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De hecho, el monopolio pudiera resultar la forma más eficiente (en términos de obtener
los costos unitarios más bajos) de funcionamiento de una industria en particular (monopolios
naturales), pero lleva asociados riesgos muy elevados de que se utilice ese poder de mercado de
forma que se produzcan pérdidas para el resto de los agentes económicos, por lo que
generalmente dichas industrias (v. gr. servicios públicos: energía eléctrica, telefonía básica, agua
potable y alcantarillado sanitario) son objeto de regulaciones específicas (tarifas, monto de la
inversión, tasa de ganancia), sobre todo si los productos o servicios ofrecidos por estas empresas
no tienen sustitutos cercanos. En el caso de la energía eléctrica, por ejemplo, cada vez se debilita
cualquier posición monopólica que se pudiera tener en la fase de generación, o de distribución,
aunque la competencia es mucha más limitada, aunque no imposible, en la de transmisión.
Una consideración adicional tiene que ver con el hecho de que para que dichas prácticas
sean ilegales, el agente que incurre en ellas debe gozar de un poder sustancial en el mercado.
Aquí es dable plantear si el concepto de poder sustancial es equivalente al de poder dominante.
En abstracto, pensamos que no. Son conceptos cercanos pero aún así no equiparables. El poder
sustancial es un concepto mucho más amplio, que abarca en consecuencia al de poder dominante.
Dicho de otra forma, la existencia de poder dominante implica de por sí la existencia de poder
sustancial; sin embargo, la existencia de poder sustancial es una condición necesaria, pero no
suficiente para una configurar una posición de dominio.