Algunas cuadras después
abandonaron la persecución. Finalmente nos dirigimos a Radio
Universidad -en manos de la Tendencia revolucionaria del pero-
nismo- donde hicimos públicamente la denuncia de la agresión
sufrida.
El viernes 2 de agosto a las 14:30 hs., bajo una copiosa llu-
via, desde un automóvil Torino de color blanco con cuatro hom-
bres en su interior, se efectuó una ráfaga de ametralladora contra
varios trabajadores que estaban en el mismo refugio, la parada de
micros en la que habíamos sido atacados días pasados. Luego
dirigieron el fuego hacia la guardia y al ser repelido el ataque se
originó un tiroteo. Diez minutos después, cerca de allí, otros cua-
tro integrantes del mismo grupo que viajaban en un Peugeot 504
color gris, atacaron a tiros y con golpes a Julio Quiroga, Carlos
Alberto Fauci y Roberto Urriza. Urriza recibió dos tiros y los
demás también fueron heridos. Omar Cherri y Roberto Lopresti
denunciaron que los atacantes fueron integrantes de la UOM y
del Gobierno Provincial, y que, curiosamente, los dos patrulleros
que estaban de custodia en forma permanente frente a la fábrica,
fueron retirados poco antes del atentado. Como respuesta a la
agresión el domingo se concretó un paro total de actividades.
Informará el diario El Día que el lunes 5 de agosto, en “res-
puesta al cese de actividades que un grupo de trabajadores llevó
a cabo el domingo último, sin autorización de la organización
natural que los nuclea, la Unión Obrera Metalúrgica”, la empre-
sa suspendió las actividades hasta las seis horas del martes y des-
pidió a doce compañeros de los que no habían sido reincorpora-
dos, entre ellos a la totalidad de la Comisión Interna, “por no
137
Daniel De Santis
estar comprendidos dentro de lo que exige la empresa para el
desarrollo de sus tareas”. Diéguez reclamó el pago de los días caí-
dos, mientras la directiva de la UOM, por él encabezada, les apli-
caba el famoso artículo 9 del estatuto a los mismos doce compa-
ñeros que habíamos sido despedidos por la patronal. El artículo
en cuestión habla de las causales de expulsión del gremio.
La Comisión Interna denunció que el conflicto continuaba,
sin interrupción, desde el 23 de mayo, y que no había comenzado
el 4 de agosto, ya que no se hacían horas extras y se llevaban a
cabo paros por sector. (El Día). El martes 6 se realizó una asam-
blea que ratificó la continuidad de la lucha. Días más tarde, se
produjo una nueva agresión por parte de los parapoliciales -una
custodia especial contratada por la patronal para la huelga- a un
compañero. La UOM, en un intento de tomar la dirección del
movimiento, decretó un paro para el día sábado 24 de agosto. El
lunes 26 según el diario El Día, “la empresa decide un cese de
actividades por 72 horas ante la irregularidad en que se vienen
desarrollando las tareas, dado el retiro de colaboración dispuesto
por los obreros”. Al otro día, a las 9:00 hs el Ministerio de Trabajo
llamó a una audiencia de conciliación entre las partes: la UOM y
la Empresa. La UOM acusó a la Empresa de que la medida se ori-
gina en el paro de 24 hs. La empresa dice que “por la irregularidad
en que se desenvuelven las tareas a raíz del trabajo a reglamento
del personal y a la falta de definición del Ministerio de trabajo”,
pero acepta levantar la suspensión por 72 horas. Se manifestaban
con claridad los roces entre la patronal y la burocracia. Esta última
era la más dura en contra de la solución del conflicto.
El martes 3 de setiembre se declaró conflicto colectivo. “La
solución vendrá por las resoluciones de esta autoridad de
Aplicación” dijo el delegado del Ministerio de Trabajo. Aquí
aprendimos la trampa de la conciliación obligatoria ya que ésta
se dictó, no a partir del 23 de mayo sino, en una fecha posterior
al 5 de agosto cuando ya se habían producido los despidos. Ese
mismo día a las 14:00 hs. la Comisión Interna se reunió con la
patronal, mientras en la planta se desarrollaba una asamblea
para decidir si se acataba o no la conciliación. Nuestra posición
en un principio era dura, de no aceptación de la conciliación
138
Carta a un Tupamaro
obligatoria pero, en ese momento, nos llegó la información de
que la asamblea había decidido acatar la conciliación obligatoria.
Pedimos un cuarto intermedio y finalmente decidimos acatar la
conciliación. Siempre nos guiábamos por la decisión de las
asambleas. Más tarde corrió el rumor de que había sido secues-
trado el ingeniero Mascardi, directivo de la Empresa. Final-
mente el viernes 6 se confirmó que la organización Montoneros
se hacía responsable.
El lunes 9, Omar Jacinto Cherry, delegado y miembro de la
Comisión Interna, anunció ante los trabajadores que había llega-
do un mensaje, portado por una paloma blanca, en el que se afir-
maba que el Ingeniero Mascardi se encontraba en su casa y la
empresa se comprometía a aceptar cuatro de los cinco puntos del
pliego de reclamos y de hecho ya había reconocido el quinto.
Estos eran: 1) Pago de los días caídos; 2) Reincorporación de los
12 despedidos; 3) Ninguna sanción; 4) Aumentos de salarios que
iban entre 70.000 y 100.000 $m/m; 5) Reconocimiento del Cuerpo
de Delegados y de la Comisión Interna.
Se habían suspendido las tareas, el entusiasmo y la alegría
de los asambleístas se transformó en un festejo que adquirió
“mil” formas: nos abrazábamos, llorábamos y gritábamos nuestra
alegría, los puentes grúas hacían sonar sus sirenas... En medio de
la euforia, y todavía reunidos en asamblea, el Turco Cherry, héroe
de la jornada, me dijo que propusiera la incorporación de los
obreros de Propulsora a la Coordinadora de Gremios, Comisión
Interna y Delegados en Lucha. Esta propuesta fue transmitida a
la asamblea, la cual provocó un profundo silencio demostrativo
de que el planteo era descolgado. Comprendiendo esto, reaccio-
namos rápidamente y propusimos dejarla como una propuesta
para pensar lo que aflojó la tensión producida. De haber forzado
la cuestión seguramente se hubiese aceptado la participación
pero formalmente. Más adelante esta idea fue madurando en el
conjunto de los compañeros.
Estos fueron los hechos objetivos de aquella lucha. Me per-
mitiré hacer sólo una conjetura: el secuestro de Mascardi estuvo
acordado entre la Empresa y Montoneros y esta suposición se
basa en los siguientes hechos: 1) El conflicto después de tres
139
Daniel De Santis
meses no había podido ser quebrado, lo que indicaba la fortaleza
y unidad de los trabajadores; 2) La empresa se había convencido,
hacía tiempo, que los verdaderos representantes éramos los dele-
gados elegidos democráticamente; 3) La UOM se opuso a todo
arreglo con los trabajadores y sobre todo exigía el despido de los
activistas a los que expulsó del Sindicato; 4) La patronal quería
arreglar porque en tres meses y 18 días había producido menos de
lo equivalente a un mes y, además, se le vencían compromisos de
exportación; 5) Una forma “elegante” de zafar de este aprieto era
el secuestro; 6) La limpieza, prolijidad y la falta de dramatismo
con se vivió el secuestro, además de lo rápido de la resolución; 7)
Mascardi no era un ejecutivo de mayor jerarquía5.
Pero, reiteramos, el punto fundamental que llevó a la reso-
lución del conflicto fue, la fortaleza y la unidad de los trabaja-
dores y el compromiso inclaudicable con la lucha de su direc-
ción. Todo lo demás, incluido el secuestro, pudo ser posible por
el coraje demostrado. Si bien este fue el fin de un conflicto, se
abrió en la zona una nueva situación para el movimiento obrero
y sindical. En ella el clasismo, la combatividad, la juventud y el
coraje se pudieron conjugar con la coherencia y la sensatez del
conjunto y sus dirigentes.
154
Carta a un Tupamaro
NOT AS
1
Trabajé en Propulsora Siderúrgica (Grupo Techint, actual planta de
Siderar en Ensenada) entre el 1° de agosto de 1973 y fines de abril de
1975. Integré la Comisión Interna de Reclamos desde mayo de 1974.
2
En la primera de estas reuniones me incorporé activa y públicamente a
la actividad sindical dentro de la fábrica. Quiero destacar el positivo
recibimiento de mis compañeros, los que en su mayoría eran militantes
orgánicos de fuerzas políticas. En particular la generosidad de los dos
cuadros de la JTP, uno de ellos, el Turco Cherry, líder de los trabajado-
res junto a Delaturi (quien en esa reunión me dio un entusiasta apoyo
en público), y el Gringo Lopresti, cuadro organizador que desde un pri-
mer momento sostuvo insistentemente, ante la conducción montonera,
mi inclusión en la Comisión Interna.
3
Decapado: sección de la fábrica en la que se iniciaba el proceso de lami-
nado. La materia prima eran bobinas laminadas en caliente que pesa-
ban en su mayoría más de 10 toneladas, llegando algunas hasta las 20
toneladas. La bobina se desenrrollaba para que la chapa pasara por pile-
tones de ácido para quitarle el oxido, y luego por piletones de agua para
quitarle el ácido, a una velocidad de hasta 200 m por minuto, para final-
mente ser enrolladas nuevamente.
4
Tandem: en esta sección se realizaba específicamente el laminado
plano. La chapa entraba con un espesor de unos 5 mm y salía con el
espesor definitivo, menos de un milímetro para hojalata, y entre 2 y 3
milímetros o más para la industria automotriz. Este aplastamiento se
lograba por presión, para esto la chapa pasaba por 4 o 5 pares de enor-
mes rodillos (cada par de rodillos eran llamado jaula) a una velocidad
de hasta 800 metros por minuto. Como la refrigeración de la chapa y de
los rodillos se hacía con agua, de las jaulas salían densos chorros de
vapor. En este sentido el Tandem se parecía a una gran locomotora
ferroviaria de vapor. El final de una bobina, o sea la cola, se soldaba con
la punta de la siguiente, cuando este trabajo estaba listo un silbato indi-
caba que la chapa iba a comenzar a pasar por las jaulas. Los diez inte-
grantes de la escuadra saltaban al mismo tiempo hacia sus puestos de
operaciones, comenzando lo que parecía una danza frenética, por
momentos velada por nubes de vapor, que concluía con un nuevo silba-
to que indicaba la finalización de la bobina.
5
Cuando algunos compañeros me manifestaron que al decir esto hago
155
Daniel De Santis
quedar mal a Montoneros, les remarqué que de ninguna manera, todo
lo contrario. De haber existido el acuerdo no fue más que una salida
para un conflicto que en sus dos actores principales, los trabajadores y
la patronal, ya tenía una resolución desde hacía tiempo. En otras pala-
bras, Montoneros no habría hecho más que aportar el escenario que
dejaba afuera al obstáculo que significaba la UOM.
6
Este sobrenombre provenía de que tenía muy mala dicción al hablar,
pero era un hombre con mucha experiencia y clara percepción del esta-
do de ánimo de las masas.
7
La Seccional Villa Constitución, después de un largo proceso de luchas,
era dirigida, desde mediados del año anterior por una Comisión
Directiva clasista, combativa y antiburocrática. Era una astilla clavada
en el corazón de la burocracia peronista de la UOM. El gobierno de
Isabel y López Rega cumplió con gusto y ferocidad antiobrera el deseo
de Lorenzo Miguel al declarar zona de emergencia toda la ribera del
Paraná, desde Campana hasta Rosario, e intervenir la Seccional, dete-
ner a todos los dirigentes que encontraron y reprimir con la brigaba
antiguerrillera la heroica huelga de 60 días de los metalúrgicos y todo el
pueblo de Villa Constitución, que contó con el apoyo de las poblaciones
vecinas y la simpatía de todo el movimiento obrero clasista.
8
Temper: Sección de la fábrica donde se le daba maleabilidad a la chapa.
9
Después de pasar por el Tandem, las bobinas de chapa dividían su
camino: las que se destinaba para hojalata iban a la Sección Recocido;
las que se usaban para trabajos más finos, como chapa de automóviles
iban a Temper y de allí a la Línea de Corte, donde, como su nombre lo
indica, se cortaba la chapa en planchas de 2 a 3m según los pedidos.
10
Por otra parte, se ha convertido en lugar común afirmar que el PRT
retiraba de las fábricas a sus cuadros o militantes para enviarlos al
Monte. Esto es una opinión muy ideologizada que oculta el criterio de
selección que se aplicaba. O sea, lo esencial, por lo que termina siendo
una falacia. El PRT distribuía a sus militantes de acuerdo a una con-
cepción de partido revolucionario, que tenía en la lucha armada su
forma principal -no única- de lucha y, al proletariado fabril como su
principal lugar -no único- de construcción partidaria. Formas de lucha
y principales lugares de trabajo son tareas que se encuentran en dos pla-
nos diferentes y paralelos, por lo tanto no excluyentes entre si, concep-
ción del PRT y del leninismo incomprensibles para el reduccionismo de
la izquierda reformista. Voy a dar dos ejemplos que aclaran más que
muchas palabras. En la fábrica del vidrio Rigolleau de Berazategui, el
PRT había alcanzado un importante desarrollo, sus cuadros, en parti-
cular Luis Angelini, habían sido los organizadores del cuerpo de dele-
gados, integraban mayoritariamente este Cuerpo, la Comisión Interna
y la lista Naranja ganadora de las elecciones de la seccional
Berazateguy, incluyendo su Secretario General. De allí salió más de un
combatiente del ERP, incluso para el Monte, sin debilitar la estructura
156
Carta a un Tupamaro
sindical de la fábrica. En el caso de Propulsora mi salida no fue para ir
al Monte ni para pasar a la estructura militar, sino para hacerme cargo
de la responsabilidad sindical en la Provincia de Buenos Aires y la
Capital. Meses más tarde una demora en retirarlo de la fábrica, por no
debilitar la estructura interna partidaria y sindical, permitió a la repre-
sión secuestrar a Salvador Delaturi, perdiendo así el proletariado argen-
tino y el Partido a uno de sus más experimentados cuadros.
11
El empuje de la columna de Propulsora me permitió llegar hasta el
megáfono desde el que hablaban los oradores y hacerme de él. Hablé y
en el desarrollo de mis breves palabras me fui dando cuenta que con el
aumento de salarios no alcanzaba, que había que ir más lejos, por lo que
improvisé una propuesta: “Vayamos al Congreso a...” La falta de con-
vicción por la falta de línea hizo que otro se hiciera con el megáfono.
12
Santucho desde hacía un tiempo se encontraba en el Monte tucumano.
A su regreso va a dotar al Partido de la línea de la Asamblea Constitu-
yente libre y soberana, pero ya pasado el pico de las movilizaciones.
13
Para ubicar esta movilización en el contexto nacional reproducimos un
párrafo del artículo “Victoriosa movilización de masas”, del quincena-
rio Estrella Roja: “Culminando esta formidable ola de movilizaciones el
jueves 3 de julio, cuando el proletariado de Buenos Aires escribió una
de las mejores páginas de su historia hasta nuestros días. (…) Al norte,
desde Pacheco, acaudillados por los obreros de la Ford Motors
Argentina, más de 15.000 obreros se lanzaron por la ruta Panamericana
en una interminable caravana de cerca de 200 ómnibus en dirección a
la Capital Federal (...) Al llegar a la avenida General Paz (...) encontrá-
banse apostadas las hordas de la Policía Federal. La presencia de las
fuerzas represivas enardeció más a los trabajadores, pero no faltaron
aquellos miembros de organizaciones reformistas y populistas que sem-
braron la confusión en las filas obreras (...) Simultáneamente, los obre-
ros de General Motors, en asamblea, resolvían organizarse para marchar
junto a sus compañeros de Ford. (…) Ese mismo día... encabezados por
los trabajadores de Propulsora y Astilleros, el grueso de los obreros de
Ensenada y La Plata iniciaron con renovada combatividad y energía la
marcha hacia la Capital Federal (…). Mientras tanto en Rosario, gigan-
tescas columnas de 6 y 7 cuadras colmadas de manifestantes obreros (...)
revivieron las jornadas del Rosariazo (...) en otras ciudades argentinas
como Santa Fe, Mendoza, etc. miles de trabajadores y amplios sectores
populares daban muestras de su repudio al gobierno”.
157
Daniel De Santis
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