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Surf en el metro.

Emergió tal cual una leyenda urbana, hace ahora diez años. Principalmente en
Madrid pero la historia pudo escucharse en casi todas las ciudades horadadas por
túneles de metro. Según decía grupos de jóvenes madrileños habían inventado una
nueva forma de diversión que consistía en hacer surf sobre los vagones de metro.
Evidentemente no con tablas. Era la propia velocidad de los trenes la que les permitía
hacer figuras y cabriolas en el aire mientras saltaban de vagón en vagón.

Dicen las leyendas surgidas desde entonces que incluso los ancianos que
habitualmente asistían como espectadores a las obras también acudían a las
estaciones para contemplar el extraño espectáculo y así matar el tiempo. También se
decía que los propios responsables de la seguridad en el metro habían decidido
instalar cámaras de vigilancia para poder controlar a las pandillas de indeseables que
se jugaban así la vida. Incluso se generó cierta alarma social al respecto pero, en
verdad, nunca se detectó a nadie jugando a tal cosa, por mucho que los relatos
populares hablaran de muchachos detenidos por la policía como consecuencia de
estas acciones.

Sí es cierto que llegó a localizarse la existencia de jóvenes que llegaban a


viajar entre los vagones pero nunca sobre ellos. Además tal cosa hubiera sido
imposible en la mayor parte de los túneles ya que la distancia que existe entre el techo
del tren y la parte superior del túnel no es suficiente par que pueda moverse una
persona por pequeña que sea. Una vez más se trata de una leyenda urbana, una
creencia popular. Nada más. Sin embardo, como casi todas las historias de este tipo
existe una base real y verídica y, en este caso, realmente terrible y trágica.

El origen de la historia bien podría estar situada temporalmente en los años


sesenta. Y no en Madrid sino en el barrio de Soweto, en la capital de Sudáfrica. Por
aquel entonces Johannesburgo estaba sometida al terrible “apartheid” y las
poblaciones negras estaban sumidas en la más desesperada pobreza. En este
contexto surgieron bandas juveniles integradas por muchachos a los cuales el futuro
se les presentaba de espaldas. Y una de las prácticas de estas bandas consistía en
subirse a los trenes y hacer surf sobre los mismos. El objetivo principal que se
proponían era esquivar los postes y cables eléctricos que nutrían de energía los trenes
en la parte superior y hacer todo eso sin mover los pies.
Ahora, a comienzos del siglo XXI la moda suicida ha vuelto. Hoy los surfistas
del tren son igualmente jóvenes sin un futuro claro. Les afectan los mismos problemas
que aquellos muchachos de hace cuarenta años. La falta de futuro real, la pobreza, la
segregación. Del mismo modo que entonces, quienes practican esta suerte de
arriesgado juego pertenecen a bandas juveniles tal y como se decía de los surfistas
del metro de Madrid. Uno de estos clanes es el llamado Los vándalos tiene más de mil
suicidas en sus filas, pero hay otros Bin Laden, Primera clase… en total se cuentas
por cientos los jóvenes que se dedican a esto. Lo grave es que incluso son
considerados como héroes entre los muchachos.

Al igual que antaño el principal objetivo de los jóvenes surfistas es esquivar los
cables de alta tensión que dan electricidad a los trenes. No pueden mover los pies
mientras lo hacen. Su agilidad y sus cuerpos deben efectuar los movimientos
oportunos para sortear estos obstáculos que aparecen entre los jóvenes a una
velocidad superior a los cien kilómetros por hora. En realidad se trata de efectuar unos
movimientos muy similares a los que efectúa Keanu Reeeves en la película Matrix en
alguna de las escenas que muestran al actor, a cámara lenta, esquivando las balas de
sus enemigos. De hecho, por ese nombre, Matrix se conoce el juego. El gran problema
es, que en este caso, no se trata de una película.

Como decíamos el juego es trágico, el riesgo a morir calcinado por los cables
es vidente pero ahí está el mérito y el riesgo. En el año 2007 se han contabilizado diez
muertos. No sabemos si el origen de la leyenda está en los surfistas de Soweto pero
es muy probable que así sea. Aunque en ocasiones se produce el fenómeno a la
inversa. Es decir, tras la leyenda llega la realidad. Porque el fenómeno de imitación de
la leyenda es habitual en este asunto. Y es que a veces, estos relatos parecen dar
ideas.

Un ejemplo de esto es produjo no hace muchos años en España. La leyenda


decía que las operadoras de teléfonos móviles pretendían cobrar por las llamadas
perdidas. Evidentemente las compañías no lo hicieron porque la ley no lo permite.
Pero inventaron un truco y es que, cada vez que se rechazaba una llamada, en vez de
cortarse la comunicación, saltaba automáticamente el buzón de voz. En ese caso si se
consideraba que le había establecido una llamada y que, por tanto, se podía cobrar
por la fallida comunicación. La trampa duró poco tiempo. El justo hasta que sus
responsables creyeron que sorteaba peligrosamente la ley. Pero lo cierto es que esta
práctica surgió a partir de la leyenda ¿casualidad?

Del mismo modo la existencia de “snuff movies”, es decir, de películas que


graban hechos reales de violencia, a veces, mortal. Empezaron siendo una leyenda
urbana que se basaba en varias películas de serie B. cuando empezó a sospecharse
de la existencia de estas filmaciones, las “snuff movies” no existían. Pero la realidad
posterior a la imitación sí puede haber dado ingredientes de veracidad al mito. En no
pocos crímenes sádicos se sospecha que alguien pudo grabar los hechos pero el
tiempo y la telefonía móvil multimedia han hecho verídica la leyenda urbana y jóvenes
pandilleros graban las palizas que dan en plena calle a otras personas gracias a estos
aparatos. Por inercia la leyenda se ha hecho realidad. Esperamos que no suceda lo
mismo con los surfistas del metro.

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