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Ángelus
PRÓLOGO AL POEMARIO
Nosotros mismos hemos hecho del mundo una realidad subyugante, al punto que
se hace imposible sustraerse de su apremio cada vez más múltiple y sofisticado. Toda la
ciencia y la técnica parecen haberse confabulado para disuadirnos de tomar conciencia
sobre la existencia inexorable del destino, de tal manera que no estamos preparándonos
para el inevitable encuentro con el infinito.
Los poemas casi siempre han sido cómplices de una farsa, o de un autoengaño, o
una bondadosa mentira, o de un ingenuo eufemismo sobre el presentimiento de la
grandeza. Es muy difícil ser poeta y al mismo tiempo ser verás, no precisamente porque
sea esto complicado, sino porque para ser verás se precisa haber dejado a un lado todo
lo superfluo y se nos hace muy duro admitir que el yo es el anfitrión de la vanalidad, y
deshacerse del yo es deshacerse del movimiento rotativo, o sea de la razón de ser de
cada quien, que en definitiva resulta ser la justificación de la esclavitud.
Una vez más Miguel Ángel Bolaños vela, nos enseña que el poder de la palabra
puede derrumbar en un verso, siglos de costumbrismo y comodidad, y ese es en realidad
el sentido de su poesía, una especie de guerra oculta con la parte gregaria y doméstica
del hombre. En un lenguaje esotérico que no pierde el ritmo literario, nos ilustra sobre el
espíritu del Ares inherente al cielo y a la tierra, las guerras míticas en el centro de los
océanos y de los corazones rodantes.
Hay una cualidad ortodoxa y al mismo tiempo beligerante en esta poesía, por un
lado mantiene intactos los ánimos cabalísticos, y por otro los obliga a reorientarse justo
al final, cuando pareciera que las cosas se consumaran, al igual que el vuelo de las
golondrinas, cambia intempestivamente el rumbo y altera la suerte y el destino, es como
una especie de alquimia. Ya no encuentro en la poesía de Miguel Ángel, arraigos
depresivos que han sido casi siempre el alimento del poeta; hay mas bien un espíritu
filosófico que se rehúsa a exponer un sistema de pensamiento y escoge entonces la
opción del caos implícito a la versificación hiperbórea, como una manera más
pragmática de definir los avatares de la vida.
Esta poesía a veces sugiere la necesidad del ritual para su comprensión, pues ya
no es la cotidianidad la que se manifiesta, ni tampoco las luchas internas del poeta, lo
que se expresa es un lenguaje del cosmos, el poeta se ha hecho un puente que comunica
al infinito con los hombres; sin embargo ya no le es posible regresar la mirada, la
soledad entonces aparece diáfana y sin embargo devastadora, el mundo de los hombres
ha quedado para siempre atrás y sobre ello extrañamente ya no existe nostalgia, pero sí
una tristeza inhumana como una cuerda vibrante del universo.