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Horacio José Guardado

La Nueva Era de las Desigualdades


Borrador de trabajo, abierto a discusión
Este trabajo resume ideas originales del libro "La nueva Era de las Desigualdades" de Fitoussi y Rosanvallon,
con más los componentes de nuestra particular realidad nacional, a partir de un análisis de nuestros problemas
más evidentes a resolver.
Esta sociedad, de alta tecnología y un sector servicios que adquiere cada vez más proporciones de la torta
social, provoca (tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados) desempleo masivo cuya
persistencia alimenta una doble sensación de perdida de identidad y una incertidumbre creciente sobre el
futuro. Pero el fenómeno es mas profundo. Lo que se quiebra es tanto la misma organización social, como las
representaciones colectivas, consecuentemente el sentido de pertenencia y la trama de ligazón social. Se
piensa que mañana se vivirá peor que hoy. Y el sentido continente de la Nación pierde su vigencia. Se producen
simultáneamente dos actitudes, la resignación y el rechazo ciego. Por un lado un fatalismo fundado en una
fachada de optimismo sobre el carácter ineluctable de las transformaciones económicas; y por otro, el regreso
vigoroso de una actitud de repliegue y rechazo, que imputa todos los males de la época a la globalización, y
conduce al resurgimiento de un proteccionismo primario.
Los liberales, plantean una única salida lineal: continuar con el sistema, aunque saben en su intimidad que esto
provocará una sociedad aun mas injusta , bipolar y peligrosa, en definitiva no democrática.
La izquierda, atrapada entre su reciente conversión al realismo económico y su tentación de resucitar antiguos
fantasmas para recuperar una identidad que hoy le cuesta formular, aparece fragmentada e involucrada.
El radicalismo observa con desazón, que sus propuestas políticas son obsolescentes y en lugar de intentar
evolucionar hacia un proyecto estratégico que involucre una salida para la crisis, deja el manejo en manos de
técnicos incapaces de propuestas no ortodoxas.
El justicialismo, luego de más un año de haber perdido el poder central, recíen esta comenzando a digerir el
haber portado "el caballo de Troya" de un proyecto desnacionalizador, impopular y dependiente. Y aun, salvo en
pequeños grupos, no ha comenzado a elaborar un proyecto nacional distinto del que acompañó durante diez
años, y a su vez viable ante la actual situación mundial.
En este universo político que no logra evaluar la nueva realidad, los partidos tradicionales no presentan
respuestas concretas a la magnitud del dilema planteado con la "globalización, quedando sin contenido
ideológico, pues las propuestas preelectorales se contradicen y contraponen a las acciones de gobierno, una
vez instalados en sus mandatos ejecutivos y/o legislativos.
Surge así una desazón generalizada en el electorado que les delegó el poder, y el doble mensaje provoca a
partir del desconcierto, un acelerado descontento que se transforma en el crecimiento de un sector apartidista,
que sin ser independiente, no puede elaborar una propuesta ideológica clara, ni encontrar alguna vertiente que
lo contenga con sus propuestas y sus posteriores acciones.
El "mercado" (es decir el cada vez más fuerte sector financiero) dirige el agotado sistema económico, que en
acelerado proceso se entrampa en una situación de achicamiento perverso y sostenido. Si se intenta un tibio
cambio de la dirección iniciada en los noventa, el "mercado" opera en contra y encarece los costos financieros a
tasas de interés tan altas, que desvanecen cualquier propuesta seria en términos macroeconómicos, y por otro
lado al torcer la decisión gubernamental, el ciudadano común (los que aún podrían consumir), retrae sus gastos
y profundiza la recesión, la trampa está montada de tal manera que se fagocita ministros en horas, el poder se
diluye, el desánimo aumenta inversamente, y crece el desempleo y la disgregación social.
A nivel mundial, el comportamiento es similar, y se observa la desaparición de la democracia como medio
idóneo para enfrentar el crecimiento constante del poder financiero mundial, que incluso en países centrales es
desvirtuada en lo profundo de su sentido ético, falseando elecciones para favorecer a los sectores económicos
dominantes .
El mundo vive el agotamiento de un modelo y el final de un antiguo marco de inteligibilidad. Nos encontramos
por eso ante un gran punto de inflexión de la modernidad.
A partir del siglo XVII, aparece el Estado Moderno, dando forma y consistencia al territorio y la nación. En el
siglo XVIII, la sociedad civil se emancipó, permitiendo el auge de la economía de mercado y el desarrollo de
cierta autonomía individual. En el siglo XIX, el gran punto de inflexión consistió en una invención de lo social
que posibilito la reorganización de las condiciones de la vida común y el ejercicio de la solidaridad que ni el
Estado clásico ni el mercado eran capaces de tomar a su cargo. El siglo XX creyó por un tiempo haber
consolidado definitivamente este edificio con la instauración de los regímenes de protección social. Pero fue
sacudido por la internacionalización económica y la crisis del Estado Providencia. Así, hoy debemos enfrentar
un Cuarto punto de Inflexión, y reformular las condiciones del vínculo social y cívico en la era de la
globalización.
Esta nueva gran transformación está en marcha desde los años setenta, pero solo se hizo completamente
perceptible después del hundimiento del comunismo. Las democracias occidentales, entonces se vuelven hacia
adentro, y ahí aparecen frágiles y minadas por la prosecución misma de su propio proyecto. Es cierto que el
ideal de una sociedad abierta al exterior y fundada sobre la libre asociación de individuos soberanos se afirma
de manera excluyente. Pero ese mismo triunfo es al mismo tiempo el principal peligro que acecha a una
sociedad semejante, porque amenaza la existencia del hecho nacional, erosiona el vinculo social y disuelve la
comunidad cívica. El sentido de inseguridad e incertidumbre es así, sin duda, el fruto de la globalización
económica y de la individualización sociológica, nacidas del cumplimiento del programa actual.
Toda la dificultad esta ahí, ELTRIUNFO DEL INDIVIDUALISMO APORTA CONSIGO UN FOMIDABLE
POTENCIAL DE PROGRESO Y, AL MISMO TIEMPO DE PADECIMIENTOS.
El mercado mundial impulsa el crecimiento y destruye puestos de trabajo; permite financiar la economía pero
limita los márgenes de maniobra presupuestarios de cada país; multiplica las riquezas pero aumenta las
desigualdades hasta lo intolerable.
Las democracias liberan a los individuos, pero atomizan el cuerpo social y deshacen las solidaridades.
La crisis del individualismo es indisociablemente económica y antropológica, crisis de civilización y crisis del
individuo.
Fallan simultáneamente las instituciones que hacen funcionar el vinculo social y la solidaridad (la crisis del
Estado providencia), las formas de la relación entre la economía y la sociedad (la crisis del trabajo) y los modos
de constitución de las identidades individuales y colectivas (la crisis del sujeto).
Además, las desigualdades cambiaron de naturaleza, marcando de un modo inédito la sensibilidad a las
diferencias. Hay dos tipos de desigualdades, las "persistentes ó históricas" ( Distribución del ingreso, Vivienda,
etc.) que se profundizan. Pero se agregan las nuevas formas, experiencias individuales (que no salen en las
estadísticas), desigualdades ante el trabajo y la condición asalariada, incluso ante la capacidad de
endeudamiento, las molestias urbanas, las conductas inciviles, las consecuencias de la implosión del modelo
familiar, y las nuevas formas de violencia. Movilizadas por la dinámica de la desocupación ó de la evolución de
las condiciones de vida, son vividas dolorosamente, aunque sea de manera silenciosa.
Nuestros conciudadanos perciben con claridad estas mutaciones subterráneas, que nuestras elites dirigentes y
nuestros expertos, no siempre comprenden desde las alturas del confort protegido en que viven. Existe la
certeza que la política y la sociedad avanzan por caminos diferentes.
¿Que hacer entonces? No es lógico, ni la resignación demoledora, ni la utopía inalcanzable. Nada obliga a
contentarse con un discurso gerencial que equivale a negar las transformaciones profundas, ó con un discurso
de rechazo nostálgico .
Si quiere recuperar su papel, la política debe consagrarse a formalizar este diagnostico y las perspectivas a las
que conduce. Ese sería el retorno DE LO POLÍTICO: la capacidad de descifrar las inquietudes; de fijar un marco
de interpretación de las mutaciones en curso, con sus consecuencias benéficas y sus efectos perversos: de
proponer, por último una trayectoria colectiva capaz de establecer los términos renovados de un contrato social
duradero, con certidumbre y porvenir común.
No tiene ningún sentido decir que todo va bien o se puede mejorar a excepción del desempleo. Pues es
justamente esta excepción la que constituye el problema. No importan los promedios de ingresos, como su
dispersión y distribución; así como la precariedad, el sentimiento creciente de inseguridad; en definitiva, las
múltiples formas de fragilización del vínculo social. Coexisten dos discursos contradictorios, pero ciertos, que en
si mismo son el síntoma de una profundización de las desigualdades. Aunque el país continuase creciendo
globalmente mientras crece la fractura social, es sin duda porque hemos entrado en una nueva era de las
desigualdades, aceptada por algunos con mayor ó menor cinismo.
Aunque esta ecuación de crecimiento, ya está mostrando su realidad objetiva con el comienzo de una crisis
recesiva previsible, que se evidencia con toda crudeza en nuestro país, y el resto de la "periferia" económica
mundial, pero que hace varios meses comenzó a marcar una fuerte disminución del crecimiento en Estados
Unidos y Europa. Hay elementos muy fuertes que caracterizan este nuevo período de recesión capitalista,
detallaré algunos de ellos: En los países lideres, se mantiene en términos altos la desocupación y
consecuentemente el consumo tiende a disminuir, el desempleo está explicado por la producción de insumos
mano de obra- intensivos en la extrazona económica, y persiste el alto endeudamiento de muchos gobiernos, y
de las empresas de la vanguardia tecnológicaque oportunamente orientaron el flujo de inversión especulativa;
siendo el telón de fondo siempre el mismo, subyace una idea financiera especulativa de la economía, y siguen
creciendo los numerales en ese sector financiero (que debería ser un auxiliar canalizando el ahorro, y
validándolo con creación de riqueza utilitaria y no riqueza virtual de papeles especulativos), olvidando la
inversión directa en sectores productivos que generen empleo y a su vez consumo global.
En nuestros países, el problema es gravísimo, por el peso de la (cuestionable) deuda externa que no permitirá
desarrollar ningún proyecto con futuro cierto que no incluya replantear los términos y montos de las misma.
Además casi toda Latinoamérica se encuentra acelerando su proceso de desindustrialización, y aumento
masivo del desempleo. Con mercados indefensos abiertos al exterior. Lo que provoca la paralización y aún más,
el retroceso nominal del crecimiento del PBI. En resumen menor torta, con peor distribución interna, la ecuación
da: mayor pauperización de la mayoría de la población.
Con este diagnóstico, la dirigencia (de todo tipo), mira para otro lado o trata impotente de resolver la batalla,
para lo cual aunque tenga un diagnóstico, no sabe como implementar medida alguna sin romper con el
"sistema" que nos tiene entrampados.
Los que deciden en política, al fracasar en la definición y "ejecución" de políticas publicas y de orientación
macroeconómica, observan con descreimiento y desazón como está creciendo una fuerte corriente de anarquía
en contra de los sistemas de poder, incapaces de dar respuestas correctas y valerosas, no retóricas ni
timoratas, para variar la deriva social.
Lo que esta en juego es muy grave. La cuestión social se aborda con frecuencia en términos que conjugan tres
grandes perversiones de la política moderna: la confusión de la política con los buenos sentimientos, el gusto
por la política espectáculo y la simplificación de los problemas.
La antigua oposición entre progresistas y conservadores será reemplazada por la distinción entre los hombres
políticos honestos y los corruptos, las personas preocupadas por el interés general y los cínicos que persiguen
una meta egoísta de ocupación del poder y enriquecimiento personal.
Actualmente, la atención prestada a la cuestión social se inscribe, desgraciadamente, en el linaje de la política
espectáculo, ese "voluntarismo espectáculo" imposible de confundir con la expresión de una voluntad de
cambio.
Por último, la simplificación de los problemas, constituye un obstáculo a la comprensión de las mutaciones que
atraviesan el seno de la sociedad moderna.
La cuestión social se desplazó, de un análisis global (reparto del ingreso p.ej.), a un enfoque centrado en el
segmento más vulnerable de la población. La dinámica social, no puede reducirse a la oposición entre quienes
están "adentro" y quienes están "afuera".
Se debe escapar de la suprema infamia: LA INDIFERENCIA.
Y ese debe ser el eje de nuestra discusión, EL JUSTICIALISMO fue y será un arbitro ideológico que opciona por
un capitalismo al servicio del hombre, generando una gran política de consenso basada en su profundo sentido
humanista y humanitario.
La sociedad toda mira hacia el pasado, la generalización de un modelo de empleo precario ha provocado en la
mayoría angustia y temor, incluso los que tienen el puesto garantizado dentro de ciertas variables (ej. Justicia,
fuerzas de seguridad, maestros) oscilan entre el temor y la culpa.
Los indicadores estadísticos no pueden dar cuenta del miedo al mañana. Pero nos dan una pista para
comprender la crisis actual. Con la desaparición de la inflación y el alza de las tasas de interés reales, lo que
sufrió una conmoción fue la relación del homo economicus con el tiempo. La inflación resultaba de una apuesta
sobre la permanencia del progreso y el crecimiento (además de otros muy perversos orígenes como por
ejemplo el déficit fiscal estructural y la emisión descontrolada); en tanto la tasa de interés marca el valor del
futuro. Si es elevada significa que éste es peligroso, que cuesta mucho dejar pasar el tiempo. Si es baja
significa que el futuro se percibe "como el presente", es decir que la creencia de linealidad y continuidad
económica fundan el acto de la Inversión.. El nivel de tasas que experimentamos en estos diez años de
estabilidad económica (no fiscal), desalentó la inversión salvo en nichos de la economía, que contaran con
seguridad de tasa de retorno muy superior a la de mercado (sirvan los ejemplos de inversiones en el sector
comunicaciones y/o combustibles), acompañando con sus precios las altas tasas activas cobradas por la banca
(casi totalmente extranjera), aunque ambos sectores (privatizadores y bancarios) financiaron su capital con
tasas pasivas (internas y externas) muy bajas en términos comparativos con las activas que tomaban del
ingreso nacional.
Este perverso sistema fue y es favorecido por las políticas monetarias del BCRA, con encajes altísimos, que
impidieron e impiden la monetización del sistema económico, aumentando con la falta de circulante la recesión,
como llave adicional para contener los precios internos, aliada a la pertinaz e injusta apertura de los mercados
industriales en forma indiscriminada. El resultado de esta política es el único posible, recesión y aumento del
desempleo subempleo y marginación de grandes mayorías asalariadas en forma indiscriminada.
Al respecto vale el esfuerzo un pequeño análisis: Los filósofos del "centro" y los operadores de la "periferia" nos
vendieron varias ideas sacrosantas, como si la economía no fuera una ciencia social y todo fuese sólo fórmulas
infalibles de laboratorio.
Por un lado insistieron en el desguace del Estado Elefantiásico, porque era el elemento de mayor peso en el
déficit de cada país (no olvidemos que algo de cierto tenía el diagnóstico: había ineficiencia, ineficacia y
corrupción), se hizo y fue privatizado básicamente con inversiones de títulos de deuda pública nacional ( a
cotizaciones 5 veces menores que el valor real de cancelación ), se hicieron eficaces algunos sectores, a veces
también eficientes, pero sus costos sociales aumentaron notablemente, por un lado en aras de la eficiencia
provocaron despidos masivos, sin un correlato macroeconómico desde el Estado para reordenar ese mercado
laboral expulsado del sistema, y por otro lado los precios relativos de los servicios pasaron a ser de los más
caros del mundo (ej. teléfonos ).
Y lo que es más grave, se abrió la economía en forma salvaje, destruyendo aceleradamente el entramado
económico y productivo nacional, con dos elementos:La disminución de casi todos los aranceles a valores
mucho más bajos que las exigencias de las organizaciones mundiales de comercio internacional.
El segundo, aún más perverso y grave fue el igualar el valor peso-dólar con un nivel que potenció la pérdida de
capacidad negociadora de nuestros términos económicos con el exterior, esta medida que fue pensada como
transitoria y para un shock de confianza, fue el arma que a mediano plazo aniquiló los términos de distribución
internos, entonces la única variable que quedaba para ajustar se ajustó, bajaron los salarios y el consumo, y
aumentó el desempleo y el subempleo. El único efecto deseado que se cumplió (de los explicitables ) fue la
estabilidad de precios.
De manera que si alguien tuviese capacidad histórica conspirativa, podría creer que fue y es parte de un plan
mayor.
Antes de la estabilidad de precios, las tasas tenían un nivel nominal muy alto por la inflación , que desvalorizaba
los activos monetarios. Así que los que acumularon capitales no monetarios financiados por la inflación, están
separados socialmente, de los que por diversos motivos, han aportado esfuerzos sin poder acumular, y hoy se
fortalece el sentido de victimización, donde se desvaloriza de antemano el capital humano y sobrevalora el
capital monetario. Hoy solo son viables los proyectos personales con capital inicial, y además en la mayoría de
los sectores económicos, el capital intensivo deja aún más desprotegido al individuo como unidad económica.
Pero, no sería lógico suponer que todos los hechos son meramente económicos. Se conjugan una multitud de
factores.
En lo político, cuando las torpezas y dilaciones de los gobernantes se conjugan con el vacío de proyectos de la
oposición, es natural que el espacio político se asfixie. El escenario político ya no ofrece ni puntos de referencia
para la comprensión de los problemas ni perspectivas para la acción. La crisis es, de orden estructural,
antropológico; es crisis de civilización y del individuo. La evolución moral es: el triunfo de la lógica del mercado y
el repliegue sobre si mismo, que provocan el desmoronamiento de los cuerpos intermedios, la fragilización de
los vínculos comunitarios y la tendencia a la atomización social.
Durante los setenta, los ochenta y hasta mediados de los noventa, se celebró la cara positiva del individualismo:
la oportunidad que tenía cada uno de afirmar su diferencia y liberarse de las coacciones colectivas, crecían las
garantías personales contra el cepo de las tradiciones en las cuales estaba presa la vida cotidiana. Durante
mucho tiempo, se vivió la sensación positiva de una triple conquista de la autonomía, la autenticidad y la
reivindicación hedonista. Y hoy está llegando a su fin. Basta analizar el ámbito familiar. La independencia
personal que durante mucho tiempo fue el vector positivo de la pareja y de la familia hacia una relación más
afectiva que institucional, se transformó en un mecanismo de desconexión, de desafiliación. La independencia
se convirtió en vulnerabilidad de la relación de pareja y de padres e hijos.
La individualización-emancipación se acompaña con una individualización-fragilización. Todo se hace
indeterminado y cada uno debe organizar su vida de manera más precaria y solitaria.
De las elites (industriales, dirigenciales y políticas): La sociedad percibe a las elites como casta separada, aun
más fuerte por el hecho de que su homogeneidad contrasta con una opacidad social creciente. Son el emblema
de la desigualdad moderna, son quienes no comprenden el peso de las dificultades cotidianas del pueblo. Al
lado de la mayoría que vive en el presente, las elites viven fuera del tiempo. No conocen el desempleo y no
sufren, ni siquiera temporariamente, el fenómeno específico de la desaparición social que acarrea. Se las
percibe como una zona franca del cambio social. La sociedad se mueve y se degrada, pero las elites siguen
siendo el punto fijo. Con razón ó sin ella, encarnan lo inaceptable en una sociedad democrática, la desigualdad
fundamental de destinos.
De los trabajadores: se borraron las referencias sociales habituales, alimentando un doble malestar: social y
político. En la actualidad ya no existe un equivalente de lo que antaño constituía la clase obrera como fuerza de
integración e identificación. El hecho mismo de la lucha de clases, atestiguaba a su manera el lugar central
reconocido al obrero en la sociedad. Desde hace años, la erosión del poder sindical ha acompañado un lenta
inversión de las situaciones y las representaciones colectivas. Los efectos económicos de los nuevos modos de
producción se conjugaron con los antropológicos de la individualización, desarmando los mecanismos de
identificación colectiva. Hoy estamos, como si nos hubieran empujado brutalmente hacia atrás, en una situación
comparable a la de principios del siglo XIX en El "norte" o a comienzos del siglo XX en nuestro país, antes que
"la cuestión social" hubiese sido formulada intelectualmente, asumida institucionalmente y encarnada en una
lucha colectiva. Con esta diferencia esencial: ninguno de los mecanismos económicos y políticos que habían
permitido la constitución de la clase obrera como sujeto de la historia encuentra hoy su equivalente.
Las reivindicaciones y aspiraciones, que podían ser unificadas, canalizadas e instrumentadas por las
organizaciones sindicales, se transforman hoy en apelaciones directas al Estado, al margen de todos los
procedimientos y medios de expresión que antes constituían justamente ese juego social.
La decadencia de las formas de representación social, hacen aparecen formas marginales de instrumentación
del descontento, más combativas pero sin posibilidad de estructuración viable en la sociedad, por ser
mecanismos individuales ó locales que hacen imposible la universalización de las reivindicaciones. La
desaparición de lo colectivo conduce a formas inéditas de crispación de la sociedad. Cuando ya no aparece
ninguna representación positiva del progreso, se imponen el mantenimiento del status quo y la defensa de las
conquistas sociales adquiridas y aún no perdidas. (valga el ej. de Aerolíneas).
Cuando los mecanismos económicos y sociales de regulación no funcionan más, con una sociedad que ofrece
a los individuos cada vez menos puntos de referencia y cuando la maquinaria económica parece, con razón ó
sin ella, escapar al control y estar demasiado gobernada por las fuerzas impersonales del mercado, se instala
lógicamente un sentimiento de miedo. Todo pasa a sentirse como una amenaza virtual, donde los derechos del
hombre son avasallados por la perversidad del individualismo del mercado moderno, por la exacerbación de lo
jurídico sobre lo político, con una mayor confiscación de la democracia por parte de los expertos. Esto esta
acompañado a nivel mundial por tres ciclos históricos de fines de los años ochenta: el fin del comunismo, la
globalización económica y la desideologicación.
El hundimiento del comunismo, como alternativa al pensamiento único, creó un vacío de diferenciación del
sistema político, y la sociedad aún no ha logrado reinventar una sana alternativa. Surge una visión racionalista
de lo político (desideologizada), que ve sólo en la administración de la cosa pública, la condición necesaria de
una superación de los enfrentamientos políticos, como única alternativa ante los males de la globalización. Y
surge la contradicción que la eficiencia en la baja de sus costos, aumenta los costos sociales.
Las desigualdades: Es una realidad multidimensional, algunas se mantuvieron estables en tanto otras, que
estadísticamente nos cuesta aprehender, crecieron.
En principio, se ampliaron las desigualdades tradicionales ó estructurales (p.ej. los ingresos por franjas
sociales). También aparecieron nuevas desigualdades, que proceden de la recalificación de diferencias dentro
de las categorías que antes se juzgaban homogéneas y aceptadas como transitorias., en resumen aunque en
algunos casos los sectores pudiesen mantener la media estadística, se han producido dispersiones
inaceptables. Ej.: dos personas de igual capacidad, pero una de ellas sin trabajo en forma constante, se ve
obligada a cambiar de ámbito laboral para, en el mejor de los casos, encontrar uno de menor calificación y
menor ingreso, perdiendo su identidad de categoría homogénea de población.
Aunque sigue siendo el elemento más grave la perdida de condición de estar dentro del sistema, es decir el ser
un desocupado .
El sistema económico es un conjunto organizado de elementos interdependientes, a la vez complementarios y
antagónicos: complementarios porque el funcionamiento del sistema implica cierto grado de cooperación entre
los grupos sociales, las categorías ó las clases sociales; antagónicos dado que los conflictos de interés y las
relaciones de fuerza son los medios por los cuales los elementos del sistema conservan su especificidad. La
estructura del sistema se caracteriza por lo tanto por un conjunto de desigualdades estructurales.
Estas desigualdades son estructurales, es decir heredadas de un largo pasado, y parcialmente internalizadas
por la sociedad; que no equivale a decir que sean legítimas. Por otra parte, su grado varía entre los distintos
países, según las instituciones que se hayan desarrollado, la doctrina de las políticas concretadas, la intensidad
de los conflictos sociales expresados en ellos y las influencias externas a expensas de su fragilidad y
permeabilidad estructural y dirigencial. Estas desigualdades estructurales se ven hoy fuertemente agravadas
por la deformación de la distribución del valor agregado, en detrimento de los salarios y en provecho de las
ganancias empresariales, y la única razón por la cual este agravamiento parece aceptado es que el poder de
negociación de los asalariados ó de sus instancias representativas (los sindicatos) se redujo de manera singular
bajo el efecto de la desocupación masiva, agravado en nuestro país por la inmigración de mano de obra barata
desde los países limítrofes, y de Europa del este y Asia, que la perversión del sistema de contratación permite a
los ofertantes obtener costos insignificantes, contratando a la mayoría en "negro", abusando de la pobreza en
los países de origen de los oferentes y de la precariedad de su legalidad como inmigrantes (en muchos casos
indocumentados). Esto a su vez genera mayor desocupacón en la población activa y una baja vertical de los
salarios. Entonces, el combate es hoy demasiado desigual, con uno de los actores demasiado debilitado. A esta
situación contribuye la libre importación de productos que compiten con la industria nacional, desde países
cuyas poblaciones pauperizadas, entregan su fuerza laboral a costos impensables en otras regiones del
planeta, trabajando para empresas multinacionales que distribuyen sus productos "baratos" por todo el mundo
globalizado, provocando la flexibilización de los asalariados y la posterior quiebra de las empresas locales.
Aquí está el eje del problema, pues la segunda desigualdad es "dinámica" pero no transitoria, y depende de la
evolución constante del sistema de producción (tecnológico) y de distribución mundial, entonces los
mecanismos reguladores son siempre tardíos e insuficientes ante una economía nacional en perpetua
reestructuración, con actividades en expansión (servicios no exportables) y otras en proceso de decadencia y
desaparición (por producción no competitivas con el exterior).
En resumen, existen dos tipos de desigualdades, las macro y las microeconómicas. Las primeras se hacen
evidentes entre las economías de los países desarrollados y sus sectores económicos mundializados versus los
países subdesarrollados y sus economías locales (en menor medida los países centrales sufren la competencia
de la producción extrazona, con la diferencia que las empresas que allí producen son subsidiarias de sus
economías centrales). Las microeconómicas se dan dentro de cada clase social por la forma del reparto del
ingreso de cada sector. Donde, en paralelo se da el fenómeno del aumento de las ganancias e ingresos no
salariales (financieros e industriales). Así, las desigualdades macroeconómicas estructurales locales se
incrementaron considerablemente y existe otro reparto entre ganancia y empleo.
Ha desaparecido la tendencia mundial con la mayoría de la sociedad ingresando a la clase media, y el
patrimonio social se ha concentrado en un menor cantidad de población, y esto es consecuencia del abandono
por parte del Estado (regulador de la economía por excelencia) de la antigua organización de las cohesiones, y
no solo de la fatalidad inducida por la globalización. Valgan como ejemplo, el aumento de los servicios públicos
privatizados y el aumento de los impuestos regresivos pero de fácil recaudación, que castigan en una
proporción más importante los recursos personales de los sectores de menores ingresos.
Esta desigualdad de ingreso económico, se traduce en desigualdades de gastos, de patrimonio, de acceso a la
educación, a la medicina, etc., y produce un profundo cambio en la relación del individuo con el prójimo.
Existe una nueva situación aun no definida que ha reemplazado al contrato social antes vigente, que
compensaba las diferencias teniendo como principio el objetivo de igualdades mínimas necesarias.
La otra gran desigualdad surge de la probabilidad de estar desempleado. Por numerosas razones, que
obedecen especialmente al nivel de las tasas internas de interés, a la competencia de los países con bajos
salarios ó a la ausencia de neutralidad del progreso técnico, esa probabilidad está muy desigualmente repartida
entre los asalariados. La competencia de los países de muy bajos salarios incrementa la vulnerabilidad de las
industrias mano de obra intensiva, en tanto el progreso técnico favorece el trabajo calificado, en el momento
que el alto nivel de tasas contribuye a valorizarlo, como valoriza toda acumulación pasada, incluida la del saber.
Estas tres causas ponen en funcionamiento una dinámica profundamente desigualitaria.
Por esa razón, los sectores más castigados son: los de menor acumulación de saber y los jóvenes que sin
experiencia ni conocimientos previos pretenden ingresar al sector asalariado, y al no lograrlo tampoco pueden
acceder a un mejor nivel educativo que los potencie.
De esta manera, quedan cuestionados los principios de igualdad de oportunidades y de movilidad social
ascendente, bajo el efecto de la mayor valoración del pasado (por acumulación de bienes ó saber), que implica
el aumento de las tasas de interés. Así nace un sentimiento de injusticia tanto más profundo porque apenas
logra expresarse.
Del sistema de seguridad social: Si bien es cierto que tal como estaba estructurado desde el Estado, el Sistema
de Reparto no funcionaba por varios motivos. Entre ellos la apropiación de los fondos aportados por los
asalariados por parte de ese mismo Estado deficitario, y las distintas perversiones administrativas (trabajo en
negro, no cumplimento de los depósitos de los aportes patronales ni las retenciones, otorgamiento incorrecto ó
ilegal de beneficios jubilatorios, etc.), que se instalaron por falta de los necesarios controles de gestión. Además
por la disminución del crecimiento vegetativo de la población con respecto al aumento de la expectativa de vida
de los beneficiarios del sistema., hubiera sido necesaria una reformulación actuarial y funcional del mismo.
En cambio la solución instrumentada, de creación del sistema de AFJP, sin analizar los problemas estructurales
del mismo, si bien creó un mercado de capitales a largo plazo a imagen del sistema americano, provocó un
costo adicional de altas comisiones y gastos de estructura (sólo de servicios no productivos) sobre el total
recaudado y dejó en manos del sector financiero internacional la casi totalidad del manejo de los fondos. Con el
agravante que el Estado, que también eliminó los aportes patronales a las empresas privatizadas, siguió
financiando el Sistema de Reparto, ahora lógicamente más deficitario.
Por otro lado, ante su necesidad de financiación, toma ahora los fondos de las AFJP, antes lo hacía con un
costo oculto, hoy devenga altos intereses, que agravan el endeudamiento total.
Este es un tema de final incierto, que amerita una profunda discusión política acompañada de un desarrollo
actuarial y económico viable, evitando lo que ya observamos como un destino de los que hoy tributan al
sistema: la imposibilidad de cobro de sus pasividades futuras.
De las prestaciones de salud y acción sociales: Otra fuente del sentimiento moderno de desigualdad es la
paulatina desaparición de la relaciones entre el individuo y el Estado, verificado a través de la multiplicación de
las prestaciones sociales condicionadas a los recursos del beneficiario potencial, por la desfinanciación del
sistema hospitalario nacional, provincial y municipal; y de los sistemas de obras sociales sindicales, que el
aumento del desempleo en muchas ramas de la industria le ha quitado un importante universo de aportes.
Aquí también es necesaria una amplia discusión antes de decidir por millones de usuarios, y no es privatizando
los servicios que la eficacia acompañará la eficiencia y eficacia del mismo, es tema de debate político.
Del sistema tributario: Es necesario el rediseño de todo el sistema, con bajas sustanciales en los impuestos
regresivos (p.e IVA e Ingresos Brutos), y una baja en los impuestos directos sobre los sectores productivos, que
trasladados a los precios de los bienes durables y semidurables, dinamizarían nuevamente la economía, que
darían como resultado a corto plazo el aumento el crecimiento de la ocupación y el consumo, y
consecuentemente de la recaudación.
Tambien, habrá que fijar políticas arancelarias, paraarancelarias e impositivas de largo plazo, que aseguren una
curva de crecimieto económico sostenido, y fijar pautas de excepción para el blanqueo de capitales argentinos
radicados en el exterior, destinados a darle anclaje a la inversión a desarrollar en el corto y mediano plazo.
Por último, este tema apenas esbozado aquí. Deberá ser desarrollado en profundidad por economistas y
tributaristas con claro sentido nacional y regional.
De las desigualdades de consumo y de acceso al sistema financiero: a todos los datos enumerados se agregan
las consecuencias de la introducción de las normas de mercado en el establecimiento de las tarifas públicas
(superiores en muchos casos a las existentes en el exterior en términos de divisa dura), en vigor en la mayor
parte de las grandes industrias de servicios. Que en muchos casos son monopolios ú oligopolios que manejan
los precios sin controles mayores por parte del Estado, y estos costos acumulándose unos sobre otros terminan
por tener un peso muy importante en los presupuestos hogareños.
Un ejemplo claro de esta forma de entender el mercado, son los elevados costos de intereses, comisiones y
gastos bancarios.
Cabe entonces, analizar el comportamiento del sistema financiero privado, casi totalmente extranjero. En los
últimos años ha crecido el ingreso de capitales y consecuentemente, la oferta crediticia para la compra de
bienes semidurables y durables, en especial para los registrables (automóviles y viviendas). Pero el sistema
además de exigir las tradicionales garantías prendarias, hipotecarias y de codeudores según el caso (si bien a
en muchos casos ha permitido el acceso a bienes a grandes sectores de la clase media), cobra tasas activas
excesivamente altas comparadas con las tasas pasivas de recepción mayorista de fondos operada por los
bancos.
Por varios motivos: el encaje bancario sigue siendo alto para desalentar el consumo y evitar una alta
monetización de la economía; la alta ineficiencia del sector financiero, que es uno de los pocos que aún no ha
ordenado su estructura, y fundamentalmente los altos rendimientos obtenidos por el sector, con fuertes
remisiones de utilidades a sus casas matrices del exterior.
El sistema reitera este comportamiento de altas tasas y reticencia de crédito a las pymes y sectores más
desprotegidos de la actividad económica; es decir no cumple con la ley económica de tasas bajas para que
todos puedan obtener financiamiento. Para los pequeños y medianos empresarios los préstamos son
transitorios, con tasas altas de Call Money, que succionan importantes componentes de las ganancias
empresariales, provocando en muchos casos la falta de competitividad de los sectores productivos.
Este mecanismo agrega una desigualdad adicional a la realidad económica actual; invirtiendo la hipótesis: las
condiciones iniciales de los posibles deudores del sistema van a determinar las posibilidades de acceso al
crédito y su costo, excluyendo a los más pobres.
El lugar común que "sólo se presta a los ricos", hoy tiene aún más vigencia. Y sólo tienen tasas con posibilidad
de repago los grandes proyectos, que generalmente pertenecen a grupos económicos muy fuertes, y casi
siempre con centro de decisión en el exterior.
Esto fue acompañado por la desaparición de capitales nacionales en inversiones de riesgo productivo; casi toda
la industria fue vendida (salvo puntuales excepciones ) a grandes grupos del exterior (que en corto plazo
flexibilizaron sus costos laborales ), y los fondos obtenidos por los traspasos accionarios se dirigieron a sectores
de producción primaria o de servicios, cuando no fueron girados al exterior.
Todos estos hechos enumerados, con la desocupación crónica como principal componente, han generado un
marco conceptual nuevo y son el síntoma mismo del cambio social y de una modificación de la relación del
individuo con el prójimo, y estas desigualdades dinámicas producen severas diferencias en el entorno próximo
entre componentes que antes eran "iguales ó pares", fracciona los grupos sociales y genera no pertenencia
social, por la ruptura de la igualdad sin un fundamento lógico.
Según A. Sen "la idea de igualdad, en efecto, se enfrenta a dos tipos diferentes de diversidad: la
heterogeneidad de los seres humanos y la multiplicidad de las variables en términos de las cuales puede
apreciarse la igualdad". Es decir que para desarrollar una postura sobre la igualdad, es necesario fijar en que
dimensiones se apreciará la misma, aceptando algunas desigualdades no modificables.
Y desde lo social y económico, en la comunidad organizada el criterio que debe elegirse, es que el Estado debe
influir en la distribución primaria de ingresos y riquezas (Robert Nozick: Anarchie , Etat et Utopie).
En este marco: Una política de banca central que dirija el crédito hacia los sectores productivos condicionando
la carga financiera selectivamente a la dinamización económica, la generación de divisas y aumento del
mercado interno de producción. Y una política tributaria con equidad, que incluya a través de imposiciones y
reintegros selectivos una fuerte modificación del retraso cambiario, seleccionando los sectores que dinamizarán
en el corto plazo nuestra economía, permitiendo la planificación de un nuevo modo de acumulación adaptado a
las nuevas pautas mundiales, desde una postura nacional y regional, para su posterior distribución entre todos
los componentes de la sociedad, Son estas el camino primario a seguir en búsqueda de la igualdad de orden
superior; pero no para legitimar la diferenciación social, sino el discurso político se agotaría con la ejecución de
beneficencia ó caridad. El concepto de igualdad no debe ser un estado sino un proyecto dinámico tendiente
hacia la estructuración de una nueva sociedad, donde se tienda básicamente a lograr la igualdad de
oportunidades, en todos los ámbitos humanos. Remediando las desigualdades excesivas que pueden generar
las trayectorias personales de los ciudadanos.
Hoy no es ya posible creer como lo hacen los liberales que la igualdad ante la ley es suficiente, como ironizó
Anatole France: "Esa majestuosa igualdad ante la ley, que permite que tanto los ricos como los pobres duerman
a la noche bajo los puentes".
El deterioro económico, provocado por todos datos expuestos, nos ha llevado a este diseño de sociedad, donde
conviven seres heterogéneos en sectores que los integran desde el ingreso y no desde lo cultural, agravando el
problema de la desocupación y la falta de ingresos básicos para una supervivencia digna.
Por ello, ante esta nueva forma social, los cambios deben darse conjuntamente desde varios ángulos, aunque
el más importante es el empleo. Como dice Mario Bunge, el desarrollo debe ser completo: económico, social,
cultural y político. No es suficiente con cambios parciales, pues éstos se transforman en parches que
desaparecen en el mediano plazo.
Es preciso hacer que la lucha contra la desocupación tenga herramientas sustentables, y que los sucesivos
gobiernos no sólo esperen ver descender los índices pequeños centésimos, como si no estuviésemos hablando
de millones de personas que sufren.
De las decisiones para revertir este proceso:Es necesario renegociar el servicio de la deuda externa e interna
del país, hoy no sólo es impagable el capital sino también los altísimos intereses que genera.
Sirva de ejemplo la renegociación de deuda efectuada a comienzos de febrero de 2001, (El blindaje ) donde
para alargar los años de vencimientos, del 2001 y 2007 al 2006 y2012, se pactaron tasas superiores al 12 %
anual.
O la efectuada durante los primeros días de junio cuando se refinanció la deuda de vencimiento inmediato,
pagando tasas exorbitantes en divisas (más del l5% anual) para lograr un pequeño plazo donde no se
produzcan servicios que no estamos en condiciones de erogar, con el objetivo de lograr en ese plazo un
desarrollo del País que permita hacer frente a los nuevos vencimientos reprogramados, condición de imposible
cumplimiento. Recordemos que la tasa federal en USA es del 3,5 % anual y en Europa no supera el 4 al 5 %.
Hoy el capital total de la deudad externa (pública y privada) representa casi el PBI de todo un año del País (a
valores ajustados a la tasa cambiaria, incluyendo su importante retraso acumulado durante los noventa), y sus
intereses son técnicamente impagables con nuestra balanza comercial. Nuestras exportaciones no guardan una
relación que haga posible su repago, incluso no sirve el crecimiento a tasas altas del PBI si no tiene ninguna
posibilidad de generar divisas por excedentes productivos, basándose en la retracción del mercado interno, o de
mayor producción de comodities.
Hoy la sociedad padece un profundo desconcierto: desea y necesita referencias, criterios de igualdad, que le
permitan cohesión y espacio para las reivindicaciones. La economía de las desigualdades ha enturbiado la
"conflictividad social"y desplazando las estructuras de intermediación. El sindicalismo tradicional, no ofrece
todas las respuestas necesarias pues los conflictos no son sólo de su ámbito. Las desigualdades e injusticias
micro y macroeconómicas, no tienen espacios donde puedan ser manejadas, fuerzas organizadas que
representen los nuevos componentes. Por ello aparecen explosiones convulsivas y espontáneas (p.ej.: cortes
de rutas y ataques a supermercados), entre períodos de aparente aceptación pasiva del malestar social.
A ello debemos agregar el exponencial aumento de la delincuencia, con una violencia antes desconocida. Los
"delincuentes" saben y sienten que forman parte de una clase social excluida y sin futuro, su presente es su
única realidad. En consecuencia no tienen nada que perder pues ya lo han perdido todo, y a partir de ese
razonamiento primitivo consideran a cualquier integrante del sistema como su enemigo, y sobre él sienten el
derecho de ejercer su violencia.
Además hay dos datos que han emergido como resultado de la profundización de la crisis social: la lucha entre
los delincuentes y "el resto" se da casi siempre como lucha de pobres contra pobres (basta con analizar los
ingresos de los agentes de seguridad y los guardiacarceles, o la mayoría de los perjudicados por los delitos más
comunes),ycomo consecuencia de la pauperización de todos los mercados económicos (incluso los de circuito
delictual, como por ejemplo los de reventa de autos y repuestos robados, o de productos de piratas de las
rutas), ha provocado que los delitos sean más rápidos y violentos, dirigidos a objetivos donde se pueda obtener
efectivo (ej. Bancos, supermercados, etc.) aunque los montos sean menores, obligando esta situación a
aumentar la reiteración de actos delictivos, consecuentemente con mayor violencia.
Es imprescindible convocar una mesa nacional de debate tema por tema, y efectuar desde el Gobierno una
propuesta viable (que deberá ser apoyada por la mayoría de la población por un medio democrático de
consulta), que se condiga con el desarrollo de políticas de crecimiento acelerado, que permitan revertir esta
situación insostenible. Pero para ello además de capital humano, son necesarios Entereza y Coraje.
Es necesario construir una política de inversión pública, de asentamiento urbano, de mejoramiento de la
educación, de igualación de los servicios de salud, de baja de los costos de energía y de los servicios públicos,
de beneficio de la inversión en los sectores con posibilidades de desarrollo, direcccionando claramente el
crédito para actuar en favor de la igualdad de oportunidades, regulando políticas de ingreso de bienes y
servicios recibidos del exterior, discriminando fuertemente los de carácter suntuario y los que contengan
componentes de costos inaceptables (dumping y sucedáneos), con restricciones arancelarias y/o
paraarencelarías, como lo hacen los países que hoy lideran el mundo desarrollado.
Si no estamos dispuestos a afrontar estas decisiones, con el desarrollo honesto de políticas homogéneas y
coherentes, a fin de revertir esta tendencia que nos lleva a un País peor. Las consecuencias serán a corto plazo
de una gravedad que exigirá aún mayor marginación de grandes sectores sociales, con la consecuente
anarquía y represión desde el Estado. La Nación corre el riesgo cierto de desaparecer como entidad política, y
sólo su subsistencia tendrá carácter jurídico, con regiones y sectores sociales postergados y sin ninguna
posibilidad de encontrar un espacio social para desarrollar las mínimas condiciones de supervivencia. La
balcanización será una solución no deseada a este proceso. Recordemos que nadie puede realizarse en una
sociedad donde el resto de sus integrantes no se realiza. Y la justicia social es la única certeza que no puede
ser abandonada, como hipótesis a partir de la cual se decidirán todas las acciones políticas.
Este borrador, elaborado en base a un análisis de la realidad actual deberá ser en un futuro trabajo de muchos,
al cual convoco a todos los compañeros que aún no han perdido la fe ni la esperanza. Para enriquecer el
pensamiento apuntando a un País lejano pero posible, para nuestros descendientes, aunque nosotros no lo
vivamos, creo que vale el esfuerzo.
Marzo/Abril de 2001

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