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universidad de buenos aires

facultad de ciencias sociales


carrera de ciencias de la comunicación
documento de la cátedra mangone, comunicación i
teorías y prácticas de la comunicación i, cátedra mangone
“la cultura”1

aparición de la cultura
la comunicación y la cultura están estrechamente vinculadas; en efecto, la historia demues-
tra que las prácticas culturales se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interper-
sonales y tecnológicos. por esta razón, dado que ya nos hemos introducido algunas las nociones
básicas sobre la comunicación, pasaremos a ocuparnos de la cultura.
imaginemos un momento en que el hombre, ya erguido y en la búsqueda de sustento, descu-
bre por azar que, al mover fuertemente el árbol que le da alimento, los frutos caen. acostumbrado
a batirse contra fenómenos naturales que no entiende y contra seres que lo superan en fuerza,
como los grandes animales, el hombre comprende entonces una relación de causa y efecto que lo
incorpora en una dimensión cultural. dejando de lado que, en realidad, los procesos de evolución
implican millones de años, podemos pensar que se ha producido una modificación fundamental
en el vínculo entre el hombre y la naturaleza: en cierto momento, aquél interrumpió el ciclo natu-
ral y comenzó a usar los productos de ésta en su provecho. a partir de allí, la necesidad de trans-
mitir esta experiencia forzará a su organismo a encontrar un instrumento adecuado que comuni-
que y que permita, de alguna manera, archivar la información que se volvió consciente. el “traba-
jo” del hombre sobre la naturaleza, la conciencia de los efectos concretos que la aplicación de
técnicas produce sobre la tierra y su entorno, el desarrollo, entonces, de su “inteligencia” sobre la
realidad, así como la aparición del lenguaje y la representación del tiempo —en función de la pre-
visión y el futuro— son los requisitos necesarios para el desarrollo de la dimensión cultural.
cultura, desde entonces, se va a asociar a esta doble instancia –un tanto paradójica–: conser-
var experiencias del pasado para transmitirlas y plantearse estrategias hacia el futuro, compartir
proyectos y objetivos.
la posibilidad de compartir las experiencias a partir del desarrollo de los mecanismos de

1 por carlos mangone

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transmisión y comunicación —al respecto, será fundamental la aparición del lenguaje articulado
— permitirá el pasaje de la mencionada dimensión cultural a una “cultura” propiamente dicha,
muchas veces identificada con el término “civilización”, es decir, la comunión en un tiempo y en
un espacio de valores, ideas, creencias, rituales y formas de vida.
el hombre empezará a simbolizar la nueva relación con la naturaleza de múltiples maneras.
inicialmente, identificará los fenómenos físicos y climáticos como sobrenaturales y proyectará
sobre ellos la angustia de una existencia finita y débil. la religión y el arte canalizarán gran parte
de estas nuevas inquietudes y serán la base de las primeras manifestaciones conscientemente
“culturales”. no por casualidad, si bien todas las personas “tienen cultura”, los primeros indivi-
duos reconocidamente “cultos” se encuentran en las filas de los clérigos, los filósofos y los artis-
tas, es decir, los especialistas en interpretar los códigos culturales de cada civilización.
una cultura, como se ve, se define en principio por la serie de prácticas que ponen en juego
palabras e imágenes en los rituales celebratorios que cada civilización realiza para confirmar su
identidad, conservar su memoria, diferenciarse de otra cultura y asegurar la incorporación de los
nuevos integrantes.
es fácil notar que, desde los comienzos, en el funcionamiento de la cultura están presentes
elementos que se pueden observar actualmente, en tiempos de dominios audiovisuales, relaciones
globales de comunicación y multiplicación casi infinita de mensajes: una idea del pasado, una vi-
sión de los tiempos futuros, técnicas de producción y transmisión de la experiencia, procesos de
simbolización, relaciones entre la palabra y la imagen, rituales y celebraciones. el dominio sobre
la naturaleza quizá sea mayor y más efectivo, pero la angustia existencial de los comienzos es la
misma.

la relación cultura, comunicación y tecnología


desde el momento en que el hombre —en la etapa del deshielo de los glaciares y con un cli-
ma más benigno— salió de su caverna, comenzó un largo camino en que sus costumbres y sus
prácticas de subsistencia estuvieron determinadas por las condiciones del medio que lo rodeaba.
al salir de la caverna, amplió su campo visual y los órganos se adaptaron a las nuevas funciones,
de la piel que servía como cortinón de la boca de la caverna tomó la idea de cubrirse el cuerpo
con una indumentaria. desde entonces, la vida cotidiana del hombre estará signada por un proceso
ambivalente de relación gregaria con otros (así va a llegar a comunicarse y desarrollar la facultad

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del lenguaje) y de búsqueda de una autonomía personal (que se refleja en la paulatina separación
de la tribu, de la que dependía para defenderse del clima y de los grandes animales).
el modo en que el hombre logra el sustento y en que vive en sus horas de descanso y ocio
explican, en cada época, por una parte, sus relaciones con su hábitat y con la tecnología y, por
otro lado, las formas que adquieren sus creencias. la tendencia a lo gregario se simboliza en la
formación de aldeas, pueblos y ciudades; en la colaboración para lograr el sustento y, luego, para
realizar el trabajo creador. los hombres se juntan para sobrellevar las inclemencias del tiempo, la
angustia por la finitud de la vida y para vencer el cansancio de la tarea diaria.
sin embargo, como vimos, al mismo tiempo que se iguala en el conjunto, el hombre co-
mienza un proceso de diferenciación a través de una serie de símbolos, de posesiones, de formas
de actuar, de lenguas, de costumbres culturales.
ya en la revolución industrial, el creciente urbanismo hacinó grandes muchedumbres que
fueron buscando en los suburbios y en la casa propia su territorio, de la misma manera que, en los
tiempos primitivos, se lo demarcaba para deslindar un espacio. de esta forma, las innovaciones
tecnológicas ligadas a los procesos productivos se desarrollaron también en función de nuevas
necesidades, como las distancias entre el trabajo y la residencia, la conformación de la casa y del
espacio público. la cultura se fue llenando de variantes comunicacionales. en el espacio público,
senderos que se convirtieron en rutas y, posteriormente, en calles (lo que a su vez fue exigiendo
vehículos que trasladaran a las personas más rápido y cómodamente). en la parte privada, pasos
comunicantes como los pasillos, las galerías, las escaleras. a fines del siglo xix, en los países más
avanzados se consolidó la idea burguesa de un hogar propio y, dentro de él, de habitaciones que
brindaran albergue y privacidad a cada miembro de la familia. esta disposición del hábitat refor-
muló la higiene social y privada, y resultó un proceso de autonomía de los individuos que culmi-
nó en este comienzo de siglo y milenio, en el que los sectores sociales más pudientes pueden uti-
lizar su ambiente (y el propio automóvil como tal) con comodidades que anteriormente eran com-
partidas por todo un grupo familiar: televisor, equipo de música, teléfono, etcétera.
si bien actualmente nos encontramos con un formidable desarrollo de las tecnologías, las
preguntas centrales acerca de su aparición, su desarrollo y su crisis en relación con la cultura no
cambian mucho desde los tiempos remotos, cuando el hombre advirtió que, ejerciendo una deter-
minada técnica sobre la naturaleza, producía una modificación que mejoraba su nivel de existen-
cia y ahorraba gasto de energía. de allí que, ante la aparición de nuevas tecnologías, resulta im-

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portante preguntarse no sólo qué funciones tradicionales viene a cumplir, sino también en qué
medida mejora realmente el nivel de vida de la sociedad y qué efectos culturales produce. por
otra parte, no hay que dejar de advertir que la relación paulatina que inicialmente tuvo el hombre
con los fenómenos de la naturaleza (temor, adoración, ignorancia, conocimiento, utilización) pue-
de trasladarse a las reacciones que manifestó en este siglo frente a cada nueva tecnología.
una clasificación de las funciones de la tecnología en la cultura reconocería por lo menos
las siguientes:

1) mejorar los resultados prácticos de la actividad: esto se observó claramente en el “pro-


greso” de las armas con el fin de contraponer la mayor fuerza de los animales. es la búsqueda de
una mayor eficacia y una mayor productividad, y se sintetizaría en la ecuación de más potencia y
más velocidad en la producción, así como el incremento de lo producido. vale hoy para analizar
tecnologías que hacen hincapié en la rapidez y en la producción masiva y en todo tipo de trasla-
dos en el espacio.
2) archivar la información para transmitirla en el tiempo: se trata de técnicas fundamentales
para la aparición y la conservación de una cultura como civilización e implican sistemas de codi-
ficación como los signos icónicos o verbales. la complejidad creciente de las sociedades requirió
instrumentos cada más sofisticados para almacenar la información ya sistematizada y jerarquiza-
da, cuya transmisión en el tiempo permitiera integrar a futuros individuos en la cultura preexis-
tente. la escritura, la imprenta y la moderna cibernética determinan momentos cruciales de esta
función tecnológica que supera los límites de la memoria en las culturas orales.
3) controlar y dominar: en oportunidades, resulta una condensación de los progresos de las
funciones militares y de archivo de las tecnologías, ya que implica el control de los registros, las
identidades y las posesiones de los sujetos y los grupos sociales. algunos especialistas debaten
acerca del progreso tecnológico de la humanidad en relación con las tareas de control y dominio,
y consideran para ello la función de las primitivas armas que sirvieron al hombre para ser más au-
tónomo del poder de los animales, así como de las actuales tecnologías de destrucción masiva de
la era nuclear y neutrónica.
si se tuviera que optar por una función de la tecnología que abarcara los principales rasgos
de las mencionadas funciones, sería la de ahorrar esfuerzo, tanto muscular como intelectual. la
coronación en la cultura moderna serían la suma de la informatización (capacidad de almacena-

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miento de información y simplificación del trabajo intelectual) y la robotización en todas sus for-
mas (sustitución del trabajo físico humano de carácter rutinario o peligroso).
ahora bien, en ocasiones, los objetivos buscados entran en contradicción con los resultados
reales de su aplicación, es decir, se producen las llamadas “paradojas del progreso tecnológico”:
la incomunicación de la sociedad de la información, la alienación tecnológica o posibilidad de
que se produzca un gran gasto de energías físicas e intelectuales por el esfuerzo de ahorrarlas, et-
cétera. tomemos un ejemplo: la videocasetera es aprovechada en un 10% de sus funciones; es do-
minada por el hombre que la ha creado en su provecho, pero, en cierta manera, empieza a volver-
se en contra de su libertad de dominarla; y no se ha llegado a dominar por completo la video
cuando ya viene el dvd; como en la cinta del gimnasio, el hombre corre cada vez más rápido para
estar siempre en el mismo lugar.

las definiciones de cultura


el término “cultura” deriva del latín, “colere”, que significa cultivar, cuidar, criar. en su sen-
tido original se entiende por el cuidado y perfeccionamiento de un objeto a través de la actividad
humana. por extensión, el significado implicó el propio mejoramiento espiritual y artístico del
hombre. un hombre “cultivado” será luego aquel que dispone de ciertas capacidades para produ-
cir o recibir mensajes de alguna complejidad formal y que, además, accede a la información de la
historia y de la filosofía. el racionalismo humanista y, posteriormente, el iluminismo dieron al
concepto de cultura un significado de resultado, dejando de lado, en principio, los procesos que
permiten ese “cultivo”. una reacción romántica, ejemplificada en el alemán johann gottfried her-
der, suma a los resultados los procesos de formación y autoformación del espíritu y del conoci-
miento. al extenderse el concepto a las prácticas sociales que vayan más allá del sistema educati-
vo o de la producción artística, el significado de “cultura” comienza a integrar todo aquello que
participa de la vida social y cotidiana de los individuos. nos acercamos, así, a una concepción
más antropológica de la cultura, que se podría definir como el conjunto de respuestas colectivas a
las necesidades vitales. esta amplia caracterización incluye la llamada “cultura material”, la tecnolo-
gía y las normas que regulan las relaciones productivas en una determinada sociedad, así como los
valores, las reglas jurídicas, los sistemas simbólicos, la religión, el arte, la producción económica y
la superestructura política.
luego, esta ampliación a “todo hacer” del hombre va a ser limitada en parte al nivel de los sím-

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bolos y de los discursos; la cultura será definida entonces como una estructura significativa que ayu-
da a construir identidades en espacios relativamente acotados.
como se ve, las definiciones de la cultura o consideraciones de lo que está adentro y afuera
de la cultura dependen del punto de vista del que las enuncia, sea un sujeto, un movimiento o una
civilización, y determina. en la historia no faltan ejemplos de pueblos que denominaron a otros
“incultos” sólo porque no hablaban su propia lengua. de allí el significado de “bárbaro”: los grie-
gos percibían las lenguas extranjeras como un continuo “bar-bar-bar”. este etnocentrismo explica
a veces los juicios desvalorizantes sobre las costumbres ajenas, también culturales, que los indivi-
duos producen cotidianamente, así como las descalificaciones sobre formas de vestirse (el “mal
gusto”), de comer (“no tiene cultura gastronómica”), de hablar (“utiliza lenguaje vulgar”), etcéte-
ra.

clasificaciones de la cultura
cultura alta, masiva y popular
el carácter amplio o restringido del concepto de cultura y la intolerancia frente a la diversi-
dad cultural dan lugar a distintos tipos de clasificaciones. por ejemplo, existe una clasificación en
“niveles de cultura”. la cultura históricamente considerada más importante se identifica con lo
que usualmente denominamos “arte”. desde este punto de vista, un hombre cultivado, educado,
es aquel que puede sentir, percibir y comprender una obra artística en todas sus dimensiones, para
lo cual pone en funcionamiento una serie de competencias innatas y adquiridas por educación fa-
miliar y escolar que le permiten no sólo contemplar con naturalidad la obra, sino también extraer-
le la mayor cantidad de sentidos posibles. la poesía en particular y la literatura en general; la mú-
sica especialmente; la pintura, la escultura y, por mucho tiempo, el teatro formaron parte de la
formación cultural más reconocida y excelsa. si bien la propia palabra “arte” supone artilugio,
técnica de simulación de la realidad, las producciones del arte se entienden como piezas únicas,
irrepetibles y dignas de ser conservadas y transmitidas de generación en generación por la tradi-
ción cultural. quizás, el ejemplo que condense los aspectos centrales de esta cultura sea la ópera,
en donde intervienen varias de las formas mencionadas (la música, el teatro, la plástica en la es-
cenografía, la danza, etcétera).
en esta clasificación, paralelamente a estas producciones culturales, dirigidas a un público
minoritario (en oportunidades, integrado por los mismos autores) e inscriptas en una cultura letra-

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da, las clases populares sin instrucción ni alfabetización no tienen cultura; sin embargo, desde una
perspectiva más amplia, es evidente que desarrollan prácticas culturales propias, muchas veces
como contrapunto con esa cultura elitista y de sociedades muy estratificadas. en estas prácticas de
cultura popular, no está tan presente la idea de autor, de un sujeto dotado de amplias competen-
cias intelectuales, sino que la creación se percibe como algo colectivo que da identidad al conjun-
to que participa de la manifestación cultural como productor y receptor al mismo tiempo. esta re-
cepción, a diferencia de lo que ocurre con la cultura alta, es participativa y transformadora. como
ocurría con el mito y con la leyenda, que se iban transformando mientras se transmitían a través
del espacio y del tiempo, en las prácticas de la cultura popular aparecen nuevos “ingredientes”
que surgen de la creatividad de los protagonistas. las fiestas religiosas populares, los juegos y de-
portes, la música popular, los carnavales, las ferias artesanales, las fiestas de la producción agrí-
cola, son, entre otras, manifestaciones de profunda raigambre cultural que, en muchos pueblos,
resultan al mismo tiempo fiesta, trabajo y creencia.
la cultura popular, que, como se advierte, abarca mucho más que el denominado “arte”, no
produce piezas únicas; quizás, el mejor ejemplo sería la artesanía, que tiene algo de arte (por ser
casi siempre distinta) y también lo repetido de la manufactura (propia de la etapa industrial previa
a la estandarización de las mercancías).
finalmente, en esta tensión entre cultura alta y cultura popular aparecieron, con el proceso
mencionado de la revolución industrial, las llamadas industrias culturales que, a imagen y seme-
janza de la producción de bienes materiales, entregaron la posibilidad de acceder a los bienes cul-
turales masivamente. algunos estudioso, entonces, introdujeron el concepto de “cultura masiva”.
aquí, si bien retorna la idea de autor, el carácter de la producción distingue claramente el al-
cance del concepto respecto del artista tradicional que manejaba casi totalmente los elementos de
su obra. el cine, la televisión, la radio, la prensa, la publicidad, el diseño, el arte multimediático,
la fotografía son producidas casi siempre desde modelos muy establecidos que se conectan direc-
tamente con los llamados “gustos” de las masas. existe una cadena de “autores” que suman sus
destrezas para entregar en cantidad –y, a veces, también en calidad–, los productos de la cultura
audiovisual que predomina actualmente. a diferencia de la cultura alta y de la popular, en la cultu-
ra de masas rige la ley de la ganancia mercantil y, por lo tanto, el prestigio o la tradición están su-
bordinados a la fama, la popularidad y al “rating” (en ventas, en cantidad de espectadores, en ti-
rada de revistas y demás).

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hasta hace algún tiempo, quedaba muy claro qué práctica pertenecía a cada nivel de cultura,
lo que, a su vez, hablaba de clases sociales nítidamente distinguidas; sin embargo, actualmente, la
diferenciación resulta mucho más compleja. las prácticas de la cultura alta se conservan y difun-
den en tecnologías, soportes y formatos de la cultura masiva (composiciones musicales, fragmen-
tos de ópera, literatura, pinturas, etcétera); la propia cultura masiva adopta temáticas y transforma
estilos de la cultura alta: utiliza las competencias que la escuela enseña a los individuos sobre la
literatura clásica, la formación musical o la historia para producir los argumentos de películas, de
historietas y series, y, además, en relación con la cultura popular, se permite el lujo de difundirla
de manera documental, pintoresca y folclórica, por lo que la cultura popular se adapta a la forma
de circulación de la cultura masiva para obtener repercusión y visibilidad.
un ejemplo permitiría advertir mejor esta mezcla de culturas que es conocido con el nombre
de “hibridez”. hasta hace pocos años, el fútbol –tal vez, el deporte más popular del mundo– tenía
más allá del campo de juego un contexto de prácticas populares que no eran relevadas en absolu-
to por la cultura masiva: cantos de tribuna, indumentaria, banderas y estandartes, archivo de la
memoria de las instituciones, personajes relevantes de los clubes, tradiciones, etcétera. a medida
que la industria audiovisual cubrió las prácticas del fútbol profesional a tal punto que hoy es su
sostén económico, fue extendiendo su mirada hacia esos contextos, y éstos empezaron a producir
sus prácticas teniendo en cuenta que, a partir de entonces, iban a ser televisados.
algo parecido ocurrió con el carnaval, tal vez la manifestación de cultura popular más rele-
vante por el componente trasgresor y de contrapunto con la cultura oficial. el carnaval producía –
y, en parte, produce– el simulacro de la inversión de roles sociales: el rey es pordiosero; el pobre,
rey; el animal viste ropas de humano; el hombre, de animal; los sexos se intercambian, etcétera.
sin embargo, el carnaval que, junto con la risa, fue en la edad media una fuente de resistencia
frente a la opresión y una válvula de escape para las clases populares, resultó paulatinamente in-
corporado a la cultura oficial y “registrado” como parte del cronograma anual del turismo.
por lo tanto, se observa una neutralización del potencial cuestionador de la cultura popular
no a partir de su represión y su censura, sino mediante su incorporación como mercancía cultural
en de los innumerables mensajes de las industrias culturales.

culturas y subculturas
en cada sociedad, si bien predominan determinadas visiones del mundo, funcionan también

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sistemas de valores y de signos que abarcan espacios más limitados y que ayudan a la construc-
ción de identidades a través de prácticas culturales específicas. habitualmente, se denomina a esos
sistemas “subculturas”, no porque se los considere de menor importancia, sino por su menor al-
cance de influencia social.
se podría afirmar que todo conjunto de signos con un determinado grado de coherencia in-
terna, una fuerte diferenciación con respecto a otros agrupamientos culturales y una identificación
como grupo se define como subcultura; ejemplos muy importantes son la subcultura juvenil y la
subcultura femenina. la subcultura juvenil, por ejemplo, se caracteriza por el uso de ciertos voca-
blos y giros propios (aunque a veces originados en los consumos de la cultura masiva), por el
afán de diferenciarse de los adultos en conductas, opiniones y signos exteriores como la indumen-
taria; esto establece una diferenciación y cohesiona al conjunto. hay que advertir, sin embargo,
que el concepto de subcultura disimula en parte las diferencias sociales y económicas de sus inte-
grantes.
también hay subculturas determinadas por el espacio geográfico: la subcultura rural, la ma-
rítima, la del río y de la sierra y, aunque es la predominante y, por lo tanto, es difícil denominarla
de esta manera, la propia cultura urbana.
otras subculturas se refieren a gustos o afinidades electivas, como los “hobbies”, las aficio-
nes deportivas o los diversos gustos musicales, como es el caso de la cultura del “rock” (la cultura
“heavy”, la cultura “pop”, la “punk”, entre otras). en muchas oportunidades, las subculturas pue-
den integrarse en las estrategias del sistema cultural general y, si los tuvieron, perder los aspectos
contestatarios o transgresores que les dieron origen. un buen ejemplo es la subcultura hippie de
los años sesenta, que, en principio, cuestionó la sociedad de consumo, simbolizada en la gran ciu-
dad, y, luego, en los años setenta, fue absorbida por la misma cultura consumista, lo que la despo-
jó de sus aspectos más transgresores y la opuso muchas veces a la juventud politizada. en otros
casos, desde el comienzo de su desarrollo, las subculturas en aparecen en cierta forma como do-
minadas.
el concepto de subcultura resulta muy útil sobre en la época de las culturas audiovisuales,
en que la segmentación de los consumos culturales busca la identificación de los individuos como
parte de un subconjunto económico, social y cultural. las subculturas deben “negociar” su autono-
mía con el sistema cultural en su conjunto y, en numerosas oportunidades, son reconocidas por la
publicidad, el diseño, los géneros cinematográficos y la oferta televisiva; principalmente, la de

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transmisión por cable.

cultura, sociedad y comunicación verbal


como se observó, las relaciones entre cultura y comunicación verbal son muy estrechas, ya
que el desarrollo del pensamiento y la capacidad de abstracción del hombre están directamente
vinculados a la posibilidad de transmitir a otros la experiencia de transformación de la naturaleza.
por otro lado, el lenguaje como institución social que se produce a partir de interacciones
entre individuos y grupos refleja en su estructura los condicionamientos propios de la sociedad en
la cual funciona. al ser manejado por sujetos que se ubican en diferentes escalas sociales, el len-
guaje cumple funciones diferentes. como lo indican estudios sociolingüísticos, las clases de me-
nores ingresos económicos, que acceden a un nivel de instrucción básico o insuficiente, hacen un
instrumental y práctico del lenguaje verbal; muchas veces, lo que se denomina el “habla popular”
termina transformando la lengua. las clases más acomodadas, en cambio, generalmente hacen un
uso conservador de la lengua, aunque también está vinculado a fines prácticos, en este caso, pre-
servar su ubicación de dominio.
las capas medias de la sociedad, por su parte, además de buscar los fines comunicacionales
básicos, protagonizan prácticas más vinculadas a la eficacia comunicacional y estética; en otras
palabras, toman el lenguaje no sólo como instrumento de comunicación, sino también como obje-
to de reflexión. el comercio, la docencia, las tareas administrativas, la actividad cultural, el dis-
curso político, la publicidad y los medios masivos dependen en general para ser eficaces del con-
trol de la organización del discurso y son tareas habitualmente emprendidas por integrantes de la
clase media y de la pequeña burguesía.
tradicionalmente, las jergas populares estuvieron fuera tanto del ámbito de la escuela –que
históricamente fijó las normas lingüísticas promedio– como de los medios masivos de comunica-
ción. sin embargo, a medida que las industrias culturales se desarrollaron, comenzaron a influir
en el habla popular al mismo tiempo que adoptaban muchos de los giros y de las palabras de pro-
pias de ella. es el caso del lenguaje informal, coloquial, que incluye los giros habitualmente deno-
minados “malas palabras”, tema de gran importancia en el discurso televisivo actual. el lenguaje
informal —criticado y no adoptado por la escuela y ausente por décadas de los medios— era el
usado en el seno familiar con la salvedad de los términos “vulgares”. en cierta forma, era una ma-
nera de transgredir la censura oficial de una gran cantidad de términos que pertenecían legítima-

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mente a la lengua y que, sin embargo, quedaban afuera. cuando los medios los adoptan y los im-
ponen como norma lingüística promedio, su uso pasa a ser “oficial”y el poder de trasgresión de la
jerga popular ya no es tanto. lo que suponía un enriquecimiento del uso del lenguaje, se transfor-
ma, al ser utilizado de manera estereotipada y repetida, en un gran empobrecimiento que, lamen-
tablemente, se traslada a las propias aulas del sistema educativo. un ejemplo claro de lo mencio-
nado es el uso como muletilla en el habla adolescente y juvenil de algunas de las llamadas "ma-
las" palabras, que si bien han perdido su sentido negativo, muestran limitaciones en el uso del vo-
cabulario personal.
se trata, como es fácil ver, de un proceso común a cualquier relación social en la cual se
ponga en juego la influencia lingüística: aquellas instituciones que tienen poder político, social y
cultural en la sociedad son las que poseen más posibilidades de ejercer el dominio en los paráme-
tros del uso de la lengua.

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