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Alocución del P.

Peter-Hans Kolvenbach, Superior General de la Compañía de Jesús, en la


inauguración de la nueva sede de la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana.
Bogotá, octubre de 2001

Es un verdadero placer encontrarme con Uds., con motivo de la inauguración de la nueva sede de
la Facultad de Teología en el campus central de la Universidad Javeriana. Saludo al P. Provincial
y Vice-Gran Canciller de la Universidad, al Rector de la Universidad, a los Vice-Rectores, al
Decano de la Facultad de Teología, a los Decanos, Directores de carrera, autoridades, cuerpo
docente y administrativo, y a los alumnos de esta Pontificia Universidad Javeriana.

La Compañía de Jesús y los estudios teológicos

La importancia que la Compañía de Jesús asigna al estudio de la Teología data de los tiempos de
San Ignacio. Las Constituciones subrayan que en las Universidades de la Compañía se debe
insistir principalmente en la Facultad de Teología, dado que el fin de la Compañía y de los
estudios es el de ayudar al prójimo al conocimiento y amor divino y salvación de sus ánimas.1
Encontramos aquí un primer rasgo característico de la idea ignaciana de una Universidad: la
“ayuda de las almas”. Este es el objetivo principal de la presencia y del compromiso de la
Compañía en el campo de la educación desde sus comienzos hasta nuestros días.

Con el paso de los siglos, podría parecer que la Teología hubiera perdido protagonismo,
especialmente en tiempos de secularización como los que vivimos, en que Dios y los valores
religiosos parecen haberse batido en retirada frente al predominio de la ciencia y de la
tecnología. Pasaron los tiempos en que parecía que la Teología dominaba como señora, y que las
llamadas “facultades inferiores” y demás disciplinas académicas no tenían consistencia propia
sino en función de la Teología.

Ya el Concilio Vaticano II reconoció oportunamente "la autonomía legítima de la cultura


humana, y especialmente la de las ciencias".2 Posteriormente, numerosos documentos de la
Iglesia han recalcado la necesidad de respetar los objetivos y la metodología propios de las
ciencias humanas y positivas, y han puesto de relieve la compatibilidad y armonía entre fe y
ciencia. En este proceso, la Teología no ha perdido vigencia, pero sí ha tenido que emprender una
profunda reflexión sobre sí misma y sobre su relación con las otras disciplinas, para encontrar su
ubicación en el marco de la nueva realidad cambiante. El hecho mismo de transferir esta
Facultad de Teología su sede al campus central de la Universidad, constituye un signo
emblemático de un nuevo tipo de relación entre Teología y mundo, y de una nueva forma de
presencia de la Teología en el ámbito universitario.

Lo cierto es que, cuatro siglos y medio después de Ignacio de Loyola, desde una nueva
perspectiva, la Compañía de Jesús sigue considerando la Teología como un ministerio
particularmente importante en su apostolado. En los documentos de la Compañía, se señala la
prioridad que la Teología y la Filosofía deben tener entre las Facultades de nuestras
Universidades,3 de modo que difícilmente se concebiría una Universidad de la Compañía sin
Facultad de Teología, o una Universidad que no contara con una instancia de seria reflexión
teológica. Tradicionalmente y hasta nuestros días, la Compañía ha considerado el trabajo
2

científico como uno sus ministerios más propios. En esta actividad, las ciencias sagradas ocupan
el primer lugar, sin que esto signifique que se deban descuidar las otras ciencias humanas y
positivas.4

Si en algún punto se ha de insistir, es en que las Universidades de la Compañía la docencia, la


investigación y la reflexión teológicas deben ocupar un puesto primordial. "Superar ignorancias
y prejuicios mediante el estudio y la enseñanza, hacer realmente del Evangelio una 'Buena
Noticia' a través de la reflexión teológica en un mundo confuso y turbado, es una de las
características de nuestro modo de proceder".5 Ya el P. Pedro Arrupe, de cuya muerte celebramos
este año el décimo aniversario, mencionó la reflexión teológica entre las cuatro prioridades
apostólicas de la Compañía de Jesús. Por cierto que, entre los temas contemporáneos urgentes
que proponía para la reflexión teológica, mencionaba expresamente el fenómeno de la violencia.
Documentos posteriores de la Compañía confirmaron este énfasis del P. Arrupe en la necesidad
de la reflexión teológica, añadiendo también la necesidad de un análisis social de las causas
estructurales de las injusticias contemporáneas y un discernimiento ignaciano sobre la respuesta
apostólica que se debe dar a tales injusticias.6

La reflexión teológica es una fase del proceso de lo que Juan XXIII y el Concilio Vaticano II
llaman “lectura de los signos de los tiempos”,7 consistente en discernir la presencia y la actividad
de Dios en los acontecimientos actuales de la historia contemporánea, tratando de dilucidar los
problemas y las oportunidades, para dar respuestas adecuadas a la luz del Evangelio. En la
realidad dramática que está viviendo hoy Colombia, una reflexión teológica seria y profunda
sobre la problemática nacional es de una actualidad candente. Me referiré en particular a este
punto más adelante. Esta reflexión es la que debe guiar nuestro modo de contemplar e interpretar
las situaciones personales, sociales, culturales, políticas y económicas. La mirada atenta a lo que
pasa a nuestro alrededor, para discernir lo que Dios quiere de nosotros, es como una
prolongación de la contemplación ignaciana de la Encarnación, y a la vez una forma concreta de
ser contemplativos en la acción.

El diálogo de la Teología con las otras disciplinas

La Teología como ciencia no puede cultivarse en forma independiente, o aisladamente de las


otras ciencias. Desde esta perspectiva, se comprende la necesidad de un trabajo conjunto entre la
Teología y todas las otras Facultades y disciplinas. El decantado tema de la interdisciplinaridad
es más que un simple postulado de necesaria obligación en nuestras cartas fundamentales: es una
exigencia absoluta, si no queremos que la Teología y las demás Facultades acaben trabajando
recluidas en compartimentos estancos, espléndidamente aisladas unas de otras, aunque
físicamente se encuentren en el mismo campus.

La Teología necesita de las otras ciencias, lo mismo que éstas necesitan de la Teología. La
presencia de la Facultad de Teología en el campus de la Universidad es una oportunidad única,
que no se puede desaprovechar, para entablar un diálogo más estrecho con todas las otras
disciplinas. En un mundo cada vez más atomizado y especializado, la integración del saber es
uno de los deberes ineludibles de una Universidad digna de este nombre. Promover el trabajo
interdisciplinario implica un talante de colaboración y diálogo entre especialistas dentro de la
propia Universidad y con otras Universidades. De este modo se podrán abrir nuevos horizontes a
3

la docencia y a la investigación, contribuyendo así a la constante superación de la calidad


académica y a la misma transformación de la sociedad.8 Me alegra saber que el trabajo
interdisciplinar constituye uno de los objetivos de esta Facultad.

Las Constituciones Apostólicas Ex Corde Ecclesiae y Sapientia Christiana, cartas magnas de las
Universidades Católicas y de las Facultades Eclesiásticas, destacan el papel particularmente
importante que desempeña la Teología en la búsqueda de una síntesis del saber, como también en
el diálogo entre fe y razón. La Teología presta ayuda a las demás disciplinas en su búsqueda de
significado, ayudándolas a descubrir horizontes nuevos que no están necesariamente incluidos
en sus propias metodologías. A su vez, las otras ciencias enriquecen a la Teología,
proporcionándole una mejor comprensión del mundo moderno y ayudando a la investigación
teológica a adaptarse mejor a las exigencias actuales.9

En esta recíproca interacción, todas las disciplinas y Facultades se benefician mutuamente. El


lenguaje y el contenido mismo de la Teología se enriquece con nuevas perspectivas, mientras que
las otras ciencias se superan a sí mismas cuando se abren a la dimensión de la trascendencia y del
Cristo-Logos, centro de la creación y de la historia. De este modo la Teología demuestra su
primacía, no arrogándose predominio alguno sobre las demás ciencias, sino poniéndose
humildemente al servicio de ellas, en busca de la Verdad completa y de la integración del saber.

En el intercambio mutuo entre las distintas ramas del saber, la Teología tiene un aporte específico
que ofrecer. La revelación de Dios no planea alejada de la realidad, como divagando en un
mundo virtual, sino que se inserta en el tiempo y en la historia concreta de los hombres y mujeres
de nuestro mundo real. El mundo y todo lo que en él sucede, como también la historia y las
vicisitudes por las que atraviesa el pueblo, son realidades que se han de ver, analizar y juzgar con
los medios propios de la razón, pero que no encuentran su explicación última sino a la luz de la
fe. Donde la razón no llega a más, allí toca a la Teología abrir al horizonte de la fe. "La fe
agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el sucederse de los
acontecimientos, la presencia operante de la Providencia".10

Fe y ciencia

La ciencia desafía a la fe, como lo vemos en la predicación de Pablo en el Areópago de Atenas, y


en el anuncio de Cristo resucitado, "locura para los judíos, escándalo para los paganos" (I Cor
1,23). Pero la fe interpela también a la ciencia. Es necesario que el espíritu humano se remonte
con las dos alas, la de la fe y la de la razón, hacia la contemplación de la Verdad total.11 Los
problemas álgidos que plantean hoy la economía, el libre mercado, la globalización, la tecnología
de la información, la nueva cultura, la biología genética, la violencia, la droga, la corrupción, la
exclusión, o simplemente la crisis de sentido, no pueden ser ignorados en una Universidad.

Pretender dar respuesta a esta problemática pura y simplemente a partir de la metodología propia
de las distintas disciplinas académicas, prescindiendo de la luz que pueda aportar la fe, no es
concebible en una Universidad Católica. Ignorar la fe sería condenarse a no poder alcanzar más
que fragmentos de verdades truncas e incompletas, no la totalidad y unidad de la verdad a la que
todo ser humano aspira. "La razón y la fe no se pueden separar sin que se reduzca la posibilidad
del hombre de conocer de modo adecuado a sí mismo, al mundo y a Dios".12
4

También en este ámbito compete a la Teología un papel insustituible. Sin injerirse en las demás
Facultades, le corresponde no obstante aportar a las otras disciplinas los elementos de juicio,
basados en la revelación cristiana, en el Magisterio de la Iglesia y en la reflexión teológica, que
les ayuden a trascenderse a sí mismas en su búsqueda de la verdad, proporcionando así a la
ciencia una visión auténticamente holística. El principio de San Agustín "Intellege ut credas;
crede ut intellegas"13 tiene su perfecta aplicación en una Universidad Católica, y es
principalmente la Facultad de Teología la que debe dinamizar este proceso.

Respetando los objetivos y la metodología de cada disciplina, el esfuerzo conjunto de la


inteligencia y de la fe permitirá avanzar en la búsqueda desinteresada e interminable de la
verdad, hasta alcanzar a Aquel que es la Verdad plena y que colma el ansia de verdad y la sed de
sabiduría de todo ser humano. En este cometido, la Teología goza de la misma libertad
académica que las demás ciencias, en entera fidelidad a la Escritura, a la Tradición y al
Magisterio de la Iglesia. Más aún, la Iglesia estimula el trabajo creativo de los teólogos y sus
esfuerzos por comprender mejor, desarrollar y comunicar más eficazmente el sentido de la
Revelación.14 La Facultad de Teología debe estar siempre alerta para responder con la docencia
y la investigación a las necesidades y requerimientos de la Iglesia y de la sociedad, a cuyo
servicio está.

La Encíclica Fides et Ratio subraya que el objetivo fundamental al que debe tender la Teología
consiste en "presentar la inteligencia de la Revelación y el contenido de la fe".15 La Facultad de
Teología de esta Universidad Javeriana cumple este cometido a través de los cursos que imparte
a sus propios alumnos, pero no se limita a ellos. Me complace mucho saber que entre los
servicios que la Facultad de Teología presta a esta Universidad Javeriana, figura el de la
Formación Teológica y Religiosa a las Facultades, con un anuncio explícito del Evangelio y de la
persona de Jesucristo a los estudiantes y al personal de las diferentes disciplinas.

Formación de sacerdotes y de laicos

Uno de los cometidos principales de una Facultad de Teología, aunque no el único, es el de la


formación sacerdotal. Desde los tiempos de Ignacio de Loyola, la formación de los sacerdotes se
cuenta entre los principales ministerios de la Compañía. A los futuros sacerdotes ofreceremos
una sólida formación que les prepare para su ministerio pastoral, además del debido
acompañamiento humano y espiritual.16 En los futuros sacerdotes, según señala la Exhortación
Postsinodal "Ecclesia in America", se ha de promover también "la capacidad de observación
crítica de la realidad circundante, que les permita discernir sus valores y contravalores, pues esto
es un requisito indispensable para entablar un diálogo constructivo con el mundo de hoy".17

Además de los jesuitas y de los numerosos religiosos y religiosas que estudian en la Facultad, me
felicito de la presencia en ella de laicos. Como indica la misma Exhortación, la renovación de la
Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Sobre ellos recae en gran
parte la responsabilidad del futuro de la Iglesia en este Continente.

Hay laicos que se sienten llamados a trabajar en el ámbito más propiamente "intraeclesial",
construyendo de muchas maneras la comunidad eclesial de acuerdo a sus talentos y carismas, o
5

desempeñando en algunos casos un ministerio laical dentro de la Iglesia. La Facultad de Teología


cumple un papel fundamental ofreciéndoles la posibilidad de una sólida formación teológica.
Pero, además de ellos, está el gran número de laicos llamados a trabajar en la actividad propia de
los laicos --el ámbito de las realidades temporales propiamente dichas--, donde ningún sacerdote
o persona consagrada puede sustituirles.

Estos últimos laicos y laicas se encuentran no sólo en la Facultad de Teología sino mayormente
en las otras Facultades de la Universidad, y necesitan ellos también de la debida atención y
formación para poder cumplir con su vocación laical. América necesita de laicos que puedan
asumir competentemente responsabilidades directivas en la sociedad, hombres y mujeres capaces
de actuar en la vida pública, incluido el ejercicio de la política en su sentido más noble y
auténtico. Es necesario para ello que sean formados en los principios y valores de la Doctrina
Social de la Iglesia, en la ética y en la teología moral, en las nociones fundamentales de la
teología del laicado.18

Sé de los esfuerzos que la Facultad y toda la Universidad están desplegando para que de entre
sus estudiantes salgan estos laicos cristianos comprometidos que la Iglesia y Colombia necesitan.
Quisiera animar a todos los responsables de la Universidad a no escatimar esfuerzos para ofrecer
a los estudiantes la posibilidad de esta formación laical. De parte de la Compañía, la última
Congregación General ha mostrado su disposición a ponerse al servicio de la misión laical,
ofreciendo a los laicos, además de una sólida formación teológica, lo que somos y hemos
recibido: nuestra herencia espiritual y apostólica, nuestros recursos educativos y nuestra
amistad.19 Dentro de esta oferta, los Ejercicios Espirituales ocupan un puesto de primer orden.
Me alegra saber que los Ejercicios forman parten del servicio que ofrece la Facultad de Teología.
Siguiendo a San Ignacio, les puedo asegurar que nada mejor podemos ofrecer para ayudar a los
demás que los Ejercicios.

Una Universidad de la Compañía, y una Facultad de Teología, deben caracterizarse no sólo por
su calidad y excelencia académica, sino por la formación de la "persona completa", en el plano
de su formación humana, espiritual, moral y social. La atención de la persona concreta, para
ayudarla a crecer en todas sus potencialidades, constituye otro de los rasgos típicos de la
educación de la Compañía.

Teología y problemática actual

Entre las finalidades que los documentos de la Iglesia asignan a la Teología y a las Facultades de
Teología se menciona explícitamente el "reflexionar a la luz de la revelación sobre las cuestiones
que plantea cada época", y "buscar diligentemente las soluciones de los problemas humanos a la
luz de la misma Revelación".20

Característico del modo de proceder ignaciano es también el zambullirse en la realidad del


mundo concreto, como lugar del encuentro con Dios. El principio teológico de que "no se sana
sino lo que ha sido asumido por Cristo",21 tiene también aquí su aplicación. La historia es el lugar
donde podemos constatar la acción salvadora de Dios a favor de la humanidad.22 En cualquier
acontecimiento de la historia, en toda actividad humana, en los avances de la ciencia y de la
tecnología --con sus enormes posibilidades y sus terribles amenazas--, está presente y actuante
6

Dios. Para quienes estén familiarizados con la espiritualidad ignaciana, esta perspectiva evocará
fácilmente la "Contemplación para alcanzar Amor" de los Ejercicios, y traerá a la memoria el
"buscar y hallar a Dios en todas las cosas", característico también de San Ignacio.

Esta Facultad no opera en una campana del vacío, en una esfera ajena al espacio y al tiempo, sino
en un contexto y en una situación histórica concreta. Esta Facultad y esta Universidad están
situadas en América, en Colombia, y no pueden prescindir de la realidad que las rodea. La
Teología no puede concebirse sino inserta en la realidad del mundo; de la misma manera como la
Iglesia está en el mundo y hace suyos los gozos, las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Permítanme referirme a algunos desafíos concretos que interpelan de manera particular a la


Teología hoy y en los que, a mi juicio, la Facultad y la Universidad tienen mucho que aportar. Lo
haré basándome en algunos de los puntos señalados por la ya mencionada Exhortación
Postsinodal.

a) La fe es el mayor don del Señor a este Continente.23 Sin embargo, a nuestro alrededor vemos
signos contradictorios que reflejan un deterioro de la identidad cristiana: la cultura de la
violencia perversamente propiciada por tantas personas y grupos, la sistemática falta de respeto a
la vida humana y a los derechos de la persona, el conflicto armado y el enfrentamiento a muerte
entre hermanos, el odio y la venganza, la crispación social, el sufrimiento y el desarraigo de
vastos sectores de la población civil, la pérdida de esperanza; todos estos elementos configuran
un cuadro radicalmente opuesto a la fe cristiana, y una negación de hecho del sentido de Dios.

No escapa a nadie la complejidad del tema. Conocemos la preocupación y los esfuerzos de la


Universidad por responder a esta problemática lacerante, que afecta profundamente a la
conciencia colectiva del país y a su imagen externa. A pesar de todas las dificultades, es motivo
de esperanza constatar cómo las iniciativas de paz siguen desarrollándose. La presencia de la
Iglesia en el mundo universitario es uno de los factores que más influyen en la formación
cristiana del pueblo --afirman los Obispos de este Continente--, y las Universidades Católicas
son un rasgo característico de la vida de la Iglesia en América.24 En este contexto, es
responsabilidad muy propia de la Facultad de Teología contribuir desde su ámbito específico a la
nueva evangelización y a la recuperación de la identidad cristiana del país.

Es preciso analizar científicamente y poner en evidencia las estructuras políticas, económicas y


sociales que conducen a la rutina de la violencia y de la muerte. Sin embargo, no basta el estudio
académico. Es preciso además formular alternativas concretas y optar por propuestas para ayudar
a los colombianos a salir de esta espiral. No le toca a la Teología resolver los aspectos técnicos
de los cambios estructurales que se imponen. Pero sí recae sobre ella la responsabilidad de
colaborar desde su campo específico con las otras Facultades para la búsqueda de soluciones
globales. A la Teología le toca apelar a las raíces cristianas del pueblo colombiano,
comprometerse en la nueva evangelización y reavivar el rescoldo de la fe que corre cada vez más
el peligro de convertirse en un nombre sin contenido.

Hay que anunciar sin ambages el mensaje cristiano y llamar a la conversión del corazón Es
preciso anunciar a Jesucristo, "nuestra paz" (Ef 2,14). Él vino para unir lo que estaba dividido,
7

para destruir el pecado y el odio, despertando en todos los hombres y mujeres la vocación a la
unidad y a la fraternidad. Con Juan Pablo II, podemos afirmar: "No podemos prever el futuro; sin
embargo, podemos establecer un principio exigente: habrá paz en la medida en que toda la
humanidad sepa redescubrir su originaria vocación a ser una sola familia, en la que la dignidad y
los derechos de las personas humanas (...) sean reconocidos como anteriores y preeminentes
respecto a cualquier diferencia o especificidad".25 Con quienes han conocido la trágica
experiencia de la violencia y experimentan sentimientos de odio y de resentimiento, hay que
hacer todo lo posible por ayudarles a encontrar el camino de la reconciliación y del perdón.

Este es el único modo de poder mirar al futuro con esperanza para los jóvenes, para Colombia y
para la humanidad entera. La Facultad de Teología y toda la Universidad prestarán un gran
servicio a la sociedad colombiana si su compromiso evangelizador, su docencia y su
investigación pueden traducirse en propuestas concretas al gobierno y a la sociedad civil para la
construcción de la paz, la justicia evangélica y la convivencia fraterna.

b) En este contexto, se comprende que sea insoslayable el compromiso social de la


Universidad. La opción por los pobres y excluidos, el servicio de la fe y la promoción de la
justicia, no son una cantinela que repetimos hasta el cansancio, sino una exigencia de nuestra
condición cristiana y el sello que marca la misión de la Compañía de Jesús. La Iglesia, en su
Magisterio social, "no se cansa de invitar a la comunidad cristiana a comprometerse en la
superación de toda forma de explotación y opresión". No se trata de aliviar compasivamente las
necesidades más urgentes, sino de atacar las raíces del mal, "proponiendo intervenciones que den
a las estructuras sociales, políticas y económicas una configuración más justa y solidaria".26

No quiero añadir más a lo que hace un año señalé en Santa Clara, a la Asamblea de las
Universidades de los Estados Unidos. La docencia y la investigación no pueden prescindir de
una pregunta capital: ¿a favor de quién y en favor de qué se está?27 En el contexto del
neoliberalismo vigente en este Continente y en el marco de la globalización, la pregunta tiene un
alcance inquietante.

La Teología y cada disciplina, más allá de sus respectivas especialidades, tienen que
comprometerse con la sociedad, con la vida, con el ambiente. Esto las llevará a plantearse como
preocupación moral de fondo cómo deberían ser los hombres y mujeres de este mundo para
poder vivir juntos en una sociedad justa, fraterna, pacífica y solidaria.

En cuanto a los estudiantes, habría que preguntarse: ¿qué piensan hacer de sus vidas?, ¿qué
Colombia están pensando construir para el futuro? La dinámica del mercado somete a tremenda
presión a las jóvenes generaciones, que con todo derecho aspiran a equiparse profesionalmente
de la mejor forma posible, para poder competir en el mercado y asegurarse un buen puesto de
trabajo. Les deseo todo éxito en este legítimo deseo; pero quede bien claro que lo que la
Compañía, la Iglesia y Colombia esperan de ellos va más allá. El "magis" ignaciano --y
javeriano-- tiene aquí una aplicación muy concreta. El criterio de evaluación de nuestras
Universidades jesuitas radica no en lo que la Universidad se propone, sino en lo que nuestros
estudiantes de hecho lleguen a ser.
8

Si su Teología y su quehacer universitario quieren tener un sentido, dejen que la realidad


perturbadora que les rodea penetre en este campus, para reflexionar sobre ella y darle la
respuesta que la Iglesia y el país tienen derecho a esperar de Uds. como Universidad. Que
profesores y estudiantes aprendan a sentir esta realidad, a pensarla críticamente y a
comprometerse en la búsqueda y en la aplicación de soluciones. Que todos se acostumbren a
percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar no sólo pensando en sí mismos sino en favor de los
demás, especialmente de los pobres y de los oprimidos.

c) Por último, quisiera concluir subrayando la importancia de la Teología en la evangelización


de la cultura, uno de los temas en qué más hincapié hicieron los Obispos del Sínodo de
América.28 En nuestro mundo se está configurando un colorido mosaico, en que coexisten una
variedad de culturas que se traslapan y a veces se contradicen entre sí: cultura tradicional ,
cultura de la modernidad o de la postmodernidad; cultura de inspiración cristiana, cultura secular
y cultura postcristiana; cultura indígena, popular, rural, de la urbanización, de los medios, de la
tecnología. Por no hablar de la cultura de la nueva pobreza, de la violencia, de la droga, de la
muerte. Unas culturas son avasalladoras y tienden a imponerse, otras son frágiles y se sienten
amenazadas. También en el ámbito cultural, lo global y lo local se contraponen.

A la fe le corresponde dejarse tocar por las culturas, y éstas a su vez deben ser tocadas por el
Evangelio, que discierne los aspectos positivos y negativos de cada cultura. El Evangelio no se
identifica con ninguna cultura, pero debe encarnarse en las diversas culturas y necesita de
elementos culturales para poder expresarse. Es necesario que "el Evangelio sea anunciado en el
lenguaje y la cultura de aquellos que lo oyen".29

En este contexto de mutuas influencias y de fuerzas desiguales, la Universidad es el lugar por


excelencia para el diálogo entre fe y cultura, de modo que pueda hacer comprensible la fe a los
hombres y mujeres de determinada cultura.30 A la Teología corresponde también inculturar el
Evangelio, entablar un diálogo abierto y crítico con las culturas, y dar testimonio del Espíritu
creativo y profético presente en toda expresión cultural verdaderamente humana. El Evangelio
sintoniza con todo lo que hay de bueno en cada cultura. A la Teología le tocará también desafiar
proféticamente a toda cultura invitándola a desprenderse de todo lo que impide la justicia del
Reino. Inculturar el Evangelio significa permitir que la Palabra de Dios despierte toda su fuerza
en la vida del pueblo. De esta manera será posible que el Evangelio enriquezca las culturas, y
sea a su vez enriquecido, renovado y transformado por el aporte de esas culturas.31 La
evangelización de la cultura es una de las dimensiones esenciales de la misión de la Compañía, y
la Facultad de Teología debe vigorosamente reflejar esta faceta.

Confío en que estas reflexiones les puedan ser de utilidad en la nueva etapa que la Facultad de
Teología inicia con su traslado al campus de la Universidad. Estoy seguro de que la cercanía y el
mutuo intercambio entre la Teología y las demás Facultades han de redundar muy positivamente
en beneficio de todos.

Que el Señor bendiga copiosamente a la Facultad de Teología y a toda la Universidad Javeriana


en su trabajo apostólico al servicio de la Iglesia y de Colombia, para la mayor gloria de Dios y el
bien de las almas.
9
1
Const. [446].
2
Gaudium et Spes, 59.
3
CG 31, d.28, 24b. Norm.Complem. 289,6.
4
CG 31, d.29, 1b.
5
CG 34, d.26, 20.
6
CG 34, d.16, 7-9. Cf. CG 32, d.4, 59. CG 33, d.1, 44. Norm.Complem. 294.
7
Gaudium et Spes, 4, 11. 44.
8
CG 34, d.17, 10.
9
Ex Corde Ecclesiae, 16, 19. Sapientia Christiana, Art. 67-68.
10
Fides et Ratio, 16.
11
Fides et Ratio, Proemio.
12
Fides et Ratio, 16.
13
Ex Corde Ecclesiae, 5. Cf. Fides et Ratio, cap. II y III.
14
Ex Corde Ecclesiae, 29.
15
Fides et Ratio, 93.
16
CG 31, d.28, 25.
17
Ecclesia in America, 40.
18
Ecclesia in America, 44.
19
CG 34, d.13, 7.
20
Sapientia Christiana, Art.3 #1, Art.66.
21
Ad Gentes, 3.
22
Fides et Ratio, 12.
23
Ecclesia in America, 14.
24
Ecclesia in America, 18.
25
Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, n.5.
26
Ecclesia en America, 18. Cf. Ibid., 58.
27
Peter-Hans Kolvenbach, El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación universitaria de la Compañía
de Jesús de EE.UU., Santa Clara, Octubre 2000.
28
Ecclesia in America, 70.
29
Ecclesia in America, Ibid..
30
Ex Corde Ecclesiae, 44.
31
CG 34, d.4, 3, 11, 13.

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